PESQUISAS
DOCUMENTALES PARA NARRAR LA HISTORIA DE SAN ISIDRO
Gestiones
para una canonización iniciada en 1562 (1)
La Historia del proceso de
canonización de San Isidro ha llegado hasta nuestros días un tanto desfigurada.
Ese proceso comenzó de forma oficial en el año 1562, y no en 1593 como cuenta
la historiografía. También reina la confusión en torno a quién fue el artífice
de su canonización. No se trató de uno, sino de varios promotores, como se
aclara en este artículo.
Entre las acciones dadas
para defender esa canonización, fue fundamental la producción narrativa sobre
la vida y milagros de San Isidro. Sirvió para reconstruir una nueva realidad
sobre un pasado difuso y lejano que, además de basarse en la tradición oral, se
remontaba a los siglos X y XI. Algunos autores también consultaron los archivos
del concejo madrileño para documentarse sobre el santo Labrador. Dicho tema,
más legendario que real, fue paradójicamente el único sobre el que se investigó
en los archivos municipales con el fin de historiar en tiempos de Felipe II.
Introducción
Esta investigación se
estructura en dos partes. En primer lugar, ofrece unos datos básicos sobre San
Isidro. También despeja las incógnitas referentes al año de inicio del proceso
de su canonización, y deja claro quiénes fueron las figuras e instituciones que
lo impulsaron de forma oficial.
En segundo lugar, repasa
las obras que se redactaron sobre el santo. Estudia en especial las que se
presentaron o se propusieron en el ayuntamiento madrileño. También analiza a
fondo las consultas dadas en los archivos municipales para llevar a cabo esos
proyectos. Se cierra con las conclusiones pertinentes.
Metodología
Este análisis histórico se
contextualiza en el Madrid de época de Felipe II (1556-1598). Se enfoca
fundamentalmente desde la visión del ayuntamiento, generalmente descuidada
porque la historiografía ha atendido más a otras perspectivas, como la
eclesiástica. A la par, desentraña varios puntos obscuros sobre aquel proceso
de canonización y ofrece nuevas perspectivas sobre la materia. Se basa
esencialmente en dos fuentes primarias: el Libro de Inventarios Antiguos del
Archivo de la Villa de Madrid y los Libros de Acuerdos del ayuntamiento.
Asimismo, bebe de otras fuentes, que se citarán de forma puntual cuando
proceda. También se ha estudiado la cronística coeva y la bibliografía
especializada sobre el tema.
San
Isidro (circa 1080-1172)
“Santos los hombres a quien Dios ha
acogido para sí, principalmente la santísima virgen María, los apóstoles, los
mártyres, los conffesores y virgines, tenidos y admitidos en la iglesia
católica. Y fuera desto, llamamos santos a los hombres virtuosos, religiosos,
de buena fe y exemplo 2 ”
Isidro nació en Madrid en
los años ochenta del siglo XI; la data concreta varía dependiendo del cronista 3.
Trabajó las tierras de diversos señores, como Francisco Vera, o al menos eso
intentaba sostener la familia 4. El último y más conocido señor fue Juan (o
Iván) de Vargas 5. Cuando Isidro falleció en el año 1172, su cadáver se enterró
en el cementerio de la Iglesia de San Andrés 6.
Décadas después, en 1212,
se recuperó un cuerpo incorrupto que se atribuyó al ya denominado San Isidro,
comenzando así el culto al Labrador 7, aunque no estuviese aún siquiera
santificado 8. El fervor religioso de los madrileños se incrementaba
rápidamente. Por ello, las autoridades competentes consideraron oportuno
trasladar aquel cuerpo al interior de la Iglesia de San Andrés, de donde San
Isidro fue parroquiano.
La vida de San Isidro es
descrita como un dechado de caridad, modestia y oración. Pasó a la historia por
los numerosos milagros que se le atribuyeron, pero principalmente por dos. Uno
decía que los ángeles araban las tierras que debía labrar Isidro, mientras él
hacía una completísima gira de oración por todas las iglesias madrileñas. Según
otro milagro, un niño se había ahogado en un pozo pero él lo había salvado, tras
conseguir que el agua lo devolviera a la superficie. En parte, podría afirmarse
que fue un santo zahorí, pocero, taumatúrgico y hacedor de lluvias.
La invención de la
tradición jugó un papel primordial en la sistematización de la vida y milagros
de San Isidro, al igual que sucedía en el resto de la Península con otros
venerables 9. Su figura y sus milagros sufrieron numerosas adiciones y
alteraciones con el transcurso de los siglos 10. Tantas que, según se ha
apuntado, los prodigios realizados en vida eran de carácter marcadamente
popular, y en ellos predominaba el santo como campesino 11. En el otro polo se
hallaban los milagros póstumos que concedió el cuerpo incorrupto de San Isidro,
que favorecían mayoritariamente a las clases dominantes y reivindicaban al
Labrador como santo local 12 .
Comienza
el proceso de canonización de San Isidro en 1562
Los tratadistas aseveran
que los trámites oficiales para canonizar a San Isidro comenzaron en 1593.
Empero, difieren sobre quién o qué institución propuso canonizarlo, y sobre
quién fue el alma del proceso. Es necesario distinguir algunas de las
aserciones más representativas con detenimiento 13.
El cronista León Pinelo
defendía que Felipe II reclamó la canonización y que fray Domingo de Mendoza
llevó a cabo todos los trámites 14. El asimismo cronista Joseph de la Cruz
concedía el protagonismo a Diego de Salas Barbadillo, quien solicitó la
canonización al rey en nombre de la Villa madrileña 15. García Villada, aunque
afirmó que las gestiones partieron paralelamente del rey y del ayuntamiento,
defendía que el pueblo madrileño, insatisfecho con la escasa veneración rendida
al paisano, quiso que el Papa declarase santo a Isidro, con tanto empeño que en
veintinueve años vio concluido el proceso 16. Matilde Fernández tiene también
una postura conciliadora, pues además de señalar como protagonistas al rey y a
Domingo de Mendoza, otorgaba peso a otras entidades 17. En otro extremo, se ha
llegado a afirmar que la canonización se efectuó de forma conjunta entre el
cabildo de curas párrocos de Madrid y la Real Congregación de San Isidro 18.
Empero, en el año 1593 las
gestiones referentes a la canonización estaban ya muy avanzadas, y en ellas
fueron imprescindibles todas aquellas figuras e instituciones mencionadas. La
primera noticia acerca del intento de canonización del Labrador aparece en los
Libros de Actas del ayuntamiento madrileño el 23 de diciembre de 1562 19. Ese
día entraron a la reunión capitular el arcediano Jerónimo Zapata con tres
vecinos de la villa que guardaban relación con el concejo 20. Esos tres
madrileños eran Rodrigo de Vargas, quien días después juró el oficio de regidor
21; Miguel de Luján, que no parece que fuese capitular 22; y Pedro de Luján,
Caballero de Santiago 23.
Los apellidos Luján y
Vargas, según pretendían sus portadores, guardaban relación directa con San
Isidro. Su último amo fue Juan de Vargas, y su linaje se dividió en dos
descendencias, Vargas y Vargas Luján 24. Otros familiares también participaron
activamente en la canonización 25. Es comprensible que ambas estirpes ayudaran
a realizar la propuesta, acaso con el objetivo atávico de dignificar las raíces
de su ralea. Ya desde época medieval, era muy común que los linajes
pretendieran enraizarse con un pasado lejano, para reivindicar la ascendencia
de un ancestro mítico, pues otorgaba un prestigio que muchos ansiaban. Eso
permitía tener conciencia de su identidad colectiva y favorecer el reconocimiento
de su valor y renombre 26.
Fuera o no directa la vinculación
familiar, aquel cuarteto de vecinos entró a la reunión concejil y planteó que,
aprovechando que el comendador mayor de Castilla iba a viajar a Roma para
tratar sobre la futura canonización de fray Diego de Alcalá, de paso también
podría intentar canonizar a San Isidro, lo cual no aumentaría en demasía los
costes:
ya
es notorio como en esta villa está el cuerpo de Sant Esidre, y quán justa cosa
sea se canonize, que atento quel comendador mayor de Castilla va a Rroma y
tiene de tratar por su magestad se canonize el cuerpo del santo fray Diego
questá en Alcalá, que les pareçe questa villa vaya a hablar al comendador mayor
y encargalle este negoçio, pues en efeto, a de costar poco más canoniçar el
cuerpo de Sant Esydre, aviéndose de canonizar el del santo fray Diego 27 .
Todos los presentes
convinieron que convenía conversar con el comendador mayor 28, a lo que él
respondió que se encargaría gustoso de aquel nuevo asunto, siempre y cuando se
lo mandase el rey 29. Esa postura guió el siguiente paso del ayuntamiento:
concertó que los encargados de aquella comisión, el arcediano Zapata y el
regidor Diego de Vargas (de nuevo uno de su linaje), fueran a hablar con Felipe
II para que ordenara al comendador que también propusiera en Roma la
canonización del Labrador 30 .
Los acólitos de fray Diego
de Alcalá fueron más afortunados que los de San Isidro, porque se le canonizó
antes, en 1589, bajo los más estrictos criterios de la Contrarreforma. Aquel
acto provocó una magna celebración en Alcalá de Henares, sobre la que se
publicó un libro ese mismo año 31. La celebración no ahorró en fastos. El
derroche estaba justificado, pues se trataba de uno de los momentos más
importantes para una ciudad, la fiesta de canonización de un convecino 32.
El proceso de canonización
de San Isidro fue mucho más lento 33, aunque sus gestiones eran constantes. En
1563, el regidor Pedro de Herrera, junto con los comisarios nombrados
anteriormente para pedir al rey la canonización (Diego de Vargas y el arcediano
Zapata), ordenaron redactar la correspondencia oportuna a ciertas autoridades
de Toledo (deán, cabildo y gobernador) y al embajador de España en Roma para
apoyar la necesidad de la empresa 34. La cuestión excedía las murallas de
Madrid y había que contactar con quienes competía, enviándoles misivas 35 .
El siguiente paso
relacionado con la canonización se dio en el concejo madrileño dos años
después, en 1565, cuando se pretendió consultar los archivos municipales para
escribir una obra sobre el Santo. Pero no era el primer libro que se redactaba
sobre el Labrador. Es necesario citar brevemente los tratados que versaban
sobre él.
Obras
sobre San Isidro
Desde muy pronto existió
la necesidad de redactar la memoria sobre el santo 36, que tradicionalmente se
había ido transmitiendo de forma oral. Son varias las obras que recogen su vida
y milagros, tintándose de devoción a raudales. De ello dan fe las cuantiosas
páginas que sobre él escribieron autores ora religiosos ora creyentes, como
muestran con empapada devoción las crónicas de la Edad Media y Moderna. Tal
tendenciosidad religiosa se ha entendido hoy día como reflejo del impacto
psicológico que el santo causaba en los autores y en las mentalidades
colectivas 37 .
La obra más antigua y
conocida sobre San Isidro, sobre la que se basan todas las posteriores, es el
Códice de Juan Diácono, finalizado en el año 1275 38. Como dicta su nombre, se
atribuyó a Juan Diácono 39, quien posiblemente fuera el franciscano Juan Gil de
Zamora 40. Los principales escritos que reelaboraron la vida del santo, y que
estuvieron apoyados por el concejo madrileño, fueron las dos traducciones al
romance del códice realizadas por Alonso de Villegas y por Jaime Bleda 41,
además de varios poemas que compuso Lope de Vega 42. Las obras de Lope y
Villegas fueron realizadas por encargo de fray Domingo de Mendoza 43.
Muchos otros autores
también dedicaron unos párrafos sobre Isidro y su canonización en sus obras
publicadas entre el siglo XV y XVI. Entre ellos, el cronista real Lucio Marineo
Sículo 44, el maestro y cronista Juan López de Hoyos 45, el regidor Juan
Hurtado de Mendoza 46, así como Domingo de Fresno Torote 47. A partir de la
siguiente centuria, varios autores redactaron abundantes páginas sobre el
Labrador, como León Pinelo 48, Gerónimo de Quintana 49, o fray Gregorio de
Argayz 50. En el siglo XVIII destaca fray Nicolás Joseph de la Cruz 51, y
entrando en el XIX, Gerardo Mullé de la Cierva 52, entre otros 53 .
Consultas
al archivo municipal para escribir sobre el Labrador
Además de los autores
citados, otros individuos pretendieron escribir sobre el santo, aunque
actualmente sean desconocidos y sus obras no hayan llegado nuestros días o no
se hayan localizado, como la siguiente. En 1565, entró en el ayuntamiento
madrileño Gregorio de Oviedo, beneficiado en la Iglesia de San Andrés 54 (donde
San Isidro había sido parroquiano en vida), diciendo que había ido allí:
a
tratar que se tenga por bien que este ayuntamiento busque en el archivo de las
escripturas desta villa si ay alguna cosa o escriptura o memoria de la vida e milagros
del bienaventurado sante Ysidre. Y acordaron que se abra el arcihivo [sic]
desta villa y se busquen las escripturas y memorias que oviere del dicho santo 55
.
De ese modo, propuso
revisar los fondos municipales por si hubiera escrituras sobre el Labrador. La
institución consideró oportuna la propuesta, y “cometió al regidor Álvaro de
Mena que lo haga buscar” 56. Esa expresión puede significar tanto que él debía
examinar los papeles, como que él tenía que planear cómo organizar aquel
rastreo documental. Los apellidos completos del regidor eran Mena de Vargas,
linaje familiar en esa empresa 57 .
Esa era la primera vez que
se proponía consultar los archivos del concejo madrileño con un objetivo
semejante 58. En la época era poco común ese tipo de investigación, de corte
histórico o biográfico 59, que tampoco se estilaba en el ayuntamiento de
Madrid. Los fondos documentales municipales se usaban, principalmente, con
fines administrativos y jurídicos al servicio del gobierno municipal, para
defender los derechos de la Villa 60 .
En septiembre de 1588 se
dio paso a otra consulta documental en los archivos municipales madrileños,
también con la pretensión de escribir una historia sobre el santo. La propuesta
vino de fray Domingo de Mendoza, quien en tantas ocasiones ha sido señalado
como una de las principales figuras en la redacción de la vida de San Isidro 61;
quien, según se ha afirmado, remodeló la imagen del Labrador, adaptando y
transformando su hagiografía acorde con el modelo de santidad de la época 62. En
cualquier caso, Mendoza afirmaba estar muy interesado en recuperar la historia
del santo, por lo que, el fraile dominico se presentó en una reunión del
concejo Madrileño en:
hizo
rrelaçión 63 de la gran devoçión que tiene al bienaventurado Ysidro, y como se
empela en escrevir su santa bida e ystoria de su muerte y milagros que en ella
y después a hecho, suplicando a la villa que, pues hera su natural, le ayude y
favorezca para que aberigüen y descubran las berdades que se pretenden a gloria
de nuestro señor y onrra deste bienaventurado santo. Y para ello, le mande
mostrar todos los papeles antiguos que tiene en su archivo y, aberiguándose lo
que se desea, procure esta villa que se canoniçe o beatifique, y para esto
tanbié [sic] presentó un memorial de lo que se a de hazer y cómo se a de
conseguir esta pretensión 64 .
La propuesta fue bien
recibida por los concejales, quienes consideraron justo mostrar al fraile todos
los papeles de los archivos del concejo. Huelga comentar que les esperaba una
ardua labor a quienes tuvieran que escudriñar aquellas escrituras, ya que
frecuentemente los regidores denunciaban el desorden existente en los conjuntos
documentales municipales 65, así como la dificultad para entender la letra
antigua, que requería habilidades propias de la paleografía.
La comisión fue encargada
al regidor Antonio Díaz Navarrete y al corregidor Luis Gaitán de Ayala, quien
por aquel entonces también trabajaba en el Consejo Real de Hacienda. Se les
encomendó dar órdenes para que se llevara a cabo la pesquisa archivística como
convenía, tratando particularmente con el fraile y con quien conviniese; por
ejemplo, con todos los caballeros regidores de la villa 66. Un mes más tarde,
en octubre, los capitulares dieron licencia al padre Mendoza para revisar la documentación
municipal archivada, con el fin de reconocer la referente a San Isidro:
En
este Ayuntamiento se trató que, por quanto en otro de doze de septiembre pasado
se dio licencia al Padre Fray Domingo de Mendoça, devoto del bienaventurado
Esidro, que se le mostrasen todos los papeles del archivo para si alguno le
pudiese ayudar para la victoria deste bienaventurado Sancto, y para este efecto
le es forzoso andar todas las scripturas y papeles del dicho archivo y leerlas
y reconozerlas, y porque esta diligençia es muy neçesaria para que se consiga
lo que la Villa desea muchos días a, que es con poner en el dicho archivo y
escripturas en la buena orden que conbenga, y mejorar la guardia y custodia de
ello 67 .
Así los concejales
llamaron la atención sobre la necesidad de organizar y salvaguardar aquellos
conjuntos documentales municipales, ordenándolos y custodiándolos como
convenía. Para ambos objetivos, búsqueda de documentos del santo y organización
del archivo, se detalló cómo debían de coordinarse los regidores que
supervisarían las consultas del fraile y que le ayudarían con aquella empresa.
Seis regidores, turnándose
por parejas acordadas cada día de consulta en ciertas horas convenidas,
asistirían al dominico. La acción de asistir 68 consistiría esencialmente en
ayudar, y quizá también conllevaría implícitamente la labor de ir a abrir el
archivo, a vigilar o a buscar documentación sobre el santo 69. Pero en ningún
caso dice la fuente que los regidores debieran redactar aquella historia, cosa
que se ha afirmado 70. Es factible que el fraile rechazase la colaboración
municipal en la redacción, que él mismo podría moldear con su pluma de clérigo
erudito. Él sólo había pedido que se le mostraran los papeles archivados para
escribir la historia 71. El testimonio dice lo siguiente:
Acordaron
que para hazer esta dicha diligençia, así la que a de hazer el dicho frayle con
la conpusiçión de los papeles que a de hazer la villa, asistan con él sienpre
dos señores rregidores a oras y días señalados rrepartidos en esta manera: los
señores san Juan de Sardaneta y Antonio Díaz de Navarrete unos días, y otros
los señores Diego de Urbina y don Juan de la Barrera, y otros los señores Pedro
Rodríguez de Alcántara y Melchor de Matute, de manera que sienpre asistan en el
dicho archivo dos señores rregidores con el dicho fraile 72 .
Los seis regidores
elegidos variaban en cuanto a su veteranía en el ayuntamiento. Juan de
Sardaneta ingresó en el concejo en 1575 73, por lo que en 1588 cumplía trece
años en la institución. Su colega de labor, Antonio Díaz de Navarrete, entró en
1576 74 , así, en 1588 llevaba doce años en el cabildo. Otro dúo de regidores
se formaba por Diego de Urbina, quien en 1588 cumplía cuatro años de concejal,
porque había accedido al puesto en 1584 75; y por Juan de la Barrera, quien en
1588 llevaba tres años en el concejo, pues se había incorporado en 1585 76.
Componía el último par de regidores Pedro Rodríguez de Alcántara, quien en 1588
llevaba casi veinte años en el oficio, al que accedió en 1569 77, y Melchor de
Matutes, quien presentó su título de regidor en septiembre de 1588 78, con lo
que en octubre cumplía menos de un mes como capitular.
De esas comparaciones se
deduce que el criterio de antigüedad como concejal no determinó qué regidores
asistirían al fraile en el archivo, pues entre ellos se hallaban algunos
oficiales veteranos y otros noveles. Las parejas se hicieron prescindiendo de
la diferencia de edad, aquella que generalmente definía las comisiones donde se
unía un regidor antiguo con uno moderno 79. Ese criterio sólo se usó para unir
a una pareja, ya que el otro par separaba a dos veteranos y a dos jóvenes
concejales.
Aquel mismo día se
concertaron más cuestiones. El corregidor Luis Gaitán de Ayala recibió la orden
de no entregar sus llaves hasta que estuviesen juntos los dos regidores y el
fraile; por tanto, Gaitán iba a ser una figura clave en las aperturas del
archivo. Él y Navarrete, los encargados de esta comisión, debían comprar un
libro de abecedario para inventariar las escrituras del archivo, y firmar esa
descripción de documentos 80. Dicha labor no suponía ninguna primicia
archivística, puesto que el ayuntamiento había comenzado a realizar inventarios
de sus documentos desde casi un siglo 81 .
La novedad radicó en que
Gaitán y Navarrete tenían que proveer que se hiciera un archivo de cajones
donde creyeran conveniente, en la parte más fuerte del ayuntamiento. Esa
indicación pretendía evitar derrumbes en las instalaciones por el peso del
papel, probablemente. Allí debían depositarse las escrituras que se fueran
inventariando, para que estuvieran con el atavío y concierto adecuado 82. Era
una primicia que el concejo mandase hacer un archivo de cajones, pues solía
servirse de arcas para archivar, que por aquella época se situaban en la sala
del ayuntamiento 83. A la corporación le resultaba factible económicamente ese
objetivo, pues antaño propuso el pretencioso proyecto de edificar un archivo y
fracasó fracasado debido a la falta de presupuesto 84.
El ayuntamiento no se
conformó sólo con buscar la documentación sobre San Isidro que se hallaba bajo
su custodia. También mandó a rastrear las escrituras que estuvieran
descontroladas por la villa. Y de paso, además de solicitar las referentes al
santo, pidió que se devolvieran todas las que estuvieran fuera de los archivos
municipales, que debieran hallarse dentro 85. Es decir, las escrituras públicas
que atañían a la Villa.
Para recuperar la
documentación dispersa, se publicó la orden de reunir los documentos
municipales mediante varios sistemas de difusión de la información, que iban
desde los pregones hasta las cartas de excomunión 86. Entre esas cartas se
publicaron asimismo paulinas, que
añadían la sospecha de que la documentación había sido robada con malicia 87.
La paulina aludía a todo el mundo,
incluso a quienes obligatoriamente guardaban documentación pública por trabajar
para el ayuntamiento, como los regidores o los escribanos del número 88. Tenía
por objeto que la sociedad incomunicase a los usurpadores de documentación y a
sus encubridores. El discurso condenatorio les declaraba malditos, prohibía
darles nada (ni siquiera pagando), y deseaba que empobrecieran, quedasen
huérfanos, les absorbiera la tierra hasta los infiernos y les alcanzaran todas
las plagas que asolaron Egipto. También deseaba que entrasen y salieran avispas
por sus narices hasta que murieran. Un mensaje así debía recitar el clérigo en
cada iglesia cada día que se publicara la paulina, junto con un ceremonial condenatorio
bastante intimidatorio 89.
Veinte días después se
comenzó a redactar el inventario. Colaboraron en su elaboración, del lado del
ayuntamiento, el corregidor y consejero real Luis Gaitán de Ayala junto con el
regidor y contador Antonio Díaz de Navarrete; del lado de la iglesia, fray
Domingo de Mendoza y Diego Meléndez. Los cuatro se juntaron la tarde del jueves
27 de octubre en la sala del ayuntamiento, y fueron sacando documentación del
arca de archivo, viendo el material y describiéndolo en el memorial 90.
En ese memorial
convinieron anotar el número que cada documento tenía asignado, para que fuera
más fácil buscarlo cuando fuera menester. Así se fue apuntando en los márgenes
con caracteres arábigos. También registraron la fecha de cada documento según
el cómputo cristiano, advirtiendo de la necesidad de restar treinta y ocho años
cuando estuviese datado por el sistema de la Era 91.
El inventario se inició
con el fuero de Madrid, cuya descripción, acorde con la estilada en la época,
atendía al material escriptorio y sigilográfico 92. En esa línea, seguía con
cuantiosos documentos emanados de la Corona o de otras autoridades ilustres.
Había, principalmente, privilegios y sucesivas confirmaciones regias de los
privilegios de Madrid, datadas desde el siglo XII. Entre los fondos del archivo
también se encontraban sentencias reales a favor de Madrid, así como cartas de
jueces de términos 93.
Aunque el ayuntamiento no
pareciera tener noticia de ello, Mendoza descubrió algo que le interesó
notablemente, en la tarde del 30 de octubre de 1588, cuando elaboraba, junto
con el regidor y contador Navarrete, el inventario de la documentación concejil
sobre Nuestra Señora de Atocha. Con ello se topó, buscando entre varios
privilegios que había guardados en una caja pequeña que estaba en una gran arca
del archivo de la Villa. El hallazgo en cuestión era una carta ejecutoria sobre
la financiación de una fiesta dedicada al labrador en Madrid en el año 1344 94.
Pese a que no se tratara
sobre la vida del santo, sino sobre una celebración tardía en su honor, el
documento interesó al fraile sobremanera, como indicó con unas palabras en
latín agradeciendo su hallazgo a Dios 95. Esa actitud emocionada resulta
familiar al historiador, cuando investigando en el archivo encuentra el
documento que anhela. Ante la situación narrada, sería probable que el fraile
copiase o llevase prestado el material, pues antaño los originales salían del
archivo municipal con demasiada frecuencia 96. Desde luego, si lo pidió
prestado de forma oficial, no quedó reflejado en el Libro de Conocimientos del
archivo de la Villa, donde se debían recoger los movimientos documentales de
los fondos archivados 97.
A fecha de hoy, no se
tiene constancia de que fray Domingo de Mendoza escribiera ningún libro sobre
San Isidro 98, aunque los inventarios municipales se fueron enriqueciendo con
el paso de los años 99. Pese a que con la redacción de esos memoriales Mendoza
y el concejo pretendían localizar escrituras sobre el santo, no encontraron
ninguna útil, al parecer, por culpa del caos existente en el archivo. Mejor
dicho, el ayuntamiento atribuyó la falta de hallazgos al desorden, cuando años
después afirmó que:
los
papeles están de manera que cuando se busca alguno no se halla, por lo cual se
dejan de hacer muchas cosas [...] y para la canonización de San Isidro se han
buscado algunos papeles, y por estar tan mal puestos y desparramados no se han
hallado 100.
En cualquier caso,
documentándose o no, quien redactó una obra sobre San Isidro fue Diego de Salas
Barbadillo, y la presentó en el ayuntamiento en el año 1592. Dicho nombre era
tanto el del padre como el del hermano del escritor madrileño Alonso Jerónimo
de Salas Barbadillo (1581-1635) 101. El hermano, llamado Diego (1583-1612), era
demasiado joven para poder haber escrito una obra en 1592. Por ello, la
escribió el progenitor de ambos, también llamado Diego de Salas Barbadillo. Él
fue agente de negocios en las Indias Occidentales, y se casó con María de
Porras hacia 1580 102. Con ella tuvo cuatro hijos 103. Murió en 1603 104. Diego
de Salas, como se citó anteriormente, también ha sido señalado como uno de los
principales encargados de la canonización de San Isidro 105.
La noticia de que Salas
Barbadillo escribió sobre el santo es la siguiente. El 7 de septiembre de 1592,
entró Ayllón, portero semanero del ayuntamiento, y entregó al escribano
concejil Francisco Martínez cuatro memorias que se habían dado a cuatro
porteros del concejo. El portero convocó a los regidores de la villa para la
reunirse, pues era uno de sus cometidos habituales 106. En esta ocasión les
avisaron:
para
ber una petición que Diego de Sales Barbadillo a dado y un libro que a
presentado en este ayuntamiento, en el del pasado, de la Bida y milagros del
bienabenturado sante Esidro Labrador, natural desta villa, y para oyr al dicho
Diego de Salas 107 .
Empero, esta es la única
vez que las fuentes citan a Salas Barbadillo. La escasez de datos al respecto
es supina, a lo que se suma la falta de otros testimonios bibliográficos que
den noticia de dicho libro. No se ha localizado su existencia. Aquí aflora una
vez más el obstáculo que se sortea al rastrear sobre el pasado histórico: falta
información al respecto.
Tampoco consta de forma
explícita que en ninguna otra reunión capitular se tratase sobre ese tema. A no
ser que sobre él versara, con cierto secretismo 108, lo debatido en una reunión
acerca de una correspondencia del regidor Alfaro con Roma, pues la canonización
dependía de la santa sede 109. El concejo, después de tratar largamente sobre
ello, convino que los regidores Francisco de Alfaro y Juan Hurtado de Mendoza
acudiesen a hacer las diligencias necesarias a donde correspondía, para que la
pretensión de Salas Barbadillo llegase a buen puerto 110.
Cronológicamente aquí se
sitúa el año 1593, cuando los especialistas fechan la puesta en marcha de la
canonización de Isidro. Pero, como se ha demostrado, en aquel tiempo
sencillamente seguían su curso aquellas gestiones iniciadas hacía más de tres
décadas. En abril de 1593, lo que se decidió fue quiénes iban a ser los
protagonistas de la causa. El ayuntamiento otorgó poder al procurador general
Fernando Méndez de Ocampo, a fray Domingo de Mendoza y a Diego de Salas
Barbadillo, “y a qualquier dellos, para lo tocante a las deligenzias que se an
de hazer en esta Villa para lo de la canoniçaçión de señor San Isidro”111. El
mismo nombramiento de procuradores de esa causa quedó también registrado en el
Archivo de la Catedral de Madrid 112.
Acaso la citada
designación de protagonistas haya confundido a la historiografía, la cual,
desde el año 1593 en adelante informa de numerosos pormenores sobre la
canonización, por lo que a ella remito. Finalmente, Felipe II murió sin ver
canonizado a San Isidro, acontecimiento que se dio en tiempos de Felipe IV.
Previamente fue beatificado en 1619 por el Papa Paulo V, y la noticia provocó
grandes celebraciones en la villa y Corte de Madrid, así como en todo el reino.
Lo mismo pasó cuando fue canonizado por el pontífice Gregorio XV en 1622, junto
con Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Felipe Neri y Teresa de Jesús 13.
Conclusiones
Como se ha demostrado, el
proceso de canonización de San Isidro empezó oficialmente en 1562, y no en
1593, como tradicionalmente se ha afirmado. Como finalizó en 1622, se tardó en
total sesenta años en canonizarle, en vez de treinta como asevera la
historiografía. Ante tal notoria dilación, cabe plantear porqué hasta una fecha
tan tardía las crónicas no parecieran haberse enterado de que desde hacía mucho
tiempo se estaba intentando canonizarle. Acaso el concejo ocultó la información
de modo intencionado porque, para un estado confesional, sería una nefasta propaganda
religiosa informar de los cuantiosos años que llevaba ocupando aquella empresa,
sin resultados a corto plazo.
Con respecto a los
artífices de la canonización, se ha testimoniado cómo cuatro vecinos de Madrid
lo propusieron al ayuntamiento que, al estar conforme, pidió el visto bueno al
rey Felipe II. Y, después, otros personajes fueron fundamentales en la
consecución de aquella causa, como fray Domingo de Mendoza y Diego de Salas
Barbadillo. Éste escribió una obra sobre San Isidro. La presentó en el concejo
en 1592, aunque hasta ahora no se había tenido noticia de ella. Por su parte,
Mendoza también intentó escribir sobre el santo, pero quiso cimentar su
discurso con documentos. Consultó los fondos de los archivos del concejo
madrileño, pero no encontró nada sobre San Isidro, a excepción de un documento
subsidiario. Esa falta de hallazgos, según afirmó un testimonio tardío del
ayuntamiento, se debió a la desorganización reinante en el archivo.
Sin embargo, más que por
el desorden, es probable que no se encontrara ningún documento de la vida y
milagros del santo sencillamente porque en ese archivo municipal no lo hubiera.
Cabe recordar que Isidro murió en el año 1172, y hasta 1212 no se identificó un
cuerpo incorrupto; entonces, el pueblo madrileño inició el culto al Labrador.
Pero en vida había sido un vecino más, alguien anónimo para los archivos del
ayuntamiento. De forma coeva, la institución no guardó documentación sobre
Isidro porque sólo le importaba otro material escrito, el que describían los
inventarios: fueros, privilegios, cartas regias y documentación de empaque similar,
principalmente emanada de la corona. En verdad, no hallar testimonios sobre San
Isidro fue irrelevante, porque escribir la historia de un santo era cuestión de
fe, no de documentarse.
La pretensión de canonizar
al Labrador redundó en una notable mejora de los archivos de la villa
madrileña. Con la consulta archivística acaecida en 1588, el concejo organizó
exhaustivas pesquisas y solicitó el rastreo de escrituras por el territorio de
la villa y tierra de Madrid, así como por el Reino. Además, se redactaron
varios inventarios, se organizaron los fondos documentales y se construyó un
archivo de cajones en el ayuntamiento. Todo ello regeneró la conciencia
archivística en el concejo.
NOTAS
1
Parte de este estudio fue llevado a cabo en el Departamento de Historia Moderna
del Instituto de Historia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas,
con una beca de investigación predoctoral. Leonor Zozaya Montes, Departamento
de Ciencias y Técnicas Historiográficas, Facultad de Geografía e Historia,
Universidad Complutense de Madrid
2
Cobarruvias (1611), voz santo.
3
Son varios los años que se defienden como fecha de su nacimiento. Por ejemplo,
Quintana dudaba entre 1080 y el 1082 (Quintana, 1629, t. I, lib. II, fol.
110rº). Pedro Fernández ofrece varias fechas propuestas del nacimiento y muerte
del santo, y defiende que Isidro nació en 1082 y murió en 1172, viviendo 90
años (Fernández, 1971, pp. 12-14). También se ofrece el año 1086 (Solel, 1966,
p. 8).
4
Al igual que la familia de los Vargas, el linaje de los Vera reivindicó
descender de otro amo del santo. Así lo pretendieron porque decían que en una
casa de la calle Toledo perteneciente a los descendientes del regidor Francisco
de Vera, existía un pozo donde había hecho un milagro San Isidro (Fernández,
2001, p. 76).
5
Juan e Iván son nombres análogos. En el Códice de Juan Diácono, fuente
principal y más antigua de la vida y milagros del santo, constaba el nombre de
“Iuan”. Estaba escrito en latín, lengua en la que existe i vocálica así como i
consonántica, y lo mismo sucede con la u: la hay vocálica y consonántica.
Entonces, la i consonántica se trascribe como j en castellano y la u
consonántica como v. En vista de que antaño no estaba estipulada rígidamente la
grafía, Iuan podría transcribirse por ambos nombres, Iván o Juan.
6
(Quintana, 1629, t. I, lib. II, fol. 110rº. Fernández, 1971, pp. 12-14).
7
(León, 1658, pp. 23-24).
8
Era un santo “por aclamación popular” (Río, 1997, p. 110).
9
(Río, 2000, pp. 98-118).
10
(Fernández, 2001, pp. 67 y siguientes).
11
Además de los milagros ya citados, su jumento no murió cuando le atacó un lobo y
multiplicó los alimentos para dar de comer a los pobres, al igual que la harina
durante la molienda, tras haber dado grano a las aves del campo (Fernández,
1999, p. 49).
12
Cuando trasladaron sus restos, mientras las camparas tañían solas, se
sucedieron curaciones de pobres y se multiplicó el alimento para ofrecer como
caridad. Rendir culto a su cuerpo provocaba que lloviera para mejorar las
cosechas, sanaba a algunos devotos de enfermedades incurables o causaba
“castigos milagro” a los incrédulos que incumplían lo prometido al santo
(Fernández, 2001, pp. 47-51). Las obras del siglo XVII narran sus numerosos
milagros de forma más espontánea y devota (León, 1658; Quintana, 1629, t. I,
lib. II, fols. 110rº-148rº).
13
Me veo obligada a no incluir en el análisis del texto a María José del Río
porque, aunque es quien brinda el análisis más completo y complejo que conozco
sobre San Isidro, ofrece ambigüedad respecto a ese dato puntual. Afirma que el
proceso “comenzó en verano de 1593, tras la visita eclesiástica del cuerpo
incorrupto” (Río, 2000, p. 102). Asimismo menciona que en 1588, cuando Domingo
de Mendoza quiso buscar documentos en el archivo para escribir sobre la vida
del santo, reimpulsó así el proceso de canonización que se había planteado por
primera vez en la década de 1560, sin ofrecer más datos al respecto (Río, 2000,
p. 101). También asevera que “Así las cosas, parecía urgente iniciar el proceso
de canonización, que comenzó en 1589, a instancias de la cofradía y contando
con el pronto apoyo de Felipe II” (Río, 2000, p. 111).
14
(León, 1658, p. 150).
15
(Cruz, 1790, pp. 173-179, y en especial p. 174).
16
(García, 1922, pp. 95 y siguientes).
17
Afirma que, si bien Felipe II escribió dicho año a Clemente VIII para solicitar
la canonización, fue a instancias de la Cofradía de San Isidro y el Santísimo
Sacramento. Lo hizo también respaldado por los cofrades y por las órdenes y
clérigos madrileños, con el apoyo entusiasta del concejo de la villa, que
corrió con los gastos del proceso. Asevera que el mismo rey le encargó a fray
Domingo de Mendoza todos los trámites de la canonización, y considera que al
fraile se debe todo el éxito de la causa (Fernández, 2001, p. 66).
18
Cuyo nombre completo es Real, Muy Ilustre y Primitiva Congregación de San
Isidro Labrador de Naturales de Madrid. Teoría de Solel Puchol (Solel, 1966, p.
34).
19
AVM, Libros de Acuerdos, 23 de diciembre de 1562.
20
En varias ocasiones habían asistido en calidad de caballeros y escuderos al
concejo abierto entre 1561 y 1564. Así, Rodrigo de Vargas (AVM, Libros de
Acuerdos, 14 de mayo de 1562); Miguel de Luján (AVM, Libros de Acuerdos, 26 de
noviembre de 1564); Pedro de Luján (AVM, Libros de Acuerdos, 5 de abril de
1561; AVM, Libros de Acuerdos, 27 de octubre de 1561; AVM, Libros de Acuerdos,
14 de diciembre de 1562).
21
El 30 de diciembre Vargas presentó en el concejo una carta ejecutoria de su
majestad, por la cual se le adjudica la posesión del regimiento que tenía don
García Ramírez (AVM, Libros de Acuerdos, 30 de diciembre de 1562). Incluso,
antes de ostentar dicho cargo consistorial participó, junto con el regidor
Pedro de Herrera, en una comisión (AVM, Libros de Acuerdos, 15 de mayo de
1562). Pero, en general, a penas asistió a los consistorios. Quizá esta es la
causa de que Ana Guerrero no le incluya como regidor (Guerrero, 1993a, apéndice
documental).
22
Ana Guerrero no le incluye como regidor (Guerrero, 1993ª), pero participó en
algunas comisiones, posiblemente, sólo como caballero (e.g. AVM, Libros de
Acuerdos, 9 de julio de 1568).
23
Era Caballero de la Orden de Santiago (AVM, Libros de Acuerdos, 7 de mayo de
1568). También era parroquiano en San Salvador (AVM, Libros de Acuerdos, 4 de
enero de 1563), así como caballero y escudero de la villa (AVM, Libros de
Acuerdos, 5 de abril de 1561).
24
Según Luis Solel, la familia de los Vargas se dividió en dos descendencias: la
de los marqueses de San Vicente del Barco y la de los Vargas-Luján, condes de
Paredes de Nava (Solel, 1966, p. 51). Sin embargo, Quintana no cita ninguna
vinculación en el capítulo de la nobleza de los caballeros naturales de Madrid,
en el referido al apellido Vargas (Quintana, 1629, t. II, lib. II, fols.
282rº-286rº), ni tampoco en el de Luján o Luxán (Quintana, 1629, t. I, lib. II,
fols. 232vº - 235rº).
25
Diego de Vargas, Francisco de Vargas Luján y Álvaro de Mena de Vargas (Zozaya,
2001).
26
Florian Mazel, en su estudio sobre el prestigio e influencia del héroe épico
Guillermo de Orange en los siglos XII y XII, ofrece información y conclusiones
que bien podrían aplicarse al caso aquí estudiado. Explica la tentación del
interés que podía suscitar a un linaje aristocrático a la hora de apropiarse de
su imagen y pretender descender de él mediante el proceso de atribución de sus
apellidos, con la explícita voluntad de apropiarse del prestigio de aquella
figura legendaria. Sin embargo, también narra como la obra Tableau de
l’Histoire des Princes et Principauté d’Orange (La Pise, 1638) testimonia la
perennidad de la genealogía ficticia establecida a finales del siglo XIII y de
su dudable eficacia simbólica (Mazel, 1999, pp. 193-194 y 210-211).
27
(AVM, Libros de Acuerdos, 23 de diciembre de 1562).
28
“Los dichos señores, justiçia y rregidores y personas susodichas, acordaron que
se vaya a hablar al dicho comendador mayor”. El justicia era el corregidor y
licenciado Francisco Argote, y, los regidores presentes aquel día eran Pedro de
Herrera, Juan de Vitoria, Diego de Vargas, el doctor Jerónimo de Pisa, Pedro de
Vozmediano, Francisco de Saavedra y el licenciado Barrionuevo (AVM, Libros de
Acuerdos, 23 de diciembre de 1562).
29
“Rrespondió que él holgava mucho de encargarse deste negoçio y hazer lo que
fuese en sí, juntamente con lo del santo fray Diego, mandándolo su magestad”
(AVM, Libros de Acuerdos, 23 de diciembre de 1562).
30
“Y visto por los dichos señores, estando en el dicho ayuntamiento, cometieron a
los señores don Gerónimo Çapata, arçediano desta villa, y a Diego de Vargas,
regidor de ella, que vayan a hablar a su magestad, y le supliquen de parte
desta villa sea servido de mandar al comendador mayor de Castilla y dar
petiçión a su santidad, y hagan todas las demás diligençias que convengan
[tachado: a la can] para canonizar al dicho sant Esydro” (AVM, Libros de
Acuerdos, 23 de diciembre de 1562).
31
Mata, G. de (1589): Vida, muerte y milagros de san Diego de Alcalá [...] con
las Hieroglyphicas y versos que en alabanza al santo se hicieron en Alcalá para
su procesión y fiesta, Alcalá de Henares; (citado en Río, 2000, nota 68 de p.
50 y pp. 50-51)
32
Ésta fue una de las tres ceremonias confesionales más importantes del reinado
de Felipe II, junto con otras dos acaecidas anteriormente en Toledo. Una tuvo
lugar en 1565, con motivo del regreso a Toledo de los restos de San Eugenio,
primer arzobispo de Toledo, que se hallaban en el Monasterio parisino de San
Denís. Otra acaeció en 1587, cuando Toledo recibió las reliquias que trajeron
de los Países Bajos de la mártir local Santa Leocadia (Río, 2000, pp. 48-50).
33
Los motivos de que se ralentizase un proceso de canonización pudieron ser
varios. Véase, por ejemplo, el caso francés de San Mauricio. Maurice Carnoet
fue un santo nacido en 1115, en cuya tumba (que sigue siendo un lugar de
peregrinaje) se produjeron numerosos milagros. Como consecuencia de cuantiosas
manifestaciones de fervor popular, el obispo y el capítulo de Quimper, enviaron
una petición al pontífice Honorio III con el objetivo de canonizarlo. En
respuesta a esa demanda, el papa envió de Letrán la bula «Etsi frigescente» en
1224, que ordenaba al obispo de sant-Pol de León y a la abadía de San Guénolé
de Ladevennec encuestar sobre su vida y milagros. Un año después, el sumo
pontífice, quien había recibido el proceso verbal de aquella indagación, envió
la nueva bula «Venerabili» a los obispos de Quimper y Tréguier (en Rieti), así
como a la abadía de santa Cruz de Quimperlé. Honorio III reprochó haber
cumplido mal su tarea a los comisarios encargados de hacer las informaciones,
pues en el interrogatorio omitieron un par de testimonios y olvidaron precisar
las circunstancias en las que se produjeron. El papa anunció entonces que
prefería retardar su decisión, esperando a los resultados de una nueva encuesta
confiada a los destinatarios de la bula (Vauchez, 1991, pp. 39-45).
34
(AVM, Libros de Acuerdos, 19 de julio de 1563).
35
En el concejo convinieron “que se escrivan cartas al governador y deán y
cabildo de Toledo y enbaxador de Roma y otras personas que sea neçesario sobre
el canonizar a sant Esidro desta villa. Y se comete a los señores Diego de
Vargas y Gerónimo Çapata, arçediano, para que las ordenen, y las de Toledo
lleve el señor Pedro de Herrera” [Al margen:] Santo Isidro (AVM, Libros de
Acuerdos, 19 de julio de 1563).
36
La redacción de textos sobre el santo tenía una función de memoria: recordar el
pasado para motivar y suscitar la acción presente (Granier, 1999, p. 69).
37
Para Delphine Planavergne, el hagiógrafo aparece como una fuente de primera
importancia para valorar un fenómeno a menudo difícil de delimitar por el
historiador, aquel del impacto de un suceso sobre la psicología de sus coevos y
la mentalidad colectiva (Planavergne, 1999, p. 289).
38
(Cruz, 1790, p. 3).
39
(León, 1658, pp. 26-27).
40
García Villada plantea quién pudo ser su autor, y se decanta por Juan Diácono;
el mismo Gil de Zamora, quien opina que era Johannes Aegidius Zamorensis,
escritor y maestro del rey Sancho IV. Antaño, el códice se hallaba en la
Iglesia de San Andrés y quedó luego en poder del cabildo catedralicio de
Madrid, conservado en el arca de tres llaves (García, 1922, pp. 4-6).
41
El apoyo del concejo madrileño fue notorio (Río, 2000, p. 96). La obra citada
ofrece las referencias de las demás obras (Río, 2000, nota 12 de p. 96 y nota
24 de p. 103), que son las siguientes: Villegas, Alonso de (1592): Vida de San
Isidro Labrador, cuyo cuerpo está en la Yglesia Parroquial de San Andrés de
Madrid, Madrid. Bleda, Jaime (1600): Libro de la cofradía de la Minerva,
Valencia. Bleda, Jaime (1622): Vida y milagros del glorioso San Isidro el
Labrador, hijo, abogado y patrón de la real villa de Madrid, Madrid, Imprenta
de Tomás Junti.
42
Vega y Carpio, Lope (1599): Isidro. Poema Castellano, Madrid, Luis Sánchez,
obra reimpresa. Igualmente escribió otras obras: Vega y Carpio, Lope (1617):
Comedia famosa de San Isidro Labrador de Madrid, Madrid; también Vega y Carpio,
Lope (1620): Justa poética, y alabanzas justas que hizo la insigne villa de
Madrid al bienaventurado San Isidro en las fiestas de su beatificación, Madrid.
43
(Fernández, 2001, p. 68).
44
Describe el cuerpo del santo en De Rebus Hispaniae Memorabilibus, publicado por
primera vez en 1496-1497 (Fernández, 2001, p. 70).
45
Era maestro de latín del ayuntamiento y cronista en sus principales ceremonias.
Ofrece breves menciones sobre el santo en la “declaración y armas de Madrid”
(López, 1569, fols. 2rº2vº, 3vº-4rº y 5vº).
46
En 1560, Hurtado de Mendoza realizó la traducción del códice de Juan Diácono
(García, 1922, p. 8).
47
Juan Hurtado de Mendoza dejó, en 1543, algunas anotaciones en una traducción
del códice de Juan Diácono, y añadió algo de su cosecha propia, junto con
Domingo de Fresno Torote. En concreto, se trata de un epitafio en latín y un
escudo dedicado al santo. La obra del primero es: Hurtado de Mendoza, Juan
(1550): Buen plazer trobado en treze discates de quarta rima castellana según
imitación de trobas francesas [...] con algunos metros antes; y después de la
obra principal. Al fin de la qual sobre los discantes ay treze argumentos
hechos por el padre fray Francisco Tofiço a instancia del autor […], Alcalá,
Ioan de Brocar (citado en: León, 1658, p. 78 y Río, 2000, pp. 99-100.)
48
(León, 1658).
49
(Quintana, 1629, t. I, lib. II, fols. 110rº- 148rº).
50
Argayz, Gregorio de (1671): La soledad del campo, laureados por el solitario de
Roma y el Labrador de Madrid, San Benito y San Isidro (citado en Solel, 1966,
p. 14).
51
Éste afirmó basarse en la historia de Juan Diácono y en los procesos que se
formaron con autoridad ordinaria para la canonización, con las diversas
informaciones que los componían (Cruz, 1790, pp. 2-5, y la adición de pp. 1-
52).
52 Mullé de la Cierva, Gerardo (1891): Vida de San Isidro Labrador, patrón de
la corte y villa de Madrid, Madrid; citado en García, 1922, p. 9.
53
Luis Solel comenta las discusiones escritas e impresas a finales del s. XVIII,
a modo de estudios, entre el padre Manuel Rosell y Antonio Pellicer sobre la
aparición de San Isidro (Solel, 1966, pp. 14 y 15).
54
La fuente cita textualmente “benefiçiado de Sant Andrés”. Voz beneficiado:
“Presbítero o, por rara excepción, clérigo de grado inferior que goza un
beneficio eclesiástico que no es curato ni prebenda”; voz beneficio: “Conjunto
de derechos y emolumentos que obtiene un eclesiástico, inherentes o no a un
oficio” (Diccionario, 1992).
55
“[Al margen, letra de otra mano, dice:] 2: memorias de la vida de San Isidro,
se buscaren en el archivo” (Todo en AVM, Libros de Acuerdos, 6 de junio de
1565).
56
(AVM, Libros de Acuerdos, 6 de junio de 1565).
57
Los apellidos se reflejan, por ejemplo, entre los asistentes al consistorio
aquel día (AVM, Libros de Acuerdos, 6 de junio de 1565). Ana Guerrero lo
cataloga sencillamente como Álvaro de Mena, pero informa de que sus padres eran
Álvaro de Mena, también regidor, y María de Vargas (Guerrero, 1993a, p. 267).
58
(Zozaya, 2001, p. 92).
59
Téngase en cuenta que, según Paul Delsalle, si bien la consulta pública de los
archivos data del antiguo régimen, la búsqueda de documentos, hasta el siglo
XIX, era la ocupación episódica de unos pocos (Delsalle, 1993, p. 10).
60
(Zozaya, 2008b).
61
Río Barredo analiza su papel detalladamente (Río, 2000) Según León Pinelo,
Felipe II pidió la canonización del santo cuando se enteró de que le había
sanado de joven. Tras conocerlo, visitó el cuerpo incorrupto, donde estaba
presente el fraile Mendoza, “que tomó a su cargo con tanta eficacia la
canonización del santo que la llegó a conseguir”, León, 1658, p. 150.
62
(Fernández, 2001, p. 66).
63
[Al margen:] San Esidro.
64
(AVM, Libros de Acuerdos, 12 de septiembre de 1588).
65
De lo que resultaban pérdidas documentales y por ende pérdidas económicas
(Zozaya, 2004).
66
(AVM, Libros de Acuerdos, 12 de septiembre de 1588).
67
(AVM, Libros de Acuerdos, 7 de octubre de 1588).
68
Lo más adecuado es remitir a las definiciones de la palabra en antiguos
repertorios. Voz assistir: “Estar presentes a algún acto. Assistencia, la tal
presencia. Assistente, el que assiste y el que preside”, COVARRUBIAS (1611). El
Diccionario de autoridades especifica más, y a la vez ofrece más acepciones en
la voz assistir: “Es estar presente en algún acto, concurrir a alguna
operación”; “Vale también acompañar a alguna persona en algún acto público y
solemne”; “Significa también servir: como Pedro assiste en casa de Fulano: esto
es, le sirve” (Diccionario, 1726).
69
Es posible que la participación de alguno en esta empresa pudiera deberse a que
fuera archivero o llavero. Toda la información consta en AVM, Libros de
Acuerdos, 7 de octubre de 1588.
70
Se trata de Ana Guerrero, cuya obra es un referente, pero en este aspecto
difiero con ella. Localizó ese mismo acuerdo en las fuentes primarias pero lo
interpretó de forma diferente: “Ello [no saber latín] no impide, sin embargo,
que algunos regidores colaboren con fray Domingo de Mendoza para redactar la
historia de San Isidro, recogiendo todo el material que al respecto existiera
en el archivo municipal; tan extraordinaria comisión estuvo encargada a dos
regidores, que se habrían de reunir un par de semanas con el fraile”. Se
incluye en el apartado “educación y moralidad pública” de la villa (Guerrero,
1993a, p. 196; Guerrero, 1993b, p. 206, cursivas mías).
71
Incluso había explicado cómo proceder en un memorial que había redactado (AVM,
Libros de Acuerdos, 12 de septiembre de 1588).
72
(AVM, Libros de Acuerdos, 7 de octubre de 1588). Negritas mías.
73
Así se informó al entregar el título de regidor en el concejo (por renuncia de
Miguel de Cereceda Salmerón). Sardaneta era secretario de la contaduría mayor
de su majestad (AVM, Libros de Acuerdos, 23 de diciembre de 1575).
74
Por renuncia de Pedro Escobedo (AVM, Libros de Acuerdos, 15 de marzo de 1576).
75
Diego de Urbina de Ampuero, o Ampuero de Urbina, intentó entrar como regidor en
el concejo el 16 de febrero de 1584, pero tuvo problemas para que los demás
regidores aceptaran su título, que tenía por renunciación de Diego de la Canal.
Ponían en tela de juicio su hidalguía, a lo que Gregorio de Usátegui dijo que
le tenía por hijodalgo de ejecutoria (AVM, Libros de Acuerdos, 16 de febrero de
1584). Anduvieron debatiendo y gestionando el caso, y en junio, cuando
recibieron a Urbina sin ninguna oposición (AVM, Libros de acuerdos, 6 de junio
de 1584).
76
Por renunciación de Pedro Rodríguez Portocarrero (AVM, Libros de Acuerdos, 21
de agosto de 1585).
77
Rodríguez de Alcántara entró por renunciación de Marcos de Almonacid (AVM, Libros
de Acuerdos, 14 de diciembre de 1569).
78
Melchor de Matutes obtuvo el título por renunciación de Francisco de Vargas
Luján (AVM, Libros de Acuerdos, 19 de septiembre de 1588).
79
Así se trasluce constantemente en los Libros de Acuerdos.
80
“Y él [el corregidor] y el dicho señor Antonio Díaz de Navarrete hagan conprar
un libro de aveçedario donde se ynbentaríen las dichas scripturas, y cada día
queden firmados los papeles que se ynventariaren de los tres que se juntaren”
(AVM, Libros de Acuerdos, 7 de octubre de 1588).
81
(Zozaya, 2010).
82
“Y probean y den orden como se haga un archivo de caxones, en la parte deste
Ayuntamiento que les pareçiere ser más conbeniente y más fuerte donde se pongan
y guarden las dichas scripturas de aquí adelante para que estén con el atavío y
conçierto que conbiene, y gasten en ellos todo lo que fuere neçesario, y por
sus libranças lo pague el mayordomo de propios desta Villa”. Sobre la
financiación dice la fuente que “gasten en ellos todo lo que fuere neçesario, y
por sus libranças lo pague el mayordomo de propios desta Villa” (AVM, Libros de
Acuerdos, 7 de octubre de 1588).
83
(Zozaya, 2002).
84
(Zozaya, 2001, pp. 165-176).
85
Eran muchas las escrituras públicas que no se hallaban archivadas sino
desperdigadas por la villa (Zozaya, 2009). 86 Decía la fuente: “Hagan sacar una
paulina contra todos los que tubieren ocultas y encubiertas [escrituras] que
tocaren a esta villa, y que la hagan publicar en todas las yglesias y
parrochias desta villa y de los lugares de su tierra y jurisdicción, y donde
más les paresçiere, y hazer y pregonar asimismo como se a publicado la dicha
paulina en las plazas y lugares públicos, y en todos los pleytos que en esta
villa y Corte, islas, chançillerías pudieren thener notiçia que estubieren presentadas,
que fuere neçesario, guardar se hagan pedir en los tribunales donde estubieren
el procurador general y los demás procuradores, , quedando un
traslado en los procesos” (AVM, Libros de Acuerdos, 7 de octubre de 1588). He
profundizado sobre esos sistemas en otro trabajo (Zozaya, 2009).
87
Voz Paulina: “carta o despacho de excomunión que se expide en los tribunales
pontificios para el descubrimiento de algunas cosas [en el caso estudiado,
documentos] que se sospecha haber sido robadas u ocultadas maliciosamente”.
(Diccionario, 1992).
88
En concreto el concejo mandó a los escribanos del número que declarasen qué
papeles estaban en su poder y que, cuando la información atañera al
ayuntamiento, sacaran una copia autenticada para ponerla en el archivo municipal.
Dice la fuente que “escriban y declaren los papeles y autos que ante ellos
estubieren, y de algunas mojoneras y autos que antellos obieren pasado que an
de quedar en sus rregistros hagan sacar un traslado y ponerlos en el archivo”
(AVM, Libros de Acuerdos, 7 de octubre de 1588).
89
En cada misa mayor de los domingos y las fiestas de guardar, los eclesiásticos
deberían juntarse en procesión con la cruz cubierta de luto, alborotando al
repicar de campanas y esquilas. Tendrían que portar en sus manos candelas de
cera encendidas, que apagarían en el agua bendita y echarían por el suelo,
mientras recitaban una retahíla de condenas que declaraban malditos a los
culpables, a sus almas, a sus casas y a la tierra que pisaren, sin permitir
ninguna conmiseración (Archivo de la Chancillería de Valladolid, Sala de
Hijosdalgo, caja 515, exp. 1, s/f).
90
“Memorial de los privilegios y escripturas y sentençias, juros y memorias y
propiedades que mandó hazer el Ayuntamiento desta Villa de Madrid, syendo
corregidor Luis Gaytán, cavallero del Ávito de Santiago y del Consejo de
Haçienda de su magestad, que se començó jueves por la tarde a 27 de octubre
estando presente el contador Antonio Díaz de Navarrete, rregidor de la dicha
Villa y uno de los comisarios nombrados por el dicho Ayuntamiento para la vista
de su archivo, los quales vieron y escrivieron; el padre fray Domingo de
Mendoza, de la orden de santo Domingo y morador en el combento de nuestra
señora de Atocha, y Diego Meléndez, por su misma comisión y mandado. Fue vigilia
de los apóstoles sant Simón y sant Judas el ano [sic] 1588, y esto se sacó de
la arca que está en la sala del ayuntamiento” (AVM, Libros Manuscritos, 19,
fols. 40rº y siguientes). Cursivas mías.
91
“Nótense los números que están en los dichos papeles para que aya más facilidad
al tiempo que fuere menester buscarlos. Se an de quitar del número y antigua
quenta del Hera del Çésar para venir averiguar el año del nascimiento de
nuestro señor Jesu Christo, exemplo: Hera 1219 es ano [sic] de 1181; Hera de
1270 es año de 123 [roto =1232]” (AVM, Libros Manuscritos, 19, fol. 40rº).
92 “Un privilegio o carta de fuero desta dicha
Villa de Madrid, está en un libro de ojas de pergamino sellado con su sello de
plomo el qual es del rrey don Alonso” (AVM, Libros Manuscritos, 19, fol. 40vº).
94
“Una carta executoria del Rey don Alonso en onçeno sobre que Madrid pague el
gasto de una fiesta de señor Sanct Isidro su patrono. Está en dos fojas en una
caxa pequeña donde están otros privilegios dentro de la arca grande de los
archivos de la villa, su data en Valladolid año 1344” (AVM, Libros Manuscritos,
19, fol. 92rº).
95
“Laus Deo Optimo Maximo et Sanctisime Maria Dei Senoria de Atocha, [...] V. D.
Isydoro V. Marie de la Cabeça huius alma R. P. Patronis. Fray Domingo de
Mendoça” (AVM, Libros Manuscritos, 19, fol. 92rº).
96
(Zozaya, 2008a, pp. 149-252).
97
No se conservan recibos del año 1588 en el libro de conocimientos (AVM, Libros
Manuscritos, 68). Pero tampoco es extraño, porque como registro, era bastante
irregular y poco fidedigno de las consultas archivísticas (Zozaya, 2008a, p.
549).
98
Fray Domingo de Mendoza no publicó nada sobre el santo, aunque continuó
aumentando sus fuentes. De sus recogidas de información nació “la más completa
biografía de ambos [san Isidro y santa María de la Cabeza] realizada hasta el
momento” (Río, 2000, pp. 101 y 102).
99
Se iban añadiendo otros, como se hizo con el redactado por el regidor Diego de
Chaves, patrón del Colegio de las niñas huérfanas de nuestra señora de Loreto.
Visto en el concejo el citado inventario, se mandó “que se meta en el archibo y
se ponga en el ynventario de las escrituras que se ba haçiendo por el padre
fray Domyngo de Mendoça, de la horden de santo Domingo”. AVM, Libros de
Acuerdos, 16 de mayo de 1590.
100
Acuerdo del 15 de febrero de 1613, cuando mandaron poner orden en el archivo de
la Villa, citado por Porras Huidobro, archivero del siglo XIX (Porras, 1830, p.
53).
101
Sobre Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo recoge datos Pérez Pastor (Pérez, t.
III, pp. 466- 469). En este volumen III y en el II consta una lista de las
obras del dicho Barbadillo.
102
En fechas cercanas al matrimonio, se dan escrituras de dote, según el regesto
recogido por Pérez Pastor: “1- Escritura de la dote de doña María de Porres,
esposa de Diego de Salas Barbadillo. Madrid, 30 de enero de 1580 (escribano
Cristóbal de Riaño, 1580)” (Pérez, 1907, t. III, p. 466).
103
Los mencionados Diego y Alonso, más Magdalena e Isabel (Pérez, 1907, t. III,
pp. 466- 469).
104
Ese año testó: “V- Testamento de Diego de Salas Barbadillo, agente de negocios
de Nueva España. Valladolid, 21 de agosto de 1603; (escribano Francisco de
Montoya, 1603-5)” (Pérez, 1907, t. III, p. 467). El hecho de testar no implica
que falleciera de forma inmediata, ya que, a menudo se realizaban varios
testamentos, en general uno cada vez que se intuía cercana la hora de la
muerte. Sin embargo, Barbadillo murió o estaba cerca el 25 de septiembre de
1603, ya que entonces otorgó la curaduría de los cuatro hijos a la madre, María
de Porres (Pérez, 1907, t. III, p. 467, regesto documental número VI).
105
Para Nicolás Joseph fue el principal encargado del proceso, por que el
ayuntamiento le dio poderes, nombrándole procurador de la causa (CRUZ, 1790, p.
174). Esa línea tuvo seguidores (por ejemplo Fernández, 1987, p. 71).
106
Entregó “quatro memorias que se abían dado a quatro por testigos del dicho
ayuntamiento que fue Rramos, Gaitán, Rruyz y Quirós, para que llamasen a todos
los señores rregidores questaban en esta villa” (AVM, Libros de Acuerdos, 7 de
septiembre de 1592). Los cuatro eran porteros del ayuntamiento. Los nombres y
apellidos completos eran Domingo Ramos y Alonso Ruiz (AVM, Libros de Acuerdos,
30 de octubre de 1592); Luis Gaitán (no es una errata, se llamaba Luis, como el
corregidor Luis Gaitán de Ayala; AVM, Libros de Acuerdos, 11 de diciembre de
1592) y Pedro de Quirós (AVM, Libros de Acuerdos, 10 de junio de 1592).
107
(AVM, Libros de Acuerdos, 7 de septiembre de 1592).
108
Tal vez la ocultación de la noticia se relacione con el hecho de que cada
regidor -al igual que cada escribano concejil- juraba el secreto del
ayuntamiento al aceptar su oficio. No podía revelar información que proviniera
de dichas reuniones, salvo a personas autorizadas, ni de la comisión de que
formaban parte, como la de Isidro. En este sentido, Gonzalo Correas recoge el
refrán “si quieres tener efeto, negocia con secreto” (Correas, 1627, p. 744).
Con un significado similar, también recopila “tresquílanme en concejo, y no lo
saben en mi casa” (Correas, 1627, p. 791). Esto podría formar parte de lo que
Eni Orlandi define como la política de silencio; en una breve distinción sobre
las formas de silencio, y propone acuñar términos como el “silencio fundador” y
la “política de silencio”, donde se distinguirían el “silencio constitutivo” y
el “silencio local”, cada uno con funciones diferentes (Orlandi, 2001, p. 258).
109
Aquel vago acuerdo, tan vago que parece secreto, discurría sobre que Francisco
de Alfaro escribiera a Roma, en donde era comisario. Alfaro tendría que hacer
redactar una misiva, en nombre de la villa de Madrid, al licenciado Ambrosio
González de Heredia (su agente en Roma), dándole el aviso del recibo de su
carta. En ella tendría que expresar el “contentamiento” que en el ayuntamiento
se recibió “de la merçed que su santidad, questé en el çielo, le hizo, y quánto
se deseaba la gozara muchos años”, pero que se esperaba que el pontífice
sucesor le concediera la misma dádiva (que tampoco define). En cuanto a los
negocios que estaban a su cargo, tendrían que enviarle los recados que pedía,
sobre los que deberían escribirle “particularmente” sobre su estado, y si
faltaba alguna cosa por hacer de un pleito que, por lo visto, se acabó, así como
del pleito “de los particulares”, viendo cómo seguía y en que estado se
hallaba, y le advertía de que no quería dilación al respecto. También tendría
que informar sobre qué le podía “tocar” a la villa de intereses en ese pleito y
todo lo demás que conviniere, para que ésta estuviera al tanto y proveyese lo
que correspondiere para hacer bien el negocio; convendría que le enviara esa
relación con la mayor brevedad posible (AVM, Libros de Acuerdos, 22 de enero de
1592).
110
Convinieron lo siguiente: “acudan a este negocio con muchas beras, de suerte
que lo que pretende el dicho Diego de Salas Barbadillo tenga cumplido efeto,
como esta villa lo desea, y agan las demás deligençias neçesarias, todas las
que convinieren” (AVM, Libros de Acuerdos, 7 de septiembre de 1592). Veras son
la eficacia, el fervor y la actividad con que se ejecutan o desean las cosas.
111
Todo ello ante tres testigos, fray Juan de Jesús, y dos porteros del
ayuntamiento, Gaitán y Ruiz (AVM, Libros de Acuerdos, 6 de abril de 1593). Al
margen del acuerdo se lee: “poder para lo de San Isidro”.
112
(Archivo de la Catedral de Madrid, Procesos, t. I, fol. 7). Referencia
procedente de la obra de García Villada, que según menciona el 6 de abril el
ayuntamiento nombró como procuradores de la causa a Ocampo, Mendoza y Salas
Barbadillo. Sin embargo, reproduce sesgadamente la información que ofrecía
Nicolás de la Cruz del 25 de marzo -y que en este artículo se ha glosado-, pues
la reduce, simplemente, a que Felipe II escribió al duque de Sesa para que lo
negociase (Villada, 1922, p. 95).
113
(León, 1658, pp. 224-229, 240, 242 y 243).
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