martes, 14 de abril de 2020


COMIDA, FIESTA Y VESTIDO


EN LA EDAD MEDIA(11)




Durante la Edad Media la gran mayoría de la población de Europa se encontraba en lo que actualmente entendemos como pobreza extrema: apenas con los mínimos recursos para sobrevivir y enfrentada a la muerte como una realidad cotidiana. Por ejemplo, durante el siglo X una cuarta parte de los niños que nacían morían antes de los cinco años y casi la mitad del total antes de llegar a la pubertad.

            La vida de los campesinos, es decir, de la mayoría de la población, era sumamente austera. Los hombres vestían un faldón, un tipo de chaleco forrado de piel de conejo (que para los más ricos podía ser de gato) y se cubrían la cabeza con un sombrero o gorro de tela. Las mujeres por lo general se vestían con dos túnicas superpuestas y un manto. Para las faenas agrícolas tenían muy pocas herramientas de hierro, pues la gran mayoría de sus utensilios eran de madera, así, por ejemplo era muy común trabajar la tierra con arados provistos de una reja de madfera endurecida al fuego con lo cual el rendimiento de las siembras era muy bajo.
                La comida básica era escasa: algunos vegetales, granos de creal y caza menor y una hogaza de pan. Pero por otra parte la sociedad medieval era una sociedad comunitaria y solidaria en la cual en la cual la probreza era la condición común. Más de una familia habitaba en una sola casa, varios dormían en una misma cama.
                Todavía hacía el año 1000 la característica de Europa es el ser un mundo rústico, salcaje, acechado por el hambre que no tiene suficiente tecnología para explotar la tierra. Comer abundantemente todo el año era un privilegio de algunos monjes y sacerdotes y algunos nobles poderosos. En esencia era un mundo que se consideraba pecador y tenía miedo de sus propias debilidades.
                El siglo XI es el momento en que empieza a cambiar esta situación, es el momento en que terminan las invasiones del Islam, de los vikingos, de los piratas sarracenos, etc., y surge el arte románico. Es un mundo donde existe un gran contraste, 1.- por un lado nobles vestidos con telas multicolores y escoltados por caballeros armados con brillantes armaduras y 2.- por otro lado campesinos dependiendo de la tierra y viviendo pobremente en casas donde se mezclaban los hombres y los animales y el color pardo manchado de la ropa era el dominante.
LA COMIDA
La nobleza del siglo XI estaba unida por una misma fe y compartía los mismos ritos, lenguaje y la misma herencia cultural, y por lo tanto sus usos sociales y hábitos gatronómicos eran los mismos.
                Por otra parte hay que tomar en cuenta que el comportamiento gastronómico de los integrantes de una colectividad es el resultado de una actitud ante la comida, determinada en primer lugar por presupuestos religiosos o udeológicos, pero este comportamiento también está determinado por una multitud de factores que pueden ser medioambientales, económicos, políticos, sociales o de la misma tradición culinaria. También, como bien ha dicho Laredo quesada “a través de la alimentación se manifiestan desigualdades sociales, distinciones de edad y sexo, de dedicación laboral, de tipo regional […] La alimentación presenta además, formas específicas a través de las que se manifiestan identidades culturales, aspiraciones o tabúes religiosos.” (1)
            La tradición alimenticia en la Europa moderna (al margen de las innovaciones alimenticias derivadas del descubrimiento de América que provocaron la mayor revolución que se ha dado en este campo) lógicamente tiene su sustrato básico en la tradición medieval que se había conformado a partir de la cultura gastronómica romana apoyada en los cereales, la vid y el olivo, y en menor grado la ganadería ovina y caprina (más para queso que para carne), la horticultura y la pesca con el añadido parcial de lan tradición germánica y del mundo celta-bárbaro: la caza y la pesca, recolección de frutos silvestres y ganadería que como era en el bosque era sobre todo porcina. Esta tradición bárbara implicaba en vez de vino, leche agria, sidra o cerveza (cervogia, la cual carecía de lúpulo y era espesa y con cuerpo), y en vez de aceite, mantequilla y tocino. Su presencia en la tradición posterior será fundamentalmente en el aspecto de las carnes ya que la mantequilla y la cerveza tuvieron una importancia muy relativa en España y los demás países mediterráneos antes de la época contemporánea en la que la industrialización ha facilitado la difusión y consumo de muchos productos, que no se encontraban habitualmente en la tradición culinaria. No hay que olvidar, especialmente en el casod de España, desde donde después se difundieron a otros países europeos, la presencia en los hábitos alimenticios medievales de la tradición judía y árabe, ésta última especialmente importante por la introducción de una gran variedad de productos vegetales como las berenjenas, las alcachofas, las lentejas, los chícharos o guisantes, las habas, rábanos y diversos tipos de lechugas, la calabaza, el azafrán o la sandía.
                Más allá de la cultura gastronómica o simplemente de lo que se encuentra para comer, el hambre y la comida son dos caras de una misma moneda. En buena parte de la Edad Media, especialmente el en siglo XIV, la sequía, pestes, y las consiguientes hambrunas fueron algo que casi se podía considerar habitual. Por otra parte el contraste entre los grupos privilegiados de los estamentos superiores y muchos sectores del estamento inferior era radical pues se pasaba de los platos complejos, abundantes y refinados de la alta nobleza y clerecía a lo escaso de sopas, brodos  y bodrios de los sectores marginales y mendigos de las ciudades y campesinos pobres.
                El hambre fue un hecho recurrente a lo largo de los siglos medievales, Ya Gregorio de Tours, en su Historia Francorum (VII, 45) en el siglo VI, comenta de esta manera la carestía del 591: “Hubo aquel año  una intensa hambre en toda la Galia. Muchos hombres hicieron pan con pepitas de uva, con candelillas de avellano, algunos incluso con raíces de helecho prensadas; las ponían a secar y las molían mezclándolas con un poco de harina.” En general la carestía se refería no sólo al ámbito agrícola sino también al silvestre especialmente a los bosques.
                Muy pronto las bebidas alcohólicas como el vino o la cerveza son parte esencial en la alimentación por su aportación calórica y así encontramos que en el siglo IX se establece la correspondencia de las cantidades de vino o cerveza que podían consumir los monjes en los diversos periodos del año.
                En general hay una gran diferencia, probablemente debida al clima, en las raciones alimenticias entre los monasterios del norte europeo y los mediterráneos. En el norte, cuando no era ayuno, las raciones diarias podían llegar a cinco o seis mil calorías.
                Por otra parte también hay una oposición entre un modelo nobiliario y un modelo monástico. Por ejemplo, Eginardo habla del menú de Carlomagno: cuatro platos sin contar los asados, pero lo define como moderado en el comer y sobre todo en el beber. También hay que tomar en cuenta que las prohibiciones religiosas relacionadas con la comida (sustitución de carne por pescado o queso) afectaban a la población durante más de 150 días al año.
                Como es lógico, las maneras de conservar la comida en aquella época eran otra muy distinta de las actuales. Una de las más importantes era la salazón, así, la carne se guardaba en toneles llenos de salmuera, con lo que podía durar varios meses. En este sentido las poblaciones cerca del mar tenían la ventaja que podían obtener la sal hirviendo el agua. Se necesitaba cerca de 8 kilos de sal para conservar 80 kilos de carne. La sal absorbía el agua de la carne o el pescado e impedía la formación de microorganismos que hacían que la carne se pudriera. Otro sistema de conservación era el ahumado. Por su partre las legumbres y frutas se secaban al sol y los productos lácteos se conservaban en forma de quesos.
                El cultivo de los cereales es fundamental para la alimentación en el mundo medieval. Ya en el mundo romano se privilegiaba el consumo del trigo, pero a partir del siglo III su cultivo decae por difícil y bajo rendimiento, y se substituye por otros cereales de calidad inferior, pero más resistentes y rentables como la avena, la cebada, el farro, la espelta, el mijo, el panizo, el sorgo y sobre todo el centeno, que es el cereal más cultivado hasta los siglos X y XI. Anteriormente este cereal se había destinado principalmente a la alimentación del ganado. Sin embargo,  hay una gran diferencia social en la manera de consumir cereales y así se diferencia entre el pan blanco, preferido en el ámbito nobiliario, y el negro más común entre los campesinos, aunque la valoración del tipo de pan puede cambiar radicalmente de una región a otra. Por ejemplo, en Francia, el pan de avena es una vil torta, y en cambio en la región alemana al mismo tipo de pan se le da el apelativo de pulcro (hermoso) indicando su valoración y buena acogida. En general se puede decir que el mundo mediterráneo se mantiene más apegado al modelo romano del trigo y prefiere y valora el pan blanco.
                También hay diferencias que implican niveles sociales y valoraciones de prestigio entre el pan fermentado con levadura (leudado), el pan hecho en horno o entre las cenizas (torta), o entre el consumo de cereales en forma de pan y el consumo en otras formas como la pulmenta (harinas de cereales cocidas), sopas y gachas.
En los distintos estamentos la comida ás importante del día era la cena. Con respecto a la comida campesina medieval, ésta se podría sintetizar de la siguiente manera:
                Los cereales son la base de la alimentación popular: panificados o en forma de gachas o papillas llamadas frumento. Los cereales principales que forman la base de la comida campesina son la cebada, el centeno  y un tipo de trigo llamado escanda. En el sur de Europa también es bastante común el consumo de mijo. Por su parte la avena se usa habitualmente para hacer sopas y “bodrios” (especie de caldo pobre hecho con los sobrantes del pan).
                Esta época supuso el triunfo rotundo de la sopa. Era muy común el preparar ollas, potajes y caldos elaborados con habas, huevos, chícharos (guisantes), calabaza, hinojos y, sobre todo, arroz que se sazonaba con canela, jengibre, azafrán, ajo o agraz (naranja agria).
                Por otra parte también se consumían frescos o secvos y cocidfos en potajes o incluso hechos en harina el cañamón, las alubias, las lentejas, los guisantes, las castañas y las bellotas. Entre los vegetales, los más comunes eran los ejotes (diversas vainas verdes de leguminosas), la cebolla, el ajo, diversos tipos de nabos, poros (puerro), calabazas, zanahorias y rábanos.
                La manera más habitual de consumir la leche era en forma de queso y en este sentido los más frecuentes eran los de leche de oveja.
                En el sector de proteínas animales se consumía pescado ahumado o salado (básicamente arenques); carne de cerdo en salazón y ahumada. En el ámbito rural medieval, los peces de río tienen importancia más no como mercado, y destacan el lucio, poco apreciado por los romanos, la trucha, los esturiones, las anguilas y también el salmón, la lamprea, la carpa, los gobios, barbos y cabgrejos de río. Los condimentos más comunes en la preparación de los alimentos en el estamento del pueblo llano eran el ajo, la mostaza, el perejil y la menta. Era raro comer la carne en fritura o en asado, lo más común era prepararla como estofado, o guiso con salsa a base de miga de pan, agraz (vinagre o naranhas ácidas), cebolla, nuez, tomillo y a veces pimienta o canela, especias que podían alcanzar un precio muy alto. El tocino (lardo) se usaba tanto para manteca como para suavizar las carnes y dar sabor a las verduras.
                Los condimentos más usados en los niveles superiores de los siglos XV y XVI eran los siguiente:
Especias
Jengibre: Tiene un sabor ligeramente picante y muy aromático y combina bien con platos dulces y salados. Probablemente fue la especia favorita de la Edad Media (tras la pimienta), aunque en el Renacimiento fue desplazada por la canela. Se usa la raíz pelada y picada o en polvo de ésta.
Canela: Probablemente la especie favorita del Renacimiento (dejando a un lado la pimienta). Tiene propiedades antisépticas y, sobretodo, es muy aromática.
Pimienta: Probablemente la negra, aunque la blanca y la verde pueden también haber sido utilizadas ya que porceden de la misma planta (son tratadas de diferente forma).
Clavos de olor: Durante la Edad Media, el clavo se empleó, además, para intentar aligerar losm olores fétidos, así durante el siglo XIII, sobre todo la nobleza, usaba las llamadas “manzanas de ámbar” que contenían clavo, e igualmente se empleaba el aceite de clavo, conseguido mediante destilación, que conservaba muchas de las propiedades de la planta, entre ellas: germicidas, antisépticas y carminativas.
Cardamomo o Granos de Paraíso: Semilla de sabor muy fuerte pero refrescante. Su empleo en la Europa medieval vendrá a través de las Cruzdas y a partir de 1359 San Juan de Acre y Rodas lo exportan hacia Europa.
Nuez Moscada: Aromática y algo picante, se usaba en platos dulces y salsas de todo tipo.
Flor de Macís: Es la cáscara de la nuez moscada, de sabor parecido a dicha nuez, pero más amargo.
Semillas de cilantro o culantro: Lo que parecen semillas son en realidad las frutas de la planta secas. Tienen un sabor diferente al de las hohas.
Hierbas
Quizás las más usadas fueran el perejil (también se usaba la raíz), el cilantro y la menta/hierbabuena. Pero también eran muy usadas la mejorana y la salvia. Otras hierbas aromáticas usadas en la cocina medieval son: ajedrea, hinojo, orégano, mostaza, ruda y tomillo y el azafrán que daba aroma, sabor y color a caldos y salsas.
                El sabor predominante en la cocina era el agridulce. El azúcar con agraz o vinagre o jugo de naranjas amargas es una combinación favorita. Los limones también se usaban pero menos que las naranjas.
                En la cocina medieval también tienen un gran papel la leche de almendras (agua batida junto con almendras machacadas y aromatizadas).
                El consumo popular de frutas era casi exclusivamente de manzanas y peras y las frutas silvestres como: zarzamoras, ciruelas, nósperos, serbas, arándanos, nueces, avellanas y algarrobo. También se consumían higos, uvas, cerezas, sandías, melocotones, melones, naranjas, limones, membrillos y granadas. Los frutos secos más importantes eran almendras, avellanas, castañas, nueces, piñones y pistaches.
                La comida se acompañaba con vino (por lo general áspero y espeso que había que diluir), la cerveza es de producción y consumo local en el norte de Europa, la sidra de manzana o pera es de consumo muy rústico, también en las zonas norteñas, así como el aguardiente de granos e hidromiel, y se finalizaba con una tisana o infusión de hierbas aromáticas como la verbena, la menta o el romero.
                En la mesa los alimentos se consumen con medios muy limitados ya que los platos se limitan a escudillas de barro y su defecto se utilizarán hogazas de pan cortadas en rodajas. Cada una de ellas servirá de plato y se empapará con la salsa. Por lo general casi no se utilizaban cubiertos, los más importantes eran las cucharas de madera y cuchillos. Así la ensalda no debía trocearse, las hojas se prersentaban enteras y bien aliñadas y el comensal las tomaba con los dedos.
                Por el contrario en una comida formal en el estamento de la nobleza, lo primero que se presenta en la mesa es la fruta, amodo de entremeses. Según Ruperto de Nola, famoso cocinero en el siglo XV y XVI, el porden de los platos para una comida era el siguiente: fruta, potaje, asado, otro potaje, algo cocido (excepto si es manjar blanco, que se sirva tras la fruta), empanadas dulces fritas y otra fruta.
                La comida cortesana apelaba a la fantasía y a la imaginación en la constitución de su tradición gastronómica y se hacían platos de pan para servir la comida coloreado con perejil (verde), azafrán (amarillo), sándalo (rojizo), heliotropo (azul), violeta (morado) o sangre (negro).
                Una comida en la corte podía estar formada por nueve platos: salsa, sopa, pastel, carne, pescado, ave, vegetales, frutas o flores, y terminar como cierre del espectáculo con una escultura comestible de fantasía.
                Al revés que la comida campesina, la comida nobiliaria se elaboraba con abundancia de carnes de animales de diverso tipo:
Aves de corral: gansos, pollos, gallos, pichones, pavos, cisnes.
Animales de corral: cerdos.
Caza: gamos, ciervos, corzos, rebecos, jabalíes, liebres, perdices, codornices, faisanes, cormoranes, urogallos, grullas, garzas, alcaravanes.
Exóticos: ballenas, morsas, focas, marsopas, tiburones, delfines, castores, osos.
Pescados: salmón, anguila, lamprea, lucio, trucha, bacalao, arenque. También ostras cocidas y algunos mariscos o crustáceos aunque estos eran poco apreciados.
                Durante casi toda la Edad Media no se come carne de caballo y el pato es poco comestible. Hasta mediados del XIII el bovino se destinó casi exclusivamente para labores del campo.
Postres
Eran habituales: pasteles (tortas, tartas, buñuelos, alfajores); fruta exótica: chabacanos (albaricoques), melones, dátiles, naranjas dulces, higos, azúcar de caña.
                Un menú de una comida medieval podría estar compuesto por los siguientes platillos:
Sopa dorada: rebanadas tosdtadas de pan, con una salsa de azúcar, vino blanco, yema de huevo y agua de rosas. Una vez bien empapadas, sefreían y se agregaba nuevamente agua de rosas; espolvoreándolas con azúcar y azafrán para darle el color dorado.
Manzanas rellenas: manzanas, carne de cerdo, cebolla, pimienta, nueces.
Pudín de cuello de cisne: hígado, corazón, perejil, caldo de pollo, macís, clavos, azafrán, pimienta, huevos, chícharos.
Faisán en jalea: el ave guisada con sus menundencias, naranjas, dátiles, romero, albahaca, eneldo, pimienta, canela y cerveza.
Lechuga en leche de almendras: lechugas, leche de almendras, cebolla, caldo de carnero y queso.
Crema de rosas: pétalos de rosa blanca, harina de arroz, leche de almendras, canela, jengibre, dátiles, piñones, crema, azúcar.
Piment o Hipocrás: vino tinto calentado con azúcar, jengibre, canela, pimienta larga o blanca, clavo, nuez moscada, granos de paraíso y mejorana.
                Todo lo que tiene que ver con la alimentación y la salud en el mundo medieval se recogía en los Regimina Sanitatis, muchos de origen clásico (Hipócrates y Galeno) y otros traducidos del mundo árabe (Liber Almansoris). Muy importante en la tradición medieval es el De Regimine Sanitatis de Arnaldo de Vilanova (1238-1311).
                Con respecto a los libros de cocina en el ámbito hispánico destacan el Llibre de Coch de Ruperto de Nola y Arte cisoria o tratado de Arte de cortar del cuchillo de Enrique de Villena, y en Francia el Viandier (1300) de Guillaume Tirel, cocinero de Carlos V, y Le ménagier de París (1393).

LA FIESTA
Durante la Edad Media en el momento de mayor fervor del cristianismo cuando se celebraron las irreverentes fiestas de Los Locos y del Asno o del Obispillo, y la representación de misterios y los sermones burlescos del domingo de Pascua. En este momento, la seguridad de los creyentes en su religión era tal que las cosas serias se distinguían tan claramente que no les afectaba la vecindad de las burlas. Posteriormente, a finales de la Edad Media, la ambigüedad de las cosas serias no soportó la vecindad de las burlas.
                Por otra parte esta es una época el la cual el tiempo está representado por actividades fijas como las faenas agrícolas y la relación con la comida. Asi el inicio del año es diferente del inicio calendárico, además, el tiempo se puede medir en relación con grandes sistemas como el Año del Señor o con el sistema local: el año correspondiente de reinado del monarca en turno. También cada época del año corresponde a un sentimiento, así es el júbilo por la llegada del Redentor de la Navidad; el desenfreno del Carnaval; la represión de la Cuaresma como perido de penitencia; mayo como el mes derl amor y la guerra; la alegría festiva del verano y las cosechas; la tristeza de las Fiestas de difuntos.
La fiesta popular
Las Fiestas de Navidad y Año Nuevo con sus distintas manifestaciones relacionadas con la devoción eran muy importantes. En torno a ellas surgen elementos festivos que han perdurado hasta nuestros días como los Nacimientos debidos a San Francisco de Asís. La parte más importante era la Misa del Ángel o de Gallo en la noche del 24 de diciembre, al amanecer la misa del pastor y la misa de la palabra divina.
                Fiesta del Asno, Fiesta de Locos (Asinaria festa, festun stultorum, festa follorum, festum baculi). Entre Navidad y Epifanía los subdiáconos bailaban y cantaban canciones obscenas en el coro, comían salchichas, se ponían los ornamentos sagrados al revés, jugaban a las cartas y los dados, ponían suelas viejas o excrementos en el incensario o introducían un asno en la iglesia. Estas fiestas se celebraban hacía el 28 de diciembre fía de los Inocentes y san Nicolás.
                El carnaval: o desde Reyes, aunque también podía realizarse desde el día de San Antón, San Blas o desde la Candelaria. Los días anteriores al carnaval también podía celebrarse y eran conocidos como Jueves Gordo, Domingo de Piñata y Martes de Carnaval. Se caracterizan por las mascaradas y los combates rituales.
                Mayas: con el Pelele de Mayo, Santiago el Verde (día 1°), la Santa Cruz (día 3), San Gregorio (día 9), Santa Quiteria (día 22). Básicamente se festeja con enramadas, árboles decorados fuentes y hogueras.
                San Juan (día 24 de junio) muy relacionada con San Pedro (día 29 de Junio). Fiesta al aire libre en correspondencia con las fuerzas de la Naturaleza en el solsticio de verano. La noche festiva estaba relacionada con creencias mágicas y se celebraba con enramadas, fuentes y hogueras.
                Pentecostés: Quincuagésima después de la Ascensión.
                Todos los Santos (también los Fieles Difuntos, 1 y 2 de noviembre). Señala el final de las faenas agrícolas y se corresponde con la Fiesta de la matanza del cerdo (San Martín) en la que se preparaban las carnes embutidas, curadas, saldas o ahumadas para el invierno.
La Fiesta en la corte
Además de las mencionadas Fiestas de Navidad (que incluyen Año Nuevo), Pentecostés y Todos los Santos (Difuntos) en torno a la corte se celebraban como actividades festivas banquetes, torneos y cacerías.
Torneos y formas similares
Están documentados en la cuenca del Loira y del Mosela desde el siglo XI. En muchas ocasiones tuvieron la oposición de la Iglesia por tratarse de esfuerzos fútiles que desviaban a los caballeros nobles de la actividad guerrera y de las Cruzdas. A su alrededor se llevaba a cabo juegos de cartas y dados. La festividad de Pentecostés señalaba el inicio de la temporada de torneos que terminaba antes de la Navidad. Podía haber torneos especiales de Pascua, de Pentecostés y de Todos los Santos. En un principio fue una actividad característica de las zonas de las “marcas” (territorios fronterizos).
                Se pueden considerar que los torneos, también llamados justas, eran una especie de deporte militar medieval en el cual los jóvenes caballeros, de forma individual o en grupos, entraban en combate con el propósito de mostrar su valor y destreza en el uso de las armas. El torneo se celebraba, por regla general, por invitación de un señor noble y la costumbre indicaba que quien hacía este anuncio fuera un heraldo, aunque esto no siempre se llevaba a cabo de manera tan ceremoniosa y los juglares podían ser un medio de difusión de este tipo de festejos. Antes de iniciar el torneo los participantes en la justa hacían gala de sus escudos de armas en los que se representaba su origen o hazañas legendarias que habían dado lugar a su linaje y que se comprometían a defender con valentía. Los caballeros con estandarte eran los jefes de equipo los cuales estaban identificados por un sentido regional. Los trofeos que ontenían los ganadores eran los arneses, caballos y armas de los derrotados que podían rescatarlos mediante joyas, oro o dinero. En muchos casos los competidores tenían una relación asalariada con algún señor. En una jornada de un torneo se podían enfrentar dos bandos formados, por ejemplo, por Angevinos, Bretones, Poitou y Manceau contra Francia, Champagne, Normandía e Inglaterra. O bien Norte contra Sur.
                Descripción del torneo: El combate tenía lugar en un área abierta en la que se situaban los pabellones de los contendientes divididos por lo general en equipos que podían representar un señorío. Por lo general se combatía a caballo en grupo;  el torneo de dos caballeros justando a caballo en singular combate no existe antes del siglo XIV: En la fiesta del torneo participan heraldos, jueces de armas, público de nobles, damas, doncellas y pueblo llano Es después de mediados del siglo XIII que se usan las armas corteses: espadas y lanzas emboladas que teóricamente no hacían daño, sin embargo estos combates no estaban exentos de peligro y en muchas ocasiones concluían con la muerte o con graves heridas de los combatientes.
                Los torneos estuvieron especialmente en boga durante los siglos XII, XIII y XIV, que son también los tiempos del auge de la caballería. Hacia 1500 los cambios en los usos de la vida social y en las guerras europeas transformaron el carácter de las justas: dejaron de ser combates de la nobleza para formar parte de la pompa general de los Estados. Lógicamente el desarrollo de las armas de fuego contribuyó a convertir los torneos en un acontecimiento obsoleto.
                En buena parte de la Edad Media no podía haber una fiesta cortés completa sin simulacros de torneos: escaramuzas de adargas y juegos de cañas (una carrera entre varias cuadrillas de jinetes que se asaeteaban unas a otras con lanzas de caña, el objeto era esquivarla o desviarlas con la adarga o escudo e impactar al contario con la propia) y el estafermo (figura giratoria que se golpeaba con la lanza y que al girar violentamente podía derribar al caballero con unas bolas de madera o sacos de arena).
                Otra actividad quie podemos considerar festiva dentro del mundo caballeresco cortesano a pesar de su seriedad son los llamados pasos (combates corteses por una dama) de los cuales la literatura nos ha dejado el nombre de algunos muy célebres como el Pas del l´arbre de Charlemagne, Pas de la joyeuse garde, Pas de la Belle Pelerine, Pas de la Fontaine de Pleurs, Pas du pin aux pommes d´or. En estos encuentros, parecidos a los torneos, se comabtía con un código cortés y era una forma de festejo guerrero amoroso en el cual el caballero podía llevar el velo, el tocado, la maga de su dama u otra prenda como símbolo de su vasallaje amoroso.
Pasos en España
En España, en tiempos de Juan II y don Álvaro de Luna, el caballero don Suero de Quiñones llevó a cabo un passo honroso entre el 10 de julio y el 9 de agosto de 1434 en el pueblo del Hospital de Órbigo entre León y Astorga. El passo honroso fue un combate caballeresco en el cual don Suero, enamorado de doña Leonor de Tovar, por la cual había prometido que todos los jueves del año llevaría una argolla al cuello, símbolo de esclavitud, y sólo sería liberado de esta promesa al romper trescientas lanzas con cuanto caballero se cruzase por el camino a la salida del Hospital de Órbigo. En el encuentro murió el caballero Asbert de Claramunt y don Suero llevó el lazo azul símbolo de fidelidad a Santiago de Compostela.
                Esta actividad incia una tradición alegórica y en ella aparece el código de colores de gran presencia en la literatura en el cual, por ejemplo, el color leonado simboliza dominio; el leonado oscuro: aflicción; el verde claro: esperanza naciente; el verde oscuro: esperanza perdida y el azul: fidelidad.
La cacería
No era solo una forma de conseguir alimentos o una práctica que hoy podríamos llamar deportiva sino que tenía una componente festiva. Era una forma de reunión y de celebración de la nobleza cortesana en la cual se ponía de manifiesto en unos casos la habilidad del caballero con las armas, en otros su valor y en unos más era una cuestión de prestigio y de status. Había varios tipos y técnicas de caza. La más noble era la que se realizaba por medio de aves y es conocida como cetrería en la cual se podían usar distintas especies de aves, entre ellas: gerifalte, sacre, hebli, baharí, montano, borní, alfaneque, tagarote, azor, aleto, gavilán, esmerejón, alcotán y cernícalo.
                Por el contrario la montería era una forma de cacería más agresiva y por lo tanto requería de más arrojo y fuerza. La montería es básicamente la caza del jabalí, con lanza o venablos o de ciervos con perros y lanzas.
Los juegos
En torno a la corte también se desarrollan otras actividades de ingenio o de azar que tienen un sentido recreativo y que son los juegos de salón entre los que destaca el Ajedrez que tiene su origen en la India y llegó a Europa entre los años 700 y 900, a través de ña conquista de España por el Islam. Durante la Edad Media donde más se practicó fue en España e Italia de acuerdo con las reglas árabes (descritas en diversos tratados de los que fue traductor y adaptador Alfonso X el Sabio), los Dados, los juegos de cartas: francesa y española (de origen hindú), las Tablas (antepasado del backgammon), el tres en línea (conocido en México hoy en día como gato) y las Damas, juego de múltiples variantes que se originó en el siglo XII, probablemente en el sur de Francia.

EL VESTIDO
En los oficios que conciernen a la indumentaria, el tejido en su totalidad y en parte el bordado y la costura eran oficios de hombres. El Libro de los Oficios, sobre cien, enumera solamente seis oficios exclusivamente femeninos: hilanderas de seda, con husos pequeños y grandes, obreras de tejidos de seda, tejedoras de cofias de seda, y por último las fabriqueras de «sombreros de orifrés» o de «cofias sarracenas»; lo que significa que se trata de oficios de lujo, que necesitan la destreza de «dedos de hada». Es de suponer que las mujeres que trabajan la seda son artesanas de lujo que trabajan en pequeños bastidores portátiles, como el representado en el tapiz de la Dama del Unicornio; sus tarifas son proporcionales al carácter precioso de su actividad, lo mismo que el de las que manipulan las plumas de pavo real que adornan los sombreros, o las «hilanderas de oro». A propósito de ellas destaquemos que el Libro de los Oficios menciona a las «paritarias», equivalente de los «paritarios» designados en cada oficio para controlar las formas de trabajo y la calidad de la mercancía, y que por consiguiente poseen poderes judiciales.
La industria textil, la de paños de lana, constituye la industria principal de Occidente en la época feudal; los paños eran el principal objeto de intercambio con Oriente, y sobre él se fundaba el comercio marítimo y el de las ferias de Champagne y de ïle-de-France; esta industria empleaba una proporción equivalente de hombres y de mujeres. Pero no para las mismas operaciones: los hombres ejecutaban las más pesadas: tejer, batanar, golpear; sin embargo en Florencia aparece registrada cierta Donata que en 1288 vive de los paños que teje; pero las mujeres se ocupaban principalmente de tundir, cardar, quitar la irregularidad a los paños y de hilar, trabajo que de hecho era su exclusividad. La hilandera es el personaje femenino por excelencia: «cuando Adán cavaba y Eva hilaba…»; el copo y el huso son objetos livianos, portátiles, que no ocupan sitio, que se toman y se dejan según las necesidades del momento: en la casa la mujer puede ocuparse con ellos mientras echa una ojeada al fuego y a la olla, y afuera mientras vigila a los niños o a los animales; los usa sobre todo en las veladas. La rueca, invento de comienzos del siglo XIII, no fue fácilmente aceptada: decían que al hilo que se conseguía con ella le faltaba finura; en 1288 en Abbeville, y un poco después en Provins se prohibió su empleo, mientras que en Spire sólo estaba autorizada para los hilos de trama. Sólo en el siglo XIV aparece la rueca a pedal.
De modo que las admirables vestiduras que aparecen reproducidas en las miniaturas o en los cuadros de un Van Eyck son fundamentalmente fruto de un trabajo masculino de tejido y tintura. En cambio la lencería estaba por entero en manos de las mujeres, y sólo las paritarias vigilaban la calidad de las camisas, tocas y cofias, de cáñamo o de lino. En París la calle de la Lencería conserva su recuerdo: el estatuto de los fabricantes de ropa blanca promulgado en 1485 precisa sus obligaciones que se extienden no sólo a su competencia sino también a su moralidad: quienes provoquen escándalos serán, excluidas de las corporaciones; advirtamos que esta sanción les prohíbe sensatamente tener comercio a la calle, pero no ejercer el oficio.
En la industria del vestido hubo muchas otras actividades que son patrimonio de las mujeres; sus salarios eran lo bastante importantes como para figurar en los registros de impuestos: bordadoras, peleteras que tratan las pieles (dos oficios fundamentalmente masculinos), fabricantes de guantes, de sombreros, de botones; sabemos que el botón, que constituyó una pequeña revolución en el dominio del vestido es una invención de comienzos del siglo XIII.
El arte del tapiz les estaba vedado a las mujeres debido a los lizos altos que obligan a mantener los brazos extendidos. En los estatutos se reitera esta prohibición, y se insiste en el peligro que entraña esta posición demasiado penosa a las mujeres embarazadas; lo que da lugar a pensar que las mujeres solían transgredirla; los textos lo atestiguan: en Arras, en 1313, Isabeau Caurrée entrega un recibo por «cinco paños en lizo alto». En el registro de impuestos cierta «Emengiart la Hernière, tapicera» aparece gravada con la fuerte suma de 60 monedas; se menciona a otra, «Ada la tapicera», pero sin indicar el monto del impuesto; es probable que una y otra practicaran el arte del tapiz de lizo bajo. (2)
Durante la Edad Media, probablemente más que en otras épocas, el vestido expresa claramente el nivel social de quien lo usa y tiene correspondencia con el sistema de valores. La literatura nos ha conservado muchos ejemplos de la apariencia particular de los caballeros y cómo sus galas y armaduras, caballos y armas reflejan su personalidad y sirven para exaltar virtudes e incluso para recordar sus hazañas Lo mismo se podría decir de aquellos caballeros antagónicos de los héroes, que representan en muchas ocasiones los antivalores de la caballería y por lo tanto su desmesura y apariencia horrible o tenebrosa corresponden y representan lo negativo de us actitudes.
La moda en la Europa del siglo XIV se caracterizó por el comienzo de un período de experimentación con diferentes formas de vestimenta. El historiador de vestuario James Laver sugiere que a mediados del siglo XIV marca el surgimiento de la “moda” reconocible en la indumentaria, en la cual Fernand Braudel coincide. Las prendas drapeadas y las costuras rectas de siglos anteriores fueron reemplazadas por costuras curvas y los comienzos de la sastrería, lo que permitió que las prendas se adaptaran más a la forma humana. Además, el uso de cordones y botones permite un ajuste más ceñido a la ropa.
En el transcurso del siglo, la longitud de los dobladillos femeninos se redujo progresivamente, y hacia el final del siglo estaba de moda que los hombres omitieran la holgada prenda suelta de siglos anteriores (ya sea que se llame túnica, kirtle u otros nombres) en conjunto, poniendo el énfasis en una parte superior a medida que cayó un poco por debajo de la cintura, una silueta que todavía se refleja en el traje de hombre de hoy.
La lana era el material más importante para la ropa, debido a sus numerosas cualidades favorables, como la capacidad de tomar colorantes y su buen aislante. Este siglo vio los comienzos de la Pequeña Edad de Hielo, y el vidriado era raro, incluso para los ricos (la mayoría de las casas solo tenían contraventanas de madera para el invierno). El comercio de textiles siguió creciendo a lo largo del siglo y formó una parte importante de la economía en muchas áreas, desde Inglaterra hasta Italia. La ropa era muy cara, y los empleados, incluso los funcionarios de alto rango, solían recibir, por lo general, un atuendo por año, como parte de su remuneración.
La impresión en madera de la tela se conocía a lo largo de todo el siglo, y probablemente fue bastante común al final; esto es difícil de evaluar ya que los artistas tienden a evitar tratar de representar un patrón de tela debido a la dificultad de hacerlo. El bordado en lana, y el hilo de seda u oro para los ricos, se utilizó como decoración. Eduardo III estableció un taller de bordado en la Torre de Londres, que supuestamente produjo las túnicas que él y su Reina usaron en 1351 de terciopelo rojo “bordado con nubes de plata y águilas de perlas y oro, debajo de cada nube alternativa una águila de perla, y debajo de cada una de las otras nubes, una águila dorada, cada águila que tiene en su pico una Jarretera con el lema hony soyt qui mal y pense bordado sobre ella “.
La seda era la mejor tela de todas. En el norte de Europa, la seda era un lujo importado y muy caro.Los pudientes podían comprar brocados tejidos de Italia o incluso más allá. Las sedas italianas de moda de este período presentaban patrones repetitivos de roundels y animales, derivados de los centros otomanos de tejido de seda en Bursa y, en última instancia, de la dinastía Yuan de China a través de la Ruta de la Seda.
Una moda para prendas mi-parti o parti-colored hecha de dos telas contrastantes, una en cada lado, surgió para los hombres a mediados de siglo, y fue especialmente popular en la corte inglesa. A veces, solo la manguera tendría diferentes colores en cada pierna.
Las telas a cuadros y cuadros a veces se veían; una cotehardie de color pardo representada en el retablo de San Vicente en Cataluña es de color marrón rojizo en un lado y cuadros en el otro, y en Londres se han descubierto restos de tela escocesa y telas a cuadros de lana que datan del siglo XIV.
La piel se usaba principalmente como un forro interior para el calor; los inventarios de las aldeas de Borgoña muestran que incluso allí un abrigo forrado de piel (conejo o el gato más caro) era una de las prendas más comunes. Vair, el pelaje de la ardilla, blanco en el vientre y gris en la espalda, fue particularmente popular durante la mayor parte del siglo y se puede ver en muchas ilustraciones manuscritas iluminadas, donde se muestra como un blanco y azul grisáceo suavemente rayado o capas de forro de cuadros a cuadros y otras prendas exteriores; el pelaje de vientre blanco con el ribete más simple de gris se llamaba miniver. Una moda en ropa de hombre para las pieles oscuras sable y marta surgió alrededor de 1380, y el pelaje de ardilla fue posteriormente relegado a la ropa ceremonial formal. El armiño, con sus densos abrigos de invierno blancos, era usado por la realeza, con las colas de punta negra dejadas para contrastar con el blanco para efectos decorativos, como en el díptico de Wilton arriba.(3)
Por ejemplo el vestido de sir Gauvain es muestra del refinamiento y cortesía de este caballero más que de su valor guerrero o capacidad con las armas: “Gauvain se calzó espuelas de oro sobre las calzas cortas de seda muy ricamente bordadas; las bragas bancas y muy suaves; la camisa de lino, algo corta y amplia, llena de pequeños pliegues, y se colocó sobre los hombros un manto forrado de piel veros: muy ricamente se atavió.” (El caballero de la espada, ed. Riquer, 3-4)
La ropa de Hombre, se componía de camisa, jubón y manguera. La capa más interna de la ropa eran los braies o calzones, una prenda interior suelta, por lo general hecha de lino, que se sostuvo por un cinturón. Luego vino la camisa, que generalmente también estaba hecha de lino, y que se consideraba una prenda interior, como los calzones.
Para cubrir las piernas se usaban mangueras o chausses hechos de lana, generalmente de colores brillantes y, a menudo, con suela de cuero, para que no tuvieran que usarse con zapatos. Las ropas más cortas de la segunda mitad del siglo requerían que estas fueran una sola prenda, como las medias modernas, mientras que de lo contrario eran dos piezas separadas que cubrían la longitud total de cada pierna. La manguera generalmente estaba atada al cinturón de la recámara, o a los pantalones mismos, o a un doblete.
Un doblete era una chaqueta abotonada que generalmente era de cadera. Las prendas similares se llamaban cotehardie, pourpoint, jaqueta o jubón. Estas prendas fueron usadas sobre la camisa y la manguera. Túnica y cotehardie. Por lo general, se ponía un overgown, túnica o kirtle sobre la camisa o el jubón. Al igual que con otras prendas exteriores, generalmente estaba hecha de lana. Sobre esto, un hombre también podría usar un over-kirtle, una capa o una capucha. Los sirvientes y los hombres de trabajo usaban sus kirtles en varias longitudes, incluso tan bajas como la rodilla o la pantorrilla. Sin embargo, la tendencia durante el siglo fue que las longitudes de los dobladillos se acortaran para todas las clases.
Pero en la vida real medieval existieron los ricos atavíos mencionados en las novelas, baste recordar por ejemplo, los ropajes que mandó hacer Alienor de Aquitania para que usara su hijo, el rey Ricardo, Corazón de León, tan cortés y refinado como apasionado y valiente, en su boda con Berenguela de Navarra: “una túnica de brocado de seda rosa, bordada de medias lunas de plata, un sombrero escarlata con plumas de aves sujetas por un broche de oro, un tahalí de seda del que pendía la vaina de oro y plata de su espalda.” (4)
Se puede comparar este vestido con el que le da una doncella a Ivain, caballero de novela: “[…] también le va preparando una túnica de escarlata bermeja, forrada de petigrís, aún espolvoreada con tiza y no regatea en nada cuanto pueda contribuir a ataviarle vistosamente: para abrocharle el cuello, un firmal de oro, engastado con piedras preciosas que labran los orfebres de este país con una gracia exquisita, y colgada de la cintura, una escarcela de rico brocado.” (5)
Este lujo yelegancia puede contrastarse con el que pudo vestir en vida el escribano del Parlamento de París y rico canónigo de Notre Dame, Nicolás de Blaye (muerto en 1419), quien al morir dejó en su guardarropa, entre otras muchas prendas: una hopalanda violeta pardo forrada de vero fino, con caperuza de cofia corta de forro igual, una hopalanda corta verde pardo forrada de pluma negra y un gran abrigo bermellón de Bruselas abierto por un lado y forrado de vero fino con caperiza del mismo forro. (6) Este era un lujo que va mucho más sobre las prendas de abrigo, los forros, etc., a fin de cuentas un lujo más burgués, lógico en quien no tiene que cortejar a las damas. Una nueva prenda, la houppelande, apareció alrededor de 1380 y debía permanecer a la moda hasta bien entrado el siglo siguiente. Era esencialmente una bata con la plenitud que caía de los hombros, mangas muy largas y el cuello alto favorecido en la corte inglesa. La extravagancia de las mangas fue criticada por los moralistas.
Sin embargo, en la segunda mitad del siglo, a los cortesanos a menudo se les muestra, si tienen la figura para ello, sin usar nada sobre su cotehardie ajustado a la medida. Una crónica francesa registra: “Alrededor de ese año (1350), los hombres, en particular los nobles y sus escuderos, llevaban puestas túnicas tan cortas y ajustadas que revelaban lo que la modestia nos ordena esconder. Esto fue lo más asombroso para la gente”. Esta moda bien pudo haber derivado de la vestimenta militar, donde los largos y holgados overgowns no se usaban naturalmente en la acción.En este período, las figuras más dignas, como el rey Carlos, continúan vistiendo largos camisones, aunque como el real chambelán, de Vaudetar era él mismo una persona de muy alto rango. Este abandono del vestido para enfatizar una parte superior ajustada sobre el torso, con calzones o pantalones debajo, se convertiría en la característica distintiva de la moda masculina europea en los siglos venideros. Los hombres llevaban carteras hasta este momento porque las túnicas no proporcionaban bolsillos.
La efigie del funeral y los “logros” de Edward, el Príncipe Negro en la Catedral de Canterbury, que murió en 1376, muestran la versión militar del mismo esquema. Sobre la armadura se muestra usando una armadura corta ajustada o jupón o gipón, cuyo original se colgó encima y aún sobrevive.Esto tiene los brazos descuartizados de Inglaterra y Francia, con un efecto bastante similar a una chaqueta de color pardo. Las “cargas” (figuras) de los brazos están bordadas en oro sobre piezas de lino, aplicadas sobre campos de terciopelo de seda de colores. Está acolchado verticalmente, con relleno de lana y forro de satén de seda. Este tipo de abrigo, originalmente usado fuera de la vista debajo de la armadura, estaba de moda como una prenda exterior desde aproximadamente 1360 hasta principios del próximo siglo. Solo esta y la versión de un niño (Catedral de Chartres) sobreviven. Como una indicación de la rápida difusión de la moda entre los tribunales de Europa, una crónica manuscrita iluminada en Hungría en 1360 muestra estilos muy similares a la versión inglesa de Edward.
Si asíera con el vestido de los caballeros, con el de las damas era especialmente importante pues como dijo Guibert de Nogent: “La belleza de la mujer un espejo directo e inmediato, aunque imperfecto y prercedero, de la infinita e inmutable belleza de Dios.” (7) La capa más interna de la ropa de una mujer era una camisa o blusón de lino o lana, algunas ajustadas a la figura y otras holgadas, aunque se menciona una “faja” o “banda para el pecho” que pudo haber sido el precursor de un moderno sostén. Las mujeres también usaban medias o medias, aunque las medias de las mujeres generalmente solo llegaban a la rodilla.
Todas las clases y ambos sexos usualmente se muestran durmiendo desnudos -la ropa de dormir especial solo se volvió común en el siglo XVI-, sin embargo, algunas mujeres casadas llevaban sus chefs a la cama como una forma de modestia y piedad. Muchos en las clases inferiores llevaban la ropa interior a la cama debido al clima frío de la noche y dado que sus camas generalmente consistían en un colchón de paja y algunas sábanas, la ropa interior actuaría como otra capa.
                Ejemplo de esta importancia se encuentra en el vestido que obsequió Luis I de Anjou a su esposa la duquesa María hacia 1374 que era “todo de terciopelo violeta, bordado de arbolitos, cada uno de los cuales tiene tres hojas de oro […] los tallos de esos arbolitos y sus ramas, tres en cada árbol, están bordados con perlas bastantes grandes […] estos arbolitos salen de un terreno verde bordado con diferentes sedas o hilos de oro […] en la punta de cada rama hay tres perlas en trébol, y  bajo ellas una piedrecita de vidrio rojo engastada […]” (8)
La moda o difusión y predominio de un modelo determinado de vestir ya era un fenómeno conocido en la Edad Media que implicaba a las figuras destacadas de la sociedad y así, quizá fue la misma Leonor de Aquitania quien introdujo una de las modas más conocidas de aquel tiempo: “la de los vestidos de mangas largas, que a veces llegaban al suelo y se abrían sobre un forro de seda para dejar libre el antebrazo, ceñido estrechamente, de raso claro,  poniendo de relieve la finura de la muñeca”. (9) Pero durante la Edad Media al parejo con la moda surgieron los ordenamientos que limitaban y codificaban la expresión social del vestuario por razones morales o de decoro: “ninguna rica hembra u otra mujer en la ciudad de Bolonia, en los pueblos y en todo el territorio se atreva […] a vestir pieles y cualquier traje que tenga una cola por el suelo más larga que tres cuartos de brazo.” (10).
Los colores de la ropa también eran significativos de un nivel social o grupo, así, en España, las cortes de 1252 prohíben a los moros usar “paños bermejos, verdes y sanguíneos”, pero este tipo de prohibiciones no se limitaban a aquellos que eran ajenos al grupo social dominante pues por su parte los clérigos no podían usar colores vivos y los escuderos tenían prohibido vestir de color verde, morado, naranja, rosado, sanguíneo y tinto.
Tal vez por facilidad técnica los colores más populares de paño durante la Edad Media fueron el cárdeno (amoratado azulado), el verde y el conocido como tinto (rojo muy oscuro). Por su parte, el verde sobresalía en los paños flamencos y el verde oscuro fue muy apreciado y utilizado por los reyes.
El tinte o coloranteb más apreciado era la grana, extraída desde la Antigüedad de un molusco (después del siglo XV substituido por la cochinilla americana) de color rojo intenso, después fue importante la gualda planta mucho más abundante que teñía de un color amarillo brillante y en combinación daba incluso azules. El negro intenso también fue apreciado. Otro colorante muy difundido fue el índigo que teñía de azul.
La lana fue el material más usado para telas en forma de paño y sarga. La seda principalmente como brocado y después tafetas y cendal, fue siempre una tela de lujo, primero era traída de Oriente y Persia. Más tarde los árabes introducen el gusano de seda en España y Sicilia iniciando la producción local de este tipo de telas. Completan el panorama textil medieval el famoso lino de tanto de Flandes como de Cambrai y el algodón egipcio. Complementaban como elemnto fundamental de abrigo las telas anteriores las pieles de castor, zorro, ardilla, marta marta cellina, visón y armiño.
El Vestido medieval estaba constituido por las siguientes piezas:
Prendas interiores: camisa (especie de camisón cuya tela, para el siglo XV ya era muy fina y con bordados incluso encajes) y bragas o calzones que en el siglo XV con la moda de las calzas, eran muy pequeñas pues en épocas anteriores estas prendas cubrían parte de los muslos.
Sobre estas prendas se colocaban las calzas (parte inferior del cuerpo) y el jubón (parte superior) que eran prendas forradas y muy ajustadas, poco flexibles y unidas por agujetas con puntas metálicas o de cuero. Un hombre en calzas y jubón se consideraba “desnudo”.
Los jubones se forraban con varios lienzos, los llamados “jubones fornidos” iban forrados con algodón o con borra. Como las mangas y el cuello sobresalían de las prendas que cubrían, se hacían con una tela distinta y mejor y de otro color. El cuello era tieso y duro (con varias telas pespunteadas y engrudo).
Las calzas  eran de paño (tela de lana muy tupida y con el pelo más corto cuanto más fino es el tejido. Los de mejor calidad procedían de Flandes y de Brabante, también eran famosos los paños de Arras y Brujas), cordellate (tejido basto de lana cuya trama forma cordoncillo, que se elaboraba en Murcia y Valencia, pero también en Londres) o estameña (tejido de lana sencillo hecho de estambre). Las calzas, según las épocas cubrían el muslo y la pierna si eran ceñidas, y el muslo solamente si eran holgadas. Se trata de las “medias calzas” de las que deriva el nombre posterior que llega hasta nuestros días de “medias”.
Prendas para vestir a cuerpo: prendas cortas (no cubrían las piernas) y sayos como faldas largas abiertos en el frente o por los costados para poder cabalgar. El traje corto era más apropiado para jóvenes, pero también se usaba, independientemente de la edad cuando los caballeros iban armados. Las prendas cortas podían ser entalladas o plegadas y recibían los nombres de ropa, ropilla, ropeta, jaqueta y sayuelo.
El sayo era un traje entallado a la cintura y ajustado al torso con falda larga (podía llegar desde la rodilla hasta el suelo, en cuyo caso recibían el nombre de sayones) que se ponía sobre el jubón..
Los trajes de encima: los que permitían capa y las ropas de cubrir que no permitían nada encima. Eran la “ropa” (ropones cuando llegaban al suelo), sayo holgado que se ajustaba a la cintura con el cinturón y podían forrarse de piel, que si era de cordero recibían el nombre de zamarros, y cuando estaban abiertas por delante de arriba abajo se les llamó balandranes (en los siglos XVI y XVII este nombre indicará específicamente la ropa de los letrados).
El paletoque prenda formada por dos piezas de telas unidas por los hombros de las cuales una caía al frente y otra por detrás (como un escapulario), las mangas, eran anchas y trapezoidales. Cuando era corta (como la de los heraldos) recibía el nombre de jornea o huca.
Entre la población rural el equivalente del paletoque era el capote que añadía una capilla o capuchón para protegerse de la lluvia, o el capotín que era un capote con mangas. Entre las ropas de cubrir también se cuenta el capuz y el tabardo, especie de manto de amplias capas, muchas veces peludas con capucha o con mangas meramente decorativas ya que los brazos se sacaban por dos aberturas laterales. También era muy usado el gabán, un traje holgado con mangas y capuchón.
En la época habitualmente cuando se trata de prendas de corte sencillo sin mangas se refieren a la prenda femenina como manto y a la masculina como capa.
Tocados. Como uno podría imaginar, el atuendo de una mujer no estaba completo sin algún tipo de sombreros. Al igual que hoy, una mujer medieval tenía muchas opciones, desde sombreros de paja hasta capuchas para elaborar tocados. La actividad y la ocasión de una mujer dictarían lo que llevaba puesto en la cabeza.
La edad media, particularmente los siglos XIV y XV, fue el hogar de algunos de los sombreros más sobresalientes y que desafían la gravedad de la historia.
Antes de que el henin se disparara hacia el cielo, rollos acolchados y tocados truncados y reticulados adornaban las cabezas de las damas de moda en todas partes de Europa e Inglaterra.Caules, las jaulas cilíndricas que se usan en el costado de la cabeza y las sienes, se suman a la riqueza del vestido de los que están de moda y los adinerados. Otras formas más simples de tocado incluyen la corona o simple anillo de flores.
La cabeza se cubría por lo general con bonetes (más bien como adorno que se podía llevar junto con el sombrero y estaba hecho frecuentemente de lana, aunque también los había de telas finas como seda o terciopelo), también existía la galota, bonete con dos puntas para proteger las orejas, sombreros (para proteger del agua y del sol) caracterizados por tener “ruedo” (“ala” y adornos de borlas, plumas, etc., tocas tela que se podía usar a modo de turbante sobre la cabeza) y capirotes (el conocido cucurucho rematado en punta de las damas) una variedad de las cuales era el papahígo, capuchón con una apertura para el óvalo de la cara.
Los zapatos podían ser cerrados, abiertos, abotinados, con cuerdas o con borlas. Básicamente había dos tipos de calzado:
Calzados altos: borceguíes (hechos de badana o de cuero ligero teñido de colores, una especie de funda para las piernas y pies que admitía un segundo calzado), botas (las cuales se diferencian de las anteriores en que no eran tan flexibles, pero más resistentes) y estivales (tipo de botas más amplias).
Calzados sin talón: los cuales se llevaban conjuntamente con zapatos y calzados altos: galochas (sin punta y talón con suela de hueso o de madera arqueada) alcorques con suela de corcho los cuales fueron muy populares y solían forrarse de terciopelo o seda), pantufos (sin talón pero con punta) y chinelas (calzado liogero con suela delgada de cuero)








NOTAS
(1)Ladero Quesada, Miguel Ángel, “La Alimentación en la España Medieval. Estado de las investigaciones”, en Hispania, XLV, 1984, p. 76.
(2) Pernoud, Regine. “La mujer en tiempos de las Catedrales”, en
(4) Pernoud, Regine, Leonor de Aquitania, Madrid, Espasa Calpe, 1969, p. 198.
(5) Chrétien de Troyes, El caballero del León, ed. Lemarchand, pp. 38-39
(6) Favier, Jean, François Villon, México, FCE, 1989, p. 80.
(7) Pernoud, “La mujer en…” op. cit., p. 113.
(8) Ibid., p. 105.
(9) Pernoud, Leonor de Aquitania, op. cit., p. 55.
(10) Fumagalli, Vito, Solitudo Carnis. El cuerpo en la Edad Media. Estatutos boloñeses de finales del siglo XIII, Madrid, Nerea, 1990, p. 73.
(11) González, Aurelio, “Comida, Fiesta y Vestido en la Edad Media”, en Introducción a la cultura medieval, México, Manuales de Medivalia 3, Facultad de Filosofia y Letras, UNAM, 2005, pp. 87-101.



Mary de Bohun usa un manto forrado de armiño atado con cuerdas rojas. Su sirviente usa una túnica mi-parti. De un salterio inglés, 1380-85


Para la venta ambulante, esta mujer usa un vestido rosado sin mangas sobre un kirtle verde, con un velo de lino y guantes blancos. Codex Manesse, 1305-40.

Las mujeres que hacen pasta usan delantales de lino sobre sus vestidos. Se desabrocharon las mangas de la muñeca y se quitaron del camino, a fines del siglo XIV.

Muchas mujeres italianas usan su cabello trenzado con una cuerda o cinta y se atan alrededor de sus cabezas, c. 1380







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