Jesucristo, Portador del agua de la vida Una
reflexión cristiana sobre la “Nueva Era”
Este estudio se ocupa del complejo fenómeno de la Nueva Era (New Age),
que influye en numerosos aspectos de la cultura contemporánea.
El estudio es un
informe provisional. Es el fruto de la reflexión común del Grupo de Trabajo
sobre Nuevos Movimientos Religiosos, compuesto por miembros de diferentes
dicasterios de la Santa Sede: los Consejos Pontificios de la Cultura y para el
Diálogo Interreligioso, que son los redactores principales de este proyecto; la
Congregación para la Evangelización de los Pueblos y el Consejo Pontificio para
la Promoción de la Unidad de los Cristianos.
Estas reflexiones
van dirigidas principalmente a los encargados de la labor pastoral a fin de que
puedan explicar en qué difiere el movimiento Nueva Era de la fe cristiana. El
estudio invita a los lectores a tener en cuenta la sed espiritual de muchas
personas de nuestro tiempo, que la espiritualidad de la Nueva Era trata de
colmar. Es preciso reconocer que el atractivo que ejerce la religiosidad de la
Nueva Era sobre algunos cristianos puede deberse en parte a una falta de
atención seria por parte de las propias comunidades cristianas respecto a temas
que, en realidad, son elementos integrantes de la síntesis católica. Tales son,
por ejemplo, la importancia de la dimensión espiritual del hombre, integrada en
el conjunto de su existencia, la búsqueda del sentido de la vida, la vinculación
entre los seres humanos y el resto de la creación, el deseo de una
transformación personal y social, y el rechazo de una visión racionalista y
materialista de la humanidad.
La presente
publicación subraya la importancia de comprender la Nueva Era como corriente
cultural, así como la necesidad de que los católicos comprendan la auténtica
doctrina y espiritualidad católicas para valorar adecuadamente los temas de la
Nueva Era. Los dos primeros capítulos presentan la Nueva Era como una tendencia
cultural multifacética y proponen un análisis de los fundamentos básicos de las
ideas transmitidas en dicho contexto. A partir del tercer capítulo se ofrecen
algunas indicaciones para el estudio de la Nueva Era, comparándola con el
mensaje cristiano. Asimismo, se ofrecen también algunas sugerencias de carácter
pastoral.
Quienes deseen
profundizar en el estudio de la Nueva Era encontrarán referencias útiles en los
apéndices. Es de esperar que esta obra proporcione un estímulo para ulteriores
estudios, adaptados a los diferentes contextos culturales. Su objetivo consiste
en fomentar el discernimiento de quienes buscan puntos de referencia sólidos
para una vida más plena. Estamos convencidos de que en la búsqueda de muchos de
nuestros contemporáneos se puede descubrir una auténtica sed de Dios. Como dijo
el Papa Juan Pablo II a un grupo de obispos de Estados Unidos: « Los pastores
deben preguntarse sinceramente si han prestado suficiente atención a la sed del
corazón humano en busca del “agua viva” que solo puede dar Cristo nuestro
Redentor (cf. Jn 3, 7-13) ». Lo mismo que él, queremos apoyarnos « en la
novedad perenne del mensaje evangélico y en su capacidad para transformar y
renovar a quienes lo aceptan » (AAS 864, 330).
1 ¿QUÉ TIPO DE REFLEXIÓN?
Las siguientes
reflexiones tienen por objeto orientar a los encargados de la predicación del
Evangelio y de la enseñanza en la Iglesia, en todos los niveles. Este documento
no pretende proporcionar un conjunto exhaustivo de respuestas a las múltiples
cuestiones suscitadas por la Nueva Era o por otros indicios contemporáneos de
la perenne búsqueda humana de felicidad, sentido y salvación. Es una invitación
a comprender la Nueva Era y a entablar un diálogo con quienes se ven influidos
por sus ideas. El documento ayuda a los agentes de pastoral a comprender la
espiritualidad de la Nueva Era y a responder a la misma, ilustrando los puntos
donde dicha espiritualidad contrasta con la fe católica y refutando las
posturas propugnadas por los pensadores de la Nueva Era en oposición a la fe cristiana.
En realidad, lo que se exige a los cristianos es, ante todo y sobre todo, estar
fundamentados firmemente en su fe. Sobre esta sólida base, pueden construir una
vida que responda positivamente a la invitación de la primera carta de san
Pedro: « Si alguien os pide explicaciones de vuestra esperanza, estad
dispuestos a defenderla, pero con modestia y respeto, con buena conciencia » (1
Pt 3, 15s).
1.1. ¿Por qué ahora?
El comienzo del
tercer milenio no sólo llega dos mil años después del nacimiento de Cristo,
sino también en una época en que los astrólogos creen que la Era de Piscis
–conocida para ellos como la era cristiana– está tocando a su fin. Estas
reflexiones se refieren a la Nueva Era, que recibe su nombre de la inminente
Era astrológica de Acuario. La Nueva Era es uno de los muchos intentos de dar
sentido a este momento histórico con que la cultura (especialmente la
occidental) se ve bombardeada. Resulta difícil ver con claridad qué hay de
compatible e incompatible respecto al mensaje cristiano. Por eso parece que es
este el momento oportuno para ofrecer una valoración cristiana del pensamiento
de la Nueva Era y del movimiento de la Nueva Era como conjunto.
Se ha dicho, y con
razón, que en estos días muchas personas vacilan entre la certeza y la incertidumbre,
especialmente en lo que se refiere a su identidad.1 Algunos dicen que la
religión cristiana es patriarcal y autoritaria, que las instituciones políticas
son incapaces de mejorar el mundo y que la medicina tradicional (alopática) es
sencillamente incapaz de curar eficazmente a las personas. El hecho de que lo
que en otros tiempos eran elementos centrales de la sociedad se perciban
actualmente como indignos de confianza o carentes de verdadera autoridad, ha
creado un clima en el que las personas dirigen su mirada hacia el interior,
hacía sí mismas, en busca de sentido y de fuerza. Hay también una búsqueda de
instituciones alternativas que se espera puedan responder a sus necesidades más
profundas. La vida caótica y desestructurada de las comunidades alternativas de
los años setenta ha ido dando paso a una búsqueda de disciplina y de
estructuras, que son claramente los elementos clave de los movimientos «
místicos » inmensamente populares. La Nueva Era resulta atractiva sobre todo
porque mucho de lo que ofrece saciar el hambre que con frecuencia las
instituciones oficiales dejan insatisfecha.
Aunque gran parte
de la Nueva Era es una reacción frente a la cultura contemporánea, en muchos
aspectos se revela hija de esa misma cultura. El Renacimiento y la Reforma han
configurado el individuo occidental moderno, que no se siente agobiado por
cargas externas, como la autoridad meramente extrínseca y la tradición. Hay
muchos que sienten cada vez menos la necesidad de « pertenecer » a las
instituciones (pese a lo cual, la soledad sigue siendo en gran medida un azote
de la vida moderna), y no se inclinan a dar a las opiniones « oficiales » mayor
valor que a las suyas propias. Con este culto a la humanidad, la religión se
interioriza, de manera que se va preparando el terreno para una celebración de
la sacralidad del yo. Por eso la Nueva Era comparte muchos de los valores que
propugnan la cultura de la empresa y el « evangelio de la prosperidad » (de los
que se hablará más adelante: sección 2.4), así como la cultura del consumidor,
cuyo influjo puede verse claramente en el número cada vez mayor de personas que
afirman que es posible conciliar el cristianismo y la Nueva Era, aceptando lo
que les parece mejor de uno y otra.2 Merece la pena recordar que las desviaciones
en el seno del cristianismo también han superado el teísmo tradicional, al
aceptar una vuelta unilateral al Yo, lo cual favorecería esta fusión de
enfoques diferentes. Lo que importa señalar es que, en ciertas prácticas de la
Nueva Era, Dios queda reducido a una prolongación del progreso del individuo.
La Nueva Era atrae
a personas imbuidas de los valores de la cultura moderna. La libertad, la
autenticidad, la autosuficiencia y otras cosas por el estilo se consideran
sagradas. Atrae a quienes tienen problemas con estructuras de tipo patriarcal.
« No requiere más fe o más creencia que la necesaria para ir al cine »,3 y sin
embargo pretende saciar el apetito espiritual del hombre. Pero, y aquí se halla
la cuestión central, ¿qué se entiende exactamente por espiritualidad en el
ambiente de la Nueva Era? La respuesta es clave para desentrañar algunas de las
diferencias entre la tradición cristiana y gran parte de lo que puede llamarse
Nueva Era. Algunas versiones de la Nueva Era dominan las fuerzas de la naturaleza
y buscan comunicarse con otros mundos para descubrir el destino de los
individuos, para ayudarles a sintonizar con la frecuencia adecuada y sacar el
máximo partido de sí mismos y de sus circunstancias. En la mayor parte de los
casos, resulta completamente fatalista. El cristianismo, por su parte, es una
invitación a dirigir la mirada hacia el exterior, más allá, al « nuevo adviento
» del Dios que nos llama a vivir el diálogo del amor.4
1.2. En la era de las comunicaciones
La revolución
tecnológica de las comunicaciones en los últimos años ha provocado una
situación completamente nueva. La facilidad y la velocidad con que hoy podemos
comunicarnos es una de las razones por las que la Nueva Era ha atraído la
atención de personas de todas las edades y ambientes. Muchos cristianos, sin
embargo, no están seguros de qué es en realidad. Internet, en particular, ha
adquirido un enorme influjo, especialmente en los jóvenes, que lo consideran un
medio agradable y fascinante para obtener información. Pero sobre numerosos
aspectos de la religión es un vehículo superficial de desinformación: no todo
lo que se presenta con la etiqueta de « cristiano » o « católico » es de fiar,
ni refleja la doctrina de la Iglesia Católica. Al mismo tiempo, hay una notable
expansión de las fuentes de la Nueva Era que van desde cosas serias a lo
ridículo. Las personas necesitan, más aún, tienen derecho a una información
fidedigna sobre las diferencias entre el cristianismo y la Nueva Era.
1.3. Contexto cultural
Cuando se examinan
muchas de las tradiciones de la Nueva Era, en seguida aparece claro que, en
realidad, es poco que hay de lo nuevo en la Nueva Era. El nombre parece haberse
difundido a través de los rosacruces y la francmasonería, en tiempos de las
revoluciones francesa y americana. Sin embargo, la realidad que denota es una
variante contemporánea del esoterismo occidental, que se remonta a los grupos
gnósticos surgidos en los primeros tiempos del cristianismo y que se afianzaron
en época de la Reforma en Europa. Este gnosticismo se fue desarrollando junto
con las nuevas visiones científicas del mundo y adquirió una justificación
racional a lo largo de los siglos XVIII y XIX. Implicaba un progresivo rechazo
del Dios personal y se fue centrando en otras entidades que en el cristianismo
tradicional figuraban como intermediarias entre Dios y la humanidad, con
adaptaciones cada vez más originales de las mismas, e incluso añadiendo otras.
Una poderosa corriente de la cultura occidental moderna que ha contribuido a
difundir las ideas de la Nueva Era es la aceptación general de la teoría
evolucionista de Darwin. Esto, junto con una atención centrada en los poderes o
fuerzas espirituales ocultas de la naturaleza, ha sido la columna vertebral de
lo que hoy se conoce como teoría de la Nueva Era. En realidad, si la Nueva Era
ha alcanzado un notable grado de aceptación ha sido porque la cosmovisión en
que se basa ya estaba ampliamente aceptada. El terreno estaba bien preparado
por el crecimiento y la difusión del relativismo, junto con una antipatía o
indiferencia hacia la fe cristiana. Ha habido, además, un vivo debate acerca de
si, y en qué medida, se puede calificar la Nueva Era como un fenómeno
posmoderno. La existencia misma del pensamiento y la práctica de la Nueva Era,
así como su vitalidad, dan testimonio del insaciable anhelo del espíritu humano
en pos de la trascendencia y del sentido religioso, algo que no es sólo un
fenómeno cultural contemporáneo, sino que ya se manifestaba en el mundo
antiguo, tanto cristiano como pagano.
1.4. La Nueva Era y la fe católica
Aun cuando se
pueda admitir que la religiosidad de la Nueva Era en cierto modo responde al
legítimo anhelo espiritual de la naturaleza humana, es preciso reconocer que
tales intentos se oponen a la revelación cristiana. En la cultura occidental en
particular, es muy fuerte el atractivo de los enfoques « alternativos » a la
espiritualidad. Por otra parte, entre los católicos mismos, incluso en casas de
retiro, seminarios y centros de formación para religiosos, se han popularizado
nuevas formas de afirmación psicológica del individuo. Al mismo tiempo, hay una
nostalgia y una curiosidad crecientes por la sabiduría y los rituales de
antaño, lo cual explica en parte el notable aumento de la popularidad del
esoterismo y del gnosticismo. Muchos se sienten especialmente atraídos por lo
que se conoce –correctamente o no– como « espiritualidad » celta,5 o por las
religiones de los pueblos antiguos. Los libros y cursos sobre espiritualidad o
sobre religiones antiguas u orientales son un negocio floreciente y con
frecuencia reciben el apelativo de « Nueva Era » por razones de carácter
comercial. Pero los vínculos con dichas religiones no siempre están claros. De
hecho, con frecuencia se niegan.
Un discernimiento
cristiano adecuado del pensamiento y de la práctica de la Nueva Era no puede
dejar de reconocer que, como el gnosticismo de los siglos II y III, ésta
representa una especie de compendio de posturas que la Iglesia ha identificado
como heterodoxas. Juan Pablo II ha alertado respecto al « renacimiento de las
antiguas ideas gnósticas en la forma de la llamada New Age. No debemos
engañarnos pensando que ese movimiento pueda llevar a una renovación de la
religión. Es solamente un nuevo modo de practicar la gnosis, es decir, esa
postura del espíritu que, en nombre de un profundo conocimiento de Dios, acaba
por tergiversar Su Palabra sustituyéndola por palabras que son solamente
humanas. La gnosis no ha desaparecido nunca del ámbito del cristianismo, sino
que ha convivido siempre con él, a veces bajo la forma de corrientes
filosóficas, más a menudo con modalidades religiosas o pararreligiosas, con una
decidida aunque a veces no declarada divergencia con lo que es esencialmente
cristiano ».6 Un ejemplo de esto puede verse en el eneagrama, –un instrumento
para el análisis caracterial según nueve tipos– que, cuando se utiliza como
medio de desarrollo personal, introduce ambigüedad en la doctrina y en la
vivencia de la fe cristiana.
1.5. Un desafío positivo
No debe subestimarse el atractivo de la religiosidad de la Nueva
Era. Cuando falta un conocimiento profundo de los contenidos de la fe cristiana, algunos,
pensando erróneamente que la religión cristiana no es capaz de inspirar una
espiritualidad profunda, la buscan en otros lugares. A decir verdad, algunos
dicen que la Nueva Era se está quedando anticuada y hablan ya de la « próxima »
era.7 Hablan de una crisis que comenzó a manifestarse en Estados Unidos a
comienzos de los años 1990, pero admiten que, especialmente fuera del mundo de
habla inglesa, tal « crisis » puede llegar más tarde. Sin embargo, las
librerías y las emisoras de radio, así como la multitud de grupos de auto-ayuda
en numerosas ciudades y capitales occidentales, todos ellos parecen desmentir
tal crisis. Parece que, al menos por el momento, la Nueva Era sigue estando
bien viva como parte del actual panorama cultural.
El éxito de la
Nueva Era presenta un desafío a la Iglesia. Muchos piensan que la religión
cristiana ya no les ofrece –o tal vez nunca les proporcionó– algo que
necesitaran realmente. La búsqueda que con frecuencia conduce a una persona a
la Nueva Era es un anhelo auténtico: de una espiritualidad más profunda, de
algo que les toque el corazón, de un modo de hallar sentido a un mundo confuso
y a menudo alienante. Hay algo de positivo en las críticas que la Nueva Era
dirige al « materialismo de la vida cotidiana, de la filosofía e incluso de la
medicina y de la psiquiatría; al reduccionismo, que se niega a tener en cuenta
las experiencias religiosas y sobrenaturales; a la cultura industrial de un
individualismo desenfrenado, que inculca el egoísmo y se despreocupa de los
demás, del futuro y del medio ambiente ».8 Los problemas que plantea la Nueva
Era nacen más bien de lo que propone como respuestas alternativas a las
cuestiones vitales. Si no queremos que la Iglesia sea acusada de permanecer
sorda a los anhelos de los hombres, sus miembros deben hacer dos cosas:
afianzarse con mayor firmeza aún en los fundamentos de su fe y escuchar el
clamor, con frecuencia silencioso, del corazón de los hombres, que les lleva a
alejarse de la Iglesia cuando no encuentran en ella respuestas satisfactorias.
En todo ello hay también una llamada a acercarse a Jesucristo y a estar
dispuestos a seguirle, ya que Él es el verdadero camino hacia la felicidad, la
verdad sobre Dios y la plenitud de vida para cuantos estén dispuestos a
responder a su amor.
2 LA ESPIRITUALIDAD DE LA NUEVA ERA
VISIÓN GENERAL
En muchas
sociedades occidentales, y de manera creciente también en otras partes del
mundo, los cristianos con frecuencia entran en contacto con diversos aspectos
del fenómeno conocido como Nueva Era. Muchos de ellos sienten la necesidad de
entender cómo pueden aproximarse de la mejor manera posible a algo tan seductor
y, al mismo tiempo, complejo, esquivo y en ocasiones perturbador. Estas
reflexiones intentan ayudar a los cristianos a hacer dos cosas:
– identificar los
elementos del desarrollo de la tradición de la Nueva Era;
– señalar los
elementos incompatibles con la revelación cristiana.
Ésta es una
respuesta pastoral a un desafío actual. No pretende proporcionar una lista
exhaustiva de los fenómenos de la Nueva Era, ya que eso requeriría un
voluminoso tratado, aparte de que dicha información está disponible en otros
lugares. Es esencial intentar comprender la Nueva Era correctamente para
evaluarla con imparcialidad y evitar crear una caricatura de la misma. Sería
insensato, además de falso, decir que todo lo relacionado con este movimiento
es bueno, o que es malo todo lo que se refiere a él. No obstante, dada la
visión subyacente a la religiosidad de la Nueva Era, en términos generales es
difícil reconciliarla con la doctrina y la espiritualidad cristianas.
La Nueva Era no es
un movimiento en el sentido en que normalmente se emplea el término « Nuevo
Movimiento Religioso », ni es lo que normalmente se da a entender con los
términos « culto » o « secta ». Es mucho más difuso e informal, ya que
atraviesa las diversas culturas, en fenómenos tan variados como la música, el
cine, seminarios, talleres, retiros, terapias, y en otros muchos
acontecimientos y actividades, si bien algunos grupos religiosos o
para-religiosos han incorporado conscientemente algunos elementos de la Nueva
Era, e incluso algunos han sugerido que esta corriente ha sido fuente de
inspiración para varias sectas religiosas y para-religiosas.9 Sin embargo, la
Nueva Era no es un movimiento individual uniforme, sino más bien un entramado
amplio de seguidores cuyo característica consiste en pensar globalmente y
actuar localmente. Quienes forman parte del entramado no se conocen
necesariamente unos a otros y raramente se reúnen, si es que llegan a hacerlo.
Con el fin de evitar la confusión que puede surgir al usar el término «
movimiento », algunos se refieren a la Nueva Era como un « ambiente » (milieu)10
o un « culto de audiencia » (audience cult).11 Sin embargo, también se ha
señalado que « es una corriente de pensamiento muy coherente »,12 un desafío
deliberado a la cultura moderna. Es una estructura sincretista que incorpora
muchos elementos diversos y que permite compartir intereses o vínculos en
grados distintos y con niveles de compromiso muy variados. Muchas tendencias,
prácticas y actitudes más o menos vinculadas la Nueva Era, en realidad son
parte de una reacción más amplia, fácilmente identificable, frente a la cultura
dominante, de modo que el término « movimiento » no está completamente fuera de
lugar. Puede aplicarse a la Nueva Era en el mismo sentido en que se aplica a
otros movimientos sociales de vasto alcance, tales como el movimiento por los
derechos civiles o el movimiento por la paz. Igual que éstos, abarca un
impresionante conjunto de personas vinculadas a los objetivos fundamentales del
movimiento, pero sumamente diferentes por la manera en que se vinculan a él y
por el modo de entender algunas cuestiones concretas.
La expresión «
religión de la Nueva Era » es más controvertida, por lo que conviene evitarla,
a pesar de que la Nueva Era es con frecuencia una respuesta a preguntas y
necesidades religiosas, que ejerce su atracción sobre personas que tratan de
descubrir o redescubrir una dimensión religiosa en su vida. Evitar el término «
religión de la Nueva Era » no significa en modo alguno poner en cuestión el
carácter genuino de la búsqueda de significado y del sentido de la vida por parte
de esas personas. Respeta el hecho de que muchos de quienes están dentro del
movimiento Nueva Era distinguen cuidadosamente entre « religión » y «
espiritualidad ». Muchos han rechazado la religión organizada, porque a su
juicio no ha logrado responder a sus necesidades y por ello se han dirigido a
otros lugares para encontrar « espiritualidad ». Más aún, en el corazón de la
Nueva Era está la creencia de que la época de las religiones particulares ha
pasado, por lo que referirse a ella como a una religión sería contradecir su
propia autocomprensión. No obstante, se puede situar la Nueva Era en el
contexto más amplio de la religiosidad esotérica, cuyo atractivo sigue
creciendo.13
Hay un problema
implícito en el presente texto. Tratando de entender y evaluar algo que es
esencialmente una exaltación de la riqueza de la experiencia humana,
inevitablemente se le objetará que jamás podrá hacer justicia a un movimiento
cultural cuya esencia es precisamente romper con lo que se consideran los
límites restrictivos del discurso racional. En realidad, tiene por objeto
invitar a los cristianos a tomar en serio la Nueva Era y, como tal, pide a
quienes lo lean entrar en un diálogo crítico con quienes se aproximan al mismo
mundo desde perspectivas muy diferentes.
La eficacia
pastoral de la Iglesia en el tercer milenio depende en gran medida de la
preparación de comunicadores eficaces del mensaje evangélico. Lo que sigue es
una respuesta a las dificultades expresadas por muchos de quienes están en
contacto con ese fenómeno tan complejo y escurridizo conocido como la Nueva
Era. Es un intento de comprender qué es la Nueva Era y de identificar las
preguntas a las que ésta pretende ofrecer respuestas y soluciones. Hay ya
excelentes libros y otros materiales que analizan el fenómeno en su conjunto o
que explican aspectos particulares con gran detalle. Nos referiremos a algunos
de ellos en el apéndice. No obstante, no siempre realizan el necesario
discernimiento a la luz de la fe cristiana. El propósito del presente texto es
ayudar a los católicos a encontrar una clave para entender los principios
básicos que hay tras el pensamiento de la Nueva Era, de modo que puedan valorar
cristianamente los elementos de la Nueva Era que encuentren. Conviene recordar
que muchas personas rechazan el término « Nueva Era » y sugieren la expresión «
espiritualidad alternativa » como más correcta y menos restrictiva. También es
verdad que muchos de los fenómenos mencionados en este documento probablemente
no lleven ninguna etiqueta particular, pero se presupone, en aras de la
brevedad, que los lectores identificarán el fenómeno o conjunto de fenómenos
que pueden estar razonablemente vinculados con el movimiento cultural general
conocido habitualmente como Nueva Era.
2.1. ¿Qué hay de nuevo en la Nueva Era?
Para muchos, el
término « Nueva Era » se refiere a un momento decisivo de la historia. Según
los astrólogos, vivimos en la Era de Piscis, que ha estado dominada por el
cristianismo y que será reemplazada por la nueva era de Acuario a comienzos del
tercer milenio.14 La Era de Acuario adquiere una enorme importancia en el
movimiento de la Nueva Era, en gran medida a causa del influjo de la teosofía,
el espiritismo y la antroposofía, así como de sus antecedentes esotéricos.
Quienes subrayan el inminente cambio del mundo expresan a menudo el deseo de
dicho cambio, no tanto en el mundo mismo cuanto en nuestra cultura, en nuestro
modo de relacionarnos con el mundo. Esto es especialmente manifiesto en quienes
acentúan la idea de un Nuevo Paradigma de vida. Es un enfoque atractivo, puesto
que en algunas de sus manifestaciones, los hombres no son espectadores pasivos,
sino que desempeñan un papel activo en la transformación de la cultura y en la
creación de una nueva conciencia espiritual. En otras manifestaciones, se
atribuye un mayor poder a la progresión inevitable de los ciclos naturales. En
cualquier caso, la Era de Acuario es una visión, no una teoría. Pero la Nueva
Era es una tradición amplia, que incorpora muchas ideas sin vinculación
explícita con el cambio de la Era de Piscis a la Era de Acuario. Entre ellas
hay visiones moderadas, pero muy generalizadas, de un futuro en el que habrá
una espiritualidad planetaria junto a las religiones individuales,
instituciones políticas planetarias que complementarán las locales, entidades
económicas globales más participativas y democráticas, una mayor importancia de
las comunicaciones y la educación, un enfoque mixto de la salud que combinará
la medicina profesional y la auto-curación, una comprensión del yo más andrógina,
y formas de integrar la ciencia, la mística, la tecnología y la ecología. Una
vez más, esto demuestra el profundo deseo de una existencia satisfactoria y
saludable para la raza humana y para el planeta. Entre las tradiciones que
confluyen en la Nueva Era pueden contarse: las antiguas prácticas ocultas de
Egipto, la cábala, el gnosticismo cristiano primitivo, el sufismo, las
tradiciones de los druidas, el cristianismo celta, la alquimia medieval, el
hermetismo renacentista, el budismo zen, el yoga, etc.15
En esto consiste
lo « nuevo » de la Nueva Era. Es un « sincretismo de elementos esotéricos y
seculares ».16 Se vincula a la percepción, ampliamente difundida, de que el
tiempo está maduro para un cambio fundamental de los individuos, la sociedad y
el mundo. Hay varias expresiones de la necesidad de cambio:
– de la física
mecanicista de Newton a la física cuántica;
– de la exaltación
de la razón de la modernidad a una valoración del sentimiento, la emoción y la
experiencia (descrita a menudo como un desplazamiento del pensamiento racional
del « cerebro izquierdo » al pensamiento intuitivo del « cerebro derecho »);
– de un dominio de
la masculinidad y el patriarcado, a una celebración de la feminidad en los
individuos y en la sociedad.
En este contexto,
se usa con frecuencia el término « cambio de paradigma » (paradigm shift). A
veces, claramente se presupone que tal cambio no sólo es deseable, sino
inevitable. El rechazo a la modernidad, subyacente a este deseo de cambio, no
es nuevo. Más bien puede describirse como « un restablecimiento o “revival”
moderno de las religiones paganas con una mezcla de influjos tanto de las
religiones orientales como de la psicología, la filosofía, la ciencia y la
contracultura modernas, desarrolladas en los años cincuenta y sesenta ».17 La
Nueva Era no es sino un testigo de una revolución cultural, una reacción
compleja frente a las ideas y valores dominantes en la cultura occidental, a
pesar de lo cual su crítica idealista es, paradójicamente, típica de la cultura
que critica.
Es preciso decir
una palabra sobre la idea de cambio de paradigma. La popularizó Thomas Kuhn,
historiador americano de la ciencia, que concibió el paradigma como « la
constelación entera de creencias, valores, técnicas, etc., compartidos por los
miembros de una comunidad dada ».18 Cuando se produce un desplazamiento de un
paradigma a otro, se trata de una transformación en bloque de la perspectiva
más que de un desarrollo gradual: en realidad, es una revolución. Kuhn puso de
relieve que los paradigmas rivales son inconmensurables y no pueden coexistir.
Por eso, afirmar que un cambio de paradigma en el ámbito de la religión y de la
espiritualidad es simplemente una manera nueva de formular las creencias
tradicionales, constituye un error. Lo que sucede en realidad es un cambio
radical de cosmovisión, que pone en entredicho no sólo el contenido, sino
también la interpretación fundamental de la visión anterior. Tal vez el ejemplo
más claro de todo esto, por lo que se refiere a la relación entre la Nueva Era y
el cristianismo, sea la reelaboración de la vida y el significado de
Jesucristo. Es imposible reconciliar estas dos visiones.19
Está claro que la
ciencia y la tecnología han sido incapaces de cumplir sus promesas de antaño,
por lo que los hombres se han vuelto hacia el ámbito espiritual en búsqueda de
significado y de liberación. Tal como ahora la conocemos, la Nueva Era procedía
de la búsqueda de algo más humano y más bello frente a la experiencia opresora
y alienante de la vida en la sociedad occidental. Sus primeros exponentes,
dispuestos a extender su mirada en esta búsqueda, hicieron de ella un enfoque
muy ecléctico. Podría ser uno de los signos de la « vuelta a la religión »,
pero desde luego no es una vuelta a las doctrinas y credos cristianos ortodoxos.
Los primeros símbolos de este « movimiento » que se introdujeron en la cultura
occidental fueron el conocido festival de Woodstock, en el estado de Nueva
York, en 1969, y el musical Hair, que expuso los principales temas de la Nueva
Era en su canción emblemática « Aquarius ».20 Pero esto era tan sólo la punta
de un iceberg cuyas verdaderas dimensiones se han podido percibir sólo en una
época relativamente reciente. El idealismo de los años 1960 y 1970 todavía
sobrevive en algunos sectores. Pero ahora ya no son los adolescentes quienes
están implicados principalmente. Los vínculos con la ideología política de
izquierdas se han desvanecido y las drogas psicodélicas no tienen ya la
importancia de entonces. Han sucedido tantas cosas desde entonces que todo esto
ya no resulta revolucionario. Las tendencias « espirituales » y « místicas »
que antes se limitaban a la contracultura, hoy día forman parte arraigada de la
cultura dominante y afectan a facetas tan distintas de la vida como la
medicina, la ciencia, el arte y la religión. La cultura occidental está ahora
imbuida de una conciencia política y ecológica más generalizada y todo este
desplazamiento cultural ha ejercido un enorme impacto en los estilos de vida de
las personas. Algunos han sugerido que el « movimiento » Nueva Era es
precisamente ese gran cambio hacia lo que se considera « un género de vida
notablemente mejor ».21
2.2. ¿Qué pretende ofrecer la Nueva
Era?
2.2.1.
Encantamiento: tiene que haber un ángel
Uno de los
elementos más comunes de la espiritualidad de la Nueva Era es la fascinación
por las manifestaciones extraordinarias y en particular por los seres
paranormales. Las personas reconocidas como médiums aseguran que su
personalidad es poseída por otra entidad durante el trance, un fenómeno de la
Nueva Era conocido como « channeling » (canalización), en el cual el médium
puede perder el control de su cuerpo y de sus facultades. Algunas personas que
han sido testigos de estos acontecimientos no dudarían en admitir que las
manifestaciones son efectivamente espirituales, pero no proceden de Dios, a
pesar del lenguaje de amor y luz que suele usarse casi siempre… Probablemente
sea más correcto referirse a ello como a una forma contemporánea de
espiritismo, más que a una espiritualidad en sentido estricto. Otros amigos y
consejeros del mundo del espíritu son los ángeles (que se han convertido en
centro de un nuevo negocio de libros e imágenes). Cuando en la Nueva Era se
habla de ángeles, se hace de manera poco sistemática, pues las distinciones en
este ámbito no siempre se consideran útiles, sobre todo si son demasiado
precisas, ya que « hay muchos niveles de guías, entidades, energías y seres en
cada octava del universo… Están allí para que los escojas y elijas según tus
propios mecanismos de atracción-repulsión ».22 Estos seres espirituales a veces
son invocados de manera « no religiosa » como una ayuda para la relajación, con
vistas a mejorar la toma de decisiones y el control de la propia vida personal
y profesional. Otra experiencia de la Nueva Era, que aseguran poseer algunos
que se autodefinen como « místicos », consiste en la fusión con algunos
espíritus que enseñan a través de personas concretas. Algunos espíritus de la
naturaleza son descritos como energías potentes que existen en el mundo natural
y también en los « niveles interiores »: es decir, aquellos a los que se accede
mediante el uso de rituales, drogas y otras técnicas para alcanzar estados de
conciencia alterados. Está claro que, al menos en teoría, la Nueva Era a menudo
no reconoce ninguna autoridad espiritual más allá de la experiencia personal
interior.
2.2.2. Armonía y
comprensión: buenas vibraciones
Fenómenos tan
diversos como el Jardín de Findhorn y Feng Shui23 representan una diversidad de
estilos que ilustran la importancia de estar en sintonía con la naturaleza y el
cosmos. En la Nueva Era no existe distinción entre el bien y el mal. Las
acciones humanas son fruto de la iluminación o de la ignorancia. De aquí que no
podamos condenar a nadie, y que nadie tenga necesidad de perdón. Creer en la
existencia del mal sólo puede crear negatividad y temor. La respuesta a la
negatividad es el amor. Pero no del tipo que tiene que traducirse en acciones;
es más una cuestión de actitudes de la mente. El amor es energía, una vibración
de alta frecuencia; el secreto de la felicidad y de la salud consiste en
sintonizar con la gran cadena del ser, de encontrar el propio puesto en ella.
Los maestros y las terapias de la Nueva Era afirman ofrecer la clave para
encontrar las correspondencias entre todos los elementos del universo, de modo
que uno pueda modular la tonalidad de su vida y estar en armonía absoluta con
los demás y con cuanto lo rodea, si bien el trasfondo teórico varía de uno a
otro.24
2.2.3. Salud: una
vida dorada
La medicina formal
(alopática) tiende en la actualidad a limitarse a curar dolencias aisladas,
concretas, y no logra una visión de conjunto de la salud de la persona: esto ha
provocado frecuentemente una comprensible insatisfacción. La popularidad de las
terapias alternativas ha aumentado enormemente porque aseguran abarcar a la
persona en su totalidad y se dedican a sanar más que a curar. Como es sabido,
la sanidad holística se centra en el importante papel que desempeña la mente en
la curación física. Se dice que la conexión entre los aspectos espirituales y
físicos de la persona se encuentra en el sistema inmunológico o en el sistema
chakra hindú. Desde la perspectiva de la Nueva Era, la enfermedad y el
sufrimiento proceden de una actuación contra la naturaleza. Cuando se está en
sintonía con la naturaleza, cabe esperar una vida más saludable e incluso una
prosperidad material. Según algunos sanadores de la Nueva Era, en realidad no
tendríamos por qué morir. El desarrollo de nuestro potencial humano nos pondrá
en contacto con nuestra divinidad interior y con aquellas partes de nuestro yo
alienadas o suprimidas. Esto se revela sobre todo en los Estados de Conciencia
Alterados (Alterated States of Consciuousness, ASCs), inducidos por las drogas
o por diversas técnicas de expansión de la mente, particularmente en el
contexto de la « psicología transpersonal ». Se suele considerar al chamán como
el especialista de los estados de conciencia alterados, como aquel que es capaz
de mediar entre los reinos transpersonales de los dioses y los espíritus y el
mundo de los humanos.
Hay una notable
variedad de enfoques que promueven la salud holística, derivados unos de
antiguas tradiciones culturales, conectados otros con las teorías psicológicas
desarrolladas en Esalen durante los años 1960-1970. La publicidad relacionada
con la Nueva Era cubre un amplio espectro de prácticas, tales como la
acupuntura, el biofeedback, la quiropráctica, la kinesiología, la homeopatía,
la iridología, el masaje y varios tipos de « bodywork » (tales como ergonomía, Feldenkrais,
reflexología, Rolfing, masaje de polaridad, tacto terapéutico, etc.), la
meditación y la visualización, las terapias nutricionales, sanación psíquica,
varios tipos de medicina a base de hierbas, la sanación mediante cristales
(cristaloterapia), metales (metaloterapia), música (musicoterapia) o colores
(cromoterapia), las terapias de reencarnación y, por último los programas en
doce pasos y los grupos de auto-ayuda.25 Se dice que la fuente de la sanación
está dentro de nosotros mismos, que la podemos alcanzar cuando estamos en
contacto con nuestra energía interior o con la energía cósmica.
En cuanto la salud
incluye una prolongación de la vida, la Nueva Era ofrece una fórmula oriental
en términos occidentales. Originariamente, la reencarnación formaba parte del
pensamiento cíclico hindú, basada en el atman o núcleo divino de la
personalidad (más tarde, el concepto de jiva), que se trasladaba de cuerpo a
cuerpo en un ciclo de sufrimiento (samsara), determinado por la ley del karma,
vinculado al comportamiento en las vidas pasadas. La esperanza estriba en la
posibilidad de nacer en un estado mejor o, definitivamente, en la liberación de
la necesidad de volver a nacer. A diferencia de la mayoría de las tradiciones
budistas, lo que vaga de cuerpo en cuerpo no es un alma, sino un contínuum de
conciencia. En ambas tradiciones, la vida presente está encerrada en un proceso
cósmico potencialmente infinito, sin fin, que incluye incluso a los dioses. En
occidente, después de Lessing, la reencarnación se ha entendido de manera mucho
más optimista, como un proceso de aprendizaje y de realización individual
progresiva. El espiritismo, la teosofía, la antroposofía y la Nueva Era ven la
reencarnación como una participación en la evolución cósmica. Este enfoque postcristiano
de la escatología se considera como la respuesta a las cuestiones no resueltas
por la teodicea y prescinde del concepto de infierno. Cuando el alma se separa
del cuerpo, los individuos pueden volver la mirada hacia toda su vida hasta ese
instante y cuando el alma se une a su nuevo cuerpo se obtiene una visión
anticipada de la siguiente fase de la vida. Uno puede acceder a sus vidas
anteriores mediante los sueños y las técnicas de meditación.26
2.2.4. Totalidad:
un viaje mágico al misterio
Una de las
preocupaciones centrales del movimiento Nueva Era es la búsqueda de « totalidad
». Invita a superar todas las formas de « dualismo », ya que dichas divisiones
son un producto insalubre de un pasado menos iluminado. Las divisiones que
según los promotores de la Nueva Era se deben superar, incluyen la diferencia
real entre el Creador y la creación, la distinción real entre el hombre y la
naturaleza o entre el espíritu y la materia, todas las cuales son consideradas
erróneamente como formas de dualismo. Se da por supuesto que estas tendencias
dualistas están basadas en definitiva en las raíces judeocristianas de la
civilización occidental, cuando en realidad sería más acertado vincularlas al
gnosticismo, y en particular al maniqueísmo. A la revolución científica y al
espíritu del racionalismo moderno se los considera culpables especialmente de
la tendencia a la fragmentación que considera las unidades orgánicas como
mecanismos reducibles a sus componentes más pequeños, que pueden explicarse a
continuación en función de estos últimos, así como de la tendencia a reducir el
espíritu a la materia, de manera que la realidad espiritual –incluyendo el
alma– se convierte en mero « epifenómeno » contingente de procesos
esencialmente materiales. En todas estas áreas, las alternativas de la Nueva
Era reciben el apelativo de « holísticas ». El holismo impregna todo el
movimiento Nueva Era, desde su interés por la salud holística hasta la búsqueda
de la conciencia unitiva, y desde la sensibilidad ecológica hasta la idea de un
« entramado » global.
2.3. Principios fundamentales del
pensamiento de la Nueva Era
2.3.1. Una
respuesta global en tiempos de crisis
« Tanto la
tradición cristiana como la fe laica en el progreso ilimitado de la ciencia
tuvieron que hacer frente a una grave ruptura manifestada por primera vez en
las revueltas estudiantiles del 1968 ».27 La sabiduría de las viejas
generaciones de repente se quedó sin significado y sin respeto, mientras se
desvanecía la omnipotencia de la ciencia, de manera que la Iglesia ahora «
tiene que enfrentarse a una grave crisis en la transmisión de su fe a las
generaciones jóvenes ».28 La pérdida generalizada de confianza en estos
antiguos pilares de la conciencia y de la cohesión social ha ido acompañada por
un retorno inesperado de la religiosidad cósmica, de rituales y creencias que
muchos pensaban habían sido suplantados por el cristianismo. Sólo que esta
perenne corriente esotérica subterránea en realidad nunca se había extinguido.
En cambio, resultaba nuevo en el contexto occidental el auge de la popularidad
de la religión asiática, bajo la influencia del movimiento teosófico de finales
del siglo XIX que « refleja la creciente conciencia de una espiritualidad
global que incorpora todas las tradiciones religiosas existentes ».29
La eterna cuestión
filosófica de la unidad y la multiplicidad tiene su forma moderna y
contemporánea en la tentación no sólo de superar una división indebida, sino
incluso también la diferencia y la distinción reales. Su expresión más común es
el holismo, ingrediente esencial de la Nueva Era y uno de los principales
signos de los tiempos en el último cuarto del siglo XX. Se han invertido
grandes energías en el esfuerzo por superar la división en compartimentos
estancos característica de la ideología mecanicista, pero esto ha provocado el
sometimiento a un entramado global que adquiere una autoridad
cuasi-trascendental. Sus implicaciones más obvias son el proceso de
transformación consciente y el desarrollo de la ecología.30 La nueva visión,
meta de la transformación consciente, ha tardado en formularse y su puesta en
práctica se ve obstaculizada por formas de pensamiento más antiguas, a las que
se considera atrincheradas en el statu quo. En cambio, ha tenido un enorme
éxito la generalización de la ecología como fascinación por la naturaleza y
resacralización de la tierra, la Madre Tierra o Gaia, gracias al celo misionero
característico de los « verdes ». La raza humana como conjunto es el agente
ejecutivo de la Tierra y la armonía y comprensión que se requieren para un
gobierno responsable se va entendiendo de manera progresiva como un gobierno
global, con una estructura ética global. Se considera que el calor de la Madre
Tierra, cuya divinidad penetra toda la creación, colma el vacío entre la
creación y el Padre-Dios trascendente del judaísmo y del cristianismo,
eliminando la posibilidad de ser juzgado por este último.
En esta visión de
un universo cerrado, que contiene a « Dios » y a otros seres espirituales junto
con nosotros, se descubre un panteísmo implícito. Es éste un punto fundamental
que impregna todo el pensamiento y la actuación de la Nueva Era y que
condiciona de antemano cualquier otra valoración positiva de tal o cual aspecto
de su espiritualidad. Como cristianos creemos, por el contrario, que « el hombre
es esencialmente una criatura y como tal permanece para siempre, de tal forma
que nunca será posible una absorción del yo humano en el Yo divino ».31
2.3.2. La matriz
principal del pensamiento de la Nueva Era
La matriz esencial
del pensamiento de la Nueva Era ha de buscarse en la tradición
esotérico-teosófica que gozó de gran aceptación en los círculos intelectuales
europeos de los siglos XVIII y XIX. En particular, tuvo vigencia en la
francmasonería, el espiritismo, el ocultismo y la teosofía, que compartían una
especie de cultura esotérica. En esta cosmovisión, el universo visible y el
invisible están vinculados por una serie de correspondencias, analogías e
influencias entre el microcosmos y el macrocosmos, entre los metales y los
planetas, entre los planetas y las diversas partes del cuerpo humano, entre el
cosmos visible y los ámbitos invisibles de la realidad. La naturaleza es un ser
vivo, atravesado por una red de simpatías y antipatías, animado por una luz y
un fuego secreto que los seres humanos tratan de controlar. Las personas pueden
conectar con los mundos superior o inferior mediante su imaginación (órgano del
alma o espíritu), o bien recurriendo a mediadores (ángeles, espíritus,
demonios) o rituales.
Las personas
pueden ser iniciadas en los misterios del cosmos, Dios, o el yo, por medio de
un itinerario espiritual de transformación. La meta última es la gnosis, la
forma superior de conocimiento, equivalente a la salvación. Implica una
búsqueda de la más antigua y elevada tradición de la filosofía (lo que se
llama, de modo inapropiado, philosophia perennis) y de la religión (teología
primordial), doctrina secreta (esotérica) que es la clave de todas las
tradiciones « exotéricas » accesibles a todos. Las enseñanzas esotéricas se
transmiten de maestro a discípulo en un programa gradual de iniciación.
Algunos ven el
esoterismo del siglo XIX como algo totalmente secularizado. La alquimia, la
magia, la astrología y otros elementos del esoterismo tradicional se habían
integrado completamente con aspectos de la cultura moderna, incluyendo la
búsqueda de las leyes causales, el evolucionismo, la psicología y el estudio de
las religiones. Alcanzó su forma más clara en las ideas de Helena Blavatsky,
una médium rusa que, junto con Henry Olcott, fundó la Theosophical Society en
Nueva York en 1875. Esta sociedad tenía por objeto fundir elementos de las
tradiciones orientales y occidentales en una forma de espiritismo
evolucionista. Tenía tres objetivos principales:
1. « Formar un
núcleo de la Fraternidad Universal de la Humanidad, sin distinción de raza,
credo o color ».
2. « Promover el
estudio comparativo de la religión, la filosofía y la ciencia ».
3. « Investigar
las leyes desconocidas de la Naturaleza y los poderes latentes del hombre ».
« El significado de
estos objetivos… debería estar claro. El primer objetivo rechaza implícitamente
el “fanatismo irracional” y el “sectarismo” del cristianismo tradicional tal
como lo conciben los espiritistas y los teósofos… Lo que no es inmediatamente
evidente en estos objetivos es que para los teósofos la “ciencia” significaba
las ciencias ocultas, y la filosofía, la occulta philosophia. O que para ellos,
las leyes de la naturaleza eran de índole oculta o psíquica y esperaban que la
religión comparativa desvelase una “tradición primordial” modelada, en último
término, a partir de una philosophia perennis hermética ».32
Un componente
destacado de los escritos de Madame Blavatsky era la emancipación de la mujer,
lo cual implicaba un ataque contra el Dios « masculino » del judaísmo, del
cristianismo y del Islam. Invitaba a volver a la diosa madre del hinduismo y a
la práctica de las virtudes femeninas. Esta ideas continuaron bajo la guía de
Annie Besant, que se hallaba en la vanguardia del movimiento feminista. En la
actualidad, la Wicca (Véase el término en el glosario del apartado n. 7) y la «
espiritualidad de las mujeres » continúan esta lucha contra el cristianismo «
patriarcal ».
En su obra The
Aquarian Conspiracy, « La conspiración del Acuario », Marilyn Ferguson dedicó
un capítulo a los precursores de la Era de Acuario, aquellos que habían tejido
una visión transformadora basada en la expansión de la conciencia y en la
experiencia de la autotrascendencia. Dos de los mencionados son el psicólogo
americano William James y el psiquiatra suizo Carl Gustav Jung. James definió
la religión como experiencia, no como dogma y enseñó que los seres humanos
pueden cambiar sus actitudes mentales a fin de convertirse en arquitectos de su
propio destino. Jung puso de relieve el carácter trascendente de la conciencia
e introdujo la idea del inconsciente colectivo, una especie de depósito de
símbolos y recuerdos compartidos con personas de diversas épocas y culturas
diferentes. Según Wouter Hanegraaff, ambos personajes contribuyeron a la «
sacralización de la psicología », que se ha convertido en un elemento
fundamental del pensamiento y de la práctica de la Nueva Era. En efecto, Jung «
no sólo psicologizó el esoterismo, sino que también sacralizó la psicología,
llenándola de los contenidos de la especulación esotérica. El resultado fue un
corpus de teorías que permite hablar de Dios cuando en realidad se quiere decir
la propia psique, y hablar de la propia psique cuando en realidad se quiere
decir lo divino. Si la psique es “mente”, y Dios también es “mente”, entonces
hablar de una cosa significa hablar de la otra ».33 A la acusación de haber «
psicologizado » el cristianismo responde que « la psicología es el mito moderno
y sólo podemos entender la fe en estos términos ».34 Ciertamente, la psicología
de Jung arroja luz sobre muchos aspectos de la fe cristiana, especialmente
sobre la necesidad de enfrentarse a la realidad del mal. Pero sus convicciones
religiosas son tan diferentes a lo largo de las diversas etapas de su vida, que
la imagen de Dios que se desprende es sumamente confusa. Un elemento central de
su pensamiento es el culto al sol, donde Dios es la energía vital (libido) del
interior de la persona.35 Según afirmó él mismo « esta comparación no es un
mero juego de palabras ».36 Este es « el dios interior » al que se refiere
Jung, la divinidad esencial que creía existía en todo ser humano. El camino
hasta el universo interior pasa a través del inconsciente y la correspondencia
del mundo interior con el exterior reside en el inconsciente colectivo.
La tendencia a
intercambiar la psicología y la espiritualidad fue retomada por el Movimiento
del Potencial Humano cuando éste se desarrolló a finales de los años sesenta en
el Instituto Esalen de California. La psicología transpersonal, fuertemente
influida por las religiones orientales y por Jung, ofrece un camino
contemplativo donde la ciencia se encuentra con la mística. El énfasis que se
pone en la corporeidad, la búsqueda de métodos para expandir la conciencia y el
cultivo de los mitos del inconsciente colectivo eran todos acicates para buscar
al « Dios interior » dentro de uno mismo. Para realizar el propio potencial
había que ir más allá del ego individual a fin de convertirse en el dios que
uno es en lo más hondo de sí mismo. Esto se podía llevar a cabo escogiendo la
terapia adecuada: la meditación, las experiencias parapsicológicas, el uso de
drogas alucinógenas. Todos estos eran los caminos para lograr « experiencias
cumbre », experiencias « místicas » de fusión con Dios y con el cosmos.
El símbolo de
Acuario, tomado de la mitología astrológica, llegó a convertirse en la
expresión del deseo de un mundo radicalmente nuevo. Los dos centros que
constituían el centro propulsor inicial de la Nueva Era (y que siguen siéndolo
hasta cierto punto) eran la Comunidad-Jardín de Findhorn, en el nordeste de
Escocia, y el Centro para el Desarrollo del Potencial Humano de Esalen, en Big
Sur, California, en los Estados Unidos. Sin embargo, lo que más alimenta la
difusión de la Nueva Era es el desarrollo de una progresiva conciencia global y
la percepción creciente de una crisis ecológica inminente.
2.3.3. Temas
centrales de la Nueva Era
La Nueva Era no es
una religión propiamente dicha, pero se interesa por lo que se denomina «
divino ». La esencia de la Nueva Era es la libre asociación de diversas
actividades, ideas y personas, a las que se podría aplicar esta denominación.
No existe, en efecto, una sola articulación de doctrinas parecida a la de las
grandes religiones. A pesar de ello, y a pesar de la enorme variedad que hay en
la Nueva Era, existen ciertos puntos comunes:
– el cosmos se ve
como un todo orgánico;
– está animado por
una Energía, que también se identifica con el Alma divina o Espíritu;
– se cree en la
mediación de varias entidades espirituales: los seres humanos son capaces de
ascender a esferas superiores invisibles y de controlar sus propias vidas más
allá de la muerte;
– se defiende la
existencia de un « conocimiento perenne » que es previo y superior a todas las
religiones y culturas;
– las personas
siguen a maestros iluminados…
2.3.4. ¿Qué dice
la Nueva Era sobre…
2.3.4.1. …la
persona humana?
La Nueva Era
implica una creencia fundamental en la perfectibilidad de la persona humana
mediante una amplia variedad de técnicas y terapias (en contraposición con la
idea cristiana de cooperación con la gracia divina). Existe una coincidencia de
fondo con la idea de Nietzsche de que el cristianismo ha impedido la
manifestación plena de la humanidad genuina. En este contexto, la perfección
significa alcanzar la propia realización según un orden de valores que nosotros
mismos creamos y que alcanzamos por nuestras propias fuerzas: de ahí que
podamos hablar de un yo auto-creador. Desde esta óptica, hay más diferencia
entre los humanos tal como son ahora y como serán cuando hayan realizado su
potencial, que la que existe actualmente entre los humanos y los antropoides.
Resulta útil
distinguir entre el esoterismo, o búsqueda de conocimiento, y la magia, u
ocultismo: esta última es un medio para obtener poder. Algunos grupos son a la
vez esotéricos y ocultistas. En el centro del ocultismo hay una voluntad de
poder basada en el sueño de volverse divino. Las técnicas de expansión de la
mente tienen por objeto revelar a las personas su poder divino. Utilizando ese
poder, preparan el camino para la Era de la Iluminación. Esta exaltación de la
humanidad, cuya forma extrema es el satanismo, subvierte la correcta relación
entre el Creador y la criatura. Satán se convierte en el símbolo de una
rebelión contra las convenciones y las reglas, símbolo que con frecuencia
adopta formas agresivas, egoístas y violentas. Algunos grupos evangélicos han
manifestado su preocupación por la presencia subliminal de lo que consideran
simbolismo satánico en algunas variedades de música rock, que ejercen una
profunda influencia en los jóvenes. En cualquier caso, dista mucho del mensaje
de paz y armonía que se encuentra en el Nuevo Testamento y con frecuencia es
una de las consecuencias de la exaltación de la humanidad cuando implica la negación
de un Dios trascendente.
Pero no se trata
solamente de algo que afecte a los jóvenes. Los temas básicos de la cultura
esotérica también están presentes en los ámbitos de la política, la educación y
la legislación.37 Esto se aplica especialmente a la ecología. Su fuerte
acentuación del biocentrismo niega la visión antropológica de la Biblia, según
la cual el hombre es el centro del mundo por ser cualitativamente superior a
las demás formas de vida natural. El ecologismo desempeña hoy un papel destacado
en la legislación y en la educación, a pesar de que de este modo infravalora al
ser humano. La misma matriz cultural esotérica puede hallarse en la teoría
ideológica subyacente a la política de control de la natalidad y los
experimentos de ingeniería genética, que parecen expresar el sueño humano de
re-crearse a sí mismos. Se espera lograr este sueño descifrando el código
genético, alterando las reglas naturales de la sexualidad y desafiando los
límites de la muerte.
En lo que podría
llamarse un relato típico de la Nueva Era, las personas nacen con una chispa
divina, en un sentido que recuerda el gnosticismo antiguo. Esta chispa las
vincula a la unidad del Todo, por lo que son esencialmente divinas, si bien
participan de la divinidad cósmica según distintos niveles de conciencia. Somos
co-creadores y creamos nuestra propia realidad. Muchos autores de la Nueva Era
sostienen que somos nosotros quienes elegimos las circunstancias de nuestras
vidas (incluso nuestra propia enfermedad y nuestra propia salud). En esta
visión, cada individuo es considerado fuente creadora del universo. Pero
necesitamos hacer un viaje para comprender plenamente dónde encajamos dentro de
la unidad del cosmos. El viaje es la psicoterapia y el reconocimiento de la
conciencia universal, la salvación. No existe el pecado; sólo hay conocimiento
imperfecto. La identidad de cada ser humano se diluye en el ser universal y en
el proceso de sucesivas encarnaciones. Los hombres están sometidos al influjo
determinante de las estrellas, pero pueden abrirse a la divinidad que vive en
su interior, en una búsqueda continua (mediante las técnicas apropiadas) de una
armonía cada vez mayor entre el yo y la energía cósmica divina. No se necesita
Revelación o Salvación alguna que lleguen a las personas desde fuera de ellas
mismas, sino sencillamente experimentar la salvación escondida en el propio
interior (auto-salvación), dominando las técnicas psicofísicas que conducen a
la iluminación definitiva.
Algunas etapas del
camino hasta la auto-redención son preparatorias (la meditación, la armonía
corporal, la liberación de energías de auto-sanación). Son el punto de partida
para procesos de espiritualización, perfección e iluminación que ayudan a las
personas a adquirir mayor autocontrol y una concentración psíquica en la «
transformación » del yo individual en « conciencia cósmica ». El destino de la
persona humana es una serie de encarnaciones sucesivas del alma en cuerpos
distintos. Esto se entiende no como el ciclo de samsara, en el sentido de
purificación como castigo, sino como una ascensión gradual hacia el desarrollo
perfecto del propio potencial.
La psicología se
utiliza para explicar la expansión de la mente como experiencia « mística ». El
yoga, el zen, la meditación trascendental y los ejercicios tántricos conducen a
una experiencia de plenitud del yo o iluminación. Se cree que las «
experiencias cumbre » (volver a vivir el propio nacimiento, viajar hasta las
puertas de la muerte, el biofeedback, la danza e incluso las drogas, cualquier
cosa que pueda provocar un estado de conciencia alterado) conducen a la unidad
y a la iluminación. Como sólo hay una Mente, algunas personas pueden ser
canales, cauces para los seres superiores. Cada parte de este único ser
universal está en contacto con todas las demás partes. El enfoque clásico de la
Nueva Era es la psicología transpersonal, cuyos conceptos básicos son la Mente
Universal, el Yo Superior, el inconsciente colectivo y personal y el ego
individual. El Ser Superior es nuestra identidad real, un puente entre Dios
como Mente divina y la humanidad. El desarrollo espiritual consiste en el
contacto con el Ser Superior, que supera todas las formas de dualismo entre el
sujeto y el objeto, la vida y la muerte, la psique y el soma, el yo y los
aspectos fragmentarios de ese mismo yo. Nuestra personalidad limitada es como
una sombra o un sueño creados por el yo real. El Ser Superior contiene los
recuerdos de las (re-)encarnaciones anteriores.
2.3.4.2.
…Dios?
La Nueva Era
muestra una notable preferencia por las religiones orientales o precristianas,
a las que se considera incontaminadas por las distorsiones judeocristianas. De
aquí el gran respeto que merecen los antiguos ritos agrícolas y los cultos de
fertilidad. « Gaia », la Madre Tierra, se presenta como alternativa a Dios
Padre, cuya imagen se ve vinculada a una concepción patriarcal del dominio
masculino sobre la mujer. Se habla de Dios, pero no se trata de un Dios
personal. El Dios del que habla la Nueva Era no es ni personal ni trascendente.
Tampoco es el Creador que sostiene el universo, sino una « energía impersonal
», inmanente al mundo, con el cual forma una « unidad cósmica »: « Todo es uno
». Esta unidad es monista, panteísta o, más exactamente, panenteísta. Dios es
el « principio vital », « el espíritu o alma del mundo », la suma total de la
conciencia que existe en el mundo. En cierto sentido, todo es Dios. Su
presencia es clarísima en los aspectos espirituales de la realidad, de modo que
cada menteespíritu es, en cierto sentido, Dios.
La « energía
divina », cuando es recibida conscientemente por los seres humanos, suele
describirse como « energía crística ». También se habla de Cristo, pero con
ello no se alude a Jesús de Nazaret. « Cristo » es un título aplicado a alguien
que ha llegado a un estado de conciencia donde el individuo se percibe como
divino y puede, por tanto, pretender ser « Maestro universal ». Jesús de
Nazaret no fue el Cristo, sino sencillamente una de las muchas figuras
históricas en las que se reveló esa naturaleza « crística », al igual que Buda
y otros. Cada realización histórica del Cristo muestra claramente que todos los
seres humanos son celestes y divinos y los conduce hacia esa realización.
El nivel más
íntimo y personal (« psíquico ») en el que los seres humanos « oyen » esta «
energía cósmica divina » se llama también « Espíritu Santo ».
2.3.4.3. …el
mundo?
El paso del modelo
mecanicista de la física clásica al « holístico » de la moderna física atómica
y subatómica, basado en la concepción de la materia como ondas o quantos de
energía en lugar de partículas, es central para el pensamiento de la Nueva Era.
El universo es un océano de energía que constituye un todo único o entramado de
vínculos. La energía que anima al organismo único del universo es el « espíritu
». No hay alteridad entre Dios y el mundo. El mundo mismo es divino y está
sometido a un proceso evolutivo que lleva de la materia inerte a una «
conciencia superior y perfecta ». El mundo es increado, eterno y
autosuficiente. El futuro del mundo se basa en un dinamismo interno,
necesariamente positivo, que conduce a la unidad reconciliada (divina) de todo
cuanto existe. Dios y mundo, alma y cuerpo, inteligencia y sentimiento, cielo y
tierra son una única e inmensa vibración de energía.
El libro de James
Lovelock sobre la hipótesis Gaia afirma que « todo el ámbito de la materia viva
de la tierra, desde las ballenas hasta los virus y desde los robles hasta las
algas, podría considerarse como una única entidad viviente, capaz de manipular
la atmósfera de la tierra para adaptarla a sus necesidades generales y dotada
de facultades y poderes que superan con mucho los de sus partes constitutivas
».38 Para algunos, la hipótesis Gaia es « una extraña síntesis de
individualismo y colectivismo. Parece como si la Nueva Era, tras haber arrancado
a las personas de la política fragmentaria, estuviera deseando arrojarlas a la
gran marmita de la mente global ». El cerebro global necesita instituciones con
las cuales gobernar, en otras palabras, un gobierno mundial. « Para afrontar
los problemas de hoy día, la Nueva Era sueña con una aristocracia espiritual al
estilo de la República de Platón, dirigida por sociedades secretas… ».39 Acaso
sea un modo exagerado de plantear la cuestión, pero hay numerosas pruebas de
que el elitismo gnóstico y el gobierno global coinciden en muchos temas de la
política internacional.
Todo cuanto hay en
el universo esta interrelacionado. En efecto, cada parte es en sí misma una
imagen de la totalidad. El todo está en cada cosa y cada cosa en el todo. En la
« gran cadena del ser », todos los seres están íntimamente vinculados y forman
una sola familia con diferentes grados de evolución. Toda persona humana es un
holograma, una imagen de la creación entera, en la cual cada cosa vibra con su
propia frecuencia. Cada ser humano es una neurona del sistema nervioso central
y todas las entidades individuales se hallan en relación de complementariedad
unas con otras. En realidad, hay una complementariedad o androginia interna en
toda la creación.40
Uno de los temas
recurrentes en los escritos y en el pensamiento de la Nueva Era es el « nuevo
paradigma » que ha puesto de manifiesto la ciencia contemporánea. « La ciencia
nos ha permitido una visión de la totalidad y de los sistemas, nos ha dado
estímulo y transformación. Estamos aprendiendo a comprender las tendencias, a
reconocer los signos iniciales de un paradigma más prometedor. Creamos
panoramas alternativos del futuro. Comunicamos los fallos de los viejos
sistemas y forzamos nuevos contextos para resolver problemas en todas las áreas
».41 Hasta aquí, el « cambio de paradigma » es un cambio radical de
perspectiva, pero nada más. La cuestión es saber si pensamiento y cambio real
serán proporcionados y si puede demostrarse la eficacia que tendría una
transformación interior sobre el mundo exterior. Es obligado preguntarse, aun
sin expresar un juicio negativo, hasta qué punto puede considerarse científico
un proceso mental que incluye afirmaciones como ésta: « La guerra es
inconcebible en una sociedad de personas autónomas que han descubierto la
interconexión de toda la humanidad, que no temen ideas extrañas ni culturas
extranjeras, que saben que todas las revoluciones comienzan en el interior y
que no se puede imponer el propio tipo de iluminación a nadie ».42 No es lógico
deducir que, puesto que algo es inconcebible, no podrá suceder. Este es el tipo
de razonamiento típicamente gnóstico, en el sentido de que confiere demasiado
peso al conocimiento y a la conciencia. Y esto no significa negar el papel
fundamental y crucial del desarrollo de la conciencia en los descubrimientos
científicos y en el proceso creativo, sino sencillamente alertar contra la
posibilidad de imponer sobre la realidad exterior lo que hasta el momento sólo
está en la mente.
2.4. « ¿Habitantes del mito o de la
historia? »:43 La Nueva Era y la cultura
« En realidad, el
atractivo de la Nueva Era tiene que ver con el interés por el yo, su valor, sus
capacidades y problemas, que la cultura actual fomenta. Mientras que la
religiosidad tradicional, con su organización jerárquica se adapta bien a la
comunidad, la espiritualidad no tradicional se adapta bien al individuo. La
Nueva Era es “del” yo en la medida en que fomenta la celebración de lo que ha
de ser y devenir; y es “para” el yo en la medida en que, al diferenciarse de lo
establecido, está en una situación capaz de afrontar los problemas generados
por las formas de vida convencionales ».44
El rechazo a la
tradición en su forma patriarcal, jerárquica, tanto social como eclesial,
conlleva la búsqueda de una forma alternativa de sociedad, inspirada claramente
en el concepto moderno del yo. Muchos escritos de la Nueva Era defienden que no
se puede hacer nada (directamente) para cambiar el mundo y en cambio se ha de
hacer todo para cambiarse a sí mismo. Cambiar la conciencia individual se
entiende como la manera (indirecta) de cambiar el mundo. El instrumento más
importante para el cambio social es el ejemplo individual. El reconocimiento
universal de tales ejemplos personales llevará paulatinamente a la
transformación de la mente colectiva, transformación que será el logro más
importante de nuestro tiempo. Esto forma parte, claramente, del paradigma
holístico y constituye una nueva formulación de la clásico problema filosófico
de la unidad y la pluralidad. También está relacionada con el planteamiento
jungiano de la correspondencia y el rechazo de la causalidad. Los individuos
son representaciones fragmentarias del holograma planetario; mirando al propio
interior, no sólo se conoce el universo, sino que también es posible cambiarlo.
Sólo que cuanto más se mira al interior, más pequeño se torna el escenario
político. Es difícil saber si este planteamiento puede encajar con la retórica
de la participación democrática en un nuevo orden planetario, o si por el
contrario se trata de una manera inconsciente y sutil de privar de poder a las
personas, dejándolas a merced de la manipulación. La actual preocupación por
los problemas planetarios (los temas ecológicos, el agotamiento de los recursos
naturales, el exceso de población, la diferencia económica entre norte y sur,
el enorme arsenal nuclear, la inestabilidad política) ¿favorecen o impiden el
compromiso con otras cuestiones políticas y sociales igualmente acuciantes? El
antiguo adagio « la caridad bien entendida empieza por uno mismo » puede
proporcionar un sano equilibrio a la manera de abordar dichos temas. Algunos
observadores de la Nueva Era detectan un autoritarismo siniestro detrás de la
aparente indiferencia respecto a la política. El mismo David Spangler señala
que una de las sombras de la Nueva Era es « una capitulación sutil frente a la
impotencia y la irresponsabilidad esperando que llegue la Nueva Era en vez de
ser creadores activos de plenitud en la propia vida ».45
Sería ciertamente
exagerado afirmar que el quietismo es general en las actitudes de la Nueva Era.
Con todo, una de las principales críticas al movimiento Nueva Era es que la
búsqueda individualista de la propia realización en el fondo puede actuar en
contra de una sólida cultura religiosa. A este propósito, conviene destacar
tres puntos:
– Cabe preguntarse
si la Nueva Era posee coherencia intelectual para proporcionar una imagen
completa del mundo a partir de una cosmovisión que pretende integrar la
naturaleza y la realidad espiritual. La Nueva Era ve el universo occidental
escindido a causa de las categorías de monoteísmo, trascendencia, alteridad y
separación. Descubre un dualismo fundamental en divisiones como las que hay
entre real e ideal, relativo y absoluto, finito e infinito, humano y divino,
sacro y profano, pasado y presente, que remiten todas a la « conciencia infeliz
» de Hegel y son responsables de una situación considerada trágica. La
respuesta de la Nueva Era es la unidad mediante la fusión: pretende reconciliar
alma y cuerpo, femenino y masculino, espíritu y materia, humano y divino,
tierra y cosmos, trascendente e inmanente, religión y ciencia, las diferencias
entre las religiones, el Yin y el Yang. Ya no hay, pues, alteridad. Lo que
queda, en términos humanos, es la transpersonalidad. El mundo de la Nueva Era
no es problemático: no queda nada por alcanzar. Pero la cuestión metafísica de
la unidad y la pluralidad sigue sin respuesta, tal vez sin plantearse siquiera;
se lamentan los efectos de la desunión y de la división, pero la respuesta es
una descripción de cómo aparecerían las cosas en otra óptica.
– La Nueva Era
importa fragmentariamente prácticas religiosas orientales y las reinterpreta
para adaptarlas a los occidentales. Esto implica un rechazo del lenguaje del
pecado y de la salvación, sustituido con el lenguaje moralmente neutro de la
dependencia y la recuperación. Las referencias a las influencias extraeuropeas
son a veces una mera « pseudo-orientalización » de la cultura occidental.
Además, difícilmente se trata de un diálogo auténtico. En un ambiente donde las
influencias grecorromanas y judeocristianas resultan sospechosos, las
orientales se utilizan precisamente porque son una alternativa a la cultura
occidental. La ciencia y la medicina tradicionales son consideradas inferiores
a los enfoques holísticos, e igual sucede con las estructuras patriarcales y
particulares en la política y en la religión. Todas estas cosas serán
obstáculos para la venida de la Era de Acuario. Una vez más, está claro que, en
realidad, optar por las alternativas de la Nueva Era implica una ruptura total
con la tradición de origen. Habría que preguntarse si realmente es una actitud
tan madura y tan liberada como se suele pensar.
– Las tradiciones
religiosas auténticas promueven la disciplina con el objetivo último de
adquirir sabiduría, ecuanimidad y compasión. La Nueva Era refleja el anhelo
profundo e inextinguible que hay en la sociedad de una cultura religiosa
íntegra, de una visión más general e iluminadora de lo que los políticos suelen
ofrecer. Pero no está claro si los beneficios de una visión basada en la
permanente expansión del yo son para los individuos o para las sociedades. Los
cursos de formación de la Nueva Era (lo que solía llamarse « Cursos de
Formación Erhard » Erhard Seminar Trainings [EST], etc.) conjugan los valores
contraculturales con la necesidad de triunfar, la satisfacción interior con el
éxito externo. El curso de retiro « Espíritu de los Negocios » de Findhorn
transforma la experiencia del trabajo con el fin de aumentar la productividad.
Algunos adeptos de la Nueva Era se adhieren a ella no sólo para ser más
auténticos y espontáneos, sino también para enriquecerse (mediante la magia,
etc.). « Los cursos de formación la Nueva Era tienen también resonancias de
ideas en cierto modo más humanistas que las extendidas en el mundo de los
negocios, lo que hace que al hombre de negocios con mentalidad empresarial le
resulten más atractivos. Las ideas tienen que ver con el lugar de trabajo, como
“un entorno de aprendizaje”, que “humaniza el trabajo”, “humaniza al jefe”,
donde “las personas son lo primero” o “se libera el potencial”. Tal como las
presentan los formadores de la Nueva Era, es probable que atraigan a los
hombres de negocios que ya han participado en otros cursos de formación de
corte humanista (laico) y que quieren dar un paso más: interesados en su
crecimiento personal, su felicidad y su entusiasmo y al mismo tiempo en su
productividad económica ».46 Así, está claro que las personas involucradas
buscan realmente sabiduría y ecuanimidad en beneficio propio, pero ¿en qué
medida las actividades en que participan les capacitan para trabajar por el
bien común? Aparte de la cuestión de la motivación, todos estos fenómenos deben
ser juzgados por sus frutos, y la pregunta que hay que plantearse es si
promueven el yo o promueven la solidaridad, no sólo con las ballenas, los
árboles o personas de mentalidad similar, sino con el conjunto de la creación:
incluyendo a la humanidad entera. Las peores consecuencias de toda filosofía
del egoísmo, tanto si es adoptada por las instituciones como por amplios
sectores sociales, son lo que el Cardenal Joseph Ratzinger define un conjunto
de « estrategias para reducir el número de los que se sienten a comer a la mesa
de la humanidad ».47 Este es un criterio clave con el que se debe evaluar el
impacto de cualquier filosofía o teoría. El cristianismo busca siempre medir
los esfuerzos humanos por su apertura al Creador y a las demás criaturas, un
respeto firmemente basado en el amor.
2.5. ¿Por qué ha crecido la Nueva Era
con tanta rapidez y se ha difundido de manera tan eficaz?
Por muchas
objeciones y críticas que suscite, la Nueva Era es un intento de llevar calor a
un mundo que muchos experimentan como desabrido y despiadado. Como reacción
frente a la modernidad, opera casi siempre en el nivel de los sentimientos,
instintos y emociones. La angustia ante un futuro apocalíptico de inestabilidad
económica, incertidumbre política y cambios climáticos desempeña un papel
importante en la búsqueda de una relación alternativa y decididamente optimista
con el cosmos. Hay una búsqueda de plenitud y felicidad, con frecuencia en un
nivel explícitamente espiritual. Pero es significativo que la Nueva Era haya
gozado de un éxito enorme en una era que puede caracterizarse por la exaltación
casi universal de la diversidad. La cultura occidental ha dado un paso más allá
de la tolerancia –en el sentido de aceptar a regañadientes o soportar la
idiosincrasia de personas o grupos minoritarios– a la erosión consciente del
respeto a la normalidad. La normalidad se presenta como un concepto con
connotaciones moralistas, vinculado necesariamente a normas absolutas. Para un
número creciente de personas, las creencias o normas absolutas indican sólo la
incapacidad de tolerar las ideas y convicciones de los demás. En este ambiente,
se han puesto de moda los estilos de vida alternativos: ser diferente no sólo
es aceptable, sino positivamente bueno.48
Es esencial tener
en cuenta que las personas se relacionan con la Nueva Era de maneras muy
distintas y en grados diversos. En la mayoría de los casos no se trata
realmente de una « pertenencia » a un grupo o movimiento. Tampoco hay una
conciencia muy clara de los principios sobre los que se basa la Nueva Era.
Aparentemente, la mayoría de la gente se siente atraída por terapias o
prácticas concretas, sin conocimiento de los planteamientos de fondo que éstas
conllevan; otros no son más que consumidores ocasionales de productos que
llevan la etiqueta « Nueva Era ». Quienes utilizan la aromatoterapia o escuchan
música New Age, por ejemplo, suelen estar interesados por el efecto que tienen
en su salud o bienestar. Tan sólo una minoría profundiza en estos temas y trata
de entender su significado teórico (o « místico »). Lo cual encaja
perfectamente con los esquemas de las sociedades de consumo en las que el ocio
y el entretenimiento desempeñan un papel fundamental. El « movimiento » se ha
adaptado perfectamente a las leyes del mercado y el hecho de que la Nueva Era
se haya difundido tanto se debe en parte a que resulta una propuesta económica
muy atractiva. La Nueva Era, al menos en algunas culturas, se presenta como una
etiqueta para un producto creado, aplicando los principios de la mercadotecnia
a un fenómeno religioso.49 Siempre habrá un modo de aprovecharse de las
necesidades espirituales de la gente. Como muchos otros elementos de la
economía contemporánea, la Nueva Era es un fenómeno global que se mantiene
unido y se alimenta gracias a la información de los medios de comunicación de
masas. Se puede discutir si fueron los medios de comunicación quienes crearon
este fenómeno o no; lo que está claro es que la literatura popular y las
comunicaciones de masas garantizan una rápida difusión, a escala universal, de
las nociones comunes defendidas por los « creyentes » y simpatizantes. Sin
embargo, no es posible saber si esta difusión tan rápida de las ideas obedece
al azar o bien a un proyecto deliberado, ya que se trata de comunidades muy
poco rígidas. Al igual que sucede en las « cibercomunidades » creadas por
Internet, éste es un ámbito en el que las relaciones entre las personas pueden
ser o muy impersonales o interpersonales sólo en un sentido muy selectivo.
La Nueva Era se ha
hecho sumamente popular como un vago conjunto de creencias, terapias y
prácticas, elegidas y combinadas con frecuencia según el propio gusto,
independientemente de las incompatibilidades o incongruencias que implique. Por
lo demás, es lo que cabe esperar de una cosmovisión conscientemente basada en
el pensamiento intuitivo del « lado derecho del cerebro ». Precisamente por eso
es tan importante descubrir y reconocer las características fundamentales de
las ideas de la Nueva Era. Lo que ésta ofrece suele describirse sencillamente
como algo « espiritual », más que como perteneciente a una religión concreta.
Sin embargo, los vínculos con algunas religiones orientales concretas son mucho
más estrechos de lo que imaginan algunos « consumidores ». Naturalmente, esto
es importante para los grupos de « oración » en los que uno decide integrarse,
pero es también un problema real en la gestión de un número creciente de
empresas, a cuyos empleados se les exige hacer meditación y adoptar técnicas de
expansión mental como parte de la vida laboral.50
Valdría la pena
añadir aún unas breves palabras sobre la promoción organizada de la Nueva Era
como ideología, pero se trata de un asunto sumamente complejo. Frente a la
Nueva Era, algunos grupos han reaccionado con acusaciones generalizadas de «
conspiración ». Se les suele responder que estamos asistiendo a un cambio
cultural espontáneo cuya trayectoria está en gran parte determinada por
influjos que escapan al control humano. No obstante, basta señalar que la Nueva
Era comparte con un buen número de grupos internacionalmente influyentes el
objetivo de sustituir o trascender las religiones particulares para dejar
espacio a una religión universal que unifique a la humanidad. Estrechamente
relacionado con esto, hay un esfuerzo concertado por parte de muchas
instituciones para inventar una Ética Global, un esquema ético que reflejaría
la naturaleza global de la cultura, la economía y la política contemporáneas.
Aún más, la politización de las cuestiones ecológicas influye en todo el tema
de la hipótesis Gaia o culto de la madre tierra.
3 LA NUEVA ERA Y LA ESPIRITUALIDAD CRISTIANA
3.1. La Nueva Era como espiritualidad
Los promotores de
la Nueva Era la definen como una « nueva espiritualidad ». Parece irónico
llamarla « nueva » cuando tantas ideas están tomadas de las religiones y
culturas antiguas. Lo realmente nuevo en la Nueva Era es la búsqueda consciente
de una alternativa a la cultura occidental y a sus raíces religiosas
judeocristianas. « Espiritualidad », en este sentido, indica la experiencia
interior de armonía y unidad con la totalidad de la realidad, que sana los sentimientos
de imperfección y finitud de toda persona humana. Las personas descubren su
profunda conexión con la fuerza o energía universal sagrada que constituye el
núcleo de toda vida. Cuando han llevado a cabo este descubrimiento, pueden
emprender el camino hacia la perfección que les permitirá ordenar sus vidas y
su relación con el mundo, y ocupar su propio puesto en el proceso universal del
devenir y en la Nueva Génesis de un mundo en constante evolución. El resultado
es una mística cósmica51 basada en la toma de conciencia de un universo
rebosante de energías dinámicas. Así, la energía cósmica, la vibración, la luz,
dios, el amor –incluso el Ser supremo– todo se refiere a la misma y única
realidad, la fuente primaria presente en todo ser.
Esta espiritualidad
consta de dos elementos distintos: uno metafísico, otro psicológico. El
componente metafísico procede de las raíces esotéricas y teosóficas de la Nueva
Era y es básicamente una forma nueva de gnosis. El acceso a lo divino se
produce por medio del conocimiento de los misterios escondidos, en la búsqueda
individual de « lo real que hay detrás de lo que es sólo aparente, el origen
más allá del tiempo, lo trascendente más allá de lo meramente fugaz, la
tradición primordial detrás de la tradición meramente efímera, lo otro detrás
del yo, la divinidad cósmica detrás del individuo encarnado ». La
espiritualidad esotérica « es una investigación del Ser más allá de la
separación de los seres, una especie de nostalgia de la unidad perdida ».52
« Puede verse aquí
la matriz gnóstica de la espiritualidad esotérica. Ésta es palpable cuando los
hijos de Acuario buscan la Unidad Transcendente de las religiones. Tienden a
escoger de las religiones históricas sólo el núcleo esotérico, del cual
pretenden ser guardianes. En cierto modo niegan la historia y no aceptan que la
espiritualidad pueda tener sus raíces en el tiempo o en ninguna institución.
Jesús de Nazaret no es Dios, sino una de las muchas manifestaciones del Cristo
cósmico y universal ».53
El componente
psicológico de este tipo de espiritualidad procede del encuentro entre la
cultura esotérica y la psicología (cf. 2.3.2). La Nueva Era se convierte así en
una experiencia de trasformación psico-espiritual personal, que se contempla
como algo análogo a la experiencia religiosa, después de una crisis personal o
una larga búsqueda espiritual. Para otros procede del uso de la meditación o de
algún tipo de terapia, o de experiencias paranormales que alteran los estados
de conciencia y proporcionan una penetración en la unidad de la realidad.54
3.2. ¿Narcisismo espiritual?
Diversos autores
ven la espiritualidad de la Nueva Era como una especie de narcisismo espiritual
o pseudo-misticismo. Es interesante notar que esta crítica ha sido formulada
incluso por David Spangler, un importante exponente de la Nueva Era, que en sus
últimas obras se distanció de los aspectos más esotéricos de esta corriente de
pensamiento.
Spangler escribió
que en las formas más populares de la Nueva Era « los individuos y los grupos
viven sus propias fantasías de aventura y poder, generalmente de forma
ocultista o milenarista… La característica principal de este nivel es la
adhesión a un mundo privado de satisfacción del ego y el consecuente
alejamiento (aunque no siempre sea evidente) del mundo. En este nivel, la Nueva
Era se ha visto poblada por seres extraños y exóticos, maestros, adeptos,
extraterrestres. Es un lugar de poderes psíquicos y misterios ocultos, de
conspiraciones y enseñanzas escondidas ».55
En una obra
posterior, David Spangler enumera lo que considera elementos negativos o «
sombras » de la Nueva Era: « alienación del pasado en nombre del futuro;
adhesión a la novedad por la novedad…; indiscriminación y falta de
discernimiento en nombre de la totalidad y de la comunión, de donde la incapacidad
para entender o respetar el papel de los límites…; confusión de los fenómenos
psíquicos con la sabiduría, de la “canalización” (cfr. Glosario) con la
espiritualidad, de la perspectiva de la Nueva Era con la verdad última ».56
Pero, al cabo, Spangler está convencido de que el narcisismo egoísta e
irracional se limita solamente a unos pocos miembros. Los aspectos positivos
que subraya son la función de la Nueva Era como imagen del cambio y como
encarnación de lo sagrado, movimiento en el que la mayoría de las personas son
« grandes buscadores de la verdad », que trabajan en beneficio de la vida y del
crecimiento interior.
David Toolan, un
jesuita americano que pasó varios años en el ambiente de la Nueva Era, analiza
el aspecto comercial de muchos productos y terapias que llevan la etiqueta
Nueva Era (New Age). Observa que los seguidores de la Nueva Era han descubierto
la vida interior y se sienten fascinados por la perspectiva de ser responsables
del mundo, pero que también se dejan vencer fácilmente por una tendencia al
individualismo y a enfocarlo todo como objeto de consumo. En este sentido,
aunque no sea cristiana, la espiritualidad de la Nueva Era tampoco es budista,
por cuanto no implica la negación de sí mismo. El sueño de una unión mística parece
conducir, en la práctica, a una unión meramente virtual que, al cabo, deja a
las personas aún más solas e insatisfechas.
3.3. El Cristo cósmico
En los días
primeros del cristianismo, los creyentes en Jesucristo se vieron forzados a
hacer frente a las religiones gnósticas. No las ignoraron, sino que aceptaron
el reto positivamente y aplicaron a Cristo mismo los términos utilizados para
con las divinidades cósmicas. El ejemplo más claro es el famoso himno a Cristo
en la carta de san Pablo a los cristianos de Colosas:
« Él [Cristo] es
imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura;
porque por medio de él fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz » (Col 1, 15-20).
Aquellos primeros
cristianos no esperaban la llegada de ninguna edad nueva cósmica. Lo que
celebraban con este himno era que la Plenitud de todas las cosas había
comenzado en Cristo. « En realidad el tiempo se ha cumplido por el hecho mismo
de que Dios, con la encarnación, se ha introducido en la historia del hombre.
La eternidad ha entrado en el tiempo: ¿qué « cumplimiento » es mayor que éste?
¿Qué otro « cumplimiento » sería posible? ».57 La creencia gnóstica en fuerzas
cósmicas y en una especie de oscuro destino elimina la posibilidad de una
relación con el Dios personal revelado en Cristo. Para los cristianos, el verdadero
Cristo cósmico es el que está presente activamente en los diversos miembros de
su cuerpo, que es la Iglesia. No dirigen su mirada a fuerzas cósmicas
impersonales, sino al amor afectuoso de un Dios personal. Para ellos el
bio-centrismo cósmico tiene que ser transferido a un conjunto de relaciones
sociales (en la Iglesia). Y no se encierran en un esquema cíclico de
acontecimientos cósmicos, sino que se centran en el Jesús histórico,
especialmente en su crucifixión y en su resurrección. En la Carta a los
Colosenses y en el Nuevo Testamento hallamos una doctrina de Dios distinta de
la que está implícita en el pensamiento de la Nueva Era: la concepción
cristiana de Dios es la de una Trinidad de Personas que ha creado la raza
humana deseando compartir la comunión de la vida trinitaria con las personas
creadas. Entendido adecuadamente, esto significa que la auténtica
espiritualidad no consiste tanto en nuestra búsqueda de Dios, sino en que Dios
nos busca a nosotros.
En los círculos de
la Nueva Era se ha hecho popular otra visión, completamente distinta, del
significado cósmico de Cristo. « El Cristo Cósmico es el modelo divino que se
conecta en la persona de Jesucristo (pero no se limita en modo alguno a tal
persona). El modelo divino de conectividad se hizo carne y acampó entre
nosotros (Jn 1, 14)… El Cristo Cósmico es el guía de un nuevo éxodo de la
servidumbre y de las ideas pesimistas de un universo mecanicista, newtoniano,
lleno de competitividad, ganadores y perdedores, dualismos, antropocentrismo, y
del aburrimiento que sobreviene cuando nuestro maravilloso universo se describe
como una máquina privada de misterio y misticismo. El Cristo Cósmico es local e
histórico, indudablemente íntimo a la historia humana. El Cristo Cósmico podría
vivir en la casa de al lado o incluso en el interior más profundo y auténtico
del propio yo ».58 Aunque posiblemente no todos los que están relacionados con
la Nueva Era estén de acuerdo con esta afirmación, sin embargo da en el clavo y
muestra con absoluta claridad dónde estriban las diferencias entre estas dos
visiones de Cristo. Para la Nueva Era, el Cristo Cósmico aparece como un modelo
que puede repetirse en muchas personas, lugares o épocas. Es el portador de un
enorme cambio de paradigma. Es, en definitiva, un potencial dentro de nosotros.
Según la doctrina
cristiana, Jesucristo no es un simple modelo. Es una persona divina cuya figura
humano-divina revela el misterio del amor del Padre hacia cada persona a lo
largo de la historia (Jn 3, 16). Vive en nosotros porque comparte su vida con
nosotros, pero ésta ni se nos impone ni es automática. Todos los seres humanos
están invitados a compartir su vida, a vivir « en Cristo ».
3.4. Mística cristiana y mística Nueva
Era
Para los
cristianos, la vida espiritual consiste en una relación con Dios que se va
haciendo cada vez más profunda con la ayuda de la gracia, en un proceso que
ilumina también la relación con nuestros hermanos. La espiritualidad, para la
Nueva Era, significa experimentar estados de conciencia dominados por un sentido
de armonía y fusión con el Todo. Así, « mística » no se refiere a un encuentro
con el Dios trascendente en la plenitud del amor, sino a la experiencia
provocada por un volverse sobre sí mismo, un sentimiento exaltante de estar en
comunión con el universo, de dejar que la propia individualidad se hunda en el
gran océano del Ser.59
Esta distinción
fundamental es evidente en todos los niveles de comparación entre la mística
cristiana y la mística de la Nueva Era. El método de purificación de la Nueva
Era se basa en la conciencia del malestar o de la alienación, que ha de ser
vencido mediante la inmersión en el Todo. Para convertirse, una persona
necesita hacer uso de técnicas que conducen a la experiencia de la iluminación.
Esto transforma la conciencia de la persona y la abre al contacto con la
divinidad, que se entiende como la esencia más profunda de la realidad.
Las técnicas y
métodos que se ofrecen en este sistema religioso inmanentista, que carece del
concepto de Dios como persona, proceden « desde abajo ». Aunque implican un
descenso hasta las profundidades del propio corazón o de la propia alma,
constituyen una empresa esencialmente humana por parte de la persona que busca
elevarse hasta la divinidad mediante sus esfuerzos. Con frecuencia es un « ascenso
» del nivel de conciencia hasta lo que se entiende como una percepción
liberadora del « dios interior ». No todos tienen acceso a tales técnicas,
cuyos beneficios quedan restringidos a una « aristocracia » espiritual
privilegiada.
Por el contrario,
el elemento esencial de la fe cristiana es que Dios se abaja hacia sus
criaturas, particularmente a los más humildes, a los más débiles y menos
agraciados según los criterios del « mundo ». Hay algunas técnicas espirituales
que conviene aprender, pero Dios es capaz de soslayarlas e incluso de
prescindir de ellas. Para un cristiano « su modo de acercarse a Dios no se
fundamenta en una técnica, en el sentido estricto de la palabra. Eso iría en
contra del espíritu de infancia exigido por el Evangelio. La auténtica mística
cristiana nada tiene que ver con la técnica: es siempre un don de Dios, cuyo
beneficiario se siente indigno ».60
Para los
cristianos, la conversión consiste en volverse al Padre, por medio del Hijo,
dóciles al poder del Espíritu Santo. Cuanto más se avanza en la relación con
Dios –que es siempre y en todos los casos un don gratuito–, más aguda es la
necesidad de convertirse del pecado, de la miopía espiritual y de la
autocomplacencia, cosas todas que impiden un abandono confiado de sí en Dios y una
apertura a los demás.
Todas las técnicas
de meditación necesitan purificarse de la presunción y de la ostentación. La
oración cristiana no es un ejercicio de contemplación de sí mismo, quietud y
vaciamiento de sí, sino un diálogo de amor, que « implica una actitud de
conversión, un éxodo del yo del hombre hacia el Tú de Dios ».61 Conduce a un
sometimiento cada vez más completo a la voluntad de Dios, mediante el cual se
nos invita a una solidaridad profunda y auténtica con nuestros hermanos y
hermanas.62
3.5. El « dios interior » y la «
theosis »
Este es un punto
de contraste entre la Nueva Era y el cristianismo. En la literatura New Age
abunda la convicción de que no existe un ser divino « ahí afuera » o que sea de
alguna manera distinto del resto de la realidad. Desde Jung en adelante, ha
habido toda una corriente que profesaba una creencia en « el dios interior ».
Desde la perspectiva de la Nueva Era, nuestro problema consiste en la
incapacidad de reconocer nuestra propia divinidad, una incapacidad que puede
superarse con ayuda de un guía y usando toda una serie de técnicas para liberar
nuestro potencial (divino) escondido. La idea fundamental es que « Dios » se
encuentra en el fondo de nuestro interior. Somos dioses y descubrimos el poder
ilimitado que hay dentro de nosotros despojándonos de las capas de
inautenticidad.63 Cuanto más se reconoce este potencial, más se realiza. En
este sentido la Nueva Era tiene su propia idea de la theosis: transformarnos en
dioses o, más exactamente, reconocer y aceptar que somos divinos. Algunos dicen
que estamos viviendo en « una época en que nuestra comprensión de Dios tiene
que ser interiorizada: de un Dios omnipotente y externo a un Dios, fuerza
dinámica y creativa que se halla en el centro mismo de todo ser: Dios como
Espíritu.64
En el Prefacio al
Libro V de Adversus Haereses, san Ireneo se refiere a « Jesucristo, que, por
medio de su amor trascendente, se convirtió en lo que somos, para poder
llevarnos a ser lo que él mismo es ». Aquí la theosis, el modo cristiano de
entender la divinización, no se realiza solamente en virtud de nuestros
esfuerzos, sino con el auxilio de la gracia de Dios, que actúa en y por medio
de nosotros. Naturalmente, esto implica una conciencia inicial de nuestra
imperfección, incluso de nuestra condición pecadora, todo lo contrario de la
exaltación del yo. Además, se despliega como una introducción a la vida de la
Trinidad, un caso perfecto de distinción en el corazón mismo de la unidad:
sinergia y no fusión. Todo esto acontece como resultado de un encuentro
personal, del ofrecimiento de un nuevo género de vida. La vida en Cristo no es
algo tan personal y privado que quede restringido al ámbito de la conciencia.
Ni es tampoco un nivel nuevo de conciencia. Implica una transformación de
nuestro cuerpo y nuestra alma mediante la participación en la vida sacramental
de la Iglesia.
4 NUEVA ERA Y FE CRISTIANA FRENTE A
FRENTE
Resulta difícil
separar los elementos individuales de la religiosidad de la Nueva Era, por
inocentes que puedan parecer, de la estructura general que penetra todo el
mundo conceptual del movimiento Nueva Era. La naturaleza gnóstica de este
movimiento exige que se lo juzgue en su totalidad. Desde el punto de vista de
la fe cristiana, no es posible aislar algunos elementos de la religiosidad de
la Nueva Era como aceptables por parte de los cristianos y rechazar otros.
Puesto que el movimiento de la Nueva Era insiste tanto en la comunicación con
la naturaleza, en el conocimiento cósmico de un bien universal –negando así los
contenidos revelados de la fe cristiana–, no puede ser considerado como algo
positivo o inocuo. En un ambiente cultural marcado por el relativismo
religioso, es necesario alertar contra los intentos de situar la religiosidad
de la Nueva Era al mismo nivel que la fe cristiana, haciendo que la diferencia
entre fe y creencia parezca relativa y creando mayor confusión entre los
desprevenidos. En este sentido, resulta útil a exhortación de San Pablo: «
avisar a algunos que no enseñen doctrinas extrañas, ni se dediquen a fábulas y
genealogías interminables, que son más a propósito para promover disputas que
para realizar el plan de Dios, fundado en la fe » (1 Tim 1, 3-4). Algunas
prácticas llevan erróneamente el marchamo Nueva Era, simplemente como
estrategia de mercado para venderse mejor, sin que estén realmente asociadas a
su cosmovisión. Lo cual únicamente crea mayor confusión. Es por ello necesario
identificar con precisión los elementos que pertenecen al movimiento Nueva Era,
que no pueden ser aceptados por quienes son fieles a Cristo y a su Iglesia.
Las siguientes
preguntas pueden ser el modo más simple para evaluar algunos de los elementos
centrales del pensamiento y de la práctica de la Nueva Era desde una
perspectiva cristiana. El término Nueva Era se refiere a las ideas que circulan
acerca de Dios, el hombre y el mundo, las personas con quienes pueden dialogar
los cristianos en torno a temas religiosos, el material publicitario para
grupos de meditación, terapias y demás, las declaraciones explícitas sobre la
religión, etcétera. Algunas de estas preguntas aplicadas a personas e ideas que
no lleven explícitamente la etiqueta Nueva Era pondrían de manifiesto otros
vínculos, implícitos o inconscientes, con todo el ambiente Nueva Era.
• ¿Dios es un ser con quien mantenemos
una relación, algo que se puede utilizar, o una fuerza que hay que dominar?
El concepto de
Dios propio de la Nueva Era es un tanto vago, mientras que el concepto
cristiano es muy claro. El Dios de la Nueva Era es una energía impersonal, en
realidad una extensión o componente particular del cosmos; Dios en este sentido
es la fuerza vital o alma del mundo. La divinidad se encuentra en cada ser, en
una gradación que va « desde el cristal inferior del mundo mineral hasta e
incluso más allá del mismo Dios Galáctico, del cual no podemos decir
absolutamente nada, salvo que no es un hombre, sino una Gran Conciencia ».65 En
algunos escritos « clásicos » de la Nueva Era, está claro que los seres humanos
deben considerarse a sí mismos como dioses, lo cual se desarrolla en unas
personas más plenamente que en otras. Ya no hay que buscar a Dios más allá del
mundo, sino en lo hondo de mi yo.66 Incluso cuando « Dios » es algo exterior a
mí, está ahí para ser manipulado.
Esto es muy
diferente de la concepción cristiana de Dios, Creador del cielo y de la tierra
y fuente de toda vida personal. Dios es en sí mismo personal, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, y ha creado el universo a fin de compartir la comunión de su
vida con las personas creadas. « Dios, que “habita una luz inaccesible”, quiere
comunicar su propia vida divina a los hombres libremente creados por él, para
hacer de ellos, en su Hijo único, hijos adoptivos. Al revelarse a sí mismo,
Dios quiere hacer a los hombres capaces de responderle, de conocerle y de
amarle más allá de lo que ellos serían capaces por sus propias fuerzas ».67Dios
no se identifica con el principio vital entendido como el « Espíritu » o «
energía básica » del cosmos, sino que es ese amor, absolutamente diferente del
mundo, que está sin embargo presente en todo y conduce a los seres humanos a la
salvación.
•¿Hay un único Jesucristo o existen
miles de Cristos?
En la literatura
de la Nueva Era Cristo es presentado con frecuencia como un sabio, un iniciado
o un avatar entre muchos, mientras que en la tradición cristiana es el Hijo de
Dios. He aquí algunos puntos comunes de los enfoques New Age:
– El Jesús
histórico, personal e individual, es distinto del Cristo universal, eterno,
impersonal;
– Jesús no es
considerado el único Cristo;
– La muerte de
Jesús en la Cruz, o bien se niega, o bien se reinterpreta para excluir la idea
de que pudiera haber sufrido como Cristo;
– Los documentos
extrabíblicos (como los evangelios neognósticos) son considerados fuentes
auténticas para el conocimiento de aspectos de la vida de Cristo que no se
hallan en el canon de la Escritura. Otras revelaciones en torno a Cristo,
proporcionadas por entidades, guías espirituales y maestros venerables o
incluso por las Crónicas Akasha, son básicas para la cristología de la Nueva
Era;
– Se aplica un
tipo de exégesis esotérica a los textos bíblicos para purificar al cristianismo
de la religión formal que impide el acceso a su esencia esotérica.68
En la tradición
cristiana Jesucristo es el Jesús de Nazaret del que hablan los Evangelios, el hijo
de María y Unigénito de Dios, verdadero Dios y verdadero hombre, revelación
plena de la Verdad divina, único Salvador del mundo: « por nuestra causa fue
crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al
tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha
del Padre ».69
• El ser humano: ¿existe un único ser
universal o hay muchos individuos?
« El objetivo de
las técnicas de la Nueva Era es reproducir los estados místicos a voluntad,
como si fueran un asunto de material de laboratorio. El renacer, el
biofeedback, el aislamiento sensorial, los mantras, el ayuno, la privación de
sueño y la meditación trascendental, son intentos para controlar esos estados y
experimentarlos continuamente ».70 Todas estas prácticas crean una atmósfera de
debilidad (y vulnerabilidad) psíquica. Cuando el objeto del ejercicio consiste
en reinventarnos a nosotros mismos, se plantea realmente la pregunta acerca de
quién soy « yo ». El « Dios interior » y la unión holística con todo el cosmos
subrayan esta pregunta. Las personalidades individuales aisladas serían
patológicas para la Nueva Era (según su particular psicología transpersonal).
Pero « el verdadero peligro es el paradigma holístico. La Nueva Era es un
pensamiento basado sobre una unidad totalitaria y precisamente por eso es un
peligro… ».71 Con un tono más suave: « Somos auténticos cuando nos “hacemos
cargo” de nosotros mismos, cuando nuestra opción y nuestras reacciones fluyen
espontáneamente de nuestras necesidades más profundas, cuando nuestro
comportamiento y nuestros sentimientos manifiestos reflejan nuestra plenitud
personal ».72 El Movimiento por el Potencial Humano es el ejemplo más claro de
la convicción de que los seres humanos son divinos, o contienen una chispa
divina dentro de sí mismos.
El enfoque
cristiano procede de las enseñanzas de la Escritura respecto a la naturaleza
humana. Hombres y mujeres han sido creados a imagen y semejanza de Dios (Gen 1,
27) y Dios los trata con gran consideración, para sorpresa del salmista (cf. Ps
8). La persona humana es un misterio plenamente revelado sólo en Jesucristo
(cf. GS 22), y de hecho se hace auténtica y adecuadamente humana en su relación
con Cristo por medio del don del Espíritu.73 Esto está muy lejos de la caricatura
del antropocentrismo atribuido al Cristianismo y rechazado por muchos autores y
seguidores de la Nueva Era.
• ¿Nos salvamos a nosotros mismos o la
salvación es un don gratuito de Dios?
La clave estriba
en descubrir qué o quién creemos que nos salva. ¿Nos salvamos a nosotros mismos
por nuestras propias acciones, como suele ser el caso en las explicaciones de
la Nueva Era, o nos salva el amor de Dios? Las palabras claves son realización
de uno mismo, plenitud del yo y auto-redención. La Nueva Era es esencialmente
pelagiana en su manera de entender la naturaleza humana.74
Para los
cristianos, la salvación depende de la participación en la pasión, muerte y
resurrección de Cristo, y de una relación personal directa con Dios, más que de
una técnica cualquiera. La condición humana, afectada como está por el pecado
original y por el pecado personal, sólo puede ser rectificada por la acción de
Dios: el pecado es una ofensa contra Dios, y sólo Dios puede reconciliarnos
consigo. En el plan salvífico divino, los seres humanos han sido salvados por
Jesucristo, quien, como Dios y hombre, es el único mediador de la redención. En
el cristianismo, la salvación no es una experiencia del yo, una inmersión
meditativa e intuitiva dentro de uno mismo, sino mucho más: el perdón del
pecado, el ser levantado desde las profundas ambivalencias del propio ser, el
apaciguamiento de la naturaleza mediante el don de la comunión con un Dios
amoroso. El camino hacia la salvación no se halla sencillamente en una
transformación autoprovocada de la conciencia, sino en la liberación del pecado
y de sus consecuencias, que conduce a luchar contra el pecado que hay en
nosotros mismos y en la sociedad que nos rodea. Esto nos conduce necesariamente
hacia una solidaridad amorosa con nuestros hermanos necesitados.
•¿Inventamos la verdad o la abrazamos?
La verdad para la
Nueva Era tiene que ver con buenas vibraciones, correspondencias cósmicas,
armonía y éxtasis, experiencias placenteras en general. Se trata de encontrar
la propia verdad en función del bienestar. La valoración de la religión y de
las cuestiones éticas obviamente está relacionada con las propias sensaciones y
experiencias.
En la doctrina
cristiana, Jesucristo se presenta como « el Camino, la Verdad y la Vida » (Jn
14, 6). A sus seguidores se les pide que abran su vida entera a él y a sus
valores, en otras palabras, a un conjunto objetivo de exigencias que forman
parte de una realidad objetiva asequible en definitiva por todos.
•La oración y la meditación: ¿hablamos
con nosotros o con Dios?
La tendencia a
confundir la psicología y la espiritualidad aconseja recalcar que muchas de las
técnicas de meditación ahora en uso no son oración. A menudo son una buena
preparación para la oración, y nada más, aun cuando conduzcan a un estado de
placidez mental o de bienestar corporal. Las experiencias que se obtienen son
realmente intensas, pero quedarse en ese plano es quedarse solo, sin estar
todavía en presencia del Otro. Alcanzar el silencio puede enfrentarnos al vacío
más que al silencio contemplativo del amado. También es cierto que las técnicas
para profundizar en la propia alma son, en definitiva, una llamada a nuestra
propia capacidad de alcanzar lo divino, o incluso a llegar a ser divinos. Si
descuidan que es Dios quien va en búsqueda del corazón humano, no son oración
cristiana. Aun cuando se considera como un vínculo con la Energía Universal, «
esta “relación” fácil con Dios, donde la función de Dios se concibe como la
satisfacción de todas nuestras necesidades, revela el egoísmo que hay en el
corazón de la Nueva Era ».75
Las prácticas de
la Nueva Era no son realmente oración, pues suelen tratarse de introspección o
de fusión con la energía cósmica, en contraste con la doble orientación de la
oración cristiana, que comprende la introspección pero que es, sobre todo, un
encuentro con Dios. La mística cristiana, más que un mero esfuerzo humano, es
esencialmente un diálogo que « implica una actitud de conversión, un éxodo del
yo del hombre hacia el Tú de Dios ».76 « El cristiano, también cuando está solo
y ora en secreto, tiene la convicción de rezar siempre en unión con Cristo, en
el Espíritu Santo, junto con todos los santos para el bien de la Iglesia ».77
• ¿Nos sentimos tentados a negar el
pecado o aceptamos que exista tal cosa?
En la Nueva Era no
existe un verdadero concepto de pecado, sino más bien el de conocimiento
imperfecto. Lo que se necesita es iluminación, que puede alcanzarse mediante
particulares técnicas psicofísicas. A quienes participan en actividades de la
Nueva Era no les dirán qué tienen que creer, qué tienen que hacer o no hacer,
sino: « Hay mil maneras de explorar la realidad interior. Ve adonde te
conduzcan tu inteligencia y tu intuición. Confía en ti ».78 La autoridad se ha
trasladado de Dios al interior del yo. Para la Nueva Era, el problema más serio
es la alienación respecto a la totalidad del cosmos, en lugar de un fracaso
personal o pecado. El remedio consiste en lograr estar cada vez más inmerso en
la totalidad del ser. En algunos escritos y prácticas de la Nueva Era, está
claro que una sola vida no basta, por lo que tiene que haber reencarnaciones
que permitan a las personas realizar su potencial pleno.
En la perspectiva
cristiana, « la realidad del pecado, y más particularmente del pecado de los
orígenes, sólo se esclarece a la luz de la Revelación divina. Sin el
conocimiento que ésta nos da de Dios no se puede reconocer claramente el
pecado, y se siente la tentación de explicarlo únicamente como un defecto de
crecimiento, como una debilidad psicológica, un error, la consecuencia
necesaria de una estructura social inadecuada, etc. Sólo en el conocimiento del
designio de Dios sobre el hombre se comprende que el pecado es un abuso de la
libertad que Dios da a las personas creadas para que puedan amarle y amarse
mutualmente ».79 « El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la
conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el
prójimo a causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del
hombre y atenta contra la solidaridad humana… ».80 « El pecado es una ofensa a
Dios… se levanta contra el amor que Dios nos tiene y aparta de Él nuestros
corazones… El pecado es así “amor de sí hasta el desprecio de Dios” ».81
• ¿Se nos anima a rechazar o a aceptar
el sufrimiento y la muerte?
Algunos autores de
la Nueva Era ven el sufrimiento como algo impuesto sobre el yo, como un mal
karma (ver Glosario) o, al menos, como un fallo del dominio de nuestros propios
recursos. Otros se centran en los métodos para alcanzar el éxito y la riqueza
(e.g. Deepak Chopra, José Silva et al.). En la Nueva Era, la reencarnación se
ve con frecuencia como un elemento necesario para el crecimiento espiritual,
una etapa de la evolución espiritual progresiva que comenzó antes de que
naciéramos y continuará después de que muramos. En nuestra vida presente, la
experiencia de la muerte de otras personas provoca una crisis saludable.
Tanto la unidad
cósmica como la reencarnación son irreconciliables con la creencia cristiana de
que la persona humana es un ser único, que vive una sola vida de la que es
plenamente responsable: este modo de entender la persona pone en cuestión tanto
la responsabilidad personal como la libertad. Los cristianos saben que « en la
cruz de Cristo no sólo se ha cumplido la redención mediante el sufrimiento,
sino que el mismo sufrimiento humano ha quedado redimido. Cristo –sin culpa
alguna propia– cargó sobre sí “el mal total del pecado”. La experiencia de este
mal determinó la medida incomparable de sufrimiento de Cristo que se convirtió
en el precio de la redención… El Redentor ha sufrido en vez del hombre y por el
hombre. Todo hombre tiene su participación en la redención. Cada uno está
llamado también a participar en ese sufrimiento mediante el cual se ha llevado
a cabo la redención. Está llamado a participar en ese sufrimiento por medio del
cual todo sufrimiento humano ha sido también redimido. Llevando a efecto la
redención mediante el sufrimiento, Cristo ha elevado juntamente el sufrimiento
humano a nivel de redención. Consiguientemente, todo hombre, en su sufrimiento,
puede hacerse también partícipe del sufrimiento redentor de Cristo ».82
• ¿Hay que eludir
el compromiso social o hay que buscarlo positivamente?
Buena parte de lo
que hay en la Nueva Era es una descarada autopromoción, pero algunas figuras
relevantes del movimiento defienden que es injusto juzgar todo el movimiento
por una minoría de personas egoístas, irracionales y narcisistas, o dejarse
deslumbrar por algunas de sus prácticas más extravagantes, que son un obstáculo
para ver en la Nueva Era una búsqueda espiritual y una espiritualidad
auténticas.83 La fusión de los individuos en el yo cósmico, la relativización o
abolición de la diferencia y de la oposición en una armonía cósmica es
inaceptable para el cristianismo.
Donde hay verdadero
amor, tiene que haber un « otro », una persona, diferente. Un verdadero
cristiano busca la unidad en la capacidad y en la libertad del otro para decir
« sí » o « no » al don del amor. En el cristianismo, la unión se ve como
comunión y la unidad como comunidad.
•Nuestro futuro, ¿está en las
estrellas o hemos de ayudar a construirlo?
La Nueva Era que
ahora está amaneciendo estará poblada por seres perfectos, andróginos, que
estén al mando total de las leyes cósmicas de la naturaleza. En este escenario,
el cristianismo tiene que ser eliminado y dejar paso a una religión global y a
un nuevo orden mundial.
Los cristianos
están en un estado de vigilancia constante, preparados para los últimos días,
cuando vuelva Cristo. La Nueva Era de los cristianos comenzó hace dos mil años
con Cristo, que no es otro que « Jesús de Nazaret; él es la Palabra de Dios
hecha hombre para la salvación de todos ». Su Espíritu Santo está presente y
activo en los corazones de los individuos, en « la sociedad y en la historia,
en los pueblos, las culturas y las religiones ». En realidad, « el Espíritu del
Padre, derramado abundantemente por el Hijo, es quien todo lo anima ».84
Vivimos ya en los últimos tiempos.
Por un lado, está
claro que muchas prácticas de la Nueva Era no plantean problemas doctrinales a
quienes las realizan; pero, al mismo tiempo, es innegable que estas prácticas,
aunque sólo sea indirectamente, comunican una mentalidad que puede influir en
el pensamiento e inspirar una visión particular de la realidad. Ciertamente, la
Nueva Era crea su propia atmósfera y puede resultar difícil distinguir entre
cosas inocuas y cosas realmente objetables. Sin embargo, conviene darse cuenta
de que la doctrina acerca de Cristo difundida en los círculos de la Nueva Era
se inspira en las doctrinas teosóficas de Helena Blavatsky, la antroposofía de
Rudolf Steiner y la « Escuela Arcana » de Alice Bailey. Sus seguidores
contemporáneos no sólo promueven hoy las ideas de estos pensadores, sino que
también trabajan con los adeptos de la Nueva Era para desarrollar una
comprensión completamente nueva de la realidad, una doctrina conocida como « la
verdad de la Nueva Era ».85
5 JESUCRISTO OFRECE EL AGUA DE LA VIDA
El único
fundamento de la Iglesia es Jesucristo, el Señor. Él está en el corazón de toda
acción cristiana y de todo mensaje cristiano. Por eso la Iglesia regresa
constantemente al encuentro de su Señor. Los Evangelios nos narran muchos
encuentros de Jesús: desde los pastores de Belén a los dos ladrones
crucificados con él, desde los doctores que lo escuchaban en el Templo hasta
los discípulos que caminaban apesadumbrados hacia Emaús. Pero un episodio que
indica con especial claridad lo que Él nos ofrece es el relato de su encuentro
con la samaritana junto al pozo de Jacob, en el capítulo cuarto del evangelio
de san Juan. Este encuentro ha sido descrito incluso como « un paradigma de
nuestro compromiso con la verdad ».86 La experiencia del encuentro con un
desconocido que nos ofrece el agua de la vida es una clave para entender la
manera en que podemos y debemos entablar el diálogo con quien no conoce a
Jesús.
Uno de los
elementos más atractivos del relato de Juan (Jn 4) es la demora de la mujer en
captar qué quiere decir Jesús con eso del « agua de la vida » o el agua « viva
» (v. 11). Aun así, se siente fascinada –no sólo por el desconocido mismo, sino
también por su mensaje–, y eso le hace escucharlo. Después del impacto inicial,
al darse cuenta de lo que Jesús sabe de ella (« tienes razón al decir que no
tienes marido; pues has tenido cinco hombres, y el de ahora tampoco es tu
marido. En eso has dicho la verdad », vv. 7-18), se abre completamente a su
palabra: « Señor, veo que eres profeta » (v. 19). Comienza el diálogo sobre la
adoración a Dios: « Vosotros dais culto a lo que desconocéis, nosotros damos
culto a lo que conocemos; pues la salvación procede de los judíos » (v. 22).
Jesús tocó su corazón y la preparó para escuchar lo que tenía que decir acerca
de sí mismo como Mesías: « Soy yo, el que habla contigo » (v. 26). La dispuso
para que abriese su corazón a la verdadera adoración en Espíritu y a la
manifestación de Jesús como Ungido de Dios.
La mujer « dejó el
cántaro, se fue a la aldea y contó a los vecinos » lo referente a aquel hombre
(v. 28). El extraordinario efecto sobre la mujer de este encuentro con el
desconocido provocó la curiosidad de aquéllos, de modo que también ellos «
acudieron a él » (v. 30). Pronto aceptaron la verdad de su identidad: « Ya no
creemos por lo que nos has contado, pues nosotros mismos hemos escuchado y sabemos
que éste es realmente el Salvador del mundo » (v. 42). Pasan de oír hablar de
Jesús a conocerle personalmente, comprendiendo entonces el significado
universal de su identidad. Y todo esto porque se han implicado con la mente y
con el corazón.
El hecho de que la
historia tenga lugar junto a un pozo es significativo. Jesús ofrece a la mujer
« un manantial que brota dando vida eterna » (v. 14). La delicadeza con que
Jesús trata a la mujer es un modelo de eficacia pastoral: ayudar a los otros
sincerarse sin sufrir en el doloroso proceso de reconocimiento propio (« me ha
contado todo lo que he hecho », v. 39). Este enfoque podría producir abundantes
frutos con quienes se sienten atraídos por el « aguador » (Acuario) y siguen
buscando sinceramente la verdad. Habría que invitarlos a escuchar a Jesús, que
no sólo ofrece agua para saciar nuestra sed, sino además las profundidades
espirituales ocultas del « agua viva ». Es importante reconocer la sinceridad
de las personas que buscan la verdad; no se trata de falsedad o de auto-engaño.
También es importante ser paciente, como todo buen educador sabe. Una persona
poseída por la verdad se ve repentinamente llena de una sensación de libertad
completamente nueva, especialmente frente a los errores y temores del pasado. «
Quien se esfuerza por conocerse a sí mismo, como la mujer junto al pozo,
infundirá a los demás un deseo de conocer la verdad que puede liberarlos
también a ellos ».87
La invitación a
seguir a Cristo, portador del agua de la vida, tendrá un peso mucho mayor si
quien la hace se ha visto profundamente afectado por su propio encuentro con
Jesús, porque no se trata de alguien que se haya limitado a oír hablar de él,
sino de quien está seguro de « que es realmente el Salvador del mundo » (v.
42). Se trata de dejar que las personas reaccionen a su manera, a su propio
ritmo, y dejar a Dios hacer el resto.
6 INDICACIONES IMPORTANTES
6.1. Una necesidad: acompañamiento y
formación sólida
¿Cristo o Acuario?
La Nueva Era casi siempre tiene que ver con « alternativas »: una visión
alternativa de la realidad, o una manera alternativa de mejorar la propia
situación presente (magia).88 Las alternativas no ofrecen dos posibilidades,
sino únicamente la posibilidad de escoger una cosa frente a otra. En términos
religiosos, la Nueva Era ofrece una alternativa a la herencia judeocristiana.
La Era de Acuario se concibe como la que sustituirá a la Era de Piscis,
predominantemente cristiana. Los pensadores de la Nueva Era son plenamente
conscientes de esto. Algunos de ellos están convencidos de que es inevitable el
cambio que se avecina, mientras que otros están además activamente
comprometidos en su llegada. Quienes se preguntan si es posible creer al mismo
tiempo en Cristo y en Acuario conviene que sepan que se hallan ante una alternativa
excluyente, « aut-aut, o esto o aquello ». « Ningún criado puede servir a dos
señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y
despreciará al otro » (Lc 16, 13). A los cristianos les basta pensar en la
diferencia entre los Magos de Oriente y el rey Herodes para darse cuenta de los
tremendos efectos que conlleva la opción a favor o en contra de Cristo. No
debemos olvidar nunca que muchos de los movimientos que han alimentado la Nueva
Era son explícitamente anticristianos. Su postura frente al cristianismo no es
neutral, sino neutralizadora: a pesar de lo que se suele decir sobre la
apertura a todos los puntos de vista religiosos, el cristianismo tradicional no
es considerado sinceramente una alternativa aceptable. De hecho, con frecuencia
queda bien claro que no « hay cabida tolerable para el cristianismo auténtico
», incluso con argumentos que justifican un comportamiento anticristiano.89
Esta oposición, que inicialmente se limitaba a los ambientes enrarecidos de
quienes van más allá de una vinculación superficial con la Nueva Era, ha
comenzado recientemente a penetrar en todos los niveles de la cultura «
alternativa », que ejerce una poderosa fascinación, sobre todo en las
sofisticadas sociedades occidentales.
¿Fusión o confusión?
Las tradiciones de la Nueva Era consciente y deliberadamente difuminan las
diferencias reales: entre Creador y creación, entre humanidad y naturaleza,
entre religión y psicología, entre realidad subjetiva y objetiva. Idealmente,
la intención es siempre superar el escándalo de la división, pero para la
teoría de la Nueva Era se trata de la fusión sistemática de elementos que
normalmente han estado claramente diferenciados en la cultura occidental. Quizá
sea más justo llamarla « confusión ». Decir que la Nueva Era se alimenta de la
confusión no es un mero juego de palabras. La tradición cristiana siempre ha
valorado el papel de la razón para justificar la fe y comprender a Dios, al
mundo y a la persona humana.90 La Nueva Era acierta cuando sintoniza con un
estado de ánimo que rechaza la razón fría, calculadora, inhumana. Y si bien
recuerda la necesidad de un equilibrio entre todas nuestras facultades, ello no
justifica la marginación de una facultad que es esencial para una vida
plenamente humana. La racionalidad tiene la ventaja de la universalidad: está
al alcance de todos, gratuitamente, a diferencia del carácter misterioso y
fascinante de la religión « mística », esotérica o gnóstica. Todo aquello que
alimenta la confusión conceptual o el secretismo ha de ser examinado con sumo
cuidado, pues en lugar de revelar la naturaleza última de la realidad, la
esconde. Corresponde a la pérdida de confianza en las sólidas certezas de
antaño propia de la posmodernidad, que con frecuencia lleva a refugiarse en el
irracionalismo. El gran desafío consiste en mostrar cómo una sana colaboración
entre la fe y la razón mejora la vida humana y promueve el respeto a la
creación.
Crea tu propia
realidad. La convicción generalizada en la Nueva Era de que cada uno crea su
propia realidad es atractiva pero ilusoria. Cristaliza en la teoría de Jung,
según la cual el ser humano es una vía de acceso desde el mundo exterior a un
mundo interior de infinitas dimensiones, donde cada persona es un Abraxas que
da a luz su propio mundo o lo devora. La estrella que brilla en este mundo
interior infinito es el dios y meta del hombre. La consecuencia más dolorosa y
problemática de la aceptación de la idea de que las personas crean su propia
realidad es la cuestión del sufrimiento y de la muerte: las personas con graves
deficiencias o enfermedades incurables se sienten engañadas y degradadas cuando
se les sugiere que son ellas quienes han hecho caer la desgracia sobre sí
mismas, o que su incapacidad para cambiar las cosas indica una debilidad en su
manera de afrontar la vida. Todo esto dista mucho de ser un tema puramente
académico: tiene profundas implicaciones en el enfoque pastoral de la Iglesia
ante las difíciles cuestiones existenciales que todo el mundo se plantea.
Nuestras limitaciones son parte de la vida, inherentes a la condición de
criatura. La muerte y el sufrimiento constituyen un desafío y una oportunidad,
pues la tentación de refugiarse en una reelaboración occidentalizada de la
reencarnación es una prueba clara del temor ante la muerte y del deseo de vivir
para siempre. ¿Aprovechamos al máximo estas oportunidades para recordar lo que
Dios nos promete en la resurrección de Jesucristo? ¿Hasta qué punto es real la
fe en la resurrección de la carne que los cristianos proclaman cada domingo en
el credo? Aquí se plantea sobre todo la idea de la Nueva Era de que en cierto
sentido también somos dioses. Toda la cuestión depende, desde luego, de la
propia definición de realidad. Es preciso fortalecer de manera adecuada un
enfoque sólido de la epistemología y de la psicología en todos los niveles de
educación, formación y predicación católicas. Es importante concentrarse
constantemente sobre los modos más eficaces de hablar de la trascendencia. La
dificultad fundamental de todo el pensamiento de la Nueva Era es que esa
trascendencia es estrictamente una auto-trascendencia que debe alcanzarse en un
universo cerrado en sí mismo.
Recursos
pastorales. En el capítulo 8 se ofrecen indicaciones sobre los principales
documentos de la Iglesia Católica, en los que se puede encontrar una valoración
de las ideas de la Nueva Era. En primer lugar figura la alocución del papa Juan
Pablo II citada en el Prefacio. El papa reconoce en esta tendencia cultural
algunos aspectos positivos, tales como la « búsqueda de un nuevo significado de
la vida, una nueva sensibilidad ecológica y el deseo de superar una
religiosidad fría y racionalista ». Pero también llama atención de los fieles
sobre ciertos elementos ambiguos que son incompatibles con la fe cristiana:
estos movimientos « prestan poca atención a la Revelación », « tienden a
relativizar la doctrina religiosa a favor de una cosmovisión difusa », « con
frecuencia proponen un concepto panteísta de Dios », « sustituyen la
responsabilidad personal frente a Dios por nuestras acciones con un sentido del
deber respecto al cosmos, subvirtiendo así el verdadero concepto del pecado y
de la necesidad de la redención por medio de Cristo ».91
6.2. Iniciativas prácticas
En primer lugar,
conviene recordar una vez más que, dentro del vasto movimiento de la Nueva Era,
no todas las personas ni todas las cosas están vinculadas de la misma manera a
las teorías del movimiento. Igualmente, la etiqueta misma de « Nueva era » con
frecuencia se aplica mal o se extiende a fenómenos que pueden ser clasificados
de otra manera. Incluso se ha abusado del término Nueva Era para demonizar a
ciertas personas y prácticas. Es esencial examinar si los fenómenos vinculados
a este movimiento, aunque sea de manera tangencial, reflejan una visión
cristiana de Dios, la persona humana y el mundo o están en conflicto con ella.
La mera utilización del término « Nueva Era » de por sí no significa nada. Lo
que cuenta es la relación de la persona, el grupo, la práctica o el producto,
con los principios del cristianismo.
• La Iglesia
católica dispone de redes propias, muy eficaces, que aún podrían utilizarse
mejor. Por ejemplo, el gran número de centros pastorales, culturales y de
espiritualidad. Además de servir a las necesidades de la Iglesia, estos mismos
podrían emplearse para abordar de forma creativa la confusión respecto a la
religiosidad de la Nueva Era, por ejemplo, con foros de discusión y estudio.
Desgraciadamente, hay que admitir que en muchos casos algunos centros de
espiritualidad específicamente católicos están comprometidos activamente en la
difusión de la religiosidad de la Nueva Era dentro de la Iglesia. Es necesario
corregir esta situación, no sólo para detener la propagación de la confusión y
del error, sino también para que se conviertan en promotores eficaces de la
verdadera espiritualidad cristiana. Los centros culturales católicos en
particular no son sólo instituciones doctrinales, sino espacios para el diálogo
sincero.92 Algunas instituciones especializadas abordan todas estas cuestiones
de modo excelente. Son recursos valiosísimos que deberían ser compartidos
generosamente con zonas más desfavorecidas.
• No pocos grupos
de la Nueva Era aprovechan cualquier oportunidad para exponer su filosofía y
sus actividades. Convendría abordar con cuidado los encuentros con este tipo de
grupos, incluyendo siempre personas capaces tanto de explicar la fe y la
espiritualidad católicas, como de reflexionar críticamente sobre el pensamiento
y las prácticas de la Nueva Era. Es sumamente importante comprobar las credenciales
de las personas, grupos e instituciones que pretenden ofrecer orientación e
información sobre la Nueva Era. En algunos casos, lo que había comenzado como
una investigación imparcial acaba convirtiéndose en una promoción activa o en
una defensa de las « religiones alternativas ». Algunas instituciones
internacionales están realizando activamente campañas de promoción del respeto
a la « diversidad religiosa » y reclaman el carácter religioso para algunas
organizaciones más que dudosas. Esto concuerda con la visión de la Nueva Era,
de pasar a una época en que la limitación de las religiones particulares ceda
el paso a la universalidad de una nueva religión o espiritualidad. Por el
contrario, el diálogo sincero debe respetar siempre la diversidad desde el
principio y nunca intentará desdibujar las distinciones fundiendo en una todas
las tradiciones religiosas.
• Algunos grupos
locales de la Nueva Era califican sus encuentros como « grupos de oración ».
Quienes sean invitados a dichos grupos deben buscar los signos de una
espiritualidad auténticamente cristiana y comprobar que no haya ceremonias de
iniciación de ningún tipo. Tales grupos se aprovechan de la falta de
preparación teológica o espiritual de las personas para atraerlas gradualmente
a lo que en realidad puede ser una forma de culto falso. Hay que educar a los
cristianos respecto al verdadero objeto y contenido de la oración –dirigida al
Padre, por medio de Jesucristo, en el Espíritu Santo–, para juzgar rectamente
la intención de un « grupo de oración ». La oración cristiana y el Dios de
Jesucristo son fácilmente reconocibles.93 Muchas personas están convencidas de
que no hay peligro alguno en « tomar prestados » elementos de la sabiduría
oriental. Sin embargo, el caso de la Meditación Trascendental (MT) debería
invitar a los cristianos a ser más cautos ante la posibilidad de afiliarse sin
saberlo a otra religión (en este caso, el Hinduismo), pese a que los promotores
de la MT insistan en su neutralidad religiosa. El aprendizaje de la meditación
en sí mismo no plantea problema alguno, pero el objeto o el contenido del
ejercicio determinan claramente si se establece una relación con el Dios
revelado por Jesucristo, o bien con alguna otra revelación, o simplemente con
las profundidades ocultas del yo.
• También hay que
prestar el debido reconocimiento a los grupos cristianos que promueven el
cuidado de la tierra como creación de Dios. El respeto a la creación también
debe abordarse creativamente en las escuelas católicas. Con todo, gran parte de
lo que proponen los elementos más radicales del movimiento ecológico es
difícilmente conciliable con la fe católica. El cuidado del medio ambiente, en
general, es una señal oportuna de una renovada preocupación por lo que Dios nos
ha dado, quizá incluso una señal del necesario cuidado cristiano de la
creación. La « ecología profunda », sin embargo, se basa con frecuencia en
principios panteístas y, en ocasiones, gnósticos.94
• El comienzo del
Tercer Milenio ofrece un auténtico kairós para la evangelización. Las mentes y
los corazones están abiertos como nunca antes a recibir información seria sobre
la visión cristiana del tiempo y de la historia de la salvación. La prioridad
no debería consistir tanto en poner de relieve las carencias de otros enfoques,
sino más bien regresar constantemente a las fuentes de nuestra propia fe, para
poder ofrecer una presentación adecuada y sólida del mensaje cristiano. Podemos
estar orgullosos de lo que se nos ha confiado y por eso hemos de resistir a las
presiones de la cultura dominante y no enterrar esos dones (cf. Mt 25, 24-30).
Uno de los instrumentos más útiles de que disponemos es el Catecismo de la
Iglesia Católica. Tenemos también una inmensa herencia de caminos de santidad
en las vidas de los cristianos del pasado y del presente. Allí donde el rico
simbolismo cristiano, sus tradiciones artísticas, estéticas y musicales es
desconocido o ignorado, los cristianos han de realizar una enorme labor en
beneficio propio y, en definitiva, de todos aquellos que buscan una experiencia
o una mayor conciencia de la presencia de Dios. El diálogo entre los cristianos
y las personas seducidas por la Nueva Era, tendrá mayores garantías de éxito si
tiene en cuenta la atracción que ejercen el mundo de las emociones y el
lenguaje simbólico. Si nuestra tarea consiste en conocer, amar y servir a
Jesucristo, tiene una importancia capital comenzar con un buen conocimiento de
la Sagrada Escritura. Pero, sobre todo, salir al encuentro del Señor Jesús en
la oración y en los sacramentos, que son precisamente los momentos de
santificación de nuestra vida ordinaria, y el camino más seguro para encontrar
el sentido de todo el mensaje cristiano.
• Tal vez la
medida más sencilla, la más obvia y urgente que hay que tomar, y acaso también
la más eficaz, sea aprovechar al máximo las riquezas de la herencia espiritual
cristiana. Las grandes órdenes religiosas son depositarias de ricas tradiciones
de meditación y espiritualidad, que podrían hacerse más asequibles mediante
cursos o periodos de permanencia en sus casas, ofrecidos a personas con
auténtico espíritu de búsqueda. Esto ya se está llevando a cabo, pero hace
falta ir más allá. Ayudar a las personas en su búsqueda espiritual
ofreciéndoles técnicas ya aprobadas y experiencias de auténtica oración podría
abrir un diálogo que revelaría las riquezas de la tradición cristiana y tal vez
clarificaría en ese mismo proceso muchas de las cuestiones planteadas por la
Nueva Era.
Con una imagen
sugerente y directa, uno de los mismos exponentes del movimiento de la Nueva
Era ha comparado las religiones tradicionales con las catedrales, y la Nueva
Era con una feria mundial. El Movimiento Nueva Era es una invitación a los
cristianos para que lleven el mensaje de las catedrales a la feria que ahora
ocupa el mundo entero. Esta imagen plantea a los cristianos un desafío
positivo, pues cualquier momento es bueno para llevar el mensaje de las
catedrales a la gente de la feria. Los cristianos, en efecto, no deben aguardar
una invitación para llevar la Buena Noticia de Jesucristo a quienes andan
buscando respuestas a sus preguntas, un alimento espiritual que les satisfaga,
el agua viva. Siguiendo la imagen propuesta, los cristianos deben salir de la
catedral, alimentados por la palabra y los sacramentos, para llevar el
Evangelio a todos los ámbitos de la vida cotidiana. « Ite, Missa est, Id, la
misa ha terminado ». En la carta apostólica Novo Millennio Ineunte el Padre
Santo destaca el gran interés por la espiritualidad que se descubre en el mundo
de hoy día, y cómo las demás religiones están respondiendo a esta demanda de
modo atrayente. A continuación lanza un reto a los cristianos: « Nosotros, que
tenemos la gracia de creer en Cristo, revelador del Padre y Salvador del mundo,
debemos enseñar a qué grado de interiorización nos puede llevar la relación con
él » (n. 33). Para quienes hacen sus compras en la feria mundial de propuestas
religiosas, la llamada del cristianismo se manifestará, en primer lugar, a
través del testimonio de los miembros de la Iglesia, de su confianza, su calma,
su paciencia y su optimismo, y de su amor concreto al prójimo. Todo ello, fruto
de una fe alimentada en la oración personal auténtica.
7 APÉNDICE
7.1. Algunas formulaciones breves de
ideas de la Nueva Era
Formulación de la
Nueva Era segúnWilliam Bloom,1992, citada en Heelas,p. 225s.:
• Toda vida, –toda
existencia– es la manifestación del Espíritu, del Incognoscible, la Conciencia
suprema conocida con diferentes nombres en tantas culturas distintas.
• El propósito y
la dinámica de toda existencia es llevar el Amor, la Sabiduría, la
Iluminación…a su plena manifestación.
• Todas las
religiones son expresión de esta misma realidad interior.
• Toda vida, tal
como la percibimos con los cinco sentidos humanos o con los instrumentos
científicos, no es sino el velo externo de una realidad invisible, interior y
causal.
• Igualmente, los
seres humanos son criaturas dobles con: (i) una personalidad exterior temporal,
y (ii) un ser interior multidimensional (alma o yo superior).
• La personalidad
exterior es limitada y tiende hacia el amor.
• El propósito de
la encarnación del ser interior es atraer las vibraciones de la personalidad
exterior hacia una resonancia de amor.
• Todas las almas
encarnadas son libres de escoger su propia senda espiritual.
• Nuestros
maestros espirituales son aquellos que, liberada su alma de la necesidad de
encarnarse, expresan amor incondicional, sabiduría e iluminación. Algunos de
estos grandes seres son bien conocidos y han inspirado las religiones del
mundo. Otros son desconocidos y operan invisiblemente.
• Toda vida, en
sus diferentes formas y estados, es energía interrelacionada, e incluye
nuestras acciones, sentimientos y pensamientos. Por tanto, colaboramos con el
Espíritu y con estas energías en la creación de nuestra realidad.
• Aunque sostenidos
por la dinámica del amor cósmico, somos conjuntamente responsables del estado
de nuestro propio yo, de nuestro entorno y de toda vida.
• Durante este
periodo de tiempo, la evolución del planeta y de la humanidad ha alcanzado un
punto en que estamos experimentando un profundo cambio espiritual en nuestra
conciencia individual y colectiva. Por eso hablamos de una Nueva Era. Esta
nueva conciencia es resultado de una encarnación cada vez más lograda de lo que
algunos llaman energías del amor cósmico. Esta nueva conciencia se manifiesta
en una comprensión instintiva de la sacralidad de toda existencia y, en
particular, de su interrelación.
• Esta nueva
conciencia y esta nueva comprensión de la interdependencia de toda vida son el
signo de que actualmente está gestación una nueva cultura planetaria.
Heelas cita (p.
226) la « formulación complementaria » de Jeremy Tarcher:
1. El mundo,
incluyendo la raza humana, es expresión de una naturaleza divina superior, más
completa.
2. Oculto en el
interior de cada ser humano, existe un Yo divino superior, que es la
manifestación de esta naturaleza divina superior y más completa.
3. Esta naturaleza
superior puede ser despertada y convertirse en el centro de la vida cotidiana
del individuo.
4. Este despertar
es la razón de ser de cada vida individual.
David Spangler
citado en Actualité des religions n. 8, septiembre 1999, p. 43, sobre las
principales características de la visión de la Nueva Era, que es:
• holística
(globalizadora, porque sólo hay una energía-realidad)
• ecológica (la
Tierra, Gaia, es nuestra madre, cada uno de nosotros es una neurona del sistema
nervioso central de la tierra)
• andrógina (el
arco iris y el Yin Yang son símbolos NE, que tienen que ver con la
complementariedad de los contarios, especialmente lo masculino y lo femenino)
• mística (que
encuentra lo sacro en todas las cosas, en las más ordinarias)
• planetaria (las
personas deben estar, a la vez, enraizadas en su propia cultura y abiertas a la
cultura universal, buscando amor, compasión, paz, y el establecimiento de un
gobierno mundial).
7.2. Glosario selecto
Androginia: no es hermafroditismo, es decir, la
presencia de características físicas de los dos sexos en una persona, sino una
conciencia de la presencia de los elementos masculinos y femeninos en cada
persona. Se describe como un estado equilibrado de armonía interior del animus
y el anima. En la Nueva Era, es un estado resultante de una nueva conciencia de
este modo doble de ser y existir característico de todo hombre y de toda mujer.
Cuanto más se difunda, más ayudará a transformar la conducta interpersonal.
Antroposofía: doctrina teosófica popularizada
originalmente por el croata Rudolf Steiner(1861-1925), que abandonó la Sociedad
Teosófica después de ser el dirigente de su rama alemana desde 1902 hasta 1913.
Es una doctrina esotérica que tiene por objeto iniciar a las personas en el «
conocimiento objetivo » en la esfera divino-espiritual. Steiner estaba
convencido de que ésta le había ayudado a explorar las leyes de la evolución
del cosmos y de la humanidad. Cada ser físico tiene un ser espiritual
correspondiente, y la vida terrena está influida por las energías astrales y
las esencias espirituales. Se dice que la Crónica Akasha es una « memoria
cósmica » accesible a los iniciados.95
Canalización (v. Channeling)
Chamanismo: prácticas y creencias vinculadas a la
comunicación con los espíritus de la naturaleza y con los espíritus de los
muertos mediante la posesión ritual del chamán (por parte de los espíritus), a
los que éste sirve de médium. El atractivo de estas prácticas en los círculos
de la Nueva Era se debe a que ponen el acento en la armonía con las fuerzas de
la naturaleza y en la sanación. A ello se añade también una imagen « romántica
» de las religiones indígenas y de su cercanía a la tierra y a la naturaleza.
Channeling (canalización): los mediums psíquicos sostienen que
actúan como canales de información de otros yoes, normalmente entidades
incorpóreas que viven en otro plano. Pone en relación a seres tan diversos como
maestros excelsos, ángeles, dioses, entidades colectivas, espíritus de la
naturaleza y el Yo Superior.
Conciencia planetaria: esta cosmovisión se desarrolló en los
años 1980 para promover el sentimiento de lealtad a la comunidad humana en
lugar de a las naciones, tribus u otros grupos tradicionales. Puede
considerarse heredera de movimientos de comienzos del siglo XX que promovían un
gobierno mundial. La conciencia de la unidad de la humanidad encaja
perfectamente con la hipótesis Gaia.
Cristales: se considera que vibran con
frecuencias particulares. De aquí que sean útiles para la autotransformación.
Se utilizan en varias terapias, así como en la meditación, visualización, el «
viaje astral » o como amuletos de la suerte. Vistos desde el exterior, no
tienen poder intrínseco, sino que son sencillamente bellos.
Cristo: en la Nueva Era, la figura histórica
de Jesús no es más que una encarnación de una idea, una energía o un conjunto
de vibraciones. Para Alice Bailey, hace falta una gran jornada de súplica, en
la que todos los creyentes logren crear una concentración de energía espiritual
tal que se produzca una nueva encarnación que revelará a los hombres el modo de
salvarse… Para muchos, Jesús no es más que un maestro espiritual que, como
Buda, Moisés y Mahoma, u otros, ha sido penetrado por el Cristo cósmico. Al
Cristo cósmico también se le conoce como la energía crística presente en cada
ser y en el ser total. Los individuos necesitan ser iniciados gradualmente en
la conciencia de las características crísticas que tienen. Cristo representa
–para la Nueva Era– el estado más elevado de perfección del yo.96
Eneagrama: (del
griego ennéa = nueve + gramma = signo) el nombre designa un diagrama compuesto
por un círculo con nueve puntos en su circunferencia, unidos entre sí por un triángulo
y un hexágono circunscritos. Originariamente se utilizó para la adivinación,
pero recientemente se ha popularizado como símbolo de un sistema de tipología
de la personalidad que consta de nueve tipos caracterológicos básicos. Se hizo
popular tras la publicación del libro The Enneagram de Helen Palmer,97 pero la
autora reconoce su deuda con el médico y pensador esotérico ruso G. I.
Gurdjieff, el psicólogo chileno Claudio Naranjo, y el autor Óscar Icazo,
fundador de Arica. El origen del eneagrama permanece envuelto en el misterio,
si bien algunos sostienen que procede de la mística sufí.
Era de Acuario: cada era astrológica, de unos 2146
años, recibe el nombre de uno de los signos del zodiaco, pero los « días
grandes » siguen un orden inverso, de modo que la actual Era de Piscis está a
punto de acabar y se instaurará la Era de Acuario. Cada Era tiene sus propias
energías cósmicas. La energía de Piscis ha hecho de ella una era de guerras y
conflictos. Pero Acuario está destinada a ser una era de armonía, justicia,
paz, unidad, etc. En este sentido, la Nueva Era acepta el carácter inevitable
de la historia. Algunos ven en la era de Aries la época de la religión judía,
en Piscis la del cristianismo y en Acuario la era de una religión universal.
Esoterismo (del griego esotéros = lo
que hay en el interior): designa generalmente un conjunto de conocimientos antiguos y ocultos
accesible sólo a grupos de iniciados, que se describen a sí mismos como
guardianes de las verdades ocultas a la mayoría de la humanidad. El proceso de
iniciación conduce desde un conocimiento de la realidad meramente externo,
superficial, hasta la verdad interior y, mediante ese proceso, despierta la
conciencia a un nivel más profundo. Las personas son invitadas a emprender este
« viaje interior » para descubrir la « chispa divina » que hay dentro de ellas.
En este contexto, la salvación coincide con el descubrimiento del yo.
Espiritismo: si bien siempre ha habido intentos de
establecer contacto con los espíritus de los muertos, se considera que el
espiritismo del siglo XIX es una de las corrientes que desembocan en la Nueva
Era. Se desarrolló en el ambiente de las ideas de Swedenborg y Mesmer, y llegó
a convertirse en una nueva religión. Madame Blavatsky era una médium, por lo
que el espiritismo ejerció gran influjo en la Sociedad Teosófica, aunque en
este caso el acento recaía en el contacto con entidades del pasado remoto más
que con personas que habían muerto recientemente. Allan Kardec influyó en la
difusión del espiritismo en las religiones afro-brasileñas. En algunos nuevos
movimientos religiosos de Japón se dan también elementos espiritistas.
Evolución: en la Nueva Era va mucho más allá de
la evolución de los seres hacia formas de vida superiores. El modelo físico se
proyecta sobre el ámbito espiritual, de modo que una fuerza inmanente del
interior de los seres humanos los impulsa hacia formas superiores de vida
espiritual. Se dice que los seres humanos no tienen control sobre esta fuerza,
pero sus buenas o malas acciones pueden acelerar o retrasar el proceso. Se
piensa que la creación entera, incluyendo la humanidad, avanza inexorablemente
hacia una fusión con lo divino. La reencarnación, naturalmente, ocupa un lugar
importante en esta visión de una evolución espiritual progresiva que, según se
dice, comienza antes del nacimiento y continúa después de la muerte.98
Expansión de la conciencia: si el cosmos se concibe como una
cadena continua de ser, todos los niveles de la existencia –minerales,
vegetales, animales, humanos, seres cósmicos y divinos– son interdependientes.
Se dice que los seres humanos se hacen conscientes de su puesto en esta visión
holística de la realidad global expandiendo su conciencia más allá de sus
límites normales. La Nueva Era ofrece una enorme variedad de técnicas para
ayudar a la gente a alcanzar un nivel de percepción de la realidad más elevado,
una manera de superar la separación entre los sujetos y entre los objetos en el
proceso cognoscitivo, concluyendo en una fusión total de lo que la conciencia
normal, inferior, ve como realidades separadas o distintas.
Feng-shui: forma de geomancia, en este caso un
método oculto chino de descifrar la presencia escondida de corrientes positivas
y negativas en los edificios y otros lugares, basada en el conocimiento de las fuerzas
terráqueas y atmosféricas. « Lo mismo que en el cuerpo humano o el cosmos, en
cada lugar se atraviesan influjos cuyo equilibrio correcto es fuente de salud y
de vida ».99
Gnosis: en sentido amplio, una forma de
conocimiento no intelectual, sino visionaria o mística, que se cree revelada y
capaz de unir al ser humano con el misterio divino. En los primeros siglos del
cristianismo, los Padres de la Iglesia lucharon contra el gnosticismo, por
cuanto se oponía a la fe. Algunos ven un renacer de las ideas gnósticas en gran
parte del pensamiento de la Nueva Era, algunos de cuyos autores de hecho citan
el gnosticismo primitivo. Sin embargo, la acentuación del monismo e incluso del
panteísmo o panenteísmo típica de la Nueva Era lleva a algunos a utilizar el término
neo-gnosticismo para distinguir la gnosis de la Nueva Era del gnosticismo
antiguo.
Gran Hermandad Blanca: Madame Blavatsky afirmaba mantener
contactos con los mahatmas o maestros, seres excelsos que, conjuntamente,
constituyen la Gran Hermandad Blanca. Según ella, eran éstos quienes dirigían
la evolución de la raza humana y orientaban la labor de la Sociedad Teosófica.
Hermetismo: prácticas y especulaciones
filosóficas y religiosas vinculadas a los escritos del Corpus Hermeticum y a
los textos alejandrinos atribuidos al mítico Hermes Trismegistos. Cuando se
conocieron por primera vez durante el Renacimiento se pensó que revelaban
doctrinas pre-cristianas, sin embargo estudios posteriores han demostrado que
datan del primer siglo de la era cristiana. 100 El hermetismo alejandrino es
una fuente fundamental del esoterismo moderno, con el que tienen mucho en
común: el eclecticismo, la refutación del dualismo ontológico, la afirmación
del carácter positivo y simbólico del universo, la idea de la caída y posterior
restauración de la humanidad. La especulación hermética ha reforzado la
creencia en una antigua tradición fundamental, la llamada philosophia perennis,
falsamente considerada común a todas las tradiciones religiosas. Las formas
elevadas y rituales de la magia se desarrollaron a partir del hermetismo
renacentista.
Holismo: concepto clave del « nuevo paradigma
», que pretende ofrecer una estructura teórica que integra toda la cosmovisión
del hombre moderno. En contraste con la experiencia de una fragmentación
creciente en la ciencia y en la vida cotidiana, se acentúa el « holismo », el «
totalismo », como concepto metodológico y ontológico central. La humanidad se
integra en el universo como parte de un único organismo vivo, un entramado
armonioso de relaciones dinámicas. Diversos científicos que tienden un puente
entre la ciencia y la religión rechazan la distinción clásica entre sujeto y
objeto, de la que se suele culpar a Descartes y a Newton. La humanidad forma
parte del entramado universal (el ecosistema, la familia), de la naturaleza y
del mundo y debe buscar la armonía con todos los elementos de esta autoridad
cuasi-transcendente. Cuando se comprende cuál es el propio lugar en la
naturaleza, también se entiende que la « totalidad » y la « santidad » son una
misma y sola cosa. La articulación más clara de este concepto se halla en la
hipótesis « Gaia ». 101
Iniciación: en etnología religiosa es el viaje
cognitivo yo experimental, mediante el cual una persona es admitida,
individualmente o como miembro de un grupo, a través de rituales particulares,
a formar parte de una comunidad religiosa, una sociedad secreta (p.e. la
Francmasonería) o una asociación mistérica (mágica, esotérico-oculta, gnóstica,
teosófica, etc.).
Karma: (de la raíz sánscrita Kri = acción,
obra) noción clave en el hinduismo, jainismo y budismo, cuyo significado no ha
sido siempre el mismo. En el antiguo periodo védico se refería a la acción
ritual, especialmente el sacrificio, mediante la cual una persona obtenía
acceso a la felicidad o a la bienaventuranza en la otra vida. Cuando
aparecieron el jainismo y el budismo (aproximadamente seis siglos antes de
Cristo), Karma perdió su sentido salvífico: el camino hacia la liberación era
el conocimiento del Atman o « yo ». En la doctrina del samsara, se entendía
como el ciclo incesante del nacimiento y la muerte humanas (hinduismo) o del
renacer (budismo). 102 En los ambientes de la Nueva Era la « ley del karma » se
concibe con frecuencia como el equivalente moral de la evolución cósmica. El
Karma no tiene ya que ver con el mal o el sufrimiento –ilusiones que hay que
experimentar como parte de un « juego cósmico »– sino que es la ley universal
de la causa y el efecto, y forma parte de la tendencia de un universo
interrelacionado hacia el equilibrio moral. 103
Mística: la mística de la Nueva Era consiste
en volverse hacia el interior del propio yo más que en una comunión con Dios,
que es el « totalmente otro ». Es una fusión con el universo, la aniquilación
definitiva del individuo en la unidad del todo. La experiencia del Yo se toma
como experiencia de la divinidad, por lo que se debe mirar hacia dentro para
descubrir la auténtica sabiduría, creatividad y fuerza.
Monismo: doctrina metafísica según la cual las
diferencias entre las cosas son ilusorias. Sólo hay un ser universal único, del
cual cada cosa y cada persona son sólo una parte. En la medida en que el
monismo de la Nueva Era incluye la idea de que la realidad es fundamentalmente
espiritual, es una forma contemporánea del panteísmo (que rechaza a veces
explícitamente el materialismo, en especial el marxismo). Su pretensión de
resolver todo dualismo no deja lugar a un Dios transcendente, de manera que
todo es Dios. Para el cristianismo se plantea un problema ulterior cuando se
suscita la cuestión del origen del mal. C. G. Jung vio el mal como el « lado
sombrío » de Dios, que, en el teísmo clásico, es todo bondad.
Movimiento del Potencial Humano: desde sus comienzos (Esalen,
California, en los años 1960), se ha convertido en una red de grupos que
promueven la liberación de la capacidad humana innata de creatividad mediante
la realización del yo. Cada vez son más las empresas que utilizan diversas
técnicas de transformación personal en programas de formación de dirigentes, en
definitiva por puras razones económicas. Si bien las Tecnologías
Transpersonales, el Movimiento por una Conciencia Espiritual Interior, el
Desarrollo Organizativo, y la Transformación Organizativa, se presentan como
no-religiosos, en realidad los empleados de las empresas pueden encontrarse
sometidos a una « espiritualidad » extraña en una situación que plantea
conflictos con su libertad personal. Hay vínculos evidentes entre la
espiritualidad oriental y la psicoterapia, mientras que la psicología jungiana
y el Movimiento del Potencial Humano han ejercido su influjo sobre el
chamanismo y formas « reconstruidas » del paganismo, como el druidismo y la
wicca. En sentido amplio, el « crecimiento personal » puede entenderse como la
forma que adopta la « salvación religiosa » en el movimiento de la Nueva Era:
se afirma que la liberación del sufrimiento y de la debilidad humanas se
alcanzará desarrollando nuestro potencial humano, lo cual da como resultado el
que nos encontremos cada vez más en contacto con nuestra divinidad interior.
104
Música New Age: se trata de una industria
floreciente. Este tipo de música suele promocionarse como un medio para
alcanzar la armonía consigo mismo y con el mundo. En parte suele ser música «
celta » o druídica. Algunos compositores New Age sostienen que su música tiene
como objeto tender puentes entre lo consciente y lo inconsciente, lo cual es
especialmente cierto cuando además de melodías hay una repetición meditativa y
rítmica de estribillos clave. Al igual que otros muchos fenómenos de la Nueva Era,
algunas de estas músicas se proponen como una introducción a este movimiento,
pero la mayoría tiene sencillamente una finalidad comercial o artística.
Neopaganismo: término rechazado con frecuencia por
aquellos a quienes se aplica. Se refiere a una corriente que sigue un trayecto
paralelo al de la Nueva Era y con el cual suele relacionarse. En la oleada de
reacción contra las religiones tradicionales, especialmente la herencia
judeocristiana de occidente, son muchos los que han vuelto la mirada a las antiguas
religiones indígenas, tradicionales, paganas. Se considera que cuanto precedió
al cristianismo era más conforme al espíritu de la tierra y de la nación, o que
era una forma pura de la religión natural, en contacto con las fuerzas de la
naturaleza, a menudo matriarcal, mágica o chamánica. Según dicen, la humanidad
será más sana si retorna al ciclo natural de las fiestas (agrícolas) y a la
afirmación general de la vida. Algunas religiones « neopaganas » son
reconstrucciones recientes cuya verdadera relación con las formas originales
puede ser discutible, particularmente en los casos en que están dominadas por
componentes ideológicos modernos como la ecología, el feminismo o, en casos
raros, por los mitos de pureza racial. 105
Ocultismo: el conocimiento oculto (escondido) y
las fuerzas de la mente y la naturaleza se hallan en la base de las creencias y
prácticas vinculadas a una supuesta « filosofía perenne » oculta, derivada, por
una parte, de la magia y la alquimia griega antigua, y de la mística judía por
otra. Se conservan ocultas mediante un código secreto impuesto a los iniciados
en los grupos y sociedades que conservan el conocimiento y las técnicas que
implican. En el siglo XIX, el espiritismo y la Sociedad Teosófica introdujeron
nuevas formas de ocultismo que, a su vez, han influido en varias corrientes de
la Nueva Era.
Panteísmo: (en griego pan = todo y theós = Dios)
la creencia de que todo es Dios o, en ocasiones, que todo está en dios y dios
está en todo (panenteísmo). Todo elemento del universo es divino, y la
divinidad está presente por igual en todo. En esta visión no tiene cabida Dios
como un ser distinto en el sentido del teísmo clásico.
Parapsicología: trata de cosas como la percepción
extrasensorial, la telepatía mental, la telequinesia, la sanación psíquica y la
comunicación con espíritus mediante médiums o el channeling. A pesar de las
duras críticas de los científicos, la parapsicología ha ido creciendo y encaja
perfectamente en la mentalidad popular de ciertos sectores de la Nueva Era, según
la cual los seres humanos tienen habilidades psíquicas extraordinarias, aunque
con frecuencia en un estadio poco desarrollado.
Pensamiento Nuevo: movimiento religioso del siglo XIX
fundado en los Estados Unidos de América. Tuvo su origen en el idealismo, del
cual era una forma popularizada. Se decía que Dios era completamente bueno y el
mal una mera ilusión; la realidad básica era la mente. Puesto que es la mente
la que causa los acontecimientos de la propia vida, el individuo debe asumir la
responsabilidad última sobre cada uno de los aspectos de su situación.
Pensamiento Positivo: convicción de que las personas pueden
cambiar la realidad física o las circunstancias externas alterando su actitud
mental, pensando de manera positiva y constructiva. A veces es un modo de
percibir conscientemente creencias inconscientes que determinan nuestra
situación vital. A los adeptos del Pensamiento Positivo se les promete salud,
integridad e incluso inmortalidad.
Psicología profunda: la escuela de psicología fundada por
C. G. Jung, antiguo discípulo de Freud. Jung reconocía que la religión y los
temas espirituales eran importantes para la integridad y la salud. La
interpretación de los sueños y el análisis de los arquetipos fueron elementos
clave de su método. Los arquetipos son formas que pertenecen a la estructura
heredada de la psique humana. Aparecen en los temas o imágenes recurrentes de
los sueños, fantasías, mitos y cuentos de hadas.
Rebirthing: (v.
Renacer)
Reencarnación: en el contexto de la Nueva Era, la
reencarnación está vinculada al concepto de la evolución ascendente hasta
convertirse en un ser divino. A diferencia de religiones de la India, o
derivadas de ellas, la Nueva Era concibe la reencarnación como el progreso del
alma individual hacia un estado más perfecto. Lo que se reencarna es
esencialmente algo inmaterial o espiritual; más exactamente, es la conciencia,
la chispa de energía que en la persona comparte la energía cósmica o « crística
». La muerte no es sino el paso del alma de un cuerpo a otro.
Renacer: a comienzos de los años 1970, Leonard
Orr describió el renacer (rebirthing) como un proceso mediante el cual a una
persona puede identificar y aislar áreas de su conciencia sin resolver y que
son origen de sus problemas actuales.
Rosacruces: son grupos ocultos occidentales
relacionados con la alquimia, la astrología, la teosofía y las interpretaciones
cabalísticas de la Sagrada Escritura. La Fraternidad Rosacruciana contribuyó al
renacimiento de la astrología en el siglo XX, mientras que la Antigua y Mística
Orden de la Rosae Crucis (AMORC) vinculó el éxito con una supuesta capacidad
para materializar las imágenes mentales de salud, riqueza y felicidad.
Teosofía: término antiguo, que se refería
originalmente a una especie de mística. Se la ha relacionado con los gnósticos
y los neoplatónicos griegos, con el Maestro Eckhart, Nicolás de Cusa y Jacob
Boehme. La Sociedad Teosófica, fundada por Helena Petrovna Blavatsky y otros en
1875 confirió gran importancia al término. La mística teosófica tiende al monismo,
acentúa la unidad esencial de los componentes espirituales y materiales del
universo. Busca también las fuerzas ocultas responsables de la interacción
entre la materia y el espíritu, de modo que la mente humana y la divina acaben
por encontrarse. Es aquí donde la teosofía ofrece la redención mística o la
iluminación.
Trascendentalismo: movimiento de escritores y pensadores
del siglo XIX de Nueva Inglaterra, que compartían un conjunto idealista de
creencias en la unidad esencial de la creación, la bondad innata de la persona
humana, y la superioridad de la intuición frente a la lógica y la experiencia
para descubrir las verdades más profundas. La figura principal es Ralph Waldo
Emerson, que se apartó del cristianismo ortodoxo, y a través de los Unitarios
pasó a un nuevo misticismo natural que integraba conceptos del hinduismo con
otros de carácter popular americano, tales como el individualismo, la
responsabilidad personal y la necesidad de triunfar.
Wicca: antiguo término inglés para designar a
las brujas, aplicado a un resurgir neopagano de algunos elementos de la magia
ritual. Acuñado en 1939 por Gerhard Gardner en Inglaterra: se basaba en algunos
textos eruditos, según los cuales la brujería europea medieval era una antigua
religión natural perseguida por los cristianos. Con el nombre « the Craft », se
extendió rápidamente en Estados Unidos durante los años 1960, donde se vinculó
con la « espiritualidad de las mujeres».
7.3. Lugares clave de la Nueva Era
Esalen: comunidad fundada en Big Sur,
California, en 1962, por Michael Murphy y Richard Price, cuyo objetivo
fundamental era llegar a la auto-realización del ser mediante el nudismo, las
visiones y la « medicina suave ». Se ha convertido en uno de los centros más
importantes del Movimiento del Potencial Humano, y ha difundido sus ideas
respecto a la medicina holística en el mundo de la educación, la política y la
economía. Lleva a cabo esta tarea mediante cursos sobre religión comparada,
mitología, misticismo, meditación, psicoterapia, expansión de la conciencia,
etc. Junto con Findhorn, se le considera el punto clave del crecimiento de la
conciencia de Acuario. El Instituto Soviético-Americano de Esalen cooperó con
funcionarios soviéticos en el Proyecto de promoción de la Salud.
Findhorn: esta comunidad agrícola holística
iniciada por Peter y Eileen Caddy logró el crecimiento de plantas enormes
mediante métodos no convencionales. La fundación de la comunidad Findhorn en
Escocia en 1965 constituyó un importante hito en el movimiento que lleva la
etiqueta de Nueva Era. De hecho « se consideró que Findhorn encarnaba sus
principales ideas de transformación ». La búsqueda de una conciencia universal,
el ideal de la armonía con la naturaleza, la visión de un mundo transformado, y
la práctica del channeling, todo lo cual son elementos clave del Movimiento de
la Nueva Era, se hallaron presentes en Findhorn desde su fundación. El éxito de
esta comunidad la llevó a convertirse en modelo e inspiración de otros grupos,
tales como las Alternativas de Londres, Esalen en Big Sur, California, y el
Centro Abierto y el Instituto Omega de Nueva York ». 106
Monte Verità: comunidad utópica cerca de Ascona,
Suiza. Desde finales del siglo XIX fue punto de encuentro de los exponentes
europeos y americanos de la contracultura en ámbitos tales como la política, la
psicología y la ecología. Las conferencias Eranos se vienen celebrando allí
todos los años desde 1933, reuniendo a grandes luminarias de la Nueva Era. Sus
anuarios manifiestan claramente la intención de crear una religión mundial
integrada. 107 Resulta fascinante ver la lista de quienes se han reunido en
Monte Verità a lo largo de los años.
8 RECURSOS
8.1. Documentos del Magisterio de la
Iglesia Católica
Juan Pablo II,
Alocución a los Obispos Norteamericanos de Kansas, Missouri y Nebraska en su
visita “ad limina”, 28 de mayo de 1993.
Congregación para
la Doctrina de la Fe, Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre algunos
aspectos de la meditación cristiana (Orationis Formas), Ciudad del Vaticano
(Libreria Editrice Vaticana) 1989.
Comisión Teológica
Internacional, Algunas cuestiones actuales de escatología,1992, n. 9-10 (sobre
la reincarnación).
Comisión Teológica
Internacional, Algunas cuestiones sobre la teología de la Redención,1995, I29 y
II35-36.
Comité para la Cultura
de la Conferencia Episcopal Argentina, Frente a una Nueva Era. Desafío a la
pastoral en el horizonte de la Nueva Evangelización,1993.
Comisión Teológica Irlandesa, A New Age of the
Spirit? A Catholic Response to the New Age Phenomenon, Dublín 1994.
Godfried Danneels,
Au-delà de la mort: réincarnation et resurrection, Carta Pastoral, Pascua de
1991.
Godfried Danneels, Le Christ ou le Verseau? Carta Pastoral, Navidad 1990.
Carlo Maccari, «
La ‘mistica cosmica’ del New Age », en Religioni e Sette nel Mondo 1996/2.
Carlo Maccari, La
New Age di fronte alla fede cristiana, Turín (LDC) 1994.
Edward Anthony McCarthy, The New Age Movement,
Instrucción Pastoral, 1992.
Paul Poupard,
Felicità e fede cristiana, Casale Monferrato (Ed. Piemme) 1992.
Joseph Ratzinger,
Situación actual de la fe y la teología, Guadalajara, mayo de 1996, en
L’Osservatore Romano (edición española) 1 de noviembre de 1996.
Norberto Rivera
Carrera, Instrucción Pastoral sobre el New Age, 7 de enero de 1996.
Christoph von
Schönborn, Risurrezione e reincarnazione, Casale Monferrato (Piemme) 1990.
J. Francis
Stafford,Il movimento « New Age », en L’Osservatore Romano (edición italiana),
30 de octubre de 1992.
Grupo de Trabajo
sobre Nuevos Movimientos Religiosos, Ciudad del Vaticano (ed.), Sectas y Nuevos
Movimientos Religiosos. Antología de documentos de la Iglesia Católica, Santafé
de Bogotá (CELAM) 1996.
8.2. Estudios cristianos
Michel Anglarès,
Nouvel Age et Foi Chrétienne, Paris (Centurion) 1992. Trad. esp. Nueva Era y fe
cristiana, Madrid 1994.
Raúl Berzosa
Martínez, Nueva Era y Cristianismo. Entre el diálogo y la ruptura, Madrid (BAC)
1995.
André Fortin, Les
Galeries du Nouvel Age: un chrétien s’y promène, Ottawa (Novalis) 1993.
Grupo de Trabajo
Ecuménico « Neue Religiöse Bewegungen in der Schweiz », New Age – aus
christlicher Sicht, Freiburg (Paulusverlag) 1987.
Claude Labrecque,
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Fuente: Página del Vaticano
_______________________________________________________________________________________
Notas
(1) Paul Heelas, The New Age Movement. The
Celebration of the Self and the Sacralization of Modernity. Oxford (Blackwell)
1966, p. 137.
(2) Cf. P. Heelas, op. cit., p. 164s.
(3) Cf. P. Heelas,
op. cit., p. 173.
(4) Cf. Juan
PabloII, Carta Encíclica Dominum et vivificantem (18 de mayo de 1986), 53.
(5) Cf. Gilbert
Markuso.p., « Celtic Schmeltic » (1), en Spirituality, vol. 4,
noviembre-diciembre de 1998, no 21, pp. 379-383; y (2) en Spirituality, vol. 5,
enero-febrero de 1999, n. 22, pp. 57-61.
(6) Juan PabloII,
Cruzando el umbral de la esperanza, Barcelona (Plaza & Janés) 1994, pp.
103-104.
(7) Cf. especialmente Massimo Introvigne, New
Age & Next Age, Casale Monferrato (Piemme) 2000.
(8) M. Introvigne, op. cit., p. 267.
(9) Cf. Michel Lacroix, L’Ideologia della New
Age, Milano (il Saggiatore) 1998, p. 86. La palabra « secta » se usa aquí no en sentido
peyorativo, sino más bien para denotar un fenómeno sociológico.
(10) Cf. Wouter J. Hanegraaff, New Age Religion
and Western Culture. Esotericism in the Mirror of Secular Thought, Leiden-New
York-Köln (Brill) 1996, p. 377 et passim.
(11) Cf. Rodney Starkand William Sims
Brainbridge, The Future of Religion. Secularisation, Revival and Cult Formation,
Berkeley (University of California Press) 1985.
(12) Cf. M. Lacroix, op. cit., p. 8.
(13) El curso
suizo « Theologie für Laien » titulado Faszination Esoterik lo plantea con
claridad. Cf. « Kursmappe 1 – New Age und Esoterik », texto acompañado de diapositivas,
p. 9.
(14) El término ya
aparece en el título de The New Age Magazine,publicado por el Antiguo Rito
Masónico Escocés Aceptado en la jurisdicción meridional de los Estados Unidos
de América, remontándose a 1900. Cf. M. York,« The New Age Movement
in Great Britain », en Syzygy. Journal of Alternative Religion and Culture,
1:2-3 (1992), Stanford CA, p. 156, nota 6. La datación exacta y la naturaleza del cambio a la Nueva
Era son interpretadas de maneras distintas según los diferentes autores. Las
estimaciones para tal fecha oscilan entre 1967 y 2376.
(15) A finales de
1977, Marilyn Fergusonenvió un cuestionario a 210 « personas comprometidas en
la transformación social », a los que también llama « Conspiradores de Acuario
». Es interesante lo que sigue: « Cuando se pedía a los encuestados que dieran
el nombre de los individuos cuyas ideas les habían influido, bien a través del
contacto personal, bien por medio de sus escritos, los más nombrados, por orden
de frecuencia, fueron: Pierre Teilhard de Chardin, C. G. Jung, Abraham Maslow,
Carl Rogers, Aldous Huxley, Roberto Assagioli y J. Krishnamurti. También aparecen mencionados frecuentemente: Paul Tillich, Hermann
Hesse, Alfred North Whitehead, Martin Buber, Ruth Benedict, Margaret Mead,
Gregory Bateson, Tarthang Tulku, Alan Watts, Sri Aurobindo, Swami Muktananda,
D. T. Suzuki, Thomas Merton, Willis Harman, Kenneth Boulding, Elise Boulding,
Erich Fromm, Marshall McLuhan, Buckminster Fuller, Frederic Spiegelberg, Alfred
Korzybski, Heinz von Foerster, John Lilly, Werner Erhard, Oscar Ichazo,
Maharishi Mahesh Yoghi, Joseph Chilion Pearce, Karl Pribram, Gardner Murphy, y
Albert Einstein »: The Aquarian Conspiracy. Personal and Social Transformation
in Our Time, Los Angeles, (Tarcher) 1980, p. 50 (nota 1) y p. 434. (Trad. esp. La conspiración de Acuario.
Transformaciones personales y sociales en este fin de siglo, Barcelona [Kairós]
1985).
(16) W.J. Hanegraaff , op. cit., p. 520.
(17) Comisión Teológica Irlandesa, A New Age of
Spirit? A Catholic Response to the New Age Phenomenon, Dublín 1994, capítulo 3.
(18) Cf. La
estructura de las revoluciones científicas, México, FCE, 1995.
(19) Cf.
Alessandro Olivieri Pennesi, Il Cristo del New Age. Indagine critica, Ciudad
del Vaticano (Librería Editrice Vaticana) 1999, passim, pero especialmente las
pp. 11-34. Véase también la sección 4 más abajo.
(20) Merece la
pena recordar la letra de esta canción, que se grabó inmediatamente en las
mentes de toda una generación, tanto en Norteamérica como en Europa occidental:
« When the Moon is in the Seventh House, and Jupiter aligns with Mars, then
Peace will guide the Planets, and Love will steer the Stars. This is the dawning of the Age of Aquarius… Harmony and understanding,
sympathy and trust abounding; No more falsehoods or derision –golden living,
dreams of visions, mystic crystal revelation, and the mind’s true liberation. Aquarius… ».
(« Cuando la Luna
esté en la Séptima Casa, y Júpiter se alinee con Marte, entonces la Paz guiará
a los Planetas, y el Amor conducirá a las Estrellas. Es el amanecer de la Era
de Acuario… Abundarán la armonía y la comprensión, la simpatía y la confianza,
no habrá más engaños ni más burlas: una vida dorada, sueños de visiones, una
revelación mística cristalina, y la auténtica liberación de la mente. Acuario…
»).
(21) Paul Heelas,
op. cit., p. 1 y s. La publicación de agosto de 1978 de la Coalición Cristiana
de Berkeley lo expresa de este modo: « Hace exactamente diez años la
espiritualidad “funky” a base de drogas de los hippies y la mística de los
yogis occidentales se limitaban a la contracultura. Hoy día, ambas se han
abierto camino en la corriente fundamental de nuestra mentalidad cultural. La
ciencia, las profesiones de la salud, las artes, por no mencionar la psicología
y la religión, están todas comprometidas en una reconstrucción fundamental de
sus premisas básicas ». Citado en Marilyn Ferguson, The Aquarian Conspiracy.
Personal and Social Transformation in Our Time, Los Angeles (Tarchner) 1980, p.
370 y ss.
(22) Cf. Chris Griscom, Ecstasy is a New
Frequency: Teachings of the Light Institute, New York, (Simon & Schuster)
1987, p. 82.
(23) Véase el
Glosario de términos, § 7.2 Glosario selecto.
(24) Cf. W.J. Hanegraaff, op. cit. capítulo 15
(« The Mirror of Secular Thought »). El sistema de correspondencias está heredado claramente
del esoterismo tradicional, pero tiene un significado nuevo para quienes siguen
(conscientemente o no) a Swedenborg. Mientras que para la doctrina esotérica
tradicional cada elemento natural poseía en su interior la vida divina, para
Swedenborg la naturaleza es un reflejo muerto del mundo espiritual vivo. Esta
idea está muy metida en el corazón de la visión posmoderna de un mundo
desencantado y en los diversos intentos por « re-encantarlo ». Blavatsky
rechazó las correspondencias y Jung relativizó fuertemente la causalidad a
favor de la cosmovisión esotérica de las correspondencias.
(25) W.J. Hanegraaff, op. cit., pp. 54-55.
(26) Cf. Reinhard Hümmel,« Reinkarnation », en
Hans Gasper,Joachim Müller, Friederike Valentin(eds.), Lexikon der Sekten,
Sondergruppen und Weltanschauungen. Fakten, Hintergründe, Klärungen,
Freiburg-Basel-Wien (Herder) 2000, pp. 886-893.
(27) Michael Fuss,« New Age and Europe. A
Challenge for Theology », en Mission Studies Vol. VIII-2, 16, 1991, p. 192.
(28) Ibid., loc.
cit.
(29) Ibid., p.
193.
(30) Ibid., p.
199.
(31) Congregación
para la Doctrina de la Fe, Carta a los Obispos de la Iglesia católica sobre
algunos aspectos de la meditación cristiana (Orationis Formas), 1989, 14. Cf. Gaudium et Spes, 19; Fides et Ratio, 22.
(32) W.J. Hanegraaff, op. cit., p. 448s. Los objetivos están citados según la
versión definitiva (1896); las versiones anteriores subrayaban la
irracionalidad del « fanatismo » y la urgencia de promover una educación no
sectaria. Hanegraaff cita la descripción que hace J. Gordon Meltonde la
religión de la Nueva Era como enraizada en la tradición « oculto-metafísica »
(ibid., p. 455).
(33) W.J. Hanegraaff, op. cit., p. 513.
(34) Thomas M. KingSJ, « Jung and Catholic
Spirituality », en America, 3 de abril de 1999, p. 14. El autor señala que los devotos de la
Nueva Era « citan pasajes que tratan del I Ching, la astrología y el Zen,
mientras que los católicos citan pasajes que tratan de los místicos cristianos,
la liturgia y el valor psicológico del sacramento de la reconciliación » (p.
12). También incluye una lista de personalidades e instituciones espirituales
claramente inspiradas y guiadas por la psicología de Jung.
(35) Cf. W.J. Hanegraaff, op. cit., p. 501s.
(36) C. J. Jung,
Wandlungen und Symbole der Libido, citado en Hanegraaff, op. cit., p. 503.
(37) Sobre este
punto, cf. Michael Schooyans, L’Évangile face au désordre mondial, con un
prefacio del Cardenal Joseph Ratzinger,París (Fayard) 1997.
(38) Citado en The True and the False New Age. Introductory Ecumenical Notes, de la
Comunidad Maranatha, Manchester (Maranatha) 1933, 8.10; no se especifica la
numeración original de las páginas.
(39) Michel Lacroix, L’Ideologia della New Age,
Milán (il Saggiatore) 1998, pp. 84ss.
(40) Cf. el apartado
sobre las ideas de David Spangleren Actualité des religions n. 8, septembre
1999, p. 43.
(41) M. Ferguson,
op.cit., p. 407.
(42) Ibid., p.
411.
(43) « Ser
americano… es precisamente imaginar un destino más que heredarlo. Siempre hemos
sido habitantes del mito más que de la historia »: Leslie Fiedler,citado en M.
Ferguson, op. cit., p. 142.
(44) Cf. P. Heelas, op. cit., p. 173s.
(45) David Spangler, The New Age, Issaquah
(Morningtown Press) 1988, p. 14.
(46) P. Heelas,
op. cit., p. 168.
(47) Véase el
prefacio al libro de Michel Schooyans, L’Évangile face au désordre mondial,
escrito por el Cardenal Joseph Ratzinger, París (Fayard) 1997. La cita está
traducida del italiano, Il nuovo disordine mondiale, Cinisello Balsamo (San
Paolo) 2000, p. 6.
(48) Cf. Our
Creative Diversity. Report of the World Commission on Culture and Development,
París (UNESCO) 1995, que ilustra la importancia que se confiere a la
celebración y promoción de la diversidad.
(49) Cf. Christoph Bochinger, «New Age » und
moderne Religion: Religionswissenschaftliche Untersuchungen, Güttersloh
(Kaiser) 1994, especialmente el capítulo 3.
(50) Las
limitaciones de estas técnicas que, sin embargo, no son oración se discuten más
adelante, § 3.4. Mística cristiana y mística Nueva Era.
(51) Cf. Carlo
Maccari, « La ‘mistica cosmica’ del New Age » ,en Religioni e Sette nel Mondo
19962.
(52) Jean
Vernette, « L’avventura spirituale dei figli dell’Acquario », en Religioni e
Sette nel Mondo 19962, p. 42s.
(53) J. Vernette, loc. cit.
(54) Cf. J. Gordon Melton, New Age Encyclopedia,
Detroit (Gale Research) 1990, pp. xiii-xiv.
(55) David Spangler, The Rebirth of the Sacred,
Londres (Gateway Books) 1984, p. 78s.
(56) David Spangler, The New Age, Issaquah
(Morningtown Press) 1988, p. 13s.
(57) Juan PabloII,
Carta apostólica Tertio Millenio Adveniente (10 de noviembre de 1994), 9.
(58) Matthew Fox, The Coming of the Cosmic
Christ. The Healing of Mother Earth and the Birth of a Global Renaissance, San
Francisco (Harper & Row) 1988, p. 135.
(59) Cf. el
documento publicado por el Comité para la Cultura de la Conferencia Episcopal
Argentina Frente a una Nueva Era. Desafío a la pastoral en el horizonte de la
Nueva Evangelización, 1993.
(60) Congregación
para la Doctrina de la Fe, Orationis Formas, 23.
(61) Ibid., 3. Véanse
las secciones sobre la meditación y la oración contemplativa en Catecismo de la
Fe Cristiana, 2705-2719.
(62) Cf. Orationis Formas, 13.
(63) Cf. Brendan Pelphrey, «I said, You are
Gods. Orthodox Christian Theosis and Deification in the New Religious
Movements» en Spirituality East and West, Pascua 2000 (N. 13).
(64) Adrian Smith, God and the Aquarian Age. The
new era of the Kingdom, Great Wakering (Mc Crimmons) 1990, p. 49.
(65) Cf. Benjamín Creme, The Reappearance of
Christ and the Masters of Wisdom, Londres (Tara Press) 1979, p. 116.
(66) Cf. Jean Vernette, Le New Age, París,
(P.U.F.) 1992 (Collection
Encyclopédique Que sais-je?), p. 14.
(67) Catecismo de
la Iglesia Católica, 52.
(68) Cf.
Alessandro Olivieri Pennesi,Il Cristo del New Age. Indagine Critica, Ciudad del
Vaticano (Librería Editrice Vaticana) 1999, especialmente las páginas 13-34. La
lista de puntos comunes está en la p. 33.
(69) Credo de
Nicea-Constantinopla.
(70) Michel Lacroix, L’Ideologia della New Age,
Milán (Il Saggiatore) 1998, p. 74.
(71) Ibid., p. 68.
(72) Edwin Schur, The Awareness Trap.
Self-Absorption instead of Social Change, Nueva York (McGraw Hill) 1977, p. 68.
(73) Cf. Catecismo
de la Iglesia Católica, 355-383.
(74) Cf. Paul Heelas, The New Age Movement. The
Celebration of the Self and the Sacralization of Modernity, Oxford (Blackwell)
1996, p. 161.
(75) A Catholic
Response to the New Age Phenomenon, Comisión Teológica Irlandesa 1994, capítulo
3.
(76) Congregación
para la Doctrina de la Fe, Orationis Formas, 3.
(77) Ibid., 7.
(78) William Bloom, The New Age. An Anthology of
Essential Writings, Londres (Rider) 1991, p. xvi.
(79) Catecismo de
la Iglesia Católica, 387.
(80) Ibid., 1849.
(81) Ibid., 1850.
(82) Juan PabloII,
Carta Apostólica Salvifici doloris sobre el sufrimiento humano (11 de febrero
de 1984), 19.
(83) Cf. David Spangler, The New Age, op. cit.,
p. 28.
(84) Cf. Juan
PabloII, Carta Encíclica Redemptoris Missio (7 de diciembre de 1990) 6, 28, y
la Declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe Dominus Jesus (6 de
agosto de 2000), 12.
(85) Cf. R. Rhodes, The Counterfeit Christ of
the New Age Movement, Grand Rapids (Baker) 1990, p. 129.
(86) Helen Bergino.p., «Living One’s Truth», en
The Furrow, Enero 2000, p. 12.
(87) Ibid., p. 15.
(88) Cf. Paul Heelas, op. cit., p. 138.
(89) Elliot Miller, A Crash Course in the New
Age. Eastbourne (Monarch) 1989, p. 122. Para una documentación sobre la postura
vehementemente anticristiana del espiritismo, cf. R. Laurence Moore, «
Spiritualism », en Edwin S. Gaustad(ed.), The Rise of Adventism: Religion and
Society in Mid-Nineteenth-Century America, Nueva York 1974, pp. 79-103, y
también R. Laurence Moore, In Search of White Crows: Spiritualism,
Parapsychology, and American Culture, Nueva York (Oxford University Press)
1977.
(90) Cf. Juan
PabloII, Carta encíclica Fides et Ratio (14 de septiembre de 1998), 36-48.
(91) Cf. Juan
PabloII, Alocución a los Obispos Norteamericanos de Iowa, Kansas, Missouri y
Nebraska en su visita «ad limina», 28 de mayo de 1993.
(92) Cf. Juan
PabloII, Exhortación Apostólica Post-Sinodal Ecclesia in Africa, 103. El
Consejo Pontificio para la Cultura ha publicado un guía que contiene una lista
de estos centros en todo el mundo: Centros Culturales Católicos (3a edición,
Ciudad del Vaticano, 2001).
(93) Cf.
Congregación para la Doctrina de la Fe, Orationis Formas, y § 3 supra.
(94) Ésta es un
campo donde la falta de información puede desorientar a los responsables de la
educación a causa de los grupos cuya verdadero programa es contrario al mensaje
del Evangelio. Es el caso particularmente de los colegios y escuelas, donde los
jóvenes, llenos de curiosidad y obligados a escuchar constituyen una presa
fácil y un objetivo ideal para el comercio ideológico. Cf. la llamada de
atención en Massimo Introvigne, New Age & Next Age, Casale Monferrato
(Piemme) 2000, p. 277s.
(95) Cf. J.
Badewien,Antroposofia, en H. Waldenfels(ed.) Nuovo Dizionario delle Religioni,
Cinisello Balsamo (san Paolo) 1993, p. 41.
(96) Cf. Raúl
Berzosa Martínez,Nueva Era y Cristianismo, Madrid (BAC) 1995, p. 214.
(97) Helen Palmer, The Enneagram, Nueva York
(Harper-Row) 1989.
(98) Cf. el
documento del Comité para la Cultura de la Conferencia Episcopal Argentina, op.
cit.
(99) 2 J. Gernet, en J.-P. Vernantet al.,
Divination et Rationalité,París (Seuil) 1974, p. 55.
(100) Cf. Susan Greenwood, « Gender and Power in
Magical Practices, en Steven Sutcliffey Marion Bowman(eds.), Beyond New Age.
Exploring Alternative Spirituality, Edinburgo (Edinburgh University Press)
2000, p. 139.
(101) Cf. M. Fuss, op. cit., pp. 198-199.
(102) Cf. C. Maccari, La “New Age” di fronte
alla fede cristiana, LeumannTorino (LDC) 1994, p.168.
(103) Cf. W.J. Hanegraaff, op. cit., pp.
283-290.
(104) Para un estudio breve pero esclarecedor
del Movimiento del Potencial Humano, véase Elizabeth Puttik,« Personal
Development: the Spiritualisation and Secularisation of the Human Potential
Movement », en Steven Sutcliffey Marion Bowman(eds.), Beyond New Age. Exploring
Alternative Spirituality, Edinburgo (Edinburgh University Press) 2000, pp.
201-219.
(105) Sobre este último punto, sumamente
delicado, véase el artículo « Neonazismus » de Eckhard Türken Hans Gasper,
Joachim Müller, Friederike Valentin(eds.), Lexikon der Sekten, Sondergruppen
und Weltanschauungen. Fakten, Hintergründe, Klärungen, Freiburg-Basel-Wien
(Herder) 2000, p. 726.
(106) Cf. John Saliba, Christian Responses to
the New Age Movement. A Critical Assessment, London (Geoffrey Chapman) 1999, p.
1.
(107) Cf. M. Fuss, op. cit., pp. 195-196.
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