(4) ROMANICO ESPAÑOL
Biografía de Leonor de Inglaterra, su dinastía
Introducción
Leonor
de Inglaterra o Plantagenet (Domfront
1156- Burgos 1214) hija de los famosos Enrique II de Inglaterra y Leonor de
Aquitania, fue reina de Castilla gracias a su matrimonio con Alfonso VIII. Fue
además madre de importantísimos nombres de nuestra historia como Enrique I de
Castilla, doña Urraca- reina de Portugal- Blanca de Castilla- o más conocida
como Blanca de Francia-, y de Berenguela, posiblemente la más determinante de
todas ya que, unida en matrimonio con Alfonso IX, permite que su hijo Fernando
III, conocido como El Santo, herede los tronos de Castilla y de León. Leonor es
además hermana de Ricardo Corazón de León y Juan sin Tierra, la abuela de san
Luis de Francia y bisabuela de Alfonso X El Sabio.
Biografía
La
joven reina llega a la Península en el año 1170 sin saber por entonces una
palabra de castellano. Ambas cortes se encuentran en la ciudad de Tarazona
donde deciden contraer matrimonio. Según narran las crónicas la ciudad estuvo
de festejos durante algo más de tres días en los cuales toda Castilla celebró
la unión de su joven rey - pues tenía quince años, ella diez- con Leonor. Al
matrimonio aportó Leonor el condado de Gascuña, territorio que su madre le cede
como dote.
Si de
su vida como matrimonio y como monarcas tuviésemos que destacar un solo
instante, ese sería la victoria en 1212 en la batalla de las Navas de Tolosa.
No fue la única ofensiva que libraron ya que ambos se convirtieron en baluarte
en la lucha contra los almohades que permanecían en la Península. Así entre los
lugares que reconquistaron a las musulmanes encontramos Cuenca, ciudad poco
importante en cuanto a número total de almas que en ella vivían pero
determinante en la política estratégica que el rey Alfonso quiso seguir. En
esta ciudad decidieron vivir unos años durante los cuales transformaron la
antigua mezquita en catedral y construyeron el Hospital de Santiago.
Entre
ambos acontecimientos, el momento más duro probablemente en la biografía de
Leonor fue la derrota que su esposo encajó en la Batalla de Alarcos (1195)
cuando él mismo tuvo que huir herido en una pierna de la matanza de sus
adversarios. La derrota fue durísima para los ejércitos castellanos, tanto
reales, nobiliarios, de las tropas concejiles y, sobre todo, de las órdenes
militares, especialmente la de Calatrava.
Su
esposo muere en octubre de 1214, la reina tan solo veintiséis días después.
Ambos enterrados en el Real Monasterio de las Huelgas de Burgos, proyecto
personal de la reina.
La cultura heredada de su madre, Leonor de Aquitania
Es
conocido el gusto que la reina mostró por las artes especialmente por la poesía
y la música, heredado de su abuelo Guillermo IX, duque de Aquitania a quien la
historia ha bautizado como el creador y mecenas de los cantares de gesta.
Suponemos por tanto que su buen hacer con las letras se lo trasmite a su hija,
Leonor de Aquitania, quien por aquel entonces se suponía la mujer más conocida,
popular y preparada de todo el Viejo Continente.
La tumba de Leonor de Aquitania en la abadía de Fontevraud. Foto: Wikimedia Commons / Elanor Gamgee / CC BY-SA 3.0.
Fue en
Poitiers donde Leonor más pudo disfrutar del ambiente refinado, donde pasó la
mayor parte de su infancia junto a su madre y sus hermanos. Allí, de forma poco
común para la época, fue educada en igualdad con sus hermanos. Todos ellos, sin
distinción de sexos, fueron preparados para el gobierno y la administración.
Este
puede ser la razón por la que ella impartió la misma educación para todos sus
hijos. De ellos sabemos que Berenguela luchó por asegurar el trono a su hijo
demostrando gran coraje y determinación, gracias a su amplia cultura donde la
preparación política e intelectual era imprescindible. Lo mismo ocurrió con sus
otras hijas - todos sus hijos varones murieron- y la forma en la que éstas
llevaron el gobierno de sus países Francia, Portugal y Aragón.
(Autora
del texto del artículo/colaboradora de ARTEGUIAS:
Ana Molina Reguilón
https://www.arteguias.com/biografia/leonordeinglaterra.htm
Siglos XII y XIII
Biografía de Berenguela I de Castilla
Introducción
Berenguela I de Castilla (Segovia
1180-Burgos 1246). Primogénita de Alfonso VIII de Castilla y Leonor de
Plantagenet ostentó el tronó como regente de su hermano Enrique y de su hijo
Fernando.
Ella mismo
debía ser reina de Castilla pero renunció a favor de su hijo quien unió bajo su
mando los vecinos reinos de Castilla y León.
Juventud
Berenguela
nació en Segovia. Fue educada con esmero por su madre Leonor de Castilla quien
pretendió la misma formación para todos sus hijos, independientemente del sexo de
los mismos. Así Berenguela, como mujer excelente, no fue una excepción. Sus
hermanas Doña Urraca y Blanca de Castilla fueron asimismo muy conocidas en la
Europa medieval gracias al coraje que mostraron como reinas de sus respectivos
territorios.
Berenguela
abandonó pronto los cuidados de su madre quien vio en las alianzas
matrimoniales de sus descendientes una excelente manera de unir lazos con otras
regiones. De este modo Leonor comienza las negociaciones para su hija mayor
cuando la princesa sólo tenía ocho años. El elegido fue un joven duque llamado
Conrado, hijo del Emperador alemán, quien llega a ser investido en 1188
Caballero por el rey Alfonso VIII, padre de Berenguela. Esta unión no termina
de ser efectiva dado, por un lado, la edad de los cónyuges, por otra la pérdida
de interés de los alemanes por la española quien, tras el nacimiento de un
hermano varón, ya no era la primera en la línea sucesoria del trono español.
Tras este
primer intento, su madre inicia de nuevo conversaciones, esta vez dentro del
territorio español y con el fin de asegurar la paz en sus tierras. El elegido
es Alfonso IX, rey de León. La unión se produce en 1197 y en ella, además de
sellar la amistad entre ambos, el rey de León otorga como dote a Berenguela
ciertas plazas y castillos para su disfrute propio. A cambio, Castilla devolvía
a León todos los territorios que en combate y a consecuencia de las guerras,
había quitado a los leoneses. Del matrimonio nacen cinco hijos, entre ellos
Fernando, el futuro rey que unirá bajo su cetro ambos lugares.
En 1204 el
matrimonio entre los monarcas es anulado por la consanguinidad de ambos ya que
el grado entre tío segundo y sobrina era demasiado cercano. A pesar de este
contratiempo, y de que Berenguela hubo de regresar a Castilla, en León se
quedaron los hijos del matrimonio, quedando todos ellos legitimados.
En 1214
muere Alfonso VIII por lo que el trono de Castilla pasa a manos de su hijo
Enrique I que por entonces era menor de edad. Será Berenguela quien actúe de
regente hasta su muerte que ocurre poco después ya que el príncipe sufrió un
accidente mientras jugaba. La siguiente en la línea sucesoria fue la propia
Berenguela quien en 1217 hereda la corona. Pero la reina no tarda en cederle
sus derechos a su hijo. Fue el mismo día de agosto cuando en las cortes de
Valladolid lega el poder a su hijo. Desde ese momento será conocido como
Fernando III que se hará famoso por sus conquistas a los musulmanes. A ellos
les arrebató plazas tan importantes como Jaén, Córdoba o Sevilla.
Berenguela,
una gran reina
Las crónicas
hablan detalladamente del tiempo en que Berenguela estuvo en León. De ella
dicen que aconsejó y ayudó a su esposo a mejorar las instituciones, los
impuestos y la relación con sus vasallos a los que, según apuntan algunas
líneas, liberó de ciertos gravámenes que creaban malestar entre las clases más
bajas.
Fue también
conocido y así transmitido, su gusto por el arte- supervisó personalmente las
obras en la catedral de Toledo y Burgos- y por las letras. Fue usual ver en la
corte a escritores que presentaban a la joven y culta reina sus producciones.
No nos puede sorprender esta parte de su historia dados sus antecedentes: nieta
e hija de Leonor: la primera de Aquitania, la segunda de Inglaterra, ambas
amantes de lo artístico, fueron mecenas de literatos y dramaturgos.
Berenguela
demostró asimismo y a lo largo del reinado de su hijo, unas excepcionales dotes
de gobierno, especialmente en los largos periodos de tiempo en lo que Fernando
debía permanecer en Andalucía combatiendo. En este tiempo y como reina regente,
luchó contra las constantes amenazas por parte de la nobleza peninsular que no
contentos con la forma de gobernar de Fernando III, mostraron -a veces incluso
provocando enfrentamientos directos- su intención de desposeerle del trono. En
estos momentos la reina demostró una gran determinación así como unas
excepcionales dotes para la diplomacia, cualidad heredada de su madre, sin duda
una maestra en esos temas.
Igualmente,
triunfo personal de Berenguela y demostración de la exquisita y combativa
educación que había recibido de Leonor, fue el Tratado de Tercerías, reunión
celebrada en Benavente, por la que consigue que su hijo se convierta, a la
muerte de su padre Alfonso IX, en rey de León tras negociar con las dos hijas
que el leonés tuvo con Teresa de Portugal. Desde ese instante ambos territorios
quedarían unidos.
Berenguela
muere en el Monasterio de Santa María de las Huelgas, proyecto personal de su
madre Leonor de Plantagenet que al igual que hizo su madre Leonor de Aquitania
con Fontevrault, fundó un convento donde pasar los últimos momentos de su vida.
Allí yacen sus restos junto con los de su hermano.
Conclusiones
sobre el papel histórico de la reina Berenguela I de Castilla (Berenguela la
Grande)
Berenguela I
de Castilla ha pasado a la historia como Berenguela la Grande, una
de las figuras femeninas más sobresalientes de la historia de España.
Numerosos
historiadores consideran que el hecho de que la reina abdicara en su hijo
Fernando fue un acto de suma generosidad pero también de inteligencia política,
pues Berenguela afianzó la estabilidad política sin que ello supusiera de facto
que abandonara el poder. Fiel a su hijo Fernando, Berenguela estuvo siempre a
su lado como consejera y ayudante del rey. Así lo demuestra el hecho de que
ambos (Fernando III y Berenguela) firmaron todos los documentos del reino y
estuvieran siempre juntos en todos los actos públicos y de gobierno.
Solamente se
separaban mientras Fernando marchaba a la reconquista de Al-Andalus, momentos
en los cuales Berenguela ejercía con naturalidad el poder.
Además de
preocuparse de sus otros hijos, Berenguela veló por el linaje buscando una
buena esposa para Fernando. Primero en la persona de Beatriz de Suabia y
posteriormente, tras la muerte de esta, en Juana de Ponthieu.
Sandra
Ferrer Valero, de la Universidad de Barcelona, ha escrito sobre la reina:
"El 8 de noviembre de 1246, moría
la reina Berenguela La Grande de Castilla a los 66 años de edad. Ninguna
crónica dudó de la inteligencia y habilidad a la hora de gobernar y ayudar a
gobernar a su hijo Fernando III el Santo quien, sin duda alguna, no habría
conseguido reinar sin el consejo de su madre, una reina madre fiel en la
sombra"
(Autora del texto del artículo/colaboradora de
ARTEGUIAS:
Ana Molina Reguilón
https://www.arteguias.com/biografia/berenguelacastilla.htm
Biografía de Fernando III El Santo. Rey de León y Castilla
Fernando
III es, sin duda, uno de los más relevantes reyes hispanos, no sólo de la Edad
Media, sino de toda la historia española. Durante su largo reinado y como
consecuencia de su política, se produjeron una serie de importantísimos
acontecimientos que marcarían el devenir de España durante siglos.
Fernando
III reinó en Castilla tras
la muerte de su tío Enrique I y la abdicación de su madre Berenguela,
hija de Alfonso VIII de Castilla, desde 1217 hasta su muerte en
1252. También se ciñó la corona de León en 1230 al morir su
padre Alfonso IX.
Durante
la primera etapa de su reinado se concentró en apaciguar algunas rebeliones
contra su persona, lo cual no era novedad por aquellos siglos, pues era
frecuente que los nuevos reyes se encontrasen, al principio de su mandato, con
luchas de poder y enfrentamientos entre facciones.
Desde
mediados de la tercera década del siglo XIII y aprovechando la progresiva
desintegración del estado almohade (que conduciría, incluso, a la formación de
las denominadas Terceras Taifas) acometió campañas de conquista contra las
ciudades más importantes del Valle del Guadalquivir de A-Andalus.
Así,
combinando la diplomacia y la guerra, logra entrar victorioso en Baeza (1227),
Córdoba (1236), Jaén (1246), Sevilla (1248) y así sucesivamente con otras
ciudades del Valle Andaluz.
Si la
conquista de Córdoba tuvo el valor simbólico de dominar la ciudad desde la que
emires y califas, siglos atrás, enviaban ejércitos para asolar los territorios
cristianos, la de Sevilla suponía tomar el centro neurálgico de la Andalucía almohade.
Hay
que hacer notar que este empuje conquistador coincide con el de otro rey
vecino, Jaime de Aragón, que hace lo propio tomando ciudades tan emblemáticas
como Valencia (1238).
Fernando
III muere en 1252 mientras organizaba una intervención en el norte de África
que impidiese la reactivación de la amenaza musulmana que siempre procedía de
estos territorios.
Sólo
unos años después de su muerte, hacia la sexta década del siglo XIII se da por
finalizada la conquista de Al-Andalus por parte de su hijo Alfonso X el Sabio,
salvo los territorios del Reino de Granada que ocupaba aproximadamente la
extensión de las actuales provincias de Málaga, Granada y Almería, gracias a la
barrera natural que suponen las montañas de los Sistemas Bético y Penibético.
En 1671
fue canonizado por el papa Clemente X, de ahí de que se le conozca como
Fernando III el Santo o San Fernando.
Hechos transcendentes del reinado de Fernando III
Unión definitiva de León y Castilla
Es con
Fernando III cuando los Reinos de León y Castilla se fusionan definitivamente,
tras siglos de uniones, divisiones y desencuentros.
Conquista de la mayor parte de
Al-Andalus
Fernando
III dio, junto a Jaime el Conquistador, un empuje tal a la Reconquista que se
puede decir que en tan solo tres décadas se avanzó más que en casi el resto de
siglos anteriores.
Durante
el reinado de estos dos monarcas cayeron bajo posesión cristiana todos los
territorios del sur de lo que hoy es Castilla La Mancha, Extremadura, el sur de
Aragón. La Comunidad Valenciana, Murcia, parte de Baleares y los territorios
andaluces al norte de los Sistemas Béticos.
Concentración de latifundios en manos
de órdenes Militares y grandes Señores
El
rápido e inmenso territorio reconquistado obligó a una forzada repoblación que
dejó bastante exhaustos ciertos territorios del norte. Además, por el sistema
de Repartimientos, grandes extensiones fueron donadas a quienes habían
colaborado en la conquista, con un papel relevante de las Órdenes Militares.
En
estos señoríos se va ejercer una autoridad que se parece al sistema feudal,
poco conocido en los siglos anteriores, al menos en Castilla.
Para
muchos de los historiadores, estos fenómenos tan rápidos y profundos en la
sociedad y geografía hispana va a establecer una parte las bases para las
crisis políticas del siglo XIV en España, (a la que hay que unir las pestes y
otras calamidades de origen extranacional).
Panorama Artístico en España durante el reinado de Fernando III
Durante
el largo reinado de Fernando III el panorama artístico en España supone,
probablemente, uno de los momentos de mayor diversidad y riqueza en matices de
nuestra historia.
Como
veremos, en estas cuatro décadas van a convivir el románico en su etapa
terminal, una arquitectura de raigambre románica pero con abovedamientos evolucionados
que sobre todo ponen de moda los monasterios cistercienses, el gótico clásico
de carácter foráneo (francés) en algunas catedrales puntuales, el mudéjar en
sus primeras manifestaciones y distintas características regionales y el arte
andalusí almohade.
Románico inercial en el ámbito rural
El
Reinado de Fernando III el Santo no va a ver finiquitado el románico en el
mundo rural. De hecho, muchos autores creen que, especialmente en el sur de la
Castilla Vieja y Aragón la construcción de iglesias concejiles de una sola nave
y dimensiones reducidas, pero en un más o menos correcto lenguaje formal
románico, son de las primeras décadas del siglo XIII.
Quedan
inscripciones epigráficas de algunas de estas iglesias que así lo demuestran,
como el caso de la alavesa iglesia de Marquínez (1226) o la soriana de Garray
(1231)
Arquitectura de transición
Aunque
no nos gusta esta denominación, la aplicamos a aquellas iglesias de monasterios
y templos más importantes, donde trabajan artistas más avanzados que aunque
siguen una planimetría tardorrománica, emplean ya el arco apuntado y las
bóvedas de crucería de manera generalizada. Tres insignes edificios construidos
en el reinado de Fernando III ejemplifican esta arquitectura como son la
Catedral de Lleida, Burgo de Osma, la Colegiata de Castrogeriz.
Se
trata en general de templo que no adquieren la verticalidad ni la luminosidad
del auténtico gótico.
Mudéjar
En la
segunda mitad del siglo XII y como consecuencia del avance reconquistador de
los reinos cristianos va a aparecer de manera titubeante un arte mestizo y
exclusivo de lo hispano que es el mudéjar. La habilidad y baratura del trabajo
de los alarifes va a permitir que el románico pierda algunas de sus propiedades
y se combine con estéticas y técnicas musulmanas para hacer nacer el mudéjar.
Estos
fenómenos aparecen en Sahagún (León) y Daroca (Aragón) y más tarde se extiende
por amplias zonas de Castilla y León, Toledo y Aragón, siendo el siglo XIII el
de su auténtica expansión.
En
Castilla y León, este mudéjar primitivo está muy influido por la arquitectura
románica como se puede comprobar en los modelos de Tierra de Pinares
(Valladolid, Ávila y Segovia) y el Modelo Toresano (Zamora y Salamanca)
Mientras,
en Toledo y Aragón, la impronta musulmana es mayor con relación a lo cristiano.
Gótico Francés
Si
algo verdaderamente relevante acontece en este periodo es la llegada a España
del auténtico gótico francés, en las catedrales de nueva planta de Burgos,
Toledo y León.
En
este caso, sí estamos ante el nuevo estilo en su plenitud de su desarrollo.
Estas catedrales -especialmente la de León- reflejan no sólo nuevas técnicas
sino un nuevo concepto, que son los tópicos pero reales valores de verticalidad
y desmaterialización del muro que caracterizan al gótico puro.
Pero,
atención, estos edificios son hitos bastante aislados, construidos por cultos
artífices foráneos contratados por la corte para los ambiciosos programas
catedralicios de las ciudades más importantes.
Ello
no afecta demasiado (al menos al principio) a las anteriormente descritas
tendencias implantadas en la España cristiana, sobre todo en el ámbito rural.
Las iglesias fernandinas
En
este complejo panorama, hay que aclarar que las muy interesantes iglesias
fernandinas de Córdoba están erróneamente llamadas, pues en su mayoría se
iniciaron en l segunda mitad del siglo XIII, durante el reinado de Alfonso X y
no en tiempos de Fernando III.
https://www.arteguias.com/biografia/fernandoiii.htm
Biografía de Alfonso X el Sabio. Rey de León y Castilla
Alfonso X el Sabio es uno de los reyes más
populares y conocidos de nuestra historia, probablemente más por su relación
con la cultura que por sus hechos políticos y trascendencia histórica, que fue
mucha como luego veremos.
Alfonso nace
en Toledo en el año 1221 como hijo primogénito, fruto del
matrimonio entre Fernando III el Santo y Beatriz de
Suabia y fallece en Sevilla en el año 1284. Su madre Beatriz era nieta
de Federico I Barbarroja, emperador de Alemania, lo que generará en la vida de
Alfonso uno de los hechos más curiosos de la monarquía hispánica en relación
con la política de Europa.
La vida de
Alfonso como infante estuvo repleta de cuidados culturales y de gestiones
políticas y militares. De hecho, antes de la muerte de su padre, fue el
encargado de la conquista de Murcia y de pactar con Jaime el
Conquistador el mapa de repartos entre Castilla y Aragón de los
territorios del sureste mediterráneo (Tratado de Almizra).
Facilitó el
entendimiento y la paz con el reino de Aragón emparentando con Jaime I, al
casarse con su hija Violante.
Tras la
muerte de su padre (1252), fue coronado y prosiguió la labor conquistadora de
Castilla y León sobre Al-Andalus, iniciada por su padre treinta años antes, incorporando
importantes ciudades de lo que hoy son las provincias de Cádiz y Huelva (Jerez,
Medina-Sidonia, Niebla, etc.), llegando a lanzar campañas, con diversa fortuna,
hacia el norte de África.
Su reinado no estuvo exento, como era habitual, de esfuerzos por sofocar
rebeliones internas.
Una de las
más importantes fue la provocada con motivo de su propia sucesión. Y es que
tras la muerte de su primer hijo, Fernando de la Cerda, surgió el conflicto
sucesorio entre su segundo hijo, Sancho, y los hijos de Fernando, llegando a
enfrentamientos entre el propio Alfonso y Sancho, que tras numerosos avatares
se haría definitivamente con la corona a la muerte de su padre en 1284,
reinando con el nombre de Sancho IV y siendo apodado "El
Bravo".
A lo largo
de su vida, Alfonso X el Sabio se esforzó en continuar el reordenamiento
político de la Andalucía conquistada mediante el sistema de Repartimientos y
atracción de pobladores del norte, llegando a incumplir algunos pactos asumidos
por su padre con los mudéjares vencidos, lo que provocaría la importante y
trascendente Revuelta Mudéjar de 1264, apoyada por el Reino de
Granada.
Optó al
título de emperador (el llamado Fecho del Imperio) por su
matrimonio con Beatriz, descendiente del emperador Federico Barbarroja,
aunque la oposición papal provocó su renuncia en 1276 a favor de Rodolfo de
Habsburgo.
En otro
orden de cosas, realizó una intensa labor de reforma jurídica y también se
dedicó a la protección de las artes y la cultura. Personalmente es conocido por
sus obras literarias y científicas.
Importancia
histórica de la política de Alfonso X el Sabio
Política
territorial
Inicialmente,
Alfonso, siguiendo la política de su padre Fernando abogó por la incorporación
a ciudades y fortalezas estratégicas de repobladores norteños, permitiendo su
coexistencia con las gentes autóctonas de religión musulmana mediante ciertas
condiciones. El incumplimiento de algunos de estos pactos y el apoyo recibido
por reinos musulmanes periféricos, provocó el levantamiento o revuelta de 1264
de los mudéjares sometidos, en determinados lugares del sur del Valle de
Guadalquivir.
Tras sofocar
dicha rebelión, se ordenó la expulsión de los mudéjares. Sobre este hecho hay
distintas versiones.
Tradicionalmente
se venía diciendo que el exilio fue masivo (en parte al Reino Nazarí de Granada
y en parte al norte de África). Según esta hipótesis, la Andalucía conquistada
habría de ser repoblada casi completamente por cristianos del norte, creándose
una Nueva Andalucía cristiana a modo de Castilla Novísima.
Más recientemente, algunos autores cuestionan que este proceso de migración forzada de la población musulmana fuera tan mayoritario y abogan porque el exilio fue parcial. Para ello aducen que la alta densidad de población musulmana del Valle de Guadalquivir, (experta en la producción agrícola), no pudo abandonarlo completamente sin que ello hubiera provocado un colapso generalizado y una paralización de la sociedad y economía.
En cualquier
caso, el descenso demográfico moro debió ser lo suficientemente significativo
como para ahondar en las exigencias de repoblación castellanoleonesa cristiana,
lo que agravaría la extenuación demográfica de amplias comarcas del interior de
la Península, que entraron en una especie de atonía histórica por falta de efectivos
humanos.
Un hecho
colateral fue el aumento demográfico del Reino de Granada, uno de los factores
que, junto con el agotamiento de Castilla, provocaría la espera de dos siglos y
medio en ser conquistada.
Preeminencia
de Castilla en el concierto político hispano
La extensión
territorial de Castilla frente a los reinos peninsulares vecinos, como
Portugal, Navarra y Aragón generó una situación de preeminencia castellana que
derivaría en la política de unificación de los Reyes Católicos a finales del
siglo XV.
Protección
de la cultura
El largo
reinado de Alfonso X el Sabio no sólo dejó consecuencias políticas sino también
culturales, especialmente en los campos del arte, la literatura, la astronomía
y otras ciencias, la música y el derecho, que ilumino la Baja Edad Media
española y también la europea.
Algunos de
los hitos culturales de su reinado se pueden resumir en los siguientes puntos:
- Protegió y fomentó
la labor de la Escuela de traductores de Toledo, donde eruditos de las
tres religiones y culturas realizaron un magnífico trabajo de traducción
de textos árabes y hebreos al castellano, permitiendo rescatar
innumerables obras de la Antigüedad Clásica. También existieron Escuelas
de traductores en Sevilla y Murcia.
- Adoptó el
castellano como lengua oficial en lugar del latín y estableció la primera
normalización ortográfica de esta lengua.
- En lo personal, su
legado es verdaderamente valioso y abarcando casi todas las áreas del
saber de su tiempo:
- Literarias:
Cantigas de Santa María
- Científicas:
Tablas Alfonsíes, Lapidario.
- Jurídicas: Fuero
Real, Espéculo y las Siete Partidas
- Históricas:
Crónica general y la Grande e General Estoria o General Estoria
Panorama Artístico durante el reinado
de Alfonso X el Sabio
El espectro
artístico y arquitectónico en los treinta años de su reinado siguen la inercia
del periodo anterior de Fernando III.
El gótico
pleno francés continúa su instalación en solar hispano, pero de manera poco
generalizada todavía. En los ambientes rurales, la arquitectura es bastante más
conservadora.
El mudéjar
continúa su amplio desarrollo en numerosos territorios, sin perder su mestizaje
con la influencia románica cristiana e incorporando otros de raigambre gótica.
La iglesias
fernandinas de Córdoba
Las llamadas
iglesias fernandinas de Córdoba, primeros templos cristianos construidos ex
novo tras la conquista de la ciudad fueron iniciadas, al parecer, décadas más
tarde, durante el reinado de Alfonso X, tras un periodo en que las parroquias
cristianas no eran otra cosa que mezquitas consagradas.
Estos
interesantes edificios, bastante homogéneos en sus características, tienen
cabecera gótica poligonal de influencia de la catedral burgalesa, unida a una
estructura sencilla de tres naves sin abovedamiento, de tradición
tardorrománica.
https://www.arteguias.com/biografia/alfonsoxsabio.htm
Biografía de Sancho IV el Bravo. Rey de Castilla y León
Introducción
al papel político del reinado de Sancho IV el Bravo
Desde el
punto de vista personal, la vida del rey Sancho IV el Bravo de León y Castilla
estuvo marcada por cierto signo trágico visible en la mala relación que mantuvo
con su padre y con algunos de sus familiares más cercanos, en su matrimonio con
María de Molina, considerado ilegítimo por la Iglesia, o en su prematuro
fallecimiento, acaecido días antes de cumplir treinta y siete años.
Desde el
punto de vista político, su reinado significó el fin de una época. Tras el
vertiginoso avance que conoció la reconquista en tiempos de sus antecesores,
Alfonso VIII, Fernando III y Alfonso X, se produce, a partir de ahora, una
considerable ralentización de la misma y da comienzo una fase de la historia
castellana protagonizada por monarcas que emplearán grandes esfuerzos en
garantizar la paz interior.
De
infante segundón a heredero del trono de Castilla (1258-1282)
Sancho IV de
Castilla, apodado "el Bravo", nació el 12 de mayo del año 1258,
probablemente en el alcázar de Sevilla, si bien, algunos historiadores sitúan
tal acontecimiento en Valladolid. Fue el cuarto de los diez hijos habidos en el
matrimonio entre el rey Alfonso X el Sabio y doña Violante, hija del rey Jaime
I de Aragón. Era el segundo de los hijos varones, tras el infante don Fernando.
Parece que
el distanciamiento con su padre y la oposición hacia muchas de las decisiones
tomadas por éste son circunstancias ya visibles durante la misma infancia de
Sancho. Con ocasión de la boda de su hermano mayor, Fernando, con la hija de
Luis IX de Francia, doña Blanca, celebrada en Burgos, en noviembre de 1269, se
produjo el primer desafío del infante Sancho -de once años de edad- hacia su
padre. Durante los festejos, el rey Alfonso X invistió como caballeros a su
heredero, el infante Fernando, y a Eduardo, hijo del príncipe Eduardo de Inglaterra,
a la vez que determinó que, Fernando, una vez armado caballero, fuese el
encargado de hacer lo propio con sus hermanos menores y algunos nobles
presentes. La Crónica de Alfonso X nos informa de que, mientras los demás hijos
de Alfonso X recibieron el cíngulo caballeresco de su hermano, don Sancho se
negó a ser armado caballero por él. La misma crónica insinúa que detrás de tal
decisión estaría la influencia de su abuelo, el rey Jaime I de Aragón, presente
en las celebraciones.
Un año
después, en 1270, poco antes de cumplir los doce años de edad, Alfonso X pactó
el matrimonio de Sancho con Guillerma de Montcada, hija de Gastón VII, vizconde
de Bearne y señor de Montcada y Castellvell. Este matrimonio, que será también
motivo de disensión entre padre e hijo, fue el único que gozó del
reconocimiento de la Iglesia en vida de Sancho. Sin embargo, nunca llegó a
consumarse, detrás de lo cual, una vez más, podría situarse la influencia
ejercida sobre el infante por el monarca aragonés, preocupado por los derechos
que un miembro de la familia real castellana podría adquirir en territorios tan
afines a la Corona de Aragón. El matrimonio por poderes con Guillerma,
canónicamente efectivo, obligó a que Sancho IV, tras su enlace con María de
Molina, dedicase muchos esfuerzos, aunque de manera infructuosa, a lograr la
disolución pontificia.
A partir de
1272 Sancho cobra mayor protagonismo y presencia en la vida política del reino,
a la vez que la relación con su padre parece estrecharse. Aparece con los
títulos de alférez y almirante de la Orden Militar de Santa María de España
-también conocida como Orden de Cartagena o de la Estrella-, fundada por
Alfonso X ese mismo año. Al año siguiente participó en la entrevista que
mantuvieron Jaime I y Alfonso X en Requena, probablemente en el mes de agosto,
para tratar sobre la colaboración del rey aragonés en la lucha contra el rey de
Granada.
En 1275 se
produjo un hecho decisivo en la vida de Sancho: la inesperada muerte de su
hermano, el infante Fernando, en Ciudad Real, cuando se dirigía a la frontera
sur, para contener una invasión de los meriníes de Marruecos. Inmediatamente,
Sancho se autoproclamó heredero y, como regente del reino ante la ausencia del
padre -de viaje en Beucaire para entrevistarse con el Papa-, partió para
Córdoba para llevar a cabo, con éxito, la defensa de la frontera: Aben Yuzaf
aceptó la firma de una tregua, retirándose al norte de África a principios de
1276.
El éxito
militar logrado por Sancho hizo que el rey Alfonso X se inclinase inicialmente
por satisfacer las aspiraciones al trono de su segundogénito frente a los
derechos de los hijos del malogrado Fernando, Alfonso y Fernando, los llamados
infantes de la Cerda. Así, en las Cortes de Segovia del año 1278, Sancho fue
jurado heredero del reino de Castilla. Fue entonces cuando la reina Violante,
defensora de los derechos de sus nietos a la sucesión, abandonó el reino con
los hijos y con la viuda de Fernando, para acogerse a la protección de su
hermano Pedro III de Aragón, quien recluyó a los infantes en el castillo de
Játiva.
Una de las
primeras experiencias de Sancho como heredero fue el cumplimiento de la orden
dada por su padre, en 1277, de prender y ajusticiar a su propio hermano, el
infante don Fadrique, como consecuencia de algunos comportamientos indebidos
que había mantenido con su yerno, Simón Ruiz de Cameros.
A partir de
1279 y comienzos de 1280, se observa cierto reparto de funciones entre Sancho y
su padre, de forma que mientras éste se centra en las operaciones militares en
Algeciras y Granada, el infante, se encarga de resolver los problemas de
gobernación del reino: confirma privilegios, interviene en problemas judiciales
y fiscales, etc. Se trata de años intensos en la adquisición de experiencia
política para el futuro rey. Los dos siguientes no lo fueron menos en cuanto a
adquisición de pericia militar, pues dirigió las campañas de 1280 y 1281 contra
meriníes y granadinos.
La
sublevación contra su padre y la subida al trono de Sancho IV
Sin embargo,
a partir de 1281 las diferencias entre padre e hijo van en aumento,
desembocando, finalmente, en una ruptura definitiva que se produjo en 1282 y a
la cual contribuyeron varias circunstancias:
En primer
lugar, no gustó al monarca el uso indebido que el recaudador judío Zag de la
Maleha hizo de las rentas reales, al consentir dedicar parte de ellas, a
petición de Sancho, a pagar las deudas contraídas por la estancia de la reina
Violante en Aragón.
Además, las
aspiraciones al trono de los infantes de la Cerda, que contaban con el apoyo de
su tío materno, Felipe III, rey de Francia, seguían vivas y Alfonso X inició
conversaciones con éste para ofrecer alguna compensación a su nieto Alfonso.
Así, se comprometió a entregar el reino de Jaén al primogénito de Fernando de
la Cerda, quien debía reconocerse, por ello, vasallo de Alfonso X y del propio
Sancho, que mostró su más radical oposición a cualquier posibilidad de reparto
del reino.
El divorcio
total entre ambos tuvo lugar durante las Cortes de Sevilla (1282), cuando
Alfonso le comunicó su cambio de opinión con respecto a la herencia del reino.
La respuesta de Sancho pone de manifiesto hasta qué punto había asimilado las
enseñanzas de su preceptor, el intelectual fray Juan Gil de Zamora, sobre el
origen del poder real. Así, según la Crónica dijo a su padre:
"Señor, non me fecistes vos, mas
fizome Dios e fizo mucho por me fazer, ca mato a un mi hermano…porque lo
heredase yo después de vuestros días…"
Tras ello el
infante marchó a Córdoba, donde se le unirían sus hermanos, los infantes Pedro,
Juan y Jaime. Pero éstos dos últimos volvieron, en marzo de 1283, a la
obediencia paterna y mantuvieron, a partir de entonces una tensa relación con
Sancho.
Daba con
ello inicio una guerra civil en Castilla. El primer paso dado por Sancho fue la
búsqueda de apoyos en los distintos estamentos del reino. Aprovechando el
malestar provocado por muchas de las decisiones tomadas por su padre, se
granjeó el apoyo de buena parte de la nobleza, el clero y las ciudades.
Entre la
nobleza había mucho descontento con la política de Alfonso X y Sancho encontró
sus principales apoyos en los linajes de los Castañedas, Mendozas, Manzanedos,
Manriques, y, sobre todo, en Lope Díaz de Haro, señor de Vizcaya.
Las Órdenes
Militares se inclinaron mayoritariamente a favor del rebelde, siendo la orden
de Santiago la que adoptó una posición más decididamente favorable a Sancho. A
pesar de no contar con el favor del Papado, también dispuso del apoyo de gran
parte del episcopado. Sancho se presentó ante los prelados como el defensor de
los mermados privilegios y franquezas de la Iglesia. Los arzobispos de Toledo y
Sevilla y los obispos de Segovia, Oviedo, Ávila y Cádiz, fueron los únicos que
se mantuvieron junto a Alfonso, lo que da idea de la amplitud del partido
sanchista entre los prelados.
En cuanto al
clero regular, los monasterios llegaron a formar una hermandad prosanchista,
con motivo de la convocatoria de Cortes en Valladolid. De manera similar, entre
mayo y julio de 1282, los concejos de Galicia, León, Castilla y Andalucía constituyeron
hermandades generales para defender sus libertades y privilegios frente a los
desafueros y el creciente intervencionismo regio en la administración concejil.
Además, durante la guerra entre Alfonso X y Sancho IV, uno y otro tuvieron
aliados musulmanes: los benimerines o meriníes, estuvieron al lado del rey,
mientras que los granadinos apoyaron a su hijo.
A cambio de
todas estas alianzas, Sancho tuvo que ofrecer numerosas compensaciones:
transferencias de rentas reales y de tierras de realengo a favor, sobre todo,
de nobles, Órdenes Militares e infantes. Peñafiel, por ejemplo, fue concedida a
su tío, el infante don Manuel (1234-1283).
Con el fin
de organizar todas las fuerzas con las que podía contar, Sancho reunió, en
abril de 1282, unas Cortes en Valladolid en las que Alfonso X fue declarado
inhábil. El hermano del rey, don Manuel, fue el encargado de leer tal
sentencia, justificada por los grandes gastos provocados por sus pretensiones
imperiales y por algunas de las campañas de la frontera, por la injusta
distribución de mercedes y por las alteraciones de moneda.
La respuesta
del monarca se produjo el 8 de noviembre de 1282, cuando emitió una sentencia
en cuyo texto lanzaba una sobrecogedora maldición paterna sobre el infante por
la cual le desheredaba y le privaba de todos sus derechos sobre sus reinos.
Entre la
asamblea de Valladolid y la sentencia condenatoria del rey, tuvo lugar en
Toledo, en junio de 1282, la boda entre Sancho y María de Molina, hija del
infante don Alfonso, hermano de Fernando III y señor de Molina. Era, además,
madrina de una de las hijas ilegítimas que Sancho había tenido con su amante
María de Meneses, señora de Ucero. Este matrimonio significaba un nuevo agravio
para el monarca, quien años antes había concertado la unión de su hijo con
Guillerma de Montcada. La reacción del Papa no pudo ser más contraria,
calificándola de incestas nupcias y publica infamia, ya que, además de no
haberse solicitado dispensa al concurrir la circunstancia de consanguinidad, a
la luz del derecho canónico, Sancho era el legítimo esposo de Guillerma.
Desde fines
del 1282 la causa de Sancho sufre todo tipo de adversidades: a la rebelión de
Badajoz, cuyo dominio no pudo recuperar, quedando unida así, en su apoyo a
Alfonso, a las ciudades de Murcia y Sevilla, hay que unir, su difícil situación
desde el punto de vista financiero, la pérdida de algunas destacadas
solidaridades como la de los infantes Juan y Jaime, o las rebeliones de Agreda,
Soria y Treviño. Junto a ello, el pronunciamiento del Papa Martín V a favor de
Alfonso y las censuras eclesiásticas que le lanzó ponían en riesgo sus
aspiraciones a trono. Sin embargo, en ese adverso contexto, el 4 de abril de
1284, se produjo el fallecimiento del rey Alfonso X. Sancho, que conoció la
noticia estando en Ávila, se autoproclamó rey y fue coronado en la catedral de
Toledo, el 30 de abril de 1284, con los obispos de Burgos, Cuenca, Coria y
Badajoz como oficiantes.
A partir de
ahora, Sancho IV inicia una campaña cuyo objetivo fue legitimar su subida al
trono y buscar apoyos contra los infantes de la Cerda. Para asegurar el apoyo
de su tío Pedro III de Aragón, quien continuaba reteniendo a los infantes de la
Cerda en el castillo de Játiva, se comprometió en Uclés, a proporcionarle ayuda
para recuperar el señorío de Albarracín, en manos del noble Juan Núñez de Lara.
Buscó atraer
a la nobleza y para ello otorgó cargos destacados a algunos de los que habían
sido leales a su padre durante la guerra. Pero también premió a quienes le
habían apoyado siempre, destacando, entre todos ellos, la figura de Lope Díaz
de Haro, señor de Vizcaya, quien, logró ejercer una gran influencia sobre el
monarca hasta su muerte en 1288. A principios de 1287, fue nombrado Mayordomo
Mayor y Alférez Mayor de Castilla, a la vez que recibía el título de conde con
carácter hereditario. Contraviniendo lo dispuesto en las Cortes de 1285,
entregó la administración de las finanzas del reino al judío Abraham el
Barchilón, con lo que el monarca y su consejero se enemistaron con las ciudades,
sobre las que recaía la presión fiscal, y con los nobles desplazados del poder
por Lope Díaz de Haro. Pero la desconfianza del rey hacia su consejero empezó a
ir en aumento desembocando, finalmente, 8 de junio de 1288, en el episodio de
Alfaro, en el que Sancho IV le dio muerte, a causa de las intrigas que había
protagonizado en contra de sus intereses.
Entre los
eclesiásticos encontró a muchos de sus colaboradores más estrechos y
habituales. Destacan el obispo de Palencia, que aparece, desde 1284, como
canciller del rey, o Gómez García de Toledo, abad de Valladolid, que actuó como
embajador castellano ante el rey de Francia, Felipe IV.
En cuanto a
las hermandades concejiles nacidas durante la sublevación, Sancho IV pudo
comprobar en los primeros meses de su reinado como, lejos de disolverse, se
afirmaban con renovada fuerza. El 1 de septiembre de 1284 se reunieron en
Medina del Campo y tomaron diversos acuerdos, entre ellos, aceptar el señorío
del rey a cambio de que éste respetase sus fueros, usos, libertades, franquezas
y privilegios, tal y como había prometido en 1282, cuando era infante. El
impulso adquirido por las hermandades concejiles fue visto con recelo por el
rey, quien optó por disolverlas en las Cortes de Valladolid, celebradas en
diciembre de 1284.
Relaciones
diplomáticas con Francia y Aragón
El cambio de
titulares que se produjo en 1285, en los tronos de Aragón y Francia así como en
el solio pontificio, brindó a Sancho IV una ocasión idónea para encauzar sus
relaciones con esos príncipes.
Las
relaciones con el Papado se relajaron gracias la suspensión dictada por el
nuevo pontífice, Honorio IV (1285-1287), en noviembre de 1286, sobre el
entredicho y la excomunión impuestas por su antecesor, Martín IV, a Sancho IV
por la rebelión contra su padre. Sin embargo, el mantenimiento de las penas
canónicas por el matrimonio ilegítimo con María de Molina, seguía siendo un
instrumento de presión para el Papado y su aliado, el rey de Francia, con el
cual hubo también un acercamiento: el 13 de julio de 1288, Sancho IV firmó con
Felipe IV (1285-1314), el Tratado de Lyon. En función de él, Sancho IV otorgaba
a los infantes de la Cerda, el reino de Murcia y Ciudad Real, a cambio de la
renuncia por parte del monarca francés de cualquier derecho que pudiera tener
sobre el trono castellano. Además, se establecía que, en caso de que no dejara
herederos legítimos, los infantes de la Cerda o sus descendientes ocuparían el
trono de Castilla y se prometían ayuda militar mutua contra el rey Alfonso III
de Aragón.
La reacción
en Aragón ante la noticia de tal alianza no se hizo esperar y, en septiembre de
ese año, el infante Alfonso de la Cerda fue jurado en Jaca, rey de Castilla.
Tanto Aragón como Castilla desplegaron tropas en las respectivas fronteras y
comenzaron las hostilidades. Sin embargo, parece que las operaciones militares
tuvieron, por lo general, escaso relieve, careciendo de consecuencias políticas
significativas y tratándose de actos de rapiña y saqueo o de simples encuentros
fronterizos. Cabe destacar el encuentro que se produjo entre ambas fuerzas en
Pajarón (Cuenca), en el que encontraron la muerte, a manos de Diego López de
Haro, el comendador mayor de Uclés y varios freires santiaguistas, así como el
Justicia Mayor del rey castellano, Ruy Páez de Sotomayor.
Por aquellas
fechas se produjo también la confrontación entre dos linajes de Badajoz, los
portugaleses y los bejaranos. La enemistad entre ambos estaba basada en las
diferencias surgidas por la propiedad de ciertas heredades y por la adhesión de
los bejaranos a la causa de Alfonso de la Cerda. El monarca envió a las Órdenes
Militares para restablecer la paz, dando lugar a algunos ajusticiamientos entre
los bejaranos.
Todo ello
ponía de manifiesto que, tras cinco años de reinado, la principal causa de
inestabilidad política en Castilla, la pretensión al trono de Alfonso de la
Cerda, continuaba viva. Sancho IV necesitaba consolidar su alianza con Francia
y, en abril de 1290, se produjo un encuentro entre ambos monarcas en Bayona.
Sancho logró que Felipe IV se desentendiese de la causa de los infantes de la
Cerda, lo cual significó para él un éxito político decisivo pues la alianza con
Francia favorecía también el acercamiento con el Papado, dadas las estrechas
relaciones que mantenía el monarca francés con Roma. Sin embargo, el nuevo
Pontífice Nicolás IV (1288-1292), se resistió también a conceder la ansiada
dispensa matrimonial que permitiría legitimar su unión con la reina María de
Molina. La bula Proposita nobis (1292), por la que Nicolás IV reconocía su
matrimonio como lícito, fue una falsificación realizada durante el interregno
que se produjo tras su muerte.
A partir de
1289 se inicia un período de estabilización política del reino. En octubre de
ese año se produjo en Guadalajara el encuentro del monarca con Juan Núñez de
Lara, lo que significaba la reconciliación con una de las familias de mayor
influencia política en Castilla, la de los Lara. El arreglo entre ambos se
selló con el acuerdo matrimonial entre el hijo de Juan Núñez de Lara con doña Isabel,
heredera del señorío de Molina. Algunos años después, cuando se produzca el
fallecimiento de Isabel (1293), el rey obtendrá de la madre de la difunta, doña
Blanca, hermanastra de María de Molina, la promesa de convertir a los reyes en
herederos del señorío de Molina, al carecer de sucesores. Gracias a ello, el
título de señor de Molina quedará vinculado al reino de Castilla.
Además, en
el año 1291, Sancho hubo de sofocar una revuelta en Galicia encabezada por Juan
Alfonso de Alburquerque, que tuvo como principal consecuencia una alianza con
el rey de Portugal que se selló, de nuevo, con un acuerdo matrimonial: su
primogénito, el futuro Fernando IV, se prometía con la infanta Constanza de
Portugal.
En cuanto a
las relaciones entre Aragón y Castilla, muerto Alfonso III, en junio de 1291,
Jaime II (1291-1327) buscó la alianza castellana con el objetivo de poner fin a
un conflicto que le impedía centrarse en la expansión mediterránea. En el lado
castellano, la cada vez mayor necesidad de llevar a cabo una ambiciosa campaña
contra los meriníes hizo urgente la alianza Aragón. Así, el 29 de noviembre de
1291, Sancho IV y Jaime II firmaron el Tratado de Monteagudo por el que se
prometían ayuda militar mutua en caso de conflicto y se delimitaban, en
previsión de futuras conquistas, las respectivas áreas de influencia de Aragón
y Castilla en el norte de África, estableciéndose el río Muluya como límite
entre ambas. El tratado se selló con el compromiso matrimonial entre Jaime II y
la infanta Isabel de Castilla.
De este
modo, a fines de 1291 el rey Sancho IV de Castilla había alcanzado un
equilibrio político en el interior del reino así como en sus relaciones
exteriores, pudiéndose dar por zanjada la cuestión sucesoria: los infantes de
la Cerda habían dejado de ser una amenazada. A partir de ese momento fue
posible que el monarca castellano pudiese centrarse en la lucha contra el
Islam.
Los
conflictos con meriníes y granadinos y la conquista de Tarifa
Las tensas
relaciones con el sultán de Marruecos, que había sido un firme aliado de su
padre durante el conflicto civil, se habían mantenido una vez Sancho llegó al
trono. A principios de 1285 Abu Yusuf había desembarcado en Tarifa y llevado a
cabo una serie de razias en tierras andaluzas. La ofensiva norteafricana llegó hasta
Sevilla, cuya campiña fue arrasada, pero fueron, fundamentalmente, Jerez y
otras poblaciones del valle del Guadalete como Arcos, el Puerto de Santa María,
Sanlúcar de Barrameda, Medina Sidonia, Vejer o Rota, las que se vieron más
afectadas. La invasión, que acabó con la firma de un acuerdo entre Sancho IV y
Abu Yusuf, en Peña Ferrada, en octubre de 1285, evidenció la debilidad de la
frontera andaluza y la acuciante necesidad de emprender medidas destinadas a
reforzarla.
Para ello,
en primer lugar y apenas firmada la tregua con los meriníes, el monarca
promovió la repoblación de esta zona, tan importante desde el punto de vista
estratégico. En un primer momento la iniciativa repobladora estuvo en manos de
la Orden de Santiago, que recibió el señorío sobre Medina Sidonia, Alcalá de
los Gazules y Vejer. Pero, a partir de 1288, será el propio monarca quien
dirija el proceso.
A finales de
1291, habiéndose conseguido una paz estable con Francia, firmes compromisos de
colaboración con Aragón y con Portugal, la alianza de Granada y Tremecén, así
como el apaciguamiento de los nobles más levantiscos, se pudo pasar, por fin, a
la ofensiva. Tras los saqueos llevados a cabo por los meriníes en la zona de
Sevilla y Jerez, en septiembre de ese año, los preparativos militares
destinados a consolidar la posición cristiana en aquellas tierras y a
apoderarse de las plazas que el reino de Marruecos tenía en la Península se
aceleraron. A fines de mayo de 1292 el rey se encontraba ya en Sevilla, donde
nació el infante Felipe. A las fuerzas castellanas se unieron galeras
aragonesas capitaneadas por Berenguer de Montoliu. Los granadinos, por su
parte, se encargaron de los abastecimientos. Gracias a esta ayuda, el 13 de
octubre de 1292, después de un duro asedio de seis meses, Tarifa cayó en poder
de Sancho IV. La toma de la ciudad significó el primer paso dentro de una
política encaminada a dominar el estrecho de Gibraltar que culminó con la
Batalla del Salado (1340).
Tras la
conquista de Tarifa se produjo la ruptura entre Sancho IV y el rey de Granada,
Mohamed II, quien pretendía que le fuese entregada la plaza a cambio de varias
fortalezas. La negativa de Sancho a esta propuesta supuso el fin de su alianza
y que el granadino se aliase con el sultán de Marruecos para poner juntos cerco
a Tarifa en 1294. Cabe destacar la presencia del infante Juan entre los
sitiadores de la ciudad. Éste, tras protagonizar una rebelión en julio de 1293,
había huido a Marruecos para aliarse con Aben Yacub.
El encargado
de la defensa de la plaza fue su alcaide, el caballero leonés Alfonso Pérez de
Guzmán, apodado el Bueno. A pesar de la dureza del asedio, que duró varios
meses, la ciudad resistió, según las crónicas, gracias al heroico acto de
Guzmán el Bueno, quien se negó a entregar Tarifa a cambio de la vida de su
propio hijo.
Aquel mismo
verano de 1294 Sancho tuvo que hacer frente a la tentativa de recuperación del
señorío de Vizcaya por parte de Diego López de Haro. Fue en el transcurso de
esta campaña cuando, hallándose en Quintanadueñas, sufrió una grave crisis
provocada por su maltrecho estado de salud. Conocerá el nuevo año en Alcalá de
Henares, donde experimentó un importante agravamiento de su enfermedad.
Finalmente, falleció en Toledo, el 25 de abril de 1295, cuando preparaba una
nueva empresa contra Algeciras. En su testamento había confiado a su esposa, la
reina María de Molina, la regencia del reino mientras durase la minoría de su
heredero, Fernando, un niño de diez años. Fue sepultado junto a Alfonso VII, en
la capilla que él mismo había mandado construir como panteón real en la
catedral de Toledo.
Actividad
cultural
Sancho IV
heredó la afición de su padre por las letras y fue autor y promotor de varias
obras.
Hacia 1293
escribió el Lucidario, una obra de carácter enciclopédico en forma de diálogo
con preguntas y respuestas entre un maestro y su discípulo sobre cuestiones
religiosas y científicas.
También se
le considera autor del Libro de los castigos e documentos, obra política y
moral destinada a la formación de un heredero al trono e inspirada en la de
Aegidius Colonna, titulada De regimine principum, compuesta en 1274 para Felipe
el Hermoso. Además impulsó la traducción del francés de obras como Li Livres
dou trésor de Brunetto Latini, o La gran conquista de Ultramar o Historia de
las Cruzadas.
Desarrolló
también una labor protectora sobre las instituciones culturales del reino pues,
además de confirmar y conceder privilegios a las ya existentes en Sevilla,
Valladolid o Salamanca, fundó, en mayo de 1293, los Estudios Generales de Alcalá
de Henares, a petición del arzobispo de Toledo Gonzalo Pérez Gudiel.
https://www.arteguias.com/biografia/sanchoivelbravo.htm
Biografía de María de Molina, Reina de Castilla
Introducción
a la figura de María de Molina
María de
Molina (1265- Valladolid 1321). Hija de infante Alfonso de Molina, reinó
Castilla- no sin dificultades- hasta en tres ocasiones: una junto a su esposo
Sancho IV, la segunda como regente de su primogénito Fernando IV y la última,
justo antes de su fallecimiento, como tutora de su nieto, el futuro Alfonso XI.
María
Alfonso de Meneses o María de Molina casa con Sancho de
Castilla a pesar de que él ya estaba comprometido con otra mujer, Guillermina
de Moncada. El matrimonio, unido en 1281, fue, según sus protagonistas por
amor. Uno de esos raros casos en los que los casamientos entre nobles supera la
conveniencia. De él surgieron siete vástagos a los que María de Molina supo muy
inteligentemente unir en matrimonio, convirtiendo los enlaces en piezas clave
para la estabilidad de su poder y el de sus hijos.
A su hija
Isabel - la mayor de todos los siete que tuvo- la prometieron, con tan solo
nueve años, con el rey de Aragón, que contaba con treinta. Esta unión no duró
mucho ya que, en 1296, una vez la infanta vivía en la corte aragonesa, fue
devuelta a casa de su madre porque el rey aragonés, siempre atento a las
intrigas y las luchas de poder, encuentra un matrimonio más ventajoso para su
causa. El destino de Fernando, heredero al trono, quedó unido a Constanza de
Portugal.
Además del
compromiso previo de Sancho con la rica heredera catalana, existió otro
problema aún más grave en la vida de los esposos: María era prima hermana del
padre de Sancho, Alfonso X el Sabio, un grado demasiado cercano de
consanguinidad como para permitir la unión por lo que en un principio el Papa
les negó la dispensa papal para legitimar su matrimonio.
La vida como
madre-reina de María fue muy complicada. En su primer reinado debe luchar junto
a su marido por el trono y es que su esposo no debía heredarlo según las
últimas disposiciones de Alfonso X, su padre, sino que debían ser los hijos de
su hermano fallecido (es decir sus sobrinos, conocidos como infantes de la
Cerda) quienes a pesar de su minoría de edad asumiesen el poder. La causa de
los Infante fue promovida- según M. T. Álvarez - por Doña Violante, la madre de
Sancho, que siempre se había opuesto a su reinado.
Después de
mucho batallar es finalmente Sancho el que gobierna el más grande y poderoso de
los reinos de la Península. A partir de este momento el monarca dona a su
esposa María el Señorío de Molina
Los
problemas vuelven en 1295 cuando muere su marido sin que llegase la bula papal
que autorizaba su matrimonio y por tanto legitimaba el trono. Sin ese documento
se plantea el problema de si debe ser ella la que recoja el poder en Castilla o
debe cedérselo a su hijo que en ese momento contaba con once años. Decidiese
cualquiera de las dos opciones los infantes de la Cerda iban a cuestionar su
poder y reclamarían el trono. Desde ese momento, la función más importante de
la reina fue asegurar el trono de su hijo quien un día después de la muerte de
su padre entra en Toledo para ser designado rey bajo la tutoría de su madre.
Para conseguir el apoyo del pueblo según cuentan los cronistas, la reina
entendió a la perfección que lo más importante era tener contentos a la
burguesía urbana y a ciertos sectores de la nobleza.
En los años
de tutela no tuvo un momento de descanso pues las intrigas eran una constante
en las cortes de ese período. Probablemente el momento más duro en su reinado
fue la conjura de los dos secretarios de su hijo, don Juan y don Juan Núñez
quienes acusaron a la reina de haber robado y vendido joyas del fallecido
Sancho. Otro momento de gran tensión fue el protagonizado por Jaime II de
Aragón que aprovechando los problemas de María y su hijo, invadió Murcia,
apoyado por la nobleza y por Dionís de Portugal quien declaró la guerra a
Castilla.
María de
Molina estaba ya descansado de sus funciones cuando muere su hijo Fernando con
tan solo 27 años, dejando un heredero de uno: el futuro Alfonso XI. María debe
volver a la corte a hacerse cargo de la situación.
En 1313 las
Cortes, convocadas en Palencia, decidieron que fuese de nuevo María de Molina
quien, como hizo con su hijo, se encargase de su tutoría. Por ello la reina es
llamada por el Consejo de Regencia junto a los infantes don Juan y don Pedro.
Estos murieron en 1320 y se formó un nuevo Consejo con don Juan Manuel, el
infante Felipe y María de Molina, lo que acentuó la guerra civil entre las
facciones castellanas.
La reina enferma y en muy poco tiempo
fallece. Corre el año 1321.
Con todo lo
relatado, María de Molina ha pasado a la historia con todo merecimiento como
una de las grandes reinas españolas, por su capacidad de trabajo y tenacidad
que supo combinar con astucia y gran habilidad en las negociaciones haciendo
primar siempre la concordia frente al conflicto y el enfrentamiento. Según el
historiador del siglo XVIII, Enrique Florez, María de Molina siempre actuó en
la defensa de "los bienes de la Corona" y del "bien común".
(Autora del texto del artículo/colaboradora de
ARTEGUIAS:
Ana Molina Reguilón
https://www.arteguias.com/biografia/mariademolina.htm
Siglos XIV y XV
Biografía de Alfonso XI El Justiciero. Rey de Castilla y León
Alfonso XI,
apodado El Justiciero, nació en 1311, fue el hijo de Fernando IV de Castilla.
Subió al trono sólo con un año de edad por lo que la regencia recayó en su
abuela María de Molina.
La mayoría
de edad le llegaría a los 15 años y una vez resueltos las habituales disputas
por hacerse con la corona, emprendió nuevas acciones de reconquista encaminadas
a dominar el Estrecho de Gibraltar, que era el nexo de unión con África y la
vía de penetración natural de los diversos contingentes musulmanes que habían
entrado en la Península desde el siglo VIII.
La biografía
de Alfonso XI el Justiciero está marcado especialmente por una serie de hechos
y circunstancias que se pueden resumir en:
- El largo periodo de
su reinado en que gobernó su abuela María de Molina
- Sus logros
reconquistadores que aseguraron el Reino de Algeciras y el Estrecho de
Gibraltar
- La victoria en la
determinante Batalla del Salado contra los benimerines en 1340.
- Sus matrimonios con
Constanza Manuel y María de Portugal (de este segundo matrimonio nacería
su sucesor, Pedro I) y su amor por Leonor Núñez de Guzmán que le daría
nada menos que diez hijos. Uno de ellos fue Enrique, que participaría en
la guerra civil con Pedro I y le sucedería tras su asesinato.
- La energía con la
que trató de cortar de raíz las revueltas, ambiciones e intrigas
nobiliarias que fueron importantes durante su reinado, lo que causó que le
apodaran el Justiciero.
- Su muerte en 1150
en el asedio a Gibraltar como consecuencia de la Peste que asoló casi toda
Europa e mediados del siglo XIV.
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