LANZAROTE
100 años de sostenibilidad
En los últimos 100 años, esta
isla ha pasado de ser un territorio hostil e inhóspito a construirse a sí misma
como un destino turístico sostenible de primer nivel mundial, que es visitado
cada año por más de 3 millones de turistas.
GRACIAS A CÉSAR MANRIQUE
Y es que la mejor
manera de descubrir la Isla es la de dejarse llevar por sus encantos naturales,
con el volcán, el viento y el mar como protagonistas. Lanzarote lo tiene
claro, el equilibrio entre desarrollo y protección medioambiental es la fórmula
del éxito. Su hijo más célebre, César Manrique, así lo defendió
siempre, y hoy la isla no podría entenderse sin su obra. El
artista, junto a muchos anónimos lanzaroteños, dibujó una Lanzarote
en completa armonía con el medio. Y su legado ayuda a
comprender la personalidad de una tierra en la que cultura, turismo y
medioambiente se estrechan la mano. En su fundación se pone de relieve
esta labor y se sintetiza su pensamiento y su visión futurista y armoniosa del
futuro de este lugar.
NATURALEZA Y CULTURA
Quienes visiten
Lanzarote, pueden disfrutar del primer museo submarino de toda Europa (la
isla es un paraíso para los amantes del buceo) o asistir a un espectáculo
musical en el centro de la tierra. Se celebran conciertos en el interior
de sus tubos volcánicos, como la Cueva de
los Verdes o los Jameos del
Agua, con una acústica que envidiarían los mejores auditorios
del mundo.
VINO KM. 0
También pueden
conocer las tradiciones y el estrecho vínculo de sus gentes con el territorio
en la Casa-Museo
del Campesino y, cómo no, asombrarse ante la espectacularidad de La
Geria. Allí los agricultores desafiaron las condiciones
climatológicas y geográficas adversas para cultivar el volcán. Sí, así es, han
sacado vida de la ceniza volcánica. Y el lugar ahora es cuna de
reconocidos vinos, los Malvasía Volcánicos. ¡Es imposible resistirse a estos
deliciosos caldos!
SIEMPRE A LA VANGUARDIA
El desarrollo de
esta isla es absolutamente fascinante. No se puede entender la visita a
Lanzarote sin conocer un poco su historia y su carácter y, por supuesto, su
espíritu revolucionario. Allá por los años 60 recibía la primera
desaladora de agua de toda Europa y ha visto cómo los
molinos de viento fueron dando paso a los parques eólicos, o los camellos a las
bicicletas eléctricas. Y hace ya 25 años que se convirtió en el primer lugar de
España, junto a Menorca, en ser declarado Reserva de la Biosfera para la
totalidad de su territorio.
UN FUTURO SOSTENIBLE Y REALISTA
Ahora, volcada en
el cambio de modelo energético, la Isla de los Volcanes, a través de su red de
Centros de Arte, Cultura y Turismo, está capitaneando proyectos
pioneros, como el de transporte ecológico y
autónomo en las Montañas del Fuego en Timanfaya o el
de Smart Island, que permitirá mejorar la experiencia
del visitante y apostar por un turismo sostenible y de calidad.
URBANISMO ARMONIOSO
Todos estos
elementos e hitos históricos se conjugan para crear una Lanzarote que conquista
por su sencillez y su energía. Sus casitas blancas, con puertas y ventanas
azules en costa y verdes en medianías salpican tímidamente
el manto negro de su paisaje volcánico. Tan coqueta y salvaje a la vez. En ella
confluyen los 4 elementos: tierra, aire, agua y fuego. Es
naturaleza y también es arte. Una isla a la vanguardia de la sostenibilidad,
una isla en constante reinvención y transformación, una isla comprometida.
UNA ISLA VIVA
Lanzarote siempre
ha sido, y ha querido ser, un laboratorio donde se pongan en práctica acciones
medioambientales que puedan servir de referencia para el
resto de islas del mundo. Al igual que el volcán, que destruye y construye,
Lanzarote se hace y rehace a sí misma. Los que se animen a descubrirla,
conectarán con ella, con sus paisajes y sus gentes, y caerán rendidos ante su
ritmo y su fuerza. Como dice el artista conejero Juan Gopar, en Lanzarote se
duerme bien, porque "la isla está viva y te mece durante la
noche". Pero a Lanzarote no sólo hay que conocerla y
quererla, hay que cuidarla y respetarla.
https://viajes.nationalgeographic.com.es/lifestyle/lanzarote-mas-100-anos-sostenibilidad_14032/7
LANZAROTE
ISLA
HECHA DE CONTRASTES
Cada isla canaria es diferente
pero quizá sea esta la que mejor ha sabido preservar su singularidad.
Recorrerla permite admirar un paisaje de belleza casi abstracta, que se
desprende de lo superfluo.
HARÍA
Esta aldea
posee el mayor palmeral de las Canarias y quizás el conjunto más bello de
arquitectura popular de Lanzarote. Al fondo, el volcán de La Corona.
LA GERIA
Este paisaje
agrícola es único en el mundo. Cada vid se planta en el fondo de un hoyo y se
protege con «rofe», cenizas volcánicas que retienen la humedad. Una medialuna
de piedras la resguardará del viento.
MONUMENTO AL CAMPESINO,
FUNDACIÓN CÉSAR MANRIQUE
Los majos hacían
viviendas semiexcavadas aprovechando oquedades y túneles en la lava y usando
materiales del lugar. César Manrique supo incorporar esos principios a un
estilo arquitectónico reconocido mundialmente. Además del "Monumento al
campesino" que aparece en la imagen, en Lanzarote se pueden admirar
algunas de esas obras como la cueva de Los Verdes, los Jameos del Agua, el
Mirador del Río o el Castillo de San José.
MIRADOR DEL RÍO
Esta obra de César
Manrique, al norte del Risco de Famara, brinda magníficas vistas de La Graciosa
y las otras islas e islotes del Archipiélago Chinijo.
ARRECIFE
La capital de
Lanzarote creció a partir de barrio de la Puntilla y su abrigada laguna de San
Ginés, que todavía acoge hoy barcas y casas de pescadores.
MERCADILLO DE TEGUISE
Teguise fue la
capital de Lanzarote hasta 1847, de ahí que posea un rico patrimonio
arquitectónico. En el siglo XV el conquistador normando Maciot Bethencourt se
casó con Teguise, la hija del último jefe aborígen, instaló su corte en este
asentamiento y le puso el nombre de su esposa. El mercado de la ciudad vive su
mejor momento todos los domingos por la mañana.
LAGO VERDE, EL GOLFO
El Golfo, un gran
cráter abierto al mar, alberga esta laguna cuyo color se debe a un alga
adaptada a la salinidad y al azufre de sus aguas.
TIMANFAYA
Las erupciones de
1730-1736 y 1824 cubrieron de lava y cenizas una cuarta parte de la isla. La
vegetación vuelve a instaurarse lentamente aprovechando el más pequeño hilo de
agua.
MAPA DE LA ISLA DE LANZAROTE
Del archipiélago
canario, Lanzarote es la isla más cercana al continente africano. El
océano Atlántico baña las costas de esta isla, cuya tierra oscura de origen
volcánico define su aspecto.
En esta isla hay tantas
otras. Lanzarote contiene Stromboli,
Krakatoa, Niihau, Islandia y Pascua. Y al mismo tiempo, la isla canaria es un
universo pequeño sin paralelo, que no guarda similitud con ningún otro lugar.
Tampoco con la
isla que tiene tan cerca. Desde el aire Fuerteventura parece una prolongación de Lanzarote; pero qué
contraste de colores, de formas, incluso el litoral presenta
otro aspecto. Su paisaje, tan mínimo la primera vez que lo vemos, está lleno de
algo que grita su ausencia, que hay que conquistar mirando hacia dentro. En el
desierto de Arizona me acordé de la isla canaria y también en la isla de
Vulcano, en las Eolias, por diferentes razones.
¿Por qué es tan
distinto el paisaje y la atmósfera de Lanzarote? La naturaleza, como un herrero golpeando una fragua
furiosa, la modeló a fuego. Remotas erupciones volcánicas y estampidas de lava la
prepararon para las sacudidas telúricas que durante cinco años, a mediados del
siglo XVIII, hicieron de su faz un magma abstracto de colores y formas que
nunca deja de sorprender. Fascinada y sobrecogida, la viajera inglesa Olivia
Stone describía así las Montañas de Fuego en 1887: "Nada se mueve; no hay
ni siquiera una ramita que nos indique de dónde sopla el viento; solo aridez y
desolación". Y sin embargo ese "paisaje tremendo y magnífico" logra
que nos concentremos en lo esencial, la substancia de la belleza,
sin que nada nos distraiga. El silencio y la quietud son resaltados por el
viento visitador que orquesta el panorama lanzaroteño: alza los brazos y
enmaraña las nubes, maneja las sombras sobre los campos oscuros como un
titiritero y nos ventila el alma.
Por ser
distinta, esta isla hasta tiene un mar propio, a su imagen y semejanza:
no es azul ni verde, y el turquesa no es tampoco el verdadero tono que lo
define. A veces tramos de la costa aparecen rojos y se diría que se hubiesen
desangrado allí ballenas mitológicas. Las olas tienen su manera de romper sobre
la escoria encabritada, cual si todavía necesitara enfriarse, como en Los
Hervideros, en el sudoeste de la isla. Olivia Stone fue de los primeros
foráneos en ver que el paisaje de Lanzarote era "novedoso y por completo
diferente al de cualquiera de las otras islas". Tal huella
le dejó que en un poema la descubrimos "deseando con un suspiro que aquel
hubiera sido su destino".
Desde el aire, cuando el
avión inicia el descenso, Lanzarote me parece un crustáceo que respirase con
dificultad bajo su armadura de lava. Arrecife surgió en torno al
Charco de San Ginés como un barrio de pescadores y fue
volviéndose con el tiempo la urbe central de la isla, que antes había sido
Teguise. Ya aquí vemos la huella del fenómeno que cambió esta isla, después de
los volcanes: César Manrique. El artista regresó de Nueva York a
su patria chica en 1968 y desde entonces no dejó de
retocar la obra de su vida.
Durante casi un
cuarto de siglo Manrique forjó mediante sucesivas erupciones estéticas la
imagen que hoy tenemos de Lanzarote. Por eso cualquier paso
aquí es parte de lo que Fernando Arrabal llamó en su poema dedicado a la isla
un itinerario de transformación. La firma CM está en Arrecife
asimismo en el Castillo de San José, convertido en Museo de Arte Moderno, y en
El Almacén. Pero también la encontramos en los más variados rincones: el
Mirador del Río, los Jameos, el Jardín de Cactus, y desde luego en Taro de
Tahíche, la casa que construyó sobre la misma lava, como un espejismo blanco,
ahora sede de la Fundación César Manrique. Su muerte en
accidente de tráfico en 1992 dejó su obra inacabada, a merced quizá de una
nueva pesadilla del señor volcán.
TEGUISE, UN PUEBLO PARA ENAMORARSE
Paso por Tahíche
atravesando la vega vigilado por las montañas Cabrera y Ubique. Apenas
entrar en Teguise uno se enamora de este pueblo de estoica perfección y a veces
desierto. Parece que todos se esconden, como observó René
Verneau de las gentes de la isla. Sus tranquilas y silenciosas calles se
transforman los domingos con el bullicio del mercado, en el que se puede
encontrar desde la cestería local hasta los suaves quesos de cabra
lanzaroteños. Entonces me adentro en El Jable, donde se establecieron los
aborígenes de la isla, los majos. De ellos los normandos dijeron que eran "gente
hermosa y bien parecida".
Los majos, también
llamados conejeros, construyeron "casas hondas", excavadas en el
subsuelo y utilizando rocas para
protegerlas del viento. Esta arquitectura, diferente a la del resto de
Canarias, donde la mayoría de pobladores vivía en cuevas, ha dejado huella en
las casas tradicionales de la isla. Era un pueblo monoteísta y poliándrico; al
parecer cada mujer tenía tres maridos, que se turnaban con las lunas. Recientes
yacimientos alrededor de Teguise y otros lugares de Lanzarote van haciendo aflorar
vestigios de los majos, presentes a su vez en Fuerteventura.
Siguiendo la ruta
norte, a mediodía, cuando el sol arrecia, una visita a la cueva de Los Verdes
resulta refrescante, si bien por aquí bajó la lava del volcán de La Corona. La
galería de 6 km nos conecta con el origen de esta tierra, aquellas erupciones
infernales que formaron la isla. Luego, los Jameos del Agua, armonía de
lava y cal que encandila, actúan de perfecto contrapunto
en ese itinerario que transforma nuestra visión del paisaje, combinando
naturaleza torturada y civilización.
Y por fin, el
pecho se expande ante el panorama construido del Mirador del Río, un nido de
águilas que parece planear sobre el océano a 500 metros de altura desde el
risco prodigioso de Famara. Cual vestigio de aquel
continente desaparecido –Atlantis–, del cual cientos de leyendas todavía se
cuentan en Lanzarote, se domina el perfil de La Graciosa. ¿Quién no se siente
aquí un viejo albatros cansado de olas que otea una tierra de reposo?
Más allá de las
cimas de Las Agujas y la Montaña Bermeja, diviso los islotes de Montaña Clara y
Alegranza. Un isleño jamás se cansa de islas, por eso abordo el
barco en Órzola para mirar desde su objetivo natural el mirador de
Manrique. Y luego disfruto de la serena playa de Las
Conchas, al noroeste de La Graciosa, donde el océano se tiñe de verde veronés y
la brillante silueta de los islotes cercanos evocan un sueño que tuvimos. He
nadado en pocos litorales vírgenes tan placenteros como los de Lanzarote. Ahí
están la vecina caleta de Famara, y Papagayo, en Los Ajaches, donde el
contraste entre los colores del agua y las rocas negras hace más excitante el
baño. También me gustan las piscinas naturales de Los Charcones, al
noroeste de Playa Blanca, remanso de paz y refugio del calor gracias
al régimen de vientos que soplan en esa zona del sur.
Tal vez sea el
centro de la isla, sin embargo, donde se halla lo más insólito de este universo
sin par. La Geria, localizada entre las poblaciones de Mancha Blanca, San
Bartolomé y Teguise, aglutina el enclave volcánico más reciente. Allí
donde antes de 1730 había campos de cultivo que daban de comer a los isleños
todo quedó anegado de una lava espesa e inmisericorde.
VIÑEDOS SOBRE GUIJARROS DE LAVA
¿Quién iba a decir
que en los lapilli o el picón, como aquí llaman a los guijarros de lava, estaba
el futuro de unos frondosos viñedos? Mediante
cercados de piedras, se protegen los cultivos de papas, legumbres y cochinilla,
así como las parras que dan la famosa malvasía, que al decir de Shakespeare "perfuma la sangre". Las plantaciones de
La Geria semejan piezas de land art, "anfiteatros vegetales surgiendo de
las rocas", como Manrique definió a su Jardín de Cactus de Guatiza. Y
gracias a esos campesinos obstinados degustamos los austeros
platos de la isla: las papas arrugadas, el gofio, la ropa vieja, o el sancocho,
una sabrosa cazuela de cherne en salazón con papas y batata.
El primero de
septiembre de 1730 "reventó un volcán", informó el Cabildo a la Real Audiencia,
"echando fuego diecinueve días en que dejó quemadas casas, aljibes,
maretas, fábricas, pajeros, tierras labradías y montuosas". Un mes y medio
después reventó otro volcán con tal virulencia que el Cabildo consideraba
perdidas las cosechas, sepultadas muchas casas y los graneros quemados, y pedía
ayuda para trasladar a Fuerteventura a las víctimas del desastre. Y eso no era
más que el principio de una pesadilla volcánica de más de un lustro.
Aquel infierno cubre ahora un extenso y accidentado malpaís de veinticinco
cráteres.
Timanfaya
es en cierto modo un paisaje interior que esconde más de lo que muestra. Ni un solo árbol que impida ver
el bosque de escoria y humo. Dediqué una larga mañana a recorrer la Ruta de los
Volcanes que, pasando por el Valle de la Tranquilidad, el Manto de la Virgen y
el Barranco del Fuego, culmina en el espléndido Mirador de Montaña Rajada. Allí
las vistas de los campos de lava no se olvidan. Otro día llegué al
Islote de Hilario, entreteniéndome con los asaderos y los géiseres, acabando
por recorrer la ruta del litoral que arranca de la playa de la Madera.
Desde los acantilados se divisa el panorama de las cascadas de lava,
petrificadas en su misma precipitación.
Después de este
bautismo de fuego no puede extrañar que la fiesta más sentida de
Lanzarote sea Nuestra Señora de los Dolores, también llamada de los
Volcanes por los milagros que hizo en las peores erupciones. Fue un fraile
franciscano quien en 1736, invocando a la santa, plantó la cruz para detener el
flujo de lava, milagro que se repetiría un siglo después cuando surgió el
volcán de Chinero. La romería se celebra a mediados de septiembre en
Tinajo, el pueblo que tiene la mayor variedad de chimeneas en forma de cebolla,
entre árabes y bizantinas, que solo he visto en esta tierra. De Mancha Blanca,
donde está la ermita dedicada a la patrona de Lanzarote, parte la procesión que
atrae gentes de toda la isla.
Bajando de
Timanfaya por la costa unas filas de montículos blancos animan de golpe el
paisaje. Las salinas de Janubio parecen jaimas de un campamento invasor, y a
veces tienen un ligero tono rosado a causa del crustáceo rojo llamado artemia.
A su vera, el lago de mar salobre que quedó atrapado por la lava como
"un pedazo de azul robado al océano", en palabras del poeta
Agustín Espinosa, compone un paisaje de una belleza incomparable.
Sentado en el
terraplén pedregoso mirando el agua quieta surcada de patos chillones, comprendo
lo que Olivia Stone sintió al abandonar esta isla única y múltiple. La pérdida
de un estado de conciencia. ¿El espacio de meditación del que habló César
Manrique? Mientras a mi espalda el oleaje ruge como si quisiera romper
inútilmente los tímpanos del silencio, las jaimas de sal de Janubio van
disolviéndose en la calima del atardecer.
https://viajes.nationalgeographic.com.es/a/lanzarote-seductora-isla-hecha-contrastes_10953/9
LA
GRACIOSA
UN
PEQUEÑO PARAÍSO EN CANARIAS
Apenas 30 minutos de barco separan Lanzarote de la isla de La Graciosa, un
pequeño paraíso donde lo mejor que se puede hacer es no hacer nada. Agua y comida,
protector solar, gafas de sol y el bañador, eso es todo lo
que se necesita para visitar La Graciosa. Por no haber, hay zonas en la isla en
las que no hay ni cobertura móvil.
CALETA DE SEBO, LO MÁS PRÓXIMO A
UNA CAPITAL
Un encantador y
tranquilo pueblo pesquero, con casitas blancas y calles de
arena por donde incluso se puede caminar descalzo. Es
la capital de La Graciosa y aquí desembarcan los ferry que llegan desde el
puerto de Órzola, en Lanzarote. La isla se puede visitar en una jornada, pero
si se desea disfrutar de este pequeño paraíso algún día más, en Caleta
de Sebo hay un par de pensiones y algún apartamento. En
realidad, es la principal oferta de alojamiento, ya que en La Graciosa no se
encuentran ni hoteles, ni tiendas de souvenirs… Tan solo el relajado espíritu
isleño que rápidamente se contagia nada más pisar tierra graciosera.
COMIDA AL SOL
En La Graciosa,
como en todas las Canarias, toca disfrutar de pescados poco
comunes en otros lares como la morena y de unas típicas papas arrugas con mojo
picón. Si se desea acabar con algo dulce, hay que probar
la deliciosa mousse de gofio, un alimento propio de la gastronomía canaria
desde hace cientos de años.
Además, después de
un día de playa, nada como una cerveza canaria bien fría en alguna de las terrazas del
puerto de Caleta de Sebo donde, por cierto, se encuentran
los únicos restaurantes y bares de la isla. Fuera de aquí,
ni chiringuitos, ni bares.
BICICLETA Y 4X4
La Graciosa es
probablemente uno de los pocos lugares de Europa en donde no hay carreteras
asfaltadas. Así, las mejores maneras de recorrerla son en
bici o a pie. Aunque si vence la pereza, también se puede contratar alguno
de los 4x4 que se ofertan en el puerto de Caleta de Sebo para
llegar a alguna de las espectaculares playas de la isla. Es imprescindible ir
preparado con todo lo necesario para la jornada playera, sobre todo agua,
comida y protección solar.
PLAYAS EN SILENCIO
Dos de las playas
más espectaculares de la isla, sin desmerecer a ninguna, son la de Las
Conchas y la de La Cocina. La primera es la más
paradisíaca de todas, frente a los islotes de Montaña Clara y Alegranza,
con un paisaje volcánico y una arena dorada que incluye
una bandera roja que advierte del peligro de bañarse. Aún así, aunque no sea
posible el remojón, no hay que dejar de visitarla.
En cambio, la playa de La
Cocina es una maravillosa cala absolutamente virgen, con
unas aguas turquesas en las que sumergirse nada más descalzarse. Se encuentra a
los pies de la Montaña Amarilla, uno de los lugares más emblemáticos de la
isla. Si es posible, merece la pena disfrutar del atardecer desde La Cocina.
DE ARCO EN ARCO
Al norte de la
isla se encuentra el Arco de los Caletones. Son
cuatro arcos naturales de piedra de basalto contra las que chocan las olas
implacablemente. La fuerza del océano impresiona en este paisaje
extraordinario, al que se puede llegar en un agradable paseo desde la playa de
las Conchas. Cuidado, no hay que acercarse mucho al borde para no caer al
mar embravecido.
DEBAJO DEL MAR
Bucear en La
Graciosa puede ser una experiencia inolvidable. Un espacio natural
protegido y con la reserva marina más extensa de Europa, con 70.700 hectáreas. Con
suerte se podrá descubrir al tiburón Ángel, una especie en peligro de
extinción, o disfrutar de los corales milenarios de las Gerardias, accesibles
solo para buceadores avanzados, ya que este delicado jardín se encuentra a 40 m
de profundidad.
https://viajes.nationalgeographic.com.es/a/que-hacer-graciosa-lanzarote-canarias_14278/6
EL
HIERRO
UN
EDÉN DE LAS CANARIAS
Paisajes volcánicos y
miradores asomados al océano en la ruta por esta isla declarada Reserva de la
Biosfera
LA VIRGEN DE LOS REYES
Este santuario, situado en La
Dehesa, acoge a la patrona de la isla.
ROQUE DE LA BONANZA
El mar ha ido
esculpiendo este bloque de lava que se localiza en la costa este. Se alza 200
metros desde el lecho marino y es uno de los símbolos de El Hierro.
EL LAGARTARIO DE FRONTERA
El lagarto gigante
de El Hierro (Gallotia simonyi) es una especie endémica de la isla que
puede alcanzar los 60 centímetros de longitud, y al que la actividad humana y
la introducción de animales foráneos lo llevaron al borde de la extinción. Solo
logró sobrevivir en los Roques de Salmor, en el norte. En la actualidad viven
unos 200 ejemplares en el Lagartario de Frontera, situado junto al acantilado
de la Fuga de Gorreta.
BUCEO EN LA ISLA
Desde la aldea de
pescadores de La Restinga se accede a los fondos marinos más espectaculares de
El Hierro y al vecino campo de lavas de El Lajial.
MIRADOR DE LA PEÑA
César Manrique lo
diseñó en 1980 en el Risco de Tibaje (700 metros). Se puede subir desde el mar
por un antiguo camino de mulas.
BOSQUE DE FAYAL-BREZAL
La antigua
laurisilva que cubría las crestas húmedas de la isla ha dado paso a esta
floresta brumosa.
RUTA CIRCULAR POR EL HIERRO
1. Ermita de
la Virgen de los Reyes. Cada 4 años se
celebra una popular romería que recorre toda la isla. La próxima, en
2017.
2. Mirador de la
Peña. Un gran lugar para contemplar las
calas y acantilados volcánicos de El Golfo.
3. La Restinga. Aldea marinera y un paraíso para los
submarinistas.
4. Roque de la
Bonanza. Su singular forma rocosa se puede
admirar a pie de la carretera que conduce al Parador Nacional.
El Hierro es uno de los
mejores destinos de Europa para
senderistas y degustadores de una calma atemporal.
La isla es la más pequeña y occidental de las Canarias, apenas un peñón que emerge del Atlántico acumulando paisajes descomunales.
Su gran elevación respecto a su reducido perímetro responde a una suma de volcanes que se alzaron desde el fondo
marino hace cien millones de años. Pero el gran edificio volcánico se quebró y
los deslizamientos devolvieron al océano parte de la roca, dejando al noroeste la
gran cavidad de El Golfo, la gigantesca ladera pedregosa de El Julán en el sur
y costas escarpadas de mil metros de altitud.
Las carreteras
herreñas forman una montaña rusa a través de un maravilloso jardín,
declarado Reserva de
la Biosfera. Numerosos
senderos exploran todos sus rincones, combinando panorámicas
espectaculares con ecosistemas plagados de endemismos.
La isla se reparte
en tres municipios muy distintos. Valverde es húmedo, verde y
agrícola; El Pinar, más seco y mineral; y El Golfo,
encerrado entre los acantilados y el mar. En los dos primeros, sus gentes
habitan las tierras altas del centro del territorio, mientras que en El Golfo
viven al nivel del mar entre cultivos.
Los vientos
alisios, cargados de humedad, mantienen la zona de Valverde cubierta de verdor
y riegan bosques donde líquenes, musgos y helechos se unen a laureles, hayas y
brezos. Alrededor, los pueblos agrícolas de El Mocanal, Erese,
Guarazoca, San Andrés y Tiñor rodean un macizo que supera los 1.100 metros de
altura. Allí se conserva la memoria del Árbol Santo Garoé,
el tilo que convertía la humedad del aire en agua y daba de beber a los
primitivos pobladores, los bimbaches, llegados del norte de África.
A Valverde
pertenece la carretera que baja hasta el cercano aeropuerto y que pasa frente
al Roque de La Bonanza, para luego llegar a Las Playas y al remoto Parador
Nacional, donde el camino termina al pie de un farallón de mil metros de
altura.
Al salir de Villa
de Valverde hacia el sur, dos miradores se asoman a las instalaciones de Gorona
del Viento, un parque eólico e hidroeléctrico que ha convertido
El Hierro en la primera isla del mundo que obtiene toda su electricidad de
energías renovables.
La vegetación cambia al sur
de Isora, al entrar en el municipio de El Pinar. Grandes bosques de pino canario
dan sombra a otro mirador vertiginoso, el de Las Playas. En el pueblo de El
Pinar se puede visitar el Centro de Interpretación Geológica,
antes de tomar rumbo al oeste, a la zona del Julán, la más salvaje y
deshabitada de El Hierro.
LA ZONA MÁS SALVAJE DE EL HIERRO
Una carretera
mínima discurre a 900 metros de altura,
al borde del escalofriante talud tallado por un colosal deslizamiento que se
hunde en las profundidades del Mar de las Calmas. El hermoso trayecto acerca al
santuario de Nuestra Señora de los Reyes, del que parten dos caminos. Uno de
tierra lleva al bosque de El Sabinar, de retorcidos troncos torturados por el
viento, y otro desciende hasta la Punta de la Orchilla, donde los griegos situaban
el fin del mundo conocido, y donde en el siglo XVI se fijó el
meridiano cero, referencia mundial hasta que Greenwich tomó el relevo en
1884. Desde El Pinar conviene bajar al Centro Vulcanológico,
en el que proyectan imágenes de la erupción del volcán submarino que surgió en
2011 a dos kilómetros de la costa.
La carretera sigue
a La Restinga, el pueblo más meridional de España, donde un pequeño puerto de
pesca acoge también las lanchas de submarinistas que visitan la Reserva Marina
del Mar de las Calmas.
El Golfo es un mundo aparte, un terreno bajo con forma de luna
creciente, encerrado por gigantescos farallones, que se baña en el Atlántico
El Golfo es un
mundo aparte, un terreno bajo con forma de luna creciente,
encerrado por gigantescos farallones, que se baña en el Atlántico.
Se puede acudir al mirador de La Peña –obra del artista canario César Manrique–
antes de tomar la carretera de la Cumbre, asomarse al increíble mirador del
Jinama y atravesar el bosque húmedo para bajar hasta su capital,
Frontera, rodeada de frutales, cerca de un valioso ecomuseo, del
lagartario y de bellas piscinas naturales en la costa, como el Charco Azul.
El Hierro mantiene
un admirable equilibrio entre sus paisajes extremos y una épica presencia
humana, capaz de ofrecer experiencias
genuinas a quien busque lugares auténticos, diferentes y remotos.
https://viajes.nationalgeographic.com.es/a/hierro-eden-islas-canarias_11072/7
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