El Santo Cáliz de Valencia
El cáliz de la Última Cena, conocido también
como el Santo Grial, inspiró una abundante literatura en la Edad Media, que se
ha retomado con mucha fuerza en estos últimos veinte años.
Según la tradición británica, basada en la
obra de Robert de Boron, fue utilizado por José de Arimatea para recoger
la sangre de Cristo que salió de su costado como consecuencia del golpe
de lanza asestado por Longinos. José de Arimatea lo habría
sucesivamente llevado a Inglaterra entrando, así, a formar parte de ciclo
artúrico.
Pero ésta no es la única versión y las tradiciones sobre quién se haya
adueñado del cáliz se superponen. En cualquier caso, para cátaros, templarios y
rosacruces, y para el esoterismo en general, esta reliquia tenía una enorme
trascendencia. Incluso Wagner quiso dedicarle su obra Parsifal.
Hay muchos cálices en el mundo que, en
determinados momentos de la historia, han presumido ser el verdadero Santo
Grial, con más o menos fundamento. En el siglo XVI había una veintena. Entre
ellos tenemos el Cáliz de Antioquía, el ‘Sacro Catino’ de Génova, el Vaso de
Nanteos, la Copa de Hawstone Park, el Cáliz de Ardagh, el Caldero de Gundestrup
y el Santo Cáliz de Valencia, además del controvertido Cáliz de Doña Urraca. De todos
estos el único que aun reivindica su autenticidad es el Santo Cáliz de
Valencia, entre otras razones porque el soporte documental de los demás es
débil y poco riguroso.
En 2008 tuvo lugar en Valencia el 1er
Congreso Internacional sobre el Santo Cáliz, titulado ‘Valencia, la ciudad del
Santo Grial’. La conclusión del congreso fue que ‘no existen argumentos que
nieguen su autenticidad’ confirmando, al mismo tiempo, el análisis y los
resultados del catedrático de arqueología de la Universidad de Zaragoza Antonio
Beltrán, publicados en 1960. El
Congreso además pidió que el Santo Cáliz
fuese declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. También la Santa Sede
apoya esta hipótesis y Juan Pablo II lo utilizó para celebrar la misa en el
transcurso de su visita a Valencia en el noviembre de 1982, como también lo
hizo Benedicto XVI, en julio de 2006.
El cáliz supuestamente utilizado por Cristo
sería una de las tres partes, la superior, del cáliz actual, que está
custodiado en la catedral. Está engarzado en una estructura-montura de
orfebrería con dos mangos, de época
medieval. Es una copa de ágata cornalina
oriental de 9,5 cm de diámetro y 7 de altura, datada entre los siglos II y I
a.C. procedente de Antioquía (Siria) o Alejandría (Egipto). Por lo tanto
tenemos: el cuenco superior (Santo Grial), la base (una cuenco ovalado puesto
bocabajo) y el nudo de oro como elemento de unión, con los mangos y un
ornamento sobre la montura decorada con piedras y perlas.
La tesis sobre la autenticidad del Santo
Cáliz de Valencia sostiene que éste fue llevado a Roma por San Pedro, primer papa. Janice
Bennet, historiadora y escritora católica dice que es muy probable que tanto el
Cenáculo (la sala donde se desarrolló la Última Cena) como el cáliz fueran de
propiedad de la familia de San Marcos evangelista, muy amiga de los apóstoles.
A Marcos sucesivamente lo encontramos en Roma
con Pedro donde escribió su Evangelio, transcribiendo las palabras del mismo
San Pedro. Por lo tanto podría ser plausible la hipótesis de que Marcos hubiera
dado este cáliz a Pedro quien lo utilizó en Roma para celebrar la Eucaristía
siendo después conservado y utilizado por los sucesivos papas hasta Sixto II.
No tenemos pruebas que corroboren que San Marcos hubiera conocido a
Jesús, pero es probable, y sabemos, por los Hechos de los Apóstoles, que
después de la resurrección de Cristo, Marcos a menudo había hospedado a los
apóstoles en la gran casa de Jerusalén, de propiedad de su familia, donde
también se refugió Pedro nada más escaparse de la cárcel.
Para reforzar esta tesis se recurrió al Cánon
Romano, o ‘Plegaria Eucarística’ utilizada por los primeros papas, en el que la
fórmula para la consagración era: ‘Acabada la cena, tomó este glorioso
cáliz’ (hunc praeclarum calicem)
que era distinta de otras fórmulas de aquella época tanto en oriente como en
occidente que rezan: ´Tomó el cáliz’.
Esta diferencia en la fórmula hace suponer que en aquella época los papas
sabían que se trataba del mismo cáliz utilizado por Jesús.
Y de esta manera se llega al siglo III. En el 258, para salvarlo de la
persecución del emperador Valeriano, Sixto II lo habría entregado al diácono
Lorenzo, originario de la ciudad española de Huesca, quien lo envió a su ciudad
por medio de Precelio, un cristiano español que se hallaba en Roma.
Este episodio se relata en la ‘Vida de San Lorenzo’ escrita por San
Donato en el siglo VI. Pero para tener más noticias sobre el cáliz hay que esperar
al siglo VIII: a partir de esa época, según algunas tradiciones, quedó oculto
durante mucho tiempo en diferentes lugares de los Pirineos para protegerlo de
la invasión musulmana. En el siglo XI reaparece en el monasterio de San Juan de
la Peña, siempre en zona pirenaica, y a partir de ese momento todas sus
peripecias en territorio español están perfectamente documentadas hasta llegar
a Valencia en el 1437.
Desde un punto de vista histórico y
cronológico del objeto en sí, no hay nada que decir. Es un cuenco compatible
con una típica ‘copa de bendición’ utilizada en Palestina para la celebración
de la Pascua. En el Bristish Museum hay algunas similares utilizadas para tal
fin y de la misma época. Las copas de bendición no podían ser de metal ni de madera,
sino que tenían que ser de cristal o piedra. Según el Evangelio de San Marcos,
la Última Cena se celebró en una sala grande y amueblada (Mc 14,13-15), pero no
dice a quién pertenecía. La familia anfitriona hubiera también podido prestar
la copa para la bendición pascual, un objeto de valor y no de uso cotidiano,
como el que habría utilizado una familia de posibles como la de Marcos.
Si bien es verdad que no existen argumentos que nieguen la autenticidad
del Santo Cáliz de Valencia, también es cierto que el primer eslabón de la
cadena (llevado a Roma por San Pedro) es sólo una hipótesis y el hecho de que
lo haya llevado a España San Lorenzo aparece por primera vez en un documento
del siglo VI basado en una tradición oral. Más estudios se han promovido para
encontrar otros datos que confirmen que el Santo Cáliz de Valencia y el Santo
Grial son la misma cosa. Esperaremos los resultados.
Para saber más: Antonio Beltrán – El Santo
Cáliz de la Catedral de Valencia. Valencia 1960 y 1984; Janice Bennet –
San Lorenzo y el Santo Grial. Madrid 2008
https://reliquiosamente.com/2016/03/10/el-santo-caliz-de-valencia/
El cáliz de Doña Urraca, el último candidato a
Santo Grial
Il calice di Doña Urraca, l’ultimo candidato a Santo Graal
Si hasta hace no mucho tiempo el último
‘candidato’ a ‘verdadero’, o por lo menos ‘muy probable’ Santo Grial, o copa de
la Última Cena, era el Santo Cáliz de Valencia ahora hay otro, siempre en tierra hispana, que reclama
este privilegio, y que viene cargado de buenas razones. Me refiero al Cáliz de
Doña Urraca, custodiado en la colegiata de San
Isidoro de León.
Esta es la conclusión a la que llegaron
Margarita Torres Sevilla (profesora de Historia Medieval de la Universidad de
León) y José Miguel Ortega del Río (doctor en Historia del Arte, Universidad de
Valladolid), y autores del libro ‘Los Reyes del Grial’. Nada más publicarse el
libro (2014) fueron cuestionadas estas conclusiones por parte de la comunidad
científica que acusaba a los autores de ‘falta de rigor científico’ y de
‘inventarse’ una reliquia1.
Las razones esgrimidas por los autores y en las que se basa dicha
conclusión están ampliamente expuestas en el citado libro y se resumen a continuación.
Buscando cuál podía ser la razón de la presencia en León de algunos
objetos procedentes del Egipto de época Fatimí, con la ayuda del historiador
Gustavo Turienzo Veiga se hallaron, en la prestigiosa biblioteca de la
Universidad Al-Azhar de El Cairo (fundada en el 975 por la dinastía Fatimí),
algunos pergaminos que indicaban en qué lugar había sido conservado el cáliz de
Cristo hasta el siglo XI y que también sucesivamente fue trasladado a España.
Estos documentos demostrarían que el cáliz en el siglo XI se hallaba en
Jerusalén, antes de ser sustraído por la dinastía Fatimí (que gobernaba Egipto,
África oriental y septentrional y una parte de Asia menor), para ser luego
enviado a España.
Zona de
expansión del Califato Fatimí (909-1171)
Existen también otros documentos, que van del siglo IV al siglo XI, que
hablan de la presencia de un cierto cáliz en Jerusalén, pero ninguno anterior
que haga mención a este objeto. Hay que tener en consideración el hecho de que
hasta que el edicto de Milán del año 313 decretara la libertad de culto, el
cristianismo, que se convertiría en la religión oficial del imperio gracias al
edicto de Tesalónica del año 391, estaba perseguido.
Debido a este silencio de las fuentes durante los primeros cuatro siglos
no es posible afirmar sin ninguna duda que el cáliz de León pueda identificarse
como el Santo Grial, pero sí que era el que a partir del siglo IV en adelante
era venerado como el Santo Cáliz de la Última Cena.
Con el descubrimiento por parte de la
emperatriz Elena de la Vera Cruz, de otras importantes reliquias y del
Santo Sepulcro, las peregrinaciones experimentaron un nuevo impulso. Sin
embargo el cáliz no se encontraba entre los objetos encontrados por la emperatriz.
Y puesto que la iglesia del Santo Sepulcro se construyó después del siglo IV,
es legítimo preguntarse sobre la localización del cáliz hasta ese momento. Es
probable que estuviera conservado en la iglesia de Santiago el menor,
construida al lado del templo, sobre el lugar de su martirio. Y parece ser que
allí se hallaría cuando fue cogido por los fatimíes, refugio alternativo al del
Santo Sepulcro, donde muchos peregrinos, según sus testimonios, lo vieron, para
protegerlo de la furia de los cruzados. No olvidemos que a la cabeza de la
comunidad cristiana en Jerusalén estaba Santiago el menor, también llamado ‘el
hermano de Jesús, la persona que permaneció al frente de esta comunidad de fe
cuando los demás apóstoles estaban por el mundo anunciando la palabra de
Cristo. Por lo tanto la sede de la primitiva Iglesia era Jerusalén, sede
también del primer concilio que tuvo lugar alrededor del año 49. La capitalidad
del cristianismo en Roma bajo la guía de Pedro llegaría algunos años más tarde.
Parece entonces verosímil que la copa hubiera permanecido en la ciudad santa de
Jerusalén, donde se hallaba la comunidad más numerosa y organizada. Pero en el
año 62 Santiago fue mandado ejecutar por el sumo sacerdote Ananías, empujándolo
desde pináculo del templo con posterior lapidación. A los pies del templo,
donde cayó, se erigió su tumba, que se convirtió en un lugar de veneración y
posteriormente en una iglesia.
Mapa
político de la península ibérica en el siglo XI. La linea roja delimita los
reinos cristianos (arriba) de los reinos de Taifa (abajo), que se formaron a
partir de la disolución del Califato di Córdoba
Con referencia al cáliz de León, es posible
seguir su rastro, a través de diferentes documentos, hasta remontarse al siglo
IV. Las noticias sobre la presencia del cáliz en Jerusalén llegan a partir de
esa fecha. La primera alusión es del año 400 y se encuentra en el Breviarius A, una
pequeña guía de Jerusalén. En él se indica que en la basílica del Santo
Sepulcro, en el sagrario (probablemente una capilla), en una cámara están
custodiadas la caña, la esponja y la copa del Señor, la que bendijo y dio a sus
discípulos para beber. También es mencionado por Antonino de Piacenza hacia el
570, peregrino que escribió el Itinerarium
Antonini Placentini, donde habla de una estancia, en la basílica
del Santo Sepulcro, en la que se guardan parte de la Vera Cruz, la caña, la
esponja y la copa de ónix con la cual Cristo bendijo la Última Cena. Otro
testimonio es el de un monje irlandés, Adomnan, que escribió De locis sanctis (683)
un tratado sobre los lugares de Tierra Santa basado en informaciones recibidas
del obispo franco Arnulfo, que hizo un peregrinaje a Tierra Santa. En esta obra
se indica que entre la iglesia del Calvario y la basílica constantiniana había
una capilla con la Copa del Señor. Por lo tanto entre el Gólgota y el Martyrium. El mismo
Arnulfo la vio y la tocó con la mano a través de una apertura en la puerta del
relicario en el que estaba guardada. Además comenta que toda la ciudad veneraba
esta reliquia. En el período inmediatamente precedente al Fatimí encontramos la
última referencia al cáliz: el Commemoratorium,
en el que hay una lista precisa del número de personas que servían en cada una
de las iglesias de Jerusalén, especificando que adscritos al cáliz en la
iglesia del Santo Sepulcro eran dos.
Durante el gobierno del califa fatimí
Al-Mustansir hubo grandes problemas de escasez de alimentos, en parte paliados
gracias a la ayuda enviada por la taifa2 de Denia
(Alicante, España). El emir de esta taifa, Alí Iqbal al-Dawla, mantenía un
comercio regular con Egipto y los países del Mediterráneo.
Cáliz de
Doña Urraca sin montura. Se aprecia claramente la parte donde falta una trocito
El texto descubierto en la biblioteca de El Cairo
hace referencia a un escrito de Abu-l-Hsan Ali uibn Yusuf ibn al Qifti
(1172-1248 d.C.) escritor musulmán. Dice que la copa utilizada por el mesías de
los cristianos se encontraba en una pequeña iglesia de Jerusalén, en la que se
custodiaban las reliquias de uno de sus discípulos, obispo Yacun. Por lo tanto
hace referencia a Santiago. En el año de la carestía el emir de Denia envió
víveres a Egipto y como ya había recibido informaciones sobre la copa y sus
poderes milagrosos y taumatúrgicos, se la pidió a Al-Munstansir a cambio de lo
que fuera, porque era su intención enviarla al rey de León, Fernando para
reforzar su amistad con él. Fue de esa manera que los cristianos fueron
obligados a permitir este traslado forzoso del cáliz, que se produjo en el
1054-55. Pero, temiendo que durante el trayecto cayera en las manos de los
infieles, lo mandaron custodiar por un obispo franco que se encontraba de
peregrinación en Jerusalén. A parte de éste, también había un miembro de la
familia Bani-l-Aswad a la cabeza de la expedición que rompió un trocito del
cáliz, con una gumía, para darla al Saladino que se la había pedido para sanar
a una hija. Este trocito se conservó en el tesoro público de El Cairo. El viaje
termina con la entrega del cáliz a Fernando I rey de León (1037-1065). En aquél
momento era el monarca más poderoso de la cristiandad hispana y con este gesto
el emir de la taifa de Denia se aseguraba el apoyo del rey cristiano en la
península ibérica.
Colegiata de San
Isidoro, León
Fernando I mandó construir la colegiata de San
Isidoro para albergar la reliquia, que desde entonces sería conocida como Cáliz
de Doña Urraca, que era la hija de Fernando I e infanta de Castilla. También se
conserva una pequeña arqueta de plata de procedencia fatimí y otros objetos,
todos del mismo período, la mitad del siglo XI, época del traslado de la copa.
El cáliz es de ágata-ónix, y la infanta lo hizo
engarzar con el oro de sus joyas. Está formado por dos partes. La parte
superior, en forma de copa, está recubierta por un cuenco de oro, semiesférico,
unido por una guarnición a manera de corona áurea decorada con piedras
preciosas y semipreciosas, perlas de río y un camafeo en el que aparece un
rostro. Las medidas son: 18,5 de alto, diámetro de la parte superior 11,5 y del
pie 12. La base, una copa, también de ágata-ónix, menos profunda e invertida
está adornada por una cinta de oro que se sostiene con un sistema de 4
tirantes, los mismos que aparecen en la parte superior del cáliz, y que unen
todo con un nudo central en la base de cual puede leerse: IN NOMINE D(DOMINI)
VRRACA FREDINA(N)DI.
En la misma época de la llegada del cáliz a León es
cuando nació y empezó a expandirse la literatura sobre el Santo Grial. Es muy
probable que la ambientación histórica situara los eventos al noreste de la
península ibérica, no lejos de Francia, tierra natal de Guiot de Provins y de
Chretien de Troyes, fuente de inspiración de Von Eschembach y otros autores
medievales que trataron el tema del Santo Cáliz. En la obra Titurel, precedente
a Parzival, Von Eschenbach sitúa la copa del Señor en las manos de una dinastía
real, la misma a la que pertenecen los que son ‘reyes de España’. Una idea
similar aparece en Chretien de Troyes a propósito de los monarcas que
custodiaban la misma. La trama de estas obras en muchos casos reproduce los
mismos eventos y episodios de la época de Fernando I y de su estirpe.
Panteón de San
Isidoro de León. Vista parcial
El panteón de San Isidoro de León, mandado
construir por Doña Urraca, tiene la bóveda completamente pintada al fresco y se
la conoce como la ‘Capilla Sixtina del Románico’. En ella se presenta un
programa iconográfico completo que presenta varios momentos de la vida de
Cristo, algunas referencias a la Apocalipsis y otros sujetos. En la escena de
la última Cena podemos ver a un personaje, probablemente el obispo franco que
escoltó la copa, y que en la iconografía está identificado como San Marcial de
Limoges, o un representante de éste, como portador de una copa de color oscuro,
parecida a la que se conserva en este lugar y que es diferente de las que
sostienen los otros protagonistas de la Última Cena. Por lo tanto parece que ya
desde entonces existía la convicción de que ese fuese el verdadero cáliz de
Cristo.
Panteón de San
Isidoro, León. Detalle de la Última Cena
Panteón de San Isidoro,
León. Vista parcial. A la izquierda es visible un personaje, identificado como
‘Marcialis Pincerna, que sostiene una copa similar a la de Doña Urraca
La copa fue estudiada más recientemente por expertos, y la datación de
sus partes principales, copa y pie, resulta ser de época helenístico-romana,
datación similar a la del Santo Cáliz de Valencia. La tipología específica y el
uso del material utilizado (ágata, como también las de sardónice, ónix o
vidrio) acotan el período entre los siglos II a.C. y I d.C. Las copas
realizadas en piedras semipreciosas estaban de moda entre las clases acomodadas
del siglo I a.C. hasta el siglo I d.C. Existen copas similares a ésta en
algunos museos del mundo. Por ejemplo, en el J. Paul Getty Museum (Malibú)
podemos admirar algunas copas romanas de ágata fechadas entre el I y el II
siglo d.C., muy similares a la de León.
Panteón de
San Isidoro, León. Vista parcial
En 2010 la copa fue desmontada para hacer una copia y se pudo notar que
falta una esquirla en el borde, hecho que coincide con las fuentes que indican
que una esquirla había sido enviada al Saladino.
Siempre según los autores del libro, parece
que este cáliz tenga, por tanto, unas bases bastantes sólidas para que pueda
ser considerado como el verdadero Santo Grial, si no fuera por el silencio de
las fuentes de antes del siglo IV. Y eso le otorga ventajas con respecto al
Santo Cáliz de Valencia. El hecho que éste fuera llevado a Roma por San Pedro solo es una
hipótesis sin ninguna base documental, como también el hecho de que hubiese
sido llevado a España, a Huesca, por San Lorenzo. En todo caso, si se quisiera
dar por buena esta leyenda, entonces podríamos aceptarlo como el cáliz de San Pedro, no el de Cristo. Además
no hay noticias concretas sobre el mismo hasta que apareció uno en San Juan de
la Peña, en el siglo XI. Pero también en este caso no existe una referencia
concreta que indique que éste, ya que también existían otros, fuese el de
Cristo. La profesora Margarita Torres, además, sostiene que la leyenda del
cáliz de Valencia fue creada en el siglo XV cuando el cáliz ya estaba en esa ciudad.
A pesar de todo, parece ser que el Vaticano, sin expresar un claro
juicio sobre la autenticidad de uno o de otro cáliz, parece decantarse más a
favor del de Valencia. De hecho en 2015 concedió a esta ciudad la posibilidad
de celebrar un jubileo cada cinco años en conmemoración del Santo Cáliz de la
Última Cena. Esto hará que millares de peregrinos lleguen a Valencia para
venerar esta reliquia.
La decisión papal de conceder un año Santo
Jubilar parecido al de Santiago de Compostela, supone, en
palabras de la Santa Sede, un ‘tiempo especial de gracia, durante el cual es
posible obtener una indulgencia plenaria para la remisión de los pecados’.
Gracias a esta decisión, acogida con gran entusiasmo en todo Valencia, los
‘fieles y los peregrinos pueden ganar el Jubileo, una vez cumplidas las
condiciones habituales: confesión, comunión eucarística y oración por las
intenciones del papa’.
—-
Para saber más:
Torres Sevilla, J.M. Ortega del Río. Los Reyes del Grial,
A Coruña 2004
1) Sobre la polémica acerca de este hallazgo pueden
consultarse los artículos reseñados a continuación:
https://www.diariodeleon.es/noticias/cultura/grial-derrama-polemica_988922.html
https://blogs.20minutos.es/ciencia-para-llevar-csic/2017/12/27/la-falsa-historia-del-grial-de-leon/
https://www.revistadelibros.com/articulo_imprimible_pdf.php?art=5372&t=articulos
https://www.lanuevacronica.com/el-csic-tumba-la-teoria-del-grial
https://valentia.hypotheses.org/21
2) Las taifas eran pequeños estados musulmanes surgidos
en la península ibérica después de la disolución del Califato de Córdoba (s.
XI)
No hay comentarios:
Publicar un comentario