miércoles, 25 de marzo de 2020


GRANDES BATALLAS


La batalla de Lützen
En una de las grandes batallas de la guerra de los Treinta Años, el León del Norte, Gustavo Adolfo de Suecia, se enfrentó a un resucitado ejército imperial bajo el mando de Wallenstein en Lützen. El rey sueco fue abatido, aunque sus tropas se reagruparon y alcanzaron la victoria tras una dura lucha contra oponentes que habían aprendido de sus derrotas anteriores.

Datos de Lützen


Quiénes: El rey Gustavo Adolfo II de Suecia (1594-1632), al mando del ejército sueco, contra el príncipe Albrecht von Wallenstein, príncipe de Friedland (1583-1634), al frente del ejército imperial.
Cómo: En una disputada batalla, las fuerzas imperiales demostraron que habían aprendido de su anterior derrota a manos de los suecos, y Gustavo fue abatido. No obstante, los suecos se reagruparon y resultaron victoriosos.

Cuándo: 6 de noviembre de 1631.

Dónde: Los campos en torno a la aldea de Lützen, cerca de Leipzig, en Sajonia (Alemania oriental).
Por qué: Wallenstein amenazaba a Sajonia, aliada de Suecia.

Resultado: La batalla salvó a Sajonia, aunque la guerra de los Treinta Años (1618-1648) continuó penosamente, a pesar de esta victoria protestante, duramente ganada.

Antecedentes

Poco podían imaginar los patriotas bohemios, que arrojaron a los delegados imperiales por las ventanas del castillo de Hradcany en Praga, que sus acciones desencadenarían la guerra más larga y sangrienta de la historia moderna de Europa, que duró 30 años. El sacro emperador romano Fernando II confió el mando del ejército imperial al conde Albrecht von Wallenstein, un despiadado e intrigante noble checo que derrotó velozmente a los daneses en la batalla de Latter en 1626. Con un ejército de 125.000 hombres, Wallenstein había ganado una guerra y conseguido toda Alemania para Fernando II, quien le pagó sus victorias con una súbita destitución. La oportunidad de Fernando fue desastrosa, ya que los triunfantes imperialistas estaban a punto de enfrentarse y ser aplastados por su más temible enemigo, los suecos.


 La Batalla de Lützen

El ejército sueco


Gustavo Adolfo II había ascendido al trono de Suecia en 1611, con solo 17 años, pero había obtenido una experiencia valiosa combatiendo a los rusos y a los polacos entre 1611 y 1630. Su artillería estaba inspirada en la de los holandeses, aunque utilizaba cañones más ligeros y móviles, con calibres estandarizados y manejados por profesionales entrenados. Gustavo Adolfo utilizaba la artillería con un nuevo método ofensivo, en estrecha cooperación con la infantería: disparaba ocho descargas por cada seis disparadas por los mosqueteros.

Los piqueros de la infantería tenían una armadura más ligera y unas picas más cortas, mientras que los mosqueteros suecos utilizaban mosquetes más ligeros. Ambos estaban agrupados en brigadas mixtas flexibles o en columnas rectangulares para aumentar la movilidad y la velocidad de despliegue. Su caballería, a diferencia de los coraceros imperiales, solo estaba ligeramente blindada y atacaba así los flancos del enemigo bajo la cobertura del fuego de artillería, cargando a gran velocidad con las espadas desenvainadas.

Breitenfeld

Por tanto, el ejército que estaba a punto de invadir el continente europeo por primera vez en 1630 era nuevo, aunque inexperto. Los suecos temían que el ejército de Wallenstein tomara Stralsund y, con la ayuda de corsarios, dominara el Báltico y quizá llegase a amenazar a la propia Suecia.
El 6 de julio de 1630, Gustavo Adolfo desembarcó en el norte de Alemania con 13.000 hombres. Cuando el nuevo comandante imperial, el general conde Tilly (1559-1632), saqueó la ciudad de Magdeburgo, Gustavo se limitó a marchar sobre Berlín y obligar al elector Jorge Guillermo a unirse a él o ver su capital, como Magdeburgo, incendiada y arrasada. Cuando Tilly y el ejército imperial invadieron Sajonia, su elector, Jorge Juan, no tuvo más opción que convertirse en «aliado» de los suecos. En consecuencia, el ejército suecosajón de 47.000 hombres marchó sobre Leipzig el 16 de septiembre y chocó con el comandante de la caballería imperial, el conde Pappenheim (1594-1632), cerca de Breitenfeld.

Tilly, de 73 años, seguía practicando la guerra al estilo «español». Esto consistía en combatir al enemigo con enormes cuadrados de 1.500-2.000 hombres con mosquetes, llamados tercios en España, con caballería pesada en ambos flancos. Alineó a su ejército de 40.000 efectivos en 17 enormes tercios, con 10.000 unidades de caballería pesada a los lados. Gustavo situó sus tropas suecas y finlandesas de élite en el centro, apoyadas por tres brigadas de mercenarios escoceses. A la izquierda estaba el general conde Horne, con una fuerza mixta de tropas principalmente alemanas, con algunas suecas, mientras que toda el ala derecha estaba formada por los sajones del elector. La artillería sueca disparó una enorme salva, y sus baterías disparaban tres descargas por cada descarga imperial.

El ala derecha de Tilly confundió el ataque de Pappenheim, no autorizado, con una señal para un avance general contra los sajones, quienes, al ver avanzar a los invencibles tercios, se desbandaron y huyeron, con su elector a la cabeza. De un golpe, la tercera parte del ejército aliado había desaparecido. Sin embargo, los soldados de Gustavo podían moverse y maniobrar el doble de rápido que los de Tilly, y los aliados ocuparon rápidamente el lugar de los sajones. La línea imperial entera empezó a plegarse, y finalmente se hundió, dejándole el campo a los suecos.
Gustavo había reiniciado la guerra y, durante el invierno de 1631-1632, ocupó buena parte del occidente y del sur de Alemania, llegando a amenazar Viena. El 16 de abril de 1632, alcanzó y derrotó a Tilly en Lech; su enemigo murió dos semanas después. Totalmente desesperado, Fernando II se vio obligado a llamar de nuevo a Wallenstein, el único comandante imperial dispuesto y capaz de detener a los suecos.


La campaña de Lützen

Las perspectivas eran buenas para el lado imperial, porque Wallenstein era un sagaz estratega, frío y calculador. Evitó el combate a toda costa, obligando a Gustavo a tomar la iniciativa, y el 4 de septiembre el ejército aliado atacó sin éxito las posiciones fortificadas de Wallenstein en Fürth, donde perdió 3.000 soldados. Wallenstein salió de estas posiciones e invadió Sajonia; no obstante, el 22 de octubre cometió el error de dirigirse a sus cuarteles de invierno, enviando su caballería (de 5.000 efectivos) a Halle bajo el mando de Pappenheim.

Gustavo aprovechó de inmediato el error de Wallenstein y marchó durante el 5 de noviembre lo más rápido que pudo hacia Pergau para reunirse con los sajones. Después de 15 años de guerra la campiña alemana estaba devastada y no podía alimentar a los ejércitos, y Gustavo necesitaba una batalla de aniquilación para poner fin a este constante movimiento.
El avance aliado fue bloqueado ese día durante horas por caballería croata e imperial en el arroyo de Rippach, lo cual no dejó más opción a Gustavo que desplazar su ejército hacia Lützen. Aquí las tropas aliadas pasaron la noche del 5 al 6 de noviembre en campo abierto, con el ejército imperial acampado a solo 5 km de distancia.

Por otro lado, 
Wallenstein estaba decidido a disputar aquí una batalla defensiva, ya que había hecho todo lo posible por evitar la propia batalla**. Lützen se hallaba en una planicie llana del norte de Alemania, atravesada por la carretera general de Leipzig del sudoeste al noroeste, situada sobre una calzada elevada que formaba una línea natural de defensa para el bando imperial. A ambos lados de esa carretera había una zanja que los hombres de Wallenstein convirtieron, durante el 5 de noviembre y la noche siguiente, en una formidable línea de trincheras que se llenaría de mosqueteros.

Disposiciones

Wallenstein tenía 25.000 hombres (enfrentados a 18.000 aliados) con los 8.000 de Pappenheim como refuerzo, y formaría su orden de batalla en una sola línea algo al norte de la carretera de Leipzig. Su flanco derecho se apoyaba en un otero un poco al norte de Lützen, Windmill Hill, mientras que el izquierdo quedaba en situación indefinida al descubierto. Sin embargo, Wallenstein había aprendido del desastre de Breitenfeld. La infantería era ahora más móvil y estaba agrupada en formaciones menos densas, más maniobrables, con su propia artillería ligera. Las tres baterías imperiales, con un total de unos 60 cañones, estaban bien situadas y protegidas, mientras que la caballería había absorbido algunas de las tácticas del equipamiento sueco. Wallenstein se situó con la infantería en el centro, mientras colocaba la caballería
de Colloredo en el ala izquierda y la de Ottavio Piccolomini a la derecha Después incendió Lützen para evitar que el enemigo utilizara sus casas para cubrirse.

Con las primeras luces de un amanecer gris, los suecos y sus tropas aliadas tomaron posiciones frente a los imperiales. En el centro estaban Brahe y Kniphausen, con cuatro brigadas de infantería cada uno; la derecha se hallaba bajo el mando personal de Gustavo, mientras que la izquierda estaba a las órdenes del príncipe Bernhard de Saxe-Weimar (1604-1639).


Comienza la batalla

La niebla se hizo más densa a medida que avanzaba la mañana, así que hubo que posponer el ataque previsto desde las 08:00 hasta las 11:00, cuando la niebla se levantó temporalmente y permitió que Gustavo iniciara su avance. Gracias al hábil y coordinado fuego imperial de artillería y mosquetería, el avance fue detenido a la izquierda y en el centro. Solo a la derecha se logró una penetración, aunque con un coste elevado. Las brigadas Sueca y Amarilla consiguieron limpiar la trinchera de mosqueteros, cruzar la carretera y capturar las baterías que había al norte de esta.

Después, mientras la niebla descendía de nuevo sobre el campo de batalla, el combate entró en un punto muerto asesino. Justo cuando el ala izquierda imperial se desmoronaba, Pappenheim llegó y rescató al ejército imperial de verse aplastado por la arremetida suecofinlandesa. La Brigada Sueca perdió al 70% de sus piqueros y al 40% de sus mosqueteros en la matanza que se produjo entonces. El otro bando estaba igualmente vapuleado. La caballería sueca se vio reducida a pequeños grupos dispersos a ambos lados de la carretera elevada, y empezó a flaquear; solo la intervención del capellán mayor del ejército, Jacob Fabricius, calmó sus ánimos y la devolvió a la batalla.

La muerte de Gustavo Adolfo

Entre tanto, las cosas habían ido muy mal para el rey Cuando el coronel Frederick Stenbock de la caballería de Smaland recibió un disparo en el pie, Gustavo tomó personalmente mando de la unidad. Cabalgó hacia el norte para ayudar a las oprimidas tropas suecas y finlandesas al norte de la carretera. Justo cuando empezaban a avanzar, descendió una espesa niebla. Al mismo tiempo, unos coraceros imperiales chocaron con el regimiento de Smáland y todo se volvió confuso.
Desde la guerra de Polonia, cuando se le había alojado una bala en el cuerpo, Gustavo había sido incapaz de ponerse una armadura metálica y llevaba, en cambio, cuero grueso endurecido. Sin embargo, esto apenas ofrecía protección alguna contra las balas. Fue alcanzado en el brazo izquierdo, y se vio obligado a dejar caer la espada y tomar las riendas de su caballo, Steiff, con la mano derecha, viéndose separado de los Smálanders. Un oficial imperial, Moritz von Falkenberg, disparó a Gustavo por la espalda, pero fue a su vez abatido a tiros del caballo. Un miembro de la guardia del rey trató de sostener al rey herido en su silla; no obstante, Steiff fue alcanzado entonces en el cuello y Gustavo cayó de la silla y quedó enganchado por un pie en el estribo. Fue arrastrado unos metros, pero quedó en el suelo, aún vivo. Cuando Piccolomini llegó para comprobar el rumor de que su enemigo estaba agonizando, dio órdenes de matar al rey, y sus hombres lo hicieron con júbilo, disparándole en la sien.

Entre tanto, el ensangrentado y aterrorizado Steiff salió galopando de la niebla. Los soldados suecos y aliados habían oído que el rey estaba muerto y temían que todo estuviera perdido. Bernhard, ahora al mando, animó a los vacilantes hombres para un contraataque, y cuando los suecos avanzaron encontraron el cadáver de su rey héroe, mutilado y desnudo. Bernhard había calculado que buscarían ahora venganza y así lo hicieron, deseosos de vengar la muerte de Gustavo. El ataque general sueco había curvado la línea imperial hasta formar algo parecido a una media luna, pero ambos lados estaban ahora cansados y agotados de combatir. Se detuvieron mientras se disparaban unos a otros; no obstante, no pudieron romper el punto muerto. Bernhard decidió que el único modo de dar fin a esta deprimente batalla sería atacar Windmill Hill, derribar los 13 cañones restantes de Wallenstein y abrirse camino entre el centro y el ala izquierda del enemigo.
Las baterías suecas desencadenaron una tormenta de hierro que silenció la batería que estaba en lo alto de Windmill Hill y después, a las 15:00, los suecos, los finlandeses y otros soldados, con tambores redoblando y banderas al viento, marcharon rápidamente por la pendiente que conducía a la colina. Fueron rechazados por un fuego abrasador, aunque se reagruparon y atacaron de nuevo hasta que ocuparon la colina y las trincheras que la circundaban, llenas de hombres muertos y moribundos. Finalmente, después de dos horas de intenso combate, a las 17:00, se izaron los colores suecos en lo alto de la colina. Se había ganado la batalla.

Muerte de Gustavo II

Secuelas

Wallenstein podía haber continuado luchando; sin embargo, sus tropas estaban ahora totalmente agotadas y desmoralizadas.

El hijo de Wallenstein, Bertold, fue una de las bajas y toda la matanza había costado 7.000 vidas, unas 4.000 aliadas y el resto imperiales.

Lützen fue una victoria suecoaliada, aunque muy ajustada, y era Bernhard quien había conducido al ejército a la victoria. Un año después Wallenstein fue asesinado, mientras que Bernhard fue derrotado por los ejércitos españoles e imperiales en Nórdlingen en 1635. De forma asombrosa, la guerra se prolongó hasta que finalmente, el 24 de octubre de 1648, los exhaustos combatientes firmaron por fin una paz duradera: la de Westfalia.




La batalla de Blenheim



Durante la guerra de Sucesión española, el duque de Marlborough condujo una marcha a través de Europa para derrotar a una fuerza francobávara superior en Blenheim, a orillas del Danubio. Esta victoria no solo garantizó la seguridad de la capital de los Habsburgo, sino también la reputación de Marlborough como uno de los grandes comandantes militares de la historia.

Datos de Blenheim

Quiénes: Un ejército francobávaro bajo el mando del mariscal Tallard (1652-1728) se enfrentó a un ejército aliado bajo el mando del duque de Marlborough (1650-1722) y del príncipe Eugenio de Saboya (1663-1736).

Como: Las agresivas tácticas de combate de Marlborough, unidas a una potencia de fuego superior de la infantería, una artillería más fuerte y las tácticas de choque de la caballería, señalaron el fin de la supremacía militar francesa en la guerra de Sucesión española.

Dónde: En el pueblo de Blenheim (Blindheim) junto al Danubio, en el centro
de Baviera.

Cuándo: 13 de agosto de 1704.

Por qué: La Gran Alianza deseaba limitar el poderío francobávaro derrotando decisivamente a sus fuerzas en el campo.

Resultado: Marlborough y el príncipe Eugenio de Saboya derrotaron al ejército francobávaro y salvaron así a Austria de la invasión.

Antecedentes

El 1 de noviembre de 1700, el rey Carlos II de España murió sin herederos naturales, dejando su vasto imperio al nieto de Luis XIV, Felipe, duque de Anjou, para que lo gobernara como un reino indiviso, cosa que las potencias de la «Gran Alianza» antifrancesa estaban decididas a impedirLuis XIV no tenía ningún deseo de provocar otra guerra, aunque, al mismo tiempo, no podía aceptar que un Habsburgo austríaco, el archiduque Carlos, se convirtiera en rey de España y dejara así a Francia rodeada por todas partes de estados enemigos. Si lo que deseaba era mantener la paz y, no obstante, ver a su nieto Felipe en el trono de España, Luis no pudo hacerlo peor. En febrero de 1701 sus ejércitos ocuparon los Países Bajos españoles, entre ellos algunos fuertes controlados por los holandeses, con lo que violó una serie de tratados internacionales e introdujo a su enemigo más peligroso, el rey Guillermo III de Inglaterra, y a Holanda, en un conflicto que ninguno de los dos buscaba. En septiembre de 1701, en respuesta, Guillermo había reactivado la Gran Alianza (Austria, los Países Bajos e Inglaterra) contra Luis XIV.

Formación de la infantería siglo XVIII

El cabo jhon

Por desgracia, Guillermo III se cayó del caballo y murió a causa de sus heridas el 8 de marzo de 1702, dejando el trono a su cuñada la reina Ana (reinó entre 1702 y 1714). La alianza angloholandesa había de estar ahora bajo el mando del líder militar y político más notable de la época: sir John Churchill, primer duque de Marlborough.

El cabo John, como le llamaban afectuosamente sus tropas, había comprendido que la aparición de nuevos mosquetes de chispa, unida a la sustitución de la pica por la bayoneta de cubo, había devuelto la ofensiva a las tácticas de infantería. Igualmente, la caballería había de utilizarse en formaciones densas, utilizando tácticas de choque y cargando con las espadas desenvainadas. Por tanto, Marlborough, a diferencia de sus colegas, siguiendo los pasos de Gustavo Adolfo II evitaba las maniobras innecesarias y buscaba una resolución rápida mediante una batalla campal ferozmente disputada para derrotar al enemigo con un tremendo golpe.

La campaña

A principios de 1704 la guerra, que había resultado poco concluyente durante los últimos tres años, empezaba a hallarse en un estado muy crítico y peligroso para los aliados. Un gran ejército francobávaro estaba preparado para marchar sobre Viena obligando al emperador Leopoldo I a llamar a su más brillante comandante, el príncipe Eugenio de Saboya, para que regresara de Italia con su ejército. Los austriacos llamaron también en su ayuda a sus aliados angloholandeses.

Ejercito aliado marcha al sur

Marlborough sabía que los desprotegidos Países Bajos y la guerra se perderían si el enemigo derrotaba al ejército imperial y tomaba el control de Viena. No obstante, los Estados Generales holandeses pidieron al comandante inglés que alejara «su» ejército de la frontera holandesa. Marlborough apaciguó a los holandeses afirmando que solamente trasladaría a su ejército al río Mosela, y no más.

Tras dejar a 70.000 hombres para vigilar los Países Bajos, Marlborough, con 70.000 hombres y 48 cañones, marchó hacia el sur a lo largo del Rin. Se enfrentaba a 60.000 franceses en Estrasburgo y al ejército francobávaro de 60.000 efectivos, y era vital, si los aliados habían de tener alguna esperanza de éxito, mantener separados a estos dos ejércitos. Por tanto, el príncipe Eugenio (con 30.000 hombres) tomó posiciones en Baden para mantener a raya al mariscal Villeroi mientras Marlborough, que había llegado a Donauwórth el 1 de julio, se ocupaba del mariscal Marsin y del elector de Baviera, el príncipe Maximiliano Emmanuel II.

Marlborough tenía que tomar esta población fortificada y estratégicamente ubicada sin un dilatado asedio, si había de cruzar ileso el Danubio y ser capaz de derrotar a los francobávaros antes de que la temporada de campaña llegara a su fin.


Estrategia de Marlborough

El elector de Baviera había enviado a 14.000 soldados bajo el mando del mariscal D’Arco para construir un fuerte cerca de Donauwórth, llamado el Schellenberg, y para defender este vado vital frente a los avances de Marlborough. El ejército aliado, reforzado ahora por el príncipe Luis, elector de Baden, había tomado posiciones cerca del fuerte a mediodía del 2 de julio. Marlborough ordenó a su intendente general que levantara las tiendas para dar la impresión de que su ejército atacaría al día siguiente. Este sencillo ardid funcionó.

A las 17:00, la artillería abrió fuego sobre el Schellenberg, y a las 18:15, 6.000 soldados de infantería ingleses atacaron en tres columnas, respaldados por la caballería, y realizaron tres asaltos infructuosos contra las estructuras fortificadas.

La guarnición de D’Arco estaba ahora inmovilizada, lo que daba ocasión a Luis de atacar con una segunda fuerza contra el lado noroeste del fuerte a las 19:30. La cuestión se decidió entonces en un feroz combate cuerpo a cuerpo entre los aliados y las tropas bávaras, aunque al final los defensores, que perdieron la asombrosa cifra de 10.000 hombres, fueron aplastados por la intensidad y la ferocidad del asalto. Marlborough sufrió 1.400 muertos y 3.800 heridos.

Disposiciones

Estas bajas eran escasas en comparación con los avances de los aliados: la carretera al Danubio por Nordlingen estaba ahora abierta. El ejército de Marlborough cruzó el río Lech el 8 de julio y empezó a devastar la campiña bávara de forma brutal y sistemática hasta no dejar pueblos ni granjas en pie en la ruta de los aliados, que avanzaban inexorablemente. Marlborough se aproximaba ahora a su presa y solicitó, el 11 de agosto, que Eugenio se le uniese, especialmente porque el experimentado mariscal y conde francés Camille de Tallard había asumido el mando en Baviera.

Disposición francobávara

Los francobávaros de Tallard habían tomado posiciones a poca distancia al oeste de Blenheim (o Blindheim) el 12 de agosto. Su campamento estaba en lo alto de una ligera elevación a 1,6 km al oeste del pantanoso arroyo Nebel, que formaba un «foso» empapado orientado al norte y al avance del enemigo. Los bávaros del elector estaban emplazados en torno a Lutzingen, Marsin se hallaba en Oberglau y Tallard, en Blenheim. El flanco izquierdo (oeste) se apoyaba en una serie de colinas y bosques, y el derecho (oriental), en el Danubio.

Tallard y sus colegas se sentían bastante seguros en esta «inexpugnable» posición, que se parecía a una fortaleza, y no podían creer que Marlborough y Eugenio tuvieran la suficiente audacia o temeridad para atacarles, especialmente cuando les superaban en número. Los comandantes enemigos eran despiadados y audaces, especialmente Marlborough, y la caída de Donauwórth había demostrado claramente que ni siquiera una verdadera fortaleza podía hacer frente al cabo John y a sus feroces casacas rojas.

Preparación de un cañón



Disposición gran alianza

Al amanecer del 12 de agosto, Marlborough hizo un reconocimiento personal de la posición del enemigo en Blenheim y en sus alrededores. A las 02:00 del día siguiente, el ejército aliado partió hacia el oeste en cuatro columnas, cruzó el arroyo Kessel a las 03:00 y tres horas más tarde había alcanzado terrenos elevados en Wolperstetten. A las 07:00 la bruma matinal se levantó al fin del campo, revelando a los francobávaros la inoportuna presencia del ejército aliado a solo un tiro de piedra de sus líneas.

De forma increíble, Tallard, Marsin y el elector seguían creyendo que el enemigo se retiraría y, con cierto horror, se dieron cuenta de que los aliados iban en serio. Se dio la alarma general, enviando tropas, caballos y vagones en todas direcciones para ocupar sus posiciones de combate. Los comandantes aliados observaron con satisfacción que habían cogido por sorpresa a sus enemigos, y ni el duque ni el príncipe italiano eran la clase de comandantes que desperdiciarían una oportunidad así. Unos 56.000 soldados ingleses, imperiales y holandeses se enfrentaban a 60.000 franceses y bávaros.

La batalla

La batalla podía empezar finalmente, y lo hizo, con una enorme descarga de artillería de los franceses, a las 08:30, a la que respondió una explosión igualmente ensordecedora de las baterías inglesas (que contaban con unos 90 cañones). Tallard no tuvo tiempo de concebir un elaborado plan de batalla. Los francobávaros permanecerían a la defensiva, aunque los dos ejércitos combatirían por separado. Marsin defendería el centro, el elector, el ala izquierda, y el propio Tallard, el area en torno a Blenheim hasta el Danubio. Marsin y el elector ocuparían posiciones hasta las mismas riberas del Nebel, mientras que la fuerza de Tallard defendería una posición unos 1.000 m al sur del arroyo. Tallard esperaba que Marlborough avanzara a través del Nebel, quedara atrapado en el fuego cruzado entre Oberglau y Blenheim y permitiera así que Tallard contraatacase y rechazara a los ingleses hacia los marjales que flanqueaban el Nebel.
Marlborough había observado que el ala derecha del enemigo era más fuerte que su izquierda, así que atacaría el flanco más fuerte. Marlborough tuvo un presentimiento acerca del ardid de Tallard y envió a Eugenio a inmovilizar al elector mientras él avanzaba para neutralizar a las guarniciones francesas de Blenheim y Oberglau. Las artillerías inglesa y francesa mantuvieron un duelo durante cuatro horas mientras la columna de lord Cutts cruzaba el Nebel y creaba una cabeza de puente en la ribera sur. Marlborough esperaba con impaciencia recibir nuevas de que Eugenio que avanzaba con dificultades hacia Lutzingen, hubiera atacado e inmovilizado a los bávaros del elector antes de atacar.

Por fin, el edecán del saboyano llegó con las deseadas noticias, y a las 12:30 Marlborough les dijo a sus generales: «Caballeros, a sus puestos». Quince minutos después la brigada inglesa del general Rowe atacó Blenheim, donde de forma bastante inútil, estaban contenidos 12.000 soldados franceses. Dos asaltos, en los que cayó Rowe con la tercera parte de sus hombres, fueron rechazados, aunque habían cumplido su objetivo. En el centro, los alemanes del príncipe Holstein-Beck que atacaban Oberglau tuvieron dificultades, hasta que Marlborough envió a la caballería austríaca de Eugenio para rechazar a la caballería francesa con fuertes pérdidas. Holstein-Beck empujó a los franceses hasta el pueblo y les mantuvo confinados allí durante el resto de la batalla.
A las 15.00 el elector se había visto imposibilitado a unirse a los franceses mientras se impedía a los pueblos que respaldaran el contraataque de Tallard. Marlborough cruzó finalmente con el resto de su ejército una hora después, y a las 16:30 llegaron las deseadas noticias de que Eugenio había arrojado al elector de Lutzingen. Tallard se dio cuenta al fin de que Marlborough le había superado tácticamente y envió nueve batallones apresuradamente a defender la posición cerca de Oberglau. Los batallones combatieron ferozmente para defender sus posiciones; sin embargo, fueron masacrados hasta el último hombre donde estaban, mientras que la tan cacareada caballería francesa huía hacia las aguas y riberas pantanosas del Danubio. Hacia las 17:30 la batalla había terminado, tras caer Tallard en manos inglesas, y todo el ejército francobávaro había dejado de existir como una fuerza militar organizada. Para su perenne honor, las guarniciones francesas de Blenheim y Oberglau resistieron hasta las 21:00, cuando ellas también se cansaron finalmente de la matanza.

 

La batalla de Blenheim


Secuelas

No había sido una victoria fácil ni carente de sangre.** La quinta parte del ejército aliado había desaparecido (4.500 muertos y 7.500 heridos), pero esto no era nada comparado con la destrucción causada a los francobávaros, que habían perdido 15.000 prisioneros y 13.600 muertos, heridos y ahogados en el Danubio.

Marlborough había avanzado con su ejército 400 km en el corazón del territorio enemigo, sin que los franceses fueran capaces de interceptarlo ni bloquear su avance, y había obtenido una de las mayores victorias de la historia militar europea, una victoria que podía compararse con Agincourt, ya que la reputación de excelencia militar e invencibilidad de Francia había sido destruida de nuevo. Europa se salvó de la hegemonía francesa.

 




La batalla de Saratoga



Datos de saratoga

Quiénes: El general británico John Burgoyne (1722-1792) y una fuerza de regulares británicos, indios y mercenarios alemanes en número de 8.000 se enfrentaron a 7.000 soldados continentales y fusileros fronterizos bajo el mando del general Horacio Gates (1727-1793) y sus subordinados Benedict Arnold (1741-1801) y Daniel Morgan (1736-1802).

Cómo: En el apogeo de esta funesta campaña, Burgoyne se vio obligado a rendir los restos de su ejército en Saratoga tras las derrotas de la granja Freeman y de Bemis Heights.

Dónde: Nueva York oriental, en el valle del río Hudson, al norte de Albany.

Cuándo: 17 de octubre de 1777.

Por qué: Los británicos determinaron una gran estrategia para separar Nueva Inglaterra, el semillero del ardor revolucionario, de las restantes colonias.

Resultado: Punto de inflexión de la guerra de independencia estadounidense, la rendición de todo un ejército británico en el campo de Saratoga convenció a Francia para intervenir en el conflicto del lado de los estadounidenses.

Antecedentes

Con la rebelión colonial en su tercer año, el ejército continental bajo el mando del general George Washington (1732-1799) había obtenido muy pocos logros contra los leales británicos. Los casacas rojas ocuparon la ciudad de Nueva York y habían tomado la iniciativa. Solo las pequeñas victorias de Trenton y Princeton en el mes de diciembre anterior levantaron la moral de los rebeldes, contrarrestando los recuerdos de repetidos reveses en el campo de batalla y una dura acampada invernal en Morristown (Nueva Jersey). Lo que los ingleses no podían destruir desde fuera, la rivalidad y los celos entre los comandantes estadounidenses amenazaban con destruirlo desde dentro. El líder revolucionario John Adams (1735-1826) llamó a 1777 el «año del verdugo», porque su aspecto recordaba a tres horcas. No obstante, mientras hubiera ejércitos rebeldes en el campo, la pugna por la independencia permanecería viva. Desde la perspectiva británica, la ocasión parecía perfecta para una campaña decisiva a fin de dividir a las colonias y finalmente vencerlas.

Cargando un mosquete


Gran estrategia

Durante algún tiempo, los estrategas británicos, tanto políticos como militares, habían preconizado un golpe audaz desde las bases de suministro en Canadá hacia el valle del río Hudson en Nueva York. Un esfuerzo efectivo aislaría Nueva Inglaterra del resto de las colonias y precipitaría la derrota de los «presuntuosos» colonos. El mayor general John Burgoyne ofreció un guión táctico para una empresa así: propuso una ofensiva coordinada desde tres direcciones.
Tenía intención de tomar el mando personalmente de una fuerza que incluía a más de 4.000 regulares ingleses, 3.000 mercenarios alemanes y varios cientos de milicianos e indios francocanadienses. Como casi no existían carreteras a lo largo de su línea prevista de avance, Burgoyne llevaría a su ejército en barco desde las proximidades de Montreal por el lago Champlain y después por tierra hasta Albany. Una segunda fuerza británica, en número de 800 casacas rojas y canadienses bajo el mando del coronel Barry St. Leger, avanzaría hacia el sudoeste subiendo por el río San Lorenzo, cruzaría el lago Ontario y avanzaría por el valle del río Mohawk para reunirse con Burgoyne en Albany. El tercer avance británico sería emprendido por el general William Howe (1729-1814) y una parte de los 16.000 soldados de la guarnición de la ciudad de Nueva York. Howe avanzaría hacia el norte a lo largo del Hudson e inmovilizaría a cualquier tropa estadounidense que pudiera destacarse para enfrentarse a Burgoyne. No se esperaba que Howe cubriera toda la distancia hasta Albany, situada a unos 320 km.

El fuerte ticonderoga

El 13 de junio de 1777, Burgoyne partió en su expedición a lo largo del lago Champlain. Tres semanas más tarde, su fuerza combinada llegó a la primera barrera para el avance: el fuerte Ticonderoga, construido por los franceses en 1755. En la primavera de 1775, los estadounidenses bajo el mando de Ethan Allen y Benedict Arnold habían capturado el fuerte, y ahora una guarnición de 2.500 hombres bajo el mando del general Arthur St. Clair se oponía a la ofensiva británica.
Aunque el propio fuerte Ticonderoga constituía un obstáculo formidable, era evidente para los comandantes de ambos bandos que la posición era vulnerable al bombardeo de artillería desde las colinas circundantes, que dominaban los accesos al fuerte. La fuerza de St. Clair era demasiado pequeña para defender adecuadamente Ticonderoga, mucho menos las colinas circundantes. Cuando Burgoyne dio órdenes de arrastrar la artillería hasta lo alto del vecino monte Defiance, St. Clair no tuvo más remedio que evacuar.

El 6 de julio el fuerte Ticonderoga cayó prácticamente sin un solo disparo. Al día siguiente, tres regimientos de la retaguardia de St. Clair, bajo el mando del coronel Seth Warner, fueron sorprendidos por unidades británicas bajo las órdenes del general Simon Fraser en Hubbardton, al sudeste de Ticonderoga. Un regimiento estadounidense fue aplastado y los colonos restantes se reagruparon y combatieron en pequeños grupos desde el bosque. Cuando Fraser ordenó un movimiento por el flanco, se hizo evidente que los estadounidenses podían quedar atrapados, y Warner indicó a sus hombres que huyeran de la zona y se dirigieran a Manchester individualmente.
Burgoyne continuó su marcha hacia el sur, primero a lo largo del arroyo Wood hasta el fuerte Ann y después hasta el fuerte Edward junto al Hudson. Las tácticas de ataque relámpago de los colonos acosaban a los británicos a cada paso del camino, y pasaron casi cuatro semanas en la senda.

 

Bennington


Infantería inglesa


Cuando salieron del despoblado en el fuerte Edward, las exhaustas tropas de Burgoyne tenían escasez de alimentos y pertrechos. El teniente coronel Friedrich Baum, que mandaba los dragones de Brunswick, una unidad mercenaria, propuso una expedición de aprovisionamiento a una región llamada las Concesiones de Nueva Hampshire. Aunque Burgoyne esperaba que la fuerza de Baum, de 800 hombres, encontrara poca resistencia, el coronel John Stark había reunido un ejército rebelde de unos 1.500 hombres en Bennington durante la primera semana de agosto.
Cuando Baum se enteró de la presencia de Stark, ordenó a sus tropas que cavaran trincheras y pidió refuerzos. El comandante estadounidense estaba resuelto a atacar y creó un complicado plan para realizar una doble envolvente de la posición enemiga. El 16 de agosto Stark ordenó ataques contra ambos flancos británicos, al grito de 
«¡Los derrotaremos antes de esta noche o Molly Stark se quedará viuda!».

Con más de 1.000 hombres, Stark cargó de frente contra las trincheras británicas, y ambos flancos británicos fueron obligados a retroceder. El centro, no obstante, donde estaban apostados los dragones, se mantuvo firme. Sin embargo, cuando una bala de mosquete estadounidense derribó a Baum, sus hombres quedaron desorganizados y cedieron. Burgoyne había destacado a otros 600 soldados alemanes para reforzar a Baum, aunque llegaron demasiado tarde para salvar a sus camaradas. No obstante, los estadounidenses se habían desconcertado a su vez durante la persecución de su enemigo, y la fuerza de socorro casi logra volver la toma contra Stark.
En un momento oportuno, apareció Warren en el campo con 300 colonos, y los estadounidenses reanudaron su asalto. Los alemanes se desbandaron y huyeron presas del pánico, dejando atrás 200 muertos y hasta 700 prisioneros. Las bajas estadounidenses fueron solo de 30 muertos y 40 heridos. Burgoyne quedó conmocionado por la derrota de Bennington, pero todo su plan estaba empezando a deshacerse.

Oriskany

Mientras Burgoyne avanzaba penosamente por los despoblados de la campiña neoyorquina, St. Leger embarcó desde el fuerte Oswego el 25 de julio. Ocho días después, sus tropas llegaron al recientemente reforzado fuerte Stanwix, en la moderna ciudad de Rome (Nueva York), que tenía también provisiones para varias semanas. El coronel estadounidense Peter Gansevoort rechazó una petición británica de rendición, y St. Leger se preparó para un asedio.
Dos columnas de socorro estadounidenses avanzaban hacia el fuerte Stanwix, una con 900 soldados bajo el mando de Benedict Arnold y la otra con 800 milicianos coloniales reclutados en la región circundante y bajo el mando del coronel Nicolas Herkimer. Cuando St. Leger se dio cuenta de que se preparaba un combate, despachó a 400 indios y leales a emboscar a Herkimer en un barranco boscoso a unos 10 km del fuerte Stanwix. Entre tanto, Gansevoort envió una partida de asalto para atacar el campamento británico.

La mañana del 6 de agosto, los indios y los leales cayeron sobre Herkimer. Durante una hora, llevaron la mejor parte. Después, los estadounidenses se reagruparon y contraatacaron. Bajo la presión de la superioridad numérica de sus enemigos, los indios y los leales retrocedieron. Ambos bandos habían sufrido más de 150 muertos en lo que se recuerda actualmente como la batalla de Oriskany.

Cuando Gansevoort había enviado su partida de asalto, muchos de los soldados británicos bajo el mando de St. Leger estaban ocupados cortando maleza de las riberas del arroyo Wood, con la intención de establecer una línea de comunicación sólida con el fuerte Oswego. Los asaltantes destruyeron buena parte del campamento británico, dañando especialmente el de los indios, quienes decidieron retirarse. La fuerza de St. Leger quedó muy disminuida; este era consciente, además, del avance de Arnold hacia el fuerte Stanwix.

Por tanto, su única alternativa era levantar el asedio y desandar sus pasos hacia el fuerte Oswego.
De regreso en Nueva York, sir William Howe no tenía ninguna obligación de seguir el plan de Burgoyne al pie de la letra. En lugar de avanzar por el valle del Hudson, Howe decidió atacar al ejército de George Washington cerca de Filadelfia. El subordinado de Howe, sir Henry Clinton (1738-1795), le envió un mensaje a Burgoyne ofreciéndole subir por el Hudson con una fuerza relativamente pequeña.

Clinton procedió a capturar dos fuertes estadounidenses junto al Hudson y obligó a los rebeldes a quemar una pequeña flota que habían reunido río arriba. Cuando cayó un tercer fuerte ante los británicos, Clinton había jugado su última carta. El obstáculo de la distancia resultó ser el que no pudo superar. Era octubre, y Burgoyne estaba aún a más de 160 km.

La granja freeman

Junto con la batalla de Bemis Heights, disputada el 7 de octubre, la acción de la granja Freeman el 19 de septiembre de 1777 fue la acción decisiva de la campaña de Saratoga. A mediados de agosto, Horacio Gates había sustituido al general Philip Schuyler como comandante del principal ejército estadounidense en el norte. Burgoyne había sufrido importantes bajas en Bennington, mientras que los efectivos de Gates aumentaron con el regreso de Benedict Arnold del fuerte Stanwix y con el éxito del reclutamiento.

Ocupando una posición fuerte en Bemis Heights, Gates supo que Burgoyne había cruzado el Hudson y marchaba hacia el sur en septiembre. Gates desplegó sus fuerzas, con tres brigadas de infantería y artillería a la derecha, más cerca del río, 2.000 soldados bajo el mando del brigadier Ebenezer Learned en el centro y las fuerzas combinadas de Benedict Arnold y Daniel Morgan, en número de unos 2.000 hombres, a su izquierda. 
Una inquietud importante era que los británicos podían rodear el flanco izquierdo de los estadounidenses y ocupar un terreno elevado próximo, obligándoles a salir de sus posiciones mediante el fuego de artillería.

Por este motivo, Arnold instó encarecidamente a Gates a que le permitiera atacar a los británicos primero. Gates, no obstante, esperó a que Burgoyne entablara la batalla. 
Cuando Burgoyne avanzó con tres divisiones la mañana del 19 de septiembre, Gates ordenó avanzar a los fusileros de Morgan. Mientras concentraban su fuego en los oficiales británicos, los hombres de Morgan incitaban a los casacas rojas a cargar. Arnold envió su fuerza de reserva y presionó a los británicos, bajo el mando del general John Hamilton, hasta el límite. Cuando Arnold solicitó refuerzos, Gates se negó y ordenó a Arnold que se retirase a las filas estadounidenses. Arnold no respondió a la orden y continuó atacando. Solo la llegada de 1.100 nuevos soldados bajo el mando del general alemán barón Von Riedesel consiguió rechazar a Arnold. En la penumbra del anochecer, Burgoyne cifró sus bajas en 600 hombres, el doble que las de los estadounidenses, quienes todavía ocupaban el terreno elevado.

 



Bemis heights

Cuando Burgoyne hizo balance de su situación después del combate en la granja Freeman, el recuento era desconcertante. Los suministros eran inadecuados, su fuerza había sido reducida por el combate, la deserción y las enfermedades. Estaba solo. No habría ayuda de otros ejércitos británicos. De todos modos, un golpe decisivo contra Gates podía salvar la campaña para los británicos. Desde sus posiciones en torno a la granja Freeman los británicos avanzaron, en número de 1.500 efectivos, bajo el mando de Simon Fraser, para sondear las posiciones estadounidenses en tomo a Bemis Heights. El movimiento de Fraser fue descubierto, y Gates ordenó de nuevo el avance de Morgan para causar víctimas entre los británicos. Morgan atacó el ala derecha de Fraser al borde de un maizal, mientras la brigada de 800 hombres de Enoch Poor chocaba con la izquierda. Ambos flancos se desplomaron y dejaron al descubierto a los alemanes de Riedesel en el centro, para ser atacados por la brigada de Learned.

Una creciente animosidad entre Gates y Arnold había estallado en un abierto desprecio, y Gates sustituyó a su rebelde subordinado por el general Benjamin Lincoln. Durante la batalla de Bemis Heights, Arnold carecía oficialmente de mando. De todos modos, no se mantuvo apartado del combate. Arnold galopó al son de los fusiles y gritó a las tropas atacantes de Learned que le siguieran. Los veteranos de Riedesel se desbandaron, y Fraser fue abatido de un disparo tratando de improvisar una segunda línea de defensa. Con la fuerza de reconocimiento de Fraser destrozada, Arnold exhortó a sus hombres a atacar un par de fortificaciones británicas en la granja Freeman. La primera, el reducto de Balcarre, fue flanqueada y capturada cuando sus defensores alemanes depusieron las armas. Poco después, el reducto de Breymann cayó también en manos de los estadounidenses. Arnold, no obstante, había sido gravemente herido en la pierna durante el combate de Breymann. Era la misma pierna que había sido herida en Quebec. Si Arnold hubiera muerto durante la batalla de Bemis Heights, sin duda hubiera sido recordado como uno de los grandes héroes de la revolución estadounidense. En cambio, su traición a su incipiente país en un trato con los británicos ha convertido su nombre en sinónimo de traidor.
Cuando terminó el combate, los británicos habían perdido otros 600 soldados. En comparación, las bajas estadounidenses eran relativamente escasas, solo 150.

Secuelas

Dejando atrás las bajas, los británicos marcharon hacia el terreno elevado en tomo al pueblo de Saratoga al día siguiente. Al principio, el comandante acordó con sus oficiales que se podía lograr una retirada combatiendo hasta el fuerte Edward. Posteriormente, lo reconsideró y abrió negociaciones para una rendición. El 17 de octubre de 1777, la rendición de Burgoyne en Saratoga alteró el curso de la guerra de independencia estadounidense.






La Batalla de Lepanto



La batalla de Lepanto fue la última gran batalla de galeras del Mediterráneo, la flota combinada de las potencias cristianas occidentales derrotó a la flota turca gracias a una artillería superior y a unos combatientes mejor armados. Las pérdidas de los turcos fueron tan grandes que su poderío naval nunca llegó a recularse.

Datos de la batalla de Lepanto

QuiénesFelipe II de España y el papa Pío V constituyeron la Liga Santa para combatir a los turcos otomanos hijo el sultán Selim II. La flota de la Liga estaba bajo el mando de don Juan de Austria (1545-1576), mientras que al frente de los turcos iba Alí Bajá (m. 1751).
Por qué: El Imperio turco otomano representaba una mortal amenaza para Italia y para el resto de Europa.
Resultado: El cañoneo cristiano aplastó a la flota otomana, quebrando el poderío naval turco en el Mediterráneo.
Cómo: Lepanto fue la mayor victoria naval de la cristiandad contra los musulmanes y la última batalla naval disputada exclusivamente con galeras propulsadas a remo.
Dónde: En el golfo de Patras, en la costa occidental de Grecia; toma su nombre del puerto de Lepanto (Naupaktos).
Cuándo: 7 de octubre del 1571.

 

Formación de la Liga santa

El último bastión veneciano, Famagusta, cayó el 1 de agosto de 1571, y los turcos masacraron a la población y asesinaron al comandante veneciano, Marcantonio Bragadino, quien fue despellejado vivo y su piel rellenada de paja. En respuesta a la amenaza turca, España, la Santa Sede, Venecia, Génova y Malta habían formado la Liga Santa el 25 de mayo de 1571 y movilizaron sus fuerais navales combinadas para la guerra. Solo la grave amenaza de Oriente podía haber obligado a Venecia a aliarse con sus enemigos jurados, Génova y España, y a aceptar a un español, don Juan de Austria, como gran almirante de la flota combinada. Juan tenía 26 años y era hermanastro ilegítimo del rey Felipe II de España.

Don Juan de Austria


Traslado de la flota turca a Lepanto

Como si deseara incrementar tales temores, el sultán Selim II ordenó a su almirante (Kapudan Bajá) Alí Bajá que trasladara su flota de 274 naves (220-230 galeras) al puerto resguardado y fortificado de Lepanto. Alí Bajá envió a su comandante más temido, el dey de Argel Uluch Alí, a atacar la costa italiana y las avanzadas venecianas en el Adriático. Uluch Alí era un italiano renegado de Calabria que odiaba a los cristianos, con una inquina desusada incluso en un turco genuino como Alí Bajá.

Unión de las flotas de la liga

Se decidió, por tanto, que la Liga, o flota combinada, se reuniera en Mesina en agosto de 1571. Los primeros en llegar fueron los malteses (con tres galeras), cuyos caballeros eran enemigos jurados de los turcos, y que ya habían derrotado a los – infieles- en su isla nativa en 1556. Estaban bajo el mando del almirante papal Marcantonio Colonna, quien guardaba un rencor personal a los turcos desde que saquearan su hacienda familiar años antes.

Las flotas

Desde la Antigüedad, las batallas navales en el Mediterráneo habían sido disputadas entre naves de guerra propulsadas a remo, las galeras. Estas eran largas naves de líneas puras con poco calado, dotadas de velas, aunque propulsadas en combate por filas de remos, accionados por esclavos o por prisioneros de guerra que estaban esposados a sus remos y se hundían con su galera si esta se iba a pique en combate.

La flota combinada

La flota combinada era la flota de galeras más grande y avanzada que jamás había combatido en el Mediterráneo, y sus comandantes habían introducido una serie de innovaciones que habrían de obtener una devastadora victoria en Lepanto. Una era la de confiar en la artillería y, como consecuencia, las naves cristianas habían retirado la roda reforzada de la proa de sus cascos. Otra era la introducción de redes de abordaje para dificultar que los turcos pudieran abordarles. Además, la flota contaba con seis galeazas pesadas venecianas, cada una de las cuales llevaba 50 cañones pesados y unos 500 arcabuceros. Estas plataformas flotantes de artillería se enfrentarían a la primera arremetida de los turcos y mitigarían su ataque.

Don Juan, que había salido de Barcelona el 20 de julio con 47 galeras españolas, llegó a Génova para recoger al escuadrón de Doria seis días después. Este contingente combinado hispanogenovés llegó a Mesina el 23 de agosto, a donde los venecianos, bajo el mando de Sebastián Veniero, habían llegado ya el 23 de julio con unas 100 naves. Por desgracia, estas galeras estaban mal tripuladas y mantenidas, y Veniero, quien odiaba a los españoles como arribistas presuntuosos y arrogantes, apretó los dientes y aceptó, de mala gana, a 4.000 soldados españoles a bordo de sus galeras. Estos resultarían realmente necesarios para proteger sus naves o abordar las galeras del enemigo.

Composición de las flotas

La flota combinada era un espectáculo impresionante con más de 200 galeras y 22 grandes veleros, tripulados por 43.000 remeros y casi 13.000 marineros. Lo más importante es que los cristianos llevaban numerosas tropas a bordo: un total de 28.000. De estas, 7.000 eran mercenarios alemanes y 6.000 italianos, aunque las tropas mejor equipadas, fuertemente blindadas, experimentadas y disciplinadas, eran los 10.000 españoles. Estas tropas serían las que inclinarían la balanza del lado cristiano durante la batalla que se avecinaba contra los turcos. La flota otomana en Lepanto tampoco era nada desdeñable. Constaba de casi 300 naves (dos tercios, galeras); sin embargo, andaba escasa de tropas (solo 25.000), y estas estaban mal equipadas y blindadas en comparación con los temibles españoles. Esta deficiencia, unida a la falta de artillería, resultaría fatal para los turcos.

Consejos de guerra

La flota combinada bajo el mando de don Juan arribó al puerto de Corfú el 27 de septiembre. La isla había sido recientemente asaltada y saqueada por los turcos, y su estado mostraba lo que podría ocurrirle a Italia si los turcos llegasen a alcanzar sus desprotegidas costas. Al día siguiente llegaron nuevas de que la flota enemiga estaba anclada en el puerto de Lepanto.
Ambos bandos celebraron consejos de guerra. El almirante genovés, Gian Andrea Doria, instó al hostil don Juan a que no se arriesgara a trabar una batalla abierta. Los colegas de Doria no compartían su derrotismo: Colonna y el almirante español, don Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz, animaron a Juan a atacar. En Lepanto, la mayoría de los comandantes de Alí Bajá aconsejaron igualmente prudencia, porque creían que la flota combinada era fuerte y que sus tripulaciones y soldados estaban sedientos de venganza después de lo ocurrido en Chipre. Solo Hassán Bajá de Argel creía que los turcos eran más fuertes y derrotarían fácilmente a los despreciables y cobardes «infieles».

Disposiciones

El 5 de octubre la flota de la Liga zarpó del puerto de Viscando, con niebla y vientos fuertes que no prometían nada bueno. Evidentemente, si la estación avanzaba, la meteorología empeoraría tanto que no habría posibilidad de disputar una batalla de galeras en mares tranquilos.

División de las flotas

Juan dividió su flota en tres divisiones y decidió disputar la batalla que se avecinaba en una línea. La flota veneciana, con 64 galeras, estaba a la izquierda con Antonio y Ambrosio Bragadino al mando de las dos galeazas, que quebrarían el ataque turco con una lluvia de fuego. A la derecha estaban los genoveses bajo el mando de Doria, que tenía una serie de subordinados muy distinguidos. Al mando de tres galeras había un inglés, sir Thomas Stukeley; Alejandro Famesio (el duque de Parma) mandaba su propio contingente de tropas, en número de 200; mientras que a bordo de la galera española Marquesa iba un joven voluntario libresco, de nombre Miguel de Cervantes. Nadie lo sabía entonces, pero sería el autor del Quijote. La división de reserva (30 galeras) estaba bajo el mando del marqués de Santa Cruz, quien intervendría para reforzar las líneas cristianas dondequiera que surgiese la mayor amenaza de una penetración turca. Esto dejaba a don Juan con 64 naves en el centro, encabezadas por su propia capitana, la Real, una galera construida tres años antes de pino catalán, elaboradamente dorada y tallada con murales.

La división central

La división central estaba repartida entre la izquierda, bajo el mando del gruñón septuagenario veneciano Sebastián Veniero, y la derecha, bajo el mando de Colonna, con sus naves papales y maltesas.
Durante la noche del 5/6 de octubre, Alí Bajá trasladó a su flota desde Lepanto hasta el golfo de Patras, mientras don Juan les decía a quienes, como Doria, todavía deseaban evitar una batalla, que la hora de combatir había llegado finalmente.

 


El día de la batalla de Lepanto

La mañana de ese domingo 7 de octubre se dijo misa con especial solemnidad a bordo de las naves cristianas. La flota de la Liga se deslizó a lo largo de la costa norte del golfo de Patras; procedente del este, la flota de Alí Bajá sumaba 274 naves, de las cuales poco más de 200 eran galeras. Uluch Alí instó a Alí Bajá a evitar una batalla, pero fue apartado por el presuntuoso Kapudan, quien afirmó que las órdenes del sultán estaban claras: buscar y destruir al enemigo donde se hallara. Ondeando en la capitana de Alí estaba la bandera verde del Profeta, que garantizaría la victoria contra los «infieles».

Preparación a flota de los turcos para la batalla

Las naves turcas estaban llenas de los sones de una fogosa música marcial y del estruendo de trompetas, címbalos, tambores y flautas.

Los turcos estaban formados en una enorme media luna, que se extendía desde una costa hasta la otra; era por tanto, 1 km más larga que la línea de combate cristiana. Alí utilizaría esto para tratar de flanquear y envolver a la línea cristiana. A bordo de su imponente capitana, la Sultana, Alí estaba al mando del centro turco, con 92 galeras, mientras que Mehmed Siroco, con sus 56 galeras egipcias, trataba de flanquear a los venecianos acercando sus naves a la costa todo lo posible. Uluch Alí, a la izquierda, con 63 galeras argelinas y turcas, se enfrentaba a su antiguo adversario Doria, a quien estaba seguro de derrotar también esta vez.

Preparación de la flota de la liga para la batalla

En contraste, en las naves cristianas reinaba un total y solemne silencio. Se afilaban las espadas, se engrasaban las cubiertas para dificultar el abordaje y los armeros cortaban los grilletes de los pies de los esclavos de las galeras: fueron liberados y se les entregaron armas. No sonó un solo disparo mientras las galeazas eran remolcadas a su posición, media milla por delante de la línea principal de la flota. Don Juan, en una fragata, recorrió a remo la línea de la flota y animó a sus hombres a luchar hasta la muerte.

La división central

Cuando cambió el viento, los cristianos lo tomaron como un signo de que Dios estaba de su lado ese día, y la Real disparó un cañonazo directamente a la Sultana, una señal de que podía comenzar el combate. De hecho, ya había comenzado cuando las naves turcas que pasaban junto a las galeazas fueron destrozadas a cañonazos; algunas incluso se fueron a pique o quedaron tan dañadas por el fuego mortal de los arcabuces y cañones que no podían avanzar.

Abordaje de las flotas turcas

Juan había dado órdenes de que no se abriera fuego hasta que los turcos no estuvieran a boca de jarro, y las dotaciones cristianas disparaban tres andanadas por cada una de los turcos. Sus disparos alcanzaban la línea de flotación con devastadores resultados, mientras que los turcos tiraban alto, alcanzando solo la jarcia o fallando el tiro por completo.
La roda de la Sultana se estrelló contra el castillo de proa de la Real mientras se arrojaban ganchos de abordaje por ambos lados. Los jenízaros se vieron frustrados por las redes de abordaje que permitían a las tropas españolas y sardas de la Real invadir la cubierta de la galera turca. El brutal combate cuerpo a cuerpo fluctuó en la cubierta de un lado a otro.

Muerte de Alí Bajá

Don Juan fue herido en una pierna mientras que Alí fue alcanzado en la cabeza por una hala de arcabuz. Antes de que pudiera incorporarse, un soldado español le cortó la cabeza y la enarboló en una pica. La moral turca se derrumbó a la vista de la cabeza de su gran almirante muerto, y hacia las 14.00 la Sultana se había rendido. El centro turco había sido derrotado.

 


La izquierda

Los colegas de don Juan a ambos lados, no obstante, no lo estaban teniendo tan fácilLas naves de Siroco superaban en número a las venecianas, y la capitana de su almirante, Agustino Barbarigo, fue atacada simultáneamente por ocho galeras egipcias. Barbarigo fue herido, y entregó el mando a su segundo, Federico Nani, quien fue abatido a su vez. Sin embargo los individualistas italianos no le dieron importancia, y continuaron combatiendo pese a todoUnas seis galeras venecianas fueron hundidas y parecía que los egipcios iban a cañar, cuando los esclavos cristianos de sus galeras se rebelaron. Siroco fue muerto en combate cuerpo a cuerpo y su cabeza fue cortada y exhibida. Los egipcios, como los turcos en el centro, quedaron totalmente desmoralizados y muchos huyeron a la costa, donde fueron perseguidos por sus enemigos, que los abatieron antes de que escaparan tierra adentro. Veniero, de 75 años, dio ejemplo de bravura a sus hombres, dictándoles que era un día glorioso para morir en combate.

La derecha

Más al sur, el combate no iba tan bien para los cristianos, y podía incluso haber comprometido su victoria, gracias al derrotismo de Doria. Este tenía un interés particular, como lo tenían sus colegas genoveses, en no perder sus galeras en una batalla, y el comandante genovés actuó en consecuencia. Doria esperaba superar tácticamente a Uluch Alí sin tener que combatir seriamente. Sin embargo, Uluch, le había leído el pensamiento a su enemigo y extendió su línea (tenía muchas más naves que Doria) aún más cerca de la costa de Moren, hasta que Doria hubo estirado su flota hasta el límite absoluto. Don Juan había visto lo que estaba ocurriendo, y envió órdenes a Doria de que dejara de extender su línea hacia el sur, pues en caso contrario abriría una brecha entre su flota y la principal.

Avance de la flota de Uluch

Doria (como Uluch) era arrogante y no atendía las órdenes de hombres que consideraba menos inteligentes que el mismo, así que hizo caso omiso de la advertencia de don Juan. Uluch pudo explotar la superior velocidad de sus galeras corsarias, dar la vuelta a su nave y después llenar el espacio de 1.000 m que se había abierto. Antes de que Santa Cruz o el propio Juan pudieran taponar la brecha, Uluch tomó la iniciativa y la explotó para obtener ventaja a corto plazo. Si el sanguinario Selim, el Borrachín. no había de cercenarle la cabeza cuando regresara a Constantinopla, Uluch necesitaba una prueba de -victoria». Atacó tres galeras maltesas, que llevaban a 90 caballeros a bordo, con siete de las suyas, concentrándose en su buque insignia, la Capitana, bajo el mando del capitán Pietro Giustiani, mientras el resto de su escuadrón (16 naves) atacaba a ocho galeras bajo el mando de don Juan de Cardona. Cardona perdió a 450 de sus 500 efectivos españoles y en dos naves, la San Giovanni y la Piamontese (ambas cedidas por el duque de Saboya a España), no quedó vivo un solo defensor. Uluch tomó Finalmente la Capitana, pero el capitán Ojeda (de la Guzmana) la volvió a capturar. Ojeda halló que solo quedaban tres hombres vivos, entre ellos Giustiani, y que 30 caballeros de Malta se habían llevado consigo al otro mundo a 300 turcos y argelinos.

Secuelas

Uluch escapó con una bandera maltesa, aunque sus 13 galeras eran todo lo que quedaba de la antes orgullosa flota otomana. A las 16.00, la batalla había terminado. Don Juan nunca censuró públicamente a Doria por su conducta y errores, y Felipe II fue capaz, tal vez, de disculpar a su almirante; sin embargo, el papa, ciego de furia, dejó claro que el genovés no debía poner los pies en Roma nunca más, so pena de ser colgado como un perro. Fue una completa victoria cristiana, aunque con un precio elevado. La Liga perdió a 7.000 hombres y 12 galeras, pero habían liberado a 12.000 galeotes cristianos. Solo 10.000 turcos sobrevivieron a la batalla, en la que perdieron 25.000 hombres y 180 galeras. Los turcos tardarían años en recuperarse, y Europa estaba segura; por ahora.

 


















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