lunes, 21 de agosto de 2023

 

¿QUÉ ES LA MITOLOGÍA?


Tetis, implorando a Júpiter que le salve la vida a su hijo Aquiles, que lucha en la Guerra de Troya.

https://en.wikipedia.org/wiki/Jupiter_and_Thetis

            La palabra mitología viene del griego mythos que quiere decir, fábula y logos, tratado. La mitología es un tratado o recopilación de leyendas, y fue en su principio una especie de explicación del origen del mundo.

            A partir del momento en que el hombre primitivo pasó en su desarrollo cultural de la etapa en que sólo se preocupaba por la búsqueda de sus alimentos, y su defensa contra las fieras y los elementos naturales, ya tuvo la oportunidad de ejercitar su inteligencia, cada vez más adelantada, en lucubraciones tendientes a satisfacer su curiosidad sobre el mundo y la vida. Sin conocimientos científicos que lo guiaran, se vio, naturalmente, impulsado a buscar una explicación de cuanto veía y de ahí su concepto del mundo, su origen y las fuerzas que lo dirigían a su destino final.

            Y para mejor explicarse y comprender esto, imaginaba seres sobrenaturales con fisonomía humana, con las virtudes, los vicios, las costumbres y las ambiciones de los humanos, aunque tan exagerados, que despertaban la imaginación que siempre inspira lo extraordinario.

            Asó, aparecen en la mitología tiranos despóticos esclavizadores y explotadores de sus semejantes, tal como si estuvieran en pleno siglo XXI, pues los males que padece la humanidad ya tenían precedentes y eran conocidos miles de años antes de la Era Cristiana.

            Veamos cómo los griegos concebían el origen del mundo.

 

EL ORIGEN DEL MUNDO

            El hombre siempre ha sentido curiosidad y se ha interesado por conocer su origen; siempre ha buscado significación a la vida y ha meditado sobre su destino final. Al impulso de estos anhelos su inteligencia toma alas y, ayudado por la fantasía, crea una explicación de sí mismo, del origen de cuanto le rodea, y se atribuye una evolución hacia algo mejor. Su soberbia, que se resiste a aceptar la nada como el fin irremediable, elabora teorías  filosóficas que satisfacen su ego y tratan de explicar los misterios de la vida.

            Los antiguos griegos, con un alto sentido poético, urdieron  la trama de su mitología, que trata de explicar el origen y el fin de todo lo creado. Y si como filosofía la mitología ha dejado ya de satisfacer al hombre, en el dominio del arte ha enriquecido, indudablemente, todas sus manifestaciones.

            He aquí como explica la mitología griega el origen de la creación: La Tierra no existía; una masa informe, mezcla de aire, de agua y de materia sólida, era regida por una deidad llamada Caos, deidad que, a diferencia de otras, jamás representaron corpóreamente los griegos, ya que en la ausencia de la luz no podía verse.

            El Caos compartió su reinado con la Noche, de negrura inconmensurable. Con el deseo de poner algún orden a la confusión reinante, o porque ya se cansara del poder, la divina pareja hubo de llamar a reinar con ellos a su hijo Erebo, dios de las tinieblas y de no mucha más espiritualidad que sus progenitores, como lo prueba el hecho de que procediera inmediatamente a destronar al Caos y tomar por esposa a la Noche, unión de la que, de extraña manera, surgieron dos bella deidades: Éter, la luz, y Hémera, el día. Con elementos como éstos ya podía esperarse un cambio favorable en toda aquella confusión que se iluminaba por vez primera.

            Para trocar el ambiente de primitiva fealdad en algo digno de seres superiores, Éter y Hémera, abrasados por la llama del amor a la belleza, hubieron de llamar en su auxilio a Eros, su propio hijo, y los esfuerzos combinados de los tres empezaron a reducir el orden a aquella confusión, separando las aguas, el aire y la materia sólida, y formando con los tres elementos un conjunto de identidades distintas, pero armónicas.

            Eros, que no es otro que el dios del amor, al que los romanos llamaron Cupido, hiriendo con su dardo el seno de la infecunda Gea (la Tierra), hizo brotar de ella la vida, hija del amor. Surgió la vegetación y nacieron también a la vida los animales. Vistosas y alegres aves rompieron con sus trinos el silencio de aquella tierra recientemente creada, ahora toda alegría y movimiento. Consciente Gea de la belleza que la adorna, y henchida del poder de dar la vida, crea para sí, para que sea digno compañero de su exaltada majestad, a Urano, el cielo.

            Éter y Hémera no disfrutaron mucho tiempo del poder que usurparon de Erebo y la Noche, destronados a su vez por las nuevas divinidades nacidas a más alta y perfecta vida. Reinando en el Olimpo, los nuevos soberanos, Gea y Urano, procrearon a doce fornidos hijos, los Titanes, cuyos nombres eran: Océano, Ceo, Crío, Hiperión, Japeto y Cronos  -varones-, y Thía, Rhea, Temis, Mnemósine, Febe y Tetis, hembras.


https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Le_Dieu_Jupiter_enfant_nourri_par_la_ch%C3%A8vre_Amalth%C3%A9e_%28Louvre,_INV_1405%29.jpg

            Temiendo que la fuerza y el poder de estos doce Titanes llegara a constituir una amenaza a su seguridad personal y a su propio poder, el olímpico padre Urano lanzólos, a poco de nacidos, a un hondo abismo subterráneo, el Tártaro, en donde los hizo encadenar fuertemente, quedando después tranquilo al verlos reducidos a ala impotencia.

            No por mucho tiempo estuvieron los Titanes solos en su tenebroso cautiverio; un día se abrieron con estrépito las puertas para dar entrada a los Cíclopes:Brontes (el trueno), Steropes (el relámpago) y Arges (el rayo), otros tres hijos de Gea y Urano. Más tarde tres gigantescos seres aumentaron el número d elos moradores de la obscura región.

            Mientras tanto, Gea, herido su sentimiento maternal, lloraba el destino de sus hijos y suplicaba a Urano los pusiera en libertad; pero convencida al fin de que sus lágrimas y sus ruegos no lograban conmover la severidad del augusto padre, decidió ir en auxilio de ellos y vengar así el crimen de sus esposo. Descendió al abismo, sembró a sus hijos el ansia de libertad con la semilla de la sedición, y los instó a rebelarse contra Urano y a destronarlo. De todos, es Cronos o Saturno (el tiempo) el único que siente arrestos para dar la batalla, y, libertado por su madre de las ligaduras que lo atan, toma de sus manos la hoz y parte en busca de Urano.

            Saturno venció a Urano atacándolo por sorpresa y se posesionó del trono, mientras Urano, en su impotencia, tuvo que conformarse con maldecirlo y predecirle que un día no lejano se vería él también despojado de su trono por sus propios hijos a quienes desde ese momento Urano hacía depositarios de su venganza.

            Una vez en el poder, Saturno procedió a dar libertad a sus hermanos y hermanas, previa promesa de que lo obedecerían en todo. Una de sus hermanas, Rhea o Cibeles, fue la que Saturno eligió como esposa, para que compartiera el trono con él. A los demás les dio una porción del universo a vada uno para que la gobernara. A Océano y a Tetis, los mares y los ríos de la Tierra; el Sol y la Luna correspondieron a Hiperión y a Febe.

            Una vez organizado su reino e imperando la paz en el Olimpo, feliz y tranquilo, gozaba Saturno  de su poder; pero un nefasto día supo que Rhea le había dado un hijo, y la maldición de su padre hubo de asaltarle la memoria y llenarlo de inquietud. Resuelto a defender la seguridad de su trono a toda costga, fue a ver a Rhea y le pidió que le mostrase su hijo. Rhea accedió, gustosa, poniéndolo en sus brazos sin sospechar sus intenciones. El Titán, entonces, con gesto que más tuvo de diabólico que de divino, se engulló al recién nacido ante la mirada consternada de la madre, cuyo dolor se renovaría después, ya que a cada nuevo hijo le esperaba la suerte de morir devorado por su padre.

            Desesperada al no ñpoder ablandar el corazón paterno, Rhea resolvió recurrir a una estratagema para salvar al último de sus hijos. A su advenimiento, envolvió en unos pañales una piedra del tamaño de un niño, y aparentando honda pena se la ofreció al cruel padre, el cual, poco razonador comol sin duda era, ingirió, como en otras ocasiones, al supuesto infante, sin sospechar nada.

            Este último así salvado no era otro que el divino Júpiter o Zeus, llamado a ser la deidad suprema del Olimpo.

            Confiado el infante al cuidado de una ninfa, ésta lo llevó en secreto a una cueva, en donde le prodigó esmerada atención y solícitos cuidados. Una cabra lo amamantó, cumpliendo está misión tan acertadamente que su recompensa fue quedar para siempre en el cielo como una constelación, la que conocemos con el nombre de Capricornio.

            Pese a sus precauciones, la profecía habría de cumplirse, pues cuando Saturno empezaba a sospechar el engaño de que habís sido víctima, Júpiter lo atacó y lo venció, convirtiéndose así en el soberano de toda la creación.

            En estas fantasías de los antiguos griegos encontramos simbolizadas las ansias y aspiraciones del hombre, su anhelo de superación, su embrionaria concepción de un universo que marcha hacia una continua y ascendente evolución; en el simbolismo de todas estas personificaciones, la creación avanza; la humanidad tiende a evolucionar. El Caos, que personifica el desorden, lo informe, y la Noche, de inconmensurable negrura, son suplantados por Erebo, que personifica las tinieblas menos negras, un paso de avance en la escala ascendente hacia lo divino. De Erebo surgen Éter y Hémera, la luz y el día, que vienen a iluminar lo existente para hacer posible su mejoramiento.

            ¿Qué falta al impulso de estos dos para llevar a cabo su tarea? Falta el amor, el germen fecundante, principio de vida y desarrollo. Eros fecunda con su dardo la entrañas de la Tierra y surge de este modo la vegetación, así como la vida animal.

            Una vez separadas las aguas de la materia s´plida y del aire, Gea, elemento fecundo, nace Urano, o sea, el cielo, para con él destronar a otras deidades y continuar en la marcha hacia el mejoramiento de todos los seres.

            De generación en generación se transmitían estas leyendas oralmente, e iban gradualmente complicándose de acuerdo con la mayor agilidad mental de los nuevos hombres.

            Transcurrieron miles de años, hasta que el hombre sintió la necesidad de fijar sus ideas más concretamente, de suerte que fueran menos susceptibles de distorsionarse a través de la repetición oral. Y surgió la escritura, cuya invención fue un adelanto muy importante.


Amenhotep-Huy ante Tutankamón, como "Portador del abanico a la derecha del rey" 

https://es.wikipedia.org/wiki/Amenhotep-Huy_%28virrey_de_Kush%29


Claro que al principio no se les ocurrió a los hombres la maravillosa idea de crear el abecedario, que los fenicios inventaron hace tres mil años.

            Sólo con símbolos y figuras podían representar sus ideas; surgió la escritura ideográfica, los jeroglíficos, que empezaron a emplear los egipcios, cuya civilización fue más adelantada que la de los griegos.

            En la actualidad todavía los chinos no emplean en su escritura un abecedario propiamente dicho, si no que se valen de ciertos signos que no son más que jeroglíficos sintéticos o simplificados. Para escribir en chino las ideas que se expresan en el texto de nuestros diarios, hacen falta por lo menos 9 000 signos distintos, en contraste con las 28 letras de que consta el alfabeto castellano.

            Pues bien el hombre empezó a emplear jeroglíficos para dejar constancia de sus creencias y de los hechos importantes de su vida. Tal fue el principio de la Historia. Pero esto se concretaba a inscripciones grabadas en piedra, en ciertos momentos de gran importancia, lo que no era suficiente para recoger y transmitir la complicada y creciente actividad material y espiritual.

            Las pieles de animales, especialmente preparadas, constituyeron después superficies más blandas y más fáciles de manipular que la piedra, y sobre las pieles se pintaban, en vez de cincelarse, los jeroglíficos; de piel se hicieron, en un principio, los pergaminos, cuyo uso alcanzó su desarrollo máximo en los conventos, muchos siglos después, y con esto se dio un granpaso en la conservación de las leyendas, creencias y datos históricos del hombre.

            En busca de otro medio más económico y fácil de obtener, inventó el hombre el papiro, material que se hacía con las fibras de la planta llamada papiro, que abunda en las riberas del Nilo; precisamente del vocablo papiro procede la palabra papel.

            Este fue un adelanto de gran importancia, porque representa el descubrimiento de una substancia que después, al perfeccionarse, llegó a ser tan importante que sin ella hubiera sido imposible el desarrollo cultural de la humanidad.

            Con el papiro y con el abecedario tomó gran incremento la escritura; muchos siglos después surgió ña imprenta, y los bellos murales de jeroglíficos fueron substituidos por los libros, con lo que la civilización humana avanzó espectacularmente; la mitología cedió su puesto a la historia.

 

¿EXISTIÓ O NO EXISTIÓ TROYA?

            Pocos asuntos han sido motivo de tantas controversias como la existencia de esta gran ciudad del Asia Menor. Durante siglos ha constituido un tema de sumo interés para los más notables historiadores. Con pocos datos concretos en que basarse, unos arqueólogos se inclinan por una hipótesis y otros por la contraria.


Homero y su lazarillo, por William-Adolphe Bouguereau (1874).

https://mihistoriauniversal.com/biografia/homero

            Y es que la fuente principal de información sobre Troya es Homero, el famoso poeta griego, en su maravillosa Iliada. En la época en que vivió Homero, no había todavía historiadores, ni había escritura. Todos los hechos, reales o supuestos, se narraban de viva voz y se cantaban, y por tanto las leyendas iban de boca en boca, de generación en generación. Y eran los rapsodas, o poetas cantores nímadas, como Homero, los que se encargaban de propagar esas narraciones.

            Claro que en tales casos se mezclaban los hechos reales con las más fantásticas leyendas mitológicas, y no había sistema alguno para comprobarlas; además nadie se preocupaba de separar lo real de lo imaginario.

            Más tarde, con el empleo de la escritura, se empezó a separar la historia del mito y surgió la historia documentada; aparecieron los historiadores, que reemplazaron a los poetas en la misión de conservar para la posteridad la crónica de los acontecimientos de cada época.

            Por eso Homero en su Ilíada describe la guerra de Troya mezclando con sus héroes personajes que pudieran haber sido reales y con dioses de la mitología, situando en el Olimpo una especie de cuartel general que dirigía las maniobras guerreras e inspiraba a sus héroes. Algunos de los dioses estaban del lado de los griegos y otros del de los troyanos. Juno y Minerva, por ejemplo, ayudaban a los griegos, mientras que Venus estaba de parte de los troyanos.

            Tantos elementos mitológicos hay en la narración de la guerra de Troya, que durante mucho tiempo se pensó que todo ello era pura fantasía de la mente prodigiosa de Homero.

            La Iliada, según opinan algunos, fue cantada por Homero, el cual no sabía escribir, puesto que en su época no se practicaba todavía la escritura en Grecia; muy posteriormente otros se encargaron de escribirla.

            La Iliada, fue escrita, según parece, no por uno, sino por varios poetas,  y como prueba de ello se alega que apareció en varios dialectos. Se dice que tal cosa no sería lógica si hubiese sido escrita por la misma persona.

            Por otro lado, unos niegan la existencia de Troya y hasta ponen en duda la propia existencia de Homero. Así es que, según ellos, no hubo Troya, ni hubo Homero, ni hubo caballo. Esto último nosotros no podemos aceptarlo; porque entonces, ¿qué hacemos con nuestro famoso cuento de El Caballo de Troya?

            Con esto echarían por tierra la épica novela troyana y la legendaria figura del cantor. Las opiniones de los eruditos sobre este asunto han sido como un péndulo: unas veces estaban de un lado, y otras, del otro. Y así seguían las cosas hasta que un buen señor que no era ni historiador, ni filósofo, ni poeta, decidió hacía 1870, hacer algo más que entablar discusiones bizantinas, y decidió investigar, excavando.

 

La cuestión homérica

La concepción de la Odisea por Aristóteles como un trabajo de la vejez de Homero no es para nada imposible según la crítica actual; y si la Ilíada es el más temprano de ambos poemas (como parece probable por su estructura más simple y por la mayor frecuencia en la Odisea de formas lingüísticas relativamente tardías), la Odisea podría haberse creado siguiendo el mismo modelo de composición monumental que estableció la Ilíada. Como ambas epopeyas difieren no sólo en su construcción sino en varios otros detalles, no resulta inverosímil considerarlas obra una de la madurez y la otra de la vejez del poeta, como señalaron algunos eruditos en la Antigüedad.

Pero también es aceptable, sostienen otros, la propuesta de ciertos gramáticos alejandrinos, los llamados corizontes (separatistas) que atribuyen la Odisea a otro poeta, el cual, siguiendo el modelo homérico de la Ilíada, habría compuesto esta obra alrededor del año 700 a.C. La llamada "cuestión homérica" adquirió gran importancia con la escuela alemana, en los trabajos analíticos de Fiedrich August Wolf (1795), de Karl Lachmann (1837), de Gotfried Hermann y de numerosos continuadores que negaban, por diferentes razones, la existencia histórica de la figura de Homero, o bien le reconocían, a lo sumo, una modesta intervención como compilador. Bajo la óptica histórico-filológica todo aparecía anónimo y Homero sólo era un nombre. La crítica moderna rectificó esta perspectiva volviendo a considerar la muy probable existencia de un único y extraordinario poeta, sin que por ello pueda hablarse de unanimidad en las innumerables cuestiones que suscita el problema de la autoría.

El fondo histórico

No es frecuente encontrar en la historia de las civilizaciones que una de ellas se inicie, en el terreno literario, de forma tan brillante como la civilización griega. Hoy día se sabe la razón de ello: los dos poemas atribuidos a Homero, la Ilíada y la Odisea, hunden sus raíces en el mundo micénico, en esa cultura griega del II milenio a.C. Los poemas de Homero no reflejan ninguna civilización real, pero en ellos hay indudables vestigios de una sociedad y de unos acontecimientos que, aunque idealizados, encierran un núcleo de verdad histórica. Así, más que el inicio de la cultura literaria griega, Homero fue la culminación del mundo griego del II milenio a.C. Es evidente que la civilización micénica o aquea produjo, entre otras formas de expresión artística, epopeyas que, transmitidas por tradición oral, fueron el núcleo a partir del cual los poetas jónicos crearon la Ilíada y la Odisea.

La ciudad de Troya o Ilión se encontraba situada en la parte asiática del Helesponto y controlaba todo el comercio de la zona al ser ruta obligada en el paso de los Dardanelos. El enfrentamiento armado conocido como Guerra de Troya, de claro carácter comercial, pudo haber sido el último esfuerzo del mundo micénico, en franca decadencia, contra un poder extranjero. Sin embargo, en el relato homérico, la guerra fue entablada por los aqueos, dirigidos por el rey de Micenas, Agamenón, con la intención de rescatar a Helena, esposa de su hermano Menelao y la mujer más hermosa del mundo, que había sido raptada por el príncipe troyano Paris. El sitio se prolongó durante diez años; la Ilíada narra únicamente una parte del décimo año.

Tras la muerte de Aquiles, herido en el talón por Paris, la guerra concluyó gracias a la estratagema ideada por Ulises, quien construyó un caballo de madera para introducirlo en la ciudad de Troya con los más valientes de entre los griegos en su vientre. La ciudad fue saqueada, incendiada y reducida a cenizas. La Odisea es el relato del regreso de Ulises, y su mundo es distinto al de la Ilíada; el poema parece más tardío e idealiza la experiencia de la colonización griega a lo largo del Mediterráneo.

Durante mucho tiempo se creyó que las historias de la Guerra de Troya no eran más que mitos y leyendas creadas o transmitidas por Homero. Pero en el siglo XIX, el joven alemán Heinrich Schliemann se sintió tan fascinado por la lectura de la Ilíada y la Odisea que, convencido de que tenían una base real, se propuso descubrir la antigua Troya.


https://bauldechity.wordpress.com/2019/08/05/troya-la-iliada-y-sus-protagonistas/

Se dedicó a los negocios y trabajó duramente para conseguir el dinero para las excavaciones, al tiempo que estudiaba arqueología y lenguas antiguas para adquirir los conocimientos necesarios. Finalmente, con cuarenta y ocho años y dueño de una fortuna, Schliemann se estableció en una aldea de Turquía cerca de la cual supuso que debían hallarse los restos de la ciudad. Inició las excavaciones en la colina de Hissarlik y poco después descubrió no una, sino seis ciudades superpuestas. Hubo que rendirse a la evidencia: un arqueólogo aficionado había descubierto Troya.

Entre los muchos tesoros que encontró, el más famoso es una máscara de oro, a la que Schliemann llamó la Máscara de Agamenón (sin ningún fundamento, obviamente). No contento con ello, viajó por la Grecia continental y descubrió nada menos que la antigua Micenas. La muerte le sobrevino antes de poder establecer cuál de los distintos niveles encontrados en Troya correspondía a la ciudad del relato homérico. Algunos de sus colaboradores propusieron que la Troya homérica coincidía con los niveles VI o VIIa. Este último ofrecía evidencias de haber sido destruido por un incendio en una fecha próxima al año 1250 a.C.

            Gracias a los descubrimientos de Schliemann sabemos hoy de la existencia de la llamada civilización micénica. Ésta se desarrolló entre los siglos XVIII y XI antes de Cristo, y se extendió por toda la Grecia continental, las islas y Creta. Era una civilización avanzada, que conocía la escritura (se encontraron inscripciones con nombres de algunos dioses y héroes de la Ilíada), y lo suficientemente poderosa para medirse con los egipcios y los hititas.

Es casi seguro que, hacia el año 1200 antes de Cristo, las ansias expansionistas de la civilización micénica toparon con Troya. Troya, por su poder y su situación estratégica, controlaba las ricas rutas comerciales entre el Mediterráneo y Mar Negro. Al dominar los estrechos que unían ambos mares, los troyanos podían comerciar libremente e imponer elevados peajes a los barcos extranjeros, lo cual aseguraba su prosperidad. Los intereses comerciales provocarían, por lo tanto, numerosos enfrentamientos entre Micenas y Troya.

Con toda probabilidad, pues, la Ilíada nos habla de unas civilizaciones y de unos conflictos que verdaderamente existieron, y que, al cabo de varios siglos, eran aún conocidos por transmisión oral. Tanto la Ilíada como la Odisea reflejan en tono épico las gloriosas hazañas de un pasado poblado de héroes, pero a la vez, aunque sin aludir a un periodo histórico claramente identificable, encierran un núcleo de verdad histórica: la expansión micénica por Oriente y la colonización griega.

            Si hay tantas dudas con respecto a la mera existencia de la ciudad ¿cómo no ha de haberlas acerca de la guerra y a la de nuestro Caballo de Troya? Pero, en realidad o leyenda, ésta es una cosa curiosa y su conocimiento forma parte de la más elemental cultura.


Aristoteles contemplando el busto de Homero. Cuadro de Rembrandt Harmensz van Rijn, adquirido en 1961 por el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, en dos millones trescientos mil dólares.

https://www.ebay.es/itm/251007122519     


HOMERO

Aunque todos los datos osn bastante consfusos, basados en leyendas e hipótesis más que en hechos, parece que Homero pudo haber existido en el siglo IX antes de Cristo, y haber escrito o concebido y cantado la Iliada.
(Siglo VIII a.C.) Poeta griego al que se atribuye la autoría de la Ilíada y la Odisea, los dos grandes poemas épicos de la antigua Grecia. En palabras de Hegel, Homero es «el elemento en el que vive el mundo griego como el hombre vive en el aire». Admirado, imitado y citado por todos los poetas, filósofos y artistas griegos que le siguieron, es el poeta por antonomasia de la literatura clásica, a pesar de lo cual la biografía de Homero aparece rodeada del más profundo misterio, hasta el punto de que su propia existencia histórica ha sido puesta en tela de juicio.


Las más antiguas noticias sobre Homero sitúan su nacimiento en Quíos, aunque ya desde la Antigüedad fueron siete las ciudades que se disputaron ser su patria: Colofón, Cumas, Pilos, Ítaca, Argos, Atenas, Esmirna y la ya mencionada Quíos. Para Semónides de Amorgos y Píndaro, sólo las dos últimas podían reclamar el honor de ser su cuna.

Aunque son varias las vidas de Homero que han llegado hasta nosotros, su contenido, incluida la famosa ceguera del poeta, es legendario y novelesco. La más antigua, atribuida sin fundamento a Herodoto, data del siglo V a.C. En ella, Homero es presentado como el hijo de una huérfana seducida, de nombre Creteidas, que le dio a luz en Esmirna. Conocido como Melesígenes, pronto destacó por sus cualidades artísticas, iniciando una vida bohemia. Una enfermedad lo dejó ciego, y desde entonces pasó a llamarse Homero. La muerte, siempre según el seudo Herodoto, sorprendió a Homero en Íos, en el curso de un viaje a Atenas.

Los problemas que plantea Homero cristalizaron a partir del siglo XVII en la llamada «cuestión homérica», iniciada por François Hédelin, abate de Aubignac, quien sostenía que los dos grandes poemas a él atribuidos, la Ilíada y la Odisea, eran fruto del ensamblaje de obras de distinta procedencia, lo que explicaría las numerosas incongruencias que contienen. Sus tesis fueron seguidas por filólogos como Friedrich August Wolf. El debate entre los partidarios de la corriente analítica y los unitaristas, que defienden la paternidad homérica de los poemas, sigue en la actualidad abierto.

 

La Ilíada consta de 15.693 versos agrupados en 24 cantos llamados libros o rapsodias; y la Odisea consta Un poco más breve 12.110 versos en 24 cantos o libros.


LA GUERRA DE TROYA Y OTRAS LEYENDAS MITOLÓGICAS

El asunto a que nos referimos no es precisamente la Guerra de Troya, larga y complicada contienda entre Grecia y Troya, sobre la cual hay más leyenda que historia, y la QUE DÍCESE CANTÓ Homero en su Iliada.

 

                Aquí sólo se trata del episodio del Caballo de Troya, que sucedió en esa guerra y que aunque sólo fue unos de los miles de incidentes en ella, tiene la importancia de haber sido el que dio término a la sangrienta lucha. Además, se relatan otras leyendas mitológicas muy interesantes en las que tomaron parte los más poderosos dioses y diosas del Olimpo.

            La siguiente imagen se ilustra un pasaje de la Eneida de Virgilio, en el que Eneas, troyano superviviente de la destrucción de la ciudad, le relata a Dido, reina de Cartago, colonia en las costas de África donde desembarcaron Eneas y sus amigos en busca de un nuevo sitio para fundar otra ciudad, las heroicidades de su pueblo y sus propias hazañas bélicas.

            Dido se enamora locamente de Eneas, quien obedeciendo órdenes de Júpiter se ausenta de Cartago y deja a la pobre Dido sumida en profunda oena. Desesperada, manda levantar una pira fúnebre y ya sobre ella se clava un puñal en el pecho y es devorada por las llamas…

 

EL CABALLO DE TROYA

Entre Grecia y Troya hubo, según Homero, una de las más sangrientas guerras que cuentan la historia y la leyenda. Esta guerra empezó sobre poco más o menos en 1700 a. de C. y duró diez años, culminando en el sitio, incendio y destrucción de Troya por los griegos. Tan arrasadora fue esta lucha que todavía, a pesar de los treinta y ocho siglos transcurridos, al querer describir un hecho catastrófico decimos que ardió Troya.

Según nos cuenta Homero en la Ilíada, cuando Ulises, general griego, vio cómo al final del décimo año de sitiar a Troya no habían podido todavía los griegos vencer a los troyanos, encerrados en su ciudad amurallada, decidió valerse de una estratagema como último recurso desesperado, ya que en la lucha abierta que venían librando resultaban impotentes las huestes griegas, ya cansadas y maltrechas.

Calchas, un sacerdote y adivino griego, al ser consultado por Ulises, le aconsejó que hiciese construir un enorme caballo de madera del tamaño de una montaña –según dice la leyenda- que estuviese hueco y hecho de tal manera que pudiesen ocultarse dentro de él un gran número de soldados y los jefes más valientes. Construido el caballo sobre ruedas, y una vez ocultos en él los soldados, se podía acercar rodando a las puertas de la amurallada ciudad.

(Según unas versiones, cabían 21 soldados dentro del vientre del caballo. Según otras, no eran 21 sino 31; y otras  dicen que eran más de 50. Por último, autores más optimistas dicen que eran nada menos que 3 000.) El lector puede escoger la versión que más le convenza.



Óleo de 1815 "Dido y Eneas" del pintor neo-clásico Pierre-Narcisse Guérin. La imagen recoge el pasaje de La Eneida de Virgilio, libro II, en el que el mítico héroe troyano y fundador de Roma Eneas, narra a Dido, reina de Cartago, la caída y saqueo de Troya. Cuadro de P. Guérin (Museo del Louvre, París)

https://www.goconqr.com/mapamental/566198/la-eneida

La otra parte de la estratagema consistía en hacer creer a los troyanos que ya los griegos, dándose por vencidos, se retiraban,, y para ello empezaron a trasladar su ejército hacia la costa y a reembarcarlo.

Sinón, un griego amigo de Ulises, de acuerdo con el plan, fingió que lo perseguían los griegos, yendo a refugiarse entre los troyanos, quienes magnánimamente le ofrecierón su protección. Sinón, en agradecimiento a sus protectores y en tono muy confidencial, con gran lujo de detalles, les reveló el secreto del caballo de madera. Les dijo que la estatua monumental era una ofrenda que le hacían los griegos a Minerva para que esta diosa los ayudase en la contienda, y que la habían hecho de proporciones enormes para que no pudieran entrar por las puertas de la muralla, evitando que los troyanos la internaran en su ciudad y se atrajeran con ello la simpatía y el apoyo de la diosa.



Canta, oh musa, la cólera funesta de Aquiles, el Pélida/ que causó infinitos males a los aqueos / y precipitó al Hades muchas almas de héroes valerosos.

Con estos tres versos empieza la Ilíada

https://kids.jotdown.es/2019/04/02/la-iliada-en-europa/

 

Aquí podemos abrir un paréntesis para decir que, según una leyenda, el caballo no fue tal caballo, sino una yegua, pues como la estatua era una ofrenda a una diosa, creyeron los griegos que a la deidad le agradaría más que fuera del sexo femenino. Otra leyenda dice que no fue ni una cosa ni itra, sino simplemente una torre, para franquear las murallas.

Cuando los troyanos vieron que los griegos huían y abandonaban el misterioso caballo, se fueron acercando cautelosamente a examinarlo y quedaron admirados de su monumental tamaño; empezaron a discutir qué habrían de hacer con él y si sería conveniente o no introducirlo en la ciudad para ganarse así el favor de Minerva, aunque para ello tuvieran que derribar parte de la muralla.

Entre los troyanos había algunos más prudentes, como Capis, que desconfiaba de los griegos, aunque no tuvieran otra base para ello que su natural suspicacia respecto a todos los actos de sus enemigos. El sagaz Capis, decía que se debía destruir aquel monstruoso caballo sin detenerse en más deliberaciones, para evitar el riesgo de caer en una posible trampa del pérfido adversario.

Otro de los que así pensaban, tal vez el más desconfiado, fue Laocoonte, sacerdote de Apolo, que presintió la estratagema griega, llegando a decir que debían abrir la estatua para ver lo que contenía, pues él estaba seguro de que era hueca. Y diciendo esto lanzó una flecha al vientre del caballo para probar, por el sonido, que efectivamente lo era.



Baccio Bandinelli: Laocoonte y sus hijos, copia en mármol, 1620-1625, Galería de los Uffizi, Florencia, Italia.

https://www.culturagenial.com/es/escultura-laocoonte-y-sus-hijos/

Según la mitología, Neptuno, además de ser, entre otras cosas, dios de las aguas, lo era también de los caballos, y consideró la acción de Laocoonte una profanación a la sagrada estirpe de los equinos, e irritado procedió a castigarlo como merecía, para lo cual hizo que dos enormes serpientes, flotando sobre las aguas y echando sangre y fuego por su fauces, fueran hasta el altar donde Laocoonte, acompañado de sus dos hijos, ofrecía un toro a su dios Apolo, y se enredaron en el cuerpo de los dos jóvenes, quebrando sus huesos y quitándoles la vida. Al acudir Laocoonte a defender a sus hijos, también lo envolvieron las serpientes en un abrazo fatal y así pagó el sacerdote el sacrilegio de haber herido el vientre del enorme caballo de madera.



https://bauldechity.wordpress.com/2019/08/05/troya-la-iliada-y-sus-protagonistas/

Aquiles arrastrando el cuerpo de Héctor ante las murallas de Troya.

Una vez muerto, el cuerpo de Héctor es lacerado por los aqueos, y posteriormente atado por los tobillos al carro de Aquiles, que lo arrastra extramuros. Durante docer días, el cuerpo permanece expuesto al sol y los animales, pero el dios Apolo protege el cuerpo del héroe de estos maltratos y lo conserva impoluto.

 

Evidentemente de nada le sirvieron a Laocoonte sus plegarias, pues las serpientes les dieron muerte a los tres y luego fueron a enroscarse a los pies de la diosa Minerva, satisfechas de haber cumplido la misión que Neptuno le encomendara

 

A pesar de este incidente, prevaleció entre los troyanos la opinión de que Sinón le había revelado la verdad y que debían internar en la ciudad aquella maravillosa ofrenda que habría de agradar a Minerva y hacerla su aliada.

 

Como se ha dicho, era tan grande el caballo, que no cabia por ninguna de las puertas de la muralla y en vista de esto decidieron derribar parte de ella y así pudieron hacer rodar el caballo hasta el centro de la plaza principal, lo cual se llevó a cabo entre alegres cantos, bailes y copiosas libaciones, en los que tomó parte casi toda la población, con el regocijo sin límites que les proporcionaba el creer que al huir los griegos finalizaba victoriosamente para los trooyanos la prolongada y sangrienta querra que los había afligido durante diez años.



 Los troyanos engañan a los griegos con el Caballo de Troya. Óleo sobre lienzo de Francisco Collantes, primera mitad del XVII, para el Palacio del Buen Retiro.

Francisco Collantes (1599-1656)

https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:El_incendio_de_Troya_%28Francisco_Collantes%29.jpg

 

Por fin llegó la noche y los troyanos cansados de tanta excitación durante todo el día, se rindieron al sueño y cayeron profundamente dormidos. Entonces, los griegos, saliendo sigilosamente de du escondite en el interior del caballo, dieron muerte a todos los centinelas que guardaban las puertas de la muralla, y las abrieron para que entraran las tropas griegas que habían vuelto a la ciudad. La estratagema había tenido el éxito apetecido.

 

El ejército griego, sediento de venganza y ávido de botín, entró a saco y, después de cometer toda clase de excesos, prendió fuego a la ciudad que con tanta tenacidad, valor y heroísmo habían defendido los troyanos durante diez años para después, por crédulos incautos, tener que entregarla allos mismos al enemigo.



https://historia.nationalgeographic.com.es/a/caida-troya-amargo-final-ciudad-mitica_19436

 

 

Así terminó la guerra de Troya, y esa fue la participación que en ella tomó el famoso caballo.



Aquiles y Héctor

https://arteparnasomania.blogspot.com/2015/01/la-nueva-mitologia-del-siglo-xxi-donde.html

 

 

PARIS Y HELENA

Como muchos de los grandes dramas de la vida humana, el de la guerra de Troya fue causado por la liviandad de una bella mujer y la cocupiscencia de un hombre irreflexivo.

Paris y Helena fueron los protagonistas de este sangriento hecho de la historia o la leyenda. ¿Quién era Paris? ¿Quién fue Helena?



El rapto de Helena, de Gavin Hamilton.
En la mitología griega, el rapto de Helena fue realizado en Esparta por Paris (también llamado Alejandro), príncipe troyano, y por algunos de sus mejores hombres.
Hay diferentes versiones sobre el modo en el que se produjo. Algunas de ellas señalan que Helena no fue llevada por la fuerza, sino que se dejó llevar por Paris. El rapto de Helena fue la causa de la guerra de Troya, que fue inmortalizada por Homero en la Ilíada.

Paris había partido con una pequeña flota a Esparta con la intención de traerse a Helena consigo, puesto que le había sido prometida por Afrodita. En otras versiones, su intención era realizar gestiones para la vuelta a Troya de su tía Hesíone.

Menelao estaba ausente de Esparta: había ido a Creta para asistir al funeral de su abuelo Catreo. En algunas versiones, Menelao se hallaba ausente ya cuando llegó Paris; en otras, Menelao recibió a Paris hospitalariamente y después partió hacia Creta dejando a su esposa la tarea de ejercer de anfitriona.

Versión del rapto
En su obra Elogio de Helena, Gorgias sigue la versión en la que Helena fue raptada a la fuerza por Paris. No obstante, también contempla la posibilidad de la seducción, pues argumenta en defensa de Helena que si es seducida, entonces es porque ha sido obligada por alguna deidad (sea Afrodita o sea Eros), y eso no se puede evitar.
Otros autores, como Lactancio Plácido, siguen esta versión y explican que por ello Menelao aceptó de nuevo a Helena una vez que Troya fue tomada.
En la obra de Quinto de Esmirna, una vez que Troya ha sido tomada, Helena ofrece a Menelao la excusa de que ha sido raptada.

 

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Príamo el rey de Troya, iba a tener un hijo, y el oráculo, que en todo se metía, le dijo que si era varón, éste lo destronaría (cosa muy común entonces entre los dioses y entre los hombres).

            Ante esta perspectiva, Príamo que tenía muy desarrololado el instinto de conservación, hizo que al nacer su vástago, que resultó ser un niño, se lo llevara un criado de confianza a unos pastores lejanos de la ciudad para que llos, sin saber de quién se trataba, lo criaran como hijo suyo. Y así fue; posteriormente, Paris se convirtió en un excelente pastor y un buen mozo, fuerte y esbelto, reconocido por todos los que lo veían como el más hermoso entre todos los jóvenes de la comarca.

            Paris ignoraba que era un príncipe, pues se creía el hijo de los pastores. Un buen día, sin embargo, tuvo un encuentro con unos hombres que estuvieron a punto de darle muerte por una discusión baladí, pero incidantalmente descubrieron que Paris era su hermano, y príncipe como ellos, hijo de Príamo.

Al enterarse del suceso el padre, hizo que llevaran a su hijo a la corte y lo instaló en el palacio con todas las prerrogativas inherentes a los príncipes troyanos.

Príamo quería confiarle  algunos asuntos de estado, pues el joven era muy inteligente y capaz de desempeñar cualquier misión delicada.

El rey tenía una hermana, a la que había enviado a Esparta en misión pacífica, y los espartanos buscaron pretextos para retenerla entre ellos contra su voluntad y la de su hermano Príamo. Todas las gestiones que hasta entonces se habían hecho, no habían tenido buen éxito y a Príamo se le ocurrió enviar a su hijo, para ver como se comportaba.

Las relaciones entre Troya y Esparta eran muy cordiales, y Paris fue a hospedarse nada menos que en el palacio del rey Menelao, cuya esposa era Helena. Vamos ahora a conocer a Helena.

 

 

 LEDA, MADRE DE HELENA



Leda era hija del rey Testio de Etolia y esposa del rey Tindareo de EspartaEra la madre de los Dioscuros, Cástor y Pólux. Sus hijas mayores eran Clitemnestraesposa de Agamenón, y Helena, la mujer más bella del mundo, esposa de Menelao

https://mitosyrelatos.com/europa/mitologia-griega-romana/leda

 

Helena es un personaje mitológico bastante complicado, unos dicen que fue hija de Tíndareo de Esparta, y de su bella esposa Leda, y otros aseguran que fue hija de Júpiter y de Leda.

El Júpiter de la mito0logía romana, es el Zeus de la mitología griega, y en ambos casos el rey de todos los dioses.

Zeus era un dios temible, tan enamorado como ingenioso para burlar la vigilancia de su celosa esposa, la diosa Juno, que, conociéndolo,  no dejaba de vigilarlo. Pero él escapaba de la vigilancia conyugal, y siendo como era, todopoderoso, acostumbraba transformarse en distintos animales y hasta en cosas inertes (como una lluvia de oro en la que se transformó una vez para bañar a la  princesa Danae que su padre tenía encerrada en una cámara herméticamente sellada). Lo mismo se convertía en un toro, que en otro animal cualquiera. Resulta que Zeus vio una vez a la bellísima Leda y se enamoró enseguida de ella. Para que no lo identificara nadie, mientras trataba de conquistarla, se le ocurrió convedrtirse en un bello cisne blanco.

Si Leda se enamoró de la belleza del cisne o de la astucia de Zeus, no lo dice la mitología, pero sí dice que se enamoró y correspondió a la pasión del dios.

Pues bien, un día, Leda puso dos huevos. De uno de ellos salieron Helena y su hermano Pólux yu del otro Cástor y Clitemnestra. Helena y Pólux eran hijos de Zeus, y por tanto, inmortales, mientras que Cástor y Clitemnestra eran hijos de Tindareo, el amado esposo de Leda, y por lo tanto, mortales.

Dicen que desde la edad de diez años ya nuestra amiga Helena andaba por esos mundos creando problemas. Creció y llegó a ser la mujer más hermosa de toda Grecia; de una belleza tan deslumbrante como era su moral de opaca. Fue una de las veleidades de Helena, esta vez con Paris, la causa de la guerra de Troya.

 


Afrodita  cumple la promesa de ayudar a Paris en la conquista del corazón de Helena.

Este friso representa a Cupido guiando a Paris a la presencia de Helena, sentada a la diestra de Afrodita. Las musas Euterpe (Musa de la Música), Plimnia (Musa del Arte Mímico), Helena (esposa de Menelao), Afrodita (Diosa de la Belleza), Cupido (Dios del Amor), Paris Príncipe de Troya) y Erato  (Musa de la Poesía Erótica).

 

Antes de su matrimonio con Menelao, a Helena la pretendían todos los más famosos y poderosos príncipes de Grecia y esto constituía un serio problema, por las dificultades que surgían cuando ella, al decidirse por uno de ellos, se ganara la enemistad de los demás.

Su padre quiso resolver el asunto eligiendo él, y así lo hizo, escogiendo a Menelao. Antes de hacer esto,, y con idea de evitarse conflictos con los otros príncipes, les pidió que prestaran juramento de que aceptarían de buen grado su decisión, cualquiera que ella fuese, y mandó descuartizar un caballo, animal sagrado para los antiguos griegos, e hizo que, puestos en pie cada uno de ellos sobre un pedazo del animal, juraran solemnemente no sólo no buscar venganza alguna al verse desairados, sino, además, acudir en defensa de Helena en cualquier conflicto futuro.

Y ya tenemos por una parte a Helena, encantada de la vida, casada con Menelao, rey de Esparta, y por la otra a Paris, instalado en el palacio de su padre, que va a Esparta a tratar de rescatar a su tía. Cuando llegó Paris a Esparta fue acogido con gran cordialidad por el rey e instalado en el palacio, donde reinaba Menelao y la encantadora hija de Leda.

El lector recordará cómo en el “Juicio de Paris, en el que las tres diosas que compedtían por la manzana de oro dedicada a la más bella de todas, la diosa venus trató de sobornar a Paris (lo cual logró), ofreciéndole su ayuda, como diosa del amor, parfa conseguirle el corazón de la mujer o diosa más bella que él deseara.

Por eso cuando el fogoso príncipe cruzó la primera mirada con la esplendorosa Helena, recordó enseguida la promesa de Venus, que ella cumplió debidamente, encargando a su hijo Cupido que hiriera con sus flechas el pecho palpitante de la divina Helena, Y empezó el idilio.

Pronto Menelao se vio obligado a ausentarse durante varios días, y en ese tiempo se tramó la traición. La pobre Helena no tuvo la culpa de que Cupido la hiriera con una flecha, y víctima de su pasión, acordó con Paris recoger todas sus prendas de más valor, y marcharse con él para Troya, olvidándose de Menelao, y él olvidándose de su tía que había ido a buscar.

Cuando Menelao regresó y se encontró que le habían robado, pidió ayuda a su hermano Agamenón, rey de Micenas,para que este prepararauna invasión a Troya con objeto de rescatar a su esposa.

Agamenón pidió a todos los príncipes qyue havpian jurado ayudae a Helena cuando ella lo necesitara, cada uno de los cuales tenía su propio ejército, que uniera sus fuerzas a las espartanas para intentar el rescate.

Todos acudeiron con excepción de uno que no creyó prudente abandonar sus vastas posesiones y mandó en su lugar una espléndida yegua, la celebrada Peten rápida comno el viento. Esta substitución fue muy bien aceptada, porque estimaban los griegos que más valía una yegua de esas características, que un príncipe que no peleara. Y armando una flota de 1 000 barcos, zarparon rumbo a Troya.

Y así vemos como Helena y Paris, si no fueron la causa principal, si fueron el pretexto para iniciar es aencarnizada lucha entre dos naciones poderosas, que duró diez años.

 

 

LA MANZANA DE LA DISCORDIA

O

EL JUICIO DE PARIS

 

Antes de entrar a relatar esta curiosa leyenda, conviene presentar a los personajes que tomaron parte principal en ella.

 

            Júpiter.- Este es el rey de los dioses, tirano del Olimpo, tan enamorado como ingenioso en sus calaveradas, para eterna preocupación de su buena esposa Juno, y el personaje más importante en la Mitología, como se habrá visto en la descripción del origen del mundo. Júpiter como si fuera un simple mortal, se enamoró perdidamente de la diosa Tetis. Y aquí empezó el problema.



Tapiz mille-fleur de principios del siglo XVI que representan las tres Parcas con sus nombres griegos

 Las Moiras griegas –antecesoras de la tria fata, hadas o Parcas romanas– incluían a Cloto la hilandera, Láquesis la medidora y Átropos, la cortadora del hilo de la vida.

https://velleta1.rssing.com/chan-6240839/article31.html

 

 

Tetis.- Diosa de las aguas, bellísima y enamorada de Júpiter, pretendida a la vez por Peleo, a quien n o había correspondido por preferir ella a Júpiter, el dios todopoderoso.

 

Juno.- Bella y paciente esposa de Júpiter, a quien perseguía con sus celos, pues conocía sus pecaminosas correrías amorosas. Juno se creía la diosa más hermosa del Olimpo.

 

Minerva.- La hija predilecta de Júpiter; diosa de la sabiduría y de la ciencia. También muy hermosa, que a su vez pretendía se la más bella de las diosas del Olimpo.



Las bodas de Tetis y Peleo

1636 - 1638. Óleo sobre lienzo, 181 x 288 cm
Las bodas de Tetis y Peleo se narran en las Fábulas de Higinio (92:) "(...) Cuando se casaron Tetis y Peleo, se dice que Júpiter había invitado a todos los dioses al banquete excepto a Eris, la Discordia. Ésta se presentó más tarde, pero no fue admitida en el banquete. Así pues, ante todos lanzó por la puerta una manzana y dijo que la cogiera la más hermosa. JunoVenus y Minerva comenzaron a reivindicar para sí el título de belleza y surgió entre ellas una gran discordia. Júpiter ordenó a Mercurio que las llevara al monte Ida, junto a Alejandro Paris, y que él actuara como juez".

https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/las-bodas-de-tetis-y-peleo/1e6c1c65-360e-43fb-beb5-fe1f655c6af0

 

Venus.- Otra hija de Júpiter; diosa del amor, que también estaba convencida de ser la más hermosa de todas.

 

Estas tres deidades: Juno, Minerva y Venus, organizaron el primer el primer concurso de belleza que se tiene noticia, como consecuencia del cual produjeron una gran perturbación en el Olimpo y contribuyeron indirectamente a iriginar el casus belli que provocó la Guerra de Troya.



Mercurio llevando la manzana de oro a Paris.

http://consentidoscomunes.blogspot.com/2013/11/el-juicio-de-paris-i-galeria-pintura-1.html

 

Eris.- La diosa de la discordia, a quien Júpiter desterró del Olimpo por enredadora, por lo que no la invitó al banquete en que se celebraron las bodas de Tetis y Peleo, en el que ella, por despecho, lanzó la nefasta manzana de la discordia.

 

Paris.- Príncipe hijo de Príamo, rey de Troya, quien antes que su padre lo reconociera como hijo, vivía con unos pastores cuidando los rebaños.. Jípoter lo escogió para que actuara como juez en el concurso de belleza.

 

Mercurio.- El último personaje que interviene en este asunto es Mercurio (o Hermes, como se llama en griego); era otro hijo de Júpiter (¿Habrá alguien en el Olimpo que no sea hijo de Júpiter?); era también protector del comercio y del ganado, y por ñultimo dios de los ladrones y truhanes.



El juicio de Paris

Hacia 1638. Óleo sobre lienzo, 199 x 381 cm
El relato mitológico del Juicio de Paris tiene su origen en la boda de Tetis y Peleo, donde Eris, diosa de la discordia, reto a la diosa más bella presente a recoger una manzana de oro que había lanzado entre los presentes. JunoMinerva Venus, comenzaron una disputa y Júpiter decidió darle la manzana a Mercurio y que éste se la diera a Paris, que actuaría como juez. El Juicio lo narra el poeta romano Ovidio en su obra Heroidas (XVI, 65-88), donde Paris finalmente escogió a Venus como la vencedora. A cambio, la diosa le dio la mano de Helena de Troya, desencadenando la Guerra de Troya.

https://www.museodelprado.es/colección/obra-de-arte/el-juicio-de-paris/f8b061e1-8248-42ae-81f8-6acb5b1d5a0a

 

Y a éste fue a quien encargó Júpiter que le llevara a Paris, el romántico pastor, la manzana de oro y las tres diosas rivales, pretendientes al codiciado cetro de la belleza.

 

Entre los dioses inmortales, como entre los humanos mortales, siempre existieron los celos, la envidia y el amor. Júpiter, el padre de todos los dioses, se enamoró de Tetis, bellísima diosa del Olimpo, pero por prudencia no quiso hacerla su esposa, sin antes consultar a quien únicamente podía vaticinarle el futuro, que era el Hado, representado por las tres hermanas Parcas: Cloto, la más joven, que hilaba el hilo de la vida en el que se alternaban hebras blancas y negras; Láquesis, la segunda, que torcía estos hilos, los que a veces salían fuertes de sus dedos y a veces débiles; y la tercera Ätropos, la vieja, que armada de unas grandes tijeras, cortaba sin compasión ese hilo de la vida.

 

El Hado le dijo a Júpiter que Tetis estaba destinada a tener un hijo, que habría de superar notablemente a su padre. Esto preocupó mucho a Júpiter, que renunció a su proyecto de casarse con Tetis, pues de ninguna manera quería tener un hijo que lo destronara como él había destronado a su padre. La mano de su amada fue ofrecida por él entonces a Peleo, quien hacía tiempo la venía pretendiendo sin éxito, porque en la competencia con el omnipotente Júpiter, Peleo, como pobre mortal, no tenía posibilidad alguna de salir vencedor.

 

Júpiter le prometió a Tetis obsequiarla con un suntuoso banquete y acudir a la boda con todos sus dioses, si ella aceptaba a Peleo, y así se arregño el asunto. Júpitedr y toda su corte asistieron a la fiesta de los esponsales y todo salió perfecto. Por la confusión de tan complicada fiesta, dejaron de invitar a Eris, que es la diosa de la discordia, y ésta,  con sobrada razón, se indignó y se propuso vengarse, rompiendo la dulce armonía de tan agradable fiesta.

 

Para ello llevó una manzana de oro en la que había una inscripción que decía: “a la más bella de todas”, y la arrojó sobre la mesa en medio de los asombrados concurrentes.

 

Todas las diosas se abalanzaron a cogerla, pero poco a poco fueron retirándose, hasta que dejaron solas a las tres reconocidas, como las más bellas y poderosas, que eran Minerva, Juno y Venus, la cual, sonriendo maliciosamente, dijo: ¿Quién podría a aspirar con mayor derecho a esa distinción que la diosa del amor y la belleza?

 

Y aquí vino el problema. La discusión entre estas tres no logró resolverlo y ellas apelaron a los otros invitados para que estos formaran un jurado que fallara cuál era la más bella de las tres.

 

Ante esta situación, a Júpiter, que tampoco quería intervenir, se le ocurrió enviar a las diosas contendientes al monte Ida, donde un hermoso pastor llamado Paris cuidaba sus ovehas y éste, sin duda, era quien podría juzgar desapasionadamente el caso. Y allá se fueron las tres diosas a presentarle su problema al pastor. Mercuriop fue comisionado para llevar la manzana y acompañar a las diosas.

 

Tal como hacen hoy en la Tierra los negociantes, cada una de las diosas llamó aparte a Paris y le hizo ofertas, tranado de sobornarlo.

 

Juno, la primera, le dijo que como ella era la mujer del todopoderoso Júpiter, era también reina de las diosas y podría ofrecerle a él toda clase de poderes y riquezas.

 

Minerva, la diosa de la sabiduría y de la guerra, por su parte, le ofreció gloria y  renombre y buen éxito en la guerra, si él fallaba en su favor.

 

Venus, la diosa de la belleza y del amor, le dijo que su oferta consistiría en ayudarle en sus empresas amorosas, y a conseguirle por esposa a la mujer más bella que él encotrara en su vida.

 

El joven y humilde pastor no anhelaba riquezas que desconocía, ni le interesaba el poder que le ofrecia Juno; tampoco le hacía falta para nada la gloria, el renombre y los éxitos guerreros que le daría Minerva. Nada de esto necesitaba en su tranquila montaña de Ida, donde vivía sereno y sin ambiciones, cuidando sus rebaños.

 

La promesa de Venus no le pareció mal. Eso era mucho mejor para un alma romántica, como la suya, y aunque de amor no sabía mucho, tenía, sin embargo, el pálpito de que le iba a ser muy grato. Pensó también que cuando estuviera en posesión de lo que las otras dos le ofrecían, querría utilizarlo indirectamente para lograr lo que Venus le ofrecía directamente. De eso no tenía la menor duda.

 

Y así fue como en su célebre juicio frcifó en favor de Venus, ganándose con esto el odio inmortal de las dos diosas vencidas.

 

Y así terminó el primer concurso de belleza inspirada en el famoso cuadro de Rubens, que nos da una idea de cómo pudo haber sido este célebre concurso del Juicio de Pris.

 

 

JÚPITER Y JUNO

Según la mitología, Júpiter-Zeus, era la deidad máxima del Olimpo; era la personificación del cielo y de todos los fenómenos del aire, y el guardián absoluto del orden y de la paz del mundo; todo en el cielo y en la tierra dependía de él, omnipotente tirano libertino.

 

Su pobre y abnegada mujer, la diosa Juno-Hera, no teníoa momento de reposo vigilando al truhán de su marido. Entre la pareja no hubo más que traición y deslealtad de un lado; cedlos y tiranía del otro. Zeus pasaba la vida entre frívolos galanteos con diosas y mujeres mortales, mientras Hera, que muy pronto se dio cuenta del temperamento de su consorte, se valía de las más indignas tretas para tenderle trampas, y cada vez que lo sorprendía en un a infidelidad sabía hacer sentir su poder a la inspiradora del desliz.

 

Cierto día notó Zeus que una inesperada y densa nube obscurecía todoen torno a ella, y sospechando una traición, se valió de su poder para desvanecer la niebla, con lo que alcanzó a ver a Zeus junto a una mansa ternera a orillas de un turbulento arroyo. Comprendxió Hera que bajo la forma de la ternera se ocultaba una rival, y se acercó al grupo dispuesta a poner a mabos en una situación embarazosa. Con simulada amabilidad alabó la belleza del animal y se mostró tan atraída por su gracia, que Zeus se vio en el compromiso de ofrecérsela como regalo.

 

La ternera en cuestión era Io, hija del dios del río, con quien Zeus sostenía relaciones galantes, y a quien sólo había tenido tiempo de cambiar en ternera oara escapar a la persecución de Hera. Ésta, que había aceptado la ofrenda sin dejar por ello de sospechar, continuó implacable en sus designios de venganza y castigo. A Argos, el de los cien ojos, qaue jamás cerraba más que dos para dormir, confió Zeus el cuidado de su apreciada ternera.

 

Mejor guardián no podía haber encontrado. Argos tenía sus cien ojos sobre ella durante el día; de noche substituía los dos que dormían con una gruesa y áspera soga que ataba a su cuello. Ante tal opresión hubiera extendido la desesperada sus brazos en súplica y hubiera implorado clemencia, pero brazos no tenía, y en vez de palabras sólo salían de su boca tristes mugidos, que no conmovían al implacable Argos.

 

Pesaroso al ver los sufrimientos de Io, Zeus envió a Mercurio en su auxilio. Éste se apareció en la Tierra aparentando ser un pastor; y provisto de su varita soporífera, pastoreó su rebaño junto a Argos. Tocaba el pastor un instrumento musical formado por cañas de tamaños desiguales por los que el aire al pasar producía sonidos agradables. Intersado, Argos invitó al joven a sentarse a su lado mientras su rebaño pacía. A la vez que blandía su mágica varilla, Mercurio relataba largas y curiosas historias, entre ellas el origen del extraño instrumento que tocaba, explocando, cómo el dios Pan, habiéndose enamorado de una ninfa que no correspondía a su amor, se había encontrado abrazando un montón de cañas cuando creía estrechar a la ninfa, y cómo con las cañas había improvisado el instrumento.Por efecto de la triple magia de la música, los relatos y la varilla, Argos al fin cerró sus cien ojos, y Mercurio se aprovechó para darle muerte y liberar a Io. Hera dispuso que los ojos de Argos adornaran la ola de su pavo real.

 

Aun con todo esto no se sació la sed de venganza de la diosa. Huyendo de una mosca que le había sido enviada para atormentarla, tuvo Io que recorrer la Tierra y nadar por el mar Jónico, nombre del suyo se deriva. Zeus, al fin, suplicó a su esposa que devolviera a la joven su formal normal a cambio de la promesa de renunciar a su amor.



Juno y Argos, de Pedro Pablo Rubens, 1610 – 1611. Óleo sobre lienzo. Museo Wallraf-Richartz, Colonia, Alemania. Rubens en esta ocasión representa a Juno (Hera) retirando los ojos de la cabeza de Argo para depositarlos en los pavos reales. Debajo, el cuerpo de Argo decapitado.

https://www.suspirosmagazine.com/2018/07/24/mito-argos-pavo-real-mitologia-griega/

 

 

MINERVA o PALAS ATENEA

En la mitología se encuentran las cosas más fantásticas que puedan concebirse, por eso no hay que ser muy exigente buscándoles lógica y sentido. Todo es pura fantasía, poéticas alegorías de la mente febril y creadora de los griegos, quienes querían encontrar explicación a los más obscuros misterios de la vida y la Naturaleza.

Era la diosa de la Sabiduría, de la Paz, de la Guerra defensiva , incluyendo de las labores de aguja, y coupaba un lugar muy preferente en el monte Olimpo, cerca del todopoderoso Zeus, rey de todos los dioses.

 


https://historia-arte.com/obras/palas-atenea

 

En la antigua religión griega,  (del griego ático Ἀθήναtrans. Athēnē, o ἈθηναίηAthēnaiē), también conocida como Palas Atenea (Παλλὰς Aθήνα), es una diosa de la guerra. A diferencia de Ares, que personificaba la guerra de forma brutal, Atenea dirigía las acciones bélicas de forma inteligente y ordenada. Además, era la diosa de la civilización, la sabiduría, la razón, la inteligencia, la estrategia en combate, la victoria, las ciencias, la artesanía, la industria, los inventos, las artes, los oficios, la navegación, los héroes, la fuerza, el valor, la protección, la ciudad estado, la educación, la justicia, la ley y la habilidad. Fue una de las principales divinidades del panteón griego y una de los doce dioses olímpicos. Atenea recibió culto en toda la Grecia Antigua y en toda su área de influencia, desde las colonias griegas de Asia Menor hasta las de la península ibérica y el norte de África. Su presencia está atestiguada hasta en las proximidades de la India. Por ello su culto tomó muchas formas e incluso tuvo una extensión considerable hasta el punto de que su figura fue sincretizada con otras divinidades en las regiones aledañas al Mediterráneo. En la mitología romana se la adoraba con el nombre de  Minerva.

La versión más tradicional de su mito la representa como hija partenogenética de Zeus, nacida de su frente ya completamente armada después de que se tragase a su madre. Jamás se casó o tuvo amantes, y mantuvo una virginidad perpetua. Era imbatible en la guerra, ni el mismo Ares pudo derrotarla. Fue patrona de varias ciudades pero se volvió más conocida como protectora de Atenas y de toda la región del Ática. También protegió a muchos héroes y otras figuras mitológicas, y aparece en una gran cantidad de episodios de la mitología.

Fue una de las deidades más representadas en el arte griego y su simbología ejerció una profunda influencia sobre el propio pensamiento de aquella cultura, en especial en los conceptos relativos a la justicia, la sabiduría y la función social de la cultura y las artes, cuyos reflejos son perceptibles hasta nuestros días en todo el Occidente.

Nacimiento y familia

En el panteón olímpico Atenea aparece como la hija favorita de Zeus, nacida de su frente ya completamente armada después de que se tragase a su madre, Metis. La historia de su nacimiento aparece en varias versiones.

Homero llama a Atenea hija de Zeus, sin alusión alguna a su progenitora o a la forma en la que llegó a existir, mientras la mayoría de las tradiciones posteriores coinciden al afirmar que nació de la frente del dios. Ya en Hesíodo la madre de Atenea es la oceánide Metis, la primera esposa de Zeus. Tras yacer con ella, Zeus temió inmediatamente las consecuencias, pues había sido profetizado que Metis alumbraría hijos más poderosos que él. Para impedir tan graves consecuencias, siguió el consejo de Gea y Urano y «la encerró en su vientre», pero Metis ya había concebido una hija, Atenea, que brotaría de su frente.

Píndaro añade que Hefesto abrió la cabeza de Zeus con su hacha minoica de doble hoja, el labrys, y que Atenea saltó de la cabeza completamente adulta y completamente armada, una afirmación de la que se dice que Estesícoro fue la autoridad más antigua; «y llamó al ancho cielo con su claro grito de guerra. Y Urano tembló al oírlo, y la Madre Gea...» Otros cuentan que PrometeoHermes o Palemón ayudaron a Zeus en el nacimiento de Atenea y mencionan al río Tritón como el lugar del suceso.

Los mitos clásicos posteriores señalaban que Hera se molestó tanto de que Zeus tuviese un hijo, aparentemente por sí mismo, que ella hizo lo propio con Hefesto. Tras la aparición de esta versión se empezó a afirmar que Metis no tuvo más hijos y que Zeus perduró como rey del Olimpo. Los mitos griegos permanecieron estáticos en este punto, sin cambiar hasta el declive de la cultura antigua y la práctica de su religión

Atenea fue representada en obras de arte con frecuencia, pero fue Fidias quien estableció su tipo ideal en tres estatuas, las más famosas, erigidas en la Acrópolis de Atenas:

·         La colosal estatua criselefantina (labrada en marfil y oro) de Atenea Pártenos, de 12 m de altura aproximadamente (comprendido el pedestal de 1,50 m) ubicada en el Partenón. La diosa era representada llevando una larga túnica que le caía hasta los pies, y sobre su pecho tenía la égida con la cabeza de la Gorgona. Tenía un casco en la cabeza y llevaba en una mano una Niké de seis pies de alto, y en la otra una lanza, con la que apoyaba contra un escudo adornado con escenas de las batallas de las Amazonas con los Gigantes. A sus pies tenía una serpiente.

·         La estatua de bronce de Atenea Promacos, fundida de los expolios de los atenienses en la batalla de Maratón, ubicada entre los Propileos y el Erecteión. Las proporciones de esta estatua era tan enormes que la brillante punta de la lanza y el penacho del casco eran visibles para los marineros que se aproximaban al Pireo desde Sunión.

·         La Palas Lemnia, así llamada porque había sido dedicada por los clerucos atenienses de Lemnos. El atractivo de esta estatua le ganó el apodo de «la hermosa». Como la anterior, era de bronce, y al representar a Atenea como diosa de la paz, no llevaba casco.

Se conservan un gran número de representaciones de Atenea en estatuas, bustos colosales, relieves, monedas y vasijas pintadas. Entre los atributos que caracterizan a la diosa en estas obras de arte están:

·         El yelmo de tipología corintia, que suele llevar en la cabeza, bien elevada sobre la frente para revelar su cara con gesto de saludo pacífico, pero que en unos pocos casos lleva en la mano. Suele estar adornado de la forma más bella con grifos, cabezas de corderos, caballos y esfinges.

·         La égida, una coraza de piel de cabra que en mitos posteriores se decía le fue dada por su padre, Zeus, aunque estuvo relacionada con él mucho antes en otros contextos culturales.

·         El escudo redondo argólico en cuyo centro aparece el gorgoneion, la cabeza de la gorgona Medusa, el sello distintivo del culto a la primitiva diosa en Grecia que recibió la posición más alta en el vértice del frontispicio del Partenón (más tarde se decía que su escudo era un regalo votivo de Perseo).

Su atuendo suele ser la túnica espartana sin mangas, sobre la que viste una túnica, el peplo o, aunque raramente, la clámide. La expresión general de su figura es meditabunda y seria, su cara es más ovalada que redonda, su pelo es rico y generalmente peinado hacia atrás sobre las sienes, flotando libremente por detrás. La figura completa es majestuosa, y más fuerte que esbelta: las caderas son pequeñas y los hombros anchos, de forma que en conjunto recuerda de algún modo una figura masculina.

En anteriores retratos arcaicos de Atenea sobre vasijas pintadas, la diosa conserva parte de su carácter minoico-micénico, como las grandes alas de pájaro, pero esto no es cierto en esculturas arcaicas como las de Atenea Afea, donde subsumió a una diosa anterior invisiblemente numinosa, Afea, con relaciones cretenses en sus mitos.

La Atenea pensativa es un relieve fechado sobre el 460 a. C. que representa a una Atenea cansada descansando sobre una vara.

 


Construido para albergar a la diosa Atenea Parthenos de Fidias, desde sus comienzos el Partenón estuvo destinado a ser el templo principal del proyecto de reconstrucción de la Acrópolis ateniense que fue llevado a cabo por Pericles en el siglo V a.C.

https://historia.nationalgeographic.com.es/a/partenon-afronta-restauracion-historica_14251

 

VENUS DIOSA DEL AMOR


Afrodita era la diosa griega del amor, la lujuria, la atracción física y el sexo. En un mundo como la Antigüedad, en el que las relaciones sexuales no eran consideradas como algo pecaminoso ni negativo, el ámbito de influencia de la diosa Afrodita era amplio y variado, lo que explica la gran atención que recibió esta diosa, tanto desde el punto de vista del desarrollo de sus mitos como de la aparición de todo tipo de cultos a lo largo y ancho del Mediterráneo. En efecto, Afrodita fue una de las divinidades más veneradas en la Antigüedad, contando con grandes templos en las principales ciudades y santuarios. Tal fue la fuerza de esta diosa que acabó por absorber a todas las divinidades menores con las que compartía algún tipo de ámbito, en un complejo proceso de sincretismo religioso que dio lugar a una gran variedad de cultos y advocaciones diferentes de la misma Afrodita.

 

NACIMIENTO E INFANCIA

 

El mito del origen de Afrodita está relacionado con la propia etimología de su nombre. El término griego aphrós significa espuma, y esto pudo llevar a la consolidación de la creencia de que esta diosa había nacido del mar. Según el mito más antiguo que ha llegado hasta nosotros, recogido por el poeta Hesíodo, tras arrancar Cronos los genitales a su padre Urano arrojó los despojos de esta acción al mar, en las costas de Pafos, en la isla de Chipre. De la mezcla del semen y la sangre de Urano con la espuma del océano, nació la diosa del amor, ya adulta. Esta versión del nacimiento de Afrodita ha sido la más célebre, inspirando a artistas de todas las épocas. Sin embargo, existen otras tradiciones que hablan de un origen diferente para esta diosa. Según Homero, Afrodita era hija de Zeus y Dione, una divinidad que acabó por perder su importancia en el panteón griego, pero que en su origen pudo haber sido la compañera del padre de los dioses hasta que Hera la sustituyó en este papel.


Todos los escritores antiguos están de acuerdo en que Afrodita no tuvo infancia, sino que nació ya siendo que adulta, con sus formas físicas maduras y listas para ser deseables por todos los mortales y los inmortales.


El nacimiento de Venus en sin duda una de las obras de arte más famosas y apreciadas del mundo. Pintada por Sandro Botticelli entre 1482 y 1485, se ha convertido en un símbolo de la pintura italiana del siglo XV, llena de significados alegóricos y referencia a la antigüedad.

El tema deriva de la literatura latina de la Metamorfosis de Ovidio. Venus es retratada desnuda sobre una concha en la orilla del mar; a la izquierda los vientos soplan suavemente acariciando su cabello con una lluvia de rosas, a su derecha una sierva (Ora) espera a la Diosa  para vestirla. En la pradera podemos ver violetas, símbolo de modestía, y muchas veces usadas para crear pociones de amor.

https://www.visituffizi.org/es/obras-de-arte/el-nacimiento-de-venus-de-botticelli/

 


Venus vendando los ojos a Cupido

Siglo XVII. Óleo sobre lienzo, 118 x 186,7 cm
Esta es sin duda una de las mejores copias antiguas que se conservan de un original de Tiziano (RomaGalleria Borghese). De pincelada segura y suelta, está hecha atendiendo al conjunto y no a las partes, por un artista que, además de reproducir a escala real y con exactitud la composición, no esconde su propio estilo y sabe imprimir en ella su sello personal.

https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/venus-vendando-los-ojos-a-cupido/145571f7-25c6-4c9a-ad31-3f62995134e9

 

El mito de Adonis está relacionado con Afrodita desde la misma narración del nacimiento del joven. Los autores antiguos cuentan que Mirra, hija del rey de Chipre, afirmó que era tan bella como la misma Afrodita. En castigo por esta insolencia, la diosa hizo que en el pecho de la joven se encendiera una incontenible pasión hacia su propio padre. A sabiendas de que éste rechazaría unas relaciones incestuosas con su hija, Mirra se hizo pasar por una prostituta y, de este modo, logró acostarse con su padre. La joven quedó embarazada, y al descubrir su padre el deshonor que había caído sobre la familia, trato de matar a Mirra. Ésta suplicó entonces a los dioses que salvaran su vida y éstos, atendiendo su súplica, la convirtieron en un árbol, que en adelante llevaría el nombre de la joven, el árbol de la mirra. Sin embargo, la gestación de su hijo estaba en un estado tan avanzado que de la corteza del árbol surgió un hermoso bebé que quedó depositado a los pies de la planta.


La diosa Afrodita descubrió al bebé y lo adoptó, poniéndole de nombre Adonis. Para que creciera seguro, le confió su cuidado a Perséfone, reina del infierno, que crió al bebé hasta que alcanzó la adolescencia. Adonis se convirtió en un joven hermoso, hasta el punto de que, cuando Afrodita regresó al infierno para buscarle, Perséfone se negó a devolver la custodia de Adonis. Ante la disputa de las diosas, Zeus dictaminó que el joven pasara un tercio del año con Perséfone, un tercio con Afrodita y un tercio con quien él mismo deseara.


Tras su regreso a la tierra, el joven Adonis desarrolló una gran afición por la caza, pasión en la que la diosa Afrodita le acompañaba cada vez que podía. Pese a que gozaba de la protección de las divinidades, Adonis era un mortal, y como tal podía morir a manos de las bestias que trataba de dar caza. Afrodita le advirtió de los peligros que corría en cada cacería, pero el joven Adonis no quiso escucharla. En una ocasión en la que trataba de dar caza a un enorme jabalí, éste se volvió contra Adonis y, tras castrarle con sus colmillos dio muerte al joven. Algunos autores afirman que el jabalí fue enviado por el dios Ares, celoso de la relación que Afrodita, su amante, mantenía con el bello Adonis.


La diosa Afrodita, al descubrir el cadáver del joven, convirtió cada gota de su sangre en una anémona, de forma que su muerte quedara honrada en cada florecimiento de esta planta. Desde este momento, numerosas ciudades instauraron un culto al joven fallecido en el que éste era asociado a Afrodita.



Venus y Adonis. Hacia 1580. Óleo sobre lienzo, 162 x 191 cm
Como su pareja, Céfalo y Procris (Museo de 
Estrasburgo, inv. 634, óleo sobre lienzo, 162 x 185 cm), ilustra un pasaje de las Metamorfosis del poeta romano Ovidio que da cuenta de un amor truncado por la muerte repentina de uno de los amantes, en este caso, AdonisVeronese muestra la pesadumbre de Venus, diosa del amor, que intuye la muerte que encontrará su amante en una cacería. 











































 

 




















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