De arzobispo de Valencia
a presidente del Consejo de España en Viena
El perfil cultural de Antonio Folch
De Cardona (1657-1724)1
El importante papel cultural de los exiliados
austracistas españoles en Viena apenas comienza a ser estudiado: los estudios
de Antonio Mestre, centrados sobre todo en la publicación de la correspondencia
de Antonio Mayans con los austracistas, los trabajos de Virginia León y de
Agustín Alcoberro, han puesto en evidencia la importancia de la presencia
española en Viena y las dificultades de su estudio. Personalidades como la
condesa de Althan, el duque de Uceda, el conde de Cervellón o el propio Antonio
Folch de Cardona debieron tener un papel protagonista en la corte de Carlos VI
en los años en los que se define lo que ha venidodenominándose Reichstil o Kaiserstil.
Apenas nada sabemos de las obras que ese grupo
promovió en el Monasterio de los benedictinos de Montserrat en la
Schwarzspanier Strasse, el de los Trinitarios descalzos, la iglesia de los
franciscanos menores o el Hospital de los Españoles con su iglesia construida
por Anton Ospel. Más complicado todavía resulta el estudio de las propiedades
acumuladas por los austracistas en el exilio, sus colecciones, sus palacios, y
las obras que patrocinaron1.
Retrato de Antonio Folch de Cardona, Catedral de
Valencia, Evaristo Muñoz, 1724.
ANTONIO
FOLCH DE CARDONA
La personalidad del franciscano Antonio Folch de Cardona
(1657-1724), arzobispo de Valencia desde 1700, exiliado en Viena donde siguió a
la corte del archiduque y ocupó el cargo de presidente del Consejo de España,
ha permanecido oscurecida precisamente por el carácter escindido, demediado, de
su biografía. Con una fuerte personalidad política, el franciscano estuvo
estrechamente vinculado a la reina Mariana de Neoburgo en los años anteriores a
la muerte de Carlos II y fue un celoso defensor de los intereses de la iglesia,
lo que le llevó a enfrentarse tanto a la Orden de Montesa como a Rafael de
Macanaz, al que llegó a excomulgar. En Viena como presidente del Consejo de
España se convirtió en uno de los más odiados representantes del partido
español, enfrentado tanto al denominado partido alemán dirigido por Eugenio de
Saboya, como a gran parte de los exiliados españoles.
3La biografía de Antonio
Folch de Cardona está aún por escribir2, en este caso solamente
nos proponemos acercar la mirada a sus inquietudes culturales y las imágenes
que le rodearon, valiéndonos en gran medida de su testamento redactado en Viena3 y dando a conocer
un retrato inédito, única imagen suya en la etapa vienesa. Ávido bibliófilo,
acumuló sendas bibliotecas, ambas confiscadas después de su exilio o su muerte,
que han llegado a ser consideradas el germen de las bibliotecas nacionales de
España y Austria, en sus años valencianos llegaría a encargar una galería de
retratos para la biblioteca del palacio arzobispal al pintor Gaspar de la
Huerta, en Viena habitó uno de los más bellos palacios de la ciudad que amplió
y para el que encargó obras a Francisco Solimena y compró otras de Tiziano o
Durero. Podemos contemplar ahora el retrato que le realizaron en Viena poco
antes de su muerte y acercarnos a una personalidad compleja, protector de
hombres de letras, sin duda amante del lujo, un perfil cultural que todavía
presenta importantes lagunas y que por ahora solamente pretendemos empezar a
plantear.
LOS PRIMEROS AÑOS
Antonio Folch de Cardona
había nacido en Valencia en 1657, era hijo natural del V marqués de Guadalest y
almirante de Aragón, Francisco Folch de Cardona, y de una dama de la nobleza
valenciana4. Su infancia está vinculada al castillo de Guadalest y la
villa de Ondara, “con la más primorosa educación; pues aprendidos los primeros
rudimentos de las letras, no hubo habilidad que no se le enseñase, y que no
aprendiese”. Al fallecer su padre se trasladó a la Corte junto a su hermano
Felipe, heredero del título, “donde lo bien agestado, el lleno de sus prendas,
junto con ser hijo de tal padre, le hicieron bastante lugar con los más
principales de esta corte” y “frecuentaba con su hermano ociosamente el Palacio
y los paseos”. Intentó hacer carrera militar, sabemos que ingresó en el
regimiento de la Chamberga a las órdenes del Almirante de Castilla y que
participó como capitán en las campañas de Galicia y Portugal. De manera
inesperada abandonó el ejército para ingresar en la orden franciscana en el
convento de Palencia, “acabó los estudios con admiración de sus contemporáneos,
ayudándole para sus adelantamientos una robusta salud y gran memoria, con un
entendimiento claro y despejado”, llegó a ser comisario o vicario general de su
orden para España y las Indias hasta que en 1699 fue nombrado arzobispo de
Valencia. La mejor descripción de su carácter es la realizada por Lorenzo Folch
de Cardona: “en los Claustros le tenían por extático; en las funciones
literarias por maestro; en las ciudades y corte por refinado político, como
también por perfecto cortesano”5.
LA BIBLIOTECA Y LA GALERÍA DE RETRATOS DEL PALACIO
ARZOBISPAL
Poco sabemos de la
actividad de Folch de Cardona al frente de la archidiócesis antes de que se
iniciase el conflicto sucesorio, pero aunque mal conocidos, en esos años no
debieron escasear los proyectos culturales6. A ese respecto es
significativa la apreciación de Joaquín Lorenzo Villanueva: “No era un sabio el
arzobispo de Valencia D. Fr. Antonio Folch de Cardona y sin embargo con su
protección florecieron allí Corachán, Tosca y otros”7. La actividad de
Corachán o Tosca y con ellos de los novatores valencianos es muy anterior a la
llegada a Valencia de Folch de Cardona, y probablemente fue el arzobispo el que
de alguna manera debió imbuirse del ambiente de renovación que vivía la ciudad
en esos años. Fue por entonces cuando se inició la construcción de la fachada
de la catedral según el modelo del austríaco Conrad Rudolf para lo que mediaron
informes de Tosca, Corachán y Falcó de Belaochaga. Si no se puede achacar a
Folch de Cardona el origen de la renovación de las ciencias y las artes que
vivía la Valencia de esos años, sí que permitió y tal vez favoreció que esta se
desarrollara. Un buen ejemplo de ello es la protección que según Macanaz
ejerció el arzobispo sobre un miembro del cabildo que había participado como
ingeniero en la fortificación de Xàtiva y al que el arzobispo mantuvo con las
mismas dignidades después de la victoria borbónica8.
6El interés de la
personalidad del arzobispo se pone en evidencia por la magnitud de sus
bibliotecas. Cuando llegó a Valencia ya era poseedor de 2114 volúmenes de los
que realizó inventario en 1699 antes de tomar posesión del arzobispado9, pero después de instalarse en Valencia llevó a cabo una
política sistemática de adquisiciones. Al poco de llegar se hizo con la
biblioteca de su pariente el arcediano José Cardona, de 900 volúmenes10 y entre 1700 y 1710 realizó una serie de compras a
los libreros Lasso de la Vega de Madrid y los hermanos Anisson de París por
valor de 3 500 libras11. La suma de esos tres conjuntos daría lugar a la
biblioteca que fue requisada cuando el arzobispo se sumó a la causa austracista
en 1710 y cuya pérdida aún lamentaba el arzobispo en su testamento.
7Conocemos el contenido
de esa biblioteca por el inventario realizado cuando fue requisada para ser
trasladada a la corte en 1712 publicado por Pradells. Se embalaron 6 630
volúmenes, más las colecciones de medallas y mapas, en 161 cajas y 13 líos
donde se incluían las estanterías, con un peso total de 1373 arrobas y 25
libras que se dirigían en 11 galeras hacia la Corte12. Fue así como la biblioteca valenciana de Antonio Folch
de Cardona se convirtió, como las de otros destacados austracistas, en el
origen de la Real Biblioteca y la posterior Biblioteca Nacional de España13.
8Sabemos por que la
biblioteca no incluía solamente libros, sino también colecciones de medallas y
mapas, como era común en algunas de las bibliotecas de su tiempo. También la
biblioteca del marqués de Villatorcas se caracterizaba por la “hermosura de
globos, mapas y esferas”14, en ambos casos se une a la bibliofilia el interés por
las antigüedades, la numismática y la geografía. Pero a los libros, medallas y
mapas aún habría que unir otro conjunto que no llegó a ser trasladado a la
Corte, la galería de retratos encargada por el arzobispo al pintor Gaspar de la
Huerta para ser situada en la biblioteca arzobispal. Al igual que sucedió con
los libros encargados en Madrid o París, el arzobispo no llegó a satisfacer su
importe y en 1706 el pintor reclamaba su cobro. Así sabemos que el 24 de julio
de 1704 el arzobispo había encargado al pintor Gaspar de la Huerta 32 lienzos
de “tres o cuatro palmos” que en 1706 se hallaban en la librería del palacio.
Los temas eran “los seis doctores de la iglesia latina, los seis doctores de la
iglesia griega (...) otro de la Concepción con el padre Escoto; otro del
Patriarca, Santo Domingo y San Francisco, otro de la impresión de las llagas de
este, otro de San Antonio de Padua, otro de San Bernardino de Sena, otro de San
Juan de Capistrano, otro del Papa Sixto quinto, otro del Papa Sixto quarto,
otro de Nicolas quarto, otro del Papa Alejandro quinto, otro del Cardenal Cisneros,
otro del Cardenal Muro, otro del Cardenal Aureolo, otro del cardenal Pisano,
otro del Padre Alejandro de Ales, otro del Padre Nicolas de Lira, otro de
Ocampo, otro de Mayna, otro de Ricardo de Mediavila, otro de Poncio Carbonelo,
otro de Capreolo y otro de Raymundo Lulio (...)”15.
9El
hecho de que el arzobispo encargase las pinturas destinadas a la biblioteca
arzobispal junto a la compra sistemática de libros pone de manifiesto lo
decidido de su empeño creando una biblioteca en la que la escritura y las
imágenes quedasen asociadas siguiendo precedentes que van desde los estudiosos
renacentistas a la colección de retratos encargada por Federico Borromeo para
la Biblioteca Ambrosiana de Milán. Los personajes representados ponen de
manifiesto que Folch de Cardona sigue siendo por encima de todo un franciscano
e invitan a ver su biblioteca y la galería de retratos que la acompaña más que
como la biblioteca arzobispal valentina, como se la ha denominado en ocasiones,
como la biblioteca personal de un franciscano. En los temas se evidencia el
respeto a la tradición legislativa de la iglesia, los santos y las devociones
franciscanas, papas franciscanos y teólogos y eruditos en la mayoría de los
casos también franciscanos o próximos a la orden.
10Gaspar de la Huerta se hace cargo de la realización de la
serie como antes lo había hecho de otras galerías de retratos, con toda
probabilidad de la galería genealógica de la familia Cervellón realizada en
torno a 1674 y en 1699 la galería de diez santos y reyes de Valencia para la
capilla de la Virgen de los Desamparados, sin duda el taller de Gaspar de la
Huerta había alcanzado una cierta especialización en este tipo de trabajos.
LA GUERRA DE SUCESIÓN
11La posición del prelado
a lo largo de la Guerra de Sucesión sigue siendo un tema controvertido, su
inicial –aunque no sabemos si sincero– acatamiento de la autoridad borbónica y
su posterior adhesión a la causa del archiduque tradicionalmente atribuido a su
durísimo enfrentamiento con Macanaz, sigue siendo objeto de estudio.
12El arzobispo permaneció
en Valencia, en principio fiel a la autoridad borbónica hasta que la ciudad y
el palacio arzobispal fueron tomados por los austracistas. El 2 de enero de
1706 abandonó la ciudad16 instalándose temporalmente en Biar y trasladándose
posteriormente a la Corte. El arzobispo no volvería a Valencia hasta el 24 de
mayo de 170817, pero la abolición de los antiguos fueros y la
imposición de los decretos de Nueva Planta pronto le originaron conflictos con
las autoridades. Su oposición a las pretensiones de Macanaz, nombrado juez de
confiscaciones de Valencia, celoso defensor del regalismo, desembocó en
acusaciones mutuas de falta de respeto a la religión y deslealtad al rey que se
dirimían en la chancillería de Valencia y que supusieron la excomunión del
político18.
13Coincidiendo con la
polémica, el arzobispo se trasladó a la Corte en marzo de 1709 para asistir al
juramento del príncipe de Asturias y allí se encontraba aún en septiembre
cuando se produjo la entrada de los partidarios del archiduque. El 26 de
septiembre el archiduque Carlos llegó a Madrid y el arzobispo fue uno de los
primeros que se presentó a besar su mano, a partir de ese momento su biografía
quedaría unida al pretendiente austríaco. Cuando el archiduque
tuvo que abandonar Madrid en dirección a Barcelona el arzobispo marchó con
él. La retirada no debió ser fácil, las memorias de Macanaz
afirman que perdió sus equipajes y joyas en la huída tras la batalla de
Villaviciosa el 10 de diciembre de 171019. Tras una breve estancia en Barcelona, cuando el
archiduque partió rumbo a Italia el 27 de septiembre de 1711 para ser coronado
emperador en Frankfurt como Carlos VI, el arzobispo abandonó España con él para
nunca volver.
EL EXILIO EN VIENA
14Si polémico había sido
el papel de Folch de Cardona en el arzobispado de Valencia por su
enfrentamiento con Macanaz, no lo iba a ser menos su exilio vienés. El arzobispo
asumió la presidencia del Consejo de España, debió encabezar una de las
facciones del denominado partido español y ello le supuso el enfrentamiento al
grupo liderado por el marqués de Rialp20. Es en ese contexto en el que hay que entender algunas
de las descripciones de su carácter que en todo caso ayudan a definir el
ambiente del que se rodeó el prelado. Francesc de Castellví llega a decir de él
que “al llegar el arzobispo a Viena tenía en dos baulicos llamados tigres 18
mil doblones, joyas, servicio de plata de valor”21, estas acusaciones de vivir rodeado de lujos y riquezas
eran especialmente dolorosas pues el arzobispo como presidente del Consejo de
España era el encargado de repartir las ayudas a los españoles que habían
tenido que exiliarse después de la guerra y que en muchos casos vivían casi en
la miseria.
15Pese a las críticas que
recibió, el arzobispo fue alabado por artistas y literatos. Uno de ellos, el
erudito veneciano que ocupaba el cargo de cronista o poeta cesáreo, Apostolo
Zeno, tenía la costumbre de comer con él todos los viernes de Cuaresma22, esa relación llegó a llamar la atención del emperador
que interrogó a Zeno a propósito del arzobispo, al que Carlos VI consideraba un
hombre docto pero que tenía el defecto de hacerse odiar por todo el mundo23. El juicio del emperador de Folch de Cardona como un
hombre odiado por todos no parece exagerado si lo comparamos con el de Pietro
Giannone que hace referencia a las canalladas y perversiones descubiertas tras
su muerte, “non si ricorda morte cotando gradita da tutti universalmente”24.
16El arzobispo debió estar rodeado en Viena de un numeroso
grupo de exiliados con los que compartía lazos familiares. El más cercano de
ellos era sin duda el conde de Cervellón, al que llama sobrino y considera su
heredero y del que recuerda en su testamento “lo que le he devido en tantos y
tan prolijos viajes caminando unidos en nuestras largas peregrinaciones”, pero
también cita como sus sobrinos a los condes de Sástago y de Eril, como primo al
príncipe de Cardona y como parientes a la condesa Carafa, la marquesa de la
Casta y la condesa de Eril además de la propia condesa de Cervellón.
Palacio del Arzobispo de Valencia en Viena, Vera et
accurata delineatio... Salomon Kleiner, 1725 (versión coloreada).
EL PALACIO DEL ARZOBISPO DE
VALENCIA EN VIENA
17Como presidente del
Consejo de España en Viena, el arzobispo se convirtió en uno de los más altos
dignatarios de la corte, con un sueldo de 30.000 florines al año que le
permitió comprar en 1716 el antiguo palacio Strozzi, conocido a partir de ese
momento como palacio del arzobispo de Valencia. Un grabado de Salomón Kleiner
nos ha dejado la imagen del edificio en esos años25 y un vivo retrato de cual debió ser el ambiente de
refinamiento en que se movió Folch de Cardona.
18El palacio era una villa
o residencia de verano construida entre 1699 y 1702 para la condesa Katharina
Strozzi en medio de un gran jardín26. La condesa murió en 1714 y su sobrino, el conde Johann
Ludwig von Khenvenhüller, la vendió al arzobispo.
Palacio Strozzi, Viena, antes de ser adquirido por el
arzobispo (1704-16).
Estado actual del palacio del arzobispo de Valencia en
Viena, fachada principal.
19El palacio Strozzi, hoy
totalmente modificado, presentaba una fachada a la calle precedida por una
“cour d’honneur” a la francesa, y otra posterior que daba a un amplísimo jardín
también cuidadosamente ordenado. La fachada principal estaba presidida por una
magnífica escalinata mixtilínea que permitía el acceso al “piano nobile” bajo
la que se situaba el acceso a la “sala terrena” con una pintura al fresco de
motivos vegetales recientemente redescubierta. Una escalera similar –aunque
mucho más discreta– se situaba en la fachada posterior.
Estado actual del palacio del arzobispo de Valencia en
Viena, fachada trasera.
20La localización de unos planos de la disposición original
del edificio y su comparación con el grabado de Kleiner han permitido confirmar
la ampliación del edificio realizada por el arzobispo probablemente al poco
tiempo de adquirirlo. En su testamento Folch de Cardona hace un legado a D.
Joseph Muñoz “respecto de lo mucho que a travajado en perficionar dicha casa y
su obra” dejándole “los campos que compré en el jardín y la casa de enfrente de
dicho jardín”. El arzobispo debió ampliar el palacio con dos alas laterales
ligeramente adelantadas respecto al cuerpo principal respetando el mismo
vocabulario de la arquitectura preexistente que ha sido puesta en relación con
Johann Lucas von Hildebrandt. Estas alas presentan sendos accesos a la planta
baja del edificio. Sabemos que el palacio estaba distribuido de forma regular,
tenía una capilla y una sala adornada con estucos y habitaciones revestidas con
mármoles.
21Es difícil saber qué
tipo de obras de arte albergaba al palacio y cuales fueron adquiridas por Folch
de Cardona. En 1721 el arzobispo intercambiaba correspondencia con el pintor
napolitano Francesco Solimena a propósito del encargo de dos pinturas de las
cuales solamente conocemos el tema de una de ellas, “S. Francesco nelle
Stigmate nella Rocca di Alvernia”, sin duda se trataba de dos lienzos de tema
franciscano que debían formar una pareja o pendant27. Solimena era uno de los pintores napolitanos cuya obra
era solicitada con más frecuencia desde la corte vienesa, Nápoles era por
entonces un territorio bajo la jurisdicción austriaca gobernado precisamente a
través del Consejo de España presidido por Folch de Cardona.
22Poco sabemos del resto de la colección pictórica del
arzobispo, el testamento se limita a establecer que se vendiesen “todos los
muebles de mi casa de la ciudad”, “como son plata, tapicerías y demás menaje de
casa, como también coches, caballos, guarniciones y demás cosas pertenecientes
a la caballeriza y generalmente todas las alajas que encontraren”. Solamente
aparecen en el testamento las donaciones concretas, al emperador cede dos
cuadros, “uno de Nuestra Señora con varios santos que se dize ser del Tiziano y
otro del Descendimiento de la Crus que se tiene por de Tintoretto”, al marqués
de Rialp le cede “la imagen de Nuestra Señora que está en el jardín en la pieza
alta donde yo dormía enfrente de la cama y se compró del Duque de Useda” y al
conde de Zavalla cede “las dos imágenes pequeñas que compré del Duque de Useda
y disen ser de Alberto Duro”.
23La posesión de obras de
Tiziano, Tintoretto o Alberto Durero pone en evidencia el ambiente de
exquisitez en que se movía el arzobispo y el grupo de exiliados españoles. La
pintura veneciana, en este caso Tiziano y Tintoretto, estaba ampliamente
difundida en Viena y una buena muestra de la consideración que despertaba es el
hecho de que los dos lienzos se regalen al emperador. Por desgracia, la
vaguedad de la descripción nos impide identificar las obras concretas y su
posible permanencia en las colecciones vienesas. Llama la atención que entre
las pinturas que cita el arzobispo se aluda a dos que habían sido propiedad del
duque de Uceda, fallecido en Viena en julio de 1718. Juan Francisco Pacheco
Téllez Girón, IV duque de Uceda por su matrimonio, era embajador ante la Santa
Sede cuando se sumó a la causa austracista. Uceda era tan aficionado a los
libros como el arzobispo y al igual que a éste, su biblioteca le había sido
confiscada y pasaría a engrosar los fondos de la Biblioteca Nacional de España.
En Viena fue nombrado encargado de la Tesorería General del Consejo de España y
allí reunió una nueva biblioteca dedicada especialmente a las matemáticas y la
astronomía y una importantísima colección de pinturas28. El arzobispo debió comprar algunas de estas obras a la
muerte del duque, al menos la imagen de Nuestra Señora y dos imágenes pequeñas
atribuidas a Durero.
24En la primera versión de su testamento, el arzobispo donó
“la casa y jardín en que oy vivo y estoy con todos los muebles y con todas las
circunstancias con que yo la poseo” a las hijas de los condes de Cervellón,
Maria Antonia y Laura Mariana, cediendo el usufructo a sus padres. Esa
disposición es revocada un día después, “haviendo bien considerado y echa
refleccion a las obligaciones muchas de conciencia que tengo” sustituyéndola
por una manda o legado de 15.000 florines sobre la venta del palacio. El
arzobispo debía haber acumulado una importante deuda ya que establece que el
conde de Cervellón puede quedarse con el jardín “pero con la obligación de
pagar a la ciudad todo lo que se le debe. De esta manera el palacio acabó
pasando, al igual que la biblioteca, a manos del emperador, la emperatriz Maria
Teresa lo cedería años más tarde al conde de Chotek, y en 1840 pasó a ser una
propiedad pública que desde entonces ha sido objeto de diferentes ampliaciones
y remodelaciones según sus sucesivas funciones y que hoy lo hacen casi
irreconocible.
LA BIBLIOTECA VIENESA
25La bibliofilia del
arzobispo de Valencia, que le había llevado a acumular una importante
biblioteca confiscada en España no iba a decaer en el exilio. En Viena el
arzobispo continuó adquiriendo libros, formando una copiosa biblioteca que a
partir de 1717 estuvo a cargo del exiliado Joan Castells29. En su testamento, Folch de Cardona pone en evidencia su
preocupación por esta biblioteca, “que está en el cuartel de la ciudad que yo
abito”. La intención del arzobispo era que se trasladase “al convento de San
Francisco de Palencia”, insistiendo en que “no se pierda ni defraude libro
alguno” y hace alusión a la persona que debía encargarse de ella “Don Juan
Antonio de Biesma” que debía encargarse de realizar el inventario o catálogo.
El arzobispo se dirige expresamente al emperador para que no se contravenga su
voluntad, ya que “ya tuve las facultades apostólicas necesarias para la
formación y dedicación de esta librería” recordando que “me tomaron una
librería mucho más copiosa que ésta que tenía en la casa arzobispal de
Valencia”, “bien entendido que si S. Magestad gustare de servirse de algunos
libros de esta librería elija por si mismo (...) los libros que se dignare de
admitir de mi humilde reconocimiento executandose con los demás lo que tengo
dispuesto”.
Índice de la Bibliotheca Cardoniana, Österreichische
Nationalbibliothek, Cod. 11.890, fol. 3r.
26El arzobispo tenía
razones para desconfiar, su intención de que la biblioteca fuera inventariada,
encajonada y conducida a uno de los puertos de Italia para ser trasladada a
España no se llevará a cabo y los libros pasarán a formar parte de la
Biblioteca Imperial Austriaca. Según las investigaciones de Nieto Nuño30 el emperador mostró interés en hacerse con la
biblioteca, comprándola al convento de San Francisco de Palencia, éste pidió
permiso para disponer de los libros y el 13 de marzo de 1725 la Sacra
Congregación del Concilio de Trento en Roma dictó un decreto favorable a la
petición. Los libros fueron tasados en 8 226 florines y la venta se realizó el
27 de febrero de 1726. En representación del emperador actuó el Prefecto de la
Biblioteca Palatina, Pio Nicolás Garelli31.
Modelo de la Biblioteca Imperial, decoración al fresco de
la Prunksaal de la Biblioteca, Daniel Gran, 1730.
27El catálogo de la
biblioteca del arzobispo suma 3 769 obras, algunas de ellas de varios
volúmenes, aproximadamente la mitad son libros religiosos, abundan los
manuscritos, incunables y ediciones de los primeros tiempos de la imprenta32. Nieto Nuño ha reproducido el inventario completo de
este fondo donde aparecen los libros de aquellos a quienes el arzobispo había
querido ver representados en la galería de retratos del palacio arzobispal
valenciano como es el caso de los doctores de la iglesia, el cardenal Cisneros,
Nicolás de Lira, Alejandro de Hales, Florián de Ocampo, Ramón Llull o Juan Duns
Scoto, sorprende la abundancia de libros de Cornelis Jansen, muestra su
inclinación por libros exquisitos como las reconstrucciones del templo de
Salomón de Prado y Villalpando o Flavio Josefo. Abundan los textos españoles,
incluso los publicados muy recientemente en un tiempo en que las relaciones
entre el Imperio y la corona española aún no se habían normalizado y se hace
especial incidencia en la historia valenciana, es el caso de Zurita, Escolano,
Beuter o Diago. Evidentemente abundan los clásicos como Plinio, Tito Livio,
Suetonio o Julio César y tienen un protagonismo importante las obras alusivas a
la geografía, desde el Theatrun Orbis Terrarun de Ortelius a las Civitates
Orbis Terrarum. Entre sus contemporáneos destacan obras históricas como las de
Mabillon y Muratori, obras numismáticas como las de Goltzius o de antigüedades
como Montfauçon.
28La biblioteca cardoniana fue depositada en una galería
del palacio imperial hasta que en 1736 se trasladó al nuevo edificio construido
por Fischer von Erlach. El caso peculiar de Cardona no es el de uno de tantos
bibliófilos del siglo XVIII, tanto su biblioteca española como la vienesa
tenían la suficiente importancia como para ser consideradas la génesis de las
bibliotecas nacionales de España y Austria.
UN RETRATO EN VIENA
29El arzobispo Folch de
Cardona debió cultivar en Viena amistad con intelectuales y eruditos atraídos
tanto por su fama de bibliófilo como por las posibilidades de promoción que
suponía la cercanía al presidente del Consejo de España. El escritor veneciano
Apostolo Zeno que ostentó el cargo de poeta cesareo entre 1718 y 1729, lo
calificaría como “persona, che quanto è gloriosa per
la sua singolare dottrina, altretanto favorisce e protege le persone dotte e le
cose loro”33. Zeno tenía motivos para alabar al arzobispo, formaba
parte de su círculo íntimo y obtuvo de él algunos favores. En 1721 un grupo de
nobles milaneses creó la denominada Società Palatina, que se reunía en el
palacio del conde de Tainate, Carlo Archinto. Una de las finalidades de la
sociedad, a medio camino entre la editorial y la academia erudita, iba a ser la
difusión de la obra de Ludovico Muratori y singularmente la publicación de la
monumental obra Rerum Italicarum Scriptores. Apostolo
Zeno había sido uno de los impulsores de la iniciativa pero no fue el único de
los implicados en el proyecto relacionados con el arzobispo. Carlo Archinto era
consejero del emperador Carlos VI, Grande de España y Caballero del Toisón de
Oro, y mantenía una buena relación con Folch de Cardona. Al parecer el
arzobispo asumió un papel de intermediario entre el emperador, el gobernador de
Lombardía Gerolamo Colloredo y la sociedad. Fue a través suyo como el emperador
autorizó a la sociedad a denominarse “palatina” y a instalar su tipografía en
el Palacio Real34.
30La publicación de los Rerum
Italicarum Scriptores de Muratori fue una de las grandes
empresas editoriales del siglo XVIII que la Società quiso agradecer al
presidente del Consejo de España. Fue esta la razón por la que el
tercero de los tomos fuese dedicado al arzobispo –el anterior lo había sido al
emperador y el siguiente se dedicaría a Eugenio de Saboya–, encabezado por el
retrato de Folch de Cardona realizado por Antonio Daniele Bertoli y seguido de
la dedicatoria redactada por Filippo Argelati, bibliotecario boloñés, prefecto
de la biblioteca ambrosiana y socio fundador de la sociedad, de la que era el
encargado de la dirección tipográfica.
31Hasta ahora el único
retrato conocido del arzobispo era el de la galería de retratos de la catedral
de Valencia realizado por Evaristo Muñoz. Sabemos de la existencia de otro del
cual desconocemos el paradero, se trataba de un retrato de cuerpo entero
situado en la escalera del Colegio Mayor de San Pedro y San Pablo de Alcalá de
Henares, del cual Folch de Cardona fue colegial mayor35. La iniciativa de la Società Palatina nos permite
contemplar su efigie en los últimos años de su vida. El retrato, realizado por
Antonio Daniele Bertoli y grabado por Andrea Zucchi36, se presenta en un marco ovalado sobre una sencilla
repisa. El arzobispo aparece en una posición ligeramente escorzada, ataviado
con la muceta abotonada en la que destaca solamente el pectoral y cubierto con
el solideo. Es el retrato de un hombre en la edad madura, de ojos cansados,
nariz prominente y largos cabellos pero todavía arrogante. En la parte inferior
del marco se sitúa el escudo del arzobispo, ligeramente diferente del utilizado
en su sello de la catedral de Valencia y en el retrato de la galería arzobispal37. Se repiten los tres cardos de los Cardona, las barras
de Aragón, la cadena de oro puesta en cruz, aspa y orla propia de Navarra, las
águilas del reino de Sicilia y las vacas pasantes de Bearn. Encima se sitúa un
sobeescudo con la impresión de las llagas de San Francisco, haciendo alusión a
la condición de franciscano, la corona y la cruz trebolada, timbrado con el
capelo de diez nudos propio de los arzobispos.
32El retrato descansa
sobre una repisa con un espacio en blanco, conocemos otra versión suelta del
grabado conservada en la Biblioteca Nacional Austriaca en la cual ese espacio
vacío ha sido ocupado por una inscripción: “Fr. Antonius Folch Cardonius
Archiep. Valentinus, Carolo VI Imp. A. Penitior. Consiliis Hispanici consessus
Praeses”38.
Retrato de Antonio Folch de Cardona en Rerum italicarum
scriptores tomus tertius, 1723, diseñado por Antonio Daniele Bertoli y grabado
por Andrea Zucchi.
EL ENTERRAMIENTO
El arzobispo murió en su
palacio el 22 de julio de 1724. El Wienerisches Diarium del
día 26 ofrecía una narración de sus exequias. La carroza fúnebre con
los restos del arzobispo fue conducida desde su palacio a la puerta de
Carinthia, desde allí tomo el camino de la iglesia de San Jerónimo de los
franciscanos reformados donde se celebrarían las funciones religiosas39. Este era el lugar donde, según su testamento, debía
depositarse temporalmente su cuerpo hasta que en cuanto fuese posible se
trasladase al “convento y iglesia de Ntra. Sra. de los Angeles en Porciuncula”.
La basílica de Santa María de los Angeles se había construido cerca de Asís a
partir de 1569 para preservar la memoria de los lugares santos vinculados a la
vida de San Francisco, las capillas de la Porciúncula, el Tránsito y el Rosal.
Folch de Cardona había deseado trasladarse allí en vida, D. Pedro Morras,
marqués de Onrubia40 y D. Juan Antonio de Alvarado41 habían sido los intermediarios para organizar el
traslado, pero éste no llegó a realizarse “por los embargos y estorvos que se
interpusieron”.
34El convento de la Porciuncula iba a recibir 4
000 florines para la realización de 2 000 misas por el alma del difunto y cinco
misas cantadas cada año. Se destinarían al convento “los ornamentos nuevos que
he hecho haser en Milan”, esperando que pudiesen admitirse a pesar de su coste
“porque en España para la sacristías y para la iglesia, no hay límite en la
preciosidad de los paramentos sacros”. También encargaba que se compusiese un
relicario con sus “muchas y varias reliquias” destinado al mismo convento y
especialmente cedía la reliquia de Santa Rosalía que le había regalado la ciudad
de Palermo, las dos de San Carlos Borromeo y la del glorioso San Pedro
Regalado.
35No sabemos que sucedió
con el resto del legado, pero los ornamentos encargados en Milán nunca debieron
llegar a su destino, con toda seguridad aun no estaban pagados, tal vez por
ello o porque la basílica de Asís no quiso aceptarlos, su historia se tornó más
compleja. En 1727 llegaba a Murcia un enigmático personajes que se titulaba
barón, Jerónimo Sanz, de origen valenciano. Austracista exiliado en Lombardía,
se presentaba como Secretario de Guerra del emperador Carlos VI en la ciudad de
Milán. Su presencia en Murcia tenía por objetivo vender a la catedral un terno
encarnado de raso liso bordado en plata y oro, además de otros ornamentos, que
se habían fabricado en Milán para don Antonio Folch de Cardona y que después de
su muerte habían quedado sin destinatario. El conjunto fue adquirido por doce
mil reales de vellón, con un descuento de 1 500 reales respecto a la cantidad
pedida en principio. Los propios canónigos hicieron alusión a la gran
oportunidad de adquirir unos ornamentos espléndidos primorosamente bordados por
un precio realmente bajo, ya que el vendedor necesitaba desprenderse de la
pieza. El cabildo utilizó como argumento para bajar el precio el hecho de que
fuese necesario suprimir las armas del arzobispo Folch de Cardona por las de la
catedral de Murcia42. La azarosa peripecia de ese terno hoy perdido es casi
una metáfora de las complejas vicisitudes del exilio austracista.
36A la hora de hacer
referencia a su sepultura en Asís, el arzobispo pedía en su testamento “una
pobre y humilde sepultura entre los demás religiosos de dicho convento, sin
ninguna distinción, ornato, ni vanidad, sino como al mas humilde de sus
religiosos”. Según Cesare Guasti el sepulcro finalmente construido se limitó a
“due putti piagnenti e spegnenti una face” realizados en estuco por Gioachinno
Grampini, un especialista en el trabajo del estuco de Foligno43, por desgracia, también ese sepulcro se perdió en las
reformas realizadas en la basílica.
37El traslado del cuerpo a
Asís no debió realizarse hasta 1727, fue entonces cuando el conde de Cervellón,
su pariente, heredero y fiel acompañante en los años de Viena, redactó la
inscripción que debía figurar en la tumba y la envió a Valencia a través de su
hermano para ser revisada por el deán Martí. El texto de la inscripción fue
duramente criticado por el deán que encontró numerosas incorrecciones en el
latín del aristócrata, estas correcciones debieron mostrarse después a Jose
Manuel Miñana que les quitó importancia y las atribuyó a la maledicencia de
Martí, el conde contestó al deán sintiendo no poder complacerle totalmente en
la corrección de los errores, pero esto fue suficiente para que el deán diese
por rota la amistad44 y la correspondencia, la relación solamente se
reanudaría años después a través de Mayans. Una muestra más de las complejas
pero nunca interrumpidas relaciones entre el exilio vienés y el ambiente
valenciano.
EL LEGADO A LA
CATEDRAL DE VALENCIA
38El arzobispo no se olvidó en su testamento de
la ciudad de Valencia, además de “los demás roquetes, albas y otros paramentos
sacros” que quiso se enviasen “a mi iglesia de Valencia”, el obispo destinó
doce mil florines a “la fábrica y adorno” de la capilla de San Luis Obispo en
la catedral. El administrador de la obra debía ser D. José Castelví Coloma,
arcediano y canónigo, hermano del conde de Cervellón, siempre sujetándose a la
idea del cabildo.
39Las obras de la capilla
de San Luis Obispo no se acometerían hasta mucho después. La capilla se hallaba
pendiente de una renovación desde que en 1696 se había decidido intercambiar su
emplazamiento con la capilla de San Pedro45. Por entonces su altar había quedado reducido a un
retablo de talla sin dorar que mandó hacer el canónigo D. Ramón Mascarell. En
1762 el cabildo cobró los atrasos de algunos censos correspondientes a la etapa
del arzobispo Folch de Cardona y decidió iniciar la remodelación de la capilla.
Estas obras consistentes en una capilla cupulada con camarín construida por
Felipe Rubio, el dorado del retablo, la construcción de una reja y la
colocación de unos lienzos encargados a José Vergara iban a tener una vida muy
efímera, pues desaparecerían con la remodelación de la catedral comenzada en
1774 por Antonio Gilabert46.
40En el archivo de la
catedral de Valencia se conserva el inventario del legado del arzobispo, los
paramentos incluyen tres pontificales completos de tisú, casullas de seda y
damasco con galones de oro, túnicas, medias, mitras o roquetes. Pero el volumen
más importante de legado era el de las joyas, las cruces pectorales, anillos y
cadenas, con diamantes, rubíes, esmeraldas, amatistas de Bohemia, brillantes,
zafiros o topacios. Todas las joyas fueron cuidadosamente desmontadas y pesadas
en 1729 antes de ser remitidas a Valencia47, un voluminosísimo legado del que por desgracia tampoco
sabemos su destino final.
Encabezamiento de la dedicatoria al arzobispo en Rerum
italicarum scriptores tomus tertius, 1723.
EL RETRATO PÓSTUMO
41El único retrato con el que contábamos hasta
ahora de Don Antonio Folch de Cardona era el conservado en la galería de
retratos de obispos de la Sala Capitular de la catedral de Valencia, del que se
conoce también alguna copia. Como venía siendo habitual, esos retratos se
encargaban una vez el arzobispo abandonaba la sede valenciana y se atenían al
modelo que estableció Juan de Juanes al iniciar la serie en el siglo XVI. En el
caso Antonio Folch de Cardona, éste siguió siendo arzobispo de Valencia hasta
su muerte en Viena, solamente entonces se designó un sucesor y se encargó un
retrato suyo para colocar en la galería.
42Fue Sanchis Sivera quien
apuntó por primera vez el nombre del autor del retrato, Evaristo Muñoz, y
recientemente Francisco Cots ha publicado la noticia documental48. Muñoz, continuador de
la academia creada por su maestro Conchillos en Valencia, fue uno de los
pintores más prolíficos de la primera mitad del siglo XVIII y no es extraño que
se le encargase el retrato que como ya hemos apuntado seguía el modelo y el
tamaño de los que había iniciado Juan de Juanes dos siglos antes, con las
vestiduras y ornamentos propios del cargo, el arzobispo aparece de frente y en
actitud de bendecir, el letrero en la parte inferior expone en torno a su
escudo, una escueta biografía.
43El retrato se realizó en 1724, y no sabemos
si para llevarlo a cabo el pintor pudo contar con algún tipo de modelo, pues
aunque la fisonomía del arzobispo podía ser recordada por muchos valencianos,
hacía quince años que había salido de España. De esa manera, la que hasta ahora
ha sido considerada única imagen del arzobispo no es también sino una imagen
figurada, evocada desde la distancia, probablemente deformada y poco entendida,
la manera en la que a lo largo de los años se ha ido construyendo la biografía
escurridiza de Antonio Folch de Cardona.
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NOTES
1 Alcoberro, 2009. El mejor panorama del
ambiente cultural de los exiliados en León Sanz, 2002.
2 La única visión de conjunto de su biografía
es la de León Sanz, 2009, p. 103-147.
3 Testamento de D. Antonio Folch de Cardona.
Viena, 10 de julio de 1724. A.H.N. Sección Nobleza. Fernán-Nuñez C. 154, Doc.
31. Dado el carácter de esta publicación, hemos prescindido del apéndice
documental, que se publicará en una versión ampliada de este trabajo.
4 En la documentación del nombramiento como
arzobispo de Valencia en 1699 un testigo dice que era “hijo natural del Exmo.
Sr. D. Francisco Folch de Cardona, Marqués de Guadalest y Almirante de Aragón,
y de una señora de lo más principal de Valencia; y que no fue habido de
legítimo matrimonio por el impedimento con que se hallaban, aunque es notorio
que es hijo de dicho señor Almirante y de dicha señora, y que como tal fue
criado y alimentado y reconocido por dicho señor Almirante”. Citado por Barrio
Gozalo, 2003, p. 7-55. La genealogía de los Almirantes de Aragón en Laurencín,
1919, p. 306-375.
5 Todos los entrecomillados proceden del Proceso
criminal, 1788, p. 47-50. Aquí se presenta la biografía más
completa que conocemos de los años previos a su traslado a Valencia,
interesante por sus jugosos comentarios sobre la personalidad de Folch de
Cardona y su papel en la Corte en los últimos años de Carlos II cuando
diferentes grupos de poder intentan hacerse con la voluntad del rey a propósito
de la sustitución del confesor real, parece ser que entonces la reina propone
como Inquisidor General a Folch de Cardona “que siempre le había sido grato”.
El texto anónimo se supone redactado por Lorenzo Folch de Cardona, consejero de
la Inquisición, miembro del Consejo de Castilla, medio hermano de Antonio Folch
de Cardona y participante como él en las intrigas palaciegas.
6 Durante el episcopado de Folch de Cardona se debió
realizar una pequeña remodelación del palacio episcopal, probablemente motivada
por la instalación de su biblioteca, que deberá ser objeto de un estudio más
detenido en otro lugar.
7 Villanueva, 1806, p. 235-236
8 Sobre esto Martín Gaite, 1988 p. 90.
9 Esta es la biblioteca analizada en García
Gómez, 1996.
10 García Gómez, 1996b, p. 345-386.
11 A esas compras habría que añadir otros
pequeños lotes, como trasluce la correspondencia entre el arzobispo y D.
Nicolás Bas, que en carta de 31 de agosto de 1702 afirma: “Estimo asi mesmo a
V. la buena diligencia de haber facilitado el que de Nápoles vengan a Valencia
los libros que contine la lista que V. me remite, y en llegando haremos
elección de los que parecieren más selectos y que me faltan”. BUV, Mss. 166(26)
12 Pradells, 1984, p. 149-187.
13 No todos los libros quedarían definitivamente
en la Biblioteca Nacional. En los años siguientes hicieron sucesivas
reclamaciones los franciscanos de Castilla La Vieja que recuperaron parte de
sus libros, una sobrina del arcediano José Cardona que consiguió que se le
reembolsase el valor de la biblioteca de su tío y los libreros que reclamaban
el pago de los libros que el arzobispo no había satisfecho.
14 Rodriguez, p. 208.
15 La primera referencia en Montoya Beleña, 2003
y López Azorín, 2006, p. 55.
16 Escartí, 2007, p. 95.
17 Escartí, 2007, p. 265.
18 Sobre el enfrentamiento con Macanaz, véase
Martín Gaite, p. 90-148.
19 Martín Gaite, p. 148.
20 La bibliografía sobre el ambiente político de
los españoles en Viena comienza a ser abundante, son imprescindibles los
abundantes trabajos de Virginia León Sanz y el más reciente de Agustí
Alcoberro. Con carácter general puede citarse León, 2003.
21 Citado por Alcoberro, 2003, p. 125.
22 Negri, 1816, p. 275-276.
23 Altra volta l’Imperatore gli disse: So
che spesso siete a pranzo dall’Arcivescovo di Valenza mio primo ministro. È
desso un uomo dotto? E il Zeno: Sì, rispose. Veramente, seguitò
il Sovrano, è un uomo grande. Egli in venti righe espone un
fatto od un consiglio meglio ch’altri non farebbe in trenta periodi; ma ha un
difetto. –Un difetto, rispose Apostolo, non è poi molto.– Il difetto è,
riprese, che si fa odiare da tutti. E l’altro: Se
la risposta è permessa, disse, io
credo, che ciò sia non tanto difetto del ministro, quanto necessità del
ministero. Carlo con gran senso ammirò il detto, e si tacque.
Negri, 1816, p. 284.
24 “Ha lasciato un Nome infamissimo per le tante
ribalderie, e scelleragini, che si sono scoverte dopo la di lui morte. Non si
ricorda morte cotanto gradita da tutti universalmente, e dagli stessi spagnoli,
che questa, ed un cavaliere valenzano argutamente disse quella mattina che fu
esposto in il suo cadavere, che quella era stata la prima volta, che S. E. avea
data udienza”. Citado por Pisani, 1998, p. 60-75.
25 El “Prospectus atrii, et aedificii ad hortum
Archi-Episcopi de Valentia”, delineado por Salomon Kleiner y grabado por Johann
August Corvinus, formó parte de la “Vera et accurata delineatio omnium temporum
et coenobitorum quae tam in caesarem urbe ac sede Vienna Austrae”. El conjunto
de láminas grabadas fue publicado en cuatro entregas entre 1724 y 1737. La
vista del palacio del arzobispo de Valencia formó parte de la segunda entrega
publicada en 1725. Reproducidos en Das florierende Wien, 1979.
26 Sobre el palacio véase ahora Lorenz, Rizzi,
2007.
27 Pisani, 1998.
28 En el inventario post mortem de Uceda
aparecían “tapices, cortinas y alfombras, instrumentos de música, objetos de
plata, cristalería, una linterna mágica, dos microscopios, varios instrumentos
matemáticos, un compás, un tablero de ajedrez con las piezas de ébano y marfil,
juegos de café, té y chocolate compuesto por jícaras, jarras, esquifes, etc.,
un reloj, una cadena de oro, sellos de oro y plata con mango de marfil, recados
de escribir, una piedra bezoar, relicarios, un agnus dei, y un conjunto valioso
de dibujos y cuadros, la mayoría de ellos de artistas italianos como Bernini,
Caravaggio, Anibal Carracci, Correggio, Pietro de Cortona, Domenicino,
Giorgione, Lorenzo Loti, Andrea Mantegna, Miguel Angel, Palma el Joven,
Parmigianino, Pietro Perugino, Rafael de Urbino, Giulio Romano, Andrea del
Sarto, Luca Signorelli, Tintoretto, Tiziano, Giorgio Vasari, Veronés, Leonardo
da Vinci, Daniel Volterra, etc.”, Ruiz García, García-Monge Carretero, 2001, y
Martín Velasco, 2006.
29 Alcoberro, 2003, p. 126.
30 Grosse Bibliophile 1969; Nieto Nuño,
1987.
31 Nieto Nuño llega incluso a insinuar la
posibilidad de que el emperador intentase comprar también los libros de la
biblioteca valenciana del arzobispo que habían sido confiscados, llevados a la
biblioteca nacional y de allí otra vez al convento de Palencia. Apunta incluso
la posibilidad de que uno de los libros ahora custodiados en la Biblioteca
Nacioanl de Viena, un códice de la época de Carlos el Calvo de Francia con la
anotación “Canon Missae ex. Bibl. Valentina N. 3” proceda en realidad de la
biblioteca arzobispal valenciana, aunque probablemente sea sencillamente un
libro transportado por el arzobispo.
32 Nieto Nuño, 1987, p. 231-235.
33 Joane Baptista Carusio había publicado en
1720 la Historie Saracenico-Sicule con
una carta dedicatoria a Folch de Cardona. Apostolo Zeno hace referencia a la
obra en el Giornale de’letterati d’Italia e
incluye el comentario sobre el arzobispo. Giornale, 1723,
p. 479.
34 Cusani, 1864, p. 230-231, Cremonini, 1997.
35 Alcolea, 1777, p. 314, el libro incluye una
pequeña biografía de Folch de Cardona “En todos estos puestos honoríficos, y
empleos de tanta monta lucio su talento, prudencia, y literatura. Esta su
retrato de cuerpo entero en medio de la espaciosa escalera de este su colegio,
para honor suyo”.
36 Samek Ludovici, 1975.
37 El sello de Folch de Cardona en Olmos
Canalda, 1949, p. 225.
38 Österreichische
Nationalbibliothek. Bildarchiv., Sig. PORT_00081571_01.
39 Nieto Nuño, 1987, p. 197-199.
40 Don Pedro Morrás, marqués de Onrrubia, destacado
militar austracista y embajador en Turín, se había retirado al monasterio de
Asís en 1719. Alcoberro, 2003, p. 91-93.
41 Juan Antonio de Alvarado fue secretario para
la negociación de Nápoles del Consejo de España, Alcoberro, 2003, p. 195.
42 Pérez Sánchez, 1997, p. 59.
43 Guasti, 1882.
44 La redacción de este epitafio suscitó una
interesante correspondencia entre el conde de Cervellón, Manuel Martí y Miñana.
La inscripción, las anotaciones de Martí, las de Miñana y la contestación del
conde de Cervellón a Martí en Mayans y Siscar, 1973, p. 426-434.
45 La capilla albergaba los restos del santo que
habían sido llevados a Valencia como botín de guerra por Alfonso el Magnánimo y
la antigua capilla se había construido entre 1446 y 1466. Sanchis Sivera, 1909,
p. 267-270
46 Sanchis Sivera, 1909, p. 283, A.C.V. Pahoner.
Especies Perdidas, T. XI, p. 115.
47 A.C.V., Legajo 56:2.
48 Sanchis Sivera, 1909, p. 538. Cots Morató,
2007.
NOTES
DE FIN
1 Este trabajo está incluido dentro del
proyecto de investigación I + D HAR 2009-13302, forma parte de una
investigación más amplia sobre el uso de las imágenes por parte del exilio austracista
en Viena, parte de la investigación pudo llevarse a cabo durante una estancia
en Viena financiada por la Universitat de València en el verano de 2010. Mi
agradecimiento al profesor Friedrich Edelmayer que me acogió en el Institut für
Geschichte de la Universität Wien y al personal del Haus-, Hof-und Staatsarchiv
y la Österreichische Nationalbibliothek.
https://books.openedition.org/pupvd/7987
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