Cuando abdica la reina... Reflexiones sobre el papel pacificador
de Petronila, reina de Aragón y condesa de Barcelona (siglo XIII)
Todo comenzó en 1134 a partir del
singular testamento de Alfonso I el Batallador (1104-1134), quien no solo
murió sin heredero (en julio de 1134, durante la batalla de Fraga), sino que
legó el gobierno y el territorio de su reino a tres órdenes militares de Tierra
Santa, a saber del Santo Sepulcro, del Temple y del Hospital1.
2Si bien las decisiones tomadas en este
testamento –que algunos críticos han calificado de utópicas– se dirigían sin
duda a detener el empuje musulmán, exaltando el espíritu de cruzada de las
órdenes militares, también frustraron, indefectiblemente, la expansión de una
Castilla a la que Alfonso I odiaba más que nada desde su malogrado
casamiento con Urraca. El fracaso de este matrimonio le había cerrado
definitivamente el acceso al trono de Castilla y de León en beneficio de Alfonso VII
(1126-1157), hijo de un primer matrimonio de su esposa, quien lucía con orgullo
el título de Emperador de España. Los aragoneses rechazaron rotundamente este
testamento y fueron en busca del hermano del rey difunto, Ramiro, monje, desde su
infancia, en el monasterio de Saint-Pons de Thomières2.
3Entonces, contra todo pronóstico, y
desafiando una dispensa papal (que no iban a obtener), los aragoneses
proclamaron solemnemente a Ramiro rey de Aragón, en Jaca, el 11 de septiembre
de 11343. El mismo día de esta
proclamación, si hemos de creer la crónica de Alfonso VII, contemporánea a
los hechos, los nobles aragoneses impusieron a Ramiro II la necesidad de
contraer matrimonio. Eligieron a Agnès de Poitiers4, cuya fecundidad fue
comprobada y quien, de hecho, le dará un heredero en junio de 11365: o, mejor dicho, una
heredera –aquí radica todo el problema– su hija Petronila, quien será la única
reina heredera de toda la historia de Aragón, en contra de los usos y leyes del
reino6...
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Al poco de nacer, fue comprometida con el conde de Barcelona
para contraer matrimonio al alcanzar la mayoría de edad, a los 14 años. Por
este matrimonio, celebrado en Lérida en agosto de 1150, Ramón Berenguer,
que por entonces tenía 37 años, se convirtió en príncipe de Aragón:
administraría el reino pero nunca fue rey.
4 La prontitud de esta decisión, que
desafiaba las leyes canónicas elementales7, ilustra bien la urgencia de
la situación y el peso que recae sobre los hombros de la joven Petronila. De su
vida y de su unión dependía el futuro del reino de Aragón, un reino todavía
joven al que la muerte de Alfonso I había dejado al borde del caos:
conmocionado por la desaparición de su rey a consecuencia de la batalla de
Fraga, Aragón mantenía distantes relaciones con el Papado, había perdido
recientemente Navarra, sufría la presión de los musulmanes y era presa de
agitaciones internas, que despertaban la codicia de las potencias vecinas.
Las capitulaciones se firmaron
en Barbastro, con unas condiciones impuestas por Ramiro II. En
estas capitulaciones se estableció que el matrimonio se
celebraría bajo una institución del derecho privado aragonés, ‘el
casamiento en casa‘, por lo que Petronila estaba obligada a mantener la
herencia familiar.
Si no engendraba descendencia, a su
muerte, el conde de Barcelona recibía la potestad sobre la herencia
aragonesa. Lo cual no sucedió.
La reina Petronila vivió más años que
Ramón Berenguer, por lo que cuando este falleció, cedió los derechos
dinásticos al hijo de ambos, Alfonso II, que sería rey de Aragón, y conde
de Barcelona.
Tras firmar las capitulaciones, Ramiro
II se retiró al monasterio de San Pedro el Viejo de Huesca, conservando
el título de rey e Inés de Poitiers regresó a Aquitania, y nunca más
vería a su hija Petronila.
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Su futuro marido, el Conde de
Barcelona, rechazó hacerse cargo de su educación, y la niña fue enviada a
Castilla para ser educada por Berenguela, reina de Castilla, y hermana
de Ramón Berenguer. En tierras castellanas, el rey Alfonso quería
casar a Petronila con su hijo, el infante Sancho, heredero de Castilla.
La nobleza aragonesa, alarmada por esta
situación, se reunió en Cortes para exigir la vuelta de la joven reina a
Zaragoza. También su padre, Ramiro II, amenazó con abandonar su retiro
monástico para defender los intereses del reino, y de su hija. Finalmente,
Petronila abandonó Castilla y regresó a tierras aragonesas.
La vida de Petronila está llena
de lagunas y de interrogantes. Durante su reinado, junto a su marido,
se conquistó Tortosa en 1148, y al año siguiente, Lérida, Fraga y
Mequinenza, localidades que se incorporaron al territorio del reino de
Aragón (Lérida sería aragonesa hasta el reinado de Jaime I El Conquistador). También se llegó hasta el
río Algás, Miravete y las sierras de Prades y Ciurana y se convirtió en
tributario al rey de Valencia y Murcia.
Tuvo cinco hijos, entre ellos, el
heredero del reino, Alfonso II, llamado Ramón (el nombre
tradicional de la casa Condal barcelonesa) y Alfonso indistintamente, aunque
reinaría como Alfonso, quizás en homenaje a Alfonso I El Batallador.
Hasta su muerte, vivió entre Besalú y
Barcelona, y en su testamento declaró que quería ser enterrada en la
catedral de Barcelona, además de legar sus posesiones a su hijo: ‘te concedo
a ti, mi querido hijo Alfonso, rey de Aragón y conde de Barcelona,
que en el testamento de mi marido te llama Ramón, y a toda tu
posteridad todo el reino aragonés íntegramente’.
5Treinta años más tarde, el 18 de junio8 de 1164, la reina
Petronila abdica en favor de su hijo, quien sube al trono de Aragón bajo el
nombre de Alfonso II (1157-1195): “La reyna dona Petronilla [...] dexa
como señora todo el reyno de Aragón esento, libre y entero como lo tovo su
abuelo y su visabuelo el rey don Sancho de Huesca [Sancho I Ramírez] al
pujante fijo suyo y primogénito heredero don Alfonso el segundo”,proclama el
cronista aragonés Vagad a finales del siglo XV9.
6El círculo está cerrado. La producción
historiográfica no cesa de difundir los beneficios de esta unión entre el reino
de Aragón y el condado de Barcelona, la cual aseguró no solo paz y la seguridad
del reino, sino también su crecimiento y expansión. Treinta años después de la
crisis dinástica que había sacudido a Aragón, el balance es manifiestamente
positivo: la continuidad de la dinastía aragonesa se ha asegurado gracias a
Petronila, el reino está a salvo y la paz preservada. Sin embargo, más allá de
la ficción jurídica10 que representa este
temprano matrimonio de la princesa heredera con el conde de Barcelona, ficción
ampliamente difundida por la historiografía aragonesa ¿es posible discernir
alguna acción política de la reina Petronila? ¿Su papel fue más allá de la
simple transmisión del poder? ¿Obró consciente y voluntariamente en pos de la
paz de su reino?
7Si los interrogantes son numerosos,
las respuestas vienen limitadas por la escasez de testimonios medievales sobre
la reina Petronila11. Frente a este silencio de
las fuentes presentaré las breves apariciones de Petronila en las crónicas y en
la documentación, intentando aproximarme a lo que nos relata sobre esta
cuestión el aragonés Jerónimo de Zurita, utilizando los comentarios que realiza
sobre Petronila para así conocer las posibles acciones de paz emprendidas por
esta reina en los años 1160 (durante la minoría de Alfonso II entre
1162 y 1164). Los índices dejados por Zurita ofrecen el doble retrato de una
reina pacificadora, quien habría jugado un papel esencial en la nebulosa
compleja y aún mal estudiada que fue la minoría real de su hijo, y de una reina
de justicia, en la medida en que (varias fuentes lo afirman) no habría dudado
en aplastar las actividades subversivas de un usurpador que habría buscado
hacerse pasar por el rey Alfonso I el Batallador, misteriosamente
desaparecido sobre el campo de batalla de Fraga, 28 años antes.
8El silencio que envuelve a Petronila
en la producción historiográfica parece extrañamente culpable. Con frecuencia,
las crónicas medievales no evocan sino un nombre e, incluso, en ocasiones,
confusamente: la hija de Ramiro II de Aragón es habitualmente llamada
Urraca en las crónicas castellanas y leonesas, tal y como aparece bajo la pluma
de Rodrigo Jiménez de Rada:
Este (rey Ramiro) tuvo una hija llamada Petrona, que
luego cambió su nombre por el de Urraca, y que casó con Ramón, conde de
Barcelona. Y tan pronto como se concertó su boda, el rey monje se reintegró a
su monasterio.
[...] Así después
de la boda de su hija Urraca y el conde de Barcelona siguió la unión del reino
y el condado; y de la reina Urraca tuvo con el conde dos hijos y una hija12.
9Otros cronistas castellanos la llaman
erróneamente Sancha y los cronistas catalanes no son más precisos a este respecto.
Uno de los cronistas reales, cuya obra ejerció una fuerte influencia en la
producción historiográfica de la Corona, Bernat Desclot, ni se tomó la molestia
de nombrar a la joven princesa y le asignó una ascendencia imaginaria,
haciéndola hija de una hija del rey de Léon:
E donaren-li (los barons de la terra)
muler la dona qui era fila del rey de Leó, e d'aquesta dona hac una fila. E a
poc de temps que la fila fo nada, la reyna mori, e puys lo rey desampara lo
regisme e a poc de temps que fo en la abadia, murí. E axi la terra romas sens
rey gran temps13.
10Más allá de estas incoherencias o
de estas aberraciones, las crónicas catalano-aragonesas se contentan muy
mayoritariamente con evocar a Petronila como mujer de Ramón Berenguer IV.
Solo interesa su unión con el conde de Barcelona en la medida en que ello
permite asegurar una descendencia masculina y, por lo tanto, afianza la
continuidad dinástica del casals de Aragón. Petronila no
aparece, en estos relatos historiográficos sino para garantizar la transferencia
del poder entre Ramiro II y Alfonso II de Aragón, vía Ramón
Berenguer IV, cuyos méritos señalan con generosidad las crónicas.
Únicamente algunos testimonios van más allá de este retrato puramente funcional
de la reina. Así, a mediados del siglo XIV, el Llibre de les
nobleses dels reis nos informa, por ejemplo, sobre su entierro:
En lany de nuestro senyor Jeshu Xrist
MCLXXIII ani calender de nohembre passa desta vida dona urracha regina darago e
comtesa de barchanona e canongessa de la seu de Barcelona [...] la cal dona apres
de la sua mort fo sebell de honradament en la seu de Barchinona en una pica de
marbre qui solia esser en a la porta sinestre del portal maior qui garde vers
Jonqueres he visch XXXVII anys14.
11Esta crónica inédita nos proporciona
algunos indicios sobre los últimos años de la vida de la reina Petronila–que no
se volvió a contraer matrimonio tras la muerte de su esposo, y que terminó sus
días retirada del mundo, que abandonó en 1173–. Recordemos además que los
primeros testimonios historiográficos del Este peninsular, del Liber
regnum al Gesta comitum Barchinonensium, pasando por
el Libro de las generaciones, son extremadamente insuficientes
cuando se trata de evocar a la reina Petronila y hacen pasar con ella a las
manos del conde de Barcelona el conjunto del reino:
Et dieronle muger la nieta del conpte don Pedro, et
ovo en ella un fijo que ovo nompne la reina dona Peyronna, et casó en esto so fija
con el cuende de Barcelona, et diol reysmo con su fija15.
Es esta también la versión consignada
en las Gesta comitum Barcinonensium:
Estant fort jove fo-li donat (a Ramon
Berenguer IV) lo regisme d'Aragó ab dona Urracha filla del rey Raynimir, anno
Domini MCXXXVII16.
12Será preciso esperar a la crónica
oficial del reino, la Crónica de San Juan de la Peña, para que
las características de esta unión sean claramente explicitadas17. Redactada bajo el reinado
de Pedro el Ceremonioso, la Crónica de San Juan de la Peña no
deja de repetir que sólo la reina Petronila podía ostentar el título de reina
de Aragón; el contrato de matrimonio sellado con Ramón Berenguer de 1137
estipulaba, en efecto, que este último debería de contentarse con el título de
Príncipe:
Et se clamava princep de Aragón et conte de Barçelona,
que non quisieron consentir los aragoneses que se clamasse rey, mas su fillo
don Alfonso se clamó rey18.
13Esta crónica consigna las
condiciones del matrimonio, tal y como habían sido formuladas en la
documentación por Ramiro el Monje antes de que cediera el poder a su yerno19. Las crónicas
catalanas retoman generalmente esta distribución de títulos20, si bien algunas se
inclinan más a ciertas aproximaciones y no renuncian a conceder a Ramón
Berenguer IV el título de rey de Aragón, tal y como aparece en este texto
catalán de la primera mitad del siglo XV, las Canoniquesde tots
los reis:
E (Ramiro II) ague una filla que ague
nom Patronilla. E aquest rey renuncia al regne he torna a-seruir lo-monestir,
empero auans que entre en-lo monestir dona marit a-sa filla
Ramon Berenguer. E aquest Ramon Berenguer fou lo primer qui fou ensemps
rey d’Arago e comte de Barcelona21.
14No obstante, en conjunto, las
condiciones parecían claramente establecidas y las crónicas las reiteraban: la auctoritas pertenecía
exclusivamente a Petronila, aunque la administración del reino, su gobierno –en
otros términos, la potestas– recaía sobre su marido, el
conde de Barcelona, como lo requería la práctica medieval22. Petronila aseguró pues la
transmisión del poder sin ejercerlo. El conde de Barcelona parece haber
cumplido con su tarea de manera ejemplar, protegiendo el reino y
respetando su integridad; al igual que Petronila cumplió con su papel,
engendrando a los herederos para el reino: Alfonso II, quien será rey de
Aragón y conde de Barcelona hasta 1195, pero también Pedro (1158-1181), conde
de Cerdaña, y después conde de Provenza bajo el nombre de Ramón Berenguer III,
y Sancho de Rosellón (1161-1174), conde de Rosellón y de Cerdaña, a los que se
sumó una descendencia femenina en la persona de Dulce de Aragón (1160-1198),
quien contraería matrimonio con el rey Sancho I de Portugal.
15Asombra la uniformidad de la
literatura historiográfica sobre esta cuestión. Todas las versiones inciden
sobre la concordia entre ambos cónyuges y, por consiguiente,
entre ambos territorios (reino y condado). Ramón Berenguer gobernará hasta su
muerte, y su hijo le relevará dos años más tarde. Nada más simple a los ojos de
los cronistas medievales. Sin embargo, un testimonio, ciertamente tardío, pero
fundador (de la tradición historiográfica moderna), nos ofrece una versión de
los hechos singularmente diferente: la de Jerónimo de Zurita, cronista del
reino en el siglo XVI (ca. 1570), quien –si evidentemente no
puede ser considerado un testimonio de primera mano ni una “fuente” medieval23– merece alguna
atención dado que la exactitud de los datos de los Anales se
ha convertido en proverbial24… Los dos escritos
redactados por el secretario real y cronista aragonés, respectivamente en
castellano (los Anales –hacia 1562-1579–) y en latín (los Indices
–escrito hacia 1578–), conceden importancia a la reina
Petronila y arrojan nueva luz sobre una posible acción política de la
reina durante los dos años que separan la muerte de su esposo Ramón
Berenguer IV (el 6 de agosto de 1162) y la convocatoria de las Cortes
en Huesca durante las que ella abdicó en favor de su hijo Alfonso II (el
18 de agosto de 1164).
16En los Indices, dos
precisiones sobre la reina Petronila nos interesan especialmente. La primera
hace referencia a las modalidades de la tutela ejercida sobre el joven
Alfonso II durante los dos primeros años de su reinado, atribuida aquí a
la reina Petronila:
La reina Petronilla, mujer de excelente y buen consejo,
no atreviéndose a entregar el imperio al niño, que era muy tierno, echa
sobre sus hombros el peso del gobierno y de la administración. El
estado de Cataluña lo administra don Ramón conde de Provenza, hasta que la edad
del niño puede desempeñar los negocios públicos. El infante deja el nombre de
Ramón y se llama don Alfonso (el énfasis es mío)25.
17La segunda evoca una tregua que la
reina Petronila habría concluido con Navarra:
La reina, con el fin de establecer el reino para su hijo,
hace treguas con el rey don Sancho de Navarra por el tiempo de trece años26.
18Ambas menciones coinciden en atribuir
a la reina un papel en el ejercicio del poder, dando a entender que,
efectivamente, reinó Petronila. Ella es entonces engalanada con atributos
reservados a quienes ejercen el poder, “la excelencia” y “el buen consejo”, y
sus responsabilidades políticas quedan claramente establecidas: “ella gobierna
y administra” su reino, es decir, el reino de Aragón. El gobierno del condado
de Cataluña pertenece exclusivamente a su hijo, quien disfruta de una tutela
asegurada, parece ser, por el conde de Provenza, primo del rey, que la habría
ejercido de manera ejemplar27.
19No obstante, la realidad parece haber
sido mucho más compleja. Cuando fallece, en agosto de 1162, Ramón
Berenguer había reconocido en su testamento el derecho de su hijo a reinar y a
ejercer el poder. Establece también claramente, por vía testamentaria, que, en
caso de necesidad, sería el rey Enrique II de Inglaterra (1154-1189) quien
aseguraría la tutela. Desde la muerte de su padre, el joven príncipe había
reconocido como heredero en el conjunto de sus reinos. Sabemos que viajó por
todo el reino desde septiembre de 1162 para hacerse reconocer por sus vasallos28. Un documento fechado el
1 de septiembre de 1162, en Calatayud, lo muestra acompañado por el
arzobispo de Tarragona, el obispo de Barcelona, el conde de Pallars y otros
nobles catalanes y aragoneses como Guillermo Ramón de Moncada (senescal),
Blasco Romeo (mayordomo), Guillermo de Cervera, Ponce de Mataplana o Guillermo
de Castelvell, quienes acompañaron estrechamente al rey en sus primeros
pasos; la referencia a estos nombres en la documentación podría sugerir la
existencia de un “consejo de regencia”, si bien la existencia de este último no
está claramente establecida.
20El 27 de septiembre de ese mismo año,
el rey Fernando II de Léon (1157-1188) es aceptado como tutor del infante
por varios nobles aragoneses y catalanes –puede ser también que la tutela
del joven príncipe haya sido atribuida de una manera un tanto
autoritaria…–. Lo cierto es que, en octubre de 1162, la reina
Petronila rompe el silencio que le acompaña habitualmente y convoca una
asamblea en Huesca durante la cual ella recuerda las últimas voluntades de su
marido. Por cierto, ella no hace sino confirmar las voluntades testamentarias
de Ramón Berenguer IV, lo que puede apoyar la crítica de que Petronila no
era sino la sombra dócil de su marido. Pero también es posible interpretar esta
convocatoria, tal y como lo hace William Clay Stall, como una estratagema
política urdida por la reina29: asegurando al Plantagenêt
el papel de tutor que se le había asignado inicialmente, proporciona cierta
libertad de acción a los grandes del reino o, en todo caso, un margen de
maniobra suficiente para que estos últimos establezcan su influencia sobre el
joven rey, en la medida en que la presencia del Enrique de Inglaterra era menos
apremiante y fuerte que la del (demasiado) cercano rey leonés.
21Fue sin duda al final de esta asamblea
cuando se designó un pequeño grupo de hombres, en el cual alternaron algunos
obispos, nobles y ciertos representantes de las ciudades. En los
documentos de la época firmados en nombre del rey localizamos los mismos
nombres de quienes asistieron a la reina con motivo de la redacción de su
primer testamento, lo que lleva a pensar que Petronila había sabido rodearse de
algunos grandes del reino y asegurarse su fidelidad30.
22Contrariamente pues a lo que daría a
entender la historiografía medieval, se puede suponer que la reina Petronila de
Aragón tendió a “gobernar” y “administrar” el reino, algo que ciertos
documentos a los que remitiré más adelante parecen apoyar. Aparece, igualmente,
cuidadosa en este complicado juego de tutelas y de gobierno por persona
interpuesta, así como atenta a preservar la paz y la integridad del reino,
que espera transmitir a su hijo. Con este motivo firma una tregua con Navarra
que es, al parecer, el único documento que firmó con su hijo31.
23Un tercer pasaje sacado de Zurita
muestra a la reina Petronila como una reina pacificadora: se trata de un relato
sobre la oposición de la reina de Aragón a un usurpador que habría intentado
hacerse pasar por Alfonso I el Batallador32. Encontramos dos versiones,
una en los Anales y otra en los Índices, y, en
ambos casos, el episodio oscila entre la anécdota y la epopeya. En los Anales,
el cronista relata la llegada de un hombre que afirmaba ser el mismo
Alfonso I de Aragón, que había abandonado el poder 28 años
atrás para participar en una larga cruzada de penitencia en tierras
santas (¡de haber sido el verdadero Alfonso I, tendría por entonces
89 años!)33:
En este medio aconteció cierta novedad que [...], gobernando
la reina doña Petronila sus reinos, no teniendo el príncipe don Alonso su hijo
once años cumplidos, que causó gran alteración y escándalo en la tierra
[...] Esto fue que casi de improviso se levantó fama por el reino que el
emperador don Alonso rey de Aragón que fue muerto por los moros en la batalla
de Fraga veintiocho años había, era vivo. Tras este rumor salió un hombre que
dijo ser él mismo; y comenzándose la cosa a divulgar dióse gran crédito por la
gente popular, incitándola algunas personas que no holgaban que la
reina se empachase en el gobierno del reino. [...] Comenzaba mucha gente y
pueblo a seguirle y servirle y tenerle por verdadero rey y señor e iba cada día
confirmándose más en su opinión, por la razón que daba a cada uno de quién era
y del origen de los linajes y casas del reino y de la sucesión dellas y de las
hazañas de sus progenitores, recontando muchos hechos que en su tiempo hicieron
en las guerras pasadas. Creciendo el número de los que esta voz y opinión
tenían, por orden y consejo de algunos ricos hombres que amaban el servicio de
la reina y del príncipe su hijo, estando –según algunos dicen– en Zaragoza, fue
preso y mandado ahorcar. Y con esta ejecución y castigo se sosegaron los ánimos
de muchos que deseaban nuevas causas de alteraciones y bullicios (el énfasis es
mío)34.
Aunque no alcanzó finalmente sus
fines, este individuo habría logrado dar suficiente credibilidad a su
conspiración como para inquietar al poder. La resolución del asunto se atribuye
aquí a los hombres ricos próximos a la reina y a su hijo que se caracterizan
por su fidelidad a la familia real.
24En los Índices, la trama
es la misma, pero el desenlace es todavía más explícito en cuanto que la misma
reina manda ahorcar al usurpador, y no los nobles que la apoyan: “Es
quitado del medio por consejo decisivo de la reina y llevó el castigo de su
locura y de su turbulenta temeridad”35.
25Conviene no utilizar en demasía este
episodio historiográfico y situar la anécdota en un contexto medieval
que –como señala Gilles Lecuppre– favorecía la impostura36. Sin embargo, este episodio
no era del todo desconocido en la Edad Media, si bien los comentarios de inspiración
oficial no mencionan palabra… Es cierto que ni los Gesta comitum
barchinonensium, ni la Crónica de San Juan de la Peña (escrita
mucho después de los acontecimientos), ni alguna otra de las crónicas
catalano-aragonesas nacidas de la tradición historiográfica fundada por
la Pinatense evocan las preocupaciones de la Corona por esta
resurrección. Hay que buscar lejos en el espacio o en el tiempo para percibir
los ecos de esta aparición manifiestamente tabú en la producción del Oriente
peninsular. Unos anales monásticos, relativamente alejados del corazón
geográfico de la monarquía y de la época de los disturbios, dejan caer alguna
palabra más bien tímida sobre la cuestión, en aragonés, en Teruel.
Efectivamente, los Anales de Teruel nos informan sobre
un príncipe de la sombra que pertenece a la clase popular (aparentemente
el impostor era herrero) –cito a continuación–:
Era M.CC.XIX. vino hun ferrero e dixo yo fo don Alfonso
el que preso a Caracoga e Cadatayut e Daroqua e recebido es en aquellos lugares
con grant honra e con grant ponpa e dize muchas cosas que semeiaua verdat de lo
passado quel hauia fecho e era tenido por fenyor e por don Alfonso e depues fué
conofcido que no era aquel e enforcaron lo muy defonradament deuant la Ciudat
de Barcelona37.
Nada nos es dicho, sin embargo, en
esta versión de los hechos, sobre la mano justiciera que permitió restablecer
el orden. Un segundo testimonio, también incompleto, aparece en las cartas
confidenciales dirigidas por Alfonso II al rey de Francia, Luis VII38. No conocemos otros
documentos relacionados al reino de Aragón que mencionen esta aparición. Solo
unos informes exteriores –es decir, relevantes de la historiografía castellana–
nos proporcionan algunos elementos. La Estoria de España, en
el último tercio del siglo XIII, menciona por primera vez esta misteriosa
aparición:
Otros dicen aún –porque muchas fueron las versiones de
los hombres sobre la muerte de tal rey– que salió vivo de la batalla y que se
hizo peregrino, y después de gran tiempo reapareció, y muchas gentes de
Castilla, León y Aragón que le hablaron afirmaban que era Alfonso I el
Batallador, rey de Aragón, pues se acordaban de muchas cosas que él les decía y
de muchas conversaciones que con él habían tenido. Y cuando el rey
Alfonso II de Aragón, que reinaba en Aragón entonces, vio que creían en él
la gente y los caballeros y aumentaba su poder de día en día, temiendo que
pudiese perder el reino, mandó prender al supuesto Alfonso I el Batallador
y lo hizo matar39.
26Señalemos que, según el testimonio
castellano, fue Ramiro II quien mató al impostor, y no la reina Petronila.
Esta ambigüedad latente en cuanto al papel jugado por la reina en el desenlace
de este asunto se vuelve a encontrar en una canción que compuso en 1183
Bertrán de Born, poeta bien conocido que fue enemigo de Alfonso II. En una
primera versión del poema, el usurpador es ejecutado por la mano de
la reina:
Por aquella de quien es marido, por la buena reina, lo
siento (en especial) desde que me dijo palabras que me desenojaron. Si a ella
le agradase, le recordaría lo de Berenguer de Besalú, pero no puedo menos e
aborrecer sus malos y vilanos hechos; pues llegó a dar muerte y a hacer
traición a aquel mismo de quien salió su linaje40.
Los términos utilizados en este escrito de
propaganda no dejan ninguna duda sobre la resolución del asunto por la
reina. Sin embargo, el episodio sufre algunos cambios en los años siguientes,
y otra versión de este poema político atribuye al hijo la acción justiciera
atribuida con anterioridad a la madre:
Sino un señor flaco y alto […] que ahorcó a su antecesor,
por lo que se destruye y se condena41.
27La confusión, por tanto, es constante,
tanto en los documentos de la época como en los testimonios más tardíos, entre
el nombre de la reina y el de su –muy– joven hijo, y ello con
independencia de la naturaleza del documento: ya sea poético, diplomático
o historiográfico. Tomemos en consideración este significativo trastrueque de
los hechos. Si la datación de los acontecimientos por la crítica reciente (que
sitúa el episodio entre los años 1162 y 1163) es exacta, Alfonso II no
tendría sino cinco o seis años en el momento de la aparición del fantasma de
Alfonso I, y no es, por ello, extraño que fuera secundado por su madre, de
lo que se podría inferir la posibilidad de un gobierno común42. Si bien es imposible
establecer una conclusión definitiva sobre este punto a causa de la falta de un
documento suplementario, parece que, en todo caso, la reina no estuvo
completamente ausente del panorama político de la época. Y parece, por
consecuencia, evidente que el episodio fue voluntariamente pasado en silencio
por los cronistas de la Corona. Ninguna crónica de la tradición historiográfica
catalano-aragonesa medieval – recordémoslo – relata este episodio. Así pues,
tanto el peso de la censura en la producción historiográfica, como las
manifiestas incoherencias inherentes a los escasos testimonios, traducen,
en mi opinión, el malestar sentido frente a esta oposición frente al poder
establecido. El desenlace deseado por Alfonso II a este asunto, tal y como
aparece en las cartas a Luis VII de Francia, corrobora esta hipótesis. El
joven rey de Aragón no solicita, en efecto, en la misiva, la extradición del
personaje sino que lo ajusticien allá en Francia: es probable la voluntad de
Alfonso II, o de quien ejercía la tutela en aquella época, de evitar un
regreso y una proceso público contra este pretendido abuelo. Una discreta
ejecución en el extranjero haría menos ruido que un juicio alborotador y de
difícil control; los términos de “turbulenta temeridad” empleados por Zurita
hacen pensar que el asunto hizo gran ruido en su época.
28Es pues posible, aunque –frente a la
pobreza de las fuentes– conviene no sacar conclusiones demasiado aventuradas,
que la reina Petronila actuó consciente y voluntariamente para mantener la paz
en el reino que le incumbía transmitir. Algunos investigadores, como Federico
Balaguer, afirman –pero lamentablemente sin aportar detalles– que Petronila no
estuve ausente de la vida política y que habría incluso manifestado su
“descontento” con la política dirigida por su marido: “en documento de doña
Petronilla se advierte un cierto descontento hacia la política que había
seguido su marido”43.
29Sin ir tan lejos en la interpretación,
me es posible afirmar la coherencia de su actitud y su preocupación por
mantener la integridad del reino que ella detentaba, con una impecable voluntad
de continuidad dinástica. Dos documentos de la práctica apoyan mi propuesta.
30En primer lugar, el primer testamento
de la reina, que dictó cuando dio a luz a su primer hijo, a la edad
de 16 años (el 4 de abril de 1152)44. Este documento, uno de los
escasos que nos ha llegado firmado con el nombre de Petronila, establecía que
el recién nacido en cuestión no le sucedería sino en el caso de tratarse de un
chico; la reina precisaba que, si nacía una niña, deseaba, simplemente, que
nunca le faltara de nada:
Ad cunctorum noticiam volumus
pervenire quoniam ego Peronella regina aragonensis jacens et in partu laborans
apud Barchinonam. Concedo dono et firmiter laudo infanti meo qui est ex útero
meo Deo volente processurus totum regnum aragonensem cum ómnibus comitatibus et
episcopatibus et abbatiis et cum ómnibus eidem regno pertinentibus sicut rex
Adefonsus melius unquam tenuit et habuit.
[...] Si
autem filia ex útero meo processerit maritet eam honorifice jamdictus vir meus
comes jamdictus cura honore et pecunia sicut melius ei placuerit et remaneat
viro meo prenominato solide et libero totum supradictum regnum cun ómnibus sibi
pertinentibus ad omniem voluntatem suam perficiendam absquie alicujus hominis
vel femine blandimeiito45.
31Esta voluntad puede parecer extraña
procediendo de la única reina titular de Aragón y el documento ha sido con
frecuencia interpretado como un contrasentido, es decir como una confesión de
la impotencia de una mujer a reinar. Sin embargo, ¿no adquiere toda su lógica
desde la óptica de la preservación del reino? Si nacía una hija y ella heredaba
el trono, este, por el juego de un matrimonio, quedaría indefectiblemente
ligado a una casa extranjera. Por cierto, la cuestión no se planteó en la
práctica puesto que le sobrevivieron tres hijos. Pero descartando a una mujer
del poder, ¿no aseguraba –costase lo que costase– la continuidad dinástica
querida por su padre y por su tío antes que ella? ¿No es esta misma continuidad
la que ella defendió manteniendo a lo largo de su vida ciertos usos
diferenciados de los de su marido, especialmente cuando la identidad de Aragón
estaba en juego?46.
32El segundo testimonio nos lo
proporciona la renuncia de la reina en favor de su hijo, unos dos años después
de la muerte de su marido. El equilibrio sociopolítico era, sin duda, frágil,
ya que las minorías reales eran, innegablemente, periodos de gran incertidumbre
para los reinos. La reina Petronila pone fin a esta situación transmitiendo, el
18 de junio de 1164, el reino y la potestas a su hijo:
Quapropter in Dei eterni regis nomine,
ego Petronilla, Dei gratia Aragonensis regina et Barchinonensis comitissa, uxor
que fui venerabilis Raimundi Berengarii comitis Barchinonensis et principis
Aragonensis, libento animo et proptissima voluntate, cum consilio et consensu
et providencia Ugonis, Dei dignatione Tarrachonensis archiepiscopi […] dono et laudo et
concedo tibi dilecto filio meo Ildefonso, regi Aragonensi et comiti
Barchinonensi, et omni posteritati tue, omne regnum Aragonis integriter […] cum
omni sua integritate, sine ulla voce et aliqua dominatione inibi a me ullo modo
retenta47.
33Que yo sepa, sólo Zuritae voca
claramente esta renuncia a la cual la reina habría acedido “por consejo de los
nobles”48. ¿Habría ella deseado
conservar durante más tiempo la potestas? ¿Pensaba que la
situación podría escapársele de las manos en cualquier momento? Nada
permite concluir tajantemente al respecto. Precisemos sin embargo que en su
último testamento, en 1173, algunos meses antes de su muerte, ella
confirma que el reino pertenece plenamente a su hijo, lo cual podría hacer
pensar que Alfonso reconoció a Petronila hasta su muerte: “Concessit domino
Ildelonso filio suo regi aragonensi omne suum regnum Aragonis integriter”49.
34Al final, y aunque disponemos de muy
pocos documentos sobre Petronila de Aragón, se dibuja un conjunto de indicios
relativamente coherentes que dejan entrever una reina atareada en una prudente
búsqueda de protección, en un principio cerca del rey leonés Fernando II
para protegerse de la belicosa Navarra, después por la confirmación de una
alianza con Inglaterra –sin duda para defender mejor los intereses del reino de
Francia y dejar actuar libremente a ciertos grupos nobiliarios aragoneses, y
luego por una tregua con Navarra firmada para un periodo de trece años, lo cual
permitía al joven príncipe adquirir un poco madurez en el ejercicio del poder–.
35Con estas pocas líneas, no podemos
afirmar que la reina Petronila de Aragón tuvo una personalidad tan fuerte como
la de una Berenguela de Castilla y, sin duda, Petronila no tuvo el temple
político de las Urracas castellanas (aunque los castellanos la llamaron algún
tiempo Urraca). Aparece más bien en la documentación como una anti-Urraca: ¿fue
porque conocía los peligros que había representado la actitud rebelde de su tía
abuela, cuyo agitado matrimonio con Alfonso I había amenazado gravemente el
reino y la dinastía de la que ella misma procedía, por lo que la reina
Petronila jugó la carta de la discreción y del consenso?50. Lo cierto es que, aunque
discreta, su acción política fue efectiva y aparece en repetidas ocasiones como
una verdadera regente que supo mantener la integridad del reino en un periodo
de profunda fragilidad para éste.
NOTAS
1 Acerca del testamento de Alfonso el
Batallador, véase Antonio UBIETO ARTETA, Los esponsales de la
reina Petronila y la creación de la Corona de Aragón,
Zaragoza: Diputación General de Aragón, 1987 y Szabolcs
de VAJAY, “Ramire II le moine, roi d'Aragon, et Agnès de Poitou dans
l'histoire et dans la légende”, en Pierre GAILLAIS
e Yves-François RIOU (eds.), Mélanges
offerts à René Crozet, Poitiers: Société d'Études médiévales, 1966, 2, p. 727-750.
2 El infante Ramiro había recibido el
diaconato, así como la ordenación sacerdotal y, tal vez, la misma ordenación
episcopal.
3 Sobre Ramiro II el Monje, véase
S. de VAJAY, art. cit., p. 727-750 y Martin AURELL, Les noces du comtes, París: Publications de la Sorbonne, 1994,
p. 361-371. Me permito remitir, igualmente, a Sophie HIREL, “Le roi, le
moine et la cloche. Genèse d’un modèle et tentative de mythification du roi
Ramire II d’Aragon”, en
Jean-Christophe CASSARD, Elisabeth GAUCHER y Jean KERHERVÉ (eds.), “Vérité poétique,
vérité politique. Mythes, modèles et idéologies politiques au Moyen Âge”, Brest: Centre de recherche bretonne et
celtique, 2007, p. 242-260.
4 La boda tuvo lugar el 13 de noviembre de
1135. Este matrimonio estrechará los lazos con la casa de Aquitania, amiga
desde antiguo de la casa de Aragón.
5 Nació la reina Petronila el 29 de junio de
1136, día de San Pedro, de ahí su nombre.
6 Sobre la sucesión femenina en el reino
de Aragón, véase Nuria SILLERAS,
"Queenship en la Corona de Aragón en la Baja Edad Media", en La
corónica: A Journal of Medieval Hispanic Languages, Literatures & Cultures, 32 (1), 2003, p. 119-133 y
Laura BRANDER, "Seine Mutter nämlich wusste, dass sie von der Tochter
einen Erben hatte", enZeitschrift
für Literaturwissenchaft und Linguistik, 2007, p. 41-70.
7 La ley fijaba, en teoría, el matrimonio de
las mujeres a los 12 años, si bien, en la práctica, lo toleraba a partir de los
7 u 8 años en las niñas, para los casos más notables. Sobre este extremo,
véanse los ejemplos de uniones precoces proporcionados por L. BRANDER,
art. cit.
8 El 14 de junio de 1164 según Jerónimo
Zurita.
9 Gauberto Fabricio de VAGAD, Corónica
de Aragón, (ed. de Carmen ORCÁSTEGUI GROS), Zaragoza: Cortes de Aragón,
1996, fol. LIII.
10 Cf.Nuria SILLERAS, Maria de Luna. Poder,
piedad y patronazgo de una reina medieval, Zaragoza: Institución
Fernando el Católico, 2012, p. 64-65: “En 1137, Petronilla de Aragón fue
legitimada como sucesor de su padre, pero se trataba de una ficción legal,
encaminada a que la niña pudiera comprometerse en matrimonio con Ramón
Berenguer IV de Barcelona, tras lo cual, el rey Ramiro regresó a su
monasterio”.
11 La producción crítica sobre Petronila de
Aragón es indigente, por no decir abrumadora. Pocas reinas han sido tan
despreciadas y maltratadas por la historiografía. Faltos de documentos, pues,
todo queda incierto y sólo propongo aquí unas hipótesis sobre le papel de una
reina todavía poco conocida. Al contrario de lo que indica su título, 850
aniversario. Acuerdo de esponsales entre Petronilla de Aragón y Ramón Berenguer
IV, Fundación "Ramón J. Sender", 2003, se articula en torno
a los documentos emitidos en Barbastro, bajo el pretexto de que la reina
naciera allí. Únicamente los estudios de A. UBIETO ARTETA, op. cit. y
el artículo, en alemán, de Laura BRANDER, "Sie
wollten nicht, dass er sich König nannte". Der fremde Fürst und die Erbin
des Landes im hohen Mittelalter: Ramon Berenguer IV. von Barcelona und
Petronella von Aragon", en Michel PAULY (dir.), L'héritière,
le prince étranger et le pays. Le mariage de Jean l'aveugle et d'Elisabeth de
Bohème dans une perspective comparative européenne, Luxemburgo: Université du Luxembourg,
2013, p. 1-9, no ignoran por completo el papel jugado por Petronila en
este punto de
inflexión de la
historia del reino. De igual modo, William CLAY STALL, "Queenship and
the royal patromony in twelke century Iberia: the Exemple of Petronilla of
Aragon", en Theresa M. VANN, Queens,Regents and Potestates,
Cambridge: Cambridge University, 1993, p. 49-61, se interroga sobre el
poder efectivo de la reina Petronila en Aragón. Véase especialmente p. 55. Por último, véase Juan
BASSEGODA NONELL, "La reina Petronilla en la catedral de
Barcelona", XVII Congreso de la Corona de Aragón, 3,
p. 73-79 y aquellos capítulos en las obras consagrados s las reinas
aragonesas, sintéticos y repetitivos
12 Rodrigo JIMÉNEZ DE RADA, Historia de los hechos de España, Introducción, traducción, notas e
índices de Juan FERNÁNDEZ VALVERDE, Madrid: Alianza Editorial, 1989,
libro VI, respectivamente cap. 2 y cap. 3, p. 223-224.
13 Bernat DESCLOT, Crònica, 5
vols., Barcelona: Barcino (Els Nostres Classics), 1949, 2, cap. 3, p. 19. Este cronista no hace ningún caso a
Petronila, quien no aparece sino como esposa del conde. Por otra parte, el
relato de Desclot sobre este punto está trufado de errores. Indica (DESCLOT,
op. cit., p. 14) que la esposa de Ramiro II era de León; que el
rey retornó muy rápidamente al monasterio; y que murió en los meses
siguientes.
14 Llibre de les nobleses des reis,
ms. 487 de la Biblioteca de Catalunya, fol. 135.
15 Cf. Josefa FERRANDIS MARTINEZ (ed.), Libro
de las generaciones, Valencia: Anubar (Textos medievales, 23), 1968,
p. 62.
16 Luis BARRAU DIHIGO y Jaume MASSO TORRENTS
(eds.), Gesta comitum Barcinonensium, textos llatí i catalá,
dans Cròniques catalanes, 2, Barcelona:
Institut d’Estudis Catalans, 1925, p. 131.Véase también p. 132:
"Dona Urracha, filla del dit rey Raynimir Monge, axí ajustat lo
regisme d'Aragó e.l comtat de Barcelona, hac dos fills: N'Amfós e en Sancho e
una filla per nom Na Dolça, la qual hac a marit lo rey de Portogal Sanxo”.
17 Carmen ORCÁSTEGUI GROS (ed.), Crónica
de San Juan de la Peña, Zaragoza: Institución “Fernando el Católico”, 1985,
cap. 20, p. 49-59 y cap. 32, p. 74-75.
18 Id., p. 74.
19 Retoma al respecto los documentos de la
práctica ligados al reinado de Ramiro II. Documentos de Ramiro II,
n 113, agosto 1137: "Dono tibi Raimundo, comiti Barchinonensi, cum
fila mea, meum regnum Aragonis (...). Licet regnum tibi tradam, tamen
dignitatem meam non ammito".Y luego 'tu vero convenis mihi, in verbo
veritas, et mitis manu tuas inter manus meas, ut non alienes, neque facias
alienare, regnum istud".
20 Cf. por ejemplo Jaime
DOMENECH, Crónica, estudio preliminar, críticas e índice por
Pedro LÓPEZ ELUM, Valencia:Anubar, 1975, p. 77: "Numquam tamen voluit rex appelari, sed administratir
regni, nec arma comitatus mutare, unde adhuc signa regalia sunt illa que
comitis Barchinone erant.
21 Canoniques de tots los reis, ms.
D-III-2 del Escorial, fol. XX.
22 Cf.
sobre este punto WERNER, "Les femmes, le pouvoir et la transmission du
pouvoir", en Michel ROUCHE y Jean HEUCLIN (eds.), La
femme au Moyen Age, Maubeuge: Ville de Maubeuge;
París: J. Touzot, p. 365-377; Theresa EARENFIGHT, Queenship
and political power in Medieval and Early Modern Spain, Aldershot:
Ashgate, 2005. Sobre las
específicas modalidades de esta unión entre la princesa aragonesa y el conde
catalán, véase Serrano DAURA, “La donació de Ramir II d'Aragó a Ramon
Berenguer IV de Barcelona de 1137 i la institució del "casamiento en
casa"”, en Estudis històrics i documents dels arxius de protocols,
15, Barcelona, 1997, p. 7-14.
23 No quiero participar “ al proceso de
medievalización” que acompaña a esta producción. Cf. Stéphane
PÉQUIGNOT, "De l'usage de Zurita en Histoire médiévale”, Menestrel,
2012: "Par une forme paradoxale d’aveuglement, l’œuvre du “ fondateur
de l’histoire moderne” est ainsi soumise à un processus de médiévalisation
rampante. Plus subtilement, la majorité des historiens
l’apprécient comme un témoignage devant passer au crible de leur analyse". Estas indicaciones no tienen, para el
medievalista, sino un valor relativo (no disponiendo de registro de cancilleríá
para la época, desconocemos cuantos documentos consultados por Zurita han
podido desaparecer).
24 Los métodos de Zurita son nuevos y su
gusto por los archivos conocido. Cf. S. PÉQUIGNOT,
art. cit.: "Il est
de la sorte apparu comme un pionnier de l’exploration des fonds documentaires.
La confrontation avec les originaux identifiés a ensuite révélé qu’il en
restitue fidèlement la teneur, quand il ne les retranscrit pas in
extenso".
25 Jerónimo de ZURITA, Indices
rerum ab Aragoniœ regibus gestarum al initiis regni ad annum 1410,
tribus libris expositi , p. 119.
26 Ibidem.
27 Isabelle POUTRIN y
Marie-Karine SCHAUB (dir.), Femmes et pouvoir politique. Les
princesses d’Europe, XVe-XVIIIe siècle, París:
Éditions Bréal, 2007, p. 45 recuerdan que
la organización del gobierno en caso de minoría real, tanto en sus aspectos
institucionales como en su práctica, es un tema sobre el cual no se dispone
todavía de una visión de conjunto. En el caso de la minoría de Alfonso II,
subsisten numerosas dudas en cuando a las diferentes tutelas ejercidas. La
producción historiográfica medieval y la documentación – muy dispersa – de la
que disponemos sobre el tema difiere. Atendiendo a varios testimonios tardíos de
la historiografía de la Corona de Aragón, la tutela del joven príncipe había recaído sobre el marques
de Provenza, Ramón Berenguer III (1162-1166), primo del joven Alfonso.
28 Homenaje de fidelidad, como lo habían
hecho su padre y su abuelo.
29 Es la opinión defendida, entre otros, por
W. CLAY STALL, art. cit., p. 55.
30 Cf. supra: Guillermo Ramón
de Moncada, Guillermo de Cervera, Ponce de Mataplana, etc.
31 El documento está conservado en los archives
de la catedral de Tudela, leg. 12, num 9 y ha sido publicado en
Francisco FUENTES, Catálogo de los archivos eclesiásticos de
Tudela, num 39, AHN cart. Del temple, p. 691, numéro 191. Cf.
igualmente sobre este punto Juan Francisco ELIZARI HUARTE, Historia
ilustrada de Navarra, Pamplona:
Diario de Navarra y
José Manuel LACARRA, Historia política del reino de Navarra desde sus
orígenes, Pamplona: Aranzadi, 1972, 2, especialmente
p. 55-57. Id., “Alfonso II el
casto, rey de Aragón y conde de Barcelona”, enVII Congreso de
Historia de la Corona de Aragón, Barcelona, 1962, p. 97.
32 Desde la crónica de Alfonso VII, una
tradición historiográfica precoz evocaba una posible huida del rey
Alfonso I tras la batalla de Fraga. Cf. Chronica
Adefonsi Imperatoris, Antonio MAYA SÁNCHEZ (ed.), en Chronica
hispana saeculi XII, Pars I, Turnhout: Brepols (Corpus
Christianorum, Continuatio Medievalis, 71), 1990, p. 109-248. El episodio
de la reaparición inesperada del Batallador fue analizado por Federico
BALAGUER, "Alusiones de los trovadores al pseudo Alfonso el
Batallador", Argensola: Revista de Ciencias Sociales del
Instituto de Estudios Altoaragoneses, 9, 1958, p. 39-47 y
A. UBIETO ARTETA, "La aparición del falso Alfonso", Argensola:
Revista de Ciencias Sociales del Instituto de Estudios Altoaragoneses, 33,
1958, p. 29-38. Para una síntesis muy documentada
sobre esta tentativa de usurpación del poder real, véase Gilles LECUPPRE, La
seconde vie des rois l'imposture politique dans l'Occident médiéval, XII-XVe
siècle, París: PUF, 2005.
33 Id., p. 1-2.
34 J. de ZURITA, Anales...,
libro 2, cap. 22.
35 J. de ZURITA, Índices...,
p. 120.
36 Los casos de impostura son numerosos.
Lecuppre ofrece varios ejemplos en los siglos XII y XIII (1125). Cf. G. LECUPPRE, op.
cit., p. 21, al que me refiero y cito
abundantemente en estas líneas.
37 Texto poco conocido, redactado al parecer
a petición de Alfonso II (hacia 1181). Vicencio Blasco de Lanuza habría hecho
alusión a este texto. Véase también Antonio FLORIANO,
"Fragmento de unos viejos anales (1089-1196)", Boletín de la
Academia de Historia, 94, 1929, p. 133-162, aquí p. 153-154.
38 Cartas bastantes alusivas en las cuales
Alfonso II evoca la presencia del fantasma de Alfonso I en el reino de
Francia y demanda la ayuda de Luis VII en nombre de una vieja amistad (que no
existió puesto que Ramón Berenguer era amigo de Enrique de Plantagenêt, el peor
enemigo del Capeto).
39 El pasaje está transcrito en
A. UBIETO ARTETA, art. cit., p. 32.
40 F. BALAGUER,
art. cit., p. 46. Véase
también Id., Notas documentales sobre el reinado de
Ramiro II, 1947-1948, p. 29-54. En provençal,
el texto es el siguiente: “mas tot rencur / sos malvatz faigz que son tafur
/ quar per el fo mortz e trahitz/ don es sos linhatges aunitz”.
41 F. BALAGUER,
art. cit., p. 46. En provenzal: “e pendet son ancessor”.
42 Según Antonio Ubieto Arteta, Alfonso II
nació en Huesca entre el 1 y el 25 de marzo de 1157. Esta fecha parece hoy
aceptada. La datación del episodiO ha hecho correr mucha tinta, puesto que las
cartas dirigidas por Alfonso II al rey de Francia no están fechadas. Marcelin
Defourneaux, primer editor de la correspondencia real (y primer historiador de
este episodio) se inclinaba por 1162-1163, fecha contestada por Antonio Ubieto
Arteta antes de ser de nuevo aceptada por una nota erudita de Johannes Fried
(especialista de la protección pontificia). Cf. Johannes
FRIED, Der papstliche Schutznfur Laienfursten. Die politische
Geschichte des papstlichen, Heidelberg: Carl Winter
Universitätsverlag, 1980, p. 200-201. Además, en estas cartas, el rey de Aragón no se vale de un
título provenzal obtenido en 1166. Estos diferentes trabajos tienden pues a
confirmar la periodización que proponía ya el historiógrafo Jerónimo Zurita.
43 F. BALAGUER,
art. cit., p. 42. El
autor evoca los descontentos suscitados por la unión entre Aragón y Barcelona
y, de manera por desgracia incompleta, señala que los documentos firmados por
Petronila se hicieron eco de estos descontentos.
44 Josep SERRANO DAURA "Donació de
Ramiro II de Aragón a Ramón Berenguel", p. 712, nota 5, emite la
hipótesis de que este documento sea falso.
45 P. de BOFARULL, op.
cit., 4, p. 202-203.
46 Así es como podemos interpretar el hecho
de que no nombra nunca a su hijo Ramón –como aparece sistemáticamente en los
documentos firmados por Ramón Berenguer IV– sino Alfonso, como conviene al
sucesor natural y legítimo de los reyes de Aragón.
47 El documento ha sido reproducido por
Francisco MIQUEL ROSSELL en su edición del Liber Feudorum Maior,
en 1945. Ha sido de nuevo transcrito en 2006, a partir de esta edición, en los
archivos electrónicos relativos al reinado de Jaime I: http://www.jaumeprimer.uji.es/cgi-bin/noticia.php?referencia=31082006
48 Zurita, Indices..., p. 120.
49 Cf. Prosper de BOFARULL Y
MASCARÓ, Procesos de las antiguas cortes y parlamentos de Cataluña,
Aragón y Valencia, Barcelona: establecimiento litográfico y
tipográfico de José Eusebio Monfort, 1847-1851. 8 vol.:"Hec est
sacramentalis conditio ac legalis publicalio ultime voluntatis nobilis regine
aragonensis Petronille nomine verbis tantummodo edite cujus ordo infra VI
menses coram sacerdote et judice Mirone legaliter actus est",
p. 393-394.
50 El
matrimonio sin descendencia entre Alfonso I el Batallador y la castellana
Urraca marcó profundamente la sensibilidad medieval y Petronila no
podía desconocer los efectos. Véase también el
no menos conflictivo y polémico matrimonio celebrado entre Jaime I y María de
Montpellier un siglo más tarde, abundantemente comentado por la historiografía
contemporánea de los acontecimientos. Es además lícito señalar que Petronila
sube al trono cuando la principal cuestión era la negociación de la paz y no la
guerra. El comportamiento ejemplar de la reina de Aragón es en este momento histórico
crucial dado que ella era la única garante de la integridad del reino.
Para citar este artículo
Référence
électronique
Sophie HIREL-WOUTS,
« Cuando abdica la reina... Reflexiones sobre el papel pacificador de
Petronila, reina de Aragón y condesa de Barcelona
(siglo XIII) », e-Spania [En ligne],
20 | février 2015, mis en ligne le 06 avril 2015, consulté le 19
avril 2022. URL :
http://journals.openedition.org/e-spania/24344 ; DOI :
https://doi.org/10.4000/e-spania.24344
Autor
Auteur
Sophie HIREL-WOUTS
Université
Paris Est/Marne-la-Vallée, LISAA (EA 4220)
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l’historiographie de la couronne d’Aragon. « Les origines du royaume
d’Aragon dans l’historiographie de l’Est péninsulaire (1369-1499) ». [Texte intégral]
Position de thèse
soutenue en Sorbonne, le 1er décembre 2006. Jury composé de
Mmes et MM. les Professeurs : Inés Fernández-Odóñez
(directrice), Marie-Claire Zimmermann (présidente), Carlos Heusch (rapporteur),
Jean-Pierre Jardin, Georges Martin (directeur), Flocel Sabaté.
Paru dans e-Spania, 2 | décembre
2006
·
Un dictionnaire
espagnol/français de la Deuxième
partie : utilité, questionnement [Texte
intégral]
Paru dans e-Spania, 5 | juin 2008
https://journals.openedition.org/e-spania/24344
https://www.hoyaragon.es/historia-de-aragon/petronila-de-aragon/amp/
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