domingo, 11 de octubre de 2020

 

(6) ROMANICO ESPAÑOL

Biografías de condes de Cataluña, reyes de Aragón y de la Corona de Aragón

Biografía de Wifredo el Velloso

Introducción

Wifredo el Velloso (Guifré el Pilós en catalán) fue conde Cerdaña y Urgel (870-897) y de Barcelona, Gerona y Besalú (878-897), llegando a ostentar también el título de marqués. Su obra más importante fue la incorporación de los territorios que pasarían a formar el condado de Osona. Allí fundó los monasterios de Ripoll y de Sant Joan de les Abadesses, convertidos en puntales de la repoblación, y promovió la restauración del obispado de Vich.


Wifredo, además, supo aprovechar las dificultades por las que atravesaba la monarquía franca en esos años para fortalecer su posición al frente de los condados y consolidar su independencia. Así, se convirtió en el último conde nombrado directamente por un rey franco, pues, tras su muerte, sus hijos se convirtieron en herederos de sus estados sin que se produjera la intervención de la monarquía carolingia.


Nacimiento y orígenes familiares

Wifredo el Velloso (840?-897) fue hijo del magnate Sunifredo de Urgel y de su esposa Ermesinda, con la que tuvo, al menos, otros cuatro hijos: Sisenando, Sunifredo, Radulfo y Miró.

La genealogía de Sunifredo no está tan clara y ha sido objeto de un encendido debate por parte de los especialistas. J. Calmette afirmó que era hijo de Aznar Galindo y que, en el momento de su designación por Carlos el Calvo como conde de Barcelona, ya estaba al frente del condado de Urgel; Dom Vaissette le hizo descender de un tal Borrell, conde de Ausona por nombramiento de Carlomagno, y Ramón d´Abadal le considera hijo del conde Belló de Carcasona, siendo ésta la hipótesis más aceptada.


Sunifredo, por tanto, pertenecía a la casa condal de Carcasona. De acuerdo con esta interpretación, la rama mayor de la familia conservó el condado de Carcasona, mientras que la menor, integrada por Sunifredo de Barcelona y su hermano Suñer de Ampurias, pasó a Cataluña, donde personificarían la lealtad a Carlos el Calvo y sus descendientes.

Política

Llegada al poder: investidura condal y proceso de concentración de los condados catalanes

La muerte del rey franco Luis el Piadoso (840) y las luchas que acompañaron al tratado de Verdún (843) dieron lugar a cambios importantes en los linajes gobernantes de Cataluña, territorio dependiente del Imperio carolingio. El conde de Barcelona, Bernardo de Septimania, apoyó a Luis el Germánico contra sus hermanos Lotario y Carlos el Calvo. Sin embargo, el Tratado de Verdún por el que se firmaba la paz, dividía las tierras del Imperio carolingio de tal forma que la parte occidental de éste fue adjudicada a Carlos el Calvo, quien destituyó a su antiguo enemigo (844) y confió los condados de Barcelona, Gerona y Narbona a Sunifredo, conde de Urgel-Cerdaña, y padre de Wifredo el Velloso. Su hermano Suñer recibió los condados de Ampurias y Rosellón.


El gobierno de Sunifredo en Barcelona duró sólo cuatro años (844-848) pues Carlos el Calvo no disponía de las fuerzas necesarias para hacer efectivos los nombramientos. Así, tanto Suñer como Sunifredo fueron expulsados por los fieles de Bernardo de Septimania, dirigidos ahora por su hijo Guillermo (848). Muerto Sunifredo, y tras un período de anarquía, Carlos el Calvo pudo recuperar estos condados y optó por poner al frente de los mismos a personajes de origen franco. Sin embargo, los nuevos condes francos resultaron malos gobernantes, ya por incapaces, como Oldarico, ya por rebeldes, como Hunfrido (858-865) y Bernardo de Gotia (865-878).


Las tendencias secesionistas de éstos obligaron al monarca a combatirlos, siendo, finalmente, los dominios de Bernardo de Gotia repartidos entre Wifredo el Velloso, Miró y Suñer II, descendientes de los condes Sunifredo y Suñer, respectivamente. En tal designación pudo jugar un papel importante la fidelidad demostrada por la casa condal de Carcasona, a la que pertenecía Wifredo, a la monarquía carolingia. Ello merecería una recompensa por parte de Carlos el Calvo, que hacia el 868 otorgó a Wifredo el condado de Urgel-Cerdaña. Abadal supone que la investidura pudo tener lugar en la asamblea de Attigny de 870. Su hermano Miró fue nombrado conde de Conflent y, el primo de ambos, Suñer II, recuperó el condado paterno, Ampurias.

Algunos años más tarde, en el 878, Wifredo fue nombrado por Luis el Tartamudo conde de Barcelona, Gerona y de Besalú, recibiendo, además la dignidad de marqués. A su hermano Miró le fue asignado el condado de Rosellón. Cuando Miró murió en el año 896, el condado de Rosellón-Conflent pasó a manos de su hermano Wifredo el Velloso.

La investidura condal de Wifredo, por tanto, todavía debe al nombramiento real pero, a partir de él, la transmisión del poder tendrá carácter hereditario.

Distanciamiento del imperio carolingio

Durante el gobierno de Wifredo el Velloso, los condados catalanes dieron un paso decisivo en su proceso de desvinculación del Imperio carolingio, del cual formaban parte. Este proceso llevado a cabo por los condes de la primitiva Cataluña fue más lento que el de sus colegas del Pirineo central (Pallars y Ribagorza). Pero las dificultades que fueron atravesando los sucesores de Carlomagno favoreció la posición de personajes como Wifredo el Velloso, quien, aunque no puede ser considerado como el primer conde independiente de los francos, sí fue el primer conde hereditario y el fundador de la dinastía catalana pues, tras su muerte (898), sus posesiones fueron repartidas entre sus herederos. Pero, aunque los lazos entre el condado de Barcelona y la monarquía franca se debilitaron en la práctica a partir de mediados del siglo IX, nunca se rompieron formalmente y Wifredo y sus herederos siguieron datando sus documentos según los años de reinado de los monarcas francos.

En época de Wifredo se consuma el proceso que identifica autoridad y propiedad. Es decir, la aspiración de cada conde de convertir en hereditario el cargo y las posesiones recibidas del monarca se convierten ahora en una realidad. Los condes dejan de ser funcionarios nombrados por el rey para convertirse en una nobleza hereditaria.


Dos hechos contribuyeron de forma decisiva en este proceso de independencia de los condados catalanes con respecto al Imperio carolingio:

El primero, el Capitular de Quiercy (877), por el que el monarca franco Carlos el Calvo daba un paso decisivo para la transmisión hereditaria de los cargos otorgados por la corona.


En segundo lugar, la progresiva desvinculación del Imperio carolingio sería inexplicable sin la existencia del mundo islámico. La presencia de musulmanes hizo que la población viese en los condes a sus jefes naturales, especialmente cuando se producen ataques que sólo ellos rechazan. Aunque teóricamente el emperador encarna la autoridad, en la práctica, el poder es ejercido por el conde, al que se confía la administración, la justicia, la política interior y, en caso necesario, la defensa militar del territorio.

Repoblación

La obra más importante de Wifredo fue la repoblación del centro de Cataluña, una región devastada y casi despoblada a raíz de la rebelión antifranca del godo Aizón o Aissó (826-827) y de la incursión de Abu Marwan en el 827.

Las disensiones musulmanas le permitieron consolidar sus posesiones y ampliarlas, ocupando, sin grandes dificultades, las comarcas de Vich, Ausona, Ripoll y Montserrat, y llegando en su acción hasta la desembocadura del río Llobregat.


La comarca de Vich era, antes de su ocupación por parte de Wifredo, una extensa tierra de nadie situada en la frontera entre carolingios y musulmanes, estabilizada desde comienzos del siglo IX en la línea formada por las sierras de Boumort, Cadí, Montserrat y Garraf. Esta tierra de nadie separaba dos líneas de condados: los pirenaicos al noroeste y los marítimos al este. Quedaba en el centro interior un territorio marginal constituido por la antigua diócesis de Ausona-Plana de Vich.

La reunión en manos de Wifredo de los condados de Cerdaña-Urgel, Gerona-Besalú y Barcelona planteó la necesidad de repoblar la región de Vich y el Bagés, a través de las cuales se comunicaban los condados orientales y occidentales.

La gran labor repobladora por la cual el conde Wifredo reorganizó el territorio de la Cataluña central se llevó a cabo en varias fases:

La inicia por el valle de Lord (872-878) y la prosigue por el Ripollés (desde el 879). En esta primera fase se apoyó, principalmente, en dos grandes fundaciones monásticas: Ripoll y San Juan de las Abadesas, de las que irradiarían villas, aldeas y masías, extendiéndose la tarea repobladora hasta Vallfogona.

La segunda zona repoblada y restaurada fue la Plana de Vich (desde 881), prácticamente despoblada. La actividad repobladora resultó aquí my intensa, desarrollándose en torno a las ciudades de Vich y de Manresa. Se restauró la antigua diócesis de Vich (886) y se creó el condado de Ausona.


En la labor de colonización de estas dos zonas cobró gran importancia el elemento eclesiástico. Además de restaurar la diócesis de Vich, Wifredo fundó los dos grandes centros benedictinos de Cataluña: los monasterios de Santa María de Ripoll y de San Juan de las Abadesas.

Estas fundaciones y restauraciones se convirtieron en focos de repoblación de las tierras ocupadas y serán beneficiarias, desde fecha muy temprana, de un proceso de acumulación de tierras.

Wifredo fundó San Juan de las Abadesas en el 885, siendo la primera abadesa del monasterio su hija Emma. Santa María de Ripoll fue fundado en el 879, en la confluencia de los ríos Ter y Freser. Su iglesia fue consagrada el 20 de abril del año 888, asistiendo a la ceremonia, además de Wifredo y de su esposa Guinidilda, su hijo Radulfo, que ingresó como monje en el monasterio.


El tercer sector territorial repoblado fue la comarca de Lluçanés, que se realiza paralelamente a la repoblación de la comarca de Vich, pero aquí se efectúa con más lentitud y dejando amplio margen a la iniciativa particular.

El área de Cardona conoció la intervención personal del conde en la fundación de poblaciones y en la erección de fortalezas, actividad que prosiguió su hijo, el conde Miró de Cerdaña. El interés de atraer moradores a Cardona hizo que Wifredo le concediese una carta-puebla en el 898, la cual será renovada por Borrel II.


La quinta y última zona objeto de las atenciones repobladoras de Wifredo fue la más meridional del Bagés (desde 889), con Montserrat como población más importante. Montserrat constituía, junto con Cardona, a la vez que núcleo defensivo, punto de partida para una futura expansión hacia el valle del Segre.

La procedencia de los pobladores que llegaron a los valles de Ripoll, la Plana de Vich o a la comarca de Manresa fue, principalmente, Cerdaña, Urgel y el valle medio del Segre. Además, algunos llegarían procedentes de las comarcas leridanas dominadas por el Islam, lo que supone una emigración mozárabe, si bien poco intensa y de carácter discontinuo.

La ocupación efectiva del suelo, se hizo mediante el sistema de aprisio y se prolongó hasta fines del siglo X, sufriendo considerables retrasos a causa de los ataques de Almanzor. Con la ocupación de toda esta zona la frontera se establece en la línea formada por los ríos Llobregat y su afluente el Cardoner, y el curso medio del Segre, línea que no sería superada hasta la ocupación de Tarragona y de Lleida en los siglos XI y XII.

Crisis eclesiástica

En tiempos de Wifredo el Velloso se produjo la primera tentativa de la Iglesia catalana de poner fin a la relación de dependencia que la unía al arzobispado de Narbona. Tal intentona, que acabaría en fracaso dadas las rivalidades existentes entre los distintos condes, se produjo en el 888, cuando el clérigo Esclua se proclamó arzobispo de Urgel. Del nuevo arzobispado dependerían las diócesis de Barcelona, Gerona, Vich y Pallars. Pero, a pesar de estar situada en los dominios de Wifredo, la nueva sede arzobispal benefició, sobre todo, a los condes de Pallars y de Ampurias. El primero de ellos logró la creación de un obispado propio para no depender ni de la iglesia carolingia ni de los demás condes catalanes; Suñer II de Ampurias, por su parte, consiguió que el nuevo arzobispo depusiese al obispo de Gerona, del que dependía el clero de su condado, y nombrase para el cargo a uno de sus fieles, llegando a invadir Gerona.


Pero Wifredo el Velloso se negó a aceptar la nueva situación puesto que el obispo gerundense depuesto había sido consagrado por el arzobispo de Narbona de acuerdo con él mismo. Además, el nuevo obispado de Pallars nacía a expensas de recortar el territorio de la diócesis de Urgel. Así, se declaró en contra de Esclua y a favor del arzobispo de Narbona y de los obispos depuestos, Ingoberto y Servus Dei. Esto llevó al conde de Ampurias a reconocer como rey de Francia a Eudes, en lucha por el trono con los últimos carolingios.

Finalmente, Wifredo, con la ayuda del arzobispo de Narbona, logró la supresión del arzobispado de Urgel (892) y la deposición del obispo de Gerona. Sin embargo, no pudo lograr que desapareciera el obispado de Pallars.

Matrimonio y descendencia

Wifredo contrajo matrimonio en el 877 con Guinidilda. De esta unión nacieron: Radulfo, que fue obispo de Urgel y murió entre 943 y 945; Wifredo II Borrell, que sucedió a su padre en los condados de Barcelona, Gerona y Ausona; Suñer, que sucedió a su hermano Wifredo en el condado de Barcelona y luego se hizo monje (945 o 946); Miró, que heredó los condados de Cerdaña, Conflent y Besalú; Sunifredo, al que su padre dejó el condado de Urgel, y casó con su sobrina Adalaiza, hija de Suñer; Emma o Emmon, primera priora del monasterio de San Juan de las Abadesas; Ermesenda; Quixiliona; y Riquilda o Riquildis, protagonista de la leyenda de fray Juan Garí, uno de los primeros ermitaños que vivieron en Montserrat.

La imagen legendaria de Wifredo el Velloso

Al igual que la de otros gobernantes medievales, la figura de Wifredo el Velloso no escapó a la mitificación. Desde fecha temprana sus hazañas fueron glorificadas por unas crónicas que le elevaron a la categoría de héroe nacional. Entre ellas cabe destacar la Gesta comitum barcinonensium, crónica redactada en la segunda mitad del siglo XII que noveló la historia de Wifredo.

Los propios orígenes de la casa de Barcelona y la llegada de Wifredo al poder adquirieron carácter legendario. Según la leyenda, Wifredo, hijo de un conde barcelonés muerto en circunstancias extrañas mientras se dirigía a la corte carolingia para rendir cuentas de su actuación, es encomendado para su crianza al conde de Flandes. Llegado a la adolescencia, Wifredo dejó embarazada a la hija de su protector y es obligado a jurar que si recuperaba el honor paterno, es decir, el condado de Barcelona, podría contraer matrimonio con la joven.

Wifredo se dirigió a Barcelona… y convocados los magnates y próceres de su patria, reconociendo éstos con cuanto engaño y oprobio su padre había sido muerto y él desheredado, lo aceptaron como su señor y se juramentaron para defenderlo como tal…y allí el joven Wifredo dio muerte con su espada al conde (el franco Salomón) y recuperó Barcelona, desde Narbona hasta Hispania…Entonces, por consejo de los amigos de su esposa, logró recobrar la amistad del monarca y después de haber recibido de sus manos el dominio permaneció en la corte durante algún tiempo. Estando allí le llegaron noticias de que los sarracenos atacaban su patria y casi la habían tomado. Pidió ayuda al rey para expulsar a los musulmanes pero éste, ocupado en negocios más urgentes, no pudo dársela y le hizo la siguiente propuesta: si él solo era capaz de expulsar a los musulmanes, el honor de Barcelona permanecería para siempre en sus manos y en las de sus herederos…Wifredo, reunido un gran número de próceres francos, expulsó a los agarenos hasta la frontera de Lleida y poseyó como propio el condado tan válidamente conquistado. He aquí como el honor de Barcelona pasó de la potestad real a manos de nuestros condes de Barcelona…

Sin embargo, la leyenda no parece tener grandes visos de verosimilitud, pues se sabe que Salomón no fue conde de Barcelona, como aquélla pretende, sino sólo de Urgel.
Es pura leyenda también la historia sobre el origen de la senyera, puesto que el uso de los emblemas heráldicos no se generalizó hasta comienzos del siglo XII, y el de las cuatro barras, concretamente, no apareció hasta mediados del siglo XII, en tiempos del conde de Barcelona Ramón Berenguer IV.

Esta leyenda se recoge por vez primera en la crónica del historiador valenciano Pere Antoni Beuter, Segunda parte de la crónica general de España (1550). Según ésta, el emperador Luis el Piadoso solicitó la ayuda de sus vasallos, entre los cuales se encontraba Wifredo el Velloso, para hacer frente a una invasión normanda. Pese a que los normandos fueron derrotados, el conde de Barcelona resultó herido. Pasada la batalla, el propio emperador visitó a Wifredo quien, dolido más por el honor que por las heridas, rogó al emperador que le concediese unas armas para portar en su escudo dorado. Ante tal petición, Luis el Piadoso trazó cuatro barras con la sanfre de Wifredo sobre el escudo dorado de éste.

Muerte de Wifredo el Velloso

Wifredo el Velloso murió el 11 de agosto del año 897 en un enfrentamiento con los musulmanes. El hecho se produjo cuando salió al encuentro de las tropas del gobernador de Lleida, Lobo ibn Muhammad, quien había lanzado una virulenta ofensiva que llegó hasta las puertas de Barcelona. La muerte de Wifredo, según el cronista árabe Ibn Hayyan en el al-Muqtabis, se produjo como consecuencia de una «una lanzada» realizada por el propio señor de Lleida, en el castillo de Aura. La ubicación exacta de este castillo está en discusión pero según algunos historiadores podría interpretarse como Vallis Laurea, es decir, en el término de Valldaura, en la sierra de Collserola.

No era la primera vez que Wifredo se enfrentaba a los musulmanes; en el año 884 había atacado a Ismail ibn Musa, que se había apoderado de Zaragoza (871) y había fortificado Lleida, pero fue derrotado sufriendo grandes pérdidas.


Fue enterrado en el monasterio de Santa María de Ripoll que él mismo había fundado.


La unión de condados lograda por Wifredo el Velloso no le sobrevivió. Tras su muerte, los hijos de Wifredo repartieron su herencia como si de bienes privados se tratase. Sunifredo obtuvo el condado de Urgel; Miró II los condados de Cerdaña y Besalú; Wifredo Borell y Suñer, conjuntamente, Barcelona, Gerona y Osona, condados que permanecieron indivisos y que constituirán el núcleo esencial de la Cataluña medieval.

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Biografía de Sancho Ramírez, Rey de Aragón y Navarra

Los precedentes históricos

Durante el primer tercio del S. XI, asistimos a un doble proceso de desmoronamiento del poderoso estado amirí musulmán y de fortalecimiento del mundo cristiano peninsular personificado en la figura de Sancho III, el Mayor, de Navarra. A su muerte, le sucederán en Pamplona, García III Sánchez, en el condado de Castilla -que acabará siendo también titular del reino de León- y en el condado de Aragón, Ramiro I.


Las secuelas del reinado de Sancho III de Navarra, marcarán este período, produciéndose diversos conflictos y enfrentamientos derivados de reclamaciones territoriales pero, será el fortalecimiento territorial de estas entidades políticas y su consolidación institucional -los condados de Castilla y Aragón acabarán convirtiéndose en reinos-, sumado a la fragmentación de al-Andalus en taifas, lo que marcará un nuevo ritmo en los distintos estados peninsulares. No podemos, no obstante, pasar por alto el papel del Papado -en proceso, él mismo, de fortalecimiento- en la consolidación de dichos reinos y en la canalización de las energías cristianas en la tarea de la Reconquista.


Inicialmente, Fernando I, como conde de Castilla y Ramiro I como conde de Aragón, inician una política de consolidación de los estados de los que son titulares, de lo que la reincorporación de comarcas en torno al reino de Navarra por parte del castellano, y de Sobrarbe y Ribagorza por parte del aragonés Ramiro I, son una muestra. A éste proceso de fortalecimiento y consolidación podríamos llamar 'interna' le seguirá una fase de proyección exterior a base de los territorios musulmanes, una fase en la que proyectar las energías y fuerzas recobradas tras el oscuro período de Almanzor.

Dada la fuerza territorial y humana de Castilla, Fernando I pudo mostrarse especialmente activo, tanto en el Oeste -presionando sobre la actual Portugal-, como en el Este, donde sometería Zaragoza a vasallaje. El establecimiento del protectorado castellano sobre Zaragoza suponía, sin embargo, bloquear los movimientos expansionistas de Navarra y Aragón: De hecho, el infante Sancho y un todavía desconocido Rodrigo Díaz de Vivar acudirían en ayuda de al-Muqtadir de Zaragoza, cuando Ramiro I arremetió contra la taifa, muriendo, de hecho, el aragonés, en el sitio de Graus.

Sancho Ramírez y los problemas de la expansión de Aragón

El sucesor de Ramiro I, Sancho Ramírez, ya como Sancho I, era consciente de que el apoyo castellano a la taifa suponía un impedimento realmente serio a los proyectos de expansión aragoneses en el valle del Ebro, lo que sumado a la competencia del condado de Barcelona en el Pirineo y el Mediterráneo, podía conducir al aislamiento de Aragón con respecto a la empresa reconquistadora.


En aquel momento, por su parte, el Papado estaba desarrollando una profunda reforma uno de cuyos objetivos más notables era sacudir el control ejercido por los poderes laicos sobre la Iglesia, pero para ello, necesitaba que esos mismos poderes laicos se comprometieran a la defensa de esa independencia del Papa y la Iglesia.

Ésta buscará poderes emergentes, como son los condados de Castilla y Aragón, y más tarde el condado de Portugal, para que hicieran de contrapeso a poderes que, como los del emperador del Sacro Imperio, pretendían mantener dicho control: los estados emergentes se mostrarían receptivos a las reformas que el Papado impulsaba para asegurar la independencia eclesiástica y la consolidación jurisdiccional del Papado sobre los obispados controlados por príncipes y nobles, y a cambio, el Papado, como institución moral y jurídica internacionalmente reconocida, arbitraría a su favor y les dotaría de esa justificación moral y jurídica que necesitaban.


Dado que Sancho Ramírez no podía contrarrestar militarmente a Castilla, el aragonés recurrió al Papa para paralizar la ayuda castellana a Zaragoza: En 1063, el papa Alejandro II llamará a los europeos a la Cruzada en Aragón, hecho que ha pasado a la Historia, por constituir la auténtica primera convocatoria de Cruzada de la Edad Media, previa a la que daría lugar a las Cruzadas del Oriente Medio. Efectivamente, y amparado en la bula de cruzada, un ejército franco-aragonés tomará Barbastro (1064), plaza perdida en abril de 1065.

Ese mismo año, Fernando I de Castilla, viendo que Aragón tomaba la iniciativa en el sureste, decide atacar a los musulmanes en dirección a Paterna, aunque tampoco logra consolidar su posición.

En 1067, Navarra y Aragón deciden dar un paso más: A fin de forzar a Castilla a retirar la protección sobre Zaragoza, Sancho I de Aragón y Sancho IV de Navarra, arremeterán contra Sancho II de Castilla, en lo que ha venido conociéndose como Guerra de los Tres Sanchos. Sancho Ramírez de Aragón derrotará a los castellanos en Viana, pero los musulmanes de Huesca, aliados al castellano por temer a los aragoneses, atacarán por el este al monarca aragonés, que se ve obligado a atender este frente. Sancho IV de Navarra, sólo, se vio obligado entonces a negociar.


Dada la situación internacional, y dado que esto también le convertía en autoridad moral y jurídicamente reconocida frente a los nobles, en 1068, Sancho Ramírez acabará declarándose vasallo del Papa, gracias a las gestiones del legado Hugo Cándido.

De alguna manera, 1068 constituye un año fundamental para Sancho I y para el reino de Aragón: ese mismo año, el monarca aragonés viajaba a Roma y asumía la reforma gregoriana y la cultura europea. En 1071, tras morir su primera esposa Isabel de Urgel, Sancho se casará con Felicia de Roucy, biznieta del rey de Francia, Roberto el Piadoso, y hermana del conde Eblo II, personaje clave de la cancillería pontificia.

Precisamente, en 1071 se introduce el rito romano en Aragón, acabando con el rito hispano-visigodo, también llamado mozárabe. En 1076, Sancho Ramírez accede al trono de Navarra como Sancho V: quizás su buena predisposición para con el papado y la reforma que llevaba a cabo, pudo contribuir a reforzar su candidatura; lo cierto es que en 1078 el hermano del rey, García, se convertía en obispo de Pamplona, dignidad que sumaba a la de obispo de Jaca. Aunque estos nombramientos iban dirigidos a implementar la reforma en ambos reinos, García acabó posicionándose en el bando mozarabista, que quizás era también el nobiliar, dándose la sorprendente circunstancia de que fuera una mujer, la condesa Sancha, partidaria del fortalecimiento del poder real y el papal, la que, en sustitución de García, ocuparía el obispado a modo de encomienda.

 

Esta política de apertura a las corrientes religiosas y culturales romanas y francesas, también tuvieron su proyección en el terreno económico. El rey del cada vez más poderoso y prestigioso Reino de Aragón, necesitaba una Corte digna del mismo, siendo elegida Jaca, que recibió fuero en 1077, estimulando la instalación de artesanos de origen francés. A esta medida habría que añadir la aplicación de exenciones fiscales para los peregrinos que, con el objeto de llegar a Santiago de Compostela, penetraran por Jaca y Pamplona, lo que estimularía la afluencia de centenares de consumidores y, con ello, el dinamismo comercial y económico.

No debemos olvidar tampoco, que Aragón estaba experimentado un incremento de la producción agro-pecuaria, de excedentes y de población -lo que se traducía en consumidores y tributarios-, como tampoco podemos olvidar que la toma de Barbastro y otras plazas musulmanas, y el cobro de parias, había procurado la circulación de metales preciosos que, monetarizados, contribuyeron a estimular el consumo y los intercambios comerciales.

Este fortalecimiento político, económico y cultural, será fundamental para relanzar la tarea reconquistadora, tomándose Graus en 1083 y Monzón en 1089: La toma de ésta última plaza abrirá el camino de los aragoneses a Lérida y Tortosa, si bien, de nuevo el Cid, frenará la progresión aragonesa hacia el Mediterráneo. Pocos años después, en 1093, ante la amenaza que suponía la marea almorávide, los antiguos adversarios se unirán para tomar esta plaza, llegando incluso hasta Salou.

Huesca se presentaba como el siguiente objetivo a batir, pero sería precisamente durante el cerco levantado en torno a esta importante fortaleza musulmana cuando murió a causa de una flecha, el monarca que había puesto las bases de un reino fuerte, dinámico y culturalmente activo.

(Autor del texto del artículo/colaborador de ARTEGUIAS:
Jorge Martín Quintana)

https://www.arteguias.com/biografia/sanchoramirez.htm

Biografía de Alfonso I El Batallador, Rey de Aragón

Introducción

Alfonso I, al margen de muchos hechos pintorescos que adornan su biografía, fue uno de los reyes aragoneses más relevantes, especialmente en lo relativo a la consolidación y expansión del reino.

El que pasaría a la historia como Alfonso el Batallador nace cerca de Siresa en el año de 1073, hijo del monarca Sancho Ramírez y su segunda esposa Felicia de Roucy.


Alfonso hereda el trono aragonés y navarro en 1104 al morir su hermanastro Pedro I sin sucesión (ya que los dos hijos de éste habían muerto también).

Es sabido que la educación de Alfonso el Batallador se desarrolla en el Monasterio de San Pedro de Siresa, en un ambiente extremadamente religioso, influido por el espíritu de cruzada, especialmente ferviente en la vecina Francia.

Esta educación va a marcar su vida cuyo eje central será la guerra contra los almorávides para expansionar su reino y el anhelo de servir a la cristiandad mediante la guerra sin cuartel contra el infiel.

En el plano político se trata de un rey de fuerte carácter, muy personalista, que toma decisiones en todos los ámbitos: militar, diplomático, religioso, etc.

También se ha especulado con su posible homosexualidad y su fuerte sentimiento misógino.

La otra circunstancia que también impregna su biografía es la de las continuas desavenencias con su esposa Doña Urraca, que sumirán a Castilla y León en una guerra civil durante casi dos décadas.

Hechos biográficos de la vida Alfonso el Batallador

Las guerras y conquistas contra los musulmanes

Alfonso, ya desde joven y siendo infante, participó en importantes misiones bélicas (como la conquista de Huesca por su padre en 1096).

Su idealista proyecto de cruzada contra los musulmanes le llevó a una continua carrera expansiva que tenía como objetivo la toma de Zaragoza y Lleida y más remotamente la salida al mar a través de Tortosa y Valencia.


Para ello contó con la ventaja de la debilidad militar de los almorávides en el Valle del Ebro, muy alejados de sus bases de Córdoba.

Las continuas batallas acometidas, saldadas casi siempre con victorias, le hizo merecedor del apelativo de Batallador.

El problema que generaron, sin embargo, estas rápidas conquistas fue la necesidad de atraer repobladores, ya que el joven reino no podía abastecer tan rápidamente de hombres y mujeres que poblaran y asegurasen las nuevas plazas tomadas. Ello le obligó a no sólo a conceder fueros muy ventajosos sino a atraer francos y mozárabes de Al-Ándalus.

La larga serie de conquistas

Poco después de ceñirse la corona emprende la conquista de Ejea, Tauste, Fitero, Cascante y otras poblaciones de lo que hoy es geográficamente Las Cinco Villas de Zaragoza y Navarra.


En 1118 hace su más importante conquista, la de la populosa y próspera ciudad de Zaragoza, convirtiéndola en capital del reino de Aragón. Para ello contó con la ayuda de algunos ejércitos franceses que acudieron a la llamada del papa que proclamó los beneficios de cruzada a quienes participaran en la toma de la ciudad, según un concilio celebrado en Toulouse.


Con la gran metrópoli zaragozana cae todo un extenso territorio que le permite avanzar hacia el oeste y el sur, tomando importantes ciudades como Tudela, Tarazona, Borja, Épila, Calatayud, Alhama, Ariza o Daroca, además de repoblar Soria.


La marea cristiana provocó la reacción almorávide que envió un importante ejército para contrarrestar el avance aragonés, pero fue nuevamente vencido en la importante y célebre batalla de Cutanda.

La frontera aragonesa desciende progresivamente hacia el sur, siendo reconquistadas las cuencas de los emblemáticos ríos Jalón y Jiloca rebasando el actual límite provincial de Zaragoza camino ya de Teruel (llega a asentarse en Monreal).


Su siguiente objetivo militar es Lleida, pero su conquista se trunca por la oposición del conde de Barcelona Ramón Berenguer III en 1123.

La expedición a Andalucía de 1125-1126

Si no fueran suficiente tantas conquistas, Alfonso decidió hacer una incursión al corazón de la Andalucía musulmana a través de Teruel y tierras levantinas y andaluzas, alcanzando Málaga y Granada, llegando a las playas de Motril, donde según cuentan metió su caballo en las aguas del Mediterráneo. La expedición se saldó con una intermitente labor de castigo y destrucción y la recogida de mozárabes para repoblar Aragón.

Su matrimonio con Doña Urraca

Al rey Alfonso VI, tras la muerte de su hijo varón Sancho en la batalla de Uclés, sólo le quedaban sus hijas Teresa y Urraca, frutos de sus relaciones con Jimena Muñiz, la primera, y del matrimonio con la reina Constanza de Borgoña, la segunda.

El rey leonés concertó la boda de Urraca con Alfonso I de Aragón para hacer frente al amenazante poder almorávide que había llegado a la Península unas décadas antes y cuyo fanatismo y arrojo guerrero ponían en peligro a la cristiandad hispana.

La boda se celebra en 1109 y en las capitulaciones matrimoniales se establece que el aragonés actuaría como rey de Castilla.

En esta decisión va a surgir uno de los grandes conflictos civiles sufridos en la España cristiana de la Edad Media.

Mientras Alfonso desea ejercer, con todos los predicamentos, el control del reino castellanoleonés, numerosos nobles gallegos se revelan en favor de los derechos sucesorios de Alfonso Raimúndez, hijo de Urraca y su anterior esposo, Don Raimundo de Borgoña. El Batallador acude a Galicia y vence a la nobleza gallega en el castillo de Monterroso.

A este primer conflicto se suman las continuas desavenencias políticas y personales entre ambos cónyuges, por su difícil carácter, lo que provoca una incesante suerte de conflictos bélicos entre los bandos de seguidores de Urraca y su hijo y los ejércitos del Batallador.

Esta guerra civil, salpicada de traiciones y cambios de bando de numerosos personajes relevantes de la época, se asemeja a un relato literario de ficción o de aventuras por los hechos tan rocambolescos que acontecen en un breve lapso de tiempo.

Este sangriento conflicto entre cónyuges, reyes y reinos se ve interrumpido por breves lapsos de paz, acuerdos y reconciliaciones que rápidamente vuelven a dejar paso a los enfrentamientos.

Algunos miembros de la Iglesia partidarios de Alfonso Raimúndez (el que luego será Alfonso VII) presionan al Papa para anular este matrimonio so pretexto de su consanguinidad por ser los dos biznietos de Sancho el Mayor.

La anulación papal se hace efectiva en 1110, que llegó a excomulgar a los monarcas por no cumplir con la separación en un primer momento.

En 1114, convencido de que la unificación por vía matrimonial del reino de Castilla y León con el de Aragón no sería viable, dada las diferencias con su esposa y la predilección castellanoleonesa por su hijastro Alfonso Raimúndez, decide repudiar a Urraca y centrarse más en su afán conquistador contra los musulmanes, aunque sin abandonar completamente su pugna por Castilla.


En los años sucesivos firma dos tratados de paz con su exesposa, hasta que los interminables conflictos con Castilla terminarán definitivamente entre 1126 y 1127, con la Paz de Tamara.

En 1126, de nuevo, los ejércitos aragoneses de Alfonso el Batallador están a punto de enfrentarse a los de Alfonso VII, que recién muerta su madre Urraca ha sido proclamado rey. La batalla, que iba a celebrarse en tierras palentinas, no llega a iniciarse gracias a la intervención de las autoridades eclesiásticas de ambos reinos que exigen no derramar más sangre cristiana en este conflicto civil y poner todas las energías en la conquista de la España mora.

Fruto de este acuerdo se firmarán las Paces o Pacto de Tamara (Tamara de Campos) en 1127. En él, Alfonso I El Batallador renuncia al empleo del título de emperador, que llevaba adjudicándose desde su boda con Urraca.


Además, Aragón cede los territorios castellanoleoneses todavía en manos del Batallador como consecuencia de las guerras del siglo XII.


Por su parte, León y Castilla devuelven a Aragón los territorios conquistados a partir de las batalla de Atapuerca (1054) y la muerte de Sancho el de Peñalén en 1076, lo que supone la entrega de Vizcaya, Alava, Guipúzcoa, Soria, San Esteban de Gormaz, parte de la provincia de Burgos (Belorado y La Bureba, hasta cerca de Burgos) y La Rioja.

El problema sucesorio

Alfonso sólo estuvo casado con Urraca pero no tuvo descendencia. Así, en 1131, siguiendo su modo de pensar en términos piadosos y de cruzada, redacta un peculiar y extraño testamento repartiendo su reino entre las órdenes militares del Temple, Santo Sepulcro y San Juan del Hospital.

Como rey guerrero, su muerte no pudo sobrevenir de otra manera que no fuera por las armas. Efectivamente, Alfonso fallece consecuencia de las heridas sufridas en el asedio a Fraga en el año 1134.

Los nobles consideran irrealizable el testamento, pues las órdenes militares aludidas no pueden acometer el gobierno, por lo que no reconocen los deseos del monarca fallecido y el reino se vuelve a fragmentar, después de medio siglo, en Aragón y Navarra. Aragón pasa a manos de Don Ramiro el Monje, hermano del fallecido, que reinará como Ramiro II. Navarra, por su parte, es entregada a García Ramírez "El Restaurador".

Contexto Artístico durante el reinado de Alfonso I el Batallador

Los años del reinado de Alfonso el Batallador son la continuidad de las gloriosas décadas finales del siglo XI donde en Aragón se construye ya en un románico pleno de gran perfección arquitectónica y escultórica.


Por su parte, la participación de Alfonso I en la política castellanoleonesa va a servir para que el románico aragonés penetre hacia Castilla, como queda patente en Segovia, ciudad preferida por Alfonso, donde en la iglesia de San Millán se reproduce la planta de la catedral de Jaca (a escala menor) o en numerosos detalles arquitectónicos y ornamentales de muchas de las iglesias de la provincia.


En tierras sorianas, esta influencia se deja notar en otros tantos lugares, pero es especialmente notable en ciudad de Ágreda.

En cualquier caso y al margen de este periodo de inestable unión de los dos reinos, las influencias mutuas entre el románico castellano, navarro y aragonés van a ser intensas durante todo el periodo románico (hasta comienzos del siglo XIII), donde la itinerancia de talleres va a ser muy frecuente y las fronteras entre reinos, muy permeable.

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Biografía de Ramiro II el Monje, Rey de Aragón

Introducción al contexto histórico del reinado de Ramiro II en Aragón

Ramiro II el Monje fue un importante monarca del Reino de Aragón en un momento trascendental de su historia y que logró capear una importante crisis interna que pudo llevar al joven y vital estado aragonés a su dispersión o desaparición.


No es poco habitual que tras el gobierno de un estadista de máxima personalidad e influencia le suceda un periodo de grave inestabilidad. Éste es el caso de lo que aconteció tras la muerte de Alfonso I el Batallador, rey que logró una expansión territorial espectacular durante su reinado llevando a Aragón a ser la verdadera punta de lanza de la reconquista cristiana durante aquellos años.

Pero la muerte del Batallador y su inexplicable testamento, dejando el reino a los órdenes militares, creo el desconcierto entre la nobleza que tuvo que impeler a su hermano Ramiro el Monje a ocupar el trono.

Ramiro tuvo que vencer en numerosos retos:

  • Las iniciales revueltas nobiliarias
  • La articulación política y militar de un nuevo reino que se había ganado por las armas durante el gobierno de su antecesor
  • Una economía en estado de crisis
  • Su sucesión, pues como miembro del clero, no estaba casado ni tenía descendencia

Biografía de Ramiro II El Monje

Tercer hijo de Alfonso I, el Batallador, en 1093, con la edad de siete u ocho años, es llevado al monasterio de Saint Pons de Thomières, en Narbona, en donde sería abad Frotardo, legado papal e impulsor de las reformas gregorianas en Aragón.

La carrera religiosa de Ramiro no sólo respondía a la necesidad de otorgar al príncipe unas rentas y un cargo de categoría, sino que el que ha pasado a la historia con el sobrenombre de el Monje, se convertirá en un auténtico agente del rey mediante el que asegurar los resortes del poder alfonsino. Así, casado con Urraca de Castilla y León, Alfonso I se apresurará a poner al frente del importante monasterio de San Facundo y San Primitivo de Sahagún a su hermano Ramiro, dado el prestigio, la riqueza y el importante papel que jugaba en el reino castellano-leonés, llegando a convertirse, precisamente, en el más temible adversario del aragonés. Posteriormente, cuando las tensiones con Roma se acentúen, Ramiro pasará a convertirse en obispo de Roda-Barbastro - tras la muerte de Guillermo, titular del mismo, en la batalla de Fraga, ocurrida en el verano de 1134 -.

Se ha apuntado que Alfonso I, designando a su hermano como obispo de esta sede, quiso asegurarse que las disposiciones contempladas en su testamento con respecto a la donación del reino a las órdenes militares, se cumplía, aunque quizás estemos también ante un intento de control de la jerarquía eclesiástica con el objeto de consolidar la autoridad regia.

Sin embargo, la muerte del Batallador fue más bien inesperada y repentina, por lo que se podía abrir un grave período de inestabilidad que podía conducir, incluso, a la virtual desaparición del reino de Aragón: Buena parte de las conquistas realizadas por Alfonso I se perdieron a manos de los almorávides, mientras que Navarra reaparecía como reino por la proclamación de García Ramírez como rey de la misma. Aunque, por el pacto de Vadoluengo, el navarro, áun quedando al frente del Reino de Navarra, debía reconocer la soberanía de Ramiro II, el Restaurador del reino de Pamplona, acabó proclamándose vasallo de Alfonso VII de Castilla. La ocupación de Zaragoza por las tropas del castellano - los castellanos percibían tributos de la misma desde los tiempos de Fernando I y alegaban que el Batallador había conquistado Zaragoza como rey consorte de Castilla -, el desmoronamiento del Reino y la donación realizada por el Batallador a las Órdenes militares, determinarían a los nobles aragoneses a proclamar y asegurar la posición del nuevo monarca cuya posición, a tenor de la confusa titulación recogida por los diplomas, parece consolidada inicialmente.

De hecho, todavía en el verano de 1135, la contestación a Ramiro como rey de Aragón, debía ser importante, dado que se documenta la desposesión de hasta once nobles de las tenencias que tenían en concesión, lo que podría ser indicio de que dichos nobles habrían protagonizado algún grave incidente que precisaba de un duro y ejemlar castigo. Es probable que, teniendo en cuenta la separación de Navarra y la incapacidad del aragonés por recuperar dicho territorio y otras plazas de las que el navarro se apoderará o que Alfonso VII tuvo Zaragoza en su poder entre diciembre de 1134 y septiembre de 1135, cediéndola después al rey de Navarra, que la retuvo hasta agosto de 1136, dichos nobles se sometieran a uno u otro monarca.

De hecho, en ese año de 1135, se documenta la rebeldía de Arnal de Alascún, que llega a negar la entrada del monarca en Uncastillo. La situación era tan grave que, a finales de año lo encontramos refugiado en Besalú, bajo la soberanía del conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV.

Acosado por navarros y castellanos, Ramiro II vio en el conde de Barcelona un potencial aliado, a pesar de ser vasallo y aliado de Alfonso VII. Y es que, los monarcas aragoneses ya habían dado muestras de su interés por alcanzar el litoral mediterráneo -campañas en Tortosa, Salou, Oropesa- y más en un momento en el que, con la independencia de Navarra, la costa atlántica se cerraba. Por su parte, la rivalidad catalano-aragonesa y las ansias expansionistas del Batallador, que habían llevado al barcelonés a aliarse y declararse vasallo de Alfonso de Castilla, comenzaba ahora a neutralizarse. Barcelona estaba, además, comenzando a desarrollar una cada vez más intensa actividad comercial, que precisaba de materias primas que exportar: una más estrecha vinculación con el Reino de Aragón podía resultar, pues, sumamente rentable.


Unido a Inés de Poitiers, Ramiro II tendría de ella a Petronila, cuyo destino estuvo siempre sujeto a los cambiantes contextos diplomáticos: para 1136, el enlace más atractivo resultaba el catalán, por lo que, prometido a la heredera aragonesa, a partir de 1137, Ramón Berenguer IV se convertirá en 'príncipe de los aragoneses' - el matrimonio no se celebrará hasta 1150 -, dando lugar, en la persona de su hijo, al nacimiento de la Corona de Aragón.

Asegurada la sucesión y la estabilidad en el reino, Ramiro se separará de Inés de Poitiers, para volver a su vida religiosa, ejerciendo quizás el ministerio sacerdotal, después de todos estos avatares, en San Pedro el Viejo de Huesca.

Por su parte, las Órdenes Militares, cuyas expectativas habrían quedado frustradas con la proclamación de Ramiro, el Monje como rey de Aragón, optaron por renunciar a aquellas tenencias y territorios que, en virtud al testamento de Alfonso I, le correspondían: En 1134 renuncia el Hospital, en 1141 el Santo Sepulcro y en 1143 el Temple.

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Biografía de Jaime I El Conquistador, Rey de Aragón

Jaime I de Aragón nació en Montpellier (Francia) en 1208, hijo de Pedro II el Católico, rey de Aragón y Conde de Barcelona, y de María de Montpellier. Fue Rey de Aragón (1213-1276), de Valencia (1239-76) y de Mallorca (1229-1276), Conde de Barcelona (1213-1276), y señor de Montpellier (1219-1276).

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El comienzo de su reinado estuvo marcado por la batalla de Muret (1213), en la que murió su padre, dejando al pequeño Jaime bajo la custodia de Simón de Monfort, el vencedor de Muret, que le retuvo como rehén hasta que por orden del Papa Inocencio III fue entregado a los Templarios en 1214. Muret también marcó el inicio del fin de la política de expansión catalana en la Occitania, que quedaría definitivamente vinculada a Francia, dirigiéndose, a partir de entonces, los intereses catalana-aragoneses hacia el Mediterráneo, política en la que Jaime I obtuvo grandes éxitos, por los que recibió el apodo con el que ha pasado a la historia: El Conquistador.

Los primeros años del reinado de Jaime I El Conquistador fueron difíciles. La anarquía se apoderó tanto de Aragón como de Cataluña, mientras el rey-niño permanecía en el castillo de Monzón a cargo de los Templarios. Siguiendo las disposiciones de la reina María, muerta en 1214 en Roma, la regencia era ejercida por su tío Sancho Raimúndez, conde de Rosellón, que tuvo que hacer frente a frecuentes revueltas nobiliarias, que finalizarían con la paz de Alcalá (1217). Jaime I asumió la dirección de sus estados en 1225. Ya antes, en 1221, contrajo matrimonio con Leonor de Castilla, hija de Alfonso VIII. Este casamiento fue anulado por razón de parentesco, contrayendo segundas nupcias (1235) con la princesa Violante, hija de Andrés II, rey de Hungría.

Jaime I dedicará los primeros años de su reinado a someter a los nobles rebeldes, recrudecida la pugna nobleza-monarquía con episodios como los sitios de Albarracín, (1220) y Montcada (1223), llegando incluso a caer prisionero en 1224; a reorganizar las finanzas del reino, arruinado por la política de Pedro II el Católico; y a afrontar los problemas derivados de la sucesión en el condado de Urgell.


Solventada la cuestión interior, el debilitamiento del poderío musulmán tras la derrota en las Navas de Tolosa (1212) permite al rey emprender la expansión del reino por el Mediterráneo. Proceso inscrito en el marco global de la política de los reinos cristianos peninsulares, se constituyó en parte fundamental del programa propiciado por el monarca a partir de 1228 para reafirmar su poder y recuperar el prestigio y la autoridad de la Corona, que su padre había arruinado, para lo que propuso una empresa militar colectiva que beneficiara a todos, con el rey como motor y como cabeza suprema de este proyecto.

En 1229 emprendió la conquista de Mallorca. Tras la toma de la ciudad de Mallorca (diciembre de 1229), se apoderó de la isla en pocos meses, salvo un pequeño núcleo de resistencia musulmana, que logró mantenerse en la sierra de Tramontana hasta 1232. Entretanto, estableció un protectorado sobre Menorca, rubricado por el tratado de Capdepera, por el cual los musulmanes menorquines aceptaron su soberanía (1231). Por último, cedió la sumisión de Ibiza a la alta aristocracia catalana, que la hizo efectiva en 1235.


Dominadas las Baleares, Jaime I asumió en 1232 la dirección de la conquista de Valencia, ocupando Burriana y Peñíscola, el reino de Valencia (1238) e incorporando entre 1244-45 Játiva y Biar. Conquistó también Murcia en 1266, aunque la cedió a Alfonso X de Castilla por el tratado de Almizra (1244) Su interés principal se asienta en la expansión comercial y política en el Mediterráneo. Así, la conquista de Mallorca, lograda gracias a la potencia naval catalana, le permite establecer y controlar las rutas comerciales del occidente mediterráneo. Acabó con la piratería islámica y las Baleares se constituyeron en puente para el comercio entre Cataluña y el norte de África.

Tanto en Mallorca como en Valencia, Jaime I decidió crear reinos autónomos, pero integrados en la Corona de Aragón. Así ésta quedará convertida en una serie de piezas que, siguiendo una concepción patrimonial, Jaime I repartirá entre sus hijos en testamentos sucesivos. En un primer reparto (1241), Alfonso, fruto de su matrimonio con Leonor de Castilla, hereda Aragón y Cataluña, y Pedro, primogénito de Violante de Hungria, Valencia, las Islas Baleares, el Rosellón y la Cerdaña.

En 1243 en un nuevo testamento lega a Alfonso únicamente Aragón; a Pedro, Cataluña y Valencia; y a Jaime, las Baleares. De nuevo testa en 1248, incluyendo en el reparto al nuevo hijo, Fernando. Por último, muerto Alfonso en1260, otorgó nuevo testamento (1262) y legó a Pedro (III), Aragón, Cataluña y Valencia, y a Jaime (II de Mallorca), las Baleares, el Rosellón, la Cerdaña, Colliure y Conflent.

El periodo de campañas permitió resolver momentáneamente los problemas económicos del reino y desviar la belicosidad de la nobleza hacia otros objetivos, pero las decisiones tomadas por el rey para la reorganización de los territorios, el reparto entre sus herederos, y las cuestiones de derechos y jurisdicción, enfrentaron de nuevo al rey con la nobleza, a cuyo frente estuvieron algunos de sus hijos: Alfonso hasta su muerte en 1260, el infante Pedro y el bastardo Fernando Sanchís de Castro, ya en los últimos años del reinado.

En Aragón la nobleza consideró un ataque a sus derechos la conversión de Valencia en un reino independiente, pues consideraba a Valencia una simple prolongación de su reino, lo que junto a la no-imposición del fuero aragonés y la desvinculación de este reino del de Aragón y su unión a Cataluña en el testamento de 1243, situó a toda la nobleza aragonesa junto al infante Alfonso, enfrentado a su padre.

En Cataluña la devolución de Murcia a Castilla provocó un malestar que se transformó en oposición abierta cuando Jaime I solicitó ayuda para una nueva expedición a Andalucía, lo que provocó nuevas sublevaciones ante la confiscación de bienes que emprendió el monarca.

Jaim I el conquistador fue un hombre culto e inteligente, que en su pugna con la nobleza utilizó el soporte de la doctrina jurídica romana revitalizada por la escuela de Bolonia, que afirmaba la supremacía del Príncipe. También favoreció a los municipios y a la burguesía. Organizó el Consell de Cent o gobierno municipal de Barcelona y promovió la redacción del Libro del Consulado de Mar, un compendio de derecho marítimo.

Fue en su reinado cuando se produjo el nacimiento de la conciencia territorial en la Corona de Aragón, sobre todo en los Estados fundacionales de Aragón y el principado de Cataluña, con la actuación de dos fuerzas: la normalización del Derecho, y la conversión de las Cortes en una institución reivindicativa y cohesionadora de la conciencia de la comunidad.



En Aragón se promulgan en 1247 los Fueros de Aragón, realizados por el Obispo de Huesca, Vidal de Canellas, que recogen una parte sustancial de los fueros locales junto a un marco más amplio de reminiscencias romanistas. En Cataluña, la protección de la monarquía permitió el triunfo de los Usatges de Barcelona y su difusión territorial por Cataluña a mediados del siglo XIII. También otorgó a Valencia una ordenación político-administrativa, la Costum (1240), de carácter municipal, que fueron revisadas en 1251. Los Foris et consuetudines Valentiae fueron confirmados por el rey en 1271 y se fueron extendiendo por todo el reino, a pesar de la oposición de la nobleza aragonesa.


En los últimos años de su vida promovió dos cruzadas a Tierra Santa (1269 y 1274), fracasando ambos intentos. Enfermo, abdicó en sus hijos, Pedro y Jaime, y murió en Valencia en 1276. Enterrado en Poblet, sus restos fueron trasladados en 1835 a Tarragona y reintegrados a Poblet en 1952.

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Biografía de Fernando II de Aragón, el posterior Fernando el Católico

Fernando II de Aragón, futuro Fernando el Católico, nació 10 de mayo de 1452 en la localidad zaragozana de Sos, conocida hoy no por casualidad como Sos del Rey Católico.

Según cuentan las crónicas su madre, Juana Enríquez, hija de Fadrique Enríquez, almirante de Castilla, segunda esposa del futuro rey de Aragón, Juan II, queriendo que su hijo naciera en tierras del Reino de Aragón, atravesó la frontera con Navarra, mientras su padre, por entonces rey de Navarra, permanecía en dicho reino dirimiendo sus diferencias por el trono pamplonica con su hermanastro, Carlos, el Príncipe de Viana, fruto de su primer matrimonio con Blanca de Navarra, a quien su padre había usurpado los derechos que legítimamente le correspondían por el testamento de su madre.

Es poco lo que se sabe de sus primeros años y no se conocen los nombres de sus primeros educadores. Posteriormente recibió las enseñanzas del humanista Vidal de Noya y del obispo gerundense Juan Margarit. Al subir su padre al trono de Aragón, recibió los títulos de Duque de Montblanch y de conde Ribagorza y en 1461, a la muerte de su hermanastro Carlos, se convirtió en príncipe de Gerona y heredero de la Corona de Aragón.


Su infancia y juventud estuvo marcada por las guerras civiles catalanas y las vicisitudes políticas en las que se vio envuelto su progenitor: nombrado lugarteniente general de Aragón y Cataluña en 1454 y rey de Aragón en 1458, tras la muerte sin herederos de su hermano Alfonso V el Magnánimo, al acceder al trono, fue obligado por las Capitulaciones de Villafranca (1461) a entregar al Príncipe de Viana el gobierno de Cataluña, ya que en éstas, aparte de nombrar al Príncipe Gobernador General, se le prohibía entrar en Cataluña sin permiso y se limitaba notablemente su autoridad real.

Pero la temprana muerte de Carlos (23 de septiembre de 1461) y el incumplimiento de lo pactado - Juan II viendo peligrar la unión de la Corona se negó a rubricar el nombramiento de su hijo - desencadenó la guerra civil catalana (1462-1772), que coincidió con la revuelta del campesinado, iniciada en febrero de 1462, conocida como la revuelta de los payeses de remensa, cuyo apoyo buscó y obtuvo Juan II, que con jefes como Francisco de Verntallat vieron la oportunidad de alzarse contra sus señores.

El rey logró mantener la fidelidad de Aragón, Valencia y Sicilia frente a la revuelta de Cataluña, donde se le consideró desposeído de la Corona, a pesar de haber forzado que Fernando fuera jurado como heredero y lugarteniente general de Principado. Éste, con apenas 11 años sufrió las penalidades del asedio de la ForÇa de Gerona. El ejército de la Generalidad de Cataluña, que dominaba la burguesía rebelde, bajo el mando de Roger Pallarés, sitió a Juana Enríquez y a su hijo durante cuatro meses, hasta que llegaron las tropas del rey que, apoyadas por tropas del rey francés, obligaron a levantar el cerco.

Juan II había hipotecado a Luis XI, rey de Francia, los condados de Cerdaña y el Rosellón como garantía de pago de las 200.000 doblas que se acordaron por la entrega de 700 lanceros (tratado de Bayona, 1462). En el caso de no cumplirse con el plazo de pago acordado - un año - la Cerdaña y el Rosellón pasarían a Francia, como así fue, hasta que fueron recuperados por Fernando en 1493.

El joven Fernando tomó pronto a instancias de su padre parte activa en la administración del estado, participando en la vicisitudes bélicas y políticas de la larga contienda, lo que le proporcionaría un precoz aprendizaje de las cuestiones militares y de gobierno, circunstancia que sus biógrafos tienden a relacionar de manera directa con las habilidades demostradas posteriormente como gobernante .

A los catorce años, su padre le designó como lugarteniente general de la Corona, y en 1468 corregente del Reino y le cedió la Corona de Sicilia, posiblemente para dotar al joven de un reino con el que fortalecer el proyecto matrimonial de Fernando con la princesa Isabel de Castilla, que Juan II negociaba con los magnates castellanos enemigos de Enrique IV. De este matrimonio concertado en Cervera, y celebrado en 1469 en circunstancias novelescas esperaban ambas partes ventajas decisivas para el logro de sus fines particulares: Juan II, para liquidar la guerra civil favorablemente y los grandes castellanos para el triunfo de la causa de Isabel. De hecho sus consecuencias habían de ser mucho más importantes.

El 7 de enero de 1469 se firmó un protocolo entre los futuros esposos, por el que Fernando se compromete a actuar en estrecha colaboración con Isabel y a adoptar las decisiones en común. El enlace no satisface a Enrique IV por lo que se realizará de incógnito. Fernando parte a tierras castellanas en octubre de ese año y el día 19 se celebra el matrimonio, oficiado por el arzobispo Carrillo quien proporciona a la pareja una dispensa papal falso, necesario debido a tener como antepasado común a Juan I de Castilla. Esta situación será regularizada por Sixto IV en 1471.

Mientras continuaba la guerra civil catalana: Juan II contribuyó a la creación de un gobierno contrarrevolucionario en Tarragona y junto a Fernando iba recuperando la obediencia de amplias zonas de Cataluña (Segarra, el Ampurdán y el Bajo Ebro), acreditando sus dotes diplomáticas y militares, hasta bloquear Barcelona y obligar al Consejo de Ciento a capitular (1472).

Ya antes de terminar la guerra Fernando fue como lugarteniente general un verdadero monarca asociado al trono de su anciano padre y colaboró eficazmente en las empresas del final del reinado, especialmente la pacificación de Cataluña y las campañas de Rosellón, ocupado por el rey de Francia. Fue también Fernando el encargado de poner fin al problema de la remensa.

Pero será en 1474 cuando la muerte de su cuñado Enrique IV y la subida al trono de Castilla de Isabel señalen un nuevo y decisivo rumbo al curso de su vida. En plena guerra civil, entre los partidarios de Isabel y los de la hija de Enrique, Juana la Beltraneja, consiguió ser proclamado corregente de Castilla con los mismos derechos que Isabel mediante la Concordia de Segovia (1475). Terminada la guerra, Juana renunció al trono a favor de Isabel por el Tratado de Alcaçovas (1479). Ese mismo año, Fernando sucedió a su padre como rey de Aragón. En ese año, 1479, suele fijarse la unión de ambas coronas.

Fernando II de Aragón pasará a la historia como Fernando el Católico. Este título se lo concedió el papa Alejandro VI en 1496.

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