SANTOS DE LA ORDEN HOSPITALARIA
SAN BENITO MENNI OH
[Milán, Italia, 11.03.1841 - † Dinán, Francia, 24.04.1914],
Restaurador de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, en España.
Atraído por la caridad de los hermanos con los heridos de la batalla de Magenta
(1859), pidió el hábito e hizo la profesión religiosa el 15.05.1861. El
Superior General, Juan María Alfieri, lo trasladó a Roma donde hizo la carrera
eclesiástica y fue ordenado el 14.10.1866. Extinguida la Orden en España con la
muerte del padre José Bueno Villagrán, último general de la Congregación
española, Alfieri, tomó a su cargo restaurarla en el momento oportuno. Puso los
ojos en el joven Benito y presentólo a Su Santidad Pío IX, quien tomando sus
manos entre las suyas le dijo: «Hijo mío, vete a España, con la bendición del
cielo, a restaurar tu Orden, en su misma cuna», repitiéndole: «vida perfectamente
común, muy pobre, muy casta y muy obediente». Llegó a Barcelona en la semana de
Pasión de 1867 y, vencidas las primeras dificultades, abrió un pequeño hospital
para niños desvalidos pobres el 14.12.1867. Recibió jóvenes candidatos con los
que formó una pequeña comunidad, pero la Revolución Septembrina (1868) le
obligó a trasladarse a Marsella con los novicios. Estallada la segunda guerra
carlista (1874-1876) ofreció sus servicios y pasó a las ambulancias del Norte
con un grupo de hermanos. Acabada la guerra, se trasladó a Madrid, desde donde
inició sucesivas fundaciones: Ciempozuelos, para enfermos mentales (finales de
1876); Sevilla, para ancianos (1878); Granada, iglesia de San Juan de Dios
(1878) y asilo de niños huérfanos (1879); Málaga, para niños huérfanos (1883).
En 1884 fue constituida la provincia española por la Sagrada Congregación y el
padre Menni su primer provincial, que sucesivamente lo fue hasta 1903,
acrecentando en este período las fundaciones en Portugal y México, con 280 religiosos
y unos 3.000 enfermos. Al mismo tiempo que atendía, a la restauración de la
Orden, hizo el Señor que dos jóvenes granadinas se pusieran incondicionalmente
en sus manos, con las que fundó la Congregación de Hermanas Hospitalarias del
Sagrado Corazón de Jesús, que ejercitaron con las enfermas de su sexo las
mismas obras de hospitalidad de los hermanos. La Congregación fue aprobada por
León XIII (1892) y hoy se extiende pujante por Europa, América y Africa. Con
grupos de hermanos y hermanas acudió a las provincias atacadas por el cólera
(1885), sucumbiendo varios religiosos. Hombre de oración y gran confianza en
Dios, vióse en muchos casos favorecido, por su providencia. El lema dado a sus
hijas: «Rogar, trabajar, padecer, sufrir, amar a Dios y callar». En mayo de
1911 fue nombrado Superior General de la Orden, y en junio de 1912, enfermo,
dimitió y se retiró a la casa de Dinán (Francia), donde falleció. Fue un
religioso de gran mortificación, extraordinarias dotes de gobierno e inagotable
celo y caridad, Amado de Dios, bendecido de los pobres, estimado de cuantos
tuvieron la dicha de tratarle.
Incansable apóstol de la caridad y profeta de la
hospitalidad, organizó más de 45 centros hospitalarios y escribió más de 5.000
cartas, aparte de otros estudios y publicaciones. Toda su vida estuvo impulsada
por el amor misericordioso de Dios, simbolizado en el Corazón de su Hijo Jesús,
en el que se abandonó y confió siempre. Su jaculatoria favorita era:
"Jesús mío, de mí desconfío, en tu Corazón confío y me abandono".
Trasladado su cuerpo a Ciempozuelos, en la actualidad reposa en la
capilla-panteón del Complejo Asistencial de las Hermanas Hospitalarias.
Se inició el proceso de beatificación el 25.05.1944 y fue
introducido en Roma por decreto de 01.03.1955. El papa Juan Pablo II lo
beatificó el 23 de junio de 1985 y fue canonizado el 21 de noviembre de 1999.
OBRAS:
Avisos a las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón
de Jesús y de la Bienaventurada Virgen María Señora Nuestra. De su muy
amantísimo y venerable Padre Fundador y restaurador de la Orden Hospitalaria de
los Hermanos de San Juan de Dios en España, Portugal y México (Madrid),
Ciempozuelos 1901. Camino de perfección para los novicios de la Orden
Hospitalaria de S. Juan de Dios, Madrid 1903. Cartas del Siervo de Dios P.
Benito Menni O.H. a las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús por
él fundadas (1883-1913), Roma 1975. Concordancias de las Cartas de 262 San
Benito Menni, Madrid 2000. Correspondencia epistolar del Rdo. P. Fr. Benito
Menni con su Congregación de Religiosas Hospitalarias del Sagrado Corazón de
Jesús, Madrid 1920.
BIBL.: ÁLVAREZ SIERRA, José, El Padre Menni y su obra,
Barcelona 1968. BILBAO, Félix, Un Bienhechor de la Humanidad, Madrid 1940.
CÁRCEL ORTÍ, Vicente, Fidelidad a una misión, Ciudad del Vaticano 1985.
ESPINOSA FERNÁNDEZ, Emilio, Caminos del amor, Madrid 1966. LIZASO BERRUETE,
Félix, Perfil Juandediano del Beato Benito Menni, Granada, 1985. MARTÍN,
Manuel, El Rvmo. P. Fr. Benito Menni, Madrid 1919. MONTONATI, Angelo, K.O. in
terra. K.O. in cielo. L´avventura di Benedetto Menni, Milán 1985. Idem, El
coraje de un profeta. San Benito Menni, Milán 1999. REY, Juan, Luz de Cristo.
R. P. Benito Menni, O.H. Su espíritu y su obra, Madrid 1967. SOROLDINI, Mario,
Caminando con Él…, Madrid 1981. Idem, Santidad a prueba de fuego, Vida
contrastada de Benito Menni, Madrid 1983. VV.AA., El pobre de Jesús. Benito
Menni, Burgos 1994. Idem, Espiritualidad de un fundador. Palabra y gesto,
Barcelona 1981. ZUÑEDA SALAZAR, Emilio, Benito Menni. Testigo de la caridad,
Madrid 1985.
San Juan de Dios salvando a los enfermos de incendio del
Hospital Real, Manuel
Gómez-Moreno González (1880). Museo de Bellas
Artes de Granada.
https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_de_Dios
SAN JUAN DE DIOS OH
[Montemayor el Nuevo, Évora, Portugal c. 1495 † Granada
08.03.1550], su vida se desenvolvió azarosa y llena de aventuras, a tenor de la
época que le tocó vivir. A los ocho años se marchó de casa, sin conocimiento de
los padres, Andrés Ciudad y Teresa Duarte, y vino a España traído por un
clérigo que le dejó en Oropesa (Toledo) en casa de un buen hombre llamado
Francisco Mayoral, a quien sirvió de zagal y pastor. A los veintisiete años,
«movido con deseo de ver el mundo y gozar de libertades, que comúnmente suelen
tener los que siguen la guerra», se alistó de soldado en una compañía de
infantería que enviaba el conde de Oropesa en auxilio de Fuenterrabía (1522).
Montado en una yegua, en busca de víveres, le arrojó contra el suelo, dejándole
sin sentido y, cuando se recobró, encomendóse a Nuestra Señora que le libró de
todo peligro. Acusado luego de infidelidad, fue condenado a la horca, conmutada
por la expulsión del campamento. Volvió a Oropesa a su oficio de pastor, y de
nuevo se alistó al servicio del conde que iba en auxilio de Viena contra los
turcos (1532). De regreso a España, desembarcó en La Coruña, y pasó a
Montemayor a tener noticias de sus padres, ya fallecidos. Dirigióse a Sevilla,
y sirvió igualmente de pastor. Le dio «gran voluntad de pasar a África», y se
fue a Gibraltar donde topó con un caballero portugués, que con su mujer y
cuatro hijas doncellas iba desterrado a Ceuta. Conmovido Juan por la desgracia,
púsose a su servicio y se ajustó como peón-albañil en la construcción de las
murallas, poniendo cada día su jornal en manos del caballero, Vuelve a
Gibraltar y se dedica a la venta de libros y objetos piadosos, y en una de sus
correrías por los pueblos siente especial inspiración de ir a Granada, donde
abre su pequeña tienda junto a la puerta de Elvira. El 20.01.1537, fiesta de
san Sebastián, predica en la ermita del Campo de los mártires de la Alhambra,
Juan de Ávila. Entre los oyentes está Juan Ciudad, a quien las palabras del
apóstol predicador hieren en el alma como dardos encendidos, haciéndole
exclamar: «¡Misericordia, misericordia, Señor Dios, de este gran pecador!», y
con muestras de gran locura, corre por las calles de la ciudad buscando
ultrajes y humillaciones, en penitencia de sus pecados. Encerrado en el
hospital de los locos, y experimentando en sí y viendo el trato inhumano que se
daba a estos desgraciados, sintió en su alma vivos deseos de consagrar su vida
a servirlos. Salido del hospital, visitó a Juan de Ávila en Montilla y se
encaminó al santuario de Guadalupe a «visitar a la Virgen Nuestra Señora, dalle
gracias y pedille nuevo socorro y ayuda para la nueva vida que pensaba hacer».
De vuelta, vio a san Juan de Ávila en Baeza quien le encaminó a Granada a poner
por obra sus buenos propósitos. La influencia y dirección de Juan de Ávila en
la vida de caridad de san Juan de Dios fue decisiva: «escribidme, le dice,
donde yo estuviere, que yo haré con vos todo lo que soy a la caridad obligado».
Y un día (08.11.1537) alquiló una casa que amuebló pobremente llenándola de
pobres y enfermos desamparados, y comenzó por la noche sus célebres rondas, con
una gran espuerta al hombro y dos ollas, demandando limosnas con este clamor:
«Hermanos, haced bien a vosotros mismos.» Y con asombro de toda Granada
comienza, como nueva locura, la heroica vida de caridad de Juan de Dios. Todos
los pobres, los enfermos, los desamparados tienen cabida en su hospital, y su
caridad se extiende a las viudas y doncellas, a los vergonzantes y peregrinos.
Con candor sin igual, nos describe el mismo santo su hospital: «son tantos los
pobres que aquí se llegan, dice, que yo mesmo muchas veces estoy espantado cómo
se pueden sustentar, más Jesucristo lo provee todo, y los da de comer ... ;
porque así como esta casa es general así reciben en ella generalmente de todas
enfermedades y suerte de gentes: ansí que hay aquí tullidos, mancos, leprosos,
mudos, locos, perláticos, tiñosos y otros muy viejos y muchos niños; y sin
éstos, otros muchos peregrinos y viandantes que aquí se llegan, y les dan
fuego, y agua, y sal, y vasijas para guisar de comer; y para todo esto no hay
renta; mas Jesucristo lo provee todo». D. Sebastián Ramírez de Fuenleal,
arzobispo-obispo de Tuy y presidente de la Chancillería de Granada, le vistió el
hábito o capote que llevaron los primeros hermanos, y le impuso el nombre de
Juan de Dios. Con intrepidez santa acude a los ricos y señores demandando
limosnas para sus pobres; recorre a pie toda la Andalucía y va a la Corte, en
Valladolid, donde es recibido del príncipe D. Felipe y nobles, que le atienden
con esplendidez. Consérvanse tres hermosas cartas del santo a D.ª María de los
Cobos y Mendoza, duquesa de Sesa, y dos a un caballero de Málaga, en que se
refleja la largueza con que le socorrían, y el agradecimiento del santo a sus
bienhechores. Se incendia el Hospital Real, y Juan de Dios se lanza por entre
las llamas para salvar a los pobres. Cada viernes va a la casa pública, lee la
Pasión de Jesucristo con gran sentimiento, se disciplina, y saca de la mala
vida a multitud de mujeres que coloca en vida honesta. Reconcilia a Antón
Martín con el asesino de su hermano, Pedro de Velasco, y los convierte en
hermanos y compañeros suyos en el hospital. No tiene límites la caridad de Juan
de Dios, como no tienen límite sus trabajos. Fue combatido de varios modos por
el espíritu malo, y el Señor le concedió algunos carismas, discreción de
espíritus, profecía, ayudas milagrosas. Acabaron los trabajos y penitencias por
rendir la salud de Juan de Dios, que como dice su primer historiador «se
desvencijó», esto es, se relajaron y quebraron todas las funciones de su
organismo. Una piadosa bienhechora, D.ª Ana de Osorio, le acogió en su casa
para curarle. El arzobispo Pedro Guerrero le visitó y se hizo cargo de los pobres
y de las deudas contraídas. Y abrazado al crucifijo murió de rodillas, al
apuntar el día; tiene cincuenta y cinco años y ha servido a los pobres doce
años en el hospital de Granada.
No formalizó el santo su obra como Congregación
religiosa, ni determinó Reglas, si bien exigía en los pretendientes ciertas
condiciones que venían a ser un resumen de las obligaciones religiosas, como
aparecen en la carta al joven Luis Bautista. Esta formalidad y organización
cuidó el Señor se llevara a efecto por uno de los preclaros hermanos sucesores,
Rodrigo de Sigüenza, que alcanzó de Su Santidad Pío V la aprobación del
Instituto, bajo la Regla de San Agustín y hábito propio (01.01.1571). Al morir
el santo, eran cinco los compañeros que tenía junto a si en el servicio de los
pobres: Antón Martín, «a quien dejó en su lugar, como a él mismo, el hospital
de Granada», Pedro de Velasco, Dominico Piola, Simón de Avila y Luis García,
que quedaron bajo la protección y obediencia del señor arzobispo D. Pedro
Guerrero, y como hermano mayor, Antón Martín. Nuevos candidatos ingresaron en
el hospital y la obra de Juan de Dios llegó a Madrid y se extendió por toda
Andalucía. Fue beatificado por Urbano VIII (21.09.1630) y canonizado por
Inocencio XII (15.08.1691). León XIII lo declaró patrono de todos los enfermos
y hospitales, y mandó se incluyera su nombre en las letanías de los agonizantes
(15.05.1886); y Pío XI lo declaró patrono de las asociaciones católicas de
enfermeros y de todos los enfermeros de ambos sexos (28.08.1930). Es también
patrón de los bomberos.
Juan de Dios enriquece a la Iglesia y a la sociedad con
su itinerario de servicio:
Recuperando el puesto de la caridad en la vida de la
Iglesia y haciendo familiar la parábola del Buen Samaritano con quien él se
identifica.
Con la fuerza de su cristocentrismo: se fió totalmente de Jesucristo y le imitó en sus actitudes y gestos de
misericordia.
Aportando su exquisita sensibilidad ante el sufrimiento
humano: No pasa de largo.
Dando a todos los hombres el título honorífico de “hermanos”
y ayudando a descubrir su dignidad..
Mediante su entrega incondicional a todos y de manera
integral: Por los cuerpos a las almas.
Contagiando con su propio estilo de vida a sus primeros
compañeros y que se irradia a partir del hospital de Granada. Con su capacidad
de despertar profecía. Su herencia son las personas que sufren y sus deudas.
BIBL.: CASTRO, Francisco de, Historia de la vida y
sanctas obras de Iuan de Dios, y de la institución de su Orden, y principio de
su hospital. Compuesta por el Maestro Francisco de Castro, Sacerdote Rector del
mismo hospital de Iuan de Dios de Granada. Dirigida al Ilustrissimo Señor Don
Iuan Mendez de Salvatierra, Arçobispo de Granada. Con privilegio. En Granada,
en casa de Antonio de Libríxa. Año de MDLXXXV. CLAVIJO Y CLAVIJO, Salvador, La
obra de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, Madrid 1950. GÓMEZ MORENO,
Manuel, Primicias históricas de San Juan de Dios, Madrid 1950. GOVEA, Antonio
de, Vida y milagros del bendito P. Juan de Dios, Madrid 1524. MARCOS BUENO,
Octavio, Cartas y Escritos de N. P. S. Juan de Dios, Madrid 1935. MINA Y
SALVADOR, Matías de, Visitar la Granada de San Juan de Dios, Granada 1994.
MONSERRAT FIGUERAS, Salvador, Las actividades médico-castrenses de la ínclita
Orden Hospitalaria de S. Juan de Dios, Madrid 1950. MORALES ZARAGOZA, María
Luisa, Juan de Dios y sus aportaciones a la Asistencia Hospitalaria, Madrid
1989. MONSERRAT FIGUERAS, Salvador, Las actividades médico-castrenses de la
ínclita Orden-Hospitalaria de S. Juan de Dios, Madrid 1950. SÁNCHEZ MARTÍNEZ,
José, KenosisDiakonia en el itinerario espiritual de San Juan de Dios, Madrid
1995. SANTOS, Juan, Chrononología de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios,
I, Madrid 1715. TRINCHERÍA, Manuel, Pasmosa vida... de san Juan de Dios, Madrid
1773. VV.AA., La Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, año 2000, Madrid,
2000.
https://sanjuandedios.com/orden/3-de-junio-festividad-de-san-juan-grande-5/
SAN JUAN GRANDE OH
[Carmona, Sevilla, 06.03.1546 - † Jerez de la Frontera,
Cádiz, 03.06.1600], vivió en la segunda mitad del s. XVI, como san Juan de Dios
había vivido en la primera mitad. Juan Grande quiso continuar la labor y el
espíritu de Juan de Dios, y para ello tomará su hábito y seguirá sus estatutos.
Juan Grande Román, hijo de Cristóbal y de Isabel, nació
en Carmona (Sevilla), el 6 de marzo de 1546 y fue bautizado a los pocos días en
la parroquia de San Pedro. Su padre era herrero. Pertenecía, por tanto, al
mundo artesanal, modesto pero para nada pobre en el sentido de necesitado, y
sabemos que al morir dejó a sus hijos algunos bienes. Su madre, al quedar viuda
en 1557, volvió a casar con Cristóbal de Fontanillas, un buen hombre, que quiso
bien a Juan y tuvo con él excelentes relaciones. Su madre era mujer muy piadosa
y pasó los últimos años de su vida en Jerez con su hijo.
Juan fue mozo de coro o acólito en la parroquia de San
Pedro, y ya para entonces a todos les pareció un chico bueno y religioso. Le
ofrecieron que aspirara al sacerdocio, pero él no se sintió vocacionado. Muerto
su padre, fue a Sevilla a aprender el oficio de pañero, y estuvo cuatro años en
la capital, siendo muy estimado por su maestro, que le rogó en vano a su madre
se lo dejara como partícipe de su negocio. La madre lo devolvió a Carmona, le
compró telas y Juan empezó, con un ayudante, a venderlas por las calles de la
ciudad.
Un día dejó su casa, tomó el camino de Marchena y aquí,
en la ermita de Santa Olalla, se dedicó por entero a la oración, buscando con
ansia cuál era la voluntad de Dios sobre su vida. De esta intensa oración sacó
tres decisiones sucesivas que tomó en Marchena: primera, consagrarse a Dios por
entero en castidad y pobreza; segunda: convertirse en siervo de los pobres; así
se lo sugirió el encuentro con unos ancianos desvalidos, a cuyo servicio se
puso, pidiendo limosnas para ellos y atendiéndolos en todo; la tercera, marchar
a Jerez de la Frontera y allí precisamente servir a Dios en los pobres. Parece
que esta última opción tenía por objeto estar lejos de los suyos y de su
entorno, libre total para seguir su vocación.
Llegó a Jerez hacia l565. Por consejo de un franciscano
se dedicó primero a la asistencia a los pobres de la Cárcel Real, donde realizó
una labor magnífica, y tuvo la aparición de Cristo todo llagado que le pidió lo
sirviera en los enfermos. Entonces decidió hacerse cargo del hospitalito de los
Remedios, con ocho camas para enfermos.
En 1567 abordó la construcción de un nuevo hospital, y
para costearlo había decidido ir a Roma a pedirle al papa gracias e
indulgencias que ganaran los benefactores del hospital, pero la licencia real
para la construcción fue negada, y Juan sé que acogió al ofrecimiento de la
Hermandad de Letrán que le dejó dos enfermerías del hospital de San Sebastián.
Y ahí trabajó recogiendo enfermos. El seguía madurando la idea de fundar un
hospital nuevo, con nuevos criterios y nuevos conceptos sobre cómo debía ser la
hospitalidad.
Al llegar a Jerez, no dijo que se llamaba Juan Grande
sino Juan Pecador, y como Hermano Juan Pecador lo conocía todo el mundo.
Por fin, el 11 de mayo de 1572, llegó a un acuerdo con la
Hermandad de Letrán que le cedía el terreno de su camposanto y en él podría
edificar a sus expensas un hospital y dirigirlo por sí mismo mientras viviera,
quedando la construcción, a la muerte de Juan, a disposición de la Hermandad.
Este hecho nos indica claramente que Juan trabajaba en solitario, de lo
contrario no habría dejado que su obra se extinguiera con su muerte. Firmado el
acuerdo, Juan se dedicó a construir su hospital, y en efecto fueron surgiendo
las enfermerías, la cocina, la despensa, el patio, y demás dependencias del
hospital. Él quería dedicarlo a los enfermos convalecientes y a los incurables,
porque decía que le horrorizaba el espectáculo de los pobres que, no admitidos
en los otros hospitales por ser incurables, se morían por las calles como
perros o aparecían muertos en los soportales.
Estando en esta tarea de construir su hospital, se entera
Juan Grande de que el papa san Pío V ha constituido en congregación religiosa a
los hermanos del Hospital de Juan de Dios en Granada y de los demás hospitales
de su misma agregación; y que la bula papal deja abierta la puerta para que
puedan agregarse otros hospitalarios y otros hospitales. Y decide Juan entrar
por esa puerta: va a Granada, cuyo hospital lo gobernaba entonces el Hno.
Rodrigo de Sigüenza, pide la admisión en la nueva congregación, se le otorga y
profesa la Regla de San Agustín, tomando el escapulario distintivo de los
hermanos de san Juan de Dios sobre su túnica vasta.
Vuelve a Jerez, donde tenía un propósito decidido que
cumplir: agregar también su hospital a la congregación hospitalaria de Juan de
Dios. Ese hospital era suyo de por vida pero estaba acordado que quedaría para
la Hermandad de Letrán a su muerte. En enero de 1575, pide a la Hermandad y
consigue de ella, que su obra se prolongue más allá de sus días y que el
hospital quede para sus compañeros de hábito, para la congregación de Juan de
Dios.
Juan abre un noviciado en su hospital. Numerosos jóvenes
llegan queriendo ser religiosos hospitalarios, y Juan los admite, selecciona y
forma, siendo un espléndido maestro de novicios. Porque Juan enseñó
hospitalidad sobre todo con su ejemplo: duerme en el suelo, come parcamente, no
tiene tiempo sino para la oración y las obras de misericordia, pide por las
calles limosnas, recoge enfermos y moribundos y los lleva a su hospital, visita
a los pobres vergonzantes, reparte cantidades ingentes de pan y comida a la
puerta del hospital, saca de la prostitución a numerosas mujeres y les busca un
medio honesto de vida, catequiza a los niños pobres y les da comida, alberga de
noche en una sala a pobres sin techo, consuela a los tristes, recibe a todo el
que quiere verle, y se pasa las noches en oración pidiendo a Dios misericordia
para el mundo. Y en esta escuela forma a sus jóvenes religiosos y los
entusiasma con el ideal de la misericordia de Cristo, a quien subraya él que se
socorre cuando se socorre a cualquier necesitado.
La obra de Juan se extendió en vida de él, y tras el
hospital de Jerez se abrieron otros en la zona: los de Arcos, Sanlúcar, Medina
Sidonia, Villamartín, el Puerto de Santa María y Cádiz, todos con positiva
influencia de Juan en su instalación y proporcionando religiosos, que incluso
de más lejos se los pedían.
Juan no parecía conocer el cansancio ni se arredraba ante
obra alguna que fuera del servicio de los pobres. Pedía y buscaba, y se cumplía
en él el dicho evangélico, recibía y encontraba. La última gran obra de Juan
fue la de la reestructuración del sistema hospitalario jerezano, obra cuya
ejecución le fue encomendada por el cardenal Rodrigo de Castro, arzobispo de
Sevilla, a cuya archidiócesis pertenecía entonces Jerez.
La voluntad de reestructurar todos los hospitales
españoles, y hacerlo por la vía de la reducción, era ya antigua. Pero no se
acertó con el método hasta que el rey y el papa se pusieron de acuerdo en que
la hiciera cada obispo en su diócesis. Fue entonces cuando en los diferentes
obispados se procedió a la reforma hospitalaria que incluía la reducción de
muchos pequeños hospitales a uno que quedaba ampliado y cuya economía por la
suma de las economías de los hospitales reducidos quedaba garantizada. En Jerez
los primeros pasos se dieron en 1589. En julio de ese año fue llamado san Juan
Grande a declarar ante la comisión formada al efecto. Contestó a lo que le
preguntaron sobre los orígenes de su hospital, y dio un memorial en el que
exponía su idea sobre cómo debía hacerse la reducción. Este memorial fue clave,
pues finalmente el rey Felipe II y el cardenal arzobispo Castro se pusieron de
acuerdo en una solución muy similar a la que había propuesto Juan Grande. Se
acordó que todos los hospitales se redujeran al de Juan Grande, que quedaba
como hospital general de hombres, y quedaran otros dos, uno para mujeres y otro
para contagiosos. A Juan le encomendó el arzobispo la parte ejecutiva, parte
más difícil e incluso odiosa, porque se lesionaban intereses creados. Juan
sufrió mucho, soportó injurias y malas voluntades, llegaron a maltratarlo
físicamente incluso, pero como se trataba del interés de los pobres, Juan
resistió con entereza. Al final, hecha la reducción, salieron ganando los
pobres, como a Juan le interesaba. La reducción se hizo por fin el 11 de
febrero de 1593.
Juan Grande dirigió con eficacia y acierto su hospital
ampliado, admirando a los jerezanos y a los pueblos del entorno con su caridad
excelsa. Recibía soldados enfermos que llegaban a los puertos cercanos, y él
mismo dirá que su hospital era como una madre para todos los necesitados. Juan
murió el 3 de junio del año 1600, contagiado de asistir a los apestados, en una
tremenda epidemia desatada en la población. Enterrado sin pompa alguna en un
corral del hospital, el año 1601 fue trasladado su cuerpo a la iglesia del
mismo hospital donde permaneció hasta que en 1840, tras la exclaustración, ésta
fue cerrada y derribada. Posteriormente sus reliquias se llevaron a la iglesia
de San Dionisio y hoy están en el santuario que tiene dedicado junto al
Hospital Juan Grande, de los Hermanos de San Juan de Dios. Sus virtudes fueron
declaradas heroicas en 1775 por Pío VI, fue beatificado el 13 de noviembre de
1853 y canonizado el 2 de junio de 1996. Diez años antes, y siendo solamente
beato, el papa Juan Pablo II lo nombró patrono de la nueva diócesis de Jerez de
la Frontera.
BIBL.: MASCAREÑAS, Jerónimo, Vida, Virtudes y Maravillas
del Siervo de Dios Fr. Juan Pecador, religioso de la Orden de S. Juan de Dios,
y Fundador del Hospital de la ciudad de Xerez de la Frontera, Madrid 1665.
REPETTO BETES, José Luis, El Hermano Juan Pecador. Biografía crítica del B.
Juan Grande (1546-1600), Fundador del Hospital Jerezano de la Candelaria, Jerez
de la Frontera 1984. Limosnero y Apóstol. Francisco Camacho, Santafé de Bogota
1999. SANCHO DE SOPRANIS, Hipólito, Biografía documentada del Beato Juan Grande
O.H., Fundador del Hospital de Candelaria de Jerez de la Frontera, Jerez de la
Frontera 1960.
https://www.fotopaises.com/foto/santuario-san-juan-grande-jerez-espana-385958
SANTUARIO DE SAN JUAN GRANDE.
Desde que en el otoño de 1927 la Orden Hospitalaria
regresó a Jerez de la Frontera, fue propósito decidido el suyo animar la
devoción al entonces Beato Juan Grande y obtener la entrega de sus sagradas
reliquias.
En 1840 – cuenta una vieja crónica – el municipio de
Jerez contaba entre sus concejales a numerosos sujetos afectados de ideas
sectarias, que se complacían en el derribo de iglesias y casas religiosas, cosa
posible tras la exclaustración de 1835. Ese año los hermanos de San Juan de
Dios debieron abandonar su convento-hospital de Jerez, construido por el propio
san Juan Grande, y que había sido la cuna de otros varios hospitales
juandedianos en la zona. Constaba de hermosas enfermerías en torno a un patio
con columnas de mármol, y una hermosa iglesia que, sustituyendo a una más
vieja, habían edificado los hermanos en el s. XVIII. En esta iglesia estaban
depositados los restos mortales del entonces venerable Juan Grande. Se corrió
la voz de que la iglesia del hospital iba a ser derribada, como lo fue también
el convento de San Francisco, y sin pensarlo mucho el capellán y varios
albañiles procedieron a sacar las reliquias del venerable Juan Grande de su
tumba y llevarlas a la casa de unas señoras para su custodia. El sentimiento de
alarma en Jerez fue general en los ambientes religiosos y obligó a la autoridad
eclesiástica a intervenir. El 18 de enero de 1841 las reliquias de san Juan
Grande eran llevadas de forma discreta por varios sacerdotes a la iglesia
parroquial de San Dionisio, donde otros muchos sacerdotes las esperaban, y
fueron depositadas en un nicho detrás del altar del sagrario. Allí las
visitaría en su viaje por España el P. Juan María Alfieri, Superior General de
la Orden.
Las reliquias estuvieron en un humilde sitio como era
aquél, incluso después de la beatificación del Santo el 13 de noviembre de
1853. Pero el 8 de agosto de 1886 se trasladaron a un nuevo altar en la propia
iglesia de San Dionisio y se les hizo una magnifica urna de plata donde aún se
encuentran. Un sacerdote, Don Miguel Muñoz Espinosa († 1916) se hizo cargo del
culto y propaganda de la devoción al Santo, y logró una lucida conmemoración de
su III Centenario el año 1900, visitando las reliquias el P. Casiano María
Gasser, Superior General, y San Benito Menni, quien dijo misa en el altar. Y
allí estaban en el otoño de 1927 cuando los hermanos abren de nuevo casa en
Jerez, en una finca donada por doña Micaela Paradas. A la nueva institución se
la llamó Sanatorio de Santa Rosalía y el Beato Juan Grande. Con gran pompa y
solemnidad, presidida por el cardenal arzobispo de Sevilla, don Eustaquio
Ilundain y Esteban, las reliquias fueron llevadas al nuevo Sanatorio el día 1
de julio de 1928, asistiendo muchos fieles, el clero y las comunidades
religiosas de la ciudad, y viniendo muchos hermanos de la Orden de otras casas.
Las reliquias quedaron depositadas en la capilla del
Sanatorio, y muy pronto en el sitio central se alzó una capilla, y bajo su alto
techo un retablo donde se colocaron al culto las sagradas reliquias. Esta
capilla se amplió más tarde y se trajeron a ella varios retablos que habían
sido de la iglesia del antiguo hospital, y en uno de ellos, de corte barroco,
del s. XVIII, se depositaron las reliquias en su urna, sobre una hermosa peana
de nubes.
A partir de 1980, cuando se creó la nueva diócesis de
Jerez, se quiso dar un nuevo impulso a la causa de canonización del entonces
Beato Juan Grande, ya que se le quería para patrono del nuevo obispado. Se creó
una comisión que diera impulso y se tuvieron cultos en la iglesia así como se
publicaron biografías y estampas de Juan Grande.
En 1986 el papa Juan Pablo II por su breve del 10 de
diciembre, dispensando la condición de sólo beato, nombró a Juan Grande patrono
de la diócesis de Jerez, lo cual fue celebrado por la Orden y por la Iglesia
diocesana. Y en 1995 llegó la fausta noticia de que el Papa había aprobado la
cualidad milagrosa de la curación de una religiosa polaca por intercesión del
B. Juan Grande y podía así pasar a la canonización. Ésta tuvo lugar en la plaza
de San Pedro el día 2 de junio de 1996.
Y fue con este motivo que se pensó en la ampliación de la
capilla para convertirla en una iglesia y que tuviera la condición canónica de
Santuario diocesano. Se le encomendó al arquitecto señor Pinto el diseño de la
ampliación, queriéndose que tuviera un presbiterio, propio para
concelebraciones, y en el que figurara detrás del altar un lugar digno,
adornado de mármoles, para que en él se depositara la urna con las sagradas
Reliquias. Éstas, en el mes de abril previo a la canonización, fueron
examinadas en un acto solemne, presidido por el obispo de Jerez, Mons. Rafael
Bellido Caro, dándose un dictamen sobre su estado de conservación por los
doctores González Muñoz y González Vaello.
El obispo de Jerez dio el decreto de elevación de la
iglesia a Santuario y de que fuera solemnemente consagrada o dedicada,
haciéndolo personalmente en brillante ceremonia el día 16 de junio de dicho año
1996, ya efectuada la canonización en Roma.
https://listadodeiglesias.com/santuario-diocesano-san-juan-grande-jerez-de-la-frontera/
Ese día acudieron
muchos hermanos de la Orden de todas las casas de Andalucía y aun de España, y
las reliquias fueron trasladadas a hombros de los hermanos hasta el retablo
situado tras el altar. En él se había colocado un templete de plata, del año
1653, obra del maestro platero Matheo Núñez, utilizado antiguamente en el
Corpus, y que era cedido por el Cabildo Catedral para contener las reliquias
del Santo y mientras estuvieran en él.
Se dio comienzo la
I Peregrinación al Santuario de San Juan Grande, convocada por el Obispo de
Jerez para su diócesis, y que a lo largo del año atrajo a numerosas parroquias
y asociaciones hasta la iglesia del Santo.
El Santuario consta
de un cuerpo de iglesia de unos veinte metros de largo, al fondo del cual se
encuentra un muro que se adorna con un mural representando a la Santísima
Virgen María asistida por los ángeles, encima de una escalera, por donde sube
San Juan Grande, mientras otros religiosos al pie de ella cuidan de los
enfermos y les indican el camino de la salvación. Este hermoso mural es obra
del fallecido M. Fernández, director de la Escuela de Artes y Oficios. Delante
se halla el templete con las sagradas Reliquias.
A ambos lados del
cuerpo de iglesia se hallan sendos retablos barrocos, el uno con la imagen de
Nuestra Señora de la Candelaria, imagen encargada por el propio san Juan Grande
para el hospital, y en el otro la imagen de San Juan de Dios, imagen de vestir,
de imaginería andaluza del s. XVIII.
A la derecha del
altar mayor se encuentra la pequeña capilla del Sagrario, y en ella la imagen
de Nuestra Señora de las Angustias, imagen regalada a San Juan Grande por el
Cardenal Rodrigo de Castro. E igualmente a la derecha del presbiterio se
extiende una nave para los enfermos. Está adornada con cuadros antiguos y
modernos, y culminada por una cruz hecha con vigas del techo de la celda en que
murió san Juan Grande. En la capilla del Sagrario se halla el báculo del santo.
El Obispado de
Jerez de la Frontera aprobó oportunamente unos estatutos para el Santuario, que
igualmente obtuvieron la conformidad del Provincial de la Provincia de Nuestra
Señora de la Paz (Bética).
El día 4 de junio
de 2000 se tuvo solemne procesión con las Reliquias del Santo hasta el lugar
donde ocurrió su santa muerte. Y entre las muchas peregrinaciones habidas hay
que resaltar la de la Hermandad de N. P. Jesús de la Salud en sus Tres Caídas,
imagen venerada del pueblo, que fue llevada hasta el Santuario, donde se
hicieron cultos solemnes durante varios días y fue devuelta en olor de multitud
a su iglesia de San Lucas, habiendo sido miles las personas que con este motivo
visitaron el Santuario y besaron las sagradas Reliquias del Santo.
Desde su creación
el Santuario, es un foco de espiritualidad y vida cristiana, desde donde San
Juan Grande sigue expandiendo su mensaje de caridad y misericordia.
Virgen de la Candelaria,
en el Santuario de San Juan Grande
https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Grande
http://sanjuandedios-fjc-org.b.iwith.org/mm/file/Portal%20Juandediano/4.6.1.pdf
No hay comentarios:
Publicar un comentario