HISTORIA DE LA SEXUALIDAD 3
La
sexualidad romana
Los romanos vivían el amor y el sexo
como un gran regalo de los dioses, que debían practicarlo al máximo.
Hay un
grafiti en las ruinas de Pompeya que dice “que viva el que ama; que se muera quien no sabe amar. Dos veces perezca
todo el que pone obstáculos al amor”.
Visité las ruinas
de Pompeya hace un año con gran detenimiento. El guía, que nos acompañaba,
empezó diciendo, que para entender la vida romana deberíamos dejarnos los
tabúes actuales, consecuencia de la moral cristiana con la que nos educaron,
que es totalmente represora de la sexualidad.
Los frescos de Pompeya demuestran la
importancia del sexo en la época
Debemos saber que
los dioses romanos no tenían la sexualidad como una cuestión
moral degradante. Se buscaba siempre el placer, la vida natural y la felicidad.
En la misma Pompeya hay escrita una frase de un amante, que dice “Los
amantes como las abejas, saborean una vida dulce como la miel”.
La presencia del
falo era algo cotidiano para los romanos, al igual que había sucedido en todas
las culturas antiguas, porque era el instrumento que garantizaba la fertilidad.
El falo estaba en
el dios romano Fascinus. Las matronas romanas eran las encargadas de llevarle
flores. Su culto era desarrollado por las conocidas vestales, cuya misión consistía
en alejar el mal de ojo (fascinum) que tanto preocupaba a
los romanos, favorecer la germinación de las plantas y estimular el
alumbramiento de las hembras estériles.
Los romanos
vivían el amor y el
sexo como un gran regalo de los dioses, que
debían practicarlo al máximo. Para que veamos hasta donde llega esta sexualidad
hay una lápida funeraria que dice “Vino, sexo y termas arruinan nuestros cuerpos,
pero son la sal de la vida”.
La sexualidad
romana ha pretendido siempre mostrarse orgullosa de su propia virilidad, por
eso es fácil encontrar inscripciones, grafitis que hacen alabanza de la misma.
De esta forma, el poder, el estado social y la buena fortuna se expresaban
frecuentemente en términos fálicos.
Los hombres
romanos tenían que ser parte activa en todo lo referente a la sexualidad.
No se entendía la pasividad sexual en un hombre, pues suponía la pérdida del
control, virtud esta que era muy valorada en Roma.
Los hombres
romanos podían tener relaciones tanto con hombres prostitutos (los prostitutos
eran esclavos, siempre que el romano fuera el activo) como con mujeres. Esto
era aceptado social y legalmente.
La homosexualidad
Las leyes romanas
regulaban la homosexualidad. Tenemos la “Lex Scantinia”, “Lex Iulia” y “Lex
Iulia de vi publica” que regulaban la homosexualidad entre
hombres libres. Un hombre, que disfrutaba siendo penetrado, era llamado pathicus o catamita.
Se le consideraba pasivo y en consecuencia es presentado como hombre débil y
femenino, con una fuerte connotación despreciativa.
Estas leyes sobre
la homosexualidad no se aplicaban cuando eran los esclavos o los bárbaros
quienes la practicaban, pues no eran considerados como seres humanos. Si un
romano se dejaba penetrar por cualquiera de ellos, era mirado con desdén. Los
esclavos eran definidos como res (cosa) y podían ser usados libremente en
cualquier situación sin ser considerado algo ilegal.
El hombre romano
era bisexual y la educación que se daba a los hijos, iba encaminada a lograr
esa bisexualidad. El hombre era quien dominaba y tenía que mostrar su
superioridad en todos los órdenes de la vida, tanto en la familia, como en la
sociedad, la política y por supuesto en la guerra.
El hombre romano
era el que mandaba en casa y decidía todo. Su bisexualidad era buscada, porque
su dominio superaba a la mujer y debía tener una dominación total sobre todas
las cosas.
Una de las
prácticas, que hacían los romanos, era la sodomización de los enemigos
vencidos. Además también sodomizaban a los esclavos que vivían en sus casas.
Termas suburbanas de Pompeya
La educación
bisexual de los romanos no iba encaminada a la consecución del placer, sino a
demostrar su poder, esto era por motivos culturales y políticos. En Roma, la
insinuación de que un hombre hubiera sido penetrado por otro hombre, podía ser
suficiente para terminar con una carrera política. Sin embargo, debemos saber
que no todos los ciudadanos romanos realizaban estas prácticas homosexuales.
Como estamos
viendo de forma reiterada, la sociedad romana era profundamente machista y
además muy jerarquizada. Los hombres jóvenes no debían llegar vírgenes al
matrimonio y era mal visto, que un joven se casara sin tener experiencia
sexual.
Sin embargo, lo
que era válido para el hombre, no lo era para la mujer joven. Las mujeres
pertenecientes a las clases poderosas tenían terminantemente prohibido haber
mantenido relaciones sexuales antes del matrimonio. La virginidad femenina
en las clases pudientes representaba un gran valor social en la mujer. Al mismo
tiempo, se impedía que se llegara al matrimonio estando embarazada y el marido
tuviera que admitir un hijo que no fuera suyo.
EL MATRIMONIO
Uno de los
aspectos que nos debe llamar la atención es que los romanos no se casaban por
amor, sino simplemente para reproducir y así dar continuidad y engrandecer el
futuro de Roma. Los contrayentes matrimoniales, salvo excepciones, no eran
fruto del amor, pues su finalidad al igual que estamos viendo en otras
sociedades antiguas era la procreación de hijos legítimos. Es lo que vemos
continuamente en los planteamientos de la iglesia católica, que entiende el
matrimonio como un sistema de reproducción y nunca como una forma de placer
humano, al cual condena con toda su fuerza.
Los matrimonios
romanos eran exclusivamente por intereses sociales y económicos. Las relaciones
entre los esposos carecían de intimidad alguna y en consecuencia la atracción
sexual era muy escasa. Esto hacía que el divorcio se diera en la sociedad
romana con gran frecuencia.
Las relaciones con
esclavas eran alentadas. Sin embargo, las relaciones con esclavos no eran
alentadas como forma de placer sexual. Estas relaciones homosexuales eran una
forma de castigo al mismo nivel que cuando se usa el látigo para infringir
dolor.
El matrimonio era
una institución básica en la sociedad romana, pues definía de forma clara la
propiedad y legitimidad de los hijos. Sin embargo, no era necesariamente
considerada como una institución sagrada desde el punto moral y religioso.
Los esposos
acataban las rígidas reglas legales que marcaba el matrimonio, sin embargo las
actividades íntimas de los esposos no eran tan estrictas, siendo considerado
normal que el esposo buscara satisfacción sexual con otras mujeres.
Vemos como
predominaba el machismo más rancio, porque a las esposas no se les permitía lo
mismo que al marido y debían respetar las reglas de fides
marita y ser fieles a sus esposos.
EL ADULTERIO
El adulterio no
estaba bien visto, pero una vez más podemos comprobar que el mismo hecho no es
considerado igual, si la que lo realiza es una mujer pobre o una matrona romana.
Si el adulterio lo provoca una mujer de clase baja esto no es considerado un
problema, mientras que era considerado un serio crimen si venía de una matrona
de la elite.
Los romanos
partían del principio de que se iban a producir traiciones y adulterios en el
matrimonio. El hombre adultero lo podía hacer de forma pública, mientras que
las mujeres lo tenían que hacer en la oscuridad para evitar ser descubiertas.
Las leyes romanas condenaban el adulterio femenino, pero a pesar de esto era
muy practicado.
El castigo para el
adulterio variaba en función de la clase social. La mayoría de las veces, las
penas eran aplicadas para la mujer adúltera y su amante. Los castigos eran
mayormente patrimoniales, dictando la confiscación de la mitad de los bienes
del adúltero, un tercio del de la mujer, así como la mitad de su dote.
En determinadas
circunstancias se permitía, que el marido pudiera matar a su esposa si la
sorprendía cometiendo el adulterio. Normalmente lo que se le planteaba era que
se divorciara.
La sociedad romana
era patriarcal, en la familia todo era decidido por el hombre y en consecuencia
el castigo del adulterio sería decidido por el marido. Cuando el adulterio no
era condenado con la muerte, entonces esta mujer después del matrimonio tenía
prohibido volverse a casarse.
Consoladores romanos
Todas las leyes
romanas buscaban mantener la limpieza moral del Imperio y sobretodo mantener
las clases sociales intactas. Para Thomas A. J. McGinn “es como
que las leyes augustas sobre el adulterio y el matrimonio, alentaran
indirectamente el alza de un respetable concubinato como una institución
reconocida en su propio derecho”.
El emperador
Augusto, nada más llegar al poder promulgó leyes que hacían del adulterio
femenino un delito grave y fuertemente castigado.
EL CONCUBINATO
El concubinato es
una institución romana, que permitía a un hombre tener una cierta relación
ilegal sin repercusiones, con la excepción del emparejamiento con prostitutas.
Los ciudadanos no podían casarse o cohabitar legalmente con una concubina
mientras se tuviera una esposa legal.
El marido
utilizaba a las esclavas, las amantes, las concubinas y a las prostitutas. El
papel de la esposa era exclusivamente darle hijos al marido. La esposa no debía
conocer el placer que proporcionaba el sexo y el amor.
Esta poligamia
masculina era tolerada de hecho porque no significa una amenaza para la
religión y la integridad legal de la familia. El título de concubinato no era
considerado derogatorio y era utilizado incluso en las lápidas funerarias.
La leges
Juliae aprobado por el emperador Augusto dio el primer
reconocimiento legal al concubinato y lo definía como la convivencia pero sin
matrimonio. De esta forma, el concubinato tenía una función práctica,
permitiendo tener unas relaciones legales fuera del matrimonio. Sin embargo,
eran consideradas ilegales las de la prostitución.
La leges
Juliae regulaba muchas de estas relaciones fuera del
matrimonio y consideraba inapropiados algunas relaciones. Por ejemplo un
senador no podía casarse con una esclava liberada o convivir con una
exprostituta. El hombre que deseaba vivir en concubinato con una mujer y no
casarse era preciso que lo notificara a las autoridades.
Este tipo de
cohabitación variaba muy poco del matrimonio. Sin embargo, si de esta relación
de concubinato había hijos, estos no eran considerados legítimos. Muchos
hombres de las clases dominantes después de quedarse viudos solían vivir en
concubinato, entonces los hijos de su primer matrimonio eran los que heredaban,
mientras que los del concubinato no tenían ningún derecho.
¿Qué diferencia había entre una mujer casada y una concubina en el mundo
romano?
Para tenerlo claro
debemos seguir al jurista romano Paulo que lo definió de la siguiente
forma “una concubina se diferencia de una esposa solamente en la consideración
social en la que se la tiene”, lo que nos viene a decir es que una
concubina no era considerada socialmente igual a su hombre como lo era la
esposa. La ley romana decía que un hombre no podía tener una concubina al mismo
tiempo que una esposa.
A pesar de estar
clara la ley romana, los primeros que la incumplieron fueron los propios
emperadores como fue el caso de Augusto, Marco Aurelio y Vespasiano.
Jurídicamente las
concubinas estaban muy desamparadas por las leyes romanas. Estas dependían de
lo que los hombres le otorgaran. Las leyes romanas tenían claro que debían
diferenciar claramente entre lo que es una esposa y una concubina. Si seguimos
al jurista Numa Pompilio decía “Una concubina no tocará el altar de Juno. Si lo
hace, le ofrecerá sacrifico con una oveja teniendo el pelo suelto”.
El concubinato es
una figura que aparece rápidamente en el mundo romano y ya existía esta figura
en la época de la monarquía romana, pero las concubinas tenían prohibido la
adoración a la diosa Juno que era la diosa del matrimonio. El jurista Ulpiano
decía “solamente esas mujeres con las que se tienen relaciones lícitas pueden
ser concubinas sin temor a cometer un crimen”.
LA PROSTITUCIÓN
La prostitución en
la historia de Roma fue evolucionando. De esta forma, en la antigua Roma, la
prostitución era un símbolo de vergüenza. En la República Tardía en los inicios
del Principado, la falta de reputación estaba reflejada en la ley y calificaba
a sus practicantes como infames.
La primera
documentación, que hace referencia a la prostitución romana lo encontramos en
el Cuerpo de Derecho Civil que tiene su origen en los inicios del siglo VI a.
C.
Moneda romana sprintia
Todas las personas
que se dedicaban a la prostitución no podían expresarse en la Corte, ni
realizar acusaciones y no podían presentarse en candidaturas para la
Magistratura.
Toda persona que
ejerciera la prostitución debía estar registrada legalmente. La ley romana
estipulaba la infamia y decía “no solamente una mujer que practica la prostitución,
pero también quien lo ha hecho aunque haya cesado la práctica; la desgracia no
es eliminada aunque se discontinúe la actividad”.
La infamia era la
pérdida formal de una buena reputación y en el mundo romano era una gran
herramienta cultural para la consecución del buen comportamiento de todos sus
ciudadanos.
Esta pérdida de la
buena fama debido a un comportamiento vergonzoso, como era la prostitución,
representaba un estigma social y legal muy importante. Significaba la pérdida a
los ciudadanos de muchos de sus privilegios.
El miedo a la
vergüenza a los ojos de la comunidad, suponía un buen antídoto y era un modo de
controlar socialmente el comportamiento decoroso de la ciudadanía.
La famosa Copa Warren, se encuentra en
el Museo Británico
La literatura
romana da muestras de cómo eran utilizada estas formas de comportamiento y se
trabaja sobre el comportamiento de estos dos tipos de mujeres: la bien educada
que era virgen y puede esposarse y la prostituta que está por debajo del nivel
social de los ciudadanos.
La literatura
romana muestra de una forma muy sugerente el papel de la prostituta. Muchas
veces se recurría a la prostitución como una metáfora. Eran vestidas y
reconocidas por su vestimenta, con ropas chillonas hechas de seda transparente.
Además, se distinguían por el uso de las togas, que eran ropas que solían usar
los hombres romanos.
Los escritores
romanos presentaban la prostitución de forma muy degradante para la mujer y la
representaban como signo de impureza. La prostitución era asociada a la
suciedad, lo que todavía le daba un rango social menor.
Escenas de sexo en representaciones
artísticas romanas: A) Detalle de mosaico (termas de Caracalla, Roma). B)
Fragmento de vidrio (Metropolitan Museum, Nueva York). C) Pintura estucada (casa
del Centenario, Pompeya)
Los proxenetas
romanos también eran representados de forma infame. Estos eran mirados con
desdén y estaban estigmatizados dentro de la sociedad romana. La ley
decía “la ocupación de un proxeneta no es menos degradante que la práctica de
la prostitución y el crimen por ello es incluido en las leges Juliae, como una
pena preservada contra el marido que tenga ganancias monetarias por el
adulterio de su esposa”.
Debemos saber, que
los romanos vivían con marcados tabúes morales y sexuales. Todos aquellos
aspectos de la práctica sexual que estaban socialmente reconocidos se
desarrollaban dentro del matrimonio romano.
Dentro de la
sexualidad romana los genitales femeninos y la menstruación eran vistos de
manera negativa. No se permitía que se produjera alteración de los roles
establecidos, así era muy mal visto que una mujer pudiera ejercer un rol
dominante sobre el hombre.
Ser penetrado un
hombre o hacer sexo oral a la mujer era considerado sexualmente como un rol
pasivo. El sexo oral hacia la mujer era muy controvertido. Hay muy pocos datos
sobre el lesbianismo entre romanas, pero parece claro que era un tabú más
fuerte, que si lo realizaban dos hombres.
Las prácticas
sexuales dentro del mundo femenino también variaban en función de la clase
social a la que pertenecían. Las mujeres de clase baja, las extranjeras y las
esclavas, tenían mucha más libertad sexual que las de clase alta, las matronas.
Lo que sí era
igual era el uso de afrodisiacos o las llamadas pociones del amor, utilizadas tanto por mujeres como por
hombres.
El sexo con
mujeres embarazadas era socialmente muy aceptado. Hay textos donde se relata
que Julia, hija del emperador Augusto aprovechaba su embarazo para tener
relaciones sexuales con otros hombres, que no fuera su marido.
Hay un aspecto muy
llamativo dentro de la sexualidad romana y es que en la época de la Roma
imperial la violación era una práctica muy normal, muy diferente a la de otras
culturas antiguas, que era muy castigado. Sin embargo, durante la monarquía la
violación era considerada un delito y estaba penada con la pena de muerte o
debía partir para el exilio el violador y se le confiscaban todos sus bienes.
Lo que se
pretendía era preservar el valor de la castidad en las mujeres, el honor del
padre si era virgen y el honor del esposo de la mujer casada. No podemos hablar
de un atentado a la libertad sexual, porque las mujeres no podían decidir con
quién mantener relaciones sexuales.
Las mujeres no
tenían libertad en sus relaciones con los hombres. Estos consideraban el
lesbianismo como algo excitante y morboso, pero estaba muy oculto en la
sociedad, ya que la mujer de entonces sólo tenía la misión reproductora y no
del disfrute de su sexualidad ni como elegir la forma del disfrute carnal. Una
mujer que quería ser la pareja activa en una relación se le llamaba tribade,
algo no consentido socialmente y penalizado.
La sexualidad
romana era de total dominio del hombre que actuaba como un amo respecto a su
esposa y esclavos, es decir, esta relación estaba basada en el
sometimiento total al hombre.
Relieve que muestra una pareja practicando
sexo
El placer femenino
era totalmente ignorado. La moral sexual romana se basaba en el binomio someter
y ser sometido. Someter era un honor, mientras que ser sometido era absolutamente
vergonzoso y más si este era un varón adulto libre. Sin embargo, si era un
esclavo o una mujer se consideraba de lo más natural.
Uno de los aspectos que llaman mucho la atención es que los romanos no
practicaban el beso en la calle. Sin embargo, la ley dice que el esposo
tiene el derecho al beso, es decir una mujer romana estaba obligada a besar
cada día al marido en la boca.
Esto que nos resulta sorprendente ahora era una vieja costumbre romana y
tenía la finalidad de controlar que la mujer no bebiera. Había una
ley que prohibía beber vino a las mujeres, porque se decía que si una
mujer bebía podía perder el control, porque podía favorecer y dar
facilidades al adulterio por los efectos desinhibidores que produce el alcohol.
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