PUEBLOS DE
DOCTRINA JESUITA EN LOS LLANOS, SIGLOS XVII-XVIII
Los Llanos, donde se incluye la
Orinoquia, constituyeron un territorio de frontera, un espacio en el que el
dominio colonial no se consolidó de modo inmediato con la llegada de los
españoles, sino de modo gradual. En ese territorio, los jesuitas intentaron
incorporar a la cristiandad a una gran cantidad de grupos indígenas. Sus
incursiones misioneras pueden periodizarse así: entrada al llano, con la
fundación de doctrinas localizadas en la estribación de la Cordillera Oriental
(1624-1628); avanzada sobre el llano, que marcó el establecimiento de las
misiones y haciendas en Casanare (1659-1767) y Meta (1723-1767), y avanzada
sobre el Orinoco, en donde también establecieron reducciones y haciendas
(1681-1767).
Es importante definir las expresiones
“doctrina”, “misión” y “reducción”. Bajo el régimen de doctrina, un pueblo (o pueblo de indios) solía estar controlado por
autoridades indígenas, así como por funcionarios civiles y religiosos de la
Corona. La misión fue un sustituto
de la Conquista y se orientó no solo a la incorporación del indio a la
cristiandad, sino también a la hispanidad, entendida como régimen político,
social, cultural y religioso. Además, por reducción
puede entenderse el proceso comprendido por la incorporación inicial del
indígena y su acoplamiento a los parámetros que regían una población misional.
Asimismo, era el núcleo poblado donde se reducía, o congregaba, a los
indígenas, con el fin de facilitar la evangelización y el control tributario.
En algunos documentos puede encontrarse que las palabras “doctrina” y
“reducción” son usadas como sinónimo de pueblo.
Los jesuitas levantaron eficientes
sistemas económicos y sociales, en los que se combinaron misiones y haciendas
que sirvieron a la labor religiosa. Dentro de estas posesiones pueden citarse,
entre otras, Caribabare (1661), una extensa propiedad en el corazón del
Casanare, que tenía dos hatos principales: la Yeguera o Hato Corozal y
Tunapuna, y Nuestra Señora de Tocaría (1750), en la región de Nunchía. Estas
haciendas formaban parte de caminos ganaderos que abastecían de carne a las
ciudades de Santafé y Tunja. Asimismo, en el Meta, Santa Bárbara de Cravo,
adquirida por los jesuitas después de Caribabare y dedicada a la cría de ganado
vacuno, y Apiay, a 10 jornadas de Santafé, en las cercanías de San Juan, San
Martín y la Quebradita. Adquirida en 1740, abastecía de carne vacuna a Santafé
y hoy es una base militar del Ejército Nacional. El éxito de las haciendas se
debió a su dotación, a una eficiente explotación de los recursos, a la cría de
ganado vacuno y caballar, así como a sus variados cultivos. También, a la
disponibilidad de mano de obra indígena y a la racionalidad económica aplicada
a la comercialización de los productos. Si bien, aparte de mapas, no existen
representaciones gráficas de la época, las imágenes del siglo XIX dan una idea
de cómo se veían los hatos, los pueblos de misión y los indígenas en la
Colonia.
Entrada al Llano. Doctrinas en la estribación de la
cordillera oriental, 1624-1628
En 1621, el arzobispo de Santafé,
Hernando Arias de Ugarte, en su visita pastoral a la región de Chita y los
llanos de Casanare, concibió el proyecto de confiar esas regiones a la Compañía
de Jesús, al darse cuenta del abandono espiritual en que se encontraban los
indios. Aprobado el proyecto, aún había dificultades, como escasez de
operarios, lejanía de esas regiones y dificultad de aprovisionamiento de los
misioneros. El arzobispo solucionó estos problemas ofreciendo a los jesuitas
también la doctrina de Chita, situada en clima sano, que fue usada como punto
de partida para entrar al llano. A partir de 1624, los jesuitas se hicieron
cargo de varias doctrinas y crearon otras, tanto en el piedemonte llanero como
en el llano:
Chita. El encomendero
principal de la provincia de Tunja y los llanos en 1563 fue Gonzalo Jiménez de
Quesada, quien residió por varios años en esta fría población de montaña. En el
período 1620-1624, el clero secular (curas que dependían directamente de
autoridades eclesiásticas y no de una orden religiosa) estuvo vinculado con el
pueblo, por lo que es posible que desde ese entonces existieran el templo, la
plaza y las calles. El 28 de marzo de 1727, el padre Visitador Silvestre
Hidalgo dictó el auto sobre la traslación del caserío. El nuevo lugar se ubicó
a dos kilómetros al noreste del anterior y se constituyó en el actual municipio
del Departamento de Boyacá, distante 240 km de Tunja.
Támara. El padre José
Dadey estableció la doctrina de Támara en 1624. Durante la corta estadía de
tres años en esta doctrina, Dadey se encargó de la delineación de la traza del
núcleo urbano de la población. Después de la salida de los jesuitas en 1628,
Támara pasó al cuidado del clero secular hasta 1639, cuando fue reemplazado por
agustinos. En la actualidad, Támara es municipio del Departamento de Casanare,
distante 120 km de Yopal.
Morcote. El juez poblador
Lázaro Fonte fundó en 1586 los pueblos de Paya y Morcote, en las tierras
encomendadas a Pedro Niño. En 1624, el padre jesuita Diego de Acuña se encargó
de la doctrina y, después de la salida de los jesuitas en 1628, la población
quedó en manos del clero secular. En la actualidad es corregimiento e
inspección de policía en el municipio de Paya, Departamento de Boyacá.
Pauto. En 1624 se
confió la doctrina de Pauto a la Compañía de Jesús. Para tal efecto, se nombró
doctrinero al padre Domingo de Molina, por el cabildo eclesiástico de Santafé,
el 31 de octubre de 1626. La presencia de los jesuitas fue corta y en 1628 se
retiraron de la región por orden del arzobispo Cortázar. Los indios pasaron al
cuidado del clero secular. Los jesuitas recuperarían a Pauto en 1659, en un
viaje de exploración que tenía como objetivo restaurar su empresa misional en
los Llanos. En adelante, esta población formará parte de las reducciones del
Casanare.
Los adelantos logrados por los
jesuitas en estas doctrinas generaron un clima de resentimiento entre clérigos
seculares que se quejaban continuamente ante el nuevo arzobispo Julián
Cortázar, quien, en 1628, solicitó al rey reinstalar a los seculares en las
doctrinas dejadas por los jesuitas. Ese mismo año, la Compañía renunció a la
doctrina de Chita y, después, a las otras. Con su obligado retiro, se cerraba
las puertas a los jesuitas para acceder a los llanos de Casanare.
Misiones
en el Casanare, José Miguel Vásquez, 1769. Fuente: Archivo General de la
Nación,
Mapas y Planos, Mapoteca 4, 691-A.
Poblados en la Misión del Casanare, 1659-1767
En 1660, los jesuitas permutan la
doctrina de Tópaga, situada en el altiplano boyacense, por la doctrina de
Pauto, en el llano, que estaba bajo cuidado del clero secular. El objetivo
consistía en crear un centro de operaciones para los misioneros en la región
llanera. En 1662, la Junta de Misiones convino repartir los territorios de los
llanos orientales entre el clero secular y las órdenes religiosas: para los
franciscanos, los llanos de san Juan; para los agustinos ermitaños, los llanos
de San Martín; los agustinos recoletos, entre los ríos Upía y Cusiana; los
dominicos se encargarían de los indios chíos y mámbitas, y a los jesuitas les
correspondió “el territorio junto al río de Pauto y de allí para abajo hacia la
villa de San Cristóbal y ciudad de Barinas, y los llanos de Caracas, y […]
desde el río Pauto hasta el Airico”. Se trataba de un extenso territorio en el
que se crearon estas poblaciones.
Nuestra Señora del Pilar de Patute. Se encuentra a
unos 19 kilómetros de Tame, en la banda derecha de la serranía, al norte de los
ríos Purare y Tocaragua, afluentes del Casanare. Se instaló entre los indios
tunebos y en 1711 tenía 576 almas. La población está hoy desaparecida.
Nuestra Señora de Tame. Está entre los
ríos Tame y Ele, en la parte superior de la orilla oriental del río Tame.
Reunió a una cantidad importante de habitantes y en 1756 tenía 1.800 almas.
Entre 1818 y 1819, por su localización al pie de la cordillera, fue la
población donde se organizaron las tropas de la vanguardia libertadora al mando
de Santander y Bolívar, para tomar la ruta al interior de la Nueva Granada, en
dirección a Santafé. Hoy es la capital del departamento de Arauca.
Pauto/Manare. Población
ubicada en territorio de indios cacatíos, al poniente de los ríos Purare y
Tocoragua, afluentes del Casanare. Fue la residencia habitual del Superior de
las Misiones. En la actualidad es inspección de policía en el municipio de Hato
Corozal, Departamento de Casanare.
San Salvador del Puerto. Fue establecida
por el padre Neira entre los indios achaguas. Se trata de lugar estratégico,
situado sobre la orilla izquierda del río Casanare, donde el río de vuelve apto
para la navegación. Ese punto era la salida de los jesuitas hacia el río Meta y
el Orinoco, en ruta hacia las misiones de la Guayana. Hoy es inspección de
policía del municipio de Tame, Departamento de Arauca.
San Francisco Javier de Macaguane. Está a 19
kilómetros de Tame, aproximadamente, entrada ya la montaña, y a unos seis
kilómetros del río Tame, a orillas del río Macaguane, que está en medio de los
ríos Cravo y Ele. En la doctrina había indios giraras, airicos y betoyes, y, en
algún momento llegó a tener 1.500 almas. En la actualidad es la inspección de
policía de Corocito, municipio de Tame.
San Ignacio de los Betoyes. La más oriental
de las reducciones jesuíticas, siguiendo la serranía hasta llegar al río
Casanare. Fue fundada en 1716 por el padre José Gumilla, célebre misionero que
escribió en 1741 El Orinoco Ilustrado.
Esta reducción fue la última en ser establecida por los jesuitas en el
Casanare, región que para 1767 albergaba 5.420 indios en las siete reducciones
mencionadas. Hoy es inspección de policía del municipio de Tame.
El
Piñal, pueblo o ranchería de indios salvajes. José María Gutiérrez de Alba,
1874.Biblioteca Luis Ángel Arango, Banco de la República.
Poblados en la Misión del Meta, 1723-1767
Como Superior de las misiones
casanareñas, Gumilla intentó afianzar la región habitada por indios achaguas y
sálibas a lo largo del río Meta, vía de penetración al Airico y el Orinoco. La
misión en esta última región era considerada superior a cualquier otra empresa
misionera. En 1716 se revaloriza la región del Meta, escenario para las
próximas fundaciones misioneras entre los ríos Cusiana y Cravo Sur. En este
periodo su fundaron las siguientes poblaciones:
San Miguel de Macuco. Estuvo situado a
1,6 kilómetros distantes de la orilla del Meta e inmediatos al caño Macuco. Fue
establecida en 1725, con los indios sálibas, que estuvieron bajo cuidado del
misionero Juan Rivero hasta 1729. En 1765 tenía 240 almas y su iglesia, bien
ornamentada, estaba construida de tapia, piedra y teja. El sitio ha
desaparecido.
Casimena. Antes, San Luis
Gonzaga. Fue establecida en 1746, entre los indios guahibos y cabres, en la
orilla septentrional del Meta, entre los ríos Cravo y Cusiana. El poblado llegó
a tener 700 almas. El sitio ha desaparecido.
Surimena. Antes, San
Francisco Regis. Establecida en 1722 entre indios sálibas y achaguas, a orillas
del río Guanápalo, que desemboca en el Meta a poca distancia. Hoy en día es un
sitio del municipio de Orocué.
Las reducciones de Casanare y Meta
prosperaron hasta 1767, gracias a la producción ganadera de hatos comunales y
de las haciendas. Prueba de esa prosperidad es que en Pauto y Macuco, por
ejemplo, los templos se estaban fabricando con piedra, tapia y cubierta de
teja. Es decir, se trataba de una arquitectura mixta, en la que se usaban
muros, columnas y arcos estructurales en piedra, así como armadura de madera para
la cubierta.
Llaneros herrando ganado y recortándole las orejas,provincia
de Casanare. Manuel María Paz, 1856.
Comisión Corográfica. Biblioteca Nacional de
Colombia.
Poblados en la Misión del Orinoco, 1681-1767
La Misión del Orinoco, hoy territorio
venezolano, formó parte del amplio plan de evangelización de los llanos junto
con las misiones de Casanare y Meta, en la actual Colombia. El primer contacto
con los indios sucedió en 1699, cuando el padre Monteverde entró a la aldea
sáliba de Yanaqui. Antes de esta entrada hubo dos intentos frustrados de
afianzamiento, en 1681 y 1691. Los ríos, grandes arterias fluviales que servían
a los misioneros para la comunicación, el abastecimiento y la huida de las
incursiones caribes, se constituyeron en las vías de penetración a la vasta
región orinoquense. La importancia de esta misión no se debe medir por sus
escasos resultados desde el punto de vista del poblamiento, sino “por su
posición estratégica en el nudo de las comunicaciones entre las provincias de
Guayana, Caracas, y Barinas, y [por] cerrar el paso a los extranjeros hacia el
Nuevo Reino”. Los establecimientos de la misión del Orinoco se localizan en
territorio venezolano y se desconoce el estado de conservación de estas
poblaciones, pero puede indicarse que se fundaron las siguientes:
Santa Teresa de Carichana. Establecida en
1681, entre los indios sálibas. Fue la capital misional orinoquense y tuvo un
fuerte con ocho soldados. Es un ejemplo clásico del binomio hacienda-misión:
además de la evangelización, había hatos vacuno y caballar, existía producción
agrícola y acogía trabajos de metalurgia.
Cabruta. Situada a la
orilla izquierda del río Orinoco, fue establecida en 1739 con indios guamos,
avaricotos, otomacos y maipures.
La Urbana. A dos jornadas
más arriba de La Encaramada, próxima al monte Urbana y a tres días de
Carichana. Fue fundada en 1733, entre indios guaipunabis y otomacos.
San Juan Nepomuceno. Antes, Raudal de
Atures, la última de las poblaciones jesuíticas a la derecha del Orinoco.
Situada al este de los raudales de Atures, fue base de operaciones de la
Expedición de Límites al Orinoco, durante el periodo 1754-1760.
Encaramada. Antes, San Luis
Gonzaga. Distaba menos de un día de navegación de Cabruta, día y medio de La
Urbana, y del Orinoco, cerca de 1,2 kilómetros. Fue establecida por el
misionero Felipe Salvador Gilij en 1749, entre los indios maipures y tamanacos.
San Borja. Es conocida como
una población portátil, por sus continuos traslados. Fue fundada al inicio en
1738 con indios yaruros cimarrones.
En agosto de 1767, el rey español
Carlos III ordenó de manera tajante la expulsión de los religiosos de la
Compañía de Jesús de los dominios de España, Indias, Islas Filipinas y demás
adyacentes, al igual que la privación de sus bienes en esos
dominios. Ese año, las reducciones del Casanare pasaron a manos de los padres
dominicos, salvo Pauto, que quedó bajo cuidado de los franciscanos. Mientras
tanto, las reducciones del Meta quedaron al cuidado de los agustinos recoletos,
y las reducciones del Orinoco pasaron a manos de los capuchinos de Venezuela.
Territorio de las misiones de la Compañía de Jesús en el
Nuevo Reino de Granada, José Gumilla S.J. Grabado: Pablo Minguet, 1741. Fuente:
Archivo Histórico Juan Manuel Pacheco, Pontificia Universidad
Javeriana.
Conclusión
El proyecto misional jesuítico en las
regiones bañadas por los ríos Casanare, Meta y Orinoco consistió espacialmente
en la incursión y afianzamiento de ciertas áreas geográficas y estratégicas,
determinadas por grandes ríos y abundante población indígena. La fundación de
núcleos poblados facilitó la concentración de los indios y la enseñanza de la
doctrina. Algunas poblaciones de doctrina persisten en el tiempo y en la
actualidad son centros urbanos, entre los que hay una capital de departamento,
algunos municipios, inspecciones de policía y otros lugares.
Referencia bibliográfica
- [1]
Pablo Ojer, “Las misiones carismáticas y las institucionales en
Venezuela”, en Misiones jesuíticas de la Orinoquía, 1625-1767, José del
Rey (ed.), Universidad Católica del Táchira, San Cristóbal, 1992, t. 1,
pp. 175-176.
- [1]
Ramón Gutiérrez, Las misiones jesuíticas de los guaraníes, Río de Janeiro,
Unesco, 1987., p. 10.
- [1]
Ramón Correa, Monografías de los pueblos de Boyacá, Biblioteca Boyacense
de Historia, Tunja, 1987, t. 1, p. 398.
- Archivo
General de la Nación (Bogotá), Conventos, 68, f. 437, citado por Juan
Manuel Pacheco, Los jesuitas en Colombia, Editorial Hijos de Santiago
Rodríguez, Bogotá, 1962, t. 2, p. 353.
- [1] José
del Rey (ed.), Misiones jesuíticas en la Orinoquía, 1625-1767, Universidad
Católica del Táchira, 1992, t. 3, pp. 181-182.
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