miércoles, 16 de agosto de 2023

 

El Santo Cáliz de Valencia


El cáliz de la Última Cena, conocido también como el Santo Grial, inspiró una abundante literatura en la Edad Media, que se ha retomado con mucha fuerza en estos últimos veinte años.

Según la tradición británica, basada en la obra de Robert de Boron, fue utilizado por José de Arimatea para recoger la sangre de Cristo que salió de su costado como consecuencia del golpe de lanza asestado por Longinos. José de Arimatea lo habría sucesivamente llevado a Inglaterra entrando, así, a formar parte de ciclo artúrico.

Pero ésta no es la única versión y las tradiciones sobre quién se haya adueñado del cáliz se superponen. En cualquier caso, para cátaros, templarios y rosacruces, y para el esoterismo en general, esta reliquia tenía una enorme trascendencia. Incluso Wagner quiso dedicarle su obra Parsifal.


Hay muchos cálices en el mundo que, en determinados momentos de la historia, han presumido ser el verdadero Santo Grial, con más o menos fundamento. En el siglo XVI había una veintena. Entre ellos tenemos el Cáliz de Antioquía, el ‘Sacro Catino’ de Génova, el Vaso de Nanteos, la Copa de Hawstone Park, el Cáliz de Ardagh, el Caldero de Gundestrup y el Santo Cáliz de Valencia, además del controvertido Cáliz de Doña Urraca. De todos estos el único que aun reivindica su autenticidad es el Santo Cáliz de Valencia, entre otras razones porque el soporte documental de los demás es débil y poco riguroso.

En 2008 tuvo lugar en Valencia el 1er Congreso Internacional sobre el Santo Cáliz, titulado ‘Valencia, la ciudad del Santo Grial’. La conclusión del congreso fue que ‘no existen argumentos que nieguen su autenticidad’ confirmando, al mismo tiempo, el análisis y los resultados del catedrático de arqueología de la Universidad de Zaragoza Antonio Beltrán, publicados en 1960. El 

 

Congreso además pidió que el Santo Cáliz fuese declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. También la Santa Sede apoya esta hipótesis y Juan Pablo II lo utilizó para celebrar la misa en el transcurso de su visita a Valencia en el noviembre de 1982, como también lo hizo Benedicto XVI, en julio de 2006.

El cáliz supuestamente utilizado por Cristo sería una de las tres partes, la superior, del cáliz actual, que está custodiado en la catedral. Está engarzado en una estructura-montura de orfebrería con dos mangos, de época

 


medieval. Es una copa de ágata cornalina oriental de 9,5 cm de diámetro y 7 de altura, datada entre los siglos II y I a.C. procedente de Antioquía (Siria) o Alejandría (Egipto). Por lo tanto tenemos: el cuenco superior (Santo Grial), la base (una cuenco ovalado puesto bocabajo) y el nudo de oro como elemento de unión, con los mangos y un ornamento sobre la montura decorada con piedras y perlas.



La tesis sobre la autenticidad del Santo Cáliz de Valencia sostiene que éste fue llevado a Roma por San Pedro, primer papa. Janice Bennet, historiadora y escritora católica dice que es muy probable que tanto el Cenáculo (la sala donde se desarrolló la Última Cena) como el cáliz fueran de propiedad de la familia de San Marcos evangelista, muy amiga de los apóstoles.

A Marcos sucesivamente lo encontramos en Roma con Pedro donde escribió su Evangelio, transcribiendo las palabras del mismo San Pedro. Por lo tanto podría ser plausible la hipótesis de que Marcos hubiera dado este cáliz a Pedro quien lo utilizó en Roma para celebrar la Eucaristía siendo después conservado y utilizado por los sucesivos papas hasta Sixto II. No tenemos pruebas que corroboren que San Marcos hubiera conocido a Jesús, pero es probable, y sabemos, por los Hechos de los Apóstoles, que después de la resurrección de Cristo, Marcos a menudo había hospedado a los apóstoles en la gran casa de Jerusalén, de propiedad de su familia, donde también se refugió Pedro nada más escaparse de la cárcel.



Para reforzar esta tesis se recurrió al Cánon Romano, o ‘Plegaria Eucarística’ utilizada por los primeros papas, en el que la fórmula para la consagración era: ‘Acabada la cena, tomó este glorioso cáliz’ (hunc praeclarum calicem) que era distinta de otras fórmulas de aquella época tanto en oriente como en occidente que rezan: ´Tomó el cáliz’. Esta diferencia en la fórmula hace suponer que en aquella época los papas sabían que se trataba del mismo cáliz utilizado por Jesús.

Y de esta manera se llega al siglo III. En el 258, para salvarlo de la persecución del emperador Valeriano, Sixto II lo habría entregado al diácono Lorenzo, originario de la ciudad española de Huesca, quien lo envió a su ciudad por medio de Precelio, un cristiano español que se hallaba en Roma.

Este episodio se relata en la ‘Vida de San Lorenzo’ escrita por San Donato en el siglo VI. Pero para tener más noticias sobre el cáliz hay que esperar al siglo VIII: a partir de esa época, según algunas tradiciones, quedó oculto durante mucho tiempo en diferentes lugares de los Pirineos para protegerlo de la invasión musulmana. En el siglo XI reaparece en el monasterio de San Juan de la Peña, siempre en zona pirenaica, y a partir de ese momento todas sus peripecias en territorio español están perfectamente documentadas hasta llegar a Valencia en el 1437.


Desde un punto de vista histórico y cronológico del objeto en sí, no hay nada que decir. Es un cuenco compatible con una típica ‘copa de bendición’ utilizada en Palestina para la celebración de la Pascua. En el Bristish Museum hay algunas similares utilizadas para tal fin y de la misma época. Las copas de bendición no podían ser de metal ni de madera, sino que tenían que ser de cristal o piedra. Según el Evangelio de San Marcos, la Última Cena se celebró en una sala grande y amueblada (Mc 14,13-15), pero no dice a quién pertenecía. La familia anfitriona hubiera también podido prestar la copa para la bendición pascual, un objeto de valor y no de uso cotidiano, como el que habría utilizado una familia de posibles como la de Marcos.

Si bien es verdad que no existen argumentos que nieguen la autenticidad del Santo Cáliz de Valencia, también es cierto que el primer eslabón de la cadena (llevado a Roma por San Pedro) es sólo una hipótesis y el hecho de que lo haya llevado a España San Lorenzo aparece por primera vez en un documento del siglo VI basado en una tradición oral. Más estudios se han promovido para encontrar otros datos que confirmen que el Santo Cáliz de Valencia y el Santo Grial son la misma cosa. Esperaremos los resultados.


Para saber más:   Antonio Beltrán – El Santo Cáliz de la Catedral de Valencia. Valencia 1960 y 1984; Janice Bennet – San Lorenzo y el Santo Grial. Madrid 2008

https://reliquiosamente.com/2016/03/10/el-santo-caliz-de-valencia/

 

El cáliz de Doña Urraca, el último candidato a Santo Grial

Il calice di Doña Urraca, l’ultimo candidato a Santo Graal 


Si hasta hace no mucho tiempo el último ‘candidato’ a ‘verdadero’, o por lo menos ‘muy probable’ Santo Grial, o copa de la Última Cena, era el Santo Cáliz de Valencia ahora hay otro, siempre en tierra hispana, que reclama este privilegio, y que viene cargado de buenas razones. Me refiero al Cáliz de Doña Urraca, custodiado en la colegiata de San Isidoro de León.

Esta es la conclusión a la que llegaron Margarita Torres Sevilla (profesora de Historia Medieval de la Universidad de León) y José Miguel Ortega del Río (doctor en Historia del Arte, Universidad de Valladolid), y autores del libro ‘Los Reyes del Grial’. Nada más publicarse el libro (2014) fueron cuestionadas estas conclusiones por parte de la comunidad científica que acusaba a los autores de ‘falta de rigor científico’ y de ‘inventarse’ una reliquia1.

Las razones esgrimidas por los autores y en las que se basa dicha conclusión están ampliamente expuestas en el citado libro y se resumen a continuación.

Buscando cuál podía ser la razón de la presencia en León de algunos objetos procedentes del Egipto de época Fatimí, con la ayuda del historiador Gustavo Turienzo Veiga se hallaron, en la prestigiosa biblioteca de la Universidad Al-Azhar de El Cairo (fundada en el 975 por la dinastía Fatimí), algunos pergaminos que indicaban en qué lugar había sido conservado el cáliz de Cristo hasta el siglo XI y que también sucesivamente fue trasladado a España. Estos documentos demostrarían que el cáliz en el siglo XI se hallaba en Jerusalén, antes de ser sustraído por la dinastía Fatimí (que gobernaba Egipto, África oriental y septentrional y una parte de Asia menor), para ser luego enviado a España.


Zona de expansión del Califato Fatimí (909-1171)

Existen también otros documentos, que van del siglo IV al siglo XI, que hablan de la presencia de un cierto cáliz en Jerusalén, pero ninguno anterior que haga mención a este objeto. Hay que tener en consideración el hecho de que hasta que el edicto de Milán del año 313 decretara la libertad de culto, el cristianismo, que se convertiría en la religión oficial del imperio gracias al edicto de Tesalónica del año 391, estaba perseguido.

Debido a este silencio de las fuentes durante los primeros cuatro siglos no es posible afirmar sin ninguna duda que el cáliz de León pueda identificarse como el Santo Grial, pero sí que era el que a partir del siglo IV en adelante era venerado como el Santo Cáliz de la Última Cena.

Con el descubrimiento por parte de la emperatriz Elena de la Vera Cruz, de otras importantes reliquias y del Santo Sepulcro, las peregrinaciones experimentaron un nuevo impulso. Sin embargo el cáliz no se encontraba entre los objetos encontrados por la emperatriz. Y puesto que la iglesia del Santo Sepulcro se construyó después del siglo IV, es legítimo preguntarse sobre la localización del cáliz hasta ese momento. Es probable que estuviera conservado en la iglesia de Santiago el menor, construida al lado del templo, sobre el lugar de su martirio. Y parece ser que allí se hallaría cuando fue cogido por los fatimíes, refugio alternativo al del Santo Sepulcro, donde muchos peregrinos, según sus testimonios, lo vieron, para protegerlo de la furia de los cruzados. No olvidemos que a la cabeza de la comunidad cristiana en Jerusalén estaba Santiago el menor, también llamado ‘el hermano de Jesús, la persona que permaneció al frente de esta comunidad de fe cuando los demás apóstoles estaban por el mundo anunciando la palabra de Cristo. Por lo tanto la sede de la primitiva Iglesia era Jerusalén, sede también del primer concilio que tuvo lugar alrededor del año 49. La capitalidad del cristianismo en Roma bajo la guía de Pedro llegaría algunos años más tarde. Parece entonces verosímil que la copa hubiera permanecido en la ciudad santa de Jerusalén, donde se hallaba la comunidad más numerosa y organizada. Pero en el año 62 Santiago fue mandado ejecutar por el sumo sacerdote Ananías, empujándolo desde pináculo del templo con posterior lapidación. A los pies del templo, donde cayó, se erigió su tumba, que se convirtió en un lugar de veneración y posteriormente en una iglesia.



Mapa político de la península ibérica en el siglo XI. La linea roja delimita los reinos cristianos (arriba) de los reinos de Taifa (abajo), que se formaron a partir de la disolución del Califato di Córdoba

Con referencia al cáliz de León, es posible seguir su rastro, a través de diferentes documentos, hasta remontarse al siglo IV. Las noticias sobre la presencia del cáliz en Jerusalén llegan a partir de esa fecha. La primera alusión es del año 400 y se encuentra en el Breviarius A, una pequeña guía de Jerusalén. En él se indica que en la basílica del Santo Sepulcro, en el sagrario (probablemente una capilla), en una cámara están custodiadas la caña, la esponja y la copa del Señor, la que bendijo y dio a sus discípulos para beber. También es mencionado por Antonino de Piacenza hacia el 570, peregrino que escribió el Itinerarium Antonini Placentini, donde habla de una estancia, en la basílica del Santo Sepulcro, en la que se guardan parte de la Vera Cruz, la caña, la esponja y la copa de ónix con la cual Cristo bendijo la Última Cena. Otro testimonio es el de un monje irlandés, Adomnan, que escribió De locis sanctis (683) un tratado sobre los lugares de Tierra Santa basado en informaciones recibidas del obispo franco Arnulfo, que hizo un peregrinaje a Tierra Santa. En esta obra se indica que entre la iglesia del Calvario y la basílica constantiniana había una capilla con la Copa del Señor. Por lo tanto entre el Gólgota y el Martyrium. El mismo Arnulfo la vio y la tocó con la mano a través de una apertura en la puerta del relicario en el que estaba guardada. Además comenta que toda la ciudad veneraba esta reliquia. En el período inmediatamente precedente al Fatimí encontramos la última referencia al cáliz: el Commemoratorium, en el que hay una lista precisa del número de personas que servían en cada una de las iglesias de Jerusalén, especificando que adscritos al cáliz en la iglesia del Santo Sepulcro eran dos.

Durante el gobierno del califa fatimí Al-Mustansir hubo grandes problemas de escasez de alimentos, en parte paliados gracias a la ayuda enviada por la taifa2 de Denia (Alicante, España). El emir de esta taifa, Alí Iqbal al-Dawla, mantenía un comercio regular con Egipto y los países del Mediterráneo.



Cáliz de Doña Urraca sin montura. Se aprecia claramente la parte donde falta una trocito

El texto descubierto en la biblioteca de El Cairo hace referencia a un escrito de Abu-l-Hsan Ali uibn Yusuf ibn al Qifti (1172-1248 d.C.) escritor musulmán. Dice que la copa utilizada por el mesías de los cristianos se encontraba en una pequeña iglesia de Jerusalén, en la que se custodiaban las reliquias de uno de sus discípulos, obispo Yacun. Por lo tanto hace referencia a Santiago. En el año de la carestía el emir de Denia envió víveres a Egipto y como ya había recibido informaciones sobre la copa y sus poderes milagrosos y taumatúrgicos, se la pidió a Al-Munstansir a cambio de lo que fuera, porque era su intención enviarla al rey de León, Fernando para reforzar su amistad con él. Fue de esa manera que los cristianos fueron obligados a permitir este traslado forzoso del cáliz, que se produjo en el 1054-55. Pero, temiendo que durante el trayecto cayera en las manos de los infieles, lo mandaron custodiar por un obispo franco que se encontraba de peregrinación en Jerusalén. A parte de éste, también había un miembro de la familia Bani-l-Aswad a la cabeza de la expedición que rompió un trocito del cáliz, con una gumía, para darla al Saladino que se la había pedido para sanar a una hija. Este trocito se conservó en el tesoro público de El Cairo. El viaje termina con la entrega del cáliz a Fernando I rey de León (1037-1065). En aquél momento era el monarca más poderoso de la cristiandad hispana y con este gesto el emir de la taifa de Denia se aseguraba el apoyo del rey cristiano en la península ibérica.


Colegiata de San Isidoro, León

Fernando I mandó construir la colegiata de San Isidoro para albergar la reliquia, que desde entonces sería conocida como Cáliz de Doña Urraca, que era la hija de Fernando I e infanta de Castilla. También se conserva una pequeña arqueta de plata de procedencia fatimí y otros objetos, todos del mismo período, la mitad del siglo XI, época del traslado de la copa.

El cáliz es de ágata-ónix, y la infanta lo hizo engarzar con el oro de sus joyas. Está formado por dos partes. La parte superior, en forma de copa, está recubierta por un cuenco de oro, semiesférico, unido por una guarnición a manera de corona áurea decorada con piedras preciosas y semipreciosas, perlas de río y un camafeo en el que aparece un rostro. Las medidas son: 18,5 de alto, diámetro de la parte superior 11,5 y del pie 12. La base, una copa, también de ágata-ónix, menos profunda e invertida está adornada por una cinta de oro que se sostiene con un sistema de 4 tirantes, los mismos que aparecen en la parte superior del cáliz, y que unen todo con un nudo central en la base de cual puede leerse: IN NOMINE D(DOMINI) VRRACA FREDINA(N)DI.

En la misma época de la llegada del cáliz a León es cuando nació y empezó a expandirse la literatura sobre el Santo Grial. Es muy probable que la ambientación histórica situara los eventos al noreste de la península ibérica, no lejos de Francia, tierra natal de Guiot de Provins y de Chretien de Troyes, fuente de inspiración de Von Eschembach y otros autores medievales que trataron el tema del Santo Cáliz. En la obra Titurel, precedente a Parzival, Von Eschenbach sitúa la copa del Señor en las manos de una dinastía real, la misma a la que pertenecen los que son ‘reyes de España’. Una idea similar aparece en Chretien de Troyes a propósito de los monarcas que custodiaban la misma. La trama de estas obras en muchos casos reproduce los mismos eventos y episodios de la época de Fernando I y de su estirpe.


Panteón de San Isidoro de León. Vista parcial

El panteón de San Isidoro de León, mandado construir por Doña Urraca, tiene la bóveda completamente pintada al fresco y se la conoce como la ‘Capilla Sixtina del Románico’. En ella se presenta un programa iconográfico completo que presenta varios momentos de la vida de Cristo, algunas referencias a la Apocalipsis y otros sujetos. En la escena de la última Cena podemos ver a un personaje, probablemente el obispo franco que escoltó la copa, y que en la iconografía está identificado como San Marcial de Limoges, o un representante de éste, como portador de una copa de color oscuro, parecida a la que se conserva en este lugar y que es diferente de las que sostienen los otros protagonistas de la Última Cena. Por lo tanto parece que ya desde entonces existía la convicción de que ese fuese el verdadero cáliz de Cristo.


Panteón de San Isidoro, León. Detalle de la Última Cena


Panteón de San Isidoro, León. Vista parcial. A la izquierda es visible un personaje, identificado como ‘Marcialis Pincerna, que sostiene una copa similar a la de Doña Urraca

La copa fue estudiada más recientemente por expertos, y la datación de sus partes principales, copa y pie, resulta ser de época helenístico-romana, datación similar a la del Santo Cáliz de Valencia. La tipología específica y el uso del material utilizado (ágata, como también las de sardónice, ónix o vidrio) acotan el período entre los siglos II a.C. y I d.C. Las copas realizadas en piedras semipreciosas estaban de moda entre las clases acomodadas del siglo I a.C. hasta el siglo I d.C. Existen copas similares a ésta en algunos museos del mundo. Por ejemplo, en el J. Paul Getty Museum (Malibú) podemos admirar algunas copas romanas de ágata fechadas entre el I y el II siglo d.C., muy similares a la de León.


Panteón de San Isidoro, León. Vista parcial

En 2010 la copa fue desmontada para hacer una copia y se pudo notar que falta una esquirla en el borde, hecho que coincide con las fuentes que indican que una esquirla  había sido enviada al Saladino.

Siempre según los autores del libro, parece que este cáliz tenga, por tanto, unas bases bastantes sólidas para que pueda ser considerado como el verdadero Santo Grial, si no fuera por el silencio de las fuentes de antes del siglo IV. Y eso le otorga ventajas con respecto al Santo Cáliz de Valencia. El hecho que éste fuera llevado a Roma por San Pedro solo es una hipótesis sin ninguna base documental, como también el hecho de que hubiese sido llevado a España, a Huesca, por San Lorenzo. En todo caso, si se quisiera dar por buena esta leyenda, entonces podríamos aceptarlo como el cáliz de San Pedro, no el de Cristo. Además no hay noticias concretas sobre el mismo hasta que apareció uno en San Juan de la Peña, en el siglo XI. Pero también en este caso no existe una referencia concreta que indique que éste, ya que también existían otros, fuese el de Cristo. La profesora Margarita Torres, además, sostiene que la leyenda del cáliz de Valencia fue creada en el siglo XV cuando el cáliz ya estaba en esa ciudad.

A pesar de todo, parece ser que el Vaticano, sin expresar un claro juicio sobre la autenticidad de uno o de otro cáliz, parece decantarse más a favor del de Valencia. De hecho en 2015 concedió a esta ciudad la posibilidad de celebrar un jubileo cada cinco años en conmemoración del Santo Cáliz de la Última Cena. Esto hará que millares de peregrinos lleguen a Valencia para venerar esta reliquia.

La decisión papal de conceder un año Santo Jubilar parecido al de Santiago de Compostela, supone, en palabras de la Santa Sede, un ‘tiempo especial de gracia, durante el cual es posible obtener una indulgencia plenaria para la remisión de los pecados’. Gracias a esta decisión, acogida con gran entusiasmo en todo Valencia, los ‘fieles y los peregrinos pueden ganar el Jubileo, una vez cumplidas las condiciones habituales: confesión, comunión eucarística y oración por las intenciones del papa’.

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Para saber más:

Torres Sevilla, J.M. Ortega del Río. Los Reyes del Grial, A Coruña 2004

1) Sobre la polémica acerca de este hallazgo pueden consultarse los artículos reseñados a continuación:

https://www.diariodeleon.es/noticias/cultura/grial-derrama-polemica_988922.html

https://blogs.20minutos.es/ciencia-para-llevar-csic/2017/12/27/la-falsa-historia-del-grial-de-leon/

https://tamtampress.es/2015/06/29/el-grial-esta-en-leon-el-desmitificador-articulo-de-patrick-henriet-en-la-revista-francesa-lhistoire/

https://www.revistadelibros.com/articulo_imprimible_pdf.php?art=5372&t=articulos

https://www.lanuevacronica.com/el-csic-tumba-la-teoria-del-grial

https://valentia.hypotheses.org/21

2) Las taifas eran pequeños estados musulmanes surgidos en la península ibérica después de la disolución del Califato de Córdoba (s. XI)

https://reliquiosamente.com/2019/03/27/el-caliz-de-dona-urraca-el-ultimo-candidato-a-santo-grial/


































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