miércoles, 6 de enero de 2021

 

“Joselito”, el primer mártir mexicano, en la guerra cristera


José Sánchez del Río (1813-1827), el niño mártir mexicano que ahora es santo

En 1924 asumió la presidencia de México Plutarco Elías Calles, socialista ateo y masón. Y decidido a hacer cumplir a rajatabla la Constitución de 1917, de fuerte cuño anticlerical, surgida de la Revolución Mexicana de 1910.

Entre las disposiciones que Calles decidió aplicar a sangre y fuego estaban la privación de personalidad jurídica a la Iglesia católica, la nacionalización de los sitios de culto, la completa secularización de la educación, el cierre de las órdenes monásticas y hasta la prohibición del uso de hábitos y del voto por parte de los sacerdotes.

Un discurso de Calles, denunciando un "complot (católico) para envenenar las mentes y corazones" de los mexicanos, fue la mecha que encendió el fuego. El presidente apeló al ejército para hacer cumplir las nuevas leyes antirreligiosas: hubo arrestos y hasta fusilamientos de sacerdotes, expropiaciones y clausura de tempos. La Iglesia respondió con una "huelga": suspendió toda ceremonia religiosa. Esto fue la señal de largada de una rebelión católica que adquirió proporciones inesperadas y que fue liderada esencialmente por asociaciones católicas laicas, como la Liga Nacional de Defensa Religiosa o la Acción Católica de la Juventud Mexicana.


Fusilamiento de un sacerdote durante la Guerra Cristera (1826-29) en México

Los católicos apelaron a un militar profesional -el general Enrique Gorostieta Velarde- para organizar un verdadero ejército profesional con lo que hasta entonces eran milicianos mal equipados y peor entrenados. La Guerra Cristera había comenzado: duraría tres años y llegaría a poner en jaque al gobierno y a forzarlo a negociar con la Iglesia. A posteriori, y en especial desde la década de 1940, reina un entendimiento entre el Estado y la Iglesia Católica.

Esa guerra le daría a la iglesia mexicana muchos mártires. Uno de ellos fue "Joselito", como lo llamaba su familia. Para vencer la resistencia de su madre a su deseo de sumarse al Ejército Cristero, José le dijo: "Nunca ha sido tan fácil ganarse el cielo como ahora".

Nacido en Sahuayo, Michoacán, el 28 de marzo de 1913, en el seno de una familia de buena posición, José Sánchez del Río era un muy joven militante de la Acción Católica de la Juventud Mexicana y cuando estalló la Guerra Cristera, en 1926, quiso sumarse a la lucha a pesar de tener sólo 13 años.


Pese a tener sólo 13 años, José Sánchez del Río se enroló en el Ejército Cristero

En razón de su corta edad, José fue designado portaestandarte de la imagen de la Virgen de Guadalupe, y no tomaba parte activa en los enfrentamientos armados. 

Sin embargo, el 6 de febrero de 1928, durante una batalla, el joven fue capturado cuando, para salvar al general cristero Luis Guízar Morfín, le cedió su caballo y no pudo escapar. "Mi general, tome usted mi caballo y sálvese; usted es más necesario y hace más falta a la causa que yo", le dijo Joselito al jefe cristero.

Irónicamente, fue encerrado en la Iglesia de Santiago Apóstol de Sahuayo, la misma donde había sido bautizado, y que las tropas del gobierno federal habían convertido en cárcel y caballeriza.

José le dijo a uno de sus carceleros: "La casa de Dios es para rezar, no para usarla como un establo de animales. Estoy dispuesto a todo. Puede fusilarme. Así me encontraré enseguida en la presencia de Dios y podré pedirle que le confunda".


Los padres y hermanos de José Sánchez del Río posan junto al retrato de José

A José le hicieron varias propuestas tentadoras para hacerlo desistir de su fe y de su lucha, e incluso pidieron un rescate a su familia. Pero él rechazó todas las ofertas.

Luego de cuatro días de cautiverio en manos del ejército federal, el 10 de febrero fue sacado de la parroquia donde estaba encerrado, torturado -le rebanaron las plantas de los pies- y conducido por las calles de Sahuayo hasta el paredón municipal. José iba llorando pero al mismo tiempo rezando y vivando a Cristo Rey. Frente a una tumba abierta, fue conminado una vez más a retractarse de su fe y, ante su negativa, primero lo colgaron y luego lo remataron de un tiro en la sien. Estaba próximo a cumplir los 15 años.

Antes de ejecutarlo, sus verdugos le preguntaron: "¿Qué quieres que le digamos a tus padres?" Y él contestó: "Que viva Cristo Rey y que en el cielo nos veremos".


Joselito es llevado por sus verdugos hacia el sitio de su ejecución (escena del film Cristiada, del año 2012)

El niño cristero, venerado por los católicos mexicanos desde entonces, fue beatificado el 20 de noviembre de 2005 junto a otros 11 mártires de su país.

En enero pasado, el papa Francisco anunció que José Sánchez del Río sería canonizado, lo que lo convierte en el santo mexicano más joven.

El martirologio de Joselito fue recordado también en una producción de Hollywood del año 2012 -Cristiada- que relata la Guerra Cristera, con Andy García en el rol protagónico.


Andy García en el rol del general Enrique Gorostieta Velarde. Detrás, José Sánchez del Río con el estandarte de la Virgen de Guadalupe, en el film “Cristiada” (2012)

El martirologio cristero está lejano en la historia de México, y es un episodio poco recordado en el mundo entero e incluso en el propio país norteamericano, a pesar de que en su momento inspiró una de las obras cumbres de la literatura: El poder y la gloria, la novela del escritor británico y ferviente católico, Graham Greene, luego llevada al cine.


Soldados del Ejército Cristero




Román Adame Rosales, Santo

Presbítero y Mártir Méxicano, 21 de abril


Presbítero y Mártir

Martirologio Romano: En Nochistlán, en el territorio de Guadalajara, en México, san Román Adame, presbítero y mártir, que en la persecución contra la Iglesia fue martirizado por confesar a Cristo Rey (1927).

Etimológicamente: Román = Aquel que pertenece a Roma, es de origen latino.

Nacido en Teocaltiche, Jalisco, el 27 de febrero de 1859, fue ordenado presbítero por su obispo, Don Pedro Loza y Pardavé, el 30 de noviembre de 1890, tras lo cual, le fueron conferidos varios nombramientos hasta que el 4 de enero de 1914 llegó al que sería su último destino, Nochistlán, Zacatecas.

Prudente y ponderado en su ministerio, fue nombrado Vicario Episcopal foráneo para las parroquias de Nochistlán, Apulco y Tlachichila.

Quienes lo conocieron, lo recuerdan fervoroso; rezaba el oficio divino con particular recogimiento; todas las mañanas, antes de celebrar la Eucaristía, se recogía en oración mental. Atendía con prontitud y de buena manera a los enfermos y moribundos, predicaba con el ejemplo y con la palabra. Evitaba la ostentación; vivía pobre y ayudaba a los pobres. Su vida y su conducta fueron intachables y la obediencia a sus superiores constante. Edificó en su parroquia un templo a Señor San José y algunas capillas en los ranchos; fundó la asociación Hijas de María y la cofradía Adoración Nocturna del Santísimo Sacramento.

En agosto de 1926, viéndose como todos los sacerdotes de su época, en la disyuntiva de abandonar su parroquia o permanecer en ella aún con la persecución religiosa, el anciano párroco de Nochistlán se decidió por la segunda, ejerciendo su ministerio en domicilios particulares y no pasó un año cuando tuvo que abandonar su domicilio, siendo desde entonces su vida, un constante andar de la «Ceca a la Meca».

La víspera de su captura, el 18 de abril de 1927, comía en la ranchería Veladores; una de las comensales, María Guadalupe Barrón, exclamó: ¡Ojalá no vayan a dar con nosotros! Sin titubeos, el párroco dijo: ¡Qué dicha sería ser mártir!, ¡dar mi sangre por la parroquia!.

Un nutrido contingente del ejército federal, a las órdenes del Coronel Jesús Jaime Quiñones, ocupaban la cabecera municipal, Nochistlán, cuando un vecino de Veladores, Tiburcio Angulo, pidió una entrevista con el jefe de los soldados para denunciar la presencia del párroco en aquel lugar.

El coronel dispuso de inmediato una tropa con 300 militares para capturar al indefenso clérigo. Después de la media noche del 19 de abril; sitiada la modesta vivienda donde se ocultaba, el señor cura fue arrancado del lecho, y sin más, descalzo y en ropa interior, a sus casi setenta años, maniatado, fue forzado a recorrer al paso de las cabalgaduras la distancia que separaba Veladores de Yahualica.

Al llegar a río Ancho, uno de los soldados, compadecido, le cedió su cabalgadura, gesto que le valió injurias y abucheos de sus compañeros. El Padre Adame estuvo preso, sin comer ni beber, sesenta horas. Durante el día era atado a una columna de los portales de la plaza, con un soldado de guardia y durante la noche era recluido en el cuartel; conforme pasaban las horas, su salud se deterioraba.

A petición del párroco, Francisco González, Jesús Aguirre, y Francisco González Gallo, gestionaron su libertad ante el coronel Quiñones, quien, luego de escucharlos, les dijo: Tengo órdenes de fusilar a todos los sacerdotes, pero si me dan seis mil pesos en oro, a éste le perdonó la vida.

Con el dinero en sus manos, el coronel quiso fusilar a quienes aportaron la cantidad, pero intervinieron Felipe y Gregorio González Gallo, para garantizar que el pueblo no sufriera represalias. El azoro y el terror impuesto por los militares y la inutilidad de las gestiones cancelaron las esperanzas de obtener la libertad del párroco.

La noche del 21 de abril un piquete de soldados condujo al reo del cuartel al cementerio municipal. Muchas personas siguieron al grupo llorando y exigiendo la libertad del eclesiástico. Junto a una fosa recién excavada, el sacerdote rechazó que le vendaran los ojos, sólo pidió que no le dispararan en el rostro; sin embargo antes de fusilarlo uno de los soldados, Antonio Carrillo Torres, se negó repetidas veces a obedecer la orden de preparen armas, por lo que se le despojó de su uniforme militar y fue colocado junto al señor cura. Se dio la orden ¡apunten!, enseguida la voz ¡fuego!; el impacto de las balas derrumbó al Padre Adame y, acto continuo, a Antonio Carrillo. Quince minutos después, cuatro vecinos colocaron el cadáver del mártir en un mal ataúd, y lo sepultaron en la fosa inmediata al lugar de la ejecución, donde yacía el soldado Carrillo.

Años después, fueron exhumados los restos del sacerdote y trasladados a Nochistlán, Zacatecas, donde se veneran. El párroco de Yahualica, Don Ignacio Íñiguez, testigo de la exhumación, consignó que el corazón de la víctima se petrificó, y su Rosario estaba incrustado en él.


http://es.catholic.net/op/articulos/35991/romn-adame-rosales-santo.html#modal


Estos son los nombres de los 25 mártires: Cristóbal Magallanes Jara, Román Adame Rosales, Rodrigo Aguilar Alemán, Julio Álvarez Mendoza, Luis Batis Sainz, Agustín Caloca Cortés, Mateo Correa Magallanes, Atilano Cruz Alvarado, Miguel De La Mora, Pedro Esqueda Ramírez, Margarito Flores García, José Isabel Flores Varela, David Galván Bermúdez, Pedro de Jesús Maldonado Lucero, Jesús Méndez Montoya, Justino Orona Madrigal, Sabas Reyes Salazar, José María Robles Hurtado, Toribio Romo González, Jenaro Sánchez Delgadillo, David Uribe Velasco, Tranquilino Ubiarco Robles (sacerdotes); David Roldán Lara, Salvador Lara Puente, Manuel Morales (laicos).


https://brujulacotidiana.com/es/santos-martires-mexicanos

 

















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