¿QUÉ ES LA MITOLOGÍA?
Tetis,
implorando a Júpiter que le salve la vida a su hijo Aquiles, que lucha en la
Guerra de Troya.
https://en.wikipedia.org/wiki/Jupiter_and_Thetis
La palabra mitología viene del griego mythos
que quiere decir, fábula y logos, tratado. La mitología es un tratado o recopilación de leyendas, y fue en su principio una especie de
explicación del origen del mundo.
A partir del momento en que el
hombre primitivo pasó en su desarrollo cultural de la etapa en que sólo se
preocupaba por la búsqueda de sus alimentos, y su defensa contra las fieras y
los elementos naturales, ya tuvo la oportunidad de ejercitar su inteligencia,
cada vez más adelantada, en lucubraciones tendientes a satisfacer su curiosidad
sobre el mundo y la vida. Sin conocimientos científicos que lo guiaran, se vio,
naturalmente, impulsado a buscar una explicación de cuanto veía y de ahí su
concepto del mundo, su origen y las fuerzas que lo dirigían a su destino final.
Y para mejor explicarse y comprender
esto, imaginaba seres sobrenaturales con fisonomía humana, con las virtudes,
los vicios, las costumbres y las ambiciones de los humanos, aunque tan exagerados,
que despertaban la imaginación que siempre inspira lo extraordinario.
Asó, aparecen en la mitología
tiranos despóticos esclavizadores y explotadores de sus semejantes, tal como si
estuvieran en pleno siglo XXI, pues los males que padece la humanidad ya tenían
precedentes y eran conocidos miles de años antes de la Era Cristiana.
Veamos cómo los griegos concebían el
origen del mundo.
EL ORIGEN DEL MUNDO
El hombre siempre ha sentido
curiosidad y se ha interesado por conocer su origen; siempre ha buscado
significación a la vida y ha meditado sobre su destino final. Al impulso de
estos anhelos su inteligencia toma alas y, ayudado por la fantasía, crea una
explicación de sí mismo, del origen de cuanto le rodea, y se atribuye una
evolución hacia algo mejor. Su soberbia, que se resiste a aceptar la nada como
el fin irremediable, elabora teorías
filosóficas que satisfacen su ego y tratan de explicar los misterios de
la vida.
Los antiguos griegos, con un alto
sentido poético, urdieron la trama de su
mitología, que trata de explicar el origen y el fin de todo lo creado. Y si
como filosofía la mitología ha dejado ya de satisfacer al hombre, en el dominio
del arte ha enriquecido, indudablemente, todas sus manifestaciones.
He aquí como explica la mitología
griega el origen de la creación: La Tierra no existía; una masa informe, mezcla
de aire, de agua y de materia sólida, era regida por una deidad llamada Caos,
deidad que, a diferencia de otras, jamás representaron corpóreamente los
griegos, ya que en la ausencia de la luz no podía verse.
El Caos compartió su reinado
con la Noche, de negrura inconmensurable. Con el deseo de poner algún
orden a la confusión reinante, o porque ya se cansara del poder, la divina
pareja hubo de llamar a reinar con ellos a su hijo Erebo, dios de las
tinieblas y de no mucha más espiritualidad que sus progenitores, como lo prueba
el hecho de que procediera inmediatamente a destronar al Caos y tomar por esposa a
la Noche,
unión de la que, de extraña manera, surgieron dos bella deidades: Éter,
la luz, y Hémera, el día. Con elementos como éstos ya podía esperarse un
cambio favorable en toda aquella confusión que se iluminaba por vez primera.
Para trocar el ambiente de primitiva
fealdad en algo digno de seres superiores, Éter y Hémera, abrasados por la
llama del amor a la belleza, hubieron de llamar en su auxilio a Eros,
su propio hijo, y los esfuerzos combinados de los tres empezaron a reducir el
orden a aquella confusión, separando las aguas, el aire y la materia sólida, y
formando con los tres elementos un conjunto de identidades distintas, pero
armónicas.
Eros,
que no es otro que el dios del amor, al que los romanos llamaron Cupido,
hiriendo con su dardo el seno de la infecunda Gea (la Tierra), hizo
brotar de ella la vida, hija del amor. Surgió la vegetación y nacieron también
a la vida los animales. Vistosas y alegres aves rompieron con sus trinos el
silencio de aquella tierra recientemente creada, ahora toda alegría y
movimiento. Consciente Gea de la
belleza que la adorna, y henchida del poder de dar la vida, crea para sí, para
que sea digno compañero de su exaltada majestad, a Urano, el cielo.
Éter
y Hémera no disfrutaron mucho tiempo
del poder que usurparon de Erebo y la
Noche, destronados a su vez por las
nuevas divinidades nacidas a más alta y perfecta vida. Reinando en el Olimpo,
los nuevos soberanos, Gea y Urano, procrearon a doce fornidos hijos,
los Titanes,
cuyos nombres eran: Océano, Ceo, Crío, Hiperión, Japeto y Cronos -varones-, y Thía, Rhea, Temis, Mnemósine,
Febe y Tetis, hembras.
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Le_Dieu_Jupiter_enfant_nourri_par_la_ch%C3%A8vre_Amalth%C3%A9e_%28Louvre,_INV_1405%29.jpg
Temiendo
que la fuerza y el poder de estos doce Titanes
llegara a constituir una amenaza a su seguridad personal y a su propio poder,
el olímpico padre Urano lanzólos, a
poco de nacidos, a un hondo abismo subterráneo, el Tártaro, en donde los hizo
encadenar fuertemente, quedando después tranquilo al verlos reducidos a ala
impotencia.
No
por mucho tiempo estuvieron los Titanes
solos en su tenebroso cautiverio; un día se abrieron con estrépito las puertas
para dar entrada a los Cíclopes: –Brontes (el
trueno), Steropes (el
relámpago) y Arges (el rayo), otros tres hijos de Gea
y Urano. Más tarde tres gigantescos
seres aumentaron el número d elos moradores de la obscura región.
Mientras
tanto, Gea, herido su sentimiento maternal, lloraba el destino de sus hijos y
suplicaba a Urano los pusiera en libertad; pero convencida al fin de que sus
lágrimas y sus ruegos no lograban conmover la severidad del augusto padre,
decidió ir en auxilio de ellos y vengar así el crimen de sus esposo. Descendió
al abismo, sembró a sus hijos el ansia de libertad con la semilla de la
sedición, y los instó a rebelarse contra Urano y a destronarlo. De todos, es Cronos o Saturno (el tiempo) el único que siente arrestos para dar la batalla, y, libertado
por su madre de las ligaduras que lo atan, toma de sus manos la hoz y parte en
busca de Urano.
Saturno venció a Urano atacándolo por
sorpresa y se posesionó del trono, mientras Urano,
en su impotencia, tuvo que conformarse con maldecirlo y predecirle que un día
no lejano se vería él también despojado de su trono por sus propios hijos a
quienes desde ese momento Urano hacía
depositarios de su venganza.
Una
vez en el poder, Saturno procedió a
dar libertad a sus hermanos y hermanas, previa promesa de que lo obedecerían en
todo. Una de sus hermanas, Rhea o
Cibeles,
fue la que Saturno eligió como
esposa, para que compartiera el trono con él. A los demás les dio una porción
del universo a vada uno para que la gobernara. A Océano y a Tetis,
los mares y los ríos de la Tierra; el Sol y la Luna correspondieron a Hiperión y
a Febe.
Una vez organizado su reino e imperando la paz en el Olimpo, feliz y
tranquilo, gozaba Saturno de su poder; pero un nefasto día supo que Rhea le había dado un hijo, y la
maldición de su padre hubo de asaltarle la memoria y llenarlo de inquietud.
Resuelto a defender la seguridad de su trono a toda costga, fue a ver a Rhea y le pidió que le mostrase su hijo.
Rhea accedió, gustosa, poniéndolo en
sus brazos sin sospechar sus intenciones. El Titán, entonces, con gesto que más tuvo de diabólico que de divino,
se engulló al recién nacido ante la mirada consternada de la madre, cuyo dolor
se renovaría después, ya que a cada nuevo hijo le esperaba la suerte de morir
devorado por su padre.
Desesperada
al no ñpoder ablandar el corazón paterno, Rhea
resolvió recurrir a una estratagema para salvar al último de sus hijos. A su
advenimiento, envolvió en unos pañales una piedra del tamaño de un niño, y
aparentando honda pena se la ofreció al cruel padre, el cual, poco razonador
comol sin duda era, ingirió, como en otras ocasiones, al supuesto infante, sin
sospechar nada.
Este
último así salvado no era otro que el divino Júpiter o Zeus,
llamado a ser la deidad suprema del Olimpo.
Confiado
el infante al cuidado de una ninfa, ésta lo llevó en secreto a una cueva, en
donde le prodigó esmerada atención y solícitos cuidados. Una cabra lo amamantó,
cumpliendo está misión tan acertadamente que su recompensa fue quedar para
siempre en el cielo como una constelación, la que conocemos con el nombre de Capricornio.
Pese
a sus precauciones, la profecía habría de cumplirse, pues cuando Saturno empezaba a sospechar el engaño
de que habís sido víctima, Júpiter lo atacó y lo venció, convirtiéndose así en el soberano de toda la
creación.
En
estas fantasías de los antiguos griegos encontramos simbolizadas las ansias y
aspiraciones del hombre, su anhelo de superación, su embrionaria concepción de
un universo que marcha hacia una continua y ascendente evolución; en el simbolismo
de todas estas personificaciones, la creación avanza; la humanidad tiende a
evolucionar. El Caos, que personifica
el desorden, lo informe, y la Noche,
de inconmensurable negrura, son suplantados por Erebo, que personifica las tinieblas menos negras, un paso de
avance en la escala ascendente hacia lo divino. De Erebo surgen Éter y
Hémera,
la luz y el día, que vienen a iluminar lo existente para hacer posible su
mejoramiento.
¿Qué
falta al impulso de estos dos para llevar a cabo su tarea? Falta el amor, el
germen fecundante, principio de vida y desarrollo. Eros fecunda con su dardo la entrañas de la Tierra y surge de este modo la vegetación, así como la vida animal.
Una
vez separadas las aguas de la materia s´plida y del aire, Gea, elemento
fecundo, nace Urano,
o sea, el cielo, para con él destronar a otras deidades y continuar en la
marcha hacia el mejoramiento de todos los seres.
De
generación en generación se transmitían estas leyendas oralmente, e iban
gradualmente complicándose de acuerdo con la mayor agilidad mental de los
nuevos hombres.
Transcurrieron
miles de años, hasta que el hombre sintió la necesidad de fijar sus ideas más
concretamente, de suerte que fueran menos susceptibles de distorsionarse a
través de la repetición oral. Y surgió la escritura, cuya invención fue un
adelanto muy importante.
Amenhotep-Huy ante Tutankamón, como
"Portador del abanico a la derecha del rey"
https://es.wikipedia.org/wiki/Amenhotep-Huy_%28virrey_de_Kush%29Claro que al principio no se les ocurrió a los
hombres la maravillosa idea de crear el abecedario, que los fenicios inventaron
hace tres mil años.
Sólo
con símbolos y figuras podían representar sus ideas; surgió la escritura
ideográfica, los jeroglíficos, que empezaron a emplear los egipcios, cuya
civilización fue más adelantada que la de los griegos.
En
la actualidad todavía los chinos no emplean en su escritura un abecedario
propiamente dicho, si no que se valen de ciertos signos que no son más que
jeroglíficos sintéticos o simplificados. Para escribir en chino
las ideas que se expresan en el texto de nuestros diarios, hacen falta por lo
menos 9 000 signos distintos, en contraste con las 28 letras de que consta el
alfabeto castellano.
Pues
bien el hombre empezó a emplear jeroglíficos para dejar constancia de sus
creencias y de los hechos importantes de su vida. Tal fue el principio de la Historia.
Pero esto se concretaba a inscripciones grabadas en piedra, en ciertos momentos
de gran importancia, lo que no era suficiente para recoger y transmitir la
complicada y creciente actividad material y espiritual.
Las
pieles de animales, especialmente preparadas, constituyeron después superficies
más blandas y más fáciles de manipular que la piedra, y sobre las pieles se pintaban, en vez de cincelarse, los jeroglíficos; de piel se hicieron, en un principio,
los pergaminos, cuyo uso alcanzó su desarrollo máximo en los conventos, muchos
siglos después, y con esto se dio un granpaso en la conservación de las
leyendas, creencias y datos históricos del hombre.
En
busca de otro medio más económico y fácil de obtener, inventó el hombre el papiro, material que se hacía con las
fibras de la planta llamada papiro, que abunda en las riberas del Nilo;
precisamente del vocablo papiro procede la palabra papel.
Este
fue un adelanto de gran importancia, porque representa el descubrimiento de una
substancia que después, al perfeccionarse, llegó a ser tan importante que sin
ella hubiera sido imposible el desarrollo cultural de la humanidad.
Con
el papiro y con el abecedario tomó gran incremento la escritura; muchos siglos
después surgió ña imprenta, y los bellos murales de jeroglíficos fueron substituidos por los
libros, con lo que la civilización humana avanzó espectacularmente; la
mitología cedió su puesto a la historia.
¿EXISTIÓ O NO EXISTIÓ TROYA?
Pocos
asuntos han sido motivo de tantas controversias como la existencia de esta gran
ciudad del Asia Menor. Durante siglos ha constituido un tema de sumo interés
para los más notables historiadores. Con pocos datos concretos en que basarse,
unos arqueólogos se inclinan por una hipótesis y otros por la contraria.
Homero y su lazarillo, por William-Adolphe
Bouguereau (1874).
https://mihistoriauniversal.com/biografia/homero
Y
es que la fuente principal de información sobre Troya es Homero,
el famoso poeta griego, en su maravillosa Iliada. En la época en que vivió Homero, no había todavía historiadores, ni
había escritura. Todos los hechos, reales o supuestos, se narraban de viva voz
y se cantaban, y por tanto las leyendas iban de boca en boca, de generación en
generación. Y eran los rapsodas, o poetas cantores nímadas, como Homero, los que se encargaban de
propagar esas narraciones.
Claro
que en tales casos se mezclaban los hechos reales con las más fantásticas
leyendas mitológicas, y no había sistema alguno para comprobarlas; además nadie
se preocupaba de separar lo real de lo imaginario.
Más
tarde, con el empleo de la escritura, se empezó a separar la historia del mito
y surgió la historia documentada; aparecieron los historiadores, que
reemplazaron a los poetas en la misión de conservar para la posteridad la
crónica de los acontecimientos de cada época.
Por
eso Homero en su Ilíada describe la
guerra de Troya mezclando con sus héroes personajes que pudieran haber sido
reales y con dioses de la mitología, situando en el Olimpo una especie de
cuartel general que dirigía las maniobras guerreras e inspiraba a sus héroes.
Algunos de los dioses estaban del lado de los griegos y otros del de los
troyanos. Juno y
Minerva,
por ejemplo, ayudaban a los griegos, mientras que Venus estaba de parte de los troyanos.
Tantos
elementos mitológicos hay en la narración de la guerra de Troya, que durante
mucho tiempo se pensó que todo ello era pura fantasía de la mente prodigiosa de
Homero.
La Iliada, según opinan algunos, fue
cantada por Homero, el cual no sabía escribir, puesto que en su época no se
practicaba todavía la escritura en Grecia; muy posteriormente otros se encargaron
de escribirla.
La Iliada, fue escrita, según parece, no
por uno, sino por varios poetas, y como
prueba de ello se alega que apareció en varios dialectos. Se dice que tal cosa
no sería lógica si hubiese sido escrita por la misma persona.
Por
otro lado, unos niegan la existencia de Troya y hasta ponen en duda la propia
existencia de Homero. Así es que, según ellos, no hubo Troya, ni hubo Homero,
ni hubo caballo. Esto último nosotros no podemos aceptarlo; porque entonces,
¿qué hacemos con nuestro famoso cuento de El
Caballo de Troya?
Con
esto echarían por tierra la épica novela troyana y la legendaria figura del
cantor. Las opiniones de los eruditos sobre este asunto han sido como un
péndulo: unas veces estaban de un lado, y otras, del otro. Y así seguían las
cosas hasta que un buen señor que no era ni historiador, ni filósofo, ni poeta,
decidió hacía 1870, hacer algo más que entablar discusiones bizantinas, y
decidió investigar, excavando.
La cuestión homérica
La
concepción de la Odisea por Aristóteles como un trabajo de la
vejez de Homero no es para nada imposible según la crítica actual; y si
la Ilíada es el más temprano de ambos poemas (como parece
probable por su estructura más simple y por la mayor frecuencia en la Odisea de
formas lingüísticas relativamente tardías), la Odisea podría
haberse creado siguiendo el mismo modelo de composición monumental que
estableció la Ilíada. Como ambas epopeyas difieren no sólo en su
construcción sino en varios otros detalles, no resulta inverosímil
considerarlas obra una de la madurez y la otra de la vejez del poeta, como
señalaron algunos eruditos en la Antigüedad.
Pero
también es aceptable, sostienen otros, la propuesta de ciertos gramáticos
alejandrinos, los llamados corizontes (separatistas) que
atribuyen la Odisea a otro poeta, el cual, siguiendo el modelo
homérico de la Ilíada, habría compuesto esta obra alrededor del año
700 a.C. La llamada "cuestión homérica" adquirió gran importancia con
la escuela alemana, en los trabajos analíticos de Fiedrich August Wolf (1795), de Karl Lachmann (1837), de Gotfried Hermann y de numerosos continuadores que
negaban, por diferentes razones, la existencia histórica de la figura de
Homero, o bien le reconocían, a lo sumo, una modesta intervención como
compilador. Bajo la óptica histórico-filológica todo aparecía anónimo y Homero
sólo era un nombre. La crítica moderna rectificó esta perspectiva volviendo a
considerar la muy probable existencia de un único y extraordinario poeta, sin
que por ello pueda hablarse de unanimidad en las innumerables cuestiones que
suscita el problema de la autoría.
El fondo histórico
No
es frecuente encontrar en la historia de las civilizaciones que una de ellas se
inicie, en el terreno literario, de forma tan brillante como la civilización
griega. Hoy día se sabe la razón de ello: los dos poemas atribuidos a Homero,
la Ilíada y la Odisea, hunden sus raíces en el
mundo micénico, en esa cultura griega del II milenio a.C. Los poemas de Homero
no reflejan ninguna civilización real, pero en ellos hay indudables vestigios
de una sociedad y de unos acontecimientos que, aunque idealizados, encierran un
núcleo de verdad histórica. Así, más que el inicio de la cultura literaria
griega, Homero fue la culminación del mundo griego del II milenio a.C. Es
evidente que la civilización micénica o aquea produjo, entre otras formas de
expresión artística, epopeyas que, transmitidas por tradición oral, fueron el
núcleo a partir del cual los poetas jónicos crearon la Ilíada y
la Odisea.
La
ciudad de Troya o Ilión se encontraba situada en la parte asiática del
Helesponto y controlaba todo el comercio de la zona al ser ruta obligada en el
paso de los Dardanelos. El enfrentamiento armado conocido como Guerra de Troya,
de claro carácter comercial, pudo haber sido el último esfuerzo del mundo
micénico, en franca decadencia, contra un poder extranjero. Sin embargo, en el
relato homérico, la guerra fue entablada por los aqueos, dirigidos por el rey
de Micenas, Agamenón, con la intención de rescatar a Helena, esposa de su
hermano Menelao y la mujer más hermosa del mundo, que había sido raptada por el
príncipe troyano Paris. El sitio se prolongó durante diez años; la Ilíada narra
únicamente una parte del décimo año.
Tras
la muerte de Aquiles, herido en el talón por Paris, la guerra concluyó gracias
a la estratagema ideada por Ulises, quien construyó un caballo de madera para
introducirlo en la ciudad de Troya con los más valientes de entre los griegos
en su vientre. La ciudad fue saqueada, incendiada y reducida a cenizas.
La Odisea es el relato del regreso de Ulises, y su mundo es
distinto al de la Ilíada; el poema parece más tardío e idealiza la
experiencia de la colonización griega a lo largo del Mediterráneo.
Durante
mucho tiempo se creyó que las historias de la Guerra de Troya no eran más que
mitos y leyendas creadas o transmitidas por Homero. Pero en el siglo XIX, el
joven alemán Heinrich Schliemann se sintió tan fascinado por la lectura de la Ilíada y
la Odisea que, convencido de que tenían una base real, se
propuso descubrir la antigua Troya.
https://bauldechity.wordpress.com/2019/08/05/troya-la-iliada-y-sus-protagonistas/
Se
dedicó a los negocios y trabajó duramente para conseguir el dinero para las
excavaciones, al tiempo que estudiaba arqueología y lenguas antiguas para
adquirir los conocimientos necesarios. Finalmente, con cuarenta y ocho años y
dueño de una fortuna, Schliemann se estableció en una aldea de Turquía cerca de
la cual supuso que debían hallarse los restos de la ciudad. Inició las
excavaciones en la colina de Hissarlik y poco después descubrió no una, sino
seis ciudades superpuestas. Hubo que rendirse a la evidencia: un arqueólogo
aficionado había descubierto Troya.
Entre
los muchos tesoros que encontró, el más famoso es una máscara de oro, a la que
Schliemann llamó la Máscara de Agamenón (sin ningún fundamento, obviamente). No
contento con ello, viajó por la Grecia continental y descubrió nada menos que
la antigua Micenas. La muerte le sobrevino antes de poder establecer cuál de
los distintos niveles encontrados en Troya correspondía a la ciudad del relato
homérico. Algunos de sus colaboradores propusieron que la Troya homérica
coincidía con los niveles VI o VIIa. Este último ofrecía evidencias de haber
sido destruido por un incendio en una fecha próxima al año 1250 a.C.
Gracias
a los descubrimientos de Schliemann sabemos hoy de la existencia de la llamada
civilización micénica. Ésta se desarrolló entre los siglos XVIII y XI antes de
Cristo, y se extendió por toda la Grecia continental, las islas y Creta. Era
una civilización avanzada, que conocía la escritura (se encontraron
inscripciones con nombres de algunos dioses y héroes de la Ilíada),
y lo suficientemente poderosa para medirse con los egipcios y los hititas.
Es
casi seguro que, hacia el año 1200 antes de Cristo, las ansias expansionistas
de la civilización micénica toparon con Troya. Troya, por su poder y su
situación estratégica, controlaba las ricas rutas comerciales entre el
Mediterráneo y Mar Negro. Al dominar los estrechos que unían ambos mares, los
troyanos podían comerciar libremente e imponer elevados peajes a los barcos
extranjeros, lo cual aseguraba su prosperidad. Los intereses comerciales
provocarían, por lo tanto, numerosos enfrentamientos entre Micenas y Troya.
Con
toda probabilidad, pues, la Ilíada nos habla de unas
civilizaciones y de unos conflictos que verdaderamente existieron, y que, al
cabo de varios siglos, eran aún conocidos por transmisión oral. Tanto la Ilíada como
la Odisea reflejan en tono épico las gloriosas hazañas de un
pasado poblado de héroes, pero a la vez, aunque sin aludir a un periodo
histórico claramente identificable, encierran un núcleo de verdad histórica: la
expansión micénica por Oriente y la colonización griega.
Si
hay tantas dudas con respecto a la mera existencia de la ciudad ¿cómo no ha de
haberlas acerca de la guerra y a la de nuestro Caballo de Troya? Pero, en realidad o leyenda, ésta es una cosa
curiosa y su conocimiento forma parte de la más elemental cultura.
Las más antiguas noticias sobre Homero sitúan su nacimiento en Quíos,
aunque ya desde la Antigüedad fueron siete las ciudades que se disputaron ser
su patria: Colofón, Cumas, Pilos, Ítaca, Argos, Atenas, Esmirna y la ya
mencionada Quíos. Para Semónides de Amorgos y Píndaro, sólo las dos últimas podían reclamar el
honor de ser su cuna.
Aunque son varias las vidas de Homero que han
llegado hasta nosotros, su contenido, incluida la famosa ceguera del poeta, es
legendario y novelesco. La más antigua, atribuida sin fundamento a Herodoto, data del siglo V a.C. En ella, Homero es
presentado como el hijo de una huérfana seducida, de nombre Creteidas, que le
dio a luz en Esmirna. Conocido como Melesígenes, pronto destacó por sus
cualidades artísticas, iniciando una vida bohemia. Una enfermedad lo dejó
ciego, y desde entonces pasó a llamarse Homero. La muerte, siempre según el
seudo Herodoto, sorprendió a Homero en Íos, en el curso de un viaje a Atenas.
Los problemas que plantea Homero cristalizaron a partir del siglo XVII
en la llamada «cuestión homérica», iniciada por François Hédelin, abate de
Aubignac, quien sostenía que los dos grandes poemas a él atribuidos, la Ilíada y
la Odisea,
eran fruto del ensamblaje de obras de distinta procedencia, lo que explicaría
las numerosas incongruencias que contienen. Sus tesis fueron seguidas por
filólogos como Friedrich August Wolf. El debate entre los partidarios de la
corriente analítica y los unitaristas, que defienden la paternidad homérica de
los poemas, sigue en la actualidad abierto.
La Ilíada consta de 15.693 versos agrupados en 24
cantos llamados libros o rapsodias; y la Odisea consta Un poco más
breve 12.110 versos en 24 cantos o libros.
LA GUERRA DE TROYA Y
OTRAS LEYENDAS MITOLÓGICAS
El asunto a que nos referimos no es precisamente la Guerra de Troya,
larga y complicada contienda entre Grecia y Troya, sobre la cual hay más
leyenda que historia, y la QUE DÍCESE CANTÓ Homero en su Iliada.
Aquí sólo se trata del episodio del Caballo
de Troya, que sucedió en esa guerra y que aunque sólo fue unos de los
miles de incidentes en ella, tiene la importancia de haber sido el que dio
término a la sangrienta lucha. Además, se relatan otras leyendas mitológicas
muy interesantes en las que tomaron parte los más poderosos dioses y diosas del
Olimpo.
La siguiente imagen se
ilustra un pasaje de la Eneida de Virgilio, en el que Eneas,
troyano superviviente de la destrucción de la ciudad, le relata a Dido,
reina de Cartago, colonia en las costas de África donde desembarcaron Eneas y
sus amigos en busca de un nuevo sitio para fundar otra ciudad, las heroicidades
de su pueblo y sus propias hazañas bélicas.
Dido se enamora locamente de Eneas,
quien obedeciendo órdenes de Júpiter se ausenta de Cartago y deja
a la pobre Dido sumida en profunda oena. Desesperada, manda levantar una pira
fúnebre y ya sobre ella se clava un puñal en el pecho y es devorada por las
llamas…
EL CABALLO DE TROYA
Entre Grecia y Troya hubo, según Homero, una de las más sangrientas
guerras que cuentan la historia y la leyenda. Esta guerra empezó sobre poco más
o menos en 1700 a. de C. y duró diez años, culminando en el sitio, incendio y
destrucción de Troya por los griegos. Tan arrasadora fue esta lucha que
todavía, a pesar de los treinta y ocho siglos transcurridos, al querer
describir un hecho catastrófico decimos que ardió
Troya.
Según nos cuenta Homero en la Ilíada, cuando Ulises, general griego, vio
cómo al final del décimo año de sitiar a Troya no habían podido todavía los
griegos vencer a los troyanos, encerrados en su ciudad amurallada, decidió
valerse de una estratagema como último recurso desesperado, ya que en la lucha
abierta que venían librando resultaban impotentes las huestes griegas, ya
cansadas y maltrechas.
Calchas, un sacerdote y adivino griego, al ser consultado por Ulises, le
aconsejó que hiciese construir un enorme caballo de madera del tamaño de una montaña –según dice la leyenda- que estuviese
hueco y hecho de tal manera que pudiesen ocultarse dentro de él un gran número
de soldados y los jefes más valientes. Construido el caballo sobre ruedas, y
una vez ocultos en él los soldados, se podía acercar rodando a las puertas de la
amurallada ciudad.
(Según unas versiones, cabían 21 soldados dentro del vientre del
caballo. Según otras, no eran 21 sino 31; y otras dicen que eran más de 50. Por último, autores
más optimistas dicen que eran nada menos que 3 000.) El lector puede escoger la
versión que más le convenza.
Óleo de 1815
"Dido y Eneas" del pintor neo-clásico Pierre-Narcisse Guérin. La
imagen recoge el pasaje de La Eneida de Virgilio, libro II, en el que el mítico
héroe troyano y fundador de Roma Eneas, narra a Dido, reina de Cartago, la
caída y saqueo de Troya. Cuadro de P. Guérin (Museo del Louvre, París)
https://www.goconqr.com/mapamental/566198/la-eneida
La otra parte de la estratagema consistía en hacer creer a los troyanos
que ya los griegos, dándose por vencidos, se retiraban,, y para ello empezaron
a trasladar su ejército hacia la costa y a reembarcarlo.
Sinón, un griego amigo de Ulises, de acuerdo con el plan, fingió que lo
perseguían los griegos, yendo a refugiarse entre los troyanos, quienes
magnánimamente le ofrecierón su protección. Sinón, en agradecimiento a sus
protectores y en tono muy confidencial, con gran lujo de detalles, les reveló
el secreto del caballo de madera. Les dijo que la estatua monumental era una
ofrenda que le hacían los griegos a Minerva para que esta diosa los ayudase en
la contienda, y que la habían hecho de proporciones enormes para que no
pudieran entrar por las puertas de la muralla, evitando que los troyanos la
internaran en su ciudad y se atrajeran con ello la simpatía y el apoyo de la
diosa.
Canta, oh musa, la
cólera funesta de Aquiles, el Pélida/ que causó infinitos males a los aqueos /
y precipitó al Hades muchas almas de héroes valerosos.
Con estos tres versos
empieza la Ilíada
https://kids.jotdown.es/2019/04/02/la-iliada-en-europa/
Aquí podemos abrir un paréntesis para decir
que, según una leyenda, el caballo no fue tal caballo, sino una yegua, pues
como la estatua era una ofrenda a una diosa, creyeron los griegos que a la
deidad le agradaría más que fuera del sexo femenino. Otra leyenda dice que no
fue ni una cosa ni itra, sino simplemente una torre, para franquear las
murallas.
Cuando los troyanos vieron que los griegos
huían y abandonaban el misterioso caballo, se fueron acercando cautelosamente a
examinarlo y quedaron admirados de su monumental tamaño; empezaron a discutir
qué habrían de hacer con él y si sería conveniente o no introducirlo en la
ciudad para ganarse así el favor de Minerva, aunque para ello tuvieran que
derribar parte de la muralla.
Entre los troyanos había algunos más prudentes,
como Capis, que desconfiaba de los griegos, aunque no tuvieran otra base para
ello que su natural suspicacia respecto a todos los actos de sus enemigos. El
sagaz Capis, decía que se debía destruir aquel monstruoso caballo sin detenerse
en más deliberaciones, para evitar el riesgo de caer en una posible trampa del
pérfido adversario.
Otro de los que así pensaban, tal vez el más
desconfiado, fue Laocoonte, sacerdote de Apolo, que presintió la estratagema
griega, llegando a decir que debían abrir la estatua para ver lo que contenía,
pues él estaba seguro de que era hueca. Y diciendo esto lanzó una flecha al
vientre del caballo para probar, por el sonido, que efectivamente lo era.
Baccio Bandinelli: Laocoonte y sus hijos,
copia en mármol, 1620-1625, Galería de los Uffizi, Florencia, Italia.
https://www.culturagenial.com/es/escultura-laocoonte-y-sus-hijos/
Según la mitología, Neptuno,
además de ser, entre otras cosas, dios de las aguas, lo era también de los
caballos, y consideró la acción de Laocoonte una profanación a la sagrada
estirpe de los equinos, e irritado procedió a castigarlo como merecía, para lo
cual hizo que dos enormes serpientes, flotando sobre las aguas y echando sangre
y fuego por su fauces, fueran hasta el altar donde Laocoonte, acompañado de sus
dos hijos, ofrecía un toro a su dios Apolo, y se enredaron en el cuerpo de los
dos jóvenes, quebrando sus huesos y quitándoles la vida. Al acudir Laocoonte a
defender a sus hijos, también lo envolvieron las serpientes en un abrazo fatal
y así pagó el sacerdote el sacrilegio de haber herido el vientre del enorme
caballo de madera.
https://bauldechity.wordpress.com/2019/08/05/troya-la-iliada-y-sus-protagonistas/
Aquiles arrastrando el cuerpo de Héctor ante las murallas
de Troya.
Una vez muerto, el cuerpo de Héctor es lacerado por los
aqueos, y posteriormente atado por los tobillos al carro de Aquiles, que lo
arrastra extramuros. Durante docer días, el cuerpo permanece expuesto al sol y
los animales, pero el dios Apolo protege el cuerpo del héroe de estos maltratos
y lo conserva impoluto.
Evidentemente de nada le sirvieron a Laocoonte sus plegarias, pues las
serpientes les dieron muerte a los tres y luego fueron a enroscarse a los pies
de la diosa Minerva, satisfechas de haber cumplido la misión que Neptuno le
encomendara
A pesar de este incidente, prevaleció entre los troyanos la opinión de
que Sinón le había revelado la verdad y que debían internar en la ciudad
aquella maravillosa ofrenda que habría de agradar a Minerva y hacerla su
aliada.
Como se ha dicho, era tan grande el caballo, que no cabia por ninguna de
las puertas de la muralla y en vista de esto decidieron derribar parte de ella
y así pudieron hacer rodar el caballo hasta el centro de la plaza principal, lo
cual se llevó a cabo entre alegres cantos, bailes y copiosas libaciones, en los
que tomó parte casi toda la población, con el regocijo sin límites que les
proporcionaba el creer que al huir los griegos finalizaba victoriosamente para
los trooyanos la prolongada y sangrienta querra que los había afligido durante
diez años.
Los troyanos engañan
a los griegos con el Caballo de Troya. Óleo sobre lienzo de Francisco
Collantes, primera mitad del
XVII, para el Palacio del Buen Retiro.
Francisco Collantes
(1599-1656)
https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:El_incendio_de_Troya_%28Francisco_Collantes%29.jpg
Por fin llegó la noche y los troyanos cansados de tanta
excitación durante todo el día, se rindieron al sueño y cayeron profundamente
dormidos. Entonces, los griegos, saliendo sigilosamente de du escondite en el
interior del caballo, dieron muerte a todos los centinelas que guardaban las
puertas de la muralla, y las abrieron para que entraran las tropas griegas que
habían vuelto a la ciudad. La estratagema había tenido el éxito apetecido.
El ejército griego, sediento de venganza y ávido de
botín, entró a saco y, después de cometer toda clase de excesos, prendió fuego
a la ciudad que con tanta tenacidad, valor y heroísmo habían defendido los
troyanos durante diez años para después, por crédulos incautos, tener que
entregarla allos mismos al enemigo.
https://historia.nationalgeographic.com.es/a/caida-troya-amargo-final-ciudad-mitica_19436
Así terminó la guerra de Troya, y esa fue la participación que en ella
tomó el famoso caballo.
Aquiles y Héctor
https://arteparnasomania.blogspot.com/2015/01/la-nueva-mitologia-del-siglo-xxi-donde.html
PARIS Y HELENA
Como muchos de los grandes dramas de la vida humana, el de la guerra de
Troya fue causado por la liviandad de una bella mujer y la cocupiscencia de un
hombre irreflexivo.
Paris y Helena fueron los protagonistas de
este sangriento hecho de la historia o la leyenda. ¿Quién era Paris? ¿Quién fue
Helena?
El rapto de Helena, de Gavin
Hamilton.
En la mitología griega, el rapto de Helena fue
realizado en Esparta por Paris (también llamado Alejandro), príncipe troyano, y
por algunos de sus mejores hombres.
Hay diferentes versiones sobre el modo en el que
se produjo. Algunas de ellas señalan que Helena no fue llevada por la fuerza,
sino que se dejó llevar por Paris. El rapto de Helena fue la causa de la guerra
de Troya, que fue inmortalizada por Homero en la Ilíada.
Paris había partido con una pequeña
flota a Esparta con la intención de traerse a Helena consigo, puesto que le
había sido prometida por Afrodita. En otras versiones, su intención era
realizar gestiones para la vuelta a Troya de su tía Hesíone.
Menelao estaba ausente de Esparta: había ido a
Creta para asistir al funeral de su abuelo Catreo. En algunas versiones,
Menelao se hallaba ausente ya cuando llegó Paris; en otras, Menelao recibió a
Paris hospitalariamente y después partió hacia Creta dejando a su esposa la
tarea de ejercer de anfitriona.
Versión del rapto
En su obra Elogio de Helena, Gorgias sigue la
versión en la que Helena fue raptada a la fuerza por Paris. No obstante,
también contempla la posibilidad de la seducción, pues argumenta en defensa de
Helena que si es seducida, entonces es porque ha sido obligada por alguna
deidad (sea Afrodita o sea Eros), y eso no se puede evitar.
Otros autores, como Lactancio Plácido, siguen
esta versión y explican que por ello Menelao aceptó de nuevo a Helena una vez
que Troya fue tomada.
En la obra de Quinto de Esmirna, una vez que
Troya ha sido tomada, Helena ofrece a Menelao la excusa de que ha sido raptada.
https://www.facebook.com/greciayroma/photos/a.1820896531372844/3574473386015141/?type=3
Príamo el rey de Troya, iba a tener un hijo, y
el oráculo, que en todo se metía, le dijo que si era varón, éste lo destronaría
(cosa muy común entonces entre los dioses y entre los hombres).
Ante
esta perspectiva, Príamo que tenía muy desarrololado el instinto de
conservación, hizo que al nacer su vástago, que resultó ser un niño, se lo
llevara un criado de confianza a unos pastores lejanos de la ciudad para que
llos, sin saber de quién se trataba, lo criaran como hijo suyo. Y así fue;
posteriormente, Paris se convirtió en un excelente pastor y un buen mozo,
fuerte y esbelto, reconocido por todos los que lo veían como el más hermoso
entre todos los jóvenes de la comarca.
Paris
ignoraba que era un príncipe, pues se creía el hijo de los pastores. Un buen
día, sin embargo, tuvo un encuentro con unos hombres que estuvieron a punto de
darle muerte por una discusión baladí, pero incidantalmente descubrieron que
Paris era su hermano, y príncipe como ellos, hijo de Príamo.
Al enterarse del suceso el padre, hizo que
llevaran a su hijo a la corte y lo instaló en el palacio con todas las
prerrogativas inherentes a los príncipes troyanos.
Príamo quería confiarle algunos asuntos de estado, pues el joven era
muy inteligente y capaz de desempeñar cualquier misión delicada.
El rey tenía una hermana, a la que había
enviado a Esparta en misión pacífica, y los espartanos buscaron pretextos para
retenerla entre ellos contra su voluntad y la de su hermano Príamo. Todas las
gestiones que hasta entonces se habían hecho, no habían tenido buen éxito y a
Príamo se le ocurrió enviar a su hijo, para ver como se comportaba.
Las relaciones entre Troya y Esparta eran muy
cordiales, y Paris fue a hospedarse nada menos que en el palacio del rey
Menelao, cuya esposa era Helena. Vamos ahora a conocer a Helena.
LEDA, MADRE DE HELENA
Leda
era hija del rey Testio de Etolia y esposa del rey Tindareo de Esparta. Era
la madre de los Dioscuros, Cástor y Pólux. Sus hijas mayores eran Clitemnestra, esposa
de Agamenón, y Helena, la mujer más bella del mundo,
esposa de Menelao
https://mitosyrelatos.com/europa/mitologia-griega-romana/leda
Helena es un personaje mitológico bastante complicado, unos dicen que
fue hija de Tíndareo de Esparta, y de su bella esposa Leda, y otros aseguran
que fue hija de Júpiter y de Leda.
El Júpiter de la mito0logía romana, es el Zeus de la mitología griega, y
en ambos casos el rey de todos los dioses.
Zeus era un dios temible, tan enamorado como
ingenioso para burlar la vigilancia de su celosa esposa, la diosa Juno,
que, conociéndolo, no dejaba de
vigilarlo. Pero él escapaba de la vigilancia conyugal, y siendo como era,
todopoderoso, acostumbraba transformarse en distintos animales y hasta en cosas
inertes (como una lluvia de oro en la que se transformó una vez para bañar a
la princesa Danae que su padre tenía
encerrada en una cámara herméticamente sellada).
Lo mismo se convertía en un toro, que en otro animal cualquiera. Resulta que
Zeus vio una vez a la bellísima Leda y se enamoró enseguida de ella. Para que
no lo identificara nadie, mientras trataba de conquistarla, se le ocurrió
convedrtirse en un bello cisne blanco.
Si Leda se enamoró de la belleza del cisne o de la
astucia de Zeus, no lo dice la mitología, pero sí dice que se enamoró y
correspondió a la pasión del dios.
Pues bien, un
día, Leda puso dos huevos. De uno de ellos salieron Helena y su hermano Pólux
yu del otro Cástor y Clitemnestra. Helena y Pólux eran
hijos de Zeus, y por tanto, inmortales, mientras que Cástor y Clitemnestra eran
hijos de Tindareo, el amado esposo de Leda, y por lo tanto, mortales.
Dicen que desde
la edad de diez años ya nuestra amiga Helena andaba por esos mundos creando
problemas. Creció y llegó a ser la mujer más hermosa de toda Grecia; de una
belleza tan deslumbrante como era su moral de opaca. Fue una de las veleidades
de Helena, esta vez con Paris, la causa de la guerra de Troya.
Afrodita cumple
la promesa de ayudar a Paris en la conquista del corazón de Helena.
Este friso representa a Cupido guiando a Paris a la presencia de Helena,
sentada a la diestra de Afrodita. Las musas Euterpe (Musa de la
Música), Plimnia (Musa del Arte Mímico), Helena (esposa de
Menelao), Afrodita (Diosa de la Belleza), Cupido (Dios del Amor), Paris
Príncipe de Troya) y Erato (Musa de la Poesía Erótica).
Antes de su matrimonio con Menelao, a Helena la pretendían todos los más
famosos y poderosos príncipes de Grecia y esto constituía un serio problema,
por las dificultades que surgían cuando ella, al decidirse por uno de ellos, se
ganara la enemistad de los demás.
Su padre quiso resolver el asunto eligiendo él, y así lo hizo,
escogiendo a Menelao. Antes de hacer esto,, y con idea de evitarse conflictos
con los otros príncipes, les pidió que prestaran juramento de que aceptarían de
buen grado su decisión, cualquiera que ella fuese, y mandó descuartizar un
caballo, animal sagrado para los antiguos griegos, e hizo que, puestos en pie
cada uno de ellos sobre un pedazo del animal, juraran solemnemente no sólo no
buscar venganza alguna al verse desairados, sino, además, acudir en defensa de
Helena en cualquier conflicto futuro.
Y ya tenemos por una parte a Helena, encantada de la vida, casada con
Menelao, rey de Esparta, y por la otra a Paris, instalado en el palacio de su
padre, que va a Esparta a tratar de rescatar a su tía. Cuando llegó Paris a
Esparta fue acogido con gran cordialidad por el rey e instalado en el palacio,
donde reinaba Menelao y la encantadora hija de Leda.
El lector recordará cómo en el “Juicio
de Paris, en el que las tres diosas que compedtían por la manzana de oro
dedicada a la más bella de todas, la
diosa venus trató de sobornar a Paris (lo cual logró), ofreciéndole su ayuda,
como diosa del amor, parfa conseguirle el corazón de la mujer o diosa más bella
que él deseara.
Por eso cuando el fogoso príncipe cruzó la primera mirada con la
esplendorosa Helena, recordó enseguida la promesa de Venus, que ella cumplió
debidamente, encargando a su hijo Cupido que hiriera con sus flechas el pecho
palpitante de la divina Helena, Y empezó el idilio.
Pronto Menelao se vio obligado a ausentarse durante varios días, y en
ese tiempo se tramó la traición. La pobre Helena no tuvo la culpa de que Cupido
la hiriera con una flecha, y víctima de su pasión, acordó con Paris recoger
todas sus prendas de más valor, y marcharse con él para Troya, olvidándose de
Menelao, y él olvidándose de su tía que había ido a buscar.
Cuando Menelao regresó y se encontró que le habían robado, pidió ayuda a
su hermano Agamenón, rey de Micenas,para que este prepararauna invasión a Troya
con objeto de rescatar a su esposa.
Agamenón pidió a todos los príncipes qyue havpian jurado ayudae a Helena
cuando ella lo necesitara, cada uno de los cuales tenía su propio ejército, que
uniera sus fuerzas a las espartanas para intentar el rescate.
Todos acudeiron con excepción de uno que no creyó prudente abandonar sus
vastas posesiones y mandó en su lugar una espléndida yegua, la celebrada Peten
rápida comno el viento. Esta substitución fue muy bien aceptada, porque
estimaban los griegos que más valía una yegua de esas características, que un
príncipe que no peleara. Y armando una flota de 1 000 barcos, zarparon rumbo a
Troya.
Y así vemos como Helena y Paris, si no fueron la causa principal, si
fueron el pretexto para iniciar es aencarnizada lucha entre dos naciones
poderosas, que duró diez años.
LA MANZANA DE LA
DISCORDIA
O
EL JUICIO DE PARIS
Antes de entrar a relatar esta curiosa
leyenda, conviene presentar a los personajes que tomaron parte principal en
ella.
Júpiter.-
Este es el rey de los dioses, tirano del Olimpo, tan enamorado como
ingenioso en sus calaveradas, para eterna preocupación de su buena esposa Juno, y el personaje más importante en
la Mitología, como se habrá visto en la descripción del origen del mundo.
Júpiter como si fuera un simple mortal, se enamoró perdidamente de la diosa
Tetis. Y aquí empezó el problema.
Tapiz mille-fleur de principios del siglo XVI
que representan las tres Parcas con sus nombres griegos
Las Moiras griegas –antecesoras de la tria
fata, hadas o Parcas
romanas– incluían a Cloto la
hilandera, Láquesis la medidora y Átropos, la cortadora del hilo de la
vida.
https://velleta1.rssing.com/chan-6240839/article31.html
Tetis.- Diosa de las aguas, bellísima y enamorada de Júpiter, pretendida a la vez por Peleo, a quien n o había correspondido
por preferir ella a Júpiter, el dios todopoderoso.
Juno.- Bella y paciente esposa de Júpiter, a quien
perseguía con sus celos, pues conocía sus pecaminosas correrías amorosas. Juno
se creía la diosa más hermosa del Olimpo.
Minerva.- La hija predilecta de Júpiter; diosa de la
sabiduría y de la ciencia. También muy hermosa, que a su vez pretendía se la más bella de las diosas del Olimpo.
Las bodas de Tetis y Peleo
1636 -
1638. Óleo sobre lienzo, 181 x 288 cm
Las bodas de Tetis y Peleo se narran en las Fábulas de Higinio (92:)
"(...) Cuando se casaron Tetis y Peleo, se dice que Júpiter había
invitado a todos los dioses al banquete excepto a Eris,
la Discordia. Ésta
se presentó más tarde, pero no fue admitida en el banquete. Así pues, ante
todos lanzó por la puerta una manzana y dijo que la cogiera la más
hermosa. Juno, Venus y Minerva comenzaron a reivindicar para sí el título de
belleza y surgió entre ellas una gran discordia. Júpiter ordenó
a Mercurio que las llevara al monte Ida, junto a Alejandro Paris, y que él actuara
como juez".
Venus.- Otra hija de Júpiter; diosa del amor, que
también estaba convencida de ser la más hermosa de todas.
Estas tres deidades: Juno, Minerva y Venus, organizaron el primer el
primer concurso de belleza que se tiene noticia, como consecuencia del cual
produjeron una gran perturbación en el Olimpo y contribuyeron indirectamente a
iriginar el casus belli que provocó
la Guerra de Troya.
Mercurio llevando la manzana de oro a Paris.
http://consentidoscomunes.blogspot.com/2013/11/el-juicio-de-paris-i-galeria-pintura-1.html
Eris.- La diosa de la discordia, a quien Júpiter
desterró del Olimpo por enredadora, por lo que no la invitó al banquete en que
se celebraron las bodas de Tetis y Peleo, en el que ella, por despecho, lanzó
la nefasta manzana de la discordia.
Paris.- Príncipe hijo de Príamo, rey de Troya, quien
antes que su padre lo reconociera como hijo, vivía con unos pastores cuidando
los rebaños.. Jípoter lo escogió para que actuara como juez en el concurso de
belleza.
Mercurio.- El último personaje que interviene en este
asunto es Mercurio (o Hermes, como se llama en griego);
era otro hijo de Júpiter (¿Habrá alguien en el Olimpo que no sea hijo de
Júpiter?); era también protector del comercio y del ganado, y por ñultimo dios
de los ladrones y truhanes.
El juicio de Paris
Hacia 1638. Óleo sobre lienzo, 199 x 381 cm
El relato mitológico del Juicio de Paris tiene su origen en la boda de Tetis y Peleo, donde Eris, diosa de la discordia, reto a la diosa más bella presente a recoger una
manzana de oro que había lanzado entre los presentes. Juno, Minerva y Venus, comenzaron una disputa y Júpiter decidió darle la manzana a Mercurio y que
éste se la diera a Paris, que actuaría como juez. El Juicio lo narra el poeta
romano Ovidio en su obra Heroidas (XVI, 65-88), donde Paris finalmente escogió a Venus como la vencedora. A cambio, la diosa le dio la mano de Helena de Troya, desencadenando la Guerra de Troya.
Y a éste fue a quien encargó Júpiter que le llevara a Paris, el
romántico pastor, la manzana de oro y las tres diosas rivales, pretendientes al
codiciado cetro de la belleza.
Entre los dioses inmortales, como entre los humanos mortales, siempre
existieron los celos, la envidia y el amor. Júpiter, el padre de todos los
dioses, se enamoró de Tetis, bellísima diosa del Olimpo, pero por prudencia no
quiso hacerla su esposa, sin antes consultar a quien únicamente podía
vaticinarle el futuro, que era el Hado, representado por las tres
hermanas Parcas: Cloto, la más joven, que hilaba el
hilo de la vida en el que se alternaban hebras blancas y negras; Láquesis,
la segunda, que torcía estos hilos, los que a veces salían fuertes de sus dedos
y a veces débiles; y la tercera Ätropos, la vieja, que armada de
unas grandes tijeras, cortaba sin compasión ese hilo de la vida.
El Hado le dijo a Júpiter que Tetis estaba destinada a tener un hijo,
que habría de superar notablemente a su padre. Esto preocupó mucho a Júpiter,
que renunció a su proyecto de casarse con Tetis, pues de ninguna manera quería
tener un hijo que lo destronara como él había destronado a su padre. La mano de
su amada fue ofrecida por él entonces a Peleo, quien hacía tiempo la venía
pretendiendo sin éxito, porque en la competencia con el omnipotente Júpiter,
Peleo, como pobre mortal, no tenía posibilidad alguna de salir vencedor.
Júpiter le prometió a Tetis obsequiarla con un suntuoso banquete y
acudir a la boda con todos sus dioses, si ella aceptaba a Peleo, y así se
arregño el asunto. Júpitedr y toda su corte asistieron a la fiesta de los
esponsales y todo salió perfecto. Por la confusión de tan complicada fiesta,
dejaron de invitar a Eris, que es la diosa de la discordia, y ésta, con sobrada razón, se indignó y se propuso vengarse,
rompiendo la dulce armonía de tan agradable fiesta.
Para ello llevó una manzana de oro en la que había una inscripción que
decía: “a la más bella de todas”, y
la arrojó sobre la mesa en medio de los asombrados concurrentes.
Todas las diosas se abalanzaron a cogerla, pero poco a poco fueron
retirándose, hasta que dejaron solas a las tres reconocidas, como las más
bellas y poderosas, que eran Minerva, Juno y Venus, la cual, sonriendo
maliciosamente, dijo: ¿Quién podría a
aspirar con mayor derecho a esa distinción que la diosa del amor y la belleza?
Y aquí vino el problema. La discusión entre estas tres no logró
resolverlo y ellas apelaron a los otros invitados para que estos formaran un
jurado que fallara cuál era la más bella de las tres.
Ante esta situación, a Júpiter, que tampoco quería intervenir, se le
ocurrió enviar a las diosas contendientes al monte Ida, donde un hermoso pastor llamado Paris cuidaba sus ovehas
y éste, sin duda, era quien podría juzgar desapasionadamente el caso. Y allá se
fueron las tres diosas a presentarle su problema al pastor. Mercuriop fue
comisionado para llevar la manzana y acompañar a las diosas.
Tal como hacen hoy en la Tierra los negociantes, cada una de las diosas
llamó aparte a Paris y le hizo ofertas, tranado de sobornarlo.
Juno, la primera, le dijo que como ella era la
mujer del todopoderoso Júpiter, era también reina de las diosas y podría
ofrecerle a él toda clase de poderes y riquezas.
Minerva, la diosa de la
sabiduría y de la guerra, por su parte, le ofreció gloria y renombre y buen éxito en la guerra, si él
fallaba en su favor.
Venus, la diosa de la
belleza y del amor, le dijo que su oferta consistiría en ayudarle en sus
empresas amorosas, y a conseguirle por esposa a la mujer más bella que él
encotrara en su vida.
El joven y humilde pastor no anhelaba riquezas que desconocía, ni le
interesaba el poder que le ofrecia Juno; tampoco le hacía falta para nada la
gloria, el renombre y los éxitos guerreros que le daría Minerva. Nada de esto
necesitaba en su tranquila montaña de Ida, donde vivía sereno y sin ambiciones,
cuidando sus rebaños.
La promesa de Venus no le pareció mal. Eso era mucho mejor para un alma
romántica, como la suya, y aunque de amor no sabía mucho, tenía, sin embargo,
el pálpito de que le iba a ser muy grato. Pensó también que cuando estuviera en
posesión de lo que las otras dos le ofrecían, querría utilizarlo indirectamente
para lograr lo que Venus le ofrecía directamente. De eso no tenía la menor
duda.
Y así fue como en su célebre juicio frcifó en favor de Venus, ganándose
con esto el odio inmortal de las dos diosas vencidas.
Y así terminó el primer concurso de belleza inspirada en el famoso
cuadro de Rubens, que nos da una idea de cómo pudo haber sido este célebre
concurso del Juicio de Pris.
JÚPITER Y JUNO
Según la mitología, Júpiter-Zeus,
era la deidad máxima del Olimpo; era la personificación del cielo y de todos
los fenómenos del aire, y el guardián absoluto del orden y de la paz del mundo;
todo en el cielo y en la tierra dependía de él, omnipotente tirano libertino.
Su pobre y abnegada mujer, la diosa Juno-Hera,
no teníoa momento de reposo vigilando al truhán de su marido. Entre la
pareja no hubo más que traición y deslealtad de un lado; cedlos y tiranía del
otro. Zeus pasaba la vida entre frívolos galanteos con diosas y mujeres
mortales, mientras Hera, que muy pronto se dio cuenta del temperamento de su
consorte, se valía de las más indignas tretas para tenderle trampas, y cada vez
que lo sorprendía en un a infidelidad sabía hacer sentir su poder a la
inspiradora del desliz.
Cierto día notó Zeus que una inesperada y densa nube obscurecía todoen
torno a ella, y sospechando una traición, se valió de su poder para desvanecer
la niebla, con lo que alcanzó a ver a Zeus junto a una mansa ternera a orillas
de un turbulento arroyo. Comprendxió Hera que bajo la forma de la ternera se
ocultaba una rival, y se acercó al grupo dispuesta a poner a mabos en una
situación embarazosa. Con simulada amabilidad alabó la belleza del animal y se
mostró tan atraída por su gracia, que Zeus se vio en el compromiso de
ofrecérsela como regalo.
La ternera en cuestión era Io, hija del dios del río, con quien
Zeus sostenía relaciones galantes, y a quien sólo había tenido tiempo de
cambiar en ternera oara escapar a la persecución de Hera. Ésta, que había
aceptado la ofrenda sin dejar por ello de sospechar, continuó implacable en sus
designios de venganza y castigo. A Argos, el de los cien ojos, qaue jamás
cerraba más que dos para dormir, confió Zeus el cuidado de su apreciada
ternera.
Mejor guardián no podía haber encontrado. Argos tenía sus cien ojos
sobre ella durante el día; de noche substituía los dos que dormían con una
gruesa y áspera soga que ataba a su cuello. Ante tal opresión hubiera extendido
la desesperada sus brazos en súplica y hubiera implorado clemencia, pero brazos
no tenía, y en vez de palabras sólo salían de su boca tristes mugidos, que no
conmovían al implacable Argos.
Pesaroso al ver los sufrimientos de Io, Zeus envió a Mercurio en su
auxilio. Éste se apareció en la Tierra aparentando ser un pastor; y provisto de
su varita soporífera, pastoreó su rebaño junto a Argos. Tocaba el pastor un
instrumento musical formado por cañas de tamaños desiguales por los que el aire
al pasar producía sonidos agradables. Intersado, Argos invitó al joven a
sentarse a su lado mientras su rebaño pacía. A la vez que blandía su mágica
varilla, Mercurio relataba largas y curiosas historias, entre ellas el origen
del extraño instrumento que tocaba, explocando, cómo el dios Pan,
habiéndose enamorado de una ninfa que no correspondía a su amor, se había
encontrado abrazando un montón de cañas cuando creía estrechar a la ninfa, y
cómo con las cañas había improvisado el instrumento.Por efecto de la triple
magia de la música, los relatos y la varilla, Argos al fin cerró sus cien ojos,
y Mercurio se aprovechó para darle muerte y liberar a Io. Hera dispuso que los
ojos de Argos adornaran la ola de su pavo real.
Aun con todo esto no se sació la sed de venganza de la diosa. Huyendo de
una mosca que le había sido enviada para atormentarla, tuvo Io que recorrer la
Tierra y nadar por el mar Jónico, nombre del suyo se deriva. Zeus, al fin,
suplicó a su esposa que devolviera a la joven su formal normal a cambio de la
promesa de renunciar a su amor.
Juno y Argos, de Pedro Pablo Rubens, 1610 – 1611. Óleo sobre
lienzo. Museo Wallraf-Richartz, Colonia, Alemania. Rubens en esta ocasión representa a Juno (Hera)
retirando los ojos de la cabeza de Argo para depositarlos en los pavos reales.
Debajo, el cuerpo de Argo decapitado.
https://www.suspirosmagazine.com/2018/07/24/mito-argos-pavo-real-mitologia-griega/
MINERVA o PALAS ATENEA
En la mitología se encuentran las cosas más fantásticas que puedan
concebirse, por eso no hay que ser muy exigente buscándoles lógica y sentido.
Todo es pura fantasía, poéticas alegorías de la mente febril y creadora de los
griegos, quienes querían encontrar explicación a los más obscuros misterios de
la vida y la Naturaleza.
Era la diosa de la Sabiduría, de la Paz, de la Guerra defensiva ,
incluyendo de las labores de aguja, y coupaba un lugar muy preferente en el
monte Olimpo, cerca del todopoderoso Zeus, rey de todos los dioses.
https://historia-arte.com/obras/palas-atenea
En la antigua religión
griega, (del griego ático Ἀθήνα, trans. Athēnē, o Ἀθηναίη, Athēnaiē), también conocida como Palas Atenea (Παλλὰς Aθήνα), es una diosa de la guerra. A diferencia
de Ares, que personificaba
la guerra de forma brutal, Atenea dirigía las acciones bélicas de forma
inteligente y ordenada. Además, era la diosa de la civilización, la sabiduría, la razón, la inteligencia, la estrategia en combate,
la victoria, las ciencias, la artesanía, la industria, los inventos, las artes, los oficios, la navegación, los héroes, la fuerza, el valor, la protección, la ciudad estado, la educación, la justicia, la ley y la habilidad. Fue una de las principales divinidades
del panteón griego y una de los doce dioses
olímpicos. Atenea recibió
culto en toda la Grecia Antigua y en toda su área de influencia, desde las
colonias griegas de Asia Menor hasta las de la península ibérica y el norte de África. Su presencia está
atestiguada hasta en las proximidades de la India. Por ello su culto tomó
muchas formas e incluso tuvo una extensión considerable hasta el punto de que
su figura fue sincretizada con otras divinidades en las regiones aledañas al
Mediterráneo. En la mitología romana se la adoraba con el nombre de Minerva.
La versión más tradicional de su mito
la representa como hija partenogenética de Zeus, nacida de su frente ya
completamente armada después de que se tragase a su madre. Jamás se casó o tuvo
amantes, y mantuvo una virginidad perpetua. Era imbatible en la
guerra, ni el mismo Ares pudo derrotarla. Fue patrona de
varias ciudades pero se volvió más conocida como protectora de Atenas y de toda la región del Ática. También protegió a muchos héroes y otras figuras mitológicas,
y aparece en una gran cantidad de episodios de la mitología.
Fue una de las deidades más
representadas en el arte griego y su simbología ejerció una profunda influencia
sobre el propio pensamiento de aquella cultura, en especial en los conceptos
relativos a la justicia, la sabiduría y la función social de la cultura y las
artes, cuyos reflejos son perceptibles hasta nuestros días en todo el
Occidente.
Nacimiento y familia
En el panteón olímpico Atenea
aparece como la hija favorita de Zeus, nacida de su frente ya completamente armada después de que se
tragase a su madre, Metis. La historia de su nacimiento aparece en varias versiones.
Homero llama a Atenea hija de Zeus,
sin alusión alguna a su progenitora o a la forma en la que llegó a existir,
mientras la mayoría de las tradiciones posteriores coinciden al afirmar que nació
de la frente del dios. Ya en Hesíodo la madre de Atenea es la oceánide Metis, la primera esposa de Zeus. Tras yacer con ella,
Zeus temió inmediatamente las consecuencias, pues había sido profetizado que Metis alumbraría hijos más poderosos que él. Para impedir tan
graves consecuencias, siguió el consejo de Gea y Urano y «la encerró en su vientre», pero Metis ya había concebido una hija, Atenea, que
brotaría de su frente.
Píndaro añade que Hefesto abrió la cabeza de Zeus con su hacha minoica de
doble hoja, el labrys, y que Atenea saltó de la cabeza completamente adulta y
completamente armada, una afirmación de la que se dice que Estesícoro fue la autoridad más antigua; «y llamó al ancho cielo con su claro grito
de guerra. Y Urano tembló al oírlo, y la Madre Gea...» Otros cuentan que Prometeo, Hermes o Palemón ayudaron a Zeus en el nacimiento de Atenea y mencionan al
río Tritón como el lugar del suceso.
Los mitos clásicos posteriores
señalaban que Hera se molestó tanto de que Zeus
tuviese un hijo, aparentemente por sí mismo, que ella hizo lo propio con Hefesto. Tras
la aparición de esta versión se empezó a afirmar que Metis no tuvo más hijos y
que Zeus perduró como rey del Olimpo. Los mitos griegos permanecieron estáticos
en este punto, sin cambiar hasta el declive de la cultura antigua y la práctica
de su religión
Atenea fue representada en obras de
arte con frecuencia, pero fue Fidias quien estableció su tipo ideal en tres estatuas, las más
famosas, erigidas en la Acrópolis de Atenas:
·
La colosal estatua criselefantina (labrada en marfil y oro) de Atenea Pártenos, de 12 m de
altura aproximadamente (comprendido el pedestal de 1,50 m) ubicada en el Partenón. La
diosa era representada llevando una larga túnica que le caía hasta los pies, y
sobre su pecho tenía la égida con la cabeza de la Gorgona. Tenía un casco en la
cabeza y llevaba en una mano una Niké de seis pies de alto, y en la
otra una lanza, con la que apoyaba contra un escudo adornado con escenas de las
batallas de las Amazonas con los Gigantes. A sus pies tenía una serpiente.
·
La estatua de bronce de Atenea
Promacos, fundida de los expolios de los atenienses en la batalla de Maratón, ubicada entre los Propileos y
el Erecteión. Las proporciones de esta estatua era tan enormes que la
brillante punta de la lanza y el penacho del casco eran visibles para los
marineros que se aproximaban al Pireo desde Sunión.
·
La Palas Lemnia, así llamada porque
había sido dedicada por los clerucos atenienses
de Lemnos. El atractivo de esta estatua le
ganó el apodo de «la hermosa». Como la anterior, era de bronce, y al
representar a Atenea como diosa de la paz, no llevaba casco.
Se conservan un gran número de
representaciones de Atenea en estatuas, bustos colosales, relieves, monedas y
vasijas pintadas. Entre los atributos que caracterizan a la diosa en estas
obras de arte están:
·
El yelmo de tipología corintia, que
suele llevar en la cabeza, bien elevada sobre la frente para revelar su cara
con gesto de saludo pacífico, pero que en unos pocos casos lleva en la mano.
Suele estar adornado de la forma más bella con grifos, cabezas de corderos, caballos y esfinges.
·
La égida, una coraza de piel de cabra que en
mitos posteriores se decía le fue dada por su padre, Zeus, aunque estuvo
relacionada con él mucho antes en otros contextos culturales.
·
El escudo redondo argólico en cuyo
centro aparece el gorgoneion, la cabeza de la gorgona Medusa, el sello distintivo del culto a la primitiva diosa en
Grecia que recibió la posición más alta en el vértice del frontispicio del Partenón (más tarde se decía que su escudo era
un regalo votivo de Perseo).
Su atuendo suele ser la túnica
espartana sin mangas, sobre la que viste una túnica, el peplo o, aunque raramente, la clámide. La expresión general de su figura es meditabunda y seria, su
cara es más ovalada que redonda, su pelo es rico y generalmente peinado hacia
atrás sobre las sienes, flotando libremente por detrás. La figura completa es
majestuosa, y más fuerte que esbelta: las caderas son pequeñas y los hombros
anchos, de forma que en conjunto recuerda de algún modo una figura masculina.
En anteriores retratos arcaicos de
Atenea sobre vasijas pintadas, la diosa conserva parte de su carácter
minoico-micénico, como las grandes alas de pájaro, pero esto no es cierto en
esculturas arcaicas como las de Atenea Afea, donde subsumió a una diosa anterior invisiblemente
numinosa, Afea, con relaciones cretenses en sus mitos.
La Atenea
pensativa es un relieve fechado sobre
el 460 a. C. que representa a una Atenea cansada descansando sobre una
vara.
Construido para
albergar a la diosa Atenea Parthenos de Fidias,
desde sus comienzos el
Partenón estuvo destinado a ser
el templo principal del proyecto de reconstrucción de la Acrópolis ateniense que fue llevado a
cabo por Pericles en el siglo V a.C.
https://historia.nationalgeographic.com.es/a/partenon-afronta-restauracion-historica_14251
VENUS DIOSA DEL AMOR
Afrodita era la diosa griega del amor, la
lujuria, la atracción física y el sexo. En un mundo como la Antigüedad, en el
que las relaciones sexuales no eran
consideradas como algo pecaminoso ni negativo, el ámbito de influencia de la diosa Afrodita
era amplio y variado, lo que explica la gran atención que recibió esta diosa,
tanto desde el punto de vista del desarrollo de sus mitos como de la aparición
de todo tipo de cultos a lo largo y ancho del Mediterráneo. En efecto, Afrodita
fue una de las divinidades más veneradas en la Antigüedad, contando con grandes
templos en las principales ciudades y santuarios. Tal fue la fuerza de esta
diosa que acabó por absorber a todas las divinidades menores con las que
compartía algún tipo de ámbito, en un complejo proceso de sincretismo religioso
que dio lugar a una gran variedad de cultos y advocaciones diferentes de la
misma Afrodita.
NACIMIENTO E INFANCIA
El mito del origen
de Afrodita está relacionado con la propia etimología de su nombre. El término
griego aphrós significa espuma, y esto pudo llevar a la consolidación de la
creencia de que esta diosa había nacido del mar. Según el mito más antiguo que
ha llegado hasta nosotros, recogido por el poeta Hesíodo, tras arrancar Cronos
los genitales a su padre Urano arrojó los despojos de esta acción al mar, en
las costas de Pafos, en la isla de Chipre. De la mezcla del semen y la sangre
de Urano con la espuma del océano, nació la diosa del amor, ya adulta. Esta
versión del nacimiento de Afrodita ha sido la más célebre, inspirando a
artistas de todas las épocas. Sin embargo, existen otras tradiciones que hablan
de un origen diferente para esta diosa. Según Homero, Afrodita era hija de Zeus
y Dione, una divinidad que acabó por perder su importancia en el panteón
griego, pero que en su origen pudo haber sido la compañera del padre de los
dioses hasta que Hera la sustituyó en este papel.
Todos los escritores antiguos están de acuerdo en que Afrodita no tuvo
infancia, sino que nació ya siendo que adulta, con
sus formas físicas maduras y listas para ser deseables por todos los mortales y
los inmortales.
El nacimiento de Venus en sin duda una de las obras de arte más
famosas y apreciadas del mundo. Pintada por Sandro
Botticelli entre 1482 y 1485, se ha convertido en un símbolo de la
pintura italiana del siglo XV, llena de significados alegóricos y referencia a
la antigüedad.
El tema deriva de la literatura latina de la Metamorfosis de
Ovidio. Venus es retratada desnuda sobre una concha en la orilla del mar; a la
izquierda los vientos soplan suavemente acariciando su cabello con una lluvia
de rosas, a su derecha una sierva (Ora) espera a la Diosa para vestirla.
En la pradera podemos ver violetas, símbolo de modestía, y muchas veces usadas
para crear pociones de amor.
https://www.visituffizi.org/es/obras-de-arte/el-nacimiento-de-venus-de-botticelli/
Venus vendando los ojos a Cupido
Siglo XVII. Óleo sobre lienzo, 118 x 186,7 cm
Esta es sin duda una de las mejores copias antiguas que
se conservan de un original de Tiziano (Roma, Galleria Borghese). De pincelada segura y suelta, está hecha atendiendo al conjunto y no
a las partes, por un artista que, además de reproducir a escala real y con
exactitud la composición, no esconde su propio estilo y sabe imprimir en ella
su sello personal.
El mito de Adonis está
relacionado con Afrodita desde la misma narración del nacimiento del joven. Los
autores antiguos cuentan que Mirra, hija del rey de Chipre, afirmó que era tan
bella como la misma Afrodita. En castigo por esta insolencia, la diosa hizo que
en el pecho de la joven se encendiera una incontenible pasión hacia su propio
padre. A sabiendas de que éste rechazaría unas relaciones incestuosas con su
hija, Mirra se hizo pasar por una prostituta y, de este modo, logró acostarse
con su padre. La joven quedó embarazada, y al descubrir su padre el deshonor
que había caído sobre la familia, trato de matar a Mirra. Ésta suplicó entonces
a los dioses que salvaran su vida y éstos, atendiendo su súplica, la
convirtieron en un árbol, que en adelante llevaría el nombre de la joven, el
árbol de la mirra. Sin embargo, la gestación de su hijo estaba en un estado tan
avanzado que de la corteza del árbol surgió un hermoso bebé que quedó
depositado a los pies de la planta.
La diosa Afrodita descubrió al bebé y lo adoptó,
poniéndole de nombre Adonis. Para que creciera seguro, le confió su cuidado a
Perséfone, reina del infierno, que crió al bebé hasta que alcanzó la
adolescencia. Adonis se convirtió en un joven hermoso, hasta el punto de que,
cuando Afrodita regresó al infierno para buscarle, Perséfone se negó a devolver
la custodia de Adonis. Ante la disputa de las diosas, Zeus dictaminó que el
joven pasara un tercio del año con Perséfone, un tercio con Afrodita y un
tercio con quien él mismo deseara.
Tras su regreso a la tierra, el joven Adonis
desarrolló una gran afición por la caza, pasión en la que la diosa Afrodita le
acompañaba cada vez que podía. Pese a que gozaba de la protección de las
divinidades, Adonis era un mortal, y como tal podía morir a manos de las
bestias que trataba de dar caza. Afrodita le advirtió de los peligros que
corría en cada cacería, pero el joven Adonis no quiso escucharla. En una
ocasión en la que trataba de dar caza a un enorme jabalí, éste se volvió contra
Adonis y, tras castrarle con sus colmillos dio muerte al joven. Algunos autores
afirman que el jabalí fue enviado por el dios Ares, celoso de la relación que
Afrodita, su amante, mantenía con el bello Adonis.
La diosa Afrodita, al descubrir el cadáver del
joven, convirtió cada gota de su sangre en una anémona, de forma que su muerte
quedara honrada en cada florecimiento de esta planta. Desde este momento,
numerosas ciudades instauraron un culto al joven fallecido en el que éste era
asociado a Afrodita.
Venus y Adonis. Hacia 1580. Óleo sobre lienzo, 162 x 191
cm
Como su pareja, Céfalo
y Procris (Museo de Estrasburgo, inv. 634, óleo sobre lienzo, 162 x 185 cm), ilustra un
pasaje de las Metamorfosis del poeta romano Ovidio que da cuenta de un amor truncado por la
muerte repentina de uno de los amantes, en este caso, Adonis. Veronese muestra la pesadumbre de Venus, diosa del amor, que intuye la muerte que
encontrará su amante en una cacería.
Venus y Adonis
Tiziano Vecellio, Museo del Parado, Madrid
https://es.artsdot.com/@@/8Y2UKH-Tiziano-Vecellio-%28Titian%29-venus-y-adonis
Carneiro, Antonio M., El Caballo de Troya y otras leyendas mitológicas, México, Editorial
Novaro, S.A., Colc. Panorama Cultural, pp.1-64
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/h/homero.htm
https://www.nationalgeographicla.com/historia/2023/01/es-real-la-historia-del-caballo-de-troya
https://www.suspirosmagazine.com/2018/07/24/mito-argos-pavo-real-mitologia-griega/
https://es.wikipedia.org/wiki/Atenea
https://portalmitologia.com/afrodita-la-diosa-del-amor
http://hoocher.com/Paolo_Veronese/Paolo_Veronese.htm
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