La (sacralización de la) guerra en las fuentes de los siglos x y xi y el concepto de guerra santa
Hay una fuerte tendencia a considerar la guerra como un elemento aparte,
como algo independiente dentro del ideario de los seres humanos. Nosotros
seguíamos esta pauta en nuestras investigaciones sobre el concepto de la guerra
en la España cristiana hasta comienzos del siglo xii1. Pero desde la publicación de nuestro
libro, en 1998, nuestras ideas sobre la temática han evolucionado. Hoy en día
vemos mucho más claro que el concepto de la guerra fue solo un elemento entre
otros dentro del ideario de los hombres. Por tanto empezamos a consagrar el
foco de nuestras investigaciones sobre Reconquista y guerra santa en la
cosmovisión de los contemporáneos, es decir, en la visión que tenían los
hombres sobre el funcionamiento de la «machina mundi». Cosmovisión
es un término que por su significado parece idéntico a la palabra alemana Weltanschauung que
significa «como uno contempla al mundo». Esta expresión alemana aunque haya
sido objeto de abuso por los nacionalsocialistas para describir su ideología se
diferencia del propio término «ideología». La Weltanschauung es
orgánica, el resultado de un desarrollo, descriptiva y por ello a la vez menos
estricta, mientras que la ideología es más bien artificial, el resultado de
consideraciones teóricas, más cerrada y además contiene más elementos
prescriptivos y, en consecuencia, es más estricta que su hermana contemplativa.
Son diferencias sutiles y, desde luego, no existe una delimitación fija entre
lo uno y lo otro por más que la cosmovisión fácilmente puede convertirse en
ideología, cosa que aparentemente ocurrió en momentos claves de la Edad Media
ibérica, especialmente respecto a la visión que los cristianos de entonces
tenía de la guerra contra los sarracenos.
2Partiendo de la
idea de que el concepto de la guerra es, en el fondo, parte inseparable de la
cosmovisión de una sociedad, aplicaremos el siguiente método: vamos a exponer
los principales elementos de la cosmovisión surgida en época del reino de
Toledo y modificada en el reino de Asturias para examinar, en un segundo paso,
si estos elementos posteriormente, en los siglos x y xi,
guardaron el mismo significado o si cambiaron sustancialmente, o sea, si la
cosmovisión evolucionó y con ella el concepto de la guerra. En un tercer paso,
ofreceremos una valoración de los resultados obtenidos por la lectura y el
análisis de las fuentes utilizadas y algunas respuestas a la cuestión de si es
lícito denominar la guerra contra los sarracenos en la Península Ibérica de los
siglos x y xi como una guerra santa.
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LA COSMOVISIÓN ASTURIANA DE
LOS SIGLOS VIII Y IX
3Lo que llamamos la cosmovisión asturiana se fundamenta en el ideario de
época goda. Se encuentra en la historiografía asturiana, básicamente en la
Crónica del rey asturiano Alfonso III (866-910) de la que existen dos
versiones principales, la redacción Rotense y la
redacción Ovetense. En su estado actual las dos redacciones
remontan a la primera parte del siglo x2. De importancia singular es el
«Testamento» de Alfonso II de 812, un testimonio auténtico de la
cosmovisión del rey asturiano a principios del siglo ix3. Igualmente importantes son, desde
luego, los capítulos centrales de la Crónica de Albelda, obra compuesta entre
881 y 883 cuyos manuscritos más antiguos remontan al último tercio del
siglo x.
4A primera vista parece problemático aceptar como testigo de una
mentalidad de los siglos viii y ix fuentes que en su estado actual
recibieron el último toque en el siglo x.
Pero las dos crónicas, la de Alfonso III y la de Albelda, no son obras
historiográficas sin precedentes ni de una sola pieza. La crónica de Albelda
reúne varios textos independientes, algunos de época visigoda, la exquisitio
Spanie y al menos parte del capítulo siguiente titulado Alia.
El Ordo gentis gotorum remonta al siglo viii, el Ordo gotorum obetensium
regum de época del rey astur Alfonso III, y otros como la Nomina
regum catolicorum legionensium y la Additio de regibus
Pampilonensibus que se escribieron y terminaron respectivamente en
pleno siglo x. No hay
indicios de que estos textos fueran modificados posteriormente sino que parece
que se conservaron en su estado original4.
5La Crónica de Alfonso III está tratada
generalmente como una obra monolítica. Pero consta que contiene diferentes
partes. Esto es obvio en la última parte, en la que coinciden las dos
redacciones Rotense y Ovetense. Se trata sin duda
de una añadidura posterior, elaborada supuestamente entre los años 914 y 9245. También la primera parte de la crónica
desde la muerte del rey godo Recesvinto hasta la noticia sobre el milagro en el
lecho de muerte de Alfonso I muestra señas características que la
diferencian del resto de la crónica. Claudio Sánchez-Albornoz supuso que esta
primera parte guarda informaciones de una crónica hoy en día perdida que fue
escrita alrededor del año 800. Hay que añadir, y es muy curioso, que la gran
mayoría de las informaciones sobre la cosmovisión asturiana se encuentra en
esta misma primera parte de la Crónica de Alfonso III. La argumentación de
Cl. Sánchez-Albornoz con la que pretendió hacer plausible la antigua
existencia de una crónica del siglo viii tiene
puntos débiles6. Claudio
Sánchez-Albornoz pretendió probar su hipótesis con las noticias de Ambrosio de
Morales sobre las bibliotecas y archivos de Asturias en el siglo xvi. Algunas frases en sus relatos
muestran, según Cl. Sánchez-Albornoz, que A. de Morales había visto esta
crónica perdida7. Pero las
explicaciones de A. de Morales son demasiado inexactas para llegar a una
conclusión tan trascendental. Hace algunos años, Emiliano Fernández Vallina
investigó todos los testimonios de A. de Morales sobre los códices antiguos en
Oviedo, constatando que el humanista citaba muy a menudo de memoria porque en
el momento de escribir sus obras no tenía al alcance de la mano el respectivo
manuscrito8. Sin embargo creemos
que, en el fondo, el gran maestro abulense dio en el blanco. No solo sigue
siendo exacta la observación de Miguel Steró de que esta parte se diferencia
estilísticamente del resto de la obra, sino que además existen varios detalles
de contenido que insinúan que estos párrafos pertenecieron originalmente a un
texto independiente que se incorporó posteriormente a la obra histórica cuya
autoría asignamos a Alfonso III9.
6En esta primera parte de la Crónica de Alfonso III, en cuyo centro
se encuentra el famoso relato de la batalla de Covadonga, se explica el
hundimiento del reino godo y la pérdida de Hispania sobre la base de la antigua
cosmovisión hispanogoda. Según esta cosmovisión —cuyas características
expondremos a continuación de la manera más corta y concisa posible— el reino
lo integran algunos elementos principales: el rey, elegido por Dios mismo,
capaz de recibir la inspiración divina y considerado un vicario de Dios, que tiene
la función de cabeza del reino; la Iglesia, que funciona como columna
vertebral; el pueblo, considerado el pueblo elegido de Dios; y finalmente el
territorio, Hispania, que se consideraba una tierra prometida. Estos cuatro
elementos forman el cuerpo del reino y de la sociedad hispanogoda. Dentro de
este sistema general existe un reparto de tareas: el rey tiene la obligación de
vigilar y proteger la Iglesia y el reino, y la Iglesia tiene la obligación de
acompañar y aconsejar al rey y dedicarse principalmente a la cura pastoral.
Todos en conjunto tienen una especie de pacto con Dios. Su pueblo tiene que
observar los preceptos de Dios. Dios por su parte recompensa a su pueblo con la
victoria en la batalla y el bienestar interior. Al contrario, en el caso de una
ruptura grave del pacto con el Altísimo, Dios castigará a su pueblo con guerra,
peste y malas cosechas10.
7La guerra, dentro de esta cosmovisión, tiene entonces la función de ser
una herramienta de Dios para apremiar y castigar a su pueblo y, por encima,
para examinar la buena conducta del pueblo y la fidelidad a los preceptos
divinos. Así lo describe el metropolitano de Toledo, Julián, en el último
tercio del siglo vii en
su Historia Wambae regis, en la que caracteriza la guerra como un
examen (examen pugnae) y una sentencia de Dios (iudicium
belli) sobre el comportamiento de su pueblo11. El concepto de guerra como castigo de
Dios se encuentra también en el famoso canon 75 del IV concilio de
Toledo (633), donde se da una explicación sobre las consecuencias de una
ruptura del pacto con Dios12. En el caso opuesto
Dios y sus ángeles acompañan al rey y al pueblo en la guerra. En el Ordo
quando rex cum exercitu ad prelium egreditur Dios aparece como el
verdadero conductor del ejército, representado en la reliquia de la Vera Cruz
que siempre precede al rey en la guerra y que simboliza que los enemigos del
rey y del pueblo son los enemigos de Dios mismo. Junto con Dios, los ángeles
acompañan al ejército y participan milagrosamente en el escenario bélico13. Toda la cosmovisión, y especialmente
el escenario de la guerra, beben del gran cauce veterotestamentario y está
influida supuestamente por las prácticas ejemplares bizantinas14.
8Sobre la base de esta cosmovisión se explica en el Relato de Covadonga
el hundimiento del reino godo y el nacimiento de la monarquía asturiana. Se
trata del mismo ideario, pero bajo diferentes condiciones previas. En época
goda se trataba de mantener la benevolencia de Dios, en época asturiana se
trataba de recuperarla. Habiendo actuado contra los preceptos divinos los reyes
godos y los sacerdotes habían abandonado a Dios y, en consecuencia, todos los
ejércitos de Hispania perecieron15 y perdieron la Tierra de
Promisión, la «terra desiderabilis», tal y como se denomina
explícitamente la patria de los godos en el Relato de Covadonga16. Esta denominación recuerda por una
parte a la expulsión del hombre del Paraíso y por otra parte a la tierra
prometida del Antiguo Testamento, y conduce como efecto a la sacralización de
Hispania.
9Dice el Relato de Covadonga que el primer motivo de Pelayo para su resistencia
contra los caldeos fue la salvación de la Iglesia. Esto coincide con el
principal deber de los reyes godos: la protección de la Iglesia que es una
condición previa para el bienestar del reino y para la subsiguiente salvación
de Spania y del ejército godo17. Una frase al final del Relato de
Covadonga, prestada del pasionario hispánico, repite esta idea de que el
crecimiento del poder de la religión condiciona el debilitamiento del poder
islámico: «Y cuanto crecía la dignidad del nombre de Cristo, tanto se disipaba
la escarnecida calamidad de los caldeos»18. Pero la Iglesia que Pelayo pretende
liberar no es la misma del desaparecido reino godo. En su diálogo con Pelayo,
Oppa, el supuesto obispo metropolitano de Toledo, recuerda la antigua unidad de
la Iglesia y su esplendor en doctrina y ciencia19. Y Pelayo le responde que la Iglesia se
recuperará por la misericordia de Dios20. Lo que Pelayo pretendía era obviamente
una iglesia nueva ya que quedaba comprobado que la antigua Iglesia hispanogoda
representada por Oppa era moralmente corrupta y la Iglesia representada por él
aunque minúscula era verdadera.
10Es llamativo que Pelayo aquí no hable de la restitución del
antiguo «regnum gothorum» ni de la recuperación de la
antigua «urbs regia». En vez de hablar de la gens y
de la «patria gothorum» usa los términos Hispania y «exercitus
gothorum». Desde luego ya en el siglo vii existía
una tendencia a usar Hispania como sinónimo para el reino
mientras que exercitus, gens y populus eran
expresiones intercambiables21. Pero no es por nada
que aquí uno tiene la impresión de que Pelayo, bajo el trasfondo de la
corrupción total del reino de Toledo, defiende su identidad goda distanciándose
decididamente de las antiguas instituciones hispanogodas estatales y
eclesiales. Lo que se funda, tras la victoria de Covadonga y tras la liberación
total de Asturias, no es un gobierno godo en el exilio asturiano sino un nuevo
reino godo de Asturias.
11La cosmovisión de los dirigentes del nuevo reino es esencialmente la
misma que la del reino de Toledo. Pero la situación es controvertida. Antes de
la conquista de los beréberes y árabes, se trataba de evitar la ira de Dios.
Ahora se trataba de reintegrarse plenamente en la perdida gracia de Dios. El
Señor había permitido a los enemigos vencer a su pueblo pero consta que estos
árabes no solo sirven de azote contra el pueblo pecador sino que también
persiguen a la Iglesia de Dios22. De esta manera se muestran a la vez
como enemigos de Dios. En consecuencia, hay que combatirlos no solo como acto
de defensa personal sino también en defensa de la Iglesia. El afán de recuperar
y restaurar lo perdido es nada menos que el intento de deshacer lo hecho. Así
pues, la actuación de los cristianos en el ámbito asturiano contra los
sarracenos era una especie de penitencia para restablecer el antiguo pacto con
Dios.
12Esta concepción también está patente en el «Testamento» de
Alfonso II. Allí está expresado explícitamente que actuar por la
recuperación de la Iglesia de Dios y luchar contra los adversarios de la fe es
un requisito principal para que Dios conceda la abolición de todos los pecados.
La pureza espiritual lleva entonces a una existencia paradisíaca en la tierra y
a la eterna felicidad junto con los ángeles en el cielo23. Lo curioso es que el éxito militar
sirve a la vez como una prueba material de esta renovada misericordia. Este
conjunto de motivos es al menos en los siglos viii y ix la
verdadera razón y justificación del afán de restablecer lo perdido, lo que
denominamos con el término genérico de Reconquista. Esto se confirma
inmediatamente en el relato sobre Alfonso I donde se enumeran la cantidad
de éxitos militares victoriosos y sitios expugnados por el rey, por lo que se
comprueba, entre otras cosas, que, igual que Pelayo, Alfonso había alcanzado la
misericordia de Dios y, por tanto, estaba protegido por la gracia del Altísimo24.
Página de la Crónica
Albeldense depositada en la Biblioteca Nacional de Madrid.
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13En la Crónica de Alfonso III, cuando empieza el relato del rey
Froila, el hijo de Alfonso I, prácticamente ya no quedan trazos
manifiestos de la cosmovisión asturiana. Sobre la contienda contra los
sarracenos solo se cuentan pocas noticias dignas de mencionar25. Sin el antecedente del Relato de
Covadonga no se comprendería el verdadero sentido del ideario asturiano. Se
denomina a los árabes «caldeos» y se mencionan batallas importantes que
prácticamente siempre parecen ser en defensa del reino. Según las informaciones
de la crónica, desde Aurelio hasta Ramiro I ya no había excursiones
ofensivas. En el caso de los reyes Aurelio y Silo se dice explícitamente que no
había actividades guerreras26, en los casos del
usurpador Mauregato y del diácono Vermudo la crónica prescinde de mencionar si
hubo actos bélicos o no27. Solo con
Ordoño I vuelve el triunfalismo antiguo y típico del relato sobre
Alfonso I, aunque el autor refiere solo una vez a la ayuda del Altísimo en
la batalla contra los caldeos28. Está expresada la convicción de que
los reyes Alfonso II y Ordoño I consiguen la eterna felicidad sin que
esto suponga directamente la santificación del monarca difunto como en el caso
de Alfonso I29.
14La misma parquedad se encuentra en la Crónica Albeldense. Esta crónica
no contiene la explicación de la derrota goda frente a los sarracenos. Por
algunas palabras y giros podemos suponer que el anónimo autor había leído o
había oído alguna vez el Relato de Covadonga y se acordaba de algunas
formulaciones. De lo que denominamos la cosmovisión asturiana solo se
identifican algunos elementos. Es Dios mismo quien lucha contra los sarracenos
matándolos en Libana, es por la «diuina prouidentia» que
surge el reino de los Astures, el «christianorum regnum», y es por
la ayuda del Señor que los reyes cristianos vencen a sus enemigos y amplían el
reino30. La sacralización de
los reyes asturianos por la convicción de que después de su muerte suben
directamente al cielo no se encuentra aquí. Sin embargo, llama la atención la
denominación «pater gentium» atribuida a Ordoño I. Con
este apelativo se especifica en los autores patrísticos a Abraham31. De la misma manera, se le concede a
Ordoño la condición de ser un verdadero «famulus Dei». Parecida
es la calificación de Alfonso III que, según el anónimo autor, «extat
scientia clarus», es decir sobresale por sus conocimientos en asuntos
religiosos, tal y como, según Isidoro de Sevilla, se debe entender la
palabra sciencia32. Igualmente digna de mencionar es la
frase «Eius tempore —en tiempo de Alfonso III— eclesia
crescit et regnum ampliatur»33 que guarda la ya conocida
gradación: primero el bienestar de la Iglesia y como consecuencia la ampliación
del reino.
15Con la mención de los obispos de la Iglesia asturiana empieza también
la famosa Notitia episcoporum cum sedibus suis incluida en la
Crónica Albeldense. En estos versos se pinta la imagen de la sociedad perfecta:
los obispos en sus sedes episcopales brillan por la prudencia del rey que
tiene, tal y como lo explica Isidoro de Sevilla en sus Sentencias,
la última vigilancia sobre la institución eclesial34. En los asuntos mundanos es ante todo
su capacidad militar que merece ser mencionada. Famoso entre los asturianos,
fuerte contra los vecinos vascos, castiga a los árabes y protege a los
ciudadanos. En los últimos cuatro versos se contraponen en forma de piadosos
deseos lo mundano y lo celestial por lo que, parecido al «Testamento» de 812,
se condicionan uno al otro:
primero al príncipe sea concedida la santa victoria y con la ayuda de
Cristo siempre sea esclarecido para que, luego, como vencedor en el mundo, sea
también brillante en el cielo, o sea, Dios le conceda aquí el triunfo para que
tenga allí, en el más allá, el reino eterno35.
16Los textos añadidos a la Crónica Albeldense que han recibido el nombre
de Crónica Profética representan un caso aparte. En algunos párrafos obviamente
se han copiado expresiones y frases del Relato de Covadonga, probablemente de
una versión anterior al texto que se ha conservado en la redacción Rotense36. Aunque estas frases en la Crónica
Profética están fuera del contexto lógico que tienen en la Rotense, se guarda
de esta manera el quid de la cosmovisión asturiana en un texto
escrito en el año 883, acercándose el final del siglo ix. Se menciona la culpa de los godos,
la deserción de los preceptos divinos y la falta de penitencia de los
cristianos por lo que Dios abandonó a su pueblo para castigarlo. Pero por la
esperanza en Cristo, el Señor se acordaba de su clemencia y frenó la audacia de
los sarracenos por lo que se dice que el rey Alfonso reinará pronto en toda la
España. Según la opinión general los textos de la Crónica Profética muestran un
punto de vista mozárabe. Un indicio entre otros es la controvertida postura de
que las fronteras de los enemigos árabes disminuyen cada día más y que por ello
la Iglesia del Señor se está ampliando y mejorando. Hemos visto que en la
Rotense es justo al revés: primero crece la Iglesia y en consecuencia disminuye
la fuerza de los enemigos. Es verdad que este párrafo en cuestión concluye con
una frase de la Passio sanctae Leocadiae y de la Passio
sanctorum Vincentii, Sabinae et Christetae respectivamente que también
se encuentra en el Relato de Covadonga, pero en la Crónica Profética está
despojado de su verdadero significado37. Como resultado tenemos unos textos
que, por las citas del Relato de Covadonga, están impregnados de una imagen de
la historia fuertemente providencialista. Que a finales del siglo ix se siguiera argumentando con
estos elementos significa que el autor estaba convencido de que su auditorio
entendía este lenguaje, o sea, que la cosmovisión asturiana tal y como la
conocemos del Relato de Covadonga seguía existiendo en la mente de los
contemporáneos, si bien generalmente o digamos oficialmente ya no se expresaba
de una manera tan intensa como en la primera parte de la Crónica de
Alfonso III y en estos textos mozárabes que igualmente se originaron en el
reino astur.
TRAZOS DE LA COSMOVISIÓN ASTURIANA EN LOS SIGLOS X Y XI
17Tradicionalmente la Crónica de Sampiro, escrita por el obispo Sampiro
de Astorga († 1042), se considera la única fuente historiográfica existente
para el siglo x, escrita a
principios del siglo xi38. Pero en 1977, Yves Bonnaz encontró en
el ms. 9.880 de la Biblioteca Nacional de España, un manuscrito del
siglo xviii, una copia de la
redacción «Ovetense» de la Crónica de Alfonso III. La última parte de esta
versión de la «Ovetense» cuenta la historia de los reyes asturleoneses
Alfonso III, García I y Ordoño II y al principio es casi
idéntica a la Crónica de Sampiro. Yves Bonnaz la consideró una continuación de
la Crónica de Alfonso III39. En 2012, Juan Antonio Estévez Sola
publicó una segunda versión de la misma Continuatio encontrada
en un manuscrito del año 1589 en el que igualmente la Continuatio sigue
sin solución de continuidad al texto de la Redacción «Ovetense»40. Este descubrimiento, junto con las
variantes que muestra frente a la Continuatio editada por
Y. Bonnaz, a la versión de la Crónica de Sampiro de la Historia Silense y
a la versión del obispo Pelayo de Oviedo, parece probar que realmente se trata
de una obra originaria y auténtica que posteriormente fue proseguida a
principios del siglo xi por
el obispo Sampiro. Quizás la Continuatio fuera el relato del
reinado de Ordoño II que Justo Pérez de Urbel supuso ser una fuente para
la Crónica de Sampiro. Se trata pues de una obrita escrita a inicios de la
segunda parte del siglo x41.
18Sin poder profundizar aquí en los nuevos problemas de la vinculación
de la Continuatio con la Crónica Albeldense y las diferencias
de contenido en aquella y en la parte primera de la Historia Silense frente a
la Continuatio, constatamos que, en comparación con los últimos
párrafos de la Crónica de Alfonso III, la imagen de la contienda de los
cristianos contra los enemigos de Dios ha recuperado su antiguo significado. La
ampliación de la Iglesia es el primer propósito de las actuaciones
regias. «Eclesia ampliata est», dice el cronista, porque las
ciudades de Oporto, Braga y otras fueron pobladas y nuevos obispos fueron
investidos42. El ejército
cordobés se reúne «ad diripiendam Dei ecclesiam». Alfonso III
vence a los enemigos «magno consilio Deo iuuante instad adiutus»43. La misma ayuda del Altísimo reciben
sus hijos García y Ordoño44. Con ocasión de una
lucha entre leoneses y cordobeses el autor escribe que Alfonso, «cooperante
divina clementia, deleuit eos usque ad internitionem»45. Tras la victoria sobre los
sarracenos «magna exultat ecclesia»46. De esta manera se confirma el
verdadero carácter de la contienda. Aunque la denominación de «caldeos» para
los islamitas, que tiene su origen en el Relato de Covadonga, desaparece y se
los denomina ahora árabes, sarracenos y una vez «acies Muzlemitarum»47, no cabe duda de que las huestes
cordobesas pretenden destruir la Iglesia y que la Iglesia concibe la victoria
del rey cristiano como la salvación de su propia institución.
19Un primer ejemplo de que la veneración de Santiago empezó a vincularse
con la lucha contra los sarracenos puede que sea la noticia en la Continuatio de
que Alfonso III, después de haber sido depuesto del trono, se dirigió al
Santo «causa orationis» y, al volver, pide al hijo García el
permiso de seguir luchando contra los sarracenos. Y efectivamente, tras reunir
un ejército, causó mucho daño al enemigo. Su regreso significaba una gran
victoria48. Según el dictamen
de Claudio Sánchez-Albornoz esta noticia, al igual que la de la rebelión de los
hermanos de Alfonso III, es falsa49. En el caso de que la Continuatio fuera
escrita muchas décadas después de estos acontecimientos, se explicaría por lo
legendario de estas informaciones. Escrita poco después de los acontecimientos,
nos deberíamos preguntar por el sentido de esta torsión polémica de los hechos
históricos. Quedaría, sin embargo, el hecho de que el anónimo autor considerara
ideológicamente consistente que el rey se dirigiera a Compostela para rezar
ante la tumba del apóstol y que después continuara con la voluntad de proseguir
en la lucha contra los incrédulos50. Sin embargo, la convicción de que un
rey ferviente y activo en la lucha contra los enemigos de Dios después de su
muerte seguramente sea admitido en la eternidad ya no es la misma en las dos
redacciones de la Continuatio como también en la redacción
Pelagiana. En estos textos se expresa la necesidad de rezar por el difunto para
que el Clementissimus Pater lo admita en el reino celestial.
En la redacción Silense esta frase está suprimida51. Otra novedad en ambas versiones de
la Continuatio como en ambas redacciones de la Crónica de
Sampiro, la silense y la pelagiana, es la mención de una derrota cristiana y la
asignación del pecado como causa de la batalla perdida, en este caso de la
famosa batalla de Valdejunquera52. En la historiografía asturiana no se
alude a éxitos militares de los sarracenos frente a los cristianos del reino de
Asturias53.
20En la Crónica de Sampiro propiamente dicha se encuentra otro ejemplo
de mención del pecado como causa de la mala suerte militar. En este caso no es
el pecado del rey, al contrario: a Vermudo II (884-999) se lo describe
como rey idealizado, que subió al trono pacíficamente, fue prudente, amaba la
misericordia y la justicia, intentó reprobar lo malo y elegir lo bueno,
confirmó las leyes del rey Wamba e hizo abrir los cánones conciliares54. Esto es una alusión directa y clara al
principio del Relato de Covadonga donde se declara, torciendo la realidad
histórica, que el rey Ervigio corrompió algunas leyes del rey Wamba y se arrogó
otras y que el rey Witiza «canones siggilauit»55. Frente a la bondad del rey
Vermudo, el surgimiento de Almanzor se debe, según Sampiro, al pecado del
pueblo que, naturalmente, queda sin ser especificado56. Pero como en el Relato de Covadonga
Dios se acuerda de su misericordia y se venga en sus enemigos (ultionem
fecit de inimicis suis)57. Esta última
expresión llama mucho la atención ya que aquí es Dios mismo quien combate a sus
enemigos y se repiten las palabras de una antífona del Ordo quando rex
cum exercitu ad prelium egreditur que reza: «Accipe de manu
Domini pro galea iudicium certum, et armetur creatura ad ultionem inimicorum
tuorum»58.
21En este contexto hay que mencionar también la Missa dicitur de
Cruce de un antiguo oracional de Cardeña que está impresa en las Antigüedades
de España de Francisco de Berganza59. En la oración se suplica, al igual que
en el antiguo Ordo, por la ayuda de Cristo para que, por la virtud
del nombre del Señor y por la victoriosa Cruz, el rey y su ejército consigan la
victoria sobre la «gens maurorum»60. Llama la atención que algunas frases
de la misa repitan palabras y expresiones del ordo litúrgico hispanogodo por lo
que se puede suponer que el autor de la misa tenía conocimiento de aquel ordo61.
22Los Annales Castellani Antiquiores (Chronicon S.
Isidori Legionensis), escritos entre los años 939 y 94062, contienen muy pocos indicios de la
pervivencia de la antigua cosmovisión. Así la repoblación de Sepúlveda por
orden del rey Ramiro II ocurrió «cum Dei auxilio» y se
añade un «Deo gratias» a la parca información63. Es digno de mención solo por el hecho
de que aquí no se trata de un acto bélico auxiliado por el Señor sino de la
ampliación del área cristiana, que en la imaginación del anónimo autor es grata
a Dios. Desde luego se dan gracias a Dios después de la victoriosa batalla de
Simancas64.
UN BALANCE DE LA COSMOVISIÓN HISPANOGODA Y ASTURIANA
23Haciendo un balance se llega a la conclusión provisional de que el
Relato de Covadonga es prácticamente el único texto de época asturleonesa en el
que se presenta la cosmovisión en un todo conjunto. Todo lo demás contiene solo
fragmentos y detalles sobre el ideario vigente cuyo significado no se entiende
sin el conocimiento del ideario hispanogodo y del mito fundador asturiano. Esto
indica que los autores no sentían mucha necesidad de aclarar la idea dominante
de la sociedad cristiana en el reino asturleonés. Este ideario está expresado
en los textos básicos de la tradición hispana: en la colección de actas
conciliares, en las Leges visigothorum y en obras de Isidoro
de Sevilla y Julián de Toledo que formaban parte del legado hispanogodo en el
reino asturleonés. Por lo tanto, no se consideraba necesario explicar con
claridad lo que aparentemente era notorio. No hacía falta explicar a los
lectores o al auditorio el funcionamiento de la «machina mundi».
Todos compartían este ideario y generalmente no había necesidad de llegar al
fondo —a no ser que ocurriera una situación excepcional—. Esto se produjo en
época goda cuando el duque Paulo se alzó contra el rey Wamba y usurpó la
dignidad real en las provincias Tarraconense y Narbonense. Julián de Toledo
sintió la necesidad de explicar detalladamente el significado del suceso y las
acciones debidas frente a la ruptura del juramento y, por consiguiente, la
fractura del pacto con Dios. Por ello, la Historia Wambae regis no
solo es un texto historiográfico sino, a la vez, un texto polémico. Julián de
Toledo no tuvo el más mínimo recato en modificar la realidad para exponer el
verdadero significado del suceso, lo que obviamente era para él lo más
importante. Para aclararlo escogió el ejemplo de los judíos bautizados y
renegados del pacto con Dios que habían concluido en el bautismo. Al usurpador
Paulus, a la provincia insurgente e incluso a los guerreros que no se fijaban
en los preceptos divinos, los equipara en sus imputaciones y en las supuestas
penas por sus transgresiones a los apóstatas judíos. La provincia es calificada
de prostíbulo blasfemo de judíos, a los soldados que no se fijen en las reglas
del pacto les anuncia que padecerán la pena de la circuncisión, igualándoles de
esta manera a los judíos, y a Paulus, después de su represión, se le aplica la
pena de la decalvación, que en el código penal era la pena por antonomasia para
transgresiones de los judíos. Y efectivamente, por el Iudicium in
tyrannorum perfidia promulgatum sabemos que a Paulo se le aplicó la
pena de la ceguera tal y como se prescribe en las Leges visigothorum en
casos de traición contra el rey65.
24Lo mismo ocurre en el Relato de Covadonga. Frente al caso tremendo del
quebranto del pacto de Dios por los reyes y los sacerdotes del reino de Toledo,
en el naciente reino de Asturias se sintió la necesidad de explicar
detalladamente el significado de lo ocurrido y de exponer todo lo necesario
para reparar lo estropeado y restablecer el orden cósmico para que se volviese
a la antigua unidad entre Dios, rey, pueblo y la «terra desiderabilis». Igual
que la Historia Wambae regis se trata de un documento polémico
que tuerce la realidad histórica para aclarar el verdadero significado de los
hechos: los reyes y la Iglesia hispanogoda han quebrantado el contrato con Dios
y son los astures los que llegan a un nuevo convenio con el Altísimo66. De la misma manera, el texto del
«Testamento» de 812 del rey asturiano Alfonso II parece la respuesta
«ideológica» a una situación extrema. Al menos esto parecen indicar algunas
frases en el texto que refieren el destierro de Jacob, que permiten suponer que
algo parecido le había ocurrido al rey. El resultado, de todas formas, es un
texto que supera a una donación habitual, que en parte es una plegaria y por
encima un texto polémico67. Llama, por ejemplo,
la atención que Alfonso II no haga mención ninguna de los antecesores
suyos en el trono y atribuya su propia dignidad, a través de su padre y de su
abuela paterna, directamente a Pelayo y no a su abuelo Alfonso I68.
LA COSMOVISIÓN HISPANOGODA Y ASTURIANA EN EL REINO DE PAMPLONA
25Desde principios del siglo x,
en el reino asturleonés no se escribió ningún otro texto de índole polémica que
contuviera claras indicaciones sobre la cosmovisión vigente. Al menos no se ha
conservado ninguno. Pero en el ámbito navarro, en La Rioja y a instigación de
la dinastía pamplonesa surgieron algunas obras y textos que cumplen con los
requisitos necesarios para ser verdaderos testimonios del ideario de los que
los fabricaron y de los que los promovieron. Me refiero, desde luego, a los
códices Albeldense (976), Emilianense (992) y Rotense, escritos en torno a los
años 990/994-99969, junto con los
textos adicionales que se encuentran en estos tres manuscritos.
26La recopilación de importantes textos hispanogodos y asturianos, la
historia de Orosio, el epítome ovetense, la redacción tosca de la Crónica de
Alfonso III (la «Rotense»), la colección canónica hispana como las Leges
visigothorum, junto con miniaturas que subrayaban la tradición goda de
los monarcas pamploneses, significaba la absorción completa de la antigua
tradición goda y asturiana. Y todo esto, según las investigaciones de Ángel
Martín Duque y Armando Besga Marroquín, no fue la implantación nueva de una
ideología ajena y foránea sino, a través de las tradiciones y herencias godas
de la clase dirigente en el reino de Pamplona, la reafirmación de lo
—dicho «in nuce»— preexistente. Además, la casa real pamplonesa no
habría propagado un modelo que en el vecino reino leonés había caído en desuso.
Todo lo contrario, por las estrechas relaciones familiares con la dinastía
asturleonesa con la que los pamploneses fueron emparentados se debe suponer que
estaban bien informados sobre el concepto que aquellos tenían de la realeza, de
sus deberes y de su posición entre Dios, la Iglesia y el pueblo, es decir, de
la cosmovisión vigente en el vecino reino cristiano70. De esta manera, el programa político
elaborado en La Rioja a finales del siglo x puede
servir de prueba de que este mismo programa también permanecía vivo en el reino
leonés. Todo este conjunto de códices y textos se fabricó en el último cuarto
del siglo x en una
situación apurada cuando el área navarra se vio constantemente amenazada y
raziada por el poder califal en la persona del señor de la guerra Almanzor71. Era entonces el momento adecuado y
justo para la formulación de las propias bases «ideológicas».
27La corta adición al texto de la Crónica Albeldense destaca la
fidelidad del rey Sancho Garcés a Cristo, requisito indispensable frente a la
deserción de los reyes godos respecto a los preceptos divinos, su
responsabilidad frente a los cristianos, también a los que vivieron bajo el
yugo de los sarracenos, y su disposición a luchar contra las «gentes
Ysmaelitarum». Sigue la enumeración de sus éxitos militares que demuestran
que fue protegido por Dios. La aplicación de la extraña palabra biotenati a
los sarracenos significa, según Fermín Miranda, los condenados, los que matan
su alma por rechazar la fe o incluso, en caso de los muladíes, por apartarse de
la fe, lo que subraya que estos enemigos son, en consecuencia, enemigos de
Cristo72. Sigue una expresión
que como en época asturiana destaca la convicción de que un rey después de una
vida piadosa alcanza la vida eterna: «regnat cum Christo in polo»73. Fermín Miranda lo denomina un
«programa de militancia religiosa»74. De tal manera tampoco extraña que en
la carta de arras para su esposa del 25 de mayo de 1045, el rey García
Sánchez III declarara haber sido consagrado a Dios75. En una donación de Ramiro I de
Aragón del 10 de octubre de 1054 se dice que Sancho Garcés IV «ordinatus
fuit Sancius filius eius rex in Pampilona»76. Percy Ernst Schramm y Ángel Martín
Duque no dudaron de la veracidad de estas noticias y estimaron que la unción
regia se había aplicado, ya que, según P. E. Schramm, lo reyes
pamploneses seguramente no querían quedarse rezagados respecto de los reyes
leoneses77.
28En relación con esta manifestación de la tradición hispanogoda y
asturiana, Fermín Miranda ha fijado la atención sobre el culto de san Miguel en
el reino de Pamplona que queda patente, entre otras, en una serie de
composiciones figurativas del Códice Vigilano y en la dedicación al arcángel de
la iglesia prerrománica de Villatuerta78. En la tradición cristiana del Nuevo
Testamento se conoce la figura del arcángel por su lucha con el dragón en el
Apocalipsis79. De ahí su
vinculación con la esfera guerrera80. En los poemas ideográficos del Códice
Albeldense, la figura de san Miguel simboliza —con las palabras de
F. Miranda— su protección militar «sobre el reino y, en especial, sobre su
brazo militar en ese momento, Ramiro, hermano de Sancho II Garcés»81. Pero también las invocaciones a Cristo
llaman la atención: en el poema n° 3 Redemptor, rex Sancionem tuum
sanctifica y la inscripción «Salvator, Sancioni da uictoriae
palmam», en el poema n° 4 «Miles, o Criste, tuus Ranimirus sic
honorem […] uictor semper gaudeat almo gaudio tue
uictoriae»82. Otros
ejemplos del culto a san Miguel también bajo la tutoría de los monarcas
pamploneses datan del siglo xi83. En la idea expresada en la Aditio a
la Crónica Albeldense de los sarracenos y muladíes como perdonados se
encuentra, según F. Miranda, la vinculación con san Miguel, protector del
pueblo de Israel en el libro de Daniel y luchador contra el Dragón y sus
ángeles caídos en el Apocalipsis84. De esta manera, el culto a san Miguel,
vinculado directamente a la realeza y a la guerra, es sin duda, algo nuevo.
Pero la idea de que los ángeles participen en las campañas del rey está
documentada ya en el siglo vii en
la Historia Wambae regis donde se relata la presencia de una
multitud de ángeles sobre el campamento del ejército hispano85. La misma idea se encuentra en el ordo
litúrgico donde está documentada la convicción de que el ejército esté
custodiado por los ángeles de Dios86.
29La iglesia de Villatuerta, fundada entre 971 y 978, en la misma década
en la que se fabricaron estos textos riojanos, destaca por los relieves que no
solo dibujan un ángel, supuestamente san Miguel, sino que, según la
interpretación de algunos expertos, enseñan escenas del arriba mencionado Ordo
quando rex cum exercito ad prelium egreditur87. Efectivamente, se reconocen dos
figuras con una cruz, separadas por una barrera que podría ser un altar. En otra
plaqueta se ve a un jinete con un tocado cónico que lleva en la mano algo que
se podría identificar como báculo episcopal. Igual podría ser un rey que, según
el ordo litúrgico, «in equo ascendat»88, ya que en la tradición hispanogoda
desde las primeras imágenes en monedas, en las pinturas murales de Qusayr ʿAmra, en el Códice Vigilano o en el Liber Testamentorum el rey está
representado con un tocado tipo mitra-tiara. En el poema visigodo De
decimis dandis se dice del rey que el Señor le había impuesto la
«mitra» adornada con púrpura rosa y piedras preciosas89. Respecto al báculo del jinete: en ésta
época, los cetros de los reyes no se diferenciaban sustancialmente de los
báculos de los obispos y abades. Sin embargo, seguimos siendo escépticos en lo
referente a esta interpretación de los relieves de San Miguel de Villatuerta.
Para la despedida del rey y de los grandes de su reino y de los suboficiales
que en esta ceremonia reciben sus estandartes se espera un escenario
arquitectónico elevado y, no por último, hace falta público. Una pequeña
iglesia en pleno campo, a una distancia de 39 kilómetros de Pamplona y 71 de
Nájera no ofrecía ninguna de las dos condiciones90. Personalmente no dudo de que este ordo
litúrgico fuera celebrado no solo en época hispanogoda sino también en época
asturiana y leonesa, sobre todo, porque otras tradiciones y ritos importantes
como la unción regia y la íntima vinculación de la realeza al culto de la cruz
siguen vivas91. Por lo tanto sería
de esperar que lo mismo ocurriera en al ámbito navarro, especialmente después
de la impresionante declaración de la dinastía Jimena de la que estamos
haciendo mención. Pero carecemos de una prueba definitiva para el reino
asturleonés. Y para el reino de Pamplona San Miguel de Villatuerta es, como
mucho, solo un indicio92. Otro indicio sería
la noticia de que el rey aragonés Alfonso I (1104-1135) solía llevar
reliquias de la Vera Cruz en sus campañas militares93. Carlos Laliena Corbera cree que en el
sacramentario de Roda se encuentran textos que pueden relacionarse con
ceremonias que se celebran con ocasión de la salida del rey a la guerra y que
posiblemente significan un eco del antiguo ordo de partida94. Todos estos ejemplos son indicios,
pero falta la prueba.
◊
◊ ◊
30Se comprueba pues durante los siglos posteriores al hundimiento del
reino de Toledo la existencia y vigencia de una determinada cosmovisión. Los
testimonios de dicha cosmovisión muestran una diferente intensidad. En momentos
de crisis política se intensifica la imagen en destacados textos polémicos,
mientras en los tiempos menos problemáticos los autores de las investigadas
piezas historiográficas se conforman con expresiones singulares que permiten
averiguar que la cosmovisión en cuestión sigue existiendo. Este resultado se
podría entonces presentar en forma de una curva que sube y baja según la
coyuntura histórica. Ahora bien: ¿la guerra como parte de esta cosmovisión se
puede denominar guerra santa? Los historiadores tendemos a resolver la
problemática usando términos como «guerra sacra» en vez de «guerra santa», y
hablamos de la «sacralización de la guerra» lo que implicaría que estamos
frente a un proceso progresivo y que antes la guerra era menos sagrada o
sacralizada o incluso profana. Tememos que estas sutilezas sirvan más para
agrandar la confusión que para aclararla. Además, no estamos seguros de si los
hombres de hoy siguen fijándose en la antigua diferencia entre sacer y sanctus cuando
hablan de santificación y de sacralización. Y no se olvide, que esta diferencia
solo existe en las lenguas románicas mientras que los alemanes solo tenemos una
palabra para designarla: heilig (holy en inglés
que por su herencia francesa también dispone de saint y sacred).
Por consiguiente tenemos que insistir una vez más, en la cuestión de si la
contienda contra los sarracenos en la Península Ibérica fue una guerra santa
depende completamente de la definición de este término técnico. Nuestra propia
definición sigue siendo la misma de antes: lo que está en contacto directo con
la divinidad se puede denominar santo95, y no importa si se trata de un objeto
(las sandalias de Cristo o la mortaja de Turín), de una señal (un milagro), o
de una orden divina. Entendemos los problemas de algunos historiadores de las
cruzadas, definidas como las guerras santas cristianas por antonomasia. La
imagen de la guerra contra los sarracenos en la Península Ibérica en los
siglos viii a xi se diferencia en algunos
detalles de la imagen de las primeras cruzadas. En el área hispana, según la
cosmovisión descrita, la guerra contra los «caldeos» era una necesidad para
reintegrarse en la gracia de Dios, era una acto de penitencia concluido solo
con la plena expulsión de los «agarenos» y con la plena restauración de lo
perdido. La guerra contra los «enemigos de Dios» era también una obligación
iniciada y dirigida por el rey pero a la vez era colectiva. Cumplir con este
deber era meritorio espiritualmente para el rey y en segunda instancia también
meritorio para todo el pueblo, porque la gracia de Dios conllevaba según la
convicción vigente el florecimiento de todo el reino y, en el caso opuesto, la
negligencia de este deber básico conducía posiblemente a la miseria. En suma,
batallar contra los sarracenos era una necesidad. En contraste, participar en
la cruzada no era ni obligación ni necesidad, sino una oferta de Dios. La
participación era espiritualmente meritoria96 no tanto para un colectivo, sino
para todos los individuos cruzados, la muerte en la batalla estaba considerada
incluso una especie de martirio cristiano, una santificación del individuo y no
solo del representante de la sociedad, el rey. Pero en los dos casos se trataba
de una llamada de Dios, transmitida en el caso hispano por el rey y en el caso
de las cruzadas por el papa romano. Y también en el caso hispano la Iglesia
tenía un destacado papel. Además, en la primera idea de cruzada como en el caso
hispano la ayuda y liberación de los cristianos del yugo sarraceno era una idea
viva. La encontramos en el rey asturiano Alfonso I quien llevó a la patria
cristiana a los cristianos de los sitios conquistados, como siglo y medio
después en el caso pamplonés. «Deus vult» exclamaron los
caballeros en el concilio de Clermont, y el rey Ramiro II preparó la
batalla «nomen Domini inuocando»97. Esto es lo que enlaza los
dos fenómenos: la iniciativa de Dios. Por encima, todas las expresiones de
guerra santa en los países cristianos occidentales y bizantinos beben del mismo
gran cauce veterotestamentario. Partiendo de esta idea se podría llegar a la
conclusión de que se habían desarrollado diferentes formas de guerra santa y de
lo que estamos hablando es de la guerra santa ibérica. No insistimos en
mantener este término técnico y aceptaríamos otra expresión siempre que
describiera adecuadamente lo típico e inconfundible de este fenómeno
íntimamente vinculado a la esfera divina y vigente exclusivamente en la lucha
contra los sarracenos. Finalmente, a los que quieren reservar el término de
guerra santa al fenómeno de las cruzadas hay que recordarles que los
medievalistas no somos los únicos que lo usan. Los que se dedican a los
estudios veterotestamentarios, por nombrar solo un ejemplo, igualmente discuten
si es apropiado aplicar esta designación a las luchas ordenadas por Dios en el
antiguo Israel98.
NOTES
1 Bronisch, 1998; Id., 2006c.
2 Véase
un breve resumen del estado de la investigación de las crónicas asturianas
en Besga Marroquín, 2000a,
pp. 38-65; Bronisch,
2006c, pp. 161-239. En un análisis de la versión actual del Relato de
Covadonga en la Crónica de Alfonso III llegamos a la conclusión hipotética
de que se trataba del resultado de la distorsión polémica de uno o dos textos
anteriores, elaborados en época del rey Mauregato, y que posteriormente padeció
varias interpolaciones y redacciones. Véanse nuestras consideraciones en Id., 2009.
3 Id., 2006c, pp. 161 sqq.,
y 391 sqq.
4 Véase Id.,
2006c, pp. 195 sqq.; Id.,
2006a, pp. 37 sq.
5 Id.,
2006c, pp. 530 sq.
6 Prelog (ed.), Die
Chronik Alfons’ III., p. cli sq.
7 Sánchez-Albornoz, 1967.
8 Fernández Vallina, 2002, p. 147.
9 Este
no es el lugar adecuado para demostrarlo detalladamente. Hasta la publicación
de una obra mayor sobre el significado del Relato de Covadonga solo puedo
remitir a un primer trabajo que —con todas las insuficiencias— significa una
especie de boceto: Bronisch, 2009, pp. 71 sq.; Id., 2006c, pp. 321 sqq.,
y 503 sqq. Una primera elaboración del libro en preparación lo
constituye el artículo de Id.,
2011.
10 Esto
y lo siguiente es un resumen, indispensable para el subsiguiente análisis, de
los resultados presentados en varias obras anteriores: Id., 2005c; Id.,
2006b; Id., 2005b; Id., 2004; Id., 2010; Id.,
2012.
11 Sancti
Iuliani Toletanae sedis episcopi historia Wambae regis (citado en
adelante con la sigla HWR), § 10, l. 243-247: «Ecce! iam
iudicium imminet belli et libet animam fornicari? Et credo, ad examen pugnae
acceditis».
12 Martínez Díez, Rodríguez (eds.), La
colección canónica hispana, t. V (citado en adelante con la sigla
CCH V), p. 250, l. 113-121; publicado también en Vives Gatell, Marín Martínez, Martínez Díez (eds.), 1963, p. 217
(canon 75): «Hostibus quippe fides pacti datur nec uiolatur; quod si in
bello fides ualet, quanto magis in suis seruanda est? Sacrilegium quippe esse si uioletur a gentibus
regum suorum promissa fides, quia non solum in eis fit pacti transgressio, sed
et in Deum quidem, in cuius nomine pollicetur ipsa promissio. Inde est quod
multa regna terrarum caelestis iracundia ita permutauit ut per inpietatem fidei
et morum alterum ab altero solueretur. Unde et nos cauere oportet casum huiusmodi
gentium ne similiter plaga feriamur praecipiti et poena puniamur crudeli».
13 Férotin (ed.),
1904, col. 150, l. 7-8: «Sit Deus in itinere uestro, et
angelus eius comitetur uobiscum»; col. 151, l. 8-9: «ita
munitus custodiis angelicis, acta belli ualenter exerceat»; col. 152: «Sit
ductor idem uestri itineris, quia uia uoluit esse nostre salutis». HWR §
23: «Vbi divina protectio euidentis signi ostensione monstrata est.
Visum est enim, ut fertur, cuidam externae gentis homini angelorum excubiis
protectus religiosi principis exercitus esse angelosque ipsos super castra
ipsius exercitus uolitatione suae protectionis signa portendere». Véase Pérez Sánchez, 2008, en especial
p. 216.
14 Bronisch, 2005b, pp. 161 sqq.; Id., 2010, pp. 214 sqq.
Para las probables influencias bizantinas, especialmente en el Ordo
qando rex cum exercitu ad prelium egreditur del Liber Ordinum véase Id., 2006c, pp. 106 sqq.
y 495, n. 4 e Id., 2015,
pp. 69 sqq.
15 Crónicas
asturianas, redacción «Rotense» (citado en adelante con la sigla CAR),
§ 5, l. 13-14: «et quia reges et sacerdotes Domino
de<re>linquerunt, ita cuncta agmina Spanie perierunt»; §
7, l. 5-6: «Sed suorum peccatorum classe oppressi et filiorum
Uitizani fraude detecti in fuga sunt versi». Véase redacción «Ovetense»
(citado en adelante con la sigla CAO), § 7, l. 2-5: «Sed
dicente scriptura: “In uanum currit quem iniquitas precedit”, sacerdotum
uero uel suorum peccatorum mole opressi uel filiorum Uuittizani fraude detecti,
omne agmen Gotorum in fugam sunt uersi et gladio deleti».
16 CAR § 7, l. 7-9: «Et quia
dereliquerunt Dominum non seruirent ei in iustitia et ueritate, derelicti sunt
a Domino ne habitarent terram desiderabilem».
17 CAR § 8, l. 13-15: «[Pelagius] Quo
ille dum reuertit, mulatenus consentit, set quod iam cogitauerat de salbationem
eclesie cum omni animositate agere festinauit»; Isidoro de Sevilla, Sententiae,
lib. III, § 48,7- 51,6, pp. 298-304;
lib. III, 51,4: «Ceterum (principes) intra ecclesiam
potestates necessariae non essent, nisi ut, quod non praevalet sacerdos
efficere per doctrinae sermonem, potestas hoc imperet per disciplinae terrorem»; Reydellet, 1981, pp. 588 sqq.; Teillet, 2011, pp. 515 sqq.
18 CAR § 11, l. 9-10: «Iam denique
tunc reddita est pax terris. Et quantum cresceuat Christi nominis
dignitas, tantum tabesceuat Chaldeorum ludibriosa calamitas»; trad. de Moralejo en Crónicas asturianas, p. 206.
Compárese Fábrega Grau (ed.
y trad.), Pasionario hispánico, Pass. Leocadiae y
Vincentii, Sabinae et Christetae, pp. 64, l. 14-15, y 358,
l. 14-15.
19 Sobre
el significado de scientia-doctrina equivalente a fides en
Isidoro de Sevilla véase Drews,
2001, pp. 423 sq. y 427 sq. Compárese la
elaboración inglesa (no es una traducción sensu stricto), Id., 2006, pp. 208 sq.
y 211. Como ejemplo del uso de estos dos términos por Isidoro de Sevilla véase
el siguiente ejemplo, Sancti Isidori episcopi Hispalensis De
ecclesiasticis officiis, lib. II, § 2, l. 25-28: «Tales enim esse debent quique
diuinis cultibus sese mancipandos student, scilicet ut dum scientiae operam
dant doctrinae gratiam populis administrent».
20 CAR § 9, l. 12-16: «Non
legisti in scrituris diuinis quia eclesia domini ad granum sinapis deuenitur et
inde rusrus per Domnini misericordia in magis erigitur? […] Spes
nostra Christus est quod per istum modicum monticulum quem conspicis sit Spanie
salus et Gotorum gentis exercitus reparatus»; CAO § 9,
l. 10-14: «Sed tu non nosti quia ecclesia Domini lune conparatur,
que et defectum patitur et rursus per tempus ad pristinam plenitudinem
reuertitur? Confidimus enim in Domini misericordia quod ab isto modico
monticulo quem conspicis sit Yspanie salus et Gotorum gentis exercitus
reparatus…».
21 Bronisch,
2006a, pp. 30 sqq.
22 CAR § 10, l. 17-19: «Non istut
inannem aut fabulosum putetis, sed recordamini quia, qui Rubri Maris fluenta ad
transitum filiorum Israhel aperuit, ipse hos Arabes persequentes eclesiam
Domini immenso montis mole oppressit».
23 Bronisch, 2006c, p. 169. Floriano Cumbreño (ed.), Diplomática
española del período astur, n° 24, fº 2rº A, l. 6 – 2rº B,
l. 14: «et cum uoto munera dedicamus poscentes, ut tam nos quam
plebem nobis a te commissam uirtutis tue dextera protegas et uictrici manu
contra aduersarios fidei uictores efficias. Clementie tue dono Ita Iustifices
ut cuncti qui hic operantes ad recuperationem domus tue obedientes extiterunt
suorum omnium abolitione excipiant peccatorum. Quatenus et hic exclusa fame,
peste, morbo et gladio defensi clipeo protectionis tue felices se esse gaudeant
et futuro in seculo feliciores cum angelis celestia regna possideant».
24 CAR
§ 13, l. 1-2: «Adefonsus eligitur in regno, qui cum gratia
diuina regni suscepit sceptra»; § 14, l. 5: «Deo et
ominibus amauilis extitit».
25 CAR
§ 16, l. 2-4: «[Froila] Cum hostem Cordubensem in
locum Pontubio prouintia Gallecie prelium gessit ibique LIIIIor milia
Caldeorum interfecit»; § 21, l. 2-4: «[Alfonso II] Anno
regni eius tertio Arabum exercitus ingressus est Asturias cum duce quendam
nomine Mugait. Qui in loco Lutos ab Astores prebenti cum idem duce suo LXX
milia sunt interfecti»; § 22, l. 1-4: «Anno regni eius
tricesimo duo exerciti Caldeorum Gallecie sunt ingressi; et super eos duo
fratres Alcurexis nominibus Alhabaz, Melik erant prefecti. Set unus in locum qui dicitur Naron, alius in
flumine Nazeo unum tempore usque ad internicionem sunt deleti»; § 24, l. 7-8: «[Ramiro I] Cum
Sarrazenis uis prelium gessit, sed obitulante Deo uictor semper extitit».
26 CAR § 17, l. 4-5: «[Aurelio] Prelia
nulla gessit. Cum Caldeis pacem abuit»; § 18, l. 2-3: «[Silo] Cum
Ismaelites pacem habuit». Compárese CAO § 17 y 18.
27 CAR / CAO § 19 y 20.
28 CAR § 25, l. 8-9: «sed Deo
fabente Caldeos in fugam uertit et Uascones proprio iure recepit».
29 CAR § 22, l. 19-20: «[Alfonso I]
…sanctissimum spiritum permisit ad celum. Et qui in hoc seculo sanctissimam
uitam egit, Oueto ipse in tumulo quieuit»; § 28, l. 3-5: «[Ordoño I] Felicia
tempora duxit in regno, felix extat in celo. Et qui hic nimium dilectus fuit a
populis, nunc autem letatur cum sanctis angelis in celestibus regnis».
30 Crónicas
asturianas, Crónica Albeldense (citado en adelante con la sigla CAL)
§ 11, l. 1: «Iste Christianorum regnum cum Dei iubamine
ampliauit».
31 Véase,
entre otros, Isidoro de Sevilla, De
fide catholica ex veteri et novo testamento contra Iudaeos, lib. II, cap. 22, par. I, col. 529 sq.: «Unde
et Abraham pater gentium factus est, quia credidit Deo, et reputatum est ei ad
iustitiam». Esta frase se encuentra ya en Cipriano
de Cartago, Testimoniorum libri tres adversus iudaeos (ad
Quirinum), cap. v, col. 683
B; sigue con la frase: «Cognoscite ergo quia qui ex fide sunt, hi sunt
filii Abrahae». Para el significado de sciencia clarus en
Alfonso III y pater gentium en Ordoño I
compárese Isla Frez, 2011,
pp.19 sqq.
32 CAL
§ 12, l. 42; Drews,
2001, pp. 423 sq. y 427 sq.; Id., 2006, pp. 208 sq. y
211. En el III concilio de Toledo (589) se usa sciencia como
sinónimo de fides, CCH V, p. 72, l. 269-274 (Vives Gatell, Marín Martínez, Martínez Díez [eds.], 1963
p. 116): «Qui autem audent aut exponere aliam fidem aut proferre
aut tradere alium symbolum uolentibus conuerti ad scientiam ueritatis ex
gentibus, ex Iudaeis uel haereticis […] anathema fieri».
33 CAL
§ 12, l. 15-16.
34 CAL
§ XII, l. 11-12: «Prefatique presules in eclesie pleue/ Ex
regis prudentia emicant clare».
35 CAL
§ XII, l. 18-21: «Cui principi sacra sit uictoria data/
Christo duce iubatus semper clarificatus/ Polleat uictor seculo/ fulgeat ipse
celo/ Deditus hic triumfho preditus ibi regno. Amen». Compárese la trad.
de Moralejo, en Crónicas
asturianas, pp. 228 sq.
36 Bronisch, 2006c, pp. 517 sqq.
37 CAL
§ XVII R 3ª, l. 3-5: «Quia non fuit in illis pro suis
delictis digna penitencia, et quia derelinquerunt preceptis Domini et sacrorum
canonum instituta, dereliquid illos Dominus ne possiderent desiderabilem
terram»; § XIX R 3, l. 3-6: «hic princeps noster
gloriosus domnus Adefonsus proximiori tempore in omni Spania predicetur
regnaturus. Sicque protegente diuina clementia inimicorum terminus quoddidie
defecit et ecclesia Domini in maius et melius crescit. Et quantum perficit
Christi nominis dignitas, tantum inimicorum tabescit ludibriosa calamitas».
38 Pérez de Urbel, 1952, pp. 253 sqq.
sobre el valor de la crónica y sobre posibles fuentes de las que aprovechó el
obispo historiador. Casariego (ed.), Crónicas de los Reinos de
Asturias y de León, p. 84. Véase también Bronisch, 2006c, pp. 220 sqq.
39 Bonnaz, 1977, pp. 85 sqq.
40 Continuatio
de la Crónica de Alfonso III (citado en adelante con la sigla CAC
[Estévez]).
41 Por
el gran interés en asuntos asturianos de los que muestra grandes conocimientos
y por el hecho de que llama a Alfonso I Maior y no Magnus Claudio
Sánchez-Albornoz, al igual que Reinhart Dozy, Antonio Blázquez, Manuel
Gómez-Moreno y Lucien Barrau-Dihigo, supuso que los párrafos en la Historia
Silense que se dedican a los reinados de Alfonso III y de sus hijos García
y Ordoño II, fueron, en realidad, la obra de un anónimo continuador de la
Crónica de Alfonso III, contemporáneo de Ordoño II. Hoy día, esta
hipótesis, combatida en su época por Justo Pérez de Urbel (Pérez de Urbel, 1952, pp. 260 sqq.),
parece abandonada. Los artículos reunidos en el número 12 (2012) de la
revista electrónica e-Spania dedicado a la Historia Silense
solo hacen mención de esta hipótesis accidentalmente. Julio Escalona considera
las menciones a Oviedo «parte del bagaje intelectual del autor de HL [Historia
Legionensis = Silensis]» (Escalona Monge,
2012, § 4 y 29). Amancio Isla destaca el uso de la palabra barbarus para
denominar a los sarracenos en la Historia Silense. Se trata, según él, de un
término surgido con los desastres causados por el caudillo árabe Almanzor; el
primer ejemplo que ha encontrado data del año 988. Además, llamar barbari a
los muslimes sería típico de la cancillería de los papas en época de las
cruzadas. De esta manera y sin mencionar la hipótesis de
Cl. Sánchez-Albornoz, A. Isla ofrece otro importante argumento en
contra del supuesto anónimo continuador de Alfonso III (Isla Frez, 2012, § 11 sqq.).
Las obras anteriores al artículo de Cl. Sánchez-Albornoz al que se refiere
son: Dozy, 1881, t. I,
pp. 84 sq.; Blázquez,
1908, p. 192; Introducción a la Historia Silense,
pp. xiv sq.; Barrau-Dihigo, «Recherches sur
l’histoire politique du royaume Asturien (718-910)», pp. 40 sqq.; ibid.,
trad. castellana de Fuentes,
p. 51.
42 CAC
(Estévez) § 1.4 (3).
43 Ibid.,
§ 1.5 (5).
44 Ibid.,
§ 2 (16): «Dedit illi Dominujs uictoriam»; § 3
(17): «dedit Deus triumphum catolico regi et deleuit eos usque
mingentem ad parietem».
45 Ibid.,
§ 1.5 (14).
46 Ibid.,
§ 1.5 (13).
47 Ibid.,
§ 3. (17).
48 Ibid.,
§ 1.6: «Etenim causa orationis ad Sanctum Iacobum perexit, atque
inde progresus ad Astorium uenit filioque suo Garceano premiso petiuit ut
adhunc uel semel Saracenos persequeretur. Et multimodo agmina agregata
perexit multasque strages, fecit et cum magna uictoria regressus est».
49 Sánchez-Albornoz, 1975,
pp. 956 sqq.; Id.,
1996, p. 696. Según Ruiz de la Peña, la historicidad de estos episodios no
está asegurada (Ruiz de la Peña Solar,
1995, p. 111).
50 Para
el comienzo de la vinculación de la devoción a Santiago con la guerra contra
los sarracenos, véase Ayala Martínez,
2011, pp. 74 sqq.
51 CAC
(Estévez) § 1.6: «pro quo exorandus est Clementissimus Pater ut
qui tale regni tribuit terenum, etiam celeste acomodare dicnetur». Compárese
la traducción de Estévez Sola,
p. 39 f.: «Por él de ha de rogar al Padre Clementísimo para que quien
tal reino en la tierra le atribuyó, también en el cielo se digne en
conferírselo». Compárese las redacciones Silense y Pelagiana en la edición
de Pérez de Urbel, 1952
(citado en adelante con la sigla CRS), § 15, p. 308. Bonnaz, 1977, pp. 97 sq.,
opina que aquí «évoque les formules officielles des Chroniques
d’Albelda et d’Alphones, qui expriment le souhait que les souverains temporels
accèdent au royaume des cieux».
52 CAC
(Estévez) § 3 (17), p. 36: «coniunctauerunt se in uale quod
dicunt Iuncaria et, ut asolet, pecato inpediente, multi corruerunt ex nostris».
Compárese Bonnaz, 1977, p.
115. CRS (redacciones pelagiana y silense), § 18, p. 313.
53 Una
exepción, aunque no en un texto historiográfico, es una noticia en una de las
dos tablas que se encontraron en la iglesia San Salvador en Oviedo y cuyo texto
se guarda en el Liber Testamentorum. Allí está legado a la
posteridad que el templo fundado por el rey Fruela, el padre de
Alfonso II, «fuit partim a gentilibus dirutum sordibusque
contaminatum» (Diego Santos, Inscripciones
medievales de Asturias, p. 37, n° 6).
54 CRS § 30, p. 344: «Vir
satis prudens; leges a Vambano principe conditas firmauit; canones aperire
iussit; dilexit misericordiam et iudicium; reprobare malum studuit et eligere
bonum».
55 CAR § 3, l. 2-3: «[Eruigius] legesque
prodecessore suo editas ex parte corripit et alias ex nomin suo adnotare
precepit»; § 5, l. 2-3: «Concilia dissoluit, canones
siggilauit» (Bronisch,
2011, pp. 42 sq.).
56 CRS
(redacción silense) § 30, p. 344: «In diebus vero regni eius
propter peccata populi christiani creuit ingens multitudo sarracenorum».
Véase Pérez de Urbel, 1952,
p. 242: «Encontramos ciertamente, en él el lugar común de nuestros escritores
medievales, que consideran los reveses del pueblo cristiano como una
consecuencia del pecado individual y colectivo».
57 CRS
(redacción silense) § 30, p. 345: «Rex celestis memorans
misericordie sue, vltionem fecit de inimicis suis: morte quidem subitanea et
gladio ipsa gens agarenorum cepit interire, et ad nichilum cotidie peuvenire».
58 Férotin (ed.), 1904, col. 152,
l. 17-19.
59 Berganza y Arce, Antigüedades de
España, p. 685: «Preces tempore belli contra Sarracenos, ex
lib. orationum Cardig».
60 «Domine
Iesu Christe, Filii Dei vivi, qui vere Deus es, et homo: respice propitius
super famulum tuum Regem nostrum, et super exercitum eius: et eos perpetuo
comitare praesidio, et praesta; ut per virtutem nominis tui, et
victoriosissimae Crucis gens Maurorum, quae ubique semper detrahit, potenter
expugnetur: et concede ut feritate barbarica calcata, cum honore, et gaudio ad
propria revertatur. Qui vivis…» (ibid., p. 685).
61 Ibid., p. 685: «R.
Domine Deus, qui conteris bella ab initio. V. Allide Virtutum eorum, et dextera
tua confringat inimicos»; Férotin (ed.),
1904, col. 443: 26- 29: «Tu enim ipse es Dominus Deus noster, qui
conteris bella ab initio et Dominus nomen est tibi. Erige brachium tuum, sicut ab initio, et allide
virtutem inimicorum nostrorum in virtute tua (Judit 9, 10-11)». Más explícito en Bronisch, 2006c, pp. 218-220.
62 Huete Fudio, 1997, p. 53.
63 Martín, 2009, p. 206
§ 14: «In era † DCCCCLXXXIIII. † populauit Fredenando Gundesalbiç
civitatem que dicitur Septepublica cum {Dei} {a}uxili{o} et iussionem principem
Ranemirus. Deo {g}ra{tias}». Véase en las n. 24-27 las indicaciones
del editor sobre las dificultades para leer e interpretar estas palabras.
64 Ibid.,
§ 15, p. 209: Deo gratias.
65 Levison (ed.), Iudicium in
tyrannorum perfidia promulgatum, § 1, l. 8-10: «quibus ex
clementia princeps dederit vivere, effossionem luminum non euadant, qui patriae
gloriam minuentes proditionis notam incurrerant»; § 7,
l. 171-173: «Quodsi forsam eis a principe condonata fuerit vita,
non aliter quam evulsis luminibus reserventur, ut vivant». Veáse para
todo esto más explícitamente en Bronisch, 2005a,
pp. 88 sqq. [= La legislación antijudaica en el reino
visigodo-católico de Toledo].
66 Hasta
la aparición del anunciado libro sobre el significado del Relato de Covadonga
remito a mi artículo, Id.,
2009, aquí especialmente a las pp. 100-104. Para la torsión de la verdad
histórica para demostrar el verdadero carácter de los reyes y sacerdotes en el
reino de Toledo véase Id.,
2011, passim.
67 Floriano Cumbreño (ed.), Diplomática
española del período astur, t. I, n° 24, fº 4rº B,
l. 22- 4vº A, l. 12: «Tu fortissime Domine, qui es Deus
absconditus, deus Israel, salvator qui iussit Iacob revertere in terram
nativitatis sue altari constructo tibi munera offerre. Et nos pie dignatus es
de multis tribulationibus eruendo in proprio patrio domo reducere. Sit munus
hoc tibi acceptum sicut accepta habuisti munera predicti Iacob pueri tui».
Compárese Génesis 28, 20-22: «Si fuerit Deus mecum […] reversusque
fuero prospere ad domum patris mei: erit mihi Dominus in Deum, et lapis iste
quem erexi in titulum, vocabitur Domus Dei, cunctorumque quae dederis mihi,
decimas offeram tibi»; Génesis 35, 7: «Aedificavit ibi altare,
et appellavit nomen loci illius, Domus Dei». Bronisch, 2006c, pp. 161 sqq., para la
indicación a Jacob véase pp. 167 sq.
68 Id., 2009, pp. 89 sq.
69 Miranda García, 2011a, p. 294,
con referencia a Díaz y Díaz,
1979.
70 Miranda García, 2007, pp. 75 sqq.; Martín Duque, 1986,
pp. 525 sq., de nuevo bajo el mismo título ibid.,
2002a, p. 837: «Se reponen los instrumentos necesarios teóricamente para
el mejor gobierno de los asuntos espirituales y temporales: La
Colección Canónica Hispana y el Liber Iudiciorum,
respectivamente. Se recogen piezas características de una tradición cultural de
cuño también hispanovisigodo. Se reasume y actualiza el patrimonio
historiográfico, lo cual supone una profunda reflexión sobre la esencia —raíces
y proyecto— de la monarquía, a fin de suministrarle una definición, una imagen
mental operativa»; ibid., p. 839: «Esta réplica del paradigma
asturleonés no parece concebida como antítesis, sino que más bien deriva de
la fraternitas de “reinos cristianos”, y el hermanamiento
efectivo de sus respectivas estirpes soberanas, alimentado a lo largo de cuatro
generaciones mediante sucesivos lazos de parentesco». Besga Marroquín, 2000b, pp. 11-53, en especial las
pp. 42 sqq.; ibid., p. 45: «Esta
reivindicación de la herencia hispanovisigoda puede compararse con el
neogoticismo del Reino de Asturias. […] Por ello, la repetición del mismo
fenómeno, con el lógico retraso (y diferencia) en una Monarquía más reciente (y
modesta) no puede verse como la manifestación de algo artificial, sino como el
resultado esperable de unos orígenes hispanogodos».
71 Martín Duque, 2002a, p. 837.
72 Miranda García, 2011b,
pp. 229 sq.
73 CAL
§ XX. <Additio de regibus Pampilonensibus> «In era
DCCCCXLIII surrexit in Pampilona rex nomine Sancio Garceanis. Fidei Christi
inseparabiliterque uenerantissimus fuit, pius in omnibus fidelibus
misericorsque oppressi catholicis. Quid multa? In omnibus operibus perstitit.
Belligerator aduersus gentes Ismaelitarum, multipliciter estrages gessit super
terras Sarracenorum. Idem cepit per Cantabriam a Nagerense urbe usque ad
Tutelam omnia castra. Terram quidem Degensem cum oppidis cunctam possidevit.
Arbam namque Pampilonensem suo iuri subdidit, necnon cum castris omne
territorium Aragonense capit. Dehinc expulsis omnibus biotenatis XX regni
sui anno migravit e seculo. Sepultus Sancti Stephani portico, regnat cum Christo in polo. Item
filius eius Garsea rex regnavit annos XL. Benignus fuit et occisiones multas egit contra Sarracenos.
Et sic decessit. Tumulatus est in castro Sancti Stephani. Supersunt eius filii
in patria ipsius. videlicet Sancio et frater ejus Ranimirus, quos salvet Deus
omnipotens per multa curricula annorum, amen. Discurrente
praesenti era TXIIII».
74 Miranda García, 2011b, p. 228, con
una profunda interpretación del texto en las páginas siguientes:
pp. 228-232.
75 Rodríguez R. de Lama (ed.), Colección
Diplomática Medieval de la Rioja (923-1225), t. II, n° 3,
p. 32: «Ego Garsea unctus a Domino, meo in regno sublimatus, pro
auorum uel parentum meorum serenitati electus…».
76 Ubieto Arteta (ed.), Cartulario
de San Juan de la Peña, t. II, n° 112,
p. 110. Ubieto considera el documento falso, pero, según Martín Duque, 2003, p. 231,
n. 23, «la intitulación es la propia de los auténticos (Ranimirus
Sancionis regis filius)». Véase también Miranda García, 2008, pp. 267 sqq.
77 Schramm, 1951, pp. 118 sqq.; Martín Duque, 2002b, p. 843; Id., 2003, pp. 230 sq.:
«Aunque no hay noticia de que se orquestrara entonces la exaltación del
príncipe mediante un ceremonial acorde con la tradición hispano-goda, parece
lógico suponer que la ordinatio documentada en la siguiente
centuria para los reyes García Sánchez III y Sancho Garcés IV,
hubiera sido adoptada al menos por Sancho Garcés II, con quien, por otra
parte, aparece consolidado el palatium o curia regia
pamplonesa, con su correspondiente officium, sin olvidar los
significativos atributos que lo realzan como soberano en el tramo nuclear del
registro central de la citada miniatura. […] basta recordar como exponentes
básicos de la continuidad cultural hispano-goda la vigencia en tierras
pamplonesas de la liturgia toledana hasta finales del siglo xi, la tradición escriptoria del mismo
signo hasta bien avanzada la siguiente centuria y el cómputo anual por la era
hispánica hasta el xiv».
78 Miranda García, 2013. Las composiciones
figurativas, textos e ilustraciones, se encuentran en Díaz y Díaz, 1979, pp. 351-370.
79 Apocalipsis
12, 7.
80 Miranda
García cree que la veneración de arcángel en el área pamplonesa «no dejaba de
recordar al San Miguel al que se dedicó la iglesia ovetense de Lillo en 908, y
venía tal vez a manifestar públicamente la translatio en el programa ideológico
neogoticista desde Oviedo a Pamplona» (Miranda
García, 2013, p. 762). Pero desconocemos la fecha del derrumbamiento
de la iglesia de Santa María en el Naranco con el subsiguiente traslado de su
dedicación a la Virgen al Belvedere y la nueva dedicación del tronco de la
antigua basílica a San Miguel. Véase el resumen de la problemática en Bronisch, 1999a, pp. 280 sqq.
[= Las iglesias palatinas asturianas. Orden, función y tradición visigoda].
81 Miranda García, 2013, p. 763.
82 Díaz y Díaz, 1979, pp. 356-358. La
denominación miles Christi para el hermano regio, Ramiro, a
finales del siglo x, en el
fondo solo se puede entenderla en sentido espiritual ya que en esta época se
diferenciaba todavía la militia Christi, sacerdotes y monjes, de
la militia saecularis. Véase Erdmann,
1980, pp. 10 sq. y 185 sqq. Es muy curioso que en
este poema se aplica esta denominación a un láico, a un guerrero, vinculándola
de esta manera a la lucha secular. Pero prácticamente no hay duda del significado
bélico de estas frases, ya que todo el contexto apunta en esta dirección: el
deseo de victoria para el rey Sancho y para Ramiro, su brazo militar, vinculado
con el pedido de protección por el arcángel Miguel. Sería entonces un ejemplo
extraordinario para el uso prematuro del término miles Christi en
sentido guerrero. Por otro lado es cierto que el relieve de Luesia, en que
supuestamente está representado un rey, posiblemente también el hermano del rey
Ramiro, tiene cierta smilitud con la imagen de Ludovico Pío en la famosa imagen
dedicatoria al De laudibus sanctae crucis de Hrabanus Maurus
en la que el rey franco está pintado como un verdadero miles Christi según
las explicaciones de San Pablo, pero sin que fuera denominado explícitamente
con este término. No hay duda de que el significado de este imagen no tiene que
ver con la esfera bélica y es completamente espiritual. Véase Sears, 1990; Galtier Martí, 2006,
pp. 79 sq.; Poza
Yagüe, 2004, p. 610; Cabañero-Subiza, Galtier Martí, 1986.
83 Miranda García, 2013, pp. 765 sqq.
84 Ibid.,
pp. 230 sq.; Miranda
García, 2011b, p. 240. Compárese Daniel 12,1 y Apocalipsis
12,7.
85 HWR
§ 23, l. 599-604: «Vbi divina protectio euidentis signi
ostensione monstrata est. Visum est enim, ut fertur, cuidam externae gentis
homini angelorum excubiis protectus religiosi principis exercitus esse
angelosque ipsos super castra ipsius exercitus uolitatione suae protectionis
signa portendere».
86 Férotin (ed.), 1904, col. 151
Z. 4-9: «Da ei, Domine, de spiritu tuo et cogitare que decent, et
que conueniunt adimplere: ut manus tue protectione munitus, cum subiectis
populis gradiens, et ab hinc de presentia ecclesie apostolorum tuorum Petri et
Pauli procedens, ita munitus custodiis angelicis, acta belli ualenter exerceat».
Compárese Pérez Sánchez,
2008, p. 216.
87 Miranda García, 2011b,
pp. 234 sqq.; Id.,
2013, p. 764. Miranda García remite a Martínez
de Aguirre Aldaz, 1996, y Poza
Yagüe, 2004. Desgraciadamente no pude consultar el artículo de Martínez
de Aguirre. Dos obras clásicas son la de Pamplona,
2008 y la de Silva Verástegui,
1984, pp. 92 sqq., 158 sqq.
88 Férotin (ed.), 1904, col. 153,
l. 39.
89 Messina, Pseudo Eugenio di
Toledo, n° xi: «Da
decimas domino tibimet qui plura subegit/ Regna tibi populos iussit seruire
potentes./ Aurea uasa dedit diuersa metalla parauit/ Imposuit gemmis ornatam
uertice mitram/ siricio lembo roseo conclusit et ostro/ Ornauit habitum reglis
purpura totum». Para la cuestión de la tiara real de los reyes hispánicos
véase Bronisch, 1999b.
90 Las
distancias están calculadas por Google Maps. Miranda García, 2013, p. 764, destaca el hecho de que San
Miguel de Villatuerta se encontraba muy cerca (ca. 12 km; Bro.) de
San Esteban de Deyo, Monjardín (hoy día ermita de Santa Cruz), supuesto panteón
real de los primeros reyes navarros por el hecho de que se lee en la Additio
de regibus pampilonensibus que Sancho Garcés «Sepultus sancti
Stefani portico regnat cum Christo in polo» (CAL § XX,
l. 7-8). Véase también Miranda
García, 2008, pp. 261 sq. Se trata entonces, según
Miranda, de un verdadero conjunto monumental que cumple los requisitos
necesarios para albergar y justificar el ceremonial litúrgico del Ordo de
la salida del rey y del ejército a la batalla. El mismo autor vincula el
relieve de Luesia con el desaparecido relieve de una persona con lanza (o
estandarte cruz) que originalmente debería haber existido entre las
representaciones de Villatuerta (Id., 2011b,
pp. 241 sq.). Pero la existencia de una representación del
modelo de un rey cristiano (y si es verdad que el modelo para el relieve de
Luesia es la famosa representación de Ludovico Pío en sentido plenamente
pacífico, como ya mencionamos anteriormente), tampoco puede servir de indicio
de que la iglesia de Villatuerta fue el lugar desde donde rey y ejército
partieron a la lucha contra los sarracenos. Compárese además mis
consideraciones escépticas en Bronisch,
2006c, pp. 388 sq.
91 Ibid.,
Quinta parte «El ordo de la guerra en los reinos de la Reconquista»,
pp. 379 sqq.
92 En
este sentido también Henriet,
2015. Para P. Henriet es un argumento en contra de la verdadera
celebración del Ordo en época post-visigoda el que en el texto
no se habían modificado las alusiones a Toledo, «que estaba entonces en manos
de los musulmanes y no podía ser el punto de partida de ningún rey
cristiano», ibid., p. 321. Aunque comparto el escepticismo de
P. Henriet sobre el significado de los relieves de San Miguel de
Villatuerta como representación de escenas claves del ordo litúrgico no
sostengo esta argumentación. Fíjense que también en el Ordo del
Viernes Santo (Férotin [ed.],
1904, col. 193 sqq.) se describe cómo un diácono en una
procesión lleva la reliquia de la Vera Cruz en una patena a la iglesia de la
Santa Cruz para la subsiguiente veneración. En Oviedo no había una iglesia de
Santa Cruz. ¿Debe esto significar que el Ordo de VIa feria
in Parasceve cayó en desuso en época asturleonesa?
93 O’Callaghan, 2003, p. 193, citado
según García García, 2012,
p. 231 y n. 63.
94 Laliena Corbera, 2005, p. 111; p. 237:
De una disertación francesa procede la información de que «Los cantares de
gesta recogen la costumbre extendida entre los caballeros hispanos de celebrar
una misa votiva a la Trinidad antes de dirigirse al campo de la batalla» (ibid.,
p. 237). Esto sería otro indicio para el uso del Ordo al menos
hasta la abolición de la liturgia hispanogoda. Lo cita García García, 2012, p. 237. La
disertación sigue inédita por lo cual no la pude consultar, véase Quitman, inédita, según García García
las pp. 6 y 40.
95 Bronisch, 2006c, pp. 303 sqq.
96 Para
Thomas Deswarte y Patrick Henriet es este el punto clave para denominar una
guerra «guerra santa». Deswarte,
2006, p. 84. Véase también Id.,
2005, pp. 334 sqq. y 339 sqq. Henriet, 2015, pp. 334 sq.:
«Pero cabe señalar que la promesa de beneficios espirituales en la guerra esta
considerada por varios especialistas como una de las condiciones previas para
hablar de guerra santa. Creo por lo tanto que si la cristianización de la
guerra es una hecho innegable, incluso evidente, en la España de la alta edad
media, conviene matizar bastante a la hora de hablar de guerra santa»; p. 333:
«Si uno quiere hablar de guerra santa en el sentido más pleno de la expresión,
es decir con la afirmación de una retribución espiritual de los combatientes y
con la posibilidad de una intervención directa de Dios a través de sus santos,
tiene que esperar por lo tanto al siglo xii,
periodo de las cruzadas y del “aggiornamiento” de la Iglesia hispánica»; p.
338: «Prefiero reservar la expresión “guerra santa” para un periodo en el cual
la retribución espiritual de los combatientes se había impuesto como una
evidencia». Deswarte especifica: en el párrafo famoso de los Dei Gesta
per Francos de Guibert de Nogent reconoce «un nouveau mode de
santification» (Deswarte,
2006, p. 84). Efectivamente, Guibert habla por primera vez de prelia
santa. Pero la oferta de Dios al ordo equestris no
significa según Guibert, la santificación del caballero. Más bien, las batallas
santas fueron un instrumento para conseguir salus y gratia, lo
que de ningún modo es lo mismo que la santificación, sino que tenían que
cambiar su modo de actuar: «novum repperirent salutis promerendae
genus, ut nec funditus, electa, uti fieri assolet, monastica conversatione seu
religiosa qualibet professione, seculum relinquere cogerenter, sed sub consueta
licentia et habitu ex suo ipsorum officio Dei aliquatenus gratiam
consequerentur». Dei gesta per Francos, lib. I,
cap. 1, l. 64.
97 CRS
§ 22, p. 323.
98 Véanse
los artículos de la colección editada por Thomas, Evans, Copan (eds.), 2013.
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