miércoles, 21 de febrero de 2018


LOS COMUNEROS DE CASTILLA



Introducción



Entre 1520 y 1522 las comunidades surgidas de la unión de villas y ciudades castellanas reaccionaron contra las pretensiones absolutistas de la monarquía, alzándose en defensa y sostén de las libertades municipales. Un breve repaso a los hechos históricos previos, ayudará a la comprensión de la situación a la que se había llegado en tierras castellanas. El 24 de febrero de 1500 nacía en la ciudad flamenca de Gante el príncipe Carlos, hijo de Juana I de Castilla y del archiduque Felipe el Hermoso. Apenas contaba 6 años de edad, cuando su padre, Felipe el Hermoso, fallecía en Burgos, el 25 de septiembre de 1506. Meses más tarde, el 18 de julio de 1507 el príncipe Carlos era coronado en Bruselas, como duque de Borgoña  y conde de Flandes.

Al morir Fernando el Católico, el 25 de enero de 1516 en Madrigalejo (Cáceres), su hija Juana (madre de Carlos) hereda la corona de Aragón. El 14 de marzo del mismo año, contra la voluntad del Consejo de Castilla y sin que su madre haya sido declarada incapaz de reinar, el príncipe Carlos de Gante se hace proclamar en Flandes rey de Castilla y Aragón juntamente con la católica reina.


  Juana I de Castilla


 Carlos de Gante, rey de Castilla y Aragón

Juana I de Castilla siguió siendo formalmente reina y su nombre figuraba en primer lugar en los documentos, aunque permanecía alejada de toda actividad política, en el retiro de su residencia de Tordesillas (Valladolid). El 19 de septiembre de 1517 Carlos desembarca en Villaviciosa, puerto asturiano sobre el Cantábrico. No habla castellano; llega rodeado de un gran séquito de flamencos, entre ellos, como consejero y hombre de confianza, el famoso Guillermo de Croÿ, señor de Chièvres, obispo de Cambray (Kambryk).

El 4 de noviembre del mismo año, Carlos se entrevista con su madre, a la sazón recluida en Tordesillas. Cuatro días más tarde, el 8 de noviembre de 1517, fallece en Roa (Burgos) Francisco Jiménez de Cisneros (el Cardenal Cisneros), regente del Reino. No había transcurrido una semana cuando, el 14 de noviembre, Carlos naturalizaba castellano a un sobrino de Guillermo de Croÿ, de veinte años de edad, haciéndolo poco después arzobispo de Toledo, como sucesor del Cardenal Cisneros, colocándole al frente de la Iglesia Castellana. Al mismo tiempo, inescrupulosamente los flamencos se repartían los cargos y beneficios. El 2 de febrero de 1518 las Cortes de Castilla se reunieron en la iglesia de San Pablo, de Valladolid donde, el día 7 de febrero, Carlos jura los fueros y libertades de Castilla, trasladándose el 22 de febrero a Aragón. El 12 de enero de 1519 fallecía Maximiliano I, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y, el 28 de junio de dicho año, previo pago de grandes sumas de dinero a los siete príncipes electores alemanes, Carlos era elegido emperador, decidiendo marchar cuanto antes a Alemania. (1)
(1) Suárez Fernández, Luís. Los trastamara y la unidad española. Barcelona, ediciones Rialp, 1981. p. 600
CAUSAS


Los primeros años del s. XVI, son terribles en Castilla; malas cosechas, hambre, epidemias, mortandad; la presión fiscal contribuye a agravar la situación. En 1507, Gonzalo de Ayora futuro comunero contempla una revuelta armada, estas dificultades económicas tocan a toda España, pero toman en Castilla un carácter dramático porque afectan el equilibrio al que se había llegado entre fuerzas sociales e intereses antagónicos. Se distinguen en Castilla cuatro regiones económicas, dos periféricas (Burgos, Andalucía) y dos centrales (Valladolid, Toledo).

El monopolio que ejercían los burgaleses y un núcleo de comerciantes extranjeros en la exportación de la lana levanta protestas de los comerciantes del interior a partir de 1504. Tanto en Segovia como en Cuenca, los comerciantes habían tomado conciencia de los intereses en la política de exportación de lanas. La organización del mercado era favorable a los burgaleses y genoveses. En el mismo momento, los artesanos y pequeños industriales del interior se quejan de las dificultades del textil; los industriales exigen que se cumplan las disposiciones de la ley de 1462 sobre las exportaciones de lana. Dos memorias, cuyos autores son Pedro de Burgos y Rodrigo de Luján, llaman la atención  sobre las perspectivas de Castilla cuando haya roto con una política nefasta y contraria a los intereses del país. Sus puntos esenciales son:

1.- Incremento de las exportaciones que pueden resultar beneficiosas (productos manufacturados y de lujo).
2.- Prohibición de la exportación de materias primas y de impuestos de artículos de lujo o de productos que se pueden fabricar en el país.

Los comerciantes de las ciudades del interior, se enfrentan al monopolio del Consulado de Burgos, y de los extranjeros, así los productores desafían a los exportadores. Estamos frente a un levantamiento de las burguesías de la zona central de Castilla, contra las regiones periféricas. Es preciso situar la revolución comunera, cuyo núcleo se sitúa en Valladolid y Toledo, dentro de este movimiento de protesta del centro castellano. Los grupos sociales y económicos enfrentados se vuelven hacia el Estado para que sirva de árbitro, pero el Estado está en crisis.

         Felipe el Hermosos, muere en 1506, el Cardenal Cisneros llama al rey Don Fernando ante una posible guerra civil en Castilla. Fernando muere en 1516 y el poder recae en el hijo de Juana, Carlos de Gante. Cisneros gobierna en ausencia del rey Don Carlos, Cisneros trata de mantener el orden en Castilla, cosa nada fácil, la nobleza se subleva, los vasallos se rebelan contra sus señores, Castilla anhela ser gobernada otra vez, recobrar la cohesión y la unidad que perdió en 1504.(2)
(2) Pérez, Joseph. Los comuneros. Madrid, Historia16, 1999. pp. 18-23.
 DON CARLOS Y CASTILLA

Esperanzas frustradas después de la llegada de don Carlos en 1517, decepción primero con la llegada del rey. No logra conciliarse el afecto y simpatía de sus súbditos, además no sabe nada de castellano, viene con una corte de flamencos, Chièvres es el verdadero amo de Castilla, el nombramiento del sobrino de éste como sucesor de Cisneros provoca escándalo.

¿Vendrá a ser Castilla desde ahora una simple dependencia del imperio? ¿Cuál es el título que tiene que venir en primer lugar, el de Emperador o el de rey de Castilla? La Cancillería Imperial está a favor de ello, ya que la dignidad imperial es superior a la real. Castilla está desde entonces sacrificada en aras del Imperio:

Castilla estará obligada a financiar una política en la que no estará directamente implicada; y con el pretexto que sus obligaciones imperiales exigen que el rey se traslade a Alemania, el gobierno de Castilla está otra vez recomendado a un regente. Castilla queda relegada a un segundo plano; esto es lo que Toledo se niega aceptar; en otras palabras Toledo no quiere saber nada del Imperio ni del Emperador; para Toledo don Carlos no es más que rey de Castilla. Las ciudades y villas castellanas, celosas defensoras de sus privilegios y costumbres, se vieron enfrentadas a la política centralista del Imperio, a la que se sumaron el mal gobierno y el acaparamiento de los principales cargos administrativos por los flamencos. El descontento que cunde en Castilla cristaliza. El regimiento (cuerpo de regidores) de Toledo toma entonces la iniciativa de una campaña nacional, primero contra los impuestos que la corte pretende subir para sufragar los gastos de la coronación imperial y luego contra la misma política imperial. El 7 de noviembre de 1519 Toledo se dirige por escrito a las demás ciudades castellanas, expresando su malestar, a principios de 1520 se produce el llamamiento a Cortes. El 19 de febrero de 1520 Carlos I se dirige por escrito a la ciudad de Toledo, prohibiéndole concertar con otras ciudades.

En febrero, los conventos de Salamanca redactan un documento, que se envía a todas las ciudades de voz y voto en las Cortes, exponiendo las reivindicaciones de Castilla, manifestándose contra el servicio (impuestos) que el Rey pretende exigir antes de su partida hacia Alemania. Afirmando, también, que Castilla no tiene por qué sufragar los gastos del Imperio, ya que los recursos de Castilla se deben emplear en la defensa exclusiva de la región y no sacrificarse al Imperio, al que tampoco quiere estar sometida ("…No es razón Su Cesárea Majestad gaste las rentas destos reinos en las de otros señoríos que tiene, pues cada uno dellos es bastante para sí, y éste no es obligado a ninguno de los otros, ni sujeto ni conquistado ni defendido de gentes extrañas.."). Para concluir expresando que las Comunidades tendrán que tomar la defensa del reino, si el Rey se negara a atender las justas quejas de su pueblo. Carlos ignora tales expresiones y convoca a Cortes.

 Toledo

El 27 de febrero de 1520 Toledo se amotina, ya que el pueblo se opone a que los regidores acudan a Galicia, convocados por el Rey para rendir cuentas por la actitud rebelde del Concejo de Toledo. Los toledanos se apoderan del Alcázar, expulsan al corregidor y constituyen una Junta de Gobierno. El 1 de marzo Carlos I retorna a Valladolid. El día 4 los vallisoletanos tratan infructuosamente de impedir que el rey salga para las Cortes de Santiago, convocadas para obtener recursos destinados a hacerse coronar en Alemania. El 31 de marzo se abren las Cortes de Santiago, negándose el acceso a los procuradores de Salamanca, absteniéndose de participar los de Toledo. Entre el 1 y el 4 de abril, en las Cortes de Santiago los procuradores de León, Valladolid, Murcia, Zamora y Madrid se oponen a votar a favor de la posición de Carlos I, para aprobar el servicio o tributo destinado a pagar su coronación en Alemania. Ante ello, Carlos I suspende las Cortes de Santiago, convocándolas nuevamente en La Coruña. El 16 de abril se produce un alzamiento popular en Toledo, siendo ocupado el Alcázar, constituyéndose la primera comunidad con señas propias de poder revolucionario libremente elegido. El 22 de abril se reúnen las Cortes en La Coruña. Tres días más tarde, el 25, se anuncia que el cardenal Adriano de Utrecht ha sido nombrado como regente, por el tiempo de ausencia del rey con motivo de su traslado a Alemania.

En La Coruña, Carlos I, sobornando y sometiendo a presiones a la mayoría de los procuradores, logra que estos consientan en votar, conforme a sus pretensiones, el servicio buscado, con oposición de los procuradores de Córdoba, Jaén, Madrid, Murcia y Toro y la ausencia de los de Toledo y Salamanca. El 22 de mayo, Carlos embarca en La Coruña, para dirigirse a Flandes y Alemania, dejando como regente a su antiguo preceptor, el cardenal Adriano de Utrecht.

Mientras tanto, en Castilla aumenta el descontento popular ante el resultado de las Cortes de La Coruña. El 29 de mayo estalla la rebelión del pueblo en Segovia, encabezado por Juan Bravo, siendo ahorcados dos alguaciles. Al día siguiente, 30 de mayo, el procurador por Segovia Rodrigo de Tordesillas que, pese al juramento prestado a sus representados, votará a favor del servicio al rey en las Cortes de La Coruña, fue apaleado en plena calle y ahorcado.
 Juan de Padilla

 Juan Bravo

El movimiento se fortalece con el aporte de Toledo, liderado por Juan Padilla, sumándose posteriormente Ávila, Madrid, Burgos y Cuenca, extendiéndose por los pueblos y ciudades castellanas de las cuencas del Duero y Tajo.

Zamora estalla en revuelta popular el 30 de mayo. El 5 de junio, la población de Guadalajara asalta la fortaleza e incendia las casas de los procuradores que representaran a la ciudad ante las Cortes de La Coruña. Toledo dirige un documento a otras ciudades castellanas, el 8 de junio, invitando a reunir Cortes en Ávila. Diez días más tarde, el 18 de junio, se alza el pueblo de Burgos, siendo incendiadas las casas de varios notables, resultando ajusticiado el francés Joffre de Contannes, señalado como cómplice de los flamencos. El mismo día, el regente Adriano de Utrecht designó al alcalde Rodrigo de Ronquillo reducir a los rebeldes segovianos. Comenzó la lucha, produciéndose los primeros combates cuando Rodrigo de Ronquillo, con el apoyo de tropas de caballería e infantería, pretendiera la entrega de la artillería rebelde y tomar el control de Segovia. Toledo pone toda una milicia en pie de guerra, al mando de Juan de Padilla. Madrid decide recaudar un impuesto especial para comprar armas y reclutar soldados, que acuden en apoyo de los segovianos, bajo el mando de Juan de Zapata. Rodrigo de Ronquillo es rechazado y obligado a retirarse hacia Arévalo.
Los representantes de las ciudades castellanas se reúnen en Ávila. Asisten catorce delegados de ciudades y villas, con voto en Cortes, constituyéndose la Santa Junta el 25 de julio de 1520, presidida por el caballero toledano Pedro Lasso de la Vega, designándose a otro toledano, Juan de Padilla, como capitán general de las milicias ciudadanas. La Santa Junta se declara independiente del gobernador del reino y del Consejo Real, incautándose de las rentas reales para sostener las milicias comuneras. Frente a estos hechos, reacciona el Consejo Real, encargando al jefe del Ejército real que se apodere de los cañones depositados en Medina del Campo. El 21 de agosto, la población de la villa, considerando que la artillería sería utilizada contra Segovia, ofrece resistencia a las tropas reales y no entrega las armas. En el enfrentamiento, los realistas prenden fuego a algunas viviendas, dando origen a un gigantesco incendio, que en pocas horas destruye gran parte de Medina del Campo, perdiéndose más de mil casas.  El 22 de agosto los medinenses, aún con tropas imperiales en la ciudad, descuartizan en la calle al regidor Gil Nieto. Dos días más tarde, el 24, Padilla, al frente de sus tropas, entra en Medina del Campo.

 Adriano de Utrech

 Escudo Papa Adriano VI



Estos hechos incrementan la reacción contra el cardenal Adriano de Utrecht y el Consejo Real. Muchas ciudades y villas que hasta entonces no habían tomado partido, se unen a Toledo y a la comunidad: Palencia, Cáceres, Badajoz, Sevilla, Jaén, Úbeda, Baeza...

El regente, en una jugada para tratar de acallar la rebelión que día tras día logra la adhesión de más villas y ciudades, disuelve el Ejército real y destituye a su jefe. Los comuneros, encabezados por Juan de Padilla, Juan Bravo y Juan de Zapata, se trasladan el 29 de agosto a Tordesillas, donde desde hacía once años vivía recluida la reina doña Juana. Los jefes comuneros son recibidos por la reina quién, en principio, les presta apoyo. El 1 de septiembre la reina nombra a Padilla general de sus ejércitos y se acuerda la reunión de la Santa Junta en Tordesillas. Dos días más tarde, el 3, tiene lugar la última reunión de la Junta en Ávila.

Padilla vuelve a Toledo, después de ceder el mando a Pedro de Girón, noble castellano que, apartado de la línea realista, pasará al bando comunero. En una hábil jugada, para asegurar el apoyo de la nobleza hasta entonces expectante, pero inquieta ante el cariz que va tomando el alzamiento, el 9 de septiembre Carlos I nombra dos gobernadores, elegidos entre la nobleza castellana, para secundar al regente Adriano de Utrecht. Son ellos el Condestable de Castilla Iñigo de Velasco, señor de Burgos y el Almirante de Castilla, Fadrique Enríquez, señor de Medina de Rioseco. La Santa Junta se traslada a Tordesillas el 11 de septiembre, donde promulga el juramento de hermandad de las ciudades comuneras, el 25 del mismo mes. Al concluir el mes de septiembre, el día 30, el condestable de Castilla Iñigo de Velasco se dirige al Rey Carlos I, informándole acerca de los territorios rebeldes, en los siguientes términos: "Todo cuanto hay de aquí (Briviesca, Burgos) a la sierra Morena, todo está levantado" destacando, además, la lealtad del País Vasco y de la Montaña (Cantabria). Siempre con ánimo pacifista, en el mes de octubre la Santa Junta envía dos emisarios al Rey Carlos I con la relación de sus quejas; pero no llegan ante éste, ya que siendo amenazados en Bruselas, deben volver a Castilla. El 23 de octubre Carlos fue coronado emperador de Alemania y el día 31, el cardenal Adriano de Utrecht declara la guerra a los comuneros. El 3 de diciembre, Pedro de Girón, quebrantando la lealtad debida en la dirección de las tropas comuneras, las lleva de Villalpando (Zamora) a Villabrágima (Valladolid), dejando expedito el camino de Tordesillas a las fuerzas realistas, posibilitando su avance hacia esta ciudad, a la que llegan el día 5 de diciembre. Pese al esfuerzo del obispo Acuña y los defensores de Tordesillas, la ciudad cae en manos de las tropas reales. Acuña marcha hacia Valladolid, volcándose a las calles su población que le brinda calurosa recepción.

Una semana más tarde, el día 10, se reúne por primera vez en Valladolid la Santa Junta, que designa a Pedro Lasso de la Vega como jefe de las fuerzas comuneras, pese a la voluntad popular que se expresara por Juan de Padilla para tal jefatura. Carlos I firma el 17 de diciembre, en Worms (Renania-Palatinado), una real orden por la que condena a 249 destacados comuneros. Las condenas son a muerte para los seglares y otras son las penas para los clérigos, declarando "…traidores desleales, rebeldes e infieles a cuantos apoyen a la comunidad…". Nuevamente al frente de tropas comuneras, el 31 de diciembre llega Padilla a Valladolid. 

En enero de 1521 se produce en Burgos una rebelión comunera, que fue sofocada el día 22 por el condestable de Castilla Iñigo de Velasco y sus tropas. El día 23, el obispo Acuña, con sus fuerzas, comienza a sitiar la población palentina de Magaz de Pisuerga, llegando a Frómista el día 1 de febrero. El 25 de enero, la Santa Junta resuelve consultar al jefe comunero Juan de Padilla sobre una eventual tregua, manifestando éste su oposición. El 2 de febrero de 1521, en el punto álgido de la contienda, el condestable de Castilla vuelve a insistir en la extensión geográfica del alzamiento, informando a Carlos I que: "…Todo el daño del reino está en medio del reino. Andalucía y el reino de Granada y la mayor parte de Extremadura y reino de Galicia y Asturias y estas montañas (refiriéndose a Burgos y el norte), todo está bueno a lo que parece…". El 5 de febrero las tropas de Padilla toman la población vallisoletana de Mucientes y, dos días después, el 7 de febrero, destruyen la fortaleza de la cercana Cigales, con el fin de evitar que fuera tomada por el ejército realista. El 16 de febrero se hace público en Burgos el real decreto que diera Carlos el 17 de diciembre, en Worms, condenado a los jefes comuneros. El 17 de febrero Cádiz, Granada y otras ciudades andaluza comprometen su fidelidad al rey. El mismo día, Juan de Padilla sale de Valladolid, al frente de sus hombres, dirigiéndose a Zaratán, en camino hacia Torrelobatón, llegando a las inmediaciones de ésta ciudad el día 21 y, tras tres días de combate, penetran en la misma, ocupándola el 25 de febrero.

El 3 de marzo comienza una tregua, que se extiende hasta el día 11. Hacia el fin de la misma, el día 10, el obispo Acuña, que estaba en Alcalá, se dirige a Madrid, camino de Toledo. El 12, llega a Ocaña, y el 29 se presenta discretamente en Toledo. Al tomar conocimiento de ello, las gentes de la ciudad lo llevan triunfalmente a la Catedral, queriendo proclamarle arzobispo. Al día siguiente, 30 de marzo, Acuña mantiene por vez primera una entrevista con doña María de Pacheco, esposa de Juan de Padilla. Los reclamos del pueblo hacen que el 9 de abril los canónigos de Toledo cedan a Acuña el arzobispado de la ciudad.



 María Pacheco


       Tras intensos combates, el 12 de abril las tropas reales alcanzan la ciudad de Mora (Toledo), entrando a la misma a sangre y fuego e incendiando la iglesia, en la que perecen calcinados tres mil ancianos, mujeres y niños que en ella habían buscado refugio. El mismo 12 de abril, Acuña ordena movilizar a todos los toledanos con edades entre 15 y 60 años. Al frente de sus fuerzas, sale de Toledo, destruye Villaseca de la Sagra, y estando en Yepes, se entera de los hechos de Mora, decidiendo enfrentar a los realistas responsables de ello. Sale en su persecución, alcanzándolos días más tarde en Illescas, sin lograr derrotarlos. El 15 de abril los realistas alcanzan Peñaflor, a una legua de Torrelobatón donde, desde febrero, permanecían los comuneros al mando de Padilla. El 17 de abril las tropas reales se refuerzan con la llegada del condestable de Castilla y sus hombres. Ante la llegada del ejército real, Padilla decide trasladar sus tropas hacia la fortaleza de Toro. Unos 6.000 comuneros salen de Torrelobatón. El 23 de abril en medio de una intensa lluvia los comuneros son literalmente masacrados por la caballería y lanceros del Conde de Haro, junto a un arroyuelo en las cercanías de Villalar, sufriendo pérdidas que oscilan entre los 200 y 1000 hombres. El resto se dispersa o son hechos prisioneros. El 24 de abril, sin proceso alguno, los jefes comuneros son condenados a muerte.



 Castillo de Torrelobatón

De madrugada, son decapitados Juan Bravo y Juan de Padilla. Antes de subir al cadalso, Juan de Padilla se dirigió a su camarada Juan Bravo con unas célebres palabras que la tradición ha transmitido hasta nuestros días: "Señor Bravo: ayer era día de pelear como caballero...hoy es día de morir como cristiano". Ante esto, Juan Bravo pidió ser ejecutado antes que Padilla, "…para no ver la muerte de tan buen caballero". Horas más tarde, también fue ejecutado y decapitado el salmantino Francisco Maldonado.



 Batalla de Villalar



        Como consecuencia de la derrota de Villalar, las Juntas se disolvieron en la mayor parte de las ciudades castellanas. Sólo Toledo, defendida por el obispo Acuña, y por María Pacheco, esposa de Padilla, se mantuvo hasta febrero de 1522. En 1522, Carlos V concedió una amnistía, que no alcanzó a los principales dirigentes comuneros. Aún a fines del siglo XVI, persistían las huellas del conflicto, evidenciadas en las rivalidades de muchas familias castellanas. (3)
(3) Pérez, Joseph. op. cit pp. 23-29, 30-60.

 LAS COMUNIDADES
Las Comunidades procuran acabar con la situación privilegiada que ocupan los caballeros en muchos municipios y limitar las prerrogativas de la corona. La comunidad, se organizó en la base como democracia directa. Los acontecimientos de los años 1520-21 supusieron un cambio radical, el pueblo intervino muchas veces de forma tumultuosa en la vida política.

          Las asambleas de barrio discutían tanto los problemas menores como las grandes cuestiones y ratificaban o rechazaban las decisiones tomadas por las jerarquías  superiores y, tenían la sensación de participar de forma activa en el gobierno de la ciudad. En todas las ciudades adheridas al movimiento insurreccional se fueron creando organismos de discusión, gestión y dirección, que variaban de una localidad a otra, los principios generales eran los mismos en todos lados, pero su aplicación quedaba a juicio de los interesados. Lo esencial era que el poder residiera en la base, en la comunidad. (4)
(4) “Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo 32 (1898) pp. 154-168, tomo I – 2ª edición, Madrid, 1909.
 Desde principios del s. XV los municipios de Castilla estaban gobernados por una oligarquía cerrada que no era ni mucho menos representante de la población. Los comuneros introducen cambios, primero permitiendo que formen parte de los ayuntamientos representantes de diversas clases sociales (clérigos, hidalgos, pecheros) y de distritos urbanos. En todas las ciudades que triunfó la revuelta, el regimiento formado por notables transmitía su oficio de padre a hijo, de los cuales recibían nombres distintos:

1.- Congregación en Valladolid.
2.- Junta o Comunidad en Zamora y Palencia.

Dos nuevas categorías formaron parte de la asamblea municipal:
1.- Los representantes de los estados tradicionales (clero, caballeros, escuderos, etc.) así los comuneros aseguraban la cohesión de la ciudad mediante la unión en el seno de una comunidad orgánica.

2.- Los elementos elegidos por la población: diputados, dos por parroquia o barrio (cuadrillas de Valladolid, colaciones de Segovia y Cd. Rodrigo, ochavas de Toro, parroquias de Toledo, vecindades de Burgos) que dirigían la ciudad.

En la junta general se designaban:

Justicia Mayor en Madrid,
Capitán General en Valladolid y
Caudillo en Zamora.

       Ya en 1517 Diego Ramírez de Villaescusa, presidente de la Chancillería de Valladolid, le escribía al Cardenal Cisneros que le parecía conveniente dirigir y controlar el excesivo mando de los corregidores. (5)
(5) Pérez, Joseph. op. cit., pp. 143-146
EL PROGRAMA POLÍTICO DE LAS COMUNIDADES

Carlos V no era un monarca popular en 1520. Los comuneros compartían los sentimientos de la mayor parte de sus compatriotas que no guardaban buen recuerdo de la breve estancia en España del joven monarca. Los comuneros les achacaban el haber apartado sistemáticamente a los castellanos de todos los cargos públicos, haber tratado a sus súbditos como enemigos. Carlos no tenía derecho alguno para ocupar el trono en vida de su madre, por tanto ponían en cuestión la proclamación de 1516, auténtico golpe de Estado que Cisneros consiguió que fuese aceptado. Esto era el objetivo de Toledo, en junio de 1520, según el marqués de Villena: Ir contra el rey nuestro señor y contra su autoridad y gobierno y quitarle el nombre de rey durante la vida de la reina nuestra señora.

La Junta hubo de limitarse a solicitar para ella un tratamiento adecuado con su rango, petición que ya se había expresado en las Cortes de Valladolid y La Coruña. Los comuneros no tuvieron más remedio que aceptar que Carlos continuara siendo rey, pero se mantuvieron inflexibles en un punto: ellos únicamente le admitían como rey de Castilla, no como emperador. Llego así a dos rasgos principales del ideario político de la Comunidad: rechazo del imperio, reorganización política del binomio rey-reino.

A lo que aspiraban los comuneros era a una revolución política que hubiera arrebatado al rey la realidad del poder para entregarlo a los representantes del reino. Ahora bien, ¿a quién le corresponde apreciar el interés general del reino en caso de conflicto entre el rey y el reino? Para los comuneros las cosas son claras: el reino es el que debe tener la última palabra; el reino decide en última instancia. El reino está por encima del rey; la soberanía pertenece al reino, quien puede delegarla en el príncipe, pero quien puede también resarcirla si considera que el príncipe usa mal de esta delegación. Para los comuneros el reino, es decir las Cortes que lo representan, es el que tiene que gobernar. Las Cortes tienen un papel deliberativo y consultativo pero les toca también intervenir en la gobernación del reino: platiquen, provean, entiendan en la gobernación del bien público de estos reinos. Estas son las reivindicaciones oficiales  de la Junta. (6)
(6) López Álvarez, Luís. Los Comuneros. Barcelona, editorial Laia, 1977. pp. 48-54

CONCLUSIONES

Estamos frente a un movimiento fundamentalmente castellano; centro-castellano, con exclusión de las tierras burgalesas y de las situadas al sur de la Sierra Morena. Este movimiento nace y se desarrolla en las ciudades pero encuentra muy fuertes ecos en el campo que es el escenario de una poderosa explosión antiseñorial. El movimiento elabora un programa de reorganización política de signo moderno, caracterizado por la preocupación de limitar el arbitrario de la corona. 

Lo que deseaban los comuneros era pues una monarquía templada, una monarquía constitucional. El soberano vería sus poderes estrictamente controlados y limitados por los representantes del reino. Lo importante es el carácter innovador de este programa en el plano de la teoría política. Por primera vez en Europa, el concepto de nación se liberaba de su esterilidad tradicional y aparecía como un arma de lucha contra la monarquía y la aristocracia. En este sentido las Comunidades de Castilla constituyen la primera revolución de los tiempos modernos. Algunos teólogos españoles del siglo XVI continuaron desarrollando las ideas que habían servido de punto de partida a los comuneros, pero el contexto político creado por la derrota de Villalar le restó toda actualidad y eficacia. El fracaso de las Comunidades contribuyó en gran manera a acelerar este proceso en España.

La revolución comunera procuró instaurar en Castilla un régimen representativo, un gobierno de clases medias, un gobierno burgués, pero esto en un país en el que la burguesía era relativamente débil y además profundamente dividida entre sí. El destino de la revolución comunera se zanjó en octubre de 1520 cuando Burgos se apartó de la Junta: la burguesía comercial, la de los grandes mercaderes, la única que existía en Castilla, desconfió desde el principio de aquella revolución burguesa.

Estoy de acuerdo en que las Comunidades de Castilla preparaban una revolución moderna, tal vez la primera de Europa. Pero matizaría: fue una revolución prematura porque pretendía entregar el poder político a una burguesía todavía en ciernes o que, allí donde tenía pujanza, como en Burgos, prefirió la alianza con la aristocracia y la tutela de la monarquía.

Los comuneros siguen estando de actualidad en la España contemporánea, todos los años concentraciones populares se reúnen en Villalar en el mismo sitio en el que perecieron los jefes del movimiento. Claro, que en estas conmemoraciones no faltan presupuestos políticos, pero esta consideración es muy interesante de por sí: da a entender que los comuneros no yacen sepultados en los libros de historia: Si Villalar  atrae es probablemente porque el lugar todavía tiene fuerza emocional; allí se ventiló el destino de España.

La ley 3/1986, de 17 de abril de 1986, de las Cortes de Castilla y León declara como Fiesta de la Comunidad Autónoma de Castilla y León el día 23 de abril (Publicada en el Boletín Oficial de Castilla y León (BOCL) Nº 41, de 18 de abril de 1986 y en el Boletín Oficial del Estado (BOE) Nº 94, de 20 de abril de 1987).

Cada 23 de abril, fecha que conmemora la batalla de Villalar, ahora Día de La Comunidad de Castilla y León, se rememora este hecho. En la Plaza de Villalar (actualmente Villalar de los Comuneros, provincia de Valladolid), se ha erguido un monolito en honor al movimiento comunero y a los tres líderes decapitados en esa misma plaza.


BIBLIOGRAFÍA

Suárez Fernández, Luís. Los Trastamara y la unidad española. Barcelona, Ediciones Rialp, 1981.

Pérez, Joseph. Los Comuneros. Madrid, Historia16, 1999.

López Álvarez, Luís. Los Comuneros. Barcelona, editorial Laia, 1977.

Boletín Oficial de la Real Academia de la Historia, tomo 32 (1898), tomo 1-2ª edición, Madrid, 1909.









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