ALFONSO I EL BATALLADOR; INCURSIÓN EN AL ÁNDALUS
A comienzos del año 1125 una delegación clandestina de los
cristianos mozárabes de Granada pidió socorro al entonces rey de Aragón y
Navarra, Alfonso
I El Batallador. Los cristianos de Granada ofrecieron a Alfonso I que cuando
llegase con sus tropas a la ciudad, estos se sublevarían y abrirían las puertas
de la ciudad a las tropas aragonesas. No era un plan fácil, eran muchas las
dificultades para llevarlo a cabo pero sin duda, la posibilidad de tomar Granada era una
recompensa demasiado apetecible como para no intentarlo. Tras reunir a sus
principales caballeros en Uncastillo (provincia
de Zaragoza) y consensuar un plan de ataque, el ejército aragonés partió a la
conquista de Granada en septiembre del año 1125.
Uncastillo
(Zaragoza)
Los cristianos de Granada
habían recurrido a Alfonso I por
tener por entonces una gran experiencia militar frente a los moros. Años atrás
había reconquistado grandes territorios, siendo Zaragoza su
victoria más importante, unas campañas que le había proporcionado una gran
reputación en la península ibérica y resto de Europa.
Como el ejército aragonés
sumaba unos 10.000 -12.000 hombres entre caballeros, infantería, logística y
demás, se decidió no partiera la expedición con los ingenios de asalto (torres,
catapultas, etc) para aligerar el avance; se construirían en los alrededores
de Granada. También, para garantizar el efecto sorpresa,
se decidió que la columna no marcharía directamente sobre Granada en línea
recta, sino que el ejército iría primero en dirección hacia Valencia para despistar a los moros. No obstante,
aquí cometió el primer error Alfonso I, pues al
tiempo que hacía esta maniobra, envió cartas a Granada invitando a la rendición
y anunciando su inminente llegada.
Trabuco ó
Catapulta
La expedición llegó a Valencia y después bajó por la costa hasta Murcia. Aunque se atacaron ciudades como Játiva y Denia, no se
pudieron tomar por las buenas defensas de los moros y la falta de ingenios de
asalto de los cristianos. No obstante, a lo largo del recorrido se fueron
sumando a los aragoneses, miles de familias cristianas que huían de las
poblaciones musulmanas por donde iba pasando la expedición, un gran valor que,
aunque no militar, si demográfico, pues la repoblación con cristianos de los
territorios reconquistados era uno de los principales problemas que tuvo que
afrontar la Reconquista.
Tres meses después de la
partida y poniendo en huida a los destacamentos musulmanes que encontraban a su
paso, las tropas aragonesas llegaron a los alrededores de Granada y a vista de
la ciudad plantaron el campamento para pasar allí la Navidad. Pero el efecto
sorpresa se había perdido, en esos meses dio tiempo a Granada a pedir ayudas no
solo a todo Al Ándalus sino también al
Norte de África, desembarcando un importante ejercito enviado por el emir
de Marraquech. Además, los musulmanes de Granada temerosos
de una revuelta cristiana en la ciudad (y no se equivocaban), habían tomado sus
precauciones para evitarlo.
Alfonso I el
Batallador mirando Granada
En esta situación estaban los
sitiadores cuando comenzaron a producirse tensiones entre Alfonso I y la delegación cristiana de Granada que
le había ofrecido el plan. Alfonso I le
recriminaba a estos que los cristianos de Granada no se
estaban movilizando y que no se iba a poder con ellos tal y como le habían
prometido. Los mozárabes le contestaban diciendo que era culpa de él por haber
perdido el factor sorpresa por demorar tanto la llegada a Granada. Los ataques
que recibía el campamento por parte de los moros llegados desde África, eran
cada vez más intensos y preocupantes, se estaba llegando al punto que los
sitiadores se convirtieran en sitiados y por si fuera poco, a principios de
enero se desató una ola de frio con intensas nevadas. Por sí fuera poco, surgió
un brote de peste y aquello fue la gota que colmó el vaso; dicen que una
retirada a tiempo es una victoria, por lo cual, el 7 de enero se levantó el
campamento y comenzó el largo camino de regreso a casa.
No fue una huida descontrolada
o acelerada, al contrario, el ejercito de Alfonso I se
retiró internándose en zig zag por todo el interior de Al Ándalus, provocando la huida de todas las
poblaciones por las que pasaban, al tiempo que el número de mozárabes que se
les unía iba en aumento. Al llegar al castillo cercano de lo que hoy es Puente Genil, (provincia de Córdoba), tuvo lugar la que
fue la única batalla propiamente dicha durante los meses que duró la
expedición. En la noche del 9 de marzo del año 1126, un ejército moro atacó por
sorpresa el campamento aragonés, dando lugar a un combate que duro hasta el
atardecer del día 10, cuando se logró tomar el campamento musulmán.
En el anno de Nuestro Sennor de MCXXV,
plegó sus gentes et con él don Gastón de Bearne, don Pedro vispe de Caragoça,
don Esthevan vispo de Jacca; en el mes de octubre entraron en la tierra de los
moros, tallando et destruyendo plegoron a Valencia; et depués passaron Xucar et
talloron Dennya, depués passoron Murcia, depués fueron a d’Almeria, que la
clamavan en aquel tiempo Urcia, et a la raiz de una sierra et montanna fincaron
sus tiendas, et en el lugar que dizen Alcaçar tenieron la Nadal con gran goyo
et abastamiento de viandas. Enpués esto fueron a Granada et, talando et
destruyendo, depués cercó Cordova; y el rey sennor de todos los reyes moros
d’Espanna con todo su poder ixió a dar batalla en el lugar que yes dito Azinçol
et fueron vencidos los moros, et fue y el rey de Córdova et morieron grandes
gentes de moros que no y havía conta.
Crónica
de San Juan de la Peña
Alfonso de Aragón
lidera un ejército contra los moros. Obra de Bernard Granville Baker
Tras volver a las cercanías de
Granada, el ejército de Alfonso I se
internó por las Alpujarras hacía Almería y
Murcia, para desde allí seguir más o menos el mismo camino que habían hecho en
la ida. La retaguardia estuvo continuamente hostigada por escaramuzas de los
moros y la enfermedad empezaba a causar estragos, hasta que finalmente
regresaron a Uncastillo, nueve meses después, en
junio de 1126.
Aunque los cristianos que
vivían en Granada no llegaron a
sublevarse cuando llegó el ejército aragonés para evitar represalias, de nada
sirvió su moderación. Miles de ellos fueron deportados hacia África del Norte y
otras regiones del mundo islámico
Pese a que no se pudieron cumplir
los planes iniciales de conquistar Granada ni tampoco hubo conquistas
territoriales, los más de 10.000 cristianos que pudieron escapar de territorio
musulmán, fueron de gran importancia, pues gracias a ellos Alfonso I pudo repoblar el Valle del Ebro, reconquistado
tiempo atrás.
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