Miccacuicatl: cantos
mortuorios nahuas prehispánicos.
La importancia
de los cantos en el protocolo ritual de las exequias en la cultura náhuatl
prehispánica fue tal que la palabra miccacuicatl (canto
de muertos) se volvió, epónimicamente, el término que llegó a designar el
aparato mortuorio en su conjunto. En este artículo, nos proponemos establecer
una "arborescencia" genérica de los distintos cantos mortuorios en
función de los contextos en los que se integraban y según los criterios modales
de su enunciación antes de analizar específicamente un tlaocolcuicatl (canto de
lamentación), un icnocuicatl (canto
de orfandad), y algunas variantes del canto de muerte florida xochimiquizcuicatl.
En tiempos prehispánicos, los
cantos mortuorios o, más exactamente, cantos de muertos (miccacuicah),1 ocupaban un
lugar preponderante en el aparato ritual de las exequias.
La palabra que designa el
protocolo funerario en su conjunto es precisamente miccacuicatl (canto
de muertos), como si todo el ritual se redujera a los cantos. La subordinación
eponímica del aparato ritual mortuorio a una de sus manifestaciones expresivas
muestra la importancia del canto en el contexto de las exequias, aun cuando el
discurso mortuorio (miccatlahtolli) era también una parte
constitutiva de la liturgia. Esto se debe quizás al hecho de que un canto puede
ser la variante modulada de un grito de dolor que el ritual enfatiza.
El grito y el llanto son sin
duda la primera reacción expresiva de quienes se ven desgarrados por la muerte
de un ser querido. Entre los mexicas, esta manifestación espontánea del dolor
fue ritualmente encauzada por un aparato ceremonial que propiciaba el paroxismo
catártico del pesar, lo "drenaba" fuera del cuerpo colectivo a la vez
que lo orientaba simbólicamente.
En el ritual mortuorio, al caos
vocal y a la incoherencia gestual correspondientes al desorden afectivo de una
punzante aflicción, se añade la palabra esculpida en el sonido, la cual ordena
dicho desorden y lo cuela en un molde socio-cultural. Con el discurso
mortuorio (miccatlahtolli), la lucidez y la mesura se imponen
a la confusión y a los excesos afectivos. El hombre se resigna. En el miccacuicatl, la
pena entrañable adquiere un cuerpo músico-dancístico y verbal del que emana
un sentido todavía muy somático.
Parte de este ordenamiento
protocolario que se instaura en el ritual mortuorio son los cauces genéricos
del canto en los que el tormentoso oleaje del dolor, de la aflicción, del temor
y de la incertidumbre se canaliza y orienta para aplicar un efímero bálsamo
sobre una punzante herida ontológica. El canto mortuorio (miccacuicatl) se
subdivide en géneros expresivos orales que exacerban o lenifican distintos
matices del dolor y de la angustia a la vez que se integran funcionalmente a
diferentes fases del ritual.
Consideraremos aquí algunos
cantos mortuorios de los antiguos nahuas después de haber fundamentado su
especificidad genérica en función de sus contenidos, de sus modalidades
expresivas, de los "contextos" en los que se integraban, así como de
las relaciones que parecen vincular el ser y el canto en la cultura náhuatl
prehispánica.
EL SER Y EL CANTO
El canto mortuorio se arraiga
en el llanto, en el grito y, en última instancia, en un sonido puro despojado
de cualquier inflexión afectiva. Asimismo, la danza que acompaña al canto
mortuorio,2 ya sea al modo
apolíneo (macehualiztli) o
en la versión dionisíaca (mihtotiliztli), se
enraiza en un orden o desorden gestual, telúrico-nocturno.
Encontramos en la mitología
náhuatl, y más específicamente en el mito de la creación del hombre,3 algunos paradigmas
fundamentales en relación con lo que podría haber representado el canto/danza
mortuorio en un contexto cultural prehispánico.
La
gestación del ser en el inframundo y el sonido del caracol
Con el fin de crear al hombre,
Quetzalcóatl, a petición de los demás dioses, desciende al Mictlan, al
inframundo, para traer los huesos-jade (chalchiuhomitl) que atesora Mictlantecuhtli, el
señor que rige el destinos de los mictecas, los difuntos, en estos
páramos ctónicos. Mictlantecuhtli accede en entregar los
huesos a Quetzalcóatl pero pone condiciones.
El caracol (tecciztli) no está agujerado,
por lo que Quetzalcóatl pide a sus adyuvantes animales, los gusanos (ocuilin), que lo
perforen. Por el orificio se introducen los abejorros (xicotin) y
las abejas mieleras (pipiolme). Quetzalcóatl
sopla entonces en el caracol y se produce un sonido que "vino a oír
Mictlantecuhtli" (quihualcac
in Mictlantecuhtli).
El tenor copulativo fecundador
de la perforación del caracol por los gusanos, de la entrada de las abejas, de
la penetración del soplo seco/caliente masculino de Quetzalcóatl en las
circunvoluciones húmedas/frías y matriciales del caracol es claro. Recordemos
aquí que tecciztli (el
caracol) es una apócope de teucciztli (señora
madre).5 Al pasar por la espiral
interna del caracol, el soplo-sonido del dios del aire Ehécatl esboza además lo
que será la voluta del sonido, de la emanación espiritual ihiyotl (el aliento), y de
la palabra tal y como aparece en las representaciones pictográficas indígenas (figura
1).
Ahora bien, el sonido producido
por el caracol de Quetzalcóatl penetra en el oído de Mictlantecuhtli, con el
mismo valor mitológicamente copulativo, y fecunda la muerte.6 Si la interpretación
metafórica que proponemos de esta secuencia narrativa es correcta, el ser
humano sería el resultado de una penetración de la tierra-madre por un ser
celestial, Quetzalcóatl, y más específicamente de la penetración de un sonido
seminal en el oído del dios/diosa de la muerte. Si consideramos que el
caracol (tecciztli) era el instrumento mortuorio por
excelencia en las exequias, esta interpretación resulta plausible.
Por otra parte, el sonido
típico del caracol es un sonido nasal, el cual alude a voces del inframundo.7 Pero también, en un
contexto mitológico, al zumbido (quiquinaca) de
los abejorros y de las abejas que se metieron en el caracol.
Además de su valor seminal, el
sonido de caracol podría haber tenido un tenor "luminoso" en términos
sinestésicos. La primera luz de un amanecer existencial habría sido acústica,
en las tinieblas del inframundo en las que sólo "ardía" la luz
ígneo-telúrica del fuego. Esta relación sinestésica entre un elemento sonoro y
otro visual es patente en la costumbre que tenían los antiguos nahuas de
producir un ruido pegándose los labios con la mano durante los eclipses de sol,
hasta que regresara la luz.8
El sonido producido por
Quetzalcóatl es una luz presolar que anida en el caracol y representa quizás el
embrión espiritual del ser humano en gestación. El simbolismo ígneo y solar del
abejorro y de la abeja, así como el sonido correspondiente del caracol, podrían
haber generado mitológicamente, el tonalli del
ser antes de que se conformaran su naturaleza ósea y su cuerpo de maíz. En
efecto, en la cultura náhuatl prehispánica, tonalli remite
tanto al sol, a la luz y al calor que prodiga, como al "alma" de los
seres. De ser así, un destello helíaco habría iluminado al ser humano antes de
que apareciera el astro-rey.9
En una imagen del Códice
borbónico que nos parece corresponder a lo anterior (figura
2), la voluta roja que se observa dentro del caracol (a), además de referir
el carácter sagrado de la emanación sonora, podría aludir cromáticamente a la
luz de un amanecer y al calor. La cabellera rubia del ser creado,
"cautivado" en esta gesta mitológica, remite sin duda al sol. En esta
misma imagen, frente a Quetzalcóatl, se encuentra un personaje en la piel de un
jaguar ctónico: Tepeyóllotl (el corazón del monte) (o
una advocación Mictlantecuhtli), quien dialoga con Quetzalcóatl. El contexto
mitográfico es bélico, como lo indica el pictograma compuesto por un escudo y
flechas, emblema de la guerra (b). El cautivo con el cabello rubio podría
remitir simplemente a un prisionero habido en guerra, pero recordemos que la
gestación de un niño en el vientre materno era asimilado a un combate contra
las fuerzas regresivas de la noche y que cuando una mujer daba a luz, el niño
era "su prisionero". Las parteras producían entonces gritos de guerra
(de victoria) pegándose en los labios con las manos. Si la mujer moría durante
el embarazo o en el parto, era considerada como una guerrera que había muerto
en combate y se volvía una más de las cihuateteoh.
En este mismo contexto
pictórico, el "ojo estelar" (c) y el pedernal (d) que figuran en la
imagen remiten respectivamente a la noche y al norte: Mictlampa, literalmente "hacia el Mictlan", lugar donde
se gestó el ser humano en el mito aquí referido.10 Es preciso señalar
también la presencia, en la mano de Quetzalcóatl (situada atrás), de una voluta
excrementicia (cuitlatl) cromáticamente
idéntica al cabello del personaje rubio cautivado, al círculo que rodea al ojo
estelar, a las flechas y a la parte periférica del escudo. Este detalle podría
revelarse importante en el contexto ritual en el que se llevaba a cabo el tzocuicatl (canto de
porquería) al que alude Durán y que consideramos más adelante.
Esta escena constituye la
imagen "patrona" de la trecena 1-mazatl (1-venado), tercera trecena del tonalpohualli, durante
la cual bajaban las temibles cihuateteoh, mujeres
muertas en un primer parto. El signo rector de la trecena, mazatl (venado), connota la
sexualidad y la fecundidad al igual que el segundo día de la misma
trecena, tochtli (conejo),
cuyo exponente numérico ome (dos),
unido al signo, refiere el pulque y la embriaguez. Aun cuando esta imagen se
encuentra situada en un contexto calendárico y en circunstancias temporales con
carácter astrológico, su valor paradigmático se mantiene como tal.
Las
cuatro vueltas en torno al Chalchiuhteyahualco
El mito transcrito en la
"Leyenda de los soles" no alude al cumplimiento de la segunda
petición de Mictlantecuhtli: que Quetzalcóatl le diera cuatro vueltas al
"círculo de jade" de Mictlantecuhtli (chalchiuhteyahualco). Es probable que el informante
omitiera el relato correspondiente por razones diversas o que el indígena
encargado de la transcripción olvidara u omitiera consignar esta parte del
relato. Sin embargo, aun cuando la enunciación transcrita no
lo indica, el esquema narrativo contenido en el enunciado debe
haber referido las cuatro vueltas requeridas por Mictlantecuhtli en torno a su
círculo de jade. Una imagen del Códice Laud parece aludir a
este "círculo de jade" e ilustrar lo anterior (figura
3).
En términos mitológicos, esta
secuencia refuerza el esquema de copulación/fecundación mediante el "enredo"
que constituye el hecho de dar vueltas en torno a algo, en términos simbólicos
y mitológicos, así como la posesión y el sometimiento que representa. El paso
por los puntos cardinales que implican tanto el numeral 4 como el sintagma
verbal empleado, tlayahualochtia (dar
la vuelta pasando por puntos específicos) anticipa el recorrido solar a la vez
que constituye la integración semiológicamente pertinente del cuadrado (exponente
numérico cuatro) y del círculo (yahualli), equivalente
geométrico de un esquema actancial de copulación/ fecundación. Es probable que
Quetzalcóatl cumpliera con esta prueba, bailando.
El
origen de la vida breve
Después de haber cumplido con
las pruebas impuestas por Mictlantecuhtli, éste se declara satisfecho y permite
que Quetzalcóatl se lleve los huesos: "ca ye cualli,
xoconcui" (está bien, tómalos). El dios del inframundo añadió que
los tenía que venir a dejar al Mictlan, lo que los moradores del inframundo,
los micteca, le comunicaron a Quetzalcóatl. Un diálogo con
alto valor simbólico se establece entonces entre Mictlantecuhtli, sus
mensajeros (ititlanhuan) los mictecas, Quetzalcóatl, y el
nahual de este último: "xoconilhuitin teteoé çan
quicahuaquiuh" (vayan a decirle, dioses, que sólo los vendrá a
dejar [aquí]). A lo que responde Quetzalcóatl: "amoca ye ic çen
niquitqui" (no, me los llevo para siempre). Insisten los
mictecas, por lo que Quetzalcóatl, resignado, le indica a su nahual que les
vaya "a gritar" que vendrá a dejar los huesos. El nahual les va a
gritar (quintzatzilitiuh): "ca çan niccahuaquiuh" (pues
sólo los vendré a dejar). Quetzalcóatl envuelve (quimiloa) los
huesos (de hombres y mujeres) y se los lleva, con la promesa hecha a
Mictlantecuhtli de venir a devolverlos. Es posible que los gritos y las
palabras proferidas en este contexto mitológico hayan sido
reproducidos de algún modo, en ciertos cantos mortuorios.
El
ruido "sucio" de las codornices (zollin)
Se arrepiente Mictlantecuhtli y
le pide a los mictecas que dispongan una trampa (motlaxapochhui), un hoyo en el que Quetzalcóatl
caiga y se golpee (motlahuitec).
Lo espantan las
codornices (quimauhtique) y
cae (como) muerto (mictihuetz) (figura
4). Los huesos se esparcen; los roen y picotean las codornices.
Para apreciar esta secuencia
del mito es preciso recordar que la codorniz (zollin) era el ave que se decapitaba ritualmente, cada
mañana, al amanecer, cuando se daba la bienvenida al sol (figura
5). La sangre del ave asociada con la noche y la muerte alimentaba
diariamente al sol y a la tierra. La codorniz es conocida por su vuelo
particularmente ruidoso y por su grito desagradable. Quizás podamos atribuir al
hecho de que hizo tropezar y caer a Quetzalcóatl con los huesos una función
mitológica provocadora de enfermedades. En efecto, el susto (nemauhtiliztli) y la
caída (huetziliztli) son
dos manifestaciones de la enfermedad,11 además de que la codorniz
provocó la ruptura, el esparcimiento y el desgaste de los huesos. Por otra
parte, es interesante observar que el nombre náhuatl de la codorniz (zolin) entraña
el radical zol-, lexema que se vuelve, en otros contextos
gramaticales, un morfema que se añade a cualquier sustantivo para denotar lo
viejo, sucio o desgastado del objeto referido.12 En distintos contextos
rituales prehispánicos vinculados con la redención de una falta, una deidad
traga una codorniz, símbolo de la suciedad moral (figura
6).
El vocablo tlazolli refiere "lo
sucio" y "las inmundicias". La diosa Tlazoltéotl, la diosa de
las inmundicias y de la sexualidad, es representada frecuentemente en el acto
de devorar una codorniz, ave que podría tener la misma ambigüedad simbológica
que la diosa, ya que, si bien refiere lo sucio, su carne era consumida para
enamorar. El comportamiento de la codorniz puede haber suscitado analogías con
alto valor simbólico.
Cada día cuatro codornices eran
degolladas, aleteaban ruidosamente y su cuerpo golpeaba reiteradamente la
tierra:
La analogía con el golpe
sufrido por Quetzalcóatl en su caída (motlahuitec) es quizás pertinente. Por otra parte, los
informantes de Sahagún revelan que las codornices vuelan en grupo. Si por
alguna razón se dispersaban, con un solo grito, un silbido de una de ellas, se
reúnen todas: "niman ie ic
tzatzi tlanquiquici" (luego ya grita, produce un silbido).14 Todas acuden, lo que
permitía a los cazadores atraparlas en una red. La caída, el golpe, el hecho de
reunir los huesos dispersos después de la caída y de colocarlos en una
envoltura podría haber representado analógicamente el comportamiento de la
codorniz en los contextos aquí referidos. El grito y el silbido que atraía a
las aves dispersas podrían haber sido reproducido miméticamente en cantos
mortuorios para reunir los huesos "diseminados".
Yollotototl
(el ave-corazón)
Según los informantes de
Sahagún, un ave pequeña "en todo parecida a la codorniz" (ixquichin zollin) llamada yollotototl (figura
7) era la imagen del corazón del difunto: "Ca iquac timiqui quimixiptlatia in toyollo" (Cuando
morimos representa nuestro corazón).15 Esta ave vivía en la
región de Teotlixco, hacia Huitzilatenco,16 y su canto era
considerado como "consolador": "Auh inic tlatoa, inic cuica quicnotlalia in itozqui, vel
teiolcemelti, teiollali" (y cuando habla, cuando
canta, su voz suplica, tranquiliza el corazón, consuela).17
Quetzalcóatl
resucita y llora (choca)
En el mito, Quetzalcóatl
despierta o resucita (hualmozcalia), y
al ver que todo "se descompuso" (ca nel otlatlacauh), llora. Es interesante
observar aquí que el verbo ihtlacauh (se
descompuso) refiere también el hecho de que una mujer esté preñada,
"enferma de niño". El llanto de Quetzalcóatl y sus lágrimas, que
"cavaron y horadaron la piedra" en otro contexto mitológico,18 podrían estar
vinculados de manera ambivalente con la muerte y el renacer.
La última parte del mito está
claramente asociada a la fecundación, cuando Quetzalcóatl lleva los huesos a
Tamoanchan, donde Quilaztli, alias Cihuacóatl, la diosa madre, los muele en
un barreño de jade (chalchiuhapazco), y
cuando Quetzalcóatl vierte la sangre espermática de su pene sacrificado sobre
dichos huesos, fecundándolos.
Fases
involutiva y evolutiva de la muerte
El mito aquí aducido muestra
dos partes esenciales en el proceso de creación del hombre en el inframundo,
las cuales serán de hecho las fases respectivamente involutiva y evolutiva de
un ciclo. A partir de su fallecimiento, y hasta la caída de Quetzalcóatl en el
hoyo (tlaxapochtli), el
cadáver en putrefacción se "desintegra" y su parte corpórea es
devorada por Tlaltecuhtli (el
señor/señora de la tierra).
Una vez que los huesos están
totalmente despojados de su envoltura carnal, el ser acabó de morir, concluye
la parte involutiva de su ciclo e inicia el ascenso evolutivo dentro del
inframundo. Quetzalcóatl despierta o resucita, recoge los huesos diseminados,
los envuelve en un tlaquimilolli matricial,
los lleva a Tamoanchan y vierte la sangre de su pene sobre ellos. Esta parte
evolutiva termina con la creación hombre, por lo menos de la estructura ósea de
su ser antes de que los dioses le den el grano de maíz, previamente masticado
por ellos, para hacer su cuerpo (tonacayo).
Aun cuando no se especifica en
este mito que hubo un doble entierro, las fases respectivamente involutiva y
evolutiva confieren a la muerte, al inframundo y a la madre-tierra funciones
tanático-eróticas distintas que determinaron probablemente el doble entierro.
Quetzalcóatl
exhuma a su padre y lo vuelve a enterrar
Las dos fases antes mencionadas
podrían haber correspondido, en la práctica ritual, a un doble enterramiento.
Es lo que sugiere una secuencia mitológica en la que Quetzalcóatl exhumó a su
padre y lo volvió a enterrar en un espacio perteneciente a Quilaztli:
La "cueva de
Quilaztli" corresponde sin duda a Tamoanchan en el contexto mitológico
aquí analizado. Por otra parte, la palabra tecalli (cueva) tiene diversas acepciones según los
contextos. Puede ser: "palacio", "cueva",
"mármol", "urna" o un cierto tipo de "jaspe"
cuyas propiedades obstétricas son universales. Quetzalcóatl exhuma los huesos
de su padre y los coloca en una urna de jaspe (tecalli),21 la cual simboliza
la matriz de Quilaztli, la diosa madre. La ley de Topiltzin podría
entonces haber establecido la costumbre del doble entierro que se usa todavía
en algunas regiones de México, especialmente en Yucatán.22
Cuando no se realizaba una
incineración del cadáver, es probable que el entierro constara de una etapa de
consumación del cuerpo por la tierra, seguida, cuatro años después, por una
exhumación de los huesos remanentes y un subsecuente reentierro. Evocando las
costumbres guerreras de mixtecos, zapotecos y mixes, pero que corresponden
también a los nahuas, un informante declaró: "Y después [de] que estaban
comidos los cuerpos sacaban los huesos de la sepultura y dejábanlos en unos
osarios que tenían de argamasa en los patios de sus templos".23
Estos osarios, podrían haber
sido los mausoleos conocidos como tzompantli en
los que se depositaban las cenizas o los huesos de nobles y guerreros.24 Las cenizas de las 52
cañas incineradas cada 52 años y los haces votivos (xiuhmolpili) se conservaban
también en este tipo de mausoleos.
Se colige del mito de la
creación del hombre en el Mictlan que lo erótico y lo tanático, lo anabólico y
lo catabólico, lo limpio y lo sucio, están estrechamente vinculados en el
pensamiento náhuatl prehispánico. Este hecho se refleja en los cantos
mortuorios, en los que el sonido seminal del caracol, el zumbido solar de las
abejas, el ruidoso aleteo de la codorniz, el grito que dispersa y el silbido
que reúne, así como el llanto de Quetzalcóatl, debían de oírse en el paroxismo
vocal, las interjecciones y las palabras del canto.
La
"permanencia" sonora del ser después de su fallecimiento
Fecundado en las profundidades
matriciales del inframundo, el ser nace (tlacati), toma una forma (tlacatia) y, después de su
recorrido existencial (nemi),25 muere como un sol en
el poniente de su existencia.26 Lo entierran o lo
incineran y se reproduce el esquema actancial de creación considerado
anteriormente.
Conviene ahora retomar el
esquema cíclico desde una perspectiva socio-existencial, como fin de una
existencia humana. Cuando muere una persona, queda un ominoso cadáver que entra
pronto en un estado de descomposición y, después de las exequias y de los
distintos periodos de duelo, el recuerdo inmarcesible del que fue. La
palabra náhuatl para "recordar" (ilnamiqui) es probablemente la piedra angular de la
relación que los nahuas van a mantener con sus difuntos, y manifiesta de cierta
manera la modalidad ontológica del ser muerto así recordado.
La etimología del verbo
náhuatl ilnamiqui también
pronunciado elnamiqui, expresa
de manera difusa lo que representaba el recuerdo para los antiguos mexicanos.
En efecto, el lexema sustantivo el remite a una entidad
anímica relacionada con el hígado (elli), con
el pecho (elchiquihuitl), con
la aflicción (elaqui), con
el suspiro (elicihui o elcicihui), con
el deseo (elehuia). Por
otra parte, el término náhuatl para "epiplón", la membrana que
envuelve los intestinos, es elmatlatl, literalmente
la "red del el", muestra que el referente de este el era
también de índole fisiológica como contenedor de las vísceras.
La duplicación del
radical, elel, manifiesta lo mismo con mayor intensidad. Elelquixtia,27 en su forma
pronominal ninelelquixtia, expresa la exteriorización de una
entidad anímica contenida, sin que sea fácil proporcionar un concepto y una
palabra equivalentes en español. Asimismo, elleltia era "arrepentirse" o "no
concordar en algo". Es interesante señalar que los huastecos de habla
teenek tenían una palabra muy parecida, elol, para referirse
al alma de los muertos.28 Si consideramos la
relación cultural estrecha que hubo, desde los toltecas hasta los mexicas,
entre la cultura teenek y la cultura náhuatl, esta semejanza podría no ser
fortuita.
La segunda parte del sintagma
es el verbo namiqui (encontrar),
por lo que recordar, sería, etimológicamente, en náhuatl, "encontrar"
la entidad anímica referida (el), contenida en el pecho. Esta
filiación parece pertinente si consideramos que "olvidar" es en
náhuatl ilcahua o elcahua, es
decir, "dejar" ( cahua) este el, difícil
de circunscribir en términos conceptuales. Lo espiritual y lo fisiológico
parecen haberse vinculado estrechamente en el término náhuatl el(li), cuyo
radical se encuentra en el verbo recordar (elnamiqui).
El "alma" de los
muertos podría haber estado en el recuerdo que se tenía de
ellos, razón por la cual la frase niquilnamiqui...
(yo recuerdo...) estaría omnipresente en los cantos mortuorios.
El
canto y el recuerdo
El recuerdo como idea o imagen
intangible podría haberse materializado en los sonidos de los instrumentos
musicales y en las palabras de los cantos, volviéndose asimismo el
"alma" de ciertos difuntos,29 un alma que seguía
viviendo en los cantos que los evocaban. Esto justificaría las palabras
aparentemente metafóricas de algunos cantos: "huehuetitlan tinemiz [...] mitzittazqueh in mocnihuan" (existirás
cerca de los tambores [...] te verán tus amigos).30 El ser difunto seguía
viviendo, en términos ontológicos, en el canto que lo evocaba.31
GÉNEROS Y SUBGÉNEROS DEL MICCACUICATL
De lo genésico antes
considerado pasamos a lo genérico, con la arborescencia
taxonómica mediante la cual se manifiesta el canto mortuorio. Ahora bien, en el
curso de la recopilación de los textos, los religiosos españoles, con un afán
de comprender la cultura náhuatl, objeto de su estudio,
aplicaron criterios taxonómicos propios del momento en Europa y suscitaron una
subdivisión del material recopilado según paradigmas preestablecidos, muchas
veces heterogéneos, que si bien podían echar un poco de luz (occidental) en los
"arcabucos breñosos" que eran los cantares, dividían el texto (tejido)
expresivo náhuatl en categorías no siempre pertinentes. La clasificación de los
cantares es a veces verdaderamente "borgesca", en cuanto a la
hetereogeneidad de los criterios clasificatorios: cantos de Chalco, de
Huexotzinco, cantos tristes, cantos de tambores, cantos floridos, cantos de
peces, cantos de mujeres, cantos de guerra, cantos llanos, etcétera. Ningún
criterio funcional preside a la perspectiva adoptada. El cuadro cognoscitivo
del vencedor se aplicó indiscriminadamente a la cultura de los vencidos, y ordenó
los cantos según sus valores propios, dejando escapar el sentido profundo de
los textos recopilados.
La palabra género entraña
etimológicamente la idea de génesis: el género es lo que nace
y se multiplica por filiación a partir de un origen. Según la complejidad de
las sociedades y los factores históricos, esta proliferación genérica se
acentúa articulándose sobre parámetros axiológicos o categorías que varían
según los pueblos, pero el principio motor no deja de ser el mismo en todo
lugar y tiempo: la filiación, principio temporal que une entrañablemente
la identidad y la distinción, rige la
sistematización genérica.
Esta sistematización, tan
preciada por las mentes analíticas contemporáneas, tiene en el contexto náhuatl
prehispánico un valor que trasciende los límites taxonómicos y clasificatorios.
En efecto, si la tendencia evolutiva del tiempo histórico hizo
proliferar los géneros expresivos, el indígena náhuatl realiza (subliminalmente
o no) en instancias de canto un recorrido involutivo hacia el origen
mediante una anamnesis psicomotora. Al descender en la
dimensión fisiológica de su cuerpo, se remonta (ana) con la memoria (mnesis) hacia
el origen. Como lo vimos, la palabra náhuatl para "recordar" (ilnamiqui y,
de manera más arcaica, elnamiqui) significa literalmente
"encontrar el pecho" en su sentido más profundo.
De conformidad con las
distintas hipótesis que formulamos a lo largo de este trabajo y según los
planteamientos axiológicos indígenas tal y como se vislumbran en las fuentes,
la estructura genérica que nos parece más adecuada para dar cuenta de la
pluralidad expresiva de los antiguos nahuas sin perder el sentido fundamental
de su filiación, es la estructura arborescente, el árbol.
Además del principio de
filiación, el árbol remite a distintos conceptos cosmogónicos prehispánicos:
fueron cuatro árboles los que abrieron, entre cielo y tierra, el espacio
existencial humano. Los árboles que hunden sus raíces en la tierra-madre y se
elevan hacia el cielo, morada del astro-padre, vinculan los principios
agonísticos y complementarios de tinieblas y de luz, de esencia y de
existencia. Al brotar de la tierra-madre, el árbol despliega, en el luminoso
espacio existencial, su movimiento temporal. La cercanía paronomástica
entre cuahuitl (árbol),
y cahuitl (tiempo),
quizá no sea gratuita. El árbol entraña también el principio circular del
tiempo, concepto eminentemente indígena. En efecto, después de abrirse en las
ramas más periféricas del árbol, la flor se marchita y cae al suelo. Regresa a
la tierra, al origen, antes de reiniciar un largo ciclo que la llevará de nuevo
un día hasta la cumbre del árbol.
La reiteración, la redundancia
y la analogía son una lógica de lo vivo que la literatura de los antiguos
nahuas exhibe de manera patente. A la febrilidad dicotómica de las ramas del
árbol corresponde el laberinto de los múltiples ecos de la oralidad náhuatl,
rica variedad de matices expresivos y conceptuales en el corazón de la
similitud. A la filiación vegetal del paradigma (entendido el término en su sentido
botánico), que produce a partir de una misma matriz los pétalos y los
estambres,32 obedecen los cambios
proteicos de las formas expresivas de los antiguos nahuas.
Basándonos en la distribución
de los cantares tal y como se manifiesta en el manuscrito Cantares
mexicanos, en función de contextos rituales en los que se elevaban, y
según criterios formales y de contenido, sugerimos la siguiente arborescencia
genérica del miccacuicatl:
Miccachoquiztli (el llanto mortuorio)
El dolor de la muerte desborda
los estrechos cauces de la conciencia y se desparrama en los campos sensibles
del inconsciente con el peligro de provocar estragos psicológicos irreversibles.
La sabiduría náhuatl precolombina, presintiendo intuitivamente el daño que
acarrea la muerte tanto para los individuos como para la colectividad, estimuló
la "expresión" paroxística del dolor a través de llantos,
lamentaciones y aullidos (figura
8) que alivian los pechos oprimidos y no dejan al dolor enquistarse en la
fibra sensible del hombre: "Empezaban a llorar haciendo gran sentimiento
[...] y hacían tal aullido que ponían gran lástima y temor".33
La pena fluye en las lágrimas a
la vez que el grito establece un verdadero umbilicalismo vocal con la dimensión
sensible del mundo. Antes de que el canto esculpa palabras en la voz, su
materialidad sonora restablece un contacto catártico con la fisis, único amparo
de la psique herida en estos trágicos momentos.
Un ejemplo concreto de
"llanto mortuorio" está referido por los informantes de Sahagún en el
relato de las exequias de los guerreros que habían sucumbido en los últimos
combates contra los españoles:
Tlaocolcuicatl (canto de lamentación)
Preñado de dolor, el tlaocolcuicatl (canto
de lamentación) es un verdadero paroxismo anímico en el que las palabras y el
llanto se funden para redimir la tristeza. Gritos de desesperación, súplicas,
imprecaciones, insultos, sollozos, gemidos y aullidos se mezclan con el ritmo
obsesivo de los tambores (figura
9), el sonido de los caracoles y las más hermosas construcciones poéticas,
en un desorden músico-verbo-afectivo que expresa el poder desgarrador de la
muerte. En el tlaocolcuicatl las palabras son frecuentemente
verdaderos harapos verbales arrancados a un tejido expresivo.
Icnocuicatl (canto de orfandad)
El icnocuicatl, cuyo
nombre genérico náhuatl fue habitualmente traducido como "canto de
orfandad", es un canto de dolor y de muerte que no manifiesta, sin
embargo, una incoherencia distáctica y un paroxismo expresivo como es el caso
del tlaocolcuicatl.
En el icnocuicatl la
resignación prevalece. Se establece además una comunicación con los finados en
un espacio-tiempo sagrado definido por el consumo probable de plantas u hongos
alucinógenos.
Cococuicatl (canto de tórtolas)
El cococuicatl (canto
de tórtolas) era un canto erótico-amoroso que se cantaba en los festejos
matrimoniales.36 Es muy sensual y
contiene alusiones "traviesas" que se asemejan de algún modo al cuecuechcuicatl (figura
10). Se componía para esta ocasión pero se elevaba también para redimir la
tristeza cuando uno de los esposos fallecía. El nombre mismo del canto viene de
una tórtola (cocotli) (figura
11) de cuyo comportamiento derivó el cococuicatl.
El cococuicatl lamentaba
la pérdida del cónyuge ya fuera hombre o mujer. Se decía que cuando moría una
cocochita, su pareja andaba llorando diciendo "coco, coco". Asimismo,
en este contexto mortuorio se comía la carne del volátil la cual, según las
creencias indígenas "destruía el pesar".37
Atequilizcuicatl (canto de vertimiento de agua)
Se cantaba en contextos
mortuorios previos a la cremación. El sacerdote encargado del ritual,
experimentado en recortar papeles, envolvía al cadáver en una mortaja ácuea de
papel amate y de mantas blancas después de lo cual vertía agua sobre el bulto
así amortajado (figura
12).
Si consideramos el atequilizcuicatl que
se encuentra en el manuscrito Cantares mexicanos,38 el agua y su
vertimiento tuvieron valores y funciones distintas en su contexto cultural
prehispánico. Una de las instancias de vertimiento de agua está relacionada con
la ceremonia texcalcehuia en la que apagaban las cenizas con
agua después de la incineración del cadáver (figura
13).
Tzocuicatl (canto de suciedad)
Otro tipo de cantar, el tzocuícatl, "cantar
puerco" o "de porquería" según Durán, además de expresar el
dolor, lo asimila a la suciedad exacerbando esta última para poder limpiarla
más enteramente después. Una vez dispuestas las ofrendas de comida delante del
muerto, los cantores tomaban sus tambores y elevaban "cantos de
suciedad": "Empezaban a cantar cantares de luto y de la suciedad que
el luto y lágrimas trae consigo. Y traían los cantores vestidas unas mantas muy
sucias y manchadas y unas cintas de cuero atadas a las cabezas, muy llenas de
mugre. Llamaban a este canto tzocuicatl, que quiere decir
'cantar puerco' o 'de porquería'.39
Objetivándose como mugre, el
dolor letal se acumula en la piel o en la mente a la vez que los cantos drenan
las pulsiones nefastas fuera del inconsciente y las espacializan en gestos,
danzas, y gritos catárticos. Ningún canto con el apelativo tzocuicatl ha
llegado hasta nosotros, pero es muy probable que sus aspectos semánticos y
formales fuesen afines al atuendo mugroso de los cantores que los elevaban y
desempeñasen la misma función.
Asimismo es probable que el
canto se elevara también cuando el cuerpo ardía en la pira funeraria
despidiendo un olor nauseabundo (figura
14).
La muerte conlleva naturalmente
la putrefacción del cadáver, el hedor y, más generalmente, una suciedad que es
preciso exacerbar durante un tiempo antes de redimirla con abluciones y otro
género de purificaciones. La actitud de los dolientes indígenas era afín a la
etapa de putrefacción que atravesaba el cadáver real (o virtual si se trata de
una muerte en guerra): no se lavaban el rostro ni el cabello en un periodo
determinado. Asimismo, la mugre se daba a ver y a oír mediante el tzocuicatl que
elevaban y bailaban los cantores.
Además de los aspectos
catárticos del tzocuicatl, es posible que este canto hubiera
tenido la función mítico-tanatopráctica de aceptar irse. En un relato mítico de
origen tolteca contenido el libro III del Códice florentino, el
cadáver de un ser que había sido lapidado hedía y provocaba la muerte de los
que se acercaban y trataba de jalarlo con las gruesas sogas. No se movía.
El dios Tezcatlipoca (tlacatecolotl) dijo entonces a
los toltecas: "Toltecaie
icuic quinequi" (Ô toltecas quiere su canto).40 Tezcatlipoca cantó
para los toltecas: "Xitlahuilanacan
in tohuepan Tlacahuepan tlacaticolotl" (jalen nuestra
viga Tlacahuepan el
hombre-buho).41
En la versión pictográfica
del Códice Vaticano-Ríos (figura
15) y en el comentario que proporciona el padre Ríos, el cadáver aparece
con las tripas que le salen del abdomen. En esta versión, los que jalan el
cadáver cayeron en un pasaje entre las montañas que se cerraron sobre ellos.42
Xochimiquizcuicatl (canto de muerte florida)
El xochimiquizcuicatl (canto
de muerte florida) tiene dos vertientes principales: la que concierne a la
muerte en el campo de batalla, yaomiquizcuicatl, y
otra que remite a la muerte alcanzada, también al filo de la obsidiana (itzmiquiztli), pero
en la piedra de sacrificio.
El yaomiquizcuicatl (canto
de muerte en la guerra) pone el lenguaje en efervescencia semántica, permite a
los combatientes revivir la batalla lejos de las llanuras y logra que quienes
no conocieron el diálogo de la flecha y del escudo, comulguen con el espíritu
guerrero. A través del lenguaje eufórico del canto, la guerra se vuelve armonía
natural: los hombres se marchitan o son cortados cual flores, la sangre es
savia que emana del ser, la guerra es una mortaja, los escudos son corolas, y
los dardos, pinceles (figura
16).
La variante sacrificial del
canto de muerte florida (xochiquimizcuicatl), despojada
del fragor de la batalla, es más personalizada y se enfoca esencialmente al
corazón ofrendado al sol en aras de la vida y al ser humano que lo ofreció. En
este contexto, el canto afirma que el hombre-flor brotará de nuevo en la
tierra.
Consideremos a continuación
algunos de estos géneros del miccacuicatl: un canto de
lamentación, un canto de orfandad, fragmentos de cantos de muerte en la guerra,
así como un canto de muerte sacrificial.
TLAOCOLCUICATL (CANTO
DE LAMENTACIÓN)
El canto de lamentación
comienza inmediatamente cuando se tiene noticia de la muerte de una persona, o
de un grupo de personas en el caso de una muerte en guerra. Su fundamento expresivo
es el grito de dolor que sale espontáneamente de lo más profundo del ser herido
de los deudos. Con base en esta manifestación "natural" del dolor y
en el comportamiento "histérico"43 correspondiente de los
parientes más cercanos y más específicamente de las madres (figura
17), se estructura el tlaocolcuicatl, canto de tristeza
que encauza culturalmente el dolor y facilita su redención por la colectividad
reunida. Cuando moría una persona, el tlaocolcuicatl se
elevaba frente al bulto mortuorio. En una imagen del Códice
magliabechiano (figura
18) se observa el bulto hecho de ocote que se hacía cada año durante cuatro
años cuando se recordaba con cantos al gobernante que había fallecido.
Regresando de una expedición
bélica contra los chalcas en tiempos de Motecuhzoma Ilhuicamina, los mexicas
realizaron las exequias de sus muertos y de los que habían sido cautivados por
el enemigo, cuya muerte, aunque diferida, era inminente: "Y mandó que
todos los viejos cantores que tenían oficio de lamentar semejantes muertes, que
compusiesen cantares apropiados para el efecto. Los cuales compusieron los
responsos y, compuestos, salieron con su a tambor ronco y destemplado y
empezaron a cantar aquellos doloridos y lamentables cantares".44
Un paratexto introductorio
solía constituir la parte liminar del canto de lamentación. En un canto de
muerte en la guerra, el cantor inició de la siguiente manera:
Los cantares (cuicah) eran un compuesto de
canto, música y danza. En el tlaocolcuicatl, la motricidad de
la danza y la implicación del cuerpo permitían una verdadera
comunión afectiva con el difunto. Las viudas, las hijas, los hijos y los
parientes del muerto llevaban su ropa y sus insignias con las que bailaban.
"Todas las mujeres con los cabellos tendidos por el rostro y, al hombro,
las mantas y bragueros de sus maridos, y los hijos e hijas, con las orejeras y
plumajes y bezotes en las manos. Finalmente, con todas las alhajas de sus
padres. Puestos todos en orden, empezaron a bailar y llorar juntamente, con un
aullido extraño".46
Verdadera mortaja
músico-dancística-verbal, el tlaocolcuicatl envuelve al
difunto en sus pliegues expresivos a la vez que exacerba el dolor y permite a
los deudos realizar una catarsis:
El tlaocolcuicatl, como
todos los cantos, es una verdadera hipóstasis expresiva danza/verbo/música en
la que la mimesis gestual vincula frecuentemente lo esencial del sentido. Pese
a valiosas descripciones como la que nos ofrece fray Diego Durán en su Historia
de las Indias de Nueva España, los datos que tenemos sobre aspectos
"coreográficos" de los cuicah no son suficientes
para restituirles, mediante la imaginación, su esplendor visual original ni
para determinar su función específica en cada instancia. Por lo que concierne a
la catarsis mortuoria, recordemos que la danza ayuda a drenar, en la ebriedad
de un cuerpo en trance dancístico, el dolor que envenena al ser consciente.
La importancia del canto de
lamentación en el aparato funerario náhuatl es tal que los cantores son de
hecho los que ofician el ritual. Elevados, o más bien proferidos, desde
distintos puntos del ágora que representa el patio del templo de
Huitzilopochtli llamado tlacochcalli, los tlaocolcuicah se funden en
el crisol colectivo para formar un bloque contra la muerte. La incoherencia
sintáctica de la gran mayoría de los tlaocolcuicah parece
confirmar esta hipótesis. Se percibe en estos textos, recopilados
posteriormente por los religiosos españoles, "voces" distintas que
parecen brotar de varios cantores. Aun cuando está lingüísticamente
estructurado, el canto sigue siendo un grito desgarrador que no prospera sobre
el eje sintagmático del lenguaje.
Con el tlaocolcuicatl la
materialidad fisiológica de la voz se ve enriquecida por la espiritualidad que
emana de las palabras. La angustia se cristaliza sobre ideas, recuerdos,
nombres, frases cortas que evocan a los desaparecidos o traen a la memoria los
"sangrientos determinismos de la condición humana",48 en su variante
indígena prehispánica.
Un
contexto del tlaocolcuicatl
Resulta difícil situar un canto
de lamentación contenido en el manuscrito Cantares mexicanos en
el contexto preciso de su ejecución músico-dancística. Señalamos a continuación
uno de los posibles contextos de este tipo de cantar: el ritual mortuorio
correspondiente a la muerte de muchos guerreros mexicas en la expedición que
realizó Axayácatl en contra de los purépechas. "Tlacaélel puso guardas a
la ciudad y mandó tocar a tambores y caracoles, e invocar a los dioses sobre el
caso, y cantar encima de los templos cantares tristes y lamentables, moviéndose
en la ciudad gran dolor y tristeza, poniéndose toda en luto y lágrimas."49
Al recibir la noticia de una
sangrienta derrota del ejército mexica, del rey Axayácatl contra los tarascos,
Tlacaélel insta a la ciudad a llorar, lamentar esta derrota y
a conjurar la entropía consecuente de las fuerzas de la nación, generada por
las muertes individuales de sus guerreros.
El tlaocolcuicatl o
canto de lamentación es la expresión lírica de una aguda concientización de la
muerte realizada a nivel individual pero inmediatamente socializada para fines
de catarsis común. De hecho, antes de ser canto, el tlaocolcuicatl es
grito, llanto, y las palabras que el canto injertará en el llanto tendrán que
integrarse al efecto global de su expresión. Los cuauhuehuetque, ancianos
con autoridad moral, visitaban las casas de las viudas dirigiéndose a ellos de
esta manera:
Hija mía, no te consuma la tristeza y te acabe los días de vida.
Aquí os traemos y pasan por vuestra puerta, las lágrimas y los suspiros de
aquellos que eran vuestro padre y vuestra madre y todo vuestro amparo.
Esforzaos y mostrad sentimiento por aquellos nuestros hijos, los cuales no
murieron arando ni cavando, ni por los caminos buscando la vida, sino por la
honra de la patria son idos, todos asidos de las manos y, con ellos, el gran
señor Huitznáhuatl, deudo muy cercano de nuestro rey señor. El cual, con los
demás, gozan de aquellos resplandecientes aposentos del sol, donde andan en
compañía, arreados de aquella luz suya; de los cuales habrá eterna memoria. Por
tanto, matronas ilustres y señoras mexicanas, llorad vuestra desgracia y
aflicción.51
Además del consuelo que
representa la gloria terrenal y el hecho de acompañar al sol en su recorrido,
la plática del anciano (huehuetlahtolli) subraya
la funcionalidad catártica del llanto contra la corrosiva acción de la
tristeza. La expresión: "no te consuma la tristeza y te acabe los días de
vida" se opone diametralmente a: "señoras mexicanas llorad vuestra
desgracia y aflicción" sin contradicción alguna puesto que la segunda
representa el remedio catártico a la primera. Como si fuera poco, los ancianos
traen el refuerzo de "las lágrimas y los suspiros" de sus ancestros
para ayudar a deshacer la tristeza. Mientras más intenso el llanto, más rápido
desaparecerá el pesar.
Estas expresiones, aunque de
inspiración netamente prehispánica, fueron integradas por Sahagún a su Psalmodia
cristiana, buscando desviar las aguas lacrimales catárticas de
los tlaocolcuicah hacía el molino evangelizador.
Regresando al contexto de las
exequias de los guerreros de Axayácatl, después del consuelo de los ancianos:
Acabada esta plática, salían a
la plaza los cantores de los que morían en guerra, los cuales eran cantores
particulares diputados para este solo oficio. Y salían todos, atadas las
cabezas con unas cintas de cuero negro, y sacaban un instrumento y tocaban un
sonido triste y lloroso y empezaban a lamentar y decir sus responsos a su modo.
En empezando a tañer y cantar
salían las matronas, mujeres de todos los muertos, con las mantas de sus
maridos a los hombros y los ceñidores y bragueros rodeados al cuello y los
cabellos sueltos. Y todas puestas en ringlera, al son del instrumento, daban
grandes palmadas y lloraban amargamente y otras veces bailaban, inclinándose
hacia la tierra y andando así inclinadas hacia atrás.
También juntamente salían los
hijos de los muertos, puestas las mantas de sus padres y con las cajuelas de
los bezotes y de las orejeras y de las nariceras y de las joyas a cuestas. Los
cuales daban las mismas palmadas que las madres, y lloraban los parientes de
los muertos. Los hombres estaban todos en pie, sin mudarse, con las espaldas y
rodelas en las manos, de cada uno de los muertos, ayudando a llorar a las
mujeres. Y después de haber llorado un gran rato, decíanle los viejos:
"Descansad un poco y consuéleos el grande y resplandeciente sol, el cual
pasa y rodea el mundo por encima de nuestra cabeza, a quien habéis hecho este
llanto y honra".
Luego venían los amortajadores
parientes de estas viudas, entrando parábanse y empezaban a llorar, haciendo
gran sentimiento, y luego tornaban a tañer los cantores y a cantar
lamentaciones, y tornaba otro llanto de nuevo y hacían tal aullido que ponían
gran lástima y temor, dando grandes palmadas al son de los instrumentos. Y
dejaban de tañer estos cantores y de cantar otro poco y los amortajadores
poníanse en ringlera y unos tras otros iban saludando a las viudas y dándoles
el pésame del suceso y a los viejos que estaban presentes. Y decíanles:
"Muchas gracias os damos, señores, por la honra que hacéis al sol, señor
de la tierra, producidor de todas las cosas y a sus hijos los muertos en la
guerra".
También les decían otra muchas
razones y agradecimientos por la honra que se les hacía.53
Un tlaocolcuicatl
El texto que sigue corresponde
a los folios de 12 al 15 del manuscrito de los Cantares mexicanos. Es
un canto de lamentación huexotzincatl, es decir, de los sempiternos enemigos de
los mexicas, pertenecientes, como sus aliados tlaxcaltecas, al mundo náhuatl.
Contiene además, en su última parte, una sutil interpolación española que
muestra el claro esfuerzo por parte de los religiosos españoles para desviar la
expresión verbal náhuatl de sus cauces paganos hacia los surcos del cristianismo.
Este canto está referido en el manuscrito como ycnocuicatl (canto de orfandad) pero, tanto su índole
expresiva como su contenido, sugieren que se trata de un tlaocolcuicatl, un
canto de lamentación.
El texto
Si bien consideramos este texto
como una unidad, se perciben en él varias voces que provenían probablemente de
cantores distintos y se fundían en la instancia del canto. Son varios los
cantores que oficiaban y cada uno producía un cantar particular en el espacio
relativamente reducido del ágora o del templo. Varios cantares se integraban en
la síntesis emocional que requería el momento y envolvía a la comunidad en una
mortaja vocal.
Lo que surge verbalmente del
lamento, como afirmación preñada de dolor, exclamaciones desgarradoras o
interrogantes desesperadas se expresa de una manera sincopada y profundamente
distáctica, puesto que el verbo se ve investido por el sollozo con el cual
establece una relación de contrapunto. Lejos de instaurar una continuidad
verbal, el tlaocolcuicatl brota paradigmáticamente de las
profundidades heridas del hombre y cada grito verbal, ya sea inquisitorio o
exclamatorio, se vuelve a cerrar sobre sí mismo, teñido de matices afectivos
pero sin que una perspectiva global, otra que la lamentación, rija sus
apariciones.
La interpolación
española
Después de la recopilación de
los documento, a lo largo de las diferentes transcripciones y correcciones que
realizaban, los religiosos españoles interpretaban los textos para ajustarlos a
los nuevos determinismos socio-culturales vigentes, pero sobre todo para poder
utilizarlos posteriormente en la difusión del Evangelio. En efecto, la
expresión oral náhuatl entrañaba los distintos matices afectivos de la episteme de
los pueblos del Anáhuac y era preciso atacar el "mal" de raíz y sin
destruir la forma, sustituyendo la visión pagana del mundo por una visión
cristiana.
Los pueblos nahuas eran
profundamente religiosos y vivían en simbiosis espiritual con lo divino, ya
fuese natural o delineado en las figuras de sus distintos dioses. El ataque
frontal que había consistido en tratar de persuadir a los indígenas que el dios
de los cristianos era superior a los suyos no había surtido efecto,58 y los religiosos
buscaban caminos más recónditos para llegar al alma de sus pupilos. A partir de
este momento los frailes van a insinuar muy sutilmente sus contenidos eidéticos
en los moldes de la expresión náhuatl.
La práctica más común, cuando
lo permitía el sentido del texto, era sustituir el nombre del numen pagano por
el de Dios o Iceltéotl (Dios único)
en la frase, sin alterar su aspecto sintáctico ni su expresión global. "Tle ypan titechmat ycelteotl. Ontlanneltoca
toyollo ye nelli Moqueloa yehuan Dios" (Como nos tratas dios
único. Nuestro corazón tiene fe59 en verdad Moqueloa,
él, Dios) (fol. 12-13).
Es interesante notar, en estos
ejemplos tomados de nuestro texto, que el corrector no dudó en dejar el nombre
del numen Moqueloa (Moquequeloa) al lado del de Dios, haciéndolos coexistir
provisionalmente para desprender al primero más fácilmente después.
Sin embargo, encontramos en
este texto, de tenor muy prehispánico, una interpolación más sutil y más
estructurada. De hecho parece que los recopiladores dejaron que el canto se
desarrollara casi libremente con un mínimo de intervenciones para alterar la
última parte, realizando un paralelismo contrastante con lo que precede a la
vez que conservaban inteligentemente el entorno formal y semántico.
El elemento nuevo que se
introduce en esta interpolación es el concepto de
"misericordia" (teicnoittaliztli) y
sus variantes morfológicas: teicnoitta, teicnohuica, etcétera.
Aunque muchas expresiones en náhuatl puedan manifestar una idea muy próxima a
este concepto, la misericordia no era un elemento cultural del Anáhuac donde
los dioses no tenían este tipo de relaciones con los hombres. Localizamos la
fractura eidética apenas visible en el texto cuando el interpolador (o
interpoladores), aprovechando un ápice emocional del texto ("sólo su pecho,
su tristeza, su flor, su canto"), introduce la noción de misericordia
debidamente envuelta en un marco de referencias indígenas (evocación de los
príncipes que se fueron) que lo maquilla un poco. Esta fractura es la
exhortación, tonahuiacan (alegrémonos),
que busca disipar la tristeza y anunciar la "buena noticia" que
constituye la misericordia de Dios.
Para realizar un sincretismo
perfecto, las distintas apelaciones de dios están reunidas en torno al nuevo
concepto: Yn ipaltinemini yehuan
Dios.. yn icelteotl in ipaltinemi (El dador de la vida, él Dios..
el Dios único).
El término náhuatl ipaltinemi está
estrechamente asociado con los "neologismos" yehuan Dios (él Dios) e icelteotl (el dios
único).
Un poco adelante, el concepto
de pecado está insinuado a través del "árbol" que se yergue en
Tamoanchan, entidad mítica plenamente indígena. Del árbol de Tamoanchan al
árbol cristiano en torno al cual se enreda la serpiente no hay más que un paso
fácilmente dado por medio del verbo ilacatzoa,60 que sirve ahí de
lazo de unión entre sendos campos semánticos.
Subrayemos aquí, a nivel
gráfico, la separación de "tamoan
ychan Dios" por tamoanchan, con
la añadidura de la expresión yecchan (la
buena casa) que no parece pertinente en el contexto religioso náhuatl
prehispánico, pero indica claramente la intención por parte de los españoles de
distinguir lo bueno de lo malo. Lo bueno y lo malo están además implícitamente
distinguidos en una oposición clara instaurada en una secuencia verbal.
En el primer segmento, Dios es
referido cristianamente como Dios, y teuctlatoltica (con
la palabra del señor). A este primer segmento "bueno" asociado al
Dios cristiano se opone el segundo, el del "enredo" a cargo del dios
autóctono: toteuh (nuestro
Dios), yn ipaltinemi (Gracias
a quien se existe), el malo, pero que prudentemente no se distingue muy
claramente todavía del otro para permitir una asimilación sincrética de los
nuevos valores.
El nuevo concepto,
"misericordia", se ve diluido en un contexto totalmente prehispánico
del que destaca solamente el vocablo "Dios".
En esta última parte la
tonalidad ha cambiado y la "misericordia" de Dios trae la alegría, y
la tierra se vuelve, contrariamente a lo que se expresaba al principio, la
"casa" de la gente. Además, los interpoladores españoles responden
antagónicamente a lo expresado antes. En la inspiración propiamente náhuatl, la
presencia del dios es considerada como nefasta:
En la parte interpolada, la
expresión monahuac (a
tu lado) se repite anafóricamente pero con predicados más propios del Dios
misericordioso de los cristianos: Ayac
çan quitoa monahuac tonteicnoitta tontemapepenia (Nadie habla. A
tu lado tienes compasión de la gente, la enmiendas).
El Dios cristiano se opone
entonces claramente al dios indígena en el hecho de que ofrece misericordia a
los que se acercan a él. El monahuac (a tu lado), todavía
relativamente impreciso, se ve además sutilmente materializado a través de
expresiones como mopetlapan (tu estera, es decir tu lugar de mando), momahuiçocan (el lugar
donde se te honra), mochiel y manca (el
lugar donde eres esperado y ofrendado), mocal y manca (la casa donde eres
ofrendado), es decir la iglesia, que colindaba generalmente con el cementerio,
lugar de los muertos.
La sutil destilación de la
ideología cristiana en la médula misma de la expresión oral autóctona permitirá
la penetración del evangelio en las comunidades indígenas y será la causa
esencial de este sincretismo religioso que caracteriza la fe indígena de México
hasta nuestros días. Al barajar lo pagano y lo cristiano en un mismo mazo, los
religiosos pensaban poder más tarde extirpar el primero en aras del segundo,
pero la mezcla se consolidó en lo que es hoy día el muy sincrético pensamiento
cristiano indígena.
Ante la imposibilidad de
determinar la parte correspondiente a cada cantor en la fusión verbal que
representa este texto, trataremos a continuación de identificar las distintas
voces que se perciben a través de evocaciones que el dolor esculpió en la
materia verbal.
El dios como amparo
Dónde tú ô Dios, gracias a
quien se existe, ¿A dónde andas? Tus padres amigos te esperan con cantos
se lamentan, con flores etcétera.
El Dios
exterminador
Tú, el que estás cerca, junto,
te regocijamos aquí. Nada recibimos a tu lado. Sólo como flores nos tratas,
sólo nos marchitaremos nosotros tus amigos.
Y también como esmeraldas las
rompes, como pinturas las destruyes, etcétera.
Créanlo ustedes príncipes,
ustedes huexotzinca. Aunque sean de jade, aunque sean de oro, también allá se
irá, donde uno se descarna, en el lugar desconocido.
Yo lloro, me aflijo, recuerdo
el jade, la preciosa turquesa que escondiste, que amortajaste.
La invectiva del hombre contra el dios
Yohuaye, dador de la vida, Moquequeloa, lo
que decimos es sueño, mi amigo, nuestro corazón es crédulo, en verdad Dios se
burla, etcétera.
La aflicción expresada verbalmente
Entonces yo lloro, me aflijo,
me abandonaron aquí en la tierra. ¿Qué quiere tu corazón?, gracias a quien se
existe, etcétera.
No hay alegría en la tierra
No te lamentes mi corazón. Ya
no hagas nada. En verdad difícilmente uno existe en la tierra, etcétera.
La vida es un sueño, nada es verdad
Ya nada verdadero decimos aquí
dador de la vida. Sólo como un sueño, sólo en sueño hablamos en la tierra.
Nadie habla con la verdad aquí.
Nadie habla con la verdad aquí.
Nadie, nadie, nadie, vivimos
realmente aquí.
El mictlan/Quenonamican
Sólo está el camino de Mictlan,
el lugar del descenso, sólo el lugar de los descarnados, etcétera.
La existencia en la tierra
Andan, se divierten, se
regocijan, aquí nuestros amigos. Tienen sarapes, collares auh...
La flores de muertos
En tiempo de verdor llegaron
las cempoalxochitl llegaron las flores en el monte...
Padre, madre y ancestros
Acaso todavía tengo yo un padre,
acaso todavía tengo una madre, ¿me esperarán? ¿Reconfortarán mi corazón?
Se enreda el mando
En el llano, el gobierno, en el
mando se enreda tu flor de guerra, la flor dorada.
Nadie se quedará en la tierra
Nos abandonaron en la tierra.
Me ofrecerán su canto, su
palabra que busco, nadie se queda con la gente.
Nos abandonaron.
Nadie se quedará.
Nadie se quedará.
Nadie puede, nadie puede.
Nunca nacer
En vano he nacido, en vano he
salido aquí en la tierra.
Cada uno de estos temas
representa de alguna manera un grito inmediatamente absorbido por el llanto que
figura aquí la proximidad de la inmanencia donde se borran los límites de la
conciencia. De hecho, el efecto de las palabras sobre el individuo doliente no
se realiza de manera lineal, directamente de emisor a receptor de un mensaje,
sino en forma más global en el que el concepto evocado por el lenguaje se
integra a una unidad superior donde se coordina a su vez la acción catártica.
Ningún sentimiento específico
expresado verbalmente puede por sí sólo catalizar el dolor individual o el
duelo colectivo. Distintos cantos elevados por diferentes cantores reunidos
buscarán por lo tanto unir la especificidad trascendental de un sentimiento
particular, a la indeterminación global que requiere el efecto catártico a
nivel de grupo.
Parece entonces probable que
los distintos cantares se enunciaran simultáneamente logrando así una verdadera
"estereofonía" que ubicaba y mantenía claro cada sentimiento
expresado, a la vez que fundía en un bloque de tristeza común (stereos en
griego significa "sólido") la pluralidad sentimental que expresaba
cada cantor. Para realizar tal efecto, los cantares tenían que sincronizarse
sutilmente, haciendo surgir en diferentes puntos del ágora donde se efectuaba
la lamentación y en diferentes momento, los paradigmas verbales de la tristeza.
Estos convergían hacia un punto focal ideal psico-acústico donde se sintetizaba
la pluralidad temática trascendental de los cantares a la vez que se
cristalizaba el dolor individual de cada ego en un abceso psico-social más
fácil de reventar.
El texto, tal y como se
presenta en el manuscrito de los Cantares mexicanos, reúne
probablemente las voces entrelazadas de varios cantores en una misma unidad
gráfica. Aparece por lo tanto singularmente incoherente en el plan de la
continuidad semántica y sumamente distáctico a nivel gramatical. El canto de
lamentación con tenor lírico y envuelto en lágrimas, desciende en las
profundidades del ser por el llanto y la voz, a la vez que busca el sólido
amparo social por medio de la estereofonía de sus cantos.
Hoy día, el lector de un tlaocolcuicatl en
el exilio de la escritura debe, por lo tanto, descubrir y ubicar las voces
presas en el alfabeto, abrir las mallas del tejido (texto) gráfico para oír en
el punto imaginario de un espacio-tiempo pretérito, gemir y cantar la muerte.
ICNOCUICATL (CANTO
DE ORFANDAD)62
El vocablo que designa lo que
parece ser una modalidad del canto mortuorio, aparece tres veces como título de
cantos en el manuscrito Cantares mexicanos. El término icnocuicatl ha
sido traducido, generalmente, como "canto de orfandad" o "canto
de privación" (Cf. Cantares mexicanos, 2011, p. 145) en
función de los sentidos que tiene el lexema náhuatl icno, según
las desinencias morfológicas que lo acompañan o los sintagmas nominales a los
que se incorpora. Icnotl es
"huérfano", pero también "pobre", "desdichado",
"indigente", según el Vocabulario de Molina. Icnotlamati significa
"entristecerse" o "afligirse"; icnotlamachtia es "dar lástima"
"compadecerse". Refiere asimismo la viudez del hombre (icno-oquichotl) o de la
mujer (icnocihuayotl).
Ahora bien, si consideramos el
contenido y la forma de los cantares así intitulados, si bien entrañan la
muerte y por ende la tristeza, la compasión y el dolor que ésta conlleva, el
criterio de clasificación genérica parece no estar contenido en el nombre que
los refiere sino en una modalidad particular de enunciación realizada bajo el
efecto de plantas u hongos alucinógenos.
En uno de los icnocuicah del
manuscrito Cantares mexicanos encontramos una estrofa que no
deja lugar a duda al respecto:
El estado alterado de
conciencia consecuente al consumo de hongos teonanacatl u
otros psicotrópicos permite el acceso a un espacio-tiempo sagrado en el que se
establece un contacto con los difuntos, generalmente gloriosos ancestros. La
frase niquilnamiqui (yo
recuerdo) omnipresente en los cantos mortuorios podría tener un matiz
enunciativo distinto en el icnocuicatl. Por otra parte, la
expresión nicnotlamati no sería sólo "me aflijo"
sino que correspondería a una forma de saber (tlamati) definida
por la modalidad "icno" de su realización, modalidad
definida por el estado anímico en que se encuentra el cantor.
Por otra parte, ciertos cantares
pertenecientes al género icnocuicatl no ostentan este
apelativo, sino el nombre del difunto con el que se establece el contacto. Tal
es el caso del canto intitulado Ycuic
Nezahualcoyotzin (Canto de Nezahualcóyotl), que pertenece al
género icnocuicatl si atendemos sus rasgos formales y de
contenidos. Varias estrofas del canto aluden al consumo de alucinógenos:
La expresión en forma verbal
pasiva xochicuico remite al canto elevado bajo el efecto de
los hongos: nichuan (mis
hermanos menores), los cuales hablan (ihtoa) a través del cantor. La flor que embriaga (teyhuinti xochitl) es también
alucinógena así como la flor conocida como poyomatl. En cuanto a la expresión timaliuhtihuitz, corresponde
precisamente al comportamiento "enaltecido" de quien ha consumido una
planta psico-trópica como el mixitl,
tlapatl u ololiuhqui.66
Resuenan los tambores, empieza
el baile, y siguen las alusiones poéticas a las plantas alucinógenas:
Los contornos genéricos que distinguen
el icnocuicatl (canto de orfandad) del tlaocolcuicatl (canto
de lamentación o de tristeza) son algo tenues, por no decir crepusculares. En
los dos géneros (si es que se distinguen genéricamente) se recuerda a
un difunto. Un rasgo distintivo del icnocuicatl podría ser la
abnegación, la paz y el sosiego, que contrastan con la exaltación afectiva y
paroxística manifiesta en el tlaocolcuicatl, el cual se
elevaba en la primera parte del ritual mortuorio.
El término que designa este
género fue atribuido en el manuscrito Cantares mexicanos a un
canto que presenta una estructura formal correspondiente a un tlaocolcuicatl. Aun
cuando la tristeza está presente en ambos géneros, el icnocuicatl establece,
mediante el recuerdo, una relación con los antepasados, mientras que el tlaocolcuicatl parece
enfatizar la ruptura que implicó la muerte y el dolor punzante del momento
vivido.
El icnocuicatl es
ante todo memoria que revitaliza:
Al género icnocuicatl corresponden
varios de los cantares referidos mediante el nombre propio del personaje al que
fueron dedicados.
Un icnocuicatl: icuic
Nezahualcoyotzin (canto de Nezahualcóyotl)
Arquitecto genial que edificó
palacios y templos, político hábil, sutil estratega y legislador ponderado,69 Nezahualcóyotl fue
también un "forjador de cantos", y si consideramos la importancia que
tenía el canto en el mundo precolombino, esta actividad no es quizás la menos
importante.
Tanto Ángel María Garibay como
Miguel León-Portilla ubicaron en el enjambre textual que constituyen los
manuscritos conocidos como Cantares mexicanos y Romances
de los señores de Nueva España, algunos cantos muy probablemente
compuestos por el talentoso rey-poeta de Tezcoco. La atribución resultó
particularmente difícil por la estructura dialógica de muchos de los cantares y
la "densa" presencia del intérprete o los intérpretes que mezclan su
voz propia con la del poeta-creador en una circunstancia oral de elocución (figura
19).
De hecho, la recopilación de
estos cantares por los frailes españoles que permitió salvarlos del olvido,
conllevó inevitablemente una pérdida de expresividad. La voz viva que se
"derramaba" en el espacio-tiempo circunstancial se vio reducida a sus
elementos verbales, o en el mejor de los casos, a la consignación gráfica de
los paroxismos interjectivos y de los ritmos del tambor. Se perdieron
irremediablemente: el aparato gestual y dancístico, los recursos vocales de
altura y timbre, los efectos prosódicos, el registro cromático, la semiótica
visual de los trajes y la presencia real o imaginaria de los participantes. El
registro verbal que se integraba a esta totalidad expresiva oral se revela hoy
a nosotros en un aislamiento gráfico. El análisis o la apreciación estética de
un cantar náhuatl deberán siempre tomar en cuenta este "exilio" de la
voz viva en los páramos de su consignación alfabética.
A estos determinismos
inevitables de la transcripción alfabética de la oralidad náhuatl se añaden las
interpolaciones del recopilador que sustituye generalmente los númenes
indígenas por Dios, Cristo o la Virgen, y a veces remienda el texto original
con el fin de explotar el molde expresivo náhuatl para colar en él algunos
paradigmas evangélicos.
Consideraremos aquí un canto
que "pertenece" a Nezahualcóyotl si atendemos al título que ostenta
el texto:
Ycuic neçahualcoyotzin, literalmente
"su canto [de] Nezahualcóyotl"70 y trataremos de
establecer en qué medida este canto implica al rey poeta de Texcoco. En efecto,
la bisagra genitiva "de" que vincula el canto con Nezahualcóyotl y
que corresponde al adjetivo posesivo náhuatl y- de ycuic (su canto), no
determina necesariamente la autoría del canto. Este pudo haber sido
creado por el rey-poeta de Texcoco, pero también se podría
considerar que otros poetas lo hicieron para él, o bien, que
sólo una parte del canto fuese de él y la otra parte brotara de la inspiración
propia de otro cuicanitl, instaurándose asimismo un diálogo
entre ambos.
El contexto mortuorio que
manifiesta la primera parte del canto sugiere que este diálogo se establece
entre un intérprete y el espíritu del difunto Nezahualcóyotl que "se fue
al Mictlan Quenonamican", al mundo de los muertos (figura
20). La presencia de muchas sílabas nasales y la nasalización de otras que
no lo son, sugiere también que es el mismo intérprete el que presta su voz (y
su nariz) al espíritu del difunto. La voz "clara" sería, en esta
óptica, la del intérprete, la voz nasalizada la de Nezahualcóyotl, y el lugar
de este encuentro el corazón del primero quien "recuerda" al segundo.
En semejante contexto es muy probable que tengamos que trascender el nivel
estético-formal del canto y buscar un sentido críptico a las palabras, a los ritmos
y a los probables altos y bajos de la voz que culminan en los paroxismos
interjectivos.
Texto y análisis del canto
El canto se divide en cinco
partes distintas separadas por una secuencia músico-rítmica a cargo del tambor,
un huehuetl. Además, en cuatro de lo que podrían ser cinco
largas estrofas, unas expresiones introductorias denotan un comienzo. Podemos
observar que el ritmo del tambor es distinto las cinco veces, y que ninguna
fórmula introductoria sigue al tambor en la tercera estrofa. Dentro de cada
estrofa los paroxismos vocales de tipo interjectivo subdividen a su vez la
continuidad verbal y definen microsecuencias que ayudan a la comprensión del
texto.
Consideraremos a continuación
cada estrofa en su particularidad semántica y más generalmente expresiva.
El canto comienza con la
irrupción verbal del intérprete en la dimensión músico-rítmica instaurada por
el tambor. El yo de "yo dispuse... " y el de
"yo hago bailar..." contrastan inmediatamente con el tú de "tú Nezahualcóyotl",
estableciendo asimismo el tenor dialógico del canto. Pronto le responderá la
voz de ultratumba de Nezahualcóyotl.
En efecto, como lo expresa el
texto, Nezahualcóyotl ya se fue al mundo de los muertos, pero en su lugar permanece la
flor del canto.
A nivel semiológico encontramos
en los verbos quetza (levantar), de niquetzaco, y ihcac (se
yergue), un isomorfismo que connota la verticalidad axial y la elevación. Es
probable que los músicos se situaban en el centro y que los guerreros danzaban
alrededor de ellos. En este caso se establecería una fecunda dialéctica entre
la elevación músico-vocal del centro y la dinámica danza periférica de los
guerreros. No debemos de olvidar el valor mítico-ritual que tienen tanto el
centro como los movimientos circuambulatorios en torno a él, en el mundo
prehispánico, y que el canto en sí se integra a esta dinámica expresiva.
Sin menospreciar el valor
semántico que puedan tener las expresiones yoncan, quiyon, quiyon,
quiyonca, las cuales serían a grandes rasgos "allá", cabe
destacar su valor propiamente fonético y sobre todo el carácter nasal de su
vocalización. De hecho, todo el párrafo que corresponde a la intervención de
Nezahualcóyotl se caracteriza por una fuerte nasalización de las vocales, aun
las que no deberían estar nasalizadas como nimitzcahuan (nimitzcahua = te
dejo).
Se establece también en esta
estrofa un contraste estructurante entre el tiempo gramatical presente de nichoca (yo
lloro) y nimitzcahuan (te dejo) y el futuro de nonyaz,
nipolihuiz, onmaniz, respectivamente "yo iré", "yo
pereceré" y "se extenderá".
El verso siguiente entraña una
ambigüedad que conviene aclarar. Se puede considerar en una perspectiva
histórica y traducir: "¿Cómo permanecerá la tierra de Acolhuacan?
huiya. ¿Cuándo dispersarás a tus súbditos?" ya que Nezahualcóyotl
fue rey de los acolhuas. Pero se puede interpretar también de
manera más esotérica en un contexto mortuorio. "¿Cómo se extenderá la
tierra de los acolihuaca? ¿Cuándo dispersarás a tus
súbditos?". Los acolihuaca podrían ser, como los micteca, moradores
del inframundo. Recordemos que uno de los nombres del dios de la muerte, Mictlantecuhtli, es
precisamente Acolnahuacatl. En este contexto el -can de Acolhuacan no
indicaría un lugar sino que correspondería a la nasalización ritual de la
última vocal de acolihuaca. La tierra que se extiende sería en
este contexto la que recibe el cuerpo y la dispersión de los macehuales, los
súbditos, sería una expresión metafórica por la dispersión de los huesos dentro
de la tierra, la cual corresponde al modelo ejemplar establecido por
Quetzalcóatl.
El intérprete deja el personaje
de Nezahualcóyotl por un momento para exaltar al canto, el cual constituye una
mortaja para los que se van (tonequimilol) a la vez que
destruye el pesar de los que se quedan (quipoloa... totlaocol).
En términos semánticos podemos
preguntarnos ¿qué dios o entidad divina es la que deja el rey poeta? El
paralelismo entre nimitzcahuan noteouh (yo te dejo mi dios)
reiterado, y ticcencahuazque huelic ye xochitl (todos
dejaremos las flores sabrosas) parece identificar al dios con la flor. La
flor xochitl es en el mundo náhuatl precolombino un paradigma
que interviene en complejas tramas expresivas pero representa esencialmente el
modelo del desarrollo y más generalmente del ciclo vegetal. La omnipresencia de
la flor en este y otros muchos contextos rebasa los límites de la simple
belleza metafórica para constituir un elemento primordial en la "alquimia"
expresiva ritual náhuatl. La flor puede, según los contextos y los colores,
representar la culminación evolutiva de todo cuanto crece (sol o plantas) o el
alma de los muertos.
Para poder percibir el sentido
profundo de esta primera estrofa del canto sería preciso conocer el marco
gestual deíctico al que se integraba el verbo. Podríamos suponer, por ejemplo,
que el intérprete canta con una flor en la mano y que se comunica con el
espíritu de Nezahualcóyotl mediante esta flor. Esto resulta hipotético,
obviamente, pero subraya la necesidad imperiosa de imaginar un contexto
gestual, dancístico, musical, y más generalmente supra-segmental, para poder
comprender un texto vocal indígena esencialmente sinestésico.
Culmina esta estrofa del canto
con la iteración de niquelnamiqui Nezahualcoyotl (recuerdo a
Nezahualcoyotl), lo cual confirma el hecho de que el rey está muerto y que el
canto evoca su alma.
La etimología de
"recuerda" en náhuatl niquelnamiqui,78 literalmente
"yo encuentro el pecho de...", revela el carácter dinámico del
recuerdo para el indígena, el de encontrar el alma79 de los difuntos. El
recuerdo no sería, por lo tanto, una proyección ideal en la
dimensión pretérita sino la encarnación actual del difunto en un cuerpo
onírico, vocal o verbal.
Una embriagadora sinestesia de
fragancias y de timbres predomina en esta segunda estrofa, la cual prepara la
llegada del recuerdo o más precisamente del recordado cuya alma se revelará en
la voz florida de los cantores.
Es en el Athanor del canto que
se destila, en una sutil alquimia, el recuerdo del difunto. Un sentido etéreo,
crepuscular, inasible como la noche y el viento (in yohualli, in ehecatl) se desprende del
conjunto expresivo sin que se perciba claramente si viene del significado
oculto de las palabras, de los meandros prosódicos de la voz, del timbre, de
los ritmos del tambor, de la urdimbre músico-dancística que tejen los guerreros
águilas y jaguares en el marco espacio-temporal de la instancia de elocución, o
de los paroxismos vocales que desgarran la trama verbal. Estos últimos entrañan
a veces en su cuerpo sonoro semillas semánticas que crecen y proliferan en la
sensibilidad exacerbada de los participantes. Las interjecciones ayyo y cayo por
ejemplo, recurrentes en este canto, además de captar la energía espiritual del
difunto y de expresar el sentido sensible de su modulación vocal contienen el
sema: "ser". En efecto, tanto yo como ca son
manifestaciones gramaticales náhuatl del ser.81
Después de un ritmo de tambor,
el cantor evoca verbalmente, y quizá con una mímica, el vuelo de distintas
aves: el toztli, asociado
con el Sur; el quechol, asociado
con el Norte; y el quetzaltototl, el
ave quetzal asociado con el Este y que representa el corazón de Quetzalcóatl
después de la cremación de su cuerpo. Estas aves que vienen a libar las flores
representan muy probablemente las almas de los muertos.
El vuelo de las aves y la
espuma del agua florida son ahora los que embriagan al cantor. El agua florida
puede ser un brebaje ritual preparado para la ocasión, pero también podría ser
la sangre de un sacrificio propiciatorio animal o humano, ya que la última
parte de la estrofa evoca la guerra, después de un verso de aflicción.
En este verso el cantor utiliza
de manera inusitada, por lo menos en términos gramaticales, la forma
reverencial sobre un verbo. En efecto, ninochoquilia es la forma reverencial de nichoca (yo lloro), pero el
náhuatl veta el uso del honorífico a la primera persona del singular, es decir
para sí mismo. Podemos pensar que el intérprete que presta su voz al difunto
Nezahualcóyotl, se siente obligado a usar el reverencial ya que el canto que
sale de su garganta es de alguna manera la voluta anímica del rey texcocano.
Del vuelo embriagador de los difuntos-aves pasamos, en tono más varonil, al estrépito de la guerra. El cantor mexica evoca con una sucesión de verbos que denotan el desplazamiento, el movimiento hacia el enemigo, y anticipan su destrucción.
Esta forma dialógica en la voz de un mismo cantor con los probables cambios de tono, de timbre y ritmo que distinguen a los personajes así como la repetición por el difunto de la parte importante de la secuencia verbal: "perecerá el chiltepehua", tienen un carácter inductor parecido al que encontramos en los encantamientos mágicos.
El cometa (citlalpopoca) que cae sobre
los enemigos es para ellos un siniestro augurio también inductor de su futura
derrota. Los que lloran son ahora los enemigos: de lágrimas en lágrimas el
cantor pasó insensiblemente de su muerte a la de los enemigos.
Esta cuarta estrofa, algo
críptica en cuanto al sentido, acumula elementos nahuas de la fertilidad: el
jade, las plumas de quetzal, el ruido de los cascabeles así como paradigmas
relacionados con la muerte y el renacer. De hecho, tanto los aparentes
topónimos Nonoalco y Atlixco como el
gentilicio nonoalcatl podrían considerarse como predicados con
valor semántico. En este contexto, Nonoalco sería
el "lugar del agua de los mudos", Atlixco, la "superficie del agua", y
el nonoalcatl sería
el habitante de esta región, pues sabemos que Nonoalcatl es un nombre que se le
daba a Tlaloc, principalmente en la región del Golfo.
Esta isotopía mortuoria se
opone parcialmente a la interpretación toponímico-histórica sin por esto
contradecirla del todo. El paralelismo entre ninonoalcatl (yo soy nonoalcatl, o
habitante de la región del agua de los mudos) y niçolintototl (yo soy una codorniz) refuerza esta
interpretación. En efecto, como lo muestran distintos textos náhuatl
precolombinos, la codorniz es un ave vinculada con el inframundo. Es una
codorniz la que espanta a Quetzalcóatl y provoca su caída cuando busca llevarse
los huesos de jade que atesora Mictlantecuhtli. Es también una codorniz la que
evoca el curandero en un encantamiento para las quebraduras de huesos.
Nocamapan (en mi boca) aislado entre dos
interjecciones, manifiesta que el mexicatl evocado sigue existiendo de alguna
manera en el canto que se eleva.
El último verso de esta estrofa
denota, más allá de apariencia poética, una verdadera alquimia verbal en la que
se fragua la nueva manifestación del ser. En efecto, la llovizna de plumas de
quetzal, las flores de fuego y la codorniz son elementos que participan a la
creación del hombre.
A pesar de la clara
interpolación por los recopiladores o transcriptores del texto, esta última
parte se ajusta a la línea isotópica establecida en la estrofa anterior como
consecuencia de una fecundación y gestación de la luz (y más generalmente de la
manifestación) en las entrañas de la muerte. Todo cuanto pueda crecer se asoma
en la luminosidad oriental del alba. El numen indígena al que vino a sustituir
la palabra "dios" era probablemente el sol en la versión original, ya
que constituye la luz por excelencia. La oposición verbal "allá bajaste /
allá nació", acompañada de un probable gesto deíctico hacia el poniente y
luego hacia el oriente, tiende a confirmar esta hipótesis. La no
correspondencia de las personas de los verbos tú [el sol] bajaste / él [Cristo]
nació se debe probablemente a la interpolación española que busca enfatizar la
caída del numen pagano y la luminosa victoria del dios cristiano. Sin embargo,
el cambio de persona gramatical podría corresponder a un cambio de persona: el
que bajó podría ser Nezahualcóyotl, y el que nació, su hijo Nezahualpilli.
Sea lo que fuere, este canto
"de" Nezahualcóyotl rebasa la simple autoría de un forjador de
cantos. Es posible que el rey texcocano haya compuesto su parte medular como
una propia mortaja músico-verbal (ninoquimilotehuaz....), y que esta
preciosa envoltura sea lo que permanece de él después de su muerte.
Florida ontología la que
expresa el canto de Nezahualcóyotl: la sustancia carnal del ser existencial se
desvanece y queda la mortaja espiritual que el hombre ha urdido a lo largo de
su vida. En el fragante contenedor de la materia verbal inmarcesible quedaron
impresas las formas eternas de lo que es ahora vacuidad.
XOCHIMIQUIZCUICATL (CANTO
DE MUERTE FLORIDA)
El canto de muerte
florida (xochimiquizcuicatl) es un canto florido de
muerte (miquizxochicuicatl). Correspondía a la muerte alcanzada en
el campo de batalla o en la piedra de sacrificios (figura
21).
Yaomiquizcuicatl (canto de muerte en la
guerra)
A estos discursos que
reforzaban la ideología guerrera de los mexicas se aunaban cantares que
ensalzaban la muerte al filo de la obsidiana y permitían la gloria a los que
morían en combate (figura
22):
Unas repeticiones, ya sean
anafóricas, yaomiquizica...
yaotempan... (con muerte en la guerra... al borde de la
guerra...), o de rima, Chimalteuhtli
moteca yehuaya... Tlacochcayahuitl zan moteca yehuaya... (polvo
de escudo se tiende. niebla de dardos se tiende.). Enfatizan los movimientos
del alma.
Por fin, un esquema típico
del Xochicuicatl: pregunta/respuesta, con carácter existencial
que vale tanto por su valor semántico como por su oposición prosódica:
subida/bajada; prótasis/apódosis, cierra este suspiro en forma de canto.
En este canto, elevado
probablemente en aras de un guerrero a punto de salir a una expedición bélica,
o quizás de una víctima sacrificial95 el yo encuentra
otro yo dando al lirismo patente un tono elegíaco teñido de
épica. Mientras que el primer canto constituía una verdadera exhalación lírica,
este segundo texto sitúa el campo de batalla en el lenguaje mismo. La voz se
somete ahora a las estructuras semántico-verbales, que tejen, dentro del
referente lingüístico, un poema de flechas y escudos. El canto no se
"derrama", sin embargo, en la realidad; permanece sin vínculos
performativos con la guerra y se conforma con reciclar indirectamente la
ideología guerrera establecida.
El diálogo entre el guerrero
que va a morir "al filo de la obsidiana", y el ave quechol que
de hecho no es más que la representación mítica del alma del guerrero muerto en
el combate o en sacrificio, instaura una simultaneidad, una ubicuidad entre el
presente y el futuro, la vida y la muerte, ayudando así al guerrero a salir al
encuentro de la muerte florida (xochimiquiztli), en
el campo de batalla (yaoixtlahuacan), o
a la víctima a subir los escalones del templo que conducen al techcatl, la
piedra de sacrificios.
Este canto elegíaco se eleva
probablemente en la víspera de una expedición guerrera o de un sacrificio, y
quizás no tras la muerte de Tlacahuepan como lo expresa la traducción que nos
dio de él Garibay, e indica los estrechos lazos que deben unir la muerte y la
vida en la mente o el corazón del guerrero antes de que vaya: ...ye oncan
ahuiltilo in teotl (...donde es deleitado el dios, el campo de
batalla).
La traducción de Garibay
de Oncan ximicuani ye oncan
ahuiltilo in teotl (deja la tierra y vete allá, allá es deleitado
el Dios), no me parece del todo justa. Ximicuani significa "muévete, vete", además,
el vocablo "tierra" no aparece en el texto náhuatl. No se trata por
lo tanto de un canto post mortem (a manera de oración
cristiana) sino de un canto elegíaco ante mortem en el que se
reduce la zanja que divide vida y muerte, a la vez que anima ideológicamente al
guerrero a ir al combate para regocijar al dios.
Mientras que un bardo
occidental podría haber enfatizado las probabilidades de victoria y por lo
tanto de vida del guerrero antes del combate, este canto considera
esencialmente la perspectiva óptima (dentro del marco ideológico
cósmico-religioso náhuatl) y lo cuenta anticipadamente entre los muertos: ¿Ca nel atonyaz in ompa ximoa(yan)? (¿No
irás en verdad allá, al lugar de los descarnados?).
La tímida duda al respecto no
pesa mucho frente a la estructura global del canto que encara la muerte de
Tlacahuepan y la valoriza de antemano.
En verdad la lógica lírica
náhuatl es en este caso mucho más coherente, puesto que permite al combatiente
todavía vivo gozar de la fragancia de los cantos que lo honran. Muestra además
que el campo de guerra, cualquiera que sea el resultado de una confrontación,
es un espacio que pertenece a la muerte y a todo el aparato de valores que
conlleva.
Ahora bien, la muerte al filo
de la obsidiana podía ser definida cuando el guerrero era capturado, y llevado
prisionero y prometido a una muerte sacrificial.
Las víctimas por
sacrificar "se burlaban de la muerte"
Los prisioneros habidos en
guerra y destinados al sacrificio elevaban un canto mortuorio cuando entraban
en la ciudad donde, tarde o temprano, iban a ser inmolados. El tenor formal y
el contenido de estos cantos no está señalado en las fuentes, pero es probable
que, entre otras cosas, expresaran su desprecio de la muerte ya que el pueblo
reunido presenciaba su entrada. Algunos eran sacrificados inmediatamente, otros
eran "vendidos" por sus captores y reaparecían en un mercado de
esclavos tlacanecuilocan (literalmente
"lugar donde es tomada la gente"), como el famoso mercado de esclavos
de Azcapotzalco, donde se compraban para ser ofrecidos en alguna ceremonia
religiosa.
Si bien participaban
voluntariamente al guión ritual al que se integraba su muerte sacrificial,
cantaban y bailaban cantares en los que se burlaban de la muerte. En la fiesta
dedicada a Yacatecuhtli, por ejemplo, los "bañados" (tlaaltiltin)96 eran exhibidos.
En su versión en español,
Sahagún sugiere que los esclavos destinados al sacrificio cantaban y bailaban
en el mismo mercado donde eran comprados, como parte de su exhibición en el
mercado: "Cantaban todos los cantares que sabían hasta que se hartaba de
cantar, y no estimaban en nada la muerte que les estaba aparejada".99
Sea lo que fuere, según lo
expresa claramente el vocablo quequeloa, los seres que iban a
ser inmolados "se burlaban" de la muerte.
Mixcoatl icuic (el canto de Mixcoatl)
A su vez las víctimas por sacrificar o ya sacrificados eran objeto de alabanzas.
El verbo yaomiqui resulta algo ambiguo por el complemento yao(tl) que podría ser circunstancial, "en la guerra", o modal, "como guerrero", es decir, en este caso probablemente en sacrificio.
La expresión siguiente, yaomiquico mexico, a
su vez puede traducirse "vino a morir en guerra", pero también
"vino a morir como guerrero en México". La partícula de
introversión -co de yaomiquico indica que
"vino a morir aquí en México" por lo que la segunda
opción parece más probable. Si hubiera muerto en guerra no habría sido en
México sino en un campo de batalla situado fuera del territorio mexica. Es
probable por tanto que "viniera" a morir "como guerrero" en
una modalidad bélica de sacrificio; en un sacrificio gladiatorio, por ejemplo (figura
23).
La versión en español de
Sahagún es la siguiente:
¡Oh bienaventurado Mixcoatl,
bien mereces ser loado en cantares, y bien mereces que tu fama viva en el
mundo, y que los que bailan en los areitos te traigan en la boca, en rededor de
los atabales y los tamboriles de Huexotzinco, para que regocijes y aparezcas a
tus amigos los nobles y generosos, tus parientes!
Siguen otro cantar del loor de
este mancebo, en que le loan de la virginidad y limpieza y pureza de su
corazón:
¡oh glorioso mancebo, digno de
todo loor, que ofreciste tu corazón al sol, limpio como un sartal de piedras
preciosas que se llaman zafiros, otra vez tomarás a brotar, otra vez tornarás a
florecer en el mundo, vendrás a los areitos, y entre los atambores y tamboriles
de Huexotzinco aparecerás a los nobles y varones valerosos y verte han tus
amigos!105
Mixcoatl vivirá por siempre en
el canto que lo evoca y mereció su muerte como valiente guerrero.
Cabe preguntarse aquí si las
expresiones tiyoliz (vivirás)
y tinemiz (existirás)
(o andarás) son simple metáforas que remiten a un recuerdo, al renombre, o si
el canto constituía una especie de extensión "meta-física" del ser
difunto, aprehensible de una manera que queda por definir.
¿Cuix occeppa tinemizque in tlalticpac? (¿Acaso existiremos otra vez en
la tierra?)
Aun cuando muchos cantares lo afirman, todo parece indicar que los seres humanos, por lo menos los nobles, no venían "solamente una vez en la tierra". En efecto, los textos que lo consignan parecen haber sido interpolados por los españoles para que los indígenas olvidaran sus antiguas creencias y facilitar asimismo la evangelización.
En la interpretación que hace
del adagio, Sahagún confirma la idea de un retorno periódico de ciertas fases
de la temporalidad y de un renacer de los que en ellas existieron:
Esta proposición es de platón y
el diablo la enseñó acá porque es errónea, es falsísima, es contra la fe la
cual quiere decir las cosas que fueron tornaran a ser como fueron en los
tiempos pasados y las cosas que son ahora ser(a) otra vez: de manera que según
este error los que ahora viven tornaran a vivir y como esta ahora el mundo
tornara a ser de la misma manera lo cual es falsísimo y hereticísismo.110
La comparación que hace el
franciscano con la metempsicosis platónica no deja lugar a
dudas: según él, los antiguos nahuas concebían una "reencarnación"
del alma o de su equivalente anímico indígena en cuerpos humanos, animales o
vegetales.
Los cantos fueron para los
antiguos nahuas lo que es la fragancia para las flores. El cuerpo humano se
marchita pero permanece la fragancia esencial e intangible de su ser en los
cantos. Como parece expresar el mito de la creación del hombre, un sonido producido
por el soplo fecundo de Quetzalcóatl en un caracol fue el "embrión"
anímico del ser humano, una luz acústica en las tinieblas del inframundo. Este
sonido primordial modulado, enriquecido con palabras y envuelto en poesía no
perdió su carácter esencial, y parece haber sido reproducido ritualmente en
contextos mortuorios.
En tiempos prehispánicos, el
canto mortuorio miccacuicatl se subdividía funcionalmente en
cantos catárticos que drenaban el dolor y la suciedad fuera del cuerpo
individual o colectivo, en cantos que encaminaban al difunto hacia el lugar del
inframundo que le correspondía, en cantos que establecían una relación entre
los que permanecían en la tierra y los que se habían ido, pero es probablemente
el carácter espiritual de los cantos mortuorios lo que les confería su
originalidad: el ser "permanecía" anímicamente en los cantos que lo
evocaban.
BIBLIOGRAFÍA DE LAS OBRAS CITADAS
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de Miguel León-Portilla, México, Universidad Nacional Autónoma de
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1 Micca es un
lexema que remite al muerto más que a la muerte. Estudios de cultura náhuatl
48, julio-diciembre de 2014, p. 7-87
2 La música, la
danza y las palabras se funden en la modalidad cuicatl de
expresión con variantes específicas según los géneros.
3 Códice Chimalpopoca, fol.
76-77; Lehmann, Kutscher, p. 330-337.
4 "Leyenda de los
Soles" en Lehmann, Kutscher, p. 331.
5 De teuctli (señor
o señora) y ciztli (madre).
6 Cf. Johansson, Estudios
de Cultura Náhuatl, 43, p. 83-84.
7 En los cantos que
parecen provenir de seres que están en el Mictlan, las voces son nasalizadas
(Cf. Ycuic Nezahualcoyotzin, infra p. 56-71). Asimismo, en
Días de Muertos, las rezanderas psalmodian sus textos con una marcada
nasalización de las palabras.
8 Hoy en día, en la Sierra
Norte de Puebla, los indígenas suelen hacer ruido con botellas de vidrio o
latas durante los eclipses.
9 Es preciso recordar que la
creación del ser humano sucede a la expansión cosmogónica del cielo y de la
tierra pero anticipa la aparición del sol y de la luna como entes productores
del movimiento vital ollin.
10 Los objetos que se
encuentran en la parte inferior del cuadro están vinculados con las ofrendas
correspondientes a la trecena y no se integran funcionalmente a la escena
mitológica.
11 Estos dos términos son
utilizados hoy por los curanderos de la Sierra Norte de Puebla.
12 Ejemplo: tlaxcalli (tortilla), tlaxcalzolli (tortilla
vieja y dura).
13 Códice florentino, libro
III, cap. 24.
14 Códice florentino, libro
XI, cap. 2, párrafo 6.
15 Códice florentino, libro
XI, cap. 2, párrafo 2.
16 Hacia la Mar del Sur,
según la versión en español de Sahagún. Sin embargo, estos nombres de lugares
podrían tener un valor mitológico y no meramente geográfico. Teotlixco es
"frente al dios" y Huitzilatenco, "en la orilla
del agua de las espinas (o del colibrí)".
17 Códice florentino, libro
XI, cap. 2, párrafo 2.
18 Códice florentino, libro
III, cap. 12.
19 "Leyenda de los
soles" en Códice Chimalpopoca, facsímil, fol. 77.
20 Tecalli significa
"palacio", pero el contexto parece indicar que tecalli, otro
nombre para "cueva" (oztotl), es la "casa de
piedra" en la que se ponen los huesos que quilaztli ha de
moler.
21 En el mito de la
creación del hombre, el contenedor es un "barreño de jade" ( chalchiuhapazco).
22 Hoy todavía, en ciertas
partes de Yucatán el cuerpo permanece enterrado tres años y al "cabo de
año", es decir, al cabo de los tres años, los parientes exhuman los
restos, los traen en una caja a la casa del difunto, los limpian, rezan, comen
un "relleno negro", colocan los huesos en una urna y los van a
colocar de nuevo en una cripta del cementerio. Comunicación personal de Mariano
Cutz K'u, originario de Tixcochó, comunidada indígena cercana a Tekantó.
23 Códice
telleriano-remensis, fol. 2r.
24 Se distinguen los tzompantli constituidos
por varas en las que se ensartan las cabezas de las víctimas sacrificadas, de
los mausoleos del mismo nombre en los que se dejaban los huesos de difuntos y
que se conocía también como cuaxicalli.
25 Nemi es
"andar" o "existir"; nehnemi, sólo
"andar".
26 Si murió de muerte
natural (tlalmiquiztli). Cf. Johansson, Machiotlahtolli "la
palabra-modelo", p. 91.
27 Elel-quix-tia:
elelquiza + tia: "hacer salir" la entidad anímica contenida
en el concepto el-li.
28 Cf. Tapia
Zenteno, Paradigma apologético y noticia de la lengua huasteca, p.
106.
29 La música y las
palabras del himno nacional entrañan de alguna manera el "alma" de
México y simbolizan el ser- mexicano.
30 Cf. Infra, p.
64.
31 Esta escatología
músico-dancística parece haber correspondido a los nobles y a los que morían en
la guerra o en el sacrificio.
32 Cf. Dagognet, p. 50.
33 Durán II, 1967, p. 288.
34 Códice florentino, libro
XII, cap. 21.
35 Casa de jóvenes.
36 Hernández, libro II,
cap. 6.
37 Códice florentino, libro
XI, cap. II.
38 Cantares mexicanos, fol.
56r a 60r.
39 Durán II, p. 288-289.
40 Códice florentino, libro
III, cap. 9.
41 Códice
Vaticano-Ríos, lámina XI.
42 Idem.
43 Consideramos este vocablo en
su sentido etimológico el cual en griego se refiere a la matriz hysteria. El
hecho de que la diosa-madre Cihuacóatl, y luego durante el periodo colonial
hasta nuestros días "la Llorona", lloren la muerte de sus hijos,
autoriza el uso del término en este sentido.
44 Durán II, 1967, p. 153.
45 Cantares mexicanos, fol.
21r.
46 Durán II, 1967, p. 153.
47 Cantares mexicanos, fol.
36.
48 Frase acuñada por
Albert Camus.
49 Durán II, 1967, p. 285.
50 Ycuic axayacatzin en Cantares
mexicanos, fol. 29v.
51 Durán II, p. 287.
52 Psalmodia cristiana, en Estudios
de Cultura Náhuatl, 18, p. 194.
53 Durán II, 1967, p. 287-288.
54 Yan can no
tiene aquí mucho sentido. Es muy probable que como en las instancias anteriores
se omitió la cedilla can = zan (sólo).
55 Conviene recordar
que niquilnamiqui (yo recuerdo) proviene sin duda de una forma
anterior niquelnamiqui (yo encuentro el pecho).
56 "El dios único",
clara interpolación española.
57 Cantares mexicanos, fol.
12r-13r.
58 El Coloquio de los
doce, que reunió a los sabios indígenas (tlamatinine) con
los religiosos franciscanos en el que se trataron temas existenciales y de
religión, fue uno de estos encuentros. Resulta muy extraño que la mayor parte
de la argumentación indígena haya desaparecido para dejar algunas réplicas
inofensivas, dejando libre el campo dialéctico a los españoles.
59 Ciertas expresiones fueron
creadas en náhuatl por los españoles para expresar más adecuadamente el
pensamiento cristiano. Otras fueron utilizadas muy peculiarmente para distinguir
la "fe" cristiana de las creencias paganas. Tlaneltoca (creer)
es una de ellas, ya que implica la fé en el Dios cristiano.
60 Enrollarse alrededor de un
árbol, hablando de una serpiente. Cf. Rémi Siméon.
61 Sahagún, Psalmodia
cristiana, fol. 324.
62 La traducción
"canto de orfandad", generalmente utilizada no parece corresponder a
la función del género pero la adoptamos provisionalmente a falta de otra más
adecuada.
63 Cantares mexicanos, fol.
49r.
64 Octli es
pulque pero parece tener aquí un sentido más amplio.
65 Cantares mexicanos, fol.
28v.
66 Cf. Códice
florentino, libro XI, cap. 7.
67 Cantares mexicanos, fol.
29r.
68 Cantares mexicanos, fol.
4v.
69 Cf. Miguel
León-Portilla, Quince poetas del mundo náhuatl, p. 84, ss.
70 Cantares mexicanos, fol.
28v-29r y v.
71 En el original náhuatl la
partícula interjectiva se encuentra en medio de la palabra. Además, el sufijo
de extroversión -co está nasalizado (con).
72 "Buscar" y
"encontrar" se fundían en la palabra temoa. Lo mismo
ocurre en maya yucateco con el vocablo kaxan, que significa
tanto "buscar" como "encontrar".
73 O adorno.
74 Mictlan y Quenonamican representan
el lugar de los muertos.
75 El núcleo semántico de
esta secuencia esencialmente vocal sería onca[n] (allá).
76 Es posible que se deba
leer totlaocoli (nuestro pesar) ya que totlacuiloli (nuestra
pintura) resulta aquí extrañamente fuera de contexto.
77 El original náhuatl
consigna la palabra totlacuiloli (nuestra pintura) lo que nos
parece un error de transcripción del vocablo totlaocol (nuestro
pesar).
78 La grafía generalmente
utilizada para esta palabra es niquilnamiqui.
79 El y elleli (el
hígado) están relacionados, como lo hemos visto, con elementos anímicos.
80 Poyomatli: "flor
parecida a la rosa". Cf. Remi Siméon.
81 No existe el modo infinitivo
en náhuatl pero las sílabas yo y ye entrañan
una abstracción infinitiva. Cf. Yez (serás); yehztli (el
ser); Ehecatl / ihiyotl.
82 Interpolación
española (icelteotl).
83 Literalmente "yo
canto-hablo".
84 Caso extraño de un
reverencial utilizado en la primera persona del singular. Esto podría indicar
que un chamán habla por el difunto Nezahualcóyotl.
85 Cometa (citlalpopoca).
86 La ciudad de Nonoalco no se
ajusta al contexto semántico de esta parte del canto.
87 En este contexto no se trata
de un habitante de Nonoalco, sino de un morador del lugar infraterrenal de los
"mudos".
88 Interpolación española.
89 Cantares mexicanos, fol.
28v-29v.
90 Códice florentino, libro
VI, cap. 3.
91 Romances de los
señores de la Nueva España, fol. 36r y v.
92 Distáctico: con poco rigor
sintáctico, típico de la oralidad.
93 Cantares mexicanos, fol.
23v.
94 Traducción de Ángel
María Garibay (con algunas modificaciones).
95 El hecho de que se
engreda, nos hace pensar que puede ser una víctima para el sacrificio.
96 Metonimia con la que se
designaba las víctimas que habían sido "bañados" antes de que los
ataviaran para su sacrificio.
97 Códice florentino, libro
I, cap. 19.
98 Códice florentino, libro
I, cap. 19.
99 Sahagún, 1997, p. 47.
100 Códice florentino, libro
VI, cap. 21.
101 Códice florentino, libro
VI, cap. 21.
102 Idem.
103 Moyaomiquili forma
honorífica de yaomiqui.
104 Códice florentino, libro
VI, cap. 21.
105 Sahagún, 1997, p. 356-357.
106 Romances de los
señores de la Nueva España. fol. 22v.
107 Traducción de Miguel
León-Portilla.
108 Códice florentino, libro
X, cap. 29.
109 Códice florentino, libro
VI, cap. 41.
110 Ibid.
https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0071-16752014000200002
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