martes, 16 de noviembre de 2021

 

SANTOS DE LA ORDEN HOSPITALARIA

https://www.vidanuevadigital.com/tribuna/san-benito-menni-24-de-abril-una-luz-en-tiempos-de-coronavirus-alejandro-palacios-alvarez/

 

SAN BENITO MENNI OH

[Milán, Italia, 11.03.1841 - † Dinán, Francia, 24.04.1914], Restaurador de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, en España. Atraído por la caridad de los hermanos con los heridos de la batalla de Magenta (1859), pidió el hábito e hizo la profesión religiosa el 15.05.1861. El Superior General, Juan María Alfieri, lo trasladó a Roma donde hizo la carrera eclesiástica y fue ordenado el 14.10.1866. Extinguida la Orden en España con la muerte del padre José Bueno Villagrán, último general de la Congregación española, Alfieri, tomó a su cargo restaurarla en el momento oportuno. Puso los ojos en el joven Benito y presentólo a Su Santidad Pío IX, quien tomando sus manos entre las suyas le dijo: «Hijo mío, vete a España, con la bendición del cielo, a restaurar tu Orden, en su misma cuna», repitiéndole: «vida perfectamente común, muy pobre, muy casta y muy obediente». Llegó a Barcelona en la semana de Pasión de 1867 y, vencidas las primeras dificultades, abrió un pequeño hospital para niños desvalidos pobres el 14.12.1867. Recibió jóvenes candidatos con los que formó una pequeña comunidad, pero la Revolución Septembrina (1868) le obligó a trasladarse a Marsella con los novicios. Estallada la segunda guerra carlista (1874-1876) ofreció sus servicios y pasó a las ambulancias del Norte con un grupo de hermanos. Acabada la guerra, se trasladó a Madrid, desde donde inició sucesivas fundaciones: Ciempozuelos, para enfermos mentales (finales de 1876); Sevilla, para ancianos (1878); Granada, iglesia de San Juan de Dios (1878) y asilo de niños huérfanos (1879); Málaga, para niños huérfanos (1883). En 1884 fue constituida la provincia española por la Sagrada Congregación y el padre Menni su primer provincial, que sucesivamente lo fue hasta 1903, acrecentando en este período las fundaciones en Portugal y México, con 280 religiosos y unos 3.000 enfermos. Al mismo tiempo que atendía, a la restauración de la Orden, hizo el Señor que dos jóvenes granadinas se pusieran incondicionalmente en sus manos, con las que fundó la Congregación de Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús, que ejercitaron con las enfermas de su sexo las mismas obras de hospitalidad de los hermanos. La Congregación fue aprobada por León XIII (1892) y hoy se extiende pujante por Europa, América y Africa. Con grupos de hermanos y hermanas acudió a las provincias atacadas por el cólera (1885), sucumbiendo varios religiosos. Hombre de oración y gran confianza en Dios, vióse en muchos casos favorecido, por su providencia. El lema dado a sus hijas: «Rogar, trabajar, padecer, sufrir, amar a Dios y callar». En mayo de 1911 fue nombrado Superior General de la Orden, y en junio de 1912, enfermo, dimitió y se retiró a la casa de Dinán (Francia), donde falleció. Fue un religioso de gran mortificación, extraordinarias dotes de gobierno e inagotable celo y caridad, Amado de Dios, bendecido de los pobres, estimado de cuantos tuvieron la dicha de tratarle.

Incansable apóstol de la caridad y profeta de la hospitalidad, organizó más de 45 centros hospitalarios y escribió más de 5.000 cartas, aparte de otros estudios y publicaciones. Toda su vida estuvo impulsada por el amor misericordioso de Dios, simbolizado en el Corazón de su Hijo Jesús, en el que se abandonó y confió siempre. Su jaculatoria favorita era: "Jesús mío, de mí desconfío, en tu Corazón confío y me abandono". Trasladado su cuerpo a Ciempozuelos, en la actualidad reposa en la capilla-panteón del Complejo Asistencial de las Hermanas Hospitalarias.

Se inició el proceso de beatificación el 25.05.1944 y fue introducido en Roma por decreto de 01.03.1955. El papa Juan Pablo II lo beatificó el 23 de junio de 1985 y fue canonizado el 21 de noviembre de 1999.

 

OBRAS:

Avisos a las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús y de la Bienaventurada Virgen María Señora Nuestra. De su muy amantísimo y venerable Padre Fundador y restaurador de la Orden Hospitalaria de los Hermanos de San Juan de Dios en España, Portugal y México (Madrid), Ciempozuelos 1901. Camino de perfección para los novicios de la Orden Hospitalaria de S. Juan de Dios, Madrid 1903. Cartas del Siervo de Dios P. Benito Menni O.H. a las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús por él fundadas (1883-1913), Roma 1975. Concordancias de las Cartas de 262 San Benito Menni, Madrid 2000. Correspondencia epistolar del Rdo. P. Fr. Benito Menni con su Congregación de Religiosas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús, Madrid 1920.

 

 

BIBL.: ÁLVAREZ SIERRA, José, El Padre Menni y su obra, Barcelona 1968. BILBAO, Félix, Un Bienhechor de la Humanidad, Madrid 1940. CÁRCEL ORTÍ, Vicente, Fidelidad a una misión, Ciudad del Vaticano 1985. ESPINOSA FERNÁNDEZ, Emilio, Caminos del amor, Madrid 1966. LIZASO BERRUETE, Félix, Perfil Juandediano del Beato Benito Menni, Granada, 1985. MARTÍN, Manuel, El Rvmo. P. Fr. Benito Menni, Madrid 1919. MONTONATI, Angelo, K.O. in terra. K.O. in cielo. L´avventura di Benedetto Menni, Milán 1985. Idem, El coraje de un profeta. San Benito Menni, Milán 1999. REY, Juan, Luz de Cristo. R. P. Benito Menni, O.H. Su espíritu y su obra, Madrid 1967. SOROLDINI, Mario, Caminando con Él…, Madrid 1981. Idem, Santidad a prueba de fuego, Vida contrastada de Benito Menni, Madrid 1983. VV.AA., El pobre de Jesús. Benito Menni, Burgos 1994. Idem, Espiritualidad de un fundador. Palabra y gesto, Barcelona 1981. ZUÑEDA SALAZAR, Emilio, Benito Menni. Testigo de la caridad, Madrid 1985.

 

San Juan de Dios salvando a los enfermos de incendio del Hospital Real, Manuel Gómez-Moreno González (1880). Museo de Bellas Artes de Granada.

https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_de_Dios

 

SAN JUAN DE DIOS OH

[Montemayor el Nuevo, Évora, Portugal c. 1495 † Granada 08.03.1550], su vida se desenvolvió azarosa y llena de aventuras, a tenor de la época que le tocó vivir. A los ocho años se marchó de casa, sin conocimiento de los padres, Andrés Ciudad y Teresa Duarte, y vino a España traído por un clérigo que le dejó en Oropesa (Toledo) en casa de un buen hombre llamado Francisco Mayoral, a quien sirvió de zagal y pastor. A los veintisiete años, «movido con deseo de ver el mundo y gozar de libertades, que comúnmente suelen tener los que siguen la guerra», se alistó de soldado en una compañía de infantería que enviaba el conde de Oropesa en auxilio de Fuenterrabía (1522). Montado en una yegua, en busca de víveres, le arrojó contra el suelo, dejándole sin sentido y, cuando se recobró, encomendóse a Nuestra Señora que le libró de todo peligro. Acusado luego de infidelidad, fue condenado a la horca, conmutada por la expulsión del campamento. Volvió a Oropesa a su oficio de pastor, y de nuevo se alistó al servicio del conde que iba en auxilio de Viena contra los turcos (1532). De regreso a España, desembarcó en La Coruña, y pasó a Montemayor a tener noticias de sus padres, ya fallecidos. Dirigióse a Sevilla, y sirvió igualmente de pastor. Le dio «gran voluntad de pasar a África», y se fue a Gibraltar donde topó con un caballero portugués, que con su mujer y cuatro hijas doncellas iba desterrado a Ceuta. Conmovido Juan por la desgracia, púsose a su servicio y se ajustó como peón-albañil en la construcción de las murallas, poniendo cada día su jornal en manos del caballero, Vuelve a Gibraltar y se dedica a la venta de libros y objetos piadosos, y en una de sus correrías por los pueblos siente especial inspiración de ir a Granada, donde abre su pequeña tienda junto a la puerta de Elvira. El 20.01.1537, fiesta de san Sebastián, predica en la ermita del Campo de los mártires de la Alhambra, Juan de Ávila. Entre los oyentes está Juan Ciudad, a quien las palabras del apóstol predicador hieren en el alma como dardos encendidos, haciéndole exclamar: «¡Misericordia, misericordia, Señor Dios, de este gran pecador!», y con muestras de gran locura, corre por las calles de la ciudad buscando ultrajes y humillaciones, en penitencia de sus pecados. Encerrado en el hospital de los locos, y experimentando en sí y viendo el trato inhumano que se daba a estos desgraciados, sintió en su alma vivos deseos de consagrar su vida a servirlos. Salido del hospital, visitó a Juan de Ávila en Montilla y se encaminó al santuario de Guadalupe a «visitar a la Virgen Nuestra Señora, dalle gracias y pedille nuevo socorro y ayuda para la nueva vida que pensaba hacer». De vuelta, vio a san Juan de Ávila en Baeza quien le encaminó a Granada a poner por obra sus buenos propósitos. La influencia y dirección de Juan de Ávila en la vida de caridad de san Juan de Dios fue decisiva: «escribidme, le dice, donde yo estuviere, que yo haré con vos todo lo que soy a la caridad obligado». Y un día (08.11.1537) alquiló una casa que amuebló pobremente llenándola de pobres y enfermos desamparados, y comenzó por la noche sus célebres rondas, con una gran espuerta al hombro y dos ollas, demandando limosnas con este clamor: «Hermanos, haced bien a vosotros mismos.» Y con asombro de toda Granada comienza, como nueva locura, la heroica vida de caridad de Juan de Dios. Todos los pobres, los enfermos, los desamparados tienen cabida en su hospital, y su caridad se extiende a las viudas y doncellas, a los vergonzantes y peregrinos. Con candor sin igual, nos describe el mismo santo su hospital: «son tantos los pobres que aquí se llegan, dice, que yo mesmo muchas veces estoy espantado cómo se pueden sustentar, más Jesucristo lo provee todo, y los da de comer ... ; porque así como esta casa es general así reciben en ella generalmente de todas enfermedades y suerte de gentes: ansí que hay aquí tullidos, mancos, leprosos, mudos, locos, perláticos, tiñosos y otros muy viejos y muchos niños; y sin éstos, otros muchos peregrinos y viandantes que aquí se llegan, y les dan fuego, y agua, y sal, y vasijas para guisar de comer; y para todo esto no hay renta; mas Jesucristo lo provee todo». D. Sebastián Ramírez de Fuenleal, arzobispo-obispo de Tuy y presidente de la Chancillería de Granada, le vistió el hábito o capote que llevaron los primeros hermanos, y le impuso el nombre de Juan de Dios. Con intrepidez santa acude a los ricos y señores demandando limosnas para sus pobres; recorre a pie toda la Andalucía y va a la Corte, en Valladolid, donde es recibido del príncipe D. Felipe y nobles, que le atienden con esplendidez. Consérvanse tres hermosas cartas del santo a D.ª María de los Cobos y Mendoza, duquesa de Sesa, y dos a un caballero de Málaga, en que se refleja la largueza con que le socorrían, y el agradecimiento del santo a sus bienhechores. Se incendia el Hospital Real, y Juan de Dios se lanza por entre las llamas para salvar a los pobres. Cada viernes va a la casa pública, lee la Pasión de Jesucristo con gran sentimiento, se disciplina, y saca de la mala vida a multitud de mujeres que coloca en vida honesta. Reconcilia a Antón Martín con el asesino de su hermano, Pedro de Velasco, y los convierte en hermanos y compañeros suyos en el hospital. No tiene límites la caridad de Juan de Dios, como no tienen límite sus trabajos. Fue combatido de varios modos por el espíritu malo, y el Señor le concedió algunos carismas, discreción de espíritus, profecía, ayudas milagrosas. Acabaron los trabajos y penitencias por rendir la salud de Juan de Dios, que como dice su primer historiador «se desvencijó», esto es, se relajaron y quebraron todas las funciones de su organismo. Una piadosa bienhechora, D.ª Ana de Osorio, le acogió en su casa para curarle. El arzobispo Pedro Guerrero le visitó y se hizo cargo de los pobres y de las deudas contraídas. Y abrazado al crucifijo murió de rodillas, al apuntar el día; tiene cincuenta y cinco años y ha servido a los pobres doce años en el hospital de Granada.

No formalizó el santo su obra como Congregación religiosa, ni determinó Reglas, si bien exigía en los pretendientes ciertas condiciones que venían a ser un resumen de las obligaciones religiosas, como aparecen en la carta al joven Luis Bautista. Esta formalidad y organización cuidó el Señor se llevara a efecto por uno de los preclaros hermanos sucesores, Rodrigo de Sigüenza, que alcanzó de Su Santidad Pío V la aprobación del Instituto, bajo la Regla de San Agustín y hábito propio (01.01.1571). Al morir el santo, eran cinco los compañeros que tenía junto a si en el servicio de los pobres: Antón Martín, «a quien dejó en su lugar, como a él mismo, el hospital de Granada», Pedro de Velasco, Dominico Piola, Simón de Avila y Luis García, que quedaron bajo la protección y obediencia del señor arzobispo D. Pedro Guerrero, y como hermano mayor, Antón Martín. Nuevos candidatos ingresaron en el hospital y la obra de Juan de Dios llegó a Madrid y se extendió por toda Andalucía. Fue beatificado por Urbano VIII (21.09.1630) y canonizado por Inocencio XII (15.08.1691). León XIII lo declaró patrono de todos los enfermos y hospitales, y mandó se incluyera su nombre en las letanías de los agonizantes (15.05.1886); y Pío XI lo declaró patrono de las asociaciones católicas de enfermeros y de todos los enfermeros de ambos sexos (28.08.1930). Es también patrón de los bomberos.

Juan de Dios enriquece a la Iglesia y a la sociedad con su itinerario de servicio:

Recuperando el puesto de la caridad en la vida de la Iglesia y haciendo familiar la parábola del Buen Samaritano con quien él se identifica.

Con la fuerza de su cristocentrismo: se fió totalmente de Jesucristo y le imitó en sus actitudes y gestos de misericordia.

Aportando su exquisita sensibilidad ante el sufrimiento humano: No pasa de largo.

Dando a todos los hombres el título honorífico de “hermanos” y ayudando a descubrir su dignidad..

Mediante su entrega incondicional a todos y de manera integral: Por los cuerpos a las almas.

Contagiando con su propio estilo de vida a sus primeros compañeros y que se irradia a partir del hospital de Granada. Con su capacidad de despertar profecía. Su herencia son las personas que sufren y sus deudas.

BIBL.: CASTRO, Francisco de, Historia de la vida y sanctas obras de Iuan de Dios, y de la institución de su Orden, y principio de su hospital. Compuesta por el Maestro Francisco de Castro, Sacerdote Rector del mismo hospital de Iuan de Dios de Granada. Dirigida al Ilustrissimo Señor Don Iuan Mendez de Salvatierra, Arçobispo de Granada. Con privilegio. En Granada, en casa de Antonio de Libríxa. Año de MDLXXXV. CLAVIJO Y CLAVIJO, Salvador, La obra de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, Madrid 1950. GÓMEZ MORENO, Manuel, Primicias históricas de San Juan de Dios, Madrid 1950. GOVEA, Antonio de, Vida y milagros del bendito P. Juan de Dios, Madrid 1524. MARCOS BUENO, Octavio, Cartas y Escritos de N. P. S. Juan de Dios, Madrid 1935. MINA Y SALVADOR, Matías de, Visitar la Granada de San Juan de Dios, Granada 1994. MONSERRAT FIGUERAS, Salvador, Las actividades médico-castrenses de la ínclita Orden Hospitalaria de S. Juan de Dios, Madrid 1950. MORALES ZARAGOZA, María Luisa, Juan de Dios y sus aportaciones a la Asistencia Hospitalaria, Madrid 1989. MONSERRAT FIGUERAS, Salvador, Las actividades médico-castrenses de la ínclita Orden-Hospitalaria de S. Juan de Dios, Madrid 1950. SÁNCHEZ MARTÍNEZ, José, KenosisDiakonia en el itinerario espiritual de San Juan de Dios, Madrid 1995. SANTOS, Juan, Chrononología de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, I, Madrid 1715. TRINCHERÍA, Manuel, Pasmosa vida... de san Juan de Dios, Madrid 1773. VV.AA., La Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, año 2000, Madrid, 2000.


https://sanjuandedios.com/orden/3-de-junio-festividad-de-san-juan-grande-5/

 

 

SAN JUAN GRANDE OH

[Carmona, Sevilla, 06.03.1546 - † Jerez de la Frontera, Cádiz, 03.06.1600], vivió en la segunda mitad del s. XVI, como san Juan de Dios había vivido en la primera mitad. Juan Grande quiso continuar la labor y el espíritu de Juan de Dios, y para ello tomará su hábito y seguirá sus estatutos.

Juan Grande Román, hijo de Cristóbal y de Isabel, nació en Carmona (Sevilla), el 6 de marzo de 1546 y fue bautizado a los pocos días en la parroquia de San Pedro. Su padre era herrero. Pertenecía, por tanto, al mundo artesanal, modesto pero para nada pobre en el sentido de necesitado, y sabemos que al morir dejó a sus hijos algunos bienes. Su madre, al quedar viuda en 1557, volvió a casar con Cristóbal de Fontanillas, un buen hombre, que quiso bien a Juan y tuvo con él excelentes relaciones. Su madre era mujer muy piadosa y pasó los últimos años de su vida en Jerez con su hijo.

Juan fue mozo de coro o acólito en la parroquia de San Pedro, y ya para entonces a todos les pareció un chico bueno y religioso. Le ofrecieron que aspirara al sacerdocio, pero él no se sintió vocacionado. Muerto su padre, fue a Sevilla a aprender el oficio de pañero, y estuvo cuatro años en la capital, siendo muy estimado por su maestro, que le rogó en vano a su madre se lo dejara como partícipe de su negocio. La madre lo devolvió a Carmona, le compró telas y Juan empezó, con un ayudante, a venderlas por las calles de la ciudad.

Un día dejó su casa, tomó el camino de Marchena y aquí, en la ermita de Santa Olalla, se dedicó por entero a la oración, buscando con ansia cuál era la voluntad de Dios sobre su vida. De esta intensa oración sacó tres decisiones sucesivas que tomó en Marchena: primera, consagrarse a Dios por entero en castidad y pobreza; segunda: convertirse en siervo de los pobres; así se lo sugirió el encuentro con unos ancianos desvalidos, a cuyo servicio se puso, pidiendo limosnas para ellos y atendiéndolos en todo; la tercera, marchar a Jerez de la Frontera y allí precisamente servir a Dios en los pobres. Parece que esta última opción tenía por objeto estar lejos de los suyos y de su entorno, libre total para seguir su vocación.

Llegó a Jerez hacia l565. Por consejo de un franciscano se dedicó primero a la asistencia a los pobres de la Cárcel Real, donde realizó una labor magnífica, y tuvo la aparición de Cristo todo llagado que le pidió lo sirviera en los enfermos. Entonces decidió hacerse cargo del hospitalito de los Remedios, con ocho camas para enfermos.

En 1567 abordó la construcción de un nuevo hospital, y para costearlo había decidido ir a Roma a pedirle al papa gracias e indulgencias que ganaran los benefactores del hospital, pero la licencia real para la construcción fue negada, y Juan sé que acogió al ofrecimiento de la Hermandad de Letrán que le dejó dos enfermerías del hospital de San Sebastián. Y ahí trabajó recogiendo enfermos. El seguía madurando la idea de fundar un hospital nuevo, con nuevos criterios y nuevos conceptos sobre cómo debía ser la hospitalidad.

Al llegar a Jerez, no dijo que se llamaba Juan Grande sino Juan Pecador, y como Hermano Juan Pecador lo conocía todo el mundo.

Por fin, el 11 de mayo de 1572, llegó a un acuerdo con la Hermandad de Letrán que le cedía el terreno de su camposanto y en él podría edificar a sus expensas un hospital y dirigirlo por sí mismo mientras viviera, quedando la construcción, a la muerte de Juan, a disposición de la Hermandad. Este hecho nos indica claramente que Juan trabajaba en solitario, de lo contrario no habría dejado que su obra se extinguiera con su muerte. Firmado el acuerdo, Juan se dedicó a construir su hospital, y en efecto fueron surgiendo las enfermerías, la cocina, la despensa, el patio, y demás dependencias del hospital. Él quería dedicarlo a los enfermos convalecientes y a los incurables, porque decía que le horrorizaba el espectáculo de los pobres que, no admitidos en los otros hospitales por ser incurables, se morían por las calles como perros o aparecían muertos en los soportales.

Estando en esta tarea de construir su hospital, se entera Juan Grande de que el papa san Pío V ha constituido en congregación religiosa a los hermanos del Hospital de Juan de Dios en Granada y de los demás hospitales de su misma agregación; y que la bula papal deja abierta la puerta para que puedan agregarse otros hospitalarios y otros hospitales. Y decide Juan entrar por esa puerta: va a Granada, cuyo hospital lo gobernaba entonces el Hno. Rodrigo de Sigüenza, pide la admisión en la nueva congregación, se le otorga y profesa la Regla de San Agustín, tomando el escapulario distintivo de los hermanos de san Juan de Dios sobre su túnica vasta.

Vuelve a Jerez, donde tenía un propósito decidido que cumplir: agregar también su hospital a la congregación hospitalaria de Juan de Dios. Ese hospital era suyo de por vida pero estaba acordado que quedaría para la Hermandad de Letrán a su muerte. En enero de 1575, pide a la Hermandad y consigue de ella, que su obra se prolongue más allá de sus días y que el hospital quede para sus compañeros de hábito, para la congregación de Juan de Dios.

Juan abre un noviciado en su hospital. Numerosos jóvenes llegan queriendo ser religiosos hospitalarios, y Juan los admite, selecciona y forma, siendo un espléndido maestro de novicios. Porque Juan enseñó hospitalidad sobre todo con su ejemplo: duerme en el suelo, come parcamente, no tiene tiempo sino para la oración y las obras de misericordia, pide por las calles limosnas, recoge enfermos y moribundos y los lleva a su hospital, visita a los pobres vergonzantes, reparte cantidades ingentes de pan y comida a la puerta del hospital, saca de la prostitución a numerosas mujeres y les busca un medio honesto de vida, catequiza a los niños pobres y les da comida, alberga de noche en una sala a pobres sin techo, consuela a los tristes, recibe a todo el que quiere verle, y se pasa las noches en oración pidiendo a Dios misericordia para el mundo. Y en esta escuela forma a sus jóvenes religiosos y los entusiasma con el ideal de la misericordia de Cristo, a quien subraya él que se socorre cuando se socorre a cualquier necesitado.

La obra de Juan se extendió en vida de él, y tras el hospital de Jerez se abrieron otros en la zona: los de Arcos, Sanlúcar, Medina Sidonia, Villamartín, el Puerto de Santa María y Cádiz, todos con positiva influencia de Juan en su instalación y proporcionando religiosos, que incluso de más lejos se los pedían.

Juan no parecía conocer el cansancio ni se arredraba ante obra alguna que fuera del servicio de los pobres. Pedía y buscaba, y se cumplía en él el dicho evangélico, recibía y encontraba. La última gran obra de Juan fue la de la reestructuración del sistema hospitalario jerezano, obra cuya ejecución le fue encomendada por el cardenal Rodrigo de Castro, arzobispo de Sevilla, a cuya archidiócesis pertenecía entonces Jerez.

La voluntad de reestructurar todos los hospitales españoles, y hacerlo por la vía de la reducción, era ya antigua. Pero no se acertó con el método hasta que el rey y el papa se pusieron de acuerdo en que la hiciera cada obispo en su diócesis. Fue entonces cuando en los diferentes obispados se procedió a la reforma hospitalaria que incluía la reducción de muchos pequeños hospitales a uno que quedaba ampliado y cuya economía por la suma de las economías de los hospitales reducidos quedaba garantizada. En Jerez los primeros pasos se dieron en 1589. En julio de ese año fue llamado san Juan Grande a declarar ante la comisión formada al efecto. Contestó a lo que le preguntaron sobre los orígenes de su hospital, y dio un memorial en el que exponía su idea sobre cómo debía hacerse la reducción. Este memorial fue clave, pues finalmente el rey Felipe II y el cardenal arzobispo Castro se pusieron de acuerdo en una solución muy similar a la que había propuesto Juan Grande. Se acordó que todos los hospitales se redujeran al de Juan Grande, que quedaba como hospital general de hombres, y quedaran otros dos, uno para mujeres y otro para contagiosos. A Juan le encomendó el arzobispo la parte ejecutiva, parte más difícil e incluso odiosa, porque se lesionaban intereses creados. Juan sufrió mucho, soportó injurias y malas voluntades, llegaron a maltratarlo físicamente incluso, pero como se trataba del interés de los pobres, Juan resistió con entereza. Al final, hecha la reducción, salieron ganando los pobres, como a Juan le interesaba. La reducción se hizo por fin el 11 de febrero de 1593.

Juan Grande dirigió con eficacia y acierto su hospital ampliado, admirando a los jerezanos y a los pueblos del entorno con su caridad excelsa. Recibía soldados enfermos que llegaban a los puertos cercanos, y él mismo dirá que su hospital era como una madre para todos los necesitados. Juan murió el 3 de junio del año 1600, contagiado de asistir a los apestados, en una tremenda epidemia desatada en la población. Enterrado sin pompa alguna en un corral del hospital, el año 1601 fue trasladado su cuerpo a la iglesia del mismo hospital donde permaneció hasta que en 1840, tras la exclaustración, ésta fue cerrada y derribada. Posteriormente sus reliquias se llevaron a la iglesia de San Dionisio y hoy están en el santuario que tiene dedicado junto al Hospital Juan Grande, de los Hermanos de San Juan de Dios. Sus virtudes fueron declaradas heroicas en 1775 por Pío VI, fue beatificado el 13 de noviembre de 1853 y canonizado el 2 de junio de 1996. Diez años antes, y siendo solamente beato, el papa Juan Pablo II lo nombró patrono de la nueva diócesis de Jerez de la Frontera.

 

 

 

BIBL.: MASCAREÑAS, Jerónimo, Vida, Virtudes y Maravillas del Siervo de Dios Fr. Juan Pecador, religioso de la Orden de S. Juan de Dios, y Fundador del Hospital de la ciudad de Xerez de la Frontera, Madrid 1665. REPETTO BETES, José Luis, El Hermano Juan Pecador. Biografía crítica del B. Juan Grande (1546-1600), Fundador del Hospital Jerezano de la Candelaria, Jerez de la Frontera 1984. Limosnero y Apóstol. Francisco Camacho, Santafé de Bogota 1999. SANCHO DE SOPRANIS, Hipólito, Biografía documentada del Beato Juan Grande O.H., Fundador del Hospital de Candelaria de Jerez de la Frontera, Jerez de la Frontera 1960.

 

 

 

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SANTUARIO DE SAN JUAN GRANDE.

Desde que en el otoño de 1927 la Orden Hospitalaria regresó a Jerez de la Frontera, fue propósito decidido el suyo animar la devoción al entonces Beato Juan Grande y obtener la entrega de sus sagradas reliquias.

En 1840 – cuenta una vieja crónica – el municipio de Jerez contaba entre sus concejales a numerosos sujetos afectados de ideas sectarias, que se complacían en el derribo de iglesias y casas religiosas, cosa posible tras la exclaustración de 1835. Ese año los hermanos de San Juan de Dios debieron abandonar su convento-hospital de Jerez, construido por el propio san Juan Grande, y que había sido la cuna de otros varios hospitales juandedianos en la zona. Constaba de hermosas enfermerías en torno a un patio con columnas de mármol, y una hermosa iglesia que, sustituyendo a una más vieja, habían edificado los hermanos en el s. XVIII. En esta iglesia estaban depositados los restos mortales del entonces venerable Juan Grande. Se corrió la voz de que la iglesia del hospital iba a ser derribada, como lo fue también el convento de San Francisco, y sin pensarlo mucho el capellán y varios albañiles procedieron a sacar las reliquias del venerable Juan Grande de su tumba y llevarlas a la casa de unas señoras para su custodia. El sentimiento de alarma en Jerez fue general en los ambientes religiosos y obligó a la autoridad eclesiástica a intervenir. El 18 de enero de 1841 las reliquias de san Juan Grande eran llevadas de forma discreta por varios sacerdotes a la iglesia parroquial de San Dionisio, donde otros muchos sacerdotes las esperaban, y fueron depositadas en un nicho detrás del altar del sagrario. Allí las visitaría en su viaje por España el P. Juan María Alfieri, Superior General de la Orden.

Las reliquias estuvieron en un humilde sitio como era aquél, incluso después de la beatificación del Santo el 13 de noviembre de 1853. Pero el 8 de agosto de 1886 se trasladaron a un nuevo altar en la propia iglesia de San Dionisio y se les hizo una magnifica urna de plata donde aún se encuentran. Un sacerdote, Don Miguel Muñoz Espinosa († 1916) se hizo cargo del culto y propaganda de la devoción al Santo, y logró una lucida conmemoración de su III Centenario el año 1900, visitando las reliquias el P. Casiano María Gasser, Superior General, y San Benito Menni, quien dijo misa en el altar. Y allí estaban en el otoño de 1927 cuando los hermanos abren de nuevo casa en Jerez, en una finca donada por doña Micaela Paradas. A la nueva institución se la llamó Sanatorio de Santa Rosalía y el Beato Juan Grande. Con gran pompa y solemnidad, presidida por el cardenal arzobispo de Sevilla, don Eustaquio Ilundain y Esteban, las reliquias fueron llevadas al nuevo Sanatorio el día 1 de julio de 1928, asistiendo muchos fieles, el clero y las comunidades religiosas de la ciudad, y viniendo muchos hermanos de la Orden de otras casas.

Las reliquias quedaron depositadas en la capilla del Sanatorio, y muy pronto en el sitio central se alzó una capilla, y bajo su alto techo un retablo donde se colocaron al culto las sagradas reliquias. Esta capilla se amplió más tarde y se trajeron a ella varios retablos que habían sido de la iglesia del antiguo hospital, y en uno de ellos, de corte barroco, del s. XVIII, se depositaron las reliquias en su urna, sobre una hermosa peana de nubes.

A partir de 1980, cuando se creó la nueva diócesis de Jerez, se quiso dar un nuevo impulso a la causa de canonización del entonces Beato Juan Grande, ya que se le quería para patrono del nuevo obispado. Se creó una comisión que diera impulso y se tuvieron cultos en la iglesia así como se publicaron biografías y estampas de Juan Grande.

En 1986 el papa Juan Pablo II por su breve del 10 de diciembre, dispensando la condición de sólo beato, nombró a Juan Grande patrono de la diócesis de Jerez, lo cual fue celebrado por la Orden y por la Iglesia diocesana. Y en 1995 llegó la fausta noticia de que el Papa había aprobado la cualidad milagrosa de la curación de una religiosa polaca por intercesión del B. Juan Grande y podía así pasar a la canonización. Ésta tuvo lugar en la plaza de San Pedro el día 2 de junio de 1996.

Y fue con este motivo que se pensó en la ampliación de la capilla para convertirla en una iglesia y que tuviera la condición canónica de Santuario diocesano. Se le encomendó al arquitecto señor Pinto el diseño de la ampliación, queriéndose que tuviera un presbiterio, propio para concelebraciones, y en el que figurara detrás del altar un lugar digno, adornado de mármoles, para que en él se depositara la urna con las sagradas Reliquias. Éstas, en el mes de abril previo a la canonización, fueron examinadas en un acto solemne, presidido por el obispo de Jerez, Mons. Rafael Bellido Caro, dándose un dictamen sobre su estado de conservación por los doctores González Muñoz y González Vaello.

El obispo de Jerez dio el decreto de elevación de la iglesia a Santuario y de que fuera solemnemente consagrada o dedicada, haciéndolo personalmente en brillante ceremonia el día 16 de junio de dicho año 1996, ya efectuada la canonización en Roma.

 

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Ese día acudieron muchos hermanos de la Orden de todas las casas de Andalucía y aun de España, y las reliquias fueron trasladadas a hombros de los hermanos hasta el retablo situado tras el altar. En él se había colocado un templete de plata, del año 1653, obra del maestro platero Matheo Núñez, utilizado antiguamente en el Corpus, y que era cedido por el Cabildo Catedral para contener las reliquias del Santo y mientras estuvieran en él.

Se dio comienzo la I Peregrinación al Santuario de San Juan Grande, convocada por el Obispo de Jerez para su diócesis, y que a lo largo del año atrajo a numerosas parroquias y asociaciones hasta la iglesia del Santo.

El Santuario consta de un cuerpo de iglesia de unos veinte metros de largo, al fondo del cual se encuentra un muro que se adorna con un mural representando a la Santísima Virgen María asistida por los ángeles, encima de una escalera, por donde sube San Juan Grande, mientras otros religiosos al pie de ella cuidan de los enfermos y les indican el camino de la salvación. Este hermoso mural es obra del fallecido M. Fernández, director de la Escuela de Artes y Oficios. Delante se halla el templete con las sagradas Reliquias.

A ambos lados del cuerpo de iglesia se hallan sendos retablos barrocos, el uno con la imagen de Nuestra Señora de la Candelaria, imagen encargada por el propio san Juan Grande para el hospital, y en el otro la imagen de San Juan de Dios, imagen de vestir, de imaginería andaluza del s. XVIII.

A la derecha del altar mayor se encuentra la pequeña capilla del Sagrario, y en ella la imagen de Nuestra Señora de las Angustias, imagen regalada a San Juan Grande por el Cardenal Rodrigo de Castro. E igualmente a la derecha del presbiterio se extiende una nave para los enfermos. Está adornada con cuadros antiguos y modernos, y culminada por una cruz hecha con vigas del techo de la celda en que murió san Juan Grande. En la capilla del Sagrario se halla el báculo del santo.

El Obispado de Jerez de la Frontera aprobó oportunamente unos estatutos para el Santuario, que igualmente obtuvieron la conformidad del Provincial de la Provincia de Nuestra Señora de la Paz (Bética).

El día 4 de junio de 2000 se tuvo solemne procesión con las Reliquias del Santo hasta el lugar donde ocurrió su santa muerte. Y entre las muchas peregrinaciones habidas hay que resaltar la de la Hermandad de N. P. Jesús de la Salud en sus Tres Caídas, imagen venerada del pueblo, que fue llevada hasta el Santuario, donde se hicieron cultos solemnes durante varios días y fue devuelta en olor de multitud a su iglesia de San Lucas, habiendo sido miles las personas que con este motivo visitaron el Santuario y besaron las sagradas Reliquias del Santo.

Desde su creación el Santuario, es un foco de espiritualidad y vida cristiana, desde donde San Juan Grande sigue expandiendo su mensaje de caridad y misericordia.

Virgen de la Candelaria, en el Santuario de San Juan Grande











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