(6) ROMANICO ESPAÑOL
Biografías de condes de Cataluña, reyes de
Aragón y de la Corona de Aragón
Biografía
de Wifredo el Velloso
Introducción
Wifredo el Velloso (Guifré el Pilós en catalán) fue conde Cerdaña y
Urgel (870-897) y de Barcelona, Gerona y Besalú (878-897), llegando a ostentar
también el título de marqués. Su obra más importante fue la incorporación de
los territorios que pasarían a formar el condado de Osona. Allí fundó los
monasterios de Ripoll y de Sant Joan de les Abadesses, convertidos en puntales
de la repoblación, y promovió la restauración del obispado de Vich.
Wifredo, además, supo aprovechar las dificultades por las que atravesaba
la monarquía franca en esos años para fortalecer su posición al frente de los
condados y consolidar su independencia. Así, se convirtió en el último conde
nombrado directamente por un rey franco, pues, tras su muerte, sus hijos se
convirtieron en herederos de sus estados sin que se produjera la intervención
de la monarquía carolingia.
Nacimiento
y orígenes familiares
Wifredo el Velloso (840?-897) fue hijo del magnate Sunifredo de Urgel y
de su esposa Ermesinda, con la que tuvo, al menos, otros cuatro hijos:
Sisenando, Sunifredo, Radulfo y Miró.
La genealogía de Sunifredo no está tan clara y ha sido objeto de un
encendido debate por parte de los especialistas. J. Calmette afirmó que era
hijo de Aznar Galindo y que, en el momento de su designación por Carlos el
Calvo como conde de Barcelona, ya estaba al frente del condado de Urgel; Dom
Vaissette le hizo descender de un tal Borrell, conde de Ausona por nombramiento
de Carlomagno, y Ramón d´Abadal le considera hijo del conde Belló de Carcasona,
siendo ésta la hipótesis más aceptada.
Sunifredo, por tanto, pertenecía a la casa condal de Carcasona. De
acuerdo con esta interpretación, la rama mayor de la familia conservó el
condado de Carcasona, mientras que la menor, integrada por Sunifredo de
Barcelona y su hermano Suñer de Ampurias, pasó a Cataluña, donde
personificarían la lealtad a Carlos el Calvo y sus descendientes.
Política
Llegada
al poder: investidura condal y proceso de concentración de los condados
catalanes
La muerte del rey franco Luis el Piadoso (840) y las luchas que
acompañaron al tratado de Verdún (843) dieron lugar a cambios importantes en
los linajes gobernantes de Cataluña, territorio dependiente del Imperio
carolingio. El conde de Barcelona, Bernardo de Septimania, apoyó a Luis el
Germánico contra sus hermanos Lotario y Carlos el Calvo. Sin embargo, el
Tratado de Verdún por el que se firmaba la paz, dividía las tierras del Imperio
carolingio de tal forma que la parte occidental de éste fue adjudicada a Carlos
el Calvo, quien destituyó a su antiguo enemigo (844) y confió los condados de
Barcelona, Gerona y Narbona a Sunifredo, conde de Urgel-Cerdaña, y padre de
Wifredo el Velloso. Su hermano Suñer recibió los condados de Ampurias y
Rosellón.
El gobierno de Sunifredo en Barcelona duró sólo cuatro años (844-848)
pues Carlos el Calvo no disponía de las fuerzas necesarias para hacer efectivos
los nombramientos. Así, tanto Suñer como Sunifredo fueron expulsados por los
fieles de Bernardo de Septimania, dirigidos ahora por su hijo Guillermo (848).
Muerto Sunifredo, y tras un período de anarquía, Carlos el Calvo pudo recuperar
estos condados y optó por poner al frente de los mismos a personajes de origen
franco. Sin embargo, los nuevos condes francos resultaron malos gobernantes, ya
por incapaces, como Oldarico, ya por rebeldes, como Hunfrido (858-865) y
Bernardo de Gotia (865-878).
Las tendencias secesionistas de éstos obligaron al monarca a
combatirlos, siendo, finalmente, los dominios de Bernardo de Gotia repartidos
entre Wifredo el Velloso, Miró y Suñer II, descendientes de los condes
Sunifredo y Suñer, respectivamente. En tal designación pudo jugar un papel
importante la fidelidad demostrada por la casa condal de Carcasona, a la que
pertenecía Wifredo, a la monarquía carolingia. Ello merecería una recompensa
por parte de Carlos el Calvo, que hacia el 868 otorgó a Wifredo el condado de
Urgel-Cerdaña. Abadal supone que la investidura pudo tener lugar en la asamblea
de Attigny de 870. Su hermano Miró fue nombrado conde de Conflent y, el primo
de ambos, Suñer II, recuperó el condado paterno, Ampurias.
Algunos años más tarde, en el 878, Wifredo fue nombrado por Luis el
Tartamudo conde de Barcelona, Gerona y de Besalú, recibiendo, además la
dignidad de marqués. A su hermano Miró le fue asignado el condado de Rosellón.
Cuando Miró murió en el año 896, el condado de Rosellón-Conflent pasó a manos
de su hermano Wifredo el Velloso.
La investidura condal de Wifredo, por tanto, todavía debe al
nombramiento real pero, a partir de él, la transmisión del poder tendrá
carácter hereditario.
Distanciamiento
del imperio carolingio
Durante el gobierno de Wifredo el Velloso, los condados catalanes dieron
un paso decisivo en su proceso de desvinculación del Imperio carolingio, del
cual formaban parte. Este proceso llevado a cabo por los condes de la primitiva
Cataluña fue más lento que el de sus colegas del Pirineo central (Pallars y
Ribagorza). Pero las dificultades que fueron atravesando los sucesores de
Carlomagno favoreció la posición de personajes como Wifredo el Velloso, quien,
aunque no puede ser considerado como el primer conde independiente de los
francos, sí fue el primer conde hereditario y el fundador de la dinastía
catalana pues, tras su muerte (898), sus posesiones fueron repartidas entre
sus herederos. Pero, aunque los lazos entre el condado de Barcelona y la
monarquía franca se debilitaron en la práctica a partir de mediados del siglo
IX, nunca se rompieron formalmente y Wifredo y sus herederos siguieron datando
sus documentos según los años de reinado de los monarcas francos.
En época de Wifredo se consuma el proceso que identifica autoridad y
propiedad. Es decir, la aspiración de cada conde de convertir en hereditario el
cargo y las posesiones recibidas del monarca se convierten ahora en una
realidad. Los condes dejan de ser funcionarios nombrados por el rey para
convertirse en una nobleza hereditaria.
Dos hechos contribuyeron de forma decisiva en este proceso de independencia de
los condados catalanes con respecto al Imperio carolingio:
El primero, el Capitular de Quiercy (877), por el que el monarca franco
Carlos el Calvo daba un paso decisivo para la transmisión hereditaria de los
cargos otorgados por la corona.
En segundo lugar, la progresiva desvinculación del Imperio carolingio sería
inexplicable sin la existencia del mundo islámico. La presencia de musulmanes
hizo que la población viese en los condes a sus jefes naturales, especialmente
cuando se producen ataques que sólo ellos rechazan. Aunque teóricamente el
emperador encarna la autoridad, en la práctica, el poder es ejercido por el
conde, al que se confía la administración, la justicia, la política interior y,
en caso necesario, la defensa militar del territorio.
Repoblación
La obra más importante de Wifredo fue la repoblación del centro de
Cataluña, una región devastada y casi despoblada a raíz de la rebelión
antifranca del godo Aizón o Aissó (826-827) y de la incursión de Abu Marwan en
el 827.
Las disensiones musulmanas le permitieron consolidar sus posesiones y
ampliarlas, ocupando, sin grandes dificultades, las comarcas de Vich, Ausona,
Ripoll y Montserrat, y llegando en su acción hasta la desembocadura del río
Llobregat.
La comarca de Vich era, antes de su ocupación por parte de Wifredo, una
extensa tierra de nadie situada en la frontera entre carolingios y musulmanes,
estabilizada desde comienzos del siglo IX en la línea formada por las sierras
de Boumort, Cadí, Montserrat y Garraf. Esta tierra de nadie separaba dos líneas
de condados: los pirenaicos al noroeste y los marítimos al este. Quedaba en el centro
interior un territorio marginal constituido por la antigua diócesis de
Ausona-Plana de Vich.
La reunión en manos de Wifredo de los condados de Cerdaña-Urgel,
Gerona-Besalú y Barcelona planteó la necesidad de repoblar la región de Vich y
el Bagés, a través de las cuales se comunicaban los condados orientales y
occidentales.
La gran labor repobladora por la cual el conde Wifredo reorganizó el
territorio de la Cataluña central se llevó a cabo en varias fases:
La inicia por el valle de Lord (872-878) y la prosigue por el Ripollés
(desde el 879). En esta primera fase se apoyó, principalmente, en dos grandes
fundaciones monásticas: Ripoll y San Juan de las Abadesas, de las que
irradiarían villas, aldeas y masías, extendiéndose la tarea repobladora hasta Vallfogona.
La segunda zona repoblada y restaurada fue la Plana de Vich (desde 881),
prácticamente despoblada. La actividad repobladora resultó aquí my intensa,
desarrollándose en torno a las ciudades de Vich y de Manresa. Se restauró la
antigua diócesis de Vich (886) y se creó el condado de Ausona.
En la labor de colonización de estas dos zonas cobró gran importancia el
elemento eclesiástico. Además de restaurar la diócesis de Vich, Wifredo fundó
los dos grandes centros benedictinos de Cataluña: los monasterios de Santa
María de Ripoll y de San Juan de las Abadesas.
Estas fundaciones y restauraciones se convirtieron en focos de
repoblación de las tierras ocupadas y serán beneficiarias, desde fecha muy
temprana, de un proceso de acumulación de tierras.
Wifredo fundó San Juan de las Abadesas en el 885, siendo la primera
abadesa del monasterio su hija Emma. Santa María de Ripoll fue fundado en el
879, en la confluencia de los ríos Ter y Freser. Su iglesia fue consagrada el
20 de abril del año 888, asistiendo a la ceremonia, además de Wifredo y de su
esposa Guinidilda, su hijo Radulfo, que ingresó como monje en el monasterio.
El tercer sector territorial repoblado fue la comarca de Lluçanés, que
se realiza paralelamente a la repoblación de la comarca de Vich, pero aquí se
efectúa con más lentitud y dejando amplio margen a la iniciativa particular.
El área de Cardona conoció la intervención personal del conde en la
fundación de poblaciones y en la erección de fortalezas, actividad que
prosiguió su hijo, el conde Miró de Cerdaña. El interés de atraer moradores a
Cardona hizo que Wifredo le concediese una carta-puebla en el 898, la cual será
renovada por Borrel II.
La quinta y última zona objeto de las atenciones repobladoras de Wifredo
fue la más meridional del Bagés (desde 889), con Montserrat como población más
importante. Montserrat constituía, junto con Cardona, a la vez que núcleo
defensivo, punto de partida para una futura expansión hacia el valle del Segre.
La procedencia de los pobladores que llegaron a los valles de Ripoll, la
Plana de Vich o a la comarca de Manresa fue, principalmente, Cerdaña, Urgel y
el valle medio del Segre. Además, algunos llegarían procedentes de las comarcas
leridanas dominadas por el Islam, lo que supone una emigración mozárabe, si bien
poco intensa y de carácter discontinuo.
La ocupación efectiva del suelo, se hizo mediante el sistema de aprisio
y se prolongó hasta fines del siglo X, sufriendo considerables retrasos a causa
de los ataques de Almanzor. Con la ocupación de toda esta zona la frontera se
establece en la línea formada por los ríos Llobregat y su afluente el Cardoner,
y el curso medio del Segre, línea que no sería superada hasta la ocupación de
Tarragona y de Lleida en los siglos XI y XII.
Crisis
eclesiástica
En tiempos de Wifredo el Velloso se produjo la primera tentativa de la
Iglesia catalana de poner fin a la relación de dependencia que la unía al
arzobispado de Narbona. Tal intentona, que acabaría en fracaso dadas las
rivalidades existentes entre los distintos condes, se produjo en el 888, cuando
el clérigo Esclua se proclamó arzobispo de Urgel. Del nuevo arzobispado
dependerían las diócesis de Barcelona, Gerona, Vich y Pallars. Pero, a pesar de
estar situada en los dominios de Wifredo, la nueva sede arzobispal benefició,
sobre todo, a los condes de Pallars y de Ampurias. El primero de ellos logró la
creación de un obispado propio para no depender ni de la iglesia carolingia ni
de los demás condes catalanes; Suñer II de Ampurias, por su parte, consiguió
que el nuevo arzobispo depusiese al obispo de Gerona, del que dependía el clero
de su condado, y nombrase para el cargo a uno de sus fieles, llegando a invadir
Gerona.
Pero Wifredo el Velloso se negó a aceptar la nueva situación puesto que
el obispo gerundense depuesto había sido consagrado por el arzobispo de Narbona
de acuerdo con él mismo. Además, el nuevo obispado de Pallars nacía a expensas
de recortar el territorio de la diócesis de Urgel. Así, se declaró en contra de
Esclua y a favor del arzobispo de Narbona y de los obispos depuestos, Ingoberto
y Servus Dei. Esto llevó al conde de Ampurias a reconocer como rey de Francia a
Eudes, en lucha por el trono con los últimos carolingios.
Finalmente, Wifredo, con la ayuda del arzobispo de Narbona, logró la
supresión del arzobispado de Urgel (892) y la deposición del obispo de Gerona.
Sin embargo, no pudo lograr que desapareciera el obispado de Pallars.
Matrimonio
y descendencia
Wifredo contrajo matrimonio en el 877 con Guinidilda. De esta unión
nacieron: Radulfo, que fue obispo de Urgel y murió entre 943 y 945; Wifredo II
Borrell, que sucedió a su padre en los condados de Barcelona, Gerona y Ausona;
Suñer, que sucedió a su hermano Wifredo en el condado de Barcelona y luego se
hizo monje (945 o 946); Miró, que heredó los condados de Cerdaña, Conflent y
Besalú; Sunifredo, al que su padre dejó el condado de Urgel, y casó con su
sobrina Adalaiza, hija de Suñer; Emma o Emmon, primera priora del monasterio de
San Juan de las Abadesas; Ermesenda; Quixiliona; y Riquilda o Riquildis, protagonista
de la leyenda de fray Juan Garí, uno de los primeros ermitaños que vivieron en
Montserrat.
La
imagen legendaria de Wifredo el Velloso
Al igual que la de otros gobernantes medievales, la figura de Wifredo el
Velloso no escapó a la mitificación. Desde fecha temprana sus hazañas fueron
glorificadas por unas crónicas que le elevaron a la categoría de héroe
nacional. Entre ellas cabe destacar la Gesta comitum barcinonensium, crónica
redactada en la segunda mitad del siglo XII que noveló la historia de Wifredo.
Los propios orígenes de la casa de Barcelona y la llegada de Wifredo al
poder adquirieron carácter legendario. Según la leyenda, Wifredo, hijo de un
conde barcelonés muerto en circunstancias extrañas mientras se dirigía a la
corte carolingia para rendir cuentas de su actuación, es encomendado para su
crianza al conde de Flandes. Llegado a la adolescencia, Wifredo dejó embarazada
a la hija de su protector y es obligado a jurar que si recuperaba el honor
paterno, es decir, el condado de Barcelona, podría contraer matrimonio con la
joven.
Wifredo se dirigió
a Barcelona… y convocados los magnates y próceres de su patria, reconociendo
éstos con cuanto engaño y oprobio su padre había sido muerto y él desheredado,
lo aceptaron como su señor y se juramentaron para defenderlo como tal…y allí el
joven Wifredo dio muerte con su espada al conde (el franco Salomón) y recuperó
Barcelona, desde Narbona hasta Hispania…Entonces, por consejo de los amigos de
su esposa, logró recobrar la amistad del monarca y después de haber recibido de
sus manos el dominio permaneció en la corte durante algún tiempo. Estando allí
le llegaron noticias de que los sarracenos atacaban su patria y casi la habían
tomado. Pidió ayuda al rey para expulsar a los musulmanes pero éste, ocupado en
negocios más urgentes, no pudo dársela y le hizo la siguiente propuesta: si él
solo era capaz de expulsar a los musulmanes, el honor de Barcelona permanecería
para siempre en sus manos y en las de sus herederos…Wifredo, reunido un gran
número de próceres francos, expulsó a los agarenos hasta la frontera de Lleida
y poseyó como propio el condado tan válidamente conquistado. He aquí como el
honor de Barcelona pasó de la potestad real a manos de nuestros condes de
Barcelona…
Sin embargo, la leyenda no parece tener grandes visos de verosimilitud,
pues se sabe que Salomón no fue conde de Barcelona, como aquélla pretende, sino
sólo de Urgel.
Es pura leyenda también la historia sobre el origen de la senyera, puesto que
el uso de los emblemas heráldicos no se generalizó hasta comienzos del siglo
XII, y el de las cuatro barras, concretamente, no apareció hasta mediados del
siglo XII, en tiempos del conde de Barcelona Ramón Berenguer IV.
Esta leyenda se recoge por vez primera en la crónica del historiador
valenciano Pere Antoni Beuter, Segunda parte de la crónica general de España
(1550). Según ésta, el emperador Luis el Piadoso solicitó la ayuda de sus
vasallos, entre los cuales se encontraba Wifredo el Velloso, para hacer frente
a una invasión normanda. Pese a que los normandos fueron derrotados, el conde
de Barcelona resultó herido. Pasada la batalla, el propio emperador visitó a
Wifredo quien, dolido más por el honor que por las heridas, rogó al emperador
que le concediese unas armas para portar en su escudo dorado. Ante tal
petición, Luis el Piadoso trazó cuatro barras con la sanfre de Wifredo sobre el
escudo dorado de éste.
Muerte de Wifredo el Velloso
Wifredo el Velloso murió el 11 de agosto del año 897 en un
enfrentamiento con los musulmanes. El hecho se produjo cuando salió al
encuentro de las tropas del gobernador de Lleida, Lobo ibn Muhammad, quien
había lanzado una virulenta ofensiva que llegó hasta las puertas de Barcelona.
La muerte de Wifredo, según el cronista árabe Ibn Hayyan en el al-Muqtabis, se
produjo como consecuencia de una «una lanzada» realizada por el propio señor de
Lleida, en el castillo de Aura. La ubicación exacta de este castillo está en
discusión pero según algunos historiadores podría interpretarse como Vallis
Laurea, es decir, en el término de Valldaura, en la sierra de Collserola.
No era la primera vez que Wifredo se enfrentaba a los musulmanes; en el
año 884 había atacado a Ismail ibn Musa, que se había apoderado de Zaragoza
(871) y había fortificado Lleida, pero fue derrotado sufriendo grandes
pérdidas.
Fue enterrado en el monasterio de Santa María de Ripoll que él mismo había
fundado.
La unión de condados lograda por Wifredo el Velloso no le sobrevivió.
Tras su muerte, los hijos de Wifredo repartieron su herencia como si de bienes
privados se tratase. Sunifredo obtuvo el condado de Urgel; Miró II los condados
de Cerdaña y Besalú; Wifredo Borell y Suñer, conjuntamente, Barcelona, Gerona y
Osona, condados que permanecieron indivisos y que constituirán el núcleo
esencial de la Cataluña medieval.
https://www.arteguias.com/biografia/wifredoelvelloso.htm
Biografía de Sancho Ramírez, Rey de Aragón y Navarra
Los precedentes históricos
Durante el primer tercio del S. XI, asistimos a un doble
proceso de desmoronamiento del poderoso estado amirí musulmán y de
fortalecimiento del mundo cristiano peninsular personificado en la figura de
Sancho III, el Mayor, de Navarra. A su muerte, le sucederán en Pamplona, García
III Sánchez, en el condado de Castilla -que acabará siendo también titular del
reino de León- y en el condado de Aragón, Ramiro I.
Las secuelas del reinado de Sancho III
de Navarra, marcarán este período, produciéndose diversos
conflictos y enfrentamientos derivados de reclamaciones territoriales pero,
será el fortalecimiento territorial de estas entidades políticas y su
consolidación institucional -los condados de Castilla y Aragón acabarán
convirtiéndose en reinos-, sumado a la fragmentación de al-Andalus en taifas,
lo que marcará un nuevo ritmo en los distintos estados peninsulares. No
podemos, no obstante, pasar por alto el papel del Papado -en proceso, él mismo,
de fortalecimiento- en la consolidación de dichos reinos y en la canalización
de las energías cristianas en la tarea de la Reconquista.
Inicialmente, Fernando I, como conde de Castilla
y Ramiro I como conde de Aragón, inician una política de consolidación de los
estados de los que son titulares, de lo que la reincorporación de comarcas en
torno al reino de Navarra por parte del castellano, y de Sobrarbe y Ribagorza
por parte del aragonés Ramiro I, son una muestra. A éste proceso de
fortalecimiento y consolidación podríamos llamar 'interna' le seguirá una fase
de proyección exterior a base de los territorios musulmanes, una fase en la que
proyectar las energías y fuerzas recobradas tras el oscuro período de Almanzor.
Dada la fuerza territorial y humana de Castilla, Fernando
I pudo mostrarse especialmente activo, tanto en el Oeste -presionando sobre la
actual Portugal-, como en el Este, donde sometería Zaragoza a vasallaje. El
establecimiento del protectorado castellano sobre Zaragoza suponía, sin
embargo, bloquear los movimientos expansionistas de Navarra y Aragón: De hecho,
el infante Sancho y un todavía desconocido Rodrigo Díaz de Vivar acudirían en
ayuda de al-Muqtadir de Zaragoza, cuando Ramiro I arremetió contra la taifa,
muriendo, de hecho, el aragonés, en el sitio de Graus.
Sancho Ramírez y los problemas de la
expansión de Aragón
El sucesor de Ramiro I, Sancho
Ramírez, ya como Sancho I, era consciente de que el
apoyo castellano a la taifa suponía un impedimento realmente serio a los
proyectos de expansión aragoneses en el valle del Ebro, lo que sumado a la
competencia del condado de Barcelona en el Pirineo y el Mediterráneo, podía
conducir al aislamiento de Aragón con respecto a la empresa reconquistadora.
En aquel momento, por su parte, el Papado estaba
desarrollando una profunda reforma uno de cuyos objetivos más notables era
sacudir el control ejercido por los poderes laicos sobre la Iglesia, pero para
ello, necesitaba que esos mismos poderes laicos se comprometieran a la defensa
de esa independencia del Papa y la Iglesia.
Ésta buscará poderes emergentes, como son los condados de
Castilla y Aragón, y más tarde el condado de Portugal, para que hicieran de
contrapeso a poderes que, como los del emperador del Sacro Imperio, pretendían
mantener dicho control: los estados emergentes se mostrarían receptivos a las
reformas que el Papado impulsaba para asegurar la independencia eclesiástica y
la consolidación jurisdiccional del Papado sobre los obispados controlados por
príncipes y nobles, y a cambio, el Papado, como institución moral y jurídica
internacionalmente reconocida, arbitraría a su favor y les dotaría de esa
justificación moral y jurídica que necesitaban.
Dado que Sancho Ramírez no podía contrarrestar
militarmente a Castilla, el aragonés recurrió al Papa para paralizar la ayuda
castellana a Zaragoza: En 1063, el papa Alejandro II llamará a los europeos a
la Cruzada en Aragón, hecho que ha pasado a la Historia, por constituir la
auténtica primera convocatoria de Cruzada de la Edad Media, previa a la que
daría lugar a las Cruzadas del Oriente Medio. Efectivamente, y amparado en la
bula de cruzada, un ejército franco-aragonés tomará Barbastro (1064), plaza
perdida en abril de 1065.
Ese mismo año, Fernando I de Castilla, viendo que Aragón
tomaba la iniciativa en el sureste, decide atacar a los musulmanes en dirección
a Paterna, aunque tampoco logra consolidar su posición.
En 1067, Navarra y Aragón deciden dar un paso más: A fin
de forzar a Castilla a retirar la protección sobre Zaragoza, Sancho I de Aragón
y Sancho IV de Navarra, arremeterán contra Sancho II de Castilla, en lo que ha
venido conociéndose como Guerra de los Tres Sanchos. Sancho Ramírez de Aragón
derrotará a los castellanos en Viana, pero los musulmanes de Huesca, aliados al
castellano por temer a los aragoneses, atacarán por el este al monarca
aragonés, que se ve obligado a atender este frente. Sancho IV de Navarra, sólo,
se vio obligado entonces a negociar.
Dada la situación internacional, y dado que esto también
le convertía en autoridad moral y jurídicamente reconocida frente a los nobles,
en 1068, Sancho Ramírez acabará declarándose vasallo del Papa, gracias a las
gestiones del legado Hugo Cándido.
De alguna manera, 1068 constituye un año fundamental para
Sancho I y para el reino de Aragón: ese mismo año, el monarca aragonés viajaba
a Roma y asumía la reforma gregoriana y la cultura europea. En 1071, tras morir
su primera esposa Isabel de Urgel, Sancho se casará con Felicia de Roucy,
biznieta del rey de Francia, Roberto el Piadoso, y hermana del conde Eblo
II, personaje clave de la cancillería pontificia.
Precisamente, en 1071 se introduce el rito romano en
Aragón, acabando con el rito hispano-visigodo, también llamado mozárabe. En
1076, Sancho Ramírez accede al trono de Navarra como Sancho V: quizás su buena
predisposición para con el papado y la reforma que llevaba a cabo, pudo contribuir
a reforzar su candidatura; lo cierto es que en 1078 el hermano del rey, García,
se convertía en obispo de Pamplona, dignidad que sumaba a la de obispo de Jaca.
Aunque estos nombramientos iban dirigidos a implementar la reforma en ambos
reinos, García acabó posicionándose en el bando mozarabista, que quizás era
también el nobiliar, dándose la sorprendente circunstancia de que fuera una
mujer, la condesa Sancha, partidaria del fortalecimiento del poder real y el
papal, la que, en sustitución de García, ocuparía el obispado a modo de
encomienda.
Esta política de apertura a las corrientes religiosas y
culturales romanas y francesas, también tuvieron su proyección en el terreno
económico. El rey del cada vez más poderoso y prestigioso Reino de Aragón,
necesitaba una Corte digna del mismo, siendo elegida Jaca, que recibió fuero en
1077, estimulando la instalación de artesanos de origen francés. A esta medida
habría que añadir la aplicación de exenciones fiscales para los peregrinos que,
con el objeto de llegar a Santiago de Compostela, penetraran por Jaca y
Pamplona, lo que estimularía la afluencia de centenares de consumidores y, con
ello, el dinamismo comercial y económico.
No debemos olvidar tampoco, que Aragón estaba
experimentado un incremento de la producción agro-pecuaria, de excedentes y de
población -lo que se traducía en consumidores y tributarios-, como tampoco
podemos olvidar que la toma de Barbastro y otras plazas musulmanas, y el cobro
de parias, había procurado la circulación de metales preciosos que,
monetarizados, contribuyeron a estimular el consumo y los intercambios
comerciales.
Este fortalecimiento político, económico y cultural, será
fundamental para relanzar la tarea reconquistadora, tomándose Graus en 1083 y
Monzón en 1089: La toma de ésta última plaza abrirá el camino de los aragoneses
a Lérida y Tortosa, si bien, de nuevo el Cid, frenará la progresión aragonesa
hacia el Mediterráneo. Pocos años después, en 1093, ante la amenaza que suponía
la marea almorávide, los antiguos adversarios se unirán para tomar esta plaza,
llegando incluso hasta Salou.
Huesca se presentaba como el siguiente objetivo a batir,
pero sería precisamente durante el cerco levantado en torno a esta importante
fortaleza musulmana cuando murió a causa de una flecha, el monarca que había
puesto las bases de un reino fuerte, dinámico y culturalmente activo.
(Autor
del texto del artículo/colaborador de ARTEGUIAS:
Jorge Martín Quintana)
https://www.arteguias.com/biografia/sanchoramirez.htm
Biografía de Alfonso I El Batallador, Rey de Aragón
Introducción
Alfonso I, al margen de muchos hechos pintorescos que
adornan su biografía, fue uno de los reyes aragoneses más relevantes,
especialmente en lo relativo a la consolidación y expansión del reino.
El que pasaría a la historia como Alfonso el Batallador
nace cerca de Siresa en el año de 1073, hijo del monarca Sancho Ramírez y su
segunda esposa Felicia de Roucy.
Alfonso hereda el trono aragonés y navarro en 1104 al
morir su hermanastro Pedro I sin sucesión (ya que los dos hijos de éste habían
muerto también).
Es sabido que la educación de Alfonso el Batallador se
desarrolla en el Monasterio de San Pedro de Siresa, en un ambiente
extremadamente religioso, influido por el espíritu de cruzada, especialmente
ferviente en la vecina Francia.
Esta educación va a marcar su vida cuyo eje central será
la guerra contra los almorávides para expansionar su reino y el anhelo de
servir a la cristiandad mediante la guerra sin cuartel contra el infiel.
En el plano político se trata de un rey de fuerte
carácter, muy personalista, que toma decisiones en todos los ámbitos: militar,
diplomático, religioso, etc.
También se ha especulado con su posible homosexualidad y
su fuerte sentimiento misógino.
La otra circunstancia que también impregna su biografía
es la de las continuas desavenencias con su esposa Doña Urraca, que sumirán a
Castilla y León en una guerra civil durante casi dos décadas.
Hechos biográficos de la vida Alfonso
el Batallador
Las guerras y conquistas contra los
musulmanes
Alfonso, ya desde joven y siendo infante, participó en
importantes misiones bélicas (como la conquista de Huesca por su padre en
1096).
Su idealista proyecto de cruzada contra los musulmanes le
llevó a una continua carrera expansiva que tenía como objetivo la toma de
Zaragoza y Lleida y más remotamente la salida al mar a través de Tortosa y
Valencia.
Para ello contó con la ventaja de la debilidad militar de
los almorávides en el Valle del Ebro, muy alejados de sus bases de Córdoba.
Las continuas batallas acometidas, saldadas casi siempre
con victorias, le hizo merecedor del apelativo de Batallador.
El problema que generaron, sin embargo, estas rápidas
conquistas fue la necesidad de atraer repobladores, ya que el joven reino no
podía abastecer tan rápidamente de hombres y mujeres que poblaran y asegurasen
las nuevas plazas tomadas. Ello le obligó a no sólo a conceder fueros muy
ventajosos sino a atraer francos y mozárabes de Al-Ándalus.
La larga serie de conquistas
Poco después de ceñirse la corona emprende la conquista
de Ejea, Tauste, Fitero, Cascante y otras poblaciones de lo que hoy es geográficamente
Las Cinco Villas de Zaragoza y Navarra.
En 1118 hace su más importante conquista, la de la
populosa y próspera ciudad de Zaragoza, convirtiéndola en capital del reino de
Aragón. Para ello contó
con la ayuda de algunos ejércitos franceses que acudieron a la llamada del papa
que proclamó los beneficios de cruzada a quienes participaran en la toma de la
ciudad, según un concilio celebrado en Toulouse.
Con la gran metrópoli zaragozana cae todo un extenso
territorio que le permite avanzar hacia el oeste y el sur, tomando importantes
ciudades como Tudela, Tarazona, Borja, Épila, Calatayud, Alhama, Ariza o Daroca,
además de repoblar Soria.
La marea cristiana provocó la reacción almorávide que
envió un importante ejército para contrarrestar el avance aragonés, pero fue
nuevamente vencido en la importante y célebre batalla de Cutanda.
La frontera aragonesa desciende progresivamente hacia el
sur, siendo reconquistadas las cuencas de los emblemáticos ríos Jalón y Jiloca
rebasando el actual límite provincial de Zaragoza camino ya de Teruel (llega a
asentarse en Monreal).
Su siguiente objetivo militar es Lleida, pero su
conquista se trunca por la oposición del conde de Barcelona Ramón Berenguer III
en 1123.
La expedición a Andalucía de
1125-1126
Si no fueran suficiente tantas conquistas, Alfonso
decidió hacer una incursión al corazón de la Andalucía musulmana a través de
Teruel y tierras levantinas y andaluzas, alcanzando Málaga y Granada, llegando
a las playas de Motril, donde según cuentan metió su caballo en las aguas del
Mediterráneo. La expedición se saldó con una intermitente labor de castigo y
destrucción y la recogida de mozárabes para repoblar Aragón.
Su
matrimonio con Doña Urraca
Al rey Alfonso VI, tras la muerte de su hijo varón Sancho
en la batalla de Uclés, sólo le quedaban sus hijas Teresa y Urraca, frutos de
sus relaciones con Jimena Muñiz, la primera, y del matrimonio con la reina
Constanza de Borgoña, la segunda.
El rey leonés concertó la boda de Urraca con Alfonso I de
Aragón para hacer frente al amenazante poder almorávide que había llegado a la
Península unas décadas antes y cuyo fanatismo y arrojo guerrero ponían en
peligro a la cristiandad hispana.
La boda se celebra en 1109 y en las capitulaciones
matrimoniales se establece que el aragonés actuaría como rey de Castilla.
En esta decisión va a surgir uno de los grandes
conflictos civiles sufridos en la España cristiana de la Edad Media.
Mientras Alfonso desea ejercer, con todos los
predicamentos, el control del reino castellanoleonés, numerosos nobles gallegos
se revelan en favor de los derechos sucesorios de Alfonso Raimúndez, hijo de
Urraca y su anterior esposo, Don Raimundo de Borgoña. El Batallador acude a
Galicia y vence a la nobleza gallega en el castillo de Monterroso.
A este primer conflicto se suman las continuas
desavenencias políticas y personales entre ambos cónyuges, por su difícil
carácter, lo que provoca una incesante suerte de conflictos bélicos entre los
bandos de seguidores de Urraca y su hijo y los ejércitos del Batallador.
Esta guerra civil, salpicada de traiciones y cambios de
bando de numerosos personajes relevantes de la época, se asemeja a un relato
literario de ficción o de aventuras por los hechos tan rocambolescos que
acontecen en un breve lapso de tiempo.
Este sangriento conflicto entre cónyuges, reyes y reinos
se ve interrumpido por breves lapsos de paz, acuerdos y reconciliaciones que
rápidamente vuelven a dejar paso a los enfrentamientos.
Algunos miembros de la Iglesia partidarios de Alfonso
Raimúndez (el que luego será Alfonso VII) presionan al Papa para anular este
matrimonio so pretexto de su consanguinidad por ser los dos biznietos de Sancho
el Mayor.
La anulación papal se hace efectiva en 1110, que llegó a
excomulgar a los monarcas por no cumplir con la separación en un primer
momento.
En 1114, convencido de que la unificación por vía
matrimonial del reino de Castilla y León con el de Aragón no sería viable, dada
las diferencias con su esposa y la predilección castellanoleonesa por su
hijastro Alfonso Raimúndez, decide repudiar a Urraca y centrarse más en su afán
conquistador contra los musulmanes, aunque sin abandonar completamente su pugna
por Castilla.
En los años sucesivos firma dos tratados de paz con su
exesposa, hasta que los interminables conflictos con Castilla terminarán
definitivamente entre 1126 y 1127, con la Paz de Tamara.
En 1126, de nuevo, los ejércitos aragoneses de Alfonso el
Batallador están a punto de enfrentarse a los de Alfonso VII, que recién muerta
su madre Urraca ha sido proclamado rey. La batalla, que iba a celebrarse en
tierras palentinas, no llega a iniciarse gracias a la intervención de las
autoridades eclesiásticas de ambos reinos que exigen no derramar más sangre cristiana
en este conflicto civil y poner todas las energías en la conquista de la España
mora.
Fruto de este acuerdo se firmarán las Paces o Pacto de
Tamara (Tamara de Campos) en 1127. En él, Alfonso I El Batallador renuncia al
empleo del título de emperador, que llevaba adjudicándose desde su boda con
Urraca.
Además, Aragón cede los territorios castellanoleoneses todavía en manos del
Batallador como consecuencia de las guerras del siglo XII.
Por su parte, León y Castilla devuelven a Aragón los
territorios conquistados a partir de las batalla de Atapuerca (1054) y la
muerte de Sancho el de Peñalén en 1076, lo que supone la entrega de Vizcaya,
Alava, Guipúzcoa, Soria, San Esteban de Gormaz, parte de la provincia de Burgos
(Belorado y La Bureba, hasta cerca de Burgos) y La Rioja.
El problema sucesorio
Alfonso sólo estuvo casado con Urraca pero no tuvo
descendencia. Así, en 1131, siguiendo su modo de pensar en términos piadosos y
de cruzada, redacta un peculiar y extraño testamento repartiendo su reino entre
las órdenes militares del Temple, Santo Sepulcro y San Juan del Hospital.
Como rey guerrero, su muerte no pudo sobrevenir de otra
manera que no fuera por las armas. Efectivamente, Alfonso fallece consecuencia
de las heridas sufridas en el asedio a Fraga en el año 1134.
Los nobles consideran irrealizable el testamento, pues
las órdenes militares aludidas no pueden acometer el gobierno, por lo que no
reconocen los deseos del monarca fallecido y el reino se vuelve a fragmentar,
después de medio siglo, en Aragón y Navarra. Aragón pasa a manos de Don Ramiro
el Monje, hermano del fallecido, que reinará como Ramiro II. Navarra, por su
parte, es entregada a García Ramírez "El Restaurador".
Contexto Artístico durante el reinado
de Alfonso I el Batallador
Los años del reinado de Alfonso el Batallador son la
continuidad de las gloriosas décadas finales del siglo XI donde en Aragón se
construye ya en un románico pleno de gran perfección arquitectónica y
escultórica.
Por su parte, la participación de Alfonso I en la política
castellanoleonesa va a servir para que el románico aragonés penetre hacia
Castilla, como queda patente en Segovia, ciudad preferida por Alfonso, donde en
la iglesia de San Millán se reproduce la planta de la catedral de Jaca (a
escala menor) o en numerosos detalles arquitectónicos y ornamentales de muchas
de las iglesias de la provincia.
En tierras sorianas, esta influencia se deja notar en
otros tantos lugares, pero es especialmente notable en ciudad de Ágreda.
En cualquier caso y al margen de este periodo de
inestable unión de los dos reinos, las influencias mutuas entre el románico
castellano, navarro y aragonés van a ser intensas durante todo el periodo
románico (hasta comienzos del siglo XIII), donde la itinerancia de talleres va
a ser muy frecuente y las fronteras entre reinos, muy permeable.
https://www.arteguias.com/biografia/alfonsoibatallador.htm
Biografía de Ramiro II el Monje, Rey de Aragón
Introducción
al contexto histórico del reinado de Ramiro II en Aragón
Ramiro II el Monje fue un importante monarca del Reino de Aragón en un
momento trascendental de su historia y que logró capear una importante crisis
interna que pudo llevar al joven y vital estado aragonés a su dispersión o
desaparición.
No es poco habitual que tras el gobierno de un estadista de máxima
personalidad e influencia le suceda un periodo de grave inestabilidad. Éste es
el caso de lo que aconteció tras la muerte de Alfonso I el Batallador, rey que
logró una expansión territorial espectacular durante su reinado llevando a
Aragón a ser la verdadera punta de lanza de la reconquista cristiana durante
aquellos años.
Pero la muerte del Batallador y su inexplicable testamento, dejando el
reino a los órdenes militares, creo el desconcierto entre la nobleza que tuvo
que impeler a su hermano Ramiro el Monje a ocupar el trono.
Ramiro tuvo que vencer en numerosos retos:
- Las
iniciales revueltas nobiliarias
- La
articulación política y militar de un nuevo reino que se había ganado por
las armas durante el gobierno de su antecesor
- Una
economía en estado de crisis
- Su
sucesión, pues como miembro del clero, no estaba casado ni tenía
descendencia
Biografía
de Ramiro II El Monje
Tercer hijo de Alfonso I, el Batallador, en 1093, con la edad de siete u
ocho años, es llevado al monasterio de Saint Pons de Thomières, en Narbona, en
donde sería abad Frotardo, legado papal e impulsor de las reformas gregorianas
en Aragón.
La carrera religiosa de Ramiro no sólo respondía a la necesidad de
otorgar al príncipe unas rentas y un cargo de categoría, sino que el que ha
pasado a la historia con el sobrenombre de el Monje, se convertirá en un
auténtico agente del rey mediante el que asegurar los resortes del poder
alfonsino. Así, casado con Urraca de Castilla y León, Alfonso I se apresurará a
poner al frente del importante monasterio de San Facundo y San Primitivo de
Sahagún a su hermano Ramiro, dado el prestigio, la riqueza y el importante
papel que jugaba en el reino castellano-leonés, llegando a convertirse,
precisamente, en el más temible adversario del aragonés. Posteriormente, cuando
las tensiones con Roma se acentúen, Ramiro pasará a convertirse en obispo de
Roda-Barbastro - tras la muerte de Guillermo, titular del mismo, en la batalla
de Fraga, ocurrida en el verano de 1134 -.
Se ha apuntado que Alfonso I, designando a su hermano como obispo de
esta sede, quiso asegurarse que las disposiciones contempladas en su testamento
con respecto a la donación del reino a las órdenes militares, se cumplía,
aunque quizás estemos también ante un intento de control de la jerarquía
eclesiástica con el objeto de consolidar la autoridad regia.
Sin embargo, la muerte del Batallador fue más bien inesperada y
repentina, por lo que se podía abrir un grave período de inestabilidad que
podía conducir, incluso, a la virtual desaparición del reino de Aragón: Buena
parte de las conquistas realizadas por Alfonso I se perdieron a manos de los
almorávides, mientras que Navarra reaparecía como reino por la proclamación de
García Ramírez como rey de la misma. Aunque, por el pacto de Vadoluengo, el
navarro, áun quedando al frente del Reino de Navarra, debía reconocer la
soberanía de Ramiro II, el Restaurador del reino de Pamplona, acabó
proclamándose vasallo de Alfonso VII de Castilla. La ocupación de Zaragoza por
las tropas del castellano - los castellanos percibían tributos de la misma
desde los tiempos de Fernando I y alegaban que el Batallador había conquistado
Zaragoza como rey consorte de Castilla -, el desmoronamiento del Reino y la
donación realizada por el Batallador a las Órdenes militares, determinarían a
los nobles aragoneses a proclamar y asegurar la posición del nuevo monarca cuya
posición, a tenor de la confusa titulación recogida por los diplomas, parece
consolidada inicialmente.
De hecho, todavía en el verano de 1135, la contestación a Ramiro como
rey de Aragón, debía ser importante, dado que se documenta la desposesión de
hasta once nobles de las tenencias que tenían en concesión, lo que podría ser
indicio de que dichos nobles habrían protagonizado algún grave incidente que
precisaba de un duro y ejemlar castigo. Es probable que, teniendo en cuenta la
separación de Navarra y la incapacidad del aragonés por recuperar dicho
territorio y otras plazas de las que el navarro se apoderará o que Alfonso VII
tuvo Zaragoza en su poder entre diciembre de 1134 y septiembre de 1135,
cediéndola después al rey de Navarra, que la retuvo hasta agosto de 1136,
dichos nobles se sometieran a uno u otro monarca.
De hecho, en ese año de 1135, se documenta la rebeldía de Arnal de
Alascún, que llega a negar la entrada del monarca en Uncastillo. La situación
era tan grave que, a finales de año lo encontramos refugiado en Besalú, bajo la
soberanía del conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV.
Acosado por navarros y castellanos, Ramiro II vio en el conde de
Barcelona un potencial aliado, a pesar de ser vasallo y aliado de Alfonso VII.
Y es que, los monarcas aragoneses ya habían dado muestras de su interés por
alcanzar el litoral mediterráneo -campañas en Tortosa, Salou, Oropesa- y más en
un momento en el que, con la independencia de Navarra, la costa atlántica se
cerraba. Por su parte, la rivalidad catalano-aragonesa y las ansias
expansionistas del Batallador, que habían llevado al barcelonés a aliarse y
declararse vasallo de Alfonso de Castilla, comenzaba ahora a neutralizarse.
Barcelona estaba, además, comenzando a desarrollar una cada vez más intensa
actividad comercial, que precisaba de materias primas que exportar: una más
estrecha vinculación con el Reino de Aragón podía resultar, pues, sumamente
rentable.
Unido a Inés de Poitiers, Ramiro II tendría de ella a Petronila, cuyo
destino estuvo siempre sujeto a los cambiantes contextos diplomáticos: para
1136, el enlace más atractivo resultaba el catalán, por lo que, prometido a la
heredera aragonesa, a partir de 1137, Ramón Berenguer IV se convertirá en
'príncipe de los aragoneses' - el matrimonio no se celebrará hasta 1150 -,
dando lugar, en la persona de su hijo, al nacimiento de la Corona de Aragón.
Asegurada la sucesión y la estabilidad en el reino, Ramiro se separará
de Inés de Poitiers, para volver a su vida religiosa, ejerciendo quizás el
ministerio sacerdotal, después de todos estos avatares, en San Pedro el Viejo
de Huesca.
Por su parte, las Órdenes Militares, cuyas expectativas habrían quedado
frustradas con la proclamación de Ramiro, el Monje como rey de Aragón, optaron
por renunciar a aquellas tenencias y territorios que, en virtud al testamento
de Alfonso I, le correspondían: En 1134 renuncia el Hospital, en 1141 el Santo
Sepulcro y en 1143 el Temple.
https://www.arteguias.com/biografia/ramiroii-monje.htm
Biografía de Jaime I El Conquistador, Rey de Aragón
Jaime I de Aragón nació en Montpellier (Francia) en 1208, hijo de
Pedro II el Católico, rey de Aragón y Conde de Barcelona, y de María de
Montpellier. Fue Rey de Aragón (1213-1276), de Valencia (1239-76) y de Mallorca
(1229-1276), Conde de Barcelona (1213-1276), y señor de Montpellier
(1219-1276).
https://es.m.wikipedia.org/wiki/Archivo:Chaime_I_d%27Arag%C3%B3n.jpg
El comienzo de su reinado estuvo marcado por la batalla
de Muret (1213), en la que murió su padre, dejando al pequeño Jaime bajo la
custodia de Simón de Monfort, el vencedor de Muret, que le retuvo como rehén hasta
que por orden del Papa Inocencio III fue entregado a los Templarios en 1214.
Muret también marcó el inicio del fin de la política de expansión catalana en
la Occitania, que quedaría definitivamente vinculada a Francia, dirigiéndose, a
partir de entonces, los intereses catalana-aragoneses hacia el Mediterráneo,
política en la que Jaime I obtuvo grandes éxitos, por los que recibió el apodo
con el que ha pasado a la historia: El Conquistador.
Los primeros años del reinado de Jaime I El
Conquistador fueron difíciles. La anarquía se apoderó tanto de Aragón
como de Cataluña, mientras el rey-niño permanecía en el castillo de Monzón a
cargo de los Templarios. Siguiendo las disposiciones de la reina María, muerta
en 1214 en Roma, la regencia era ejercida por su tío Sancho Raimúndez, conde de
Rosellón, que tuvo que hacer frente a frecuentes revueltas nobiliarias, que
finalizarían con la paz de Alcalá (1217). Jaime I asumió la dirección de sus
estados en 1225. Ya antes, en 1221, contrajo matrimonio con Leonor de Castilla,
hija de Alfonso VIII. Este casamiento fue anulado por razón de parentesco,
contrayendo segundas nupcias (1235) con la princesa Violante, hija de Andrés
II, rey de Hungría.
Jaime I dedicará los primeros años de su reinado a
someter a los nobles rebeldes, recrudecida la pugna nobleza-monarquía con
episodios como los sitios de Albarracín, (1220) y Montcada (1223), llegando
incluso a caer prisionero en 1224; a reorganizar las finanzas del reino,
arruinado por la política de Pedro II el Católico; y a afrontar los problemas
derivados de la sucesión en el condado de Urgell.
Solventada la cuestión interior, el debilitamiento del
poderío musulmán tras la derrota en las Navas de Tolosa (1212) permite al rey
emprender la expansión del reino por el Mediterráneo. Proceso inscrito en el
marco global de la política de los reinos cristianos peninsulares, se
constituyó en parte fundamental del programa propiciado por el monarca a partir
de 1228 para reafirmar su poder y recuperar el prestigio y la autoridad de la Corona,
que su padre había arruinado, para lo que propuso una empresa militar colectiva
que beneficiara a todos, con el rey como motor y como cabeza suprema de este
proyecto.
En 1229 emprendió la conquista de Mallorca. Tras la toma
de la ciudad de Mallorca (diciembre de 1229), se apoderó de la isla en pocos
meses, salvo un pequeño núcleo de resistencia musulmana, que logró mantenerse
en la sierra de Tramontana hasta 1232. Entretanto, estableció un protectorado
sobre Menorca, rubricado por el tratado de Capdepera, por el cual los
musulmanes menorquines aceptaron su soberanía (1231). Por último, cedió la
sumisión de Ibiza a la alta aristocracia catalana, que la hizo efectiva en
1235.
Dominadas las Baleares, Jaime I asumió en 1232 la
dirección de la conquista de Valencia, ocupando Burriana y Peñíscola, el reino
de Valencia (1238) e incorporando entre 1244-45 Játiva y Biar. Conquistó
también Murcia en 1266, aunque la cedió a Alfonso X de Castilla por el tratado
de Almizra (1244) Su interés principal se asienta en la expansión comercial y
política en el Mediterráneo. Así, la conquista de Mallorca, lograda gracias a
la potencia naval catalana, le permite establecer y controlar las rutas
comerciales del occidente mediterráneo. Acabó con la piratería islámica y las Baleares
se constituyeron en puente para el comercio entre Cataluña y el norte de
África.
Tanto en Mallorca como en Valencia, Jaime I decidió crear
reinos autónomos, pero integrados en la Corona de Aragón. Así ésta quedará
convertida en una serie de piezas que, siguiendo una concepción patrimonial,
Jaime I repartirá entre sus hijos en testamentos sucesivos. En un primer
reparto (1241), Alfonso, fruto de su matrimonio con Leonor de Castilla, hereda
Aragón y Cataluña, y Pedro, primogénito de Violante de Hungria, Valencia, las
Islas Baleares, el Rosellón y la Cerdaña.
En 1243 en un nuevo testamento lega a Alfonso únicamente
Aragón; a Pedro, Cataluña y Valencia; y a Jaime, las Baleares. De nuevo testa
en 1248, incluyendo en el reparto al nuevo hijo, Fernando. Por último, muerto
Alfonso en1260, otorgó nuevo testamento (1262) y legó a Pedro (III), Aragón,
Cataluña y Valencia, y a Jaime (II de Mallorca), las Baleares, el Rosellón, la
Cerdaña, Colliure y Conflent.
El periodo de campañas permitió resolver momentáneamente
los problemas económicos del reino y desviar la belicosidad de la nobleza hacia
otros objetivos, pero las decisiones tomadas por el rey para la reorganización
de los territorios, el reparto entre sus herederos, y las cuestiones de
derechos y jurisdicción, enfrentaron de nuevo al rey con la nobleza, a cuyo
frente estuvieron algunos de sus hijos: Alfonso hasta su muerte en 1260, el
infante Pedro y el bastardo Fernando Sanchís de Castro, ya en los últimos años
del reinado.
En Aragón la nobleza consideró un ataque a sus derechos
la conversión de Valencia en un reino independiente, pues consideraba a
Valencia una simple prolongación de su reino, lo que junto a la no-imposición
del fuero aragonés y la desvinculación de este reino del de Aragón y su unión a
Cataluña en el testamento de 1243, situó a toda la nobleza aragonesa junto al
infante Alfonso, enfrentado a su padre.
En Cataluña la devolución de Murcia a Castilla provocó un
malestar que se transformó en oposición abierta cuando Jaime I solicitó ayuda
para una nueva expedición a Andalucía, lo que provocó nuevas sublevaciones ante
la confiscación de bienes que emprendió el monarca.
Jaim I el conquistador fue un hombre culto e inteligente,
que en su pugna con la nobleza utilizó el soporte de la doctrina jurídica
romana revitalizada por la escuela de Bolonia, que afirmaba la supremacía del
Príncipe. También favoreció a los municipios y a la burguesía. Organizó el
Consell de Cent o gobierno municipal de Barcelona y promovió la redacción del
Libro del Consulado de Mar, un compendio de derecho marítimo.
Fue en su reinado cuando se produjo el nacimiento de la
conciencia territorial en la Corona de Aragón, sobre todo en los Estados
fundacionales de Aragón y el principado de Cataluña, con la actuación de dos
fuerzas: la normalización del Derecho, y la conversión de las Cortes en una
institución reivindicativa y cohesionadora de la conciencia de la comunidad.
En Aragón se promulgan en 1247 los Fueros de Aragón,
realizados por el Obispo de Huesca, Vidal de Canellas, que recogen una parte
sustancial de los fueros locales junto a un marco más amplio de reminiscencias
romanistas. En Cataluña, la protección de la monarquía permitió el triunfo de
los Usatges de Barcelona y su difusión territorial por Cataluña a mediados del
siglo XIII. También otorgó a Valencia una ordenación político-administrativa,
la Costum (1240), de carácter municipal, que fueron revisadas en 1251. Los
Foris et consuetudines Valentiae fueron confirmados por el rey en 1271 y se
fueron extendiendo por todo el reino, a pesar de la oposición de la nobleza
aragonesa.
En los últimos años de su vida promovió dos cruzadas a
Tierra Santa (1269 y 1274), fracasando ambos intentos. Enfermo, abdicó en sus
hijos, Pedro y Jaime, y murió en Valencia en 1276. Enterrado en Poblet, sus
restos fueron trasladados en 1835 a Tarragona y reintegrados a Poblet en 1952.
https://www.arteguias.com/biografia/jaimeiconquistador.htm
Biografía de Fernando II de Aragón, el posterior Fernando
el Católico
Fernando II de Aragón, futuro Fernando el Católico, nació
10 de mayo de 1452 en la localidad zaragozana de Sos, conocida hoy no por
casualidad como Sos del Rey Católico.
Según cuentan las crónicas su madre, Juana Enríquez, hija
de Fadrique Enríquez, almirante de Castilla, segunda esposa del futuro rey de
Aragón, Juan II, queriendo que su hijo naciera en tierras del Reino de Aragón,
atravesó la frontera con Navarra, mientras su padre, por entonces rey de
Navarra, permanecía en dicho reino dirimiendo sus diferencias por el trono
pamplonica con su hermanastro, Carlos, el Príncipe de Viana, fruto de su primer
matrimonio con Blanca de Navarra, a quien su padre había usurpado los derechos
que legítimamente le correspondían por el testamento de su madre.
Es poco lo que se sabe de sus primeros años y no se
conocen los nombres de sus primeros educadores. Posteriormente recibió las
enseñanzas del humanista Vidal de Noya y del obispo gerundense Juan Margarit.
Al subir su padre al trono de Aragón, recibió los títulos de Duque de
Montblanch y de conde Ribagorza y en 1461, a la muerte de su hermanastro
Carlos, se convirtió en príncipe de Gerona y heredero de la Corona de Aragón.
Su infancia y juventud estuvo marcada por las guerras
civiles catalanas y las vicisitudes políticas en las que se vio envuelto su
progenitor: nombrado lugarteniente general de Aragón y Cataluña en 1454 y rey
de Aragón en 1458, tras la muerte sin herederos de su hermano Alfonso V el
Magnánimo, al acceder al trono, fue obligado por las Capitulaciones de
Villafranca (1461) a entregar al Príncipe de Viana el gobierno de Cataluña, ya
que en éstas, aparte de nombrar al Príncipe Gobernador General, se le prohibía
entrar en Cataluña sin permiso y se limitaba notablemente su autoridad real.
Pero la temprana muerte de Carlos (23 de septiembre de
1461) y el incumplimiento de lo pactado - Juan II viendo peligrar la unión de
la Corona se negó a rubricar el nombramiento de su hijo - desencadenó la guerra
civil catalana (1462-1772), que coincidió con la revuelta del campesinado,
iniciada en febrero de 1462, conocida como la revuelta de los payeses de
remensa, cuyo apoyo buscó y obtuvo Juan II, que con jefes como Francisco de
Verntallat vieron la oportunidad de alzarse contra sus señores.
El rey logró mantener la fidelidad de Aragón, Valencia y
Sicilia frente a la revuelta de Cataluña, donde se le consideró desposeído de
la Corona, a pesar de haber forzado que Fernando fuera jurado como heredero y
lugarteniente general de Principado. Éste, con apenas 11 años sufrió las
penalidades del asedio de la ForÇa de Gerona. El ejército de la Generalidad de
Cataluña, que dominaba la burguesía rebelde, bajo el mando de Roger Pallarés,
sitió a Juana Enríquez y a su hijo durante cuatro meses, hasta que llegaron las
tropas del rey que, apoyadas por tropas del rey francés, obligaron a levantar
el cerco.
Juan II había hipotecado a Luis XI, rey de Francia, los
condados de Cerdaña y el Rosellón como garantía de pago de las 200.000 doblas
que se acordaron por la entrega de 700 lanceros (tratado de Bayona, 1462). En
el caso de no cumplirse con el plazo de pago acordado - un año - la Cerdaña y
el Rosellón pasarían a Francia, como así fue, hasta que fueron recuperados por
Fernando en 1493.
El joven Fernando tomó pronto a instancias de su padre
parte activa en la administración del estado, participando en la vicisitudes
bélicas y políticas de la larga contienda, lo que le proporcionaría un precoz
aprendizaje de las cuestiones militares y de gobierno, circunstancia que sus
biógrafos tienden a relacionar de manera directa con las habilidades
demostradas posteriormente como gobernante .
A los catorce años, su padre le designó como
lugarteniente general de la Corona, y en 1468 corregente del Reino y le cedió
la Corona de Sicilia, posiblemente para dotar al joven de un reino con el que
fortalecer el proyecto matrimonial de Fernando con la princesa Isabel de
Castilla, que Juan II negociaba con los magnates castellanos enemigos de
Enrique IV. De este matrimonio concertado en Cervera, y celebrado en 1469 en
circunstancias novelescas esperaban ambas partes ventajas decisivas para el
logro de sus fines particulares: Juan II, para liquidar la guerra civil
favorablemente y los grandes castellanos para el triunfo de la causa de Isabel.
De hecho sus consecuencias habían de ser mucho más importantes.
El 7 de enero de 1469 se firmó un protocolo entre los
futuros esposos, por el que Fernando se compromete a actuar en estrecha
colaboración con Isabel y a adoptar las decisiones en común. El enlace no
satisface a Enrique IV por lo que se realizará de incógnito. Fernando parte a
tierras castellanas en octubre de ese año y el día 19 se celebra el matrimonio,
oficiado por el arzobispo Carrillo quien proporciona a la pareja una dispensa
papal falso, necesario debido a tener como antepasado común a Juan I de
Castilla. Esta situación será regularizada por Sixto IV en 1471.
Mientras continuaba la guerra civil catalana: Juan II
contribuyó a la creación de un gobierno contrarrevolucionario en Tarragona y
junto a Fernando iba recuperando la obediencia de amplias zonas de Cataluña
(Segarra, el Ampurdán y el Bajo Ebro), acreditando sus dotes diplomáticas y
militares, hasta bloquear Barcelona y obligar al Consejo de Ciento a capitular
(1472).
Ya antes de terminar la guerra Fernando fue como
lugarteniente general un verdadero monarca asociado al trono de su anciano
padre y colaboró eficazmente en las empresas del final del reinado,
especialmente la pacificación de Cataluña y las campañas de Rosellón, ocupado
por el rey de Francia. Fue también Fernando el encargado de poner fin al
problema de la remensa.
Pero será en 1474 cuando la muerte de su cuñado Enrique
IV y la subida al trono de Castilla de Isabel señalen un nuevo y decisivo rumbo
al curso de su vida. En plena guerra civil, entre los partidarios de Isabel y
los de la hija de Enrique, Juana la Beltraneja, consiguió ser proclamado
corregente de Castilla con los mismos derechos que Isabel mediante la Concordia
de Segovia (1475). Terminada la guerra, Juana renunció al trono a favor de
Isabel por el Tratado de Alcaçovas (1479). Ese mismo año, Fernando sucedió a su
padre como rey de Aragón. En ese año, 1479, suele fijarse la unión de ambas
coronas.
Fernando II de Aragón pasará a la historia como Fernando
el Católico. Este título se lo concedió el papa Alejandro VI en 1496.
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