domingo, 1 de agosto de 2021

 

LAS PINTURAS DEL MUSEO DEL PRADO EN EL EXILIO

Durante la guerra civil española, gran parte de los fondos del Museo del Prado fueron evacuados para protegerlos de los bombardeos. La operación de salvamento impulsada por el gobierno de la República sería imitada pocos años después, tras el estallido de la segunda guerra mundial, por otros grandes museos de Europa.


Fachada del Museo del Prado, en Madrid. Foto: iStock

 

En plena Guerra Civil española, obras tan emblemáticas como Las majas de Goya, La crucifixión de El Greco, Las meninas de Velázquez y otro medio millar de creaciones claves de la historia de la pintura se vieron obligadas a cambiar de ubicación. Todas ellas tuvieron que abandonar, momentáneamente, el Museo del Prado en Madrid y recalar en distintas localidades como Barcelona o la provincia de Gerona, como una mina de talco en la localidad de La Vajol, en lo que constituye un emocionante, heroico y poco conocido episodio. Aunque no todos los historiadores están de acuerdo en que realmente esa delicada y peligrosa operación hubiera sido realmente necesaria.

OPERACIÓN TRASLADO

Ante la gravedad de la situación, el gobierno de la República trazó un plan para esconder todas esas valiosas obras de arte fuera de Madrid entre marzo de 1938 y febrero de 1939. "El Prado es más importante que la República y la Monarquía. Porque en el futuro podrá haber más repúblicas y monarquías en España, pero estas obras son insustituibles", esta frase fue pronunciada por Manuel Azaña en una acalorada discusión con Juan Negrín, presidente del gobierno entre 1937 y 1939. Azaña también le advertía: "Si estos cuadros desaparecieran o se averiasen, tendría usted que pegarse un tiro".



El presidente Manuel Azaña junto con el portavoz de las Cortes Martinez Barrio el 14 de abril de 1936.

El presidente Manuel Azaña junto con el portavoz de las Cortes Martinez Barrio el 14 de abril de 1936.

Foto: Cordon Press

Ante la gravedad de la situación, el gobierno de la República trazó un plan para esconder todas estas valiosas obras de arte fuera de Madrid entre marzo de 1938 y febrero de 1939.

Todas las alarmas habían saltado el 16 de noviembre de 1936, cuando varias bombas incendiarias lanzadas por la aviación nacional impactaron directamente sobre el Museo del Prado y su entorno. Fue entonces cuando el gobierno ordenó a la Junta del Tesoro Artístico que elaborara un plan para poner a buen recaudo los valiosos fondos del museo. El plan debía comprender desde el embalaje de las piezas a su traslado lejos de la capital. Así pues, ese mismo mes de noviembre los cuadros salieron del museo para ser transportados a Valencia junto con unas cuantas obras pertenecientes a colecciones privadas. La comitiva que acompañaba a las pinturas la formaron funcionarios y técnicos del museo dirigidos por el pintor extremeño Timoteo Pérez, que no se separó de los cuadros de Rembrand, Goya, Tiziano, Murillo, Velázquez y Rubens, que se convirtieron en protagonistas involuntarios de un peligroso viaje a bordo de setenta y un camiones. Una arriesgada operación, de la cual Arturo Colorado Castellary, catedrático de Arte y Comunicación en la Universidad Complutense de Madrid, ha dicho lo siguiente: "España y la historia del arte tienen una deuda infinita hacia aquellas personas, ya que sin su valentía y generosidad, el Prado hoy podría no existir".

¡OBRAS A LA FUGA!

Las peripecias vividas por las obras de arte que salieron en secreto de la gran pinacoteca española podrían haber formado parte de una película de aventuras, cuyo inicio seguramente hubiera sido el avance de la guerra hacia la capital del Turia, en 1937. Este hecho obligó al gobierno de la República a plantearse el traslado de las obras a un destino por entonces considerado más seguro, y el elegido fue Barcelona. Así pues, cinco meses más tarde, y a bordo de 36 camiones, obras, técnicos del Prado y sus familiares realizaron un accidentado viaje bordeando la costa de Valencia a Cataluña con las tropas franquistas pisándoles los talones. Al atravesar Benicarló, una bomba destrozó el balcón de una vivienda provocando que los cascotes se precipitaran sobre uno de los camiones, el que transportaba Los fusilamientos y La carga de los mamelucos de Goya, que quedaron gravemente dañados.

La carga de los mamelucos, de Goya, resultó gravemente dañada durante el traslado.

Foto: Cordon Press

A su paso por Tortosa, la comitiva tuvo un nuevo contratiempo: la caja que transportaba Las meninas no cabía por el puente que cruzaba el Ebro. Fue entonces cuando el militar republicano que estaba al mando de la expedición propuso desmontar el lienzo del bastidor y enrollarlo. Rafael Seco de Arpe, nieto de Manuel de Arpe, el restaurador que iba en la comitiva, explica la reacción de su abuelo ante esta propuesta: "Mi madre nos contó que mi abuelo se plantó ante él y le dijo: 'lo hará por encima de mi cadáver'. Temía que la pintura se desprendiese de la tela si la doblaban. Al final, la camioneta cruzó por otro puente alejado de la ruta. El viaje se retrasó, pero Las meninas se salvaron".

Vista aérea de Tortosa, con los dos puentes sobre el río Ebro.

Foto: iStock


Las meninas de Velázquez, uno de los cuadros que fue trasladado fuera del Museo del Prado.

Foto: Cordon Press

La precipitación con la que se planeó la huida hizo muy difícil encontrar un lugar seguro para albergar los cuadros. Así que se buscó refugio de forma provisional en el monasterio de Pedralbes, en Barcelona, y en Viladrau y Sant Hilari Sacalm, en Gerona. "Yo tenía siete años, no entendía dónde me llevaban, pero nunca olvidaré lo mucho que me impresionó el Tibidabo la tarde que me acompañaron a conocerlo", recuerda Carlos Pérez Chacel, hijo del pintor responsable del operativo y de la escritora Rosa Chacel, que también formaba parte de la expedición.

Monasterio de Pedralbes, en Barcelona, donde recalaron durante un tiempo algunos de los cuadros del Prado.

Foto: iStock

 

En abril de 1938, los cuadros fueron definitivamente trasladados a tres escondites donde pasarían los diez meses siguientes: los sótanos de los castillos de Peralada y Figueres, y la mina de talco de La Vajol, situada a pocos kilómetros de la frontera con Francia. "En la cocina del castillo de Peralada, mi abuelo tuvo que improvisar un taller para restaurar los cuadros dañados en Benicarló. Sobre todo le costó salvar La carga de los mamelucos, que había quedado partido en 18 trozos", cuenta Rafael Seco de Arpe. Ya en suelo catalán, las obras del Prado vivieron sus momentos más trágicos; incluso el propio Manuel Azaña, alojado junto a las pinturas en el castillo de Peralada, escribiría que por las noches se desvelaba pensando en que las bombas franquistas, con tal de acabar con su vida, pudieran destrozar también los Velázquez que descansaban debajo de su dormitorio.

Castillo de Peralada, donde se alojó Azaña y las obras del Museo del Prado en su camino hacia Francia.

Foto: iStock

 

AYUDA DEL EXTERIOR

El inminente final de la guerra llenaba de incertidumbre a toda la comitiva encargada de velar por las obras: ¿Cuál iba a ser el destino de todo aquel capital artístico? La solución iba a llegar del exterior. El pintor barcelonés Josep Maria Sert, que mantenía buenas relaciones con ambos bandos y que residía en Francia desde el estallido de la guerra, se encargó de organizar un comité internacional de museos para hacerse cargo de las obras al otro lado de la frontera. En Figueres, y en nombre de un gobierno republicano en plena desbandada, Julio Álvarez del Vayo firmó un acuerdo con los representantes del comité museístico internacional para la entrega de las obras.


Retrato del pintor Josep Maria Sert, que negoció la entrega de las obras del Prado a Francia.

Foto: Cordon Press

 

Los cuadros serían trasladados a Francia entre los días 4 y 9 de febrero de 1939, en los mismos camiones en los que huían de España miles de exiliados, y desde allí, el 12 de febrero de 1939, fueron llevados al Palacio de las Naciones de Ginebra, en Suiza. La odisea del patrimonio español transportado en 22 vagones fue portada de la prensa internacional, y el 1 de junio de 1939 se inauguró en el Museo de Arte e Historia de Ginebra la exposición Obras maestras del Museo del Prado. En quince salas se expusieron un total de 174 obras. El mismo acuerdo indicaba que al final de la guerra las obras de arte serían trasladadas en tren de nuevo a España, lo que ocurrió en septiembre de 1939.


Desde Francia, el 12 de febrero de 1939, las pinturas del Museo del Prado fueron llevadas al Palacio de las Naciones de Ginebra, Suiza.

Foto: iStock

 

El destino de los miembros del equipo de salvamento fue dispar. Rafael Seco de Arpe volvió con su familia a España y continuó con su labor de restaurador. Timoteo Pérez y Rosa Chacel se exiliaron a Brasil. "En casa nunca hablaron de este tema, era tabú", recuerda el hijo de ambos. En suma, y en palabras del catedrático Arturo Colorado Castellary, "lo cierto es que esta historia debería contarse en las escuelas, porque es de las que le hacen a uno sentirse orgulloso. Sin embargo, por desgracia, pocos españoles la conocen", concluye.

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