LAS
PINTURAS DEL MUSEO DEL PRADO EN EL EXILIO
Durante la guerra civil española, gran parte de los fondos del
Museo del Prado fueron evacuados para protegerlos de los bombardeos. La
operación de salvamento impulsada por el gobierno de la República sería imitada
pocos años después, tras el estallido de la segunda guerra mundial, por otros
grandes museos de Europa.
Fachada del Museo
del Prado, en Madrid. Foto: iStock
En plena Guerra
Civil española, obras tan emblemáticas como Las majas de Goya, La crucifixión de El Greco, Las meninas de Velázquez y otro medio millar de creaciones
claves de la historia de la pintura se vieron obligadas a cambiar de
ubicación. Todas ellas
tuvieron que abandonar, momentáneamente, el Museo del Prado en Madrid y recalar
en distintas localidades como Barcelona o la provincia de Gerona, como una mina
de talco en la localidad de La Vajol, en lo que constituye un emocionante,
heroico y poco conocido episodio. Aunque no todos los historiadores están de
acuerdo en que realmente esa delicada y peligrosa operación hubiera sido
realmente necesaria.
OPERACIÓN TRASLADO
Ante la gravedad de la situación, el
gobierno de la República trazó un plan para esconder todas esas valiosas obras
de arte fuera de Madrid entre marzo de 1938 y febrero de 1939. "El
Prado es más importante que la República y la Monarquía. Porque en
el futuro podrá haber más repúblicas y monarquías en España, pero estas obras
son insustituibles", esta frase fue pronunciada por Manuel Azaña en una acalorada
discusión con Juan Negrín, presidente del gobierno entre 1937 y 1939. Azaña
también le advertía: "Si estos cuadros desaparecieran
o se averiasen, tendría usted que pegarse un tiro".
El presidente
Manuel Azaña junto con el portavoz de las Cortes Martinez Barrio el 14 de abril
de 1936.
Foto: Cordon Press
Ante la gravedad de la
situación, el gobierno de la República trazó un plan para esconder todas estas
valiosas obras de arte fuera de Madrid entre marzo de 1938 y febrero de 1939.
Todas las alarmas
habían saltado el 16 de noviembre de 1936, cuando varias bombas incendiarias
lanzadas por la aviación nacional impactaron directamente sobre el Museo del
Prado y su entorno. Fue entonces cuando el
gobierno ordenó a la Junta del Tesoro Artístico que elaborara un plan para
poner a buen recaudo los valiosos fondos del museo. El plan debía comprender
desde el embalaje de las piezas a su traslado lejos de la capital. Así
pues, ese mismo mes de noviembre los cuadros salieron del museo para ser
transportados a Valencia junto con unas cuantas obras pertenecientes a
colecciones privadas. La comitiva que acompañaba a las
pinturas la formaron funcionarios y técnicos del museo dirigidos por el pintor
extremeño Timoteo Pérez, que no se separó de los cuadros
de Rembrand, Goya, Tiziano,
Murillo, Velázquez y Rubens, que se convirtieron en
protagonistas involuntarios de un peligroso viaje a bordo de setenta y un
camiones. Una arriesgada operación, de la cual Arturo Colorado Castellary,
catedrático de Arte y Comunicación en la Universidad Complutense de Madrid, ha
dicho lo siguiente: "España y la historia del arte tienen una deuda
infinita hacia aquellas personas, ya que sin su valentía y generosidad, el
Prado hoy podría no existir".
¡OBRAS A LA FUGA!
Las peripecias
vividas por las obras de arte que salieron en secreto de la gran pinacoteca
española podrían haber formado parte de una película de aventuras, cuyo inicio
seguramente hubiera sido el avance de la guerra hacia la capital del
Turia, en 1937. Este
hecho obligó al gobierno de la República a plantearse el traslado de las obras
a un destino por entonces considerado más seguro, y el elegido fue Barcelona. Así pues, cinco meses más tarde, y a
bordo de 36 camiones, obras, técnicos del Prado y sus familiares
realizaron un accidentado
viaje bordeando la costa de Valencia a Cataluña con las tropas franquistas
pisándoles los talones. Al atravesar
Benicarló, una bomba destrozó el balcón de una vivienda provocando que los
cascotes se precipitaran sobre uno de los camiones, el que transportaba Los
fusilamientos y La carga de los mamelucos de Goya,
que quedaron gravemente dañados.
La carga de los mamelucos, de Goya, resultó gravemente dañada durante el
traslado.
Foto: Cordon Press
A su paso por Tortosa,
la comitiva tuvo un nuevo contratiempo: la caja que transportaba Las
meninas no cabía por el puente que cruzaba
el Ebro. Fue entonces cuando el militar
republicano que estaba al mando de la expedición propuso desmontar el lienzo
del bastidor y enrollarlo. Rafael Seco de Arpe, nieto de Manuel de Arpe, el
restaurador que iba en la comitiva, explica la reacción de su abuelo ante esta
propuesta: "Mi madre nos contó que mi abuelo se plantó
ante él y le dijo: 'lo hará por encima de mi cadáver'. Temía
que la pintura se desprendiese de la tela si la doblaban. Al final, la
camioneta cruzó por otro puente alejado de la ruta. El
viaje se retrasó, pero Las meninas se
salvaron".
Vista aérea de
Tortosa, con los dos puentes sobre el río Ebro.
Foto: iStock
Las meninas de Velázquez, uno de los cuadros que fue trasladado fuera
del Museo del Prado.
Foto: Cordon Press
La precipitación con
la que se planeó la huida hizo muy difícil encontrar un lugar seguro para
albergar los cuadros. Así que se buscó refugio de forma provisional en el
monasterio de Pedralbes, en Barcelona, y en Viladrau y Sant Hilari Sacalm, en
Gerona. "Yo tenía siete años, no entendía dónde me
llevaban, pero nunca olvidaré lo mucho que me impresionó el Tibidabo la tarde
que me acompañaron a conocerlo", recuerda Carlos Pérez Chacel, hijo del
pintor responsable del operativo y de la escritora Rosa Chacel, que también
formaba parte de la expedición.
Monasterio de
Pedralbes, en Barcelona, donde recalaron durante un tiempo algunos de los
cuadros del Prado.
Foto: iStock
En abril de 1938,
los cuadros fueron definitivamente trasladados a tres escondites donde pasarían
los diez meses siguientes: los sótanos de los castillos de Peralada y Figueres,
y la mina de talco de La Vajol, situada a pocos kilómetros de la frontera con Francia. "En la
cocina del castillo de Peralada, mi abuelo tuvo que improvisar un taller para
restaurar los cuadros dañados en Benicarló. Sobre todo le costó salvar La
carga de los mamelucos, que había quedado partido en 18 trozos",
cuenta Rafael Seco de Arpe. Ya en suelo catalán, las obras del Prado vivieron
sus momentos más trágicos; incluso el propio Manuel Azaña, alojado
junto a las pinturas en el castillo de Peralada, escribiría que por las noches
se desvelaba pensando en que las bombas franquistas, con tal de acabar con su
vida, pudieran destrozar también los Velázquez que descansaban debajo de su
dormitorio.
Castillo de Peralada, donde se alojó Azaña y las obras del Museo del
Prado en su camino hacia Francia.
Foto: iStock
AYUDA DEL EXTERIOR
El inminente final
de la guerra llenaba de incertidumbre a toda la comitiva encargada de velar por
las obras: ¿Cuál iba a ser el destino de todo aquel capital artístico? La solución iba a llegar del exterior. El pintor
barcelonés Josep Maria Sert, que mantenía buenas relaciones con ambos bandos y
que residía en Francia desde el estallido
de la guerra, se encargó de organizar un comité internacional de museos para
hacerse cargo de las obras al otro lado de la frontera. En Figueres, y en
nombre de un gobierno republicano en plena desbandada, Julio Álvarez del Vayo
firmó un acuerdo con los representantes del comité museístico internacional
para la entrega de las obras.
Retrato del pintor Josep Maria Sert, que negoció la entrega de las obras
del Prado a Francia.
Foto: Cordon Press
Los cuadros serían
trasladados a Francia entre los días 4 y 9 de febrero de 1939, en los mismos
camiones en los que huían de España miles de exiliados, y
desde allí, el 12 de febrero de 1939, fueron llevados al Palacio de las
Naciones de Ginebra, en Suiza. La odisea del patrimonio español transportado en
22 vagones fue portada de la prensa internacional, y el 1
de junio de 1939 se inauguró en el Museo de Arte e Historia de Ginebra la
exposición Obras maestras del Museo del Prado. En
quince salas se expusieron un total de 174 obras. El mismo
acuerdo indicaba que al final de la guerra las obras de arte serían trasladadas
en tren de nuevo a España, lo que ocurrió en septiembre de 1939.
Desde Francia, el 12 de febrero de 1939, las pinturas del Museo del
Prado fueron llevadas al Palacio de las Naciones de Ginebra, Suiza.
Foto: iStock
El destino de los
miembros del equipo de salvamento fue dispar. Rafael Seco de Arpe volvió con su
familia a España y continuó con su labor de restaurador. Timoteo
Pérez y Rosa Chacel se exiliaron a Brasil. "En casa
nunca hablaron de este tema, era tabú", recuerda el hijo de ambos. En
suma, y en palabras del catedrático Arturo Colorado Castellary, "lo
cierto es que esta historia debería contarse en las escuelas, porque es de las
que le hacen a uno sentirse orgulloso. Sin embargo, por desgracia, pocos
españoles la conocen", concluye.
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