En torno al concepto de guerra florida entre tlaxcaltecas y
mexicas
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Introducción
Al momento de acontecer el contacto europeo con Mesoamérica, algunos de
los pueblos y culturas que estaban asentados en los valles centrales de esta
super-área aún se encontraban en pugna. Quizás el enfrentamiento más importante
y significativo, que incluso fue aprovechado por los conquistadores hispanos,
fue el que tenían tlaxcaltecas y mexicas. Los últimos enfrentamientos entre ambos
pueblos habían sido tan cruentos y sangrientos que el odio mutuo había llegado
al extremo de impedir los casamientos entre la gente de una y otra parcialidad.
Sin embargo, esta hostilidad registrada en el momento de la conquista,
se vio menguada por algunos cronistas de la segunda mitad del siglo XVI que
decían que dicha enemistad había desembocado en confrontaciones militares que
hasta ese entonces habían tenido un carácter religioso y a las que denominaron
“guerra florida”, es decir, guerras
con un sentido religioso. Según la mayoría de estos cronistas, esta guerra se
hacía en beneficio de los mexicas ya que era la forma en que se abastecían de
víctimas para ofrendar a su dios Huitzilopochtli lo que también fue utilizado
como argumento para sustentar que éstos no tenían interés en conquistar la
provincia de Tlaxcala.
A partir de esos cronistas, numerosos historiadores han retomado dicha
creencia; basta revisar a Clavijero (1987), Orozco y Berra (1960), Chavero
(1950) e incluso la gran mayoría de los investigadores modernos que tratan
dicho acontecimiento la han mantenido sin intentar llevar a cabo un análisis
crítico al respecto. Esto ha propiciado que se sobrevalúe la capacidad militar
mexica y se minimice la importancia política y militar de otras provincias de
Mesoamérica, algunas de las cuales tuvieron un papel fundamental en la
conquista de las ciudades de México-Tenochtitlan y Tlatelolco.
En el presente trabajo me propongo hacer un análisis de la guerra
florida y del contexto histórico en que se dio entre tlaxcaltecas y mexicas, el
cual, pienso, derivará en puntos de vista que contradigan en gran parte lo
hasta hoy aceptado sobre el tema.
El concepto de guerra florida
Encontramos el concepto de guerra florida en escritos de mediados del
siglo XVI. Torquemada la menciona pero no la acepta; Ixtlilxóchitl dice que fue
una cuestión que involucró también a los tlaxcaltecas, aunque predomina hasta
ahora la versión difundida en Durán, Tezozómoc y el Códice Ramírez, en
la que se establece que fueron los mexicas los que determinaron dicho
acontecimiento.
De la combinación de estas crónicas y de la de Ixtlilxóchitl se ha
establecido una versión errónea, en la cual se ha supuesto un pacto de no
conquista por parte de los pueblos involucrados, lo que no es evidente en las
fuentes históricas de tradición mexica. Así, en la versión que encontramos en
los escritos de Durán, Tezozómoc y el Códice Ramírez, se
distingue que la instauración de la guerra florida fue una determinación de la
nobleza mexica:
… poniendo en plática el rey Motecuhzoma… sobre que se ordenase cómo los
dioses fuesen servidos con sacrificios de hombres con la frecuencia necesaria…
mandó juntar sus grandes señores. Los cuales juntos, les dijo como su voluntad
era ordenar una feria militar, donde como quien va al mercado, de tantos en
tantos días se acudiese a comprar honra y gloria humana con su sangre. (Durán,
1967:235)
Para las fuentes históricas de tradición mexica, la decisión de Moctezuma Ilhuicamina de implantar la
guerra florida fue unilateral, y una vez aceptada y confirmada por los nobles
mexicas, les fue dada a conocer a los gobernantes de los pueblos aliados. La
relación de Durán continúa:
Y luego enviaron llamar a los dos reyes comarcanos, conviene a saber, a
Nezahualcoyotl y Totoquihuaztli, y a todos los señores y grandes de Chalco y
Xuchimilco, y de la Tierra Caliente, y de toda la Cuauhtlalpan y mazahuaques.
Los cuales congregados y juntos, como llamados a cortes, les fue pronunciada la
nueva ley y determinación y que de ahí en adelante, cuando fuesen llamados para
la guerra de Tlaxcala, Huexotzinco, Cholula, Atlixco, Tecoac, Tliliuhquitepec,
que luego sin ninguna dilación, acudiesen. (Ibid., 2-37)
Según estas crónicas mexicas no hubo ni siquiera un aviso a las
provincias enemigas sobre tal determinación, la cual en ciertos párrafos parece
una implacable decisión que marcará las relaciones políticas que desde entonces
los mexicas establecieron con esos pueblos. En una plática sostenida entre
Tlacaelel y Moctezuma, el primero de ellos dijo:
… con estos tales mercados vendran los tlaxcaltecas a ellos, y allí se
comprarán y ellos se venderán por esclavos, y con este achaque tendremos muy
cerca guerras para conseguir victoria y alcanzar esclavos para nuestra
pretensión y adornamiento de nuestras personas… y será como tengo dicho,
cebadera de nuestra presa con los tlaxcaltecas, Tliliuhquitepec, Zacatlan,
Cholula, y de los grandes pueblos cercanos, sin tomar la mexicana gente trabajo
de ir tan lejos á guerras con daños suyos ni afrenta nuestra. (Tezozómoc, 1980:
362-363)
Para estos cronistas la guerra florida fue determinada por la nobleza
mexica poco tiempo después de haber concluido la edificación del templo de
Huitzilopochtli. Por tal motivo, los mexicas consideraban que uno de los
móviles para hacer esta guerra era el de que
… los dioses fuesen servidos con sacrificios de hombres con la
frecuencia necesaria… Y que la que más a esta movía era la honra y
ensalzamiento de su dios Huitzilopochtli, al cual pues tenían ya templo, era
justo hubiese víctimas que ofrecerle. (Durán, 1967: 235)
Otra motivación para llevar a cabo esta guerra era que “…los hijos de
los grandes y los aficionados a la guerra se ejercitasen y mostrasen su valor y
destreza” (ibid, 235).
En los escritos de Durán, Tezozómoc y el Códice Ramírez no
queda explícito si esas guerras tenían la intención, en caso de victoria, de
conquistar con vías de sujeción a cada uno de esos pueblos, pero pienso que
esto fue así debido a los hechos relatados en éstas y otras crónicas.
Por ejemplo, bajo el reinado de Axayácatl (1468-1481) los mexicas le
hicieron la guerra a Tlilihuquitepec no sólo con la finalidad de obtener
prisioneros sino también con la intención de conquistarlo (Davies, 1966), y el
mismo Axayácatl realizó acciones tendientes a lograr la sujeción de Tlaxcala
(Muñóz Camargo, 1984).
Por otro lado, poco antes de la conquista Huexotzinco había quedado
sujeto políticamente al poder mexica (Barlow, 1989) y Cholula lo fue al momento
en que llegaron los españoles (Cortés, 1988 y Díaz del Castillo, 1983). De esta
manera, puedo considerar que las circunstancias que sirven como fundamento de
este supuesto propósito sobre la guerra florida por parte de los mexicas y
narrado por cronistas de la segunda mitad del siglo XVI, contrastan con las
situaciones reales que caracterizaron las relaciones entre mexicas y algunos de
los pueblos supuestamente involucrados en dicha guerra, ya que otras
circunstancias adversas tanto políticas como económicas que se presentaron en
estos últimos fueron aprovechadas por el poder mexica para someterlos en el
aspecto político. Tal parece haber sido la situación de Huexotzinco, que
después de haber vivido una fuerte presión tlaxcalteca y de haber perdido gran
parte de sus cosechas se sometió al dominio de México-Tenochtitlan.
En apoyo a lo anterior, es importante señalar que los conquistadores
españoles que narran los acontecimientos sucedidos en los valles centrales de
Mesoamérica, y que ellos conocieron al momento de su llegada, no dicen nada
acerca de una supuesta guerra florida pero sí de hechos que confirmaban una
profunda enemistad entre algunos de esos pueblos y los mexicas. Así por
ejemplo, en Tlaxcala encontraron lo siguiente:
Preguntada la causa de aquella cerca, me dijeron que la tenía porque
eran fronteras de aquella provincia Tascalteca, que eran enemigos de Mutezuma y
tenían siempre guerra con ellos. (Cortés, 1988: 36)
Enemistad que se basaba en cuestiones de independencia política y
económica:
Antes habían vivido exentos, y por sí, de inmemorial tiempo áca, y que
siempre se habían defendido contra el gran poder de Mutezuma y de su padre y
abuelos ellos jamás habían podido traer a sujeción teniéndolos como los tenían
cercados por todas partes sin tener lugar para por ninguna de su tierra poder
salir. (Ibid, 40)
Por su parte, Moctezuma le dijo a Cortés que los tlaxcaltecas eran sus
enemigos (ibid, 52).
El concepto de guerra florida lo encontramos a partir de la segunda
mitad del siglo XVI y se sustenta en los escritos de Tezozómoc, Durán e
Ixtlilxóchitl, aunque Torquemada no la acepta como un hecho. Respecto a su
origen, Ixtlilxóchitl ofrece una versión un tanto distinta a la que encontramos
Durán y Tezozómoc: según él, ocurrió que tras varias catástrofes naturales que
ocasionaron hambre entre los pueblos de los valles centrales de Mesoamérica, se
juntaron los tres señores que encabezaban la triple alianza de Tenochtitlan,
Tlacopan y Texcoco con “la señoría de Tlaxcalan, a tratar el remedio mas
conveniente para este efecto” (Ixtlilxóchitl, 1985: 112). En esa reunión en la
que sólo parecen haber participado Nezahualcóyotl, señor de Texcoco, y
Xicoténcatl, uno de los señores principales de Tlaxcala, se acuerda lo
siguiente:
Xicotencatl … fue de opinión, que desde aquel tiempo en adelante se
estableciese que hubiesen guerras contra la señoría de Tlaxcalan y la de
Tetzcuco con sus acompañados y que se señalase un campo donde de ordinario se
hiciesen estas batallas, y que los que fuesen presos y cautivos en ellas se
sacrificasen a sus dioses. (Ixtlilxóchitl, 1985:112)
En la versión de Ixtlilxóchitl, el pacto que se estableció tendría
ciertas reglamentaciones; así, “… Nezahualcoyotzin señaló el campo que fue
entre Quauhtépec y Ocelotepec … sin exceder los límites del campo que para el
efecto se señalase” (ibid., 112).
En esta crónica, el carácter de la guerra con un sentido religioso está
plenamente definido, descartándose el de conquista; según Ixtlilxóchitl, estas
guerras no pretendían ganar “las tierras y los señoríos” y además se establecía
que
… había de ser con calidad que cuando tuviesen algún trabajo o calamidad
en la una y otra parte habían de cesar las dichas guerras y favorecerse unos a
otros, como de antes estaba capitulado con la señoria de Tlaxcalan.
(Ibid., 112)
La versión de Ixtlilxóchitl difiere en gran parte de la de Durán,
Tezozómoc y el Códice Ramírez, tanto en las circunstancias en
que surge la determinación, como en las formas en que fue establecida y el
carácter de la guerra misma. Lo anterior, así como las consideraciones que se
establecen y que se distinguen en el último de los párrafos citados, me hacen
pensar que el acuerdo de guerra florida narrado por el cronista acolhua sólo
parece involucrar a Tlaxcala y Texcoco, ya que ambos pueblos a lo largo de su
historia se habían ayudado y favorecido. Cabe tan sólo recordar que hasta poco
antes de los acontecimientos aquí tratados, Tlaxcala fue uno de los principales
colaboradores para que Nezahualcóyotl recuperara el gobierno de Texcoco, el
cual en reciprocidad les concedió extender los límites de su provincia (Ixtlilxóchitl,
1985).
Por la misma crónica sabemos que las guerras llevadas a cabo entre ambos
pueblos a partir de entonces fueron realizadas en el terreno acordado y sin que
intervinieran los mexicas. En comparación, las guerras llevadas a cabo entre
mexicas y tlaxcaltecas no tuvieron un determinado escenario y además estuvieron
marcadas por el carácter de conquista que los mexicas daban a todas sus
confrontaciones.
Por otra parte, las guerras que los mexicas hicieron a todos los pueblos
que conquistaron tuvieron un sentido religioso idéntico al descrito con
anterioridad y no fue exclusivo a los enfrentamientos que tuvieron contra los
pueblos del valle de Puebla-Tlaxcala. Así por ejemplo, Mario Erdheim nos dice:
En el Códice Mendocino se pinta a Axayácatl vestido de Xipe
Totec asaltando el templo de Tlatelolco, es decir que no sólo las ‘guerras
floridas’ sino también las otras se interpretaban como actos religiosos”.
(Erdheim, 1982:204, lámina 1)
Además, cualquier guerra representaba una oportunidad para que los
guerreros mexicas obtuvieran reconocimiento social y ciertos objetos de
prestigio (Broda, 1985).
Contexto histórico en que surge la guerra florida
Para los cronistas que la mencionan, la guerra florida trata de
acontecimientos que tuvieron lugar después de la segunda mitad del siglo XV,
cuando Moctezuma Ilhuicamina era rey de México-Tenochtitlan. Para ese entonces
“gran parte de la tierra estaba sujeta ya que nadie se osaba ya desmandar”
(Durán, 1967: 209).
La ciudad mexica recibía en ese entonces una gran cantidad y variedad de
productos como presentes tributados, provenientes de las más diversas regiones
de Mesoamérica:
De toda tanta cantidad que no faltaba día de esta vida que no entrara en
la ciudad de México gente forastera, con gran cantidad de todas estas cosas.
Así de provisión como de riqueza para el rey y para los grandes señores, lo
cual ganaron con su sudor y trabajo y con la fuerza de su pecho y de su cabeza
y brazo, sujetando todas las naciones y trayéndolas en perpetua esclavonía y
servidumbre. (Ibid.)
Durante el tiempo que reinó Moctezuma Ilhuicamina, los mexicas
expandieron su dominio sobre la región costera del Golfo de México, cerrando
con ello la más importante ruta de comercio que tenían los tlaxcaltecas.
De esta manera los mexicas conquistaron Tlatlauhquitepec y más tarde
Cuechtlan y Tochpan. Posteriormente la expansión se dirigió a Ahuilizapan,
Cuetlaxtlan y Cuauhtochco, cortando las rutas tlaxcaltecas con el Golfo (Durán,
1967, Tezozómoc, 1980, Muñoz Camargo, 1984, Torquemada, 1986). Al decir de
Barlow, Axayácatl
Dedicó sus últimos años a completar el rodeo de Tlaxcala, cerrando las
pinzas que había fodado Ilhuicamina. Esto se logró mediante la ocupación de los
pueblos del valle de Puebla que Tetzcuco había tomado en tiempos de Ilhuicamina,
durante campañas en las cuales probablemente figuro el mismo Axayácatl antes de
ser monarca.
Como parte de esa guerra para ligar Izúcar con Cotastla, Axayácatl suprimió la
rebelión de este último lugar, “porque enviaron (los mexicanos) veinte hombres
por el tributo metieronlos en una casa llena de ají y echarónles fuego”.
Cotastla cayó nuevamente en 1476 y sus vencedores habían empujado hasta Orizaba
por 1480. Tepeyacac, Teacalco y los demás pueblos del valle de Puebla cayeron
bajo el yugo de los Mexica Tenochca por esta época. (Barlow, 1990:136)
Fue en ese momento cuando la región tlaxcalteca quedó aislada en su
totalidad debido al dominio político que los mexica ejercían sobre algunos
pueblos que confinaban con ella y porque hacia el oeste tenía a otros pueblos,
como Cholula y Huexotzinco principalmente, con los que los tlaxcaltecas
rivalizaban a su vez por la dominación del valle poblano-tlaxcalteca.
Para ese entonces, los seis pueblos independientes que junto con los
mexicas supuestamente estaban involucrados en la guerra florida, eran objeto de
presión política o económica.
Las guerras entre Tlaxcaltecas y mexicas
… y así Netzahualcoyotzin señaló el campo que fué entre Quauhtépec y
Ocelotépec y por ser las tres cabezas del imperio, señaló para el efecto otras
tres provincias, que fueron la de Tlaxcalan referida, la de Huexotzinco y
Cholulan, que llamaron ‘los enemigos de casa’, con calidad que peleasen tantos
a tantos yendo los de las tres cabezas juntos, y que diesen su batalla los
primeros días de sus meses, comenzando por Tlaxcalan la primera vez, y luego de
allí a otro mes que fue la segunda en el campo que estaba señalado de
Huexotzinco, y a la tercera en el campo de Cholulan, cuyos defensores eran los
de Atlixco; y luego comenzaban otra vez la tanda por Tlaxcalan”.
(Ixtlilxóchitl, 1985:112)
Esta cita del cronista acolhua ha sido tomada al pie de la letra por
algunos investigadores, entre ellos Canseco (1963), y ha servido como
fundamento para pensar que se realizaron frecuentes batallas entre tlaxcaltecas
y mexicas a raíz de la instauración de la guerra florida. Sin embargo, tomando
en consideración que las fuentes históricas como las de Torquemada, Tezozómoc,
el Códice Ramírez e incluso el mismo Ixtlilxóchitl, son tan
minuciosas para referir los acontecimientos militares de los mexicas, puedo
decir que los enfrentamientos entre éstos y los tlaxcaltecas no fueron tan
frecuentes. Por ejemplo, Durán menciona sólo tres enfrentamientos, de los
cuales el primero ocurrió cuando el poder mexica prestó auxilio:) al ejército
huexotzinca. El segundo se dio luego que el tlatoani de Texcoco, Nezahualpilli,
le dijera a Moctezuma Xocoyotzin que jamás vencería en una guerra, por más que
quisiera, a los huexotzincas, tlaxcaltecas o cholultecas (figura 2).
Después de esta guerra, causada por el aviso de Nezahualpilli y en la
que fueron derrotados los mexicas, muriendo incluso un pariente cercano de
Moctezuma, éstos llevaron a cabo otra incursión en Tlaxcala en la que, según
las crónicas, ninguna de las dos partes obtuvo ventaja sobre la otra: ” … a fin
de la batalla se halló haber perdido los tlaxcaltecas otra tanta gente como los
mexicanos y haber quedado iguales en valor” (Durán, 1967:462).
Estas guerras, antes que haber tenido un vínculo primordialmente
religioso, tenían una marcada intención de conquista por parte de los mexicas.
Así a Moctezuma Xocoyotzin se le atribuyen los siguientes comentarios:
Más que ahora que le habían muerto a Tlacahuepatzin su hijo con atroz
atrevimiento, que su voluntad era destruir a Tlaxcala y asolarla, porque no
convenía que en el gobierno del mundo hubiese más de una voluntad y mando y un
querer, y que, estando Tlaxcala por conquistar, que no se tenía por señor
universal del nuevo mundo”. (Muñoz Camargo, 1984:183).
Figura 1. Cuadrete de la escultura conocida como El
Cuauhxicalli de Moctezuma. Deidades con atavíos guerreros están frente a
frente. La deidad mexica sujeta del cabello a una deidad
femenina de
Culhuacán. Según Mario Erdheim “no sólo las guerras floridas sino también las
otras se interpretaban como actos religiosos”.
Figura 2. Nezahualpilli presagia a Moctezuma que en
poco tiempo sus ciudades serán destruidas. Atlas de Durán, cap.
LXI.
Figura 3. Relación
de guerras entre tlaxcaltecas y mexicas
De esta manera, es patente la escasa frecuencia de guerras entre mexicas
y tlaxcaltecas referidas en las fuentes históricas, lo que contradice lo que
tradicionalmente se ha pensado al respecto con base al concepto de guerra
florida (figura 3). Lo anterior también tiene su fundamento en otro ejemplo que
trata de Cholula, ciudad incluida en el supuesto pacto militar referido más
arriba. Según Durán, a principios del siglo XVI Cholula desafió a Moctezuma
Xocoyotzin y el mismo cronista dice “que nunca se habían visto con los
mexicanos en campo” (Durán, 1967:465).
Por otra parte, se podrían argumentar tres aspectos que parecen
contradecir la conclusión anterior, pero que carecen de sustento. El primero
sería que la guerra florida fue pactada para hacerse entre tlaxcaltecas contra
mexicas y aliados, y que por tanto deberían tomarse en cuenta las batallas que
Tlaxcala efectuó contra alguno de los pueblos que formaron parte de la triple
alianza comandada por los mexicas. Aún tomando en consideración este aspecto,
el número de guerras se incrementaría en una pequeña proporción, ya que sólo
conocemos dos casos de enfrentamientos de texcocanos contra tlaxcaltecas: uno
ocurrido en tiempos de Nezahualcóyotl y el otro en los de Nezalhualpilli, en
ambos casos sin participación mexica (Ixtlilxóchitl, 1985).
Una segunda consideración supondría que la guerra florida fue pactada
para realizarse entre mexicas y aliados contra cualquier señorío del valle
poblano-tlaxcalteca, trátese de Cholula o Huexotzinco, ya que según algunos
investigadores “La guerra florida fue una actividad que en conjunto realizaban
las principales provincias de la región y por tanto Tlaxcala debió de haber
participado en cada una de ellas” (Broda, 1985). Lo anterior no pudo ocurrir
así, ya que fueron precisamente estos tres pueblos los que mantuvieron una
frecuente pugna por el predominio político en dicho valle. Hasta
aproximadamente 1450 Huexotzinco se había mantenido al parecer en una situación
predominante, y a partir de entonces Tlaxcala llegó a ocupar la hegemonía política
de la región en sustitución de dicha provincia (Davies, 1966 y Barlow, 1990).
Sin embargo, aunque alguna de las tres principales provincias del valle
poblano-tlaxcalteca ocupara un lugar hegemónico con respecto a las otras, no
cesaron las pugnas; al contrario, se agudizaron. Por ejemplo, a partir de la
segunda mitad del siglo XV, tiempo en el que se registra el establecimiento de
la guerra florida, se realizaron frecuentes enfrentamientos entre Tlaxcala y
Huexotzinco, y entre Tlaxcala y Cholula y Atlixco.
Esta situación continuó hasta poco antes de la Conquista, momento en que
la pugna mayor fue entre Tlaxcala y Cholula (Díaz del Castillo, 1983). Por otra
parte, las diversas fuentes históricas del siglo XVI no hacen mención a
empresas guerreras llevadas a efecto de manera conjunta entre cualquiera de
estos tres pueblos del valle poblano-tlaxcalteca; si acaso una excepción podría
ser la alianza de Huexotzinco y Atlixco (Durán, 1967).
Así, las tensiones políticas que privaban entre Tlaxcala, Huexotzinco y
Cholula impidieron que solventaran de manera conjunta el supuesto pacto de la
guerra florida.
El tercer aspecto sería el de considerar que a los cronistas que tratan
del pacto militar no les importó registrar estas guerras floridas entre mexicas
y aliados contra tlaxcaltecas; si esto fuera así, tendríamos que preguntarnos
por qué sí hacen referencia a ese tipo de encuentros celebrados entre
cholultecas y mexicas, además de otro entre Huexotzinco contra los pueblos de
la triple alianza.
El sentido de la guerra entre tlaxcaltecas y mexicas
Aún cuando las fuentes históricas refieren que el sentido de la guerra
florida era religioso y social, hay otro aspecto que ha sido tomado en cuenta
por varios investigadores y utilizado como argumento para establecerlo como
razón fundamental de que los mexicas no quisieran llevar a cabo la conquista de
la región tlaxcalteca. Este argumento es el de considerar a dicha provincia
como un área muy pobre que carecía de interés económico para el pueblo mexica.
De esta manera, encontramos conclusiones como las siguientes:
Es de creer que si los mexicanos hubiesen querido destruir en verdad a
Tlaxcala y eliminar el peligro que extrañaba, hubieran podido hacerlo
concentrando contra ella todas las fuerzas de su imperio. No lo hicieron, sin
duda porque se impuso, en última instancia, la necesidad de mantener la
Xochiyaoyotl (1a “guerra florida”). (Soustelle, 1977:216)
Más que una verdadera rivalidad existía una concertación y aunque la zona era
clave a nivel estratégico, no lo era a nivel económico para los mexica, que se
pasan de largo en sus rutas de conquista y tienen preferencia por otras zonas
con recursos básicos para su desarrollo. (Corona, 1991: 128)
A la pregunta de por qué los tlatoanis mexicas no tomaron Tlaxcala se puede responder
con lo mismo que Moctezuma II, y era que no necesitaba vasallos, sino
prisioneros y víctimas de sacrificio que estuvieran cerca.
También se puede contestar con la opinión que emite Davies, que parece ser muy
lógica, y es que Tlaxcala económicamente no tenía nada que llamara la atención
a los mexicas y que además la población iba a ser un constante problema por ser
difícil de controlar”. (Limón, 1991: 85)
Si bien en lo económico no resultaba de interés para los mexicas sujetar
la provincia de Tlaxcala, sí lo era en cambio porque propiciaba la
inestabilidad política en las regiones que tributaban a aquéllos. Y en efecto,
en el momento en que supuestamente se estableció la guerra florida, los
tlaxcaltecas llevaron a cabo empresas tendientes a promover la sublevación de
pueblos dominados por los mexicas. Las fuentes describen cómo se sublevaron los
pueblos de Ahuilizapan y Cuetlaxtlan al ser incitados por los tlaxcaltecas, y
en la Mixteca el pueblo de Coixtlahuacan recibió la ayuda de éstos y de los
huexotzincas para atacar Tlachquiauhco, aliado de los mexicas (Torquemada, 1986
y Davies, 1966): “a partir de este momento hubo guerras directas y no
simplemente ayuda indirecta de parte de los tlaxcaltecas y sus vecinos a los
enemigos de los aztecas” (Davies, 1966: 374).
Esta presión que los tlaxcaltecas y sus vecinos hacían para promover la
rebeldía entre los pueblos sometidos por los mexicas, se ve ejemplificada en el
hecho ocurrido en tiempos de Moctezuma Xocoyotzin, en el cual Tecahuatl, señor
de Huexotzinco, le manifiesta al señor de México-Tenochtitlan el deseo de no
seguir manteniendo una relación amistosa debido a la presión que recibía de
Cholula y Tlaxcala (Tezozómoc, 1980).
De esta manera, no es de extrañar que al arribar Cortés al valle de
Tlaxcala los cempoaltecas le insistieran en que buscara la amistad de esa
provincia, lo cual después le resultó favorable en la consecución de la
conquista de México.
Y los de Cempoal me decían que no lo hiciese, sino que fuese por allí;
que lo que aquéllos me decían [los enviados de Moctezuma] era por me apartar de
la amistad de aquella provincia y que eran malos y traidores todos los de
Mutezuma y que me llevarían a meter por donde no pudiese salir. (Cortés, 1988:
36)
Por otro lado ha sido común suponer que la guerra entre tlaxcaltecas y
mexicas era en beneficio de este último grupo debido a la fortaleza de su
ejército y porque Tlaxcala era el lugar considerado como reserva de guerreros
para ser sacrificados en Tenochtitlan. Lo anterior ha supuesto una gran ventaja
militar de los mexica sobre la provincia tlaxcalteca, la cual evidentemente no
es clara en las crónicas históricas. Por ejemplo, Durán, Tezozómoc y Torquemada
narran tres enfrentamientos entre tlaxcaltecas y mexicas siendo estos últimos
aliados de los huexotzincas en una ocasión. Estas tres pugnas fueron sumamente
difíciles y sangrientas, saliendo victoriosa la parcialidad tlaxcalteca en dos
ocasiones y en la otra resultó nivelada. Por su parte, Ixtlilxóchitl narra un
enfrentamiento entre acolhuas y tlaxcaltecas en el cual resultó rotundamente
derrotado el ejército texcocano (Ixtlilxóchitl, 1985).
De esta manera, no es claro que los mexicas y sus aliados tuvieran una
ventaja militar sobre Tlaxcala; en las fuentes históricas es evidente una
paridad de fuerzas que había producido la muerte de nobles mexicas y acolhuas
por un lado y de importantes personajes tlaxcaltecas por el otro (Durán, 1967,
Tezozómoc, 1980, Muñoz Camargo, 1984 e Ixtlilxóchitl, 1985).
Por otra parte, Tlaxcala era el lugar de refugio donde grupos de
inconformes provenientes de diversos pueblos, encontraron un lugar para vivir
desligados del dominio mexica. Las fuentes históricas registran la presencia en
la provincia tlaxcalteca de otomíes y chalcas, quienes guardaban las fronteras
de la región y frenaron en diversos momentos el embate de los ejércitos
enemigos (Muñoz Camargo, 1984).
Por ello, si bien Tlaxcala pudo no haber tenido una cierta importancia
económica que hubiese motivado a los mexicas a conquistarla, sí la tuvo en el
aspecto político, ya que era un factor importante de las sublevaciones de
diversos pueblos de la región costera del Golfo, la Mixteca y del valle
poblano-tlaxcalteca. Además, como hemos visto, era foco de residencia de grupos
de inconformes que provenían de varios pueblos subyugados los cuales pienso
representaban un riesgo que aunque pequeño, estaba siempre latente: basta
recordar que de la región de Huexotzinco y Tlaxcala habían salido los
contingentes acolhuas que ayudaron a recuperar el reino de Texcoco para su señor
Nezahualcóyotl (Ixtlilxóchitl, 1985).
Para la triple alianza, comandada por los mexicas, los pueblos del valle
poblano-tlaxcalteca representaban una fuerza inquietante. Reflejo de lo
anterior fue el aviso que Nezahualpilli le hizo a Moctezuma Xocoyotzin, el cual
decía:
Por lo cual, debes estar avisado y advertido y con mucho cuidado, porque
yo he alcanzado por cosa muy verdadera que de aquí a muy pocos años, nuestras
ciudades serán destruidas y asoladas; nosotros y nuestros hijos, muertos, y
nuestros vasallos, apocados y destruidos. Y de esto no tengas duda.
Y, para más verificar lo que te digo, y para que conozcas ser verdad, sé muy
cierto que jamás que quisieras hacer guerra a los huexotzincas, tlaxcaltecas o
cholultecas alcanzarás victoria; antes los tuyos serán siempre vencidos con
pérdida de tus gentes y señores. (Durán, 1967: 459)
La conquista de Tlaxcala les habría aportado a los mexicas un enclave
geográfico importante mediante el cual, tomando en consideración que estaría de
su parte el potencial guerrero tlaxcalteca, podría garantizar la estabilidad
política de sus provincias tributarias que confinaban con el valle tlaxcalteca.
El sacrificio de guerreros tlaxcaltecas en México-Tenochtitlan
El análisis acerca del sacrificio del que eran objeto los guerreros
tlaxcaltecas capturados en el campo de batalla por los mexica, ha quedado
olvidado ante la creencia de que dicho sacrificio era frecuente y masivo. Esta
creencia se basa en la tendencia a aceptar como válido lo expresado por
Moctezuma Xocoyotzin en diversas crónicas, que dice a la letra:
… que, si Motecuhzoma quisiera destruir a los tlaxcaltecas, lo hiciera,
sino que los dejaba estar como codornices, enjaulados, porque no se perdiera la
guerra y porque tuvieran en que emplearse los hijos de los señores. (Muñoz
Camargo, 1984: 185)
Esto parece no haber sucedido si confrontamos esta suposición con el
registro histórico que se tiene sobre los sacrificios masivos que realizaban
los mexicas. Por ejemplo, Durán refiere sólo tres casos acaecidos antes de la Conquista:
el primero ocurrió en tiempos de Ahuizotl con motivo de la ampliación y el
perfeccionamiento del templo de Huitzilopochtli. En esa ocasión se sacrificó
una gran cantidad de cautivos provenientes de las más diversas provincias,
entre los que se encontraban tlaxcaltecas (Durán, 1967).
El segundo caso refiere el sacrificio, en tiempos de Moctezuma
Xocoyotzin, de un capitán tlaxcalteca llamado Tlahuicole, quien atado a una
piedra mató a ocho guerreros mexicas antes de ser inmolado (Muñoz Camargo, 1984).
En estos dos primeros casos, los prisioneros tlaxcaltecas sacrificados
en México-Tenochtitlan fueron entregados por Tepeaca y Quecholac en tiempos de
Ahuizotl, y por Huexotzinco en el caso de Tlahuicole (Durán, 1967 y Muñoz
Camargo, 1984). De esta manera, se puede decir que ninguno de estos casos fue
consecuencia de un enfrentamiento entre tlaxcaltecas y mexicas.
El tercer caso de tlaxcaltecas sacrificados en la ciudad mexica se
refiere a los prisioneros hechos durante la última de las guerras, poco antes
de la Conquista. Durante el sacrificio, los cautivos fueron sometidos a los más
crueles tormentos antes de ser ofrendados, quizá como venganza por la muerte de
numerosos mexicas y de algunos parientes de Moctezuma ocurrida en una batalla.
A pesar de este sacrificio de contingentes tlaxcaltecas capturados en los
campos de batalla, las fuentes históricas mexicas, siempre tendientes a
cuantificar las ofrendas que hacían a sus dioses, no refieren en este caso
ninguna cantidad.
Si revisamos lo que las fuentes históricas dicen sobre las ofrendas humanas realizadas en la inauguración de cada una de las sucesivas ampliaciones del templo mayor mexica o en las grandes festividades religiosas y acontecimientos políticos como la inauguración de piedras de sacrificio o la entronización de tlatoque, observamos que sólo hay una referencia a guerreros tlaxcaltecas sacrificados, siendo ésta la del caso mencionado, en tiempos de Ahuizotl (figura 4).
Figura 4. Relación
de ofrendas humanas tlaxcaltecas en México-Tenochtitlan
Así, podemos considerar que no existe constancia de hechos que
fundamenten las conclusiones o suposiciones vertidas durante décadas por
diversos investigadores en el sentido de que Tlaxcala habría sido a partir de
la segunda mitad del siglo XV
… una especie de reservorio para tener [los mexicanos] víctimas que
sacrificar a sus dioses, los cuales eran obtenidos a través de las guerras
floridas que se organizaban cada cierta temporada”. (García Cook y Merino
Carrión, 1991: 332)
De esta manera, se puede establecer que el sacrificio humano de
guerreros tlaxcaltecas en México-Tenochtitlan, desde la supuesta implantación
de la guerra florida en tiempos de Moctezuma Ilhuicamina hasta el momento de la
Conquista, fue de mínimas proporciones. Lo anterior se fundamenta además en la
narración de Hernán Cortés en sus Cartas de relación, donde
describe la gran cantidad de población y guerreros que tenía la región
tlaxcalteca al momento en que incursionó con su ejército por primera vez en
ella; esta densidad poblacional hubiera sido menor si se hubiera visto menguada
de manera constante por guerras contra los mexicas, algo que no ocurrió: “Hay
en esta provincia por visitación que yo en ella mandé hacer, ciento cincuenta
mil vecinos con otra provincia pequeña que está junto ésta que se dice
Guasincango” (Cortés 1988: 43).
Por ello, al salir de Tlaxcala y dirigirse a Cholula, Cortés escribió:
“… y rogué que no fuesen porque no había necesidad, todavía me siguieron hasta
cien mil hombres muy bien aderezados de guerra y llegaron conmigo hasta dos
leguas de la ciudad” (ibid: 44).
Conclusiones
El establecimiento de la guerra florida fue un acontecimiento que fijó
las relaciones entre mexicas y tlaxcaltecas en un momento histórico coyuntural
para ambos pueblos. El primero por estar en la cúspide del poder político y el
segundo porque había llegado a ser quizás el pueblo predominante del valle de
Puebla-Tlaxcala.
Aunque la guerra fue establecida, no tuvo al parecer la frecuencia que
tradicionalmente se ha pensado y lo mismo puede decirse de los sacrificios de
tlaxcaltecas hechos en Tenochtitlan, por lo que su intención religiosa puede
considerarse secundaria.
Lo que sí es claro es que las guerras entabladas entre mexicas y
tlaxcaltecas una vez iniciado el siglo XVI tienen más el carácter de guerras de
conquista, debido a la inquietante oposición política que Tlaxcala representaba
para los mexicas. Tlaxcala era un pueblo que impedía la completa estabilidad de
las provincias tributarias de Tenochtitlan, y que además se había constituido
en la principal fuerza política del valle poblano-tlaxcalteca en el momento en
que Cortés arribó a los valles centrales de Mesoamérica. Lo anterior debido al
decaimiento político de Huexotzinco y al dominio que sobre Cholula ejercían los
mexicas (Cortés, 1988 y Barlow, 1990).
La fuerza política tlaxcalteca, sustentada tanto en sus contingentes
guerreros como en los de otomíes y chalcas, era el elemento de preocupación
para el aparato político mexica a sabiendas de que era una fuerza de tal
naturaleza como la que había aglutinado un conjunto de elementos para destruir
el dominio de los tepanecas de Azcapotzalco.
Así, la provincia tlaxcalteca era a comienzos del siglo XVI, un punto
que preocupaba al poder mexica; de ahí la insistencia de Moctezuma Xocoyotzin
por ampliar los ataques hacia esa región con fines de conquista. Y no se
equivocaron los tlatoque mexicas que aproximadamente desde 1460 fijaron como
enemigo a Tlaxcala, ya que ésta manifestó durante todo el tiempo que duró la
conquista su férrea voluntad política y militar.
Por otra parte, se puede considerar que el concepto de guerra florida
-es decir, guerras con sentido religioso-, fue una justificación mítica que la
sociedad mexica retomó probablemente de tradiciones religiosas más antiguas y
la desarrolló a extremos sin precedentes, buscando con ello obtener una
considerable cantidad de víctimas para sacrificar en sus diversas festividades
religiosas y civiles. Al parecer, todas las guerras llevadas a cabo por los
mexicas tuvieron este carácter y no fue exclusivo de aquéllas que entablaron
contra Tlaxcala, Huexotzinco, Cholula, Tliliuhquitepec, etcétera.
El pueblo mexica, en el que los guerreros ocupaban el nivel social
privilegiado y conformaban el sector que establecía las directrices de
gobierno, desarrolló la necesidad mítica de la guerra florida. Este mito
Aseguraba de modo muy efectivo el orden jerárquico de dicha sociedad.
Fundadas en el mito, protegían contra cualquier cambio social tanto al
mecanismo selectivo como a la jerarquía que este conformaba: demostraban a la
sociedad que no se podía prescindir de los guerreros y en tanto se creía en el
mito, la posición de los guerreros permanecía inexpugnable. (Erheim, 1982:
205).
No debemos olvidar que fue en tiempos de Moctezuma Ilhuicamina cuando se
institucionalizó la guerra florida y fue este mismo tlatoani mexica el que
impuso ciertas leyes y ordenanzas que favorecieron a la jerarquía guerrera y en
cambio inhibió el desarrollo de otros estratos sociales. También Axayácatl,
sucesor de Ilhuicamina, impuso fuertes restricciones sociales a los mercaderes,
principalmente a los de Tlatelolco, las cuales duraron hasta el momento de la
Conquista europea, mientras favorecía aún más los privilegios guerreros (Durán
1967).
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Sobre el autor
José Eduardo Contreras Martínez
Centro Regional Tlaxcala el INAH.
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