El Oratorio de la Casa de la Villa
Recordemos que entre 1574 y 1579 el Concejo había adquirido unas casas
en la plaza de San Salvador. En ellas se reunieron hasta el año 1619; por
entonces tuvieron que buscar un nuevo lugar debido a su estado ruinoso. Estas
viejas casas consistoriales fueron derribadas y el solar,
propiedad del Ayuntamiento de Madrid, fue el elegido para construir la Casa de
la Villa. El Concejo se trasladó, de alquiler, a las casas que habían sido de don
Juan de Acuña en la calle Mayor.
El
antiguo Ayuntamiento de Madrid es un edificio prototípico de la arquitectura
cortesana de la Edad Moderna, ocupa el lugar donde estuvo el Palacio de Juan de
Acuña, marqués de Vallcerrato[1], adquirido
en 1619 para albergar al concejo de la Villa. Con anterioridad, las reuniones
del concejo se producían en una sala modesta en el atrio de la antigua iglesia
del Salvador, lugar que se mantuvo hasta 1599, cuando se derribó el pórtico de
la iglesia para dar anchura a la calle Mayor con motivo de la entrada a Madrid
de Doña Margarita de Austria[2]. El
proyecto fue encargado al que ostentaba el título de Maestro Mayor de la Villa
de Madrid, Juan Gómez de Mora, y el inicio de las obras se produce en 1629. Las
obras se dilataron en el tiempo y el plan de Gómez de Mora se mantuvo en lo
esencial, aunque con importantes cambios en la escalera, patio y portadas del
edificio. De tal manera que el edificio supone en la Plaza de la Villa, un
telón de fondo de un escenario urbano[3]. Con gran
protagonismo de los balcones, tanto de la fachada como de la calle Mayor, que
tenían un protagonismo esencial en todas las celebraciones, tanto cortesanas
como religiosas, que transitaban por la calle Mayor.
Tras
la muerte de Gómez de Mora, las obras en el Ayuntamiento continuaron
siguiendo trazas de José de Villarreal entre 1648 y 1662, continuándose luego
bajo las trazas de Bartolomé Hurtado
entre 1662 y 1670[4]. Es difícil
dilucidar el papel de estas intervenciones, que debieron ceñirse al plan dejado
por Gómez de Mora, pero al que evidentemente
le tuvo que aplicar ciertas modificaciones en las soluciones ornamentales más
barroquizantes. El año 1656 el grueso del edificio debía de estar concluido, pues
ese año la reina Mariana de Austria acudió a los balcones de la Casa de la
Villa para ver desde allí la procesión
del Corpus[5]. Aún así
faltaban por concluir el patio interior, el cuerpo de las torres y las portadas
de acceso[6].
Milagro de la Virgen de Atocha en las obras de la Casa de la Villa. Óleo sobre lienzo, anónimo (1676-1700)
La escena representada
tiene lugar en la plaza de la Villa. Además de ofrecer mucha información sobre
el ambiente de la plaza en la que en esos momentos se encuentran todo tipo de
personajes, “obreros, clérigos, aguadores,
mujeres, niños, caballeros, mendigos, vendedores y animales”
también permite observar la construcción de la sede del Concejo madrileño que se
estaba llevando a cabo.
En 1690, coincidiendo
con la entrada en la Villa de la segunda esposa de Carlos II, Mariana de
Neoburgo, el ayuntamiento emprende la terminación de su Casa de la Villa, por
la ruina que padecía la casa especialmente en el zaguán y las escaleras, que
habían tenido que ser apuntaladas para evitar males mayores[7]. Estas obras serán acometidas por Teodoro
Ardemans y tras finalizarlas el Ayuntamiento se decide a concluir
definitivamente el edificio. Ardemans concursará con un proyecto de portada que
conocemos gracias a la traza conservada en colección privada. El proyecto tuvo
que modificarse y se reducirá en parte el desarrollo decorativo del mismo por
la escasez de medios, pero el resultado sigue, en lo esencial, el proyecto de
Ardemans tanto en sus líneas estructurales como en el vigor de los elementos
tectónicos[8].
En cuanto al patio,
Ardemans presentó una traza que respetaba básicamente los planteamientos
originales de Gómez de Mora, que quedaban patentes en
la parte que había sido ya levantada. En 1691 presentará el pliego de
condiciones en las que incluye en la obra, la terminación del patio, la cárcel
y la capilla. Terminadas las obras del interior,
se acometieron las torres, siguiendo también el proyecto del mismo arquitecto,
que venía a dar el aspecto final actual al exterior del edificio, terminándose
en 1692.
Juan Gómez de Mora. Casa de la Villa,
fachada a la calle Mayor. alzado de la fachada a la calle Mayor, 1644 (Catálogo Juan Gómez de
Mora, nº 122) (Museo de Historia) ASA
2-499-2 Foto: Catálogo Juan Gómez de Mora 1986.
Teodoro
Ardemans fue el encargado de acabar las obras, lo cual
ocurrió por fin en 1695, después de más de cincuenta años. Este arquitecto
diseñó las dos portadas barrocas, ideó la capilla, configuró el patio, la
escalera de honor y remató las torres.
El
resultado final es una combinación prototípica de la piedra berroqueña en el
piso bajo, como gran basamento y el empleo de ladrillo de mocejón[9], combinado con piedra para los elementos
decorativos, en el piso principal. El mejor ejemplo de eso que se ha venido en llamar
arquitectura del Madrid de los Austrias, pero que no gustaba mucho al
academicismo decimonónico. Comprobadlo con las palabras que le dedica Fernández
de los Ríos:
<<Debió construirse en el mismo siglo;
tiene dos pisos, bajo y principal, decorado éste con frontispicios
triangulares; a cada lado se levanta una torre cuadrada que termina en
chapitel; las dos portadas fueron construidas posteriormente, con el mal gusto
de la arquitectura de fines del siglo XVII o principios del XVIII. Las fachadas
del S. y O. son de lo más irregular e indigno que puede darse; la del N., menos
extensa que la principal, tiene también dos torres con un bello pórtico formado
por seis columnas y dos pilastras dóricas de granito en el piso principal,
sosteniendo una cornisa que ata con la general del edificio; esta columnata fue
inventada y dirigida por D. Juan de Villanueva. En el interior hay un pequeño
patio con pilastras, una ancha escalera y varias salas, entre ellas la de
Columnas, asi llamada por dos que hay en el testero, y la modernamente
habilitada para sesiones, que es la que corresponde a la columnata ya descrita;
al dado de ella se encuentra el pequeño oratorio recientemente restaurado,
cuyas bóvedas pintó al fresco Don Antonio Palomino, representando pasajes de la
vida de S. Isidro y asuntos sagrados.
Todas las capitales de Europa, y aún
ciudades y villas de España de una importancia subalterna, tienen edificios
donde dignamente residen los ayuntamientos; Madrid tiene por palacio de la
villa una mala casa colocada entren dos callejuelas con una plaza enfrente
pequeña e irregular; no hay ministerio, ni apenas centro administrativo de
cierta categoría cuyo alojamiento no aventaje a la llamada Casa de la Villa.
Nunca hemos pasado por delante del Hotel
de Ville de Bruselas, por el Capitolio de Roma, por el palacio del Corregidor
de Londres, o por el de los Concejos municipales que se está acabando de
levantar en Lisboa, sin que nos acordemos avergonzados de la casa de
Ayuntamiento madrileña. Tiene este abandono una explicación histórica
dolorosamente lógica; el Municipio de Madrid no ha sido, desde la venida de la
corte hasta nuestros días, más que una corporación servil, una especie de
mayordomo a las órdenes del poder>>[10].
Entre las diferentes
joyas artísticas que alberga el edificio cabe destacar la Venus que presidía la fuente
de la Puerta del Sol, la Custodia de
plata para el Corpus o el fantástico Calvario del pintor Francisco Rizi de
Guevara, firmado y fechado en 1662. Este cuadro correspondería al altar
principal del oratorio provisional instalado en la Casa de la Villa hasta la
realización del actual[11].
Actualmente preside uno de los lados cortos del salón llamado “Goya”, llamado
así por ser donde estaba situado el cuadro de la Alegoría de Madrid del pintor
aragonés y que actualmente está en el Museo de Historia, colgando en el salón
del Ayuntamiento una copia. Este salón, de amplias proporciones, da a la calle
Mayor, por lo que sus balcones eran apropiados para ver pasar todas las
comitivas, procesiones y festejos que hacían el itinerario oficial por esa
calle. Conserva en gran medida la decoración de su techo, a base de roleos
dorados y motivos heráldicos, que está muy en la línea de las decoraciones
contemporáneas del Palacio del Buen Retiro, realizadas en torno a la década de
1630.
Venus o Mariblanca
. Escultura traída por y que
presidía la fuente de la Puerta del Sol.
Foto: @cipipredia
Custodia de plata
para la procesión del Corpus Christi custodiada en la Casa de la Villa.
Foto: @cipipredia.
Francisco Rizi. Calvario. Foto@cipipredia.
Salón Goya. Foto@cipipredia.
Techo del Salón
Goya.
Decoración del
techo del Salón Goya
Pero indudablemente las decoraciones pictóricas
más destacadas son las que realiza Antonio Palomino[12], El primer encargo realizado
al pintor cordobés, fue la realización del techo del salón de sesiones, obra
que todavía depende del modelo de la quadratura,
o arquitecturas fingidas introducidas en la corte por Mitelli y Colonna. El
gobierno municipal había abierto un concurso de ideas del que salió a la postre
vencedor Palomino. Se conserva un boceto preparatorio de una de las pechinas
que sostienen la estructura arquitectónica en la Biblioteca Nacional de Madrid.
El concepto, aunque al gusto de Palomino, que añade elementos decorativos más
barroquizantes que el modelo de los pintores boloñeses, debe todavía mucho de
ellos, dando mucho protagonismo a la arquitectura y dejando un reducido espacio
central para el elemento figurativo en su centro, siguiendo el ejemplo no
lejano en el tiempo de Coello y Donoso en la Casa de la Panadería. El tema central
es una alegoría de la monarquía, representada por la figura de Carlos II, que
aparece en un medallón en el grupo central de figuras. Éstas representan, por
un lado, a la Villa de Madrid, con una rodilla hincada en el suelo y actitud
sumisa, que mira al medallón del rey, del que cuelga el Toisón de Oro. Le
acompañan un águila y un león apoyados en la esfera terrestre, con símbolos del
poder como la corona de laurel o la espada. Esta simbología era típica del
lenguaje de exaltación monárquica, en especial de Carlos II. En la parte
superior varias figuras aladas sostienen los escudos de Castilla y León y de la
Villa de Madrid, además de laureles y palmas. En la filacteria se puede
leer: <<Mantua sum. Tva
spedero. Tva dicar oportet>>[13]. Completan la composición figuras
femeninas de virtudes insertadas dentro de la arquitectura fingida.
Las dos entradas se deben a que en
origen el edificio fue diseñado para albergar la Casa y la Cárcel de Villa. La
de la izquierda era la que daba acceso a la Cárcel; la de la derecha al
Ayuntamiento.
El Salón Real se
creó en 1656, con el balcón que se asoma a la calle Mayor, para que la reina
pudiera contemplar la procesión del Corpus en la casa nueva que se
estaba edificando, en el lugar donde había estado la cárcel vieja, como
vimos en el artículo anterior.
Hoy día, desde el zaguán se accede a
la Escalera de Honor donde se encuentra la escultura de la famosa Mariblanca, escalera
que lleva al Salón Real y a otras estancias nobles, como veremos.
Con el tiempo el Salón, desde el que
las reinas contemplaban la procesión del Corpus, se convirtió en Sala de
recepciones o antesala de la Alcaldía; hoy es conocido como Salón Goya por
el cuadro que lo adorna; es una copia del cuadro Alegoría de la Villa
de Madrid cuyo original se encuentra en el Museo de Historia.
Antonio Palomino. Techo del Salón
de Plenos. 1692. Foto:
@cipipredia.
Detalle del techo del Salón de
Plenos.
Antonio Palomino. Detalle del grupo
central del techo del Salón de Plenos.
Antonio Palomino. Detalle del león y
el águila con los símbolos del poder. Foto: @cipipredia
Antonio Palomino. Oratorio de la Casa
de la Villa. Foto: @cipiipredia
El encargo del oratorio, lo recibió en 1696. Tenía que dar
unidad al espacio ocupado por tres antiguas dependencias contiguas que Ardemans
había tenido que reorganizar como oratorio. Las tres salas comunican el salón
Goya, con un pasillo que conduce al salón de plenos, ocupando el esquinazo de
la calle Mayor con la plaza de la Villa, justo bajo una de las torres con
chapitel. La función de las pinturas es exaltar a la monarquía y su voto de
protección a la Inmaculada Concepción a la que se le añadirán temas propiamente
madrileños.
Antonio palomino. Detalle del milagro
de San isidro. Foto: @cipipredia
Antonio Palomino. Oratorio Casa de la
Villa. Foto: @cipipredia
Notas:
[1] Samalea,
R.: Joyas de la clausura.
Paseo por la arquitectura penitenciaria española a través de sus monumentos y
memoria histórica. Primera parte: de la Ergástula a los arsenales, 2017,
p. 144.
[https://arquitecturapenitenciaria.org/wp-content/uploads/sites/2/2018/01/11NVilla.compressed.pdf
consultado el 17/XII/2018]
[2] Tovar,
M.: Juan Gomez de Mora,
Ayuntamiento de Madrid, Madrid, 1983, p. 134.
[3] Tovar
(1983), op. cit.,
p. 135.
[4] Tovar
(1975), op cit., p.
79 y 80.
[5] Tovar
(1975), op. cit.,
p. 124.
[6] Blasco,
B.: Teodoro Ardemans y su
entorno en el cambio de siglo (1661-1726). Aspectos de la arquitectura y el
urbanismo madrileños de Felipe II a Carlos III (tesis
doctoral). Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 1991, Tomo 1, p. 150.
[7] Blasco,
op. Cit., p. 149.
[8] Blasco,
op. Cit., p. 155.
[9] Tovar,
V.: Los arquitectos
madrileños de la segunda mitad del siglo XVII, Madrid, CSIC,
1975, p. 31.
[10] Fernández
de los Ríos, A.: Guía de
Madrid, manual del madrileño y del forastero, Madrid, Ilustración
Española y Americana, 1876, pp. 246 y ss.
[11] Tormo,
E.: Las iglesias de Madrid,
Instituto de España, Valencia, Instituto de España, 1985. (1ª ed. Madrid, 1927), p. 105.
[12] Ver
García Cueto, D.: “Tendencias de la pintura mural madrileña desde el inicio del
reinado de Carlos II hasta la llegada de Luca Giordano” en Rodríguez G. de
Ceballos, A.: Carlos II y el
Arte de su tiempo, FUE, Madrid, 2013, p. 294-295. Y Gutiérrez
Pla, C.: Pintura Mural de
Antonio Palomino (1655-1726) p. 59 y ss.
[www.centroelba.es>palomino-final consultado el 26/12/2018]
[13] “Mantua
soy, tuya por siempre y es justo que así se proclame” la cita latina proviene
de una adaptación que Palomino, pintor culto, hace de un verso de Ovidio, ver
Gutiérrez Pla, C.: op. Cit.,
p. 62-63.
[14] García
Cueto, D.: op. Cit., p.
295.
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