FRANCISCO DE GOYA EN LA
COLECCIÓN
DE CARTELES DE LA GOYESCA
·
Una obra de Francisco de Goya fue el
motivo escogido por la Real Maestranza para ilustrar el cartel de la LVII
Tradicional Corrida Goyesca y Feria de Pedro Romero de 2013. La tarde del 7 de
septiembre estuvo protagonizada por un único diestro, Morante de la Puebla,
frente a seis toros de Juan Pedro Domecq.
Cartel LVII Corrida Goyesca y Feria de Pedro Romero 2013.
Francisco de Goya
“Lance de capa en un encierro”, título
de la obra de Francisco de Goya y Lucientes (Fuendetodos, 1746 – Burdeos,
1828), permaneció expuesta en una de las salas del Museo de la Real Maestranza
entre 2013 y 2018, en calidad de depósito temporal cedida por una colección
particular. Se trata de un óleo sobre hojalata fechado en 1793 de 43×31 cm.
El texto informativo que acompañaba a
la pieza fue elaborado por el profesor Pedro Romero de Solís, que por su
interés reproducimos a continuación:
A comienzos de 1794 Goya remite a la
Academia de San Fernando de Madrid una colección de once pequeños cuadros de
gabinete, todos ellos pintados sobre hojalata y de similares dimensiones, para
que sus profesores pudieran comprobar cómo el artista, recién superada la
gravísima enfermedad -casi mortal- que sufrió en Andalucía, de resultas de la
cual quedó sordo, conservaba todavía sus plenas facultades para seguir
desempeñando dignamente el empleo de pintor de cámara del rey de España.
Acompañaba a estas pinturas una
expresiva carta de Goya a don Bernardo de Iriarte, Viceprotector de dicha
Academia, en la cual el artista explicaba que había realizado estas obras no
sólo para intentar resarcirse de los grandes gastos generados por la curación
de sus males, sino también para distraer su espíritu, lo cual había seguido su
propio capricho e inventiva, tanto en la elección de los temas como en su ejecución,
por lo que había gozado de una libertad que no tenía habitualmente en las obras
de encargo.
En San Fernando consta que los cuadros
remitidos por Goya tenían como tema varias escenas de diversiones nacionales,
así las hay dedicadas al teatro ambulante, a la venta de marionetas y a
diversas faenas relacionadas con las fiestas de toros, siendo éstas últimas las
más numerosas. Hay ocho de tema taurino, cinco situadas en plazas estables y
otras tres en espacios exteriores –afueras de Zaragoza, un cortijo y una
dehesa-, repartidas por diversos museos y colecciones españolas e
internacionales. A principios del siglo XX, la mayor parte de las taurinas
pertenecían al marqués de la Torrecilla, por lo cual aparecen citadas como la
“Serie Torrecilla” (Cossío II, 751 y ss).
La pintura que aquí contemplamos
pertenece a esta decisiva serie goyesca y representa una escena previa a la
corrida, cuando se encerraban los astados en los toriles desde la arena de la
plaza, al igual que ahora sigue sucediendo en Pamplona durante los sanfermines.
La piara de toros colorados es guiada por un picador, un subalterno con la
guindaleta –o lazo- y un capeador, que ejecuta un lance de capa por detrás en
el primer plano de la composición. Por la riqueza de su atuendo, aquí la está
realizando un matador. Dado que José Delgado, “Pepe-Illo”, afirmó
categóricamente en su célebre “Tauromaquia o Arte de Torear” (1ª. ed. Cádiz
1796), que está suerte la había inventado él, es muy posible que Goya haya
querido retratar en esta pintura al famoso torero sevillano en acción.
TRES ROMERO EN
MADRID
En la sala de la
plaza de toros dedicada a la historia de la Tauromaquia se encuentra este
cartel de 1792, que anuncia funciones en las que intervienen los hermanos
rondeños Pedro, José (Josef) y Antonio Romero en la plaza de Madrid. Ese
año, dos meses después de estas funciones taurinas iba a cristalizar la
Revolución Francesa iniciada en 1789 con el asalto a las Tullerías, la
abolición de la monarquía y la proclamación de la Primera República en el
vecino país. Europa entera experimentaba sacudidas de consecuencias históricas.
En España, bajo el reinado de Carlos IV, por la dirección de los asuntos de
Estado se suceden el conde de Floridablanca, el conde de Aranda y Manuel Godoy.
Es también el año en el que se acuña por primera vez el dólar.
Cartel horizontal, tipográfico, sin ilustración alguna, se compone con
tipos romanos en la parte superior, con la particularidad de mayúsculas perladas (unos círculos pequeños) para resaltar la
zona de la autoridad real, enmarcado el conjunto con orlas de líneas paralelas
con un ligero adorno floral en las esquinas, mientras que los campos de
información están separados por sencillos filetes. Se caracteriza por la
apariencia habitual del “cartel primitivo” del siglo XVIII, modelo que se
mantendrá sin muchas variaciones hasta bien entrado el siglo XIX.
Cartel
corrida de toros. (Madrid, 1792). Archivo-RMR.
Su estructura
piramidal, propia del Antiguo Régimen, refleja el orden social de la época. En
orden superior El Rey, apoyado en la fecha que se “ha servido señalar” y el
motivo benéfico que anima a la celebración del festejo “por su real piedad”; a
continuación la autoridad competente que presidirá la función, el Corregidor de
la Villa, por encima de la relación de ganaderos y sus divisas, habitualmente
emparentados con la nobleza. A continuación se menciona el gremio profesional
de los protagonistas, en primer lugar los picadores o varilargueros,
reminiscencia de la preeminencia que tenían los caballeros o jinetes en otros
tiempos, y que anteceden a los que ya eran las principales figuras de la
función, los toreros a pie para los que estaba reservada la suerte suprema y el
fervor popular.
Por último, las
habituales recomendaciones y advertencias dirigidas al pueblo llano,
público tumultuoso y levantisco que podía enredarse en refriegas
violentas o en el lanzamiento de todo tipo de objetos a la arena. En el caso
que nos ocupa, las indicaciones están dirigidas a mantener el orden en las
localidades, por las que se aconseja a los que tengan asientos reservados custodiarlos
por criados o sujetos de confianza “siempre que no sean muchachos
desconocidos”, medida orientada para que la gente no invada zonas que no les
corresponden. Finaliza el impreso con el lugar donde estará el ganado antes del
encierro y el horario de las corridas de mañana y tarde.
El escenario es la
antigua plaza de la puerta de Alcalá, edificada y costeada por Fernando VI en
1754 y que fue entregada a los Reales Hospitales Generales para la obtención de
fondos para obras de beneficencia. Las fiestas de toros eran ya un negocio
floreciente como fuente de ingresos para diversos fines de interés general. Es
la segunda de la tanda de corridas que Pedro Romero protagonizaría
ininterrumpidamente en Madrid alternando con sus hermanos o con Pepe Hillo desde
1791 a 1799, año de su retirada.
Vista
de la Plaza y corrida de toros en Madrid de Antonio Carnicero. “El siglo de oro
de las tauromaquias. Estampas taurinas 1750-1868” (Madrid, 1989).
Biblioteca-RMR
El cartel anuncia
que los seis toros de la mañana los picarán el renombrado Juan López, del que
ya nos ocupamos en entrada anterior, presente en la cogida mortal de Pepe Hillo
en 1801, y el notable Miguel Pérez, del que cuenta una crónica del año
siguiente, también con Pedro Romero, que al caer del caballo quedando al
descubierto agarró un capote y “le dio tres verónicas y una navarra que no solo
pararon al toro sino que lo hicieron hocicar”. Para la tarde figura Bartolomé
Carmona, al que se llegó a considerar hijo de Ronda por su amistad con los
Romero, especialmente con José, y que moriría dos años después en la misma
plaza al desnucarse derribado de un caballo. Junto a él, Alfonso García
Colmillo, habitual con los Romero, y otros dos varilargueros de nombradía como
Pablo Ortega y Manuel Cañete. De los 18 toros que se lidiaron, dos serían
estoqueados por Vicente Estrada, banderillero de larga trayectoria siempre con
los mejores, que en algunas fechas actuó de media espada, y Estevan Pérez, del
que no abundan referencias.
En este cartel, en el que los que los hijos de Ronda se enseñoreaban de
la plaza de Madrid, no figuran los componentes de las cuadrillas pero se sabe
que este año se presentó como banderillero el gran Jerónimo José Cándido,
cuñado de Pedro Romero, y que en la corrida del año siguiente ya lo hizo como
sobresaliente; también actuaron Manuel Rodríguez Nona Nonilla, de larguísima y aplaudida trayectoria,
subalterno habitual de Costillares; Antonio
de los Santos, que llegó a ser matador y que al principio de su carrera se
hacía llamar Ojos grandes; Cristóbal
Díaz el Manchego o Mancheguillo,
lidiador habitual de la cuadrilla de Pepe Hillo o los Romero, que pasado el
tiempo actuó en 1811 en alguna mojiganga en la que ofrecía cantar y tocar la
guitarra montado en un toro mientras le ponían banderillas de fuego; y los
menos conocidos Esteban Herrera el Cerrajero y Nicolás
de Ugartemendia.
Pedro Romero se retiraría en 1799, al final de esta serie de
actuaciones, compartiendo cartel con Pepe Hillo y su hermano Antonio Romero,
muerto en 1802 en la plaza de Granada por cornada del toro Ollero de la ganadería del marqués de Tous. José
Romero, que rivalizaba con su hermano Pedro y llegó a enemistarse con él (ambos
retratados por Goya) intervino en la corrida en la que murió Pepe Hillo en 1801
y se retiraría al decretarse la prohibición de las corridas de toros de Godoy.
En 1818 volvería a salir al ruedo en Madrid, invitado con 73 años a torear un
toro.
Bibliografía
Rafael Cabrera
Bonet. Orígenes y evolución del cartel taurino en España. Consejería de Gobernación y Justicia, Sevilla, 2010.
Begoña Torres
González. El cartel taurino. Quites entre sol y sombra. Ministerio de Educación
y Cultura, Madrid, 1998.
J. M.
Cossío. Los toros. Tratado técnico e histórico, vol. III.
Espasa Calpe, Madrid, 1943.
J. Sánchez de
Neira. Los toreros de antaño y los de hogaño, 1884. Ed.
Fundación de Estudios Taurinos, Real Maestranza de Caballería de Sevilla, 2014.
Introducción de Pedro Romero de Solís.
Velázquez y
Sánchez. Anales del toreo. Imprenta
y ed. Juan Moyano, Sevilla, 1868.
J. Sánchez de
Neira. El Toreo. Gran diccionario tauromáquico.
Imprenta de Miguel Guijarro, Madrid, 1879 (Turner, Madrid, 1988).
Josef Daza, Precisos manejos y progresos del arte del toreo, 1778.
Ed. Rogelio Reyes/ P. Romero de Solís, Fundación de Estudios Taurinos, Real
Maestranza de Caballería de Sevilla, 1999. Introducción de A. González Troyano.
https://plazaymuseormr.wordpress.com/2020/12/01/tres-romero-en-madrid/
SALA DE HISTORIA DE LA
TAUROMAQUIA DE LA REAL
MAESTRANZA DE CABALLERÍA DE
RONDA. VESTIDO DE LUTO DE
JOSELITO EL GALLO.
Este año se cumple el centenario de la
muerte de Joselito el Gallo en Talavera de la Reina, el 16 de mayo de 1920. Los
actos para celebrar esta triste efeméride en numerosos sitios de España se han
visto afectados o modificados por las circunstancias que impone la pandemia del
Covid-19.
La sala dedicada a la historia de la
Tauromaquia en la Real Maestranza conserva un vestido de Joselito, de color
negro azabache, de los que llevó en varias ocasiones por el fallecimiento de su
madre doña Gabriela Ortega Feria, bailaora gitana, en enero de 1919. Joselito
estaba muy unido a su madre, que a la muerte de su padre, el torero Fernando el
Gallo, había sacado a la familia adelante. La primera vez que Joselito vistió
de luto por este motivo fue el domingo 16 de marzo de ese año en la plaza de
toros de Barcelona, corrida en la que le daría la alternativa a su cuñado
Ignacio Sánchez Mejías con Juan Belmonte de testigo. Este vestido que se
conserva en Ronda es de una ocasión posterior, que lució durante la Feria de
Abril de Sevilla.
Vestido de luto de Joselito el Gallo. Colección de la Real
Maestranza de Caballería de Ronda. Foto: José Morón.
Considerado el torero más completo de
la historia, de su carrera interrumpida a la edad de 25 años cabe destacar que
fue el primer diestro de la historia en superar la barrera de los cien festejos
por temporada, logrados en los años 1915, 1916 y 1917, con 102, 105 y 103
festejos respectivamente. Con su gran rival Juan Belmonte alternó en 275
tardes, construyendo entre ambos la llamada Edad de Oro del toreo.
https://plazaymuseormr.wordpress.com/2020/10/02/vestido-de-luto-de-joselito-el-gallo/
TOREROS HISTÓRICOS EN LA PLAZA DE
TOROS DE RONDA (III). MANUEL LUCAS
BLANCO, EL TORERO EJECUTADO
Le llamaban “el
guapo Lucas”, no por su atractivo físico sino por su tendencia a la trifulca
tabernaria. Es el tercer matador del cartel de toreros que actuaron en la plaza
de Ronda el 21 y 22 de mayo de 1836, junto a Juan León y el caballero Pérez de
Guzmán. Se desconoce la fecha de su nacimiento, se supone que en Sevilla o en
algún pueblo de la provincia, ya que siendo casi un niño de humildísima
procedencia, huérfano de padre, se tiene constancia de su presencia en el
matadero de la ciudad trabajando de cortador en las tablas bajas, las de peor
calidad.
Manuel
Lucas Blanco, por Manuel Rodríguez de Guzmán. (“El Cossío ilustrado”. Espasa,
2003. P. 323)
En el matadero sevillano, auténtica escuela de adiestramiento para los
aspirantes a hacer carrera en los ruedos, se daban cita algunos maestros que un
día vieron a un mozalbete desconocido sometiendo a un toro de Vázquez con un
dominio y agilidad insospechados en alguien sin experiencia previa. Antonio
Ruiz “el Sombrerero”, primera figura del momento,
lo puso de inmediato bajo su protección y docencia.
Después de un período de formación como jefe de cuadrillas menores y
banderillero en plazas andaluzas, en 1813, en el epílogo de la guerra de
Independencia española, entra a formar parte de la cuadrilla de su protector.
Al cabo de un tiempo cambiaría a la de otro discípulo de Ruiz, el cordobés Francisco González “Panchón”.
Este torero de
poco arte, al que llamaron “el Hércules del toreo” por su fuerza y agilidad,
merece un poco de atención. Con doce años lo llevó a la plaza de Ronda el
mismísimo Pedro Romero, hacia 1796, y también José Romero lo contrataría como
banderillero. Venía recomendado por el vizconde de Miranda, noble cordobés que
alanceaba toros y era capaz de estoquearlos como un profesional contrastado,
hasta el punto de que Pedro Romero lo admiraba. Personaje controvertido, llegó
a criar un toro bravo en su inmenso palacio (del que sólo sobrevive su
fachada). “Señorito” se movía por los salones como una mascota faldera,
recibiendo caricias de familia y criados, aunque en ocasiones sacara a relucir
su casta brava, como el día que se vio reflejado en un espejo y provocó un
considerable estropicio.
Como media espada de “Panchón” y luego con otros (“los Sombrereros”,
“Sentimientos” o “El Bolero”) Lucas Blanco
fue ganando fama por su arrojo y temeridad, así como se acentuaba su propensión
al enfrentamiento con otros hombres. Se cuenta que, desnudo de toda formación,
su carácter rústico le llevaba a defender sus posturas de forma tan exagerada
que las discusiones solían tener un bronco desenlace. De sus dificultades de
expresión quedó constancia en un brindis en Sevilla a los infantes Francisco de
Paula y María Carlota: “¡A mi señó infante don Francisco; va por la de usía,
por la mujer, por la familia de aquí y por la de allá!”.
Muchas de sus
arrebatadas controversias eran de carácter político en una España inflamada que
salía de una guerra para precipitarse en otra, la Primera Guerra Carlista,
trampantojo del enfrentamiento entre liberales y absolutistas. Lucas Blanco se
declaró partidario de la facción absolutista en 1823, ingresando en las
milicias realistas en una sección conocida como “la cáscara amarga”, los más
duros. Su entrega a la política le llevó a torear muy poco hasta 1829. A partir
de 1830, de vuelta a los ruedos para sacar adelante a la familia, vive sus
mejores momentos, tanto en Madrid como en Sevilla; alterna a menudo con figuras
como Montes, Roque Miranda y Juan León, que a pesar de sus diferencias
políticas le profesó afecto, además de buenos consejos para mejorar su lidia,
que seguía siendo deficiente.
En 1835 y 1836 no se presenta en Madrid debido a la guerra civil y al
hostigamiento que padecían aquellos que defendían la causa carlista, que
encarnaba la línea absolutista para sus partidarios. Lo hace en Ronda, como ya
hemos dicho, junto a otros dos “guapos”. Al año siguiente es contratado de
nuevo en Madrid para participar en varias funciones en carteles con los
principales espadas y en compañía de grandes subalternos (picadores célebres
como Juan Pinto y Francisco Sevilla, o peones de la categoría de Juan Yusto o
“Cúchares”), cosechando éxitos por su toreo “cuerpo a
cuerpo” y una cornada sin gravedad.
La crispación en
la capital seguía en su más alto grado de ebullición, según las noticias que
llegaban de los vaivenes del desarrollo de la guerra. En esas circunstancias,
en una tienda de andaluces de la calle Fuencarral, Manuel Lucas se dejó llevar
por su carácter vehemente en otra de sus habituales reyertas. Esta vez
con un desenlace trágico: un miliciano isabelino, Manuel Crespo de los Reyes,
cae mortalmente herido. De nada sirvieron los ruegos y peticiones de clemencia
de sus compañeros de gremio, alegando homicidio involuntario ya que ambos
contendientes estaban bajo los efectos del vino. En el juicio posterior fue
condenado a morir por garrote vil el 9 de noviembre de 1837. Se dice que se
enfrentó a su última hora con la gallardía que había demostrado en las arenas.
El bravo Juan León confesó que no había conocido hombre más duro.
Su muerte abrió la
carrera taurina de su hijo Juan, al que su padre no quería ver vestido de
luces: “Primero muerto que bregando en las plazas”, le amenazaba. Aquel bruto
empecinado, consciente de su falta de educación, quería que su vástago se
dedicara a una carrera de letras.
Bibliografía
M. Cossío. Los toros. Tratado técnico e histórico, vol. III.
Espasa Calpe, Madrid, 1943.
Velázquez y
Sánchez. Anales del toreo. Imprenta y ed. Juan
Moyano, Sevilla, 1868.
Sánchez de
Neira. El Toreo. Gran diccionario tauromáquico. Imprenta
de Miguel Guijarro, Madrid, 1879 (Turner, Madrid, 1988).
Rivas
Santiago. Toreros del romanticismo (anecdotario taurino),
pról. de J. Belmonte, Madrid, Aguilar, 1947 (Madrid, Aguilar, 1987).
M.ª Isabel
Jiménez. Toros y Toreros en la literatura costumbrista del siglo XIX.
Revista de Estudios Taurinos, nº6. Sevilla, 1997.
Manuel Ramos
Gil. El toro bravo que vivió en un palacio en Córdoba. ABC 09/04/2020.
https://www.rmcr.org/es/plaza_museo.html
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