EL
FAMOSO PROCESO DE LOGROÑO: LAS BRUJAS DE ZUGARRAMURDI
El proceso de las brujas de Logroño ha sido considerado como uno
de los más importantes de su época.
Para unos fue objeto de grandes críticas, mientras que otros lo
consideran como unas medidas necesarias para reprimir el culto a la brujería.
Realmente no se puede enjuiciar con serenidad si no se tiene en cuenta el
«clima» existente en aquella época y cuyo conocimiento he señalado
anteriormente.
Menéndez y Pelayo, Llorente y Lea y otros investigadores
escribieron sobre este proceso.
Como antecedentes del proceso de Logroño, son de tener en cuenta
que la intervención de la Inquisición se produjo como consecuencia del terror y
pánico que se extendió en la región y especialmente en Zugarramurdi como parte
lindante con Labourd, comisionándose al inquisidor don Juan Valle Alvarado para
que realizara una información e inspección por tales lugares.
El inquisidor realizó un minucioso trabajo recogiendo
comentarios, denuncias y tomando en consideración el contenido de las mismas
quedaron inculpadas más de trescientas personas. Cuarenta de ellas, como más
sospechosas y culpables, fueron trasladadas a Logroño e internadas en prisión,
serían juzgadas en el conocido proceso de Logroño.
Julio Caro Baroja, en su libro de Las brujas y su
mundo, señala que, si la brujería vasca es conocida, es debido a la
fama del proceso de las brujas de Zugarramurdi, a las que dedica un capítulo, y
considera que la Inquisición de Logroño fue arrastrada a actuar por el celo de
la justicia secular, y por una ola de pánico de las que periódicamente
dominaban al país vasco, y que esta vez se extendió sobre la zona del extremo
noroeste de Navarra -y añade- que las autoridades civiles habían realizado ya
muchos arrestos e incluso habían ejecutado a varias personas cuando la Suprema
dio orden al Tribunal de Logroño para que realizara una inspección en aquella
zona.
Vicente Palacio Atard en su obra Razón de la
inquisición, justifica la intervención de la Santa Sede en el proceso
de Logroño, comenzando por generalizar que no fueron escasos en los siglos XVI
y XVII, los casos de hechicería en que la Inquisición estaba llamada a
intervenir, dadas las grandes proporciones en que había aumentado en el siglo
xv en Europa y considerando que la zona pirenaica occidental no se vio libre en
España de esa infección, y Navarra, las provincias Vascongadas y la Rioja daban
buen contingente de brujos. Se decían cosas horribles de ellos: que mataban
niños, que chupaban su sangre, que obligaban a ritos macabros. La Inquisición
nombró una comisión que emitió dictamen: en él se declaraba que los supuestos
asesinatos no estaban probados ni parecían probables; en cambio, era bien clara
la ignorancia de las gentes comunes, por lo que se recomendaba el envío de
predicadores, ya que sólo la ignorancia puede favorecer el clima de la brujería
y la superstición. Se dictaron instrucciones especiales: que se erigiese una
capilla allá donde las brujas se reunían para celebrar sus aquelarres; que a
las hechiceras se les tratara con indulgencia, reconciliándolas con penas leves
y castigos pecuniarios (azotes y destierros fueron los más frecuentes).
Vicente Palacio Atard calificará el proceso
de Logroño como «el único auto de fe importante debido a los delitos de brujería, magia y
superstición y que fue celebrado en Logroño en 1610, cuando se hubo descubierto
en la región guipuzcoana y en Navarra una amplia organización que se entregaba
a aquelarres obscenos, blasfemias y sacrilegios».
Moratín acusó duramente a los inquisidores que intervinieron en
el proceso de Logroño.
La figura de Leandro Fernández de Moratín siempre será exponente
de un teatro y poesía encuadrada en la retórica de un siglo de ideas nuevas que
marcan una línea entre el espíritu empírico y racionalista y las nuevas
tendencias iniciadas por los románticos alemanes.
Moratín, envuelto en su mundo racionalista de la anécdota
literaria pasará al tema de la brujería en sarcásticos y mordaces comentarios
al auto de fe celebrado en Logroño. Sus expresiones acusan una marcada
tendencia subjetiva y racionalista cuyo valor primordial residirá en su calidad
intrínseca.
Las pinturas negras de Goya son expresión de un mundo obsesivo
devorado por el terror y mirada hacia lo irreal. Ese mundo fantástico y
misterioso de la brujería lo plasmará en desgarradoras imágenes de fuertes y
negros matices que parecen iluminados por una linterna mágica. Contemplando sus
pinturas Aquelarre, Dos brujas volando, Cuatro brujas por los aires,
Conventículo campestre y Bruja comiendo en familia, acaso
nos tengamos que formular una pregunta sobre el significado de esos rostros
angustiosos en escenario alucinante. ¿Es que acaso no quiso ridiculizar unas
creencias en los motivos que dibujaba?
Parece un hecho acreditado que Goya tuvo una íntima amistad con
Moratín, a quien admiraba profundamente e incluso tenía una coincidencia de
ideas con las del comediógrafo.
¿Influyeron en la concepción de las pinturas de Goya los hechos
que habían motivado el auto de fe dictado en la ciudad de Logroño en 1610?
Eminentes tratadistas como Julio Caro Baroja -en su obra Las brujas y
su mundo- se inclinan por la respuesta afirmativa, y señala que
personalmente cree que la lectura de la relación del auto de fe de Logroño, que
criticó Moratín, gran amigo de Goya como es sabido, influyó de modo decisivo en
esas pinturas negras, en las que el movimiento juega un papel primordial.
Quizás
Goya, al finalizar su trabajo, contempló que sus manos habían reflejado una
satírica protesta que expresaba en unos rostros horribles y cuyas arrugas no
podían tener otro contenido que pergaminos que pasaban a la historia en un
camino en que la pesadilla daba paso a la victoria de la razón.
La relación publicada por Juan de Mongastón del auto de fe
contra los inculpados -que se reproduce en el capítulo siguiente- ha sido
fuente de estudios y polémicos comentarios. Los actos imputados a la secta
brujeril de Zugarramurdi que aparecen reseñados, se pueden considerar como
ordenada exposición de unos principios definidores de un delito de herejía
basados en creencias propias de la época.
Unos hechos nacidos en ocasiones por la tortura y otros por la
imaginación o mentes desequilibradas, no suponían que el juzgador admitiera la
realidad del hecho; pero sí, el acto cometido, que evidenciaba haberse
incurrido en el delito de herejía.
El proceso de Logroño tuvo una resonancia que excedió de los
límites de nuestras fronteras; historiadores e investigadores los han
estudiado, incluso en ambiente de exaltada polémica, como un auténtico suceso
histórico.
En los numerosos tratados, estudios e investigaciones el proceso
de Logroño será objeto de exhaustivo análisis e interesantes comentarios.
Caro Baroja en su obra Las brujas y su mundo, al
hablar de la estructura de la secta brujeril resalta que muy abundante es lo
que se ha impreso acerca de los brujos y brujas procesados a la par que De
Lancre hacía su represión en el de Labourd, al otro lado de la frontera, por
los inquisidores de Logroño; es decir, los que tenían sus juntas en
Zugarramurdi.
Los hechos que motivaron el proceso de la secta demoníaca de los
brujos de Zugarramurdi, mundialmente más conocido por «el proceso de las brujas
de Zugarramurdi», fue el siguiente...
Las actuaciones darán comienzo como consecuencia de la denuncia
de una joven... «y es que una bruja (cuyo nombre no se declaró más que era de
nacionalidad francesa y se había criado en Zugarramurdi), habiendo vuelto a
Francia con su padre, una mujer francesa, la persuadió a que fuere con ella a
un campo donde se holgaría mucho, industriándola en lo demás que había de
hacer, y dándole noticias de cómo había de renegar, y habiéndola convencido la
llevó al aquelarre, y puesta de rodillas en presencia del demonio y de otros
muchos brujos que la tenían rodeada, renegó de Dios, y no se pudo acabar con
ella que renegase de la Virgen María su Madre, aunque renegó de las demás
cosas, y recibió por dios y señor al demonio. ..que en año y medio que fue
bruja, hizo todas las cosas que hacían los demás brujos, siempre andaba con
recelo de parecerle que no podía ser dios aquel demonio...». Cayó enferma y
arrepentida «propuso de se confesar luego que pudiese ir a otro lugar que
estaba de allí media leguá..Y habiendo cumplido el sacerdote la dio muchos y
buenos consejos, y la consoló y animó, mandándola que muy de ordinario nombrase
el nombre de Jesús...». Arrepentida delatará a los brujos que había conocido...
Y resultarán inculpadas numerosas personas y entre ellas,
como figuras principales de la aluminante historia: Miguel de Goyburu, «rey de
los Brujos», su esposa Graciana de Barrenechea, «bruja y reina del aquelarre» y
sus hijas. Otros personajes importantes del proceso serán Martín Vizcar;
Juan de Echalar, brujo y ejecutor de las penas impuestas por el demonio; María
de Echaleco, bruja; María de Yurreteguía tendrá una activa intervención en la
inquietante historia, con las brujas María Chipia, vieja tullida y maestra de
novicios, y de María de Zozoya, que morirá en la hoguera.
Señalan las obras Logroño histórico, de F. G.
Gómez y Apuntes históricos de Logroño, editada por el Excmo.
Ayuntamiento, Sección Publicaciones, que como resultado de este proceso
tuvieron lugar autos de fe los días 7 y 8 de noviembre de 1610, y por su
carácter de general y, por ello, esperar afluencia de forasteros, se hicieron
aprovisionamientos abundantes de carne, pan y comestibles, se abarató el precio
del vino procurando se expendiese el de mejor calidad como previsión de
concurrencia de gentes y por coincidir los días con los de ferias.
Moratín, en sus sarcásticos comentarios al auto de fe de
Logroño, comentando la concurrencia de religiosos de los distintos monasterios
de la comarca, exclamará:
«Asueto y mula y holgura de tres
semanas; y engullir sin término y beber sin medida. i Y en Logroño! ».
Los procesados fueron condenados con rigor: «...cincuenta y tres
personas que fueron sacadas al Auto en esta forma: veintiún hombres y mujeres
que iban en forma y con insignias de penitentes, descubiertas las cabezas, sin
cinturón y con una vela de cera en las manos, y los seis de ellos con sogas a
la garganta, con lo cual se significa que habían de ser azotados. Luego seguían
unas veintiuna personas con sus sambenitos y grandes corozas con aspas de
reconciliados, que también llevaban sus velas en las manos, y algunas sogas a
la garganta. Luego iban cinco estatuas de personas difuntas con sambenitos relajados
y otros cinco ataúdes con los huesos de las personas que se significaban por
aquellas estatuas. Y las últimas iban seis personas con sambenito y corozas de
relajados, y cada una de las dichas cincuenta y tres personas entre dos
alguaciles de la Inquisición...».
Comenzó el Auto por un sermón que predicó el Prior del
Monasterio de los Dominicos, que es calificador del Santo Oficio, y aquel
primero día se leyeron las sentencias de las once personas que fueron relajadas
a la justicia seglar, que por ser tan largas y de cosas tan extraordinarias
ocuparon todo el día hasta que quería anochecer, que la dicha justicia seglar
se entregó de ellas, y las llevó a quemar, seis en persona, y las cinco
estatuas con sus huesos, por haber sido negativas, convencidas de que eran
brujas y habían cometido grandes maldades. Excepto una que se llamaba María de
Zozaya, que fue confidente, y su sentencia de las más notables y espantosas de
cuantas allí se leyeron. Y por haber sido maestra y haber hecho brujos a gran
multitud de personas, hombres y mujeres, niños y niñas, aunque fue confitente,
se mandó quemar por haber sido tan famosa maestra y dogmatizadora».
¿Cómo eran los juzgadores del Tribunal de la Inquisición de
Logroño?
Los que intervinieron en el proceso de Logroño fueron: don Juan
del Valle Alvarado, don Alonso Becerra Olguín y don Alonso de Salazar y Frías,
el ordinario del obispado y cuatro consultores, como se desprende de las
numerosas actuaciones inquisitoriales que concluirían con el famoso auto de fe
celebrado en Logroño.
¿Creyeron realmente los inquisidores del proceso de Logroño los
hechos relatados en el auto de fe de 1610?
¿Estaban convencidos de que las brujas y brujos habían incurrido
en los hechos, que en muchos casos eran confesos los propios condenados sometidos
a duros tormentos y castigos?
Entre el criterio de Salazar y los restantes inquisidores desde
el momento inicial se produjeron evidentes discrepancias, ya que frente al
criterio duro y riguroso de Alonso de Becerra y don Juan del Valle, que creen
ciegamente en la existencia de brujas y consideran deben ser castigadas de
forma rigurosa, existe una oposición por parte de Salazar y Frías, que no
admite su existencia y considera que son necesarias unas mayores pruebas, no
aceptando la mayoría de los hechos denunciados o dando escaso valor a las
declaraciones testificadas.
Considero que se encontraban en unos momentos en que juzgaban
una enfermedad propia de la época. Incluso la Inquisición española ha de
calificarse de tolerante en sus actuaciones, y prueba evidente es la libertad
de movimiento que gozaban los «iluminados» e incluso los aficionados a la magia
o ciencias ocultas.
Conocido es el hecho de que el inquisidor don Juan Valle
Alvarado fue comisionado para obtener una información sobre los hechos que se
decía se estaban produciendo en las montañas vasco-navarras y que tenían
atemorizada a la población. En su cometido recogió infinidad de denuncias que
fueron motivo del célebre proceso en Logroño de «las brujas de Zugarramurdi».
Es de admitir que lo que intentaban los inquisidores era la
supresión de la herejía; la brujería -fuera o no admitida por el juzgador- era
constitutiva de ese delito de herejía. Pretendían imponer unas normas
religiosas y morales con represión a conductas individuales o colectivas que
pudieran infringir los principios o instituciones establecidas. Intolerancia
religiosa en lo que consideraban cruzada de fe.
El ser denunciado de brujería no precisaba unas pruebas
latentes; resultaba suficiente que el denunciado tuviera hábitos de jurar,
blasfemar, mala fama o incluso una falta de normales facultades físicas,
proferir frases aludiendo al diablo. Incluso quien al ser interrogado mantiene
obstinadamente los ojos bajados o da muestras de temor: «el rostro y el ojo son
el espejo del alma».
En los momentos que intervenían los inquisidores actuantes en el
proceso de Logroño, existía un estado de ánimo latente de persecución de la
brujería en sus límites máximos. En el rigorismo sancionador se había olvidado
el canon episcopi (siglo IX) que precisamente era un mensaje denunciador y de
condena para aquellas personas que podrían ser calificadas de paganismo, al
admitir las brujas voladoras y nocturnas sometí das a la voluntad del diablo.
Recordemos que tres siglos después, el obispo de Chartres afirmaba
humanitariamente que era necesario no olvidar que a los que esto les sucede son
pobres mujeres o gentes simples y crédulas.
La brujería era un delito contra el poder político y religioso
estatuido. Momentos especialmente caracterizados por una intolerancia religiosa
-llámese católica o protestante-, extendida más allá de los límites de nuestra
frontera.
Julio Caro Baroja señala que el inquisidor Alonso de Salazar y
Frías, uno de los tres jueces que intervinieron en el proceso de 1610, después
de haber votado contra el criterio de los otros inquisidores, Alonso Becerra
Holguín y licenciado Juan Valle Alvarado, fue comisionado por la Suprema y
recorrió durante una temporada bastante larga los pueblos de la cuenca del río
Ezcurra, los del valle del Baztán, las cinco villas y otros situados en el
norte de Navarra, y a medida que fue observando los casos, su criterio fue
perfilándose más, hasta que llegó a dar como falsas la mayoría de las
actuaciones atribuidas a los brujos en aquel caso concreto, y en 31 de agosto
de 1614 la Suprema dictará una instrucción acerca de los asuntos de brujería,
en que se recogían casi todas las ideas de Salazar. Y en ese cambio de
mentalidad nos llevará Caro Baroja hacia su crítica del siglo XVIII del
capítulo 17 de su obra Las brujas y su mundo, con el acertado
título, que ya hemos comentado, de La época de las luces, tan
magistral como el de K. Baschwitz, que lo señalará como «victoria de la razón».
La figura y personalidad de Alonso de Salazar y Frías, en su
conjunción de ideas y temores -durante la decisión del proceso- contrasta con
la de don Juan del Valle Alvárado y Alfonso Becerra Holguín.
Holguín y Juan del Valle Alvarado, eran coincidentes en una idea
fija: la herejía es un delito y había que castigarla en su grado máximo; para
ellos no existían encrucijadas ni vacilaciones en la decisión que debían
adoptar. Lo importante era reprimir un mal. ¿y cuál era este mal? Cualquier
movimiento o creencias en contradicción contra conceptos e instituciones
religiosas establecidas: eran momentos de intolerancia religiosa.
A esta línea punitiva ceñían sus actos Holguín y del Valle;
poseían una inteligencia deductiva: magia, brujería y ciencias ocultas eran
peligrosas manifestaciones contra artículos de fe; su única preocupación es
servir lo que consideran intereses de la religión contra toda significación de
peligro; su temor se traducirá en la inflexibilidad y dureza de sus actos.
K. Baschwitz, en su obra Proces de Sorcellerie, estudiando
los procesos más célebres de la brujería, dedicará un capítulo al de Logroño y
señalará.
«Il est impossible d'eváluer le nombre des gens terrorisés qui
se réfugierent en Espagne pour échapper a de Lancre. Le chiffre dut en étre
assez élevé car une véritable phobie de sorcellerie éclata a Logroño, en
Navarra espagnole, aussitót apres leur arrivée ( 1609»>.
Mantiene el criterio que el Organismo Supremo de la Inquisición
española, compuesto de diez miembros, no había hasta aquellos momentos
prohibido totalmente los procesos de brujería, pero ejercía un control sobre
los diferentes casos sometidos a los tribunales. «Elle n'avait pas agréé Le
Marteau des maléfices (fanática obra de los inquisidores Sprenger et Kramer, en
la que invocaban los plenos poderes que le habían sido otorgados por una bula del
Papa Innocent VIII, y medidas que se debían adoptar para desenmascarar y
reducir a la nada a la brujería, considerada como miembro de una nueva secta
herética en Alemania).
¿Brujas y brujos cometían realmente los crímenes que se
confesaban? ¿Era necesario castigarlos?
Baschwitz considera que en la Suprema española no existía
una coincidencia plena, por lo que para llegar a resoluciones se precisaba
recurrir a la mayoría, y comenta las consideraciones, ya significadas en
diversos estudios, que incluso los inquisidores españoles estimaron más
recomendable enseñar a la población más capacitada para comprender que heladas
e intemperies estropean las cosechas sin intervención de las brujas que
formular acusaciones de muerte mágica sin pruebas rigurosas y controladas. En
el resto de Europa la confusión entre herejía y brujería constituía la base de
los procesos de brujería. La Suprema se sentirá desconcertada ante el súbito
brote de brujería surgido en Navarra con la llegada masiva de refugiados de
Francia y los jueces seculares de Logroño comenzaron su actuación antes de la
decisión de la propia Suprema.
Es indudable que Alonso Salazar y Frías merece una especial
atención; no existe duda que fue uno de los inquisidores del proceso de
Logroño, con una responsabilidad -moral y legal- de sus consecuencias, pero
otra realidad también es evidente: su disparidad de criterio con los otros
inquisidores del Tribunal. El hecho se había consumado pero el inquisidor
Alonso de Salazar- y Frías se había trazado un camino envuelto en principios
cristianos humanitarios que Caro Baroja lo calificará de «acción práctica». Por
la Suprema será designado para efectuar esas averiguaciones que hemos aludido,
y 420 personas serán minuciosamente interrogadas, y en sus declaraciones testigos
e incluso quienes se hallaban conceptuados como; brujos darán las más variadas
versiones. Salazar llegará a la conclusión de que no existen pruebas
suficientes, claras y concretas, que revelen la realidad de los hechos y que
tanto las denuncias como las acusaciones son producto de la imaginación. Las
contradicciones resultan evidentes y en muchas ocasiones la realidad de la
imposibilidad de realización del acto imputado.
A. Epat-Echebarne, en su obra Noticias y Viejos Textos
de la Lingua Navarrorun (editada en el año 1971 por la Sociedad
Guipuzcoana de Ediciones y Publicaciones de la Real Sociedad Vascongada de los
Amigos del País y de la Caja de Ahorros Municipal de San Sebastián), al
enjuiciar a los juzgadores del Proceso de Logroño dice:
«Entre los crédulos señores, de los procesos inquisitoriales,
que tantas calamidades organizaron, sin embargo, justo es destacar la figura
del inquisidor cordobés Alonso de Salazar y Frías (hombre de cabeza serena y de
corazón recto) que después de tomar declaración a sinfín de desgraciados, de
esa misma tierra del Bidasoa (que dicho sea de paso, no entendían el
castellano) escribía con valentía en 1612:
«Que la gente creía en los actos de brujería de que unos a otros
se acusaban, pero que se contradecían en todos los detalles que daban sobre
metamorfosis, maleficios, etc., de suerte que «no se podía» considerarlos como
«reales».
Y
añade Epat-Echebarne:
«Este criterio tan sensato no fue compartido por los demás
jueces y así se siguieron increíbles sanciones. Pero aún ganó a los nuestros en
credulidad el francés Pierre de Lancre, magistrado de Burdeos, que con ocasión
de los procesos de brujería del Labort, por el año 1609, mandó abrasar a tantos
desgraciados, la mayor parte mujeres».
En cambio Alonso de Salazar escribe
serenamente, que fueron examinados: «36 testigos para los nueve lugares de St.
Esteban, Iraiços, Çubieta, Sumbilla; Doña María, Arrayoz, Ciga, Vera y AIçate:
sin que de todos nueve «aquelarres» contestasen ni conformasen los testigos en
cosa «cierta ni concluyente» de las 8 preguntas que para ello se les hacía, si
no es en dos lugares». Es decir, que coincidieron sólo por casualidad».
Baschwitz ensalza la figura de Alonso de Salazar y Frías
sentando la afirmación de que su informe de más de cinco mil páginas representa
un trabajo digno de admiración, que guarda hoy un real valor científico.
Considera que la labor de Salazar fue imparcial en amplias averiguaciones ante
gentes afectadas por el delirio de la brujería y frecuentemente con el sentimiento
de una propia culpabilidad que les había vuelto locos; llevando en su labor al
jnterrogatorio de 1.812 brujos y brujas confesas y arrepentidas, y niños de
doce a catorce años. Ochenta y dos se vuelven contra sus anteriores
declaraciones y otros no lo hacen, no fiándose de la promesa de impunidad que
les había sido concedida durante el período en vigor del decreto de gracia.
También recoge el hecho -ya citado por distintos investigadores-
de cómo Salazar controlará pacientemente los datos relativos a los vuelos
nocturnos, aquelarres y relaciones carnales con el diablo. Jóvenes que le
hablarán de que deben asistir a un aquelarre en un lugar y hora determinada,
enviará Salazar a dos de sus secretarios, que atestiguarán que no se había
celebrado. Un grupo de jóvenes confesas de haber tenido relaciones carnales con
el diablo, serán objeto de un examen médico que determinará lo contrario. Los
ungüentos que las brujas decían ser recetas del diablo, fueron analizados por
farmacéuticos y revelándose que eran incapaces de producir el menor efecto y
Salazar terminará su trabajo señalando que no encontró ningún dato que pueda
deducir que el menor caso de brujería hubiera tenido efectivamente lugar.
En la obra Apuntes históricos de Logroño que
Tomás Moreno Garbayo señala que es una refundición actualizada de Logroño
Histórico, editada por el Servicio de Publicaciones del Excmo.
Ayuntamiento, se hará una narración de los hechos motivadores del proceso de
Logroño, considerando que este proceso, que no fue más importante que la
mayoría de los que se tramitaron, tuvo más celebridad por la circunstancia de
intervenir en su sustanciación un teólogo tan docto y tan equilibrado de juicio
como probó serIo don Pedro de Valencia. Las infamias que confesaron los
acusados le escandalizaron sin llegar a perturbar su razón, acertando a
distinguir entre lo que debía ser cierto y lo que era inadmisible, por lo que
en largo memorial dirigido al Cardenal Inquisidor General, arzobispo de Toledo,
don Bernardo Sandoval y Rojas, antes de dictar sentencia analizó las causas de
las fantasías, aberraciones y delirios de los unos y la maldad de los otros que
abrazaban la iniquidad por placer o por afán de dominio y de lucro; recuerda
las teorías de Andrés de Laguna, médico del Papa Julio III, y lo que ocurrió
con el culto a la diosa griega Rhea; siendo tantas y tan buenas sus razones
para probar que en las causas de hechicería necesitaba el Santo oficio de una
crítica especial, que aquel Inquisidor General dictó ciertas instrucciones
aconsejando a sus inferiores para lo sucesivo proceder con suma cautela contra
los llamados brujos.
No existe duda que los trabajos de Pedro de Valencia darán un
nuevo enfoque moral y legal a los hechos acaecidos en Logroño y sus discursos
constituirán un verdadero estudio en el tema dándole un enfoque dentro de la
realidad. Las juntas de Zugarramurdi no eran una fantasía, sino una evidente
realidad. ¿Cuál era la explicación lógica de los hechos figurados en el auto de
fe? Simplemente la celebración de gentes cegadas por el vicio y que «con deseo
de cometer fornicaciones, adulterios o sodomías hayan inventado aquellas juntas
y misterios de maldad en que alguno, el mayor bellaco, se finxa Sathanas y se
componga con aquellos y traxe horrible de obscenidad y suciedad que quentan».
Así lo significará Caro Baroja en su obra Las brujas y
su mundo y añadirá: «En consecuencia, los actos carnales no tendrían
nada de maravilloso, los viajes al aquelarre hechos «por sus pies», por cada
uno de los asistentes, las muertes provocadas por venenos y por la complicidad
fueron causa de que todo tome el mismo aspecto que tomaban los misterios de la
gentilidad, que se «cubrian con tinieblas y silenzio»». Concluye Caro Baroja,
que en este punto Pedro de Valencia recurre a su erudición de helenista y
compara el humilde aquelarre vasco con las bacanales, especialmente con las que
describe Eurípides, y no desecha tampoco Pedro de Valencia la posibilidad de
que alguno de los actos atribuidos a los brujos sean debidos a aberraciones
mentales, visiones producidas por la «melancholia» o el «morbum imaginosum»,
deseo de comer cosas repugnantes, y en cuanto al pacto con el demonio,
atribuirá todo a lo que se dice de reuniones, uniones carnales, banquetes,
etc., a visiones que les produce en un sueño muy denso que les provoca mediante
ungüentos, tóxicos y otras sustancias.
En
este estudio de Caro Baroja sobre las consecuencias teóricas y prácticas del
proceso de las brujas de Zugarramurdi y la acción teórica del humanista Pedro
de Valencia, analizará que dicho humanista también expone en sus discursos, en
último término, el modo de sentir común que había hecho condenar a los
procesados en Logroño y a tantos otros como reos de delitos que en todos y cada
uno de sus detalles eran reales y considera que este punto de vista es tanto
más peligroso cuanto que se combina de modo casuístico con la tesis de él, de
manera que aplicando unas veces un criterio y otras otro, los culpables pueden
acusar a los inocentes, o cabe llegar a otras situaciones extremas.
Florencio Idoate, en su obra La brujería navarra, al
comentar el auto de fe del proceso de Logroño admite que el auto resultó
cruento, aunque la justicia fue más dura todavía en la parte francesa, en manos
de Lancre -y resalta acertadamente Idoate- que Salazar, el inquisidor que da la
cara, examina después a 1.384 niños y niñas y 420 personas mayores, que
contestaron al cuestionario preparado y sus conclusiones serán desfavorables
para su compañeros de tribunal, a los que dejará en evidencia.
Manuel Rivas, en su artículo Brujas en la Rioja y
García del Moral en Glosas a un proceso célebre de la Inquisición de
Logroño del siglo XVI, también ensalzarán la figura humana y sencilla
del inquisidor Salazar.
Indudablemente que el informe de Salazar tuvo unas consecuencias
prácticas evidentes en las decisiones de la Suprema a partir de 1614, al
declarar que los tribunales locales de la Inquisición no gozarían ninguna
autonomía jurídica en materia de brujería, y de someterse en cada caso al
control de la Suprema.
K. Baschwitz, en su obra Procès de Sorcellerie, después
de estudiar el delirio de la brujería en el siglo XVI, con un recuerdo hacia el
doctor Wier, que tuvo repetidas consultas sobre personas poseídas del demonio,
habiéndoles introducido en el cuerpo puntas de hierro, agujas o alfileres, el
doctor sentará la siguiente conclusión:
«...des gens inexpérimentés ont attribue jusq'a present beaucoup
d'evenements au diable et a sa bande, en pensant qu'il s'agissait de faits
effectivement vecus alors que ce n'était qu'illusion, ensorcellement, mensonge,
tromperie et besogne diabolique».
Y concluirá su estudio resaltando los combates victoriosos
de Christian Thomasius, nacido en Leipzig en 1655, en su lucha contra los
procesos por brujería, y finalizando su obra con ese capítulo que
denominará La victoria de la razón, que no deja de ser
coincidente con la denominación que Julio Caro Baroja señala en el capítulo 17
de su obra Las brujas y su mundo, que dirá: «La época
de las luces al tratar de la corriente crítica en la primera mitad del
siglo XVIII, en la que recogerá en un interesante estudio el pensamiento de
Voltaire en su Diccionario filosófico, al escribir: «Es pena
grande que hoy no haya ya ni poseídos, ni magos, ni astrólogos, ni genios. No
puede concebirse lo que hace cien años suponían todos estos misterios como
recursos. Toda la nobleza vivía entonces en sus castillos. Las tardes de
invierno son largas y se hubiera muerto de aburrimiento sin estas nobles
diversiones. No existía castillo al que en días no determinados no volviese un
hada. ..El diablo torcía el cuello al mariscal Fabert. Cada aldea tenía su
brujo o su bruja, cada príncipe tenía su astrólogo; todas las damas se hacían
decir la buenaventura; los poseídos andaban campo traviesa; la cuestión era
saber quién había visto al diablo o quién lo había de ver...», y el Padre
Feijoo afirmará:
«Hubo en los tiempos y territorios en que reynó esta plaga,
mucha credulidad en los que recibían las informaciones, mucha necedad en los
delatores y testigos, mucha fatuidad en los mismos que eran tratados como
delinqüentes. Los delatores y los testigos eran, por lo común, gente rústica,
entre la cual, como se ve en todas partes, es comunísimo atribuir a la
hechicería mil cosas, que en ninguna manera exceden las facultades de la
Naturaleza o del Arte. El nimio ardor de los procedimientos y freqüencia de los
suplicios trastornaba el seso de muchos miserables, de modo que luego que se
veían acusados, buenamente creían que eran brujos o hechiceros y creían y
confesaban los hechos que les eran imputados, aunque enteramente falsos. Este
es efecto natural del demasiado terror, que desquicia el cerebro de ánimos muy
apocados. Algunos jueces eran poco menos crédulos que los delatores y
delatados. y si fuesen del mismo carácter los de hoy, hoy habría tantos
hechiceros como en otros tiempos».
Para Caro Baroja estas palabras encierran más verdad histórica
que las de Voltaire.
En el proceso de Logroño, se mezcló -como hemos repetido- el
ambiente propio de la época, con la rigidez de los inquisidores en el
cumplimiento de unas reglas. Se les podrá acusar de inflexibilidad, dureza e
intolerancia, pero no de creadores de la norma punitiva. Actuaban en represión
de actos que consideraban propulsores de un mal creciente: la herejía. y en
esta intervención, en ciertas ocasiones, franquearán unos límites vedados al
respeto y libertad humana. Así surgirán las voces de protesta.
Podríamos sintentizar la actuación del Tribunal de la
Inquisición de Logroño sentando como base que pretendieron dar un exacto
cumplimiento a unas reglas de fe, que aplicaron con un criterio riguroso.
¿Su mal? El propio de los procedimientos de la época; la
acusación y los pronunciamientos se basaban en unas declaraciones testificales,
de dudosa veracidad. Fue precisamente este extremo uno de los puntos en que fue
más combatida la Inquisición, a quien se atribuyó el hecho de haber fomentado
ese espíritu tan repudiable como es la delación.
En un código de equilibrios analíticos del proceso de Logroño,
las conclusiones resultarían difíciles y complejas, pues en los móviles
religiosos de persecución de la herejía, se conjugaban otros factores de índole
política conducentes a esa tendencia de unidad estatal iniciada por los Reyes
Católicos y simplificación del problema social creado por la diversidad de
confesiones en el seno de la comunidad.
Es innegable que los juzgadores del proceso de Logroño,
encubiertos en la capa de un puritanismo religioso mantuvieron actitudes
inflexibles en sus pronunciamientos; pero tampoco se puede olvidar que se
hallaban en momentos de una presión colectiva que les obliga al mantenimiento
de unas medidas de represión para evitar que a través de ciertas prácticas
-brujería, magia, ciencias ocultas, etc.- se pudieran socavar creencias y
tradiciones religiosas con ofensa a los preceptos cristianos.
¿Creyeron ciertamente en la existencia de esas brujas con los
fantásticos hechos reflejados en el auto de fe de 1610? La contestación sería
dudosa, aun exceptuando a Salazar; la herejía estaba considerada como grave
delito contra la Iglesia y la propia comunidad: luego era punible.
La dureza del castigo nunca será excusable, pero el tormento, la
muerte en la hoguera, las prisiones perpetuas, la confiscación de bienes, etc.,
etc., se prodigaban en los siglos XII, XIII y XIV. Recoge Vicente Palacio Atard
que el Concilio de 1179 admitía que los príncipes seculares atacaran la herejía
como perturbación del orden público, pero prohibía que los clérigos tomaran
parte en los castigos sangrientos. El Sínodo de 1184 confirmaba esta tendencia
y el Papa Lucio III mantuvo el criterio de que los obispos no solamente debían
admitir las denuncias sino que debían investigar los casos de herejía.
El mencionado comentarista cita que uno de los primeros en
legislar la pena de muerte contra los herejes fue el Conde Ramón V, de
Toulouse, a finales del siglo XII, y Pedro de Aragón, en 1197, que sentían los
efectos de las herejías albigenses. Federico II, en 1220, desencadenará en su
imperio una ofensiva exterminadora. Es interesante señalar que las partidas de
Alfonso X incluirán el máximo castigo en el derecho positivo de Castilla, cuya
misma línea seguirá en Francia el monarca Luis IX.
Como se puede deducir el Tribunal de la Inquisición de Logroño
seguía un patrón que resultaba universal: la caza de las brujas y hechiceras
como defensa de la fe.
No debemos olvidar que en tales momentos, incluso, tal represión
contaba con el apoyo de la opinión pública, que en muchas ocasiones recabó de
la autoridad civil y eclesiástica la adopción de medidas contra la brujería
influenciada sin duda por ese «ambiente» que denunciamos, que se mezclaba con
rumores e historias irreales nacidas de la incultura o mentes desequilibradas.
También debe tenerse en cuenta que la popular frase «caza de
brujas» obedecía a una persecución que debemos considerar iniciada en el año
1258 y que se extendería posteriormente por distintos países. No olvidemos que
en 1275 el obispo Hugo de Banyel no dudaría en condenar a una mujer que se
confesó bruja y tener relaciones carnales con el diablo, y los siglos XV y XVI
se pueden calificar en la persecución de la brujería como sus «épocas de oro»,
que tendrán su mejor exponente en la quema de 200 brujas del Cantón de Wallis.
Y resulta curioso resaltar que eminentes escritores
e ilustres teólogos -incluso Santo Tomás- se vieron influenciados por esas
ideas generalizadas en un ámbito extendido al protestantismo cuyo mejor reflejo
se plasmará en las frases de Lutero: «Yo creo que los diablos habitan en los
loros y en las cotorras, en los monos y en los macacos, para que ellos puedan
así imitar a los hombres».
¿Cómo sustraerse los inquisidores
logroñeses a pensamientos generalizados? El espíritu colectivo de represión se
definirá en las palabras de Boguet:
«El crimen de la brujería es un crimen
excepcional y por lo tanto debe ser juzgado excepcionalmente sin observar las
normas del derecho ni los procedimientos ordinarios».
Por diferentes motivos el proceso de Logroño tendrá una evidente
resonancia; pero sus actuaciones no difieren ni superan a las utilizadas en
otros procesos. Delación, tortura y triste final de muchos acusados en la
hoguera, no constituyen norma excepcional en la actuación de sus inquisidores.
El delirio de persecución definido en Le marteau des malétices tendrá
una evidente manifestación en el auto de fe de 1610; sin embargo, con la
intervención de Salazar sobre el ambiente polémico se infiltrará una semilla
que como suave laxante nos llevará hasta la humanitaria bula «Omnipotentis»
-1623- y brujas y hechiceros no serán entregados al brazo secular sino en los
supuestos casos de pacto con el diablo seguido de asesinato.
Podemos llegar a la conclusión, de que indudablemente el
Tribunal de la Inquisición de Logroño actuó con dureza, pero debe tenerse en
cuenta como atenuante que actuaban en el expresado «ambiente de época» en
medidas de represión tendentes a evitar que ciertas prácticas -la brujería con
sus invocaciones y adoración al diablo- pudieran socavar las tradiciones y
creencias religiosas basadas en los preceptos del cristianismo. Fue un olvido
de las reglas de derecho frente a los signos y espíritus del mal.
Quedará como uno de tantos misterios sin descifrar, el hecho si verdaderamente
se creyó por los juzgadores la existencia de las propias brujas -considero que
la contestación no sería afirmativa en la mayoría de los casos, y la actuación
del inquisidor Salazar es el mejor exponente-; lo que sí resulta evidente es
que castigaban unos hechos contrarios a dogmas y principios religiosos
establecidos; en este enjuiciamiento lógicamente resultaban sancionables
personas inculpadas de pertenecer a aquel otro mundo diabólico y fantasioso que
debía ser reprimido. Y ese mundo era el del sabbat con sus fiestas nocturnas convocadas por el extraño sonido
de un cuerno utilizado por el diablo, que lo escucharán en cualquier parte en
que se encuentren. Y allí acudirán en sus viajes aéreos sobre el palo de la
escoba, emitiendo infernales cantos con voz metálica y estridente.
Esos dos mundos se dibujan en el auto de fe de Logroño; el del
puritanismo religioso en actitudes inflexibles contra la brujería, como
simbolización y encarnación del mal, con sus poderes maléficos: «La brujería es
el culto a satán...». «La brujería provocará tormentas, destruirá cosechas y
arrasará los campos». Crímenes y locuras serán imputables a la brujería...
También es de tener en cuenta, que quizás, las verdaderas raíces
que motivaban la represión de los juzgadores, habría que buscarlas en una
defensa contra corrientes reformistas que encubrían móviles no solamente
religiosos, sino igualmente de orden político con el que se hallaba
identificada la Iglesia.
La Iglesia y la política se hallaban identificadas en barreras
mutuas de defensa: iluminados, magia y ciencias ocultas, brujería, eran
manifestación o movimientos reformistas en oposición a las ideologías de la
tradición cristiana, católica o protestante imperante en una Europa sumida en
guerras y desolaciones.
El proceso de Logroño tuvo, como anteriormente hemos señalado,
una evidente resonancia; pero insistimos no fue una excepción, sino uno de
tantos casos de una psicosis colectiva de «autodefensa» propia que tuvo su
apogeo en los siglos XIlI al XV.
¿Qué nos queda hoy del proceso de
Logroño? ¿Acaso un mensaje de reflexión?
En cualquier caso, el hombre se inclina misteriosamente al
conocimiento de su pasado, sin el cual no podría existir nuestro presente en
cambiante ruta hacia lo desconocido...
Con las víctimas del proceso de Logroño había surgido un mensaje
de meditación: la conciencia religiosa de Alonso de Salazar y Frías lo había
difundido como semilla de fe proclamando unas verdades en desafío a su propia
presencia en aquel auto de fe celebrado en la ciudad de Logroño, los días 6 y 7
de noviembre de 1610, que comenzó...
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http://www.vallenajerilla.com/berceo/gildelrio/zugarramurdi.htm
A
U T O D
E F E
CELEBRADO EN LA CIUDAD DE LOGROÑO
en los días 6 y 7 de noviembre de l6l0
Relación de las personas que salieron al Auto de Fe que los señores don
Alonso Becerra Holguin, del hábito de Alcántara, licenciado Juan Valle
Alvarado, y licenciado Alonso de Salazar y Frias, inquisidores apostólicos del
reino de Navarra y su distrito, celebraron en la ciudad de Logroño en 7 y 8
dias del mes de noviembre de l6l0 años, y de las cosas y delitos por que fueron
castigadas.
Aprobación
Por comision del señor doctor Vergara
de Porres, chantre y catedrático de la colegial de la ciudad de Logroño,
vicario por el señor obispo de Calahorra: yo fray Gaspar de Palencia, guardián
del convento de San Francisco de la dicha ciudad de Logroño, y consultor del
santo Oficio, ví y examiné una relacion de los procesos y sentencias que se
relataron en el Auto que celebraron los señores inquisidores en la dicha ciudad
en 7 y 8 dias del mes de noviembre de l6l0 años, y hallo ser toda muy conforme
á lo que se relató en dicho Auto, y ninguna cosa de la dicha sumaria relacion
es contra nuestra santa fe católica y buenas costumbres cristianas antes muy
verdadera, y necesario que venga á noticia de todos los fieles para desengaño
de los engaños de Satanás. Fecha en San Francisco de Logroño en 6 de enero de
l6ll. Fray Gaspar de Palencia.
Licencia
Nos el doctor Vergara de Porres, chantre y canónigo de la colegial de Nuestra
Señora de la Redonda de esta ciudad de Logroño, y vicario en todo este
arciprestazgo de la dicha ciudad por don Pedro Manso, obispo de Calahorra y la
Calzada, del consejo del rey nuestro señor etc. Por las presentes y su tenor
damos licencia á Juan de Mongaston, impresor, vecino de esta dicha ciudad, para
que pueda imprimir esta sumaria relacion del Auto de Fe que se ha celebrado en
esta dicha ciudad en 7 y 8 dias del mes de noviembre del año de l6l0, sin
incurrir en pena ni censura alguna; atento á no haber en ella cosa contra
nuestra santa fe católica y buenas costumbres.
Dada en Logroño, á 7 de enero de l6ll años. El doctor Vergara de Porres. Por su
mandato, Cristóbal de Enciso, notario.
Juan de Mongaston, impresor, al lector
Esta relacion ha llegado á mis manos, y por ser tan sustancial, y que en breves
razones comprende con gran verdad y puntualidad los puntos y cosas mas
esenciales que se refirieron en las sentencias de los reconciliados y
condenados por la demoniaca secta de los brujos, he querido imprimirla, para
que todos en general y en particular puedan tener noticia de las grandes
maldades que se cometen en ella, y les sirva de advertencia para el cuidado con
que todo cristiano ha de velar sobre su casa y familia.
Impresa con licencia en la muy noble y muy leal ciudad de Logroño, en este año
de l6ll años.
A U
T O
Este Auto de la Fe es de las cosas
mas notables que se han visto en muchos años, porque á él concurrió gran
multitud de gente de todas partes de España y de otros reinos; y sábado 6 dias
del mes de noviembre se comenzó el Auto con una muy lucida y devotísima
procesion, en que iban, lo primero, siguiendo un rico pendon de la cofradía del
santo Oficio, hasta mil familiares, comisarios y notarios de él, muy lucidos y
bien puestos, todos con sus pendientes de oro y cruces en los pechos. Después
iba gran multitud de religiosos de las órdenes de Santo Domingo, San Francisco,
la Merced, la Santísima Trinidad y la Compañía de Jesus, de los cuales hay
conventos en la dicha ciudad; y para ver el dicho Auto, de todos los
monasterios de la comarca había acudido tanta multitud de religiosos, que vino
á ser tan célebre y devota esta procesion como jamás se ha visto. Al cabo de
ella iba la Santa Cruz verde, insignia de la Inquisicion, que la llevaba en
hombros el guardián de San Francisco, que es calificador del santo Oficio, y
delante iba la música de cantores y ministriles, y cerraban la procesion dos
dignidades de la Iglesia colegial y el alguacil del santo Oficio con su vara, y
otros comisarios y personas graves, ministros del santo Oficio, que todos en
muy buen órden llevaron á plantar la Santa Cruz en lo mas alto de un gran
cadalso de ochenta y cuatro piés en largo y otros tantos en ancho, que estaba
prevenido para el Auto, y con vistosos faroles y familiares de guarda estuvo
toda la noche, hasta que el dia siguiente, luego que amaneció, salieron de la
Inquisición. Lo primero, cincuenta y tres personas que fueron sacadas al Auto
en esta forma: Veinte y un hombres y mujeres que iban en forma y con insignias
de penitentes, descubiertas las cabezas, sin cinto y con una vela de cera en
las manos, y los seis de ellos con sogas á la garganta, con lo cual se
significa que habian de ser azotados. Luego se seguian otras veinte y una
personas con sus sambenitos y grandes corozas con aspas de reconciliados, que
también llevaban sus velas en las manos, y algunos sogas á la garganta. Luego
iban cinco estatuas de personas difuntas con sambenitos de relajados, y otros
cinco ataudes con los huesos de las personas que se significaban por aquellas
estatuas. y las últimas iban seis personas con sambenito y corozas de
relajados, y cada una de las dichas cincuenta y tres personas entre dos alguaciles
de la Inquisicion, con tan buen órden y lucidos trajes los de los penitentes,
que era cosa muy de ver. Tras ellos iba, entre cuatro secretarios de la
Inquisicion en muy lucidos caballos, una acémila, que en un cofre guarnecido de
terciopelo llevaba las sentencias; y en lo último iban á caballo los señores
inquisidores doctor Alonso Becerra Holguin, licenciado Juan de Valle Alvarado,
y licenciado Alonso Salazar y Frias, llevando en medio al mas antiguo,
acompañados del estado eclesiástico al lado derecho, y de la justicia y
regimiento al lado izquierdo, y un poco delante iba en medio de la procesion el
doctor Isidoro de San Vicente con el estandarte de la Fe, puestos en muy buen
orden, que representaba todo grande autoridad y gravedad.
Llegados al cadalso los penitentes, fueron
puestos en unas gradas muy altas que estaban en él, por bajo de la Santa Cruz:
las once personas que habian de ser relajadas, que eran cinco hombres y seis
mujeres, en la más alta grada, y luego los reconciliados, y en lo mas bajo los
que habian de ser penitenciados. Y de la otra parte del tablado, enfrente, se
subia por once gradas al sitial donde se pusieron los señores inquisidores,
teniendo el estado eclesiástico á la mano diestra, y la ciudad y caballeros á
la siniestra; y en lo mas alto de la grada primera se sentó el fiscal del santo
Oficio con el estandarte y los consultores y calificadores, y los religiosos y
eclesiásticos, se acomodaron en dichas gradas, que cabrian hasta mil personas.
Todo lo restante del tablado estaba lleno de caballeros y personas principales,
y en medio se levantaba un púlpito cuadrado en que se ponian los penitentes
cuando se les leian las sentencias por los secretarios del santo Oficio, que
para leerlas se subían en otros dos púlpitos que estaban en partes cómodas del
tablado.
Comenzóse el Auto por un sermon que predicó el
prior del monasterio de los Dominicos, que es calificador del santo Oficio, y
aquel primero dia se leyeron las sentencias de las once personas que fueron
relajadas á la justicia seglar, que por ser tan largas y de cosas tan
estraordinarias ocuparon todo el dia hasta que queria anochecer , que la dicha
justicia seglar se entregó de ellas, y las llevó a quemar, seis en personas y
las cinco estatuas con sus huesos, por haber sido negativas, convencidas de que
eran brujas y habian cometido grandes maldades. Escepto una que se llamaba
María de Zozaya, que fué confitente, y su sentencia de las más notables y
espantosas de cuantas allí se leyeron y por haber sido maestra y haber hecho
brujos á gran multitud de personas, hombres y mujeres, niños y niñas, aunque
fué confitente, se mandó quemar por haber sido tan famosa maestra y
dogmatizadora.
El lunes siguiente, cuando amaneció, estaban ya
puestos en el cadalso todos los demás penitentes, y debajo de su dosel los
señores inquisidores con el estado eclesiástico y ciudad, y todo lo demás
dispuesto en la forma que estuvo el dia atrasado, y se volvió á proseguir el
Auto por un sermon que predicó el provincial de la órden de San Francisco, que
es también calificador del santo Oficio. Y luego comenzaron á leer las
sentencias de dos famosos embusteros, que fingiendo ser ministros del santo
Oficio, habian cometido grandes maldades. Uno de ellos fué desterrado de todo
el distrito de la Inquisición, y el otro que pagase y restituyese gran cantidad
de dinero que habia estafado con embustes y maldades que cometió socolor del
santo Oficio; diéronsele doscientos azotes, y fué desterrado perpetuamente de
todo el distrito de la Inquisicion, y los cinco años á las galeras, á remo y
sin sueldo. Otros seis fueron castigados por blasfemos con diversas penas.
Otros ocho, por diversas proposiciones heréticas, fueron castigados con
abjuracion de levi, destierro y otros castigos, conforme á la gravedad de sus
delitos. Otros seis, cristianos nuevos de judíos, los cuatro de ellos porque
guardaban los sábados, y en ellos se ponían camisas y cuellos limpios y mejores
vestidos, y hacian otras ceremonias de la ley de Moysén, abjuraron de levi con
destierro y otras penitencias; y otro porque habia cantado diversas veces este
cantar:
Si es venido, no es venido,
El Mesías prometido,
Que no es venido.
y por otras proposiciones erróneas que habia dicho, fué castigado con la misma
pena. El otro, por haber sido judío judaizante por tiempo de veinte y cinco
años, y haber pedido misericordia con lágrimas y demostración de
arrependimiento, fué admitido á reconciliacion con sambenito y cárcel, en la
casa de la penitencia del santo Oficio. Un moro, que confesó haberlo sido con
apostasía, fué reconciliado con sambenito y cárcel perpetúa. Otro, por haber
sido luterano, creyendo y teniendo proposiciones de la secta de Lutero, fué
también reconciliado con sambenito y cárcel perpetua, y se le dieron cien
azotes. Las diez y ocho personas restantes fueron reconciliadas por haber sido
toda su vida de la secta de los brujos, buenas confitentes, y que con lágrimas
habian pedido misericordia, y que querian volverse á la fe de los cristianos.
Leyéronse en sus sentencias cosas tan horrendas y espantosas, cuales nunca se
han visto; y fué tanto lo que hubo que relatar, que ocupó todo el dia dende que
amaneció hasta que llegó la noche, que los señores inquisidores fueron mandando
cercenar muchas de las relaciones, porque se pudiesen acabar en aquel dia. Con
todas las dichas personas se usó de mucha misericordia, llevando consideracion
mucho mas al arrepentimiento de sus culpas que á la gravedad de sus delitos y
al tiempo en que comenzaron á confesar; agrávandoles el castigo á los que confesaban
mas tarde, segun la rebeldía que cada cual habia tenido en sus confesiones.
Acabado el Auto al punto que anochecia, las veinte y una personas que habian de
ser reconciliadas fueron llevadas á las gradas de la parte donde estaba el
dosel y tribunal del santo Oficio, y puestos de rodillas en la grada mas alta,
se hizo un solemnísimo y devotisimo acto, con que fueron recibidas á
reconciliacion, y absueltas de la escomunion en que estaban por el señor doctor
Alonso Becerra y Holguin, inquisidor mas antiguo; y esto se hizo con tan grande
gravedad y autoridad, que toda la multitud de gente estaba admirada y suspensa
con la grande devocion. Y luego que se acabó el dicho solemne acto, el dicho
señor inquisidor mas antiguo quitó el sambenito á una de las brujas, que se
llamaba María de Yurreteguia, diciendo que se le quitaba porque fuese ejemplo á
todos la misericordia que con ella se usaba por el dolor con que habia sido
buena confitente, y el ánimo con que había perseverado en se defender de las
grandes molestias que los brujos la habian hecho para la volver á reducir á su
secta y bandera; lo que causó tan gran devocion y piedad en todos, que no
cesaban de dar mil bendiciones y alabanzas á Dios y al santo Oficio, con que se
acabó aquel solemne acto. Y el chantre de la iglesia colegial llevó sobre sus
hombros la Santa Cruz á la iglesia con mucho acompañamiento y música, que iban
cantando el Te Deum laudamus tras todos los penitentes, que
acompañados de familiares fueron vueltos á la Inquisicion, y el estado eclesiástico
y la ciudad volvieron también acompañando á los señores inquisidores; y se
acabó todo buen rato después de haber anochecido.
Y
porque se tenga noticia de las grandes maldades que se cometen en la secta de
los brujos, pondré también una breve relacion de algunas de las cosas mas
notables que apuntamos algunos curiosos, que con cuidado las íbamos escribiendo
en el tablado, y son las siguientes:
El demonio, para propagar esta abominable y maldita secta, se aprovecha de los
brujos más antiguos y más ancianos, que con mucho cuidado se ocupan en ser
maestros y enseñadores de ella. Y á los que persuaden que sean brujos no los
pueden llevar al aquelarre (que con este nombre llaman á sus ayuntamientos y
conventiculos, y en el vascuence suena tanto como decir prado del
Cabron; porque el demonio, que tienen por dios y señor en cada uno de los
aquelarres muy ordinario se les aparece en ellos én figura de cabron), sin que
primero consientan en que serán brujos, y siendo de edad de discrecion prometan
que harán el remego. Y habiendo consentido y prometidolo así, en una de las
noches que hay aquelarre, va la persona maestra que le ha enseñado y convencido
á que sea brujo, á su cama ó parte donde está durmiendo ó despierto, como dos ó
tres horas antes de media noche, y habiéndole primero despertado si duerme, le
unta con una agua verdinegra y hedionda las manos, sienes, pechos, partes
vergonzosas y plantas de los pies, y luego le lleva consigo por el aire,
sacándolos por las puertas ó ventanas que les abre el demonio, ó por otro
cualquier agujero ó resquicio de la puerta, y con grande velocidad y presteza
llegan al aquelarre y campo diputado para sus juntas, donde lo primero presenta
al brujo novicio al demonio, que está sentado en una silla, que unas veces
parece de oro, y otras de madera negra, con gran trono, majestad y gravedad, y
con un rostro muy triste, feo y airado (que por entonces se representa en
figura de hombre negro con una corona de cuernos pequeños y tres de ellos son
muy grandes, y como si fuesen de cabron, los dos tiene en el colodrillo y el
otro en la frente, con que da luz y alumbra á todos los que están en el
aquelarre, y la claridad es mayor que la que da la luna, y mucho menos que la
que da el sol, y la que basta para que todas las cosas se vean y conozcan); los
ojos tiene redondos, grandes, muy abiertos, encendidos y espantosos; la barba
como de cabra, el cuerpo y talle como entre hombre y cabron, las manos y piés
con dedos como de persona; mas de que son todos iguales, aguzados acia las
puntas con uñas rapantes, y las manos corvas como ave de rapiña, y los piés
como si fuesen de ganso. Y tiene la voz espantosa, desentonada, y cuando habla,
suena como un mulo cuando rozna; mas de que la voz es baja y las palabras que
habla son mal pronunciadas, que no se dejan entender claramente, y siempre
habla con una voz triste, ronca, aunque con muy grande novedad y arrogancia, y
su semblante es muy melancólico, y parece que siempre está enojado y cuando la
bruja maestra le presenta el novicio le dice: Señor, este os traigo y
presento; y el demonio se le muestra agradecido, y dice que le tratará
bien, para que con aquel vengan muchos mas y luego le mandan hincar de rodillas
en presencia del demonio, y que reniegue en la forma y de las cosas que la
bruja su maestra le lleva industriado, y diciéndole el demonio las palabras con
que ha de renegar, las va repitiendo, y reniega lo primero de Dios, de la
Virgen Santa María, su madre, de todos los santos y santas, del bautismo y
confirmación y de ambas las crismas, y de sus padrinos y padres, de la fe y de
todos los cristianos, y recibe por su dios y señor al demonio; el cual le dice
que de alli adelante no ha de tener por su dios y señor al de los cristianos
sino á él que es el verdadero dios y señor que le ha de salvar y llevar al
paraiso y luego le recibe por su dios y señor, y le adora besándole la mano
izquierda, en la boca y en los pechos, encima del corazón y en las partes
vergonzosas, y luego se revuelve sobre el lado izquierdo, y levanta la cola
(que es como la que tienen los asnos) , y descubre aquellas partes, que son muy
feas y las tiene siempre sucias y muy hediondas, y le besa también en ellas
debajo de la cola. Y luego el demonio tiende la mano izquierda, y bajándosela
por la cabeza acia el hombro izquierdo ó en otras diferentes partes del cuerpo
(según que á él le parece), le hace una marca, hincándole una de sus uñas, con
que le hace una herida, y saca sangre, que recoge en algun paño ó en alguna
vasija, y el novicio siente de la herida muy gran dolor, que le dura por mas de
un mes, y la marca y señal por toda la vida; y después en la niñeta de los ojos
con una cosa caliente, como si fuese de oro, le marca (sin dolor) un sapillo,
que sirve de señal con que se conocen los brujos unos á otros. Y luego el
demonio da á la maestra ciertas monedas de plata en precio y compra de aquel
esclavo y un sapo vestido, que es un demonio en aquella figura, para que sirva
como ángel de guarda al brujo novicio que ha renegado. Y es cosa notable que
por la mayor parte las monedas se desaparecen, que la bruja maestra no tiene
provecho en ellas, mayormente si no las gastan dentro de veinte y cuatro horas después
que las reciben. Y el sapo siempre persevera en poder de los brujos, teniéndole
y sustentándole la maestra mucho tiempo, hasta que el demonio se lo manda
entregar al brujo novicio. También es cosa notable que la marca que el demonio
les hace, es de tal condición, que con ella les amortigua la parte por donde
entra la uña del demonio; de manera que aunque por ella les metan una aguja ó
alfiler, no sienten dolor ninguno. Y en la sentencia de Joanes de Echalar,
herrero, se refirió que habiendo declarado que la marca se la habia puesto el
demonio en la boca del estómago, los señores inquisidores le mandaron mirar, y
hallando la señal, hicieron que por ella le metiesen un alfiler, y apretaron
tanto, hasta que el afiler se quedó hincado y derecho, diciendo siempre que no
sentia cosa ninguna y poniéndosele sobre otra cualquier parte de su cuerpo,
luego se quejaba y sentía mucho dolor.
Acabado de hacer el reniego, el demonio y demás
brujos ancianos que están presentes advierten al novicio que no ha de nombrar
el nombre de Jesús ni de la Virgen Santa María, ni se ha de persignar ni
santiguar, y luego le mandan que se vaya á holgar y bailar con los demás brujos
alrededor de unos fuegos fingidos que allí el demonio les presenta, y les dice
que aquellos son los fuegos del infierno, y que entren y salgan por ellos, y
verán como no queman ni dan pena ninguna; y que así pues no hay mas pena que
aquella en el infierno, que se huelguen y hayan placer, y no teman de hacer
cuanto mal pudieren; pues los fuegos del infierno no queman ni hacen mal
ninguno: con que se animan á cometer todo género de maldades, y se huelgan y
entretienen bailando y danzando al son de tamborino y flauta, que en el
aquelarre de Zugarramurdi (del cual eran casi todos los dichos brujos) le tañía
uno que se llamaba Joanes de Goyburu, y á son de atambor, que le tañía otro que
se llama Juan de Sansin, ambos primos, que fueron sacados al Auto, y
reconciliados por haber sido buenos confitentes; y duran en las dichas danzas y
bailes, haciendo fiesta al demonio (que les está mirando) , hasta que es hora
de cantar el gallo, después de media noche, que se vuelven todos á sus casas
acompañados de sus sapos vestidos, y se deshace la junta porque no pueden estar
mas en ella, y en muy breve tiempo llegan á sus casas. Y el dicho Juan de
Goyburu, algunas noches que venia al aquelarre desde otro lugar que estaba dos
leguas de Zugarramurdi, confiesa que cuando se volvia á él, si llegaba la hora
de cantar el gallo, su sapo vestido se le desaparecia y dejaba en el camino, y
le proseguia á pié hasta su casa, porque no podia ir mas por el aire.
Los que se hacen brujos antes que lleguen á edad
de discrecion no reniegan, sino tan solamente los presentan al demonio,
untándolos y llevándoselos al aquelarre, porque no quiere que renleguen hasta
que lleguen á edad de discrecion, en que puedan discernir y entender cómo
mediante el reniego se apartan de Dios y de la fe de los cristianos, y reciben
por su dios y señor al demonio. Y es caso notable y de gran maravilla el suceso
que dió principio á descubrirse estas maldades y secta de brujos en el lugar de
Zugarramurdi, segun que se refirió en la sentencia de María de Yurreteguia, y
es que una bruja (cuyo nombre no se declaró, mas de que era de nacion francesa
y se habia criado en Zugarramurdi), habiendo vuelto á Francia con su padre, una
mujer francesa la persuadió á que fuese con ella á un campo donde se holgaria
mucho, industriándola en lo demás que habia de hacer, y dándola noticia de cómo
habia de renegar , y habiéndola convencido la llevó al aquelarre, y puesta de
rodillas en presencia del demonio y de otros muchos brujos que la tenian
rodeada, renegó de Dios, y no se pudo acabar con ella que renegase de la Virgen
Santa Maria su Madre, aunque renegó de las demás cosas, y recibió por su dios y
señor ál demonio, por lo cual todos los brujos la tomaron sobre ojos, y la persegulan
temiéndose de que los habia de descubrir por no haberse querido allanar á
renegar de nuestra Señora. De lo cual resultó que en año y medio que fué bruja
(aunque hizo todas las cosas que hacian todos los demás brujos) siempre andaba
con recelo de parecerle que no podia ser dios aquel demonio á quien adoraban, y
le daba algun deseo de dejar aquella vida, y llegado el tiempo de la cuaresma,
en que se habia de confesar, se determinó de no confesar aquellos pecados que
cometia como bruja, por la vergüenza que de ello tenía, y porque todos los
brujos la maltrataban y traían amenazada, diciendo que la habían de matar si
los descubría; y habiéndose confesado, al tiempo que fué a recibir el santísimo
Sacramento, como no vió la forma consagrada que el sacerdote le dió, comenzó a
estar muy confusa y pensar que por haberse hecho bruja y haberse apartado de la
santa fe, no la merecia ver, y considerando también cómo, por mas diligencias
que hacia cuando oía misa, no podia ver la hostia que el sacerdote alzaba (como
la via antes que fuese bruja, sino que en su lugar via una como nube negra que
llevaba el sacerdote entre las manos), comenzó á estar mucho mas confusa.
Porque es cosa asentada y confesada por todos los brujos, que desde el punto
que lo comienzar á ser, dejan luego de ver el santtísimo Sacramento del altar. Fue
siempre por ello recibiendo mucho dolor y pena, y siempre con mas congoja,
pensaba en el mal que habia hecho en se apartar de la fe de los cristianos, y
tanto le apretó este pensamfento y congoja, que cayó enferma y lo estuvo siete
semanas, hasta llegar á punto de muerte, y propuso de se confesar luego que
pudiese ir á otro lugar que estaba de allí media legua, donde estaba un
sacerdote, hombre docto. Y habiéndolo cumplido, el sacerdote la dió muchos y
buenos consejos y la consoló y animó, mandándola que muy de ordinario nombrase
el nombre de Jesus, y dilató el darla la absolución hasta que tuvo órden para
ello del obispo de Bayona; y se confirmó mucho en su santo propósito, porque
luego que se confesó y propuso salir de aquella mala sec ta, comenzó á ver la
hostia consagrada como la via antes que se hiciera bruja.
Libre
ya la dicha moza de aquella maldita secta, nunca mas los brujos la
persiguieron; y sucedió que volviendo al lugar de Zugarramurdi, donde se habia
criado, dijo como alli habia aquelarre y junta de brujos, y que ella habia ido
á él dos ó tres veces, y visto cómo eran brujos ciertas personas, y entre ellas
la dicha María de Yurreteguia; y habiendo venido esto á noticia de Estéban de
Navalcorea, su marido, él y sus deudos le pidieron sobre ello recuesta, y ella
con grandes voces y enojo afirmaba que no era bruja, y que era gran maldad y
falso testimonio que le levantaba la dicha francesa, y con grandes clamores
pedia al marido venganza contra ella, por lo cual se determinaron en volver á
hablar á la dicha francesa y asegurarse mas de lo que ella decia, la cual
respondió que la pusiesen en presencia de ella y la convenceria y haria
confesar la verdad y como era bruja, y habiéndola llevado á su casa, puesta en
su presencia, le dijo muchas razones y cosas que habian pasado en el aquelarre,
y la dicha María de Yurreteguia se defendia jurando y afirmando lo contrario, y
tanto le supo decir la francesa, que todos se persuadieron á creer que era
verdad, y apretaban á la dicha María de Yurreteguia á que confesase, y viéndose
atajada y convencida, le sobrevino un sudor y grande congoja, y cayó sentada
con un desmayo, y daba á entender que en la garganta tenia un grande
impedimento que la estorbaba para que no pudiese decir la verdad. Y habiendo
vuelto en sí con un gran suspiro que dió, echó por la boca un aliento de muy
mal olor, y luego confesó cómo era verdad todo lo que la francesa decia, y que
ella habia sido bruja desde muy niña por enseñanza de María Chipia, su tía y
hermana de su madre (que también fué sacada al Auto y reconciliada) , y dijo y
confesó muchas cosas que habia hecho siendo bruja, por lo cual la llevaron al
vicario de Zugarramurdi para que la confesase. Y habiéndola confesado le dió
por consejo que pidiese perdón á sus vecinos de los males que les habia hecho,
y publicamente confesó como era bruja, y les pidió perdon. Y confiesa que luego
comenzó á ver la hostia consagrada en las misas que oia y que nunca hasta
entonces la habia visto, porque conmenzó á ser bruja desde muy pequeña.
Sintiendo el demonio los grandes daños que de esta confesion le habian de
resultar, consultó con sus brujos el grande sentimiento que tenia porque aquella
se habia salido de su bandera y luego comenzaron á la perseguir y á ir de noche
á su casa para la sacar y la llevar al aquelarre, poniéndola miedos y amenazas
si no iba. Y en una noche de aquelarre, estando el demonio y todos sus brujos
con él, les dijo el grande sentimiento que tenia, y que eran menester que
fuesen todos á sacar de su casa á la dicha María de Yurreteguia para la llevar
al aquelarre. Y poniéndolos á todos en distintas figuras de perros, gatos,
puercos y cabras, y á Graciana de Barrenechea (que era reina del aquelarre) en
figura de yegua, se fueron á la casa de María de Yurreteguia, que era de su
suegro, y habiendo entrado en la huerta de ella (dejando todos los brujos mozos
en la dicha huerta) , el demonio se apartó con los brujos mas ancianos, y
volviendo á consultar el modo que habia de tener para sacalla de su casa y
llevar al aquelarre, entraron en la casa por las puertas y las ventanas,
abriéndoselas el demonio; y hallaron que la dicha María de Yurreteguia estaba
en la cocina de la casa rodeada de mucha gente que aquella noche habia
convocado para que la acompañasen y guardasen, por el miedo que tenian todos
los de la casa de los males que las noches antes la habian hecho, y porque ella
les dijo que aquella era noche de aquelarre é irian á la maltratar. Y el
demonio y Miguel de Goyburu, rey del aquelarre, y otros brujos, se pusieron
detrás de un escaño, y por cima dél sacaban las cabezas para mirar dónde estaba
y qué hacia la dicha María de Yurreteguia, y para la llamar haciéndole señas
que fuese con ellos. Y María Chipia, su maestra y tia, y otra hermana suya, se
pusieron en lo alto del humero, y desde allí la llamaban con la mano,
haciéndola señas para que se quisiese ir con ellos, y la amenazaban poniendo el
dedo en la frente, jurándola que se la habia de pagar si no se iba con ellos, y
ella se defendia dando voces y señalando dónde estaban los brujos; mas los que
estaban alli no los podian ver, porque el demonio los habia encantado y
echádoles unas sombras para no los pudiesen ver sino la dicha María de
Yurreteguia, la cual á voces decia: «dejadme, traidores, no me persigais mas,
que harto he ya seguido al diablo.» Y viendo lo mucho que la apretaban para que
se fuese con ellos, quitándose un rosario que tenia al cuello, levantó la cruz
dél en alto diciendo: «dejad me, dejad me, que no quiero servir mas al demonio;
a ésta quiero y esta me ha de defender»; y santiguándose y nombrando el nombre
de Jesus y de la Virgen María, se desaparecieron y fueron todos haciendo un
gran ruido en lo alto de la casa y en el tejado. Y habiéndose vuelto con mucha
tristeza adonde estaban los demás brujos, el demonio con gran despecho se daba
unos grandes golpes con la mano izquierda en los pechos, para mostrar la grande
pena y dolor que tenia por no haber podido reducir á su bandera á la dicha
María. Y por vengarse de ella le arrancaron las berzas de la huerta, y le
rompieron y destrozaron muchos piés de manzanos, y luego se fueron á un molino
que tenia arrendado el suegro de la dicha María de Yurreteguia, y para mas se
vengar de ella, le desbarataron rompiendo y quebrando el rodezno, y
desencasaron el husillo y le echaron en el agua, y la piedra de moler la
desencasaron y echaron á una parte del molino, y después el demonio; y otro
mucho número de demonios (que allí se aparecieron, y todos los brujos)
levantaron en alto todo el molino, que estaba puesto sobre cuatro pilares, y lo
llevaron á lo alto de un cerro qué estaba allí junto, donde lo tuvieron un rato
con mucho regocijo y risa por ver que habian llevado entera toda aquella
máquina, y porque las brujas mas viejas (como trabajaban tanto para lo llevar)
iban diciendo: .aquí mozas y en casa »viejas»; y después volvieron todo el
molino entero como lo llevaron, y los demonios lo pusieron y concertaron como
estaba, dejando roto el rodezno y el husillo en el agua, y la piedra molar á un
lado. Como la habían puesto, se fueron con mucho sentimiento y despecho por no
haber podido volver á su bandera á la dicha ,María de Yurreteguia, y el dia
siguiente se hallaron hechos todos los dichos daños, y llevaron oficiales que
aderezaron y repararon el molino.
Porque
esta María de Yurreteguia dió principio en la dicha forma á que se descubriese
esta seta y complicidad, y perseveró siempre en sus confesiones, resistiendo
con mucho ánimo al demonio y á los demás brujos que pretendian reducirla á su
gremio, se usó con ella de tan grande misericordia, que se le dió licencia para
que pudiese volver á su tierra, para que fuese ejemplo á todos los demás brujos
de la misericordia que con ella se usaba por ser buena confitente.
Cuando
los maestros pretenden hacer brujos á los que han ya llegado á edad de
discrecion, primero se lo dicen, y si resisten y no quieren consentir en que
serán brujos, no los pueden llevar al aquelarre; mas si consienten, los llevan
en la forma dicha. Y para hacer brujos los que han llegado á edad de discrecion
(si tienen de cinco ó seis años arriba), les ganan primero el consentimiento dándoles
algunas manzanas, nueces ó golosinas, y diciéndoles que si quieren ir á una
parte donde se holgarán mucho con otros niños; y á los que resisten no los
llevan contra su voluntad, y á los que son pequeños que no pueden prestar
consentimiento, sin darles ni decirles cosa ninguna, los pueden sacar de sus
camas y llevarlos, si sus padres ó las personas que los acostaron no los
persignaron ó santiguaron, ó les echaron agua bendita, ó pusieron algunas
reliquias, que á los tales (aunque les pueden hacer algunos males) no pueden
sacarlos de su casa y llevarlos al aquelarre. Y los brujos que no han llegado á
edad de discreción para renegar, y los brujos novicios que han ya renegado,
siempre están debajo del amparo y tutela de sus maestros que los hicieron brujos;
y no fian de ellos sus secretos y mayores maldades porque no los descubran. Y
en los aquelarres los ocupan en guardar una gran manada de sapos, que los
brujos (en compañía del demonio) recogen por los campos para hacer dellos
veneno y ponzoñas; dándoles para que los guarden unas varillas, y
advirtiéndoles que los traten con mucho respeto y veneración, y á los que así
no lo hacen los castigan cruelmente. Y porque María de Yurreteguia á un sapo
que se apartó de la manada le volvió á ella careándole con el pié, y no con la
varilla que para ello la habian dado, se lo acriminaron por un gran delito, y
la castigaron dándole muchos azotes y pellizcos, de que le duraron los
cardenales algunos dias. Y todos estos brujos menores no pueden ir al aquelarre
sino es en compañía de sus maestras, que todas las noches de aquelarre van por
ellos á sus casas, y los untan y llevan, y tienen cuidado de volvellos á sus
camas. Y los que son renegados tienen en su poder los sapos vestidos, y los
sustentan y alimentan hasta tanto que están ya muy aprovechados en maldades, y
entonces los admite á la dignidad de poder hacer ponzoñas echándoles para el
ello su bendición, que siempre el demonio comienza todas las cosas que hace de
consideracion con ella. Y el dicho Miguel de Goyburu y otros muchos de los
dichos brujos refieren que la echa en esta manera: Levanta la mano izquierda
hasta la frente, los dedos acia arriba, y entrecerrada la mano, y luego con
gran presteza revuelve los dedos abajo, y juntamente el brazo y' mano hasta la llegar
por bajo de la cintura, y luego la va revolviendo acia arriba, haciendo con
ella unos círculos alrededor, como cuando se devana al reves. Y á los que son
admitidos á esta dignidad, luego el demonio les entrega los sapos vestidos que
dejó á sus maestras cuando renegaron, y de allí adelante salen de la sujecion
de sus maestras; sustentan y alimentan sus sapos, y se untan, y van por sí al
aquelarre sin que tengan necesidad de padrinos, y son admitidos á mayores
secretos y maldades, que no se comunican á los brujos menores.
Estos sapos vestidos son demonios en figura de
sapo, que acompañan y asisten á los brujos para los inducir y ayudar á que
cometan siempre mayores maldades; están vestidos de paño ó de terciopelo de
diferentes colores, ajustado al cuerpo con sola una abertura, que se cierra por
lo bajo de la barriga, con un capirote como á manera de capillo, y nunca se les
rompe, y siempre permanece en un mesmo ser; y los sapos tienen la cabeza
levantada, y la cara del demonio, del mesmo talle y figura que la tiene el que
es señor del aquelarre y al cuello traen cascabeles y otros dijes. Hanlos de
sustentar, y les dan de comer y beber, pan, vino y de las demás cosas que tienen
para su sustento; y lo comen llevándolo con sus manos á la boca, y si no se lo
dan, se lo piden diciendo: «nuestro amo, poco me regalais, dad me de comer». Y
muchas y diversas veces hablan y comunican con ellos sus cosas, y el demonio
les toma estrecha cuenta del cuidado que tienen en regalarlos, y los castiga y
reprende gravemente cuando se han descuidado en regalarlos y darles de comer. Y
Beltrana Fargue refiere que daba el pecho á su sapo, y que algunas veces dende
el suelo se alargaba y estendia hasta buscar y tomarla el pecho, y otras veces
en figura de muchacho se la ponía en los brazos para que ella se lo diese. Y
los sapos tienen cuidado de despertar á sus amos, y avisarles cuando es tiempo
de ir al aquelarre; y el demonio se los da como por ángeles de guarda, para que
los sirvan y acompañen, animen y soliciten á cometer todo género de maldades, y
saquen del los el agua con que se untan para ir al aquelarre, y á destruir los
campos y frutos, y á matar y á hacer mal á las personas y ganados, y para hacer
los polvos y ponzoñas con que hacen los dichos daños.
Esta
agua la sacan en esta manera: después que han dado de comer al sapo, con unas
varillas le azotan, y él se va enconando é hinchando, y el demonio, que se
halla presente, les va diciendo: «dadle mas», y les dice que cesen cuando le
han dado cuanto es menester, y luego le aprietan con el pie contra el suelo, ó
con las manos, y después el sapo se va acomodando, levantándose sobre las manos
ó sobre los piés, y vomita por la boca ó por las partes traseras una agua
verdinegra muy hedionda en una barreña que para ello le ponen, la cual recogen
y guardan en una olla. Y siempre que han de ir á los aquelarres (que son tres
dias de todas las semanas, lunes, miércoles y viernes, después de las nueve de
la noche) se untan con la dicha agua la cara, manos, pechos, partes vergonzosas
y plantas de los piés, diciendo: «señor, en tu nombre me unto; de aqui adelante
yo he de ser una mesma contigo, yo he de ser demonio, y no quiero tener nada
con Dios». Y María de Zozaya añade que decia ciertas palabras en vascuence, que
quiere decir aquí y allí. Y su sapo vestido (que está presente
cuando se untan, y tiene cuidado de los avisar cuando es hora para que vayan)
los va guiando y saca de las casas por las puertas ó ventanas, ó resquicios de
las puertas, ó por otros agujeros muy pequeños que el demonio les abre para que
puedan salir, aunque los brujos piensan y les parece que se hacen muy pequeños.
Y asi Maria de Yurreteguia se quejaba y decía á María Chipia, su tia, que para
qué la achicaba y ponia tan chiquita, y le respondia que qué se le daba á ella
por eso, pues después la alargaba y volvia á poner en su estatura. Y lo mas
ordinario, se van por el aire, llevando á su lado izquierdo sus sapos vestidos,
aunque otras veces se van por su pié, y los sapos van delante saltando, y muy
en breve llegan al aquelarre, donde está el demonio con horrenda y muy
espantosa figura. Y Graciana de Barrenechea, reina del aquelarre, dice que es
de un gravísimo y malísimo olor. Y puestas de rodillas en su presencia, le
adoran en la dicha forma y besan en las dichas partes; y luego se mezclan en
sus bailes, danzas y corros; y á los que dejan de acudir á los aquelarres
(aunque sea por precisa ocupacion ó por grave enfermedad) los azotan y castigan
grave y cruelmente la primera vez que después vuelven al aquelarre ó lo hacen
yendo á sus casas para ello en las propias noches que dejaron de ir. Y á Juana
de Telechea confiesan (y ella declara) que la azotaron y maltrataron
grandemente la noche de San Juan del año próximo pasado, sin mas ocasion de que
habiendo sido elegido su marido por rey de los moros (á usanza de aquella
tierra) para se holgar y festejar la fiesta de San Juan en competencia de otro
rey, que también eligen, de los cristianos, como era reina, tuvo ocupacion
legitima para no ir aquella noche al aquelarre. Y por esto la azotaron tan
cruelmente, de manera que tuvo que fingir y dar á entender estaba con mal de
corazon, para que su marido no viniese á imaginar y saber los malos
tratamientos que le habian hecho (estando con ella acostado en la cama), todo lo
cual hicieron aquella misma noche, sin que el dicho marido lo pudiese
sentir porque primero le echaron sueño para que no pudiese
despertar; y en todo el dia estuvo tan mala, que fué necesario publicar (para
encubrir la causa de los azotes) estaba con grave enfermedad de corazon. Y
refieren otros grandes castigos que se han hecho á muchas personas brujas por
no acudir con mucha puntualidad á los aquelarres y juntas.
Después que los brujos salen de sus juntas ó aquelarres, no osan hablar ni
poner en plática las cosas que pasan en ellos, aunque estén juntos en sus casas
ó en partes muy secretas, por el gran miedo y respeto que tienen al demonio,
que después por ello los manda azotar muy cruelmente. Y Joanes de Echalar,
brujo reconciliado, confiesa (concordando con otros muchos que lo declaran dél)
que era verdugo en el aquelarre. Y que estaba por su cargo azotar á los
muchachos que parlaban las cosas que pasaban en él, y descubrian que eran
brujos, y á todos los demás que el demonio le mandaba. Y los azotaba con unos
manojos de mimbres retorcidos, ó con unos espinos muy ásperos, que se los
metian por la carne y salia sangre, y que lo mas ordinario el demonio sacaba
luego (de su oficina y botica que tiene de ungüentos, aguas y polvos) un
botecito de barro colorado, en que tenia un ungüento con que luego que untaba á
los azotados se les mitigaba el dolor, y se les quitaban los cardenales; aunque
otras veces se iban con ellos. Y llevaban en sus carnes metidas las puntas de
los espinos, y que diversas veces vió á los azotados que al sol con unos
alfileres se las estaban sacando. Y María Juanito refiere, que habiendo muchos
niños declarado en la vila de Vera, donde vivian, como tres noches cada semana
los llevaban al aquelarre las maestras que los habían hecho brujos, por ello en
el aquelarre los castigaron y azotaron cruelmente. Y viendo los padres sus
malos tratamientos, y que los niños se consumian y temblaban con los dolores,
acudieron al vicario de la iglesia para que les diese remedio, y se
determinaron á se los llevar á dormir á su casa, y en una sala grande de ella
pusieron sus camas á mas de cuarenta niños donde también dormia el dicho
vicario. Y antes de se acostar por el manual de la Iglesia los bendecia y
conjuraba echándoles agua bendita, por lo cual no los podían sacar de casa. Y
que aquella noche por órden del demonio hacian sus juntas muy cerca de la casa
del dicho vicario; é iban todas las noches á ver si los podrian sacar entrando
por las puertas de la calle, aunque estaban cerradas. y por la ventana haciendo
ruido para poner miedo á los que estaban en casa, y que habian tenido grandes
carcajadas de risa y entretenimiento por ver el cuidado y diligencia grande con
que el vicario andaba con unas sobrepelliz y estola, y un libro en la una mano
y en la otra un hisopo echando agua bendita y conjurando á todos los muchachos;
y que más de treinta de los brujos se subieron á lo alto del tejado, y allí
hicieron mucho ruido y quebraron muchas tejas, porque por la dicha razon no
pudieron sacar los dichos niños. Y que dos noches que el vicario se descuidó en
los conjurar, entendiendo que estaban ya seguros, le echaron sueño que no pudo
despertar, y le sacaron los niños y llevaron al aquelarre, y los azotaron
cruelmente porque habian parlado; y que el dia siguiente estuvieron todos muy
malos de los malos tratamientos. Y estando un dia en la escuela pasaron por
junto á ella dos de las brujas que los llevaron al dicho aquelarre, y salieron
todos los muchachos (con grandes voces y á pedradas tras ellas) diciendo que
aquellas eran las que los habian azotado, y que decian la verdad. Y las
hubieran muerto si no se hubieran encerrado en su casa. Y todo estaba
verificado y comprobado segun que ella lo confesó.
Demás de los bailes, se huelgan
cuando están en el aquelarre saliendo á espantar y hacer mal á los pasajeros en
figuras diferentes para que no puedan ser conocidos; que el demonio (al
parecer) los trasforma en aquellas figuras y apariencias, y en las de puercos,
cabras y ovejas, yeguas y otros animales, segun que es mas á propósito para sus
intentos. Y en la dicha forma confiesan todos que salieron á espantar a Martin
de Amayur, molinero, una noche que iba desde Zugarramurdi á su molino, y él se
defendió con un palo que llevaba, y alcanzó un golpe á María Presoná, que se
llegó muy cerca, y cuando le recibió dió un gran grito, y estuvo muy mala por
algunos dias; y el dicho molinero, del grande espanto que tuvo, en llegando al
molino cayó desmayado, y refiere todo el suceso. Y todas las brujas confitentes
declaran que consolando á la dicha María Presoná por el mal que habia recibido
del golpe del palo, le decian que ella se tenia la culpa por se haber llegado
tan cerca. Y que en la mesma forma salieron al camino á tres hombres que
nombraron, vecinos de Zugarramurdi, que se volvian á sus casas después de haber
dejado su ganado en el campo; y haciendo mucho ruido entre unos castaños en las
hojas secas dellos que estaban ya en el suelo, los espantaron; y resolviendo
con sus espadas desenvainadas en las manos sobre los dichos brujos, que estaban
en figuras de gatos y perros y otras formas de animales, se fueron retirando
hasta meterse en una laguna; y así dichas personas no osaron pasar adelante, y
se volvieron retirando, y con grande furia corrieron hasta llegar á sus casas;
y el espanto que tomaron les duró por muchos dias, de que llegaron á estar muy
malos. Y refieren otros muchos males y burlas que hicieron en la dicha forma; y
como el demonio en el aquelarre les decia las personas que no acostumbraban á
echar la bendición á la mesa cuando comian y cenaban, y no daban las gracias á
Dios después de comer, para que fuesen á sus casas á les hacer males y daños; y
que el demonio les iba alumbrando y les abria las puertas, y echando sueño á
las personas que estaban en la casa, danzaban y bailaban en ella, quebraban
platos, y hacian otros daños y males semejantes.
Mientras que están en el aquelarre no pueden nombrar el santo nombre de Jesus,
ni de la Virgen santa María, su madre, sino es para renegar, ni pueden
persignarse ni santiguarse; y de ello los advierten luego que son admitidos á
la secta de los brujos; y si algunas veces se descuidan y los nombran, les
suceden muy grandes daños, y al punto se deshacen los aquelarres, y castigan
gravemente á las personas que los nombraron. Y María de Iriarte y Joanes de
Goyburu refieren que estando una noche bailando en el aquelarre de Zugarramurdi
vino á él una moza francesa (del aquelarre de Trapaza, reino de Francia) , que
era grande bailadora, y en el baile daba unos saltos tan altos como son altos
los tejados, y una castañetas que sonaban mucho á maravilla, y con la mucha
admiracion que de ello recibió la dicha María de Iriarte, dijo: ¡Jesus,
qué es esto! y al punto todo se desapareció, quedándose ella sola y á
oscuras, por lo cual fué después gravemente castigada. Y que habiendo salido
una noche á espantar á dos hombres que venian de dejar su ganado en el campo,
los fueron acosando y persiguiendo gran rato, hasta que con el grande espanto
que recibieron, á voces llamaban el nombre de Jesus, con que no pudieron mas
seguirlos, aunque del espanto cayeron y estuvieron enfermos mucho tiempo. Y el
dicho Miguel de Goyburu refiere que habiendo ido el demonio y los brujos de
Zugarramurdi á visitar al demonio y brujos de otro aquelarre, Estebanía de
Telechea, bruja reconciliada, viendo la grande multitud de brujos que habia en
él (que eran mas de quinientos), maravilláda de ver tanta gente, nombró el
nombre de Jesus, y con grande ruido en un instante se hundió y desapareció
todo, y se volvieron á sus casas, que no pudieron estar mas en el aquelarre. Y
que habiendo tenido mucho deseo de ser brujo un marinero de Ezcayn, dijo á
María de Ezcayn, vecina de dicho lugar, que era bruja, que le enseñase á ser
brujo, y le daria un sayuelo el mas galán que se hubiese puesto en su vida. Y
habiéndole ella prometido que le haria brujo, le llevó al aquelarre que hay en
el dicho lugar (untándole primero con el agua que se untan), y cuando le
presentó ante el señor, y él vió que era tan feo, y que le besaban debajo de la
cola, admirándose de ver aquello, dijo á la dicha María: ¿este es
vuestro señor? y santiguándose, dijo: Jesus; y que luego al punto todo
se hundió y desapareció con mayor furia y presteza que vuelan los pájaros y las
palomas y el marinero se quedó á oscuras en el sitio donde estaban, sin que
supiese de sí, y fue menester que la dicha María volviese después por él para
le llevar por su pié á casa. Y muchos de los brujos confitentes refieren que
una noche el demonio les dijo como venian seis navios por la mar, y que era
menester que fuesen á causar tempestad y destruirlos. Y habiendo ido acia San
Juan de Luz, entraron como dos leguas por la mar adentro, y luego toparon con
los navíos. El demonio con gran ligereza dió un salto acia atrás; y revolviéndose
sobre la mano izquierda, la levantó en alto, y echó su bendicion diciendo con
una voz gorda y ronca: aire, aire, aire; y luego al punto se
levantó una temerosa tempestad y unos furiosos aires, contrarios los unos de
los otros, que llevaban los navíos á que se encontrasen para se hacer pedazos;
con que luego levantaron grandes clamores los que venian en ellos, arremetiendo
unos á las velas y otros al leme, y no pudiendo resistir á la tempestad,
levantaron un gran clamor invocando el nombre de Jesus, y uno levantó una cruz
en alto de un navío, con que no pudieron mas detenerse, y con grande ímpetu y
estruendo huyeron, y se volvieron á sus casas. Y el dicho Joanes de Echalar
refiere que la primera noche que del aquelarre le llevaron por el aire á destruir
los frutos y panes, los brujos levantaron un gran ruido, mayor que si cuarenta
de á caballo corrieran juntos, y mas espantoso que cuando truena, y admirado de
aquello nombró el nombre de Jesus, y al punto se desapareció todo, y él cayó en
tierra, y quedándose á oscuras en el campo, como atónito, pasado un rato oyó
que daba el reloj, conque entendió estaba cerca del lugar , y á gatas como pudo
se fué allá donde oyó que sonaba la campana; y habiendo llegado á casa, cayó
desmayado, y estuvo malo del espanto muchos días, y después le azotaron, y
castigaron gravemente. Y María de Echale refiere que habiéndola llevado la
reina Graciana de Barrenechea por el aire un dia después de comer á un campo
donde estaba una cueva, y pasado un rato vió que la dicha Graciana y Estebanía
de Telechea salieron de la cueva llevando en medio y abrazado al demonio en muy
espantosa figura, y que todos tres iban acia donde ellla estaba, de que con el
espanto que tuvo nombró el nombre de Jesus, y luego al punto se desaparecieron.
Y quedando ella sola reconoció como estaba en el prado Berroscoberro, donde
acostumbraban á hacer sus juntas, y por su pié se volvió al lugar, que estaba
cerca. Y refieren otras muchas cosas y sucesos notables que han visto por
haberse nombrado el santo nombre de Jesus; y que es tan espantoso para el
demonio y todos los brujos, que tiemblan siempre que le oyen nombrar, y pierden
la fuerza, de manera que no pueden ejecutar los males que pretenden hacer, ni
detenerse en la parte que le nombran.
En las
vísperas de ciertas fiestas principales del año, que son las tres Pascuas, las
noches de los Reyes, de la Ascension, Corpus Christi, Todos Santos, la
Purificacion, Asuncion y Natividad de nuestra Señora, y la noche de San Juan
Bautista, se juntan en el aquelarre á hacer solemne adoración al demonio, y
todos se confiesan con él, y se acusan por pecados de las veces que han entrado
en la iglesia, misas que han oído, y de todo lo demás que han hecho como
cristianos, y de los males que pudiendo han dejado de hacer. Y el demonio los
reprende gravemente por ello, y les dice que no han de hacer cosa ninguna de
cristianos. Y entre tanto los criados del demonio (que son otros demonios del
mismo talle y figura que el del aquelarre, aunque más pequeños, y de ordinario son
seis ó siete, y cuando son menester se aparecen allí muchos en gran cantidad)
ponen un altar con un paño negro, viejo, feo y deslucido, por dosel, y en el
unas imágenes de figuras del demonio, cáliz, hostia, misal y vinajeras, y unas
vestiduras como las que usan en la iglesia para decir misa; mas de que son
negras, feas y sucias, y el demonio se viste, ayudándole sus criados, y le
ofician su misa cantando con unas voces bajas, roncas y desentonadas, y él la
canta por un libro como misal, que parece de piedra, y les predica un sermon,
en que les dice que no sean vanagloriosos en pretender otro dios, sino á él,
que los ha de salvar y llevar al paraiso; y aunque en esta vida pasarán
trabajos y necesidad, él les dará mucho descanso en la otra; que hagan á los cristianos
todo cuanto mal pudieren. Y luego prosigue su misa, y le hacen ofertorio,
sentándose para ello en una silla negra que allí ponen; y la bruja mas antigua
y preeminente (reina del aquelarre) se pone á su lado con un portapaz en la
mano, en que está pintada la figura del demonio, y en la otra mano una
vacinilla como las que usan en las iglesias con que piden para alumbrar los
santos, con una cadena como de oro al cuello, que en cada uno de los dichos
eslabones tiene esmaltada la figura del demonio, y todos los brujos, comenzando
por sus antigüedades y preeminencias, van á ofrecer cada uno por sí, haciendo
tres reverencias al demonio con el pié izquierdo hasta llegar á hincar las
rodillas en el suelo, y luego besan la figura del demonio en el portapaz, y
echan en la vacinilla el dinero que llevan para ofrecer, y unos ofrecen un sos,
que es media tarja, y otros tarja entera, y los mas ricos y poderosos ofrecen
un franco, que son tres reales, y cuando los echan en la vacinilla dicen: esto
por el honor del mundo y honra de la fiesta; y las mujeres también ofrecen
tortas de pan, huevos y otras cosas, que lo reciben los criados del demonio, y
luego se hincan de rodillas junto á él, y le besan la mano izquierda y los
pechos encima del corazón, y dos brujos que hacen el oficio de caudatarios le
alzan las faldas para que le besen en las partes vergonzosas, y revolviéndose
el demonio sobre la mano izquierda, le alzan la cola y descubren aquellas
partes que son muy sucias y hediondas, y al tiempo que le besan debajo de ella
tiene prevenida (que les da) una ventosidad de muy horrible olor, lo cual por
la mayor parte nace siempre que le besen en aquellas partes. Y hecha la ofrenda
prosigue su misa y alza una cosa redonda como si fuera de suela de zapato, en
que está pintada la figura del demonio, diciendo: este es mi cuerpo; y todos
los brujos puestos de rodillas le adoran dándose golpes en los pechos,
diciendo Aquerragoyti, Aquerrabeyti, que quiere decir: Cabron
arriba, Cabron abajo. Y lo mesmo hacen cuando alza el cáliz, que es como de
madera, negro y feo, y come la hostia y bebe lo que hay en el cáliz, y después
se ponen todos los brujos alrededor, y los va comulgando dándole á cada uno un
bocado negro (en que está pintada la figura del demonio) , que es muy áspero y
malo de tragar, y luego les da un trago de una bebida que es muy amarga, y en
tragándola les enfría mucho el corazon.
Luego
que el demonio acaba su misa, los conoce á todos, hombres y mujeres, carnal y
sométicamente, y la dicha Graciana de Barrenechea, reina, iba señalando las
brujas que habian de ir donde esta el demonio un poquito apartado para el dicho
efecto. Y Estebanía de Iriarte, su hija, era la que mas continuaba ir á los
dichos actos, y luego que la dicha su madre le hacia señal para que fuese,
Joanes de Goyburu, su marido (tañendo con el tamborino, y Joanes de Sansin con
el atambor), iban á la parte donde estaban las brujas, y la sacaban de entre
ellas, y la levalban á la parte donde estaba el demonio, que luego... la
conocia sométicamente, estándole haciendo el son el dicho su marido Joanes de
Sansin... Y luego que el demonio acaba de cometer las dichas maldades, y otras
muy abominables que se dejan de referir, los brujos se mezclan unos con otros,
hombres con mujeres, los hombres con hombres, sin consideración á grados ni á
parentescos; y el demonio los aparea y señala con cuáles se han de juntar en
forma de casamiento, diciéndoles: este es bueno para tí, y tú eres
buena para este; y en aquellos torpísimos actos se juntan en el aquelarre,
y fuera de él, con torpísimas y nefandas maldades, y en sus propias casas, y en
los campos, y en otras partes; de dia y de noche se les aparece el demonio en
espantosa figura... y á las mujeres... muy de ordinario se les va á las camas.
Y María de Zozaya refiere, que casi todas las noches le tenia en su cama; y le
abrazaba, trataba, hablaba y comunicaba en la misma forma que si fuera su
marido, sin haber mas diferencia que si fuera hombre, mas de que siempre, de
invierno y de verano, tenia las carnes frias, que aunque mas hacia no se las
podia calentar. Y estas mismas maldades hacen y ejercitan en todas las noches
siempre que van al aquelarre, y después muchas veces de dia, después de haber
comido; fingiendo que estan hilando, lavando los platos, ó en otros actos
semejantes, ó saliéndose á pasear acia el campo, el demonio los arrebata, y
llevándolos cubiertos con sus malas artes (de manera que aunque ellos ven á la
gente, no pueden ser vistos), van á cierta parte que tienen señalada para se
juntar y mezclar en actos torpes y deshonestos los unos con los otros, y con el
demonio. Y en sus casas de dia ni de noches no los echan menos aunque duermen
en una mesma cama, porque de noche el demonio echa sueño á los maridos ó á las mujeres
que no son brujos, de manera que no pueden despertar; y en el lugar que
desocupa el brujo, cuando van al aquelarre, se pone un demonio de su mismo
talle y figura, que está alli representando su persona hasta que vuelven, y
cuando vienen les dice las cosas que han sucedido mientras han estado ausentes.
Y la dicha María de Zozaya refiere que habiéndose ido una noche al aquelarre,
una vecina llamó á su puerta para pedir un pan prestado, y el demonio respondió
por ella que no le tenian, y cuando volvió del aquelarre se lo dijo. Y Marijuan
refiere que otra noche fueron á buscar á su casa para comprar unos huevos, y
también el demonio respondió por ella por la ventana, diciendo que no los tenía.
Y contándoselo cuando volvió del aquelarre, le respondió que bien se los
pudiera dar, que allí estaban en la cantarera. Y que siempre que había de ir al
aquelarre de dia, cerraba muy bien sus puertas por de dentro, y el demonio la
sacaba por la ventana, quedando otro demonio en casa, que respondia por ella. Y
aunque travesaba por cima de todo el lugar, y veia y conocia á todos los que
topaba ella por las malas artes del demonio, iba bien segura de que no la
viesen; y cuando volvia, el demonio le daba cuenta de todas las personas que la
habian buscado.
En la
noche de San Juan, después de acabada su misa y las ceremonias y dichas
maldades, va el demonio con todos los brujos á la iglesia, y abriéndoles las
puertas se queda él fuera, y los brujos hacen muchas ofensas y ultrajes á la
santa Cruz y á las imágenes de los santos.
Y Miguel de
Goyburu refiere que algunas veces en el año, él y las brujas mas ancianas
hacian al demonio una ofrenda que le era muy agradable, y para ello iban de
noche á las iglesias, y llevaban consigo cada uno una cestilla que tenia asa, y
desenterraban los cuerpos de los difuntos que ya estaban gastados, y de ellos
sacaban los huesos de los menudillos de los piés, las ternillas de las narices,
y todos aquellos huesecillos que hay alrededor, y los sesos hediondos (que
aunque se van consumiendo con la tierra, tardan mucho en se acabar de gastar),
y estas partes de los cuerpos de los difuntos (que son para el demonio bocados
muy sabrosos) las recogian en las cestillas, y volvian á cubrir las sepulturas
con la tierra, llevando consigo luz para ver á hacerlo, que declaran es muy
oscura, sin decir de qué sea. Y Joanes de Echalar refiere que cuando los brujos
van solos sin el demonio á ,hacer las dichas cosas, la luz que llevan es una
hacha hecha del brazo de un niño que haya muerto sin ser bautizado, todo
entero, y le encienden por la parte que están los dedos, y da luz como si fuera
de una hacha. Y que es de tal condición que los brujos ven con ella, y los que
no lo son no pueden ver los brujos; y habiendo recogido los dichos huesos en
sus cestillas, las meten colgándolas por el asa del brazo izquierdo, se van al
aquelarre, y puestos en presencia del demonio formando una higa con la mano del
brazo izquierdo, donde llevan pendiente la cesta, y llevándole tendido, hacen
una reverencia hasta hincar en el suelo la rodilla izquierda; y habiéndose
levantado andan un poco y hacen otra semejante reverencia, y acercándose mas
hacen otra tercera, y quedándose de rodolas tendido el brazo con la higa
formada, dicen: tome, señor, esto que le ofrezco. Y el demonio muestra
con ello mucho contento, y tiende la mano, y toma la cesta y la vacia en un
esporton grande como de esparto, que está junto á él, y que aquella higa llevan
formada para mayor infamia, y hacer mayor burla y mofa de los cristianos, cuyos
son aquellos huesos; y que el demonio los come con unos dientes que tiene muy
grandes y tan blancos como los suelen tener los negros, y los come feamente,
chascando como puerco. Y preguntado para qué come el demonio aquellos huesos,
dijo: que entendía que para los incitar y obligar á que también ellos los
comiesen. Y que les daba de ellos, y aunque estaban muy duros, los comian muy
bien, porque el demonio le daba gracia y fuerza para los poder mascar y comer;
y que cuando el demonio comia aquellos sesos hediondos, daba á entender que le
sabian mas bien, y con esto los obligaba á que también los comiesen, y á que le
rogasen les diese de ellos; y aunque eran tan asquerosos, los comian por darle
contento al demonio, que mostraba recibirlo.
Muchas
veces en el año, y siempre que los frutos y panes comienzan á florecer, hacen
polvos y ponzoñas, y para esto el demonio aparta á los que ha dado poder y
dignidad de hacer ponzoñas, y les dice el dia en que las han de hacer, y les
reparte los campos para que en cuadrillas vayan á buscar las sabandijas y cosas
de que se han de hacer las dichas ponzoñas; y el dia siguiente salen por la
mañana (llevando consigo azadas y costales) , y luego el demonio y sus criados
se les aparecen, y los van acompañando á los campos y partes mas lóbregas y
cavernosas, y buscan y sacan gran cantidad de sapos y culebras, lagartos y
lagartijas, limazos, caracoles y pedos de lobo (que son unas bolillas redondas
que nacen por los campos á manera de turmas de tierra, que apretándolas echan
de sí un humo de mucha cantidad de polvos pardos) ; y habiéndolos juntado en
sus costales, los traen á sus casas; y unas veces en el aquelarre y otras veces
en ellas (en compañía del demonio) forjan y hacen sus ponzoñas, echando primero
sobre todo su bendición el demonio, y comienzan á desollar los sapos,
mordiéndolos con sus bocas por las cabezas y apretando con los dientes cortan
el pellejo, del cual van tirando hasta que lo arrancan al redopejo, y le
entregan al demonio, estando los sapos sacudiéndose con el dolor y dándoles
golpes por los hocicos; y después los descuartizan, y todas las demás
sabandijas, mezclándolas en una olla con huesos y sesos de difuntos que sacan
de las iglesias, y con el agua verde y hedionda que tienen junta de la que han
sacado de los sapos vestidos, y todo lo cuecen hasta la conficionar en polvos;
reservando cierta parte con que mezclan mayor cantidad de la dicha agua y hacen
ungüentos ponzoñosos, que todos se los repa!lte el demonio, llevando cada uno á
su casa la parte que le cabe.
De estos
polvos o ponzoñas usan para destruir los frutos, matar ó hacer mal á las
personas ó á sus ganados y los que mas se aventajaban en hacer mayores maldades
son los mas privados y estimados del demonio, con que animosamente las
acometen.
Estando los panes ó frutos en flor, juntos todos los brujos en aquelarre, van
en compañía del demonio mudados en figuras de gatos, perros, puercos y otros
diferentes animales, hasta las heredades y partes donde pretenden destruir los
frutos (llevando el dicho Miguel de Goyburu la caldera del demonio, que es de
cuero, donde se ha recogido gran parte de los dichos polvos para el dicho
efecto), y comenzando primero el demonio con la mano izquierda va derramando
polvos acia atrás, revolviendo siempre sobre la mano izquierda, y diciendo con
una voz ronca y gorda: polvos, polvos, piérdase todo; o
piérdase la mitad, segun que quiere que se haga el daño. y todos los brujos
y brujas ancianas van derramándolos y diciendo: piérdase todo;
ó piérdase la mitad, y salvo sea lo mío; mas no por eso
son sus heredades de mejor condición que las demás. Y que por la mayor parte
derramada los dichos polvos cuando corre un aire que en vascuence llaman egoya,
que los intérpretes declaran quiere decir bochorno. Y que con los dichos polvos
es muy notable el daño que se sigue en los frutos, porque cuando los derraman
sobre los castaños, los erizos se paran mústios y enferman, y no tienen
castañas sino cáscaras, ó una sola castaña, habiendo de tener tres cada uno. Y
cuando los derraman sobre los manzanos, la flor se marchita, enferma y seca,
que no llega á formarse el fruto. Y cuando los echan sobre los trigos (que es
al tiempo que están espigados, antes que comiencen á granar) las espigas se
quedan vanas sin que lleguen á granar sino muy poco, y los granos imperfectos;
y el poco pan que echan es mal sazonado y enfermizo; y las habas se llenan de
pulgón. Y aunque pierden sus frutos huelgan mucho de hacer estos daños por el
contento que dan al demonio, y por el que los brujos reciben con los males que
hacen á sus prójimos.
A las
personas hacen mal, matándolas á haciéndolas enfermar con graves enfermedades
por induccion del demonio, ó por vengar sus enemistades. Y cuando han recibido
algun enojo ó agravio de alguna persona, llevan al aquelarre de los dichos
polvos ó ungüentos, y alguno de los pellejos de los sapos, y dan sus quejas al
demonio contándole las causas de su enojo, y venganza que pretenden hacer, y
pidiéndole (para las tales personas ó para sus 'hijos) mal de muerte, ó la
enfermedad que pretenden que tengan, segun el apetito de su venganza, y el
demonio se la concede. Y luego se va en su compañía, y otras veces lleva
consigo algunas brujas de las mas ancianas en la secta, y las va alumbrando con
el cuerno que tiene en la frente, que aunque trae dos en el colodrillo, solo
aquel es el que da luz, y les abre las puertas y guía hasta las camas donde
están durmiendo, y les hecha su bendición y sueño que no pueden despertar, y
luego la bruja que pidió venganza abre la boca á la persona de quien se
pretende vengar, y le mete en ella unos pocos de aquellos polvos envueltos en
un pedazo de pellejo de sapo, ó les unta por el pescuezo y hombro izquierdo
acia los pechos, ó en otras partes de su cuerpo con el dicho ungüento,
diciendo: el señor te dé mal de muerte, ó tal enfermedad por tanto
tiempo; y luego las tales personas comienzan á estar enfermas y á padecer muy
grandes dolores y trabajos, muriendo en breve tiempo y con grandes ansias los
que han de morir; y padeciendo grandes enfermedades y dolores las personas
contra quien pidieron venganza de enfermedad.
Y
entre otras muchas muertes, males y venganzas, mas de veinte que confiesa haber
cometido en la dicha forma Graciana de Barrenechea, reina del aquelarre de
Zugarramurdi, dice: que al tiempo que ella comenzó á tener amores con el
demonio y ser privada suya, cobró de ello grande envidia y celos Marijuan de
Odia, bruja que también tenia amores con él, y era la mas favorecida de todas;
y por esta competencia comenzaron á tener entre si emulacion y pesadumbres,
sintiendo mucho que á la dicha bruja le pesase de que ella fuese favorecida
también por el demonio; por lo cual determinó de tomar contra ella venganza; y
una noche en el aquelarre dió cuenta al demonio de sus celos y competencias, y
de cómo queria vengarse de ella matándola; y que el demonio le respondió: pues
vos lo quereis, hágase así. Y que estando en su cama otra noche que no era
de aquelarre, el demonio con otras brujas ancianas la fué á despertar, y le
dijo se levantase luego, porque habian de ir á ejecutar la venganza que le
habia pedido, y que esto el demonio lo hizo en noche que no era de aquelarre
por coger á la dicha Marijuan de Odia descuidada y dormida, porque siendo como
era bruja, no pudiera ejecutar la venganza tan cómodamente en noche que fuera
de aquelarre, pues ella habia de estar despierta y en él; y habiendo ido en compañía
del demonio, entraron en su casa y ejecutaron su venganza dándole un pedazo de
pellejo de sapo en que iban envueltos unos pocos de los dichos polvos, y luego
estuvo mala, que dentro de tercero dia murió. Y todas confiesan grande número
de muertes y males que han ejecutado en la dicha forma.
Y á
los niños que son pequeños los chupan por el sieso y por su natura; apretando
recio con las manos, y chupando fuertemente les sacan y chupan la sangre; y con
alfileres y agujas les pican las sienes y en lo alto de la cabeza, y por el
espinazo y otras partes y miembros de sus cuerpos; y por alli les van chupando
la sangre, diciéndoles el demonio: chupa y traga eso, que es bueno para
vosotras; de lo cual mueren los niños; ó quedan enfermos por mucho tiempo;
y otras veces los matan luego, apretándoles con las manos y mordiéndolos por la
garganta hasta que los ahogan. Y á los mayores los azotan cruelmente con unos
espinos ó mimbres retorcidos, sin que ellos se puedan quejar ni despertar los
que están en casa, porque el demonio los tiene encantados; y refieren gran
número de personas que han muerto y hecho que tuviesen gravísimas enfermedades.
y muy gran cantidad de niños que han chupado y ahogado, declarando sus nombres
y los de sus padres, y el tiempo en que cometieron estas maldades.
Y el
dicho Miguel de Goyburu, entre muchas personas, hombres, mujeres y criaturas
que confiesa haber muerto en la dicha forma. declara que chupó por el sieso y
por la natura, hasta que le mató, un sobrino suyo, hijo de su hermana; y la
dicha María de Iriarte, que por las dichas partes chupó y ahogó, apretándolos
con las manos y con la boca por la garganta, nueve criaturas, y con los dichos
polvos y ponzoñas mató tres hombres y una mujer, declarando los nombres de
todos ellos y los males que padecieron hasta morir dentro de pocos dias, y otro
gran número de niños, hombres y mujeres á quien causó diferentes males y
enfermedades, refiriendo las causas de su venganza. Y Estebanía de Iriarte, su
hermana, y Graciana de Barrenechea, su madre, refieren cosas muy notables y
muertes que han hecho, que por ser tantas no se declaran en particular en sus
sentencias. Y Estebanía de Telechea confiesa haber muerto una nieta suya
echándole unos pocos de los polvos en las migas que le dieron á comer, solo
porque habiéndola tomado en brazos, se le ensució en un avental nuevo que tenia
puesto; y que á un muchacho grande porque le dijo: ¡ah, puta vieja! el
pescuezo te se tuerza, le aguardó en cierta parte por donde habia de pasar,
y llevando la mano untada con los ungüentos ponzoñosos, trayéndosela por la
cabeza y el pescuezo, como que le halagaba, le causó una grave enfermedad con
que dentro de pocos dias murió. Y refiere otras muchas muertes y males que de
dia hizo con los dichos polvos y ponzoñas, llegando como en burla á tocar con
ellos á las personas que pretendía hacer los dichos males. Y María Presoná y
María Joanto, hermanas, refieren que el demonio en el aquelarre les dijo que ya
habia mucho tiempo que no hacian males (como acusándoles al descuido que en
esto tenian) por lo cual ambas se concertaron de matar un hijo de la una y una
hija de la otra, que ambos eran de edad de ocho á nueve años; y para ello les
echaron unos pocos de los dichos polvos en unas escudillas de caldo que les
dieron á comer, con que dentro de ocho dias murieron ambos; y que esto lo
hicieron solo por dar contento al demonio, que después se les mostró agradecido
porque los mataron. Y el dicho Miguel de Goyburu y María de Zozaya, y otros
brujos de los mas ancianos, refieren que también emponzoñaban manzanas, peras,
nueces y otras frutas, poniéndoles unos pocos de los polvos en las partes donde
les quitaban los pezones ó en algún agujero sutil y disimulado que les hacian,
y las daban á las personas que querian hacer males, con que enfermaban si las
comian, y padecian grandes trabajos.
Siempre que mueren algunos brujos. ó los brujos han muerto algunas personas ó
criaturas (después de enterrados) en las primeras noches que han de ir al
aquelarre, se juntan los brujos con el demonio y sus criados, y llevando
consigo azadas van á las sepulturas y desentierran los tales muertos, y
quitándoles las mortajas los parientes mas cercanos (con machetes que para ello
llevan) los abren y sacan las tripas y los descuartizan encima de la
sepultura para que lo que cayere del cuerpo todo quede en ella; y luego lo
cubren con la tierra, concertándola y poniéndola el demonio de la manera que
estaba, que no se echa de ver que han andado en ella. Y luego toman acuestas al
difunto los parientes mas cercanos, y llevando los padres á sus hijos y los
hijos á sus padres y hermanos, las mujeres á sus maridos y los maridos á sus
mujeres, se van con mucho regocijo y contento al aquelarre y los despedazan en
puestas, y los dividen en tres partes: una cuecen, otra asan, y la otra dejan
cruda. Y sobre una mesa que tienden en el campo con unos manteles sucios y
negros, y se lo comen asado, crudo y cocido, comiendo el demonio el corazon, y
sus criados la parte que les cabe; y á los sapos vestidos les dan también su
parte, que la comen pifando y gruñendo entre todos. Y afirman que aunque mas
podridas y hediondas estén las carnes, les saben mejor que carnero, capones y
gallinas, y mucho mas que todo la carne de los brujos; y que la de los hombres
es mejor y mas sabrosa que la de las mujeres. Y que en la mesma forma
desentierran y comen otras muchas personas que no son brujos, y mueren de sus
enfermedades; y los huesos los recogen y guardan para otra noche. Y la dicha
Graciana de Barrenechea declara que por ser ella la mas preeminente de todos
los brujos y reina del aquelarre, le pertenecia toda la carne, pan y vino que
sobraba en los dichos banquetes; y los recogia y llevaba á su casa, y en ella
lo guardaba en un arcaz grande que tenia, porque su marido y una de sus hijas y
el yerno (que no eran brujos) no lo viesen; y cuando no estaban en casa sacaban
la dicha carne, y la asaban y comian ella y dos de sus hijas (que eran brujas),
y los dichos Miguel y Joanes de Goyburu y otros de los dichos brujos, que eran
sus parientes. Y aunque la carne estaba muy hedionda, con todo eso les sabia
muy bien y la comian con mucho gusto. Y refieren mucho número de personas,
hombres y mujeres, niños y niñas, que comieron en la dicha forma, y las
personas que los llevaron al aquelarre, y los descuartizaron y repartieron;
declarando los padres que han comido á sus hijos, y los hijos á sus padres. Y
el dicho Joanes de Goyburu refiere que también las noches que no eran de
aIqueJarre se solian juntar ciertas personas de los dichos brujos (que declaró)
en su propia casa, y de ella iban á desenterrar algunos muchachos que se habian
muerto, y Ilevándolos á su casa hacia banquetes, comiéndolos asados. Y entre
otros refiere que desenterraron y comieron su propio hijo, poniendo en los
dichos banquetes el pan y vino de su casa, que después el gasto repartian entre
todos, y lo pagaban á escote.
La
primera vez que después vuelven al aquelarre echan á cocer los huesos del
difunto que comieron antes, y con ellos las hojas, ramas y raices de una yerba
que en vascuence llaman belarrona, que tiene virtud de ablandar los
huesos y los pone como si fueran nabos cocidos; y una parte de ellos comen, y
otra el demonio y brujos mas ancianos la machan en unos morteros, y los
esprimen con unos paños delgados, y sacan de los dichos huesos una agua clara y
amarilla que el demonio recoge en una redoma; y el cisco que queda de los
huesos y los sesos de los difuntos los recogen los criados del demonio, y los
guardan para hacer polvos y ponzoñas. Y de la dicha agua amarilla da el demonio
una poquita á cada uno de los brujos mas privados, que tiene reservados para
que cometan mayores maldades. Y es tan grande la ponzoña y fuerza de aquella
mala agua, que tocando con ella cualquiera persona en cualquier parte de su
cuerpo, con mucha brevedad, muere sin que haya remedio humano para ello. Y la
dicha María de Iriarte refiere que con ella mató cuatro personas; y que habiendo
una vez hecho la dicha agua ponzoñosa, el demonio la persuadió á que bebiese un
trago; pero que ella no la quiso beber, porque si la bebiera sabia que se habia
de morir luego; y el demonio le dijo que bebiese como él bebia. Y que ella vió
que aunque el demonio bebió de la dicha agua no por ello se murió; pero con
todo eso no quiso ella beber, aunque mas el demonio se lo rogaba. Y la dicha
María de Zozaya declara que para se vengar de un hombre, habiendo puesto á asar
un huevo, le tocaron con una gota de la dicha agua al tiempo que se estaba
asando, y de haberle comido padeció grandes trabajos y tormentos hasta que
murió.
Y por
dar fin á tantas y tan grandes y espantosas maldades con la burla de la caza,
entre otras cosas que refiere la dicha María de Zozaya, declara que habiendo en
la villa de Rentería un clérigo cazador, muchas veces iba á caza, le
decia: señor compadre mate muchas liebres para que nos dé lebrada á
todos. Y luego se iba á casa, y habiéndose untado con el agua hedionda que
se untaba para ir al aquelarre, caminaba acia la parte donde iba el dicho
clérigo, y el demonio la ponia en figura de liebre; y arremetiendo contra ella
los galgos, corria por los campos haciéndoles muchas burlas y revueltas acia
todas partes, con que el clérigo y las demas personas que con él iban andaban
desatinados corriendo tras los perros, porque siempre revolvia acia donde
andaban los cazadores, con que con mayores voces y furia la perseguian, y no
cesaba de hacerles burlas hasta que los galgos y cazadores de cansados la
dejaban; con que burlados y sin caza ninguna se volvian á sus casas. Y tras
haber oido tantas y tan grandes maldades en dos dias enteros que duró el Auto,
después de gran rato de la noche nos fuimos todos santiguándonos á las
nuestras.
http://www.vallenajerilla.com/berceo/gildelrio/autodefe.htm
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