sábado, 10 de octubre de 2020

 

(4) ROMANICO ESPAÑOL

Biografía de Leonor de Inglaterra, su dinastía

Introducción

Leonor de Inglaterra o Plantagenet (Domfront 1156- Burgos 1214) hija de los famosos Enrique II de Inglaterra y Leonor de Aquitania, fue reina de Castilla gracias a su matrimonio con Alfonso VIII. Fue además madre de importantísimos nombres de nuestra historia como Enrique I de Castilla, doña Urraca- reina de Portugal- Blanca de Castilla- o más conocida como Blanca de Francia-, y de Berenguela, posiblemente la más determinante de todas ya que, unida en matrimonio con Alfonso IX, permite que su hijo Fernando III, conocido como El Santo, herede los tronos de Castilla y de León. Leonor es además hermana de Ricardo Corazón de León y Juan sin Tierra, la abuela de san Luis de Francia y bisabuela de Alfonso X El Sabio.

Biografía

La joven reina llega a la Península en el año 1170 sin saber por entonces una palabra de castellano. Ambas cortes se encuentran en la ciudad de Tarazona donde deciden contraer matrimonio. Según narran las crónicas la ciudad estuvo de festejos durante algo más de tres días en los cuales toda Castilla celebró la unión de su joven rey - pues tenía quince años, ella diez- con Leonor. Al matrimonio aportó Leonor el condado de Gascuña, territorio que su madre le cede como dote.

 

Si de su vida como matrimonio y como monarcas tuviésemos que destacar un solo instante, ese sería la victoria en 1212 en la batalla de las Navas de Tolosa. No fue la única ofensiva que libraron ya que ambos se convirtieron en baluarte en la lucha contra los almohades que permanecían en la Península. Así entre los lugares que reconquistaron a las musulmanes encontramos Cuenca, ciudad poco importante en cuanto a número total de almas que en ella vivían pero determinante en la política estratégica que el rey Alfonso quiso seguir. En esta ciudad decidieron vivir unos años durante los cuales transformaron la antigua mezquita en catedral y construyeron el Hospital de Santiago.

Entre ambos acontecimientos, el momento más duro probablemente en la biografía de Leonor fue la derrota que su esposo encajó en la Batalla de Alarcos (1195) cuando él mismo tuvo que huir herido en una pierna de la matanza de sus adversarios. La derrota fue durísima para los ejércitos castellanos, tanto reales, nobiliarios, de las tropas concejiles y, sobre todo, de las órdenes militares, especialmente la de Calatrava.


Su esposo muere en octubre de 1214, la reina tan solo veintiséis días después. Ambos enterrados en el Real Monasterio de las Huelgas de Burgos, proyecto personal de la reina.

La cultura heredada de su madre, Leonor de Aquitania

Es conocido el gusto que la reina mostró por las artes especialmente por la poesía y la música, heredado de su abuelo Guillermo IX, duque de Aquitania a quien la historia ha bautizado como el creador y mecenas de los cantares de gesta. Suponemos por tanto que su buen hacer con las letras se lo trasmite a su hija, Leonor de Aquitania, quien por aquel entonces se suponía la mujer más conocida, popular y preparada de todo el Viejo Continente.

La tumba de Leonor de Aquitania en la abadía de Fontevraud. Foto: Wikimedia Commons / Elanor Gamgee / CC BY-SA 3.0.

https://www.lavanguardia.com/historiayvida/edad-media/20190409/47310649903/la-leyenda-negra-de-leonor-de-aquitania.html

Fue en Poitiers donde Leonor más pudo disfrutar del ambiente refinado, donde pasó la mayor parte de su infancia junto a su madre y sus hermanos. Allí, de forma poco común para la época, fue educada en igualdad con sus hermanos. Todos ellos, sin distinción de sexos, fueron preparados para el gobierno y la administración.

Este puede ser la razón por la que ella impartió la misma educación para todos sus hijos. De ellos sabemos que Berenguela luchó por asegurar el trono a su hijo demostrando gran coraje y determinación, gracias a su amplia cultura donde la preparación política e intelectual era imprescindible. Lo mismo ocurrió con sus otras hijas - todos sus hijos varones murieron- y la forma en la que éstas llevaron el gobierno de sus países Francia, Portugal y Aragón.

(Autora del texto del artículo/colaboradora de ARTEGUIAS:
Ana Molina Reguilón

https://www.arteguias.com/biografia/leonordeinglaterra.htm

Siglos XII y XIII

Biografía de Berenguela I de Castilla

Introducción

Berenguela I de Castilla (Segovia 1180-Burgos 1246). Primogénita de Alfonso VIII de Castilla y Leonor de Plantagenet ostentó el tronó como regente de su hermano Enrique y de su hijo Fernando.

Ella mismo debía ser reina de Castilla pero renunció a favor de su hijo quien unió bajo su mando los vecinos reinos de Castilla y León.

Juventud

Berenguela nació en Segovia. Fue educada con esmero por su madre Leonor de Castilla quien pretendió la misma formación para todos sus hijos, independientemente del sexo de los mismos. Así Berenguela, como mujer excelente, no fue una excepción. Sus hermanas Doña Urraca y Blanca de Castilla fueron asimismo muy conocidas en la Europa medieval gracias al coraje que mostraron como reinas de sus respectivos territorios.

Berenguela abandonó pronto los cuidados de su madre quien vio en las alianzas matrimoniales de sus descendientes una excelente manera de unir lazos con otras regiones. De este modo Leonor comienza las negociaciones para su hija mayor cuando la princesa sólo tenía ocho años. El elegido fue un joven duque llamado Conrado, hijo del Emperador alemán, quien llega a ser investido en 1188 Caballero por el rey Alfonso VIII, padre de Berenguela. Esta unión no termina de ser efectiva dado, por un lado, la edad de los cónyuges, por otra la pérdida de interés de los alemanes por la española quien, tras el nacimiento de un hermano varón, ya no era la primera en la línea sucesoria del trono español.



Tras este primer intento, su madre inicia de nuevo conversaciones, esta vez dentro del territorio español y con el fin de asegurar la paz en sus tierras. El elegido es Alfonso IX, rey de León. La unión se produce en 1197 y en ella, además de sellar la amistad entre ambos, el rey de León otorga como dote a Berenguela ciertas plazas y castillos para su disfrute propio. A cambio, Castilla devolvía a León todos los territorios que en combate y a consecuencia de las guerras, había quitado a los leoneses. Del matrimonio nacen cinco hijos, entre ellos Fernando, el futuro rey que unirá bajo su cetro ambos lugares.


En 1204 el matrimonio entre los monarcas es anulado por la consanguinidad de ambos ya que el grado entre tío segundo y sobrina era demasiado cercano. A pesar de este contratiempo, y de que Berenguela hubo de regresar a Castilla, en León se quedaron los hijos del matrimonio, quedando todos ellos legitimados.


En 1214 muere Alfonso VIII por lo que el trono de Castilla pasa a manos de su hijo Enrique I que por entonces era menor de edad. Será Berenguela quien actúe de regente hasta su muerte que ocurre poco después ya que el príncipe sufrió un accidente mientras jugaba. La siguiente en la línea sucesoria fue la propia Berenguela quien en 1217 hereda la corona. Pero la reina no tarda en cederle sus derechos a su hijo. Fue el mismo día de agosto cuando en las cortes de Valladolid lega el poder a su hijo. Desde ese momento será conocido como Fernando III que se hará famoso por sus conquistas a los musulmanes. A ellos les arrebató plazas tan importantes como Jaén, Córdoba o Sevilla.


Berenguela, una gran reina

Las crónicas hablan detalladamente del tiempo en que Berenguela estuvo en León. De ella dicen que aconsejó y ayudó a su esposo a mejorar las instituciones, los impuestos y la relación con sus vasallos a los que, según apuntan algunas líneas, liberó de ciertos gravámenes que creaban malestar entre las clases más bajas.


Fue también conocido y así transmitido, su gusto por el arte- supervisó personalmente las obras en la catedral de Toledo y Burgos- y por las letras. Fue usual ver en la corte a escritores que presentaban a la joven y culta reina sus producciones. No nos puede sorprender esta parte de su historia dados sus antecedentes: nieta e hija de Leonor: la primera de Aquitania, la segunda de Inglaterra, ambas amantes de lo artístico, fueron mecenas de literatos y dramaturgos.


Berenguela demostró asimismo y a lo largo del reinado de su hijo, unas excepcionales dotes de gobierno, especialmente en los largos periodos de tiempo en lo que Fernando debía permanecer en Andalucía combatiendo. En este tiempo y como reina regente, luchó contra las constantes amenazas por parte de la nobleza peninsular que no contentos con la forma de gobernar de Fernando III, mostraron -a veces incluso provocando enfrentamientos directos- su intención de desposeerle del trono. En estos momentos la reina demostró una gran determinación así como unas excepcionales dotes para la diplomacia, cualidad heredada de su madre, sin duda una maestra en esos temas.


Igualmente, triunfo personal de Berenguela y demostración de la exquisita y combativa educación que había recibido de Leonor, fue el Tratado de Tercerías, reunión celebrada en Benavente, por la que consigue que su hijo se convierta, a la muerte de su padre Alfonso IX, en rey de León tras negociar con las dos hijas que el leonés tuvo con Teresa de Portugal. Desde ese instante ambos territorios quedarían unidos.


Berenguela muere en el Monasterio de Santa María de las Huelgas, proyecto personal de su madre Leonor de Plantagenet que al igual que hizo su madre Leonor de Aquitania con Fontevrault, fundó un convento donde pasar los últimos momentos de su vida. Allí yacen sus restos junto con los de su hermano.


Conclusiones sobre el papel histórico de la reina Berenguela I de Castilla (Berenguela la Grande)

Berenguela I de Castilla ha pasado a la historia como Berenguela la Grande, una de las figuras femeninas más sobresalientes de la historia de España.

Numerosos historiadores consideran que el hecho de que la reina abdicara en su hijo Fernando fue un acto de suma generosidad pero también de inteligencia política, pues Berenguela afianzó la estabilidad política sin que ello supusiera de facto que abandonara el poder. Fiel a su hijo Fernando, Berenguela estuvo siempre a su lado como consejera y ayudante del rey. Así lo demuestra el hecho de que ambos (Fernando III y Berenguela) firmaron todos los documentos del reino y estuvieran siempre juntos en todos los actos públicos y de gobierno.

Solamente se separaban mientras Fernando marchaba a la reconquista de Al-Andalus, momentos en los cuales Berenguela ejercía con naturalidad el poder.

Además de preocuparse de sus otros hijos, Berenguela veló por el linaje buscando una buena esposa para Fernando. Primero en la persona de Beatriz de Suabia y posteriormente, tras la muerte de esta, en Juana de Ponthieu.

Sandra Ferrer Valero, de la Universidad de Barcelona, ha escrito sobre la reina:

"El 8 de noviembre de 1246, moría la reina Berenguela La Grande de Castilla a los 66 años de edad. Ninguna crónica dudó de la inteligencia y habilidad a la hora de gobernar y ayudar a gobernar a su hijo Fernando III el Santo quien, sin duda alguna, no habría conseguido reinar sin el consejo de su madre, una reina madre fiel en la sombra"

 

(Autora del texto del artículo/colaboradora de ARTEGUIAS:
Ana Molina Reguilón

https://www.arteguias.com/biografia/berenguelacastilla.htm

Biografía de Fernando III El Santo. Rey de León y Castilla

Fernando III es, sin duda, uno de los más relevantes reyes hispanos, no sólo de la Edad Media, sino de toda la historia española. Durante su largo reinado y como consecuencia de su política, se produjeron una serie de importantísimos acontecimientos que marcarían el devenir de España durante siglos.


Fernando III reinó en Castilla tras la muerte de su tío Enrique I y la abdicación de su madre Berenguela, hija de Alfonso VIII de Castilla, desde 1217 hasta su muerte en 1252. También se ciñó la corona de León en 1230 al morir su padre Alfonso IX.


Durante la primera etapa de su reinado se concentró en apaciguar algunas rebeliones contra su persona, lo cual no era novedad por aquellos siglos, pues era frecuente que los nuevos reyes se encontrasen, al principio de su mandato, con luchas de poder y enfrentamientos entre facciones.

Desde mediados de la tercera década del siglo XIII y aprovechando la progresiva desintegración del estado almohade (que conduciría, incluso, a la formación de las denominadas Terceras Taifas) acometió campañas de conquista contra las ciudades más importantes del Valle del Guadalquivir de A-Andalus.

Así, combinando la diplomacia y la guerra, logra entrar victorioso en Baeza (1227), Córdoba (1236), Jaén (1246), Sevilla (1248) y así sucesivamente con otras ciudades del Valle Andaluz.

Si la conquista de Córdoba tuvo el valor simbólico de dominar la ciudad desde la que emires y califas, siglos atrás, enviaban ejércitos para asolar los territorios cristianos, la de Sevilla suponía tomar el centro neurálgico de la Andalucía almohade.


Hay que hacer notar que este empuje conquistador coincide con el de otro rey vecino, Jaime de Aragón, que hace lo propio tomando ciudades tan emblemáticas como Valencia (1238).

Fernando III muere en 1252 mientras organizaba una intervención en el norte de África que impidiese la reactivación de la amenaza musulmana que siempre procedía de estos territorios.

Sólo unos años después de su muerte, hacia la sexta década del siglo XIII se da por finalizada la conquista de Al-Andalus por parte de su hijo Alfonso X el Sabio, salvo los territorios del Reino de Granada que ocupaba aproximadamente la extensión de las actuales provincias de Málaga, Granada y Almería, gracias a la barrera natural que suponen las montañas de los Sistemas Bético y Penibético.

En 1671 fue canonizado por el papa Clemente X, de ahí de que se le conozca como Fernando III el Santo o San Fernando.

Hechos transcendentes del reinado de Fernando III

Unión definitiva de León y Castilla

Es con Fernando III cuando los Reinos de León y Castilla se fusionan definitivamente, tras siglos de uniones, divisiones y desencuentros.

Conquista de la mayor parte de Al-Andalus

Fernando III dio, junto a Jaime el Conquistador, un empuje tal a la Reconquista que se puede decir que en tan solo tres décadas se avanzó más que en casi el resto de siglos anteriores.


Durante el reinado de estos dos monarcas cayeron bajo posesión cristiana todos los territorios del sur de lo que hoy es Castilla La Mancha, Extremadura, el sur de Aragón. La Comunidad Valenciana, Murcia, parte de Baleares y los territorios andaluces al norte de los Sistemas Béticos.

Concentración de latifundios en manos de órdenes Militares y grandes Señores

El rápido e inmenso territorio reconquistado obligó a una forzada repoblación que dejó bastante exhaustos ciertos territorios del norte. Además, por el sistema de Repartimientos, grandes extensiones fueron donadas a quienes habían colaborado en la conquista, con un papel relevante de las Órdenes Militares.

En estos señoríos se va ejercer una autoridad que se parece al sistema feudal, poco conocido en los siglos anteriores, al menos en Castilla.

Para muchos de los historiadores, estos fenómenos tan rápidos y profundos en la sociedad y geografía hispana va a establecer una parte las bases para las crisis políticas del siglo XIV en España, (a la que hay que unir las pestes y otras calamidades de origen extranacional).

Panorama Artístico en España durante el reinado de Fernando III

Durante el largo reinado de Fernando III el panorama artístico en España supone, probablemente, uno de los momentos de mayor diversidad y riqueza en matices de nuestra historia.

Como veremos, en estas cuatro décadas van a convivir el románico en su etapa terminal, una arquitectura de raigambre románica pero con abovedamientos evolucionados que sobre todo ponen de moda los monasterios cistercienses, el gótico clásico de carácter foráneo (francés) en algunas catedrales puntuales, el mudéjar en sus primeras manifestaciones y distintas características regionales y el arte andalusí almohade.

Románico inercial en el ámbito rural

El Reinado de Fernando III el Santo no va a ver finiquitado el románico en el mundo rural. De hecho, muchos autores creen que, especialmente en el sur de la Castilla Vieja y Aragón la construcción de iglesias concejiles de una sola nave y dimensiones reducidas, pero en un más o menos correcto lenguaje formal románico, son de las primeras décadas del siglo XIII.


Quedan inscripciones epigráficas de algunas de estas iglesias que así lo demuestran, como el caso de la alavesa iglesia de Marquínez (1226) o la soriana de Garray (1231)


Arquitectura de transición

Aunque no nos gusta esta denominación, la aplicamos a aquellas iglesias de monasterios y templos más importantes, donde trabajan artistas más avanzados que aunque siguen una planimetría tardorrománica, emplean ya el arco apuntado y las bóvedas de crucería de manera generalizada. Tres insignes edificios construidos en el reinado de Fernando III ejemplifican esta arquitectura como son la Catedral de Lleida, Burgo de Osma, la Colegiata de Castrogeriz.

Se trata en general de templo que no adquieren la verticalidad ni la luminosidad del auténtico gótico.

Mudéjar

En la segunda mitad del siglo XII y como consecuencia del avance reconquistador de los reinos cristianos va a aparecer de manera titubeante un arte mestizo y exclusivo de lo hispano que es el mudéjar. La habilidad y baratura del trabajo de los alarifes va a permitir que el románico pierda algunas de sus propiedades y se combine con estéticas y técnicas musulmanas para hacer nacer el mudéjar.

Estos fenómenos aparecen en Sahagún (León) y Daroca (Aragón) y más tarde se extiende por amplias zonas de Castilla y León, Toledo y Aragón, siendo el siglo XIII el de su auténtica expansión.


En Castilla y León, este mudéjar primitivo está muy influido por la arquitectura románica como se puede comprobar en los modelos de Tierra de Pinares (Valladolid, Ávila y Segovia) y el Modelo Toresano (Zamora y Salamanca)

Mientras, en Toledo y Aragón, la impronta musulmana es mayor con relación a lo cristiano.

Gótico Francés

Si algo verdaderamente relevante acontece en este periodo es la llegada a España del auténtico gótico francés, en las catedrales de nueva planta de Burgos, Toledo y León.


En este caso, sí estamos ante el nuevo estilo en su plenitud de su desarrollo. Estas catedrales -especialmente la de León- reflejan no sólo nuevas técnicas sino un nuevo concepto, que son los tópicos pero reales valores de verticalidad y desmaterialización del muro que caracterizan al gótico puro.

Pero, atención, estos edificios son hitos bastante aislados, construidos por cultos artífices foráneos contratados por la corte para los ambiciosos programas catedralicios de las ciudades más importantes.

Ello no afecta demasiado (al menos al principio) a las anteriormente descritas tendencias implantadas en la España cristiana, sobre todo en el ámbito rural.

Las iglesias fernandinas

En este complejo panorama, hay que aclarar que las muy interesantes iglesias fernandinas de Córdoba están erróneamente llamadas, pues en su mayoría se iniciaron en l segunda mitad del siglo XIII, durante el reinado de Alfonso X y no en tiempos de Fernando III.

https://www.arteguias.com/biografia/fernandoiii.htm

Biografía de Alfonso X el Sabio. Rey de León y Castilla

Alfonso X el Sabio es uno de los reyes más populares y conocidos de nuestra historia, probablemente más por su relación con la cultura que por sus hechos políticos y trascendencia histórica, que fue mucha como luego veremos.


Alfonso nace en Toledo en el año 1221 como hijo primogénito, fruto del matrimonio entre Fernando III el Santo y Beatriz de Suabia y fallece en Sevilla en el año 1284. Su madre Beatriz era nieta de Federico I Barbarroja, emperador de Alemania, lo que generará en la vida de Alfonso uno de los hechos más curiosos de la monarquía hispánica en relación con la política de Europa.

La vida de Alfonso como infante estuvo repleta de cuidados culturales y de gestiones políticas y militares. De hecho, antes de la muerte de su padre, fue el encargado de la conquista de Murcia y de pactar con Jaime el Conquistador el mapa de repartos entre Castilla y Aragón de los territorios del sureste mediterráneo (Tratado de Almizra).


Facilitó el entendimiento y la paz con el reino de Aragón emparentando con Jaime I, al casarse con su hija Violante.

Tras la muerte de su padre (1252), fue coronado y prosiguió la labor conquistadora de Castilla y León sobre Al-Andalus, iniciada por su padre treinta años antes, incorporando importantes ciudades de lo que hoy son las provincias de Cádiz y Huelva (Jerez, Medina-Sidonia, Niebla, etc.), llegando a lanzar campañas, con diversa fortuna, hacia el norte de África.


Su reinado no estuvo exento, como era habitual, de esfuerzos por sofocar rebeliones internas.


Una de las más importantes fue la provocada con motivo de su propia sucesión. Y es que tras la muerte de su primer hijo, Fernando de la Cerda, surgió el conflicto sucesorio entre su segundo hijo, Sancho, y los hijos de Fernando, llegando a enfrentamientos entre el propio Alfonso y Sancho, que tras numerosos avatares se haría definitivamente con la corona a la muerte de su padre en 1284, reinando con el nombre de Sancho IV y siendo apodado "El Bravo".

A lo largo de su vida, Alfonso X el Sabio se esforzó en continuar el reordenamiento político de la Andalucía conquistada mediante el sistema de Repartimientos y atracción de pobladores del norte, llegando a incumplir algunos pactos asumidos por su padre con los mudéjares vencidos, lo que provocaría la importante y trascendente Revuelta Mudéjar de 1264, apoyada por el Reino de Granada.

Optó al título de emperador (el llamado Fecho del Imperio) por su matrimonio con Beatriz, descendiente del emperador Federico Barbarroja, aunque la oposición papal provocó su renuncia en 1276 a favor de Rodolfo de Habsburgo.

En otro orden de cosas, realizó una intensa labor de reforma jurídica y también se dedicó a la protección de las artes y la cultura. Personalmente es conocido por sus obras literarias y científicas.

Importancia histórica de la política de Alfonso X el Sabio

Política territorial

Inicialmente, Alfonso, siguiendo la política de su padre Fernando abogó por la incorporación a ciudades y fortalezas estratégicas de repobladores norteños, permitiendo su coexistencia con las gentes autóctonas de religión musulmana mediante ciertas condiciones. El incumplimiento de algunos de estos pactos y el apoyo recibido por reinos musulmanes periféricos, provocó el levantamiento o revuelta de 1264 de los mudéjares sometidos, en determinados lugares del sur del Valle de Guadalquivir.

Tras sofocar dicha rebelión, se ordenó la expulsión de los mudéjares. Sobre este hecho hay distintas versiones.

Tradicionalmente se venía diciendo que el exilio fue masivo (en parte al Reino Nazarí de Granada y en parte al norte de África). Según esta hipótesis, la Andalucía conquistada habría de ser repoblada casi completamente por cristianos del norte, creándose una Nueva Andalucía cristiana a modo de Castilla Novísima.

Más recientemente, algunos autores cuestionan que este proceso de migración forzada de la población musulmana fuera tan mayoritario y abogan porque el exilio fue parcial. Para ello aducen que la alta densidad de población musulmana del Valle de Guadalquivir, (experta en la producción agrícola), no pudo abandonarlo completamente sin que ello hubiera provocado un colapso generalizado y una paralización de la sociedad y economía. 

En cualquier caso, el descenso demográfico moro debió ser lo suficientemente significativo como para ahondar en las exigencias de repoblación castellanoleonesa cristiana, lo que agravaría la extenuación demográfica de amplias comarcas del interior de la Península, que entraron en una especie de atonía histórica por falta de efectivos humanos.

Un hecho colateral fue el aumento demográfico del Reino de Granada, uno de los factores que, junto con el agotamiento de Castilla, provocaría la espera de dos siglos y medio en ser conquistada.

Preeminencia de Castilla en el concierto político hispano

La extensión territorial de Castilla frente a los reinos peninsulares vecinos, como Portugal, Navarra y Aragón generó una situación de preeminencia castellana que derivaría en la política de unificación de los Reyes Católicos a finales del siglo XV.

Protección de la cultura

El largo reinado de Alfonso X el Sabio no sólo dejó consecuencias políticas sino también culturales, especialmente en los campos del arte, la literatura, la astronomía y otras ciencias, la música y el derecho, que ilumino la Baja Edad Media española y también la europea.




Algunos de los hitos culturales de su reinado se pueden resumir en los siguientes puntos:

  • Protegió y fomentó la labor de la Escuela de traductores de Toledo, donde eruditos de las tres religiones y culturas realizaron un magnífico trabajo de traducción de textos árabes y hebreos al castellano, permitiendo rescatar innumerables obras de la Antigüedad Clásica. También existieron Escuelas de traductores en Sevilla y Murcia.
  • Adoptó el castellano como lengua oficial en lugar del latín y estableció la primera normalización ortográfica de esta lengua.
  • En lo personal, su legado es verdaderamente valioso y abarcando casi todas las áreas del saber de su tiempo:
    • Literarias: Cantigas de Santa María
    • Científicas: Tablas Alfonsíes, Lapidario.
    • Jurídicas: Fuero Real, Espéculo y las Siete Partidas
    • Históricas: Crónica general y la Grande e General Estoria o General Estoria

Panorama Artístico durante el reinado de Alfonso X el Sabio

El espectro artístico y arquitectónico en los treinta años de su reinado siguen la inercia del periodo anterior de Fernando III.

El gótico pleno francés continúa su instalación en solar hispano, pero de manera poco generalizada todavía. En los ambientes rurales, la arquitectura es bastante más conservadora.


El mudéjar continúa su amplio desarrollo en numerosos territorios, sin perder su mestizaje con la influencia románica cristiana e incorporando otros de raigambre gótica.

La iglesias fernandinas de Córdoba

Las llamadas iglesias fernandinas de Córdoba, primeros templos cristianos construidos ex novo tras la conquista de la ciudad fueron iniciadas, al parecer, décadas más tarde, durante el reinado de Alfonso X, tras un periodo en que las parroquias cristianas no eran otra cosa que mezquitas consagradas.


Estos interesantes edificios, bastante homogéneos en sus características, tienen cabecera gótica poligonal de influencia de la catedral burgalesa, unida a una estructura sencilla de tres naves sin abovedamiento, de tradición tardorrománica.

https://www.arteguias.com/biografia/alfonsoxsabio.htm

Biografía de Sancho IV el Bravo. Rey de Castilla y León

Introducción al papel político del reinado de Sancho IV el Bravo

Desde el punto de vista personal, la vida del rey Sancho IV el Bravo de León y Castilla estuvo marcada por cierto signo trágico visible en la mala relación que mantuvo con su padre y con algunos de sus familiares más cercanos, en su matrimonio con María de Molina, considerado ilegítimo por la Iglesia, o en su prematuro fallecimiento, acaecido días antes de cumplir treinta y siete años.

 

Desde el punto de vista político, su reinado significó el fin de una época. Tras el vertiginoso avance que conoció la reconquista en tiempos de sus antecesores, Alfonso VIII, Fernando III y Alfonso X, se produce, a partir de ahora, una considerable ralentización de la misma y da comienzo una fase de la historia castellana protagonizada por monarcas que emplearán grandes esfuerzos en garantizar la paz interior.

De infante segundón a heredero del trono de Castilla (1258-1282)

Sancho IV de Castilla, apodado "el Bravo", nació el 12 de mayo del año 1258, probablemente en el alcázar de Sevilla, si bien, algunos historiadores sitúan tal acontecimiento en Valladolid. Fue el cuarto de los diez hijos habidos en el matrimonio entre el rey Alfonso X el Sabio y doña Violante, hija del rey Jaime I de Aragón. Era el segundo de los hijos varones, tras el infante don Fernando.


Parece que el distanciamiento con su padre y la oposición hacia muchas de las decisiones tomadas por éste son circunstancias ya visibles durante la misma infancia de Sancho. Con ocasión de la boda de su hermano mayor, Fernando, con la hija de Luis IX de Francia, doña Blanca, celebrada en Burgos, en noviembre de 1269, se produjo el primer desafío del infante Sancho -de once años de edad- hacia su padre. Durante los festejos, el rey Alfonso X invistió como caballeros a su heredero, el infante Fernando, y a Eduardo, hijo del príncipe Eduardo de Inglaterra, a la vez que determinó que, Fernando, una vez armado caballero, fuese el encargado de hacer lo propio con sus hermanos menores y algunos nobles presentes. La Crónica de Alfonso X nos informa de que, mientras los demás hijos de Alfonso X recibieron el cíngulo caballeresco de su hermano, don Sancho se negó a ser armado caballero por él. La misma crónica insinúa que detrás de tal decisión estaría la influencia de su abuelo, el rey Jaime I de Aragón, presente en las celebraciones.


Un año después, en 1270, poco antes de cumplir los doce años de edad, Alfonso X pactó el matrimonio de Sancho con Guillerma de Montcada, hija de Gastón VII, vizconde de Bearne y señor de Montcada y Castellvell. Este matrimonio, que será también motivo de disensión entre padre e hijo, fue el único que gozó del reconocimiento de la Iglesia en vida de Sancho. Sin embargo, nunca llegó a consumarse, detrás de lo cual, una vez más, podría situarse la influencia ejercida sobre el infante por el monarca aragonés, preocupado por los derechos que un miembro de la familia real castellana podría adquirir en territorios tan afines a la Corona de Aragón. El matrimonio por poderes con Guillerma, canónicamente efectivo, obligó a que Sancho IV, tras su enlace con María de Molina, dedicase muchos esfuerzos, aunque de manera infructuosa, a lograr la disolución pontificia.

A partir de 1272 Sancho cobra mayor protagonismo y presencia en la vida política del reino, a la vez que la relación con su padre parece estrecharse. Aparece con los títulos de alférez y almirante de la Orden Militar de Santa María de España -también conocida como Orden de Cartagena o de la Estrella-, fundada por Alfonso X ese mismo año. Al año siguiente participó en la entrevista que mantuvieron Jaime I y Alfonso X en Requena, probablemente en el mes de agosto, para tratar sobre la colaboración del rey aragonés en la lucha contra el rey de Granada.


En 1275 se produjo un hecho decisivo en la vida de Sancho: la inesperada muerte de su hermano, el infante Fernando, en Ciudad Real, cuando se dirigía a la frontera sur, para contener una invasión de los meriníes de Marruecos. Inmediatamente, Sancho se autoproclamó heredero y, como regente del reino ante la ausencia del padre -de viaje en Beucaire para entrevistarse con el Papa-, partió para Córdoba para llevar a cabo, con éxito, la defensa de la frontera: Aben Yuzaf aceptó la firma de una tregua, retirándose al norte de África a principios de 1276.


El éxito militar logrado por Sancho hizo que el rey Alfonso X se inclinase inicialmente por satisfacer las aspiraciones al trono de su segundogénito frente a los derechos de los hijos del malogrado Fernando, Alfonso y Fernando, los llamados infantes de la Cerda. Así, en las Cortes de Segovia del año 1278, Sancho fue jurado heredero del reino de Castilla. Fue entonces cuando la reina Violante, defensora de los derechos de sus nietos a la sucesión, abandonó el reino con los hijos y con la viuda de Fernando, para acogerse a la protección de su hermano Pedro III de Aragón, quien recluyó a los infantes en el castillo de Játiva.


Una de las primeras experiencias de Sancho como heredero fue el cumplimiento de la orden dada por su padre, en 1277, de prender y ajusticiar a su propio hermano, el infante don Fadrique, como consecuencia de algunos comportamientos indebidos que había mantenido con su yerno, Simón Ruiz de Cameros.

A partir de 1279 y comienzos de 1280, se observa cierto reparto de funciones entre Sancho y su padre, de forma que mientras éste se centra en las operaciones militares en Algeciras y Granada, el infante, se encarga de resolver los problemas de gobernación del reino: confirma privilegios, interviene en problemas judiciales y fiscales, etc. Se trata de años intensos en la adquisición de experiencia política para el futuro rey. Los dos siguientes no lo fueron menos en cuanto a adquisición de pericia militar, pues dirigió las campañas de 1280 y 1281 contra meriníes y granadinos.

La sublevación contra su padre y la subida al trono de Sancho IV

Sin embargo, a partir de 1281 las diferencias entre padre e hijo van en aumento, desembocando, finalmente, en una ruptura definitiva que se produjo en 1282 y a la cual contribuyeron varias circunstancias:

En primer lugar, no gustó al monarca el uso indebido que el recaudador judío Zag de la Maleha hizo de las rentas reales, al consentir dedicar parte de ellas, a petición de Sancho, a pagar las deudas contraídas por la estancia de la reina Violante en Aragón.

Además, las aspiraciones al trono de los infantes de la Cerda, que contaban con el apoyo de su tío materno, Felipe III, rey de Francia, seguían vivas y Alfonso X inició conversaciones con éste para ofrecer alguna compensación a su nieto Alfonso. Así, se comprometió a entregar el reino de Jaén al primogénito de Fernando de la Cerda, quien debía reconocerse, por ello, vasallo de Alfonso X y del propio Sancho, que mostró su más radical oposición a cualquier posibilidad de reparto del reino.


El divorcio total entre ambos tuvo lugar durante las Cortes de Sevilla (1282), cuando Alfonso le comunicó su cambio de opinión con respecto a la herencia del reino. La respuesta de Sancho pone de manifiesto hasta qué punto había asimilado las enseñanzas de su preceptor, el intelectual fray Juan Gil de Zamora, sobre el origen del poder real. Así, según la Crónica dijo a su padre:

"Señor, non me fecistes vos, mas fizome Dios e fizo mucho por me fazer, ca mato a un mi hermano…porque lo heredase yo después de vuestros días…"

Tras ello el infante marchó a Córdoba, donde se le unirían sus hermanos, los infantes Pedro, Juan y Jaime. Pero éstos dos últimos volvieron, en marzo de 1283, a la obediencia paterna y mantuvieron, a partir de entonces una tensa relación con Sancho.


Daba con ello inicio una guerra civil en Castilla. El primer paso dado por Sancho fue la búsqueda de apoyos en los distintos estamentos del reino. Aprovechando el malestar provocado por muchas de las decisiones tomadas por su padre, se granjeó el apoyo de buena parte de la nobleza, el clero y las ciudades.

Entre la nobleza había mucho descontento con la política de Alfonso X y Sancho encontró sus principales apoyos en los linajes de los Castañedas, Mendozas, Manzanedos, Manriques, y, sobre todo, en Lope Díaz de Haro, señor de Vizcaya.

Las Órdenes Militares se inclinaron mayoritariamente a favor del rebelde, siendo la orden de Santiago la que adoptó una posición más decididamente favorable a Sancho. A pesar de no contar con el favor del Papado, también dispuso del apoyo de gran parte del episcopado. Sancho se presentó ante los prelados como el defensor de los mermados privilegios y franquezas de la Iglesia. Los arzobispos de Toledo y Sevilla y los obispos de Segovia, Oviedo, Ávila y Cádiz, fueron los únicos que se mantuvieron junto a Alfonso, lo que da idea de la amplitud del partido sanchista entre los prelados.

En cuanto al clero regular, los monasterios llegaron a formar una hermandad prosanchista, con motivo de la convocatoria de Cortes en Valladolid. De manera similar, entre mayo y julio de 1282, los concejos de Galicia, León, Castilla y Andalucía constituyeron hermandades generales para defender sus libertades y privilegios frente a los desafueros y el creciente intervencionismo regio en la administración concejil. Además, durante la guerra entre Alfonso X y Sancho IV, uno y otro tuvieron aliados musulmanes: los benimerines o meriníes, estuvieron al lado del rey, mientras que los granadinos apoyaron a su hijo.

A cambio de todas estas alianzas, Sancho tuvo que ofrecer numerosas compensaciones: transferencias de rentas reales y de tierras de realengo a favor, sobre todo, de nobles, Órdenes Militares e infantes. Peñafiel, por ejemplo, fue concedida a su tío, el infante don Manuel (1234-1283).


Con el fin de organizar todas las fuerzas con las que podía contar, Sancho reunió, en abril de 1282, unas Cortes en Valladolid en las que Alfonso X fue declarado inhábil. El hermano del rey, don Manuel, fue el encargado de leer tal sentencia, justificada por los grandes gastos provocados por sus pretensiones imperiales y por algunas de las campañas de la frontera, por la injusta distribución de mercedes y por las alteraciones de moneda.

La respuesta del monarca se produjo el 8 de noviembre de 1282, cuando emitió una sentencia en cuyo texto lanzaba una sobrecogedora maldición paterna sobre el infante por la cual le desheredaba y le privaba de todos sus derechos sobre sus reinos.

Entre la asamblea de Valladolid y la sentencia condenatoria del rey, tuvo lugar en Toledo, en junio de 1282, la boda entre Sancho y María de Molina, hija del infante don Alfonso, hermano de Fernando III y señor de Molina. Era, además, madrina de una de las hijas ilegítimas que Sancho había tenido con su amante María de Meneses, señora de Ucero. Este matrimonio significaba un nuevo agravio para el monarca, quien años antes había concertado la unión de su hijo con Guillerma de Montcada. La reacción del Papa no pudo ser más contraria, calificándola de incestas nupcias y publica infamia, ya que, además de no haberse solicitado dispensa al concurrir la circunstancia de consanguinidad, a la luz del derecho canónico, Sancho era el legítimo esposo de Guillerma.


Desde fines del 1282 la causa de Sancho sufre todo tipo de adversidades: a la rebelión de Badajoz, cuyo dominio no pudo recuperar, quedando unida así, en su apoyo a Alfonso, a las ciudades de Murcia y Sevilla, hay que unir, su difícil situación desde el punto de vista financiero, la pérdida de algunas destacadas solidaridades como la de los infantes Juan y Jaime, o las rebeliones de Agreda, Soria y Treviño. Junto a ello, el pronunciamiento del Papa Martín V a favor de Alfonso y las censuras eclesiásticas que le lanzó ponían en riesgo sus aspiraciones a trono. Sin embargo, en ese adverso contexto, el 4 de abril de 1284, se produjo el fallecimiento del rey Alfonso X. Sancho, que conoció la noticia estando en Ávila, se autoproclamó rey y fue coronado en la catedral de Toledo, el 30 de abril de 1284, con los obispos de Burgos, Cuenca, Coria y Badajoz como oficiantes.


A partir de ahora, Sancho IV inicia una campaña cuyo objetivo fue legitimar su subida al trono y buscar apoyos contra los infantes de la Cerda. Para asegurar el apoyo de su tío Pedro III de Aragón, quien continuaba reteniendo a los infantes de la Cerda en el castillo de Játiva, se comprometió en Uclés, a proporcionarle ayuda para recuperar el señorío de Albarracín, en manos del noble Juan Núñez de Lara.


Buscó atraer a la nobleza y para ello otorgó cargos destacados a algunos de los que habían sido leales a su padre durante la guerra. Pero también premió a quienes le habían apoyado siempre, destacando, entre todos ellos, la figura de Lope Díaz de Haro, señor de Vizcaya, quien, logró ejercer una gran influencia sobre el monarca hasta su muerte en 1288. A principios de 1287, fue nombrado Mayordomo Mayor y Alférez Mayor de Castilla, a la vez que recibía el título de conde con carácter hereditario. Contraviniendo lo dispuesto en las Cortes de 1285, entregó la administración de las finanzas del reino al judío Abraham el Barchilón, con lo que el monarca y su consejero se enemistaron con las ciudades, sobre las que recaía la presión fiscal, y con los nobles desplazados del poder por Lope Díaz de Haro. Pero la desconfianza del rey hacia su consejero empezó a ir en aumento desembocando, finalmente, 8 de junio de 1288, en el episodio de Alfaro, en el que Sancho IV le dio muerte, a causa de las intrigas que había protagonizado en contra de sus intereses.

Entre los eclesiásticos encontró a muchos de sus colaboradores más estrechos y habituales. Destacan el obispo de Palencia, que aparece, desde 1284, como canciller del rey, o Gómez García de Toledo, abad de Valladolid, que actuó como embajador castellano ante el rey de Francia, Felipe IV.


En cuanto a las hermandades concejiles nacidas durante la sublevación, Sancho IV pudo comprobar en los primeros meses de su reinado como, lejos de disolverse, se afirmaban con renovada fuerza. El 1 de septiembre de 1284 se reunieron en Medina del Campo y tomaron diversos acuerdos, entre ellos, aceptar el señorío del rey a cambio de que éste respetase sus fueros, usos, libertades, franquezas y privilegios, tal y como había prometido en 1282, cuando era infante. El impulso adquirido por las hermandades concejiles fue visto con recelo por el rey, quien optó por disolverlas en las Cortes de Valladolid, celebradas en diciembre de 1284.


Relaciones diplomáticas con Francia y Aragón

El cambio de titulares que se produjo en 1285, en los tronos de Aragón y Francia así como en el solio pontificio, brindó a Sancho IV una ocasión idónea para encauzar sus relaciones con esos príncipes.

Las relaciones con el Papado se relajaron gracias la suspensión dictada por el nuevo pontífice, Honorio IV (1285-1287), en noviembre de 1286, sobre el entredicho y la excomunión impuestas por su antecesor, Martín IV, a Sancho IV por la rebelión contra su padre. Sin embargo, el mantenimiento de las penas canónicas por el matrimonio ilegítimo con María de Molina, seguía siendo un instrumento de presión para el Papado y su aliado, el rey de Francia, con el cual hubo también un acercamiento: el 13 de julio de 1288, Sancho IV firmó con Felipe IV (1285-1314), el Tratado de Lyon. En función de él, Sancho IV otorgaba a los infantes de la Cerda, el reino de Murcia y Ciudad Real, a cambio de la renuncia por parte del monarca francés de cualquier derecho que pudiera tener sobre el trono castellano. Además, se establecía que, en caso de que no dejara herederos legítimos, los infantes de la Cerda o sus descendientes ocuparían el trono de Castilla y se prometían ayuda militar mutua contra el rey Alfonso III de Aragón.

La reacción en Aragón ante la noticia de tal alianza no se hizo esperar y, en septiembre de ese año, el infante Alfonso de la Cerda fue jurado en Jaca, rey de Castilla. Tanto Aragón como Castilla desplegaron tropas en las respectivas fronteras y comenzaron las hostilidades. Sin embargo, parece que las operaciones militares tuvieron, por lo general, escaso relieve, careciendo de consecuencias políticas significativas y tratándose de actos de rapiña y saqueo o de simples encuentros fronterizos. Cabe destacar el encuentro que se produjo entre ambas fuerzas en Pajarón (Cuenca), en el que encontraron la muerte, a manos de Diego López de Haro, el comendador mayor de Uclés y varios freires santiaguistas, así como el Justicia Mayor del rey castellano, Ruy Páez de Sotomayor.

Por aquellas fechas se produjo también la confrontación entre dos linajes de Badajoz, los portugaleses y los bejaranos. La enemistad entre ambos estaba basada en las diferencias surgidas por la propiedad de ciertas heredades y por la adhesión de los bejaranos a la causa de Alfonso de la Cerda. El monarca envió a las Órdenes Militares para restablecer la paz, dando lugar a algunos ajusticiamientos entre los bejaranos.

Todo ello ponía de manifiesto que, tras cinco años de reinado, la principal causa de inestabilidad política en Castilla, la pretensión al trono de Alfonso de la Cerda, continuaba viva. Sancho IV necesitaba consolidar su alianza con Francia y, en abril de 1290, se produjo un encuentro entre ambos monarcas en Bayona. Sancho logró que Felipe IV se desentendiese de la causa de los infantes de la Cerda, lo cual significó para él un éxito político decisivo pues la alianza con Francia favorecía también el acercamiento con el Papado, dadas las estrechas relaciones que mantenía el monarca francés con Roma. Sin embargo, el nuevo Pontífice Nicolás IV (1288-1292), se resistió también a conceder la ansiada dispensa matrimonial que permitiría legitimar su unión con la reina María de Molina. La bula Proposita nobis (1292), por la que Nicolás IV reconocía su matrimonio como lícito, fue una falsificación realizada durante el interregno que se produjo tras su muerte.


A partir de 1289 se inicia un período de estabilización política del reino. En octubre de ese año se produjo en Guadalajara el encuentro del monarca con Juan Núñez de Lara, lo que significaba la reconciliación con una de las familias de mayor influencia política en Castilla, la de los Lara. El arreglo entre ambos se selló con el acuerdo matrimonial entre el hijo de Juan Núñez de Lara con doña Isabel, heredera del señorío de Molina. Algunos años después, cuando se produzca el fallecimiento de Isabel (1293), el rey obtendrá de la madre de la difunta, doña Blanca, hermanastra de María de Molina, la promesa de convertir a los reyes en herederos del señorío de Molina, al carecer de sucesores. Gracias a ello, el título de señor de Molina quedará vinculado al reino de Castilla.

Además, en el año 1291, Sancho hubo de sofocar una revuelta en Galicia encabezada por Juan Alfonso de Alburquerque, que tuvo como principal consecuencia una alianza con el rey de Portugal que se selló, de nuevo, con un acuerdo matrimonial: su primogénito, el futuro Fernando IV, se prometía con la infanta Constanza de Portugal.

En cuanto a las relaciones entre Aragón y Castilla, muerto Alfonso III, en junio de 1291, Jaime II (1291-1327) buscó la alianza castellana con el objetivo de poner fin a un conflicto que le impedía centrarse en la expansión mediterránea. En el lado castellano, la cada vez mayor necesidad de llevar a cabo una ambiciosa campaña contra los meriníes hizo urgente la alianza Aragón. Así, el 29 de noviembre de 1291, Sancho IV y Jaime II firmaron el Tratado de Monteagudo por el que se prometían ayuda militar mutua en caso de conflicto y se delimitaban, en previsión de futuras conquistas, las respectivas áreas de influencia de Aragón y Castilla en el norte de África, estableciéndose el río Muluya como límite entre ambas. El tratado se selló con el compromiso matrimonial entre Jaime II y la infanta Isabel de Castilla.

De este modo, a fines de 1291 el rey Sancho IV de Castilla había alcanzado un equilibrio político en el interior del reino así como en sus relaciones exteriores, pudiéndose dar por zanjada la cuestión sucesoria: los infantes de la Cerda habían dejado de ser una amenazada. A partir de ese momento fue posible que el monarca castellano pudiese centrarse en la lucha contra el Islam.

Los conflictos con meriníes y granadinos y la conquista de Tarifa

Las tensas relaciones con el sultán de Marruecos, que había sido un firme aliado de su padre durante el conflicto civil, se habían mantenido una vez Sancho llegó al trono. A principios de 1285 Abu Yusuf había desembarcado en Tarifa y llevado a cabo una serie de razias en tierras andaluzas. La ofensiva norteafricana llegó hasta Sevilla, cuya campiña fue arrasada, pero fueron, fundamentalmente, Jerez y otras poblaciones del valle del Guadalete como Arcos, el Puerto de Santa María, Sanlúcar de Barrameda, Medina Sidonia, Vejer o Rota, las que se vieron más afectadas. La invasión, que acabó con la firma de un acuerdo entre Sancho IV y Abu Yusuf, en Peña Ferrada, en octubre de 1285, evidenció la debilidad de la frontera andaluza y la acuciante necesidad de emprender medidas destinadas a reforzarla.


Para ello, en primer lugar y apenas firmada la tregua con los meriníes, el monarca promovió la repoblación de esta zona, tan importante desde el punto de vista estratégico. En un primer momento la iniciativa repobladora estuvo en manos de la Orden de Santiago, que recibió el señorío sobre Medina Sidonia, Alcalá de los Gazules y Vejer. Pero, a partir de 1288, será el propio monarca quien dirija el proceso.

A finales de 1291, habiéndose conseguido una paz estable con Francia, firmes compromisos de colaboración con Aragón y con Portugal, la alianza de Granada y Tremecén, así como el apaciguamiento de los nobles más levantiscos, se pudo pasar, por fin, a la ofensiva. Tras los saqueos llevados a cabo por los meriníes en la zona de Sevilla y Jerez, en septiembre de ese año, los preparativos militares destinados a consolidar la posición cristiana en aquellas tierras y a apoderarse de las plazas que el reino de Marruecos tenía en la Península se aceleraron. A fines de mayo de 1292 el rey se encontraba ya en Sevilla, donde nació el infante Felipe. A las fuerzas castellanas se unieron galeras aragonesas capitaneadas por Berenguer de Montoliu. Los granadinos, por su parte, se encargaron de los abastecimientos. Gracias a esta ayuda, el 13 de octubre de 1292, después de un duro asedio de seis meses, Tarifa cayó en poder de Sancho IV. La toma de la ciudad significó el primer paso dentro de una política encaminada a dominar el estrecho de Gibraltar que culminó con la Batalla del Salado (1340).


Tras la conquista de Tarifa se produjo la ruptura entre Sancho IV y el rey de Granada, Mohamed II, quien pretendía que le fuese entregada la plaza a cambio de varias fortalezas. La negativa de Sancho a esta propuesta supuso el fin de su alianza y que el granadino se aliase con el sultán de Marruecos para poner juntos cerco a Tarifa en 1294. Cabe destacar la presencia del infante Juan entre los sitiadores de la ciudad. Éste, tras protagonizar una rebelión en julio de 1293, había huido a Marruecos para aliarse con Aben Yacub.

El encargado de la defensa de la plaza fue su alcaide, el caballero leonés Alfonso Pérez de Guzmán, apodado el Bueno. A pesar de la dureza del asedio, que duró varios meses, la ciudad resistió, según las crónicas, gracias al heroico acto de Guzmán el Bueno, quien se negó a entregar Tarifa a cambio de la vida de su propio hijo.


Aquel mismo verano de 1294 Sancho tuvo que hacer frente a la tentativa de recuperación del señorío de Vizcaya por parte de Diego López de Haro. Fue en el transcurso de esta campaña cuando, hallándose en Quintanadueñas, sufrió una grave crisis provocada por su maltrecho estado de salud. Conocerá el nuevo año en Alcalá de Henares, donde experimentó un importante agravamiento de su enfermedad. Finalmente, falleció en Toledo, el 25 de abril de 1295, cuando preparaba una nueva empresa contra Algeciras. En su testamento había confiado a su esposa, la reina María de Molina, la regencia del reino mientras durase la minoría de su heredero, Fernando, un niño de diez años. Fue sepultado junto a Alfonso VII, en la capilla que él mismo había mandado construir como panteón real en la catedral de Toledo.


Actividad cultural

Sancho IV heredó la afición de su padre por las letras y fue autor y promotor de varias obras.

Hacia 1293 escribió el Lucidario, una obra de carácter enciclopédico en forma de diálogo con preguntas y respuestas entre un maestro y su discípulo sobre cuestiones religiosas y científicas.

También se le considera autor del Libro de los castigos e documentos, obra política y moral destinada a la formación de un heredero al trono e inspirada en la de Aegidius Colonna, titulada De regimine principum, compuesta en 1274 para Felipe el Hermoso. Además impulsó la traducción del francés de obras como Li Livres dou trésor de Brunetto Latini, o La gran conquista de Ultramar o Historia de las Cruzadas.

Desarrolló también una labor protectora sobre las instituciones culturales del reino pues, además de confirmar y conceder privilegios a las ya existentes en Sevilla, Valladolid o Salamanca, fundó, en mayo de 1293, los Estudios Generales de Alcalá de Henares, a petición del arzobispo de Toledo Gonzalo Pérez Gudiel.

https://www.arteguias.com/biografia/sanchoivelbravo.htm

Biografía de María de Molina, Reina de Castilla

Introducción a la figura de María de Molina

María de Molina (1265- Valladolid 1321). Hija de infante Alfonso de Molina, reinó Castilla- no sin dificultades- hasta en tres ocasiones: una junto a su esposo Sancho IV, la segunda como regente de su primogénito Fernando IV y la última, justo antes de su fallecimiento, como tutora de su nieto, el futuro Alfonso XI.


María Alfonso de Meneses o María de Molina casa con Sancho de Castilla a pesar de que él ya estaba comprometido con otra mujer, Guillermina de Moncada. El matrimonio, unido en 1281, fue, según sus protagonistas por amor. Uno de esos raros casos en los que los casamientos entre nobles supera la conveniencia. De él surgieron siete vástagos a los que María de Molina supo muy inteligentemente unir en matrimonio, convirtiendo los enlaces en piezas clave para la estabilidad de su poder y el de sus hijos.


A su hija Isabel - la mayor de todos los siete que tuvo- la prometieron, con tan solo nueve años, con el rey de Aragón, que contaba con treinta. Esta unión no duró mucho ya que, en 1296, una vez la infanta vivía en la corte aragonesa, fue devuelta a casa de su madre porque el rey aragonés, siempre atento a las intrigas y las luchas de poder, encuentra un matrimonio más ventajoso para su causa. El destino de Fernando, heredero al trono, quedó unido a Constanza de Portugal.

Además del compromiso previo de Sancho con la rica heredera catalana, existió otro problema aún más grave en la vida de los esposos: María era prima hermana del padre de Sancho, Alfonso X el Sabio, un grado demasiado cercano de consanguinidad como para permitir la unión por lo que en un principio el Papa les negó la dispensa papal para legitimar su matrimonio.

La vida como madre-reina de María fue muy complicada. En su primer reinado debe luchar junto a su marido por el trono y es que su esposo no debía heredarlo según las últimas disposiciones de Alfonso X, su padre, sino que debían ser los hijos de su hermano fallecido (es decir sus sobrinos, conocidos como infantes de la Cerda) quienes a pesar de su minoría de edad asumiesen el poder. La causa de los Infante fue promovida- según M. T. Álvarez - por Doña Violante, la madre de Sancho, que siempre se había opuesto a su reinado.

Después de mucho batallar es finalmente Sancho el que gobierna el más grande y poderoso de los reinos de la Península. A partir de este momento el monarca dona a su esposa María el Señorío de Molina

Los problemas vuelven en 1295 cuando muere su marido sin que llegase la bula papal que autorizaba su matrimonio y por tanto legitimaba el trono. Sin ese documento se plantea el problema de si debe ser ella la que recoja el poder en Castilla o debe cedérselo a su hijo que en ese momento contaba con once años. Decidiese cualquiera de las dos opciones los infantes de la Cerda iban a cuestionar su poder y reclamarían el trono. Desde ese momento, la función más importante de la reina fue asegurar el trono de su hijo quien un día después de la muerte de su padre entra en Toledo para ser designado rey bajo la tutoría de su madre. Para conseguir el apoyo del pueblo según cuentan los cronistas, la reina entendió a la perfección que lo más importante era tener contentos a la burguesía urbana y a ciertos sectores de la nobleza.

En los años de tutela no tuvo un momento de descanso pues las intrigas eran una constante en las cortes de ese período. Probablemente el momento más duro en su reinado fue la conjura de los dos secretarios de su hijo, don Juan y don Juan Núñez quienes acusaron a la reina de haber robado y vendido joyas del fallecido Sancho. Otro momento de gran tensión fue el protagonizado por Jaime II de Aragón que aprovechando los problemas de María y su hijo, invadió Murcia, apoyado por la nobleza y por Dionís de Portugal quien declaró la guerra a Castilla.

María de Molina estaba ya descansado de sus funciones cuando muere su hijo Fernando con tan solo 27 años, dejando un heredero de uno: el futuro Alfonso XI. María debe volver a la corte a hacerse cargo de la situación.

En 1313 las Cortes, convocadas en Palencia, decidieron que fuese de nuevo María de Molina quien, como hizo con su hijo, se encargase de su tutoría. Por ello la reina es llamada por el Consejo de Regencia junto a los infantes don Juan y don Pedro. Estos murieron en 1320 y se formó un nuevo Consejo con don Juan Manuel, el infante Felipe y María de Molina, lo que acentuó la guerra civil entre las facciones castellanas.

 

La reina enferma y en muy poco tiempo fallece. Corre el año 1321.


Con todo lo relatado, María de Molina ha pasado a la historia con todo merecimiento como una de las grandes reinas españolas, por su capacidad de trabajo y tenacidad que supo combinar con astucia y gran habilidad en las negociaciones haciendo primar siempre la concordia frente al conflicto y el enfrentamiento. Según el historiador del siglo XVIII, Enrique Florez, María de Molina siempre actuó en la defensa de "los bienes de la Corona" y del "bien común".

(Autora del texto del artículo/colaboradora de ARTEGUIAS:
Ana Molina Reguilón

https://www.arteguias.com/biografia/mariademolina.htm

 

Siglos XIV y XV

Biografía de Alfonso XI El Justiciero. Rey de Castilla y León

Alfonso XI, apodado El Justiciero, nació en 1311, fue el hijo de Fernando IV de Castilla. Subió al trono sólo con un año de edad por lo que la regencia recayó en su abuela María de Molina.

La mayoría de edad le llegaría a los 15 años y una vez resueltos las habituales disputas por hacerse con la corona, emprendió nuevas acciones de reconquista encaminadas a dominar el Estrecho de Gibraltar, que era el nexo de unión con África y la vía de penetración natural de los diversos contingentes musulmanes que habían entrado en la Península desde el siglo VIII.

La biografía de Alfonso XI el Justiciero está marcado especialmente por una serie de hechos y circunstancias que se pueden resumir en:



  • El largo periodo de su reinado en que gobernó su abuela María de Molina
  • Sus logros reconquistadores que aseguraron el Reino de Algeciras y el Estrecho de Gibraltar
  • La victoria en la determinante Batalla del Salado contra los benimerines en 1340.
  • Sus matrimonios con Constanza Manuel y María de Portugal (de este segundo matrimonio nacería su sucesor, Pedro I) y su amor por Leonor Núñez de Guzmán que le daría nada menos que diez hijos. Uno de ellos fue Enrique, que participaría en la guerra civil con Pedro I y le sucedería tras su asesinato.
  • La energía con la que trató de cortar de raíz las revueltas, ambiciones e intrigas nobiliarias que fueron importantes durante su reinado, lo que causó que le apodaran el Justiciero.
  • Su muerte en 1150 en el asedio a Gibraltar como consecuencia de la Peste que asoló casi toda Europa e mediados del siglo XIV.













































































































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