martes, 24 de octubre de 2017

HISTORIA DEL PAPEL INDÌGENA MEXICANO



JOSE LUIS PANIZO GALINDO

EL PAPEL COMO MATERIAL SAGRADO
    Las antiguas civilizaciones de México hacían frecuente uso del papel en ceremonias, ya fueran religiosas o rituales. Al hablar de estas civilizaciones, me refiero a la azteca, pues de la maya muy poco se sabe y de otros pueblos que habitaron la altiplanicie, y las costas menos aún.
    El uso que se daba al papel se debió a que era un material muy económico, se le podía manejar, decorar y teñir, puesto que los dioses aztecas se hacían a imagen y semejanza del hombre. Los pueblos más primitivos consideraban al sol como dios y creador y causa de todo.
    Se carece de noticias exactas sobre cuándo los mayas empezaron a producir papel –que llamaban huun- y muy poco se sabe de la fecha en que el papel –amatl para los aztecas- se comenzó a usar entre los pueblos de la parte meridional de México. Los toltecas ya lo conocían, pues en lo que toca a su mitología ya se encuentra la palabra papel. Sahagún relata “…los toltecas tenían una leyenda acerca de la creación del quinto sol. Decían que antes de que hubiese día en el mundo, que se juntaron los dioses en aquel lugar que se llama Teotiocan (hoy Teotihuacan), y uno de ellos, buboso, llamado Nanaoatzin, accedió a ser quien alumbrara. A otro, que se llama Tecuciztécatl, le dieron sus aderezos, un plumaje llamado aztacomitl y una jaqueta de lienzo, y al buboso tocárosle la cabeza con papel que se llama amatzontli, y pusiéronle una estola de papel y un mástil de lo mismo”[1]
    Sabría más, de la historia de estos pueblos, de sus artes y oficios, si el rey Itzcóatl (1427-1440) no hubiera mandado destruir las relaciones antiguas, para que no llegasen al vulgo y fuesen menospreciadas. Los aztecas hacían gran uso del papel en sus ceremonias. Ese material entre otras cosas servía para escribir la historia de los héroes y dioses, para el adorno de las piras funerarias, para atavíos de los dioses y para sus sacrificios. Generalmente empleaban adornos sagrados de papel –amatetéhuitl- goteados de ulli (goma o hule), así se hacían más fácilmente las imágenes de los dioses, sobre el papel con ulli derretido. También llamaban a estos papeles quémitl, cuando los usaban para el atavío y adorno de los prisioneros.
    Los amatetéhuitl, goteados con hule derretido, eran simbólicos en el mundo de los montes; servían de atavío a pequeños ídolos los tepitoton, que fabricaban con la masa tzoalli. Si por ejemplo, deseaban formar la imagen del Popocatépetl, daban al ídolo la figura del dios Tláloc y le ponían una corona o mitra de papel, un abanico en la nuca y su atavío de papel; este último y la corona eran de color azul. Colocaban las imágenes de Iztaccíhuatl, Matlalcueye, Chalchiutlicue, una al lado de la otra, y enfrente la de Cihuacóatl, cuya corona de papel era negra.[2] La diosa Iztaccíhuatl (mujer blanca) tenía varios templos sobretodo en una cueva de la misma montaña. En el templo mayor su imagen era de madera, vestida de azul, y en la cabeza llevaba una corona o mitra de papel pintado de negro.
    Alfonso Caso dice: “…una especie de abanico de papel delgado (el tlaquechpaniotl de las deidades), puesto detrás de la nuca, es característica de las deidades del agua, de los montes y de la vegetación, siendo este abanico blanco en la diosa Iztaccíhuatl; rojo en Chicomecóatl, diosa del maíz; azul en Chalchiutlicue, diosa del agua y verde en Tepeyolohtli, dios de las montañas”.[3] Mayahuel, primera en descubrir el aguamiel en el maguey, lleva el mismo abanico de papel plegado y goteado con hule.
    La fiesta principal que se celebraba en honor de los montes eminentes se efectuaba en la veintena  tepeilhuitl. Sacrificaban cuatro mujeres y un hombre, imágenes vivas de los montes, que aderezaban con papeles goteados de ulli. Por se los aztecas un pueblo de agricultores, las lluvias eran importantes, así durante el primer mes (febrero), festejaban a sus dioses del agua o de la lluvia (que llamaban Tlalohques), dioses cuya residencia creían en las montañas altas, ataban papeles, recortados en la orilla inferior, a unas varas largas que levantaban en todas las casas y palacios, delante de las deidades.
    Sacrificaban los aztecas muchos niños que llevaban a las montañas donde ofrecían, poniéndoles el nombre del monte respectivo y con adornos de papeles teñidos. Sahagún[4] refiere que estos papeles eran mitad colorados y mitad leonados para los niños que eran sacrificados en el monte Cócotl; leonados para los del monte Yiauhqueme; encarnados para los del Quauhtépetl; negros con rayas coloradas para los del Ioaltécatl y azul para la niña que ofrecían en un montecillo, Tepetzinco, situado dentro de la laguna que estaba frente a Tlatelolco.

En la veintena etzalqualiztli, que significa “comida de maíz y frijoles”, se celebraba otra fiesta para honrar a las deidades del agua. Los caciques y ministros de los ídolos se aderezaban con tiras de papel pintadas y con flores del mismo material, los quemaban cuando metían a los muchachos que serían castigados, por cometer alguna falta. Los jóvenes aparejaban con adornos, llamándose unos de estos ornamentos tlaquechpaniotl (detrás de la nuca) y otros amacuexpalli, especie de cabellos largos de papel; amacalli, casa de papel, capirote o corona y yiataztli, bolsa grande. Esta última se podía comprar en los tianquiztli (mercados). Las bolsas de los caciques mayores eran de piel de tigre y de los menores de papel pintado que imitaba la piel del tigre. Los papeles y aderezos que adornaban las imágenes de los dioses Tlalohques, se llevaban después al “sumidero” de Pantitlán, llamado Aóztoc, en la laguna de México.
    El amatetéhuitl, también aparece en algunos códices, como por ejemplo en Teteutlan (teteo, dioses; tlan, lugar), Teteuhtepec,de igual significado y Huitzoco (huitztli, espina) que significa, lugar espinoso sagrado.
    La corona o capirote de papel –amacalli- es simbólica para varios dioses de la tierra como Chicomecóatl, diosa del maíz; Chalchiuhtlicue, diosa del agua; Tzapotlan-Tenan madre diosa de Tzapotlán; Texcocóac Ayopechtli, diosa del alumbramiento; Opochtli, dios de los pescadores; Nappatecuhtli, dios de los que tejen esteras; Omácatl, dios de los convites; Tomiauhtecuhtli, uno de los dioses de las montañas; Totoltécatl y Totochtin, dioses del pulque y Ixcoazauhqui, dios del fuego.[1]
    Este amaeapanalli, se nota en las figuras de Opochtli, Nappatecuhtli, Tomiauhtecuhtli y en el árbol xócotl, que adornaba en el mes de xocohuetzi. Los caciques componían el árbol xócotl con papeles blancos de media braza (83.5 cm) de ancho y diez (16.78 m) de largo. Los cautivos que habían de ser quemados vivos, llevaban un máxtli de papel. La mujer que moriría durante la fiesta de la sal, Huixtocíhuatl, que se celebraba en el mes tecuilhuitzontli, llevaba un bastón adornado con papeles goteados de ulli, y además tres flores hechas de papel y goteadas de incienso.
    En la veintena ochpaniztli hacían la fiesta a la diosa Toci –nuestra abuela-, también llamada Teteo-Innam, “madre de los dioses”. El símbolo era una tira blanca con figuras negras, una banda roja y escobas amarillas en el extremo superior.
    Otro atavío, el amamaxtli –braguero de papel- era usual  en el dios Atlahua (el dueño de las aguas),[2]en Otontecuhtli y en deidades del agua y los montes;  como Opochtli, Nappatecuhtli, Yzauqueme y Temiauh-Tecuhtli. En el mes tóxcatl festejaban a su dios principal, Tezcatlipoca; hacían la imagen de Huitzilopochtli de la masa tzoalli, y la adornaban con estos atavíos. En estas fiestas todas las doncellas se afeitaban las caras y componían con pluma colorada los brazos y piernas y llevaban unos papeles puestos en unas cañas hendidas que llamaban tetéhuitl. En el día de las flechas que se celebraba en la veintena quecholli, ofrecían unas flechas que hacían de cañas de maíz con nueve nudos, poniendo en la punta un papel como bandera y otro, más largo, colgado hacia abajo.
    El uso ceremonial del papel por los tarascos era escaso, se ha podido encontrar en una ceremonia en la que se bailaba una danza, paracata baraqua (baile de las mariposas), para honrar al dios Curicaberi. El sacerdote se ponía a la cintura una culebra “hechiza” con una mariposa de papel.
    Los otomíes gente de poca cultura, creían que el alma y el cuerpo perececían a un tiempo; pero en la mitología mexicana y, antes de ella en la tolteca, el alma era inmortal y se creía en la vida con los dioses. Hacían fiestas a las deidades que llamaban cihuapipiltin, (almas de las mujeres que morían de parto), le ponían papeles pintados con figuras que llevaban sobre la enagua. A los muertos por un rayo les ponían semillas de bledos sobre la cara, papeles en la frente y en la parte atrás de la cabeza; en una mano les colocaban una vara que debería reverdecer en el paraíso terrenal, o sea el Tlalocan.
    En las ceremonias cuando morían los reyes de México, delante del cadáver, marchaba la nobleza llevando en alto un estandarte de papel y las insignias de las armas reales.
    A los guerreros que caían en combate y a los mercaderes que morían, unas estolas de papel, amaeapanalli.
    Los guerreros y los tepochtli o solteros jóvenes, muertos y aderezados para emprender el camino al Chicunamictla o Noveno Infierno los primeros, y a Mictlán o Tierra de los Muertos los segundos, llevaban bastones cubiertos de papeles que servían a los difuntos de amuleto o pasaporte para vencer el largo camino.
    Los encargados de preparar al muerto eran unos ancianos; unos oficiales cortaban los papeles, unos se destinaban a atar y aderezar al difunto y otros representaban varios objetos.
    Los pochteca o mercaderes, comerciantes de profesión, y los tlamamacani, que vendían sus propios productos, recorrían los tianquiztli sujetos a ordenanzas militares, y eran considerados como espias. Antes de partir efectuaban ceremonias en las que se consumía papel cortado que ofrecían al dios del fuego Ixcozauhqui o Xiohtecuhtli. Ataban papeles en forma de bandera a un asta teñida de rojo.[3]
    En otros papeles recortados en cuatro tiras pintadas con ulli, ponían figuras para ofrecerlos a Ce Cotal Melauac uno de los veinte caracteres del arte adivinatorio; a los dioses del camino, Tlacotzintli y Zacatzontli, les ofrecían papeles en formas de mariposas, también goteados con ulli.
     En el gran cu de Tenochtitlan existía un templo, Quahxicalco, donde se quemaban los papeles donde los aztecas ofrecían a sus dioses por algún voto. Había encargados de preparar todas las ofrendas, al que aprestaba el papel y el copal para la fiesta de chiconauhcóatl, (nueve culebra), le llamaban molongo eohua; el de la fiesta de la diosa Tzapotlatena tenía el nombre de tzapotla-teohuatzin y proveía de papel, copal e incensarios para los que eran sacrificados en la fiesta tepelhuitl; el tullan teohua preparaba los mismos materiales y objetos para la imagen de Tultécatl a quien celebraban a fines de la veintena que cholla o a principios de tepeilhuitl. Algunas esculturas en poder del Museo Nacional de Antropología e Historia de México, como la de Chicomecóatl, diosa del maíz, llevan el amacalli o capirote de papel acompañado de dos rosetas.
    El papel también se relacionaba con el nombre de ciertos ídolos, señores y personas. Amaqueme el que está vestido o ataviado con papel, se llamaba al ídolo que tenía su templo en el cerro de Amaquemecan. En honor del dios Amapan (amatl, papel; pantli, bandera), las víctimas que eran sacrificadas llevaban banderas de papel al lugar del sacrificio, que era Teotlachco. El adorno de papel como atavío de sus incontables dioses y en sus ritos, obedecía a que era un material fácil de obtener; también sabemos que en algunas ceremonias la gente rica se vestía con tejidos de algodón, mientras que los pobres empleaban ropa de papel.
    En ceremonias de importancia pública como la introducción del agua a Tenochtitlán en tiempo del rey Ahuízotl (1486-1501), los ritos que se celebraron en honor de los dioses del agua, se usaba bastante papel. Los sacerdotes, al salir de los templos, llevaban los rostros negros, guirnaldas de papel en la cabeza, con estrellas grandes en la frente, y vestían sólo bragueros de papel. Otros sacerdotes llevaban codornices. Cuatro niños de seis años, pintados de negro y con la frente azul, ataviados en igual forma que los sacerdotes, fueron sacrificados sobre el mismo caño que conducía el agua. Cuando Motecuhzoma Xocoyotzin (1502-1520) mandó buscar una gran piedra para utilizarla en los sacrificios humanos y ordenó traerla a México, los sacerdotes de los templos se trasladaron a la cantera en la provincia de Chalco, y llevaron consigo papel, copal, hule y codornices. Sahagún[4] nos relata un método curioso que practicaban los habitantes de la provincia de Totonacapan para matar una “serpiente grande, larga como una viga de diez brazas y con cascabeles en la cola, muy venenosa”. los indígenas le arrojaban polvos de picietl (Nicotiana tabacum L) y, cuando lograban adormecerla, le abrían la boca con una vara larga, introduciéndole el polvo de tabaco envuelto en papeles, para matarla fácilmente.
    En general se puede decir que los códices mayas y aztecas se pintaron en papel de fibra vegetal, y los mixtecas en piel de venado. Sabido es que los pueblos precortesianos tenían por costumbre poner a muchas poblaciones y lugares nombres que indicaban el producto principal que de ellas obtenían. Cito a García Cubas:[5]
Amaculi o Amacuilli (náhuatl). Se compone de amatl, papel; cuiloa, pintar. Cerca de Tamazula, Dgo.
Cuilco (náhuatl). “Lugar donde se escribe” Hay dos, uno en Guatemala y otro en Chiapas, en el Soconusco.
Cuilotepec (náhuatl). “Pueblo en que se escribe”. En el estado de Puebla.
Tlacuilol-cztoc (náhuatl). De oztotl, cueva; tlacuilolli, pintura jeroglífica, o sea “en la cueva de las pinturas”. Pertenece a Tlatlauuqui. Pue.
Tlacuiloca (n) (náhuatl). “lugar de escribientes o pintores” sinónimo de Tlacuiloloyan, “lugar donde escriben”. En Tlaxcala.
Tlacuilola (náhuatl). “Escribano”. En el estado de Hidalgo.
Tlacuilotépec (náhuatl). “Pueblo de escribanos”. En el estado de Puebla.
Sirandagaitico (tarasco). Miranda, libro o papel. Pertenece a Curácuaro, Mich.
Zirándaro (tarasco). “Lugar de libros”. Distrito de Huetamo, Mich.
    Otras poblaciones, como Sirandapaztacuaro  (tarasco) y Amoxtlatiloyan (náhuatl), significan “donde se guardan los libros”, Amanamacoyan y Amoxnamacoyan quieren decir “tierra de libros o de papel”.
    Algunos manuscritos se hacían en rollos; otros en forma plegadiza, como biombos, reforzándolos con dos tablas en cada una de las caras, de modo que para los conquistadores españoles tenían la apariencia de libros europeos. Tetzcuco tenía la mayor biblioteca siguiéndole en importancia las de Cholula y Tenochtitlán, donde había un hombre nombrado por el rey, que velaba sobre los cronistas. Quien pintaba en papel tenía por nombre amatlacuilo; el cronista que se dedicaba a relatar los sucesos anuales, xiuhtlacuilo; la pintura que se refería a la historia cronológica, cexiuhamatl. Amoxtli le decían al libro de pinturas y amaopani era el lector. Los libros más importantes en asuntos mitológicos eran el Tonalámatl o calendario de las fiestas rituales, y el Teomoxtli, libro divino, en los que se consignaban los misterios de la religión.
    El uso de sellos (pintaderas) y moldes fue muy extenso en la región meridional de México, para el estampado de telas, para la identificación de ciertos tributos que los pueblos pagaban a los reyes y señores, en la decoración de la cerámica y para imprimir dibujos en la piel. Estos sellos se hacían de barro, ya sea en forma plana, muy similares  a los de hule, ya cilíndricos que permitían grabar o estampar figuras. Puede que los mayas los usaran de madera, como oalché, derivado de oalab, sello y ché, madera.
Sellar escritura –Amatla-cuilol-machyotia (de amatla-cuilo, el que escribe o dibuja sobre papel; machiotia, reglar papel o dibujar algo.
Sellador –Amatla-cuilol-machiyotiani.
Selladura –Amatla-cuilol-machiyotiztli.
En Zapoteca:
Papel de esta tierra –Quijchipéyo (quichi, papel; yóo, tierra).
Sellar escritura –Tocápéaya-Quíchi.
Sello de escritura –Péa pennabi nacáa quíchi.
Sello para sellar –Péa tocan quíchi.

FIBRAS Y PLANTAS DE PAPEL
    Los antiguos cronistas sólo distinguen tres clases de papel: papel de metl (maguey), papel de amatl (higuera) y papel de izotl (palma).
    Las culturas antiguas se servían, pues, tanto del amatl como del metl para su elaboración. Las fibras liberianas de las cortezas de las especies Ficus fueron el principal material usado en los papeles de las antiguas culturas centroamericanas. Las fibras del amatl fueron las que principalmente se utilizaron en la manufactura de los papeles, mientras las del maguey se emplearon en menos producción. Se ignora porque los antiguos mexicanos preferían el amatl al maguey.
    El cuadro que sigue demuestra que de 35 piezas examinadas, cuatro resultaron ser de fibras de lino o de cáñamo, y quizá de procedencia europea; 31 de fibras de alguna de las especies del Ficus (morácea) y sólo 4 de maguey (Agave sp. amarilidácea).

Códice
Pre o Pos
cortesiano

Cultura
Se suponía hecho en papel de
Resultó ser papel de
Moctezuma
Anales de Tula
De Tlatelolco
Boturini o tira de la pregrinación
De Otumba
Plano Cd. México
Constancia gastos
Coatlinchan, Tex.
García Granados
Zolin
Sigüenza
Matrícula de Tributos, Cholula
Tierras del pueblo de Iztapalapan (Martín de Sta. Ma. Cuitlahuatzin) 1539
Tepecuacuilco
Cuauhtinchan n° 4
Coatepetl
Región boscosa n° 94

De Pitzahua
Caltepaneca, fragm.
Xalapa
Cuauhtinchan, n° 3
San Antonio Techialoyan
San Juan Teotihuacan
San Cristóbal Coyotepec
Topográfico fragmentado
Mauricio de la Arena
San Lorenzo Axotla y
San Luís Huejotla
Lachisso (sin clasificar)
Códice Humboldt, Méx.
Rodríguez Ortega
Yanhuistlán, Oaxaca
(El original está en la Academia de Bellas Artes,
Puebla, Pue)
Fragmento del plano en papel indiano anexo a la merced de un sitio para molino en una fuente de agua concedida a los vecinos de Sn. Joseph sujeto a Xilotepeque.
25 de mayo de 1572. Virrey Martín Henríquez.
Fragmento del mapa de la zona correspondiente al Istmo de Tehuantepec y recorrido del río Coatzacoalcos.

Pos-Cort.
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Pos-Cort.



Pos-Cort.








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Siglo XVIII
Azteca
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Nahoa



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Nahoa
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Mixteco
Tlahuica

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Mixteco








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Maguey
Maguey
Amatl

Maguey
Amatl
Palma
Maguey
Amatl
Amatl
Amatl
Amatl
Amatl
Amatl



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Amatl
Amatl
Amatl
Maguey
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Amatl
Amatl
Maguey
Maguey
Maguey
Maguey
Maguey
Maguey

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Maguey



Europeo








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Cáñamo (Según Pompa
y
Pompa)





Amatl
Amatl
Amatl

Amatl
Amatl
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Amatl
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Amatl
Amatl
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Maguey
Amatl
Amatl
Maguey
Maguey
Amatl
Amatl
Amatl
Amatl
Amatl
Amatl
Amatl
Lino o
Cáñamo
Lino o Cáñamo
Amatl
Amatl



Lino








Amatl




Cáñamo o Lino
[1]

Queda pues establecido, que las fibras de amatl fueron las que se utilizaron en la manufactura de los papeles examinados, mientras las de maguey se emplearon en menor proporción.
    El tzacutli (gluten), orchidácea que nace en el suelo, conocida también como tzauhtli, tzatle y amatzauhtli (gluten del papel), su raíz es fría, húmeda y glutinosa, y con ella se prepara un pegamento excelente que los indios usaban, para aprestar el papel y para adherir más firmemente los colores. El tzauhtli (Epidendrum pastoris La Llave y Lex) empleado en la Huasteca, donde se le conoce por tzactle, para adherir hojas de papel. Basta, para esto, partir el tubérculo y correr la parte que segrega la goma sobre el papel para obtener una pegadura rápida y fuerte. Ésta es una verdadera goma natural, semejante a la arábiga y a la del cerezo. La goma del tzauhtli es poco soluble en agua fría y mucho en agua caliente.
    El color que sirve para distinguir las diferentes especies de amates, es el de la corteza. El indígena de hoy sólo reconoce 3 tipos; amate blanca (saiba o ziranda blanca en Michoacán y Guerrero), amate amarillo amacoztic, que se conoce como tepeamatl y texcalamatl (amate de las rocas); amate prieto que crece adherido a las rocas.
    El amacoztic, de Amacoztitlán, tributaria de papel a Motecuhzoma. Su nombre científico es (Ficus petiolaris) recibe diferentes nombres: tescalama, chilamate (amate rojizo como chile), higo, palo chilamate, amate, higuerón, higuerote, texcalama lechoso, higuera, palo María, higo silvestre y tepeamate. Nace en lugares montañosos y abruptos, con hojas como las de la hiedra; su corteza es verde con amarillo y a veces rojiza; el fruto es pequeño y de color rosado.
    El amate prieto o tlilamatl, que nunca alcanza el desarrollo del amate blanco ni el del itzamatl. Su corteza es de color oscuro, algunas veces grisáceo y en otras tirando a castaño. Las hojas son más chicas que las de los otros amates, redondeadas en la punta, y el follaje forma una especie de cúpula. Produce higos de regular tamaño y prospera en lugares pedregosos.
    El Ficus cotinifolia, es conocido en Yucatán como: álamo, coobó, copó, kopó; en Morelos: amate prieto; en Sinaloa: capulina, chipil, tescalama; en Puebla: ceiba; en Oaxaca: higo; en Tamaulipas y San Luís Potosí: higuerón; tlilamatl en varios estados y saiba o siranda prieta en Michoacán y Guerrero. La otra variedad,  el Ficus tecolutensis, se llama en Oaxaca: amate, higo, macahuite, matapalo liso, matapalo; en Veracruz y Yucatán: matapalo; en Jalisco y Morelos: amate prieto y en Puebla: xalamatl limón.
    El papel indígena hecho de la pulpa de la mora y de una especie de higuera silvestre, conserva su nombre original de amate. Es muy conocida la producción de la comunidad otomí de San Pablito, municipio de Pahuatlán, en la sierra norte del estado de Puebla. Sin embargo hemos de consignar el papel de amate elaborado exclusivamente para usos rituales en la comunidad otomí de Texcatepec y sobre todo las comunidades nahuas del cerro de Postectitla, zona de Chicontepec, en el estado de Veracruz.
Existen dos variantes de papel, el que se produce con la corteza de la mora y que brinda un color blanquecino, y el de la higuera silvestre del que se obtiene el papel oscuro; la intensidad del color del papel depende de la edad del árbol, mientras más viejo más oscuro. La corteza se recoge de preferencia durante la primavera y cuando la luna está “tierna”, lo que facilita el trabajo y daña menos a los árboles. Los hombres recogen la corteza y las mujeres fabrican el papel.
La corteza se hierve en agua con ceniza, o en agua de nixtamal, y cuando las fibras están suaves se enjuagan en agua limpia y se conservan en una batea con agua. El papel se hace en una tabla de madera en la que se extiende una capa de fibras que son golpeadas con una piedra para fusionarlas. Entre los nahuas de Chicontepec se usan otates de maíz quemados al fuego en lugar de las piedras. Las tablas con las fibras húmedas se ponen a secar al sol y una vez secas se desprenden fácilmente las hojas de papel.[1]
    El madroño interesa porque en él unas pequeñas orugas forman capas de capullos blancos que fueron utilizadas como papel en tiempos remotos. Este árbol prospera en gran parte de la sierra mexicana y en altitudes de unos 3 mil metros. Temictle también puede derivarse de temi (estar harto o repleto). Emplea los nombres de ichcatzin (ichcatl, algodón o lana) y xochiaietlan (xóchitl, flor; ayectli, cosa mala) es decir animal dañino para las flores.
    Otro árbol cuyas fibras liberianas se utilizaron para la manufactura del papel, fue el amaquahuitl o árbol del papel “con hojas como limonero, con flor y fruto blancos dispuestos en corimbos, de sabor y color casi nulos y de naturaleza fría y seca….nace en los montes de Tepoztlán…se cortan sólo las ramas gruesas de los árboles, para dejar que los renuevos se endurezcan”. Y se le conoce vulgarmente como: anacahuite, anacuite, nacahuite, macahuite, michaquahuitl, trompillo, amapa, asta, amapa bola, baúa, cha-copté, coopté, copté, grisiño,  ocotillo meco, koxolxeh, oreja de ratón, San Juanito.
    Los indígenas de Tianguistengo, Hgo. Y otros lugares de las Huastecas utilizan las fibras liberianas del puan para elaborar algunos papeles. Alcanza de doce a quince metros de alto, con hojas lanceoladas-aserradas; flores blancas cerca del eje y frutos comestibles. La corteza tiene fibras liberianas que se emplean para hacer cordeles. Es la Muntigia calabura y pertenece a las eleocarpáceas: Los huastecos la conocen con el nombre de poan , y en otras regiones se llama: puhanquahuiyl, pojonquahuitl, bersilana, capolen, capulen, jonote y palman.[2]
    A veces hay un problema con los nombres vulgares de muchas plantas cuyas fibras se utilizan en la elaboración del papel. Estos nombres varían de región en región y de lugar en lugar, aunque se trate de la misma especie.
    He tratado de dar a conocer un poco la Historia del papel en el México Prehispánico, sus costumbres en la sociedad, en los nobles, en los guerreros y sacerdotes y después, poner algo de su origen, de donde vienen, que plantas son buenas, puse pocas, pero espero que en líneas generales, sea un pequeño acercamiento de todo.
   

















ÍNDICE

El papel como material sagrado                                                                                                      Pag. 1

Fibras y plantas de papel                                                                                                                 Pag. 6




















BIBLIOGRAFÍA
Sahagún, Fray  Bernardino de. Historia general de las cosas de la Nueva España. México, Edit. Porrúa, 1999. 1093 p.

Caso, Alfonso. El pueblo del sol. México, FCE, 1994. 139 p.

Lenz, Hans. El papel indígena mexicano. México, SEP/SETENTAS, 1973. 186 p.

García Cubas, Antonio. Diccionario geográfico, histórico y biográfico. México http://biblio2.colmex.mx/bibdig/dicc_cubas/base3.htm  29/10/06 – 17:50 p.m.

López Piñero, Jose María y López Terrada, María Luz. Cuadernos valencianos de Historia de la Medicina y de la Ciencia. Valencia, Universitat de Valencia – C.S.I.C., 1994. 108 p.















[1] Lenz, Hans, pp. 166-173
[2] López Piñero, Jose María y López Terrada, María Luz. Cuadernos valencianos de Historia de la Medicina y de la Ciencia. Valencia, Universitat de Valencia – C.S.I.C. 1994. pp. 50-55.

[1] Lenz, Hans.  pp. 156-159


[1] Lenz, Hans. El papel indígena mexicano. México, SEP/SETENTAS, 1973.  pp. 18-19
[2] Sahagún. Historia general. Libro I.
[3] Lenz, Hans. op.cit., pp. 23-27
[4] Historia general. Libro III.
[5] García Cubas, Antonio. Diccionario geográfico, histórico y biográfico. México http://biblio2.colmex.mx/bibdig/dicc_cubas/base3.htm  29/10/06 – 17:50 p.m.


[1] Sahagún, Fray  Bernardino de. Historia general de las cosas de la Nueva España. México, Edit. Porrúa, 1999. Libro VII.
[2] Sahagún. Historia general, Libro I.
[3] Caso, Alfonso. El pueblo del sol. México, FCE, 1994. p. 57.
[4] Historia general, libro I.

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