Fruto de la cooperación académica, científica,
cultural e investigadora entre la Fundación Biblioteca Virtual Miguel de
Cervantes y varias de las instituciones hondureñas culturales más
importantes, como la Biblioteca Nacional de Honduras, la Universidad Nacional
Autónoma de Honduras, la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán, la
Dirección General del Libro y el Documento de Honduras y la Academia Hondureña
de la Lengua, junto con la colaboración de la Embajada de España en
Tegucigalpa, nace la Biblioteca Virtual de las Letras de Honduras.
Integrada en la Biblioteca Virtual Miguel de
Cervantes, supone un importante avance en la presencia actual de la cultura
hondureña y centroamericana en internet, incluyendo las obras más importantes
del patrimonio cultural hondureño con el fin de proporcionar un instrumento
adecuado para potenciar la expansión y la difusión mundial del conocimiento no
sólo de su literatura, sino de su cultura, historia y tradición.
Presentación
Honduras, un país multicultural, con un valioso
patrimonio, donde la huella de la civilización maya permanece de forma
indeleble, ha dado a la cultura en nuestro idioma la obra de destacados
autores, como Froylán Turcios, Juan Ramón Molina, Rafael Heliodoro Valle,
Antonio José Rivas, Clementina Suárez, Ramón Amaya Amador, Marco Antonio Rosa,
Roberto Sosa, Lucila Gamero de Medina, Roberto Quezada, Armando García, Helen
Umaña, Alberto Destephen, Argentina Díaz Lozano o Julio Escoto.
La Biblioteca Nacional Juan Ramón Molina, la Universidad
Nacional Autónoma de Honduras, la Universidad Pedagógica Nacional Francisco
Morazán, la Dirección General del Libro de Honduras y la Academia Hondureña de
la Lengua, junto a la Fundación Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes y con la
colaboración de la Embajada de España en Tegucigalpa, desarrollan una
cooperación académica, científica, investigadora y cultural abierta a cuantas
instituciones educativas y culturales, encargadas de la difusión y preservación
del patrimonio cultural hondureño, deseen unirse.
La Biblioteca Virtual de las Letras de Honduras,
integrada en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, supone un avance
importante en la presencia actual de la cultura hondureña y centroamericana en
internet, incluyendo las obras clásicas más importantes del patrimonio cultural
hondureño con el fin de proporcionar un instrumento adecuado para potenciar la
expansión y conocimientos de su cultura.
Tráfico de Esclavos Negros a Honduras
PROLOGO
Muchos dicen saber
sobre nuestra procedencia
argumentando conocer
nuestra descendencia.
Otros fingen aprecio
pero en el fondo de sus
sentimientos
solo encontraras desprecio
por ser diferente
y de fuertes cimientos.
Pocos llegaran a amarte de
verdad
a entregarte la vida con
sinceridad.
A conocer la bondad que
hay en tu corazón.
Comprender tu destino
entender tu razón.
Por: Azor
AGGG. Archivo General del
Gobierno de Guatemala, Guatemala.
AGDCA. Archivo General de
Centroamérica, Guatemala.
AGI. Archivo General de Indias,
Sevilla.
AGI/AG Archivo General de Indias,
Audiencia de Guatemala.
AGS Archivo General de Simancas,
Sevilla.
ANHH. Archivo Nacional de
Historia de Honduras, Tegucigalpa.
BRAH. Biblioteca de la Real
Academia de Historia, Madrid.
BAG. Boletín del Archivo General
de Gobierno, Guatemala.
RABNH. Revista del Archivo y
Biblioteca Nacional de Honduras, Tegucigalpa.
ICDI. Índice de la Colección de
Documentos Inéditos de Indias, Madrid.
MEMORIAS García, Peláez,
Francisco de Paula; Memorias para la Historia del Antiguo Reino de Guatemala,
Tipografía Nacional, Guatemala 1943
NOTA
PRELIMINAR
Esta es una pequeña historia
documentada de Honduras, en toda la gama dimensional del tráfico de esclavos
negros, que se inicia con el acontecimiento del descubrimiento de Cristóbal
Colón y como un elemento del deliberado transplante del Viejo Mundo.
La obra desea introducir la
elaboración de una teoría del sistema colonial, que dé cuenta de las
condiciones del tránsito de la economía minera a la economía agrícola,
traducido en el peso específico que tuvo aquel sector dentro de la economía
colonial, y que se nota en la subordinación de los otros sectores económicos y
de imponer una peculiar división del trabajo al interior de este espacio: la
utilización de la mano de obra del indio y del negro esclavo.
Sin que este trabajo buscara el
propósito de problemas teóricos de una indudable importancia, lo cierto es que
surgen aspectos de candente actualidad: el nacimiento del mercado, la
coexistencia de una economía natural con una economía monetaria y el modo de
producción de un sistema colonial. Aunque en forma imprecisa, sabemos ahora de
la virtual autosuficiencia de la economía colonial y del arrinconamiento de las
―formas precapitalistas de producción, como consecuencia de la innovación
tecnológica asociada a la inyección masiva de mercurio en la amalgamación de la
plata y la naturaleza de la subordinación de la agricultura frente a las
exigencias del sector minero.
A la importancia económica debe
agregarse la gravitación de la atracción de Europa hacia Honduras y el resto
del Caribe, por ser una entrada fortificada distante, por ser puerta de entrada
y salida al comercio y su ―civilización. No se le dio valor intrínseco, aun
cuando los colonos encontraron en el azúcar y los minerales un medio para sus
fortunas florecientes, pero fueron solamente otro aspecto del sistema colonial,
porque facilitaron su retorno a Europa y recalcaron su dependencia.
Azúcar y oro significaron también
esclavitud, verdadera revolución en el sentido de alterar los fundamentos de la
sociedad indígena y negra y quebrar su poca continuidad y desenvolvimiento
histórico.
La naturaleza de este trabajo
llevó al autor a respetar la integridad de la escritura antigua, circunstancia
que puede resultar un tanto tediosa, pero que consideró necesaria, tanto por su
importancia como también por tratarse de material inédito. Al señalar las
fuentes de algunas citas se pretende dar autenticidad a la investigación, y
sirvieron también de recurso literario para reconstruir, casi originariamente,
hechos históricos que no pueden ser simplemente narrados.
Esta es una historia del tráfico
de esclavos negros a Honduras y del tráfico de esclavos indios de Honduras, ya
que esa fue la gran paradoja de la económica colonial. Pero es necesario
advertir sobre la creencia que a base del indio se afianzó el sistema colonial
en Honduras, desconociéndose la aportación del esclavo negro en las tareas
fundamentales. En Honduras no podrá hablarse de la historia colonial sin
mencionar a los negros. Colonizadores y conquistadores tuvieron que ver con
indígenas y negros, con zambos y mulatos; pero al negro lo ocuparon en los trabajos
más importantes de la producción y después lo aislaron y lo segregaron, lo
acusaron y lo maltrataron con crueldad. El indio tuvo a su favor leyes
proteccionistas, que muchas veces no se cumplieron, pero se le dio un trato
diferente al negro. Los límites de esta investigación, realizada a partir de
las mejores fuentes documentales, inéditas o poco conocidas, exploran el vasto
campo de la esclavitud y la trata negrera, pasando por la presencia del corso y
la piratería, el régimen de licencias, la fuga y los secuestros de esclavos, la
vagancia en la agricultura y las rebeliones de indios y negros, la presión
inglesa como principal potencia colonialista que usurpó territorio hondureño,
los sucesos en países vecinos y los movimientos abolicionistas.
La mayor satisfacción del autor
es que con esta obra se estudia al negro esclavo como factor importante que
hizo posible el desarrollo económico de Honduras y porque plantea la necesidad
de continuar con la investigación de la historia económica de Honduras, sobre
la base de cosechas para exportación: azúcar y oro. Estos elementos, en su
desarrollo histórico, conformaron la serie de fenómenos sociales que,
insertados en la estructura de producción, crearon un estilo de economía
colonial, y sin su estudio no hay posibilidad de interpretar correctamente la
historia de Honduras.
I.
AZUCAR, ORO Y
ESCLAVOS
La trata de esclavos en América
nació con el descubrimiento, y se dice que el mismo Cristóbal Colón, antes de
venir al Nuevo Mundo, ―ya había sido mercader negrero, metido con los
portugueses en andanzas de rapiña por Guinea 1 . Al embarcar para España (1496)
desde la Española, se llevó varios indios, ―que después vendió como esclavos,
tal como allá se hacía con los negros arrebatados de la otra costa del océano 2
. En España y en Portugal ya antes del descubrimiento se practicaba el comercio
de esclavos negros, que compraban del Senegal, de Guinea y del Congo para
trabajos en las despobladas regiones meridionales de la Península.
El negocio del tráfico de
esclavos negros en América se genera, de manera sistemática, a partir del
descubrimiento y conquista de nuevos territorios ricos en materias primas y
minerales, de suerte que justificaron un comercio expansivo y colonial. En este
sentido, los intereses en la trata de esclavos se habían intensificado por la
adquisición de colonias en las Indias Occidentales, comenzando por Barbados.
Uno de los resultados más inmediatos de este negocio fue precisamente el de la
acumulación originaria del capital y el impulso económico a los países
mercantilistas. Inglaterra, Francia y Holanda se beneficiaron tanto ―que
estimuló el desarrollo de flotas mercantes y proveyó de mercado para los
artículos producidos por sus nuevas industrias; creó también las bases del
capital primario que más tarde se invertiría en las minas, líneas de ferrocarril
y fábricas de algodón 3 .
Inglaterra se puso a la cabeza
del gran negocio de comerciar con esclavos negros y su fomento debió ser parte
esencial de su política internacional y sostén de su Revolución Industrial. La
trata constituyó un negocio lucrativo y el centro de operaciones se situó en el
puerto de Liverpool. Para 1790, este puerto manejaba cerca de 74,000 esclavos
negros para América, convirtiéndose en ―el semillero de la marinería británica.
En el comercio se consolido una cadena de profesionales y artesanos y con sus
elevadas ganancias crecieron nuevas instituciones bancarias y hasta la famosa
compañía de seguros, la Lloyds de Londres, haría también fabulosos negocios con
el comercio de esclavos4.
El dominio español en América
comienza a ser erosionado, después de 40 años de tranquilo poderío. A partir
del siglo XVI, los territorios en las Antillas sufren la intromisión de las
principales potencias europeas: Inglaterra, Francia y Holanda, a través del
comercio de esclavos y en ataques armados a sus puertos. Ninguna otra nación
europea le disputaba a España territorios en las Antillas. Estas atraían a los
aventureros, pero más bien se dedicaban al pillaje y al contrabando, antes que
a la colonización. Algunas veces la piratería fundaba poblaciones, pero se
hacía provisionalmente, como una estrategia de apoyo logístico para nuevos
ataques a España. Para desarrollar empresas de capital había que arriesgarse,
pero este cuadro se alteró con la aparición de Holanda, país que se mostró más
tenaz que Inglaterra y Francia.
Las Antillas se volvieron
vulnerables a la codicia extranjera y tanto holandeses como ingleses comenzaron
a presionar y reclamar derechos de navegar, comerciar y poblar la región.
Aunque costó mucho la colonización, los oficiales y soldados conquistadores
recibieron concesiones de tierra para cultivar y establecerse, al tiempo que la
eventual prosperidad, basada en la piratería, el comercio de esclavos y el
cultivo del azúcar, invadió a las otras islas y tierra firme.
Con lo años llegó la prosperidad
y los hacendados del azúcar, los ―sugar planters, se convirtieron en nuevos
ricos, símbolos de una nueva clase, protegidos por leyes monopolistas y dueños
de grandes extensiones de tierra que no llegaron a conocer porque nunca
salieron de Londres. A partir de 1763 comienza la nueva era industrial de
Inglaterra y la necesidad de impulsar el comercio británico hacia otros
mercados. Las poblaciones inglesas producen el estallido demográfico. El viejo
mercantilismo cede el paso al libre comercio y también cede, en el siglo XIX,
el interés en el comercio de esclavos negros y el esplendor de la clase de
hacendados procedentes de las Antillas.
Adam Smith se convirtió en un
teórico contra el esclavismo, al ofrecer en su libro La Riqueza de las Naciones un persuasivo razonamiento económico
para probar que el trabajo libre era más productivo que el esclavo. Decía Smith
que ninguna sociedad puede ser floreciente y feliz si la mayor parte de sus
miembros viven en la pobreza y la miseria. La mala administración en las
haciendas hacía más costoso el mantenimiento de un esclavo que el de un
trabajador libre. La persona que no adquiere propiedad, decía, sólo puede tener
interés en comer; trabajará por consiguiente, lo menos posible. Sólo el gran
lucro obtenido por el azúcar permitiría el uso dispendioso del trabajo servil.
Junto a la presión del nuevo
industrialismo, el fervor religioso rompió el esquema económico del esclavismo.
Para un razonamiento del más puro sentimiento religioso, el negrero era un hijo
del diablo y la esclavitud un pecado inmundo, ―el más grande pecado del mundo,
de naturaleza infernal, el mismísimo vientre del infierno 5.
Los españoles estaban
familiarizados con la esclavitud, pues la introducción de negros africanos en
España data de la Edad Media. Y desde la antigüedad se conoce su existencia,
como medida ―justificadora del Estado y la Iglesia, creyéndola necesaria para
el desarrollo económico, el primero, e impartiéndole su aprobación como medida
civilizadora y cristiana porque se estaba transformando un salvaje en un
individuo capaz de absorber la fe cristiana y la civilización. Ahora bien, sin
el descubrimiento, la esclavitud negra no hubiera tenido el carácter asombroso
que se le dio; los necesitaban para introducir las nuevas relaciones de la
producción en un mundo desconocido y rico. América se abre al mundo y estaba
capacitada a recibir el sistema social que se le impusiera, pero España, por su
condición de potencia económicamente débil, le introdujo el sistema feudal y
para ello necesitaba esclavos.
Las primeras reales cédulas se
dictaron con ese fin, algunas a petición de Colón y otras ya dentro del proceso
que delinearía la Metrópoli para sus nuevas posesiones. Y lo primero que hizo
España fue introducir hombres blancos y libres, en número reducido, pero expertos
mineros, labradores, albañiles, carpinteros y de otros oficios, para emprender
la tarea de doblamiento. Con la ilusión y la codicia de extraer oro y hacerse
ricos de la noche a la mañana, muchos españoles embarcaron con Colón en su
segundo viaje, pero al tener dificultades para conseguir oro, comienza la
desilusión y nadie quiere venir a América, siendo necesario que los Reyes
Católicos expidieran con urgencia patentes a las justicias para que deportasen
al Nuevo Mundo, y a la orden de Colón, todos los delincuentes que se condenasen
a destierro en alguna isla, o a trabajar en las minas; los que no mereciendo la
pena de muerte, podían ser condenados legalmente a deportación; y a los
indultados, salvo los traidores y herejes. Posteriormente se expidió la Real
Cédula de Burgos, del 23 de abril de 1497, autorizando a Colón para que tomase
a sueldo y emplease hasta el número de 331 personas libres, entre escuderos,
peones de guerra y de trabajo, mineros jinetes, lavadores de oro, labradores,
hortelanos, artesanos y 30 mujeres 6 .
De lo único que se tiene
testimonio es que el principio del siglo XVI es también el comienzo del tráfico
de esclavos negros a América. El 3 de septiembre de 1501 se nombra a Nicolás de
Ovando como gobernador de La Española, Indias y Tierra Firme, con instrucciones
de introducir en ellas negros esclavos, con tal de que fuesen nacidos en poder
de Cristianos. En 1503 Ovando pidió a la Corona que no enviasen a La Española
más negros, porque huían y se juntaban con los indios, enseñándoles malas
costumbres. Pero muerta la Reina Isabel y para agradar a su sucesor, Don
Fernando, que se inclinaba por hacer fortuna rápidamente, le escribe pidiéndole
negros, y a lo que el nuevo monarca le contesta en carta fechada en Sevilla,
del 15 de septiembre de 1505, diciéndole: ―Enviaré más esclavos negros como
pedís, pienso que sean ciento. En cada vez irá una persona fiable que tenga
alguna parte en el oro que cogiesen y les prometo alivio si trabajan bien 7.
A medida que el descubrimiento
había puesto sobre los ojos del Reino la evidencia de riquezas en América, lo
que significaría un intenso tráfico marítimo comercial, de dichas islas hacia
España, los reyes Católicos mandaron, el 20 de enero de 1503, que se
estableciese en Sevilla una Casa para la Contratación de Indias, compuesta de
tres Oficiales Reales, que deberían juntarse diariamente para tratar de los
asuntos de la Casa, entre ellos, de las mercaderías que se enviasen a las
Indias y recibir todo lo que de ellas viniese a Castilla, interviniendo en la
venta de lo que fuese necesario. Le correspondía también el despacho de las
naves para traficar o descubrir y debería informar al Reino del estado de sus
colonias y más adelante fue requiriendo otras importantes atribuciones. Y
siendo preciso formar una junta de notables que resolviesen todos los negocios,
acrecentados por los nuevos descubrimientos y conquistas, en 1524 se funda el
Consejo Supremo de las Indias, y con enorme influencia en el asunto del tráfico
de esclavos negros.
Por cuestiones puramente
religiosas, España mantenía inflexible su criterio de convertir a las Indias a
la Santa Fe Católica, habiéndose prohibido la entrada en América de aquellas
―personas sospechosas en la fe, que podrían impedir algo a la dicha
conversación; ordenándose ―no consintáis ni deis lugar a que allá pueblen ni
vayan moros, herejes, ni judíos, ni reconciliados, ni personas nuevamente
convertidas a nuestra Santa Fe, salvo si fuesen esclavos negros u otros
esclavos que hayan nacido en poder de Cristianos nuestros súbditos é naturales
é con nuestra expresa licencia 8 .
Atendiendo a las quejas que los
indios no servían para el trabajo de las minas, en enero y febrero de 1510 se
despachan esclavos negros a la consignación de Don Diego Colón, muchos de los
cuales murieron, unido también a la mortandad de los indios, lo que de por sí
constituía un serio problema. Y siguiéronse enviando negros, pero siempre en
número reducido y nunca lograban arribar a puerto seguro. Fue entonces cuando
los religiosos de la Orden de Predicadores, residentes en La Española desde
1510, para defender a los indios, tratando de socorrerlos, dictaron varias
providencias en 1511 y en una de ellas piden ―que como el trabajo de un negro
era más útil que el de cuatro indios se tratase de llevar a La Española muchos
negros de Guinea. Siendo esta la primera evidencia del tráfico de esclavos
negros provenientes de África, esto es, de esclavos no nacidos en el poder de
los Cristianos9.
Otra institución ligada al
tráfico negrero fue el almojarifazgo. Con este
nombre se llama al impuesto que todos los traficantes de esclavos negros tenían
que pagar a la Hacienda Real por la venta de cada esclavo y proviene de la
contribución que los moros cobraban, en tiempos de su dominación en España.
Para eludir este impuesto y los derechos de licencias, los españoles y
portugueses hacían el contrabando de negros, que a la fecha era el negocio más
lucrativo. Después vino el interés metropolitano, usualmente una práctica que
España imitaría de las otras metrópolis respecto a sus colonias, o sea, el
cobro de tributos sobre el tráfico de esclavos negros para aumentar la Real
Hacienda. El cronista Herrera señala que esa política resultaba provechosa para
la Real Hacienda, porque, a la falta de indios, la fuerza de trabajo del negro
rendía más, por cuanto un negro trabajaba más que cuatro indios. Ya en 1499
Colón se quejaba que La Española era la tierra de los mayores haraganes del
mundo, pero todavía no pedía negros. Pedía a cambio que en cada nave que
saliese de España se remitiesen 50 hombres, y que en cambio, él devolvería a
Castilla igual número de los holgazanes y desobedientes10.
La solicitud de negros no se hizo
esperar y fue hecha por las distintas colonias. De Castilla del Oro pidió
Carlos I el Regidor Rodrigo de Colmenares, en 1517, que a cada castellano que a
ella pasase de España, se le permitiese introducir para su servicio esclavos
sin pagar derechos. En ese mismo año, religiosos asentados en La Española
pidieron al Cardenal Ximénez, que se concediese licencia general para llevar
negros a esa isla.
Los Padres Jerónimos volvieron a
pedir negros en carta de 18 de enero de 1518 y decían: “En especial que a éllas
se puedan traer negros bozales, y para los traer de la calidad que sabemos que
por áca combiene, que V. A. nos mande enviar facultad para que desde esta isla
se arme para ir por ellos á las islas de Cabo Verde y tierra de Guinea, ó que
esto se pueda hazer por otra cualquiera persona de esos Reynos para los traer
acá. Y crea V. Alteza que si esto se concede, demás de ser mucho provecho para
los pobladores destas Islas y rentas de Vuestra Alteza, serlo ha para que estos
indios sus vasallos sean cuidados y relegados en el trabajo, y puedan más
aprovechar á sus ánimos y á su multiplicación”11 .
A las reiteradas solicitudes de
los Padres Jerónimos, se sumó el Licenciado Alonzo Suazo, a la sazón (1518)
Juez de Residencia en La Española; también pidió “todos los negros y negras que
pudieren haber bozales de edad de quince á diez y ocho ó veinte años, é hacerse
han esta isla á nuestras costumbres é ponerse han en pueblos donde estarán
casados con sus mujeres, sobrellevarse ha el trabajo de los indios, sacarse a
infinito oro…”12 .
La Metrópoli española accedió a
las gestiones y en 1518 y 1519 concediéronse varias licencias para introducir a
La Española negros. De esa manera se inicia el tráfico de esclavos negros en
América, como una necesidad para conservar los negocios establecidos en las
islas. La ruina de éstas y la desaparición constante de la población india
motivaron la urgencia de traer negros de Portugal, como vía más rápida.
Fray Bartolomé de Las Casas, el
gran defensor de los indios de América, pidió esclavos negros para
reemplazarlos por aquéllos, pero su intención no era esclavizar a los que eran
libres en África sino traerlos de España, donde existían de años atrás la
esclavitud de la raza africana13.
Y actuó así al ser testigo de los
duros e inhumanos tratos que a los indios les prodigaban sus compatriotas y al
ver disminuir progresivamente la población india, reducida en apenas 15 años de
un millón a sesenta mil. Lo cierto es que la introducción de esclavos negros en
América se origina con la propuesta de Bartolomé de las Casas en 1517. A
seguidas se formó un tráfico a través de Reales Células que dieron autorización
para introducir negros en La Española, Cuba, Puerto Rico y Jamaica, degenerando
en un comercio de humanos y en la institución más abominable de la historia,
que se prolongó hasta México, Centroamérica y Perú.
Antes de producirse este fenómeno
del tráfico negrero, la Corona había puesto en vigencia su sistema de
“encomienda”, por el que cedía al colonizador español pueblos indígenas de
América para que los administrara. Así se despertó el deseo de venir a las
nuevas tierras con el propósito de obtener riquezas y privilegios,
estableciéndose con la encomienda de indios ―la base económica más importante y
general sobre la cual descansó toda la naciente aristocracia de los nuevos
territorios, desde sus rasgos más humildes a los más elevados-14 .
El sistema de encomiendas
entregaba indios a los españoles, y esta concesión daba a los españoles el
derecho de exigir trabajo o tributo de los indios. De esa manera “se
repartieron indios para el cultivo de las tierras, para la guarda de los
ganados, para el laboreo de las minas, para la ejecución de obras públicas y en
general para toda la clase de actividades económicas”15 .
Propiedad de la tierra y fuerza
laboral eran comunes al encomendero español; de tal suerte que existía una
ligazón de la propiedad de la tierra con la posesión del indio que, en muchos
casos, lo preciado no era poseer tierras, sino poseer indios. La brutalidad del
encomendero contra el indio arrancó en pedazos las tierras de América y fue
tanta la crueldad española que –según el Reverendo G.W. Bridges, autor de una
historia de Jamaica y de la tierra firme adyacente- “un millón de nativos
murieron al servicio de los conquistadores en el trabajo de las minas de
Honduras”16 .
Fray Bartolomé de las Casas, y
antes que él, Fray Antonio Montesinos, se atrevió a denunciar el sacrificio de
los indios, a los que se trataba como esclavos. La crítica rompía el esquema de
las relaciones de trabajo en América, donde el indio era la única mano de obra
y se convertía en un objeto de trabajo. Le dijo al Rey que si “no quitase los
indios a los españoles, sin ninguna duda todos los indios perecerán en breves
días; y aquellas tierras y pueblos quedarán, cuan grandes como ellas son,
vacías y yermas de sus pobladores naturales; y no podrán de los mismos
españoles quedar sino muy pocos y brevísimos pueblos, ni habrá casi población
de ellos porque los que tuvieren algo, luego se vendrán a Castilla; porque no
está hombre allá con voluntad de poblar la tierra, sino de disfrutarla mientras
duran los indios”.17
Las Casas fue un indiscutible
defensor de los indios, pero sus razones humanitarias lo llevaron también a
promover con leyes y reformas teológicas un nuevo sistema de explotación de la
riqueza de América. Si bien es cierto que él luchó denodadamente por la suerte del
indio, sus razonamientos sensibles significaban también que los indios eran
fuente de riqueza que España no debía desaprovechar, es decir, los indios eran
vasallos contribuyentes del erario y si se les exterminaba no podían tributar.
Su argumentación para defender al indio lo llevó incluso a proponer al Rey a
que se le substituyese por esclavos negros, planteamiento éste que lo llevó
después a su arrepentimiento18.
Lo cierto es que las denuncias de
Las Casas contribuyeron al nacimiento del importantísimo cuerpo jurídico que se
llamó “Leyes Nuevas”, promulgadas en
noviembre de 1542. Esas leyes, aunque en la práctica no se cumplieron
totalmente, establecieron que los indios serían puestos en libertad y se
castigaba mantenerlos esclavos. Así nació la confusión en las posesiones de
América, pues al crearse una nueva situación de trabajo, al redimirse la
esclavitud del indio, surgió el problema de la producción. Las minas y los
ingenios tenían que seguir produciendo y la mano de obra tenía que ser
reemplazada.
La solución la dio la importación
de esclavos negros.
II.
LAS ISLAS DEL
AZUCAR
La caña de azúcar no fue el único
cultivo de las Antillas, pero fue el prevaleciente y por lo tanto el que le dio
unidad a la raza y a la geografía fragmentada: el blanco propietario y el
indio, el negro y el asiático braceros.
La Española se convirtió en la
llave y puerto de América1 porque recibía y despachaba naves, era centro
comercial y ciudad importante de toda América. Ella se constituyó en la primera
isla de atracción para el desarrollo de los centros mineros y agrícolas,
habiéndose creado 2 ciudades y 16 villas. San Juan de Puerto Rico tenía 2
pueblos solamente, igual que Jamaica, no tan ricos como La Española y poco
habitados. En Cuba se formaron 7 pueblos y su población era considerable, con
una riqueza potencial que hizo de la isla un punto importante para la
agricultura y la extracción del oro, del que seis poblaciones vivían.
El cultivo de la caña de azúcar
se convirtió en la causa principal del tráfico de esclavos negros en América.
Existen opiniones diversas sobre la época en que esta planta llegó por primera
vez al Nuevo Continente; el cronista Oviedo2 argumenta que el primero que
plantó cañas de azúcar en La Española fue Pedro de Atienza, en el pueblo de
Concepción de la Vega. Y el cronista Herrera afirma que un vecino de la Vega,
llamado Aguilón, fue quien la introdujo en Canarias en 1506. El historiador
Saco considera erradas estas citas, porque según él, la caña entró en aquella
isla al siguiente año de su descubrimiento, siendo Cristóbal Colón su primer
introductor de 1493.
Esta discusión no interesa tanto
para aseverar que fueron los ingenios de azúcar, que proliferaron para su
comercio exterior, lo que dio lugar al comercio de esclavos negros; ya para
1518 había en La Española 40 ingenios y también en Puerto Rico. Se consideraba
que un buen ingenio debería tener de 80 a 120 esclavos negros.
Azúcar y Esclavos
Saint Domingue (Haití) fue el
prototipo de economía de plantación, o sea, la gran industria de propiedad en
manos de una compañía, con absoluto poder sobre los integrantes de ella. En
escasos 27,750 montañosos kilómetros cuadrados, los franceses montaron la
colonia más productiva del mundo; y a decir de Sánchez Valverde 3 llegó a
producir más que todas las colonias españolas de América juntas.
Para 1789, cuatro años antes de
la gran revolución libertadora del pueblo haitiano, cerca de 40, 000 franceses
controlaban una mano de obra compuesta por 464,000 esclavos valorados en
1,137.500 libras4. A partir de 1804 todo fue completamente desarticulado por
una larga guerra que destruyó la economía, los esclavos quemaron las
plantaciones y el propietario blanco tuvo que huir. Pero el negro adquirió su
libertad y el ejemplo comenzó a orientar una nueva economía mundial, con nuevas
formas de trabajo y de dependencia.
Este fenómeno produjo la baja
creciente de la producción azucarera de Haití, es decir, la retirada del
mercado internacional y la entrada de Cuba al mercado. Esta manifestación se
nota al advertir que en 1789 Cuba exportaba sólo 1,106.016 libras de azúcar,
mientras Haití 141,089.831 y Jamaica unos 12 millones. Sin embargo, en 1826 la
relación se invirtió, pues mientras Haití exportó 32,864 libras, Cuba exportó
6,237.390.5
La revolución haitiana trajo la
bonanza azucarera de Cuba; consecuencia de ello fue la fuga de capital, de
tecnología y de esclavos. El azúcar no ha sido el único producto típico de las
Antillas, pero el azúcar ha conformado su historia y economía. El azúcar pobló
y despobló las Antillas y trajo el progreso y la miseria, las revoluciones y
las intervenciones.
Las cifras de exportación de
azúcar desde las islas de las Antillas se conocen hasta muy entrado el siglo
XIX y esas cifras revelan un lento crecimiento de la oferta, de 1760 a 1791, en
las colonias inglesas y francesas del Caribe, en especial, porque desde
mediados del siglo XVIII, ya habían alcanzado el límite máximo de exportación
dentro de las condiciones de la época. En las tierras continentales y en
Jamaica, el alejamiento de los puertos de embarque suponía una inversión poco
rentable.
El crecimiento productor inglés
está asentado en la puesta en marcha de las nuevas colonias de Islas Vírgenes,
Granada, Granadinas, San Vicente, Santa Lucia, Dominica, Trinidad y Tobago y
Jamaica. Francia e Inglaterra totalizaron en 1791 el 78,75 por ciento de las
exportaciones azucareras a Europa.
La coyuntura azucarera del
período 1760-1792 favoreció a Cuba directamente, manteniendo una tasa de
crecimiento productor anual de 4,58 por ciento y mejora su posición en el
mercado, pasando del 2,68 por ciento en 1760 al 6,92 por ciento en 1791,
período de aumento también en la importación de esclavos negros.
Las estadísticas de producción
azucarera de esos períodos se registran en el cuadro de Moreno Fraginals6,
reproducido como sigue:
COMERCIO INTERNACIONAL AZUCARERO (1760-1792)
PRODUCCION COLONIAL (toneladas métricas)
Colonias Inglesas
|
1760
|
1791
|
1792
|
Jamaica
|
39,841
|
60,900
|
55,464
|
Barbados
|
7,589
|
7,105
|
9,160
|
St. Kitts
|
9,220
|
7,127
|
7,062
|
Antigua
|
5,423
|
3,555
|
3,731
|
Granada y Granadinas
|
4,000
|
8,950
|
9,432
|
Monserrat
|
2,608
|
1,441
|
1,235
|
Nevis
|
1,912
|
2,335
|
2,255
|
San Vicente
|
|
6,002
|
6,000
|
Tobago
|
|
4,150
|
4,300
|
Dominica
|
|
2,600
|
2,860
|
Trinidad
|
|
2,030
|
2,335
|
Santo Domingo (antes La Española)
empezó a desarrollar sus ingenios, aunque sea rústicamente, desde 1506, en
Concepción de la Vega; el alza de precios del azúcar en Europa alentó la
producción de esta isla. Esos primeros ingenios utilizaron mano de obra india,
que al irse acabando fue desplazada por negros esclavos. Las primeras noticias
de un embarque de azúcar hacia el exterior datan de 1521, ―y se sabe que al año
siguiente exportaban unas dos mil arrobas, que al precio de dos ducados la
arroba anticipaban unos beneficios muy altos que prometían amortizar
prontamente el capital invertido7.
La política de España respecto de
Puerto Rico y ―en contraste con varias otras islas del Caribe, no apuntó hasta
bien entrado el siglo XVIII, la tendencia hacia el clásico tipo de factoría
azucarera, con un capitalismo agrario, basado en abundante mano de obra
esclava‖8, carente de una política de población y orientada hacia el incremento
de los núcleos africanos, en esos períodos, pero con notable aumento entre 1765
y 1860.
Azúcar y esclavos negros corren a
la par en su explotación extensiva. Nace un sistema de producción viciado,
caracterizado por su esclavismo, porque al mismo tiempo la frena. Había
ingenios de Las Antillas españolas con fuerza de trabajo de 100 esclavos
capaces de producir 115 t. de azúcar por zafra, un rendimiento de 1,15 t. por
negro, y que, de hecho, es una prueba palpable de tecnificar la producción.
El negocio de esclavos negros
prolifera y es tan poderoso que rompe todos lo vínculos legales y los frenos al
comercio, licito o de contrabando; tanto así que los grandes negociantes de
esclavos y los productores de azúcar promueven, entre el 28 de enero de 1789 y
el 12 de abril de 1798, que por reales cédulas se dictan once órdenes y
decretos que liberan e impulsan el gran negocio de esclavos en América.
Primera Rebelión Negra
El trato injusto hacia el negro
dio lugar a que huyera, se enfermara o que se aniquilara físicamente, y se creo
la necesidad de traer más negros. Pero no tardaría (1522) en rebelarse, siendo
el ingenio del Almirante y Gobernador de Santo Domingo, Diego Colón, el primero
en sufrir deserciones de negros, que unidos a los pocos indios dieron toda
clase de batalla a los españoles que los perseguían, matando varios de ellos.
Tratando de evitar la repetición
de hechos como el anterior y errores en el tráfico de esclavos negros, por una
petición de los Padres Jerónimos, el Rey don Carlos (1523) ordenó un nuevo
repartimiento de 4,000 negros, del modo siguiente: 1,500 a La Española; mitad
varones y mitad hembras; 300 a Jamaica; 300 a Cuba; 500 a Puerto Rico y 500 a
Castilla del Oro (Colombia). En 1525 se había autorizado a Alonso de Castro,
tesorero de La Española, mediante real cédula, que introdujese en aquella isla
200 negros para formar la crianza de ganados, la caña de azúcar, cañafístula,
etc…
Hacia 1526, Carlos I revocó la
prohibición de su abuela, dando licencia para que todos los súbditos de los
reinos y señoríos de su Corona pudiesen pasar a las Indias, y estar y comerciar
con ella, según y como lo hacían los naturales de Castilla y de León. Con ello
también se dio impulso a la colonización del resto de América. Es muy probable
que los conquistadores llevasen esclavos negros, pues ya tenían experiencia de
lo valioso de sus trabajos en aquel tipo de empresas que estaban deseosos de
iniciar en las nuevas tierras conquistadas.
Las paradojas de la historia son
impresionantes si se compara que la colonización de los países del Nuevo Mundo
trajo particularmente el abandono de la isla Española y la desgracia de Puerto
Rico, Jamaica y Cuba. Sus vecinos fueron atraídos por la furia del oro en Perú,
México y Centroamérica y abandonando sus hogares fue necesario que el Rey
(1525) recurriera para menguar esa situación dando licencia a todas las
familias de Castilla que quisiesen ir a vivir a La Española, la isla más
afectada por el despoblamiento, dando además del pasaje franco la autorización
de llevar 6 esclavos negros. Para el año siguiente la situación fue más crítica
y se pidió al Rey que dejase introducir 100 negros y 100 negras. En Cuba (1528)
se trató de encontrar fórmulas de reproducción de la población negra y como
había escasez de hembras, se pidió el envío de 700 negros de ambos sexos.
La necesidad de esclavos negros
en estas islas incentivó el comercio legítimo e ilegítimo y se les trajo
también de Portugal; pero parece que los negros traídos por las vías ilegales
eran de “ruin calidad”, que se elevaron protestas al Rey (1530).
La emigración de las islas seguía
preocupando, por la codicia despertada en Perú, México y Centroamérica, tanto
así que este comercio de esclavos tuvo en ese momento un valor monetario muy
elevado, pues había subido el precio de un negro. Desde Panamá se reportó que
en cinco meses (1535) habían llegado a aquel puerto, en tránsito al Perú, 600 hombres
blancos y 400 negros. De Nicaragua (1534) sacó 200 negros el Gobernador Pedro
de Alvarado, llevándoselos a Quito. De Honduras (1535) se pidió al Gobierno,
por carecer de número suficiente, que le enviasen 100 negros para sacar oro9.
De Honduras se suplicó al
Emperador, el 12 de marzo de 1540, que enviasen 150 negros fiados por uno o dos
años, para reemplazar a los indios alzados y que huían. Con este motivo mandóse
a los oficiales reales de la Casa de Contratación de Sevilla, en 20 de
septiembre de 1540, que buscasen personas que se obligasen a llevar a la
provincia de Honduras 300 esclavos. El Consejo de Indias comisionó al
Licenciado Cristóbal de Pedraza, Obispo electo de Honduras, para que buscase
mercader que llevase a los referidos 300 negros. Una vez en Lisboa, Pedraza
ajustó cuentas con Alonso y Diego Torres, quienes se obligaron a introducir en
Honduras en dos o tres naves, 300 esclavos, hembras la tercera parte, todos
sanos, se repartieron entre los vecinos, con intervención del Obispo Pedraza y
vendidos al precio de 55 pesos de buen oro, pagaderos dentro de 15 años después
de su entrega. Desde Badajoz y por aquel año (1541), el obispo Pedraza le
escribe al Emperador, felicitándole por esa operación. El repartimiento se hizo
entre Gracias, Comayagua, San Pedro y Trujillo10.
Se
Regulan los Precios
Por reales cédulas, una serie de
procedimientos regularon el negocio de la trata negrera, como de observancia
obligatoria, ya sea prohibiendo el paso a las tierras de Indias, esclavos, sin
licencia real, ni blancos ni negros, ni moros ni mulatos. Era la época del
contrabando y España deseaba asegurarse de la ―legitimidad‖ de su comercio; de
suerte que el barquero que llevara esclavos en tierra sin permiso oficial,
perdía la barca y se le condenaba a prisión. En 1556 se regularon los precios
del modo siguiente: “En la isla Española, San Juan y Cuba, y en las demás islas
de las dichas nuestras Indias, a cien ducados cada pieza y en las provincias de
Cartagena y Tierra Firme y Santa Marta y Venezuela y Cabo de la Vela y Honduras
y Guatemala, a ciento y diez ducados”. Pero como la tarifa parecía elevada y
evitaba la concurrencia de mercaderes, en momentos que necesitaba mano de obra,
por otra real cédula del 13 de octubre de 1564, se dispuso “que se vendiesen al
fiado por tiempo convenible, con tanto que el que los comprase diese fianzas
legas, llanas y abonadas, para seguridad de dicha deuda de los dichos negros”11.
Años siguientes se legisla, como
en Francia, a través de un Código Negro, para la formación de unas ordenanzas
para el gobierno económico, político y moral de los negros. Por real cédula de
23 de diciembre de 1783, se dio comienzo a las diligencias del Código Negro
Español, por expresa bondad de Carlos III de España, “el protector de los
desvalidos socialmente”, según Javier Malagón Barceló que, “así como trató de
los Gitanos de la Península, lo hizo tardíamente con los negros en sus
provincias de Ultramar”, y que después de terminado quedó relegado en una
oficina, como documento inservible12.
Fiebre Negrera
Las comunidades hispanas de las
Antillas vivían en una economía predominantemente agrícola y sus habitantes
españoles le daban el toque pastoral que acostumbraron en sus tierras de
Castilla. La cría de ganado fue su primera actividad y el principal valor
residía en sus cueros, que tenían gran demanda en Europa, tanto para la
talabartería como para elaborar ropas defensivas. La carne de vaca y el sebo se
volvieron medios de subsistencia y de exportación; después del vino el “casabe‖”
como principal producto para hacer pan, seguido del maíz y el tabaco. Pero es
el azúcar el más importante producto que formará un hilo de conexión a través
de toda la historia de las Antillas.
La producción de azúcar en
grandes cantidades para exportar requería un complejo sistema que demandaba
mucha mano de obra, un trapiche fuerza para moverlo, se necesitaban además
vasijas de cobre, hornos y ollas para cristalizar el jugo y carros y bestias
para transportar la caña.
Se necesitaba un fuerte capital
para montar un ingenio y de esa suerte sólo triunfaban los grandes
inversionistas. El primer trapiche fue construido en La Española en 1508 y se
enviaron a España las primeras muestras de azúcar cerca de 1515. Pero la falta
de mano de obra india limitaba la producción y es cuando aparece la importación
de esclavos negros.
La consideración del comercio de
esclavos conduce automáticamente al problema de la regulación del comercio en
general, asumiendo España el papel monopolista a favor de sus súbditos de todo
el comercio, la navegación y su propio derecho de obtener un tributo directo de
sus posesiones americanas. A principios de 1503, en el puerto de Sevilla, una
casa real de comercio”- La Casa de Contratación- se estableció en esa ciudad.
En realidad no ejercía el comercio, sino que se desempeñaba como una oficina de
gobierno autorizada para inspeccionar y dar licencias a barcos, cargas,
mercaderes, pasajeros que iban o venían de las Indias. También recaudaba
impuestos y retribuciones e intervenía en el arreglo de disputas marítimas.
En 1537 quejóse la Casa de
Contratación ante Carlos I, denunciando que las naves portuguesas con licencias
para comerciar con negros en el Nuevo Mundo no se reportaban en Sevilla, como
era su obligación, y que descargaban su mercadería en Lisboa. Este hecho
singular fue un avance de la constitución de los corsarios, que aparecen en
1538 en Puerto Hermoso, de la Española, robándose el producto del ingenio de
Azua y llevándose 15 negros. En ese mismo año se opera el incendio en La
Habana, de manos de corsarios franceses, y para prever futuros ataques el
gobernador comenzó a construir un baluarte defensivo.
El comercio “ilícito” de esclavos
negros y mercaderías por negociantes portugueses fue denunciado nuevamente
(1540), con carácter de peligrosidad por la Casa de Contratación, a su Rey,
pero más que todo fue un enojo porque desobedecieron las reglas impuestas por
esa institución. Para enmendar esa situación se dispuso que cuando algunos
buques portugueses llegasen a las islas del Nuevo Mundo a cargar, diesen antes
de salir fianza suficiente y venir directamente a Sevilla, o deberían sufrir
rigurosas penas, que nunca se cumplieron.
Hacia 1542, la isla Española se
encontraba nuevamente en crisis de población, por que los negros habíanse
reunido como fuerza de poder, “salen y corren por toda la isla, y llevan negros
a vender, y traen y encubren todos cuantos se hacen por la tierra adentro. Y
andan los negros á lo menos de esta ciudad tan rica de oro y vestida, y tan
sobrellevados, que á parecen ellos son más libres que nosotros”13. Para esa
fecha el número de negros sobrepasaba a la población española y esto constituía
un serio peligro. El padre de las Casas asegura que había en La Española 30,000
negros y en todas las Indias más de 100,000.
Se dice también que para 1542
había disminuido en La Española la fundición del oro, “no sólo por la
exportación para Honduras de muchos negros empleados en aquella granjería, sino
por el temor que infundían los cimarrones, impidiendo que se buscaren menos
minas”14.
La intranquilidad de la población
española en la isla La Española era creciente y por el año de 1545 se descubrió
el alzamiento del cacique Henriquillo, que muchos problemas diera por su arrojo
y valentía. Para ese año la Justicia y Ayuntamiento de Santo Domingo
escribieron al Emperador que apenas se cogía oro, porque se había exportado
para Honduras casi todos los negros, y llevándose a México y Perú los que
quedaban. El alzamiento de esclavos negros vino a mermar la producción de oro y
los ingenios de azúcar sufrieron incluso daños físicos, sumándose después a
esta calamidad el azote de tres huracanes que no dejaron en pie ningún cultivo.
Ya para 1546 y 1547, el negocio
de tráfico de esclavos producía realmente grandes dividendos y a él se
dedicaban personajes españoles de toda alcurnia y cargo oficial. No es pues
extraño que el Obispo de la provincia de Honduras, Cristóbal de Pedraza,
escribiese al Emperador desde Trujillo, el 10 de mayo de 1547, acusando a los
oidores de aquella Audiencia, de consentir a los Oficiales Reales que se
aprovechasen de las rentas de la Real Hacienda comprando con ellas negros y
haciendo herederos para sí.15
El descontento de negros e indios
se había generalizado en Cuba, Venezuela y México, y se cuenta16 que en la
Villa de San Pedro, provincia de Honduras, hubo en 1548 un levantamiento de
negros tan peligroso que hubo necesidad de hacer uso de poderosos recursos
bélicos para sofocarlo.
No obstante que la rebelión negra
se propagaba en el Continente, continuábase con el abuso del repartimiento de
licencias, para introducir negros. Sólo La Española pidió al Emperador en 1552
que se le otorgaran 3,000 licencias para repartir entre sus vecinos todos los
negros que fueran indispensables, y sin contar con ello el negocio de contrabando,
que resultaba más lucrativo. Gran número de estos esclavos negros serían
introducidos posteriormente a tierra firme.
En 1555 el estado de La Española
y de Cuba era deplorable por falta de negros que se dedicaran a la tierra y por
ausencia de naves de comercio que estaban dejando a estos pueblos en espantosa
miseria. Para remediar esta triste situación se estableció una tarifa general
para todos los negros que se llevasen al Nuevo Mundo, a manera de revivir el
comercio de esclavos y darle vida a los trabajos agrícolas y mineros. Por real
cédula de 6 de junio de 1556 se legisló de la siguiente manera:
DUCADOS
En Cuba, Santo Domingo y demás islas no podían
venderse en más de 100
En las provincias de Cartagena, Tierra Firme, Santa
Fe, Santa Marta, Venezuela, Cabo de la Vela, Honduras y Guatemala en mas de
…………………....….…...... 100
En Nueva España y Nicaragua en más de ……………......
120
En el Nuevo Reino de Granada y Popayán en mas
de . 140
En el Perú y Rio de la Plata en más de
................................. 150
Y en Chile en más de ……………………………............. 180
Pero tal legislación no pudo
sostenerse porque afloraron los pleitos judiciales de “interpretación de la
ley”, y en definitiva terminó aceptándose la legislación de los comerciantes de
negros que los introducían por la vía ilegal. Y esto sin contar los esclavos
negros que llevan los piratas o que robaban para canjearlos por cueros,
jengibre, azúcar y perlas.
Por esa época las rentas y
haciendas del Rey estaban ansiosas de aumentar su caudal, y uno de los medios
de proveerse dinero lo constituyó el “almojarifazgo, especie de impuesto que
debían pagar los compradores de negros, cuyo tributo variaba de tarifa, según
las necesidades del Rey y las irregularidades y fraudes de los encargados de
cobrarlo.
En una relación de las cosas que
se han de tener memoria para pedir al Rey su ayuda, los habitantes de Trujillo
en la provincia de Honduras, solicitaron en 1528 y suplicaron a S.M. “que
porque la tierra se pueble e la contratación della no cese e los mercaderes
vengan a ella con una voluntad que S.M. nos conceda e haga merced que no se
page almojarifazgo ninguno en ella por el tiempo que lo hizo a la Nueva España
que por doze años”. Igualmente “que nos haga merced S.M. de mandar una cédula
firmada de su Real nombre para que nos hazer gente en la Ysla Española y en la
Ysla Fernandina y en la Ysla de Jamaica para la pacificación e población desta
tierra sin que nos ponga embargo ny impedimento en ninguna cosa la justicia de
las yslas. Y que nos haga S.M. merced de no dar licencia para pasar 500 negros
sin pagar derechos algunos a esta dicha Villa”. Y se vuelve a suplicar a S. M.
merced de no dar licencia para pasar 500 negros sin pagar derechos algunos a
esta dicha Villa”. Y se vuelve a suplicar a S.M. “que no paguen los vecinos
desta villa derechos algunos de almojarifazgo ni de otra manera cosa alguna de
lo que trageren de Castilla ni de otras partes a esta Villa para sus casas”17.
Para esa época la situación
aflictiva de los habitantes de Trujillo era penosa y se nota cómo la
institución del nuevo tributo pesaba en sus intereses.
Trato al negro
El establecimiento del régimen
esclavista fue de por sí inhumano y el tratamiento a los negros fue más
bestial. En su calidad de animal, el negro recibió los cuidados por el valor de
su compra. El dueño solamente lamentaba la muerte de un negro en la medida que
perdía un instrumento necesario para el trabajo. El negrero se cuidó también de
la reproducción del esclavo y favorecía la fecundación de modo que se
mantuviera el número de cabezas de su aparcería. Para los esclavistas
brasileños ―el vientre que da hijos es la parte más productiva de la propiedad
esclava‖; y los portugueses consideraban a los esclavos como sementales, como
caballos de raza, porque “lo que se buscaba es que tuvieran el máximo de hijos
posible para venderlos a 30 ó 40 escudos”18.
Los alzamientos, la huida, las
protestas en los centros de trabajo y hasta la enfermedad de los negros obligó
a los colonos esclavistas a la promulgación de su sistema jurídico que regulara
las relaciones amos esclavos. Las primeras regulaciones se dieron en La
Española en 1538 y otras en 1535, 1542 y 1544, que debieron cumplirse en las
otras islas de las Antillas y tierra firme.
La primera ordenanza indicaba que
todos los esclavos negros que se ausentasen al monte huídos del servicio de sus
amos, y si fuesen traídos, les sean dados 100 azotes y colocada una argolla de
fierro de 20 libras. Los huídos por segunda vez les cortaban un píe y la
tercera vez eran ejecutados. Otra de las ordenanzas indicaba que los cuidadores
de esclavos estaban obligados a denunciar sus fugas, y el que no lo hiciera
recibía una multa y severos castigos. La persona que desherraba o
desaprisionaba a los esclavos le daban 100 azotes, le cortaban un píe o le
daban muerte. Por otra parte, además de legalizar la ejecución de la justicia
en el amo, sobre era obligatorio que los Señores de los Negros tuvieran un cepo
y cadena19.
Estas y otras eran las
regulaciones formales, porque de hecho el dueño de un esclavo no tenía límites
para hacer uso y abuso. Algunos autores han asegurado que España fue benévola
en el trato a los esclavos negros, como si la sola presencia de la institución
esclavista no constituye una ofensa grave a la humanidad. Resulta absurdo
excusar que unos hayan sido más blandos que otros, si bien la esclavitud no se
puede justificar. España, es cierto, adoptó medidas para ajustar las penas,
pero eso no la libera.
Cumpliendo un deseo de
conciencia, Felipe IV ordenó en 21 de julio de 1623 un trato más humano a los
esclavos negros y pidió que se reprimiesen las demasías de los perseguidores de
negros fugitivos. Se dictaron también otras leyes prohibiendo el contrabando de
esclavos negros, señalándose que no se introdujesen en América esclavos
“mulatos”, “mestizos”, “turcos” ni “moriscos”, sino solamente “negros atezados”;
pero todas estas leyes, o nunca se aplicaron, o se revocaron, porque pudo más
la circunstancia de los hechos que las hicieran inútiles.
La corrupción de los empleados
españoles en América era la mejor aliada del contrabando y del trato inhumano a
los negros, y no les interesaba hacer cumplir las leyes del Rey. Pensaban que
los monarcas de España no podían conocer la realidad de América y que eran
ingenuos.
La voz del jesuita Fray Alonso de
Sandoval intentó prever grandes males y habló de las injusticias y del valor de
la libertad que tenían los esclavos negros. El comentó: “Por floridos que sean
los reinos, no se deben tener por seguros de guerras serviles mientras no
procurasen sujetar los esclavos y no estar á su cortesía. Por lo cual deberían
poner tasa los Magistrados á quien toda á la codicia de los mercaderes, que ha
introducido en Europa, y no menos en estas Indias, caudalosísimos empleos de
esclavos, en tanto grado que se sustentan y enriquecen de islas á traer de sus
tierras, ya por engaño, ya por fuerza, como quien va á caza de conejos, ó
perdises, y los traigan de unos puertos á otros como olandas ó cariceas. De
aquí se siguen dos daños considerables. El primero, que habiéndose hecho la
libertad de los hombres mercancía, no pueden dejar de ser achacosos muchos de
los títulos con que algunos se cautivan y venden.
Y el otro, que se inchen las
repúblicas de esta provisión, con peligro de alborotos y rebeliones. Y así como
la cautividad moderada se puede tratar sin estos escrúpulos, y con notables
utilidades comunes á esclavos y señores, el exceso es muy ocasionado á cualquier
desconcierto; no porque se deba temer, que los esclavos se alcen con la
república, que en sus corazones serviles raras veces cupieron pensamientos
altos, sino porque el amor de la libertad es natural y á trueque de conseguirla
se podrían juntar á procurarla y á dar la vida por ella 20.
Tanta vergüenza y deshonor,
cometidos en nombre del Cristianismo, estaban orillando las bases de la
religión y había que hacer algo para salvar el prestigio de la Iglesia, que a
fin de cuentas patrocinó con una Bula21 la conquista de América. El Sumo
Pontífice Urbano III expidió en 22 de abril de 1639 una bula famosa, reprobando
el tráfico de negros y prohibiendo al mundo católico que los privase de
libertad. Por conducto del Cardenal Cibo, la Congregación de la Propaganda
mandó en 1689 a los misioneros de Africa que predicasen contra el uso de vender
hombres. Pero nada de eso hizo cambiar la mentalidad de los traficantes, pues
continuaron con el negocio, y la Casa de Contratación de Sevilla siguió en esa
tarea.
El único cuidado que se tuvo con
los esclavos negros fue el de convertirlos a la religión católica, aunque
también es cierto que los súbditos del Rey muchas veces desobedecieron esa
orden. Por ese motivo, en el Sínodo Diocesano que se celebró en Cuba, en junio
de 1680, y que fue aprobado por real cédula de 9 de agosto de 1682, mandóse en
la Constitución IV “que los que tienen esclavos sin bautizar, los lleven a las
parroquias á que reciban el santo bautismo, y á los que se compraron de nuevo
les enseñen sus amos la doctrina cristiana”. Todo esto constituyó una
declaración de buena intención, porque a fin de cuentas, cualquier acto de
humanización de la esclavitud negra no era más el reconocimiento a la práctica
de un negociado vergonzante, que no cesó, por menos dóciles que parecieron
algunas leyes y dispocisiones.
Por real cédula de 31 de mayo de
1789, se acordó dar un tratamiento humano a los negros, dictándose reglas sobre
su educación y ocupaciones, que iban desde la obligación a los amos de instruir
a sus esclavos en los principios de la religión cristiana, hasta darles buen
alimento y vestido y una relación de días y horas de trabajo y descanso. Pero
la eficacia de esta cédula fue impugnada por los Capitanes Generales de algunas
provincias que pidieron se suspendiera porque la misma envalentonaba a los
negros y era seguro que esa protección se convirtiera en foco de rebeliones.
III. EL
TRAFICO DE ESCLAVOS Y LOS ASIENTOS
La trata de esclavos resultó ser
el complemento de la industria del azúcar. Y cuando se desató la fiebre del oro
y la plata, a medida que la población indígena iba desapareciendo, la necesidad
de importar esclavos negros se convirtió en un sistema mercantilista, que
consideró al negro en un objeto de comercio. Mientras las cuatro naciones más
influyentes en el comercio negrero: Portugal, Holanda, Inglaterra y Francia,
contaron con bases para el desarrollo de este comercio, España por el contrario
que poseía el más grande imperio colonial de América, descuidó ese renglón y
fue siempre cliente que dependió del excedente de las otras naciones. España
careció de una organización social capaz de llevar el modo de vida de nación
desarrollada, pese a que había dispuesto de un mercado interno para consumir
los artículos que producían sus colonias. Al llegar el 1600, España había
acumulado riquezas provenientes de sus posesiones, pero como dice Juan Bosch,
España tenía en América “la organización política y administrativa de un
imperio, pero no era imperio; en cambio, a esa fecha los países que aspiraban a
suplantar a España en el Caribe tenían las condiciones internas indispensables
para ser imperios y les faltaban las condiciones externas, esto es, el
territorio imperial”1.
España se vio obligada por las
circunstancias (carencia de recursos propios) a conceder a otros toda la
compleja operación de comercio de esclavos negros; y no vaciló en otorgar el
privilegio del transporte negrero a las Indias Occidentales a empresas
extranjeras. Se inició el primer tráfico negrero hacia Santo Domingo y Cuba,
cuyos colonizadores españoles ya habían diezmado la población india.
Carlos I otorgó el primer asiento‖
el 12 de febrero de 1528 a Enrique Ehinger y Jerónimo Sayler, de nacionalidad
alemana, para introducir esclavos negros en tierra de América. Por “asiento” debió entenderse una cosa
convenida en particular, o una compañía, se comprometía con el gobierno español
a transportar esclavos negros a las colonias españolas en América. Para atender
ese complejo asunto se creo una junta especial de negros dentro de la Casa de
Contratación.
Como se ha dicho, España era
poseedora del más grande imperio colonial en América, pero dejó atrás el
abastecimiento de esclavos que requerían sus colonias. Esto permitió a otras
potencias incursionar en el negocio y decidir incluso en los intereses
coloniales de España. La política de las otras potencias estableció el
monopolio del abastecimiento, de preferencia para cubrir las necesidades de sus
colonias y guardar el sobrante de los españoles; tanto así que España limitaba
el número de licencias a concederse en un determinado período de tiempo, pero
el asentista se volvía un verdadero monopolista, las revendía por su parte y se
reservaba el derecho de hacer solo ese comercio, fijándose de antemano la
provisión total de negros, a modo de una concesión de servicio público.2 Pero
también España recibía grandes dividendos con este negocio, por que fueron las
rentas que produjeron la venta de licencias ―lo que permitió levantar los
lujosos palacios en Madrid y fueron las participaciones de los contratos de
Guinea los que fabricaron las casas reales de Lisboa3 .
El tráfico negrero desembocó en
el negocio más productivo porque facilitaba el comercio del contrabando, de
suerte que el privilegio de entrar en puertos americanos con cargamentos de negros
les confirió a los asentistas la oportunidad de introducir también mercancías,
con la excusa de vestir y alimentar a los negros. Pero he aquí que en este
comercio de contrabando, los principales delincuentes eran los comerciantes
españoles, que obraban en connivencia con asentistas.
Por varios años y con intervalos
cortos, España interrumpió el comercio negrero, debido fundamentalmente a que
sus proveedores, Inglaterra, Holanda y Francia, le habían hecho la guerra. Pero
como existía el contrabando y además, como estas potencias habían establecido
depósitos negreros en sus colonias, no dejaron escapar semejantes oportunidades
para realizar especulaciones, como aconteció con Inglaterra, que desde Jamaica,
punto de donde ella exportó muchos negros para cumplir sus compromisos con
España, fue también el seno fecundo que alimentó el contrabando con la Isla de
Cuba y con los vecinos de la costa del continente 4. La necesidad del asiento
llevó también a los negreros a multiplicar los depósitos y almacenes de negros
en las costas occidentales de África, a fin de realizar los trueques y
transacciones y de extender sus negocios con facilidad.
España trató de realizar por ella
misma, sin intermediarios de otras potencias, el tráfico de esclavos negros, en
especial porque no le convenía el contrabando efectuado en sus colonias. Esto
dio origen a la contrata de 1762 con Miguel de Uriarte, comerciante de Cádiz,
cuyas provisiones indicaban que en ese momento la Corona esperaba asegurar una
adecuada provisión de esclavos a precios moderados e ingresos fiscales directos
de la trata negrera‖…y, además esas provisiones ofrecían una visión de las
condiciones generales del tráfico esclavista, a los que debía ajustarse el
futuro asentista5.
Uriarte convino en suministrar
anualmente un mínimo de 1,500 esclavos de Cartagena y Portobello, 1,000 a Cuba
y 400 a los puertos de Honduras; mientras que para los de Cumaná, Santo
Domingo, Trinidad, Margarita, Santa Marta y Puerto Rico, considerando sus pocos
habitantes y la pobreza de éstos, sólo le fue requerido importar entre 500 y 600
por año. Pero el asentista tenía la discreción de suministrar tantos negros más
como le ordenara el Rey, así a los puertos mencionados como a otro cualquiera.
E imitando la logística de los ingleses, se requirió a Uriarte el
establecimiento de un depósito negrero en Puerto Rico, desde donde
reembarcarían, según la necesidad, a los distintos puertos de América. Al
parecer en el negocio de Uriarte, entraron otros bajo el nombre de Compañía
General de Negros, encargados de aquel privilegio y con autorización de cambiar
el depósito de esclavos de Puerto Rico a La Habana, que sirvió de intermediaria
y de gran depósito de esclavos para las Antillas, México y Honduras.
Desde 1789 a 1804 se dieron una
serie de disposiciones reales para incrementar el tráfico de esclavos negros a
posesiones de España en América. Todo un rosario de reales cédulas se emitieron
para justificar el fomento de la agricultura, permitiéndose a todos los
españoles, incluyendo a los residentes en América, pasar en barcos propios o
fletados a comprar negros en cualquier lugar que los hubiese, franquicia que
abarcó también a los extranjeros. Por real decreto de 22 de abril de 1793 y
para asegurar mayor fomento de la agricultura y comercio de las islas de Cuba y
Puerto Rico, y de las provincias de Yucatán y tierra firme (Centroamérica), el
Rey señaló que sean perpétuas las gracias, que con dictámen de mi Consejo de
Estado, concedí por diez años en el citado Real Decreto de veinte y dos de
noviembre de noventa y dos a la isla de Cuba, ampliando la excepción de todos
los derechos, alcabala y diezmos al azúcar en el aumento que tuviese sobre la
cosecha actual, y en los ingenios y trapiches que de nuevo se establezcan. Y
por lo que queda referido tenga el debido cumplimiento, mando a mis Virreyes,
Presidentes y Audiencias, Gobernadores, Intendentes, guarden, cumplan, hagan
guardar, cumplir y ejecutar cuanto en esta mi Real Cédula se previene,
comunicándola a este fin a los démas tribunales, y personas a quienes
corresponda, y tomándose razón de ella en las contadurías generales de dicho mi
Consejo‖6
El Primer Asiento
Para Diaz Soler7 los contratos
celebrados entre el gobierno español, a través de la Casa de Contratación, con
los comerciantes españoles y portugueses, hasta antes de 1590, no constituyeron
un “asiento”, porque no hubo continuidad y carecer también de cláusulas
específicas e importantes. Para este historiador, debe hablarse de la
institución del asiento a partir de 1595. Y por “Asiento” debe entenderse una
contratación, una cosa convenida, con las formalidades del derecho público por
medio del cual un comerciante individual o una compañía se comprometía con el
gobierno español a reemplazar con negros la deficiente mano de obra que existía
en las colonias de América.
De esa suerte puede afirmarse que
el primer asiento concebido como tal fue concedido por Felipe II al portugués
Pedro Gómez Reynal, el 30 de enero de 1595, obligándose éste en el plazo de
nueve años llevar a las Indias los esclavos negros, sacándolos de Sevilla,
Lisboa, Angola y Mina, o de cualquier parte del mundo, y por su propia cuenta y
riesgos; debiendo pagar 900,000 ducados al gobierno español e introducir a sus
colonias en América, cada año, 4250 esclavos, so pena de pagar 10 ducados por
cada pieza que dejase de remitir, es decir, 38,250 en los nueve años
distribuidos en las Antillas, Nueva España, Honduras, Río de el hacha,
Margarita y Venezuela, no debiendo traer mulatos, mestizos, turcos, moriscos,
ni de otra nación, sino negros atezados de las islas y provincias de la Corona
de Portugal. Respaldando medidas que dieran efectividad al asiento, Felipe II
ordenó, por medio de tres leyes sucesivas, que se dieran facultades en los
puertos de las Indias al despacho de los navíos conduciendo negros, e
igualmente el contrabando de otras mercaderías que no fueren esclavos. Con este
asiento se inició también la práctica de marcar los negros con un hierro
candente, llamado el “carimbo”, que
identificaria la legitimidad de su introducción.
A la altura de 1598 ocurre la
decadencia del poderío marítimo español y el deterioro de su economía, factores
estos que se vieron perjudicados con el auge de Inglaterra a través de los
mares y las invasiones de sus piratas. A la muerte de los gobernantes de España
e Inglaterra sobrevino una paz relativa, dentro de un envidiable poderío inglés
y un empobrecimiento de la economía de España. Para rehacerse de los daños y
reactivar su economía y la de sus colonias de las Indias, se volvió a la
institución de los asientos y la Junta de Negros comenzó a funcionar
efectivamente8.
Con fecha 13 de mayo de 1601 se
celebró otro asiento entre la Corona española y el portugués Juan Rodríguez
Couthinho, estableciéndose una nueva especificación contractual, como ser de
que los negros debían ir acompañados por sus mujeres e hijos; comprometiéndose
el asentista a pagar 170,000 ducados anualmente y a dar una fianza de 250,000
ducados, a objeto de introducir 600 negros anualmente en La Española, Cuba y
Puerto Rico; 200 en Honduras; 700 en Nueva España y 500 en Santa Marta, Río de
el hacha, Margarita, Cumaná y Venezuela. Este asiento debió durar nueve años,
pero con la muerte de Rodríguez Coutinho apenas lo cumplió hasta 1603,
habiéndose, no obstante, firmado un nuevo asiento el 8 de mayo de 1605 con su
hermano Gonzalo Váez Coutinho por todo el tiempo restante y bajo las mismas
condiciones anteriores.
El asentista Antonio García y
Sebastián Sílices se comprometieron, previo arreglos efectuados con los
holandeses, a distribuir desde Curazao miles de esclavos a las costas de Tierra
Firme. Por un plazo de cinco años comerciarían 4,000 esclavos a las posesiones
españolas de Portobello, Cartagena, La Habana, Veracruz, Campeche y Honduras;
pero el contrato quedó rescindidos dos años después.
El haber recurrido al tráfico de
esclavos a través de negreros, que actuaban individualmente, presentó algunos
problemas de seguimiento o responsabilidad con el cumplimiento del contrato.
Fue así como entró a operar el nuevo sistema de las Compañías, verdaderos
centros de operación mercantil. En 1696 se fundó la Compañía Real de Guinea por
negreros portugueses y ellos redactaron contratos bajo cláusulas muy
sofisticadas que revelan la naturaleza esclavista y el conocimiento cabal del
ruin oficio. La Compañía se comprometió a introducir, a partir del 7 de julio
de 1696 al mayo de 1703, hasta ―10,000 toneladas de negros, estimada cada una
en 3 piezas de Indias, de la medida regular de 7 cuartas. La condición sexta
decía “que respecto que la Compañía de Guinea ha de conducir en bajeles propios
o agenos, como sean de amigos de esta Corona, la armazón de negros a todos los
puertos que las Indias, los cuales son los mismos que se concedieron a D.
Nicolás Porcio, que es Cumaná, Caracas, La Habana, Cartagena, Portobello,
Honduras y la Ver Cruz, transportándolos desde las costas de Guinea y demás
partes que le convenga…‖9.
Como se observará, las
reglamentaciones de este contrato para vender un esclavo negro eran estrictas,
pues el convenio se firmaba por “piezas de Indias”, es decir, individuos de 7
cuartas de altura (un metro y ochenta centímetros aproximadamente). Esto se
interpretaba así: cuando un esclavo no llegaba a aquella altura, se le
completaba con parte de la de otro, o con algún niño cuya talla midiese
justamente o faltante para las 7 cuartas.
El asiento con Nicolás Porcio, es
muy importante de destacarlo, suscrito el 27 de enero de 1862, como ajustador y
en calidad de apoderado de Juan Barroso del Pozo, estaba habilitado para
introducir negros en Cartagena, Portobello, Cumaná, Caracas, Veracruz, Honduras
y Habana. Este asiento tuvo una duración de cinco años, obligándole a importar
anualmente 4,000 negros, pagando 112 pesos y medio de derecho por cabeza. La
distribución fue la siguiente: En Portobello: 2,000, con facultad de venderlos
al Perú y Panamá; en Cartagena: 700, y el resto entre Puerto Rico, Santo
Domingo, Trinidad, Margarita, Guayra, Caracas y Maracaibo10.
La fiebre del comercio de negros
se extendió con otros países europeos, no importando la guerra que por varios
años sostuviera España con Austria, Inglaterra, Holanda, Prusia, Saboya y
Portugal. Nuevos elementos en la contratación dieron lugar a la creación de la
Compañía del Mar del Sur, con intereses de aquellos países que obtuvieron de
España, el más grande asentamiento, con una duración de 30 años, a partir de
1713 y con la obligación de introducir 144,000 negros de ambos sexos. Esto
dejaba a los monarcas de España un pingüe negocio por concepto de impuestos y
se determinaba no señalar los puertos particulares de desembarco, dejando abiertas
las puertas de todas las colonias españolas para inundarlas de negros
africanos.
Preocupada España por mantener su
prestigio de gran Metrópoli en Europa, pero más que todo para darle impulso a
sus colonias y mejorar las rentas de la Hacienda Real, se dictaron medidas
proteccionistas que tendieron a crear para España el monopolio del comercio
marítimo, incluido todo tipo de mercancías, hasta el tráfico de negros. Por
Real Cedula de 16 de enero de 1774, se prohibió a los cuatro reinos del Perú,
Nueva España, Guatemala y Nueva Granada, el comercio entre si por el mar del
Sur. Y por decreto de 12 de octubre de 1778, señalarónse como puertos de
destino para las embarcaciones que realizarían libre comercio de manufacturas y
productos de las mismas islas, los siguientes: San Juan de Puerto Rico, Santo
Domingo, Santiago de Cuba; los dos de Margarita y Trinidad; Campeche en la
provincia de Yucatán; el golfo de Santo Tomas de Castilla y el Puerto de Omoa
en el reino de Guatemala; Cartagena, Santa Marta, Rió de el Hacha, Portobello,
y Chagere en el río de la Plata; Valparaíso y Concepción en el reino de Chile;
y los de Arica, Callao y Guayaquil en el reino del Perú y Costas del Mar del
Sur.
Algunos historiadores estiman que
este decreto desalentó el contrabando de negros, pero no fue así. La guerra que
España mantuvo con Inglaterra obligó al Consejo de Indias, mediante resolución
del 13 de febrero de 1783, conceder a sus súbditos de América, con excepción de
Rio de la Plata, Chile y Perú, la facultad de proveerse de negros en las
colonias francesas, mientras durase la guerra. Y por licencias españolas de
1783 y 1784 se introdujeron más de 15,000 negros a través de Cuba.
Piratas y Contrabandistas
Piratas, corsarios, filibusteros
y contrabandistas, operando en los siglos XVIII Y XIX, contribuyeron a destruir
el dominio español en América y se dedicaron, con cruel intrepidez, a la trata
negrera e infligieron terribles pérdidas al poderío naval y comercio colonial.
El auge de la piratería surgió
como producto natural del régimen colonial. Emboscados entre las islas y cayos
del Caribe, acechaban el paso de las naves españolas para caerles y
arrebatarles el producto que conducían a la Corona. Aquellos dominios del mar,
entre filibusteros normandos y bretones, holandeses e ingleses, recibían apoyo
del gobierno francés en guerra con España y se les dio patente de corso y
bandera. Su explicación era muy simplista, como ser, proteger su comercio y
aniquilar el de sus enemigos. Y lo afirmaban con particular orgullo en una carta
de Puerto Rico, del 7 de julio de 1798, que decía: “…no te puedes imaginar la
cantidad prodigiosa de presas inglesas o americanas, cargadas para
establecimientos ingleses, que nuestros corsarios conducen todos los días a los
puertos de Guadalupe, Puerto Rico, Santo Domingo, Cayena, Curazao, San
Eustaquio…”11 .
Era explicable que España
sufriera los duros embates de este cruel sistema, pues la Corona se había
aferrado obstinadamente al monopolio comercial, imposible de mantenerse en
pleno ascenso de la revolución industrial. La piratería y el contrabando de
mercancías y productos establecido entre Jamaica y Centroamérica pasaban en el
año 1817 de 250 millones de pesetas12. Tanta hostilidad provocaron los piratas
y corsarios franceses que los españoles se vieron obligados a procurar ayuda de
los ingleses de Jamaica, a fin de que dieran protección a sus naves que se
dirigían del Caribe a España.
Los efectos de la piratería y de
los corsarios habían creado un clima de inactividad comercial en Honduras, y la
falta de navíos hacía que el comercio se dificultara y que se realizara por
tierra. Prácticamente el temor a los corsarios impedía que llegasen navíos de
España. Y respondiendo a las inquietudes de la población, por real cédula de 26
de octubre de 1546, firmada en Madrid, se mandaba a la Real Audiencia de los
Confines que “todos los vecinos de la costa de esas provincias (Gobernación de
Guatemala) estuviesen sobre aviso para que si acaso fuesen algunos corsarios no
los dejasen saltar a tierra”. En otros dominios reales se cumplió el mandado de
construir fortificaciones, no así en Honduras, que quedó desamparada por todos
esos años (1545- 1559).
El primer ataque pirata lo sufrió
el puerto de Trujillo, según se tiene noticia, el 7 de julio de 1558, cuando 200
piratas franceses llegaron en dos naves y robaron y quemaron el pueblo;
pidieron fuertes sumas de rescate y se llevaron más de cien mil pesos. La Real
Audiencia con residencia en Guatemala, dispuso medidas urgentes de protección
para las ciudades de San Pedro y los puertos de Caballos y Trujillo, Pero las
incursiones piratas continuaron y obligaron al Rey a dictar una cédula, el 25
de marzo de 1561, donde informa al Alcalde Mayor de la provincia de Honduras
sobre el peligro de la piratería y le manda “Que luego que esta recibáis,
proveáis que los vecinos de esa provincia y puertos de ella estén armados y
apercibidos, y a punto de guerra y en su buen orden repartirlos en escuadras y
compañías para que no puedan recibir daño de los corsarios en caso de que pasen
a esas partes13 .
Las disposiciones reales en nada
resultaron porque Trujillo y Cortes fueron atacados y saqueados, de lo cual fue
informado el monarca, quien el 5 de mayo de 1561 ordenó que los 30 corsarios
franceses capturados en Guanaja fuesen enviados a Comayagua y enviados a
trabajar a las minas que Nos tuviéremos en esa tierra, y si no tuviérsemos
minas, que trabajen en otros y particulares y que lo que ganaren sea para nos…14
.
Las frecuentes incursiones de
piratas y corsarios tenían una cierta predilección por las costas hondureñas,
en conocimiento de su poca defensa, lo que les daba ventaja para caer por
sorpresa y cometer toda clase de crímenes. Por el año de 1598 ya se habían
hallado los ricos minerales de plata de Goascorán, San Marcos, Agalteca,
Tegucigalpa y Apazapo. La producción daba de seis a diez onzas por quintal, aún
cuando ninguno de ellos se trabajaba en grande por falta de mano de obra y
azogue. Este mineral venía de España en barcos debidamente custodiados, que
generalmente conducían todas las otras mercaderías que necesitaban las
provincias. Esa ruta periódica la conocían los piratas y sabían además que por
esas naves se trasportaban los productos de América a España. Uno de esos
piratas, Guillermo Parker, se convirtió en un desalmado asaltante de mar y en
1598 logró reducir fácilmente Puerto Cortés y cometer un espectacular robo de
tinta de añil, zarzaparrilla, cacao, cueros, liquidámbar, vainilla y otras
especies que estaban listas para embarcarse a España. Ese fue un duro golpe
contra España, pero así tuvo mayores aprestos.
Trujillo siguió siendo un puerto
apetecido para las incursiones piratas. Para 1643 la población contaba con unos
150 españoles y más de 600 indios. Había un fuerte número de esclavos negros,
pero no se podía con ellos porque no tributaban. Era una oblación pacífica y
sin defensa militar suficiente. En ese año se presentó el pirata Guillermo
Jackson con 16 navíos y hasta 1,500 hombres en su mayoría colonos puritanos de
las posesiones inglesas en Norte América. Tomó la cuidad el 20 de julio sin
disparar un solo tiro y la saqueó; levantó planos de toda la región y visitó
las islas de la Bahía. El viaje a Trujillo era meramente estratégico, pues en
Roatán esperaría 20 navíos con 10,00 hombres y con los cuales tomaría Cartagena
de Indias, su presa codiciada. Antes de largarse a tan difícil y atrevida
empresa, el 26 de agosto, se alejó de Trujillo, convertida en una hoguera y
todavía le quedó tiempo para sus caprichos, llevándose cautivos a unos cuantos
negros y mulatos para que le hicieran cazabe‖ en abundancia.
Las noticias del pirata Jackson
asombraron con razón y movió a las autoridades de Guatemala a preparar de
urgencia la fortificación práctica de las ciudades más importes. Se mandó cegar
todos los llamados caminos hacia Puerto Caballos, fortificar Golfo Dulce y
despoblar Trujillo. Otro tanto se hizo con los pueblos de indios de la costa,
trasladando sus moradores, unos de Olancho y otros a San Pedro. Las haciendas y
estancias de ganado se internarían, a efecto de que los piratas encontrasen las
comarcas desiertas y sin posibilidades de abastecerse. También se procedió a
despoblar las islas de la Bahía, con tan mala disposición porque ello permitió
que los ingleses tomaran Roatán y Guanaja sin mayores dificultades.
Después de 1643 en que los
piratas saquearon y arruinaron la ciudad de Trujillo, el comercio quedó también
anulado y el Rey mandó a cerrar el puerto. La población española que trabajaba
en haciendas cerró sus trapiches y se regresó a España. Otros ricos intentaron
probar mayor suerte en Guatemala. Al quedar la provincia de Honduras, casi
desguarnecida, los ingleses tomaron posesión de toda la costa y por muchos años
se dieron la gran vida, porque los minerales continuaron dando plata y el
contrabando floreció. En 1666 llegó a la costa norte el verdugo del mar, el
Olonés, más sanguinario que todos los piratas juntos; y también lo hizo el
pirata Morgan, tan célebre como aquél por dedicarse a quemar pueblos, robar,
torturar y matar a la gente. Entre los tormentos favoritos contábase el de
quemarles los pies a las víctimas o colocarlos en las hamacas poniéndoles
debajo un fuego lento.
Contrabandistas y negreros fueron
confundidos con los piratas15 porque todos se dedicaban a la venta de esclavos
traídos de África y productos manufacturados de Europa a cambio de los
azucares, cueros y productos medicinales que producían las colonias españolas.
Pero entre todos los aventureros, los dos primeros ejercían su negocio con
menos violencia. Los otros se dedicaban a acechar el retorno de los galeones
hacia España a que todo el comercio entre Sevilla y las Indias se llevara a
cabo periódicamente en flotas escoltadas por una armada de guerra. El sistema
de navegación contribuyó a disminuir las pérdidas del tesoro español, pero al
mismo tiempo resultó muy costoso y contribuyó al contrabando.
Abolición de Esclavos
Si el azúcar y el oro eran la
mayor actividad mercantil en América, el comercio de esclavos negros fue su
mayor pilar y soporte, y estaban así inseparablemente unidos. Y esa situación
se aceptó como una necesidad y como parte esencial del sistema económico. El
comercio exterior del azúcar y el oro y la plata producía la principal fuente
de riqueza, hasta fines del siglo XVIII, a Inglaterra, Francia, Holanda, Portugal
y España. El comercio de esclavos era su complemento por que proveía de mano de
obra y utilizaba muchos barcos. Los que interponían algún recelo a esta
práctica recibían la respuesta de que las víctimas ya eran esclavos antes de
que los traficantes los compraran. Pero comenzó a producirse un movimiento
emancipador.
Dos hechos importantes
contribuyeron a que, paulatina pero severamente, se fuera extendiendo en
América la abolición de la esclavitud negra: la independencia norteamericana y
la revolución francesa. La ley de abolición de la esclavitud de 1780 producida
en Norteamérica fue el primer eslabón a la cadena de la esclavitud, al proclamar
“que ninguna criatura que nazca de aquí en adelante pueda ni deba ser esclava:
que los niños negros y mulatos mayores de veinte y ocho años puedan ser
siervos: que conforme un registro general de esclavos antes del primero de
noviembre: que sean juzgados como los demás habitantes y que negro ni mulato
alguno, a excepción de los niños, pueden ser obligados a servir más de siete
años”.
También en el Parlamento inglés
se presentó en 1783 un proyecto de ley para arreglar el comercio de la Compañía
Africana y prohibir a sus empleados el poder exportar negros de África. Esta
legislación, como posteriores decisiones del Reino, fueron sin lugar a dudas
las primeras semillas que posteriormente insignes diputados como Williams
Wilbeforce, Guillermo Smith y Guillermo Dalben regaron para cultivar una
valiente y eficaz legislación sobre la prohibición del tráfico de esclavos negros.
A todo esto España se mantenía
cautelosa y apenas pudo reaccionar al proyecto de Miguel Guridi y Alcocer,
diputado mejicano ante las Cortes Constituyentes reunidas en Cádiz, que en
sesión del 26 de marzo de 1811 formuló 8 proposiciones sobre la abolición del
tráfico de esclavos negros. Tal proposición causó revuelo en algunas provincias
de América, que temían sus resultados y se pedía a las Cortes que “tratara este
asunto con toda la reserva, detención y examen que su gravedad requiere, para no
perder esta importante isla…” decía el Gobernador de Cuba, Marques de
Somoruelos, en carta al Rey Español. Y el asunto durmió pacientemente en las
Cortes.
Fue hasta 1815 que volviose a
tratar este delicado caso, ahora con la intervención de plenipotenciarios de
las ocho potencias europeas (Rusia, Austria, Prusia, Suecia, Inglaterra,
Francia, España y Portugal), reunidas en el Congreso de Viena, que lograron
aprobar una declaración solemne de rechazo a ese comercio afrentoso a la
humanidad, pero sin poder acordar medidas concretas para su abolición
inmediata. Ello se debió a la actitud de España y Portugal, principales
potencias negreras, opuestas a romper de inmediato con ese negocio lucrativo.
Inglaterra, que desempeñara papel importante en el Congreso de Viena, continuó
negociando con España para hacerla revocar su actitud. En 23 de septiembre de
1817 se firmó entre Inglaterra y España un convenio que obligaba a que el
tráfico de esclavos quedase abolido al 30 de mayo de 1820: entendiese que no
sería lícito, a partir de esa fecha, a ningún súbdito español comprar esclavos
o continuar su tráfico, bajo ningún pretexto, o de cualquier manera que fuere.
Para darle más fuerza a este convenio, el gobierno español expidió la real
cédula de 19 de diciembre de 1817, publicada por bando en todas las colonias de
América. Pero de las palabras a los hechos hubo un abismo y la violación
sistemática de acuerdos, por parte de España, fue un hecho desafortunado. Los
argumentos y las vías de hecho que hicieron posible la violación constante a
estas resoluciones radicó en la falacia de considerar la abolición como una
calamidad. Inglaterra siguió presionando a España para el cumplimiento del
tratado de 1817, y en 1822 firmó el gobierno español una ampliación de ese
convenio; pero no por eso cesó el tráfico de esclavos.
Inglaterra continuó advirtiendo a
España la observancia de sus obligaciones y no fueron retiradas las protestas y
amenazas que se le hicieron entre 1825 y 1831, sin resultado alguno. El
negociado seguía siendo próspero; uno de los países que más lo sufría era Cuba,
porque se estimó siempre que su agricultura decaería sin el comercio de negros.
El negocio de esclavos negros fue
tan productivo que siguió operando por muchos años, aún después que las
potencias europeas habían abolido la esclavitud como sistema económico. En
Inglaterra se había fundado una Sociedad Antiesclavista que libraba una intensa
campaña contra el inhumano negocio. Pero los gobernadores ingleses en las
colonias de América actuaban en nombre de la libertad del comercio, defendían
los intereses de los negreros y propietarios de esclavos y censuraban a las
nuevas repúblicas latinoamericanas que habían dado leyes abolicionistas.
Al separarse las provincias de
Centroamérica del Reino de España, el 15 de septiembre de 1821, se fortaleció
un movimiento abolicionista que abarcó tanto a esclavos como a los negros; y de
resultas la Asamblea Nacional Constituyente de las Provincias Unidas de
Centroamérica emitió el histórico decreto de abolición de la esclavitud, el 20
de abril de 1824, marcando esa fecha todo un proceso liberador del hombre, que
fue posteriormente recogido en las constituciones nacionales.
La política de los gobernadores
ingleses en el Caribe y Centroamérica contradijo abiertamente las leyes y
disposiciones dictadas por el gobierno y el parlamento, cuyas voces de libertad
del hombre habían generado un remozamiento del sistema político inglés. Esa
actividad de los gobernadores confundió a las nacientes repúblicas
centroamericanas, que se encontraron presionadas por los negreros ingleses,
confrontándose así serios problemas.
Ello se desprende de las
comunicaciones del general Codd al Conde de Bathurst, desde la Casa de Gobierno
de Belice, de junio 1825, en cartas dirigidas a Londres, denunciando el
tránsito de centenares de fugitivos esclavos negros desde Belice hacia
Guatemala para gozar de libertad y donde se les daba protección, de acuerdo a
la Constitución. El Congreso de Guatemala se había reunido para decidir si se
entregarían los negros fugitivos, pero después de acaloradas discusiones, en
las que se habló de que no existía ningún tratado con el gobierno inglés sobre
extradición y de que no pretendían “proteger o disculpar al bárbaro tráfico de
esclavos, sino respetar los derechos de un Estado vecino”, resolvió
definitivamente que fuera el poder Ejecutivo “en ejercicio de sus facultades y
de conformidad con la ley (el que) pueda tomar medidas para devolver los
esclavos fugitivos de Belice, determinar lo que parezca más conveniente y
regular en cuanto al tiempo”16.
Los problemas continuaron porque
el 4 de mayo de 1826 se repitió otra denuncia desde Belice, debido, se dijo, a
que las reclamaciones a Guatemala fueron vanas y que esa República aún les
ofrece estímulos y seguridad y por que al desertar muchos de los negros más
buenos y mejor dispuestos provocan la ruina y pérdidas a los habitantes de
Belice y a su vez en la pérdida para Gran Bretaña de una influencia y situación
altamente ventajosa para ella que domina en todo sentido los intereses de estas
Provincias, circunstancia que no sólo es muy deseada por Guatemala sino por los
Estados Unidos de América17 .
El comercio clandestino de
esclavos terminó en Centroamérica desde 1821 y cesó en importancia en los
países suramericanos y en todas las islas de las Antillas, excepto Cuba y
Brasil; sólo Cuba constituyó el mercado más ampliado de plantaciones
azucareras, que demandaba mano de obra esclava, y según una comisión británica,
se informó en 1836 que se habían desembarcado en Cuba, en un solo año, 70,000
esclavos; la mayoría permanecieron en la isla, pero algunos nadie sabe cuantos,
fueron exportados a Estados algodoneros18. José Antonio Saco señala que desde
1853 a 1839, solamente por el puerto de La Habana entraron 180 buques
procedentes de África con 63,055 esclavos y por Santiago de Cuba entraron por
lo menos 12, 000 bozales.
El tratado entre la Reina de
España y el Rey de Gran Bretaña e Irlanda, para la abolición del tráfico de
esclavos, fue concluido y firmado en Madrid el 28 de junio de 1835 y está
redactado en tal forma que hacía obligatorio su cumplimiento. Pero en la
práctica la ley fue letra muerta porque el tráfico de esclavos continuó, tanto
así que el Papa Gregorio XVI expidió una Bula el 3 de diciembre, prohibiendo el
tráfico tan impío. Tampoco esta interdicción afectó a los negreros, los que se
aferraron al tiempo y a la expansión de nuevas fuerzas productivas.
El último país americano que vio
abolida la trata negrera, a la par de Cuba, fue Puerto Rico, allá por los años
1860 y 1870. Por una de esas paradojas, la potencia negrera, Inglaterra,
favorecía el cese de este comercio, porque el régimen esclavista no funcionaba
como sistema económico; los ingleses impulsaban otro régimen de trabajo que
apoyara el dinámico crecimiento demográfico de una sociedad de varios tipos
étnicos y que promoviera el trabajo libre.
El fin del comercio en Puerto
Rico se vio provocado por una pertinaz vigilancia del consulado Británico que
no cesó en denunciar la salida y entrada de esclavos. Fue esa una época de hostilidad
de Inglaterra a la trata negrera, sobre todo en la época de Palmerston, que
infundió un duro golpe al comercio negrero en Puerto Rico. Pero se retoma el
camino de Cuba, que recibió especial apoyo y estímulo de los negreros
norteamericanos, bajo cuya bandera navegaban algunas embarcaciones más veloces
de la época para una larga travesía y que estará al mando de Francis Bowen, el
famoso príncipe de los negreros‖19 .
Lincoln había llegado a la
presidencia de los Estados Unidos y tenía una posición clara respecto a Cuba,
que no sólo condena el tráfico negrero sino que captura y castiga a los
negreros, llevado por un sentimiento de pena, pero también por oponerse a la
ocupación española en Santo Domingo20. El 7 de abril de 1862, Inglaterra y
Estados Unidos firman el tratado mediante el cual se establecieron tribunales
mixtos en Nueva Cork, Sierra Leona, Cabo de Buena Esperanza, Madagascar, Santo
Domingo y Puerto Rico, con el derecho a registro y detención de los buques
sospechosos de dedicarse a la trata negrera tan sólo dentro de una zona de 200
millas de la costa cubana. Ese tratado constituyó el más grande acto de la
administración y en verdad, una medida de guerra que buscaba influir
favorablemente en la opinión pública de Inglaterra y Europa respecto a los
intereses de la Unión21.
Guerra de los Siete Años (1856-1863)
Los elementos causantes de esta
guerra hay que encontrarlos en la lucha por conquistar el mercado español de
esclavos y de artículos manufacturados y por aplastar el contrabando inglés. Lo
que en ella se decidía era el control del negocio azucarero y de la trata de
negros, fundamentalmente, y en ellos Inglaterra mantenía su hegemonía, basado
en el poderío naval indiscutible.
Las pequeñas colonias francesas e
inglesas en América producían anualmente cuantiosas riquezas y la trata negrera
era un monopolio inglés, teniendo a Jamaica por mercado continental de esclavos
y de allí se surtían Cuba, México, Centroamérica y Perú.
Al entrar España en esa guerra
estaba reivindicando para su nuevo rey, Carlos III, las posesiones de Gibraltar
y de Menoría y la costa de la Mosquitia en Honduras, donde los ingleses
mantenían estrecho control. Esa fue una guerra de dominio imperial que se
decidió con la toma de La Habana (1762), porque Cuba era en esa época un
negocio atractivo para el comercio inglés y era una avanzada defensiva del
imperio español en América del Norte; en verdad, una posición clave para
dominar el golfo de México y el mar Caribe22. De toda suerte, la toma de La
Habana significó el más duro golpe a España y por aquella ciudad debió pagarse
los precios más caros del erario inglés, más de un millón y medio de libras
esterlinas, algo así como el equivalente de 30 millones de dólares actuales23.
De todos modos, también España pagó su precio, pues tuvo que ceder a Londres la
península de Florida, la costa de la mosquitia de Honduras, el derecho de
pescar en aguas de Terranova y abandonar la isla de Menoría a los franceses.
IV.
DESPOJOS DE LA CONQUISTA
El descubrimiento y conquista de
Centroamérica fue prácticamente una invasión despiadada. Aseguradas las rutas
de tránsito establecidas, no estaban los españoles, por otro lado, bien preparados
para encarar, recién llegados, todos los pormenores de su aventura. Su
presencia tuvo el resultado de la devastación, el rompimiento y la mortandad.
Los indígenas no pudieron resistir a la barbarie y apenas se defendieron por
sus aliados naturales: las epidemias, viruelas, plagas de neumonía y tifus, que
diezmaron a los conquistadores. Los pleitos y rivalidades entre invasores y el
temor a Moctezuma actuaron también como agentes en contra de los extraños.
Existen evidencias que Moctezuma trató desesperadamente de unir diversos
imperios indígenas, incluidos los de Guatemala, que mantenían grandes
hostilidades, para formar un solo ejército y combatir al invasor1.
Los métodos y sistemas de la
conquista se volvieron fáciles de operar al proceder con la captura de indios,
someterlos al régimen de esclavos y dedicarlos al comercio de exportación. Este
comenzó inmediatamente, vía la costa del Pacifico de Nicaragua y Panamá y Perú
y de los puertos de la costa norte de la Bahía de Honduras a las islas mayores
del Caribe. A juzgar por algunos informes, la captura y exportación de los
indios mostró un espíritu de resistencia, en condiciones verdaderamente admirables,
sólo atribuible “a que muchos indios, de ser maltratados, eran muertos y otros
idos; y porque los habían vendido y sacado de la tierra, los que quedaban huían
a los montes y se dejaban morir por salir de tan grande sujeción”2.
Los indios de la provincia de
Honduras eran muy singulares y así fue como los vio Colón en su descubrimiento
de Guanaja. Estando en esas islas, Colón vio unas cuantas embarcaciones
indígenas que no eran simples canoas, y oyó hablar una lengua que él llamó
mayano. Al recorrer las islas adyacentes a Guanaja se detuvo a ver una de esas
embarcaciones y encontró que era ―tan larga como una galera, de ocho pies de
anchura, con 35 remeros indios y cargados con espadas de pedernal, telas de
algodón, cobre, campanas y cacao. Se trataba del primer rastro de tráfico
comercial entre pueblos vecinos de elevada cultura, como los aztecas, toltecas
y mayas, para quienes el cacao era la moneda que usaban en el comercio3.
La rebeldía del indio encontró en
Honduras una particular respuesta. En las Antillas, principalmente en La
Española, Cuba y Puerto Rico, los alzamientos y despoblamientos de indios
comenzaron, también, con la misma conquista y ya para 1516 la situación se
volvió crítica, haciéndose necesario recurrir a su cacería e importarlos de
otras tierras. De esa suerte se relata el sonado caso, verdaderamente ejemplar
para el indio hondureño de esa época. De Cuba salieron hacia Guanaja unos 80
españoles, en dos naves, en la primera cargaron de indios y la despacharon
hacia La Habana, mientras unos 25 de los cazadores se quedaban con otra
embarcación con el propósito de recoger más indígenas. Al llegar a aguas
cubanas, los españoles bajaron a tierra para divertirse y dejaron solo a los
indios en la nave con muy poca guarda.
Los indios se dieron cuenta de su
privilegiada situación, mataron a los contados guardas y en el propio barco
volvieron a Guanaja; siendo esta una proeza, pues, sin conocer el manejo de la
carabela fueron capaces de conducirla con tanto tino que no perdieron el rumbo.
Pero sucedió algo más. Al llegar a Guanaja, los indios hallaron a los españoles
que se habían quedado allí en busca de más indios y los atacaron con sus
propias armas, obligándolos a huir.
El Gobernador de Cuba, Diego
Velásquez, supo esa increíble historia y mandó que salieran dos naves a
perseguir a los audaces indígenas. Las dos naves llegaron a Guanaja y sus
tripulantes capturaron unos 500 indios, hombres y mujeres. Una vez encerrados
bajo cubierta, los españoles se dedicaron a divertirse en tierra. Otra vez los
indios se aprovechan, quitándoles sus armas y se traba una dura batalla, que
terminó en una acción encarnizada4.
Se Prefiere al Indio
La fama del indio hondureño era
bien conocida y se les prefirió en el tráfico que se realizó para las Antillas,
cuyas islas padecían seriamente de mano de obra para sus ingenios de azúcar.
Las luchas entre conquistadores
fue también una pugna por el comercio de indios. Las diferencias entre
Cristóbal de Olid, Francisco de las Casas y Gil González Dávila habían llegado
a un punto de crisis por el dominio del poder en Honduras y para resolver ese
enredo intervino la Real Audiencia de Santo Domingo, a la que pertenecía
Honduras. Se despachó a uno de sus miembros, el fiscal Pedro Moreno, pero éste,
para no perder un viaje tan largo, les exigió a los vecinos de Trujillo, además
fuesen al interior a capturar todos los indios que pudieren y se los
entregasen; lo que en efecto se hizo, apoderándose de unos cincuenta nativos.
Moreno los embarcó en la carabela y satisfecho con el negocio y la presa que
había hecho, regresó a Santo Domingo a dar cuenta del desempeño de su misión y realizar
su mercancía humana5.
Tan pronto el gobernador electo,
Diego López de Salcedo, llegó a Trujillo (miércoles 24 de septiembre de 1526),
en carta informaba al rey de su llegada, sobre las costumbres y estado de los
capitanes españoles. López de Salcedo se espantó de la conducta de sus
compatriotas contra los indios; aunque más tarde él se convertirá en otro
verdugo. Pero le describe al rey la obediencia de los indios, que es les hacía
daño “matándoles y haciéndoles esclavos” y que se los han llevado para la isla
Fernandina o que los yerran de esclavos no sé a que causa‖. Le dice al rey que
se ha quejado de ello ante Gonzalo de Guzmán, gobernador de Cuba, haciéndole
saber que la gente de estas islas está pacífica y sirve al rey y que le han
dicho que de aquella isla han venido algunos navíos que han llevado y muerto
mucho de ellos, tanto que las islas estaban casi despobladas… y le requieren no
mandase ni consintiese que carabela ninguna viniese a las dichas islas hasta
tanto que el rey mande proveer lo que a su real servicio convenía‖6.
El comportamiento del gobernador
Salcedo cambió muy pronto ya que en carta al rey, de 26 de febrero de 1527,
pidió que se declarasen como esclavos a los indios que fuesen culpables de
actos hostiles contra los españoles; reaccionando así por las noticias que los
caciques de Trujillo, Comayagua y Olancho se habían rebelado7.
Desde Santo Domingo había salido
una expedición al mando de Gil González Dávila a principios de 1524 y
desembarcado en una extensa costa de Honduras, donde fundó el puerto de
Caballos. El 3 de mayo de 1524 había llegado al norte de Honduras otra
expedición procedente de Veracruz, al mando de Cristóbal de Olid, en donde
funda la villa del Triunfo de la Cruz, meses después, con cinco navíos bien
artillados y bastecidos y 100 soldados, con instrucciones de capturar a
Cristóbal de Olid, que les había traicionado. Fueron tres por consiguiente los
capitanes españoles que con sus huestes se encontraron en Honduras. La
rivalidad determinó la alianza entre las Casas y Dávila, para ejecutar en Naco
a Olid y las facciones de uno y otro capitán resolvieron quedarse en Honduras o
irse a México. Los que se quedaron marcharon a otras costas en busca de mejores
tierras y cuando la encontraron determinaron fundar la villa; lo hicieron así
dándole el nombre de Trujillo, con alcaldes, regidores y oficiales del rey,
cárcel, horca y picota, signos materiales de la autoridad. Así Trujillo se
convirtió en la primera ciudad de Honduras, llamada a cumplir un rol histórico
muy importante.
La provincia de Higüeras y Cabo de Honduras, como se le llamó a Honduras, tuvo como sede de la
gobernación a Trujillo, donde se encontraban los lugartenientes de Hernán
Cortes y los otros principales capitanes, que continuaron sus cabalgatas al
interior del país, fundando villas y pueblos. Olancho fue fundada el 12 de mayo
de 1526, Choluteca en 1533, San Pedro y Gracias en 1536.
Para ejercer la autoridad
principal de gobernador, se nombró a Diego López de Salcedo, el 20 de noviembre
de 1525 y tomó posesión el 24 de septiembre de 1826. en ese interinato cumplió
funciones de gobernador Hernando de Saavedra, nombrado por Cortés, y se encargó
de la Real Hacienda a Rodrigo del Castillo, con instrucciones precisas de
guardar un buen recaudo todo el oro y perlas que entrare en vuestro poder, así
como el quinto por derecho de almojarifazgo y deudas que se ponga en un arca
con tres llaves diferentes y de ellas tengaís la una vos y las otras dos
vuestro contador y factor de las dichas tierras y que no se pueda sacar ningún
oro de la dicha arca si no fuese por mano de los tres”8 .
Al llegar el gobernador López de
Salcedo encontró una isla llena de calamidades y casi despoblada de indios,
pues las autoridades anteriores la habían entregado a unos comerciantes
llegados de Santo Domingo y Cuba, a cambio de carne, vinagre, aceite y maíz.
Comenta el gobernador López
Salcedo que habían llegado dos religiosos desde Santo Domingo “a procurar
libertad para los indios destas partes”, a lo que se opone el gobernador, por
que, según su criterio, esos indios, como los de Santo Domingo, Cuba, Jamaica y
Puerto Rico, no le harán confesar y no están capacitados a la libertad “si no
es teniendo ayos y mayordomos que los administren y digan lo que han de hacer
como quien muestra a pájaro a hablar”. Y hablando sobre las riquezas
encontradas, se lamenta del poco oro enviado a España, pero le pide al rey
proveerlo de los instrumentos necesarios y darle “manera que se pueda sacar de
las minas que según me han dicho son muchas y muy buenas” 9.
Había conquistado el gobernador
la voluntad de los vecinos españoles de Trujillo y le alababan tanto que el 15
de enero de 1528 le escriben al rey solicitándole que Diego López, si intentara
retirarse de Trujillo y pedir licencia, “en bien de la tierra y naturales de
ella, sea servido de no se la mandar sino que de premio le mando que de premio le
mande estar en dicha tierra…”, porque “con su venida y buen proveimiento han
cesado los escándalos y muertes en hombres y desasosiegos que entre capitanes
ha habido”10 .
También los pobladores de
Trujillo, en un Memorial solicitaban al rey, para que la tierra se poblara de
gente trabajadora, les concediera el derecho de no pagar “almojarifazgo ninguno
de ella por el tiempo que lo hizo a la Nueva España que fue por 12 años”. Así como
“de mandar dar una licencia real para que nos dejen hacer gente en la isla
Española, en la isla Fernandina y en la isla de Jamaica, para la pacificación y
población desta tierra…, dar licencia para pasar 500 negros, toda vez que a la
villa de Trujillo se le paguen todos los derechos”11. Para esa fecha había
comenzado el trabajo intensivo de las minas y se hacía necesario recoger mano
de obra; el negro esclavo era sin duda un favorito, sobre todo porque el indio
estaba escaseando.
A la muerte de Salcedo, el 3 de
febrero de 1530, el gobernador interino escribió al rey pidiendo mandasen 2
carabelas con 200 negros, la mitad hombres, sobre la necesidad de aumentar la
población, al encontrarse nuevas minas, porque en verdad, dice “mientras más
gente hubiere será más remediada y el nombre de Vuestra Majestad se extenderá
más y así el provecho de sus rentas”12.
Pero como Trujillo no parecía
ciudad de fortuna, el gobernador Andrés de Cereceda dispuso en 1534 el traslado
de la mayor parte de sus habitantes al valle de Naco y fundaron un pueblo que
denominaron Buena Esperanza, seguramente con la “esperanza de cosas mejores que
las que encontraron en Trujillo y su territorio, cuyos recursos habían sido
profundamente explotados durante años”13.
El comercio del cacao surgió como
un producto importante y se había logrado poblar ciudades, lo que entrañaba
sacar provecho de la repartición de las economías y tierras. La población
indígena estaba cruelmente sometida y seguían los pleitos entre conquistadores
y encomenderos. Todo ello motivó al rey para que el 20 de noviembre de 1542
firmara unas leyes para la protección de los indios americanos y que de alguna
manera trataría de cambiar el panorama de violencia en Honduras. Las ordenanzas
reales crearon la Audiencia de los Confines, con asiento en la ciudad de
Gracias y teniendo como presidente al Licenciado Alonso López de Maldonado.
Este tribunal, que debería conocer en toda clase de causas civiles y
criminales, abarca las jurisdicciones de las provincias de Yucatán, Tabasco,
Cozumel, Chiapas, Soconusco, Guatemala, Nicaragua, Veragua y el Darién.
Antes que la Audiencia de los
Confines entrara en funciones, el rey dictó la medida de suprimir los cargos de
gobernadores de las provincias y por consiguiente, el 13 de septiembre de 1543,
fue separado de su gobernación de Honduras el Adelantado Francisco de Montejo.
Esta real cédula buscaba la abolición de un sistema político oprobioso, por ser
incontrolable, y quería basarse en la correcta administración de justicia, bajo
el imperio de la ley. Por eso pide a Montejo “no os entrometaís a usar el dicho
oficio de gobernador, por vos ni por vuestros lugartenientes en las dichas
provincias de Higueras y Cabo de Honduras y Chiapas, ni a tener jurisdicción
alguna en ellas ni en ningún pueblo de ellos, ni a llevar de ellos salario
alguno, por cuanto como dicho es han de estar sujetos a la dicha Audiencia, que
si necesario es, por la presente vos os suspendemos de los dichos oficios”14.
V.
TIERRA RICA EN ORO
“Ningún país en el mundo aventaja
a la República de Honduras en cuanto a variedad y abundancia de tesoros
minerales”, escribió Wells, experto norteamericano en Minas que en 1854
recorrió el territorio hondureño para redactar un informe sobre las regiones
auríferas de Centroamérica. Aunque su opinión está avalada por el entusiasmo,
el criterio fue externado, con asombro, por los cronistas españoles Oviedo y
Herrera.
Los grandes recursos mineros del
país, principalmente de plata, fueron explotados en el período colonial por
familias españolas de recursos económicos, empleando métodos muy rudimentarios
y se ganaron una cuantiosa fortuna, como entonces lo hacían en México y Perú.
Los altos y bajos del período de la República ahuyentaron a los inversionistas
españoles y llegaron algunos aventureros mal llamados empresarios, porque era
poco lo que arriesgaban, algunos de los cuales amasaron grandes riquezas. Tanto
las compañías extranjeras como los particulares que lograron establecerse en
este productivo trabajo, se ampararon en concesiones benignas, a través de las
“Ordenanzas de Minería”, un ridículo cuerpo de disposiciones legales que desde
el tiempo de la colonia a penas sufrió cambios importantes. Las adineradas
familias que explotaron esas ricas minas a veces les tocó ejercer la filantropía,
como el señor Mairena, propietario en San Antonio de una mina de plata, que se
permitió construir a sus expensas la iglesia del pueblo y las brozas eran de
tanta riqueza que, aún perdiéndose la tercera parte por el método ineficiente
usado en la extracción de la plata, “el opulento dueño de ella tenía por
costumbre arrojar en los días de fiesta, puñados de discos de plata a las
multitudes”2.
La riqueza minera desconcierta a
los expertos extranjeros y sólo lamentan que la fortuna del español y de sus descendientes
no supieran sacarle el mejor beneficio. Se estimó que la riqueza aurífera de
Honduras llegaba a tanto que no había en Honduras un solo departamento sin una
mina de plata, al grado que se clasificó al país “como un almacén de plata”3.
La fertilidad aurífera de
Honduras que deslumbró a los descubridores y colonizadores españoles era
conocida por los nativos de Higüeras, que emplearon un proceso especial para
separar el oro de su matriz y usar el fuego en la reducción de ciertos
minerales de plata y cobre. Con estos materiales fabricaron piezas
ornamentales, como brazaletes, aritos, collares y figurines, que luego los
españoles les cambiaron por baratijas; no obstante que ―en dicha transacción el
indígena sentía, justificadamente, que engañaba al europeo, y no viceversa”4”
El oro fue la codicia del
conquistador. Los metales preciosos de América enriquecieron caprichosamente a
españoles, holandeses, franceses e ingleses. Con los caudales que se arrancaron
de América se consolidaron grandes riquezas y se abusó de ellas. Como hicieron
los pocos españoles avecindados en la villa de Tegucigalpa, a la cabeza don
Antonio Tranquilino de la Rosa, que mandó a cubrir un buen trecho de calle con
barras de plata para que sobre ellas pasasen desde su morada a la iglesia los
invitados al bautizo de su hija5.
Las investigaciones más serias señalan
que la importación de oro y plata por la Corona, entre los años de 1503 a 1560
ascendió a 117, 386,086 pesos, y por los particulares en el mismo período, 330,
434,84 pesos. Esta es una posición de máximo ventaja, porque no obstante el
nivel de potencia de segundo orden que iba adquiriendo España, siempre mantuvo
su situación imperial.
Es interesante observar que todos
los principales depósitos minerales que se han trabajado durante el presente
siglo, muestran evidencia de exploración española de oro, plata, hierro, cobre,
plomo y sal marina. A principios del siglo XVI explotaban los placeres de oro
que se encontraban en los ríos y sus tributarios que desembocan en el mar
Caribe, entre ellos los ríos Guayape, Patuca, Plátano, Paulaya, Sico y Chamelecón.
A partir de la segunda mitad del siglo XVI hasta finales del período colonial
se exploraron ricas vetas de oro y plata en el interior montañoso del país.
La producción de oro placer en
Honduras declinó a mediados del siglo XVI, debido al agotamiento de los
depósitos más ricos, al ataque de los piratas y por la promulgación de las
leyes que dieron protección a los indios, motivo por lo cual los mineros
españoles se vieron obligados a reemplazar a los indios por esclavos negros,
operación que les resultó económicamente costosa.
Según los cálculos de
Chamberlain6, en 1540 las cantidades para refinanciamiento en Gracias a Dios
fueron de 5,000 mil pesos; en San Pedro, 9,000 y en Trujillo, 10,000. En marzo
1542, se reportaron 30,000 pesos por el oro, listos para refinar en San Pedro y
15,000 pesos en Trujillo. La producción de plata en la región de Comayagua en
1542 fue de 2,050 marcos. Y para 1560, oficiales españoles estimaron el oro de
las famosas minas del Guayape con un valor de 1, 750,000 pesos.
Los conquistadores llegaron a la
provincia de Honduras, avistada como “tierra rica en oro”, con tanta voracidad
que al emplear al indígena en las minas no les importó su agotamiento.
Considerado Diego López de Salcedo como lleno de codicia y entró con demasiado deseo
de sacar oro para pagar sus deudas, quitó a los primeros conquistadores las
encomiendas de los indios, y de ellos, uno se aplicó a sí mismo y otros
distribuyó entre sus compañeros y servidores y en su loco desenfreno hasta
propendió conquistar Nicaragua. Sobre la población indígena ejerció crueles
castigos y les obligó a que pagasen contribuciones exorbitantes o que diesen
servicios personales inhumanos, sin contar el tráfico que realizó con ellos,
vendiéndolos como esclavos a las islas antillanas, que estaban padeciendo un
lento pero progresivo despoblamiento. Tanta desolación causó el primer gobernador
que justificó un informe al rey, sobre el comportamiento de López de Salcedo,
notificando que sus huestes “asolaron y destruyeron grandes pueblos e hicieron
muchos esclavos que contrataron y vendieron y sacaron de la tierra, además que
mataron muchos indios y pusieron toda la tierra en tanta turbación y alteración
y miedo que están ido a los montes todos los más indios naturales de estas
partes dejando sus asientos”- está tan despoblada la tierra que en el pueblo
que solía haber mil almas no hay treinta así por esto como porque fue tan fuera
de orden la insaciable codicia de los vecinos que con la disolución tenía que
pedir tantos esclavos a los caciques e indios que tenían encomendados que no lo
pudiendo comportar se alzaron después de haber acabado de dar no solamente los
esclavos- pero había muchos de los libres, por esclavos como es notorio por
contestar a sus amos de manera que viendo que ningún remedio tenían más vieron
se alzaron y en los reducir a sus casas el gobernador pasó después mucho
trabajo en vano…‖7 .
El gobierno interino de Andrés de
Cereceda, “cuya crueldad excedía a toda humana prudencia”, se caracterizó por
haber empobrecido y despoblado Trujillo y sus vecinos se quejaron tanto que
pidieron “ser puestos bajo el gobierno de la isla La Española, de donde serían
mejor socorridos”. Los vecinos españoles eran tan pocos que temían de una
sublevación indígena. Aunque habían 50 castellanos, no eran 30 de provecho y
entre todos no tenían más de 20 espadas, 15 picas, sin ninguna ballesta, ni
arcabuz, ni otras armas. Dispuestos a trabajar las ricas minas, escribieron al
rey suplicando les enviasen “un par de bergantines para el trato de las islas y
de la costa y 100 negros para sacar oro”, que ofrecían pagarlo8.
Esos días de aflicción cesaron,
momentáneamente, con la llegada del Adelantado Pedro de Alvarado, al comenzar
de inmediato a poner justicia y pacificar la tierra. Se había fundado la población
de Gracias a Dios y voló la fama de Puerto Caballos y de San Pedro, donde
habían buenas minas de oro. A los pocos meses esa tenue paz se quebró con el
gobierno de Francisco de Montejo, al tener que enfrentarse a la poderosa
rebelión del cacique Lempira, rey de las sierras de la ciudad de Gracias a Dios
y que se le presentó dificultosa para ser conquistada.
Este indio Lempira convocó a todo
un ejército para oponerse a los designios españoles y, como resultó difícil
combatirlo y derrotarlo, se recurrió a la cobarde traición. Visto su mucho
atrevimiento, se ordenó ofrecerle la paz, y, mientras se pactaba, un soldado
español le dispara con un arcabuz, dándole en la frente y haciéndolo rodar por
la sierra abajo, provocando confusión en sus muchos seguidores que, al huir,
dejan así sus dominios en manos de los españoles. Lempira es el símbolo de la resistencia
indígena y un valor de la nacionalidad. De su arrojo y valentía se ha dicho que
en una batalla mató 120 hombres de su mano y certificaron indios viejos que
Lempira “estaba hechizado, como dice el vulgo, encantado, por que en infinitas
batallas en que se halló, jamás fue herido. Era de mediana estatura, espaldudo
y de gruesos miembros, bravo y valiente, de buena razón, nunca tuvo más de dos mujeres
y murió de 38 a 40 años”9.
Para 1540 existían en la
provincia de Honduras varios trabajos de exploración minera y ese mismo hecho
creó el ambiente de discordia entre los españoles y la actitud hacia la
población indígena. Pedro de Alvarado tuvo serios problemas con los vecinos
españoles de Honduras, pues al irse aquél a radicar a Guatemala exigió que toda
la fundición se haría en Honduras y que se pagasen derechos según cédula de
S.M., si no que antes morirían que ser sufragantes de Guatemala. Se dispuso
realizar un doblamiento en Olancho, y como sería inconveniente fundirse en
tantas partes, es decir, en San Pedro, Trujillo, Gracias a Dios y Comayagua, hizose
en Gracias a Dios por estar 9 ó 10 leguas las minas del oro y porque no lo
llevasen a Guatemala; aunque en la práctica la fundición de Trujillo se hacía
en San Pedro10.
Llegando el Adelantado Francisco
de Montejo a la gobernación de Honduras y estando en guerra la provincia, su
principal oficio fue el de conquistarla y pacificarla. Acabada la guerra se
dedicó a poblar las ciudades, por falta de “más de las dos partes de indios y
los que hay tantos perdidos” y cuya causa fue que el Adelantado Alvarado y Juan
de Chávez, “como se descubrió oro, echaron en las minas los indios‖ y se
rebelaron y se perdieron los bastimentos. Los malos caminos que conducían a las
minas, los pocos indios y la falta de provisión obligaron a Montejo “a pedir la
merced de 30 negros para abrir caminos que puedan andar recuas”, porque cuando
el Adelantado llegó a Honduras, halló “que todos sacaban oro con indios e
indias de los pueblos”, por lo que se estaban despoblando las ciudades “y
convendría ver cómo vengan otros 800 negros para que los compren los vecino “11.
Los oficiales Alonso de Valdez,
Juan Vasco de Plasenza y Juan de Chávez y Juan de Lerma escriben al rey desde
San Pedro, informando que el 14 de marzo había llegado un navío con “un asiento
de negros que mandó traer a esta gobernación” y que se habían dispuesto de
inmediato al trabajo de las ricas minas”. Refieren la venida de Montejo y dicen
que se hallan en San Pedro con motivo de la fundición, en que hasta la sazón habría
fundido 45,000 pesos oro y que en 28 de abril recibieron provisión que no se
coja oro con indios ni naboríes libres, lo cual obedeció y cumplió. Otra cosa
que además de los 55 pesos que han pagado por cada negro de los que S. M. mandó
llevar para los vecinos, se pagasen 4 pesos más el derecho de almojarifazgo12 .
Poblada de Negros
Como se ha señalado anteriormente
y se insistirá después, en Centroamérica no hubo necesidad extrema de importar
esclavos negros, porque la mano de obra indígena nunca se acabó, pese a los
despoblamientos que hicieron los españoles. Se compró al negro y se le trajo de
África porque las nuevas leyes de la Corona habían exigido la libertad de los
indios y porque era prohibido usarlos para los trabajos mineros. Naturalmente
que estas leyes nunca se cumplieron a cabalidad. Pero habiéndose comenzado ya
la etapa de la explotación de los territorios de Honduras, el esclavo negro era
el instrumento natural para mantener y aumentar la producción.
Desde Gracias a Dios escriben al
rey varios oficiales y le dan testimonio de haberse recibido en Puerto Caballos
la entrega de 180 esclavos negros que Antonio Fafelo, como Factor de Diezmo y
Alonso de Torre, estantes en Portugal, llevó a Honduras en cumplimiento del
asiento de 300 esclavos tomado con S.M. y de cómo no fueron recibidos más de
165 porque los demás no estaban en recibo. Aquellos negros repartiéronse entre
Gracias a Dios, Comayagua y San Pedro, reservándose repartir para Trujillo los
que después vendrán. Las entregas se hicieron en San Pedro a 22 de febrero de
1542 y pagáronse a 55 pesos por esclavo13.
El 4 de enero de 1543, desde San
Pedro, el licenciado Alonso de Maldonado escribe al Ayuntamiento de Guatemala
informando que arribaron dos embarcaciones, una conduciendo “muchas mujeres de
Castilla” y la otra, que venía de Santo Domingo, trayendo una barcada de negros
“en número de ciento cincuenta piezas”14 , las cuales por real cédula se autorizó
su venta libre “… a precios por real cédula” se autorizó su venta libre”,… a
precios justos…”15 y para ser destinados principalmente a las minas y también a
los ingenios azucareros16 .
Para esos años se puede dar
testimonio que la producción minera de Honduras había entrado a su mejor época
de florecimiento, aunque sea por la vía de la explotación rudimentaria; pero
esto plantea la necesidad de buscar más pueblos mineros y de seguro la
apetencia del español. Nada obstaculizo que en esta empresa se aliaran
capitanes y conquistadores y que se dieran libertad para cometer desafueros,
sobre los límites del mandato real, con tanta gravedad que el mismo rey se lo
prohíbe a la Audiencia al tener conocimiento que ―un capitán proveído por el
Adelantado Montejo andaba entendiendo en la conquista y pacificación de una
tierra que es entre Olancho y Trujillo…, que se tiene noticia que es tierra rica17.
El ayuntamiento de la isla de
Santo Domingo toma nota de la falta de mano de obra especializada en los
trabajos de sus minas y un informe al rey, de 1545, señala que apenas se cogía
oro “porque se habían exportado a Honduras casi todos los negros” y que
últimamente “se habían llevado al Perú los que quedaban”. Los alzamientos de
indios y negros habían ocasionado serios trastornos en la isla y los grandes
traficantes de esclavos hacían negocios lucrativos reexportándolos18.
El licenciado Alonso de Maldonado
es una de las autoridades españolas que mejor conocía la situación de la
minería en Honduras y no se cansó de reclamar abundante mano de obra, y pensó,
inteligentemente para sus intereses, en hacer uso de una buena estructura de
caminos vecinales para transportar el oro hacia España. Desde Puerto Caballos
le escribe al rey, con fecha 15 de enero de 1543, haciéndole notar que “conviene
mandar abrir los caminos de Gracias a Dios a este puerto de Caballos y de
Comayagua al puerto, y de las minas de Olancho al puerto, y esto no se puede
hacer con indios porque hay pocos. Hay necesidad que S.M. haga merced de esta
gobernación para este efecto de 500 negros que podrán abrir caminos; y los
oficiales de V.M. tendrán cuidado de estos negros, como cosa de V.M. y los
venderán cuando se acaben los caminos que se harán en poco tiempo…, las minas
de Olancho han aflojado algo, pero todavía se saca mucha cantidad de oro. Saca
esclavo medio peso por día y a ducado. Hay mucha cantidad de negros ya en
ellas, que serán hasta 1,500 con los que allá hay, y están en este puerto para
ir más…”19.
Para llevar la producción minera
a los puertos es necesario abrir caminos, pero no se confía en el trabajo del
indio, “porque en ir a la mar se trabaja mucho y mueren mucho en este camino”,
por lo que la necesidad de importar negros resultó apremiante. Maldonado opina
que esos indios podrían hacer algunas obras públicas, pero más se inclina a
sujetarlos a un repartimiento20. Pero su argumento de que el indio se estaba
acabando es un cuento al rey para justificar la entrada de más negros y con eso
que siguiera la danza del tráfico negrero.
Las ricas tierras de Olancho se
habían convertido en la mejor entrada al reino y, al decir de Maldonado, “es
toda aquella tierra muy rica de oro, aunque faltase aquel río Guayape, donde
ahora lo sacan, hay ya descubiertos otros ríos; y como entra cantidad de negros,
cada día han de descubrir más”21.
La minería se había convertido en
la fuente principal de energía económica de la provincia, a base del trabajo
del negro esclavo, por ser más fuerte y más activo que el indio; aunque siempre
si siguió utilizando al indígena. A partir de la llegada de Pedro de Alvarado
ese era un negocio que explotaban caprichosamente las autoridades y los vecinos
ricos de Guatemala y San Salvador, quienes “mandaban sus propias cuadrillas de
operarios y trasladaban los metales a dichas ciudades para ser refinados, sin
dejar al tesoro de la provincia ni a sus colonos beneficios”. La situación
operó un cambio con el gobierno de Montejo, quien a pedimento de los vecinos de
San Pedro restringió las zonas mineras operadas por colonos de las dichas
provincias y mandó que los metales preciosos sacados de las minas hondureñas
debían fundirse y pagar el quinto de su gobernación. Esta medida provocó
conflictos de intereses y lo que hizo bajar el rendimiento de la producción: si
bien era cierto que “el rey, en 1549, pedía que los oficiales le mandasen
15,000 pesos en cada navío, a lo que Alonso de Maldonado le dice tener en
Puerto Caballos 30,000 pesos listos para enviar a España22.
Agotamiento de Yacimientos
En las tierras bajas, pese al
declinamiento de la población, y en algunas áreas como en el valle de Olancho,
las ganancias de los encomenderos fueron rentables y su monto dio lugar para
ser usado en la importación de esclavos negros y reemplazar los desaparecidos
indios. En Olancho se concentraron poblaciones de esclavos negros y para 1545,
aunque era un vecindario movible, sus efectos en el trabajo se sintieron
grandemente, dada la fuerza laboral de cerca de 1,500 negros, especialistas, a
la fuerza, en el laminado de oro23.
Las leyes proteccionistas de
indios restringían el comercio y entrabaron el sistema de trabajo en las minas
y los encomenderos locales elevaron sus quejas a la Corona con toda suerte de
argumentos para que se les permitiera hacerse de indios. Se dijo que los
esclavos indios no representaban carga pesada y que las extracciones de oro y
plata eran sólo una parte menor de las actividades, admitiendo que el laminado
de oro y plata era de gran importancia. Aparentemente el apogeo de lavado de
oro y plata había acabado por la falta de mano de obra indígena, aunque los
trabajos del río Guayape continuaron después de la era de las Leyes de Indias.
El esplendor en los ricos yacimientos mineros del Guayape fue ejecutado por
esclavos negros, que sumaron en 1545 a un número de 1,500. Los autores más
acuciosos admiten que la verdadera razón del agotamiento de las fuentes
disponibles de oro y plata no se debió, principalmente, a la falta de mano de
obra, sino a los métodos primitivos usados por los españoles, considerado
exhaustivos: los mismos que llevaron al cierre de las minas de oro de Trujillo,
en 1540 24, por lo que un observador había llamado a ese período como “el fondo
de una depresión relativamente larga”25.
Los mineros españoles y
encomenderos siempre alegaron a la Corona la escasez de mano de obra india y
encubrieron la venta de tráfico hacia las islas de las Antillas y Perú. Lo que
se produjo fue el despoblamiento, y ello amenazó en algunas ocasiones la
producción minera. Alonso López de Cerrato, escribió al rey desde Gracias a
Dios, en 1548, como presidente de la Audiencia de los Confines, informándole
que los funcionarios anteriores del referido tribunal no habían cumplido con su
deber y que tenía informes que “de esta costa del sur se habían llevado al Perú
más de 6,000 indios libres, vendidos por esclavos; por manera que han
despoblado esta costa…y si el presidente y oidores han estado aquí es porque el
presidente se servía de cuatro pueblos de indios y los oidores ahorraban su
salario y desde aquí proveían sus minas y negros…”26.
Para esa fecha la ocupación de
esclavos negros en las labores mineras y agrícolas era elevada, en comparación
al número de indios y el trato que les daban era demasiado inhumano,
obligándoles a trabajos fuera de los horarios normales; una sublevación de negros
ocurre por ese entonces, en protesta a las condiciones de vida; la rebelión
alcanzó extremos peligrosos porque se temió se les sumaran otros.
Se envió gente armada contra
ellos, que logró dispersarlos y ahorcar al jefe, para escarmiento27; y de
inmediato se comenzó a legislar y a tomar medidas para prever y controlar
brotes de reprobación que afectaban las relaciones de producción y amenazaba
extenderse a otros poblados mineros. Pero la situación social de rebeldía había
tomado conciencia y las leyes represivas no importaban. Se castigó a los negros
fugitivos, llamados cimarrones,
porque, se dijo, actúan como bandoleros. El negro se insubordinó y se negó a
trabajar porque no recibía ningún estímulo; al contrario, sólo duros castigos y
humillaciones. Tratando de recuperar su libertad, se alzaron y se dirigieron a
las montañas donde crearon algunos poblados para vivir en relativa libertad,
porque las autoridades y sus dueños tomaron providencias para recuperarlos o
exterminarlos28.
La más grande y temprana huelga
de trabajadores de las minas que se tiene noticia ocurrió en los centros de oro
y plata de los alrededores del río Guayape; el área fue abierta varios años
después de otros campos hondureños, y como Nueva Segovia, las dificultades para
pacificarla se hicieron sentir y en 1541 Olancho y el río Guayape fueron
temporalmente abandonados29, pese a que se había vuelto el más importante
productor de oro dentro de la provincia de Guatemala y Yucatán30. En los
próximos 15 años se reanudarían los trabajos y se produjo gran cantidad de oro
para los cofres reales. Una estimación señalaba que la enorme suma de un
millón, 750,000 pesos oro, habían sido extraídos del Guayape y de otros
depósitos cercanos a éste y que solamente en 1553 se reporta 26,400 pesos de
buen oro, para ser despachados a España31.
Para 1560 Olancho y Guayape
declinaron en su producción, motivado principalmente por la caída severa de la
población laboral, no obstante las masivas importaciones de esclavos negros que
se hicieron. Los centros mineros de San Pedro, Comayagua y Olancho estaban
ricos en yacimientos, faltando únicamente la fuerza laboral que los tornase en
rico emporio para la Corona.
Como una contradicción, el
sistema de encomienda organizó el trabajo y el tributo y se crearon condiciones
estables para el indio, evitando de esa manera su emigración o tener que
deambular con ellos de una región a otra, soportando climas diferentes. Los
comerciantes españoles que demandaban al rey la provisión de esclavos indios,
lo hacían por que no podían sostener nuevos centros de industria agrícola que
no fueran los tradicionales lavados de oro, donde se ocupaba mano de obra india
para su subsistencia32; excepto por Olancho y el río Guayape, que todavía en
1548 estaban produciendo grandes cantidades de otro y plata, pero donde la
labor era ejecutada por esclavos africanos importados33.
El auge momentáneo en las minas
produjo la necesidad del transporte eficiente para la exportación a los puertos
de España y se encontró que la costa del Pacífico de Nicaragua y especialmente
en la Bahía de Fonseca con Honduras existían elementos naturales adecuados para
la construcción de barcos, lo que hizo florecer las condiciones del comercio de
mercaderías y productos y el tráfico de esclavos. Se encontraron grandes depósitos
de madera de guayacán, una madera dura para trabajarla pero resistente a los
gusanos y a la corrosión del mar. También existía abundante cordaje, algodón y
cañamazo, al tiempo que sus playas y ensenadas proveían buenos puertos para
carenar barcos y para refugio del mal tiempo34.
Mientras tanto, las leyes
españolas de protección al indio eran ignoradas. La llegada de los obispos
Pedraza, a Honduras, y Valdivieso, a Nicaragua, influyeron un poco en el mejor
trato a los indios, encargándose desde el púlpito de arengar y condenar
abiertamente la crueldad sobre el aborigen, hecho que le causó la muerte a
Valdivieso35. Para aplicar las nuevas leyes en América Central, el rey envió al
severo administrador Alonso López de Cerrato, quien comenzó dando libertad a
los restantes esclavos indios y anunció que él podía corregir los peores abusos
cometidos por el sistema de encomienda36. Una primera medida de gobierno
consistió en traspasar la sede de la Real Audiencia de Gracias a Dios a
Santiago de Guatemala y desde el nuevo asiento procuró el reajuste del tributo
a un nivel más razonable para los indios, completando otras disposiciones
contra los abusos de la encomienda, que sólo se respetaban por los alrededores
de Guatemala o se cumplían si acaso interpretaban ciertas condiciones
económicas. Pero muy poco tiempo duró esta situación de rigor en la aplicación
de nuevas leyes, porque el rey terminó dándole la razón a los comerciantes e
instruyendo a López de Cerrato a ayudarlo a favorecer a esa gente e intentar restaurar
el desbalance que se había producido en la concesión de encomiendas.
Economía
a base de Indios
Los conquistadores habían
implantado sistemas distintos de explotación en México y Centroamérica.
Mientras que los métodos de una sociedad señorial habían producido la minería
intensiva en México, la explotación masiva del indio y su tráfico comercial
descuidaron la agricultura y las minas en Centroamérica, agravándose la
situación en Honduras, por los años de 1550, porque simplemente no quedaban
indios para comerciar a las Antillas, si se toma en cuenta que habían fallecido
cerca de 10,000 indios, a causa de este mercado, las rebeliones, la sobrecarga
de trabajo y, sobre todo, las epidemias37. De esa fecha hubo preocupación y
cuidado por retener al indio celosamente y los encomenderos locales y oficiales
defendieron su cuota de indios, dedicada a los granjeros dueños de plantaciones
y minas.
El obispo Cristóbal de Pedraza y
el gobernador López de Cerrato nada pudieron hacer para cumplir con las nuevas
leyes protectoras de indios y sus acciones levantaron gran resentimiento entre
los españoles y los criollos38. Hubo un declinamiento de la exportación del
indio y se les reemplazo por mulas y caballos; aunque se siguieron notando
algunas demandas esporádicas de la ilegal mudanza del nativo, de una
jurisdicción a otra, a lo largo de los años de 1672 y 1673 39.
El deterioro momentáneo del
negocio de esclavos indio, de plata y cacao, obligó a los conquistadores
españoles a conducir por grupos a los indios hacia centros de mayor comercio
posible con el mundo exterior y esto les hizo aspirar a las encomiendas y a la
adquisición de tierras o títulos de tierras, sólo en áreas muy cerca de las
ciudades mayores españolas como Santiago, en Guatemala; Granada, en Nicaragua y
Trujillo en Honduras40. En su desesperada y loca ambición por poseer mejores
tierras de cultivo, aun durante la pausa breve de auge económico del metal, los
españoles fueron motivados por el oro codiciado del Perú y hacia este país
huían, llevándose consigo a grupos considerables de indios41.
La cruel y difícil vida de
trabajo a que fuera sometida la población indígena motivó que ésta disminuyera
ostensiblemente, ya sea porque huían o porque morían de enfermedades. Esto
hacía difícil, relativamente, los intentos españoles de ensanchar sus haciendas
o las posibilidades de extraer metales preciosos. En las regiones que todavía
contaban con estas posibilidades, se forzó la traída de indios de las montañas
de Chiapas y Verapaz, pero tampoco dio resultado por que los indígenas no se
adaptaron. Los indios resultaron difíciles de coger y cuando eran traídos a las
áreas ocupadas por españoles, aquellos no resultaban aptos o morían por
enfermedades42. Pero ese método de tomar indios por la fuerza continuó por un tiempo
en los siglos 16 y 17, y ciertamente se intensifico y propagó en las regiones
de Honduras, aunque la población india continuó declinando43.
Ya en los comienzos de la
conquista se notó que la empresa no era rentable y pronto comenzaron los
conflictos entre los conquistadores por intereses y ambiciones de mando,
saqueos a sus dominios y cuestiones de límites. El resultado tuvo que pagarlo
el indio, que se vio obligado, como entre fuegos cruzados, a ayudar a un
conquistador español contra otro, o los traspasaban de una región a otra, en
busca de oro44.
Aunque la Corona estaba
preocupada por el resultado de la crisis de poder en Centroamérica, lo cierto
es que razones puramente comerciales obligaron al rey al traslado a Panamá de
la Audiencia de los Confines, el 8 de septiembre de 1563, para expeditar el
comercio con el virreinato del Perú. Esta fue una medida práctica, ya que los
puertos de Trujillo y de Cortés no prestaban facilidades para los navíos que
llevarían la plata hacia España. Generalmente el trayecto se hacía a través de
Nueva España o La Habana con grandes costos y se mandó a reglamentar la salida
de las naves, previniendo incluso el flujo de piratas; se ordenó “a las naos
que fueren en la dicha flota a la provincia de Honduras, sean obligados los
capitanes y maestros a volver al puerto de La Habana a primero de marzo del año
siguiente, que la flota saliere de estos reinos…”45.
Las necesidades de mano de obra
se hacen sentir, y en un memorial de 22 de enero de 1565, entregado a los
procuradores del Ayuntamiento de Guatemala, se da un informe del estado de las
provincias y se solicita al rey ―haga merced de 1,000 negros, con costos y
licencias hasta ponerlos en el puerto de Caballos para repatriarlos entre los
vecinos obligados a echar en las minas otros tantos negros como se les
repartieren porque los unos y los otros saquen oro y plata, porque de haberse
sacado los negros de las minas para estancias y granjeros se perdió el sacar el
oro y plata que hay en estas provincias y de las tales granjerías ninguna renta
viene a Su Majestad y la tierra ha venido en disminución por ser lo principal
el oro y plata que se sacaba en ellas y haciéndose así Su Majestad será muy
servido y sus quintos reales muy acrecentados y podríamos hallar 2,000 negros
en las dichas minas y se sacaría mucha cantidad de oro y plata en la tierra
iría en mucho aumento y no milpas de cacao y granjerías donde están los dichos
negros y los tales vecinos, a quienes se repartiesen los dichos negros se
obligarán a pagar a Su Majestad los dichos negros con toda seguridad dentro del
término que Su Majestad fuese servido para que le vaya lo precedido a ello
repartido con los navíos que salieren de Puerto Caballos, este negocio muy
importante de que Su Majestad redundará mucho servicio‖46. E igual para los
señores regidores de justicia, encargados de cobrar los impuestos y que
atesoraban grandes fortunas con el tráfico negrero.
Los corsarios franceses habían estado
incursionando la provincia de Honduras, casi indefensa, sin que el rey
proveyese lo necesario para su defensa. Esto provocó serios retrasos a los
navíos que conducían las mercaderías. El acoso de los piratas motivó que en
1573 se ordenara que ningún navío que viniese de Castilla a los puertos de
Trujillo y Caballos viniera sin flota, arribando dos barcos cada año a los
mencionados puertos. Para España era importante mantener el flujo comercial con
Honduras, provincia que en 1573 le proporcionaba 1,465 pesos de derechos de
almojarifazgo por las minas. En 1574 el rey aprobó el traslado de las Cajas
Reales que estaban ubicadas en San Pedro, a Comayagua, y dispuso el gasto de
600 pesos invertidos en la construcción de un baluarte en Trujillo y en la
compra de 4 cañones. Parece que estos trabajos no se hicieron porque en órdenes
posteriores el rey refiere a la tan ansiada fortificación por la defensa contra
los piratas y en la que debería utilizar el trabajo de un repartimiento de
indios.
El añil, cacao, cueros,
zarzaparrilla, oro y plata constituían los principales artículos de exportación
de la provincia de Honduras, los cuales eran enviados por los puertos de
Trujillo y Caballos. Ese representaba un botín favorito de los piratas, motivo
por el cual el rey tomó nuevas medidas defensivas, y el 5 de noviembre de 1582
mandó que a los piratas que fueren juzgados y condenados los enviara a galeras.
VI.
ECONOMIA MINERA
La economía minera de Honduras,
pequeña en comparación a la riqueza de México y Perú, revistió un alcance
considerable, porque su modelo original alentó a las industrias asociadas, como
la agricultura, impulsó la producción de sal y el tráfico comercial e instó la
formación de un grupo de ocupación tradicional, llamados los pueblos mineros o
“güiries”1 .
El período sobresaliente de la
minería se inició en la costa caribeña y su valles, entre 1530 y 1560, seguido
por el descubrimiento de los depósitos del centro montañoso del país, desde
1570, cuya explotación demuestra la ignorancia de procedimientos y técnicas2.
Primero trabajaron el oro aluvial, con la fuerza del indio y del negro, y con
el conocimiento de vetas mineras se introducen técnicas de expertos alemanes,
dando inicio a la producción en escala.
Los depósitos de oro aluvial
deslumbraron a los españoles y su fama llegó a oídas, conociéndose que los
indígenas extraían el mineral y lo comerciaban con los pueblos vecinos. La
experiencia en el trabajo del oro aluvial y el descubrimiento de las vetas mineras
fue sumándose a la nueva función, o sea, a la creación de centros de fundición,
prácticamente donde el oro fue oficialmente registrado, el impuesto real de
separación tasado y el oro refinado y derretido en barras3.
El auge minero tiene su declive
con la publicación de las leyes proteccionistas del indio (1542), tanto así que
la sustitución del indio por el negro representó, en ese momento, un desaliento
para la inversión4. Pero los primeros años de explotación dieron suficientes
recursos y fueron años de gracia y bendición. La presencia de las vetas mineras
y la metalurgia de plata representaron el esplendor minero de Honduras, que se
inició en 1537, con el reporte de las ricas vetas de plata entre Gracias a Dios
y Trujillo5; y dos años después fueron descubiertas las minas de Tegucigalpa.
En 1569 se explotaron las primeras vetas de plata de Guazucarán6 y otros
descubrimientos se reportan en Agalteca (1575), San Marcos y Vetagorda (1576),
Nuestra Señora de la O (1576). Pero en 1578 se descubre la veta de Santa Lucía,
en la Aldea de Tegucigalpa de Honduras, por representar 1,000 demandas mineras,
aunque sólo operaron 30 minas, lo que dejó, en 1584, una producción de 12,500
marcos7.
En los años siguientes se reportó
una mengua en la producción, debido a los altos costos de la provisión de
mercurio, importado de Europa y Perú, que servía para el proceso de amalgama8,
pese a que el gobierno estaba disponible a dar créditos a los mineros, pero en
condiciones tan severas que siempre aparecían endeudados, con el grave riesgo
de perder sus minas de manos de los alcaldes mayores de Tegucigalpa9. Pero la
razón principal del acoso minero se debió a la falta de mano de obra, como lo
prueban las continuas quejas de los mineros hacia la Corona, debido a la
disminución de la población, agravada en 1582 por muertes y enfermedades y por
el celo de algunos oficiales de respetar las leyes nuevas de Indias.
Finalmente, en 1560, la Corona permitió el empleo de 100 indios en el trabajo
minero de Tegucigalpa10. Hasta esa fecha todo el trabajo había sido efectuado
por esclavos negros, adquiridos a precios muy altos, lo que provocó en 1580 el
cierre de muchos asientos de minas por la falta de esclavos negros11, o porque
los mineros se vieron obligados, ellos mismos, a fundir el mineral en pequeños
hornos o aplastándolo en mortero de mano12. El abandono de las minas abrió el
apetito de ladrones (“güirises”), que
se convirtieron en pequeños operadores de minas, no obstante ser una práctica
condenada duramente por la ley.
Comercio del Cuero y Añil
El declinamiento del oro y la
plata convirtió a Honduras, a lo largo de la parte media del siglo XVI, en gran
exportador a España de una gama de productos: los tintóreos, como el añil; los
alimenticios, como el azúcar y la canela; las maderas preciosas, como el ébano
y el cedro; los cueros vacunos y los artículos medicinales, como la
zarzaparrilla, calzafracia, palo de China, jengibre, cañafístola y liquidámbar.
La mayoría de los productos
medicinales alcanzaron gran popularidad en Europa y se les utilizó contra la
sífilis, como depuradores de la sangre, para los dolores de estómago, para la
gota y como purgantes. La zarzaparrilla apenas se emplea en estos días pero en
los siglos XVI y XVII se utilizó como depurador de la sangre y contra la sífilis.
En el reinado de Felipe II se cotizó bastante y se prefirió la de Honduras
porque era de mejor calidad. Los súbditos del rey se la enviaban para que se le
quitase el dolor que sentía en las piernas; y parece que le fue efectiva la
planta, pues siempre pidió con primacía de la de Honduras13. Los precios de la
zarzaparrilla en Sevilla, en 1568 y 1570, fueron de 1.000 a 375 marvedíes la
arroba, y correspondía a la que se traía de España; mientras que la de Honduras
se mantuvo en 15,000 maravedíes la arroba. Del 1564 a 1581, Honduras exportó a
España 16.307 arrobas14.
Desde 1550 a 1670 hubo un
desarrollo expansivo del cultivo del añil y constituyó un buen negocio para las
colonias españolas e individualmente para los indios que trabajaban su propio
añil. Pero el apogeo del añil y los pingües negocios que dejaba, ocasionó que
los dueños de obrajes ocuparan y explotaran nuevamente al indio y en algunos
casos eran alquilados o llevados a realizar un trabajo en condiciones
insalubres. Como medida para este abuso, España estableció un sistema de
inspectores de obraje y sus infractores eran castigados. Ese sistema operó en
Choluteca y en Tegucigalpa, por ser las áreas de mayor producción de añil; pero
este procedimiento, que tuvo su aplicación empezaron a ser impuestas, vino a
producir la caída de los trabajos de añil y la pobreza más severa en 1676,
cuando las multas a los infractores de Honduras15. Aunque por un tiempo el
trabajo fue ejecutado por esclavos negros, mulatos y mestizos, al ser
importados en grandes cantidades como una opción para sustituir al indio16.
Como atrapados en sus propias
redes, la utilización de esclavos negros, negros libres, mulatos, mestizos y
vagabundos blancos, atrajo en ellos un clima de hostilidad y de rebelión, y
sobre este ambiente incierto, no hubo manera de controlarlos17. Pero el negocio
del añil fue próspero porque su exportación encontró mercados seguros en
Panamá, Cartagena, La Habana y Perú, reportándose que los cargamentos fueron
muy considerables18.
Lo mismo ocurrió con el comercio
ganadero, cuyo crecimiento en las provincias de Centroamérica se produjo en las
tierras de Honduras, volviéndose dependientes de ella y lo que trajo acompañada
su propia contracción económica. Las tierras altas de Comayagua y Gracias a Dios
fueron excelentes campos para el ganado, pero esto fue motivo de rivalidad y
hostilidad19. La Audiencia de Guatemala obligó a los ganaderos de Honduras a
suplir del ganado a las otras provincias y determinó la prioridad por el
conducto de leyes muy severas. El resentimiento no se hizo esperar. A pesar de
que los precios del ganado en Guatemala eran más altos que en Honduras, los
ganaderos de esta provincia prefirieron no exportarlo, hasta tanto las
necesidades internas no fueran satisfechas20.
Relación de Minas
Una relación de las minas
existentes en Honduras21 hecha al rey de España desde Trujillo, el 24 de agosto
de 1590, por Francisco Valverde de Mercado, determinó la riqueza de los
minerales, pero se dejaban beneficiar por la pobreza de los vecinos. Se habla
de las minas de Guazucarán o San Lorenzo, que eran “todo vetas de plata”, donde
se explotaba una sola mina que llamaban “La Enriqueña”, ocupando más de 8
negros; muy cerca estaba la hacienda de los herederos de don Francisco de la
Cueva, con un ingenio de agua para beneficio de los metales, que molía con dos
cabezas y en cada una seis mazos de almadanas de sesenta libras de hierro. Esta
hacienda tenía 57 esclavos negros y heredaba la hacienda “La Descubridora”, con
minas de ley de plata que no se labraban por no tener gente y con capacidad
para ocupar 800 negros y más si los tuviera.
A título de esta mina había otra
hacienda, de don Antonio Agreda, con un ingenio de mulas para el beneficio de
los metales que removía con nueve mazos y almadenas de hierro y con 9 negros
para el beneficio de las minas y de otras que no labraban porque no tienen
negros. Las haciendas de Agustín Espínola y Gabriel Bustillo labraban la cuarta
parte de la mina La Enriqueta, con 27 esclavos negros de la Espínola y con 10
de la Bustillo.
Quince leguas de Valladolid
estaban en las minas en el cerro Santa Lucía, Tegucigalpa, eran de fundición y
de beneficio de azogue, con muy buena ley de plata. Había fundadas en este
mineral 7 haciendas, ingenios de agua y caballos para moler y fundir y muchos
hornos donde mineros pobres disolvían sus metales a mano. Junto a este cerro
corría un río que llamaban del oro, con dos ingenios de agua: uno de Juan
Moreno, que molía de 100 a 130 quintales de metal cada día y tenía 24 piezas de
esclavos, no obstante que requería más de 800; el otro ingenio era de don Diego
Suárez, que molía otro tanto con sólo 3 negros y necesitaba 150. Existían otros
ingenios, como el de Francisco Banegas, de mulas; el de Alonso Contreras, de
Alonso Mejía y de Diego Hernández, todos de mulas y tan pobres como esclavos
que era “cosa tan lastimosa ver que tierra tan rica tenga tan pobres habitantes
que no puedan ni siguiera traer sus ingenios y haciendas razonablemente
aviados”.
A tres leguas del cerro de
Guazucarán estaban unas minas que se llamaban de San Marcos, que eran minas muy
ricas y tenían a cuatro onzas de ley de plata por quintal, pero estaban
despobladas por la pobreza de sus dueños.
Media legua de Valladolid hacia
el este estaban unas minas de plata, oro y cobre, que fundían sin ayuda de
liga, pero estaban despobladas porque el rey “mando dar libertad a los indios
esclavos” y los negros costaban mucho.
A cuatro leguas de Comayagua
había una gran cantidad de minas de buena ley de plata, y desde la bahía de
Fonseca hasta el puerto Caballos era toda tierra de oro y plata y había un rió
tan famoso, llamado Guayape, doce leguas de San Jorge de Olancho, que cuando se
dio libertad a los indios había 27,000 bateas que sacaban oro, pero estaba
despoblado y todavía era tan rico para lavar.
Para esa fecha algunos negros se
habían alzado y merodeaban dicho río y no dejaban bajar a lavar porque es
comarca de Tegucigalpa22, gente por conquistar.
En el cerro de Guazucarán y la
mina Enriqueña labraban 111 negros, y en las de Tegucigalpa había 71 esclavos
negros y 80 indios que se agregaban cada fin de semana para hacer carbón.
La falta de mano de obra de
esclavos negros, en especial, es bastante gráfica y se le describe al rey tal
situación que para que entienda la pobreza de la tierra y del estado que tenía,
“que si se cultivasen las minas y sería pedazo que tanto por tanto no le habrá
más rico ni fértil ni de mejor salud en las Indias”.
De esa suerte se hace una
narración de Puerto Caballos y la bahía de Fonseca como saludables para vivir,
no así Nombre de Dios y sus comarcas, “porque las enfermedades son
violentísimas y que muchas de ellas en 24 horas se lleva un hombre y como no
sean las mujeres negras no se salen preñadas y la que alguna vez lo está lo
tienen por milagro, porque las criaturas no se crían, los niños que vienen de
España se mueren en muy pocos días”.
Para remediar los males del
despoblamiento, ante la abundancia y riqueza de las minas, se le señala al rey
sobre los beneficios de la contratación y el comercio y le piden 2,000 negros
traídos de Guinea para que se fiasen a los vecinos y habitadores por sólo tres
años para pagarlos de los frutos de la tierra. El trabajo de estos esclavos
llevaría la abundancia‖ a la provincia, la construcción de puentes y caminos.
Aquel número de esclavos sería reforzado al poco tiempo con una flota que
llegaría de Panamá con otros 2,000 negros y con los unos y los otros e acudiría
a la labranza que era lo más necesario y la mayor parte a la labor de las minas
de donde resultaría gran crecimiento a las quintos de V.M.
La búsqueda de nuevos productos
de exportación que siguieron al declive del cacao, el principal producto del
comercio en Centroamérica, tuvo sus efectos positivos con el auge minero de
Honduras, hacia cuyas costas llegaron grupos de inmigrantes de las Antillas,
asentándose en el mineral de Guazucarán, el centro que muy pronto, hacia 1569,
atrajo los primeros conflictos de trabajadores, seguidos de huelgas en
Comayagua y Tegucigalpa, que juntos sumaban 30 pequeñas minas de plata.
Los puertos marítimos fueron, en
ese período, verdaderos centros de operación comercial con el mundo exterior y
resultó insatisfactorio, sustituyéndolo Puerto Caballos; pero tampoco éste
aprobó contar con facilidades mínimas para el manejo de toda la carga que
generaba la provincia de Honduras y el resto de Centroamérica. Puerto Caballos
era limitado y peligroso y lleno de parásitos y a penas se convirtió en
depósito, con unos pocos almacenes y un puñado de esclavos negros y mulatos
enfermos23.
Para Guatemala resultó ser un
puerto desventajoso, ya que el camino de Puerto Caballos, vía San Pedro, era
largo y tortuoso, malográndose el vino y el aceite traídos de España. Pero aún
con todas estas desventajas, Puerto Caballos era el puerto principal de la
Audiencia, desde 1570 hasta 1604, período en el que desde puertos de Europa se
exportaban a Centroamérica, vino, aceite, hierro, manufacturas y muebles y se
importaban, pieles, añil, plata, zarzaparrilla, cacao y cochinilla24.
Pastoreo de Indios
La utilización española del
pastoreo, por los años de 1570, dio lugar al gran latifundio, con lo cual la
población india se fue a vivir a las aldeas grandes y en las colonias llamadas
rancherías. También se dio lugar a la cría de ganado, con tanta libertad que se
reproducían en las tierras baldías y realengas, multiplicándose con una
velocidad extraordinaria que hubo necesidad de racionarlas. Para esos años los
ranchos de Honduras producían miel y quesos, que eran embarcados a España para
el servicio del rey, dada su calidad25. El peligro de la abundancia del ganado,
producida por la vagancia, se materializó en la invasión de territorios indios,
obligando a las autoridades a otorgar licencias para matarlos26; de otra suerte
se les cazaba y se enviaban a otras provincias menos favorecidas, como se hizo
con el ganado en Choluteca, que se enviaba a Costa Rica27.
La nueva élite de españoles que
se engendró, a la muerte de los grandes encomenderos y dueños absolutos de
propiedades y vidas, dio lugar al reparto de haciendas, y ordenó, a toda costa,
el cobro del tributo a los indios. El sistema tributario obligó a los indios a
vagar lejos de sus casas para ganar dinero y esto permitió el asentamiento voluntario
en regiones despobladas. Crecieron nuevos pueblos y se organizaron mejor los
hombres fuertes de la colonia, tras coludirse con oficiales reales, casándose
entre familias, estableciendo lazos de compadrazgo, haciendo grandes o pequeños
favores y no viendo pequeñas infracciones de la ley.
El tributo era una manera de
diferenciar al indio del negro, porque, mientras el indio tenía que pagar un
tributo al rey, como reconocimiento de su señorío, el negro quedaba liberado28.
En el Reino de Guatemala quedó fijado ese tributo en dos pesos anuales. Los
indios tenían que trabajar duramente para producir y después tributar; el que
se retrasaba en el pago recibía penosos castigo29. Aunque el indio estaba
situado en el más bajo estado de la sociedad colonial, el negro esclavo no era
considerado sujeto de nada, era un simple objeto del comercio o instrumento de
trabajo y por lo tanto no tenía capacidad para tributar, era un trabajador
igualmente explotado que el indio, pero nada significaba para los fines de la
tributación. Una ley de 1585, de la Audiencia de los Confines, procedió a tasar
el monto de lo que cada tributario tenía que pagar y se fijó que los negros y
mulatos debían pagar 4 tostones al año, las mujeres 2 tostones; los indios 3
tostones y las mujeres 1 tostón30. Pero no existen evidencias que los negros lo
pagasen.
A fines de 1590 y principios de
1600, existían en la región centroamericana y sobre todo en Honduras varios
ingenios azucareros y establecimientos mineros que ocupaban abundante mano de
obra de esclavos negros, constituyendo ese extremo un peligro, porque al
juntarse conseguían fugarse y formar grupos en rebeldía31
Preocupados los terratenientes
del Ayuntamiento de Guatemala, gestionaron que no se introdujeran más esclavos
y que no se permitiera el próximo arribo de dos naves cargadas de negros, por
haber muchos hombres de color32; petición que se repitió en los años sucesivos,
alegando que no era conveniente la importación de más negros. En octubre de
1620 se elevó una protesta porque algunos comerciantes y mineros de Trujillo33,
temiéndo además que se confundieran con las poblaciones de indios, porque, se
dijo, perniciosos y nocivos‖ como son, además de quererlos supeditar y
anteceder, les comunican las costumbres y los vicios que no conocen…34 .
En abril de 1582, suscrita en
Comayagua por el gobernador Alonso de Contreras, una relación hecha por real
cédula de todos los pueblos de la provincia de Honduras y la forma que se tenía
en la administración general, informó que para ese año existían 173 vecinos
españoles y 5.103 indios tributarios, distribuidos así: Comayagua, 70
españoles, 1,723 indios y 54 pueblos; Gracias a Dios, 30 españoles, 1769 indios
y 66 pueblos; Trujillo, 20 españoles, 413 indios y 20 pueblos; San Pedro, 20
españoles, 415 indios y 30 pueblos; Puerto Caballos, 8 españoles, 60 indios y 3
pueblos; Olancho, 25 españoles 726 indios y 38 pueblos35. Para ese año existían
ya un número considerable de esclavos negros, pero como no eran tributarios del
rey no se les contaba para las estadísticas. Y tributaban al rey aquellos
pueblos aún con escasa población indígena, pero que tuvieran cultivos36.
Un memorial, presentado al rey
por Francisco de Valverde, informa que para los años de 1590 y 1595 había en la
jurisdicción de San Miguel y Villa de Choluteca, que era comarca del puerto de
Fonseca y de la provincia de Honduras, un total de 7,100 indios tributarios,
sin mencionar la población negra. El detalle es el siguiente: pueblos sobre
Choluteca y Nacaome, 663 indios; pueblos sobre Comayagua y Valladolid, 1,666
indios; pueblos sobre Gracias a Dios, 1,888 indios; pueblos sobre San Jorge de
Olancho, 464 indios; pueblos sobre Tegucigalpa, 500 indios; pueblos sobre San
Pedro, 376 indios; pueblos sobre Puerto Caballos, 104 indios37 .
La comparación que se logra hacer
del número de indios en 1582 y 1590 y 1595 es tan poca que se puede admitir
como verdadera la estadística anterior, resaltando nada más el número reducido
de indios existentes por esos años y sólo atribuible al despoblamiento, a las
enfermedades y muertes, que arrancó pueblos enteros.
Que no Vengan Negros
La ocupación de mano de obra
india y negra está llena de contradicciones, pues, por un tiempo se pide al rey
el envió de más negros para el trabajo de las minas y la agricultura, pero
otras veces se prohíbe su arribo, por ser peligroso. Lo cierto es que bajo todo
pretexto hubo grandes importaciones de esclavos negros, como así lo demandó el
crecimiento de la producción.
Para los años 1600 y 1625, las
minas de Tegucigalpa estaban en su pleno apogeo de producción y esto requería
mano de obra. En 1618 se menciona el arribo de una embarcación de negros llegada
a Trujillo, que fue admitida a petición de los mineros de Tegucigalpa, por que
el Ayuntamiento de Guatemala se había opuesto a su arribo. Pero dos años
después se vuelve a oponer a la admisión de dos naves cargadas de negros
esclavos por ser más de los que se necesitaban. Y por acuerdo del ayuntamiento
de diciembre de 1624 se habla de una arribada de navio con negros esclavos, en
que los visitados fueron 182, y fuera de visita otros 212, que se mandaron
embargar contra la protesta del oidor Solis, por estar, dice el acuerdo, la
tierra llena de negros38.
El año de 1621, siendo don Juan
de Espinoza alcalde mayor de Tegucigalpa, informaba al rey de los ricos
minerales de la villa y del cerro Santa Lucía, donde se sacaba gran suma de
plata, con 4 ingenios para moler metales; se daba cuenta del descubrimiento de
otro riquísimo cerro, que le pusieron por nombre San Juan, el cual tenía de
subida, desde el pie hasta la cumbre dos leguas, lleno de minerales y vetas de
plata de toda ley, desde dos onzas hasta seis por quintal, de beneficio muy
dócil y fácil de labrar y sacar, el cual, también, mostraba tanta riqueza en la
superficie de la tierra, con esperanzas fundadas de hallar grandísima riqueza,
siguiendo las vetas al centro y tronco de sus ramas, por lo cual el dicho señor
alcalde lo pobló y mandó a construir tres ingenios para moler y beneficiar los
metales, pero como hacía falta mano de obra, le escribió al rey pidiéndole enviar
a esta provincia 200 esclavos, porque sus Reales Cédulas tiene ordenado y
mandado se negocien por su cuenta, para beneficio de las dichas minas y
acrecentamiento de sus reales quintos39 .
Dos años atrás habían llegado
varias naos a Trujillo con 100 quintales de azogue para las minas de
Tegucigalpa40, produciéndose otros envíos hasta 1638, fecha en la que empieza a
sentirse la ausencia de navíos a la costa norte de Honduras y se prolongó hasta
1659, dado que esos puertos se habían resguardado para hacerle frente a los
ataques piratas, quienes “corrían aquellas costas como las de sus propios
países y sin resistencia surgían y tomaban cuanto había en los puertos”. Con la
ayuda de la población nativa, los piratas entraban en los puertos y era tanto
el apoyo que los indígenas les entregaban “además otros nativos y prácticas de
las costas”, resentidos como estaban con las autoridades de Guatemala se trató
de despoblarlos y talar sus sementeras, pasando sus naturales al continente”41.
Si bien el negro esclavo, como se
ha dicho, no gozaba de más privilegios que los indios, se conocen repetidas recomendaciones
en el sentido de sustituir a los indios por trabajadores negros, tanto por
razones de superioridad como por cuestiones económicas y se prefería al negro
porque éste les había costado su dinero y por que el trabajo de un negro valía
el de tres indios. Explicándoles la situación de los negros en Centroamérica,
se asegura que los españoles emplearon “de preferencia en sus trabajos rurales
y servicio doméstico los negros esclavos que conducían de África…, sea por
vigor físico, cultura de espíritu o cualquier otra causa, de hecho estuvieron,
conservaron y ejercieron superioridad sobre los indios, a pesar de la mayor
protección que dispensaron las leyes a éstos”42.
El testimonio generalizado es que
el esclavo negro tenía más capacidad en el trabajo agrícola que el indio, por
lo que se escogían con prelación a los núcleos africanos en algunas haciendas.
Mannix y Cowley dicen que “la razón por la cual los miembros de muchas tribus
africanas (no de todas) pedían ser esclavizados residía en el hecho de haber
alcanzado un nivel cultural relativamente elevado”43.
Todas las razones hicieron que
los precios de los esclavos negros subieran paulatinamente, es decir, el juego
de la oferta y la demanda implicó que los precios de los negros se alteraran y
esto repercutía en la producción. Datos recabados en documentos auténticos de
los siglos XVI, XVII Y XVII, sobre la venta de esclavos negros, demuestran esta
aseveración y al comparar los años de 1606 y 1610 encontramos también la
variedad de precios por razones de sexo y mestizaje. Los precios de los negros
oscilaban en 150, 165, 200, 240, 312, 330, 350, 400, 415, 450 y 500 pesos cada
uno. Las negras se vendían en 400, 450, 475 y 500 pesos cada una. Los mulatos
en 165, 325, 350 y las mulatas en 250, 460 y 500 pesos. Los precios variaban
notablemente entre los negros y los mulatos porque la fuerza de trabajo del
negro era considerada mayor; pero las negras valían más porque tenían capacidad
de engendrar hijos y con esto el dueño multiplicaba las ganancias44.
A principios del año 1600 puede
notarse un cambio en el cuadro social centroamericano, debido al cruce racial
entre negros y blancos y que dio como resultado un tipo mestizo llamado mulato,
con preponderancia de sangre africana, que le confería algunos privilegios de
casta, mayormente reconocidos en los primeros años de 1700, al vérseles
trabajar la tierra,criar y vender ganado y dedicarse al pequeño comercio en
tiendas y como vendedores ambulantes45 .
Fraude Minero
El esplendor exportador de la
minería hondureña trajo aparejada su propia destrucción, al desarrollarse una
serie de prácticas nocivas y fraudulentas, seguido del ingenio del minero
criollo, generalmente para seguir perjudicando al indio, propietarios,
medianamente, de terrenos donde se denunciaban pequeñas pero ricas minas de
plata. Sentó jurisprudencia la denuncia que en 1652 hiciera el indio de
Tegucigalpa, Cristóbal Gómez, contra Blas Ferrer, por delito de fraude, al
usurparle su propiedad, que registraba una producción de plata. Ferrer había
sido consultado por Gómez acerca de la pureza de los minerales encontrados en
su milpa y aquel intentó engañarlo y despojarlo, alegando que la nueva mina
estaba junto a la milpa de Gómez, no en ella. Pero la justicia del alcalde
mayor de Tegucigalpa no se cumplió46; siguió campeando la deshonestidad y el
fraude: la venta de plata privadamente sin pagar impuestos reales, el soborno a
oficiales reales y el empleo de indios, que estaba prohibido. Este era el
escenario de una industria semiautónoma, probablemente orientada a la
exportación47 y con signos evidentes de engaño a la Corona de España, como
resultó con la evasión del uso del mercurio para revenderlo en otros
mercados48.
Se había creado una situación de
espantoso fraude a la Corona, que tuvo serios efectos negativos en su economía,
tanto así que a través de la Audiencia de Guatemala se ordenó que todos los mineros
que evadían el pago del quinto real o que
escondían oro y la plata quedaban absueltos de toda responsabilidad criminal si
ellos declaraban ahora esos efectos. El decaimiento de la industria se hizo
notable porque los mineros fueron obligados a usar sus barras de plata como
monedas para comprar comestibles y equipo minero básico. Se hizo necesario el
envió de inspectores de minas para reportar el estado calamitoso de los centros
de producción y las condiciones del comercio. Algunos inspectores siguieron
recibiendo sobornos para callar aquella situación, pero otros no49. La visita
que el oidor Jerónimo Gómez realizara a Honduras en 1672 es rica en argumentos
de cómo se realizaron escandalosos fraudes.
Como las visitas de los
inspectores de minas resultaron efectivas, en 1695 viajó a Honduras el
presidente de la Audiencia de Guatemala, Barrios Leal, quien cumplió un
itinerario por las minas del Corpus, no obstante que la causa de la visita fue
la de neutralizar los disturbios y alzamientos de indios, negros y mulatos. Se
encontró que no se observaban las reglas de seguridad en las minas y que
proliferaban condiciones del comercio para favorecer a los vagabundos y
timadores, ante la abierta complacencia de oficiales reales que aceptaban
sobornos, a fin de permitir el abuso contra indios y negros y el monopolio de
los comestibles. Se probó que oficiales y clérigos favorecían ese injusto
estado de cosas y el visitador dictó sanciones en su contra, aunque no fue
capaz de cambiar el sistema básico en las minas50.
Aunque el uso de indios en los
trabajos mineros estaba prohibido, fue el propio rey quien dio permiso el 9 de
abril de 1650 para el uso de 100 indios en las minas51, abriendo el camino para
mayores abusos y en una ocasión los exasperados españoles quemaron las chozas
de los indios porque éstos se negaron a trabajar en sus minas52.
La escasez de mano de obra se
hizo sentir notablemente y en su búsqueda colaboraban los principales líderes
indios; uno de ellos Diego González, alcalde de San Antonio de Texiguat, fue
acusado en 1708 de prestarse al envió de indios a las minas del Corpus53; y se
formularon a la Corona varias peticiones, algunas hasta solicitando 1,600
indios de provincias vecinas y, cuando no se accedía, se les tomaba por la
fuerza, por redadas. Un informe de 1700 estableció que 700 indios payas, más un número no especificado de niños
habían sido sacados de las selvas cerca de Comayagua y agregados a otros 100,
previamente capturados, para distribuirlos en las minas del Corpus y
Tegucigalpa54. Grupos de indios que huían de las minas de Nueva Segovia eran
bien recibidos por los mineros de Tegucigalpa y esto provocó serios problemas
con los mineros de Nicaragua55. La escasez de labor incitó las distensiones de
castas y unido a ello la baja calidad de las minas, la tecnología primitiva y
el precio alto del mercurio, la industria minera se vio decaída y arruinada.
Las minas de Santa Lucía en Tegucigalpa y La Enriqueña en Guazucurán fueron las
que se salvaron del colapso, y el otro grupo estaba compuesto de pequeños
mineros, los llamados güirises, despreciados por los grandes mineros, porque se
encargaban de hacer subsistir la industria, con la pequeña esperanza de que
después ellos se volverían ricos56.
Con el desgaste de las minas
llegó el desarrollo de la agricultura y se cumplió en esta etapa la mayor
demanda de tierras para las órdenes monásticas, junto a la utilización de mano
de obra esclava. A los mercedarios se les concedieron 16 caballerías cerca de
Choluteca, en 1607, una gran concesión para el siglo XVII. Esa era una época en
que las órdenes religiosas ejercieron una gran influencia poderosa y actuaron
en el comercio como empresarios privados, pues heredaban sus tierras a través
de la voluntad de los creyentes, o las compraban como simple operación
bursátil. Estas tierras eran arrendadas a los indios, ganando intereses sobre
ellas o prestaban dinero a granjeros indigentes57. Ese sistema de trabajo
parece que les reportó grandes ganancias, en consideración al jugoso sistema
implantado: azúcar y esclavos.
La agricultura llegó a ser una
buena ocupación en Honduras, pero también fue la ruina de los propietarios de
tierras. El caso de Mateo Ochoa, un hacendado rico en Trujillo, que poseía 30
leguas de pradera con vasto ganado, tantos que no se contaban, fue famoso
porque cuando intentó venderlas para regresar a España, nadie le daba dinero,
pese a que rebajaba su precio drásticamente y que ofrecía entregar, como
regalía, 100 esclavos negros58. La crisis económica había traído también
contrabando, sobre todo en el comercio que se hacía en las costas de Honduras,
en pieles, cacao, cochinilla, zarzaparrilla, índigo y otros productos y que
llegó a producir un escándalo y a llamar una junta por el rey, en 1677. Esta
junta determinó que el problema se contraía a tener mejores gobernadores y
castigar severamente a los infractores59, con lo cual nada se resolvió.
Como se dijo, de 1638 a 1659 hubo
un lapso de 20 años en que prácticamente la provincia de Honduras interrumpió
el comercio exterior con España y Perú, al dejar de venir los navíos a Castilla
por temor a los piratas que infectaban las costas hondureñas. Esta situación
mantuvo a la provincia en estado de calamidad, careciendo de artículos de
primera necesidad como el vino y el aceite y obligando a la práctica del
contrabando y el tráfico ilícito. El 2 de marzo de 1660, desde Comayagua, se
levantó acta con motivo de la llegada procedente de Olancho de un indio correo
con la noticia que había entrado en el puerto de Trujillo un nao de ingleses
cargada de negros y que los vecinos del dicho valle de Trujillo no se
atrevieron a comprar60 por temor a represalias. Estaban tan desguarnecidos los
puertos de Honduras, asediados por los piratas ingleses y franceses, que el
gobernador Pedro Garay Ponce le pidió al rey, en carta del 30 de abril de 1673,
que era urgente fortificar los puertos, pero que previendo un ataque sorpresivo
había dispuesto la defensa de Trujillo con 400 hombres españoles mestizos,
mulatos y negros armados con chusos o picas por no tener armas de fuego61. Y ni
qué decir del ambiente encontrado por los piratas, porque ellos continuaron
destruyendo poblados, robando y matando sin encontrar resistencia alguna.
Cerca de 1700, la provincia de
Honduras había cambiado de situación y los españoles favorecían los productos
de la ganadería, que desgraciadamente los piratas se los robaban,. En 1690
llegaron los piratas a Trujillo y se llevaron todo el bastimento y hasta 22
mujeres, después de cometer atrocidades. Se producía abundante zarzaparrilla,
pita, vainilla, achiote, cacao, palo de China y de Campeche, resinas, ganado
mayor, maderas para fabricar navíos, mulas y caballos, brea, alquitrán, caña de
azúcar y algodón62 .
La prosperidad de Trujillo fue
desgraciadamente su propia ruina y la del resto de la provincia, al despertar
la codicia de los imperios, que había comenzado a incursionar en Honduras. Un
informe del gobernador de Honduras al rey fue lo bastante gráfico para advertir
el inminente peligro colonialista. En parte ese informe decía: “En Trujillo hay
una porción de pueblos de negros caribes que en el día no bajan de 8,000, y el
número de estos negros podía ascender de 8,000 a 10,000 al más, aumentándose
prodigiosamente por la poligamia. El año de 1697 en número de 2,000 depositaron
los ingleses a estos negros en la isla de Roatán y en el mismo año fueron
trasladados a Trujillo, en cuyas inmediaciones están establecidos. Su ejercicio
es la pesca y el contrabando, y si Su Majestad no se digna mandar su más pronta
intervención es de esperar que en breve se hagan dueños de nuestra costa del
norte por si solos o unidos con los zambos”63
VII.
LOS HOMBRES DE LA BAHIA
El gobierno español se había
debilitado en las constantes guerras con Gran Bretaña, Francia y Holanda e
incluso había perdido grandes territorios en América, que le fueron arrancados
por la fuerza y por el Tratado de Utrecht de 1713. En las negociaciones de paz,
que pusieron fin a la guerra de sucesión en España, conservó Felipe V la
Corona, a costa de la privación de importantes territorios como los Países
Bajos, Nápoles, Cerdeña, Toscana, el Milanesado, Sicilia, Gibraltar y Menorca;
además concedió a Inglaterra autorización marítima sobre territorios de América
y el privilegio de vender esclavos negros.
Agotada económica y militarmente,
España no podía continuar una guerra de desgaste, y para mantener sus derechos
sobre toda América se comprometió al Tratado de Utrecht, pero quedaron latentes
muchas pretensiones de Inglaterra en provincias incuestionablemente reconocidas
como españolas, donde jamás había ejercido actos de soberanía, por ser regiones
selváticas e inaccesibles. Inglaterra había hecho una selección de esos
territorios, localizados en las montañas de Belice y en el Atlántico de
Honduras, situadas a poca distancia de la ruta sobre el istmo de Panamá que
cortaba el camino del Perú y Portobello, escenario de envíos de oro y de las
ferias comerciales.
En esas montañas vivían gavillas
de pobladores ingleses que se ganaban la vida cortando y vendiendo palo de
tinte para las industrias tintóreas. Estos llamados hombres de la bahía
recibían apoyo estratégico del gobierno de Jamaica y eran verdaderas puntas de
lanza del colonialismo inglés.
Por aquel tratado, Inglaterra
había creado la Compañía de los Mares del Sur, a fin de obtener grandes
beneficios en el monopolio del tráfico de esclavos, a cambio de no realizar
negocios ilícitos, lo que no cumplió. Los comerciantes ingleses de Jamaica no
querían tener ningún trato con esa compañía, que en parte les arrebataba su
actividad comercial, fundada en la importación y corte ilícito de madera de
tinte o campeche en la bahía de la Mosquitia de Honduras.
El monopolio de la Compañía de
los Mares del Sur no le simpatizó a España, por que además del tráfico de
esclavos negros estaba dedicada a comerciar otros productos que dañaban su
autoridad y economía. Se tuvo que crear un sistema de vigilancia en los puertos
españoles o coloniales y a ellos se opusieron los barcos ingleses y para
entretener o engañar esa vigilancia se tuvo que pagar grandes sumas de dinero,
que a fin de cuentas no le convenía a la Compañía.
Una ola de indignación se acumuló
en Inglaterra y se demandó en el Parlamento compensaciones de España que
generaron constantes reclamos e irregularidades sobre la libre navegación. A
estos problemas se agregó la cuestión de los cortadores de madera de tinte en
Honduras y sobre los límites entre Florida y Georgia: la guerra se hizo
inevitable en octubre de 1739. Esa guerra es considerada como el primer
enfrentamiento europeo sobre objetivos en el Caribe y que puso frente a frente
a España, Inglaterra y Francia, en una verdadera guerra de imperios en defensa
de sus intereses por el comercio en América.
El conflicto, que tuvo su clímax
en 1740 y 1744, afectó los puertos españoles de Portobello, Cartagena, La
Habana y Santiago, y en sus aventuras los ingleses no sólo atacaron posiciones
terrestres sino que se apoderaron de un importante botín y dislocaron el
comercio español en las colonias. La rivalidad entre Inglaterra y Francia por
sus posesiones en las Antillas tuvo la modalidad de un enfrentamiento de
competencia en el abastecimiento y comercio del azúcar y que alejó los métodos
de la guerra abierta para dedicarse, exclusivamente, a la destrucción de la
maquinaria enemiga, incluyendo los trabajadores esclavos, en una operación que
buscó asediar las poblaciones y destruir la raíz económica de la producción
azucarera.
España tuvo razones poderosas
para mantener recelo contra Inglaterra, en particular por la cuestión de los
campos de madera de tinte en Honduras y que por el Tratado de Aix-la-Chapelle
(1748) debía devolver a España. Ya se había producido (1742) la ocupación
inglesa de las islas de Roatán, al mando del mayor Grawford, para proteger el
corte del palo de tinte y asegurar el comercio con los españoles en Guatemala.
Por este tratado, las fortificaciones inglesas de Roatán quedarían
desmanteladas y España prolongaría por 4 años los acuerdos de navegación.
Pero las cosas salieron de otro
modo. Los gobernadores de Jamaica continuaron dando apoyo a los residentes
ingleses en la Mosquitía de Honduras y se habían aprovechado de la ingenuidad
del indio para oponerlo contra el gobierno español. En 1749 la situación se
volvió incómoda porque se llegó a nombrar un Superintendente con residencia en
el lugar y la actividad de los indios ribereños era de abierta hostilidad hacia
las autoridades españolas. Pese al acuerdo del Tratado Aix-la-Chapelle, por el
que España aceptó la presencia de los cortadores de madera y respetó sus
propiedades, nada de ello quedó aclarado con la terca posición de Inglaterra y
esa precaria situación, con la presencia de ingleses en territorio hondureño,
continuó disputándose durante los siguientes 20 años.
El 10 de febrero de 1763 se firmó
en París un tratado de paz entre España, Inglaterra y Francia, por el que
Inglaterra se comprometía a demoler todas las fortificaciones que sus vasallos
habían construido en la bahía de Honduras. España se obligó a no permitir que
los ingleses o sus trabajadores fueran inquietados con cualquier pretexto que
se tuviera, en su ocupación de cortar, cargar y transportar el palo de tinte o
de campeche; y para este efecto podrían fabricar sin impedimento y ocupar sin
interrupción las casas y almacenes que necesitaren para sí y para sus familias
y efectos1.
Como estas disposiciones tampoco
fueron eficientes para resolver el problema, se firmó un Tratado Definitivo de
Paz entre España e Inglaterra en Versalles, el 3 de septiembre de 1783, con el
objeto de explicar, ampliar y hacer efectivo lo estipulado en atribuciones de
convenios anteriores y estableciendo un límite de jurisdicción, que
prácticamente no pudo resolver la enojosa cuestión; al contrario, se
modificaron disposiciones anteriores y se amplió en parte lo dispuesto en otras
convenciones2 .
El 14 de julio de 1786 se firmó
en Londres una convención entre España e Inglaterra para ―explicar, ampliar y
hacer efectivo‖ lo estipulado en el tratado de 1783, pero también dejó sin
resolver el problema de la ocupación3.
Los ingleses se habían
fortificado en territorio hondureño de la Mosquitia y lo habían convertido en
una Nación aparte, con todos los privilegios de un Estado Soberano. El 16 de de
diciembre de 1842, el Presidente de Honduras, don Francisco Ferrera, celebró un
tratado con el presunto “General of the Mosquito Nation”, el ingles Tomas Lowry
Robinson, que se creía sucesor del último Rey Mosquito. La traición de Ferrera
llegó al extremo de conceder ciertos derechos territoriales y soberanos de
Robinson y a la tribu misquita, pasando por alto, que tanto el territorio como
la tribu formaban parte integrante de Honduras4.
Los ingleses habían conseguido
con ellos un triunfo esperado y, ya posesionados de singular atribución,
tardaron en ejecutarla con medidas adicionales. En 1848, un buque de guerra al
servicio del gobierno inglés condujo a la costa de la Mosquitia al señor
Patrick Walker, en calidad de Cónsul General de Inglaterra, cerca del jefe de
la tribu y a quien impropiamente llamaban Rey y que había sido coronado con la
ceremonia de costumbre por las autoridades inglesas de Jamaica.
Las consecuencias fatales del
tratado firmado por el pérfido y criminal Ferrera no surtieron efecto en la
desmembración del territorio hondureño, porque, afortunadamente, el 28 de
noviembre de 1859 se celebró en Tegucigalpa un tratado entre Honduras e
Inglaterra, que anuló taxativamente la concesión de Ferrera y devolvió, sin
reservas, los territorios ocupados a Honduras.
Panorama de la Bahía
Siguiendo investigaciones para
proceder al sondeo de bahías, desembarcaderos y la posibilidad de las costas
para construir el Castillo de San Fernando de Omoa, el coronel Luís Díaz de
Navarro preparó un minucioso informe, fruto de un año de trabajo (1743-1744),
donde presentó la situación de la provincia de Honduras. Sobre Trujillo señaló
su despoblamiento y aunque no indicó número de habitantes, es muy fácil
advertir que predominaban los indios, negros y mulatos. Sonaguera, distante de
Trujillo 20 leguas, era pueblo de mulatos y negros inútiles en el manejo de las
armas, cobardes para toda facción de honra y atrevidos para toda maldad. La
infeliz calificación señaló que eran los mayores contrabandistas de toda la
provincia y muy desobedientes a la justicia, por cuyo motivo la consideró
inhábil. Es decir, no sólo ocupaban al negro para explotarlo en las minas sino
que esperaban que sirviera de carne de cañón y que marchara al frente en la
defensa de las ciudades contra la piratería. Y el español, ¿qué hacía? Nada,
porque los más de ellos son tratantes del comercio ilícito, sin exceptuar
Eclesiásticos, no siendo los gobernadores y tenientes capaces de remediarlo.
La provincia de Honduras estaba
en tan mal estado que no tenía más soldados en toda ella que los milicianos.
Las armas que tenían en la cabecera, en San Pedro, en Yoro, en San Jorge de
Olanchito y en Olancho, siempre estuvieron en mal estado porque las necesitaban
para huir5.
La versión que dio en 1748
Guillermo Pitt, un comerciante inglés sobre la costa norte de Honduras fue
distinta, porque habló de Trujillo como tierra fecundísima, muy sana, abundante
de pescado, principalmente manati. Habiendo hecho un recorrido por la región y
caminando hasta río Cristales, cuyas ruinas, decía, aún se dejan ver a pesar de
que los ingleses acabaron de arruinarla, cuando tenían poblada la isla de
Roatán, él vio que existía una montaña cerrada por las sabanas de pinares,
llenas aquellas de palos moriches, ébanos, granadillos, caoba, cedros. Del otro
lado del Aguán hasta la Barra del Limón descollaban montes cerrados y entrando
a la Barra con Piraguas se veía por la boca del río a la orilla del mar y que
se podía pasar a caballo hasta Paya River, que era la boca de un río de una
legua, que se podía cruzar por puente y se caminaba orilla del mar hasta
Peñones Chicos. A poca distancia estaba una hacienda-ingenio de azúcar de una
ingles llamado Stade y el sitio Seri-Bor, donde habían treinta a cuarenta
negros, sin dificultad en hacer de ellos lo que se quiera. Luego se llegaba al
rió Sacrelay y se continuaba a la barra del Cric, fácil de vadear a pecho, y su
población no llegaba a 20 familias inglesas con sus negros la mayor parte.
Seguía Blac River y se pasaba un arenal entre la mar y la laguna y del otro
lado la población del capitán Hudson y del capitán Louis, que era oficial del
Rey; vivía allí con licencia del hijo del difunto Pitt, dos yernos y otras ocho
o diez familias inglesas y otros tantos de mestizos entre los cuales había 400
negros y le seguía la población del general Tempiz hasta río Tinto o Negro, con
cuatro o seis familias inglesas6.
Los establecimientos británicos
eran numerosos en 1776, pues toda la costa norte de Honduras contaba con
población inglesa predominante en río Tinto. Los zambos y mosquitos eran
residentes de los poblados de Bracman y Sandeve, con una población inglesa predominante
en río Tinto. Los zambos y mosquitos eran residentes de los poblados de Bracman
y Sandeve, con una población total de tres mil hombres de armas tomar, que
constituían la tropa de los colonos ingleses. Estos conservaban las armas en
sus casas y cuando querían lanzar a los zambos y misquitos contra los
españoles, los emborrachaban y les entregaban municiones.
Los zambos tienen su origen
trágico, pues cuando el pirata portugués Lorenzo Gramaco naufragó en las
proximidades del Cabo Gracias a Dios, en septiembre de 1650, se salvaron con él
200 negros que traía de Jamaica y Santo Domingo, y durante los últimos meses de
ese año hicieron una vida nómada por todo el oriente de la comarca; pero al
iniciarse el año nuevo se establecieron al sur de Caratasca y de Brus Maguana,
para hacer vida común con los indios misquitos. De la mezcla de ambas razas
surgió la tribu de zambos.
La población inglesa en toda la
costa norte llegó, en 1778, a 450, y “disponían de 4,500 esclavos africanos y
de 100 indios prisioneros, también esclavos. En cuanto a la población indígena,
se calculaba en 10,000 el número de zambos y misquitos de todas castas y
edades, sin incluir las numerosas tribus de indios caribes que moraban en lo
interior de los bosques; se gobernaban independientemente y vivían en Palenque”7.
La población inglesa se había
acostumbrado a la región. Al contar ya con un imperio de comercio exportador,
estaban dispuestos a permanecer en el lugar, no importando las inclemencias.
El famoso colono Mister Pitt
tituló su posesión en la Mosquitia como Establecimiento
de Su Majestad Británica, situado en las márgenes del río Tinto, es decir a
dos leguas del Cabo Camarón. Allí tenía su familia, su mujer y cuatro hijos.
Era un hombre de 60 años, muy rico, poseedor de 300 esclavos, entre negros,
mulatos e indios. Este sitio, bien fortificado con dos castillos y resguardados
por 40 soldados, se mantuvo haciendo comercio, consistente en la compra a los
zambos del carey y de los tablones de caoba, que después exportaba a Europa, esto
es, revendiéndolos a las embarcaciones que iban rumbo a Jamaica, cargados de
ropas, azúcar y aguardiente, en el año de 1759, la situación de Pitt había
cambiado, como resultado de la relación hecha por Juan de Lada y Ortega, en
informe al Presidente y Capitán General del Reino de Guatemala.
La población establecida había
llegado a construir 213 casas cubiertas de palma, inclusive las de los negros.
De esta población al río de Mistiere, otro vecindario de ingleses, negros y
mulatos, había construido 76 casas. Del otro lado de la Maguana, otra villa de
Ingleses y negros tenía otro lado de la laguna, otra villa de Ingleses y negros
tenía 51 casas, y como media legua distante, otra de negros con 77 casas. Otra
población de zambos contaba con 14 casas, y a poca distancia del
Establecimiento de Pitt habían dos pueblos pequeños. La una era de un ingles de
fama, llamado Troxones y la otra era de un negro llamado Antonio Urbina,
criollo de Yoro, que le sirvió a Pitt de mayordomo de su ganado y una y otra
tenían 10 casas.
Arriba del río Tinto tenia Pitt 3
casas y más de 60 mujeres. Poco más arriba habían como 36 ingleses de porte y
fama, e inferiores a estos como 70, y como 3,000 indios, zambos y misquitos,
todos bien armados y muy diestros en el fusil, al servicio de los colonos
ingleses8.
A la altura de esos años, la
guerra de intereses entre los imperios había impuesto una tónica al sistema
colonialista: querían impuestos más bajos para el azúcar, esclavos más baratos
y prohibición del comercio norteamericano. La Guerra de los Siete Años
(1756-1763) había atraído el interés de los mercantilistas hacia otros
horizontes económicos, pues querían poblados grandes y ricos como mercados para
ensanchar la producción y dejar de comerciar nada más que azúcar y esclavos.
Pero esa Guerra de los Siete Años
encareció la vida en toda la costa caribeña y se volvió a la práctica nociva
del contrabando y el encono entre comerciantes, dispuestos a cargar con el
botín ajeno.
VIII.
DEFENSA DE LOS PUERTOS
La guerra de intereses de las
potencias europeas hizo de los territorios de América un verdadero campo de
batalla, donde Gran Bretaña iba a emplear toda su capacidad y poderío posible,
basado en el despacho de una flota de proporciones alarmantes que apareció en
las aguas del Caribe, opacando a Francia y España. Las hostilidades que duraron
siete años (1756-1763), produjo el hecho más grande, la toma de la ciudad de La
Habana y el desarrollo de las economías del resto de las colonias. Cuba recibió
el mayor contingente de esclavos negros para dedicarlos a los ingenios de
azúcar y después vino el reparto de Dominicana, Granada y las Ganaditas, San
Vicente y Tobago.
Francia y España se desquitaron
la derrota inglesa, cuando actuando juntas por estrategia, decidieron reconocer
la independencia de las colonias norteamericanas que habían puesto fin al
colonialismo inglés, y de hecho sostuvieron en firme esa observación, porque
también las ayudaron materialmente.
El territorio de Belice se había
constituido en zona de disputa entre Inglaterra y España, y cuando los
españoles decidieron atacarlo para recuperar una franja que hacía más de un
siglo venían reclamando, la respuesta inglesa no se hizo esperar. La estrategia
que utilizaron los ingleses para invadir Belice fue la de atacar el castillo de
Omoa, en el norte de Honduras, a fin de emplearlo como punto de apoyo a sus
planes expansionistas. Como los ingleses tenían otra ocupación en la Mosquitia
de Honduras, no les resultó difícil contar con el valioso auxilio de los zambos
y soldados ingleses y seguir en su operación hasta el cabo de Gracias a Dios.
España estaba firmemente
convencida de la naturaleza de los puertos del norte de Honduras y se preocupó
de dotarlos de una eficiente estructura física, no sólo par que le sirvieran en
la defensa del territorio, sino, lo más importante, para convertirlos en puerta
de entrada y salida a su comercio.
Castillo de Omoa
La paz entre España con Francia e
Inglaterra, por lo menos formal, dio motivo, por real cédula de 17 de enero de
1764, a ―quitar la prohibición que hasta esta fecha había existido para
comerciar recíprocamente entres los reinos del Perú, Nueva España, Virreinato
de Granada y Guatemala‖1 . Nuevas disposiciones sobre el libre comercio
continuaron emitiéndose, a fin de restaurar en los dominios españoles la
agricultura, la industria y la población a su antiguo vigor.
Para dotar al país de plazas
fuertes en la costa norte de Honduras, destinadas a proteger la bahía de Omoa,
cerca de Puerto Caballos, en donde serían armados los buques para contrarrestar
a los piratas, en 1772 se comenzó a construir la fortaleza de San Fernando de
Omoa y se concluyó tres años después. Casi un sueño y una necesidad estratégica
se había cumplido y se contaba ya con un fuerte respetable en la defensa de la
Real Audiencia de Guatemala.
Los españoles pusieron todo su
empeño en esta obra y los trabajadores que ejecutaron la construcción, ―en sus
comienzos fueron blancos, pero se morían en una proporción lastimosa por lo
malsano del lugar. Para sustituirlos vinieron negros esclavos, los cuales
quedaron radicados en Omoa y se multiplicaron como por milagro‖2, pero que, por
un ―sistema defectuoso, que llegó a ser irremediable, de la administración
colonial, estos esclavos no eran utilizados en obras públicas, sino que los
españoles que allí vivían los explotaban en su propio servicio y beneficio‖3.
Pero el fuerte había entrado en
operaciones, no tan inexpugnable, porque el 20 de octubre de 1779 era atacado
por una escuadra de 14 navíos ingleses, sin más alternativa que rendirse. Su
guarnición era pequeña, compuesta en su mayoría por esclavos negros, armados
pobremente y sin preparación en las actividades de la guerra.
37 días duró la ocupación inglesa
del castillo, tiempo suficiente para quemar el poblado y apoderarse de los
caminos por donde se conducían los caudales del rey y de los particulares.
Habiendo sido avisado del ataque
el gobernador de Guatemala, don Matías Gálvez, organizó una fuerza importante
que llegó a la bahía el 26 de noviembre, y habiendo sitiado el castillo cayó en
sus manos dos días después. Los ingleses habían logrado penetrar en la
fortaleza, con la ayuda de zambos mismitos y soldados ingleses enviados desde
la isla de Roatán, pero al retirarse de Omoa quedaron algunos como prisioneros
de los españoles, que después se llevaron como trofeos de guerra4.
A los sucesos que precedieron
estos triunfos españoles, no tardó en volverse crítica la situación porque los
ingleses continuaron sus incursiones, aún más violentas. Ellos tenían el plan
de cortar Centroamérica desde el Caribe hasta el Pacífico, y alternativamente
concibieron aplicarlos por el golfo de Honduras, a partir de la toma del
castillo de Omoa y después caer sobre Belice y hacerse fuertes por el río San
Juan.
Una guarnición española en río
Tinto había sido asaltada, rendida y pasada a cuchillo por ―un convoy de negros
mandado por los ingleses Cambell y Juan Smith‖, llegados en una escuadra
inglesa de dos navíos, seis fragatas de guerra, una goleta y dos bergantines,
que generalmente penetraban costas hondureñas ―por los meses de agosto y
septiembre, sin temer a los equinoccios‖5 .
Don Matías Gálvez no les dio
tregua a los ingleses y los persiguió hasta la isla Roatán, que los ingleses
habían guarnecido de varios fuertes. Desde Trujillo, donde Gálvez tenía su
cuartel general, se armó de 10,000 hombres, incluso de unidades de caballería,
por si los ingleses huían a los otros poblados. Reunió varias balandras y
goletas, algunas canoas con negros, llamados ―piragueros‖ y escoltó la
expedición con cuatro fragatas, una corbeta y cuatro lanchas cañoneras. Con esa
superioridad los ingles tuvieron que rendirse y Roatán cayó el 17 de marzo de
1782. Gálvez permitió a los soldados ingleses que tomaran camino a Jamaica y él
también siguió camino hacia la región del río Tinto, a la Mosquitia de
Honduras, donde habían guarniciones enemigas, persiguiéndolos tierra adentro.
Ya para 1784, Omoa y Trujillo habían sido habilitados como puertos principales
para el libre comerrcio, y, de inmediato, una vez recuperada su economía, se
reglamentó el pago de los impuestos a las mercaderías.
Varias familias de escasos
recursos económicos, originarias de las provincias de La Coruña y de islas
Canarias, fueron trasladadas a las costas hondureñas, previa la firma de un
contrato, pero tan pronto llegaron fueron víctimas de las enfermedades. Los que
lograron sobrevivir pasaron días muy amargos; no se acostumbraron al duro
trabajo y le reclamaron al rey sobre las promesas de tierras, pero lo que habían
encontrado ―sólo era trabajo para los negros‖, pese a que éstos se convirtieron
en sus protectores en los momentos difíciles de fuertes lluvias e inundaciones.
Los nuevos colonos habían llegado a esas tierras con ofertas de las lluvias,
tan interminables y copiosas que caían sin cesar día y noche, hasta convertir
las tierras en pantanos y en criaderos de mosquitos que transmitían la malaria,
obligando a la gente a vivir encerrada en los techos. Expuestos a ahogarse y
viendo que sus casas se anegaban, pudieron salvarse gracias a ―que al amanecer
los negros de las piraguas (los) llevaron a las casas de alto donde beben los
oficiales‖6.
Trujillo es alentado para
convertirlo en poblado próspero; llegó una emigración europea7, con ánimo de
hacer fortuna rápida, lo que aparentemente lograron. Atendiendo a las
necesidades de la provincia y a las ventajas de los reales haberes de España,
los pobladores españoles de río Tinto solicitaron al rey la compra ―por cuenta
de S. M. de 200 negros, que con sus respectivos oficiales formen dos compañías
que instruidos alternativamente sirvan a la defensa del puerto y se dediquen a
paragüeros y a otras atenciones‖8.
El libre comercio entre las
provincias de América había sido promulgado por ley y se mandó formar un
reglamento9 con nuevas disposiciones sobre aranceles de arbitrios y derechos de
todos los géneros, efectos y frutos que se embarcan de España. En esa corriente
comercial se produjo, durante los años de 1789 a 1793 un flujo de barcos a los
puertos de Trujillo y Omoa, con una relación de mercaderías que iban con la más
variada gama de artículos: alhajas, cera, cristalería, mercería, lanas, sedas,
droguería, hierro, caldos, libros, papel loza, zapatos y botas; y con
mercaderías que salían como: añil, oro, plata, zarzaparrilla, bálsamo, cueros
curtidos, mazos de cigarros, algodón y mechas de papelillo. Con Nueva España y
Perú el intercambio comercial se intensificó, como también se reanudaron
convehemencia los pedidos de esclavos negros, y en 1796 se dispuso el envió de
Santo Domingo de un regular número de negros.
Un voraz incendio destruyó varias
casas de Trujillo los días 5 y 6 de abril de 1796, ―por cuyo motivo quedaron
sus habitantes sin donde vivir y para cubrir las imperiosas necesidades se dio
principio a construir galeras de bahareque cubiertas de tejas con cimientos… y
se determinó el citar a los negros nuevamente venidos a que llegaran como
peones a los trabajos que se ofrecían por la necesidad de gentes‖10.
Al año siguiente volvieron los
piratas a incursionar por Trujillo, conduciendo dos navíos de guerra y un
bergantín; pero esta vez recibieron fuerte resistencia de los soldados
españoles, que ya se encontraban bien aprovisionados de armamento. Los piratas
ingleses que trataron de huir salieron con dirección a la isla de Roatán, pero
fueron interceptados y capturados, junto con 289 negros caribes que les
hicieron compañía. Por esa acción los soldados españoles fueron gratificados
por el rey, habiéndole correspondido al comandante Javolois ―una medalla de oro
y siete de plata, con el busto Soberano, al comandante y oficiales por su
honroso y envidiable distintivo‖11.
El 20 de mayo de 1799 se produjo
otra incursión de piratas ingleses a Trujillo, siendo también repelidos por la
guarnición española. Esta vez los negros caribes formaron fila defensiva con
los soldados españoles y lucharon con entusiasmo, ―porque tenían ganas de
pelear contra los ingleses, haciendo ―uso del fusil o machete‖12 .
Hubo un intento, por esos años,
de trasladar la ciudad de Comayagua, capital de Honduras, hacia el sitio de
Tencoa o Santa Bárbara, alegando que aquella era una ciudad insalubre y, porque
hallándose Comayagua con poca población, con la catedral casi arruinada por los
temblores, sería mejor edificarla en un sitio sano, con muchos y caudalosos
ríos para fomentar la agricultura y el comercio.
Si bien es cierto que la villa de
Comayagua estaba despoblada, por la extracción de gente que se hacía para
resguardar los puertos de Omoa y Trujillo, por otra parte la ciudad seguía
teniendo proporciones ventajosas; se hallaba colocada en un dilatado y
hermosísimo valle y producía exquisito pescado, dos caudalosos ríos, así como
excelentes canteras para la construcción y se aseguraba que había mármol negro
y todo género de hortalizas y legumbres. La idea no prosperó, y más bien se
pidió que podría trasladarse a Comayagua la Casa de Moneda que se hallaba
establecida en Guatemala, no solamente para dar fomento a la capital de
Honduras, sino también porque estando ésta inmediata a los minerales de
Tegucigalpa se ahorrarían los mineros de los costos que hacían para conducir
sus platas en barras hasta Guatemala para su amonedación.
Siendo que la jurisdicción de los
nuevos establecimientos que se habían fundado en la costa norte de Honduras,
así como en el puerto de San Fernando de Omoa, estaban directamente bajo las
órdenes del presidente de la Real Audiencia de Guatemala, el desarrollo de esas
instalaciones ameritaron el cambio, a partir de 1814 para que esos puertos, con
los demás establecimientos en la costa norte, quedaran bajo la inmediata
inspección en lo político y militar, del Gobierno e Intendencia de Comayagua.
Número de Habitantes
A principios de 1800 la población
de Honduras había disminuido por las graves enfermedades, hecho que más
afectaba a los esclavos negros por vivir en los montes. Solamente en la isla de
Roatán, donde los ―ingleses inhumanos‖ habían arrojado a los negros caribes, existía
un número de 4,000, ―y los negros franceses remitidos de Santo Domingo en año
de noventa y seis, habían disminuido al número de 200 almas‖. A una legua de
distancia se encontraba la población de ―negros ingleses en número de 300
almas‖, con poca religión y todos practicaban el contrabando y existía el temor
―que dentro de pocos años con tantos negros, que se propagaban en poligamia,
según progresión bien subida, no cabrán en la costa norte; y en este caso
levantarán cabeza perdiéndose los puertos del Reino‖. Y el temor era
justificado ―porque los indios zambos (eran) también negros, como hijos de
tales, y con facilidad forman con ellos alianza luego que se comunican por los
montes y habrá más que una grey, desde el Golfo de Fonseca hasta el Cabo de Gracias
a Dios, continuando por el río San Juan, Costa Rica y Veragua.
Las razones para temer el
crecimiento poblacional de los negros estaban relacionadas con la actitud
demostrada por los ingleses, que trataron siempre de atraerse a los negros para
disponerlos contra los españoles, a la vez que les suministraron armas y ropas
a cambio de su trabajo.
El contrabando fue su mejor
negocio y los zambos sirvieron de enlace para distraer la atención de los
oficiales españoles. Todo ello contribuyó a la ruina de la provincia, pues la
extracción de la plata no se hacía por temor a sufrir los asaltos en el
trayecto a los puertos. El remedio para tantos males, creyeron los españoles,
podría ser ―limpiar de negros toda la costa, mandándose cumplimiento a la Real
Orden‖ que autorizaba llevarlos a las colonias de origen, ―a fin de quitar de
este Reino una gente, sólo buena para sí, inútil para nuestros trabajos como se
está experimentando y nociva por los recelos expuestos.
El pavor de los ingleses, a su
penetración constante en el territorio, fue lo que en definitiva provocó la ira
de las autoridades españolas y lógicamente culparon a los negros como
peligrosos, a los que debió eliminarse. No otra cosa justificó su política de
exterminio de los negros, porque la provincia siguió siendo rica en minerales y
la mano de obra del esclavo era indispensable. El informe al rey señalaba que
el patrimonio real en Honduras eran ―las ricas y abundantes minas que se halla
(ban) a cada paso en todas partes, de las cuales se laboraron algunas
superficialmente, sin orden ni método seguro para su prosecución‖.
Aprovechándose de estas circunstancias, le pidieron al rey ―que se auxilie a
los mineros no sólo con indios traídos de cualquier distancia pagándoles los
días que ocupen en ir y venir a sus pueblos‖. Le solicitan que se provea a los
mineros españoles del rescate para el cambio de plata y oro, pues ―por falta de
estos fondos sucede que estos abandonan sus minas o disminuyen sus labores, o
también se ven obligados a dar sus metales al comercio por ropas a precios ínfimos
perdiendo mucho de su ley.
Considerando que se había
agravado el despoblamiento y que aumentaba la holgazanería, como también el
número de hijos que nacían abandonados como ―fruto del pecado‖, se pidió al
rey, por convenir a sus intereses ―y al bien público‖, que se volviera a
establecer el sistema de repartimiento de indios, ―al cuidado y cargo de los
jueces, sobre cuyo proyecto se fijarían reglas muy sabias, para que los pobres
sean maltratados y peor recompensados en sus tareas y los jueces no graven sus
conciencias con el trabajo ajeno‖13 .
Ciertamente que la provincia de
Honduras había caído postrada económicamente; nada se producía en abundancia y
los negros padecían hambre y acoso. Para 1811, según Juarros, Trujillo contaba
con una población de 4,000 habitantes, de los cuales tres cuartas partes eran
negros que crecieron vertiginosamente, porque en 1816 habían unas 10,00
personas en ocho pueblos caribes, ―aumentados prodigiosamente por la poligamia‖
y dedicados a la pesca y al contrabando14 .
Aquel informe presentado al rey,
abogando por la ayuda a la provincia de Honduras, dio resultados, y el mismo
fue del agrado del Monarca, habiendo emitido una orden real, el 3 de octubre de
1813, para que se llevara a cabo las recomendaciones y se contribuyera ―a la
ejecución de las benéficas intenciones‖15.
Pero nada de esto sirvió porque
la opulencia tan deseada ya no la hubo, el comercio dejó de florecer y no
volvió a verse ―mucho vecindario rico, cuando andaban muchos coches por las
calles, cuando se juntaban en las Ferias de Añil y Ganado dos o tres millones
de pesos‖, que atrajo la atención de los españoles, y con la abundancia de oro
y plata que se halló llegaron ―tantas gentes que de repente se encontró
poblada‖ la provincia. Los muchos españoles ―que en poco tiempo se hicieron
ricos fundaron Capellanías y obras pías, a cargo de los Padres Franciscanos,
cuyos capitales dieron a rédito a otros muchos que estaban sin ocupación, y
levantaron con ellos un sin número de haciendas de cacao y cañaverales, que
junto con los demás frutos que tan feraz terreno proporcionaba se hacía un
comercio muy activo desde el puerto a los demás que de todo carecían‖16. Pero
esto fue puro espejismo.
Las desgracias que padecía la
provincia eran reales, pues la capital de Comayagua, con sus minas, con sus
frutos y producciones, con los ríos navegables que se internaban hasta 40 o 50
leguas, era la única que podía dar el nervio a todo el reino.
El giro del comercio de las
provincias centroamericanas había pasado por una notoria disminución, a
consecuencia del contrabando y por el saqueo que hicieron los piratas en 1816
del castillo San Felipe del Golfo Dulce. Por esta causa se dejó de percibir un
renglón comercial de cerca de medio millón de pesos, obligando a la Sala
Consular de Guatemala a tomar varias providencias, entre las que se destacó que
se trajeran ―negros de Trujillo y Omoa‖, a quienes se debería repartir tierras
de labor en las orillas de la laguna, mientras no se rebelaran, a fin de defender
los intereses del comercio, así como ―celar el contrabando‖ y evitar el que se
radicaran en él ―los enemigos del Estado‖17.
Hasta la declaración de
independencia (15 de septiembre de 1821), la ruina económica de la provincia
siguió su letargo, agravándose con la nueva situación política, porque los
españoles propietarios de tierras y dueños de esclavos quedaron sin incentivos
y prefirieron emigrar. Muchas de las familias aristocráticas, cuya riqueza
acumulada había sido hecha con el producto de las minas de plata,
repentinamente se sintieron desamparadas y amenazadas y se trasladaron a España
y La Habana. Los negros que habían trabajado en las minas como esclavos se
convirtieron mediante un decreto legislativo en personas libres, y los pocos
mineros, desanimados con los impuestos, abandonaron sus labores.
Al amparo de la naciente pero
débil República, llegaron otros mineros, levantando nuevas tiendas al arrimo de
las flamantes leyes que daban ―en concesión‖, que sólo se diferenciaban de la
forma, porque la explotación continuó.
Aunque el decreto legislativo que
abolía la esclavitud en Centroamérica representaba el más genuino y valiente
testimonio de respeto a la personalidad humana, lo cierto es que los intereses
clasistas pelearon sus privilegios y retrasaron por un tiempo la entrada en
vigor de la novísima ley, y otros, los más audaces, abogaron dentro de la
asamblea por una legislación amañada que mantuviera a flote sus ya precarias
prebendas.
La Asamblea Centroamericana,
convocada por mandato del Acta de Independencia de 15 de septiembre de 1821, se
reunió el 22 de junio de 1823 y de inmediato entró a conocer el problema de la
libertad de los esclavos. En el debate se abrió la polémica de varios vecinos
del puerto de Trujillo, defensores de la libertad de los esclavos, pero
reclamando una ley que no irritara los establecimientos de negros de Belice,
Jamaica y La Habana, porque el Estado naciente debía ―caminar con mucho tino en
todo lo que tenga relación o influencia con las relaciones extranjeras‖; y sin
olvidar, decían, que el valor de los esclavos ―es una propiedad de los
individuos de los mismos Estados, que los posee, adquiridas de buena fe,
apoyada en expresas leyes de una inveterada costumbre‖. Pugnaban que debiendo
ser libres los esclavos en Centroamérica se dejara en libertad a los Estados
para que cada uno acordara la indicada libertad ―por orden de justicia y que
más convenga al Estado‖ y que a la indemnización del total valor de los
esclavos, en general de los Estados Federados, deberían contribuir todos por el
mismo orden, de manera que si un Estado tenía muy pocos esclavos que otro no
sufriera uno más gravamen que los otros.
Las penosas discusiones llegaron
incluso a valorizar a un esclavo joven, fuerte y viejo, en distinta escala de
indemnización. Estas polémicas le llevaron a la Asamblea hasta seis meses,
siendo cortada el 31de diciembre, fecha en que el Presbítero José Simeón Cañas
expuso su humanitario sentimiento, diciendo: ―Vengo arrastrándome y si
estuviera agonizando, agonizante vendría por hacer una proposición benéfica a
la humanidad desvalida. Con toda la energía con que debe un diputado promover
los asuntos interesantes de la patria, pide que ante todas las cosas y en la
sesión del día se declare ciudadanos libres nuestros humanos esclavos, dejando
salvo el derecho de propiedad que legalmente prueben los poseedores de los que
hayan comprado, y quedando para la inmediata discusión la creación del fondo de
indemnización de los propietarios… La Nación toda se ha declarado libre, lo
deben también ser las partes que la componen. Este será el Decreto que
eternizará la memoria de la justificación de la Asamblea en los corazones de
estos infelices que de generación en generación bendecirán sus libertadores:
mas, para que no se piense que intento agraviar a ningún poseedor, desde luego,
aunque me hallo pobre y andrajoso, porque no me pagan en las Cajas, ni mis
réditos ni las dietas, cedo con gusto cuanto por uno y otro título me deben
estas Cajas matrices para dar principio al fondo de indemnización arriba dicho18.
DECRETO HISTORICO DE LA ABOLICION DE LA ESCLAVITUD
“LA ASAMBLEA NACIONAL
CONSTITUYENTE de las Provincias Unidas de Centro de América, teniendo presente:
que el sistema de Gobierno, adoptado en esta República, en nada se distinguirá
del antiguo peninsular, si desde luego no desarrollase los principios de
igualdad, libertad, justicia y beneficencia en que deben constituirse todos los
ciudadanos que forman estos Estados: considerando también que sería muy
ofensivo a la rectitud de un Gobierno liberal no volver los ojos hacia la
porción de hombres que yacen en la esclavitud ni procurarles el
restablecimiento de su dignidad natural, la posesión de la inestimable dote de
su primitiva libertad, la protección de sus verdaderos goces, por medio de las
leyes; y deseando combinar en lo posible la indemnización de los actuales
poseedores con la libertad de los que se hallan abatidos en aquella triste
condición, ha tenido a bien decretar y decreta lo siguiente:
Art. 1. Desde la publicación de esta
ley, en cada pueblo son libres los esclavos de uno y otro sexo, y de cualquier
edad, que existan en algún punto de los Estados Federados del Centro de
América, y en adelante ninguno podrá nacer esclavo.
Art. 2. Ninguna persona, nacida o
connaturalizada en estos Estados, podrá tener a otra en esclavitud, por ningún
título ni traficar con esclavos dentro o fuera, quedando aquellos libres en el
primer caso; y en uno y otro perderá el traficante los derechos de ciudadano.
Art. 3. No se admitirá en estos Estados
a ningún extranjero que se emplee en el enunciado tráfico.
Art. 4. Se ratifica el contenido
de las Cédulas y Ordenes del Gobierno español, por las que se disponen que se
hacen libres los esclavos, que de reinos extranjeros pasen a nuestros Estados,
por recobrar su libertad; sin perjuicio de lo que se arregle sobre el
particular, por tratados de nación a nación.
Art. 5. Cada Provincia, de las de
la Federación, responde respectivamente a los dueños de esclavos de la
indemnización correspondiente, bajo las reglas que siguen: 1ª. Los dueños de
esclavos menores de doce años que estén en el caso de deber ser indemnizados,
con respecto al padre y madre de éstos, no deberán serlo por la libertad de
dichos menores. Los que deban percibirla por razón de solo el padre o madre, no
tendrán más derecho, con respecto a dichos menores, que a la mitad de lo que a
justa tasación valieren éstos. Los amos que, por haber libertado graciosamente
a los esclavos padres, no deben percibir indemnización por ellos, deberán percibirla
por los menores de doce años, hijos de éstos, en el valor integro de dichos
menores. Los dueños de esclavos menores de doce años, que los hayan adquirido
por título oneroso, deben ser indemnizados a justa tasación, como con respecto
a los mayores de dicha edad. 2ª. Los dueños de esclavos mayores de doce años,
lo serán en el modo y términos que previene el reglamento formado a este
intento. 3ª. Por lo los esclavos que pasen de cincuenta años, no se podrá
exigir cantidad alguna por vía de indemnización.
Art. 6. Se creará en cada
Provincia, con los arbitrios que se señalarán, un fondo destinado únicamente
para indemnizar a los dueños de esclavos naturales, o vecinos de ella, que
estén en el caso de ser indemnizados. La colectación y administración de estos
fondos, correrá a cargo de la Junta de indemnización que habrá en cada
Provincia; formada en los términos que prescribe el reglamento.
Art. 7. Las causas pendientes
sobre esclavos que estén en el caso de que sus dueños pueden ser indemnizados,
se continuará y se fenecerán en los Tribunales donde pendan, para el solo
efecto de que puedan percibir la indemnización de los daños de ellos; pero
sobreseerán en las de esclavos por cuya libertad, según esta ley, no deba
prestarse indemnización.
Art. 8. Los dueños de esclavos,
que no la exijan, estando en el ocaso de poderla pedir, según esta ley, serán
heredados por testamento, o ab-intestato de la tercera parte de los bienes de
los que fueron sus esclavos, no teniendo estos descendientes legítimos o naturales.
Art. 9. Los dueños de esclavos no
deberán negar los alimentos a estos cuando pasen de sesenta años, si quieren
permanecer a su lado, ni podrán exigir de ellos otros servicios, que los que
les dicte su comedimiento.
Art. 10. Cualquier dueño de
esclavos que después de publicada la presente ley en el lugar o pueblo donde
residan estos, les exija algún servicio forzosamente o les impida acudir a la
Municipalidad más inmediata u obtener el documento de libertad, será procesado
y castigado con las penas establecidas para los que atentan contra la libertad
individual; y perderá el derecho de ser indemnizado por la respectiva Provincia
del valor de aquel liberto contra quien atentó.
Comuníquese al Supremo Poder
Ejecutivo para su cumplimiento, y que lo haga imprimir y circular.
Dado en Guatemala, a 17 de abril
de 1824.
1.
AZUCAR, ORO Y
ESCLAVOS
1 Ortiz, Fernando. Contrapunto
cubano y el azúcar. Jesús Montero, Editor, La Habana, Cuba, 1940, p. 368
2 Ibidem
3 Manis y Cowley. Historia de
la trata de negros. Alianza Editorial, Madrid, 1968, p. 11 4 Williams, Eric. Capitalism and slavery. Capricorn Books, New York,
1966
5 Brion Davis, David. The problem of slavery in
Western Culture. Londres, 1970, p 319.
6 Navarrete, Fernández de.
Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles
desde fines del siglo XV. Madrid, 1855=1837, tomo 2
7 Herrera, Antonio de. Historia
General de los hechos de los castellanos en las islas y tierra firme del mar
océano. Madrid, Real Academia de la Historia, 1934, Libro 3, Capítulo 14.
8 Instrucción que el Rey
Fernando le dio en Valladolid al Gobernador de La Española D. Diego Colón, en
3 de mayo de 1509.
9 Saco, José Antonio. Historia
de la esclavitud de la raza africana en el Nuevo Mundo. La Habana, 1938,
Cultural, S.A., p. 109
10 Herrera, Antonio de; Ob.
Cit.,
11 Muñoz, Juan Bautista.
Historia del Nuevo Mundo, Madrid 1793, Tomo I, p. 135.
12 Ibidem.
13 Casas, Fray Bartolomé de
las. Historia de las Indias. Madrid, 1875-1876, libro 3 capítulo 100,102, 103
14 Ots Capdequi, José M.
Instituciones Sociales de América Española en el Período Colonial. Facultad
de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad de la Plata,
Argentina, 1934, p. 35.
15 Ibidem, p.28
16 Cita de William V. Wells. Exploraciones
y Aventuras en Honduras. Editorial Universitaria Centroamericana, Costa Rica,
19789, p. 515
17 Losada, Angel. Fray
Bartolomé de las Casas. Editorial Tecnos, Madrid, 1970, p. 185
18 Esta es una de las
acusaciones contra las Casas que a menudo se escuchan, pero que tiene una
explicación. Las Casas propuso a la Corte de España, en 1516, que en
compensación de la pérdida de mano de obra india, el Rey diera Licencia para
importar de España esclavos negros, y así la multiplicación de sus empresas
ennoblecería grandemente al país. Lo que Las Casas pretendía era impedir un
acto injusto y sustituirlo por otro justo (según las creencias de la época),
a saber: él pretendía con ello impedir que se utilizase contra toda justicia
como esclavo al que no lo era (el indio) y que su puesto, según la ordenación
jurídica de la época, lo era (el negro), en especial el negro capturado en
guerra. Razonamiento de Lozada, ob. Cit. P. 209.
|
II. LAS ISLAS DEL AZUCAR
1 Los miembros del Cabildo de
Santo Domingo escriben en una carta de 15 de mayo de 1553 al rey: ―esta isla
es escala y llave de todo lo descubierto en estas partes‖. AGI, Santo Domingo
73, ramo I.
2 Oviedo, Gonzalo Fernández de.
Historia General y Natural de las Indias. Ediciones Atlas, Madrid, 1959, Tomo
I, p. 186.
3 Sánchez Valverde, Antonio.
Idea del Valor de la isla Española. Editora Nacional, Santo Domingo, 1971, p.
160.
4 De Bercy, M. Drouin. De Saint
Domingue, de sus guerras, de ses Revolutions, de ses resources, et de ses
moyens á prende pour y rétablir la pais et l´Industrie. Paris, 1814, p.76.
5 Guerra Sánchez, Ramiro.
Azúcar y población en las Antillas. La Habana, Editorial de Ciencias
Sociales, 1976, p. 237 Knight, Franklin. The Caribbean: The genesis of a fragmented
nationalism. New Cork; Oxford University Pres, 1978, p. 241
6 Moreno Fraginals, Manuel. El
Ingenio, tomo I. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1978, 41
7 Moya Pons, Frank. Historia
Colonial de Santo Domingo. Universidad Católica, Santiago, República
Dominicana, 1974, p. 73.
8 Morales Carrión, Arturo. Auge
y decadencia de la trata negrera en Puerto Rico. Instituto de Cultura
Puertorriqueña, San Juan, 1978, p.8.
9 Muñoz, Juan Bautista. Ob.
Cit. Tomo 2, p. 153
10 Capitulación entre el
licenciado Pedraza y Alonso Torres. BRAH
11 Encinas, Diego. Cedulario
Indiano. Ediciones de Cultura Hispánica, Madrid,1946, tomo IV, p. 398-400
12 Malagón, Barceló, Javier.
Código Negro Carolino. Ediciones Taller, Santo Domingo, Republica Dominicana,
1974, p XXXII.
13 Carta del Arcediano de Santo
Domingo, Alvaro de Castro, al Consejo de Indias de fecha 26 de mayo de 1542.
BRAH.
14 Melchor de Castro, Escribano
de Minas, Santo Domingo, 25 de julio de 1543, BRAH.
15 Muñoz, Juan Bautista. Ob,
Cit., tomo 2, p. 65.
16 Herrera, Antonio de. Ob.
Cit., Libro 2 Capitulo II
17 Losada, Angel. Fray
Bartolomé de las Casas. Editorial Tecno.
18 Maurice, Lenguellé. La
Esclavitud. Oikos-Tau, S.A., Ediciones Barcelona, 1971, p. 28.
19 Ordenanzas para el gobierno
de los negros de la Isla
Española. Revista Anales de la
Universidad de Santo Domingo, República Dominicana, Nº 57-60, 1951, p p.
272-273.
|
I.
EL TRAFICO DE
ESCLAVOS Y LOS ASIENTOS
1 Bosh, Juan. De Cristóbal Colón a Fidel Castro
(El Caribe, Frontera Imperial). Ediciones Alfaguara, S. A., Madrid, 1970,
p.27
2 Schelle, George. La Traite Négrerie aux Indes de
Castille. Paris, 1906, tomo I, p. 184.
3 Aguirre Beltrán, Gonzalo. La Población negra de
México. México, 1940, p.104
4 Saco, José Antonio. Ob. Cit., p. 74.
5 Franco, José Luciano, Comercio clandestino de
esclavos. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1980 p p. 72-73.
6 Archivo Nacional de Cuba. Real Consulado, legajo
73, Nº 281.
7 Díaz Soler, Luis M. Historia de la esclavitud
negra en Puerto Rico. Editorial Universitaria, Universidad de Puerto Rico,
1970.
8 Schelle, George. Ob. Cit., tomo 2.
9 Acosta Saignes, Miguel. Vida de los esclavos
negros en Venezuela. Editorial Hespérides, Caracas, 1966,p.8.
10 Colección de Tratados entre España y las
Naciones Extranjeras hasta Felipe V, por José Antonio Abreu.
11 Cita de José Luciano Franco. Ensayos
Históricos. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1974, p 51.
12 ―El Sistema prohibitivo y la libertad de
comercio en América‖, Nº 283, p 71, Revista de España, 13 de diciembre de
1879.
13 AI, 23. Legajo 1512. Folio 285. A.G.D.C.A.
14 Monumenta Centroamicae Histórica. Colección de
documentos y materiales de Centroamérica, Instituto Centroamericano de
Historia, Universidad Centroamericana, Managua, 1965, volumen I, p. 486.
15 Los piratas son también confundidos con los
bucaneros, corsarios y filibusteros. Los bucaneros eran originalmente
cazadores de animales cimarrones en La Española, para vender la carne ahumada
(―bucán‖) a los buques extranjeros, pero al decaer la cacería, muchos de
estos hombres se lanzaron al merodeo en las aguas cercanas. Corsarios eran
los más aventureros con patente de corso de su gobierno para legalizar su
robo y destrucción de los barcos y las poblaciones enemigas. Filibusteros
eran los hombres que se dedicaban al hurto en las costas en ligeras
embarcaciones denominadas ―filibotes‖.
16 Webster, C.K. Gran Bretaña y la Independencia
de América Latina. Buenos Aires, 1944, tomo I, p. 108.
17 Ibidem.
18 Manis, Daniel P. y Cowley M. Ob. Cit. p. 171.
19 Morales Carrion, Arturo; Ob. Cit p p. 231-236.
20 Soulsby, Hugo, The
Right of Search and the Slave Trade in Anglo-American Relation, 1814-1862. Baltimore,
1963, p 173.
21 Ibidem.
22 Le Riverend, Julio. ―Cuba Socialista‖, Nº 13,
septiembre de 1962, La Habana, p 43.
23 Perez de la Riva, Juan. Documentos Inéditos
sobre la Toma de La Habana por los ingleses en 1762, Colección Cubana,
Biblioteca Nacional ―José Martí‖, La Habana, 1963, p 47.
|
II.
DESPOJOS DE LA
CONQUISTA
1 Recinos, Adrían; Goetz, Delia y Chanay, Dionisio
José. The Annals of the Catchiquels:
Title of Lanas of Totonicapán. University of Oklahoma Press, p
p. 555-558, 1953.
2 Oviedo, Gonzalo Fernandez de, Ob. Cit., Tomo
III, p p. 386-388.
3 Milla, José, Historia de la América, Colección
―Juan Chapín‖, Volumen MI, Tipografía Nacional, Guatemala, 1937, p p.
156-159.
4 Milla, José. Ob. Cit., Tomo I p. 316.
5 1525. Trujillo. Información sobre que Pedro
Moreno sacó de Honduras como esclavos 50 indios. 12, 175-179; 10, 541-545.
I.C.D.I
6 Colección Muñoz. Real Academia de la Historia,
Madrid. Tomo 77. Folio 368.
7 Colección Muñoz. Ob. Cit., Tomo 78, Folio 52.
8 Colección Somoza. Documentos para la Historia de
Nicaragua Tomo XI (1544-1545), Madrid, 1956, p 267.
9 Colección Muñoz. Ob. Cit. Tomo 77, Folio 368.
10 Revista de los Archivos Nacionales, Año II. San
José, Costa Rica, julio y agosto de 1938, números 9 y 10, p p 446´449.
11 Ibidem.
12 Colección Somoza, Ob. Cit., p 427.
13 Chambenlain Robert S. ―Fundación de la Cuidad
de Gracias a Dios‖. Anales de la Sociedad de Geografía e Historia. Guatemala,
Tomo XXII, p 55.
14 AI. 23. legajo 1511, folio 19. A.G.D.C.A.
|
III.
TIERRA RICA EN
ORO
1 Wells, Williams V. Exploraciones y Aventuras en
Honduras. Editorial Universitaria Centroamericana, San José, Costa Rica,
1978, p. 469.
2 Wells, Williams V. ob.
Cit. p 474.
3 Wells. Ob. Cit. p 476.
4 Vega, Bernardo. Los Metales y los Aborígenes de
la Hispaniola. Ediciones del Museo del Hombre Dominicano, Editorial Amigo del
Hogar, Santo Domingo, República Dominicana, 1979, p. 45.
5 Bonilla, Conrado. Piraterías en Honduras.
Imprenta Renovación, San Pedro Sula, Honduras, 1955, p. 59.
6 Chamberlain Robert S.
The Conquest and Colonization of Honduras. Washington, 1953, p p.
11-116, 181-182.
7 Informe al Rey, 10 de febrero de 1528, AGI/AG,
legajo 49.
8 Herrera, Antonio de. Ob. Cit. capítulo IX, p
110.
9 Herrera Ob. Cit capítulo XIX, p. 304.
10 Carta al Emperador en el Consejo de Indias; de
Diego García de Celis, San Pedro, 14 de mayo de 1542. BRAH cartas 28.
11 Carta del Adelantado Francisco de Montejo al
Rey; 1 de mayo de 1542, Gracias a Dios, BRAH, Carta 29.
12 Carta al Rey de los oficiales Alonzo de Valdez,
Juan Vasco de Plasenza y Juan Lerna, San Pedro, 15 de mayo de 1542. BRAH.
Cartas 29.
13 Carta al Emperador en el Consejo de Indias;
Gracias a Dios, 22 de julio de 1542, BRAH. Cartas 4.
14 Pardo, Joaquín. Efemérides del Reino de
Guatemala. Sociedad de Geografía e Historia, Guatemala, Tipografía Nacional,
1944, p. 185.
15 Pardo, J. Efemérides, p. 16.
16 Gage, Tomás, Nueva Relación de Viajes a Nueva
España. Biblioteca Goathemala, de la Sociedad de Geografía e Historia,
Guatemala, Tipografía Nacional, 1946, p. 163.
17 Monumenta; p 466.
18 ICDI. Vid. Num. 55. carta del Cabildo al Rey de
hacia 1545: ―no se coge casi oro ninguno de las minas por que los negros con
que se solía coger los han llevado a Honduras y los que restan los acaban
agora de pasar a la Nueva España y el Perú‖. AGI. Santo Domingo 71, Libro I
folio 144, ―para descubrir y coger oro y plata y hacer azúcar y las demás
granjerías de esta isla, hay gran necesidad que vengan a ella negros porque
vienen pocos y salen de aquí para todas las indias muchos y se mueren también
de gente española de servicio hay gran necesidad‖
19 Rubio Sánchez, Manuel. ―el Licenciado Alonso de
Maldonado‖. Revista del Ejercito Nacional, Guatemala, p 46.
20 Rubio Sánchez, M. Cit. p. 67.
21 ICDI. 1545. I. 15 Puerto de Caballos. Maldonado
al Consejo de Indias. I-24, 343.
22 ICDI. 1549. I.X. 28. Gracias a Dios. Situación
del Gobierno. I.24. 352-381.
23 AGI/AG. Carta del Licenciado Maldonado a la
Corona, 15 de junio de 1543.
24 Benzoni, Girolamo. La Historia del Nuevo Mundo.
Venice: Appresso Francesco Rampazetto, 1565.
25 Chaunu, Pierre. Séville el L´Atlantique. Paris.
Coin, 1955, p p. 850-51.
26 ICDI, 1548, IX 28 Gracias a Dios. Situación de
la Audiencia de los Canfines, I 24, 463-473.
27 García Pealez, Francisco de Paula. Memorias
para la Historia del Antiguo Reino de Guatemala. Tipografía Nacional, Guatemala,
1943, tomo I, 134.
28 García Pealez, Ob. Cit. Tomo II, p. 27
29 GI/AG. Audiencia a la Corona, diciembre 30 de
1545.
30 Chamberlain, R Ob. Cit
p p. 219-221.
31 Chamberlain, R Ob. Cit
p p. 220.
32 Zavala, Silvio. ―Los Esclavos Indios en
Guatemala‖. Historia Mexicana 19 (1979) p p. 462-464.
33 Zavala, Silvio. ―Relaciones Históricas entre
Indios y Negros en Iberoamérica‖. Revista
de las Indias, Bogotá, 1946, Nº 28, p p. 59- 62.
34 Bohah, Woodrow, Early
Colonial Trade and Navigation between México and Perú. Ibero-American, Col 38
Berkeley and Los Angeles; University of California Press, 1954, p 5.
35 Pedraza, Crístobal. ―Relación de varios sucesos
ocurridos en Honduras, y del estado en que se hallaba esta provincia‖.
Madrid, Imprenta Ibérica de E. Maestro, 1916, p p. 136-180.
36 Colección Muñoz 85. BRAHM: se refiere a cuatro
cartas de López de Cerrato del 6 de abril de 1549.
37 García Pealez. Memorias. Tomo I, p p. 95-96.
38 Existen varias cédulas reales en la Colección
Somoza, demandando el regreso de esclavos indios vendidos en las Antillas.
39 ANHH. Paquete 2, Legajo 78, documento 17
(1672). Paquete 2, Legajo 77, documento 8 (1673).
40 López de Velasco, Juan Geografía y Descripción
de las Indias. Madrid Establecimiento Tipográfico de Fortanet, 1894, p p.
285-300.
41 ICDI, Madrid, 1864, Volumen 24, p p.
192-93-200.
42 Por real cédula del 9 de octubre de 1549 se
prohibía la entrada y salida de indios: AGGG. AI. 23, Legajo 511, Folio 128.
43 ANHH. Paquete 5, Legajo 66, (1598), II. 25.
Trujillo. Relación de los indios esclavos y naboríos que trajeron los
españoles de León a Trujillo. Son 102 esclavos. I. 14-70-77.CDI.
44 Alvarado llevó cuadrillas de indios hondureños
a Guatemala y a marchas forzadas los hizo trabajar para su nueva hacienda.
Cristóbal Pedraza, ―Relación…‖, p p. 164-66.
45 Recopilación de Leyes de los Reinos de las
Indias. Tomo III, Madrid, 1841. libro IX, título XXXVI, p. 82.
46 AGGG, Tomo Viii, años Viii, Nº I, p. 16
|
IV.
ECONOMIA MINERA
1 West, Robert S. The
Mining Economy of Honduras during the Colonial Period. Actas
del XXXIII Congreso Internacional de Americanistas, San José, Julio de 1958:
Lemhmann, San José, Costa Rica, 1959, p. 765.
2 El sistema de trabajo consistía en el uso de
herramientas simples, como el almocafre, un instrumento parecido al azadón,
que servía para raspar corrientes y lechos de agua; la barra de hierro pesado
y el azadón, que servía para raspar corrientes y lechos de agua; la barra de
hierro pesado y el azadón, manipulados para excavar y terraplenar y la batea,
especie de tazón redondo, bajo de madera, usado para laminar o separar arena
del oro. Implementos de labranza, tomado del Inventario de Andrés de
Cereceda, Contador de Honduras, San Pedro, 9 de octubre de 1539. AGI,
Contaduría 987.
3 AGI. Indiferente 1206. Tesorería de Hacienda:
Honduras-Higueras, 1538-1540.
4 AGI. Guatemala 49, Carta de Oficiales reales a
la Corona, San Pedro, 15 de mayo de 1542. AGI. Guatemala 9, Carta de Landecho
a la Corona, 16 de julio de 1560.
5 AGI. Guatemala 9, Carta de Francisco de Montejo
a la Corona, Naco, 18 de julio 1537.
6 AGI. Patronato 182-57, Testimonio del
descubrimiento de unas minas de plata en Guazucarán y Tegucigalpa, provincia
de Honduras, 1580.
7 AGI. Contaduría 989, Fundación de Comayagua,
1575-1617.
8 AGI. Guatemala 23, Testimonio en relación a los
autos… de azogues… Tegucigalpa, 1672.
9 AGI. Guatemala 10, Carta de los Oidores de la
Audiencia a la Corona, 29 de marzo de 1581.
10 AGI. Guatemala 23, Testimonio en relación a los
autos… de azogues… Tegucigalpa, 1672.
11 AGI. Guatemala 10, Carta de los Oidores de la
Audiencia a la Corona, 29 de marzo de 1581.
12 RABNT. Volumen 8, 1929-30, p p. 65-66. Cédula
Real de 9 de abril de 1650.
13 Colección Muñoz 85. BRAHM: se refiere a cuatro
cartas de López de Cerrato del 6 de abril de 1549.
14 Ibidem.
15 ANHH. Paquete, 3 Legajo 51 y 70.
16 AGJ/AGGG, AI. 24, 1571, Folio 97, Carta del
Fiscal a la Corona, marzo 30 de 1585.
17 ANHH. Paquete 5, Legajo 41.
18 AGI/AG 297, Carta de la Villa de San Vicente de
Austria a la Corona, marzo 20 de 1709.
19 García Peláez. Memorias, Volumen 2, p p.
183-86, 200-223.
20 ANHH. Paquete 2, Legajo 60 (1672): Paquete 5,
Legajo 43 (1695).
21 ANHH. Paquete 5, Legajo 66, ―Relación de las
minas que hay en la Provincia de Honduras‖, 24 de agosto de 1590.
22 Jicaques, fue siempre distinta provincia de la
de Tegucigalpa, no obstante que muchos la han confundido. ―La Taguzgalpa
–dice Juarros-, se extiende por las costas del la Mar del Norte, caminando de
O. a E. desde el río Aguán hasta el Cabo de Gracias a Dios; la Tologalpa se
halla situada en las mismas costas, caminando de N. a S. desde el referido
Cabo de Gracias a Dios hasta el río de San Juan; y divide una provincia de
otra el río Tinto. Aunque los habitantes de estas regiones son conocidos con
los nombres generales de Jicaques, Moscos o Zambos, son muchas la naciones de
que se componen,: llaman unos Lencas, otros Payas, Alhatuinos, Taguos Joros,
Toos, Gaulos, Iziles, Motucas y otros muchos… unos son blancos, otros rubios,
otros negros‖, de ―Compendio de la Historia de la Ciudad de Guatemala‖,
Domingo Juarros, Guatemala, 1857, tomo II, p. 205. Lo mismo ha dicho el
escritor hondureño, Dr. Alberto Membreño, en su obra Nombres Geográficos
Indígenas de la Republica de Honduras, Tegucigalpa, 1901, p. 101: ―se ha
creído por mucho tiempo que aquella palabra (Tegucigalpa) es una corrupción
de Taguzgalpa, y que significa ―cerro de plata‖; pero no hay tal. Esta
población no formó parte de la Taguzgalpa; y cuando la conquista de la
provincia de este nombre, ya Tegucigalpa existia‖.
23 AGI. Patronato 183-I-6, Folio 2. ―Descripción
del Puerto de Caballos, hecha por Juan Bautista Antonelli‖.
24 Chaunu and Chaunu.
Ob.Cit., p p. 863-65.
25 Chaunu and Chaunu. Ob.Cit.,
p p. 863-65.
26 Archivo de Protocolos de Sevilla, Libro del Año
1577, Oficio XV, Libro I, Escribanía de Francisco Díaz, Folio 118, 28 de
enero.
27 ICDI II: 423. El Obispo Pedraza da cuenta de la
invasión de ganado al valle de Naco.
28 Fernández Guardia, Ricardo. Historia de Costa
Rica: el descubrimiento y la conquista. San José, imprenta Avelino Alsina,
1905, p p. 213-14.
29 CH. Harina. El Imperio Hispánico en América.
Ediciones Peuser, Buenos Aires, 1958, p. 332.
30 Fuentes y Guzmán. ―Recordación Florida‖, Tomo
I, p. 293.
31 AGDCA. AI. W. Legajo 2245, Expediente 16190,
Folio 182.
32 Pardo ; ― Efemérides ‖, p. 41.
33 Ibidem.
34 Fuentes y Guzmán. ―Recordación Florida ‖, p.
44.
35 BRAH. Nº 16, A. 2. A. I. Contreras Madrid.
36 AGI. Estante 58, caja 6, Legajo 25. (1594).
Descripción de la Provincia de Guatemala por Juan de Pineda.
37 Bonilla, Conrado. Ob. Cit.; p p. 238-245.
38 Bonilla, Conrado. Ob. Cit.; p p. 238-245.
39 Bonilla, C. Ob. Cit. p. 136.
40 Vásquez de Espinoza, Antonio; ―Descripción de
las Minas de Tegucigalpa, Nº 3, agosto de 1956, p. 57.
41 AGDCA. AI. 22. Legajo 1515, , Folio 230.
42 La Gazeta, 15 de noviembre de 1802, Guatemala,
Tomo VI, p. 294
43 Martinez Peláez, Severo: La Patria del Criollo,
Ensayo de interpretación de la Realidad Colonial Guatemalteca, Sexta Edición,
EDUCA, San José, 1978, p. 699.
44 Manis y Cowley. Ob. Cit., p. 19.
45 García Peláez. Memorias, Tomo II, p. 27.
46 Fuentes y Guzmán. Recordación Florida, p. 27.
47 ANHH. Paquete I, Legajo 68.
48 ANHH. Paquete 2, Legajo 78, Paquete 3, Legajo
139.
49 AGI/AG 13, Conde de la Gomera a la Corona, 21
de diciembre de 1617.
50 ANHH. Paquete I, Legajo 80 (1655), Paquete 4,
Legajo 110 (1687).
51ANHH. Paquete 5, Legajo
10 (1692).
52 RABNT, Volumen 8,
1929-30, p p. 65-66.
53 ANHH. Paquete
2, Legajo 77 (1673).
54 ANHH. Paquete 6, Legajo 21.
55 ANHH. Paquete 5, Legajo 66.
56 ANHH. Paquete 3, Legajos 104 y 106.
57 ANHH. Paquete 4, Legajo 64,66, 70 (1683).
Paquete 6, Legajos 8 (1702). Paquete 67, Legajos 38, 39, 44(1712).
58 (58) ANHH. Tierras en Ordenes Religiosas 140
(1607). Tierras…41 (1682). Tierras…173 (1692).
59 ―Proposiciones del Marqués de Variñas sobre los
abusos de Indias, fraudes en su comercio y fortificación de sus puertos‖.
CDI, 19: 239-304, p p. 239-241. Ver el escándalo del gobernador de Honduras,
don Juan Tomás Milut, que en 1690 abandonó su cargo en Trujillo y tomó varias
embarcaciones de mercaderías que llegaron de contrabando, para dirigirse a
México a revenderlas. Antonio de Robles. Diario de Sucesos Notables.
Colección de Escritores Mexicanos, México, Editorial Porrúa, S.A., Segundo
Tomo, 1946, p. 163.
60 AGDCA. AL. 60. Legajo 382, Expediente 3485,
Folio I.
61 AGI/AG. Legajo 16, p. 90.
62 La Gazeta, Guatemala, Nº 286, tomo VI, 22 de
noviembre de 1802, Folio 303.
63 AGDCA. AL. 22,4. Legajo 2644, Expediente 22118.
|
V.
LOS HOMBRES DE
LA BAHIA
1 Tratados Internacionales de Honduras Ministerio
de Relaciones Exteriores de Honduras, Tegucigalpa.
2 1954, Tomo I, p. 27.
3 Ibiden. p p. 35-38.
4 Ibiden. p p. 43-45.
5 Ibidem p. p 459-460.
6 Relación sobre el Antiguo Reino de Guatemala.
Guatemala, Imprenta Nueva de I. Lerna, p. 10.
7 BAG, Octubre de 1941, Nº I, timo VII, p p.
73-74.
8 Gomez José D. Historia de NICARÁGUA, desde la
Prehistoria hasta 1860, en sus Relaciones con España, México y Centroamérica.
Primera Edición, Managua Tipografía ―El País‖, 1889, p 259.
|
VI.
DEFENSA DE LOS
PUERTOS
1 AGDCA. AI. Legajo 15300, Folio 117 al 120
2 AGDCA. AI. Legajo 5360, Expediente 45356.
3 AGDCA. AI. Legajo 370, Expediente 3436.
4 García Peláez, Memorias, Tomo III, p, 97.
5 García Peláez, Memorias, Tomo III, p, 98.
6 AGDCA. AI. Legajo 370, Expediente 3436.
7 En los últimos años del siglo XIII, el Marqués
de Santeciere, originario de Francia, fundó en Trujillo una finca que por
mucho tiempo fue conocida con el nombre de Punta-Marqués. Este personaje
llegó a Trujillo durante la época de la emigración de la nobleza, esto es,
antes de 1792, en una pequeña embarcación transportando varios esclavos
negros y todas las piezas de un ingenio, comprado en New Orleáns, para
organizar una plantación de caña. Antes de la independencia el Marqués
emprendió viaje a Europa, falleciendo en La Habana; dejó una hija natural la
señora Guadalupe Salazar, que murió en Trujillo en años de 1863. Crónica de
Juan Soto Mayor, en Semblanza de Honduras, por Rafael Heliodoro Valle,
Imprenta Calderón, Tegucigalpa 1947, p. 45.
8 AGDCA. AI. 46 Legajo 102, Expediente 1191.
9 AGDCA. AI. 2 Legajo 1531, Folio 86.
10 AGDCA. AI. 46.4. Legajo 104, Expediente 1246.
11 La Gazeta, Guatemala, 17 de mayo de 1797, Folio
113.
12 La Gazeta, Guatemala, 18 de junio de 1799, Nº.
109, Tomo III.
13 BAG. Tomo XI, p 121. Visita hecha a los pueblos
de Honduras por el gobernador intendente, don Ramón de Anguianmo, año de
1804.
14 AGI. Audiencia de Guatemala, Legajo 422,
Informe de la provincia de Honduras, 1816, folio 5.
15 BAG. Octubre de 1941. Tomo VII, Nº. 1, p. 146.
16 AGDCA. AI. 37 Legajo 104, Expediente 1246.
17 Escritos de José Cecílio del Valle,
Publicaciones de la Oficina de Relaciones Públicas, Presidencia de Honduras,
Tegucigalpa, 1972, p269.
18 López Jiménez, Ramón. José Simeón Cañas,
Libertador de los Esclavos en Centroamérica, Boletín Informativo, ODECA, San
Salvador, 1967, Nº. 41.
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