Elisabetta Sirani, la pintora joven
“El bautismo de
Cristo”
Fue una pintora
italiana de estilo barroco y uno de los últimos representantes de la brillante
escuela boloñesa del siglo XVII.
Debemos saber que
la ciudad de Bolonia era muy liberal en términos de oportunidades profesionales
para las mujeres que se dedicaban a la pintura en el siglo XVII.
Sin embargo, las
estrellas de la escuela de Bolonia fueron artistas masculinos como Guido Reni,
Francesco Albani, Giovanni Francesco Barbieri, Domenichino, los hermanos
Carracci y su primo Ludovico Carracci, quienes fundaron una academia de arte en
Bolonia en el año 1582.
Elisabetta fue una
de las primeras mujeres pintoras de proyección internacional, pero su prematura
muerte con veintisiete años de edad truncó una carrera que pudo haber
evolucionado hacia el barroco decorativista que abanderó Luca Giordano.
Nace en
Bolonia el ocho de enero del año 1638, era hija de Giovanni Andrea
Sirani, principal ayudante de Guido Reni, apenas hay datos sobre su formación
artística.
“Virgen
con niño”. National Museum of
Women in the Arts (Washington D.C.)
Elisabetta tuvo
otras dos hermanas menores pintoras que también trabajaron en el taller
familiar: Barbará Sirani-Borgognini (1641-1692) y Anna María Sirani-Righi
(1652-1715).
La preparación de
las tres hermanas Sirani no solo se limitó a la pintura, sino también a temas
humanísticos y música, que beneficiarían a Elisabetta más tarde.
“Autorretrato como alegoría de
la pintura”.1658. Museo Pushkin
El gran talento de
Elisabetta pronto se hizo evidente, por lo que pudo trabajar a la edad de
diecisiete años. También se hizo cargo de la gestión del taller de su padre
después de que su progenitor enfermera de gota.
Dirigió así la
primera escuela de pintura para mujeres fuera de un convento en Europa y llegó
a tener doce alumnas, entre ellas artistas destacadas como Ginevra Cantofoli o
Verónica Francho.
Esta situación es
un caso recurrente en la mayoría de las artistas que fueron hijas y discípulas
de pintores masculinos, cuya autoría es sistemáticamente ignorada por el
discurso historiográfico tradicional.
Se supone que, por
su condición de mujer, Elisabetta no pudo acceder a una academia y tuvo que
aprender únicamente en el taller paterno. Su escasa destreza en el dibujo
anatómico se explicaría por qué no se le permitió dibujar desnudos con modelos
vivos.
La amplitud de la
producción pictórica de Elisabetta ha hecho pensar en una participación masiva
de ayudantes, ya que sus hermanas Bárbara y Anna María eran también pintoras y
tuvo por discípulas a más de doce mujeres, que llegaron a ejercer
profesionalmente. La artista hizo demostraciones públicas en respuesta a quienes
cuestionaban la autoría de sus cuadros.
“Timotea matando al capitán de Alejandro Magno”, 1659.
Museo di Capodimonte en Nápoles
La educación de la
pintora debió de incluir la lectura de la Biblia, la mitología, la historia de
Grecia y Roma y la iconografía de santos, conocimientos de gran relevancia
para su profesión, que tenía accesibles en la biblioteca de su padre. También
recibió clases de música y tocaba el arpa.
Se inició en la
pintura hacia el año 1650, y contó con el apoyo de su futuro biógrafo, el conde
Carlos Cesare Malvasia, influyente crítico. Una de sus primeras obras fue el “San
Jerónimo en el desierto” de la Pinacoteca Nazionale de Bolonia.
Ya en el año 1657, con
diecinueve años, se hizo pintora profesional. Cuando su padre quedó inválido
por la gota, ella tuvo que mantener a su familia con su arte, y se cree que la
necesidad económica le forzó a trabajar con singular rapidez.
“El hallazgo de Moisés”. Colección privada
Prolífica, modesta
en el trato y de reconocida belleza, Elisabetta alcanzó rápidamente renombre en
Europa. Su especialidad fueron las pinturas religiosas, de la Virgen con el
Niño y la Sagrada Familia, que producía velozmente pero con un buen acabado. Su
taller fue visitado por coleccionistas y curiosos llegados desde lejos, y entre
sus clientes se cuenta al Gran Duque, Cosme III de Medici.
A pesar de todo el
liberalismo que se daba en la ciudad de Bolonia, también surgieron dudas sobre
la autoría real de las pinturas de alta calidad ejecutadas por ella, que se basaban
estilísticamente hablando en las de Guido Reni, pero también en las de
Caravaggio.
Muchos vieron
sospechoso que una mujer pintara tan bien y acusaron a Elisabetta de no ser la
autora de sus cuadros. Para evitar más rumores, decidió pintar en un estudio
abierto que pronto se convirtió en un centro de atracción para visitantes y
viajeros a Italia. Fue el momento en que ella comenzó a firmar sus obras.
“Judith con la cabeza de Holofernes”.
(1658). Lakeview
Museum of
Arts and Sciences (Peoria, Illinois)
Con su taller
trabajando a tope, Elisabetta fue alcanzando gran popularidad por toda Europa,
tanto por lo exótico o por su gran belleza no había corte europea que no
poseyera uno de sus cuadros religiosos.
Desgraciadamente,
su carrera artística fue muy breve, apenas diez años. Murió con veintisiete
años debido a unos fuertes dolores de estómago. Algunos médicos vieron claros
indicios de envenenamiento y una criada fue puesta en prisión y juzgada, pero
no se pudo probar su culpabilidad.
Sin embargo, la
presión popular hizo que esta criada tuviera que salir de Bolonia. Años más
tarde, la criada obtuvo el perdón de los Sirani y el destierro fue revocado.
La ceremonia de su
funeral fue digna de una gran maestra de la pintura, con un catafalco con la
escultura a tamaño natural de Elisabetta. Además, se publicó un libro con
ochenta poemas dedicados a ella y a su obra, por distintos escritores.
El destino quiso
que fuera enterrada en la misma tumba que Guido Reni, en la capilla de Saulo
Guidotti, padrino de la artista, en la basílica de Santo Domenico en Bolonia.
Allí descansan juntos, después de haber dedicado sus vidas al arte.
Aunque su
prematura muerte, en agosto del año 1665, limitó su carrera a apenas una
década, dejó una producción sorprendentemente amplia con más de doscientas
pinturas, así como dibujos y diversos grabados.
La Sagrada Familia
Elisabetta fue una
de las últimas representantes del importante barroco de Bolonia, además de una
de las primeras pintoras de mayor proyección internacional.
En sus dibujos a
lápiz y tinta, introducía fuertes contrastes de luces. Ejemplo de ello es
su “Caín matando a Abel” del castillo de Windsor en
Inglaterra. En sus pinturas, sin embargo, fue menos personal y suavizó el
claroscuro con sombras tostadas, más en consonancia con la escuela boloñesa.
Por lo general,
sus composiciones son de formato medio y simples en cuanto a diseño, y
mantienen un tono agradable y decorativo de indudable atractivo comercial.
En el cuadro “Alegoría de la
pintura”, que es un autorretrato del año 1658, Elisabetta se
retrató a sí misma como una mujer rica y educada que mira con confianza al
espectador. De hecho, se benefició de su amplia educación en pintura, ya que
encontró inspiración para sus obras, de escritores antiguos, especialmente
Plutarco.
El cuadro “El
bautismo de Cristo”, del año 1658, fue su primer gran encargo, para la
Iglesia de la Cartuja de Bolonia. El relato del encargo existe gracias a
Malvasía, quien cuenta cómo, estando en casa de los Sirani, llegó uno de los
padres de la cartuja. Hacía unos años habían encargado a Giovanni Andrea Sirani
una pintura sobre la cena en casa del fariseo.
En ese momento
querían otra para el muro opuesto pero, esta vez, hecha por la joven
Elisabetta. Allí mismo, antes de que se fuera el cartujo, la pintora hizo
un esbozo de cómo sería la composición del cuadro, con acuarela, de manera
muy rápida, bajo el asombro de todos.
Es interesante ver
la manera en la que la pintora retrata a sus heroínas. Nunca están
erotizadas, sino que aparecen como luchadoras, virtuosas, fuertes… Mujeres
excepcionales que transgreden las convenciones.
En el cuadro “Porcia
hiriéndose el muslo”, del año 1664. El historiador romano Dion Casio contó
que Porcia se hizo un corte en la carne para que Bruto, su marido, le confiase
el complot contra Julio César. En primer plano de la pintura vemos la
acción decidida de Porcia, quien está ricamente ataviada, mientras al fondo
unas mujeres, ajenas a lo que está sucediendo, trabajan la lana.
También podemos
distinguir la singularidad de su percepción de las mujeres en su cuadro “Cleopatra”,
representada con la perla que diluirá en el vinagre para sorprender a
Marco Antonio. Aparece totalmente vestida, sin ningún atisbo de seducción,
resaltando simplemente su argucia e inteligencia.
Lo mismo hizo con
el cuadro “Timoclea y Judith”, escapando de aquella visión más
sensual de las heroínas que encontramos en los pintores masculinos del
momento.
Al igual que su
colega contemporánea Artemisia Gentileschi, que trabajó en Roma, Florencia y
Nápoles, Elisabetta a menudo pintaba cuadros de mujeres fuertes como: Judith,
Porcia y Timoclea. Aunque también se pueden encontrar obras y retratos
religiosos en su carrera, que le proporcionaban grandes ganancias económicas.
“Porcia hiriéndose el muslo”
Elisabetta recibió el
honor de ser una de las primeras mujeres en ser aceptada en la Academia di San
Luca, por supuesto, solo cuando llegó a ser una artista establecida, porque la
preparación en una academia de arte estaba prohibida para las mujeres en ese
momento.
Destacan asimismo su
estilo gráfico y sus aguadas, caracterizados por un uso virtuoso del
pincel y de la tinta diluida, con líneas trazadas con piedra negra o roja, así
como sus grabados.
“Sante Cecilia Huile sur toile”. 1665
La presencia de
Elisabetta en colecciones españolas parece reducirse a dos pinturas formando
pareja, “La Virgen y Ángel de la Anunciación”, que hasta
fecha reciente estaban repartidas entre el Palacio de Monterrey de Salamanca y
el palacio Liria de Madrid. Actualmente cuelgan juntas en el palacio madrileño.
Elisabetta
supo ganarse la fama entre sus contemporáneos con su destreza y
virtuosismo. Cardenales, duques y duquesas, senadores y aristócratas se
contaban entre sus clientes.
Entre estas se
encontraban la condesa de Brunswick, el cardenal Leopoldo de Medici, que fue
uno de sus mecenas más destacados y el conde Carlo Cesare Malvasía, canónigo de
la Catedral de San Pedro de Bolonia, crítico de arte y
coleccionista.
Lápida de Guido Reni y Elisabetta Sirani en la basílica de
Santo Domingo
Hilma af Klint, la olvidada de la pintura abstracta
Hilma af Klint nació
en Solna, que es una ciudad integrada en el área metropolitana de Estocolmo. Hija de
Mathilda Sonntag y del almirante Victor af Klint, la joven se crió junto a sus
tres hermanos en el seno de una familia adinerada y con amplios intereses
intelectuales.
Desde pequeña,
Hilma tuvo acceso a la gran biblioteca de sus padres y se sumergió en lecturas
que despertaron su curiosidad y su sed de conocimiento.
Siguiendo su
temprana vocación artística, a los dieciocho años Hilma af Klint ingresó en la
Universidad de Artes, Oficios y Diseño de Estocolmo para estudiar pintura.
Desde el año 1882
al 1887 asistió a la Real Academia Sueca de las Artes, donde aprendió las
técnicas que le permitieron trabajar como retratista y paisajista, llegando a
ser una de las alumnas más brillantes de la Academia. Perteneció a la primera
generación de mujeres europeas que se formó académicamente en arte.
Tras graduarse con
honores, el centro la premió facilitándole un piso-estudio en Kungstradgarden,
el barrio más artístico y bohemio de la ciudad, para que pudiera continuar con
su labor creativa.
De esta manera,
Hilma se trasladó junto a otros dos compañeros a su nuevo hogar en el corazón
de Estocolmo y tuvo la oportunidad de entrar en contacto con grandes pintores,
asistir a sus exposiciones e integrarse en los círculos artísticos y
feministas de la ciudad.
Hilma af Klint. El
cisne, n.º 16, Grupo IX/SUW (The Swan, No. 16, Group IX/SUW), 1915. Moderna Museet, Estocolmo
Aunque habían
compartido las aulas, los pintores seguían considerando que la creación era una
actividad que les correspondía a ellos y las mujeres debían dedicar su tiempo a
otras tareas como, por ejemplo, la de formar una familia, siguiendo las normas
del patriarcado existentes en ese periodo en las sociedades occidentales.
Hilma af Klint
pese a tener un éxito como pintora naturalista que le permitió vivir de
sus cuadros de paisajes y retratos, el hecho de ser mujer la dejó fuera de los
grupos artísticos del momento.
Durante los
primeros años del siglo XX, Hilma participó en diversas exposiciones, tanto
individuales como en grupo, en las que dio a conocer su obra naturalista.
Además, la pintora viajó por Alemania, Noruega, Holanda, Bélgica e Italia,
junto a otros compañeros, y se unió a la Sociedad de Mujeres Artistas Suecas.
Hilma af Klint. Group I, Primordial chaos, nº5, 1906-1907. Moderna
Museet, Estocolmo
Además, el dolor y
trauma que le había provocado la temprana muerte de su hermana Hermina, que había
fallecido tras contraer una fuerte gripe a los diez años, hizo que Hilma
buscara respuestas más allá de la ciencia o de lo visible.
Sentía especial
atracción por el esoterismo que aumentó tras la triste muerte de su hermana. Se
acercó a los rosacruces [1], la antroposofía [2] y
la teosofía [3], un movimiento que también atrajo a Kandinsky y
Mondrian. También se inició en el espiritismo.
El grupo formado por
Sigrid Hedman, Cornelia Cederberg, Mathilda Nilsson, Anna Cassel y la propia
Hilma se reunía todos los viernes para entrar en contacto con guías
espirituales de otras dimensiones que les enviaban mensajes, que ellas
reflejaban a través de la pintura y la escritura automáticas.
Hilma fue la
componente del grupo que dirigió más veces las sesiones espirituales, ya que
tenía la capacidad de canalizar estos mensajes aun estando consciente.
En una de las
sesiones, los Altos Maestros tal y como ellas llamaban a los guías les pidieron
que mostraran al mundo lo que habían visto en aquella dimensión espiritual. Las
amigas rechazaron dedicarse a esa tarea, sin embargo, Hilma af Klint aceptó el
encargo e inició, de esta manera, su primera serie de cuadros abstractos,
titulada “Las pinturas para el templo”. Este proyecto fue
iniciado en el año 1906 y terminado en el año 1915, compuesto por 193 obras.
A partir de ese
momento, Hilma af Klint cambió radicalmente su estilo pictórico e inició una
doble vida en la que, por un lado, seguía pintando paisajes y retratos para
subsistir económicamente y, por otro, se entregaba a la creación de nuevas
obras místicas y disruptivas, adentrándose así en el mundo del arte
abstracto.
Esta serie se
convirtió en el epicentro del desarrollo de su lenguaje abstracto y
en la primera colección de obras abstractas de la historia. Hilma decía “Los
cuadros fueron pintados directamente a través de mí, sin dibujos preliminares y
con gran fuerza. No tenía ni idea de lo que se suponía que representaban las
pinturas, sin embargo trabajé rápida y segura, sin cambiar una sola pincelada”.
Conoció a Rudolf
Steiner en el año 1908, que era miembro destacado de la sociedad Teosófica y
fundador de la Antroposofía, quien cuando vio la obra le recomendó no mostrarla
durante 50 años. La artista lo limitó a 20 años.
Hilma af Klint
suspendió su trabajo para asistir a su madre dependiente, período en el cual
abandonó el barrio de Kungstraedgaarden. Hilma se alejó
de la escena artística para cuidar a su madre dependiente en el año 1909
pues sufría ceguera. Con ella estuvo conviviendo hasta 1912.
Aquellos años,
Hilma empezó a estudiar la obra literaria de Rudolf Steiner, el miembro más
destacado de la Sociedad Teosófica y fundador de la antroposofía, a quien la
artista había conocido en el año 1908. Estos textos influyeron enormemente tanto
en su pensamiento como en su obra pictórica, determinando futuras series
como Los cisnes o La paloma.
Hilma pintó bajo
los lineamientos de la geometría abstracta la serie “Parsifal” en
el año 1916 y en el año 1917, la serie “Átomo”.
Posteriormente,
pintó muchas otras series, entre ellas “Altarpieces”, en la
que integró todos los conceptos y símbolos representados en sus obras
anteriores.
Hilma decidió
parar su creación y se dedicó a investigar y estudiar su propia obra entre los
años 1917 y 1918, tratando de entender el universo que había pintado hasta
entonces.
Muere su madre en
el año 1920. Viajó a Suiza, donde se reencontró con Rudolf Steiner. Allí se
unió a la Sociedad Teosófica y estudió sus textos. En lo pictórico, realizó una
serie de pinturas sobre las grandes religiones del mundo.
Los cuadros de af
Klint eran de grandes dimensiones y, por lo tanto, era complicado
transportarlos. Por eso, la artista ideó un pequeño “museo maleta” ,
es decir, un maletín en el que guardaba estas libretas, que se llevó consigo en
sus viajes para poder mostrar su arte.
Abandonó la
pintura por completo en el año 1925, para dedicarse a los estudios teosóficos.
Murió en un accidente en 1940.
Obra artística
Fue una innovadora
radical de un tipo de arte que daba la espalda a la realidad visible.
Desarrolló un lenguaje abstracto desde el año 1906. La obra de Hilma af Klint
no es una abstracción real del color y la forma en sí mismos, sino que trata de
modelar lo invisible.
Esto sucedió años
antes de que apareciera la obra de Wassily Kandinsky, Piet Mondrian y Kazimir
Malévich, que aún son tratados como los precursores del arte abstracto a
principios del siglo XX.
Durante esta
primera fase creativa, Hilma también desarrolló las series “Eros”,
“Las
grandes pinturas de figuras” y “Los diez mayores”, una
colección de diez cuadros de gran formato en los que representó las cuatro
etapas de la vida.
En sus innovadoras
obras, Hilma empezó a utilizar colores planos y tonos pastel, algo que no
se había hecho hasta el momento, y se dejó llevar por los Altos Maestros que
decía que guiaban su pincel a través del lienzo, trazando círculos, óvalos,
líneas, triángulos y espirales de manera recurrente.
La principal
intención de Hilma no era la de experimentar a partir de la abstracción de la
forma y el color, sino la de plasmar a través de su arte el mundo
invisible al que creía tener acceso a través de las sesiones espirituales.
Hilma realizó más
de 1.000 trabajos, entre pinturas y obra en papel. En vida, expuso su obra
temprana y figurativa, pero nunca la abstracta. Ella en su testamento redactó
que su obra abstracta no se expusiera en público hasta veinte años después de
su muerte, dado que estaba convencida de que hasta entonces no se podría
valorar y comprender su obra en su justa medida. Sus deseos se cumplieron y
hasta el año
Tras abandonar el
lenguaje figurativo naturalista, Hilma parte de la base de que existe una
dimensión espiritual en la existencia y quiere hacer visible el contexto que
existe más allá de lo que el ojo puede ver.
Al igual que otros
de sus contemporáneos, estuvo muy influida por las corrientes espirituales de
la época, particularmente el espiritismo, la teosofía y la antroposofía. En su
obra abstracta, en la que destaca la pintura de gran formato, se encuentran
elementos recurrentes, como círculos concéntricos, óvalos y espirales.
A partir del año
1920, la artista pintó una nueva serie dedicada a las grandes religiones del mundo
y otra titulada “Las flores y los
árboles”, en la que se desprendió por completo
de su simbología geométrica, en un intento de retratar la dimensión espiritual
de la naturaleza.
De esta manera,
Hilma volvió a fijarse en los elementos naturales que le habían inspirado al
inicio de su carrera para plasmarlos, esta vez, desde una perspectiva
completamente diferente.
Las temáticas que
abordaba versaban sobre aspectos metafísicos, como la dualidad material y
espíritu, lo femenino y lo masculino, la totalidad del cosmos, el origen del
mundo…
Entre los años
1922 y 1941, Hilma se dedicó profundamente a los estudios teosóficos y pintó
sobre todo acuarelas. También comenzó la revisión y edición de sus
cuadernos, con la ayuda de su íntima amiga y, según algunas fuentes, compañera
romántica, Anna Cassel.
Aquellos años,
Hilma ideó un plan para construir un museo para mostrar qué hay más allá de la
materia y exhibió una pequeña parte de la serie “Pinturas para el templo” en
la Conferencia Mundial de Ciencias Espirituales organizada por la Sociedad
Antropológica de Inglaterra en el año 1926.
A principios de la
década de 1940, Hilma af Klint se mudó junto a su prima Hedvig af Klint a
Djursholm-Ösby, en Estocolmo. Fue allí donde, el 21 de octubre de 1944, poco
antes de cumplir los 82 años, la artista falleció tras sufrir un accidente en
tranvía.
Exposiciones después de muerta
La obra abstracta
de Hilma se mostró por primera vez en la exposición “Lo espiritual en el arte, pintura abstracta 1890-1985” organizada por Maurice Tuchman en Los Ángeles en el
año 1986. Esta exposición fue el punto de partida de su reconocimiento
internacional.
“Hilma Af Klint:
Pinturas para el futuro”, la
exposición del año 2019 del Museo Solomon R. Guggenheim, tuvo más de 600.000
visitantes, siendo la más visitada en los 60 años de historia del museo.
El desccubrimiento de la obra de Hilma Af
Klint
Siguiendo la
petición especificada en su testamento, dos décadas después de que Hilma
muriera, su sobrino Erik af Klint, último heredero de la artista, abrió
los grandes baúles en los que se había guardado toda su obra y, en su
interior, encontró 1.300 cuadros, 124 libretas repletas de anotaciones y 26.000
páginas escritas a máquina.
Poco después, en
el año 1986, se celebró como hemos visto la primera exposición dedicada a
la obra de Hilma af Klint en Los Angeles. Sin embargo, por aquel entonces,
Kandinsky, Mondrian y Malévich ya se habían consolidado como padres del arte
abstracto y ella, lejos de ser reconocida como pionera del mismo, quedó relegada
a un segundo lugar.
De hecho, muchos
museos rechazaron incluir sus cuadros en las colecciones de arte abstracto y la
obra de Hilma fue escondida durante años, y tendría que esperar algunas décadas
más para ser valorada y apreciada.
En 2013, casi setenta
años después de la muerte de af Klint, el Museo de Arte Moderno de Estocolmo
organizó la primera exposición retrospectiva de su obra.
Poco después, en
el año 2018, el museo Guggenheim de Nueva York celebró otra importante
exhibición que fue alabada por los medios, cosa que hizo que el público
acudiera en masa a visitar los cuadros de Hilma af Klint y que la
exposición fuera la más visitada de la historia del museo hasta el momento.
A partir de
entonces, el mundo empezó a apreciar el arte de la pintora que, durante la
primera mitad del siglo XX, pintó para los ojos del público que viviría los
inicios del siglo XXI.
Sin embargo, pese
a ser una figura imprescindible de la historia del arte, el nombre de Hilma af
Klint sigue siendo menos conocido que el de sus coetáneos, por eso, a día de
hoy, se sigue reivindicando su papel como pionera de una de las corrientes
artísticas más importantes del siglo XX y como mujer artista que
revolucionó la pintura para siempre.
El árbol de la vida
Bibliografía
Hilma
af Klint. Grupo IV, Los diez más grandes, nº 4, Juventud. Serie Sin
título, 1907. The Hilma af Klint Foundation, Estocolmo
[1] Rosacruz se refiere originalmente a una legendaria
orden secreta que habría sido fundada, según la "Fama
Fraternitatis" publicada en el año 1614. Rosacruz también designa en
masonería el séptimo y último grado del Rito Francés y el grado
dieciocho en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado y en el Rito de
Memphis y Mizraím, denominado Soberano Príncipe Rosacruz, Caballero del águila
y el pelícano, que tiene como símbolos principales el pelícano, la rosa y
la cruz. El término rosacruz puede designar asimismo al miembro de la masonería
o de alguna otra fraternidad de naturaleza similar que ha alcanzado el grado de
Caballero Rosacruz.
[2] La antroposofía es un sistema de pensamiento fundado a principios
del siglo XX por Rudolf Steiner, que postula la existencia de un
mundo espiritual objetivo, intelectualmente comprensible, accesible a la
experiencia humana. Desde esta perspectiva, los seguidores de la antroposofía
apuntan a participar en el descubrimiento espiritual a través de un modo de
pensamiento independiente de la experiencia sensorial. También pretenden
presentar sus ideas de una manera verificable mediante el discurso racional y
al estudiar el mundo espiritual buscan una precisión y claridad comparables a
las obtenidas por los científicos que investigan el mundo físico
[3] La teosofía propone
que todas las religiones actuales y antiguas surgieron a partir de una
enseñanza o tronco común, que ha quedado oculta bajo el velo de las doctrinas
que se fueron elaborando con el correr de los siglos siguientes, llevando
muchas veces a contradecir la enseñanza original. El estudio comparativo de la
Ciencia y la Filosofía son otra forma de acercamiento a esta enseñanza
original, que no es otra cosa que la realidad permanente que subyace por
detrás del mundo sensible sujeto al constante devenir.
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