Isaac Puente
Amestoy, médico, anarquista, libertario
En los años veinte
y treinta, el desarrollo del movimiento neomaltusiano
anarquista y del eugenismo reformista
ampliaron de forma considerable los foros de debate con relación al
control de la natalidad, abriendo, al mismo tiempo, nuevos escaparates
publicitarios en torno a la diversidad de técnicas e instrumentos
anticonceptivos.
Tanto los
anarquistas como los eugenistas no tuvieron ningún escrúpulo -a pesar del
ambiente retrógrado e ignorante de la época-, en recomendar en periódicos y
revistas, una rica y variada oferta de métodos y fórmulas anticonceptivas.
La tarea informativa
no era fácil, toda vez que el uso de estos métodos, en especial el uso del
preservativo, venía asociado a la tan denostada como utilizada prostitución.
Entrar en una farmacia o “tienda de artículos de goma” era una odisea, donde se
ventilaba el honor y el respeto de la Penélope en particular, por lo que, por
regla general, se abstenían de asomar la cabeza en dichos establecimientos.
Tampoco la clase médica lo puso fácil. Más bien, sucedió
lo contrario. De ahí que ni las pretensiones de divulgación llegaron a buen
puerto, ni el esfuerzo realizado por médicos anarquistas y eugenistas se vio
completado por la respuesta de la sociedad, que siguió manteniéndose en los
diques de la ignorancia sexual.
En este campo, Isaac Puente y Javier
Serrano fueron dos médicos anarquistas que sobresalieron
con creces en este menester de divulgación y de información científico
sanitaria, criticando acerbamente el sistema político burgués del Estado que
daba origen a esa situación. El golpismo se lo pagó crudamente: al primero lo
fusilaron tras el golpe y el segundo tuvo que exiliarse a Francia.
En esta primera ocasión, el reportaje se referirá al
médico vasco Isaac Puente Amestoy.
Isaac Puente Amestoy (1896-1936)
Nació en Las Carreras (Abanto Ciérvana-Vizcaya). Estudió
Medicina en Santiago de Compostela y en Valladolid. En 1919, casó con Luisa
García, con la que tuvo dos hijas. Empezó a ejercer como médico rural en
Cirueña, obteniendo en 1919 la plaza de médico titular del partido de Maeztu,
comarca con 20 pueblos, donde ejerció el resto de su vida. Tuvo una gran
influencia tanto en los predios médicos como políticos; en el ámbito
anarquista, especialmente, en la militancia de la FAI.
En el terreno del sindicalismo sanitario, fue uno de los
promotores de la Federación Nacional de Industria de Sanidad de la
CNT. En 1930, inició su actividad política institucional al ser
nombrado diputado provincial de Álava, elegido Vicepresidente del Colegio de
Médicos de Álava (1927-1930); sin embargo, permaneció sólo dos meses en ese
cargo político, a pesar del carácter obligatorio que conllevaba aceptarlo.
En octubre de 1933, se le encargó a nivel nacional la
redacción del pensamiento de lo que se conocería como comunismo
libertario.
Como médico, defendió el maltusianismo y el naturismo.
En el primer número de la revista anarquista Generación
Consciente (1923), sostuvo que “la eugenesia tenía cada vez más adeptos y era deber
de todo médico difundir y propagar su enseñanza”, pues de no hacerlo,
incurriría en “una gran responsabilidad moral”.
No por ello renunciaba a los principios
del maltusianismo como lo refiere la siguiente cita: “Divulgar
las leyes y conocimientos de la herencia a fin de evitar la criminal herencia patológica
cuya monstruosidad solo la ignorancia puede disculpar; educar racionalmente a
la infancia, iniciándola en la sexualidad y cultivando en ella sentimientos de
Salud, Bondad y de Belleza, para influir más tarde en la pasión amorosa, la que
debe obedecer a esa trilogía: propagar las condiciones de normalidad más
favorables al acto de la fecundación; cuidados anteriores que requiere esta
trascendental función para conseguir un producto lo mejor posible; medios de
impedir la misma (neomalthusianismo) cuando deba evitarse; cuidados que
requiere el embarazo; reglas para la buena crianza del niño de pecho
(Puericultura) e Higiene profiláctica”
La eugenesia no fue muy bien recibida
por la sociedad católica y conservadora.
Recordemos el Curso eugenésico Español de 1928,
prohibido por la Dictadura, sin olvidar que el Código Penal en ese año añadió
un nuevo artículo que prohibía las “teorías o prácticas anticoncepcionales
fuera de publicaciones meramente científicas o actos de corporaciones
técnicas”. De hecho, el concepto de neomaltusianismo se prohibió usarlo en la
revista Generación Consciente, a pesar de hacerlo desde su fundación
en 1923.
Los contenidos de la revista, no solo eran incompatibles
con la moral pública imperante, sino que ni siquiera tenía la consideración de
publicación científica y seria. Para Puente, sin embargo, el término
neomaltusianismo, al defender sus renovados objetivos en 1930, aseguraba que el
concepto “Generación Consciente venía a
capacitar al hombre mental y físicamente; venía a mermar esa cantera que
suponen las familias numerosas de hambrientos, montón de carne inconsciente,
analfabeta y depauperada, de que se abastecen los cuerpos sostenedores de esta
sociedad inmoral y cruel, y es natural que había de captarse el odio y la
guerra de todos los buitres que trafican y medran con la ignorancia y el dolor
humanos. Hoy, al desaparecer la odiosa censura, la obra educativa de Estudios intensificará
la propaganda neomalthusiana y eugénica, atendiendo con preferencia a su lema
inicial de Generación Consciente". (La
Redacción, oct. 1930).
Para Puente el neomaltusianismo se
concebía como disciplina integral y relegaba “la
eugenesia a una más de las razones de la práctica
anticonceptiva", en concreto a la “fría razón” de no procrear
cuando existan en la pareja casos de enfermedades hereditarias o “taras
morbosas transmisibles” (oct. 1930).
Firmaba sus artículos como I. Puente y, mayormente, como
“Un médico rural”. Lo hizo en la prensa obrera, sobre todo, en Solidaridad
Obrera y en el suplemento Tierra y Libertad.
Como especialista en temas de salud y de sexualidad se prodigó en revistas
como Generación Consciente, Estudios, la
Medicina Ibera, Revista de Medicina de Álava, El
Pájaro Azul y Despertad.
Aparte de su
ingente labor como publicista, serio y riguroso, nada frívolo, escribió libros
como Divulgación de la embriología, Biblioteca de Generación
Consciente, La fiebre sus causas, Tratamiento de la
impotencia sexual, entre otros.
Compromiso periodístico
En su faceta como
publicista en la prensa obrera se caracterizó por el uso de una claridad
conceptual nada complaciente con el poder político, económico, religioso y
moral. Sus análisis son tan impecables como implacables. Su estilo, sin ser
seco, no deja de ser elegante, dada la precisión y rigor terminológico en
el uso del vocabulario utilizado, siempre accesible al lector al que se dirige.
Al concebir su
profesión como si fuese la vocación de un sacerdote o de un apóstol su jornada
laboral duraba veinticuatro horas, siempre al servicio de los desheredados.
Al margen de sus
análisis políticos anarquistas, me limitaré a rescatar sus opiniones relativas
al mundo de la medicina, especialmente los publicados en un medio popular como
el periódico Solidaridad Obrera, haciendo hincapié en tres de
ellos.
Contra el médico
funcionario
El primero de
estos artículos lleva por título El médico funcionario, reproducido
de la revista Ars Médica, y lo firma como Isaac Puente. Lo
transcribo tal cual, sin comentarios. Interpretarlo desvirtuaría la fuerza de
su pensamiento original.
“(El médico
funcionario) tiene nulas convicciones políticas ni sociales arraigadas, que no
le impiden aceptar como perfectos y justos la organización social, y el
armatoste del Estado y hasta la finalidad de las instituciones. Sanidad y
Beneficencia son poco más que dos derroteros burocráticos a seguir (…). (El
médico funcionario) ha vendido su primogenitura por un plato de lentejas. Ha
renunciado a su criterio personal, limitado a exponerlo solo cuando se le pide.
Ha renunciado a tener ideas políticas, puesto que hay leyes que le prohíben
manifestarlas. Y ha renunciado a tener ideas sociales, puesto que sin medir la
hondura del abismo se ha adscrito a servir al orden dominante. No va nunca más
allá de lo que le señala el reglamento (…) Para el médico funcionario todo es
perfecto e invulnerable, desde la ciencia que ha adquirido en la Universidad,
hasta el orden social en el que ha encontrado su acomodo. Es el mayor abuso que
pueda hacerse de la propiedad intelectual; coger de ella solo lo que puede
proporcionar ventajas egoístas y despreciar el deber y la responsabilidad que
la propia conlleva”. (Solidaridad obrera, 11.3.1931).
Contra los intelectuales
El segundo se
titula Los llamamientos a los intelectuales. El retrato que
hace de ellos es mucho más agrio que el dedicado al médico
funcionario. Podría perfectamente titularse La traición de los
intelectuales, emulando idéntico título publicado en 1927 por Julen Benda,
referido a los intelectuales que habían renunciado a la defensa de los valores
universales sustituyéndolos por los valores particulares de la clase, de la
raza o de la nación. Dice Puente:
“Son sordos de los
peores. De los que no quieren oír. Y dirigirse a ellos es poco menos que clamar
en el desierto. Detentadores de un privilegio, usufructuarios de
una propiedad, disfrutando de una tolerante consideración social; educados
para la sumisión a los poderes constituidos, y el acatamiento a los
dogmas dominantes. Reconociéndoles de un modo tácito el monopolio del
talento y la posesión de la sabiduría, nada tiene de extraño lo
recalcitrante y fósil de su conservadurismo. Engreídos en la
idea de su supuesta superioridad, consideran al obrero necesitado de tutela, e
incapaz, por su cuenta, de hacer nada razonable. Tienen por esto una mentalidad
política: la sociedad ha de estar dirigida por gentes preparadas, por
intelectuales y el obrero debe esperar del acierto de quienes le manden la
solución de todos sus problemas. Pueden aceptar el socialismo y el comunismo de
Estado, pero no pasan por el sindicalismo ni por el anarquismo que los coloca a
la misma altura que los demás hombres. No tienen dignidad, pues si
de veras la sintieran no prestarían al papel de segundos y de comparsa a que
nos relega el régimen burgués”.
“(El médico
funcionario) tiene nulas convicciones políticas ni sociales arraigadas, que no
le impiden aceptar como perfectos y justos la organización social, y el
armatoste del Estado y hasta la finalidad de las instituciones. Sanidad y
Beneficencia son poco más que dos derroteros burocráticos a seguir (…). (El
médico funcionario) ha vendido su primogenitura por un plato de lentejas. Ha
renunciado a su criterio personal, limitado a exponerlo solo cuando se le pide.
Ha renunciado a tener ideas políticas, puesto que hay leyes que le prohíben
manifestarlas. Y ha renunciado a tener ideas sociales, puesto que sin medir la
hondura del abismo se ha adscrito a servir al orden dominante. No va nunca más
allá de lo que le señala el reglamento (…) Para el médico funcionario todo es
perfecto e invulnerable, desde la ciencia que ha adquirido en la Universidad,
hasta el orden social en el que ha encontrado su acomodo. Es el mayor abuso que
pueda hacerse de la propiedad intelectual; coger de ella solo lo que puede
proporcionar ventajas egoístas y despreciar el deber y la responsabilidad que
la propia conlleva”. (Solidaridad obrera, 11.3.1931).
Contra los intelectuales
El segundo se
titula Los llamamientos a los intelectuales. El retrato que
hace de ellos es mucho más agrio que el dedicado al médico
funcionario. Podría perfectamente titularse La traición de los
intelectuales, emulando idéntico título publicado en 1927 por Julen Benda,
referido a los intelectuales que habían renunciado a la defensa de los valores
universales sustituyéndolos por los valores particulares de la clase, de la
raza o de la nación. Dice Puente:
“Son sordos de los
peores. De los que no quieren oír. Y dirigirse a ellos es poco menos que clamar
en el desierto. Detentadores de un privilegio, usufructuarios de
una propiedad, disfrutando de una tolerante consideración social; educados
para la sumisión a los poderes constituidos, y el acatamiento a los
dogmas dominantes. Reconociéndoles de un modo tácito el monopolio del
talento y la posesión de la sabiduría, nada tiene de extraño lo
recalcitrante y fósil de su conservadurismo. Engreídos en la
idea de su supuesta superioridad, consideran al obrero necesitado de tutela, e
incapaz, por su cuenta, de hacer nada razonable. Tienen por esto una mentalidad
política: la sociedad ha de estar dirigida por gentes preparadas, por
intelectuales y el obrero debe esperar del acierto de quienes le manden la
solución de todos sus problemas. Pueden aceptar el socialismo y el comunismo de
Estado, pero no pasan por el sindicalismo ni por el anarquismo que los coloca a
la misma altura que los demás hombres. No tienen dignidad, pues si
de veras la sintieran no prestarían al papel de segundos y de comparsa a que
nos relega el régimen burgués”.
Nos sentimos
cómplices de un sistema al que vemos defender y amparar como si se tratara de
la más moral de las instituciones. Un título académico es una patente para
robar legalmente. Es necesario pensar en implantar un régimen social que nos
asegure el disfrute de lo necesario y que no nos obligue a vivir, ni nos
consienta vivir, a costa de la dispensación de nuestros conocimientos”. (Solidaridad
Obrera, 28.7.1932.).
Compromiso político libertario
Antes de la
llegada del golpe de Estado, pasaría dos años en la cárcel, exactamente de 1932
a 1934, por su militante anarquista. Tiene su ironía el hecho de que en 1932
fuera detenido por los “socialistas” “al ser acusado de tramar un siniestro
complot sedicioso contra la República”. Fueron veinte días de detención
gubernativa. De los 63 anarquistas detenidos, se procesarían ocho. Entre ellos,
Isaac. Para su desgracia, el ambiente político de la ciudad se enrareció intencionadamente y,
tras ser asesinado el guardia municipal Fidel Perea de Vitoria, el gobernador,
sin prueba alguna, “les atribuyó su muerte, cuando el juez ya había procesado
al presunto autor detenido que no era sindicalista” (Solidaridad Obrera,
27.4.1932).
La prensa calificó
a Isaac Puente de “médico de ideas extremistas” (Heraldo de Madrid,
16.4.1932); El Siglo Futuro de “médico comunista”
(16.4.1932); El Imparcial de “extremista” (17.4.1932). El
periódico La Tierra saldría al paso diciendo que Isaac Puente,
detenido en su domicilio de Maeztu, “no es de filiación comunista; tiene ideas
libertarias, anarquistas y humanitarias poniendo su saber y ciencia al servicio
de la clase explotada en primer lugar”. Con relación a su detención junto con
los 63 compañeros citados, el periódico La Tierra dijo: “Si
estas detenciones las achacan a que ha habido órdenes del Sindicato, van
completamente equivocados, por cuanto a partir del 14 de abril no ha habido
declaración de huelga general más que en la mente calenturienta del poncio, a
quien le persigue el fantasma sindicalista a todas partes” (La Tierra,
22.4.1932).
Más tarde, el
propio Isaac Puente escribiría dos cartas, una dirigida a los camaradas del
periódico y otra al gobernador civil, José María Amilivia. En ella afirmaba que
“nos creemos injustamente detenidos en satisfacción de una venganza política y
de la rivalidad sindical de los socialistas, a cuyo servicio está, como es
lógico, el señor Amilivia. Se ha querido estrangular en nosotros a la
organización, encarcelar nuestro movimiento y nuestras ideas” (Solidaridad
Obrera, 7.5.1932).
Su encierro en la
cárcel, no le impidió “participar” en el Mitin del 18 de diciembre de 1932
celebrado en Barcelona donde se leyeron unas cuartillas escritas en el trullo y
enviadas expresamente al acto. Ni siquiera su encarcelamiento, de 1932 a 1934,
le impidió enviar sus artículos habituales a la revista Estudios, ni
al periódico libertario.
Isaac Puente, neomalthusiano y eugenista
Puente, como
Kropotkin, aceptaba que la degeneración del proletariado era
un hecho evidente, pero, como el príncipe ruso, entendía que no era la herencia
su causa, sino razones económicas, políticas, culturales y sociales las que
anegaban en la miseria la salud de los trabajadores.
Aunque no era
partidario del aborto como medida de control de la
natalidad -era una medida dolorosa para la mujer-, consideraba que, si
una mujer deseaba hacerlo, era una decisión que el médico debía respetar. Le
parecía una inmoralidad y una injusticia que no se practicase el aborto a una
mujer cuya vida o descendencia corriera peligro. Más que centrarse en los
riesgos del aborto, Puente acentuaba su lado moral e ideológico. En su opinión,
era una herramienta fundamental para la emancipación sexual de la mujer y la
mejora de la sociedad: "Para nosotros la tesis del aborto es esta: Reconocimiento
del derecho de la mujer a hacer abortar siempre que ella lo quiera. Su cuerpo
es suyo" (Un médico rural, Estudios, 1932. Nº 105).
En cuanto a las
distintas medidas anticonceptivas que había que tomar lo eran
bajo las siguientes circunstancias: “1. Padres enfermos de sífilis o
tuberculosis. 2. Padres que no gozasen de buena salud o cuando la relación
sexual reproductora no fuera la ideal; 3. Cuando la madre corriera peligro en
caso de una posible gravidez”. En un artículo, titulado “Nuestro deber
biológico” proponía que “habría que evitar procrear en condiciones
“disgénicas”, es decir, cuando los padres sufrían enfermedades venéreas, cuando
se consumía mucho alcohol o tabaco, o cuando la familia
sufriera pobreza económica (Generación Consciente, nº 9 1924).
Participaba,
también, de la idea de que los médicos debían esforzarse en informar de
los medios anticonceptivos existentes a las mujeres y, “en caso de
tener que practicarse algunos de ellos, fuera el médico quien lo hiciera”. No
era muy partidario del uso del preservativo, pero, caso de
utilizarse, aconsejaba que se hiciera “cuando la mujer no consiente en el
empleo de los anticonceptivos o no puede contarse con su colaboración" o
“cuando las relaciones se hacían sin las correspondientes garantías de sanidad
y de prevención contra el contagio venéreo”. Entonces, lo recomendable eran
preservativos de goma de buena calidad. Y, a continuación, describía las normas
de su correcto empleo y conservación (Un médico rural, “El self-control",
en Estudios, marzo de 1931).
Las colaboraciones
de Isaac Puente en la revista Estudios son inagotables. En
febrero de 1932, escribe “Aborto y anticoncepción”; en noviembre,
“Conocimientos útiles anticoncepcionales”. En la revista había una sección tipo
consultorio, donde el lector preguntaba lo que en esos momentos más le
preocupaba. En un momento, indicará a varios lectores con dificultades para
adquirir la venta de determinados productos el lugar dónde los podían adquirir.
En los números de febrero de 1933, disertará sobre "De profilaxis
anticoncepcional”. En marzo, junio y noviembre de 1934, sobre "Ventajas e
inconvenientes de los procedimientos anticoncepcionales". Y, en marzo de
1935, de "Los periodos de esterilidad fisiológica en la mujer".
El inventario de los métodos
anticonceptivos descritos en la revista de Estudios, entre
1930 y 1936, sería el siguiente: “1) Medios mecánicos:
preservativos, pesario, obturador, capacete, esponja, borla. 2) Medios
químicos: pomadas, cremas, óvulos, irrigaciones vaginales. 3) Medios
quirúrgicos: esterilización mediante operación quirúrgica. 4) Medios
radiográficos: esterilización mediante rayos X. 5) Medios
serológicos: inyección del líquido seminal en la mujer. 6). Medios
fisiológicos: el método preventivo de Ogino y Knaus basado
en los períodos de esterilidad y fecundidad de la mujer”.
Hildegart
Rodriguez en Profilaxis anticoncepcional. Paternidad voluntaria,
escrito en 1932, reproducirá estos mismos medios anticoncepcionales añadiendo
algunos más, y clasificándolos en métodos de uso femenino y masculino,
con ilustraciones dibujadas por ella misma.
A partir de 1934,
el método fisiológico Ogino será al que más atención le preste la revista Estudios.
La estudiosa Mary Nash ve en esa fecha tardía el desfase tremendo de España
ante la aplicación del método de dicho método (Neomalthusianismo anarquista
y control de natalidad en España, 1984).
Puente, como el
resto de colaboradores, lo describe con todo detalle y minuciosidad. No solo su
aplicación, sino los principios científicos en que se basa su
funcionamiento y, muy especialmente, los mecanismos referidos a la fecundación,
facilitando dibujos, gráficas y diagramas para hacer fácil su compresión. La
revista confeccionará un calendario de propaganda señalando
los días de esterilidad y fecundidad para un ciclo normal y regular de
veintiocho días. En su afán informativo del método, les mueve la tesis de que
“en toda mujer existe un período fecundo entre las dos menstruaciones, un
periodo precedido y seguido de un período de esterilidad”. No obstante, el
doctor Félix Martí Ibáñez lo rechazaría por considerarlo “inexacto” e
“inseguro” y no, como se dijo, porque estuviese patentado por la Iglesia
católica. Además, generaba mucha ansiedad y angustia en las mujeres que lo
practicaban.
La esterilización
con rayos X la consideraba peligrosa, por la inseguridad y dificultad
en la dosificación. En cuanto a los medios serológicos, Isaac
Puente se mostraba receloso por cuanto “se encontraba aún en fase de
experimentación y ofrecía una acción protectora corta y un margen amplio de
riesgo de fracaso”.
El procedimiento
de la esterilización de la mujer, recomendado en los años de la II
República, lo aconsejaba Puente para casos excepcionales, con ligadura de
trompas.
La esterilidad del
hombre mediante la vasectomía ofrecía menos problemas por
tratarse de una operación menor. Pero, a pesar de ello, su mera propuesta
generó un gran debate. Puente se vio precisado a distinguir entre vasectomía que
era irreparable y vasotomía que permitiría la recuperación
parcial de la potencia fecundadora del hombre en un futuro. Las suspicacias
fueron enormes, toda vez que las prácticas esterilizadoras estaban impulsadas
en esta época por el régimen nazi contra individuos que padecían alguna tara
física o psíquica. Puente no deseaba en modo alguno que anarquismo y nazismo se
confundieran ni de lejos, de ahí su interés en recalcar la decisión voluntaria
del sujeto a la hora de decidir dicha técnica A este respecto, el doctor Javier
Navarro y Coello afirmaba: “Es fácil la vasectomía para impedir la concepción.
Es sumamente fácil, pero la ley la prohíbe”
(Solidaridad
obrera, 11.4.1934).
Asesinato en Pancorbo
Tras el
levantamiento militar de julio de 1936 y al estar Maeztu en zona golpista y
rebelde, Isaac Puente fue detenido el 28 de julio de 1936 y trasladado a la
cárcel de Vitoria. Según vox pópuli, en la noche del 31 de agosto fue sacado de
la cárcel y fusilado en el desfiladero de Pancorbo (Burgos).
Como cuentan sus
biógrafos, su asesinato fue condenado por todo tipo de personalidades de la
época, fueran de izquierdas como de derechas. A este respecto, Juan Ferrer
decía que “la bondad de Puente era tan auténtica, que no tenía enemigos ni en
la tierra reaccionaria donde moraba. Precisó una requisa forastera para que el
bueno de Isaac Puente pudiera ser conducido al calvario ante el estupor de los
maeztucinos”.
Dio nombre
al Batallón Isaac Puente, la unidad militar nº 3 de las Milicias
Antifascistas de la CNT del País Vasco que actuó en el Frente Norte durante la
guerra, y que fue el batallón de choque nº 11 del Estado Mayor del Euzko
Gudarostea. (Véase el documentado libro de Francisco Fernández de
Mendiola, Isaac Puente, El médico anarquista, Editorial
Txalaparta).
Como en tantos otros casos, su casa, patrimonio y bienes personales
fueron expoliados por el régimen, a la par que intentó sepultar su nombre en la
sima del olvido.
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