FRANCISCO PIZARRO
Y
DIEGO DE ALMAGRO
Los incas tenían una leyenda sobre que
un día el dios Viracocha regresaría desde la tierra del sol poniente, una
deidad que según ellos vestía de oro y plata, con barba blanca y ojos verdes, y
que se había ido a través del océano Pacífico para volver en tiempos de gran
necesidad. Los nativos norteños vieron la llegada de los españoles que tenían
características semejantes a las de Viracocha, narradas en su leyenda. Los
indios tayanes le comunicaron a Atahualpa que los españoles eran dioses, dada
su piel blanca, sus barbas, sus brillantes armaduras y que habían venido en
grandes naves desde el océano Pacífico.
Atahualpa creyó el origen mitológico de
los conquistadores y lo tomó como buen presagio en ánimos de acabar con la guerra
civil.
Orígenes
de Pizarro
Francisco Pizarro nació en la ciudad
de Trujillo (Extremadura). Existen dudas acerca de la fecha exacta
para unos unos historiadores fue el 16 de marzo de 1.476, para
otros fue la misma fecha, pero del año 1.478. Algunos historiadores llegan a
hablar de 1.473. Nació fuera de matrimonio, de una criada.
Permaneció analfabeto toda su vida, en
1.492 ó 1.493, habiendo perdido algunos animales y temiendo ser castigado, huyó
de Trujillo y partió hacia Sevilla en compañía de viajeros que se dirigían a la
metrópoli andaluza. Tenía 14 años, quizás apenas un poco más.
A la edad de 20 años se alistó en los
tercios españoles que, a las órdenes de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran
Capitán, luchaban en las conocidas como campañas de Nápoles contra los
franceses. Según López de Gómara, habría servido bajo las órdenes de este,
siempre como soldado, en el sur de la península contra los moriscos, Calabria y
Sicilia. Viajó a Sevilla, donde permanecerá hasta su marcha a América.
En 1.502 llegó a América en la
expedición de Nicolás de Ovando, el nuevo gobernador de La Española. De sus
primeros años en América se sabe muy poco. Probablemente pasó un tiempo en la
isla de La Española.
Hombre inquieto y de fuerte carácter,
Francisco Pizarro no logró adaptarse a la vida sedentaria del colonizador.
En 1.509 hubo una expedición comandada
por el bachiller y alcalde mayor de Nueva Andalucía Martín Fernández de Enciso,
que salió a socorrer a su superior jerárquico, el gobernador Alonso de Ojeda.
Ojeda, junto con 70 hombres, había fundado el poblado de San Sebastián de Urabá
en Nueva Andalucía, lugar donde después se levantaría la ciudad de Cartagena de
Indias; sin embargo, cerca del establecimiento existían muchos indígenas
belicosos que usaban armas venenosas, y Ojeda había sido herido en una pierna.
Poco después, Ojeda se retiró en un barco a La Española, dejando el
establecimiento a cargo de Francisco Pizarro, que en ese momento no era más que
un soldado en espera de que llegara la expedición de Enciso. Ojeda pidió a
Pizarro que se mantuviera con unos pocos hombres por 50 días en el poblado, o
que de lo contrario usara todos los medios para regresar a la Española.
En enero de 1.519, Francisco Pizarro
arrestó a Vasco Núñez de Balboa por orden de Pedro Arias de Ávila, gobernador
de Castilla de Oro.
En 1.519 cuando participó de forma
directa en un suceso relevante de la conquista de América. Francisco Pizarro
arrestó y llevó a juicio a su antiguo capitán Vasco Núñez de Balboa, el primer
europeo en divisar el océano Pacífico, por orden de Pedro Arias de Ávila,
gobernador de Castilla de Oro. El descubridor fue finalmente decapitado ese
mismo año con la ayuda de la versión más oscura de Pizarro.
Entre 1.519 y 1.523, Pizarro fue el
alcalde de la colonia de Panamá, una insalubre aldea de covachas poblada por
una horda de aventureros europeos; algo así como una sala de espera antes de
lanzarse a las entrañas del continente en busca de tesoros. Estando en este
cargo, el conquistador debió escuchar las historias que llegaban sobre un rico
territorio al sur del continente que los nativos llamaban el Birú (transformado
en Pirú por los europeos, de ahí el nombre de Perú).
Viajes de Pizarro al Tahuantinsuyo o imperio
Inca
Primer Viaje (1.524-25)
En 1.522 fue Pascual de Andagoya el
primero en intentar llegar hasta esas ricas tierras. Navegó hasta la provincia
de Chochama en donde entabló contacto con la tribu de los Cueva, indígenas que
se quejaron al conquistador español de que unos indios de la provincia del Birú
o Pirú realizaban duras incursiones contra ellos y les mataban la gente y les
robaban todo lo que tenían. Andagoya les ofreció su ayuda y les conminó a que
le llevasen hasta estos indios que les atacaban. Los cuevanos aceptaron y
remontando el río de San Juan dieron con esos indígenas enemigos y los
vencieron. Allí le hablaron del gran imperio Inca, el Tahuantinsuyo, y le
comentaron el poderío y riquezas que atesoraba. Andagoya, pocos días después,
cayó enfermo y tuvo que regresar a Panamá en donde hizo relación de todos estos
hechos y extendió la leyenda de una gran civilización que no hizo sino aumentar
los deseos de llegar hasta allí de más aventureros.
En 1.524 Pizarro se asoció con Diego de
Almagro y Hernando de Luque, un hombre influyente, vicario de Panamá, para
conquistar “Birú” o “El Birú” (el imperio Inca del Perú), del que tenían vagas
noticias, repartiéndose las responsabilidades de la expedición. Pizarro la
capitanearía, Almagro se encargaría de la intendencia y Luque estaría al cargo
de las finanzas y de la provisión de ayuda. Existen noticias de un cuarto
asociado, el licenciado Espinosa, que no quiso figurar oficialmente y que
habría sido el financiador principal de las expediciones hacia el Perú.
Francisco Pizarro inició la conquista
del Perú ese año con 112 hombres y cuatro caballos en un solo navío el Santiago. Sus socios Diego de Almagro y
Hernando de Luque se quedaron en Panamá con la misión de contratar más gente y
salir posteriormente con ayuda y víveres tras Pizarro. Almagro con otro navío
el San Cristóbal, que partió poco después.
La navegación fue muy dura, los vientos
eran contrarios y llovía copiosamente al ser la temporada húmeda. Tocaron en el
archipiélago de las Perlas, atravesaron el golfo de San Miguel, el puerto de
las Piñas y entraron en el rio Birú, que navegaron durante dos millas. Solo
encontraron pantanos, bosques y peñascos. Siguieron navegando en dirección sur
quedándose ya casi sin provisiones. Pizarro quería continuar a toda costa pero
sus marineros comenzaban a impacientarse y deseaban volver a Panamá a refugio
seguro. Finalmente decidieron que uno de los buques volvería a Panamá a por más
bastimentos y el otro continuaría su navegación desde el llamado puerto del Hambre, así llamado por ser aquí donde se
dieron los primeros casos de hambre entre la tripulación. Más al sur,
encontraron un poblado donde fueron atacados por los naturales. Por ello
incendiaron el pueblo, al que llamaron a partir de ese momento Pueblo Quemado,
con el resultado de varios españoles muertos y Almagro con varias lanzadas y
perdió en un ojo por un flechazo. Tras estos hechos decidieron regresar a
Panamá y empezar a preparar otra nueva expedición.
Primer
y segundo viaje de Francisco Pizarro al imperio Inca
Segundo viaje (1.526-227).
Los 13 de la Fama
Los resultados obtenidos en las dos
primeras expediciones castellanas tiraron por el suelo el crédito de posibles
inversores para una segunda expedición de Pizarro. Sin embargo, con mucha
mañana y tratando de aprovechar lo máximo posible lo que ya tenían prepararon
los dos buques ya utilizados y adquirieron muchas más provisiones. Contrataron
al piloto Bartolomé Ruiz de Estrada, hábil marinero de Moguer y buen conocedor
de las costas panameñas.
En este segundo viaje fueron más
afortunados, merced a los reconocimientos practicados por Bartolomé Ruiz.
Descubrieron la isla del Gallo y desembarcaron en la bahía de San Mateo
continuando posteriormente por la tierra de Coaque, muy cerca de Quito.
Tropezaron con nativos procedentes de Tumbez, al parecer mercaderes y con visos
de pertenecer a una civilización ciertamente desarrollada. Llevaban camisetas
de algodón y lana, y adornos de oro y esmeraldas. Hicieron grandes
ponderaciones de las riquezas de su país y de los tesoros y opulencia de la
capital, que se llamaba el Cuzco.
Allí surgieron nuevos problemas de
abastecimiento y de falta de soldados por lo que tuvieron que discutir lo que
había que hacer y fue entonces cuando por primera vez Pizarro y Almagro
discutieron agriamente, incluso llegando a las manos, ya que uno defendía
regresar (Almagro) y el otro continuar. Pizarro aún no había asumido que
Almagro fuese capitán a su mismo nivel, hecho impuesto por el financiador de la
expedición. Al final decidieron que Almagro iría a Panamá a por refuerzos y
Pizarro se quedaría en la isla del Gallo a esperarle.
En la capital de Castilla del Oro (Panamá)
la expedición no tenía muchos apoyos, Pedrarias ya no era el gobernador, ahora
gobernaba Pedro de los Ríos, que se negó a enviar más pertrechos para la
continuación de la expedición, sencillamente envió dos buques al mando del
capitán Juan Tafur a recogerlos y traerlos de vuelta. Una vez llegados a la
isla del Gallo los marineros se alegraron de poder regresar vivos a tierra
segura pero Pizarro no se rindió, exhortó a los sobrevivientes a continuar con
él, para ello trazó en la arena de la playa una línea de este a oeste y dijo
señalando con su espada: “este es el camino de las penalidades; más por aquí
se va al Perú á ser ricos; por allí al descanso, á Panamá; pero á ser pobres:
escoged”, y él cruzó la raya. Tan solo cruzaron la línea trece
hombres. Los Trece de la Fama, o los Trece caballeros de la isla del Gallo,
sus nombres eran: Bartolomé Ruiz, Pedro Alcón, Alonso Briceño, Pedro de Candia,
Antonio Carrión, Francisco de Cuéllar, García Jerén, Alonso de Molina, Martín
Paz, Cristóbal de Peralta, Nicolás de Rivera (el viejo), Domingo de Soraluce y
Juan de la Torre.
Pizarro
y los Trece de la Fama en la Isla del Gallo. Autor Juán Lepiani
El capitán Tafur no pudo negarse a
dejarlos allí pero les recomendó ser transportados a la isla de Gorgona en
donde no había nativos hostiles como sí había en la isla del Gallo. Allí
estuvieron durante 7 meses esperando la llegada del piloto Bartolomé Ruiz que
había ido a Panamá con la promesa de volver con nuevos buques y provisiones.
Pero tan solo pudo regresar con un buque y lo justo para mantener esa nave,
nada de más material para nuevas aventuras, por lo que andaban muy justitos de
todo. Era el mes de marzo de 1.528.
El navío encontró a Pizarro y los suyos
en la isla de la Gorgona, hambrientos y acosados por los indios. Ese mismo día,
Pizarro ordenó zarpar hacia el sur. Tras ventiún días de navegación llegaron a
Túmbez en costas peruanas en donde entablaron contacto con una civilización mucho
más avanzada que las que habían visto por todo el litoral recorrido y recabaron
más información sobre lo que allí había y quienes eran. Pudieron
contemplar la bella ciudad de Túmbez, con sus murallas y bastiones, un templo
solar y un pequeño palacio del reyezuelo y una fortaleza militar.
Muy contentos con todo esto siguieron
navegando hacia el sur llegando a la isla de los Lobos, Paita y Huanchaco y,
finalmente, el río Santa en donde contemplaron la majestuosidad de la
cordillera andina a la que Pizarro bautizó como sierra Morena.
Con estos nuevos descubrimientos y tan
magníficas noticias decidieron regresar a Panamá para pedir la autorización de
conquistar las tierras halladas, iniciando el viaje de regreso el 3 de mayo de
1.528. Los recién llegados a Panamá alardeaban de las maravillas vistas con sus
propios ojos. Sin embargo, Pizarro viajó a España para ser facultado por el Rey
Carlos I, llevando consigo nativos cautivos, animales, cerámicas y otros
objetos. La Corona española firmó la capitulación de Toledo en 1.529,
documento que los autorizaba a llevar a cabo su empresa.
Tercer viaje (1.532-33).
Captura de Atahualpa
La Capitulación de Toledo de 1.529,
firmada por Isabel de Portugal con la autoridad del rey Carlos I, se
concedieron los derechos de dominio sobre la zona de Perú explorada hasta ese
entonces. El territorio que correspondía a Pizarro iba desde el río de Santiago
(río de Tempula o Cayapas) en el norte de Ecuador, hasta el Cuzco.
En 1.532 Pizarro con sus cuatro
hermanos zarpó desde la ciudad de Panamá con 106 soldados, 62 jinetes y 4
cañones y, desembarcando cerca de Tumbes, en lo que ahora es la frontera norte
del Perú; entonces formaba parte del imperio Inca llamado Tahuantinsuyo, que se
extendía desde Colombia hasta Chile.
Durante el viaje de la expedición
española, Atahualpa envió varios mensajeros con regalos para los españoles,
algunos de ellos de oro, lo que aumentó las esperanzas de Pizarro de hallar
grandes tesoros. Pizarro fue invitado por Atahualpa a encontrarse en la
fortaleza inca de Cajamarca, por intermedio de un emisario muy allegado a él.
El emisario se encontró con los españoles en Cajas y además de llevarle regalos
(patos desollados, vasijas en forma de fortaleza, etc.) contó las fuerzas de
los españoles y los invitó a continuar su marcha por el valle del Chancay,
cerca del pueblo de Chongoyape hasta Cajamarca para entrevistarse con
Atahualpa. Pizarro aceptó y le envió una fina camisa de Holanda y dos copas de
vidrio al Inca como regalo.
Itinerario
de Francisco y Hernando Pizarro en el imperio Inca 1.532-33
Cuando Pizarro llegó a Cajamarca el 15
de noviembre de 1.532 hacia el medio día, ésta se encontraba desierta, y la
exploraron inquietos temiendo una emboscada. Sin embargo Atahualpa se
encontraba en un manantial cercano en Pultumarca (hoy llamado Baños del Inca)
con su hermana sin preocuparse en absoluto por la presencia de los españoles.
El ejército inca de alrededor de 30.000 guerreros se encontraba acampado en las
afueras, a una legua de la ciudad.
Francisco Pizarro encomendó a Hernando
de Soto la misión de ir donde el Inca para invitarle a que viniera a cenar con
él en Cajamarca. Pizarro fue muy insistente en el sentido de que la invitación
debía ser transmitida de manera cortés y pacífica, para evitar malentendidos. Soto
partió acompañado de 20 jinetes entre los que se encontraba Diego García de
Paredes. Cuando la avanzadilla se hallaba ya a medio camino, Pizarro viendo
desde lo alto de una de las “torres” de Cajamarca las numerosas tiendas de
campaña que conformaban el campamento del Inca, temió que sus hombres pudieran
sufrir una emboscada y envió a su hermano Hernando Pizarro con otros 20 jinetes
más.
Soto y sus hombres llegaron a
Pultumarca, a través de una calzada de piedra que corría entre dos canales de
agua y terminaba en un río, a partir del cual comenzaba el campamento del Inca.
Mientras que Hernando Pizarro y su grupo iban ya casi al alcance de Soto.
El encuentro que tuvo lugar entre el
Atahualpa y Hernando de Soto fue muy tenso. Atahualpa y sus hombres vistieron
sus mejores galas en el recibimiento y tenía una pose muy seria. Los incas
nunca habían visto caballos, de modo que los españoles decidieron permanecer en
sus monturas y encabritarlos y hacerlos relinchar en presencia del monarca
inca. Atahualpa respondió bebiendo del cráneo de un prisionero ejecutado.
Posteriormente, ofreció copas de oro a los españoles, de las que ellos
bebieron. Finalmente, prometió ir a Cajamarca al día siguiente a entrevistarse
con Pizarro.
Hernando
de Soto encabritando su caballo para impresionar a Atahualpa
Los exploradores habían contado al menos
30.000 guerreros incas, por lo que iniciar una conquista militar sería
imposible. La noche del 16 de noviembre de 1.532 los españoles rezaron pensando
que sería la última vez. A la mañana siguiente los españoles se prepararon para
la batalla y se escondieron en un patio a esperar. Posteriormente, vinieron
miles de soldados incas desarmados y los rodearon. Luego, vino un desfile de
cientos de sirvientes limpiando el camino para el paso del Inca Atahualpa, que
iba subido en un trono de oro rodeado de sus líderes. Entonces el capellán de
los españoles se acercó al trono con una cruz y una biblia, y pidió al rey que
se retractara de sus creencias paganas y aceptara el bautismo y la autoridad
del rey de España Carlos I. Atahualpa tomó la Biblia, la examinó sin entender
nada de lo que ponía y la arrojó al suelo, lo que fue interpretado como una
blasfemia por los españoles y Pizarro ordenó abrir fuego. Los españoles
posteriormente sacaron sus espadas, iniciaron una matanza y tomaron prisionero
a Atahualpa (16 de noviembre de 1.532).
Captura
de Atahualpa en la batalla de Cajamarca 16 de noviembre de 1532. Autor Juan
Lepiani
Fue así que Pizarro ordenó a sus
hombres a que entraran en acción; sonaron las trompetas y simultáneamente, el
artillero Pedro de Candía disparó uno de los falconetes que
estaban en la cima de la torre (el otro se averió), impactando el disparo en
medio de la masa humana, matando y mutilando a los que en su línea de fuego encontró.
Y antes de que los sorprendidos indios se recuperasen, los españoles de a
caballo, al grito de «¡Santiago, Santiago!», salieron
estrepitosamente barriendo todo lo que tenían delante, seguidos de una tropilla
de negros e indios con corazas, estoques y lanzas. Simultáneamente, el otro
escuadrón de españoles abría fuego con sus mosquetes desde larga
distancia. Se produjo un gran caos pues los pocos guerreros armados no tuvieron
tiempo de sacar sus armas escondidas, las cuales tampoco eran de mucha ayuda
contra los tiros lejanos españoles y los caballos, la mayoría de la masa india
trató de salir del complejo para alejarse de la masacre, y como la única puerta
principal estaba abarrotada cargaron contra uno de los muros haciendo un hueco
en este y salieron del complejo.
El principal blanco del ataque español
fue entonces Atahualpa y sus comandantes. Pizarro se dirigió a caballo hacia
donde estaba Atahualpa, pero el Inca no se movió. Los españoles cortaron las
manos o brazos de los asistentes que portaban la litera de Atahualpa para
obligarlos a dejarla caer y poder alcanzarlo. Los españoles estaban
sorprendidos porque los asistentes ignorando sus heridas, y con sus miembros
todavía sanos, sostuvieron la litera hasta que varios de ellos fueron matados y
la litera volcó. Atahualpa permaneció sentado en la litera mientras que un gran
número de asistentes se apresuraron a colocarse entre la litera y los
españoles, dejando que los españoles los mataran. Mientras sus hombres mataban
a los indios, Pizarro cabalgó entre ellos hasta donde un soldado español de a
pie había extraído a Atahualpa de la litera. Mientras que sucedía esto, otros
soldados también alcanzaron la litera y uno de ellos intentó matar a Atahualpa.
Reconociendo el valor de Atahualpa como prisionero, Pizarro lo defendió y fue
herido en una mano con una espada.
Como resultado del encuentro entre
4.000 a 5.000 personas murieron (entre sirvientes y guardias atahualpistas
junto a terceros que allí se encontraban, como los pobladores de Cajamarca y
varios orejones huascaristas enviados con ofrecimientos de parte del Inca
cautivo), otros 7.000 fueron heridos o capturados, según los cronistas los
españoles tuvieron solo un muerto (un esclavo negro) y varios heridos.
La esposa de Atahualpa, Cuxirimay Ocllo
(que por entonces tendría entre 13 y 15 años de edad), estaba con el ejército y
acompañó a Atahualpa mientras estuvo prisionero.
Después de su ejecución fue llevada a
Cuzco y adoptó el nombre de doña Angelina. Hacia 1.538 era la concubina de
Francisco Pizarro, con quien tuvo dos hijos, Juan y Francisco. Después de que
Pizarro fuera asesinado en 1.541, ella se casó con el intérprete Juan de
Betanzos quien escribió posteriormente “Suma y Narración de los Incas“, cuya
parte primera cubre la historia de los Incas hasta la llegada de los españoles
y la segunda parte abarca la conquista hasta 1.557, principalmente desde el
punto de vista de los incas e incluye menciones a entrevistas con guardias del
Inca que se encontraban cerca de la litera de Atahualpa cuando fue capturado.
Pizarro
y Atahualpa
El rescate de Atahualpa
Atahualpa fe confinado en una sala de
Cajamarca con sus tres esposas y se le dejaba seguir conduciendo sus asuntos de
gobierno.
Estando en prisión Atahualpa, venían
los curacas a visitarle trayéndole obsequios, en oro y plata. El Inca se dio
cuenta entonces de que el oro y la plata tenía para los españoles otro valor,
diferente, al que él y su pueblo le daban. También se dio cuenta y se convenció
que la única forma de salvarse era ofreciéndoles gran cantidad de oro y plata.
Y así lo hizo. Le propuso a Francisco Pizarro: “te daría de oro una sala que tiene 7
metros de largo y 5 de ancho, llena hasta una raya blanca que está en la mitad
del alto de la sala; y dijo que hasta allí henchiría la sala con diversas
piezas de oro, cántaros, ollas y tejuelos, y otras piezas, y que de plata daría
todo aquél bohío dos veces lleno, y lo cumpliré dentro de dos meses”
(El Perú en los tiempos modernos). Pizarro se apresuró a confirmar la promesa
por escrito en un acta ante escribano. Atahualpa le informó además de que el
templo de Pachacámac y de sus riquezas, que se encontraba a “10 jornadas al
sur“.
Atahualpa
señalando la altura en el cuarto del rescate. El cuarto tenía 7 metros de largo
y 5 de ancho.
Pizarro, además, hizo que el inca
Atahualpa aprendiera el idioma español y le hizo aprender a leer y a escribir.
De esta forma, fue posible comunicarse con el rey inca, que le informaba de
sitios donde había oro. Además, jugaba partidas de juegos de mesa con el rey indígena.
El primer cargamento de oro ofrecido
por Atahualpa llegó del sur y lo trajo un hermano del Inca, “trájole unas
hermanas y mujeres de Atahualpa, y trajo muchas vasillas de oro; cántaros y
ollas y otras piezas y mucha plata, y dijo que por el camino venía más; que
como es tan larga la jornada, cansan los indios que lo traen y no pueden llegar
tan aína; que cada día entrará más oro y plata de los que quedan más atrás“.
“Y
así, entran algunos días veinte mil, y otras veces treinta mil, y otras
cincuenta, y otras sesenta mil pesos de oro en cántaros y ollas grandes de tres
arrobas y de a dos, y cántaros y ollas grandes de plata y otras muchas vasijas“.
Pizarro iba acumulando esas piezas en uno de los aposentos donde estaba
Atahualpa, “hasta que cumplió su promesa“.
El 6 de enero de 1.533, Hernando
Pizarro, con Francisco de Jerez, secretario del gobernador, partieron con 20
hombres a caballo, algunos de infantería y varios indios auxiliares, hacia
Huamachuco, por orden de Francisco Pizarro. En Huamacucho, los españoles
tranquilizaron a Pizarro, al informarle que todo se encontraba en calma, a lo
que Pizarro les ordenó avanzar hasta Pachacámac, ya que tenía de rehenes a los
señores de este lugar, que también habían ofrecido oro y plata por su libertad.
En Cajamarca Pizarro, arribaron
al puerto de Manta (actual Ecuador) seis navíos. El 20 de enero de 1.533,
Pizarro recibió mensajeros enviados desde San Miguel de Piura, avisándole tal
llegada. Tres de las naves mayores arribaron de Panamá, al mando de Diego de
Almagro, con 120 hombres. Las otras tres carabelas llegaron de Nicaragua, con
30 hombres más. En total desembarcaron, además, 84 caballos. El cacique de
Túmbez entró en rebeldía, más no levantó a su gente.
El 21 de enero de 1.533, llegó a
Cajamarca otro cargamento de oro y plata, traídos por otro hermano de
Atahualpa. Fueron “trescientas cargas de oro y plata en cántaros y ollas grandes y otras
diversas piezas”. Este hermano del Inca, informó también de la
existencia de otro cargamento que se encontraba en Xauxa, al mando del general
Challcuchimac. Entre tanto, en Cajamarca, Pizarro a comisionó a un hermano de
Atahualpa, a los españoles Pedro Martín de Moguer y a Martín Bueno, negros
esclavos y cientos de indios aliados, para que viajen al Cuzco, por el Cápac
Ñam, y apresuren el envío del oro y plata de Xauxa y se informen de la
situación en la capital del Imperio. Esta tropa salió de Cajamarca el 15 de
febrero de 1.533.
El
rescate de Atahualpa. Los incas consiguieron reunir 84 toneladas de oro y 164
de plata.
El 25 de marzo de 1.533, llegó a
Cajamarca el grupo enviado al mando de Hernando Pizarro; habían recorrido
Huamachuco, el Callejón de Huaylas, Pachacámac, Xauxa, las pampas de Junín y el
Callejón de Conchucos. De Pachacámac, traían “veintisiete cargas de oro y dos
mil de plata” y un rehén importante: el general Challcuchimac,
apresado en Jauja.
El 14 de abril de 1.533, llega Diego de
Almagro a Cajamarca y el 28 del mismo mes, entró otro cargamento de oro y plata
a esa ciudad, procedente de Xauxa; traían “ciento siete cargas de oro y siete de plata”.
El 13 de mayo de 1.533, se procede a la
fundición de las piezas de oro y plata que había en Cajamarca para su reparto;
además, existía el convencimiento de Francisco Pizarro, que ya se había
recolectado la mayor parte del oro y plata de este reino.
Uno de los españoles, que había ido al
Cuzco, informó a Pizarro que “se había tomado posesión en nombre de su majestad
en aquella ciudad del Cuzco”, entre otras cosas, como el número y
descripción de las ciudades existentes entre Cajamarca y el Cuzco, de la
cantidad de oro y plata recogidas, entre otras cosas. Quizá un dato importante
que informan a Pizarro es la presencia en el Cuzco del general Quízquiz con
30.000 hombres de guarnición.
El 13 de junio llegó a Cajamarca el oro
y plata procedentes del Cuzco y de Jauja, eran “doscientas cargas de oro y
veinticinco de plata”. Días después llegaron “otras sesenta
cargas de oro bajo”.
El gobernador hacía resguardar la plaza
fuerte de Cajamarca con una vigilancia permanente, por rondas, de 50 soldados
de a caballo, durante el día y gran parte de la noche. Durante las madrugadas,
era de 150 de a caballo, amén de los espías, informantes y vigías de pie;
indios y españoles.
Reparto del tesoro
Se sabe que no existía moneda en el
Imperio Inca, en donde se presume se usaba trueque. El Oro y la Plata poseían
un valor ritual, pero no tenían ni mercado ni comercio en las culturas
prehispánicas, no tenían valor comercial. El valor monetario se lo añadió el
transporte español al mercado de Europa.
El 18 de junio de 1.533, el gobernador
Francisco Pizarro, ordenó fundir lo recaudado y se repartiese. Toda la
fundición arrojó un valor español total de de 1.326.539 pesos de oro y 51.010
marcos de plata (84 toneladas de oro y 164 de plata). A la Corona le tocó
262.259 pesos de oro y 10.121 marcos. Los jinetes recibieron 9.386 pesos de oro
y 396 marcos de plata; los infantes recibieron 3.438 pesos de oro y 143 marcos
de plata de media. El gobernador, según su criterio, premió a unos con más y a
otros con menos.
También entregó unos 15.000 pesos de
oro a los vecinos que quedaron en San Miguel. A Diego de Almagro y sus huestes
les repartió de acuerdo con su criterio. Les dio 20.000 pesos de oro para que
se repartieran entre todos ellos. Por supuesto, recibieron mucho menos que los
jinetes e infantes que intervinieron directamente en la captura de Atahualpa.
Almagro había pedido que a él y a sus
compañeros les tocase la mitad que a los de Cajamarca. Como no se pusieron de
acuerdo, fue otro motivo para que ambos socios se distanciasen más, arrastrando
en sus diferencias a los soldados que estaban bajo el mando de cada uno de
ellos. Los que en Cajamarca se beneficiaron del repartimiento fueron el cura
Valverde, 65 de a caballo y 105 de infantería.
Ejecución de Atahualpa (26 de julio de 1.533)
Para crear un vínculo más cercano,
Atahualpa ofreció a Pizarro a su hermana favorita en matrimonio. Quispe Sisa
era hija del emperador inca Huayna Cápac. El conquistador la hizo bautizar como
Inés Huaylas y tuvo dos hijos con ella: una primera hija a la que llamó como su
padre, Francisca Pizarro Yupanqui, y Gonzalo, que murió joven.
Nunca estuvo en la mente del Gobernador
Francisco Pizarro, respetar la vida del Inca. Para continuar con su estrategia,
inventó rebeliones de los leales a Atahualpa, responsabilizándolo de actos de
traición.
Se le acusó de los delitos de
sublevación, poligamia, adoración de falsos ídolos y por haber ordenado
ejecutar a Huáscar. Además, se creía que había mandado un ejército para luchar
contra los españoles desde el sur hacia el norte comandado por el general
Calcuchimac. Se le ofreció ser quemado vivo o convertirse al cristianismo y ser
estrangulado, y eligió el estrangulamiento. Fue estrangulado en el poste,
después de que el sacerdote lo bautizara dándole el nombre cristiano de
Francisco. Esa noche miles de súbditos de Atahualpa se suicidaron para seguir a
su señor al otro mundo.
La sentencia a muerte, fue dada el
viernes 25 de julio de 1.533 y al día siguiente sábado 26 de julio, fue muerto
en la plaza de Cajamarca. Fue ejecutado el 26 de julio de 1.533. La
noticia de su muerte originó una gran anarquía, muchas etnias dominadas por los
incas se sublevaron e intentaron recuperar su independencia.
Muerte
de Atahualpa el 26 de julio de 1.533
Fue enterrado en la iglesia de
Cajamarca pero unos días después su cadáver desapareció misteriosamente;
probablemente sus súbditos lo rescataron para momificarlo y enterrarlo junto
con sus antepasados.
Funeral
de Atahualpa. Autor Luís Montero, museo de Lima
Muerto Atahualpa, terminó la dinastía
de los Incas, que gobernaron el Imperio (aunque Atahualpa, no fue reconocido
por las panacas reales cuzqueñas, los españoles lo consideraron Sapa Inca).
Para guardar las apariencias, y tener un seguro hasta la toma del Cuzco,
Francisco Pizarro, nombró otro Sapa Inca, que recayó en un hijo de Huayna
Cápac, duodécimo Sapa Inca del Imperio: Túpac Hualpa, y que los cronistas
españoles nombran como Toparpa, quien reconoció vasallaje al rey de España.
Conquista del imperio Inca
Viaje a Cuzco
Los españoles salieron de Cajamarca el
lunes 11 de agosto de 1.533 por la mañana. En el camino, se enteran del
asesinato de Guaritico, que era hermano de Atahualpa y de Túpac Huallpa
(Toparpa), éste era colaboracionista de los españoles y había salido antes que
Pizarro de Cajamarca y formaba su vanguardia en el viaje al Cuzco. Llegaron a
Huamachuco y después de reponer fuerzas por dos días, Pizarro envió una
avanzada al mando de Diego de Almagro, y posteriormente se reunieron en
Huaylas, donde permanecieron durante ocho días.
Continuaron su viaje al sur por
Andamarca, Corongo, Yungay, Huaraz, Recuay, Chiquián y llegaron a Cajatambo.
Allí, Pizarro reforzó su vanguardia y retaguardia, ante el temor de
levantamientos y ataques de los naturales, leales a Challcuchimac, que venía
con él y porque las llactas (ciudades) por donde pasaban, siempre estaban
abandonadas. En ese camino, Francisco Pizarro se enteró por informantes, que
los generales atahualpistas Yncorabaliba, Yguaparro y Mortay, habían estado
reclutando gente de guerra en Pumpu (Bombón). A partir de entonces quedaron
incomunicados, el Sapa Inca, Túpac Huallpa y Challcuchimac. El cronista Sancho
de la Hoz, dice que el motivo de esa rebelión era porque ellos “querían guerra con los cristianos,
porque veían la tierra ganada por los españoles y querían gobernarla ellos”.
Tomando el camino de Oyón, se enteran
que a cinco leguas de Xauxa había gente de guerra para destruirla y para que
los españoles no encontraran nada. Llegaron a Tarma, sin encontrar resistencia.
En esa llacta, pasaron la noche. Al amanecer reemprendieron la marcha hacia
Xauxa. A dos leguas de Xauxa, Pizarro dividió su ejército. Cerca, se da cuenta
que la llacta estaba íntegra y no sólo eso, sino que tuvieron un recibimiento
cordial, “celebrando su
venida, porque con ella pensaban que saldrían de la esclavitud en que les tenía
gente extranjera”. Entrando en
Xauxa, encontraron levantado al general Yukra Huallpa, dejado allí por
Challcuchimac, antes de su captura. El enfrentamiento fue una atroz matanza de
indios; los españoles con sus armas, perros dogos e indios auxiliares,
emboscaron a las tropas de Yukra Huallpa, haciendo una matanza; como dicha
tropa fuera dejada por Challcuchimac, eran partidarios de Atahualpa. Esta tropa
inca, había sido enviada por los generales Yncorabaliba, Yguaparro y Mortay,
que se encontraban con el grueso de su ejército a 6 leguas de Xauxa y en
permanente contacto con el ejército de Quízquiz, que se hallaba en el Cuzco.
Enterado Francisco Pizarro, envió una tropa a hacerles frente, pero los incas
los hicieronn retroceder. Pizarro ante esto pretendió atacar por sorpresa a la
tropa inca; pero es engañado y cuando quiere continuar hacia el Cuzco, se dio
cuenta que los puentes estratégicos, habían sido cortados.
Francisco Pizarro, fundó la ciudad de
Jauja, muy cerca de la Xauxa inca, dejó en ella a 80 españoles, al tesorero de
su Majestad y a un lugarteniente como su representante. En esta ciudad murió
misteriosamente Túpac Huallpa.
Muerto Túpac Huallpa, Pizarro convocó a
Challcuchimac y otros nobles colaboracionistas que viajaban con él, para que
propusieran al nuevo Sapa Inca “títere”. En esta reunión y frente al enemigo
común, nuevamente se notan las diferencias entre huascaristas y atahualpistas,
lo que fue explotado hábilmente por Francisco Pizarro. Challcuchimac, propuso a
Aticoc, hijo quiteño de Atahualpa, mientras que los nobles colaboracionistas
cuzqueños propusieron a un hermano del Sapa Inca muerto, pero de origen
cuzqueño. Como estaban cerca del Cuzco, Pizarro hábilmente, se decide por el
Inca de origen cuzqueño.
Mientras los colaboracionistas nobles,
buscaban a este hermano cuzqueño del Sapa Inca asesinado, Pizarro envió
expediciones a la costa, con la finalidad de encontrar lugares idóneos para
instalar puertos marítimos, y esperando los resultados, se quedó en Xauxa.
Entre tanto, envió otra tropilla con rumbo al Cuzco, a fin de que fueran
reponiendo los puentes que estuvieran cortados. Los españoles, en su viaje por
todo el valle del Mantaro, fueron constantemente ayudados por los huancas.
Entraron a Tarcos, una llacta entre Xauxa y Vilcas, el 31 de octubre de 1.533.
En Vilcas se enfrentaron a los incas, en una feroz batalla, que a pesar de la
superioridad numérica, los incas perdieron, por la superioridad de las armas
españolas, con gran matanza entre los indios.
Continuó Pizarro su viaje hacia el
Cuzco, cuando recibe la noticia de Hernando de Soto, que el general inca
Narabaliba, se encontraba con una tropa de 2.000 soldados, enviados por
Quízquiz en Andabailla (Andahuaylas).
Batalla
entre conquistadores e incas
Algo que contribuyó a debilitar los
ataques de los incas, en este tramo del viaje hacia el Cuzco, fue el hecho que
tuvieran como rehén al general Challcuchimac, hombre muy querido por sus
tropas. Temían la represalia de Pizarro y la muerte del valiente general
atahualpista.
Pizarro entró en Andahuaylas
(Anadabailla, para los españoles), sin ser molestado, pasó la noche y al día
siguiente continuaron hasta Curamba o Airamba, en donde encontraron dos
caballos muertos. Esto preocupó al gobernador sobre la suerte de Hernando de
Soto y su tropa. Después de la entrada a Andahuaylas y del hallazgo de los
caballos, Pizarro recibió la noticia que Hernando de Soto, se encontraba en el
camino al Cuzco, que estaba bloqueado, pero que no había tropas incas y que los
caballos habían muerto de “tanto calentarse y enfriarse”.
Tras dejar a Andahuaylas, Pizarro
continuó su viaje hacia el Cuzco y encontrándose en un río, recibe la noticia
de un enfrentamiento de su vanguardia con los rebeldes incas.
Lo que había pasado era que Hernando de Soto, en su avance con la vanguardia
hacia el Cuzco, tras vadear un río, al que habían cortado los puentes, se
encontró con tropa imperial, que le hizo frente. Esta tropa pertenecía al
ejército imperial de Quízquiz. Los incas, se habían dado cuenta, que los
españoles, estaban cansados, al igual que sus caballos y perros, por lo que de
“mutu propio”, a veces sin órdenes de Quizquiz, atacaban a los españoles. Tras
el vadeo del río, al subir la cuesta, fueron atacados por los indios, que
presionaron con tanta fuerza que mataron a cinco jinetes españoles. “A cinco
cristianos cuyos caballos no pudieron subir a lo alto, cargó tanto la
muchedumbre, que a dos de ellos les fue imposible apearse y los mataron encima
de sus caballos…”; “les abrieron a todos la cabeza por medio, con sus
hachas y porras”; “…hirieron diez y ocho caballos y seis cristianos;
pero no de heridas peligrosas, que sólo un caballo de éstos murió”.
Despues de este ataque, los incas se
fueron a una colina cercana, esperando el enfrentamiento franco, “casi
concertado, esperando siempre un arreglo amistoso”, costumbre de la
guerra andina; mientras que Hernando de Soto, recurrió al engaño, al fingir que
se refugiaba en un llano, aparentando huir, mientras que una parte de la tropa
imperial, los perseguía a hondazos, hasta que una vez que los hubieron alejado
lo suficiente del grueso de las tropas incas, preparó la caballería y arremetió
contra ellos, aniquilándolos.
Cuando el grueso del ejército inca vio
esto, se retiró, pero acamparon muy cerca ambos ejércitos, se podían oír las
voces de los enemigos. La llegada inesperada de Diego de Almagro, con 40
jinetes, hizo que los indios se retiraran, sin presentar batalla. Juntos,
Hernando de Soto y Diego de Almagro continuaron viaje hacia el Cuzco, cuando
fueron informados de la presencia de una tropa inca, que había enviado el
general Quízquiz, por lo que optaron por atrincherarse en una llacta,
en donde esperaron a Francisco Pizarro.
Enterado de estos hechos, Francisco
Pizarro, sospechó que todos sus movimientos eran espiados y que el general
Challcuchimac, era el que enviaba dichos informes a las tropas incas.
Continuando el camino y estando ya cerca del Cuzco, Diego de Almagro, se
presentó en el campamento del gobernador y continuaron hasta donde se
encontraba Hernando de Soto. Unidos así, siguieron ese mismo día, a “Sachisagagna
(Xaquixaguana), Sacsahuana o Jaquijahuana), donde acamparon”.
Diego de Almagro y Hernando de Soto,
estuvieron de acuerdo con Francisco Pizarro, que todas las cosas que les
estaban pasando, eran producto de la perdida de confiaza de Challcuchimac, y lo
condenaron a muerte quemado vivo. “El religioso trataba de persuadirlo a que se
hiciera cristiano diciéndole que los que se bautizaban, pero él no quiso ser
cristiano diciendo que no sabía que cosa fuese esa ley y comenzó a invocar a
Paccamaca (Pachacámac) y al capitán Quízquiz que vinieran a socorrerlo“.
Murió en la plaza de Sachisagagna, quemado vivo.
El 14 de noviembre de 1.533, se
presentó en el campamento de Francisco Pizarro, de Xaquixaguana, Manco Inca
Yupanqui, hijo de Huayna Cápac, de ascendencia cuzqueña, que había andado
siempre fugitivo de las huestes de Atahualpa.
Encuentro de Francisco
Pizarro con Manco Inca el 14 de noviembre de 1.533
Manco Inca Yupanqui, llamado también
Manco II, era uno de los 500 hijos de Huàyna Capac que en su mayoría fueron
masacrados por Atahualpa para no tener rivales al trono. También masacró a los
partidarios de su hermano Huáscar. Por ello, Manco tuvo que huir y, como muchos
incas partidarios de Huáscar, vio a los españoles como unos salvadores enviados
por los dioses. Luchó junto a ellos en las batallas de Cuzco y en los
saqueos más importantes. También continuó la lucha contra el ejército quiteño
de Quiz-Quiz al que derrotó y obligó a huir de la zona de Jauja.
Fue nominado Sapa Inca pizarrista al
poco tiempo de morir Túpac Huallpa (Toparpa). Su ascenso a Sapa Inca títere,
fue pactado en el encuentro que tuvo con Pizarro en Jaquijahuana. Su
reconocimiento y colocación de la mascapaycha (corona símbolo
del poder) se produjo en el Cuzco ocupado. Fiel a los términos del compromiso
adquirido, al principio colaboró en todo con Pizarro.
La adhesión de Manco Inca Yupanqui o
Manco Cápac II, a los españoles, adicionó más tropas incas al lado de Francisco
Pizarro; este inesperado apoyo, influyó en el ánimo del conquistador para
entrar al Cuzco, presentando batalla a las huestes de Quízquiz.
Sin obstáculos, entró al Cuzco el
conquistador Francisco Pizarro, con Manco Inca y las huestes españolas e incas
huascaristas.
Pizarro, entre tanto, al no ser
hostilizado cuando tomó el Cuzco, organizó otro ejército con gente de Manco
Inca Yupanqui que logró reunir “cinco mil guerreros”. Pizarro ordenó a Hernando
de Soto, que apoye a dicha tropa india con 50 de a caballo, saliendo del Cuzco
para presentar batalla a Quízquiz a 5 leguas de la ciudad, en donde estaba su
campamento. En la localidad de Sapi, se enfrentaron ambos ejércitos, de donde
salió victoriosa la tropa combinada de Manco Inca Yupanqui, pero sin poder
derrotarlo.
Después de esta batalla, regresaron al
Cuzco. El general Paullu Inca, que comandaba las tropas de Manco Inca,
persiguió al ejército de Quízquiz, siendo derrotados en esa persecución; en el
Cuzco se recibió la noticia “que les habían matado mil indios”.
Entre tanto Manco Inca Yupanqui solicitó a los curacas “gente de
guerra”, y en menos de diez días, tenía en el Cuzco un ejército de
10.000 guerreros.
Pero la armonía entre Francisco Pizarro
y Manco Inca Yupanqui duró muy poco. No por culpa de él sino de los españoles,
hasta que llegó Hernando Pizarro de España y lo puso en libertad en febrero de
1.536; pero sin que pudiera salir de Cuzco.
Batalla de Sacsayhuamán (16 de mayo de 1.536)
Pese a las órdenes de Francisco Pizarro
de dar un trato óptimo a la población local, y uno digno de un emperador a
Manco Inca, el trato vejatorio de los hermanos del trujillano hacia estos era
habitual, lo que provocó que el emperador intentara escapar de la ciudad en
cuanto tenía la mas mínima oportunidad. Tras varios intentos de fuga, los
hermanos Pizarro recluyeron a Manco Inca en su palacio, generando una situación
hostil entre los indios, llegando a haber revueltas causadas por diversos
grupos indígenas de la serranía.
Todo esto coincidía con la llegada al
territorio de las Cédulas Reales que otorgaban a Almagro legitimidad sobre
Cuzco.
Con la llegada de Hernando Pizarro a
Cuzco, se puso en “libertad vigilada” a Manco Inca, que tras embaucar a los
hermanos del clan al revelar el paradero de un ídolo de oro de unos 80
centímetros. Evidentemente picaron en el anzuelo y permitió partir al inca,
pero éste no fue a buscar esos ficticios tesoros, sino que marchó directamente
al valle de Yucay donde el sumo sacerdote Villac Umu estaba
esperándole para atacar a los españoles era el mes de abril de 1.536.
Los intentos de búsqueda y persecución
del Emperador fueron fallidos, pues inmediatamente, según nos cuentan los
cronistas, este logró reunir a unos 200.000 indios que se levantaron en todo el
imperio Inca.
Su primera acción militar fue sitiar el
Cuzco el 3 de mayo de 1.536 con 20.000 hombres, al mismo tiempo tambien fue
sitiada la recién creada Ciudad de los Reyes o Lima defendida por Francisco
Pizarro.
Cuzco estaba ocupada por 200 españoles
dirigidos por los hermanos Gonzalo, Hernando y Juan Pizarro junto con nativos
de Nicaragua, Guatemala, chachapoyas y cañaris que no
sumarían ni un par de miles de hombres.
Los quechúas conocían ya las tácticas
de los españoles y sabían como enfrentarlas. Tenían que evitar sobre todo el
ataque de la caballería, que era el arma que más temían.
Un día, la fortaleza quedó desprotegida la fortaleza de Sacsayhuamán por parte
de los españoles, quienes habían dejado su cuidado a los indios cañaris.
El momento fue aprovechado por las huestes de Manco Inca que procedieron a
asaltar la fortaleza, tras intensos días de combates los nativos tomaron la
fortaleza de desde la que se dominaba toda la ciudad del Cuzco poniéndola en
evidente peligro. Desde allí se inició lo que sería el sitio del Cuzco, que
duraría varios días y en el cual las tropas atacantes eran entre 20.000 y
30.000 hombres, mientras que la ciudad era defendida por 180 españoles y 15.000
indios cañaris y chachapoyas, entre otros).
Durante estos primeros días, y gracias
a su superioridad numérica, tomaron Cuzco y levantaron una serie de empalizadas
en la ciudad para evitar las cargas de caballería. A su vez, los españoles y
sus aliados indígenas se parapetaron en los palacios y principales plazas del
centro de la ciudad.
Hernando Pizarro reagrupó a sus hombres
y consultó con Páscac Inca, hermano de Huayna Cápac y tío del en ese momento
emperador Inca en el exilio Manco Capac II, acerca de como tomar la fortaleza.
Inmediatamente, el capitán español dirige a sus tropas hacia el camino a la
recién fundada ciudad de los Reyes (Lima), con lo cual los indios pensaron que
los españoles emprendían la huida, saliendo de prisa en su persecución. Sin
embargo, Hernando, hábilmente, maniobró en dirección de la fortaleza, llegando
a ella tras eliminar a cuanto cuzqueño tratara de cerrarle el paso.
Batalla
de Sacsayhuamán 16 de mayo de 1.536. Hernando Pizarro fingió una retirada de
Cuzco y cuando los incas lo persiguieron, dió media vuelta y contraatacó
persiguiéndoles hasta la fortaleza.
Una vez roto el cerco, impetuosamente se
dirigió el ataque a la fortaleza, chocando muchas veces con las enormes
murallas del complejo. En la recia lucha cayó muerto Juan Pizarro, hermano de
Francisco y Hernando, como consecuencia de una fuerte pedrada arrojada desde
uno de los torreones de la fortaleza. Muchos españoles cayeron de la misma
forma y tuvieron que ser retirados de la lucha en dirección al Cuzco.
Asedio
de Sacsayhuamán 1.536. Juan Pizarro muere de una pedrada durante el asalto a la
fortaleza. Autor Adam Hook.
La lucha había sido tan intensa que
comenzó a disminuir el número de flechas y piedras que llovían desde la
fortaleza. El agua, así mismo, empezó a escasear y el ánimo de los cuzqueños
comenzó a decaer. El Sumo sacerdote inca Willaq Uma dispuso que se abandone la
lucha, pero muchos capitanes decidieron permanecer ahí.
Los españoles apreciaron que un gran
número de soldados se retiraban, por lo que presionaron con mayor continuidad
hasta ganar las terrazas y llegar a los torreones de la fortaleza. A la hora de
llegar al segundo torreón llamado Muyucmarca, se toparon con un capitán
cuzqueño llamado “Cahuide”que iba de un lado a otro de la torre con un escudo
en una mano y un mazo en la otra, atacando a cualquier enemigo que trataba de
trepar por escaleras o arrojando del lugar a sus compañeros si es que estos
caían en la desesperación. Entonces, cuando Pizarro gritó para que lo tomen por
prisionero, reconociendo su valor, el guerrero arrojó sus armas contra sus
adversarios y, envolviéndose en su manto, “se arrojó al vacío donde murió al esnafrarse“
Finalmente, Hernando consiguió retomar
el control de la fortaleza, con lo que se contuvo en algo el ímpetu de los
sitiadores, más no la intención, puesto que el acecho al Cuzco siguió por
muchos meses más desde la fortaleza de Ollantaytambo.
Ataque inca a Lima
El levantamiento de Manco Inca en Cuzco
habría resultado ser un fracaso si no hubiera planeado una sublevación general en
prácticamente todo el territorio de la gobernación de Nueva Castilla, ya que
las tropas españolas habrían aunado fuerzas para ir sofocando cada una de las
rebeliones. Por lo tanto, el siguiente objetivo militar del emperador iba a ser
la ciudad de residencia del gobernador, Lima.
Ante la preocupante situación de no
recibir noticias de Cuzco, Francisco Pizarro envió a Pedro de Lerma con un
cuerpo auxiliar indígena y una serie de jinetes que, tras haber recorrido dos
leguas de costa, se cercioraron de que una gran cantidad de indios hostiles se
dirigían hacia la ciudad capitaneada por Tizo-Yupanqui. Estos, divididos en
tres columnas, envolvieron rápidamente la ciudad y se dispusieron en los cerros
de alrededor, donde podían protegerse de una carga de caballería.
No obstante, el sitio de Lima no tendrá
el mismo resultado que el de Cuzco. En primer lugar, la Ciudad de los Reyes
tenía salida al mar, lo que permitió a Pizarro establecer una serie de
comunicaciones vía naval para pedir auxilio a las diferentes gobernaciones de
América, entre las que se encontraba la de Nueva España de Fernando Cortés.
Asimismo, al prever la llegada de
tropas indígenas, las tropas españolas pudieron prepararse con mayor antelación
para defenderse del ataque inca. Finalmente, durante el sexto día, y tras
producirse una serie de escaramuzas, el general inca, Tizo-Yupanqui, ordenó a
sus tropas entrar en la ciudad con la formación típica de batalla indígena. Sin
embargo, estas fueron sorprendidas por la caballería castellana, que se había
ocultado en las primeras casas esperando a que los indígenas hicieran entrada
en la ciudad para emboscarles. Los españoles estaban capitaneados por el
mismísimo Pizarro que, espada en mano, se lanzó raudo y valiente al combate,
factor que propició que la moral de las tropas se mantuviera alta. Durante el
combate, el mismísimo Tizo-Yupanqui fue abatido, hecho que causó la retirada de
las tropas incas al monte de San Cristóbal, donde habían aguardado la batalla
previamente.
Defensa
española de la ciudad de Lima 1.536. Los españoles dejaron entrar a los incas
en la ciudad y contraatacaron cuando estaban dentro
Pizarro organizó además una expedición
bajo las órdenes de Pedro de Agüero y Hernando de Montenegro para perseguir a
los indios huidos, la cual contó con la ayuda exterior de Alonso de Alvarado,
que encabezó una brutal expedición de castigo contra los indígenas. Además,
llegaron más refuerzos desde la zona del Istmo, América Central y las Antillas.
También encomendó una expedición a
Alvarado con 500 hombres para socorrer Cuzco y pacificara todos los territorios
que se encontraba en su camino. Este se detuvo en Jauja durante cinco meses
debido al cansancio que sus tropas arrastraban por el viaje y las diferentes
batallas con los indios. Este fue un hecho significativo en la contienda civil,
pues si Alvarado hubiese llegado a la ciudad antes que Almagro, la guerra
habría tomado otro curso.
Acciones posteriores de
Manco Inca
Con la llegada de las tropas de Almagro
desde Chile, Manco Inca se retiró a Ollantaytambo para pasar de allí hacia
Vilcabamba. Desde allí, e invitado por los antis, marchó hacia Chachapoyas,
derrotando en Ongoy a un ejército español que intentó sorprenderlo, obteniendo
una aplastante victoria en la que solo se salvaron dos cristianos.
El Inca mandó a someter y castigar a
los huancas por haberse aliado a los españoles, para lo cual mandó expediciones
de castigo que acabaron vencidas por la coalición huanco-española. Enfurecido
el Inca, marchó el mismo saliendo de Sapallanga matando a todos los que
encontró en reñidos combates en el camino. Llegó a Jauja, la Grande, donde se
produjo un gran combate en el que tropas españolas participaron al lado de los
huancas. Tras dos días de combate, el Inca venció al ejército enemigo matando
50 españoles y miles de aliados huancas. Tras estas acciones de castigo en el
valle del Mantaro, Manco Inca regresó al sur donde mandó sacar al ídolo huanca,
llamado Varihuillca, y echarlo al río Mantaro, cumpliendo de esta forma su
venganza.
Después de terminada la campaña huanca,
el Inca pasó a Pillcosuni, donde en Yeñupay derrotó y puso en fuga a una
expedición española. Después de producida la batalla de las
Salinas el 6 de abril de 1.538 en la que Pizarro derrotó a los
almagristas, Manco Inca regresó a Vilcabamba y Victos, donde puso espías y
atalayas en los caminos que llevan a esa región, enterándose de que una gran
expedición iba en su búsqueda al mando de Gonzalo Pizarro y con la compañía de
sus traidores hermanos, Paullo, Inguill y Huaspar. Salió Manco a defender el
paso y para mejor cumplir socupó una pequeña fortaleza de piedra junto a un
río.
La lucha fue tan tenaz como ardua,
prolongándose durante 10 días. En la refriega cayeron presos de Manco Inca sus
hermanos Inguill y Huaspar, y pese a las suplicas de la coya Curi Ocllo, los
decapitó diciendo: “más justo es que
corte yo sus cabezas que no llevar ellos la mía”.
Se reanudó la lucha con furor y los
españoles lograron capturar la fortaleza. Acosado por sus enemigos, Manco Inca
tubo lanzarse al río y atravesarlo a nado, ganando la otra orilla para gritar a
sus burlados adversarios desde ella: “Yo soy
Manco Inca, yo soy Manco Inca”, para desconcertarlos y que lo dejasen de
buscar, pero no pudo impedir que capturasen a su esposa la Coya y al general
Cusi Rimanchi.
Los vencedores partieron inmediatamente
a Cuzco y, estando descansando en Pampacona, algunos quisieron violar a la Coya
pero ella se defendió cubriéndose con “cosas hediondas y de desprecio”, por lo que el abuso no se consumó.
Así llegaron al pueblo de Tambo, donde para vengarse de su marido entendieron
más provechoso matar a Coya, lo que hicieron los ballesteros asaeteándola.
También sirvió la ocasión para encender varias hogueras y matar en ellas al
valeroso Villac Umu y a los generales Tisoc, Taipi, Tangui, Huallpa, Urca
Huaranga y Atoc Supi; días después estando ya en Yucay, los españoles quemaron
a Ozcoc y Curi Atao, también caudillos de la rebelión incaica, en mayo de
1.539.
Vuelto el Inca a Vilcabamba, hizo sacar
de Cusco a su hijo Titu Cusi Yupanqui y a la madre de este, recibiéndoles en
Victos en 1.541. Estando en Victos llegaron 7 almagristas sobrevivientes de las
Salinas, suplicando servir al Inca a perpetuidad si este protegía sus vidas.
Aceptó Manco Inca a tomarlos como vasallos para aprender mejor los usos de la
guerra entre los españoles, por lo que pronto se supo que ningún indio los
debería tocar siendo establecidos como criados y amigos del Inca. Pronto los
españoles alcanzaron amistad con el monarca, enseñándole a este y a su corte a
perfeccionar sus conocimientos sobre los caballos y aprendiendo a su vez los
juegos de bolos y el herrón.
En 1.545 (algunos sostienen que fue en 1.544), Alonso de Toro, teniente
gobernador de Cuzco ofreció una oportunidad a
los almagristas que habían traicionado a España. Les dijo que si
mataban a Manco Inca les perdonarían, y ellos aceptaron; por lo que un día a
primeros de 1.545, en Vilcabamba, los siete almagristas asesinaron a Manco
Inca delante de su hijo, Titu Cusi Yupanqui. Le sucedió su segundo hijo,
Sayri Túpac, quien renunció y dejó el trono a su hermano mayor (hijo mayor de
Manco Inca) llamado Titu Cusi Yupanqui y cuando este murió le dejó el trono a
su hermano llamado Túpac Amaru I. Los cuatro incas de Vilcabamba fueron de la
familia de Manco Inca.
Guerra civil entre conquistadores
Disputa de Cuzco
La capitulación de Toledo, firmada el
26 de julio de 1.529, sentó las bases jurisdiccionales de los territorios
conquistados por Pizarro y Almagro, siendo ampliada después por la Real Cédula
del 21 de mayo de 1.534. En ella se establecía dos gobernaciones: para Pizarro
la gobernación de Nueva Castilla, que comenzaba en el norte en el pueblo de
Teninpulla o Santiago (al norte del actual Ecuador) y se extendía 270 leguas
hacia el sur. Y para Almagro, la gobernación de Nueva Toledo, que se extendía
inmediatamente al sur de la Nueva Castilla, extendiéndose en 200 leguas.
Repartición
de América del Sur según las reales Células de 1.529 y 1.534
En teoría, no debía haber problemas en
determinar exactamente donde terminaba la Nueva Castilla y donde comenzaba la
Nueva Toledo, pero estalló entonces la controversia: mientras Almagro sostenía
que las mediciones de las 270 leguas de la Nueva Castilla debía hacerse
siguiendo las sinuosidades de las costas, con sus golfos y caletas, en cambio
Pizarro sostenía que debía hacerse siguiendo la línea del meridiano. De acuerdo
a la tesis de Almagro, la gobernación de Nueva Castilla terminaba al norte de
Lima, y de acuerdo a la de Pizarro, terminaba al sur del Cuzco. Consultada la
Corona española, esta daría la razón a Pizarro, pero su resolución llegaría muy
tarde.
Convencido de su tesis, Almagro se
dispuso a ocupar Cuzco en 1.535, alentado por sus partidarios. La guerra civil
habría estallado entonces, de no ser que el astuto Pizarro convenciera a su
socio a que marchara a la conquista de Chile, situada al sur de su gobernación,
pues se decía que era una tierra donde abundaban los metales preciosos y donde
hallaría, presumiblemente, un segundo Cuzco. Almagro emprendió entonces la
expedición a Chile, partiendo del Cuzco el 3 de julio de 1.535. El viaje por
Chile fue duro y penoso, no encontrando nada de valor, a pesar de haber llegado
hasta la altura del actual Valparaíso. En su mayor parte era un territorio
desértico, poblado de indios belicosos. Esta expedición duró alrededor de dos
años, y terminó en 1.537, con el retorno de Almagro y los restos de sus tropas,
que descansaron en Arequipa, antes de marchar hacia el Cuzco.
Captura del Cuzco y batalla de Abancay
De vuelta en el Perú, Almagro se enteró
del levantamiento de Manco Inca (llamado por los españoles Manco II). Por un
lado, desalentado por los resultados de su viaje a Chile, y por otro, creyendo
que estaba dentro de su gobernación, decidió tomar la ciudad del Cuzco. Y lo
hizo en los precisos momentos en que los hermanos Gonzalo y a Hernando Pizarro
acababan de romper el cerco del Cuzco de Manco Inca. Era el 8 de abril de
1.537. Almagro apresó a Gonzalo y Hernando y se proclamó gobernador del Cuzco.
Creyendo que aún continuaba el cerco
incaico del Cuzco, envió a Alonso de Alvarado con 500 soldados españoles, con
la misión de pacificar toda la región y apoyar a los españoles que aún
estuvieran defendiéndose en el Cuzco. Para segundo en el mando fue designado
Pedro de Lerma, quien defraudado ya que esperaba ser nombrado jefe de la
expedición.
En la madrugada del 12 de julio de
1.537, Rodrigo Orgóñez, lugarteniente de Almagro, planeó sorprender a las
fuerzas de Alvarado. Contaba con el valiosísimo apoyo de 10.000 soldados
incaicos comandados por Paullu Inca (a quien Almagro proclamó Inca en una
ceremonia especial para oponerlo a Manco Inca). En la madrugada del 12 de julio
de 1.537, aún bajo la oscuridad, Orgóñez atravesó con su caballería el vado
principal del río; la corriente era muy rápida y algunos de sus hombres
murieron ahogados. Él mismo recibió una pedrada en la boca al saltar a la
orilla opuesta, pero no se desanimó, y alentando a los suyos, arrolló con furia
a la gente de Juan Pérez de Guevara que defendía el otro lado. Pronto, los
partidarios de Lerma se unieron a los almagristas, según lo acordado, y
entonces los hombres de Alvarado, no pudiendo distinguir a los amigos de los
adversarios, se vieron en confusión total. Alertado del ataque, Alvarado se
apresuró a ir en auxilio de los suyos. Almagro aprovechó entonces la ocasión
para asaltar el puente que defendía Gómez de Tordoya, cuyos soldados se
dispersaron sin oponer resistencia seria. Enseguida, Almagro cayó sobre la
retaguardia de Alvarado, quedando éste acorralado. Aunque Alvarado trató de
alentar a los suyos, fue en vano pues unos huyeron y otros se rindieron; él
mismo intentó huir, pero fue alcanzado y apresado.
Orgóñez quiso decapitarlo pero Almagro
se opuso. Alvarado permaneció prisionero en el Cuzco; poco después se fugaría.
El encuentro fue breve. Los vencedores festejaron ruidosamente el triunfo que
tan pocas vidas les había costado: de los pizarristas murieron 3 ó 4, mientras
que los almagristas tuvieron similar número de bajas, gente que se ahogó en el
cruce del Abancay. Rara vez en los anales de la historia militar se vio un
triunfo donde un ejército tomase prisionero a otro de similar número.
Una vez que ocupó el Cuzco, Almagro,
aconsejado por algunos partidarios, se fijó en Lima, la ciudad que Pizarro
fundara para ser la capital de su gobernación. Llevando preso a Hernando
Pizarro, Almagro salió del Cuzco y bajó a la costa, con rumbo hacia Lima,
aunque cometió el error de dejar a Gonzalo Pizarro y a Alonso de Alvarado,
quienes no tardaron en escaparse de la prisión.
Fundación de Chincha y
negociaciones con Pizarro
En su trayecto hacia Lima por la costa
del sur, Almagro fundó la Villa de Almagro, en el valle de Chincha, a fines de
agosto de 1.537, con la intención de convertirla en la capital de su
Gobernación de Nueva Toledo. Posteriormente, esa capital sería trasladada más
al sur, a Sangallán, en la provincia de Pisco, actual región de Ica. En medio
de los festejos de la fundación, Almagro se enteró de la huida de Gonzalo y de
Alonso de Alvarado; entonces pensó seriamente en ejecutar a Hernando Pizarro,
tal como lo venía aconsejando su lugarteniente Rodrigo Orgóñez, pero no lo hizo
pues por entonces le llegaron unas cartas de Francisco Pizarro, invitándolo a
solucionar pacíficamente el conflicto, lo cual aceptó. Ambos gobernadores se
sometieron al arbitraje del fraile mercedario Francisco de Bobadilla y se
encontraron en el pueblo de Mala (sur de Lima), el 13 de noviembre de 1.537. Se
armó una discusión que terminó en un altercado; finalmente, temiendo un
atentado, Almagro montó su caballo y regresó a Chincha. Bobadilla quedó
entonces en libertad de dictar su fallo en el litigio en ausencia de una de las
partes, pero antes encargó hacer las mediciones correspondientes a unos pilotos
de mar, luego de las cuales quedó convencido de que los pizarristas tenían la
razón: que el Cuzco no pertenecía a la jurisdicción de Almagro. Por ende, falló
ordenando el cese de hostilidades y obligando a Almagro abandonar el Cuzco y
liberar a Hernando.
Dicho fallo enfureció a los
almagristas, quienes exigieron su jefe que decapitara a Hernando. Pero entonces
intervino Francisco Pizarro, quien, al ver que el fallo le era enteramente
favorable y que no contentaría jamás a Almagro, astutamente sugirió acordar una
tregua, aceptando que Diego de Almagro siguiera siendo gobernador del Cuzco
hasta la llegada de un emisario del rey Carlos I, quien ventilaría
definitivamente el asunto; a cambio de esta concesión, suplicó a Almagro que
dejara en libertad a su hermano Hernando, comprometiéndose enviarlo a España
antes de cumplirse seis semanas. Creyendo de buena fe las promesas de su viejo
socio de la conquista, Diego de Almagro aceptó y soltó a Hernando, lo que
constituyó un grave error que le costaría la vida.
Batalla de las Salinas o de Cachipampa (6 de
abril de 1.538)
En efecto, Francisco Pizarro, antes de
retornar a Lima, en vez de ordenar a Hernando Pizarro viajar a España, lo mandó
de retorno al Cuzco, con el pretexto de someter a las fuerzas rebeldes de Manco
Inca. En realidad iba con el propósito de recapturar el Cuzco de manos de los
almagristas.
Encabezando una nutrida tropa de
soldados leales a los Pizarro, Hernando avanzó a marchas forzadas subiendo
hacia la sierra. Almagro comprendió entonces que no le quedaba otra salida sino
la guerra, y se dirigió también a la sierra, para defender lo que consideraba
de su propiedad; como se hallaba muy enfermo (posiblemente de sífilis), dejó la
dirección de la campaña a su lugarteniente Rodrigo Orgóñez, nombrado mariscal.
Éste ordenó a sus hombres que se hicieran fuertes en los pasos del Huaytará
(actual región Huancavelica), una sierra alta y áspera donde con pocos
efectivos era factible impedir el avance de los pizarristas. Sin embargo, los
almagristas descuidaron la defensa, y Hernando logró mediante un rodeo ganar el
otro lado de la sierra. Apenado por tal revés, Almagro y sus tropas se
dirigieron a marchas forzadas hacia el Cuzco, para defenderla del avance
pizarrista.
Sin embargo, los hermanos Pizarro no se
dirigieron de inmediato al Cuzco, sino que bajaron al valle de Ica, a fin de
reabastecer y reanimar a sus tropas, muy afectadas por la altura. Francisco
Pizarro, cuya edad ya no le permitía bregar en una campaña militar tan
exigente, se retiró a Lima, dejando en sus hermanos Hernando y Gonzalo la
conducción de la guerra. Una vez listo, Hernando Pizarro reemprendió la marcha
hacia el Cuzco: tomó la ruta por Lucanas y Aymaraes, y sin mayor contratiempo,
llegaron a las cercanías del Cuzco, en abril de 1.538. Unos días antes Almagro había
entrado en la ciudad, preparando su defensa.
Ambos ejércitos se encontraron a cinco
km al sur del Cuzco, el 6 de abril de 1.538, en un lugar conocido como
Cachipampa o la pampa de las Salinas por hallarse allí una fuente de agua
salada que los lugareños dejaban decantar para obtener sal. Se libró la batalla de las Salinas o de
Cachipampa.
Las tropas de Almagro fueron
derrotadas, pereciendo en el campo el mariscal Ordóñez. Almagro en litera
contempló de lejos la derrota de sus tropas, huyó al Cuzco, y se refugió en uno
de los torreones de Sacsayhuamán, pero fue tomado prisionero por Alonso de
Alvarado y condenado a muerte. Almagro suplicó por su vida, a lo cual respondió
uno de los hermanos de Pizarro, Hernando, diciendo: “Sois caballero y tenéis un nombre
ilustre; no mostréis flaqueza; me maravillo de que un hombre de vuestro ánimo
tema tanto a la muerte. Confesaos, porque vuestra muerte no tiene remedio”. Finalmente, fue ejecutado el 8 de
julio de 1.538 en la cárcel por estrangulamiento de torniquete y su cadáver
decapitado en la Plaza Mayor de Cuzco ese mismo día.
Mientras tanto Pizarro en Lima sufrió
también el cerco de dicha ciudad por parte de Quizu Yupanqui, general y
pariente de Manco Inca, quien tras estar a punto de tomar la capital fue muerto
en batalla. La victoria de Pizarro en Lima se debió a su estratégica alianza
con los señores étnicos enemigos de los incas. En este caso en particular
destacó la alianza con la cacique de Huaylas. Estos acudieron a Lima con 5.000
hombres, quienes pelearon junto a los españoles en la defensa de Lima frente al
cerco y ataque de Quizu Yupanqui.
Pizarro despojó de sus tierras al hijo
de Almagro y le cerró el acceso al cargo que había ostentado su padre,
gobernador de Chile.
Tras la muerte de Almagro, Pizarro se dedicó
a consolidar la colonia y a fomentar las actividades colonizadoras (envía a su
hermano Gonzalo a Quito y a Pedro de Valdivia a Chile)
Muerte de Francisco Pizarro
Los partidarios de Almagro se agruparon
en torno a su hijo Almagro el Mozo, con el fin de acabar con el gobierno de
Pizarro amenazando con matarlo. Los doce almagristas, comandados por Juan de
Rada iniciaron un complot con el que se abastecieron de armas.
La mañana del domingo 26 de junio de
1.541, enterada de que su vida corría peligro, Pizarro no salió a la misa
dominical de la Catedral y la oyó en su casa. Después de la misa, los
almagristas lo buscaron en la catedral, y después cruzaron la plaza en
dirección al palacio del Marqués Gobernador gritando: “Viva el Rey, muera el tirano“. Pizarro, quien se encontraba
almorzando con un grupo de amigos, logró ser advertido con poco tiempo de que
el grupo estaba a las puertas de su residencia, por lo que dejó el comedor y
pasó a armarse a su dormitorio. Cuando regresó al comedor, sus invitados ya
habían huido y solo quedaban su medio hermano, Francisco Martín de Alcántara,
Gómez de Luna y los pajes Tordoya y Vargas.
Los almagristas asesinaron al
conquistador extremeño. Pizarro tenía 65 años de edad, murió con al menos 20
heridas de espada. En posteriores estudios,
el antropólogo forense Edwin Greenwich ha defendido que por las
evidencias se puede afirmar que “Pizarro se defendió bravamente” e incluso su rostro quedó
desfigurado: recibió una estocada que indica que le vaciaron el ojo izquierdo y
otro corte recto en el pómulo derecho.
Muerte
de Francisco Pizarro por los almagristas en 1.541
Muerte
de Francisco Pizarro por los almagristas el 26 de junio de 1.541
Los agresores obligaron a las
autoridades de Lima a nombrar gobernador al joven Diego Almagro y forzaron que
Francisco Pizarro fuera enterrado de forma casi clandestina en un patio de la
catedral de la ciudad, pero quedaron lejos de tomar ventaja en esta guerra
civil entre conquistadores. El conflicto se prolongó durante años obligando incluso
a la Monarquía hispánica a tomar partido. En este contexto, el hermano menor de
Pizarro, Gonzalo, encabezó la Gran Rebelión de Encomenderos en
1.544 contra la Corona española en protesta por la dación de
las Leyes Nuevas. Él y muchos de los conquistadores rebeldes fueron
ajusticiados por esta causa.
Expedición de Diego Almagro a Chile (1.535-36)
Diego de Almagro obtuvo el 21 de mayo
de 1.534 la capitulación del rey Carlos I que le concedía los derechos de
descubrimiento, conquista y poblamiento de las tierras situadas al sur de la
gobernación de Francisco Pizarro en Nueva Castilla y el título de adelantado de
dichas tierras, a las cuales se llamó Nueva Toledo, y con una extensión máxima
de 200 millas hacia el sur.
Almagro gastó más de un millón y medio
de pesos oro en los preparativos de su expedición a Chile. los indios peruanos,
deseosos de alejar a Almagro para sublevarse contra Pizarro, dieron a Chile una
exagerada fama de riqueza. El propio Almagro ambicionaba mayor fama y fortuna
como había conseguido Pizarro. Almagro envió reclutadores a la ciudad de los
Reyes (Lima) y reunió 500 españoles para la expedición, muchos de los cuales lo
habían acompañado al Perú y otros provenían de la expedición de Pedro de
Alvarado a Quito. La fama de generosidad de Almagro facilitaba el
reclutamiento. Iban también en la expedición unos 100 esclavos negros y unos
1.500 yanaconas para el transporte de las armas y víveres.
Contrató también el servicio de tres naves que seguirían la ruta por mar, para
reunirse en un punto acordado y reabastecer a la expedición.
Almagro pidió al inca Manco Cápac II
que les preparara el camino enviando a dos dignatarios junto a tres soldados
españoles a caballo para que en los puntos del tránsito se acataran las órdenes
de Almagro. El inca les entregó al más alto jefe religioso del imperio, el
Villac-Umu y también a su propio hermano menor llamado Paullu Inca. Los
comisionados debían avanzar con una fuerte escolta indígena hasta el pueblo de
Tupiza a 200 leguas del Cuzco y por el camino fueron recogiendo el oro y la
plata que encontraban por donde pasaban para entregarlo a Almagro,
predisponiendo a los indígenas contra los españoles.
Después Almagro encomendó a Juan de
Saavedra que se adelantase con una columna de 100 a 150 soldados a mitad del
camino a unas 130 leguas, concretamente en el río Desaguadero, en la provincia
de Paria, y que fundase un pueblo y lo esperase con llamas, alpacas y el maíz e
indígenas de relevo que pudiese reunir en aquellas comarcas. Los preparativos
de la expedición fueron realizados con gran celeridad, pues 20 días después del
pacto con Pizarro, Almagro se puso en campaña, aunque algunas versiones señalan
que salió presuroso por temor a que Pizarro aprovechara la partida de sus
hombres para apresarlo.
Avance hasta Chile
Almagro salió del Cuzco el 3 de julio
de 1.535 con 50 hombres y se detuvo en Moina (a 5 leguas al oeste del Cuzco)
hasta el 20 de ese mes, debido al inesperado arresto del inca Manco Cápac II
por Juan Pizarro, acción que le causó problemas. En el Cuzco Almagro dejó a
Rodrigo Orgóñez reclutando soldados para unirse a la expedición, cumpliendo
Juan de Rada la misma comisión en la Ciudad de los Reyes (Lima).
Diego
de Almagro partiendo de Cuzco para la conquista de Chile 1.535. Autor fray
Pedro Subercaseaux.
Dejando atrás Moina, Almagro se
encaminó por el camino del Inca recorriendo el área occidental del lago
Titicaca. Cruzó el río Desaguadero y se encontró con Saavedra en Paria a
principios de agosto, quien había reunido a sus fuerzas a 50 españoles más, que
pertenecían al grupo del capitán Gabriel de Rojas, y que decidieron abandonar a
su jefe y dirigirse a Chile. Rojas había partido previamente del Cuzco por
orden de Pizarro en misión de descubrimiento hacia el sur con 60 españoles y
retornó a esa ciudad casi solo. Almagro ordenó que los expedicionarios
permanecieran cerca del lago Augallas todo agosto, en espera que se derritieran
las nieves de la cordillera de los Andes, mientras él se dirigió a Tupiza con
12 hombres a caballo, lugar en donde lo esperaba Paullu Inca. Durante el camino
había recibido la noticia de la llegada al Perú del obispo de Panamá, Tomás de
Berlanga, encargado por el rey de dirimir las diferencias entre Almagro y
Pizarro, pero continuó viaje pese a que sus amigos le solicitaron que volviese
para defender mejor su causa.
En Tupiza Paullu Inca y el Villac-Umu
habían recolectado oro de los tributos de la región. Los tres españoles que los
acompañaban, mientras esperaban a Almagro, se habían dedicado al pillaje y
continuaron viaje sin esperarlo. Una caravana que supuestamente provenía de
Chile con 90.000 pesos de oro fino de los tributos al Inca fue entregada a
Almagro. Esto renovó los bríos de los expedicionarios haciéndoles olvidar los
padecimientos de la marcha. Aquí Almagro realizó una nueva pausa de dos meses
en la expedición, esperando que llegasen las tropas, que lo fueron haciendo en
grupos y acopiando víveres.
Antes de que Almagro llegara a Tupiza,
el Villac-Umu se escapó de la expedición con todos los porteadores y volvió al
norte con planes de aprovechar la división de las fuerzas españolas. Pero
Almagro y sus hombres siguieron adelante, ya que aún contaban con Paullu Inca
como aliado. Los españoles tuvieron que tomar porteadores a la fuerza para
poder transportar los avituallamientos, esto causó más de un conflicto con los
nativos. Incluso hasta el mismo Almagro estuvo a punto de perecer a manos de un
indígena que lanzó una flecha y erró dándole al caballo, que cayó encima de
Almagro y le causó serias heridas.
Con más dificultades, incluyendo la
pérdida de bagaje a manos indígenas, los españoles llegaron finalmente al norte
de Salta, en la antigua Chicoana (en los valles Calchaquíes, no la actual
Chicoana en el valle de Lerma), el último paso antes de atravesar los Andes. En
Chicoana los expedicionarios se detuvieron dos meses para conseguir
provisiones. Los guías que pudo encontrar señalaron a Almagro que para llegar a
Chile había dos caminos, uno por el desierto en el que debían transitarlo en
grupos pequeños y otro por un paso cordillerano cubierto de nieve.
Almagro eligió la que bordeando el lago
Titicaca se internaba en la actual Bolivia, pasaba por las provincias
argentinas de Jujuy, Salta y Catamarca y cruzaba a Chile atravesando la
cordillera de los Andes. Desechó la ruta costera que atravesaba el desierto de
Atacama, probablemente debido al peligro de perder allí a sus caballos por la
falta de agua y forrajes.
Itinerario
de Diego Almagro a Chile (1635-36)
El cruce de los Andes
Almagro partió de Chicoana en marzo. Ya
los deshielos habían comenzado y encontraron crecido al río Guachipas y hubo de
ser atravesado a pie todo un día con la pérdida de llamas, y la deserción de
los porteadores quienes aprovecharon para huir.
En su avance por la cordillera, los
expedicionarios sufrieron muchas penalidades, ya que caminaban agotados por el
frío, el congelamiento de sus manos y pies, y por la dificultad de un suelo
lleno de guijarros pequeños, de bordes afilados, que les destruían las suelas
de los zapatos y las herraduras a los caballos. El gélido clima de la
cordillera mató a gran parte de los yanaconas que empezaron a dejar en la ruta
como un sendero de muerte, pues no tenían la ropa adecuada y andaban a pie
desnudo, y a varios de los españoles cuando se quitaban las botas, se les caían
los congelados dedos de los pies.
El otoño austral de 1.536
llegaron al pie de la cordillera de los Andes. Las crónicas españolas no
mencionan el paso cordillerano utilizado por Almagro para acceder a Chile, la
tradición dice que fue por el paso de San Francisco a 4.000 metros de altura,
otros autores sugieren que fue por el paso de Come-Caballos. En el camino
quedaron muertos 10 españoles, 170 caballos y cientos de indígenas auxiliares.
Diego
de Almagro cruzando la cordillera de los Andes 1536. Autor Rodolfo Gutierrez
AKA Zerreitug (Gutierrez al revés). Diorama galería de la Historia de
Concepción
Llegada a Chile
Por fin el resto de la columna llegó a
Copayapu a principios de abril con 240 españoles, 1.500 yanaconas, 150 esclavos
negros y 112 caballos, entre los negros venía una mujer leal a Almagro llamada
Malgarida.
En el valle de Copiapó Almagro reunió
500.000 ducados de oro y cumplió las obligaciones por valor de 150.000 pesos
oro que sus capitanes le habían firmado por adelantado en el Cuzco, diciéndoles
que él no podía ser acreedor de sus valientes y leales camaradas. Almagro
consiguió el favor de los indígenas locales deponiendo a un usurpador de un
cacicazgo local y restableciendo al cacique Montriri, quien le fue agradecido y
fiel. Después de la natural recuperación de energías durante una semana, se dio
la orden de reiniciar la marcha en los primeros días de julio de 1.536, sin
embargo le desertaron una multitud de yanaconas que dejaron prácticamente sin
sirvientes a los españoles.
Al pasar por los valles de Huasco y
Coquimbo Almagro recibió hostilidad de los indígenas, quienes abandonaron sus
poblados para evitar ser esclavizados. Al llegar a Coquimbo Almagro endureció
la mano e hizo quemar a varios culpables de haber matado españoles. Estos
indios habían asesinado a los tres soldados enviados en vanguardia que habían
llegado a Chile. Para su escarmiento, Almagro decidió darles un cruel castigo,
reuniendo a todos los caciques importantes de la región; entre ellos el
apunchic Anien, y condenó a los tres culpables a morir en la hoguera.
Durante la realización de su castigo le
llegaron noticias de que más al sur había dos españoles viviendo, Antón Cerrada
y Gonzalo Calvo, dos hombres que se habían sublevado contra Pizarro, y que en
realidad fueron los primeros en descubrir y pisar Chile. Pizarro les había
mandado cortar las orejas y para no exhibir su afrenta se dirigieron hacia el
sur del valle de Zama, internándose posteriormente hacia el sur. Sería el más
leal colaborador de Almagro.
Al llegar al valle del Aconcagua los
españoles fueron bien recibidos por los naturales, por los consejos de los dos
españoles, que lograron pactar con los nativos del valle y efectivamente fueron
bienvenidos, pero no existían riquezas, excepto unos casi insignificantes
lavaderos de oro, nada de la fortuna fácil que esperaba Almagro.
Cuando a Coquimbo, Almagro se reunió
con Ruy Díaz, quien por mar había llegado con un solo barco el San Pedreo, con
suministros después de una penosa travesía navegando contra el viento; las
otras dos embarcaciones que salieron de El Callao, se habían visto obligadas a
regresar. Díaz traía noticias importantes. Pudo informar al adelantado que
Carlos V le había concedido la gobernación de Nueva Toledo, al sur de Nueva
Castilla, en manos de Pizarro, aunque faltaba deslindar ambas y decidir dónde
quedaría la capital inca.
Sin embargo, los mismos naturales
fueron mal influenciados por el indio Felipillo, intérprete de
castellano-quecua, que advirtió a los nativos de las malas intenciones de los
españoles y les recomendó atacarlos de noche o huir de ellos. Los nativos le
hicieron caso, pero no se atrevieron a atacarlos y escaparon en masa durante la
noche, y con ellos se fueron varios yanaconas, tomando el camino del norte.
Felipillo fue atrapado y descuartizado con caballos frente al curaca de la
región como escarmiento.
El territorio que el Adelantado
esperaba encontrar lleno de riquezas no cumplía ni sus más mínimas
expectativas, esto le causó una gran desilusión, por lo que decidió enviar una
columna de 70 jinetes y 20 infantes dirigida por Gómez de Alvarado para que
explorase el sur del territorio.
Los exploradores no tuvieron
contratiempos hasta cruzar el Maule, donde encontraron a los mapuches. En
Reinogüelén disputaron una encarnizada batalla en la que pusieron en fuga a los
indígenas después de que éstos ofrecieran gran resistencia y cedieran terreno,
tras sufrir numerosas pérdidas. Cuando de regreso al Aconcagua relataron lo
ocurrido, la mayoría se pronunció por abandonar el país y regresar al Perú,
pues nada justificaba permanecer en aquel falso Dorado, donde amenazaba una
vida insegura y en guerra.
Regreso
Almagro sopesó la situación y decidió
no proseguir hacia el sur. Sin oro y con tan belicosos naturales, decidió
regresar al Perú. Entre la alternativa de volver a atravesar la cordillera, o
dirigirse por el desierto, se decidió por la segunda opción. En un acto de
reconocimiento al sacrificio hecho por sus hombres en la expedición, y que no
fueron recompensados con el ilusorio oro de esta región, decidió perdonar las
deudas que sus soldados habían contraído con él, destruyendo todas las
escrituras que los comprometían.
El camino por el desierto de Atacama
fue tan horroroso como la travesía por la cordillera, días quemantes y noches
heladas, la hostilidad de los indígenas, sin contar con la escasez de agua y
alimento, pero de cualquier forma se le consideró mejor que la travesía por los
Andes.
Salieron en grupos pequeños de no más
de 10 hombres haciendo jornadas de 20 km cada día. Durante el día se refugiaban
bajo la sombra de los tamarugos (árbol endémico de Chile que vive en extremas
condiciones), en la pampa del Tamarugal y caminaban de noche.
Para ponerse a cubierto de una sorpresa
ya que el Perú ardía en una rebelión general contra Pizarro, Francisco Noguerol
de Ulloa se hizo a la mar y desembarcó en el caserío como protección adelantada
de los expedicionarios permaneciendo 18 días y luego regresando por tierra a
Arequipa en febrero de 1.537 con la pérdida consignada de un hombre, Francisco
de Valdés que murió ahogado en un río.
Tal era el estado físico en que llegó Almagro y sus seguidores que desde
entonces se les llamó los “rotos de Chile” a quienes vinieran de esas tierras.
Solo se atrevería a ir a conquistarlo 4 años más tarde Pedro de Valdivia.
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