El
fin de los Templarios y de las Cruzadas
y
Ramón
Llull (1232-1316)
Caballero
templario en combate defendiendo Jerusalén (arriba). Observe a derecha del
circulo de la ciudad de Jerusalén lo barrios de los templarios con el Templo de
Salomón en destaque y también la vestimenta del caballero, con su cota, su
estribo y la silla y elevada para ofrecer más seguridad durante la
correría. In: Miniatures
- Nort-western France (Monastery St. Bertin?), c. 1200 (Added text: c. 1290-1300)
Los temas de los templarios y de las cruzadas continúan siendo
hasta hoy los que más interés despiertan entre toda la temática relacionada con
la Edad Media, tanto del gran público como de los historiadores. Las leyendas
que envuelven la disolución de la Orden del Templo y la imagen del buen
caballero cruzado, defensor de los huérfanos y de las viudas en peregrinación
hasta la Tierra Santa, cultivada por los románticos del siglo diecinueve,
marcaron indeleblemente el imaginario popular y hoy forman parte de la cultura
universal común a los pueblos nacidos del occidente cristiano medieval. Una
buena prueba de esto es el voluminoso cuaderno de publicación lanzado
anualmente por la Sociedad
de Estudios de las Cruzadas, institución con sede en el Reino Unido
y de la cual formo parte.1
Por un lado, la figura del beato Ramón Llull, teólogo, filósofo y
literato, uno de los creadores de la lengua y de la cultura catalana, cada vez
interesa más a los medievalistas, gracias a la publicación regular de sus
escritos latinos por parte del Raimundus
Lullus Institut de Friburgo de Bresgóvia –en la
colección Corpus
Christianorum de la editorial Brepols en Bélgica– y la colección de la
obra catalana por parte del Patronat Ramón Llull, de Palma, titulada Nova Edició de les Obres de Ramon
Llull (NEORL)2. Los
lulistas crecen en todas las partes del mundo, fascinados por los encantadores
textos del beato, incluso en países donde él nunca se hubiera podido imaginar,
como Brasil3 –
en mi país este bello trabajo está siendo realizado por el Instituto Brasileiro de
Filosofia e Ciência Raimundo Lúlio, bajo la dirección de Esteve
Jaulent.
Por fin, para concluir estas pequeñas líneas de justificación
sobre el tema propuesto, la unión de los dos asuntos –Llull y los templarios–
está bastante conectada con las actuales investigaciones lulianas: acaba de
salir un tomo de la colección Corpus
Christianorum dedicado a los escritos de Llull sobre las cruzadas,
con un espléndido texto aclaratorio del gran maestro, historiador y teólogo,
Fernando Domínguez Reboiras4. El tema
de los templarios en los textos lulianos toma así un nuevo impulso y deseamos
con nuestro trabajo poner una piedra más sobre esta hermosa construcción.
Básicamente todos los escritos lulianos fueron redactados teniendo
como escenario de fondo las grandes alteraciones de la sociedad medieval de los
siglos XI hasta XIII en la idea primera del concepto de cruzada, especialmente
tres puntos:
1) el declive de los ideales caballerescos,
2) la utilización política del ideario de la cruzada, por parte
del papado, para sus propósitos de primacía universal,
3) el crecimiento de los particularismos estatales y el uso –y
abuso– de la cruzada para el cobro del diezmo y el enriquecimiento de las arcas
de las realezas (especialmente la francesa).
En total, la segunda mitad del siglo XII vio el lento
desaparecimiento de las dimensiones transcendentales del guerrero de Dios en
busca de la corona del martirio, eje primero del pensamiento luliano,
juntamente con la idea de la conversión de los infieles.5
Ramón Llull siempre se preocupó por el destino que cabría a las
órdenes militares con el fin de las cruzadas en Tierra Santa. Inicialmente, sus
palabras eran dedicadas a una reforma de la institución de la caballería, pues
sucedía cada vez más que los ideales caballerescos estaban decayendo.6 Por
ejemplo, en su Libro de
Contemplación, Llull habla de los caballeros como mensajeros del
los diablos, por su conducta disoluta y profana:
1. Ah, Dios, alabado, honrado, amado, deseado y temido por
todos los pueblos! Vemos que los caballeros, Señor, son elegidos para ser
caballeros, perseguir y aprisionar a los hombres malos, traidores, homicidas,
ladrones, enganadores y desobedientes de su príncipe. Por eso, los caballeros
tienen armas con las que se defenden y furzan a sus enemigos, y van a caballo,
para poder alcanzar los enemigos de la justicia y de la paz.
2. Pero me parece, Señor, que los caballeros se han desviado
inclinándose hacia otros hábitos contrarios al oficio por el que se encuentran
en Orden de Caballaria, pues con las armas con las cuales deberían destruir a
los malvados, vemos que matan y destruyen a los justos y a los que amam más la
paz que la guerra.
3. Así, todo este desvio y desorden, Señor, cayó sobre los
caballeros, porque cambiaron el modo y la ocasión por la cual son caballeros, y
hicieron tal mudanza porque no son amigos de la verdad y aman las vanidades de
este mundo. Así, furon expulsados del verdadero camino y van hacia el fuego
perdurable.7
La caída de Acre en 1291 hizo surgir un voluminoso número de
opúsculos redactados teniendo como tema principal la recuperación de Tierra
Santa. Esta nueva coyuntura política obligó Llull a tratar el tema de la
cruzada más directamente, y lo hizo en primer lugar en un tratado llamado Libro del pasaje, un
texto dividido en una epístola llamada Cómo
la Tierra Santa puede ser recuperada y un opúsculo, de
nombre Tratado sobre el
modo de convertir a los infieles. Estos dos textos que componen
el Libro del
pasaje serán la base de mi breve presentación de hoy.
En este documento, redactado en 1292 para el Papa Nicolás IV
(1288-1292), el primer Papa franciscano, Llull propone básicamente la unión de
las órdenes militares, más específicamente, la del Hospital, la del Templo, la
de Uclés y la de Calatrava. Esta nueva orden se llamaría Orden del Espíritu Santo,
con sede en Herminia y con una flota de galeras en propiedad –como más tarde el
Orden del Hospital lo haría en el Mediterráneo, desde Rodes y después Malta.
Hay que destacar que esta propuesta de unión de las órdenes
militares ocurrió antes de la campaña difamatoria emprendida por Felipe el Hermoso de
Francia, lo que indica que las preocupaciones principales de Ramón Llull con
relación a las órdenes militares consistían sobretodo en el desaparecimiento de
su primera finalidad al haberse perdido Tierra Santa (por ejemplo, proteger los
peregrinos y los caminos para el Santo Sepulcro) y la necesidad, esencialmente
militar, de fortalecer la cristiandad con una única orden, para, después,
proceder al principal objetivo de su propuesta: la conversión al cristianismo
de todos los infieles y la consecuente salvación de las almas de los perdidos
por Mahoma y por todos los cismas existentes en su época.
Es muy importante destacar y subrayar este presupuesto luliano
para la perfecta comprensión del tema de los templarios en su inmensa obra:
todo su discurso, todos sus textos, toda su vida giraban en torno del objetivo
misionero: la cruzada, las órdenes militares, estaban siempre subordinadas a su
primera intención, es decir, la conversión de los infieles.
Esta Orden
del Espíritu Santo tendría un maestro en Teología apoyado por
hombres santos y devotos dispuestos a aprender las lenguas árabe, persa,
cománico (de los citas), guzo (de los turcos seldjúcidas) y otras lenguas
cismáticas. Estos hombres, sabios en Teología y Filosofía, deberían estar dispuestos
a predicar racionalmente el verbo de Dios por el mundo. Este trabajo misionero
sería facilitado por el conocimiento de las lenguas de los infieles, y, en
primer lugar, estos hombres santos, a la manera de los apóstoles de Cristo,
deberían convertir los cismáticos al catolicismo –una gran preocupación de
Ramón Llull era la unidad del cristianismo, pues, según él, sin la cristiandad
unida no sería posible la conversión del resto del mundo.
Pero tenemos un pequeño problema. En el opúsculo, Llull trata del Orden del Espíritu Santo,
como se ha dicho anteriormente. Sin embargo, en el Tratado del modo de convertir a los
infieles –que sería la segunda parte del Libro del pasaje– Llull ya
no menciona sólo una única Orden
del Espíritu Santo y sí, en cambio, a los maestros del Templo,
del Hospital y de los Teutónicos. Fernando Domínguez piensa que la Epístola fue escrita
después del Tratado,
posiblemente porque éste ya estaba preparado para ser presentado a cualquier
Papa, y la epístola parece contener las propuestas más específicas ya dirigidas
a la personalidad del nuevo Papa8, el Papa
franciscano. En ese caso, parece claro que la propuesta de fusión de las
órdenes militares crece al mismo paso que la inquietud de la opinión pública en
Occidente, que criticaba el desempeño militar de las órdenes, atribuyéndoles
una gran responsabilidad en la pérdida de Acre. Por otro lado, Llull, con su
idea de fusión, sigue manteniendo sus ideales junto con las propuestas papales:
ya en el Concilio de Lyón, en 1274, el Papa Gregorio X propuso su fusión.
Sea como fuere, para Ramón Llull, las órdenes militares serían el
gladio corporal de la Iglesia cristiana. En un breve pasaje de su texto, el
beato afirma que le conviene al Papa tener, en Grecia, los dos gladios para
luchar por tierra, juntamente con los maestros del Templo, del Hospital y de
los Teutónicos. La doctrina militar luliana expuesta en este tratado recurre a
la tesis de Inocencio III que, a su vez, se basó en San Bernardo de Claravall:
el Papa poseía dos espadas, la espiritual y la temporal, que representaban
respectivamente su poder coercitivo en lo espiritual y su poder real. Esto
significaba alegóricamente que el poder político real derivaba del Papa, es
decir, de Dios a través del Papa, quien cedía este poder al emperador.9
En resumen, Ramón Llull utiliza una idea corriente entre los hierócratas
para subordinarla a sus fines de predicación: el uso del poder temporal por
parte de las órdenes militares se justifica y se legitima por el papa para que
se realice su primer objetivo, es decir, la predicación de la palabra de Dios y
la conversión de los infieles. Esto significa que la función de las órdenes
militares en el pensamiento político-militar de Ramón Llull es el de apoyar
militarmente la recuperación de Tierra Santa para, a continuación, participar
de un intenso trabajo misionero junto a los infieles.
Estas son, en pocas líneas, las principales ideas de Ramón Llull
en su primer escrito sobre la cruzada y directamente relacionado con la Orden
del Templo. Ramón Llull fue un hombre que vivió en el siglo trece, murió en el
siglo catorce pero su mente tenía en cuenta el siglo doce. Su tiempo fue un
tiempo de grandes transformaciones estructurales, sociales y sobretodo
mentales. La idea de cruzada, el ideal caballeresco y la síntesis hecha por las
órdenes militares, teniendo en los templarios su principal símbolo, murieron
con el Concilio de Vienne. Mejor dicho: murieron antes, con la renuncia del
Papa Celestino V (1295), el Papa
angélico, y la lucha entre Bonifacio VIII y Felipe el Hermoso (1296-1303),
la lucha entre las dos espadas, la temporal y la espiritual, con la victoria
final del estado naciente francés y el fin de la mentalidad medieval.10
Sin saberlo, Llull presenció el ocaso del Medioevo. Desilusionado
con el fracaso y el desinterés de los poderes frente a sus propuestas, el trovador de Dios murió
creyendo defender el bien común de la cristiandad, esto es, la misión, el
martirio como ideal cristiano, la unión de las órdenes militares para la
continuación de la cruzada y el retorno de la misma a sus raíces apostólicas.
Sus palabras en el texto La
Disputa del clérigo y Raimundo el fantástico (1311) muestran
bien su visión del mundo que murió con la supresión de los templarios y el fin
de las cruzadas en Palestina. Con ellas termino este breve análisis del
discurso luliano sobre los templarios y las cruzadas:
Me cansé mucho; tuve hijos, fui
medianamente rico, viví en los placeres del mundo. Pero me retirée de todo
esto, abandoné libremente y con gusto todas esas cosas, para, con todas mis
fuerzas, defender el honor y la gloria de Dios, buscar el bien público y
trabajar para la glorificación de la fe católica. Aprendí el árabe, prediqué
varias veces el Evangelio a los sarracenos, fuí preso, encarcelado, azotado y
maltratado en defensa de la fe católica (...) ahora me encuentro viejo y pobre,
pero persisto en el mismo propósito, y en él he de permanecer hasta mi muerte.11
Notas
·
1.Society
for the Study of the Crusades and the Latin East (SSCLE)
·
2.Actualmente en su volumen
V (Començaments de Medicina y Tractat d’Astronomia, a cura de
Lola Badia), 2002.
·
3.Líneas muy gentiles
escritas por PARDO PASTOR, Jordi. “Las traducciones brasileñas de la obra de
Ramon Llull”. In: Faventia 24/2, 2002, p. 185.
·
4.DOMÍNGUEZ REBOIRAS,
Fernando. “Ramon Llull y la cruzada. Consideraciones preliminares a un tema
controvertido”. In: ROL,
CLXXXII, p. 257-322.
·
5.Este parágrafo es un
resumen de las principales ideas desarrolladas por DOMÍNGUEZ REBOIRAS,
Fernando. “Ramon Llull y la cruzada. Consideraciones preliminares a un tema
controvertido”, op. cit.,
p. 258-281.
·
6.Ver, por ejemplo, RAMON
LLULL, Llibre de l’Orde de
Cavalleria. Barcelona: Editorial Barcino, 1988.
·
7.OE, vol. II, cap. CXII, p.
339.
·
8.DOMÍNGUEZ REBOIRAS,
Fernando. “Ramon Llull y la cruzada. Consideraciones preliminares a un tema
controvertido”, op. cit.,
p. 308.
·
9.ULLMANN, Walter. Historia del pensamiento político en la Edad
Media. Barcelona: Editorial Ariel, 1999, p. 106-107.
·
10.GARCIA-VILLOSLADA, Ricardo. Historia de la Iglesia Católica.
Madrid: BAC, 2003, p. 562-623.
·
11.LOLA BADIA. "Versió
catalana de la Disputa del clergue Pere I de Ramon, el Fantàstic". In: Teoria i pràtica de la literatura en Ramon
Llull. Barcelona, Edicions dels Quaderns Crema, 1991, p. 211-229.
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