El pasado
vuelve a marcar el presente: la emigración española*
Trabajadores españoles con sus modestos equipajes, integrantes de una
expedición oficial, agrupados en el andén de la estación.
Este texto trata de analizar la evolución de la
emigración española a lo largo de la historia, mostrando que la crisis
económica actual no tiene muchas diferencias respecto al pasado, porque en el
fondo el problema reside en una herencia: la falta de previsiones productivas.
Muchos de los condicionantes presentes en la emigración de antaño se están
reproduciendo en la actualidad, con la salvedad importante de la alta
cualificación de los emigrantes presente frente a la baja cualificación anterior.
Introducción
Aunque pueda parecer un producto de
la globalización o entenderse como una moda, es posible afirmar que las
migraciones son innatas en el ser humano. Se trata de un fenómeno permanente e
inacabado, aunque hoy la familiaridad con estos acontecimientos y el dinamismo
de los medios de comunicación que los difunden hacen que adquiera una mayor
atención.
Las constantes informaciones,
artículos y estudios sobre los movimientos migratorios llevan a pensar que los
procesos acaecidos a finales del siglo XX y principios del siglo XXI son
mayores a los del pasado. No obstante, si se analiza en términos relativos
resultan claramente inferiores a los acontecidos a finales del siglo XIX y
principios del siglo XX. Como apunta Arango (2007: 13) Estados Unidos, el
principal país receptor ―en
referencia a la migración de principios del siglo XX― recibió en el año 1907 la cifra de un millón 700 mil nuevos inmigrantes, número nunca
superado después. En el momento actual, el fenómeno migratorio es diferente en
volumen, pues la población mundial es cuatro veces superior a la de entonces.
Aproximadamente viven fuera de sus fronteras unos 232 millones de personas, es
decir, 3.2 por ciento de la población mundial (UN, 2012), mientras que en el
año 1965 las cifras eran de 75 millones (2.2 por ciento). Otra diferencia
significativa es que en el pasado, prácticamente media docena de países eran
receptores y tan sólo una docena emisores; en el presente, se ha ampliado tanto
el número de países receptores como el de emisores. En la actualidad, el
destino de las migraciones exteriores globales no es exclusivo de los países
tradicionalmente receptores (Estados Unidos, Argentina, Brasil, Australia,
Canadá y Nueva Zelanda) sino que se ha ensanchado a áreas de Europa, la zona de
Ghana, el Golfo Pérsico y países como Sudáfrica, Gabón o Japón, a la vez que
los países emisores son todos los del planeta. En el análisis de este fenómeno
es importante valorar el informe de Naciones Unidas (UN, 2012), donde se señala
por ejemplo que las tres cuartas partes de las personas migrantes proceden de
países subdesarrollados.1 Además,
otro aspecto importante en el proceso migratorio es la cuestión de género. Si
en el pasado existía un mayor porcentaje de varones frente a mujeres, en estos
momentos se han invertido los papeles: en el año 1965, las mujeres migrantes
representaban 47 por ciento, en el año 2013 suponen 52 por ciento (OIM, 2013).
Se trata por lo tanto de un hecho que atañe y se refiere a las desigualdades,
sean sociales, económicas, políticas o de género.
Las nuevas tendencias de movilidad
humana han transformado el mapa migratorio mundial y la globalización ha
participado de manera importante en el desplazamiento, asentamiento y
metamorfosis de los perfiles, causas y consecuencias de los movimientos
migratorios con respecto a hace cien años.2 Pero
por otro lado, si se analizan en profundidad los fenómenos sociales en los
países receptores ―relaciones
laborales, integración, participación ciudadana, remesas, etc.― de los movimientos migratorios de gran intensidad de los países emisores del pasado ―Italia, España, Grecia, Portugal, etc.― y los movimientos migratorios de
gran intensidad de los países emisores actuales, se observa
que los comportamientos se reproducen (Valero et al., 2010).
Las migraciones transoceánicas
modernas han seguido las mismas rutas emprendidas por los migrantes del pasado.
Es posible señalar cuatro elementos como catalizadores de dicho proceso: i) la
metamorfosis de la fisionomía rural en pro de un modelo manufacturero
industrial y urbano en el viejo continente, ii) los ciclos de expansión
económica de los países trans-oceánicos y la contracción de los países europeos,
iii) el abaratamiento y la mejora tecnológica de los medios de transporte y iv)
los cambios en las políticas migratorias de los países emisores y receptores.
Tomando estos factores y realizando un análisis cronológico de la historia
reciente de los movimientos migratorios, se puede hablar de diferentes periodos
marcados por la transformación industrial y tecnológica: i) las migraciones
como costumbre (1830-1875); ii) la necesidad del viejo continente (1880-1930);
iii) la reestructuración del mundo (después de la Segunda Guerra Mundial y
hasta 1980) y iv) la globalización y los nuevos modelos migratorios.3
Emigrantes españoles a
punto de subir al tren.
En la década de los años treinta
del siglo XIX, la emigración europea adoptó las características de un fenómeno
de masas (Livi Bacci, 2012). La gran desbandada transoceánica de los europeos
puede considerarse como el inicio de la migración como costumbre. En esos casi
50 años hubo más de ocho millones de desplazamientos de unos países a otros. En
este primer periodo la casuística migratoria estuvo promovida sobre todo por un
descenso productivo de las tierras de cultivo y la modernización del sector
agrario, con la subsiguiente reducción de los costes de producción y el
abaratamiento del transporte de los productos agrarios en Europa. El proceso de
industrialización favoreció el desarrollo de los grandes núcleos urbanos y
trajo consigo un desplazamiento de mano de obra agraria a la ciudad. La
industria europea resultaba insuficiente para absorber el excedente agrario. El
futuro estuvo al otro lado del océano donde la expansión económica y el
crecimiento de tierras para el cultivo llevaron a una transferencia de campo a
campo, es decir, trabajadores del sector agrario europeo se trasladaron al
sector agrario allende los mares.
El segundo periodo se produjo a
finales del siglo XIX y en las dos primeras décadas del siglo XX. Europa, por
aquel entonces fábrica de cambios sociales y económicos, sufrió grandes
convulsiones e importantes desequilibrios sociales e hizo que un número
considerable de europeos abandonara sus países de origen en busca de mejores
condiciones de vida. Entre 1900 y 1914, atendiendo a las aportaciones de
Carr-Sander (1936),4 la
movilidad de personas alcanzó su cénit y se vio frenada por las duras medidas
impuestas a los inmigrantes por los países receptores, especialmente Estados
Unidos, Canadá y Australia.
La quiebra del orden político
internacional y los nuevos modelos productivos generaron ingentes movimientos
migratorios hacia países con altas tasas de desarrollo y grandes expectativas
laborales, culturales y sociales. Estos flujos, en su mayoría, procedían de
Europa, tanto de países industrializados como en vías de desarrollo: Reino
Unido, Irlanda, Italia, Alemania, España, Austria, Checoslovaquia, Rusia, etc.
Los nuevos modelos productivos requerían menos mano de obra, el campo se
modernizó generando grandes masas de excedentes laborales. Los trabajadores,
ante esta situación adversa y sin expectativas, miraron hacia América donde no
existía la presión demográfica europea y se daba un importante crecimiento
industrial que podía absorber esas bolsas de desempleo en Europa.5 Canadá,
Estados Unidos, Argentina o Brasil serán una vía de escape de los ciudadanos y
a su vez, una solución a los problemas de Europa. En consecuencia, se produjo
un importante trasvase de población de Europa a América, así como un
crecimiento vegetativo sustancial de los países receptores.
El tercer periodo se sitúa después
de la Segunda Guerra Mundial. Devastada Europa por la contienda y diezmada la
población, se hacía necesaria su reconstrucción. Europa demandaba mano de obra
para emprender el megaproyecto de desarrollo. Los ciudadanos de países menos
industrializados y con profundos problemas socio-laborales fueron la nueva mano
de obra para su reconstrucción. El desembarco migratorio procedió de los países
europeos mediterráneos y del norte de África y trajo consigo la construcción de
una Europa étnicamente plural.
Por último, se encuentra el actual
periodo calificado como "la globalización y nuevas expresiones
migratorias". Desde los años ochenta de la pasada centuria, se comenzó a
generar un movimiento migratorio de gran envergadura. La circulación y trasvase
de personas de unos países a otros ha adquirido tal dimensión que ha desbordado
a todos los gobiernos, sociedades y personas. No solamente los denominados
países avanzados comenzaron a recibir grandes masas de personas que huían de la
miseria y buscaban una mejoría, sino que países de la semiperiferia estaban
recibiendo oleadas de personas. Como ejemplo, está el aluvión de inmigrantes
arribados a España desde principios de los años 90 que, si bien se ha visto
reducido a consecuencia de la crisis, mantiene un importante nivel de
movilidad.6
La crisis económica iniciada en el
año 2008 ha vuelto a modificar el mapa migratorio mundial, dejando patente la
debilidad de los modelos económicos y productivos. Países como España e Italia,
tradicionalmente de emigrantes y en las últimas décadas receptores de
extranjeros, han vuelto otra vez a ocupar las páginas de la emigración. En
segundo lugar, el importante desarrollo adquirido por países emergentes, como
Brasil, México y los situados en el Golfo Pérsico, hace que estén acaparando
una parte importante de la emigración, incluso de personas procedentes de
países desarrollados.7 Esto
está oxigenando la balanza de los países tradicionalmente receptores,
favoreciendo la descentralización migratoria y ayudando en algunos casos a las
áreas menos desarrollados de África y Asia. Si continúa su avance, se pueden
producir cambios sociales y económicos vitales en esas regiones del mundo cuyas
consecuencias sólo se podría intentar adivinar.
La emigración española
https://www.grupodobler.com/blog/emigracion-espanola/se-hara-ley-nacionalidad-p-descendientes/
Se dice de la emigración española
que es la gran olvidada (Requés y de Cos, 2003), puesto que desde que España
pasó a ser un país receptor de inmigrantes, olvidó su pasado y omite su
presente emigrante y, de nuevo, la realidad ha vuelto a mostrar a los españoles
la emigración.
La emigración ha estado presente a
lo largo de la historia española, hasta el punto que se podría decir que la
población española nace aprendiendo a emigrar. Parece que la memoria
traslada a los españoles únicamente a lo cercano, olvidando el pasado del cual
son herederos. Desde la Edad Media, el español ha tenido en su imaginario la
emigración exterior a ultramar. Luego, el descubrimiento de América implicó la
marcha de personas para explorar y establecer colonias en el Nuevo Mundo. Este
importante acontecimiento comportó un flujo constante de españoles a los
territorios del otro lado del océano y fue el principio de la andadura
migratoria externa española. Desde entonces, la población española no ha dejado
de moverse fuera de sus fronteras. Sin embargo, los procesos migratorios que han
caracterizado a la población española a lo largo de su historia no han tenido
el mismo volumen humano ni tampoco idénticas repercusiones.
A este proceso migratorio medieval
y colonial le acompañó otra serie de acontecimientos que marcaron la realidad
migratoria española. El primero ―posiblemente uno de los hechos internos más traumáticos de la historia de España― fue la
expulsión de los judíos en 1492. En esta misma trayectoria socio-política de los monarcas españoles, un
siglo después volvió a repetirse otro incidente migratorio forzoso notable: la
expulsión de los moriscos en 1609.
Como consecuencia de la expansión y
la necesidad de poblar y explotar el nuevo mundo, la corona española fomentó la
emigración. Durante los siglos XVII y XVIII, las crisis de subsistencia, las
grandes desigualdades sociales y las limitaciones de acceso a los recursos
llevaron a muchos españoles a emprender la aventura migratoria. Durante las
primeras cuatro décadas del XIX la emigración española sufrió un cambio
significativo, como consecuencia de los procesos de independencia de las
colonias del nuevo mundo. Los nuevos gobiernos americanos declararon a los
españoles personas non gratae y muchos de ellos salieron de estos países y se
dirigieron hacia otras colonias, siendo muy bajo el porcentaje de los que
regresaron a España. Otros con mayores recursos se instalaron en el extranjero.
Pocos fueron los españoles que se quedaron en las excolonias, debido sobre todo
a las condiciones impuestas por los nuevos gobernantes y por las divisiones y
problemas internos que no hacían atractivos esos países (Márquez, 1995: 136).
Este panorama provocó que muchos españoles salieran hacia las Antillas y en
menor medida a Filipinas, todavía territorios españoles.8 Con
la estabilización de los países latinoamericanos, la entrada de capital
extranjero y nuevas políticas estatales para cambiar las bases demográficas y
étnicas se fomentó la emigración, lo cual reactivó de nuevo la española. En las
tres décadas siguientes, hasta avanzados los años setenta del siglo XIX, la
emigración se movió en bajas cantidades producto de las mejoras socioeconómicas
de España. A finales de siglo, surgió de nuevo una oleada masiva de españoles
emigrantes, como consecuencia del abandono del Estado de uno de sus valores
económicos, la agricultura, que como señala Sánchez Alonso (1995: 116)
"los obliga a conseguir [a los agricultores] ingresos para consolidar la
propiedad, ampliar el patrimonio o evitar el empobrecimiento".
A partir de ese momento, se pueden
destacar dos periodos de máxima salida de españoles al exterior. Uno
comprendido entre 1880 y 1935 (Ministerio de Trabajo, 1990) con una marcha
aproximada de cuatro millones de españoles, en su mayoría hacia Iberoamérica y
un segundo momento entre 1960 y 1974 (Ministerio de Trabajo, 1990) con destino
a Europa, con cifras similares al anterior periodo, cerca de tres millones de
españoles.
La partida de españoles en el
primer periodo fue de tal magnitud que gobierno, medios de comunicación e
intelectuales pusieron de relieve la despoblación y la problemática a la que se
enfrentaba España ante el abandono de sus ciudadanos, especialmente aquellos en
edad de trabajar y procrear. Autores como Díaz Caneja (1912) o Bullón (1914)
hablaban de un éxodo brutal y alarmante. En el caso de Castilla, la pérdida de
población oscilaba entre 19 y 25 por ciento en provincias como Soria, Segovia o
Zamora. Aunque Sánchez Albornoz (2006) señala que el quebranto para el país fue
escaso y más que de orden demográfico, el efecto fue cualitativo porque los
emigrantes representaban el perfil más demandado y necesario para el desarrollo
de España.
Ante esa alarma migratoria y bajo
la idea de un gobierno que consideraba la emigración una moda perniciosa porque
estaba dejando al país sin capital humano, se levantó el estandarte del
patriotismo y se llamó a los españoles a luchar por el país, a la vez que
sancionaba normas para evitar la emigración. A principios del siglo XX, algunos
políticos españoles entendieron que la movilidad de las personas era un derecho
y en 19079 se
aprobó una nueva ley migratoria y fueron considerados emigrantes, a los efectos
de esa ley, los españoles que se propusieran abandonar el territorio patrio con
pasaje retribuido o gratuito de tercera clase o de otra que el Consejo Superior
de Emigración declarara equivalente y con destino a cualquier punto de América,
Asia y Oceanía. Esa ley facilitó la emigración y todo ciudadano podía salir del
país, con excepción de quienes habían sido llamados a filas, los que estaban
realizando el servicio militar, los varones en la reserva militar, los
quebrados, sancionados administrativamente y los encausados judicialmente. A
pesar de ello, los jóvenes intentaban de diversas maneras salir de España y era
bastante habitual su detención en las fronteras con Francia y Portugal y en los
puertos de mar.
En 1924, tras la necesidad de hacer
cumplir la ley10 se
aprobó un Real Decreto en el que se creaba la Dirección General de Emigración
(que pasaba a depender del Ministerio de Trabajo, Comercio e Industria) y se
reorganizaban las funciones que debía desempeñar para proteger y tutelar a los
emigrantes españoles.11 Una
de las atribuciones de este organismo fue ejercer la acción tutelar y
fiscalizadora que corresponde al Estado sobre los emigrantes y se le dotó de un
grupo de Inspectores de Emigración en las regiones españolas donde ésta
generaba serios problemas de despoblación. Estos inspectores debían controlar,
inspeccionar y ejecutar los preceptos de la ley.12
La Ley de 1907 y el Real Decreto de
1924 no impidieron la emigración y tampoco la aparición de oportunistas y
mafiosos, quienes aprovechaban cualquier circunstancia para lograr suculentos
beneficios. Se produjeron engaños, estafas y algún caso de proxenetismo, si
bien pocos fueron los afectados y no llegaron a superar ocho por ciento. Este
comportamiento no aconteció con la emigración a Argelia por tratarse de una
emigración estacionaria.
Las múltiples barreras y controles
desplegados por las autoridades españolas resultaban infructuosas y la
emigración continuó creciendo a causa especialmente de las necesidades de la
población,13 las
sequías, la falta de empleo, la escasa industrialización del país, la presión
demográfica y la nula proyección de futuro que funcionaban como factores de
expulsión. Pero también se debían dar unas condiciones de acogida para cerrar
el círculo. Éstas estaban en las antiguas colonias ultramarinas (factores de
atracción).
Del migrante español se decía que
era ignorante, pobre y de baja calificación profesional. Es cierto que la
mayoría de los españoles poseían baja calificación, en cambio no eran
analfabetos pobres. El nivel de alfabetización de la población española por
entonces rondaba 70 por ciento (Pérez Moreda, 1988) algo más bajo que el de
países vecinos. Tampoco se correspondía con la idea de pobre, puesto que un
pasaje era costoso y en muchos casos vendían sus propiedades o solicitaban
apoyo familiar para emprender la aventura. Es más, cuando el poder adquisitivo
de las familias españolas sufrió un incremento en la primera década del siglo
XX, la emigración creció considerablemente. Como todo proceso de estas
dimensiones, hubo españoles migrantes analfabetos y pobres, pero también
calificados.14
Después de la Guerra Civil
Española, como consecuencia de la situación política y económica pocos
españoles salieron del territorio, a excepción del medio millón de exiliados.
La contienda dejó a España en una situación compleja: un país devastado,
reducción de salarios, hambre, escaso empleo, etc. El gobierno del General Francisco
Franco optó por implantar un Plan de Estabilización adoptando medidas como la
reducción de salarios de la masa obrera y la tecnologización del campo, con el
subsiguiente desplazamiento de los campesinos a las ciudades buscando empleo,
lo cual no sólo favoreció la emigración, sino que incluso la fomentó.
El gobierno de España vio en la
reconstrucción de Europa una salida a los problemas internos del país, de
manera que promovió la emigración asistida15 con
el objetivo de recibir remesas, modernizar la industria y lograr el pleno
empleo. Este último objetivo no se consiguió, sin embargo sirvió para paliar
los efectos del desempleo y calmar la situación social en España. La salida de
personas en edad de trabajar tuvo un efecto positivo en esos años, cerca de
diez por ciento de la población emigró y no presionó el mercado de trabajo,
enviaban dinero, ayudaban a sus familias, generaban ahorro y capitalizaban a
España. Las remesas tuvieron un valor muy importante en la economía española,
pues significaron la mejora de las condiciones económicas de las familias,
sirvieron para crear riqueza y contribuyeron a la industrialización y
modernización.16
No hubo una homogeneidad
territorial de la emigración. Los contingentes más numerosos salieron de
Galicia, Canarias, Cataluña, Madrid, Asturias, Andalucía y Castilla y León
(Dirección General de Servicios, 1992). Ese interés del Estado en recibir
divisas y modernizar la España de postguerra, no estuvo sujeto a una política
de inversiones territoriales homogéneas y menos con acuerdo a las provincias de
procedencia de los emigrantes. Las más beneficiadas fueron provincias cuyos
contingentes de salida fueron relativamente bajos. Por lo tanto, se
desaprovechó la oportunidad de redistribuir la riqueza y generar un desarrollo
homogéneo territorial. Las cajas de ahorro provinciales fueron agentes de la
desigualdad interprovincial. Muchas de ellas no invirtieron las remesas
enviadas por los emigrantes en el desarrollo industrial en las propias
provincias, sino en favor de otras, más atractivas y seguras económicamente.
Así ocurrió en la mayoría de las provincias castellanas o extremeñas donde la
inversión local sólo recayó en el sector agrario y de vivienda,17 mientras
que destinaban una importante parte de su capital a invertir en la industria
situada en otras provincias españolas.
La política estatal con respecto a
la emigración asistida no siguió un criterio de calidad, sino de cantidad.
Buscó países con mayor demanda de mano de obra, en lugar de más tecnológicos y
avanzados, de manera que los migrantes pudieran adquirir conocimientos y más
tarde traerlos de regreso. Pero los intereses de los políticos españoles eran
bastante diferentes a los países receptores: lo que se pretendía era
descongestionar el país de desempleados y no descapitalizarlo. De ahí que
marchara ―dentro de
los parámetros de asistencia estatal― personal con baja calificación. Esto impidió que tras
el regreso pudieran ayudar al país con una formación profesional, pues no la
habían adquirido.
Localización de la emigración española
Para analizar la emigración
española en la historia contemporánea han de tenerse en cuenta las diferencias
coyunturales socio-económicas: factores de expulsión de España y factores de
atracción de los países de destino (Palazón, 1998: 38). Según esto, comprender
el pasado reciente y el presente de la emigración española obliga a abordarla
diferenciando cuatro hitos de localización importantes: la emigración al norte
de África, la emigración a Iberoamérica, la emigración a Europa y la emigración
globalizada.
La emigración al Norte de África
Como bien ha señalado Vilar (1989)
la emigración al norte de África es poco conocida, a pesar de ser uno de los
primeros destinos de la emigración española. Esta emigración se remonta al
siglo XV cuando un número importante de españoles emprendió el viaje hacia
Argelia. Más tarde, la expulsión de los moriscos en el siglo XVII llevó a un
grupo importante de ellos a asentarse en esas tierras por cercanía, similitud
geográfica, identidad religiosa y bajo un cierto grado de añoranza, por no
alejarse de España. Cuando realmente se produjo un trasvase significativo de
españoles en esta área de África fue entre los años 1830 y 1960. El principal
destino fue Argelia,18 aunque
también hubo emigración hacia Marruecos, Túnez, Guinea Ecuatorial y el Sahara.
La emigración española a Argelia
significó un escape de muchos ciudadanos españoles como alternativa a la
miseria y a las malas condiciones de vida, pero también tuvo un significado
importante para Francia porque los utilizó como instrumento para lograr su
objetivo: la colonización y occidentalización de Argelia. Esto llevó a firmar
en 1862 un convenio hispano-francés que reconocía a los españoles unos
privilegios que no tenían otros extranjeros, como el derecho a conservar la
nacionalidad de origen. A medida que pasaba el tiempo, el volumen de migrantes
españoles en Argelia iba siendo cada vez más numeroso. En 1881 residían 181 mil
extranjeros, de los cuales 114 320 eran españoles (Vilar-Vilar, 1999: 18-22).
En 1885 la población española duplicaba a la de origen francés en los distritos
de Orán y Sidi-Bel-Abbés. Según el censo de la Oficina Nacional de Inmigración
Francesa (ONI) de 1896 se contabilizaron en Orán casi 300 mil europeos, de los
cuales 157 560 eran españoles y aproximadamente algo más de 50 mil españoles
nacionalizados franceses.
La presencia
española adquirió gran relevancia en Argelia, especialmente en el Oranesado y
Marzalquivir donde su impronta se transformó en un rasgo característico de la
región. Se llegaba a manifestar que el elemento español en la provincia de Orán
era el que distinguía a esta ciudad de las otras, hasta el punto que no
extrañaba a nadie el uso del español mezclado con el árabe en casi todas las
partes de la ciudad. Se llegó a decir que Orán era una ciudad española. Es más,
rezaba un dicho popular que Orán nació como el príncipe del cuento: tres hadas
le asistieron en su cuna, una era francesa, otra española y otra árabe
(Soriano, 1894: 65-66). El dominio de lo español se hizo patente con la edición
de periódicos, emisoras de radio y otros medios de información que se fueron
extendiendo a lo largo de todo el oranesado.
Este
incremento de la presencia española, Francia lo interpretó como una amenaza al
afrancesamiento de la región y cundió el temor de que se extendiera a todo el
territorio argelino. Este escenario llevó a la administración francesa a
cuestionarse la situación y modificó las leyes en beneficio de sus intereses
coloniales. Entonces, en 1889, Francia impuso por ley la nacionalidad francesa
a todos los extranjeros nacidos en Argelia, de manera que se rompía el convenio
firmado años antes, donde se respetaba la ciudadanía española, generando un
serio problema a la colonia española. Como apunta Vilar
Se trataba así
de paliar la política asimilacionista practicada hasta entonces [...]. La nueva
legislación venía a simplificar y en consecuencia a impulsar, la completa
integración del hijo del inmigrante español en la sociedad colonial, previó su
afrancesamiento en la escuela y puso freno a la españolización de Orán (Vilar,
1989: 190-191).
Con independencia
de todas estas limitaciones y trabas administrativas, los españoles continuaron
emigrando a Argelia y en 1931 eran la mayor colonia extranjera existente en el
país, con una población de 137 759 frente a los 133 128 franceses, 53 608
italianos y 14 393 malteses. Del medio millón de europeos nacidos en Argelia,
aproximadamente 40 por ciento tenía origen español (Rubio, 1974: 172).
La emigración
española al norte de África,19 además de las que se señalan a
continuación, tuvo un componente adicional: la necesidad de Francia de
europeizar Argelia. Y para ello necesitaba de ciudadanos europeos. La situación
interna española presentaba una realidad complicada, una crisis agraria finisecular
iniciada con la crisis del cereal durante la década ominosa que duró hasta
finales del siglo XIX. La debilidad pertinaz del sistema productivo y las
escasas expectativas laborales hacían de España el lugar ideal para emprender
la marcha. Iberoamérica era un destino conocido de los españoles, primero como
militares y después como pobladores, pero también es cierto que ni todo el
mundo deseaba emprender una travesía tan larga ni tampoco todos podían costear
el pasaje. Por otro lado, muchos españoles sólo deseaban trabajar unos meses al
año y regresar para continuar con las tareas agrarias, es decir, emigrar
durante los meses improductivos y retornar cuando se iniciaban las labores del
campo. Con estas condicionantes, iniciar la aventura americana resultaba
compleja y costosa y había que buscar un destino cercano que cubriera estas
necesidades. Argelia presentaba las condiciones antedichas y además se añadían
elementos internos de atracción: un territorio con grandes posibilidades
económicas, poco explotado, con un clima similar al levantino, mucha tierra y
baja densidad de población autóctona.20
Tanto los
factores endógenos como exógenos coadyuvaron a la emigración española hacia
Argelia occidental. En el caso de la emigración procedente del levante español
incidieron sobremanera los fenómenos climatológicos adversos que provocaron
largas sequías e inundaciones. Otro factor que ayudó fue la proximidad. La
cercanía abarataba el coste del viaje y favorecía el retorno.
Hubo dos tipos
de emigración española hacia Argelia: una permanente, donde los españoles
emprendían la aventura con la mente puesta en un asentamiento definitivo y otra
golondrina, donde el jornalero mediterráneo, realizadas las sementeras del
otoño, iniciaba su andadura temporal y regresaba por el mes de junio
coincidiendo con el comienzo de la siega en la península. Muchos españoles se
iniciaban con el tipo golondrina para posteriormente convertirse en
permanentes, al encontrar una estabilidad laboral y mejorar sus condiciones de
vida.
El perfil de
los primeros españoles al norte de África respondía a individuos de estratos
sociales bajos, escasa cualificación laboral y en su mayoría procedente de
áreas rurales. Así lo señala Vilar-Vilar (1999):
Inicialmente,
las profesiones desempeñadas a finales del siglo XIX por los españoles
estuvieron vinculadas fundamentalmente con la agricultura. En muchos casos, el
trabajador español permanece fiel a la tierra y se burla del compatriota que
escoge la administración o la banca para trabajar (Vilar y Vilar, 1999: 30).
Esto sucedió
porque tan sólo unos pocos podían dedicarse a estas tareas, pues la baja
calificación de los españoles les impedía competir con los extranjeros
residentes en Argelia y por ello realizaban trabajos que no requerían
calificación.
El perfil del
emigrante español residente en Argelia sufrió un cambió a partir de principios
del siglo XX. Ya no era frecuente encontrar españoles dedicados a las tareas de
labranza, sino que fueron sustituidos por rifeños y más tarde, éstos también se
encargaron de otras tareas de baja calificación y de gran dureza laboral:
minería, obra civil, etc. (Aziza, 2003: 115).
No todos los
españoles llegados a esa parte de África lo hicieron por motivos laborales.
Argelia representó un refugio político para españoles durante los
acontecimientos ocurridos durante el siglo XIX y las primeras décadas del siglo
XX. La última gran oleada llegada a Orán ocurrió en 1939, tras el final de la
Guerra Civil Española. A lo largo de la contienda arribaron a sus costas unos
12 mil exiliados españoles. Uno de los contingentes más famosos fue el
desembarco en el puerto de Orán, el 29 de marzo, de unos tres mil españoles
procedentes del puerto de Alicante a bordo del Stanbrook (Martínez,
2005: 76). A partir del año 1940 comenzó a disminuir el número de españoles que
llegaban a Argelia y la migración prácticamente desapareció en 1962 por la
independencia argelina.21
Marruecos, a
pesar de la cercanía y de que una parte de su territorio fue protectorado
español, no era destino preferencial de los emigrantes españoles. Como anota
Pastor (2008: 117) Marruecos llegó a estar en momentos históricos muy concretos
en el punto de mira de los emigrantes españoles, sin que en ningún caso estos
flujos lograran consolidarse como alternativa a Argelia en el panorama de las migraciones
exteriores. Una de las razones fue que no se dieron las condiciones endógenas
de Argelia.
A principios
del siglo XX en Marruecos había una población de siete mil españoles, 90 por
ciento de los cuales se concentraba en Tánger, en su mayoría gaditanos y
malagueños. En 1912 con el Protectorado español en Marruecos (las regiones del
Rif y Yebala y la ciudad de Tánger) la población española se incrementó
considerablemente al trasladar personal y trabajadores a esa zona. En 1952 se
calculaba una población española de 130 mil, de los cuales algo más de 80 mil
estaban asentados en el Protectorado español, principalmente en Tánger y cerca
de unos 50 mil en el protectorado francés. A partir de la independencia en
1956, comenzó a descender la población española en Marruecos, para situarse en
unos 44 554 españoles en todo el territorio alauita. En 1970 había 27 829
españoles, en 1986 unos 8 460 y en 2013 estaban censados 7 405 españoles,
cifras bastante inferiores a las habidas a principios del siglo XX.
En la Gráfica 1 se observa una oscilación significativa
de los españoles que salían hacia África y su regreso, pues como ya se ha dicho
desde 1882 hasta 1957, muchos eran del tipo de emigración golondrina. También
se debe apuntar que en esos movimientos ―analizando los
datos de las memorias anuales y los datos de la ONI (Rubio, 1974)― se observa que muchos de los que regresaron procedían principalmente de
otros países del norte de África, más que de Argelia.
La emigración a América
Desde el descubrimiento de América
el movimiento español al nuevo mundo ha sido constante. Entre los años 1882 y
1988 salieron cerca de cinco millones 60 mil españoles y retornaron unos dos
millones 800 mil, es decir un saldo negativo de dos millones 260 mil personas
Ministerio del Trabajo, 1990). Tomando los análisis de Rueda (2000: 17), en
total unos seis millones y medio de españoles viajaron alguna vez a América
(1492-1988) con intención de fijar su residencia y trabajar en el nuevo
continente.22 La
mayor explosión de españoles hacia América aconteció entre 1882 y 1935, con una
salida de 3 384 557 y un retorno de 2 110 451, dando lugar a un saldo negativo
de 1 274 106 españoles (Gráfica 2).
Conviene indicar que en las
migraciones acaecidas a finales del siglo XIX, un colectivo importante presentaba
una característica socioeconómica diferente: la pertenencia a la clase media
campesina, con ciertos recursos económicos, pero insuficientes para progresar
en España. En cierta medida, este colectivo se vio expulsado por la
implantación de normas institucionales al campo, como indican Rengifo y Oporto
(2005: 157): "la desprotección a la agricultura española, tanto la
arancelaria como la derivada del tipo de cambio, fueron factores importantes en
la salida de los españoles del campo".
Otros españoles crearon negocios
incitados por su inexistencia o escaso desarrollo en unos casos y en otros
demandados por la población: tiendas de comestibles, industria maderera,
industria semipesada, importación-exportación, banca, etc. Muchos emprendían la
marcha seducidos por la figura del indiano23 que
iba a hacer las Américas y bien es sabido que ni todos regresaron ni todos los
que regresaron lo hicieron con fortuna, sin duda el efecto llamada resultó ser
un elemento clave.
A lo largo del proceso se
produjeron diversos patrones migratorios, a raíz de los acontecimientos
históricos acaecidos a uno y otro lado del océano. El primer hecho
significativo fue la primera emancipación de las colonias americanas. Ya
iniciado el siglo XX, la emigración a ultramar estuvo marcada por otros hechos
históricos: la Primera Guerra Mundial, la Depresión del 29, la Guerra Civil y
la Segunda Guerra Mundial. En esos treinta y cinco años transcurridos desde el
inicio de la Primera Guerra y el final de la Segunda Guerra Mundial continuaron
partiendo españoles hacia Iberoamérica. Según Yáñez (1994: 112-124) entonces
abandonaron el país unos dos mil españoles por año, a excepción del periodo de
la Guerra Civil, durante el cual salieron más por razones de exilio. Hacia los
años cincuenta de la pasada centuria y finalizada la Segunda Guerra Mundial,
los españoles reanudaran gradualmente la emigración laboral a esa parte del
mundo, pero en menor medida respecto a periodos anteriores.
La emigración española a América
después de la Segunda Guerra Mundial está marcada por tres hechos
significativos:
I. El cambio del perfil del
trabajador reclamado por los países de ultramar. Esta mudanza estuvo auspiciada
básicamente por tres razones: i) después de la Segunda Guerra Mundial, los
países latinoamericanos tuvieron un fuerte crecimiento demográfico que dio
lugar a un excedente de mano de obra de baja o nula calificación profesional.
Evidentemente, con este panorama no se necesitaba una fuerza de trabajo sin
calificar; ii) la crisis económica en la que se vieron sumidos los países
latinoamericanos y la inestabilidad política en la década de los 70 de la pasada
centuria y iii) las nuevas políticas migratorias desplegadas por estos países
ante los nuevos escenarios socio-económicos. Con esto de fondo, los países
latinoamericanos planificaron su economía en busca de la industrialización y,
en consecuencia, ofrecían empleos calificados estableciendo medidas
restrictivas a los inmigrantes no calificados.
La demanda de mano de obra
cualificada de algunos países latinoamericanos llevó a profesionales, técnicos,
artesanos, obreros industriales, etc. a emprender el camino hacia América. En
unos casos, su intención era quedarse por un periodo de tiempo determinado, es
decir, lograr suficiente capital y regresar a España; para otros implicó
asentarse y emprender una nueva vida.24 Los
flujos migratorios en este periodo fijaron fundamentalmente sus proyectos en
Argentina y Venezuela. Entre 1968 y 1971 Venezuela acaparó casi 50 por ciento
de los emigrantes españoles.25
El flujo migratorio español se vio
frenado en la segunda década de la pasada centuria, al fracasar las políticas
migratorias desplegadas por los gobiernos latinoamericanos que fomentaban el
desarrollo tecnológico-industrial.26 En el
caso de Argentina, el plan quinquenal del gobierno de Juan Domingo Perón
promoviendo la tecnologización y desarrollo agrario naufragó y arrastró consigo
dichos programas. Esta realidad hizo que el gobierno adoptara políticas
restrictivas a la inmigración, dejando abierta solamente la entrada a personas
reclamadas por familiares asentados en el país y a algunos profesionales. Algo
similar aconteció en Venezuela, que en 1958 estableció medidas restrictivas
para la entrada de extranjeros.27 En
los años ochenta del siglo pasado, la población española volvió a tener en su
imaginario la emigración hacia Latinoamérica. De los 85 mil españoles salidos
hacia América entre 1975-1995 (Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 1998),
50 por ciento se dirigió a Venezuela; mientras Argentina, Estados Unidos y
Australia se convirtieron en un destino secundario y el resto de países
americanos en residual. En este tiempo como consecuencia del crecimiento y
expansión de empresas españolas muchos fueron expatriados por obras de
infraestructura o trabajos de multinacionales, apostolado o cooperación
internacional.
II. La política de restricción
impuesta por el régimen de Francisco Franco en los primeros años de la
reconstrucción del país evitó la marcha de mano de obra. La política en materia
migratoria del Gobierno dio un giro importante en los años cincuenta, al
promover una emigración asistida. Ésta se refiere a la situación interna de
España, que llevó al régimen franquista a fomentar veladamente la emigración
exterior, sobre todo a partir de que apareció la creencia oficial de que el
país padecía una fuerte presión demográfica (García, 1965). A raíz de ello, se
creó en 1956 el Instituto Español de Emigración (IEE) para planificar, orientar
y controlar la emigración española. Sin duda, la planificación implicó la
variación del estado social del emigrante. Si antes los emigrantes eran
solteros y en su mayoría varones, con la emigración asistida a América familias
enteras iniciaron el proceso migratorio. Esto conllevó el incremento de la
emigración femenina y de menores y en consecuencia redujo las posibilidades de
retorno.
III. La política migratoria
elaborada por el gobierno de Franco que soterradamente favoreció el flujo
continental en detrimento del ultramarino.
La emigración a Europa
Finalizada la Segunda Guerra
Mundial, los países de Europa occidental destruidos por la guerra necesitaban
la reconstrucción y se hizo necesaria la mano de obra. Esto invirtió el destino
de los españoles. Entre 1960 y 197428 salió
el mayor contingente de españoles hacia Europa, cerca de tres millones y medio,
según los datos del IEE, a lo que habría que sumar la emigración no controlada
por dicho organismo. En este intervalo se produjeron diversas salidas y
retornos de emigrantes españoles a Europa por la coyuntura económica. La
recesión económica entre 1966 y 1968 provocó una fuerte contracción en
Alemania, reduciendo fuertemente la entrada de extranjeros en el país y con
ello de emigrantes españoles. En 1969, la economía alemana volvió a crecer y de
nuevo se requirió mano de obra. Esto duró hasta la recesión de 1974.29 La
crisis internacional del petróleo redujo la salida de españoles hacia el
extranjero, alcanzando cifras de 100 mil españoles anuales, en su mayoría
temporeros a Francia. En 1985, la emigracion golondrina también se vio afectada
por las políticas agrarias, los modelos productivos, etc., restringiéndose
considerablemente y en 1990 pasó a ser casi testimonial.
¿Por qué se produjo una sustitución
del destino migratorio en los españoles? En primer lugar, marcharon a países
donde los salarios eran más elevados. En segundo lugar, la escasa formación de
la fuerza de trabajo.30 Tercero,
la cercanía y el coste más barato del desplazamiento animaron a muchos
españoles a emprender el viaje. Al ser menor la distancia recorrida, el
emigrante racionaliza la salida, aun cuando pueda darse la circunstancia de no
alcanzar los objetivos propuestos. Cuarto, la crisis latinoamericana y el apoyo
del gobierno a favor de Europa. Todos estos factores beneficiaron la corriente
migratoria europea.
Se reclamaba una población activa y
en escasas ocasiones se permitía la entrada de la familia. Los países
receptores sólo deseaban mano de obra activa, exenta de cargas familiares. No
estaban dispuestos a que los inmigrantes no productivos se beneficiasen de los
servicios sociales de los que gozaban los alemanes, como enseñanza, sanidad,
etc. Gran Bretaña y Alemania impedían la entrada de familiares inactivos de los
trabajadores. Francia en cambio, consciente de la importancia de la familia
para el trabajador español, fue más permisiva en ese asunto.
El trabajador español en Europa
ocupó puestos de baja calificación y no demandados por la población oriunda,
así lo exponía Meseguer:
los emigrantes españoles arrojan
siempre el mínimo de capacitación profesional, ocupan los puestos de inferior
categoría dentro de la escala profesional europea; la mayor parte están
empleados en la industria, pero no como obreros especializados, sino en
condición de peones o en puestos que requieren una baja cualificación o un
rápido aprendizaje (Meseguer, 1975: 412).
Debido a esto, las ocupaciones
laborales de los trabajadores españoles fueron sustancialmente distintas a las
realizadas en América. Por ejemplo, en Alemania desempeñaban principalmente su
labor en el sector del hierro, químico y textil; en Inglaterra se focalizaron
en la hostelería y servicio doméstico; en Holanda en la industria del metal y
algo en el sector textil; en Suiza el grueso de trabajadores se concentró en la
construcción y en menor medida en la hostelería. En Francia y Bélgica estaban
distribuidos por igual en todos los sectores de baja calificación: industria,
hostelería, construcción, servicio doméstico y un porcentaje no muy alto en la
agricultura.
Los emigrantes españoles con
destino a Europa tuvieron importantes dificultades para integrarse, cuestión
que no ocurrió en Iberoamérica. El desconocimiento del idioma supuso un
obstáculo importante. Otro factor fue la vivienda, pues la escasa oferta y el
alto coste obligaban a localizar residencias muy baratas y con escaso
acondicionamiento. Algunas empresas proporcionaban alojamiento a los trabajadores,
generalmente en barracones comunes habilitados para personas solas, y a quienes
emigraban con la mujer no se les facilitaba la convivencia, manteniendo la
separación de género.
La discriminación laboral fue otro
elemento negativo para la integración de los emigrantes españoles. Las
diferencias salariales con los nativos, las casi inexistentes relaciones
laborales, las restricciones de acceso a los mismos beneficios de los oriundos,
la falta de preparación y la dificultad con el idioma no proporcionaron una
equiparación formativa con los nativos y por ende, resultó prácticamente
inexistente la movilidad laboral. Este pseudoaislamiento invitó a la creación
de centros de trabajadores españoles, gestionados por ellos, que sirvieron de
centro de reunión y apoyo y también como instrumento para establecer puentes
entre los trabajadores y la empresa, así como para llevar a cabo actividades
sindicales y formativas, a modo de hacer a los trabajadores más competitivos.
La mayoría de los españoles que
salían a Europa pero también a otros continentes, tenían como expectativa el
regreso (Miguel et al., 1986) (Gráfica 3) pues su
mirada estaba puesta en ahorrar y comprar una vivienda, tierras o un pequeño
negocio (Oporto, 1992: 80).
En el caso de Francia, la colonia
española permaneció más tiempo que en otros países del entorno. A finales de
los años sesenta y principios de los setenta la estancia de los españoles era
superior a la de Suiza y Alemania; mientras que hacia el año 1975 los españoles
emigrados permanecían en 75 por ciento, en Suiza tan sólo representaban 24 por
ciento y en Alemania 23.9 por ciento.31 Esto
fue consecuencia de diversos factores como las políticas migratorias, mayores
posibilidades de reagrupamiento familiar, las facilidades de naturalización,32 el
idioma y la dinámica de integración ofrecidas en Francia, muy diferentes a las
de otros países. De ahí las diferencias de retorno entre países.
Esto fue muy significativo en lo referente
al envío de remesas. Una estancia más prolongada y el reagrupamiento familiar
implicaban menor capacidad de ahorro para los emigrantes españoles en Francia
frente a los emigrantes en Alemania y Suiza.33
La emigración española globalizada
Los procesos migratorios anteriores
estuvieron marcados por las crisis de subsistencia o por la ausencia de un
modelo productivo de desarrollo socioeconómico. En estos momentos, la situación
española actual no es muy diferente a tiempos pasados. La evolución
experimentada por España desde la transición ―la llegada de la democracia y la entrada de España en la Comunidad
Económica Europea (Unión Europea) ― significó un cambio de gran magnitud en el panorama económico y
social y frenó la emigración española sustancialmente, quedando reducida a
perfiles laborales y sociales muy concretos: trabajador de multinacionales,
investigador, religioso y quien buscaba nuevas oportunidades empresariales,
personales o nuevas vivencias. Incluso significó saldos positivos de retorno
frente a los de salida. El modelo generó un boom económico,
mutando considerablemente la tendencia española a la emigración y se pasó de
ser un país emisor a un país receptor (Gráfica 4). La
situación de bonanza comportó un crecimiento de la inmigración, con tasas
superiores a muchos países del entorno tradicionalmente receptores de
inmigración. La crisis acaecida en 2008 demostró cómo el modelo productivo
español respondía a un crecimiento rápido pero de gran inconsistencia. En lugar
de desplegar un sistema productivo similar al de los países del entorno, se
optó por un sistema basado en la construcción. Cuando llegó la crisis explotó
la denominada burbuja inmobiliaria. Así se produjo un alargamiento de la
crisis, en que España se encuentra con un alto desempleo, falta de capacidad
empresarial, precariedad social y un sinfín de aspectos que marcaron y
continúan haciéndolo el contexto socio-económico español. Ante la falta de
oportunidades, los españoles buscan otros espacios de oportunidades laborales
fuera de sus fronteras.
Ese comportamiento puntual y de
goteo en la salida de españoles se rompió en el año 2008, dando lugar a
importantes tasas de salida de españoles hacia el extranjero. Fue en el año
2010 cuando se alcanzaron las tasas más altas de salida. Si hace medio siglo se
pasó del ciclo americano al europeo (Requés y Cos, 2003: 204), en la última
década se ha vuelto a dar otro salto cualitativo, pasando del ciclo europeo al
globalizado. Como muestran los datos del Padrón de Españoles Residentes en el
Extranjero (PERE) al 1 de enero de 2014, residen fuera de su país 2 058 048
españoles, quienes siguen emigrando a Europa (62.8 por ciento), a América (33.3
por ciento) y al resto del mundo (3.9 por ciento). Los principales destinos
elegidos por los españoles son Argentina (404 111), Francia (215 183),
Venezuela (188 585), Alemania (122 218) y Suiza (103 247), pero también optan
por nuevos destinos como China (4 143), Filipinas (3 575), Emiratos Árabes (2
810), Israel (2 410) o Japón (1 830), entre otros.
A modo de reflexión
La emigración económica adquirió
mucha importancia en el desarrollo económico, cultural y social de España en el
pasado y vuelve a tener gran relevancia en el presente. La realidad migratoria
española mostró las desigualdades territoriales y puso de relieve las problemáticas
en el desarrollo de muchas de las provincias emisoras y la desigualdad en la
gestión de los recursos económicos procedentes de las remesas de los
emigrantes.
Realizando un análisis
retrospectivo, se observa cómo el fenómeno migratorio español es un hecho
endógeno. Responde a ciclos causados fundamentalmente por el modelo productivo.
En el pasado, el español emigraba por la crisis de subsistencia, la ausencia de
recursos industriales, la crisis finisecular de la agricultura y únicamente se
vio contenido por fenómenos mundiales. La historia se repite y los españoles
vuelven a emigrar por factores heredados del pasado y por no haber acometido
las medidas necesarias para hacer frente a la debilidad competitiva-productiva
de España.34
Es cierto que estos datos de la
salida de españoles al extranjero se deben analizar en detalle, puesto que en
España no existe un mecanismo propiamente dicho que permita conocer con
exactitud la salida de sus ciudadanos al extranjero. Existen diferentes
indicadores que son imprecisos y no coinciden entre sí. Por un lado están la
EVR (Estadística de Variaciones Residenciales) y el CERA (Censo Electoral de
Residentes Ausentes) en el cual sólo figuran los españoles mayores de edad
residentes en el extranjero. Por otra parte, está el PERE (Padrón de Españoles
Residentes en el Extranjero), donde se registran todos los españoles residentes
en el extranjero, incluidos los hijos de españoles nacidos en otro país y
también aquellos que han adquirido la nacionalidad española al amparo de la Ley
de la Recuperación de la Memoria Histórica (Ley 52/2007 del 26 de diciembre).
Esta puede ser la explicación del incremento en 47.3 por ciento entre 2010 y
2011 de españoles residentes en Cuba y los extranjeros que han adquirido la
nacionalidad española y han salido de España. Siguiendo este último censo e
independientemente de la casuística antedicha, se observa un importante
crecimiento de españoles en el extranjero desde el comienzo de la crisis: 107
615 (2008), 102 432 (2009), 128 655 (2010), 114 057 (2011), 114 413 (2012) y
128 815 en 2013. Es cierto que un porcentaje responde a extranjeros que han
adquirido la nacionalidad española y que ante la problemática del empleo en
España han optado por regresar a sus países de origen o ir a otros en busca de
empleo.
Por otro lado, se debe tener
presente la existencia de españoles en el extranjero no dados de alta en los
consulados que siguen apareciendo en los padrones provinciales, con lo cual no
figuran como emigrantes. Esto implica que hay más españoles que lo señalado por
los indicadores. Esto ocurre en Alemania, donde los datos de España no
coinciden con los del Bundesagentur für Arbeit (BFA, Oficina
Federal de Empleo de Alemania), que afirma que 135 539 españoles residían en
Alemania. No todos han llegado desde la crisis, muchos emprendieron la aventura
antes y otros son hijos de los españoles llegados en los años 60 del siglo XX
que mantienen la nacionalidad. Pero desglosando los datos del BFA, desde 2008
han llegado 52 675 españoles a trabajar. De modo similar ocurre en el Reino
Unido, que para España apunta 72 mil españoles, pero al consultar la Immigration statistics quarterly release Migration statistics (Homo Office. U.K) el dato es de
196 345 españoles inscritos, de los cuales 102 845 han emigrado desde 2009.35
La mudanza en el comportamiento
migratorio español presenta una dimensión vital para su desarrollo y equilibrio
de España. La emigración del pasado se caracterizó porque 70 por ciento de los
emigrantes eran varones; en este momento las mujeres lideran la emigración con
50.98 por ciento (PERE). Esto se debe a una mejor formación de la mujer
española, mayor demanda en el extranjero y serias dificultades para encontrar
un puesto de trabajo (INE, 2013). Con estas características, la expulsión marca
la línea directriz para la mujer profesional española. Esta realidad es para
toda la población, si bien en el caso de los varones no es tanta esa
diferencia, puesto que analizando PERE, CERA y EVR se observa que 31.8 por
ciento responden a personas poco calificadas frente a 68.2 por ciento
calificado o muy calificado. En términos generales, el perfil dominante del
emigrante globalizado español responde a joven y calificado.
Que los españoles retomen la
emigración se puede catalogar como un fracaso de España si aquellos que salen
no regresan. Aquí entra en discusión la denominada "fuga de
cerebros".36 Es
cierto que los jóvenes que finalizan sus estudios y no pueden acceder a un
empleo se ven empujados a emprender la marcha al extranjero en busca de una
oportunidad. Esto analizado en términos de beneficio, puede ser positivo si
pasado un tiempo regresan porque traen consigo capital, contactos y
conocimiento (Sánchez, 2010: 217), sin embargo puede ser un problema si no
regresan, como acontece con bastantes emigrantes españoles que optan por
quedarse. De momento, éste va siendo el comportamiento del último lustro.
No obstante, analizando los
indicadores se observa una realidad: la salida importante de españoles al extranjero,
especialmente con altos niveles de formación (léase fuga de cerebros37 o
descapitalización humana del conocimiento). Según los datos, la caída de
porcentajes de directivos y gerentes y técnicos profesionales (INE) se ha ido
incrementando cada año. En el año 2013 se redujeron 3.3 y 2.7 por ciento para
cada categoría y también descendieron los investigadores. Tan sólo aquellos con
formación en tecnologías de la información han incrementado su presencia en el
mercado laboral, mientras que el resto se ha reducido.
Analizando el lado positivo, el
goteo inexorable de españoles que abandonan España puede ser un balón de
oxígeno a corto plazo, como aconteció en el pasado. Aunque no solucionará el
problema estructural de España: i) se descongestiona la bolsa de desempleados y
se reduce la presión sobre el mercado laboral y ii) hay un incremento de
remesas procedentes del exterior. Las remesas tienen un valor importante tanto
a nivel micro como macroeconómico. Éstas ayudan a compensar el déficit de pagos
y reducir la escasez de divisas y sirven para ayudar a las familias, invertir
en actividades productivas, capitalizar España, etc. En definitiva, dinamizan
la economía española. Ambos casos fueron determinantes en el desarrollo
económico y social de España en el siglo pasado y es cierto que en muchos casos
y siguiendo los perfiles de las personas que salen al extranjero, jóvenes sin
cargas familiares, implica mayores dificultades para regresar.
En el segundo aspecto, las remesas
(Gráfica
4) se han incrementado pero no proporcionalmente al número de
personas emigradas. Las remesas descendieron considerablemente en la década de
los años ochenta de la pasada centuria a consecuencia de la disminución de
emigrantes y el aumento de retornos. Desde el año 2002 las remesas enviadas a
España han ido creciendo. En 2011 se incrementaron 7.4 por ciento con respecto
al ejercicio anterior, en 2012, 3.6 por ciento con cinco millones 941 mil euros
y en 2013 descendió el envío de remesas a cinco millones 577 mil euros. La
lectura de esto puede ser que los colectivos tradicionales en el extranjero
siguen enviando en mayor o menor cuantía: los extranjeros nacionalizados que
han emprendido la reemigración y, como hicieran en su primera emigración (en su
país de origen), han dejado la familia ahora en España (su nuevo país) y envían
dinero para mantenerla; los emigrantes por obra y servicios que salen para una
duración determinada y que dejan la familia en España; los emigrantes que
contrarrestan esta salida que no envían remesas y que vienen siendo en el
último tiempo los más numerosos: los jóvenes emigrantes españoles globalizados
sin responsabilidades familiares y menor asociación con los conciudadanos en el
extranjero, que hacen que sus beneficios se dediquen a satisfacer sus
necesidades personales y relacionales en el país receptor.
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* Este
artículo ha sido producto del proyecto financiado por la Agencia Española de
Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), con referencia
B/023020/09.
1 Es
importante señalar que los movimientos no se producen únicamente entre norte y
sur. Cerca de 40 por ciento de los movimientos migratorios se producen entre
países del sur, es decir, entre países con renta salarial similar (UN, 2012).
Por ejemplo, Ecuador, un país con una importante riqueza natural, está
exportando mano de obra hacia países industrializados y, por el contrario,
recibe importantes masas de población procedentes de Bolivia y Perú, países con
mayor inestabilidad político-social y salarios algo más bajos para cubrir las
demandas laborales del país.
2 Como
expone Livi Bacci (2012), para comprender lo específico del movimiento
migratorio del siglo XIX es necesario tener en cuenta tres aspectos: i) la
aceleración del crecimiento demográfico, ii) el aumento de la productividad
agrícola y la aparición de una masa de mano de obra mal remunerada creciente en
el sector industrial y iii) la aceleración de la integración económica del
mundo. En el contexto actual, estas causas son las de la transición de los
países del tercer mundo hacia el primer mundo, pero también se dan dos
fenómenos nuevos: por un lado, los países del primer mundo, que están perdiendo
posiciones competitivas con respecto a los países del centro (por seguir una
terminología del modelo de Wallerstein) y se ven en la necesidad de emigrar y
un segundo caso, por el despegue industrial de países en desarrollo.
3 Entre
los siglos XVI y XVIII la emigración española fue importante, aunque como
apunta Sánchez Albonoz (2006) no implicó un quebranto demográfico, ya que la
salida de españoles fue en promedio de un cuarto de millón por siglo. Sin
embargo en periodos posteriores, la emigración española cambió tanto de forma
cuantitativa como cualitativa. Pero indudablemente, en estos primeros siglos,
América se transformó en un lugar de oportunidades. Estos periodos de la
emigración como repoblación no se puede obviar en la construcción de los
modelos migratorios españoles.
4 Carr-Sanders
(1936) expone que entre 1800 y 1930 salieron alrededor de 50 millones de
europeos, principalmente británicos y alemanes, pero también italianos,
españoles y escandinavos, aproximadamente 40 por ciento del crecimiento anual
de la población europea. Analizando sus datos, entre 1900 y 1914 se produjo la
mayor oleada.
5 En el
caso español la realidad era diferente, no se caracterizaba por un excedente de
mano de obra, sino por la carencia de una industria y las bajas expectativas
laborales y proyectos de futuro.
6 La
situación económica y las políticas migratorias más restrictivas de la Unión
Europea (UE) han reducido el número de personas que intentan asentarse en los
países miembros. Esto genera, por norma general, un enriquecimiento del país
receptor de esta masa de personas y a su vez, un empobrecimiento de los países
receptores por el abandono de fuerza de trabajo.
7 Es
cierto que, como muestran los datos de la OIM (2013) muchos de los inmigrantes
retornados a países emergentes, proceden de los propios países, es decir, que
salieron años atrás y retornan de nuevo. Se debe tener en cuenta que de los
retornados, unos mantienen la nacionalidad de su país de origen, otros han
adquirido la nacionalidad del país que los acogió, y por último aquellos que
nacieron en otro país diferente a sus progenitores regresan al de estos. Este
es el caso de México. Como apunta Moctezuma (2013), debido a la crisis de la
economía estadunidense, muchos emigrantes mexicanos están retornando a su país
de origen, con toda la familia. Se da el caso de los descendientes de migrantes
que ingresaron por primera vez con sus padres a México, quienes a pesar de
poseer doble nacionalidad fueron registrados como extranjeros. Esto hace que,
en los datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM),
México presente una importante inmigración de extranjeros en su país.
8 Estas
salidas fueron cuantitativamente mucho menores a las habidas en el pasado hacia
las antiguas colonias de Centro y Sudamérica.
9 Ésta
sufrió en diez años varias modificaciones, pues se cambiaba la norma de acuerdo
con las necesidades sociales y especialmente militares del momento. En 1908 se
aprobó un nuevo reglamento, más tarde en 1914 un Real Decreto que enmendaba
levemente algunos aspectos de la ley de 1907. Entretanto, los conflictos en los
territorios españoles llevaron al gobierno a un nuevo Real Decreto bastante
restrictivo con los españoles pendientes del servicio militar. Más tarde, en
1912, otro Real Decreto sería más permisivo con los mozos.
10 Seguían
saliendo muchos españoles para evitar el servicio militar y tener que ir a los
diferentes conflictos españoles.
11 Este
texto se llamó Ley y Reglamento de Emigración, texto refundido de 1924.
12 La
emigración española hasta mediados del siglo XX estuvo condicionada por una
legislación interna que variaba según la circunstancia de cada momento. En 1849
el Marqués de Pidal impulsó la primera ley migratoria y desde su implantación
hasta su derogación en 1880 sufrió dos modificaciones. Un año más tarde de su
extinción, por su escasa eficacia para hacer frente a la emigración, el
gobierno aprobó un Real Decreto de control estadistico de la emigración y la
creación de una comisión encargada de controlar la población considerada útil
para trabajar. El Gobierno, por recomendación de la comisión, aprobó una orden
en donde se obligaba a todo migrante español hacia Argelia a obtener un
salvoconducto estatal y una vez allí, inscribirse en el consulado y permutar
dicho salvoconducto por un documento de trabajador. El efecto de las leyes no
logró en ningún momento sus objetivos porque los españoles seguían emigrando.
Tan sólo hubo una pausa entre 1850 y 1875, pero no motivada por las leyes, sino
por la mejora de las condiciones de vida y la existencia de empleo. A excepción
de este intervalo, no hubo ninguna ley que contuviera la emigración, incluyendo
las restricciones de los países receptores como Estados Unidos, que en 1907 se
quejaba de que la mayoría de los migrantes no presentaban las características
demandadas por el Gobierno.
13 Los
cónsules de Argentina en Cadiz y San Sebastián, en sus informes de 1907, ponían
de manifiesto que la población española pasaba auténticas penurias y que
solicitaban a esos consulados apoyo para poder emigrar a Argentina (Informes
consulares de 1907).
14 El
mensaje negativo de la emigración española estuvo sustentado y difundido por el
gobierno y los políticos para ocultar su propio fracaso y su ineficacia para
hacer frente al subdesarrollo económico y social de España. Por un lado, el
Consejo General de Emigración no realizaba un análisis de la tipología del
emigrante, por lo que difícilmente podía conocer sus características. En
segundo lugar, sus diatribas respondían a meras percepciones subjetivas. Por
último, los políticos propagaban estas ideas acusando a la emigración de ser la
causante del problema de España, exculpándose así de su propia inoperancia.
15 El
Gobierno de España llegó a acuerdos bilaterales con diferentes países europeos
que demandaban mano de obra. Bélgica (1956), Reino Unido (1959), Alemania
(1960), Holanda, Francia y Suiza (1961) y de igual manera lo hizo con países de
Latinoamérica. Esta actitud tenía un doble objeto, controlar la emigración y
dinamizar la marcha de españoles para el desarrollo económico de España.
16 Las
remesas tuvieron diferentes destinos, la compra de inmuebles, tierras,
inversiones en empresas, etc., pero el Gobierno de España destinó parte del
ahorro en bancos y cajas de los emigrantes a la actividad empresarial. Para una
mayor profundidad ver Oporto del Olmo (1992) y Ródenas (1994).
17 La
principal razón estuvo en el destino del capital de las cajas dado por el
gobierno de Francisco Franco, como señala Pardo (2013: 4-5): "el gobierno
de Franco siendo consciente de las posibilidades financieras de las cajas, las
autoridades franquistas decidieron utilizarlas para allegar recursos al Estado
o a los organismos públicos que impulsaban determinadas actividades económicas.
Así, en 1951 se dobló el coeficiente de inversión, con lo que las cajas
quedaron obligadas a invertir al menos 60 por ciento de sus recursos ajenos en
valores públicos. A ello se añadió en 1957 la obligación de conceder préstamos
para la financiación de la construcción o la compra de viviendas protegidas y
en 1959 la de adquirir obligaciones emitidas por el Instituto Nacional de
Industria (INI). Merece la pena destacar en este sentido que, cuando escasearon
las emisiones del INI como consecuencia de la crisis desencadenada por el Plan
de Estabilización de 1959, las cajas se encontraron con un exceso de liquidez
que el Ministerio resolvió declarando computables las emisiones de determinadas
empresas privadas previamente seleccionadas por la Junta de Inversiones. De
esta manera, las cajas pasaron a financiar a empresas privadas a un tipo de
interés inferior al de mercado. En ese mismo sentido también lo expone Moreno
(2008: 16): "El Ministerio de Trabajo estableció en 1947 la necesidad de
que la obra social se desarrollara de acuerdo con un plan conjunto y determinó
los sectores de atención preferente: instituciones sanitarias, escolares,
culturales y construcción de viviendas. El porcentaje de dotación quedó fijado
entre 25 y 50 por ciento de los beneficios anuales y de esta cantidad 85 por
ciento debía destinarse a lo que se denominaba obra social propia, creándose
con el 15 por ciento restante un fondo común a disposición del Ministerio para
ser dedicado a obras sociales de interés nacional que aumentaran el prestigio
de las cajas".
18 Hasta
finales de siglo XIX (1882-1899) 25 por ciento de la emigración española estaba
localizada en Argelia (Ministerio de Trabajo, 1990, Datos sobre migraciones,
Memorias anuales, Madrid).
19 El
grueso de españoles llegados a estas tierras eran baleares, murcianos,
levantinos y malagueños.
20 La
baja densidad tuvo sus consecuencias en la inseguridad y persecución de las
tribus que motivó un gran éxodo a Marruecos.
21 En
los ocho años que duró la guerra de independencia (1954-1962) muchos españoles
abandonaron el país, pero el mayor contingente salió tras el fin de la guerra
donde la mayoría de los extranjeros fueron expulsados por los argelinos.
22 Esta
cifra debe ser analizada teniendo en cuenta tanto la extensa cronología que
abarca el proceso, así como las debilidades y los problemas estadísticos con
respecto a todo el proceso migratorio.
23 Para
profundizar en la figura del indiano, existen diversos libros editados en las
primeras décadas del siglo XX. En la Fundación Archivo de Indianos hay una
extensa obra al respecto. Entre los muchos que se pueden citar y que presentan
una visión general sobre los indianos está la obra de Mencos y Bojstad (1998).
24 Existen
diversos trabajos existen sobre las historias de vida de los emigrantes
españoles. Dos obras que narran las aventuras de los emigrantes a América se
encuentran en Blanco Rodríguez et al. (2009); Blanco Rodríguez et al. (2011).
25 Anuario
de migraciones, 1992. Madrid : Dirección General de Servicios, Subdirección
General de Información Administrativa
26 Se
esperaba una llegada masiva de técnicos procedentes de Europa frenando la
emigración española que respondía a un perfil sin calificación profesional,
pero la población europea no respondió a las expectativas latinoamericanas.
Años más tarde, volvió a favorecer la llegada de emigrantes españoles para
cubrir las demandas laborales.
27 La Ley
de inmigración de 1958 terminaba con el periodo de puertas abiertas para hacer
frente a las dificultades económicas y políticas, entre ellas la recesión y el
incremento del desempleo. Con esta normativa solamente se permitía la
inmigración de técnicos.
28 Rubio,
(1974: 296) escribe que el número trabajadores españoles superaron en Francia
al número de trabajadores extranjeros, pero a finales de los años 70 serán
estos reemplazados por Argelinos y Marroquíes.
29 En
este periodo emigraron un millón doscientos mil españoles, ver Carreras y
Tafunell (2005: 142). Cómo ocurriría con Francia, la mano de obra española fue
sustituida en gran parte por mano de obra turca.
30 Los
países europeos deseaban una fuerza de trabajo calificada o semicalificada, sin
embargo el gobierno de España no deseaba que los trabajadores calificados
abandonaran el país y en sus acuerdos con los países europeos estableció
porcentajes altos de baja calificación.
31 Al
menos hasta los años setenta muchos Gastarbeiter regresaron efectivamente a sus
países de origen, incluso tras estancias dilatadas en la República Federal
Alemana, Sanz Díaz (2008: 364).
32 Entre
1960 y 1970, más de 70 mil españoles habían adquirido la nacionalidad francesa,
y en 1972, 70 por ciento de los españoles residentes en Francia vivía con su
cónyuge (Rubio, 1974).
33 El
permanecer allí durante más tiempo y la reagrupación familiar. Esto entrañaba
por un lado un mayor gasto al adoptar aspectos de consumo similares a los oriundos
y por otro, mayor cuantía destinada a los gastos de los hijos. Además, implicó
un menor retorno de los españoles, al haber iniciado una nueva vida. Al
respecto ver Hermet (1969) quien indica que los emigrantes españoles en Francia
realizaban transferencias de menor cuantía que sus homólogos de Alemania y
Suiza.
34 Parece
evidente que un modelo productivo basado en la construcción de viviendas y un
sistema excesivamente endeudado no podían más que terminar en desastre. Cómo
señalan Uxó et al., "La economía española registró desde
mediados de los noventa y hasta 2007 un largo periodo de crecimiento económico
que le permitió alcanzar dos de sus objetivos principales de política
económica: aproximarse en niveles de renta per cápita al resto de las economías
más avanzadas de la Unión Europea y reducir sustancialmente sus cifras de
desempleo" (Uxó et al., 2010: 46). Sin embargo este modelo ha
quedado obsoleto tras la crisis, puesto que no ha podido dar solución a la
economía y población española. Por ello, los modelos productivos tradicionales
basados en ventajas comparativas en costes o en sectores con un gran efecto de
arrastre pero poco valor añadido han dejado de ser la vía competitiva para la
mayoría de países. La transformación de la actividad económica que comporta la
globalización reconoce como uno de los fenómenos más evidentes la primacía de
sectores que incorporan un alto valor añadido procedente de la creatividad, el
conocimiento y la innovación (Pareja y Turmo, 2013: 457). El trabajo de Myro
(2011) va en otra dirección y no atribuye tanto al modelo productivo la
situación española, sino al descontrolado aumento de la demanda interna,
impulsada por la construcción de inmuebles y al endeudamiento de las familias.
Pero también añade que se podía desviar algo de crédito para una política
efectiva de oferta, que debía tener sus principales puntos en el impulso de la
educación y la innovación.
En definitiva, lo que España
necesita es reestructuración del peso de los sectores productivos, centrados
especialmente en aquellos de alto valor añadido, conceder un mayor peso al
sector industrial y mayor inversión en I+D y más formación profesional, lo cual
conllevará una mayor presencia en la economía internacional, así como generar
empleo estable y de calidad, que permita hacer frente a los periodos de crisis.
35 En
este aspecto se debe señalar que están incluidos los expatriados procedentes de
empresas nacionales e internacionales que desempeñan allí su actividad. Tampoco
los suficientes para poner en tela de juicio la salida significativa de
españoles desde la crisis.
36 En
los años 60 la prensa británica acuñó el término brain drain (fuga
de cerebros) para denominar a la salida masiva del personal altamente
calificado (Gaillard y Gaillard, 2000). Esta situación beneficia a los países
más industrializados entre otras muchas cuestiones, sobremanera: ahorro en la
formación de este personal y en segundo lugar como dicen Recchi y Favell (2009)
porque realizarán un trabajo calificado por un menor coste económico. También
existe una nueva situación de la Movilidad de Alta Calificación (MAC) que van
de un lado hacia otro, donde existen intercambios de formación y
profesionalización. Una cosa es el intercambio, la salida basada en el regreso
y otra es la salida y la aceptación de los modus vivendi de los
países de acogida, que terminan por no regresar. Es en este caso cuando la fuga
de cerebros se hace manifiesta y preocupante para los países emisores, por la
pérdida de ese capital humano. En esa dirección iban las palabras de Sigmar
Gabriel (Ministro de Economía de Alemania) cuando en una rueda de prensa en
mayo de 2014 en Berlín, mostró su preocupación por los efectos que tendrá en
países como España y Portugal la marcha de jóvenes preparados a otros países
ante la falta de perspectivas laborales (La Vanguardia, 13 de mayo de
2014).
37 Existen
diferentes estudios en España sobre esta cuestión. Por señalar dos, está el de
Amparo González-Ferrer (2013) que defiende la fuga de cerebros que se está
produciendo en España. González Enríquez (2014), en contra de la existencia de
una fuga de cerebros. Un punto intermedio se encuentra en Santos Ortega (2013).
Información sobre los autores:
Jesús Alberto Valero Matas. Doctor en Sociología por
la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Licenciado en Sociología por la UCM
y Licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración por la UCM. Dirige el
Grupo de Investigación GICIPORE en la Universidad de Valladolid. Ha sido
profesor visitante en diversas universidades extranjeras, Edimburgh University,
Colorado School of Mines, Georgetown University Ben Gurion University,
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), etc., Tiene en su haber más de
diez libros, algunos de ellos colectivos, como Sociología de la ciencia
en Edaf o Etica y ciencia: fronteras culturales y más
de 30 artículos en revistas indexadas internacionales, entre los que
destacan Diversidad cultural y educación intercultural, Educación,
sociedad y cultural, Controversia epistemológica y The
migratory flows in Spain: an analysis of the migration and immigration input
from European Union. Dirección electrónica: valeroma@soc.uva.es
Juan José Mediavilla Merino. Licenciado en Sociología y
en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada (Universidad de Salamanca),
Máster en Cooperación Internacional para el Desarrollo (Universidad de
Valladolid). Profesor Asociado del Departamento de Sociología y Trabajo Social
de la Universidad de Valladolid. Doctorando en Ciencias Sociales (Universidad
de Salamanca). Ha presentado comunicaciones en diferentes congresos, entre las
que destacan: El islam en España. Universidad San Pablo CEU y Georgia College.
Julio de 2013. Pobreza y exclusión social: los retos de la educación social, II
Jornadas Ibéricas de Educaçao Social, Escola Superior de Edicaçao, Bragança,
noviembre 2013.Filantrocapitalismo, Empresas Privadas y Cooperación al
Desarrollo, Universidad de Valladolid, noviembre de 2013. Filantrocapitaliso y
Desarrollo, II Congreso Internacional de Estudios del Desarrollo, Huelva, junio
2014. Dirección electrónica: mediajuanjo@gmail.com
Irene Valero Oteo. Estudiante del último año
del grado de Sociología en la Universidad de Salamanca. Ha participado como
ponente en congresos internacionales, entre los que destacan: Universidad 2014
(La Habana) o Ninth Internacional Congress of Qualitative Inquiry (2013) en
Chicago (USA). Tiene investigaciones menores realizadas a lo largo de su
formación universitaria. Dirección electrónica: ire_3792@hotmail.com
Juan Romay Coca. Profesor ayudante. Doctor
en la Universidad de Valladolid-Campus de Soria. Doctor en Sociología por la
Universidad de Santiago de Compostela. Ha sido profesor visitante en la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Ha impartido docencia en el
Instituto Politécnico de Braganza en Portugal. Ha participado en más de 20
Congresos Internacionales. Dirige tres revistas y es árbitro en varias
publicaciones nacionales e internacionales. Ha publicado más de 20 artículos
tanto nacionales como internacionales y varios libros, entre ellos: The
migratory flows in Spain: an analysis of the migration and immigration input
from European Union. Dirección electrónica: juanrcoca@gmail.com
http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1405-74252015000100003
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