martes, 21 de junio de 2022





EL FAMOSO PROCESO DE LOGROÑO: LAS BRUJAS DE ZUGARRAMURDI

 

El proceso de las brujas de Logroño ha sido considerado como uno de los más importantes de su época.

Para unos fue objeto de grandes críticas, mientras que otros lo consideran como unas medidas necesarias para reprimir el culto a la brujería. Realmente no se puede enjuiciar con serenidad si no se tiene en cuenta el «clima» existente en aquella época y cuyo conocimiento he señalado anteriormente.

Menéndez y Pelayo, Llorente y Lea y otros investigadores escribieron sobre este proceso.

Como antecedentes del proceso de Logroño, son de tener en cuenta que la intervención de la Inquisición se produjo como consecuencia del terror y pánico que se extendió en la región y especialmente en Zugarramurdi como parte lindante con Labourd, comisionándose al inquisidor don Juan Valle Alvarado para que realizara una información e inspección por tales lugares.

El inquisidor realizó un minucioso trabajo recogiendo comentarios, denuncias y tomando en consideración el contenido de las mismas quedaron inculpadas más de trescientas personas. Cuarenta de ellas, como más sospechosas y culpables, fueron trasladadas a Logroño e internadas en prisión, serían juzgadas en el conocido proceso de Logroño.

Julio Caro Baroja, en su libro de Las brujas y su mundo, señala que, si la brujería vasca es conocida, es debido a la fama del proceso de las brujas de Zugarramurdi, a las que dedica un capítulo, y considera que la Inquisición de Logroño fue arrastrada a actuar por el celo de la justicia secular, y por una ola de pánico de las que periódicamente dominaban al país vasco, y que esta vez se extendió sobre la zona del extremo noroeste de Navarra -y añade- que las autoridades civiles habían realizado ya muchos arrestos e incluso habían ejecutado a varias personas cuando la Suprema dio orden al Tribunal de Logroño para que realizara una inspección en aquella zona.

Vicente Palacio Atard en su obra Razón de la inquisición, justifica la intervención de la Santa Sede en el proceso de Logroño, comenzando por generalizar que no fueron escasos en los siglos XVI y XVII, los casos de hechicería en que la Inquisición estaba llamada a intervenir, dadas las grandes proporciones en que había aumentado en el siglo xv en Europa y considerando que la zona pirenaica occidental no se vio libre en España de esa infección, y Navarra, las provincias Vascongadas y la Rioja daban buen contingente de brujos. Se decían cosas horribles de ellos: que mataban niños, que chupaban su sangre, que obligaban a ritos macabros. La Inquisición nombró una comisión que emitió dictamen: en él se declaraba que los supuestos asesinatos no estaban probados ni parecían probables; en cambio, era bien clara la ignorancia de las gentes comunes, por lo que se recomendaba el envío de predicadores, ya que sólo la ignorancia puede favorecer el clima de la brujería y la superstición. Se dictaron instrucciones especiales: que se erigiese una capilla allá donde las brujas se reunían para celebrar sus aquelarres; que a las hechiceras se les tratara con indulgencia, reconciliándolas con penas leves y castigos pecuniarios (azotes y destierros fueron los más frecuentes).

Vicente Palacio Atard calificará el proceso de Logroño como «el único auto de fe importante debido a los delitos de brujería, magia y superstición y que fue celebrado en Logroño en 1610, cuando se hubo descubierto en la región guipuzcoana y en Navarra una amplia organización que se entregaba a aquelarres obscenos, blasfemias y sacrilegios».

Moratín acusó duramente a los inquisidores que intervinieron en el proceso de Logroño.

La figura de Leandro Fernández de Moratín siempre será exponente de un teatro y poesía encuadrada en la retórica de un siglo de ideas nuevas que marcan una línea entre el espíritu empírico y racionalista y las nuevas tendencias iniciadas por los románticos alemanes.

Moratín, envuelto en su mundo racionalista de la anécdota literaria pasará al tema de la brujería en sarcásticos y mordaces comentarios al auto de fe celebrado en Logroño. Sus expresiones acusan una marcada tendencia subjetiva y racionalista cuyo valor primordial residirá en su calidad intrínseca.

Las pinturas negras de Goya son expresión de un mundo obsesivo devorado por el terror y mirada hacia lo irreal. Ese mundo fantástico y misterioso de la brujería lo plasmará en desgarradoras imágenes de fuertes y negros matices que parecen iluminados por una linterna mágica. Contemplando sus pinturas Aquelarre, Dos brujas volando, Cuatro brujas por los aires, Conventículo campestre Bruja comiendo en familia, acaso nos tengamos que formular una pregunta sobre el significado de esos rostros angustiosos en escenario alucinante. ¿Es que acaso no quiso ridiculizar unas creencias en los motivos que dibujaba?

Parece un hecho acreditado que Goya tuvo una íntima amistad con Moratín, a quien admiraba profundamente e incluso tenía una coincidencia de ideas con las del comediógrafo.

¿Influyeron en la concepción de las pinturas de Goya los hechos que habían motivado el auto de fe dictado en la ciudad de Logroño en 1610? Eminentes tratadistas como Julio Caro Baroja -en su obra Las brujas y su mundo- se inclinan por la respuesta afirmativa, y señala que personalmente cree que la lectura de la relación del auto de fe de Logroño, que criticó Moratín, gran amigo de Goya como es sabido, influyó de modo decisivo en esas pinturas negras, en las que el movimiento juega un papel primordial.


             Quizás Goya, al finalizar su trabajo, contempló que sus manos habían reflejado una satírica protesta que expresaba en unos rostros horribles y cuyas arrugas no podían tener otro contenido que pergaminos que pasaban a la historia en un camino en que la pesadilla daba paso a la victoria de la razón.

La relación publicada por Juan de Mongastón del auto de fe contra los inculpados -que se reproduce en el capítulo siguiente- ha sido fuente de estudios y polémicos comentarios. Los actos imputados a la secta brujeril de Zugarramurdi que aparecen reseñados, se pueden considerar como ordenada exposición de unos principios definidores de un delito de herejía basados en creencias propias de la época.

Unos hechos nacidos en ocasiones por la tortura y otros por la imaginación o mentes desequilibradas, no suponían que el juzgador admitiera la realidad del hecho; pero sí, el acto cometido, que evidenciaba haberse incurrido en el delito de herejía.

El proceso de Logroño tuvo una resonancia que excedió de los límites de nuestras fronteras; historiadores e investigadores los han estudiado, incluso en ambiente de exaltada polémica, como un auténtico suceso histórico.

En los numerosos tratados, estudios e investigaciones el proceso de Logroño será objeto de exhaustivo análisis e interesantes comentarios.

Caro Baroja en su obra Las brujas y su mundo, al hablar de la estructura de la secta brujeril resalta que muy abundante es lo que se ha impreso acerca de los brujos y brujas procesados a la par que De Lancre hacía su represión en el de Labourd, al otro lado de la frontera, por los inquisidores de Logroño; es decir, los que tenían sus juntas en Zugarramurdi.

Los hechos que motivaron el proceso de la secta demoníaca de los brujos de Zugarramurdi, mundialmente más conocido por «el proceso de las brujas de Zugarramurdi», fue el siguiente...

Las actuaciones darán comienzo como consecuencia de la denuncia de una joven... «y es que una bruja (cuyo nombre no se declaró más que era de nacionalidad francesa y se había criado en Zugarramurdi), habiendo vuelto a Francia con su padre, una mujer francesa, la persuadió a que fuere con ella a un campo donde se holgaría mucho, industriándola en lo demás que había de hacer, y dándole noticias de cómo había de renegar, y habiéndola convencido la llevó al aquelarre, y puesta de rodillas en presencia del demonio y de otros muchos brujos que la tenían rodeada, renegó de Dios, y no se pudo acabar con ella que renegase de la Virgen María su Madre, aunque renegó de las demás cosas, y recibió por dios y señor al demonio. ..que en año y medio que fue bruja, hizo todas las cosas que hacían los demás brujos, siempre andaba con recelo de parecerle que no podía ser dios aquel demonio...». Cayó enferma y arrepentida «propuso de se confesar luego que pudiese ir a otro lugar que estaba de allí media leguá..Y habiendo cumplido el sacerdote la dio muchos y buenos consejos, y la consoló y animó, mandándola que muy de ordinario nombrase el nombre de Jesús...». Arrepentida delatará a los brujos que había conocido...

Y resultarán inculpadas numerosas personas y entre ellas, como figuras principales de la aluminante historia: Miguel de Goyburu, «rey de los Brujos», su esposa Graciana de Barrenechea, «bruja y reina del aquelarre» y sus hijas. Otros personajes importantes del proceso serán Martín Vizcar; Juan de Echalar, brujo y ejecutor de las penas impuestas por el demonio; María de Echaleco, bruja; María de Yurreteguía tendrá una activa intervención en la inquietante historia, con las brujas María Chipia, vieja tullida y maestra de novicios, y de María de Zozoya, que morirá en la hoguera.

Señalan las obras Logroño histórico, de F. G. Gómez y Apuntes históricos de Logroño, editada por el Excmo. Ayuntamiento, Sección Publicaciones, que como resultado de este proceso tuvieron lugar autos de fe los días 7 y 8 de noviembre de 1610, y por su carácter de general y, por ello, esperar afluencia de forasteros, se hicieron aprovisionamientos abundantes de carne, pan y comestibles, se abarató el precio del vino procurando se expendiese el de mejor calidad como previsión de concurrencia de gentes y por coincidir los días con los de ferias.

Moratín, en sus sarcásticos comentarios al auto de fe de Logroño, comentando la concurrencia de religiosos de los distintos monasterios de la comarca, exclamará:

«Asueto y mula y holgura de tres semanas; y engullir sin término y beber sin medida. i Y en Logroño! ».

Los procesados fueron condenados con rigor: «...cincuenta y tres personas que fueron sacadas al Auto en esta forma: veintiún hombres y mujeres que iban en forma y con insignias de penitentes, descubiertas las cabezas, sin cinturón y con una vela de cera en las manos, y los seis de ellos con sogas a la garganta, con lo cual se significa que habían de ser azotados. Luego seguían unas veintiuna personas con sus sambenitos y grandes corozas con aspas de reconciliados, que también llevaban sus velas en las manos, y algunas sogas a la garganta. Luego iban cinco estatuas de personas difuntas con sambenitos relajados y otros cinco ataúdes con los huesos de las personas que se significaban por aquellas estatuas. Y las últimas iban seis personas con sambenito y corozas de relajados, y cada una de las dichas cincuenta y tres personas entre dos alguaciles de la Inquisición...».

Comenzó el Auto por un sermón que predicó el Prior del Monasterio de los Dominicos, que es calificador del Santo Oficio, y aquel primero día se leyeron las sentencias de las once personas que fueron relajadas a la justicia seglar, que por ser tan largas y de cosas tan extraordinarias ocuparon todo el día hasta que quería anochecer, que la dicha justicia seglar se entregó de ellas, y las llevó a quemar, seis en persona, y las cinco estatuas con sus huesos, por haber sido negativas, convencidas de que eran brujas y habían cometido grandes maldades. Excepto una que se llamaba María de Zozaya, que fue confidente, y su sentencia de las más notables y espantosas de cuantas allí se leyeron. Y por haber sido maestra y haber hecho brujos a gran multitud de personas, hombres y mujeres, niños y niñas, aunque fue confitente, se mandó quemar por haber sido tan famosa maestra y dogmatizadora».

¿Cómo eran los juzgadores del Tribunal de la Inquisición de Logroño?

Los que intervinieron en el proceso de Logroño fueron: don Juan del Valle Alvarado, don Alonso Becerra Olguín y don Alonso de Salazar y Frías, el ordinario del obispado y cuatro consultores, como se desprende de las numerosas actuaciones inquisitoriales que concluirían con el famoso auto de fe celebrado en Logroño.

¿Creyeron realmente los inquisidores del proceso de Logroño los hechos relatados en el auto de fe de 1610?

¿Estaban convencidos de que las brujas y brujos habían incurrido en los hechos, que en muchos casos eran confesos los propios condenados sometidos a duros tormentos y castigos?

Entre el criterio de Salazar y los restantes inquisidores desde el momento inicial se produjeron evidentes discrepancias, ya que frente al criterio duro y riguroso de Alonso de Becerra y don Juan del Valle, que creen ciegamente en la existencia de brujas y consideran deben ser castigadas de forma rigurosa, existe una oposición por parte de Salazar y Frías, que no admite su existencia y considera que son necesarias unas mayores pruebas, no aceptando la mayoría de los hechos denunciados o dando escaso valor a las declaraciones testificadas.

Considero que se encontraban en unos momentos en que juzgaban una enfermedad propia de la época. Incluso la Inquisición española ha de calificarse de tolerante en sus actuaciones, y prueba evidente es la libertad de movimiento que gozaban los «iluminados» e incluso los aficionados a la magia o ciencias ocultas.

Conocido es el hecho de que el inquisidor don Juan Valle Alvarado fue comisionado para obtener una información sobre los hechos que se decía se estaban produciendo en las montañas vasco-navarras y que tenían atemorizada a la población. En su cometido recogió infinidad de denuncias que fueron motivo del célebre proceso en Logroño de «las brujas de Zugarramurdi».

Es de admitir que lo que intentaban los inquisidores era la supresión de la herejía; la brujería -fuera o no admitida por el juzgador- era constitutiva de ese delito de herejía. Pretendían imponer unas normas religiosas y morales con represión a conductas individuales o colectivas que pudieran infringir los principios o instituciones establecidas. Intolerancia religiosa en lo que consideraban cruzada de fe.

El ser denunciado de brujería no precisaba unas pruebas latentes; resultaba suficiente que el denunciado tuviera hábitos de jurar, blasfemar, mala fama o incluso una falta de normales facultades físicas, proferir frases aludiendo al diablo. Incluso quien al ser interrogado mantiene obstinadamente los ojos bajados o da muestras de temor: «el rostro y el ojo son el espejo del alma».

En los momentos que intervenían los inquisidores actuantes en el proceso de Logroño, existía un estado de ánimo latente de persecución de la brujería en sus límites máximos. En el rigorismo sancionador se había olvidado el canon episcopi (siglo IX) que precisamente era un mensaje denunciador y de condena para aquellas personas que podrían ser calificadas de paganismo, al admitir las brujas voladoras y nocturnas sometí das a la voluntad del diablo. Recordemos que tres siglos después, el obispo de Chartres afirmaba humanitariamente que era necesario no olvidar que a los que esto les sucede son pobres mujeres o gentes simples y crédulas.

La brujería era un delito contra el poder político y religioso estatuido. Momentos especialmente caracterizados por una intolerancia religiosa -llámese católica o protestante-, extendida más allá de los límites de nuestra frontera.

Julio Caro Baroja señala que el inquisidor Alonso de Salazar y Frías, uno de los tres jueces que intervinieron en el proceso de 1610, después de haber votado contra el criterio de los otros inquisidores, Alonso Becerra Holguín y licenciado Juan Valle Alvarado, fue comisionado por la Suprema y recorrió durante una temporada bastante larga los pueblos de la cuenca del río Ezcurra, los del valle del Baztán, las cinco villas y otros situados en el norte de Navarra, y a medida que fue observando los casos, su criterio fue perfilándose más, hasta que llegó a dar como falsas la mayoría de las actuaciones atribuidas a los brujos en aquel caso concreto, y en 31 de agosto de 1614 la Suprema dictará una instrucción acerca de los asuntos de brujería, en que se recogían casi todas las ideas de Salazar. Y en ese cambio de mentalidad nos llevará Caro Baroja hacia su crítica del siglo XVIII del capítulo 17 de su obra Las brujas y su mundo, con el acertado título, que ya hemos comentado, de La época de las luces, tan magistral como el de K. Baschwitz, que lo señalará como «victoria de la razón».

La figura y personalidad de Alonso de Salazar y Frías, en su conjunción de ideas y temores -durante la decisión del proceso- contrasta con la de don Juan del Valle Alvárado y Alfonso Becerra Holguín.

Holguín y Juan del Valle Alvarado, eran coincidentes en una idea fija: la herejía es un delito y había que castigarla en su grado máximo; para ellos no existían encrucijadas ni vacilaciones en la decisión que debían adoptar. Lo importante era reprimir un mal. ¿y cuál era este mal? Cualquier movimiento o creencias en contradicción contra conceptos e instituciones religiosas establecidas: eran momentos de intolerancia religiosa.

A esta línea punitiva ceñían sus actos Holguín y del Valle; poseían una inteligencia deductiva: magia, brujería y ciencias ocultas eran peligrosas manifestaciones contra artículos de fe; su única preocupación es servir lo que consideran intereses de la religión contra toda significación de peligro; su temor se traducirá en la inflexibilidad y dureza de sus actos.

K. Baschwitz, en su obra Proces de Sorcellerie, estudiando los procesos más célebres de la brujería, dedicará un capítulo al de Logroño y señalará.

«Il est impossible d'eváluer le nombre des gens terrorisés qui se réfugierent en Espagne pour échapper a de Lancre. Le chiffre dut en étre assez élevé car une véritable phobie de sorcellerie éclata a Logroño, en Navarra espagnole, aussitót apres leur arrivée ( 1609»>.

Mantiene el criterio que el Organismo Supremo de la Inquisición española, compuesto de diez miembros, no había hasta aquellos momentos prohibido totalmente los procesos de brujería, pero ejercía un control sobre los diferentes casos sometidos a los tribunales. «Elle n'avait pas agréé Le Marteau des maléfices (fanática obra de los inquisidores Sprenger et Kramer, en la que invocaban los plenos poderes que le habían sido otorgados por una bula del Papa Innocent VIII, y medidas que se debían adoptar para desenmascarar y reducir a la nada a la brujería, considerada como miembro de una nueva secta herética en Alemania).

¿Brujas y brujos cometían realmente los crímenes que se confesaban? ¿Era necesario castigarlos?

Baschwitz considera que en la Suprema española no existía una coincidencia plena, por lo que para llegar a resoluciones se precisaba recurrir a la mayoría, y comenta las consideraciones, ya significadas en diversos estudios, que incluso los inquisidores españoles estimaron más recomendable enseñar a la población más capacitada para comprender que heladas e intemperies estropean las cosechas sin intervención de las brujas que formular acusaciones de muerte mágica sin pruebas rigurosas y controladas. En el resto de Europa la confusión entre herejía y brujería constituía la base de los procesos de brujería. La Suprema se sentirá desconcertada ante el súbito brote de brujería surgido en Navarra con la llegada masiva de refugiados de Francia y los jueces seculares de Logroño comenzaron su actuación antes de la decisión de la propia Suprema.

Es indudable que Alonso Salazar y Frías merece una especial atención; no existe duda que fue uno de los inquisidores del proceso de Logroño, con una responsabilidad -moral y legal- de sus consecuencias, pero otra realidad también es evidente: su disparidad de criterio con los otros inquisidores del Tribunal. El hecho se había consumado pero el inquisidor Alonso de Salazar- y Frías se había trazado un camino envuelto en principios cristianos humanitarios que Caro Baroja lo calificará de «acción práctica». Por la Suprema será designado para efectuar esas averiguaciones que hemos aludido, y 420 personas serán minuciosamente interrogadas, y en sus declaraciones testigos e incluso quienes se hallaban conceptuados como; brujos darán las más variadas versiones. Salazar llegará a la conclusión de que no existen pruebas suficientes, claras y concretas, que revelen la realidad de los hechos y que tanto las denuncias como las acusaciones son producto de la imaginación. Las contradicciones resultan evidentes y en muchas ocasiones la realidad de la imposibilidad de realización del acto imputado.

A. Epat-Echebarne, en su obra Noticias y Viejos Textos de la Lingua Navarrorun (editada en el año 1971 por la Sociedad Guipuzcoana de Ediciones y Publicaciones de la Real Sociedad Vascongada de los Amigos del País y de la Caja de Ahorros Municipal de San Sebastián), al enjuiciar a los juzgadores del Proceso de Logroño dice:

«Entre los crédulos señores, de los procesos inquisitoriales, que tantas calamidades organizaron, sin embargo, justo es destacar la figura del inquisidor cordobés Alonso de Salazar y Frías (hombre de cabeza serena y de corazón recto) que después de tomar declaración a sinfín de desgraciados, de esa misma tierra del Bidasoa (que dicho sea de paso, no entendían el castellano) escribía con valentía en 1612:

«Que la gente creía en los actos de brujería de que unos a otros se acusaban, pero que se contradecían en todos los detalles que daban sobre metamorfosis, maleficios, etc., de suerte que «no se podía» considerarlos como «reales».

           Y añade Epat-Echebarne:

«Este criterio tan sensato no fue compartido por los demás jueces y así se siguieron increíbles sanciones. Pero aún ganó a los nuestros en credulidad el francés Pierre de Lancre, magistrado de Burdeos, que con ocasión de los procesos de brujería del Labort, por el año 1609, mandó abrasar a tantos desgraciados, la mayor parte mujeres».

En cambio Alonso de Salazar escribe serenamente, que fueron examinados: «36 testigos para los nueve lugares de St. Esteban, Iraiços, Çubieta, Sumbilla; Doña María, Arrayoz, Ciga, Vera y AIçate: sin que de todos nueve «aquelarres» contestasen ni conformasen los testigos en cosa «cierta ni concluyente» de las 8 preguntas que para ello se les hacía, si no es en dos lugares». Es decir, que coincidieron sólo por casualidad».

Baschwitz ensalza la figura de Alonso de Salazar y Frías sentando la afirmación de que su informe de más de cinco mil páginas representa un trabajo digno de admiración, que guarda hoy un real valor científico. Considera que la labor de Salazar fue imparcial en amplias averiguaciones ante gentes afectadas por el delirio de la brujería y frecuentemente con el sentimiento de una propia culpabilidad que les había vuelto locos; llevando en su labor al jnterrogatorio de 1.812 brujos y brujas confesas y arrepentidas, y niños de doce a catorce años. Ochenta y dos se vuelven contra sus anteriores declaraciones y otros no lo hacen, no fiándose de la promesa de impunidad que les había sido concedida durante el período en vigor del decreto de gracia.

También recoge el hecho -ya citado por distintos investigadores- de cómo Salazar controlará pacientemente los datos relativos a los vuelos nocturnos, aquelarres y relaciones carnales con el diablo. Jóvenes que le hablarán de que deben asistir a un aquelarre en un lugar y hora determinada, enviará Salazar a dos de sus secretarios, que atestiguarán que no se había celebrado. Un grupo de jóvenes confesas de haber tenido relaciones carnales con el diablo, serán objeto de un examen médico que determinará lo contrario. Los ungüentos que las brujas decían ser recetas del diablo, fueron analizados por farmacéuticos y revelándose que eran incapaces de producir el menor efecto y Salazar terminará su trabajo señalando que no encontró ningún dato que pueda deducir que el menor caso de brujería hubiera tenido efectivamente lugar.

En la obra Apuntes históricos de Logroño que Tomás Moreno Garbayo señala que es una refundición actualizada de Logroño Histórico, editada por el Servicio de Publicaciones del Excmo. Ayuntamiento, se hará una narración de los hechos motivadores del proceso de Logroño, considerando que este proceso, que no fue más importante que la mayoría de los que se tramitaron, tuvo más celebridad por la circunstancia de intervenir en su sustanciación un teólogo tan docto y tan equilibrado de juicio como probó serIo don Pedro de Valencia. Las infamias que confesaron los acusados le escandalizaron sin llegar a perturbar su razón, acertando a distinguir entre lo que debía ser cierto y lo que era inadmisible, por lo que en largo memorial dirigido al Cardenal Inquisidor General, arzobispo de Toledo, don Bernardo Sandoval y Rojas, antes de dictar sentencia analizó las causas de las fantasías, aberraciones y delirios de los unos y la maldad de los otros que abrazaban la iniquidad por placer o por afán de dominio y de lucro; recuerda las teorías de Andrés de Laguna, médico del Papa Julio III, y lo que ocurrió con el culto a la diosa griega Rhea; siendo tantas y tan buenas sus razones para probar que en las causas de hechicería necesitaba el Santo oficio de una crítica especial, que aquel Inquisidor General dictó ciertas instrucciones aconsejando a sus inferiores para lo sucesivo proceder con suma cautela contra los llamados brujos.

No existe duda que los trabajos de Pedro de Valencia darán un nuevo enfoque moral y legal a los hechos acaecidos en Logroño y sus discursos constituirán un verdadero estudio en el tema dándole un enfoque dentro de la realidad. Las juntas de Zugarramurdi no eran una fantasía, sino una evidente realidad. ¿Cuál era la explicación lógica de los hechos figurados en el auto de fe? Simplemente la celebración de gentes cegadas por el vicio y que «con deseo de cometer fornicaciones, adulterios o sodomías hayan inventado aquellas juntas y misterios de maldad en que alguno, el mayor bellaco, se finxa Sathanas y se componga con aquellos y traxe horrible de obscenidad y suciedad que quentan».

Así lo significará Caro Baroja en su obra Las brujas y su mundo y añadirá: «En consecuencia, los actos carnales no tendrían nada de maravilloso, los viajes al aquelarre hechos «por sus pies», por cada uno de los asistentes, las muertes provocadas por venenos y por la complicidad fueron causa de que todo tome el mismo aspecto que tomaban los misterios de la gentilidad, que se «cubrian con tinieblas y silenzio»». Concluye Caro Baroja, que en este punto Pedro de Valencia recurre a su erudición de helenista y compara el humilde aquelarre vasco con las bacanales, especialmente con las que describe Eurípides, y no desecha tampoco Pedro de Valencia la posibilidad de que alguno de los actos atribuidos a los brujos sean debidos a aberraciones mentales, visiones producidas por la «melancholia» o el «morbum imaginosum», deseo de comer cosas repugnantes, y en cuanto al pacto con el demonio, atribuirá todo a lo que se dice de reuniones, uniones carnales, banquetes, etc., a visiones que les produce en un sueño muy denso que les provoca mediante ungüentos, tóxicos y otras sustancias.

           En este estudio de Caro Baroja sobre las consecuencias teóricas y prácticas del proceso de las brujas de Zugarramurdi y la acción teórica del humanista Pedro de Valencia, analizará que dicho humanista también expone en sus discursos, en último término, el modo de sentir común que había hecho condenar a los procesados en Logroño y a tantos otros como reos de delitos que en todos y cada uno de sus detalles eran reales y considera que este punto de vista es tanto más peligroso cuanto que se combina de modo casuístico con la tesis de él, de manera que aplicando unas veces un criterio y otras otro, los culpables pueden acusar a los inocentes, o cabe llegar a otras situaciones extremas.

Florencio Idoate, en su obra La brujería navarra, al comentar el auto de fe del proceso de Logroño admite que el auto resultó cruento, aunque la justicia fue más dura todavía en la parte francesa, en manos de Lancre -y resalta acertadamente Idoate- que Salazar, el inquisidor que da la cara, examina después a 1.384 niños y niñas y 420 personas mayores, que contestaron al cuestionario preparado y sus conclusiones serán desfavorables para su compañeros de tribunal, a los que dejará en evidencia.

Manuel Rivas, en su artículo Brujas en la Rioja y García del Moral en Glosas a un proceso célebre de la Inquisición de Logroño del siglo XVI, también ensalzarán la figura humana y sencilla del inquisidor Salazar.

Indudablemente que el informe de Salazar tuvo unas consecuencias prácticas evidentes en las decisiones de la Suprema a partir de 1614, al declarar que los tribunales locales de la Inquisición no gozarían ninguna autonomía jurídica en materia de brujería, y de someterse en cada caso al control de la Suprema.

K. Baschwitz, en su obra Procès de Sorcellerie, después de estudiar el delirio de la brujería en el siglo XVI, con un recuerdo hacia el doctor Wier, que tuvo repetidas consultas sobre personas poseídas del demonio, habiéndoles introducido en el cuerpo puntas de hierro, agujas o alfileres, el doctor sentará la siguiente conclusión:

«...des gens inexpérimentés ont attribue jusq'a present beaucoup d'evenements au diable et a sa bande, en pensant qu'il s'agissait de faits effectivement vecus alors que ce n'était qu'illusion, ensorcellement, mensonge, tromperie et besogne diabolique».

Y concluirá su estudio resaltando los combates victoriosos de Christian Thomasius, nacido en Leipzig en 1655, en su lucha contra los procesos por brujería, y finalizando su obra con ese capítulo que denominará La victoria de la razón, que no deja de ser coincidente con la denominación que Julio Caro Baroja señala en el capítulo 17 de su obra Las brujas y su mundo, que dirá: «La época de las luces al tratar de la corriente crítica en la primera mitad del siglo XVIII, en la que recogerá en un interesante estudio el pensamiento de Voltaire en su Diccionario filosófico, al escribir: «Es pena grande que hoy no haya ya ni poseídos, ni magos, ni astrólogos, ni genios. No puede concebirse lo que hace cien años suponían todos estos misterios como recursos. Toda la nobleza vivía entonces en sus castillos. Las tardes de invierno son largas y se hubiera muerto de aburrimiento sin estas nobles diversiones. No existía castillo al que en días no determinados no volviese un hada. ..El diablo torcía el cuello al mariscal Fabert. Cada aldea tenía su brujo o su bruja, cada príncipe tenía su astrólogo; todas las damas se hacían decir la buenaventura; los poseídos andaban campo traviesa; la cuestión era saber quién había visto al diablo o quién lo había de ver...», y el Padre Feijoo afirmará:

«Hubo en los tiempos y territorios en que reynó esta plaga, mucha credulidad en los que recibían las informaciones, mucha necedad en los delatores y testigos, mucha fatuidad en los mismos que eran tratados como delinqüentes. Los delatores y los testigos eran, por lo común, gente rústica, entre la cual, como se ve en todas partes, es comunísimo atribuir a la hechicería mil cosas, que en ninguna manera exceden las facultades de la Naturaleza o del Arte. El nimio ardor de los procedimientos y freqüencia de los suplicios trastornaba el seso de muchos miserables, de modo que luego que se veían acusados, buenamente creían que eran brujos o hechiceros y creían y confesaban los hechos que les eran imputados, aunque enteramente falsos. Este es efecto natural del demasiado terror, que desquicia el cerebro de ánimos muy apocados. Algunos jueces eran poco menos crédulos que los delatores y delatados. y si fuesen del mismo carácter los de hoy, hoy habría tantos hechiceros como en otros tiempos».

Para Caro Baroja estas palabras encierran más verdad histórica que las de Voltaire.

En el proceso de Logroño, se mezcló -como hemos repetido- el ambiente propio de la época, con la rigidez de los inquisidores en el cumplimiento de unas reglas. Se les podrá acusar de inflexibilidad, dureza e intolerancia, pero no de creadores de la norma punitiva. Actuaban en represión de actos que consideraban propulsores de un mal creciente: la herejía. y en esta intervención, en ciertas ocasiones, franquearán unos límites vedados al respeto y libertad humana. Así surgirán las voces de protesta.

Podríamos sintentizar la actuación del Tribunal de la Inquisición de Logroño sentando como base que pretendieron dar un exacto cumplimiento a unas reglas de fe, que aplicaron con un criterio riguroso.

¿Su mal? El propio de los procedimientos de la época; la acusación y los pronunciamientos se basaban en unas declaraciones testificales, de dudosa veracidad. Fue precisamente este extremo uno de los puntos en que fue más combatida la Inquisición, a quien se atribuyó el hecho de haber fomentado ese espíritu tan repudiable como es la delación.

En un código de equilibrios analíticos del proceso de Logroño, las conclusiones resultarían difíciles y complejas, pues en los móviles religiosos de persecución de la herejía, se conjugaban otros factores de índole política conducentes a esa tendencia de unidad estatal iniciada por los Reyes Católicos y simplificación del problema social creado por la diversidad de confesiones en el seno de la comunidad.

Es innegable que los juzgadores del proceso de Logroño, encubiertos en la capa de un puritanismo religioso mantuvieron actitudes inflexibles en sus pronunciamientos; pero tampoco se puede olvidar que se hallaban en momentos de una presión colectiva que les obliga al mantenimiento de unas medidas de represión para evitar que a través de ciertas prácticas -brujería, magia, ciencias ocultas, etc.- se pudieran socavar creencias y tradiciones religiosas con ofensa a los preceptos cristianos.

¿Creyeron ciertamente en la existencia de esas brujas con los fantásticos hechos reflejados en el auto de fe de 1610? La contestación sería dudosa, aun exceptuando a Salazar; la herejía estaba considerada como grave delito contra la Iglesia y la propia comunidad: luego era punible.

La dureza del castigo nunca será excusable, pero el tormento, la muerte en la hoguera, las prisiones perpetuas, la confiscación de bienes, etc., etc., se prodigaban en los siglos XII, XIII y XIV. Recoge Vicente Palacio Atard que el Concilio de 1179 admitía que los príncipes seculares atacaran la herejía como perturbación del orden público, pero prohibía que los clérigos tomaran parte en los castigos sangrientos. El Sínodo de 1184 confirmaba esta tendencia y el Papa Lucio III mantuvo el criterio de que los obispos no solamente debían admitir las denuncias sino que debían investigar los casos de herejía.

El mencionado comentarista cita que uno de los primeros en legislar la pena de muerte contra los herejes fue el Conde Ramón V, de Toulouse, a finales del siglo XII, y Pedro de Aragón, en 1197, que sentían los efectos de las herejías albigenses. Federico II, en 1220, desencadenará en su imperio una ofensiva exterminadora. Es interesante señalar que las partidas de Alfonso X incluirán el máximo castigo en el derecho positivo de Castilla, cuya misma línea seguirá en Francia el monarca Luis IX.

Como se puede deducir el Tribunal de la Inquisición de Logroño seguía un patrón que resultaba universal: la caza de las brujas y hechiceras como defensa de la fe.

No debemos olvidar que en tales momentos, incluso, tal represión contaba con el apoyo de la opinión pública, que en muchas ocasiones recabó de la autoridad civil y eclesiástica la adopción de medidas contra la brujería influenciada sin duda por ese «ambiente» que denunciamos, que se mezclaba con rumores e historias irreales nacidas de la incultura o mentes desequilibradas.

También debe tenerse en cuenta que la popular frase «caza de brujas» obedecía a una persecución que debemos considerar iniciada en el año 1258 y que se extendería posteriormente por distintos países. No olvidemos que en 1275 el obispo Hugo de Banyel no dudaría en condenar a una mujer que se confesó bruja y tener relaciones carnales con el diablo, y los siglos XV y XVI se pueden calificar en la persecución de la brujería como sus «épocas de oro», que tendrán su mejor exponente en la quema de 200 brujas del Cantón de Wallis.

Y resulta curioso resaltar que eminentes escritores e ilustres teólogos -incluso Santo Tomás- se vieron influenciados por esas ideas generalizadas en un ámbito extendido al protestantismo cuyo mejor reflejo se plasmará en las frases de Lutero: «Yo creo que los diablos habitan en los loros y en las cotorras, en los monos y en los macacos, para que ellos puedan así imitar a los hombres».

¿Cómo sustraerse los inquisidores logroñeses a pensamientos generalizados? El espíritu colectivo de represión se definirá en las palabras de Boguet:

«El crimen de la brujería es un crimen excepcional y por lo tanto debe ser juzgado excepcionalmente sin observar las normas del derecho ni los procedimientos ordinarios».

 

Por diferentes motivos el proceso de Logroño tendrá una evidente resonancia; pero sus actuaciones no difieren ni superan a las utilizadas en otros procesos. Delación, tortura y triste final de muchos acusados en la hoguera, no constituyen norma excepcional en la actuación de sus inquisidores. El delirio de persecución definido en Le marteau des malétices tendrá una evidente manifestación en el auto de fe de 1610; sin embargo, con la intervención de Salazar sobre el ambiente polémico se infiltrará una semilla que como suave laxante nos llevará hasta la humanitaria bula «Omnipotentis» -1623- y brujas y hechiceros no serán entregados al brazo secular sino en los supuestos casos de pacto con el diablo seguido de asesinato.

Podemos llegar a la conclusión, de que indudablemente el Tribunal de la Inquisición de Logroño actuó con dureza, pero debe tenerse en cuenta como atenuante que actuaban en el expresado «ambiente de época» en medidas de represión tendentes a evitar que ciertas prácticas -la brujería con sus invocaciones y adoración al diablo- pudieran socavar las tradiciones y creencias religiosas basadas en los preceptos del cristianismo. Fue un olvido de las reglas de derecho frente a los signos y espíritus del mal.

            Quedará como uno de tantos misterios sin descifrar, el hecho si verdaderamente se creyó por los juzgadores la existencia de las propias brujas -considero que la contestación no sería afirmativa en la mayoría de los casos, y la actuación del inquisidor Salazar es el mejor exponente-; lo que sí resulta evidente es que castigaban unos hechos contrarios a dogmas y principios religiosos establecidos; en este enjuiciamiento lógicamente resultaban sancionables personas inculpadas de pertenecer a aquel otro mundo diabólico y fantasioso que debía ser reprimido. Y ese mundo era el del sabbat con sus fiestas nocturnas convocadas por el extraño sonido de un cuerno utilizado por el diablo, que lo escucharán en cualquier parte en que se encuentren. Y allí acudirán en sus viajes aéreos sobre el palo de la escoba, emitiendo infernales cantos con voz metálica y estridente.

Esos dos mundos se dibujan en el auto de fe de Logroño; el del puritanismo religioso en actitudes inflexibles contra la brujería, como simbolización y encarnación del mal, con sus poderes maléficos: «La brujería es el culto a satán...». «La brujería provocará tormentas, destruirá cosechas y arrasará los campos». Crímenes y locuras serán imputables a la brujería...

También es de tener en cuenta, que quizás, las verdaderas raíces que motivaban la represión de los juzgadores, habría que buscarlas en una defensa contra corrientes reformistas que encubrían móviles no solamente religiosos, sino igualmente de orden político con el que se hallaba identificada la Iglesia.

La Iglesia y la política se hallaban identificadas en barreras mutuas de defensa: iluminados, magia y ciencias ocultas, brujería, eran manifestación o movimientos reformistas en oposición a las ideologías de la tradición cristiana, católica o protestante imperante en una Europa sumida en guerras y desolaciones.

El proceso de Logroño tuvo, como anteriormente hemos señalado, una evidente resonancia; pero insistimos no fue una excepción, sino uno de tantos casos de una psicosis colectiva de «autodefensa» propia que tuvo su apogeo en los siglos XIlI al XV.

¿Qué nos queda hoy del proceso de Logroño? ¿Acaso un mensaje de reflexión?

En cualquier caso, el hombre se inclina misteriosamente al conocimiento de su pasado, sin el cual no podría existir nuestro presente en cambiante ruta hacia lo desconocido...

Con las víctimas del proceso de Logroño había surgido un mensaje de meditación: la conciencia religiosa de Alonso de Salazar y Frías lo había difundido como semilla de fe proclamando unas verdades en desafío a su propia presencia en aquel auto de fe celebrado en la ciudad de Logroño, los días 6 y 7 de noviembre de 1610, que comenzó...

 


 

http://www.vallenajerilla.com/berceo/gildelrio/zugarramurdi.htm


A  U  T  O       D  E       F  E


CELEBRADO EN LA CIUDAD DE LOGROÑO
en los días 6 y 7 de noviembre de l6l0




Relación de las personas que salieron al Auto de Fe que los señores don Alonso Becerra Holguin, del hábito de Alcántara, licenciado Juan Valle Alvarado, y licenciado Alonso de Salazar y Frias, inquisidores apostólicos del reino de Navarra y su distrito, celebraron en la ciudad de Logroño en 7 y 8 dias del mes de noviembre de l6l0 años, y de las cosas y delitos por que fueron castigadas.


 

Aprobación
 

Por comision del señor doctor Vergara de Porres, chantre y catedrático de la colegial de la ciudad de Logroño, vicario por el señor obispo de Calahorra: yo fray Gaspar de Palencia, guardián del convento de San Francisco de la dicha ciudad de Logroño, y consultor del santo Oficio, ví y examiné una relacion de los procesos y sentencias que se relataron en el Auto que celebraron los señores inquisidores en la dicha ciudad en 7 y 8 dias del mes de noviembre de l6l0 años, y hallo ser toda muy conforme á lo que se relató en dicho Auto, y ninguna cosa de la dicha sumaria relacion es contra nuestra santa fe católica y buenas costumbres cristianas antes muy verdadera, y necesario que venga á noticia de todos los fieles para desengaño de los engaños de Satanás. Fecha en San Francisco de Logroño en 6 de enero de l6ll. Fray Gaspar de Palencia.

 


Licencia


Nos el doctor Vergara de Porres, chantre y canónigo de la colegial de Nuestra Señora de la Redonda de esta ciudad de Logroño, y vicario en todo este arciprestazgo de la dicha ciudad por don Pedro Manso, obispo de Calahorra y la Calzada, del consejo del rey nuestro señor etc. Por las presentes y su tenor damos licencia á Juan de Mongaston, impresor, vecino de esta dicha ciudad, para que pueda imprimir esta sumaria relacion del Auto de Fe que se ha celebrado en esta dicha ciudad en 7 y 8 dias del mes de noviembre del año de l6l0, sin incurrir en pena ni censura alguna; atento á no haber en ella cosa contra nuestra santa fe católica y buenas costumbres.


Dada en Logroño, á 7 de enero de l6ll años. El doctor Vergara de Porres. Por su mandato, Cristóbal de Enciso, notario.

 
Juan de Mongaston, impresor, al lector


Esta relacion ha llegado á mis manos, y por ser tan sustancial, y que en breves razones comprende con gran verdad y puntualidad los puntos y cosas mas esenciales que se refirieron en las sentencias de los reconciliados y condenados por la demoniaca secta de los brujos, he querido imprimirla, para que todos en general y en particular puedan tener noticia de las grandes maldades que se cometen en ella, y les sirva de advertencia para el cuidado con que todo cristiano ha de velar sobre su casa y familia.


Impresa con licencia en la muy noble y muy leal ciudad de Logroño, en este año de l6ll años.

 
A   U   T   O


      
Este Auto de la Fe es de las cosas mas notables que se han visto en muchos años, porque á él concurrió gran multitud de gente de todas partes de España y de otros reinos; y sábado 6 dias del mes de noviembre se comenzó el Auto con una muy lucida y devotísima procesion, en que iban, lo primero, siguiendo un rico pendon de la cofradía del santo Oficio, hasta mil familiares, comisarios y notarios de él, muy lucidos y bien puestos, todos con sus pendientes de oro y cruces en los pechos. Después iba gran multitud de religiosos de las órdenes de Santo Domingo, San Francisco, la Merced, la Santísima Trinidad y la Compañía de Jesus, de los cuales hay conventos en la dicha ciudad; y para ver el dicho Auto, de todos los monasterios de la comarca había acudido tanta multitud de religiosos, que vino á ser tan célebre y devota esta procesion como jamás se ha visto. Al cabo de ella iba la Santa Cruz verde, insignia de la Inquisicion, que la llevaba en hombros el guardián de San Francisco, que es calificador del santo Oficio, y delante iba la música de cantores y ministriles, y cerraban la procesion dos dignidades de la Iglesia colegial y el alguacil del santo Oficio con su vara, y otros comisarios y personas graves, ministros del santo Oficio, que todos en muy buen órden llevaron á plantar la Santa Cruz en lo mas alto de un gran cadalso de ochenta y cuatro piés en largo y otros tantos en ancho, que estaba prevenido para el Auto, y con vistosos faroles y familiares de guarda estuvo toda la noche, hasta que el dia siguiente, luego que amaneció, salieron de la Inquisición. Lo primero, cincuenta y tres personas que fueron sacadas al Auto en esta forma: Veinte y un hombres y mujeres que iban en forma y con insignias de penitentes, descubiertas las cabezas, sin cinto y con una vela de cera en las manos, y los seis de ellos con sogas á la garganta, con lo cual se significa que habian de ser azotados. Luego se seguian otras veinte y una personas con sus sambenitos y grandes corozas con aspas de reconciliados, que también llevaban sus velas en las manos, y algunos sogas á la garganta. Luego iban cinco estatuas de personas difuntas con sambenitos de relajados, y otros cinco ataudes con los huesos de las personas que se significaban por aquellas estatuas. y las últimas iban seis personas con sambenito y corozas de relajados, y cada una de las dichas cincuenta y tres personas entre dos alguaciles de la Inquisicion, con tan buen órden y lucidos trajes los de los penitentes, que era cosa muy de ver. Tras ellos iba, entre cuatro secretarios de la Inquisicion en muy lucidos caballos, una acémila, que en un cofre guarnecido de terciopelo llevaba las sentencias; y en lo último iban á caballo los señores inquisidores doctor Alonso Becerra Holguin, licenciado Juan de Valle Alvarado, y licenciado Alonso Salazar y Frias, llevando en medio al mas antiguo, acompañados del estado eclesiástico al lado derecho, y de la justicia y regimiento al lado izquierdo, y un poco delante iba en medio de la procesion el doctor Isidoro de San Vicente con el estandarte de la Fe, puestos en muy buen orden, que representaba todo grande autoridad y gravedad.

      Llegados al cadalso los penitentes, fueron puestos en unas gradas muy altas que estaban en él, por bajo de la Santa Cruz: las once personas que habian de ser relajadas, que eran cinco hombres y seis mujeres, en la más alta grada, y luego los reconciliados, y en lo mas bajo los que habian de ser penitenciados. Y de la otra parte del tablado, enfrente, se subia por once gradas al sitial donde se pusieron los señores inquisidores, teniendo el estado eclesiástico á la mano diestra, y la ciudad y caballeros á la siniestra; y en lo mas alto de la grada primera se sentó el fiscal del santo Oficio con el estandarte y los consultores y calificadores, y los religiosos y eclesiásticos, se acomodaron en dichas gradas, que cabrian hasta mil personas. Todo lo restante del tablado estaba lleno de caballeros y personas principales, y en medio se levantaba un púlpito cuadrado en que se ponian los penitentes cuando se les leian las sentencias por los secretarios del santo Oficio, que para leerlas se subían en otros dos púlpitos que estaban en partes cómodas del tablado.



      Comenzóse el Auto por un sermon que predicó el prior del monasterio de los Dominicos, que es calificador del santo Oficio, y aquel primero dia se leyeron las sentencias de las once personas que fueron relajadas á la justicia seglar, que por ser tan largas y de cosas tan estraordinarias ocuparon todo el dia hasta que queria anochecer , que la dicha justicia seglar se entregó de ellas, y las llevó a quemar, seis en personas y las cinco estatuas con sus huesos, por haber sido negativas, convencidas de que eran brujas y habian cometido grandes maldades. Escepto una que se llamaba María de Zozaya, que fué confitente, y su sentencia de las más notables y espantosas de cuantas allí se leyeron y por haber sido maestra y haber hecho brujos á gran multitud de personas, hombres y mujeres, niños y niñas, aunque fué confitente, se mandó quemar por haber sido tan famosa maestra y dogmatizadora.



      El lunes siguiente, cuando amaneció, estaban ya puestos en el cadalso todos los demás penitentes, y debajo de su dosel los señores inquisidores con el estado eclesiástico y ciudad, y todo lo demás dispuesto en la forma que estuvo el dia atrasado, y se volvió á proseguir el Auto por un sermon que predicó el provincial de la órden de San Francisco, que es también calificador del santo Oficio. Y luego comenzaron á leer las sentencias de dos famosos embusteros, que fingiendo ser ministros del santo Oficio, habian cometido grandes maldades. Uno de ellos fué desterrado de todo el distrito de la Inquisición, y el otro que pagase y restituyese gran cantidad de dinero que habia estafado con embustes y maldades que cometió socolor del santo Oficio; diéronsele doscientos azotes, y fué desterrado perpetuamente de todo el distrito de la Inquisicion, y los cinco años á las galeras, á remo y sin sueldo. Otros seis fueron castigados por blasfemos con diversas penas. Otros ocho, por diversas proposiciones heréticas, fueron castigados con abjuracion de levi, destierro y otros castigos, conforme á la gravedad de sus delitos. Otros seis, cristianos nuevos de judíos, los cuatro de ellos porque guardaban los sábados, y en ellos se ponían camisas y cuellos limpios y mejores vestidos, y hacian otras ceremonias de la ley de Moysén, abjuraron de levi con destierro y otras penitencias; y otro porque habia cantado diversas veces este cantar:


Si es venido, no es venido,
El Mesías prometido,
Que no es venido.


y por otras proposiciones erróneas que habia dicho, fué castigado con la misma pena. El otro, por haber sido judío judaizante por tiempo de veinte y cinco años, y haber pedido misericordia con lágrimas y demostración de arrependimiento, fué admitido á reconciliacion con sambenito y cárcel, en la casa de la penitencia del santo Oficio. Un moro, que confesó haberlo sido con apostasía, fué reconciliado con sambenito y cárcel perpetúa. Otro, por haber sido luterano, creyendo y teniendo proposiciones de la secta de Lutero, fué también reconciliado con sambenito y cárcel perpetua, y se le dieron cien azotes. Las diez y ocho personas restantes fueron reconciliadas por haber sido toda su vida de la secta de los brujos, buenas confitentes, y que con lágrimas habian pedido misericordia, y que querian volverse á la fe de los cristianos. Leyéronse en sus sentencias cosas tan horrendas y espantosas, cuales nunca se han visto; y fué tanto lo que hubo que relatar, que ocupó todo el dia dende que amaneció hasta que llegó la noche, que los señores inquisidores fueron mandando cercenar muchas de las relaciones, porque se pudiesen acabar en aquel dia. Con todas las dichas personas se usó de mucha misericordia, llevando consideracion mucho mas al arrepentimiento de sus culpas que á la gravedad de sus delitos y al tiempo en que comenzaron á confesar; agrávandoles el castigo á los que confesaban mas tarde, segun la rebeldía que cada cual habia tenido en sus confesiones.


Acabado el Auto al punto que anochecia, las veinte y una personas que habian de ser reconciliadas fueron llevadas á las gradas de la parte donde estaba el dosel y tribunal del santo Oficio, y puestos de rodillas en la grada mas alta, se hizo un solemnísimo y devotisimo acto, con que fueron recibidas á reconciliacion, y absueltas de la escomunion en que estaban por el señor doctor Alonso Becerra y Holguin, inquisidor mas antiguo; y esto se hizo con tan grande gravedad y autoridad, que toda la multitud de gente estaba admirada y suspensa con la grande devocion. Y luego que se acabó el dicho solemne acto, el dicho señor inquisidor mas antiguo quitó el sambenito á una de las brujas, que se llamaba María de Yurreteguia, diciendo que se le quitaba porque fuese ejemplo á todos la misericordia que con ella se usaba por el dolor con que habia sido buena confitente, y el ánimo con que había perseverado en se defender de las grandes molestias que los brujos la habian hecho para la volver á reducir á su secta y bandera; lo que causó tan gran devocion y piedad en todos, que no cesaban de dar mil bendiciones y alabanzas á Dios y al santo Oficio, con que se acabó aquel solemne acto. Y el chantre de la iglesia colegial llevó sobre sus hombros la Santa Cruz á la iglesia con mucho acompañamiento y música, que iban cantando el Te Deum laudamus tras todos los penitentes, que acompañados de familiares fueron vueltos á la Inquisicion, y el estado eclesiástico y la ciudad volvieron también acompañando á los señores inquisidores; y se acabó todo buen rato después de haber anochecido.

      Y porque se tenga noticia de las grandes maldades que se cometen en la secta de los brujos, pondré también una breve relacion de algunas de las cosas mas notables que apuntamos algunos curiosos, que con cuidado las íbamos escribiendo en el tablado, y son las siguientes:


El demonio, para propagar esta abominable y maldita secta, se aprovecha de los brujos más antiguos y más ancianos, que con mucho cuidado se ocupan en ser maestros y enseñadores de ella. Y á los que persuaden que sean brujos no los pueden llevar al aquelarre (que con este nombre llaman á sus ayuntamientos y conventiculos, y en el vascuence suena tanto como decir prado del Cabron; porque el demonio, que tienen por dios y señor en cada uno de los aquelarres muy ordinario se les aparece en ellos én figura de cabron), sin que primero consientan en que serán brujos, y siendo de edad de discrecion prometan que harán el remego. Y habiendo consentido y prometidolo así, en una de las noches que hay aquelarre, va la persona maestra que le ha enseñado y convencido á que sea brujo, á su cama ó parte donde está durmiendo ó despierto, como dos ó tres horas antes de media noche, y habiéndole primero despertado si duerme, le unta con una agua verdinegra y hedionda las manos, sienes, pechos, partes vergonzosas y plantas de los pies, y luego le lleva consigo por el aire, sacándolos por las puertas ó ventanas que les abre el demonio, ó por otro cualquier agujero ó resquicio de la puerta, y con grande velocidad y presteza llegan al aquelarre y campo diputado para sus juntas, donde lo primero presenta al brujo novicio al demonio, que está sentado en una silla, que unas veces parece de oro, y otras de madera negra, con gran trono, majestad y gravedad, y con un rostro muy triste, feo y airado (que por entonces se representa en figura de hombre negro con una corona de cuernos pequeños y tres de ellos son muy grandes, y como si fuesen de cabron, los dos tiene en el colodrillo y el otro en la frente, con que da luz y alumbra á todos los que están en el aquelarre, y la claridad es mayor que la que da la luna, y mucho menos que la que da el sol, y la que basta para que todas las cosas se vean y conozcan); los ojos tiene redondos, grandes, muy abiertos, encendidos y espantosos; la barba como de cabra, el cuerpo y talle como entre hombre y cabron, las manos y piés con dedos como de persona; mas de que son todos iguales, aguzados acia las puntas con uñas rapantes, y las manos corvas como ave de rapiña, y los piés como si fuesen de ganso. Y tiene la voz espantosa, desentonada, y cuando habla, suena como un mulo cuando rozna; mas de que la voz es baja y las palabras que habla son mal pronunciadas, que no se dejan entender claramente, y siempre habla con una voz triste, ronca, aunque con muy grande novedad y arrogancia, y su semblante es muy melancólico, y parece que siempre está enojado y cuando la bruja maestra le presenta el novicio le dice: Señor, este os traigo y presento; y el demonio se le muestra agradecido, y dice que le tratará bien, para que con aquel vengan muchos mas y luego le mandan hincar de rodillas en presencia del demonio, y que reniegue en la forma y de las cosas que la bruja su maestra le lleva industriado, y diciéndole el demonio las palabras con que ha de renegar, las va repitiendo, y reniega lo primero de Dios, de la Virgen Santa María, su madre, de todos los santos y santas, del bautismo y confirmación y de ambas las crismas, y de sus padrinos y padres, de la fe y de todos los cristianos, y recibe por su dios y señor al demonio; el cual le dice que de alli adelante no ha de tener por su dios y señor al de los cristianos sino á él que es el verdadero dios y señor que le ha de salvar y llevar al paraiso y luego le recibe por su dios y señor, y le adora besándole la mano izquierda, en la boca y en los pechos, encima del corazón y en las partes vergonzosas, y luego se revuelve sobre el lado izquierdo, y levanta la cola (que es como la que tienen los asnos) , y descubre aquellas partes, que son muy feas y las tiene siempre sucias y muy hediondas, y le besa también en ellas debajo de la cola. Y luego el demonio tiende la mano izquierda, y bajándosela por la cabeza acia el hombro izquierdo ó en otras diferentes partes del cuerpo (según que á él le parece), le hace una marca, hincándole una de sus uñas, con que le hace una herida, y saca sangre, que recoge en algun paño ó en alguna vasija, y el novicio siente de la herida muy gran dolor, que le dura por mas de un mes, y la marca y señal por toda la vida; y después en la niñeta de los ojos con una cosa caliente, como si fuese de oro, le marca (sin dolor) un sapillo, que sirve de señal con que se conocen los brujos unos á otros. Y luego el demonio da á la maestra ciertas monedas de plata en precio y compra de aquel esclavo y un sapo vestido, que es un demonio en aquella figura, para que sirva como ángel de guarda al brujo novicio que ha renegado. Y es cosa notable que por la mayor parte las monedas se desaparecen, que la bruja maestra no tiene provecho en ellas, mayormente si no las gastan dentro de veinte y cuatro horas después que las reciben. Y el sapo siempre persevera en poder de los brujos, teniéndole y sustentándole la maestra mucho tiempo, hasta que el demonio se lo manda entregar al brujo novicio. También es cosa notable que la marca que el demonio les hace, es de tal condición, que con ella les amortigua la parte por donde entra la uña del demonio; de manera que aunque por ella les metan una aguja ó alfiler, no sienten dolor ninguno. Y en la sentencia de Joanes de Echalar, herrero, se refirió que habiendo declarado que la marca se la habia puesto el demonio en la boca del estómago, los señores inquisidores le mandaron mirar, y hallando la señal, hicieron que por ella le metiesen un alfiler, y apretaron tanto, hasta que el afiler se quedó hincado y derecho, diciendo siempre que no sentia cosa ninguna y poniéndosele sobre otra cualquier parte de su cuerpo, luego se quejaba y sentía mucho dolor.

 


      Acabado de hacer el reniego, el demonio y demás brujos ancianos que están presentes advierten al novicio que no ha de nombrar el nombre de Jesús ni de la Virgen Santa María, ni se ha de persignar ni santiguar, y luego le mandan que se vaya á holgar y bailar con los demás brujos alrededor de unos fuegos fingidos que allí el demonio les presenta, y les dice que aquellos son los fuegos del infierno, y que entren y salgan por ellos, y verán como no queman ni dan pena ninguna; y que así pues no hay mas pena que aquella en el infierno, que se huelguen y hayan placer, y no teman de hacer cuanto mal pudieren; pues los fuegos del infierno no queman ni hacen mal ninguno: con que se animan á cometer todo género de maldades, y se huelgan y entretienen bailando y danzando al son de tamborino y flauta, que en el aquelarre de Zugarramurdi (del cual eran casi todos los dichos brujos) le tañía uno que se llamaba Joanes de Goyburu, y á son de atambor, que le tañía otro que se llama Juan de Sansin, ambos primos, que fueron sacados al Auto, y reconciliados por haber sido buenos confitentes; y duran en las dichas danzas y bailes, haciendo fiesta al demonio (que les está mirando) , hasta que es hora de cantar el gallo, después de media noche, que se vuelven todos á sus casas acompañados de sus sapos vestidos, y se deshace la junta porque no pueden estar mas en ella, y en muy breve tiempo llegan á sus casas. Y el dicho Juan de Goyburu, algunas noches que venia al aquelarre desde otro lugar que estaba dos leguas de Zugarramurdi, confiesa que cuando se volvia á él, si llegaba la hora de cantar el gallo, su sapo vestido se le desaparecia y dejaba en el camino, y le proseguia á pié hasta su casa, porque no podia ir mas por el aire.


      Los que se hacen brujos antes que lleguen á edad de discrecion no reniegan, sino tan solamente los presentan al demonio, untándolos y llevándoselos al aquelarre, porque no quiere que renleguen hasta que lleguen á edad de discrecion, en que puedan discernir y entender cómo mediante el reniego se apartan de Dios y de la fe de los cristianos, y reciben por su dios y señor al demonio. Y es caso notable y de gran maravilla el suceso que dió principio á descubrirse estas maldades y secta de brujos en el lugar de Zugarramurdi, segun que se refirió en la sentencia de María de Yurreteguia, y es que una bruja (cuyo nombre no se declaró, mas de que era de nacion francesa y se habia criado en Zugarramurdi), habiendo vuelto á Francia con su padre, una mujer francesa la persuadió á que fuese con ella á un campo donde se holgaria mucho, industriándola en lo demás que habia de hacer, y dándola noticia de cómo habia de renegar , y habiéndola convencido la llevó al aquelarre, y puesta de rodillas en presencia del demonio y de otros muchos brujos que la tenian rodeada, renegó de Dios, y no se pudo acabar con ella que renegase de la Virgen Santa Maria su Madre, aunque renegó de las demás cosas, y recibió por su dios y señor ál demonio, por lo cual todos los brujos la tomaron sobre ojos, y la persegulan temiéndose de que los habia de descubrir por no haberse querido allanar á renegar de nuestra Señora. De lo cual resultó que en año y medio que fué bruja (aunque hizo todas las cosas que hacian todos los demás brujos) siempre andaba con recelo de parecerle que no podia ser dios aquel demonio á quien adoraban, y le daba algun deseo de dejar aquella vida, y llegado el tiempo de la cuaresma, en que se habia de confesar, se determinó de no confesar aquellos pecados que cometia como bruja, por la vergüenza que de ello tenía, y porque todos los brujos la maltrataban y traían amenazada, diciendo que la habían de matar si los descubría; y habiéndose confesado, al tiempo que fué a recibir el santísimo Sacramento, como no vió la forma consagrada que el sacerdote le dió, comenzó a estar muy confusa y pensar que por haberse hecho bruja y haberse apartado de la santa fe, no la merecia ver, y considerando también cómo, por mas diligencias que hacia cuando oía misa, no podia ver la hostia que el sacerdote alzaba (como la via antes que fuese bruja, sino que en su lugar via una como nube negra que llevaba el sacerdote entre las manos), comenzó á estar mucho mas confusa. Porque es cosa asentada y confesada por todos los brujos, que desde el punto que lo comienzar á ser, dejan luego de ver el santtísimo Sacramento del altar. Fue siempre por ello recibiendo mucho dolor y pena, y siempre con mas congoja, pensaba en el mal que habia hecho en se apartar de la fe de los cristianos, y tanto le apretó este pensamfento y congoja, que cayó enferma y lo estuvo siete semanas, hasta llegar á punto de muerte, y propuso de se confesar luego que pudiese ir á otro lugar que estaba de allí media legua, donde estaba un sacerdote, hombre docto. Y habiéndolo cumplido, el sacerdote la dió muchos y buenos consejos y la consoló y animó, mandándola que muy de ordinario nombrase el nombre de Jesus, y dilató el darla la absolución hasta que tuvo órden para ello del obispo de Bayona; y se confirmó mucho en su santo propósito, porque luego que se confesó y propuso salir de aquella mala sec ta, comenzó á ver la hostia consagrada como la via antes que se hiciera bruja.

      Libre ya la dicha moza de aquella maldita secta, nunca mas los brujos la persiguieron; y sucedió que volviendo al lugar de Zugarramurdi, donde se habia criado, dijo como alli habia aquelarre y junta de brujos, y que ella habia ido á él dos ó tres veces, y visto cómo eran brujos ciertas personas, y entre ellas la dicha María de Yurreteguia; y habiendo venido esto á noticia de Estéban de Navalcorea, su marido, él y sus deudos le pidieron sobre ello recuesta, y ella con grandes voces y enojo afirmaba que no era bruja, y que era gran maldad y falso testimonio que le levantaba la dicha francesa, y con grandes clamores pedia al marido venganza contra ella, por lo cual se determinaron en volver á hablar á la dicha francesa y asegurarse mas de lo que ella decia, la cual respondió que la pusiesen en presencia de ella y la convenceria y haria confesar la verdad y como era bruja, y habiéndola llevado á su casa, puesta en su presencia, le dijo muchas razones y cosas que habian pasado en el aquelarre, y la dicha María de Yurreteguia se defendia jurando y afirmando lo contrario, y tanto le supo decir la francesa, que todos se persuadieron á creer que era verdad, y apretaban á la dicha María de Yurreteguia á que confesase, y viéndose atajada y convencida, le sobrevino un sudor y grande congoja, y cayó sentada con un desmayo, y daba á entender que en la garganta tenia un grande impedimento que la estorbaba para que no pudiese decir la verdad. Y habiendo vuelto en sí con un gran suspiro que dió, echó por la boca un aliento de muy mal olor, y luego confesó cómo era verdad todo lo que la francesa decia, y que ella habia sido bruja desde muy niña por enseñanza de María Chipia, su tía y hermana de su madre (que también fué sacada al Auto y reconciliada) , y dijo y confesó muchas cosas que habia hecho siendo bruja, por lo cual la llevaron al vicario de Zugarramurdi para que la confesase. Y habiéndola confesado le dió por consejo que pidiese perdón á sus vecinos de los males que les habia hecho, y publicamente confesó como era bruja, y les pidió perdon. Y confiesa que luego comenzó á ver la hostia consagrada en las misas que oia y que nunca hasta entonces la habia visto, porque conmenzó á ser bruja desde muy pequeña.

      Sintiendo el demonio los grandes daños que de esta confesion le habian de resultar, consultó con sus brujos el grande sentimiento que tenia porque aquella se habia salido de su bandera y luego comenzaron á la perseguir y á ir de noche á su casa para la sacar y la llevar al aquelarre, poniéndola miedos y amenazas si no iba. Y en una noche de aquelarre, estando el demonio y todos sus brujos con él, les dijo el grande sentimiento que tenia, y que eran menester que fuesen todos á sacar de su casa á la dicha María de Yurreteguia para la llevar al aquelarre. Y poniéndolos á todos en distintas figuras de perros, gatos, puercos y cabras, y á Graciana de Barrenechea (que era reina del aquelarre) en figura de yegua, se fueron á la casa de María de Yurreteguia, que era de su suegro, y habiendo entrado en la huerta de ella (dejando todos los brujos mozos en la dicha huerta) , el demonio se apartó con los brujos mas ancianos, y volviendo á consultar el modo que habia de tener para sacalla de su casa y llevar al aquelarre, entraron en la casa por las puertas y las ventanas, abriéndoselas el demonio; y hallaron que la dicha María de Yurreteguia estaba en la cocina de la casa rodeada de mucha gente que aquella noche habia convocado para que la acompañasen y guardasen, por el miedo que tenian todos los de la casa de los males que las noches antes la habian hecho, y porque ella les dijo que aquella era noche de aquelarre é irian á la maltratar. Y el demonio y Miguel de Goyburu, rey del aquelarre, y otros brujos, se pusieron detrás de un escaño, y por cima dél sacaban las cabezas para mirar dónde estaba y qué hacia la dicha María de Yurreteguia, y para la llamar haciéndole señas que fuese con ellos. Y María Chipia, su maestra y tia, y otra hermana suya, se pusieron en lo alto del humero, y desde allí la llamaban con la mano, haciéndola señas para que se quisiese ir con ellos, y la amenazaban poniendo el dedo en la frente, jurándola que se la habia de pagar si no se iba con ellos, y ella se defendia dando voces y señalando dónde estaban los brujos; mas los que estaban alli no los podian ver, porque el demonio los habia encantado y echádoles unas sombras para no los pudiesen ver sino la dicha María de Yurreteguia, la cual á voces decia: «dejadme, traidores, no me persigais mas, que harto he ya seguido al diablo.» Y viendo lo mucho que la apretaban para que se fuese con ellos, quitándose un rosario que tenia al cuello, levantó la cruz dél en alto diciendo: «dejad me, dejad me, que no quiero servir mas al demonio; a ésta quiero y esta me ha de defender»; y santiguándose y nombrando el nombre de Jesus y de la Virgen María, se desaparecieron y fueron todos haciendo un gran ruido en lo alto de la casa y en el tejado. Y habiéndose vuelto con mucha tristeza adonde estaban los demás brujos, el demonio con gran despecho se daba unos grandes golpes con la mano izquierda en los pechos, para mostrar la grande pena y dolor que tenia por no haber podido reducir á su bandera á la dicha María. Y por vengarse de ella le arrancaron las berzas de la huerta, y le rompieron y destrozaron muchos piés de manzanos, y luego se fueron á un molino que tenia arrendado el suegro de la dicha María de Yurreteguia, y para mas se vengar de ella, le desbarataron rompiendo y quebrando el rodezno, y desencasaron el husillo y le echaron en el agua, y la piedra de moler la desencasaron y echaron á una parte del molino, y después el demonio; y otro mucho número de demonios (que allí se aparecieron, y todos los brujos) levantaron en alto todo el molino, que estaba puesto sobre cuatro pilares, y lo llevaron á lo alto de un cerro qué estaba allí junto, donde lo tuvieron un rato con mucho regocijo y risa por ver que habian llevado entera toda aquella máquina, y porque las brujas mas viejas (como trabajaban tanto para lo llevar) iban diciendo: .aquí mozas y en casa »viejas»; y después volvieron todo el molino entero como lo llevaron, y los demonios lo pusieron y concertaron como estaba, dejando roto el rodezno y el husillo en el agua, y la piedra molar á un lado. Como la habían puesto, se fueron con mucho sentimiento y despecho por no haber podido volver á su bandera á la dicha ,María de Yurreteguia, y el dia siguiente se hallaron hechos todos los dichos daños, y llevaron oficiales que aderezaron y repararon el molino.

      Porque esta María de Yurreteguia dió principio en la dicha forma á que se descubriese esta seta y complicidad, y perseveró siempre en sus confesiones, resistiendo con mucho ánimo al demonio y á los demás brujos que pretendian reducirla á su gremio, se usó con ella de tan grande misericordia, que se le dió licencia para que pudiese volver á su tierra, para que fuese ejemplo á todos los demás brujos de la misericordia que con ella se usaba por ser buena confitente.

      Cuando los maestros pretenden hacer brujos á los que han ya llegado á edad de discrecion, primero se lo dicen, y si resisten y no quieren consentir en que serán brujos, no los pueden llevar al aquelarre; mas si consienten, los llevan en la forma dicha. Y para hacer brujos los que han llegado á edad de discrecion (si tienen de cinco ó seis años arriba), les ganan primero el consentimiento dándoles algunas manzanas, nueces ó golosinas, y diciéndoles que si quieren ir á una parte donde se holgarán mucho con otros niños; y á los que resisten no los llevan contra su voluntad, y á los que son pequeños que no pueden prestar consentimiento, sin darles ni decirles cosa ninguna, los pueden sacar de sus camas y llevarlos, si sus padres ó las personas que los acostaron no los persignaron ó santiguaron, ó les echaron agua bendita, ó pusieron algunas reliquias, que á los tales (aunque les pueden hacer algunos males) no pueden sacarlos de su casa y llevarlos al aquelarre. Y los brujos que no han llegado á edad de discreción para renegar, y los brujos novicios que han ya renegado, siempre están debajo del amparo y tutela de sus maestros que los hicieron brujos; y no fian de ellos sus secretos y mayores maldades porque no los descubran. Y en los aquelarres los ocupan en guardar una gran manada de sapos, que los brujos (en compañía del demonio) recogen por los campos para hacer dellos veneno y ponzoñas; dándoles para que los guarden unas varillas, y advirtiéndoles que los traten con mucho respeto y veneración, y á los que así no lo hacen los castigan cruelmente. Y porque María de Yurreteguia á un sapo que se apartó de la manada le volvió á ella careándole con el pié, y no con la varilla que para ello la habian dado, se lo acriminaron por un gran delito, y la castigaron dándole muchos azotes y pellizcos, de que le duraron los cardenales algunos dias. Y todos estos brujos menores no pueden ir al aquelarre sino es en compañía de sus maestras, que todas las noches de aquelarre van por ellos á sus casas, y los untan y llevan, y tienen cuidado de volvellos á sus camas. Y los que son renegados tienen en su poder los sapos vestidos, y los sustentan y alimentan hasta tanto que están ya muy aprovechados en maldades, y entonces los admite á la dignidad de poder hacer ponzoñas echándoles para el ello su bendición, que siempre el demonio comienza todas las cosas que hace de consideracion con ella. Y el dicho Miguel de Goyburu y otros muchos de los dichos brujos refieren que la echa en esta manera: Levanta la mano izquierda hasta la frente, los dedos acia arriba, y entrecerrada la mano, y luego con gran presteza revuelve los dedos abajo, y juntamente el brazo y' mano hasta la llegar por bajo de la cintura, y luego la va revolviendo acia arriba, haciendo con ella unos círculos alrededor, como cuando se devana al reves. Y á los que son admitidos á esta dignidad, luego el demonio les entrega los sapos vestidos que dejó á sus maestras cuando renegaron, y de allí adelante salen de la sujecion de sus maestras; sustentan y alimentan sus sapos, y se untan, y van por sí al aquelarre sin que tengan necesidad de padrinos, y son admitidos á mayores secretos y maldades, que no se comunican á los brujos menores.


      Estos sapos vestidos son demonios en figura de sapo, que acompañan y asisten á los brujos para los inducir y ayudar á que cometan siempre mayores maldades; están vestidos de paño ó de terciopelo de diferentes colores, ajustado al cuerpo con sola una abertura, que se cierra por lo bajo de la barriga, con un capirote como á manera de capillo, y nunca se les rompe, y siempre permanece en un mesmo ser; y los sapos tienen la cabeza levantada, y la cara del demonio, del mesmo talle y figura que la tiene el que es señor del aquelarre y al cuello traen cascabeles y otros dijes. Hanlos de sustentar, y les dan de comer y beber, pan, vino y de las demás cosas que tienen para su sustento; y lo comen llevándolo con sus manos á la boca, y si no se lo dan, se lo piden diciendo: «nuestro amo, poco me regalais, dad me de comer». Y muchas y diversas veces hablan y comunican con ellos sus cosas, y el demonio les toma estrecha cuenta del cuidado que tienen en regalarlos, y los castiga y reprende gravemente cuando se han descuidado en regalarlos y darles de comer. Y Beltrana Fargue refiere que daba el pecho á su sapo, y que algunas veces dende el suelo se alargaba y estendia hasta buscar y tomarla el pecho, y otras veces en figura de muchacho se la ponía en los brazos para que ella se lo diese. Y los sapos tienen cuidado de despertar á sus amos, y avisarles cuando es tiempo de ir al aquelarre; y el demonio se los da como por ángeles de guarda, para que los sirvan y acompañen, animen y soliciten á cometer todo género de maldades, y saquen del los el agua con que se untan para ir al aquelarre, y á destruir los campos y frutos, y á matar y á hacer mal á las personas y ganados, y para hacer los polvos y ponzoñas con que hacen los dichos daños.

      Esta agua la sacan en esta manera: después que han dado de comer al sapo, con unas varillas le azotan, y él se va enconando é hinchando, y el demonio, que se halla presente, les va diciendo: «dadle mas», y les dice que cesen cuando le han dado cuanto es menester, y luego le aprietan con el pie contra el suelo, ó con las manos, y después el sapo se va acomodando, levantándose sobre las manos ó sobre los piés, y vomita por la boca ó por las partes traseras una agua verdinegra muy hedionda en una barreña que para ello le ponen, la cual recogen y guardan en una olla. Y siempre que han de ir á los aquelarres (que son tres dias de todas las semanas, lunes, miércoles y viernes, después de las nueve de la noche) se untan con la dicha agua la cara, manos, pechos, partes vergonzosas y plantas de los piés, diciendo: «señor, en tu nombre me unto; de aqui adelante yo he de ser una mesma contigo, yo he de ser demonio, y no quiero tener nada con Dios». Y María de Zozaya añade que decia ciertas palabras en vascuence, que quiere decir aquí y allí. Y su sapo vestido (que está presente cuando se untan, y tiene cuidado de los avisar cuando es hora para que vayan) los va guiando y saca de las casas por las puertas ó ventanas, ó resquicios de las puertas, ó por otros agujeros muy pequeños que el demonio les abre para que puedan salir, aunque los brujos piensan y les parece que se hacen muy pequeños. Y asi Maria de Yurreteguia se quejaba y decía á María Chipia, su tia, que para qué la achicaba y ponia tan chiquita, y le respondia que qué se le daba á ella por eso, pues después la alargaba y volvia á poner en su estatura. Y lo mas ordinario, se van por el aire, llevando á su lado izquierdo sus sapos vestidos, aunque otras veces se van por su pié, y los sapos van delante saltando, y muy en breve llegan al aquelarre, donde está el demonio con horrenda y muy espantosa figura. Y Graciana de Barrenechea, reina del aquelarre, dice que es de un gravísimo y malísimo olor. Y puestas de rodillas en su presencia, le adoran en la dicha forma y besan en las dichas partes; y luego se mezclan en sus bailes, danzas y corros; y á los que dejan de acudir á los aquelarres (aunque sea por precisa ocupacion ó por grave enfermedad) los azotan y castigan grave y cruelmente la primera vez que después vuelven al aquelarre ó lo hacen yendo á sus casas para ello en las propias noches que dejaron de ir. Y á Juana de Telechea confiesan (y ella declara) que la azotaron y maltrataron grandemente la noche de San Juan del año próximo pasado, sin mas ocasion de que habiendo sido elegido su marido por rey de los moros (á usanza de aquella tierra) para se holgar y festejar la fiesta de San Juan en competencia de otro rey, que también eligen, de los cristianos, como era reina, tuvo ocupacion legitima para no ir aquella noche al aquelarre. Y por esto la azotaron tan cruelmente, de manera que tuvo que fingir y dar á entender estaba con mal de corazon, para que su marido no viniese á imaginar y saber los malos tratamientos que le habian hecho (estando con ella acostado en la cama), todo lo cual hicieron aquella misma noche, sin que el dicho marido lo pudiese sentir   porque primero le echaron sueño para que no pudiese despertar; y en todo el dia estuvo tan mala, que fué necesario publicar (para encubrir la causa de los azotes) estaba con grave enfermedad de corazon. Y refieren otros grandes castigos que se han hecho á muchas personas brujas por no acudir con mucha puntualidad á los aquelarres y juntas.

      Después que los brujos salen de sus juntas ó aquelarres, no osan hablar ni poner en plática las cosas que pasan en ellos, aunque estén juntos en sus casas ó en partes muy secretas, por el gran miedo y respeto que tienen al demonio, que después por ello los manda azotar muy cruelmente. Y Joanes de Echalar, brujo reconciliado, confiesa (concordando con otros muchos que lo declaran dél) que era verdugo en el aquelarre. Y que estaba por su cargo azotar á los muchachos que parlaban las cosas que pasaban en él, y descubrian que eran brujos, y á todos los demás que el demonio le mandaba. Y los azotaba con unos manojos de mimbres retorcidos, ó con unos espinos muy ásperos, que se los metian por la carne y salia sangre, y que lo mas ordinario el demonio sacaba luego (de su oficina y botica que tiene de ungüentos, aguas y polvos) un botecito de barro colorado, en que tenia un ungüento con que luego que untaba á los azotados se les mitigaba el dolor, y se les quitaban los cardenales; aunque otras veces se iban con ellos. Y llevaban en sus carnes metidas las puntas de los espinos, y que diversas veces vió á los azotados que al sol con unos alfileres se las estaban sacando. Y María Juanito refiere, que habiendo muchos niños declarado en la vila de Vera, donde vivian, como tres noches cada semana los llevaban al aquelarre las maestras que los habían hecho brujos, por ello en el aquelarre los castigaron y azotaron cruelmente. Y viendo los padres sus malos tratamientos, y que los niños se consumian y temblaban con los dolores, acudieron al vicario de la iglesia para que les diese remedio, y se determinaron á se los llevar á dormir á su casa, y en una sala grande de ella pusieron sus camas á mas de cuarenta niños donde también dormia el dicho vicario. Y antes de se acostar por el manual de la Iglesia los bendecia y conjuraba echándoles agua bendita, por lo cual no los podían sacar de casa. Y que aquella noche por órden del demonio hacian sus juntas muy cerca de la casa del dicho vicario; é iban todas las noches á ver si los podrian sacar entrando por las puertas de la calle, aunque estaban cerradas. y por la ventana haciendo ruido para poner miedo á los que estaban en casa, y que habian tenido grandes carcajadas de risa y entretenimiento por ver el cuidado y diligencia grande con que el vicario andaba con unas sobrepelliz y estola, y un libro en la una mano y en la otra un hisopo echando agua bendita y conjurando á todos los muchachos; y que más de treinta de los brujos se subieron á lo alto del tejado, y allí hicieron mucho ruido y quebraron muchas tejas, porque por la dicha razon no pudieron sacar los dichos niños. Y que dos noches que el vicario se descuidó en los conjurar, entendiendo que estaban ya seguros, le echaron sueño que no pudo despertar, y le sacaron los niños y llevaron al aquelarre, y los azotaron cruelmente porque habian parlado; y que el dia siguiente estuvieron todos muy malos de los malos tratamientos. Y estando un dia en la escuela pasaron por junto á ella dos de las brujas que los llevaron al dicho aquelarre, y salieron todos los muchachos (con grandes voces y á pedradas tras ellas) diciendo que aquellas eran las que los habian azotado, y que decian la verdad. Y las hubieran muerto si no se hubieran encerrado en su casa. Y todo estaba verificado y comprobado segun que ella lo confesó.

Demás de los bailes, se huelgan cuando están en el aquelarre saliendo á espantar y hacer mal á los pasajeros en figuras diferentes para que no puedan ser conocidos; que el demonio (al parecer) los trasforma en aquellas figuras y apariencias, y en las de puercos, cabras y ovejas, yeguas y otros animales, segun que es mas á propósito para sus intentos. Y en la dicha forma confiesan todos que salieron á espantar a Martin de Amayur, molinero, una noche que iba desde Zugarramurdi á su molino, y él se defendió con un palo que llevaba, y alcanzó un golpe á María Presoná, que se llegó muy cerca, y cuando le recibió dió un gran grito, y estuvo muy mala por algunos dias; y el dicho molinero, del grande espanto que tuvo, en llegando al molino cayó desmayado, y refiere todo el suceso. Y todas las brujas confitentes declaran que consolando á la dicha María Presoná por el mal que habia recibido del golpe del palo, le decian que ella se tenia la culpa por se haber llegado tan cerca. Y que en la mesma forma salieron al camino á tres hombres que nombraron, vecinos de Zugarramurdi, que se volvian á sus casas después de haber dejado su ganado en el campo; y haciendo mucho ruido entre unos castaños en las hojas secas dellos que estaban ya en el suelo, los espantaron; y resolviendo con sus espadas desenvainadas en las manos sobre los dichos brujos, que estaban en figuras de gatos y perros y otras formas de animales, se fueron retirando hasta meterse en una laguna; y así dichas personas no osaron pasar adelante, y se volvieron retirando, y con grande furia corrieron hasta llegar á sus casas; y el espanto que tomaron les duró por muchos dias, de que llegaron á estar muy malos. Y refieren otros muchos males y burlas que hicieron en la dicha forma; y como el demonio en el aquelarre les decia las personas que no acostumbraban á echar la bendición á la mesa cuando comian y cenaban, y no daban las gracias á Dios después de comer, para que fuesen á sus casas á les hacer males y daños; y que el demonio les iba alumbrando y les abria las puertas, y echando sueño á las personas que estaban en la casa, danzaban y bailaban en ella, quebraban platos, y hacian otros daños y males semejantes.

      Mientras que están en el aquelarre no pueden nombrar el santo nombre de Jesus, ni de la Virgen santa María, su madre, sino es para renegar, ni pueden persignarse ni santiguarse; y de ello los advierten luego que son admitidos á la secta de los brujos; y si algunas veces se descuidan y los nombran, les suceden muy grandes daños, y al punto se deshacen los aquelarres, y castigan gravemente á las personas que los nombraron. Y María de Iriarte y Joanes de Goyburu refieren que estando una noche bailando en el aquelarre de Zugarramurdi vino á él una moza francesa (del aquelarre de Trapaza, reino de Francia) , que era grande bailadora, y en el baile daba unos saltos tan altos como son altos los tejados, y una castañetas que sonaban mucho á maravilla, y con la mucha admiracion que de ello recibió la dicha María de Iriarte, dijo: ¡Jesus, qué es esto! y al punto todo se desapareció, quedándose ella sola y á oscuras, por lo cual fué después gravemente castigada. Y que habiendo salido una noche á espantar á dos hombres que venian de dejar su ganado en el campo, los fueron acosando y persiguiendo gran rato, hasta que con el grande espanto que recibieron, á voces llamaban el nombre de Jesus, con que no pudieron mas seguirlos, aunque del espanto cayeron y estuvieron enfermos mucho tiempo. Y el dicho Miguel de Goyburu refiere que habiendo ido el demonio y los brujos de Zugarramurdi á visitar al demonio y brujos de otro aquelarre, Estebanía de Telechea, bruja reconciliada, viendo la grande multitud de brujos que habia en él (que eran mas de quinientos), maravilláda de ver tanta gente, nombró el nombre de Jesus, y con grande ruido en un instante se hundió y desapareció todo, y se volvieron á sus casas, que no pudieron estar mas en el aquelarre. Y que habiendo tenido mucho deseo de ser brujo un marinero de Ezcayn, dijo á María de Ezcayn, vecina de dicho lugar, que era bruja, que le enseñase á ser brujo, y le daria un sayuelo el mas galán que se hubiese puesto en su vida. Y habiéndole ella prometido que le haria brujo, le llevó al aquelarre que hay en el dicho lugar (untándole primero con el agua que se untan), y cuando le presentó ante el señor, y él vió que era tan feo, y que le besaban debajo de la cola, admirándose de ver aquello, dijo á la dicha María: ¿este es vuestro señor? y santiguándose, dijo: Jesus; y que luego al punto todo se hundió y desapareció con mayor furia y presteza que vuelan los pájaros y las palomas y el marinero se quedó á oscuras en el sitio donde estaban, sin que supiese de sí, y fue menester que la dicha María volviese después por él para le llevar por su pié á casa. Y muchos de los brujos confitentes refieren que una noche el demonio les dijo como venian seis navios por la mar, y que era menester que fuesen á causar tempestad y destruirlos. Y habiendo ido acia San Juan de Luz, entraron como dos leguas por la mar adentro, y luego toparon con los navíos. El demonio con gran ligereza dió un salto acia atrás; y revolviéndose sobre la mano izquierda, la levantó en alto, y echó su bendicion diciendo con una voz gorda y ronca: aire, aire, aire; y luego al punto se levantó una temerosa tempestad y unos furiosos aires, contrarios los unos de los otros, que llevaban los navíos á que se encontrasen para se hacer pedazos; con que luego levantaron grandes clamores los que venian en ellos, arremetiendo unos á las velas y otros al leme, y no pudiendo resistir á la tempestad, levantaron un gran clamor invocando el nombre de Jesus, y uno levantó una cruz en alto de un navío, con que no pudieron mas detenerse, y con grande ímpetu y estruendo huyeron, y se volvieron á sus casas. Y el dicho Joanes de Echalar refiere que la primera noche que del aquelarre le llevaron por el aire á destruir los frutos y panes, los brujos levantaron un gran ruido, mayor que si cuarenta de á caballo corrieran juntos, y mas espantoso que cuando truena, y admirado de aquello nombró el nombre de Jesus, y al punto se desapareció todo, y él cayó en tierra, y quedándose á oscuras en el campo, como atónito, pasado un rato oyó que daba el reloj, conque entendió estaba cerca del lugar , y á gatas como pudo se fué allá donde oyó que sonaba la campana; y habiendo llegado á casa, cayó desmayado, y estuvo malo del espanto muchos días, y después le azotaron, y castigaron gravemente. Y María de Echale refiere que habiéndola llevado la reina Graciana de Barrenechea por el aire un dia después de comer á un campo donde estaba una cueva, y pasado un rato vió que la dicha Graciana y Estebanía de Telechea salieron de la cueva llevando en medio y abrazado al demonio en muy espantosa figura, y que todos tres iban acia donde ellla estaba, de que con el espanto que tuvo nombró el nombre de Jesus, y luego al punto se desaparecieron. Y quedando ella sola reconoció como estaba en el prado Berroscoberro, donde acostumbraban á hacer sus juntas, y por su pié se volvió al lugar, que estaba cerca. Y refieren otras muchas cosas y sucesos notables que han visto por haberse nombrado el santo nombre de Jesus; y que es tan espantoso para el demonio y todos los brujos, que tiemblan siempre que le oyen nombrar, y pierden la fuerza, de manera que no pueden ejecutar los males que pretenden hacer, ni detenerse en la parte que le nombran.

      En las vísperas de ciertas fiestas principales del año, que son las tres Pascuas, las noches de los Reyes, de la Ascension, Corpus Christi, Todos Santos, la Purificacion, Asuncion y Natividad de nuestra Señora, y la noche de San Juan Bautista, se juntan en el aquelarre á hacer solemne adoración al demonio, y todos se confiesan con él, y se acusan por pecados de las veces que han entrado en la iglesia, misas que han oído, y de todo lo demás que han hecho como cristianos, y de los males que pudiendo han dejado de hacer. Y el demonio los reprende gravemente por ello, y les dice que no han de hacer cosa ninguna de cristianos. Y entre tanto los criados del demonio (que son otros demonios del mismo talle y figura que el del aquelarre, aunque más pequeños, y de ordinario son seis ó siete, y cuando son menester se aparecen allí muchos en gran cantidad) ponen un altar con un paño negro, viejo, feo y deslucido, por dosel, y en el unas imágenes de figuras del demonio, cáliz, hostia, misal y vinajeras, y unas vestiduras como las que usan en la iglesia para decir misa; mas de que son negras, feas y sucias, y el demonio se viste, ayudándole sus criados, y le ofician su misa cantando con unas voces bajas, roncas y desentonadas, y él la canta por un libro como misal, que parece de piedra, y les predica un sermon, en que les dice que no sean vanagloriosos en pretender otro dios, sino á él, que los ha de salvar y llevar al paraiso; y aunque en esta vida pasarán trabajos y necesidad, él les dará mucho descanso en la otra; que hagan á los cristianos todo cuanto mal pudieren. Y luego prosigue su misa, y le hacen ofertorio, sentándose para ello en una silla negra que allí ponen; y la bruja mas antigua y preeminente (reina del aquelarre) se pone á su lado con un portapaz en la mano, en que está pintada la figura del demonio, y en la otra mano una vacinilla como las que usan en las iglesias con que piden para alumbrar los santos, con una cadena como de oro al cuello, que en cada uno de los dichos eslabones tiene esmaltada la figura del demonio, y todos los brujos, comenzando por sus antigüedades y preeminencias, van á ofrecer cada uno por sí, haciendo tres reverencias al demonio con el pié izquierdo hasta llegar á hincar las rodillas en el suelo, y luego besan la figura del demonio en el portapaz, y echan en la vacinilla el dinero que llevan para ofrecer, y unos ofrecen un sos, que es media tarja, y otros tarja entera, y los mas ricos y poderosos ofrecen un franco, que son tres reales, y cuando los echan en la vacinilla dicen: esto por el honor del mundo y honra de la fiesta; y las mujeres también ofrecen tortas de pan, huevos y otras cosas, que lo reciben los criados del demonio, y luego se hincan de rodillas junto á él, y le besan la mano izquierda y los pechos encima del corazón, y dos brujos que hacen el oficio de caudatarios le alzan las faldas para que le besen en las partes vergonzosas, y revolviéndose el demonio sobre la mano izquierda, le alzan la cola y descubren aquellas partes que son muy sucias y hediondas, y al tiempo que le besan debajo de ella tiene prevenida (que les da) una ventosidad de muy horrible olor, lo cual por la mayor parte nace siempre que le besen en aquellas partes. Y hecha la ofrenda prosigue su misa y alza una cosa redonda como si fuera de suela de zapato, en que está pintada la figura del demonio, diciendo: este es mi cuerpo; y todos los brujos puestos de rodillas le adoran dándose golpes en los pechos, diciendo Aquerragoyti, Aquerrabeyti, que quiere decir: Cabron arriba, Cabron abajo. Y lo mesmo hacen cuando alza el cáliz, que es como de madera, negro y feo, y come la hostia y bebe lo que hay en el cáliz, y después se ponen todos los brujos alrededor, y los va comulgando dándole á cada uno un bocado negro (en que está pintada la figura del demonio) , que es muy áspero y malo de tragar, y luego les da un trago de una bebida que es muy amarga, y en tragándola les enfría mucho el corazon.

      Luego que el demonio acaba su misa, los conoce á todos, hombres y mujeres, carnal y sométicamente, y la dicha Graciana de Barrenechea, reina, iba señalando las brujas que habian de ir donde esta el demonio un poquito apartado para el dicho efecto. Y Estebanía de Iriarte, su hija, era la que mas continuaba ir á los dichos actos, y luego que la dicha su madre le hacia señal para que fuese, Joanes de Goyburu, su marido (tañendo con el tamborino, y Joanes de Sansin con el atambor), iban á la parte donde estaban las brujas, y la sacaban de entre ellas, y la levalban á la parte donde estaba el demonio, que luego... la conocia sométicamente, estándole haciendo el son el dicho su marido Joanes de Sansin... Y luego que el demonio acaba de cometer las dichas maldades, y otras muy abominables que se dejan de referir, los brujos se mezclan unos con otros, hombres con mujeres, los hombres con hombres, sin consideración á grados ni á parentescos; y el demonio los aparea y señala con cuáles se han de juntar en forma de casamiento, diciéndoles: este es bueno para tí, y tú eres buena para este; y en aquellos torpísimos actos se juntan en el aquelarre, y fuera de él, con torpísimas y nefandas maldades, y en sus propias casas, y en los campos, y en otras partes; de dia y de noche se les aparece el demonio en espantosa figura... y á las mujeres... muy de ordinario se les va á las camas. Y María de Zozaya refiere, que casi todas las noches le tenia en su cama; y le abrazaba, trataba, hablaba y comunicaba en la misma forma que si fuera su marido, sin haber mas diferencia que si fuera hombre, mas de que siempre, de invierno y de verano, tenia las carnes frias, que aunque mas hacia no se las podia calentar. Y estas mismas maldades hacen y ejercitan en todas las noches siempre que van al aquelarre, y después muchas veces de dia, después de haber comido; fingiendo que estan hilando, lavando los platos, ó en otros actos semejantes, ó saliéndose á pasear acia el campo, el demonio los arrebata, y llevándolos cubiertos con sus malas artes (de manera que aunque ellos ven á la gente, no pueden ser vistos), van á cierta parte que tienen señalada para se juntar y mezclar en actos torpes y deshonestos los unos con los otros, y con el demonio. Y en sus casas de dia ni de noches no los echan menos aunque duermen en una mesma cama, porque de noche el demonio echa sueño á los maridos ó á las mujeres que no son brujos, de manera que no pueden despertar; y en el lugar que desocupa el brujo, cuando van al aquelarre, se pone un demonio de su mismo talle y figura, que está alli representando su persona hasta que vuelven, y cuando vienen les dice las cosas que han sucedido mientras han estado ausentes. Y la dicha María de Zozaya refiere que habiéndose ido una noche al aquelarre, una vecina llamó á su puerta para pedir un pan prestado, y el demonio respondió por ella que no le tenian, y cuando volvió del aquelarre se lo dijo. Y Marijuan refiere que otra noche fueron á buscar á su casa para comprar unos huevos, y también el demonio respondió por ella por la ventana, diciendo que no los tenía. Y contándoselo cuando volvió del aquelarre, le respondió que bien se los pudiera dar, que allí estaban en la cantarera. Y que siempre que había de ir al aquelarre de dia, cerraba muy bien sus puertas por de dentro, y el demonio la sacaba por la ventana, quedando otro demonio en casa, que respondia por ella. Y aunque travesaba por cima de todo el lugar, y veia y conocia á todos los que topaba ella por las malas artes del demonio, iba bien segura de que no la viesen; y cuando volvia, el demonio le daba cuenta de todas las personas que la habian buscado.

      En la noche de San Juan, después de acabada su misa y las ceremonias y dichas maldades, va el demonio con todos los brujos á la iglesia, y abriéndoles las puertas se queda él fuera, y los brujos hacen muchas ofensas y ultrajes á la santa Cruz y á las imágenes de los santos.

     Y Miguel de Goyburu refiere que algunas veces en el año, él y las brujas mas ancianas hacian al demonio una ofrenda que le era muy agradable, y para ello iban de noche á las iglesias, y llevaban consigo cada uno una cestilla que tenia asa, y desenterraban los cuerpos de los difuntos que ya estaban gastados, y de ellos sacaban los huesos de los menudillos de los piés, las ternillas de las narices, y todos aquellos huesecillos que hay alrededor, y los sesos hediondos (que aunque se van consumiendo con la tierra, tardan mucho en se acabar de gastar), y estas partes de los cuerpos de los difuntos (que son para el demonio bocados muy sabrosos) las recogian en las cestillas, y volvian á cubrir las sepulturas con la tierra, llevando consigo luz para ver á hacerlo, que declaran es muy oscura, sin decir de qué sea. Y Joanes de Echalar refiere que cuando los brujos van solos sin el demonio á ,hacer las dichas cosas, la luz que llevan es una hacha hecha del brazo de un niño que haya muerto sin ser bautizado, todo entero, y le encienden por la parte que están los dedos, y da luz como si fuera de una hacha. Y que es de tal condición que los brujos ven con ella, y los que no lo son no pueden ver los brujos; y habiendo recogido los dichos huesos en sus cestillas, las meten colgándolas por el asa del brazo izquierdo, se van al aquelarre, y puestos en presencia del demonio formando una higa con la mano del brazo izquierdo, donde llevan pendiente la cesta, y llevándole tendido, hacen una reverencia hasta hincar en el suelo la rodilla izquierda; y habiéndose levantado andan un poco y hacen otra semejante reverencia, y acercándose mas hacen otra tercera, y quedándose de rodolas tendido el brazo con la higa formada, dicen: tome, señor, esto que le ofrezco. Y el demonio muestra con ello mucho contento, y tiende la mano, y toma la cesta y la vacia en un esporton grande como de esparto, que está junto á él, y que aquella higa llevan formada para mayor infamia, y hacer mayor burla y mofa de los cristianos, cuyos son aquellos huesos; y que el demonio los come con unos dientes que tiene muy grandes y tan blancos como los suelen tener los negros, y los come feamente, chascando como puerco. Y preguntado para qué come el demonio aquellos huesos, dijo: que entendía que para los incitar y obligar á que también ellos los comiesen. Y que les daba de ellos, y aunque estaban muy duros, los comian muy bien, porque el demonio le daba gracia y fuerza para los poder mascar y comer; y que cuando el demonio comia aquellos sesos hediondos, daba á entender que le sabian mas bien, y con esto los obligaba á que también los comiesen, y á que le rogasen les diese de ellos; y aunque eran tan asquerosos, los comian por darle contento al demonio, que mostraba recibirlo.

      Muchas veces en el año, y siempre que los frutos y panes comienzan á florecer, hacen polvos y ponzoñas, y para esto el demonio aparta á los que ha dado poder y dignidad de hacer ponzoñas, y les dice el dia en que las han de hacer, y les reparte los campos para que en cuadrillas vayan á buscar las sabandijas y cosas de que se han de hacer las dichas ponzoñas; y el dia siguiente salen por la mañana (llevando consigo azadas y costales) , y luego el demonio y sus criados se les aparecen, y los van acompañando á los campos y partes mas lóbregas y cavernosas, y buscan y sacan gran cantidad de sapos y culebras, lagartos y lagartijas, limazos, caracoles y pedos de lobo (que son unas bolillas redondas que nacen por los campos á manera de turmas de tierra, que apretándolas echan de sí un humo de mucha cantidad de polvos pardos) ; y habiéndolos juntado en sus costales, los traen á sus casas; y unas veces en el aquelarre y otras veces en ellas (en compañía del demonio) forjan y hacen sus ponzoñas, echando primero sobre todo su bendición el demonio, y comienzan á desollar los sapos, mordiéndolos con sus bocas por las cabezas y apretando con los dientes cortan el pellejo, del cual van tirando hasta que lo arrancan al redopejo, y le entregan al demonio, estando los sapos sacudiéndose con el dolor y dándoles golpes por los hocicos; y después los descuartizan, y todas las demás sabandijas, mezclándolas en una olla con huesos y sesos de difuntos que sacan de las iglesias, y con el agua verde y hedionda que tienen junta de la que han sacado de los sapos vestidos, y todo lo cuecen hasta la conficionar en polvos; reservando cierta parte con que mezclan mayor cantidad de la dicha agua y hacen ungüentos ponzoñosos, que todos se los repa!lte el demonio, llevando cada uno á su casa la parte que le cabe.

      De estos polvos o ponzoñas usan para destruir los frutos, matar ó hacer mal á las personas ó á sus ganados y los que mas se aventajaban en hacer mayores maldades son los mas privados y estimados del demonio, con que animosamente las acometen.

      Estando los panes ó frutos en flor, juntos todos los brujos en aquelarre, van en compañía del demonio mudados en figuras de gatos, perros, puercos y otros diferentes animales, hasta las heredades y partes donde pretenden destruir los frutos (llevando el dicho Miguel de Goyburu la caldera del demonio, que es de cuero, donde se ha recogido gran parte de los dichos polvos para el dicho efecto), y comenzando primero el demonio con la mano izquierda va derramando polvos acia atrás, revolviendo siempre sobre la mano izquierda, y diciendo con una voz ronca y gorda: polvos, polvos, piérdase todoo piérdase la mitad, segun que quiere que se haga el daño. y todos los brujos y brujas ancianas van derramándolos y diciendo: piérdase todo; ó piérdase la mitad, y salvo sea lo mío; mas no por eso son sus heredades de mejor condición que las demás. Y que por la mayor parte derramada los dichos polvos cuando corre un aire que en vascuence llaman egoya, que los intérpretes declaran quiere decir bochorno. Y que con los dichos polvos es muy notable el daño que se sigue en los frutos, porque cuando los derraman sobre los castaños, los erizos se paran mústios y enferman, y no tienen castañas sino cáscaras, ó una sola castaña, habiendo de tener tres cada uno. Y cuando los derraman sobre los manzanos, la flor se marchita, enferma y seca, que no llega á formarse el fruto. Y cuando los echan sobre los trigos (que es al tiempo que están espigados, antes que comiencen á granar) las espigas se quedan vanas sin que lleguen á granar sino muy poco, y los granos imperfectos; y el poco pan que echan es mal sazonado y enfermizo; y las habas se llenan de pulgón. Y aunque pierden sus frutos huelgan mucho de hacer estos daños por el contento que dan al demonio, y por el que los brujos reciben con los males que hacen á sus prójimos.

      A las personas hacen mal, matándolas á haciéndolas enfermar con graves enfermedades por induccion del demonio, ó por vengar sus enemistades. Y cuando han recibido algun enojo ó agravio de alguna persona, llevan al aquelarre de los dichos polvos ó ungüentos, y alguno de los pellejos de los sapos, y dan sus quejas al demonio contándole las causas de su enojo, y venganza que pretenden hacer, y pidiéndole (para las tales personas ó para sus 'hijos) mal de muerte, ó la enfermedad que pretenden que tengan, segun el apetito de su venganza, y el demonio se la concede. Y luego se va en su compañía, y otras veces lleva consigo algunas brujas de las mas ancianas en la secta, y las va alumbrando con el cuerno que tiene en la frente, que aunque trae dos en el colodrillo, solo aquel es el que da luz, y les abre las puertas y guía hasta las camas donde están durmiendo, y les hecha su bendición y sueño que no pueden despertar, y luego la bruja que pidió venganza abre la boca á la persona de quien se pretende vengar, y le mete en ella unos pocos de aquellos polvos envueltos en un pedazo de pellejo de sapo, ó les unta por el pescuezo y hombro izquierdo acia los pechos, ó en otras partes de su cuerpo con el dicho ungüento, diciendo: el señor te dé mal de muerte, ó tal enfermedad por tanto tiempo; y luego las tales personas comienzan á estar enfermas y á padecer muy grandes dolores y trabajos, muriendo en breve tiempo y con grandes ansias los que han de morir; y padeciendo grandes enfermedades y dolores las personas contra quien pidieron venganza de enfermedad.

      Y entre otras muchas muertes, males y venganzas, mas de veinte que confiesa haber cometido en la dicha forma Graciana de Barrenechea, reina del aquelarre de Zugarramurdi, dice: que al tiempo que ella comenzó á tener amores con el demonio y ser privada suya, cobró de ello grande envidia y celos Marijuan de Odia, bruja que también tenia amores con él, y era la mas favorecida de todas; y por esta competencia comenzaron á tener entre si emulacion y pesadumbres, sintiendo mucho que á la dicha bruja le pesase de que ella fuese favorecida también por el demonio; por lo cual determinó de tomar contra ella venganza; y una noche en el aquelarre dió cuenta al demonio de sus celos y competencias, y de cómo queria vengarse de ella matándola; y que el demonio le respondió: pues vos lo quereis, hágase así. Y que estando en su cama otra noche que no era de aquelarre, el demonio con otras brujas ancianas la fué á despertar, y le dijo se levantase luego, porque habian de ir á ejecutar la venganza que le habia pedido, y que esto el demonio lo hizo en noche que no era de aquelarre por coger á la dicha Marijuan de Odia descuidada y dormida, porque siendo como era bruja, no pudiera ejecutar la venganza tan cómodamente en noche que fuera de aquelarre, pues ella habia de estar despierta y en él; y habiendo ido en compañía del demonio, entraron en su casa y ejecutaron su venganza dándole un pedazo de pellejo de sapo en que iban envueltos unos pocos de los dichos polvos, y luego estuvo mala, que dentro de tercero dia murió. Y todas confiesan grande número de muertes y males que han ejecutado en la dicha forma.

      Y á los niños que son pequeños los chupan por el sieso y por su natura; apretando recio con las manos, y chupando fuertemente les sacan y chupan la sangre; y con alfileres y agujas les pican las sienes y en lo alto de la cabeza, y por el espinazo y otras partes y miembros de sus cuerpos; y por alli les van chupando la sangre, diciéndoles el demonio: chupa y traga eso, que es bueno para vosotras; de lo cual mueren los niños; ó quedan enfermos por mucho tiempo; y otras veces los matan luego, apretándoles con las manos y mordiéndolos por la garganta hasta que los ahogan. Y á los mayores los azotan cruelmente con unos espinos ó mimbres retorcidos, sin que ellos se puedan quejar ni despertar los que están en casa, porque el demonio los tiene encantados; y refieren gran número de personas que han muerto y hecho que tuviesen gravísimas enfermedades. y muy gran cantidad de niños que han chupado y ahogado, declarando sus nombres y los de sus padres, y el tiempo en que cometieron estas maldades.

      Y el dicho Miguel de Goyburu, entre muchas personas, hombres, mujeres y criaturas que confiesa haber muerto en la dicha forma. declara que chupó por el sieso y por la natura, hasta que le mató, un sobrino suyo, hijo de su hermana; y la dicha María de Iriarte, que por las dichas partes chupó y ahogó, apretándolos con las manos y con la boca por la garganta, nueve criaturas, y con los dichos polvos y ponzoñas mató tres hombres y una mujer, declarando los nombres de todos ellos y los males que padecieron hasta morir dentro de pocos dias, y otro gran número de niños, hombres y mujeres á quien causó diferentes males y enfermedades, refiriendo las causas de su venganza. Y Estebanía de Iriarte, su hermana, y Graciana de Barrenechea, su madre, refieren cosas muy notables y muertes que han hecho, que por ser tantas no se declaran en particular en sus sentencias. Y Estebanía de Telechea confiesa haber muerto una nieta suya echándole unos pocos de los polvos en las migas que le dieron á comer, solo porque habiéndola tomado en brazos, se le ensució en un avental nuevo que tenia puesto; y que á un muchacho grande porque le dijo: ¡ah, puta vieja! el pescuezo te se tuerza, le aguardó en cierta parte por donde habia de pasar, y llevando la mano untada con los ungüentos ponzoñosos, trayéndosela por la cabeza y el pescuezo, como que le halagaba, le causó una grave enfermedad con que dentro de pocos dias murió. Y refiere otras muchas muertes y males que de dia hizo con los dichos polvos y ponzoñas, llegando como en burla á tocar con ellos á las personas que pretendía hacer los dichos males. Y María Presoná y María Joanto, hermanas, refieren que el demonio en el aquelarre les dijo que ya habia mucho tiempo que no hacian males (como acusándoles al descuido que en esto tenian) por lo cual ambas se concertaron de matar un hijo de la una y una hija de la otra, que ambos eran de edad de ocho á nueve años; y para ello les echaron unos pocos de los dichos polvos en unas escudillas de caldo que les dieron á comer, con que dentro de ocho dias murieron ambos; y que esto lo hicieron solo por dar contento al demonio, que después se les mostró agradecido porque los mataron. Y el dicho Miguel de Goyburu y María de Zozaya, y otros brujos de los mas ancianos, refieren que también emponzoñaban manzanas, peras, nueces y otras frutas, poniéndoles unos pocos de los polvos en las partes donde les quitaban los pezones ó en algún agujero sutil y disimulado que les hacian, y las daban á las personas que querian hacer males, con que enfermaban si las comian, y padecian grandes trabajos.

       Siempre que mueren algunos brujos. ó los brujos han muerto algunas personas ó criaturas (después de enterrados) en las primeras noches que han de ir al aquelarre, se juntan los brujos con el demonio y sus criados, y llevando consigo azadas van á las sepulturas y desentierran los tales muertos, y quitándoles las mortajas los parientes mas cercanos (con machetes que para ello llevan) los abren y sacan las tripas y los descuartizan encima  de la sepultura para que lo que cayere del cuerpo todo quede en ella; y luego lo cubren con la tierra, concertándola y poniéndola el demonio de la manera que estaba, que no se echa de ver que han andado en ella. Y luego toman acuestas al difunto los parientes mas cercanos, y llevando los padres á sus hijos y los hijos á sus padres y hermanos, las mujeres á sus maridos y los maridos á sus mujeres, se van con mucho regocijo y contento al aquelarre y los despedazan en puestas, y los dividen en tres partes: una cuecen, otra asan, y la otra dejan cruda. Y sobre una mesa que tienden en el campo con unos manteles sucios y negros, y se lo comen asado, crudo y cocido, comiendo el demonio el corazon, y sus criados la parte que les cabe; y á los sapos vestidos les dan también su parte, que la comen pifando y gruñendo entre todos. Y afirman que aunque mas podridas y hediondas estén las carnes, les saben mejor que carnero, capones y gallinas, y mucho mas que todo la carne de los brujos; y que la de los hombres es mejor y mas sabrosa que la de las mujeres. Y que en la mesma forma desentierran y comen otras muchas personas que no son brujos, y mueren de sus enfermedades; y los huesos los recogen y guardan para otra noche. Y la dicha Graciana de Barrenechea declara que por ser ella la mas preeminente de todos los brujos y reina del aquelarre, le pertenecia toda la carne, pan y vino que sobraba en los dichos banquetes; y los recogia y llevaba á su casa, y en ella lo guardaba en un arcaz grande que tenia, porque su marido y una de sus hijas y el yerno (que no eran brujos) no lo viesen; y cuando no estaban en casa sacaban la dicha carne, y la asaban y comian ella y dos de sus hijas (que eran brujas), y los dichos Miguel y Joanes de Goyburu y otros de los dichos brujos, que eran sus parientes. Y aunque la carne estaba muy hedionda, con todo eso les sabia muy bien y la comian con mucho gusto. Y refieren mucho número de personas, hombres y mujeres, niños y niñas, que comieron en la dicha forma, y las personas que los llevaron al aquelarre, y los descuartizaron y repartieron; declarando los padres que han comido á sus hijos, y los hijos á sus padres. Y el dicho Joanes de Goyburu refiere que también las noches que no eran de aIqueJarre se solian juntar ciertas personas de los dichos brujos (que declaró) en su propia casa, y de ella iban á desenterrar algunos muchachos que se habian muerto, y Ilevándolos á su casa hacia banquetes, comiéndolos asados. Y entre otros refiere que desenterraron y comieron su propio hijo, poniendo en los dichos banquetes el pan y vino de su casa, que después el gasto repartian entre todos, y lo pagaban á escote.

      La primera vez que después vuelven al aquelarre echan á cocer los huesos del difunto que comieron antes, y con ellos las hojas, ramas y raices de una yerba que en vascuence llaman belarrona, que tiene virtud de ablandar los huesos y los pone como si fueran nabos cocidos; y una parte de ellos comen, y otra el demonio y brujos mas ancianos la machan en unos morteros, y los esprimen con unos paños delgados, y sacan de los dichos huesos una agua clara y amarilla que el demonio recoge en una redoma; y el cisco que queda de los huesos y los sesos de los difuntos los recogen los criados del demonio, y los guardan para hacer polvos y ponzoñas. Y de la dicha agua amarilla da el demonio una poquita á cada uno de los brujos mas privados, que tiene reservados para que cometan mayores maldades. Y es tan grande la ponzoña y fuerza de aquella mala agua, que tocando con ella cualquiera persona en cualquier parte de su cuerpo, con mucha brevedad, muere sin que haya remedio humano para ello. Y la dicha María de Iriarte refiere que con ella mató cuatro personas; y que habiendo una vez hecho la dicha agua ponzoñosa, el demonio la persuadió á que bebiese un trago; pero que ella no la quiso beber, porque si la bebiera sabia que se habia de morir luego; y el demonio le dijo que bebiese como él bebia. Y que ella vió que aunque el demonio bebió de la dicha agua no por ello se murió; pero con todo eso no quiso ella beber, aunque mas el demonio se lo rogaba. Y la dicha María de Zozaya declara que para se vengar de un hombre, habiendo puesto á asar un huevo, le tocaron con una gota de la dicha agua al tiempo que se estaba asando, y de haberle comido padeció grandes trabajos y tormentos hasta que murió.

      Y por dar fin á tantas y tan grandes y espantosas maldades con la burla de la caza, entre otras cosas que refiere la dicha María de Zozaya, declara que habiendo en la villa de Rentería un clérigo cazador, muchas veces iba á caza, le decia: señor compadre mate muchas liebres para que nos dé lebrada á todos. Y luego se iba á casa, y habiéndose untado con el agua hedionda que se untaba para ir al aquelarre, caminaba acia la parte donde iba el dicho clérigo, y el demonio la ponia en figura de liebre; y arremetiendo contra ella los galgos, corria por los campos haciéndoles muchas burlas y revueltas acia todas partes, con que el clérigo y las demas personas que con él iban andaban desatinados corriendo tras los perros, porque siempre revolvia acia donde andaban los cazadores, con que con mayores voces y furia la perseguian, y no cesaba de hacerles burlas hasta que los galgos y cazadores de cansados la dejaban; con que burlados y sin caza ninguna se volvian á sus casas. Y tras haber oido tantas y tan grandes maldades en dos dias enteros que duró el Auto, después de gran rato de la noche nos fuimos todos santiguándonos á las nuestras.

 

http://www.vallenajerilla.com/berceo/gildelrio/autodefe.htm

 

 




 

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