domingo, 8 de diciembre de 2024

 

ANTIGUA CHINA

La Gran Muralla China. Steve Webel (CC BY-NC SA)

 

En la antigua China se desarrolló la cultura más antigua de las que aún existen hoy en día. La palabra “China” viene del sánscrito Cina (que deriva del nombre de la dinastía china Qin, cuya pronunciación es similar a “Chin”), que fue traducido como “Cin” por los persas y que parece haberse popularizado gracias al comercio en la Ruta de la Seda.

Los romanos y los griegos llamaban al país “Seres”, “el país de donde viene la seda”. El nombre “China” no aparece en forma impresa en Occidente hasta 1516 en los escritos de Barbosa que narran sus viajes en Oriente (a pesar de que los europeos ya sabían de la existencia de China gracias al comercio en la Ruta de la Seda). Marco Polo, el famoso explorador que popularizó China en Europa durante el siglo XIII, se refería al país como “Catay”. En chino mandarín, el país es conocido como “Zhongguo”, que significa “país central” o “imperio del medio”.

Prehistoria

Mucho tiempo antes del advenimiento de una civilización reconocible en la región, estas tierras ya estaban ocupadas por homínidos. El hombre de Pekín, del cual en 1927 se descubrió un cráneo fosilizado cerca de Beijing, vivió en el área hace entre 700 000 y 300 000 años, y el hombre de Yuanmou, cuyos restos fueron encontrados en Yuanmou en 1965, vivió en estas tierras hace 1 700 000 años. La evidencia que se obtuvo con estos hallazgos demuestra que estos habitantes primitivos sabían fabricar herramientas de piedra y usar el fuego.

A pesar de que la teoría generalmente aceptada es que la humanidad se originó en África y luego se expandió de allí hacia los demás puntos del planeta, los paleoantropólogos chinos “sostienen la teoría de la ‘evolución regional’ del origen del hombre” (China.org), que postula la existencia de una base independiente del origen de los seres humanos. “El simio de Shu, un primate que pesaba entre 100 y 150 gramos y era aproximadamente del tamaño de un ratón, vivió [en China] en el eoceno medio hace entre 4,5 y 4 millones de años. Su descubrimiento supuso un gran desafío para la teoría del origen africano de la raza humana” (China.org). Este desafío es considerado plausible debido a los vínculos genéticos entre el fosil del simio de Shu y otros primates, tanto avanzados como menores, por lo que podría tratarse de un “eslabón perdido” del proceso evolutivo.

De cualquier manera que uno interprete esta información (las conclusiones de estos trabajos conducidos en China han sido disputadas por la comunidad internacional), la evidencia sólida proporcionada por otros hallazgos atestigua la presencia de un linaje muy antiguo de homínidos y homo sapiens en China, y de un gran nivel de sofisticación en las culturas arcaicas. Un ejemplo de esto es la aldea de Banpo, cerca de Xi’an, descubierta en 1953. Banpo es una aldea del neolítico que estuvo poblada desde el 4500 al 3750 a.C. y se compone de 45 casas con pisos hundidos en el suelo que le aportan mayor estabilidad. La aldea estaba rodeada por una zanja que la protegía de los ataques a la vez que servía de desagüe (y de cerca para los animales), mientras que se utilizaban cuevas subterráneas artificiales para almacenar alimento. El diseño de la aldea, así como los artefactos hallados en ella (como cerámica y herramientas), sugieren la presencia de una cultura muy avanzada al momento de su construcción.

La aldea Banpo, Xi’an, China

Ian Armstrong (CC BY-SA)

En general se acepta que la “cuna de la civilización” china se halla en el valle del río Amarillo, donde aparecieron las primeras aldeas alrededor del 5000 a.C. A pesar de que esta hipótesis es discutida y se sugiere también que pudo haber habido un desarrollo más extendido de las comunidades, no hay dudas de que muchas aldeas y asentamientos agrícolas se ubicaron en la provincia de Henan, en el valle del río Amarillo.

En 2001, los arqueólogos descubrieron dos esqueletos “enterrados en una casa destruida, bajo una capa gruesa de sedimentos de limo del río Amarillo. En esta capa de sedimentos, los arqueólogos encontraron más de veinte esqueletos, un altar, una plaza, cerámica y utensilios de piedra y jade” (Chinapage.org). Se trata de tan solo una de las muchas aldeas prehistóricas de la zona.

Las primeras dinastías

De estas pequeñas aldeas y comunidades agrícolas nació el gobierno centralizado, cuya primera dinastía fue la dinastía Xia (aprox. 2070-1600 a.C.). La dinastía Xia fue considerada mayormente mitológica durante muchos años, hasta que las excavaciones realizadas en las décadas de 1960 y 1970 hallaron sitios que sugieren fuertemente su existencia. Los artefactos de bronce y las tumbas indican claramente la existencia de un período de desarrollo gradual que llevó de la presencia de aldeas dispersas en la edad de piedra a la formación de una civilización cohesionada.

Esta dinastía fue fundada por Yu el Grande, quien trabajó arduamente durante trece años para controlar las inundaciones causadas por el río Amarillo, las cuales a menudo destruían los cultivos de los granjeros. Se dice que estaba tan ensimismado con su trabajo que no regresó a su casa ni una vez en todos esos años (aunque se dice que lo hizo en al menos en tres ocasiones), y su dedicación inspiró a que otros lo siguieran.

Luego de controlar la inundación, Yu conquistó las tribus Sanmiao y fue nombrado sucesor por Shun, quien era el gobernante por ese entonces, tras lo cual reinó hasta su muerte. Yu estableció el sistema de sucesión hereditaria y, por lo tanto, el concepto de dinastía, conocido hasta el presente. La clase gobernante y la élite vivían en conglomerados urbanos, mientras que la población campesina, que sostenía el estilo de vida de la élite, era mayormente agraria y vivía en áreas rurales. El hijo de Yu, Qi, lo sucedió en el gobierno, y el poder permaneció en las manos de la familia, hasta que Jie, el último gobernante de la dinastía Xia, fue derrocado por Tang, quien estableció la dinastía Shang (1600-1046 a.C.).

Tang pertenecía al reino de Shang. Las fechas en las que se cree que vivó (1675-1646 a.C.) no se corresponden con ningún evento conocido en el que haya participado, por lo que deben ser consideradas erróneas. Lo que sí se sabe es que fue el gobernante del reino de Shang, o al menos un personaje de renombre en este, y alrededor del año 1600 a.C. dirigió una revuelta contra Jie y derrotó a su ejército en la batalla de Mingtiao.

Se cree que la excesiva opulencia de la corte de los Xia y la carga que suponía para su pueblo fueron las causas de este levantamiento. Entonces, Tang tomó el liderazgo del país, bajó los impuestos, detuvo los extravagantes proyectos de construcción iniciados por Jie (los cuales estaban agotando los recursos del reino) y gobernó con tal sabiduría y eficiencia que las artes y la cultura floreció. Con la dinastía Shang se desarrolló la escritura, así como la metalurgia en bronce, la arquitectura y la religión.

Rey Tang de la dinastía Shang

Ma Lin (Public Domain)

Antes de la dinastía Shang, el pueblo adoraba a muchos dioses, de los cuales uno, Shangti, era el dios supremo y se encontraba a la cabeza del panteón (un patrón presente en otras culturas). Shangti era considerado ‘el gran ancestro’, quien presidía sobre la victoria en la guerra, la agricultura, el clima y el buen gobierno. Sin embargo, parece ser que, debido al carácter remoto y ocupado de este, el pueblo sintió la necesidad de contar con intercesores más inmediatos que atendieran a sus necesidades, por lo que comenzó así la práctica del culto a los antepasados.

Según la creencia, cuando alguien moría, adquiría poderes divinos y podía ser invocado para que prestara su ayuda en tiempos de necesidad (similar a la creencia romana en los parentes). Esta práctica resultó en la aparición de rituales sofisticados dedicados a apaciguar los espíritus de los antepasados, lo cual a su vez produjo entierros floridos en magníficos sepulcros repletos de todas las cosas que una persona pudiera necesitar para gozar de una apacible vida después de la muerte.

El rey, además de poseer deberes seculares, hacía las veces de intermediario principal entre los vivos y los muertos, y se creía que su gobierno era ordenado por la ley divina. A pesar de que el conocido Mandato del Cielo se desarrolló más tarde, durante la dinastía Zhou, la idea del vínculo entre un gobernante justo y la voluntad divina tiene sus raíces en las creencias promovidas por la dinastía Shang.

La dinastía Zhou

Alrededor del año 1046 a.C., el rey Wu (reinado: 1046-1043 a.C.), de la provincia de Zhou, se rebeló contra el rey Zhou de la dinastía Shang y derrotó a su ejército en la batalla de Muye, tras lo cual estableció la dinastía Zhou (1046-256 a.C.). El período de la dinastía Zhou occidental va del 1046 al 771 AEC, mientras que el período de la dinastía Zhou oriental va del 771 al 256 a.C. Wu se rebeló contra los gobernantes Shang luego de que el rey de los Shang asesinara a su hermano mayor de manera injusta. Wu y su familia invocaron el Mandato del Cielo para legitimar su revuelta, argumentando que los reyes de la dinastía Shang ya no actuaban en el interés del pueblo y, por lo tanto, habían perdido el mandato del dios de la ley, el orden y la justicia, Shangti.

El Mandato del Cielo fue definido así como la bendición de los dioses a los gobernantes justos y el gobierno de estos por mandato divino. Cuando un gobierno ya no cumpliera con la voluntad de los dioses, sería derrocado. Además, dictaba que solo podía existir un gobernante legítimo de China y que su gobierno debía estar legitimado por su recta conducta en función de garante de las tierras que le hubieren sido confiadas por los cielos. El gobierno podía pasar de padre a hijo, pero solo si el hijo poseía la virtud necesaria para gobernar. Este mandato terminaría siendo tergiversado por varios gobernantes, que otorgarían la sucesión a descendientes indignos.

Recipiente de bronce de cocina de la dinastía Zhou

Editor at Large (CC BY-SA)

Durante el gobierno de la dinastía Zhou, la cultura floreció y se produjo una expansión de la civilización. Se codificó la escritura y la metalurgia del hierro se volvió cada vez más sofisticada. Los más célebres y admirables filósofos y poetas chinos, tales como Confucio, Mencio, Mo Di (Mo Zu), Lao Tze y Tao Chien, y el estratega militar Sun Tzu (si es que existió de la manera en que es representado), todos vivieron en China durante el período de la dinastía Zhou y durante el período de las Cien escuelas del pensamiento.

El carro de guerra, que había sido introducido en el país durante el gobierno de la dinastía Shang, se volvió más sofisticado durante el gobierno de los Zhou. Es necesario mencionar que las fechas de inicio y finalización de estas dinastías y períodos no son tan exactas como aparecen en los libros de historia; la dinastía Zhou en realidad tuvo muchas características en común con la dinastía Shang (incluidos el idioma y la religión). A pesar de que los historiadores opinan que es necesario dividir el período de su reinado para mayor claridad, la dinastía Zhou siguió existiendo a lo largo de los períodos siguientes, conocidos como el período de las Primaveras y Otoños y el período de los Reinos combatientes.

Períodos de las Primaveras y Otoños y de los Reinos Combatientes

Durante el período de las Primaveras y Otoños (aprox. 772-476 a.C., llamado así por los Anales de Primavera y Otoño, la crónica oficial del Estado en ese momento y una fuente antigua en la que se menciona al general Sun Tzu), el gobierno de la dinastía Zhou se descentralizó al mudar la capital a Luoyang, con lo que finalizó el período de la dinastía Zhou occidental y comenzó el de la dinastía Zhou oriental. Este es un período célebre por los avances en la filosofía, la poesía y las artes, durante el cual se produjo el auge de las corrientes filosóficas confuciana, taoísta y moísta.

Sin embargo, al mismo tiempo, los diversos estados se estaban liberando del poder central de Luoyang y afirmando su soberanía. Esto condujo al período de los Reinos Combatientes (aprox. 481-221 a.C.), en el que siete estados lucharon entre sí. Los siete estados fueron Chu, Han, Qi, Qin, Wei, Yan y Zhao, los cuales afirmaban su soberanía pero no se atrevían a exigir el Mandato del Cielo que aún poseía la dinastía Zhou de Luoyang. Los siete estados utilizaban las mismas tácticas y seguían las mismas reglas de conducta en la guerra, por lo que ninguno era capaz de sacar ventaja sobre los demás.

Reinos Combatientes de China, siglo III a.C.

Philg88 (CC BY-SA)

Esta situación fue aprovechada por el filósofo pacifista Mo Ti, un habilidoso ingeniero que se propuso brindarles los mismos conocimientos sobre fortificaciones y escaleras de asedio a todos los estados con la esperanza de neutralizar las ventajas que cada uno pudiera obtener sobre los demás y así terminar con la guerra. Sin embargo sus esfuerzos fueron infructuosos, y entre el 262 y el 260 a.C. el estado de Qin obtuvo la supremacía sobre la dinastía Zhao y finalmente la derrotó en la batalla de Changping.

Un estadista del estado de Qin, de nombre Shang Yang (muerte: 338 a.C.), convencido promotor de la ley y la eficiencia, cambió el modo en que la dinastía Qin veía la guerra, haciendo énfasis en obtener la victoria a toda costa. La reforma del protocolo y la estrategia de la guerra en China puede atribuírsele a Sun Tzu o a Shang Yang, dependiendo de la veracidad de Sun Tzu como personaje histórico. Independientemente de que Sun Tzu haya existido de la manera en que se cree, es muy probable que Shang Yang estuviera familiarizado con la famosa obra que lleva su nombre, El arte de la guerra.

Antes de estas reformas, la guerra en China era considerada un juego de habilidades entre miembros de la nobleza, con reglas rígidas dictadas por la cortesía y la supuesta voluntad del cielo. No se atacaba a los rivales débiles o faltos de preparación y se debía esperar hasta que el enemigo hubiera movilizado su ejército y formado sus filas antes de atacarlo. Shang impulsó la guerra total y aconsejó derrotar los ejércitos enemigos por cualesquier medios disponibles. Sus principios fueron conocidos en Qin y puestos en práctica en Changping (donde más de 450 000 soldados Zhao fueron capturados y ejecutados luego de la batalla), lo que le dio al estado de Qin la ventaja que necesitaba.

Aun así, no volvieron a utilizar estas tácticas hasta el ascenso de Ying Zheng, rey de Qin. Utilizando las instrucciones de Shang, y con un ejército de proporciones considerables dotado de armas de hierro y carros de guerra, Ying Zheng emergió victorioso del conflicto entre los Reinos Combatientes en el 221 a.C. y unió los otros seis reinos bajo su gobierno, tras lo cual se proclamó ‘Shi Huangdi’, ‘Primer emperador’ de China.

La dinastía Qin

Así, Shi Huangdi estableció la dinastía Qin (221-206 a.C.), dando inicio a la era imperial de China (221 a.C.-1912 d.C.), durante el cual el país estuvo gobernado por dinastías. Ordenó la destrucción de las fortificaciones amuralladas que habían separado a los diversos estados entre sí y mandó construir una gran muralla a lo largo de la frontera norte de su reino. A pesar de que solo permanece en pie una pequeña parte de la muralla original de Shi Huangdi, fue durante su gobierno que se inició la construcción de la Gran Muralla China.

Tenía una longitud de más de 5000 kilómetros y se extendía por llanuras y colinas desde las fronteras de Corea en el este hasta el problemático desierto de Ordos en el oeste. Se trató de un emprendimiento logístico impresionante, aunque incorporó partes de murallas que habían sido construidas anteriormente en distintos reinos chinos con el propósito de proteger sus fronteras septentrionales en los siglos IV y III. (Scarre y Fagan, 382)

Shi Huangdi también fortaleció la infraestructura construyendo carreteras que impulsaron el comercio gracias a la facilidad del desplazamiento.

Cinco carreteras troncales partían de la capital imperial en Xianyang, cada una de ellas con fuerzas policiales y estaciones de posta. La mayoría de estas carreteras eran construcciones de tapia y tenían 15 metros de ancho. La más larga de ellas se extendía en sentido sudoeste con una longitud de más de 7500 kilómetros hasta la región fronteriza de Yunnan. El terreno era tan accidentado que algunas secciones de la carretera tuvieron que ser construidas en galerías de madera sobre las caras verticales de los acantilados. (Scarre y Fagan, 382)

Shi Huangdi también expandió las fronteras de su imperio, construyó el Gran Canal en el sur, redistribuyó la tierra y fue, al inicio, un gobernante justo.

Shi Huangdi

Dennis Jarvis (CC BY-SA)

A pesar de que sus proyectos de construcción y campañas militares lograron grandes avances, su gobierno se fue volviendo cada vez más autoritario en las cuestiones domésticas. Alegando poseer el Mandato del Cielo, reprimió todas las corrientes filosóficas excepto el legalismo, que había sido desarrollado por Shang Yang, y, siguiendo el consejo de su principal asesor, Li Siu, ordenó la destrucción de todos los libros de historia y filosofía que no pertenecieran al legalismo o trataran acerca de su linaje familiar, del estado de Qin o de él mismo.

Ya que los libros en ese entonces eran escritos en tiras de bambú unidas con alfileres giratorios y cada tomo podría tener un peso considerable, los eruditos que intentaban evadir el decreto se encontraban con grandes dificultades. Algunos de ellos fueron descubiertos; según la historia tradicional, muchos de ellos fueron enviados a realizar trabajos forzados en la Gran Muralla, mientras que 460 fueron ejecutados. Sin embargo, algunos literatos memorizaron las obras completas de Confucio y las fueron pasando de boca en boca para que se conservaran en la memoria. (Durant, 697)

Este hecho, junto con la represión de las libertades generales, incluida la libertad de expresión, hizo que su popularidad fuera cayendo. El antiguo culto a los antepasados y la vida después de la muerte comenzaron a interesarle más que el reino de los vivos que gobernaba, y así Shi Huangdi se fue interesando cada vez más en el mundo de los muertos, en cómo era y de qué manera evitarlo. Parece que desarrolló una obsesión con la muerte, se volvió más y más paranoico con respecto a su seguridad personal y buscó fervorosamente la inmortalidad.

Panorámica del Ejército de terracota

Bernd Thaller (CC BY-NC-SA)

Su deseo de asegurarse una vida después de la muerte que se asemejara a su vida terrenal lo llevó a ordenar la construcción de un palacio como mausoleo y un ejército de más de 8000 soldados de terracota para que lo sirvieran en la eternidad. Este ejército de terracota, enterrado consigo, también incluía carros de guerra, caballería, un comandante en jefe, diversas aves y animales. Se dice que murió en el 210 a.C., mientras se encontraba en una misión buscando el elixir de la inmortalidad, y que Li Siu, para obtener el control del gobierno, mantuvo su muerte en secreto hasta poder alterar su testamento y así nombrar heredero a su hijo Hu Hai, que era fácilmente manipulable.

Sin embargo, este plan resultó infructuoso, ya que el joven príncipe demostró ser inestable, ejecutando a muchos y provocando una rebelión generalizada en el país. Poco tiempo después de la muerte de Shi Huangdi, la dinastía Qin cayó rápidamente debido a la intriga política y la ineptitud de personas como Hu Hai, Li Siu y Zhao Gao, otro consejero. Luego, con la asunción de Liu Bang, comenzó la dinastía Han (202 a.C.-220 d.C.).

La disputa Chu-Han

Tras la caída de la dinastía Qin, China entró en caos durante el período conocido como ‘la disputa Chu-Han’ (206-202 a.C.). Dos generales se destacaron entre los ejércitos que se rebelaron contra la dinastía Qin: Liu Bang de Han (aprox. 256-195 a.C.) y el general Xiang Yu de Chu (232-202 a.C.), quienes combatieron por el control del gobierno. Xiang Yu, que había demostrado ser el más formidable de los oponentes de Qin, concedió el título de Rey de los Han a Liu Bang en reconocimiento de su victoria decisiva sobre el ejército de Qin en la capital de Xianyang.

Mapa de la contienda Chu-Han

SY (CC BY-SA)

Los dos aliados pronto se convirtieron en enemigos durante el conflicto de poder conocido como ‘la disputa Chu-Han’ hasta que Xiang Yu negoció el Tratado del Canal de Hong y logró una paz temporal. Xiang Yu propuso dividir China: el este quedaría bajo el gobierno de Chu, mientras que los Han gobernarían la parte oeste. Sin embargo, Liu Bang quería que China quedara unificada bajo el poder de los Han, por lo que, tras romper el tratado, reanudó las hostilidades. En la batalla de Gaixia en el 202 a.C., el gran general de Liu Bang, Han Xin, atrapó y derrotó al ejército de Chu comandado por Xiang Yu, tras lo cual Liu Bang fue proclamado emperador (conocido en la posteridad como el Emperador Gaozu de Han). Xiang Yu se suicidó, pero se permitió que su familia viviera e incluso se les concedieron puestos en el gobierno a algunos de sus miembros.

El nuevo emperador, Gaozu, trató a sus antiguos adversarios con respeto y unificó el país bajo su reinado. Repelió a la tribu nómada de los Xiongnu, que habían estado haciendo incursiones en China, y obtuvo la paz con los demás estados que se habían alzado en rebelión contra la deteriorada dinastía Qin. La dinastía Han (cuyo nombre deriva del lugar de origen de Liu Bang, la provincia de Hanzhong) gobernaría China, con un breve interregno, durante los siguientes 400 años, desde el 202 a.C. hasta el 220 d.C. La dinastía Han se divide en dos períodos: dinastía Han occidental (202 a.C.- 9 d.C.) y dinastía Han oriental (25-220 d.C.).

La dinastía Han

La paz que logró Gaozu produjo la estabilidad necesaria para que la cultura resplandeciera una vez más. Se reanudó el comercio con Occidente y las artes y la tecnología se volvieron más sofisticadas. Se reconoce a la dinastía Han como la primera en escribir su propia historia, pero, debido a que Shi Huangdi destruyó tantos documentos escritos de sus predecesores, no se puede estar seguro de esta afirmación. Sin embargo, sí es seguro que durante el reinado de la dinastía Han se lograron grandes avances en todas las áreas de la cultura.

El Canon de medicina del Emperador Amarillo, el documento chino más antiguo sobre medicina, fue codificado durante la dinastía Han. En este período también se inventó el papel, y la escritura se volvió más sofisticada. Gaozu además aceptó el confucianismo y lo convirtió en la única filosofía del Estado, sentando así un precedente que continúa hasta el presente.

Aun así, a diferencia de Shi Huangdi, practicó la tolerancia hacia las demás corrientes filosóficas, por lo cual la literatura y la educación florecieron durante su reinado. Bajó los impuestos y disolvió su ejército, el cual de todos modos siguió reagrupándose sin demoras cada vez que se lo convocó.

Tras su muerte en el año 195 a.C., su esposa, la emperatriz Lu Zhi (241-180 a.C.), instauró una serie de monarcas títere, de los cuales el primero fue el príncipe heredero Liu Ying (emperador Hui, que reinó del 195 al 188 a.C.). Estos monarcas cumplieron los propósitos de la emperatriz pero continuaron con las políticas del emperador Gaozu. Estas políticas mantuvieron los niveles de estabilidad y desarrollo cultural, lo cual hizo posible que Wu Ti, el más grande de los emperadores de la dinastía Han (conocido como Wu el Grande, que reinó del 141 al 87 a.C.), se embarcara en su misión de expansión, de realización de obras públicas y de iniciativas culturales. Envió a su emisario Zhang Qian a Occidente en el 138 a.C., lo que resultó en la apertura oficial de la Ruta de la Seda en el 130 a.C..

Además, el confucianismo se convirtió en la doctrina oficial del Estado y Wu Ti construyó escuelas a lo largo del imperio para fomentar la alfabetización y enseñar las ideas confucianas. También reformó el transporte, las carreteras y el comercio, y ordenó otros varios proyectos, con lo cual empleó a millones de trabajadores. Luego de Wu Ti, sus sucesores mantuvieron aproximadamente la misma visión de China y gozaron del mismo éxito.

Modelo de granja de la dinastía Han

Mark Cartwright (CC BY-NC-SA)

El crecimiento de la riqueza produjo un aumento de los grandes patrimonios y prosperidad general, pero la vida se fue convirtiendo cada vez más difícil para los campesinos pobres que labraban la tierra. En el año 9 d.C., el regente Wang Mang (45 a.C.-23 d.C.) tomó el poder del gobierno por la fuerza reclamando para sí el Mandato del Cielo y puso fin así a la dinastía Han. Wang Mang fundó la dinastía Xin (9-23 d.C.) sobre la base de profundas reformas agrarias y la redistribución de la riqueza.

Al principio, recibió un inmenso apoyo del campesinado y la oposición de los terratenientes. Sin embargo, sus proyectos fueron planificados y ejecutados de manera incorrecta, lo cual derivó en altos niveles de desempleo y frustración. Los levantamientos y las inundaciones generalizadas del río Amarillo desestabilizaron aún más el gobierno de Wang Mang, y este finalmente fue asesinado por una turba de campesinos, aquellos por los cuales había tomado el gobierno y había iniciado sus reformas.

La caída de la dinastía Han y el ascenso de la dinastía Xin

El ascenso de la dinastía Xin terminó con el período de la dinastía Han occidental y su caída condujo al establecimiento de la dinastía Han oriental. El emperador Guangwu (que reinó del 25 al 57 d.C.) les devolvió la tierra a los terratenientes ricos y restauró el orden en el imperio, manteniendo las políticas de los gobernantes de la dinastía Han occidental. Para recuperar las tierras perdidas durante la dinastía Xin, Guangwu se vio obligado a pasar gran parte de su tiempo sofocando rebeliones y reestableciendo el control chino sobre las regiones de lo que hoy en día son Corea y Vietnam.

La rebelión de las hermanas Trưng del 39 d.C., liderada por dos hermanas, requirió alrededor de diez mil hombres y tardó cuatro años en ser aplacada, según el registro oficial del Estado de la dinastía Han. Aun así, el emperador consolidó su poder e incluso expandió las fronteras, lo cual aportó la estabilidad necesaria para que crecieran el comercio y la prosperidad. Al tiempo del emperador Zhang (reinado: 75-88 d.C.), China era tan próspera que comerciaba con todas las naciones importantes de su momento, lo cual continuó de esta manera tras su muerte. Durante el reinado de Marco Aurelio, en el 166 d.C., los romanos consideraban la seda china más valiosa que el oro y pagaban a China cualquier precio que se les pidiera por ella.

Sin embargo, los conflictos entre la aristocracia terrateniente y el campesinado continuaron causando problemas para el gobierno, como lo demuestran la Rebelión de las Cinco Medidas de Arroz (142 d.C.) y la Rebelión de los Turbantes Amarillos (184 d.C.). A pesar de que la Rebelión de las Cinco Medidas del Arroz comenzó como un movimiento religioso, reunió a gran parte del campesinado que se oponía a los ideales confucianos del Estado y de la élite. Ambas revueltas ocurrieron en respuesta al desinterés del gobierno por el pueblo, agravado por la creciente corrupción e ineficacia de la dinastía Han tardía. Los líderes de ambas rebeliones afirmaban que la dinastía Han había perdido el Mandato del Cielo y debía abdicar.

El poder del gobierno para controlar a la población comenzó a aminorar, y una revuelta generalizada a lo largo y ancho del país, conocida como la Rebelión de los Turbantes Amarillos, comenzó a ganar ímpetu. Varios generales Han se encargaron de sofocar las revueltas, pero no bien se reprimía un foco de la rebelión, surgía otro en otra parte. Finalmente, la rebelión fue sofocada por el general Cao Cao (155-220 d.C.). Luego, Cao Cao y su antiguo aliado Yuan Shao (muerto en el 202 d.C.) pelearon entre sí para obtener el control del país, y Cao Cao resultó victorioso en el norte.

Cao entonces intentó unificar toda China invadiendo el sur, pero fue derrotado en la batalla de los Acantilados Rojos en el 208 d.C., con lo cual China quedó dividida en tres reinos separados: el reino de Wei, el reino de Wu y el reino de Han, cada uno de los cuales reclamaba para sí el Mandato del Cielo. Esta era es conocida como el período de los Tres Reinos (220-280 d.C.), una era de violencia, inestabilidad e incertidumbre que más tarde serviría de inspiración para algunas de las más grandes obras de la literatura china.

Cao Cao, batalla de los Acantilados Rojos

Shizhao (CC BY-SA)

La dinastía Han ya había quedado en el pasado, y otras dinastías se fueron sucediendo fugazmente en el gobierno (como la Wei y la Jin, la Wu Hu y la Sui) e impulsaron sus propios proyectos aproximadamente entre los años 208 y 618 d.C.. Finalmente, la dinastía Sui (589-618 d.C.) logró reunificar China en el 589 d.C.. La importancia de la dinastía Sui está dada por la implementación de una burocracia altamente eficaz que rediseñó de manera eficiente las tareas administrativas y logró una mayor facilidad en la gestión del imperio. Durante el reinado del emperador Wen y de su hijo Yang, se completó la construcción del Gran Canal, se extendió la Gran Muralla y se reconstruyeron algunas secciones de esta, se expandió el ejército hasta que se convirtió en el más grande del mundo en su momento del que se tenga registro, y se estandarizó la moneda a lo largo y ancho del reino.

La literatura floreció, y es posible que en este período se haya desarrollado la leyenda de Hua Mulan, que trata de una muchacha que ocupó el lugar de su padre en el ejército y salvó a su país (a pesar de que se cree que el poema original fue redactado durante el período de la dinastía Wei del norte, 386-535 d.C.). Infortunadamente, Wen y Yang no estaban satisfechos con la estabilidad interna y organizaron expediciones a gran escala en la península de Corea. Wen ya había agotado los recursos del tesoro con sus proyectos de construcción y campañas militares, y Yang siguió los pasos de su padre y, al igual que él, fracasó en sus campañas de conquista militar. Yang fue asesinado en el 618 d.C., lo cual desencadenó el levantamiento de Li Yuan, quien tomó el control del gobierno y se proclamó emperador Gaozu de Tang (reinado: 618-626 d.C.).

La dinastía Tang

La dinastía Tang (618-907) es considerada la ‘edad de oro’ de la civilización china. Gao Tzu tuvo la sensatez de conservar y mejorar la burocracia establecida por la dinastía Sui al mismo tiempo que se abstuvo de realizar extravagantes operaciones militares y proyectos de construcción. Con pequeñas modificaciones, el modelo burocrático de la dinastía Tang sigue en uso en el Estado chino de hoy en día.

A pesar de haber sido un gobernante eficiente, Gao Tzu fue depuesto por su hijo, Li Shimin, en el 626. Luego de asesinar a su padre, Li Shimin mató a sus hermanos y otros miembros de la casa real y adoptó el título de emperador Taizong (reinado: 626-649). Sin embargo, tras el sangriento golpe de Estado, Taizong ordenó la construcción de templos budistas en los sitios donde habían tenido lugar las batallas y dispuso que se honrara a los caídos.

Inspirándose en los preceptos del culto a los antepasados y del Mandato del Cielo, Taizong invocó la voluntad divina en sus acciones y argumentó que aquellos a los que había asesinado eran ahora sus asesores en el más allá. Debido a que demostró ser un gobernante muy eficiente y un habilidoso guerrero y estratega militar, no encontró oposición al golpe de Estado y pudo gobernar su vasto imperio.

Taizong continuó la política de su padre de conservar lo bueno de la dinastía Sui y construir sobre ello; evidencia de esto es el código legal de Taizong, que se basó en gran medida en ideas sentadas por la dinastía Sui, pero que aportó mayor especificidad en cuanto a los delitos y sus penas. En cambio, se apartó del modelo de política internacional de su padre y se embarcó en una serie de campañas militares exitosas, con las cuales logró extender y proteger el imperio al mismo tiempo que pudo difundir su código legal y la cultura china.

Taizong fue sucedido por su hijo Gaozong (reinado: 649-683), cuya esposaWu Zetian, se convertiría en la primera (y única) monarca de China. La emperatriz Wu Zetian (reinado: 690-704) inició una serie de medidas que mejoraron las condiciones de vida en China y fortalecieron la posición del emperador. También hizo uso de una fuerza policial secreta y canales de comunicación de gran eficiencia para estar siempre un paso por delante de sus enemigos, tanto externos como internos.

Estatuilla de cerámica esmaltada de un camello, dinastía Tang

James Blake Wiener (CC BY-NC-SA)

Floreció el comercio dentro del imperio y también con Occidente, gracias a la Ruta de la Seda. Habiéndose ya fragmentado del Imperio Romano de Occidente, el Imperio Bizantino pasó a ser un comprador importante de la seda china. Durante el reinado del emperador Xuanzong (reinado: 712-756), China era el país más extenso, más poblado y más próspero del mundo. Debido a su gran población, era posible reclutar ejércitos de muchos miles de soldados, lo que permitía llevar a cabo campañas militares veloces y exitosas contra los pueblos túrquicos nómadas o contra rebeldes internos. Durante el reinado de la dinastía Tang florecieron las artes, la tecnología y la ciencia (aunque se considera que el punto máximo del desarrollo de las ciencias en China se alcanzó durante la dinastía Song, posterior a la Tang, entre los años 960 y 1234), y en este período se realizaron algunas de las más impresionantes obras de la escultura y orfebrería chinas.

La caída de la dinastía Tang y el ascenso de la dinastía Song

Aun así, no todos estaban conformes con el gobierno central y las rebeliones regionales eran una preocupación constante. La más importante de estas fue la rebelión de An Shi (también conocida como la rebelión de An Lushan) del 755. El general An Lushan, favorito en la corte imperial, se opuso a lo que consideraba un despilfarro excesivo en el gobierno. Con un ejército de más de 100 000 tropas, se rebeló y se autoproclamó emperador de acuerdo con los preceptos del Mandato del Cielo.

A pesar de que su revuelta fue sofocada en el 763, las causas subyacentes de la insurrección persistieron, y posteriores acciones militares continuaron azotando al gobierno hasta el 779. La consecuencia más sensible de la rebelión de An Lushan fue el drástico descenso de la población de China. Se estima que cerca de 36 millones de personas murieron como resultado directo de la rebelión, ya sea en batalla, en acciones de represalia, por enfermedades o por falta de recursos.

El comercio fue perjudicado, cayó la recaudación de impuestos, y el gobierno, que había huido de Chang’an al inicio de la revuelta, no logró mantener una presencia significativa. La dinastía Tang siguió sufriendo de diversas revueltas domésticas y, tras la rebelión de Huang Chao (874-884), nunca logró recuperarse. El país quedó fragmentado, con lo cual inició el período de las Cinco Dinastías y Diez Reinos (907-960), en el que cada estado reclamaba para sí la legitimidad, hasta que se produjo el ascenso de la dinastía Song (también llamada Sung).

Estudiantes chinos rindiendo el examen civil

Yu Ren, Wu Yue (Public Domain)

Con la dinastía Song, China volvió a ser estable, y las instituciones, las leyes y las costumbres siguieron siendo codificadas e integradas en la cultura. El neoconfucianismo se convirtió en la corriente filosófica más popular del país y ejerció gran influencia sobre el derecho y la costumbre, lo cual le dio a la cultura china la forma distintiva que posee hoy en día. No obstante, a pesar de los avances en todas las áreas de la civilización y la cultura, la lucha milenaria entre los acaudalados terratenientes y los campesinos que labraban la tierra prosiguió durante los siglos siguientes.

Las ocasionales revueltas campesinas que surgieron con el tiempo fueron reprimidas con la mayor rapidez posible, pero no se ofreció solución alguna ante los reclamos del pueblo, y las campañas militares siguieron actuando sobre los síntomas de los conflictos en lugar de atender a la raíz de estos. En el año 1949, Mao Zedong (también llamado Mao Tse Tung) dirigió la revolución popular en China, derrocó al gobierno e instituyó la República Popular China sobre la base de que todos, finalmente, pudieran gozar de la misma riqueza.

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https://www.worldhistory.org/trans/es/1-467/antigua-china/#:~:text=En%20general%20se%20acepta%20que,no%20hay%20dudas%20de%20que

 

SUN TZU

El Arte de la Guerra, Sun  Tzu. Coelacan (CC BY-SA)

Sun Tzu, general y estratega militar chino que vivió alrededor de los años 500 a.C., alcanzó gran renombre como autor del tratado sobre estrategia militar titulado El arte de la guerra, también conocido como Los trece capítulos. Estuvo asociado de manera formal o como fuente de inspiración a la Escuela Militar, uno de los sistemas filosóficos que integraban las Cien escuelas de pensamiento existentes durante el período de las Primaveras y Otoños de alrededor de los años 772 al 476 a.C., que promovía la preparación militar con el fin de mantener la paz y el orden social.

Los historiadores y académicos debaten si en efecto existió un individuo nombrado Sun Tzu, como también lo hacen sobre la vida del filósofo taoísta Lao-Tse, supuesto contemporáneo del estratega en los años 500 a.C. Sin embargo, el hecho de que la obra El arte de la guerra exista, además de la profunda influencia que ejerció a partir de su publicación, constituyen pruebas inobjetables de que alguien produjo el escrito, cuya autoría se atribuye por tradición a un personaje llamado Sun Tzu.

La historicidad de Sun Tzu debería haber quedado confirmada por el descubrimiento de su obra en 1972 d.C., en una tumba ubicada en Linyi, provincia de Shandong, así como por la existencia de otro Arte de la guerra escrito por Sun Bin, al parecer descendiente suyo fallecido en 316 a.C. Sin embargo, los especialistas que cuestionan su autenticidad histórica consideran que estos hallazgos no constituyen prueba definitiva de que viviera, pues afirman que el autor de El arte de la guerra original hubiera podido ser otro, en lugar de Sun Tzu.

Se afirma que Sun Tzu vivió, luchó, y compuso su escrito durante el período de las Primaveras y Otoños que precedió al período de los Reinos Combatientes que duró desde alrededor del 481 al 221 a.C. En esa etapa la dinastía Zhouregidora entre 1046 y 256 a.C., atravesaba una época de decadencia marcada por pugnas entre los estados que con anterioridad habían sido sus aliados, que batallaban por la supremacía sobre los demás y por el control de China.

A principios de la primera mitad del período de las Primaveras y Otoños los métodos de guerra chinos se adherían a las normas caballerescas, antes, durante y después de una confrontación. Sin embargo, a medida que la era avanzaba y continuaban los combates entre los estados, ninguno lograba aventajar a los demás debido a que cada uno adoptaba idénticos protocolos y tácticas en sus enfrentamientos, razón por la cual el apego a la tradición se hacía cada vez más frustrante.

La obra de Sun Tzu se proponía romper el estancamiento en las acciones mediante la definición de una clara estrategia capaz de emplear cualquier medio necesario para lograr victorias decisivas. Es posible que sus conceptos derivaran de filosofías más antiguas, o que se basaran en experiencias personales de combate. Cualquiera fuera el caso, sus teorías se pusieron en práctica por el rey del estado Qin, Ying Sheng (vivió 259-210 a.C.), quien concretó la filosofía de Sun Tzu en acciones de guerra total que lo condujeron a conquistar a los demás contrincantes y a fundar la dinastía Qin, que rigió China desde el 221 a.C. hasta el 206 a.C. Sheng se adjudicó el trono como primer emperador bajo el nombre de Shi Huangdi y reinó durante 11 años, desde el 221 hasta el 210 a.C. Desde entonces la obra de Sun Tzu ha sido objeto de consulta por personalidades militares, estrategas de negocios y personas de todas las clases sociales y ocupaciones, las cuales le han atribuido un alto valor a las enseñanzas que proporciona sobre la manera de lograr metas personales.

Acerca de la historicidad de Sun Tzu

Las dificultades que se confrontan para determinar si Sun Tzu existió se deben a la época en que se supone que vivió y escribió su obra. Durante el período de las Primaveras y Otoños y la etapa que le sucedió, el período de los Reinos Combatientes, imperaba el caos como consecuencia del deterioro de la autoridad de la dinastía Zhou, y de los incesantes conflictos entre los estados que la habían apoyado y defendido.

La incesante confusión de la era, así como la posterior destrucción de diversas obras por voluntad de la dinastía Qin, resultó en la pérdida de numerosos archivos de importancia. No obstante, es válido suponer que algún general que entonces contara con una reputación al menos parecida a la de Sun Tzu pueda haber vivido, prestado servicio, y abogado a favor de la política de guerra total, inspirado en el objetivo de dar fin al conflicto de los reinos combatientes y establecer la paz.

Guerrero de terracota chino

glancs (CC BY)

Para Sun Tzu la guerra era una extensión de la política que debía proseguirse en interés de lograr el bien común para todos, incluidos el conquistador y el conquistado. No obstante, para que la guerra pueda definirse como un evento distinto a un insensato desperdicio de vidas y recursos, se necesita ganar. El académico Samuel B. Griffith, expresa:

La guerra, una parte integral del ejercicio de la política de fuerza de la época, se había convertido «en cuestión de vital importancia para el estado; en asunto de vida o muerte, en camino a la supervivencia o a la ruina». Para conducirla con éxito se requería una teoría que tratara de manera coherente la táctica y la estrategia, y una doctrina práctica que rigiera la inteligencia militar, el planeamiento, la dirección, la operación y los procedimientos administrativos. El autor de Los trece capítulos fue el primer hombre capaz de proporcionar una teoría y una doctrina así. (Griffith, 44)

La polémica acerca de la identidad de Sun Tzu no ha concluido. Su historicidad se sustenta en dos trabajos medulares: Anales de primavera y otoño, los archivos estatales de la dinastía Zhou de entre los años 722 al 481 a.C., y Recuerdos del gran historiador, de alrededor del 94 a.C., escritos por el cronista de la dinastía Han nombrado Sima Qian, quien vivió desde el 145 o 135 hasta el 86 a.C. Ambas obras han sido objeto de críticas por parte de los historiadores, por presentar inexactitudes y posibles fusiones de eventos diferentes. El argumento que impugna la historicidad de Sun Tzu plantea que de haber existido una mente militar de tanto ingenio, se habría escrito un número mucho mayor de artículos sobre el tema, en lugar de las pocas referencias que se han identificado. Sin embargo, la afirmación resulta contradictoria debido a que numerosas menciones contenidas en ambos textos se aceptan, a pesar de que son tratadas con igual brevedad. El académico Robert Eno comenta:

Anales de primavera y otoño… es una obra breve, poco informativa e inconsistente respecto a los eventos que elige describir. La lectura de un párrafo típico arrojaría: «Otoño; octavo mes; langostas». (1)

Sobre la base de la observación de Eno pudiera considerarse válida la afirmación de los opositores de la autenticidad histórica de Sun Tzu, pero debe concederse que Anales, que según su opinión debería incluir relatos más extensos de su vida, no incluye narraciones amplias de figuras o sucesos que sí tuvieron importancia. En el caso de Recuerdos, Sima Qian dedica mayor tiempo a las biografías de personalidades que a juicio suyo habían sido tratados de manera inicua por la historia, razón por la cual no dedica mucho espacio a Sun Tzu, de quien puede suponerse que hubiera sido bien conocido del público de sus días, y cuya reputación estaba garantizada.

Sima Qian

ZazaPress (CC BY-NC-SA)

En adición a la breve mención que se hace de Sun Tzu en los Recuerdos del gran historiador, los académicos afirman que la descripción que la obra hace de las dinastías Xia y Shang es en general fantasiosa, por lo que la califican de poco confiable a los efectos de establecer la historicidad de Sun Tzu. Aunque en algún momento tal aseveración pudiera haberse considerado válida, las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo durante el siglo XX d.C. han descubierto pruebas concretas que apoyan las aseveraciones de Sima Qian respecto a los Shang, y puede también que respecto a los Xia. De hecho, en su mayor parte los Recuerdos resultan exactos, lo cual incluiría la sección relacionada con Sun Tzu.

Otro obstáculo a considerar es que el nombre por el cual se conoce al estratega no constituye un apelativo personal, sino un título que se traduce como El Maestro. A causa de que El arte de la guerra hace repetido uso de la frase, «Sun Tzu dijo…» al introducir sus preceptos, se ha propuesto que un gran genio militar de nombre desconocido inspiró la obra, que se recogió por escrito para dejar constancia de sus estrategias. También se ha sugerido que el texto pudiera haber sido compuesto por un estudiante de la Escuela Militar con el objetivo de dejar registrada la visión fundamental del pensamiento de ese colegio, relativo a que la victoria en la guerra asegura la paz.

Historicidad e influencia

Los académicos que sostienen la naturaleza histórica de Sun Tzu resaltan su rol en la victoria de la batalla de Boju de 506 a.C. como prueba de su afirmación. Las fuentes que mencionan a Sun Tzu aseveran que prestó servicio al rey Ho Lu, o Helu, de los Wu, cuyo reinado se extendió desde el 515 hasta el 496 a.C., y que participó en las guerras entre Wu y Chu acaecidas entre el 512 y el 506 a.C. La historia asevera que Ho Lu, antes de designar a Sun Tzu como líder, para comprobar su capacidad y comprometimiento, le ordenó que impartiera entrenamiento militar a sus 180 concubinas. Sun Tzu dividió el harén en dos compañías, escogió dos de las favoritas del rey y puso a cada una a cargo de una compañía. Su primera acción fue ordenarles que dirigieran sus vistas a la derecha, lo que motivó la risa de las mujeres, que no asumían la seriedad del ejercicio. Sun Tzu repitió la voz de mando, pero de nuevo escuchó nerviosas risas. Acto seguido ejecutó a sus dos «comandantas» y las reemplazó. A partir de ese instante las mujeres obedecieron sus órdenes sin vacilar, y en consecuencia, Ho Lu contrató a Sun Tzu como general.

El relato se ha considerado ficción al menos desde el siglo XI d.C., a partir del momento en que el estudioso de la dinastía Sung, Yeh Cheng Tse, cuestionó por primera vez la existencia de Sun Tzu, lo cual no ha impedido que se repita como un hecho real hasta la actualidad. Aunque nunca hubiera ocurrido, el relato ilustra el compromiso de Sun Tzu con su premisa de vencer a cualquier precio, cuestión que comenzaba con la disciplina de las tropas.

Ejército chino en marcha

The Creative Assembly (Copyright)

Según Sima Qian la historia tendría que aceptarse en su forma original por concordar con el concepto de disciplina defendido por Sun Tzu, como demuestra la victoria de los Wu en Boju. La victoria de Boju se debió tanto a la disciplina de las tropas como a la estrategia empleada. Se dice que Sun Tzu dirigió las fuerzas de Wu junto al rey Ho Lu y a Fugai, hermano de Ho Lu, y que derrotó las fuerzas de Chu mediante el empleo de sus tácticas. El arte de la guerra describe la estrategia óptima:

Aunque según mi cálculo, los soldados de Chu exceden a los nuestros en número, esto no les proporcionará ventaja alguna para obtener la victoria. Yo digo, pues, que la victoria puede alcanzarse. Aunque el enemigo sea más fuerte en número, podemos impedirle que luche. Planear para descubrir sus planes y posibilidades de éxito. Provocarlo de modo de poder conocer los principios de su actividad o inactividad. Forzarlo a revelarse, para averiguar sus puntos vulnerables. Comparar de manera minuciosa el ejército opuesto con el propio, para conocer dónde sus fuerzas son superabundantes y dónde son deficientes. Al tomar decisiones tácticas, la mayor ventaja a lograr es que queden ocultas; oculta tus disposiciones, y estarás a salvo de las averiguaciones de los más sutiles espías, de las maquinaciones de los más sabios cerebros. La manera en que puede producirse la victoria sobre ellos proviene de las propias tácticas del enemigo, esto es lo que la multitud no puede comprender. (6.21-26)

En Boju las fuerzas de Chu eran superiores en número a las de Wu. El rey Ho Lu dudó si debía atacar, aunque ambos ejércitos estaban formados en el campo. Fugai pidió que se diera la orden de atacar, pero Ho Lu rehusó hacerlo. Fugai decidió entonces actuar por su cuenta, y de conformidad con los consejos estratégicos de Sun Tzu, mandó a avanzar. Las tropas hubieran vacilado y esperado las órdenes del rey de no haber estado bien disciplinadas, pero aconteció que obedecieron a su comandante. El acatamiento del mandato permitió a Fugai expulsar al enemigo del campo de batalla, perseguirlo, y derrotarlo repetidas veces en cinco enfrentamientos posteriores, hasta lograr la captura de la capital Chu de los Ying.

El coraje y la fe de Fugai en los preceptos de Sun Tzu fueron los factores determinantes de su éxito en las guerras entre Wu y Chu. Las informaciones recogidas por los espías de Fugai le permitieron conocer que las tropas del general enemigo, Nang Wa, lo detestaban, y que no tenían voluntad de pelear. Al poner en práctica el consejo de Sun Tzu y «forzarlos a que se revelen… y hallar sus puntos vulnerables», pudo comparar su ejército con el de Nang Wa y hallarlo suficiente para lograr los fines que perseguía. Obtuvo la victoria por haber comprendido las tácticas del enemigo y por rechazar adherirse a las normas de guerra vigentes en la época, como había instruido Sun Tzu. Impidió la retirada del enemigo a un lugar seguro, dividió las fuerzas contrarias mientras intentaban vencer la corriente del río Qingfa para cruzarlo, paralizó su movilización y el reagrupamiento de sus líneas, y más tarde los atacó mientras comían.

Guerra total e influencia taoísta

La victoria de Fugai en Boju hubiera resultado imposible antes de Sun Tzu. Como se ha dicho arriba, los métodos de guerra chinos prevalecientes durante los primeros años del período de las Primaveras y Otoños se conceptuaban como una especie de deporte de los nobles aristócratas, en que primaba la caballerosidad y el total cumplimiento de las reglas, esquema que Sun Tzu cambió por completo. Griffith comenta:

En la antigua China la guerra se consideraba una competencia caballeresca, regida por un código al que por lo general ambas partes se adherían. Existen numerosas ilustraciones sobre el particular… Por ejemplo, en el 632 a.C. el comandante Chin, tras derrotar a los Ch'u en Ch'eng P'u, entregó alimentos suficientes para tres días al enemigo derrotado. La cortesía fue más adelante reciprocada por un ejército Ch'u que resultó victorioso en Pi. Alrededor de la época en que se escribió El arte de la guerra tales normas habían quedado abandonadas desde hacía largo tiempo. (Griffith, 23)

Sun Tzu cambió los protocolos al aplicar principios taoístas a la metodología de guerra y rechazar considerarla un deporte. El arte de la guerra declara:

En la guerra, pues, permita que su objetivo mayor sea la victoria, no las campañas prolongadas. De esta forma debe entenderse que el líder de los ejércitos es un árbitro de los destinos de las gentes, el hombre de quien depende que en la nación haya paz o se encuentre en peligro. (2.19-20)

Sun Tzu no desplegaba paciencia alguna respecto a los prolongados juegos con los que los generales se recreaban. Una vez que las hostilidades hacían erupción la prioridad radicaba en derrotar al enemigo, no en deleitarse en la práctica de una caballerosidad que no hacía más que prolongar el conflicto y costar más vidas. El académico John M. Koller comenta acerca de la manera en que el taoísmo influyó en los conceptos de El arte de la guerra.

El taoísmo proporciona una forma de vivir con propiedad mediante la realización de lo natural, no por la adopción de las convenciones de la sociedad. En consecuencia, el taoísmo no pone énfasis en el cultivo de la virtud y el desarrollo de las relaciones humanas, como hace el confucianismo, sino que refuerza el vivir en espontánea desenvoltura por medio de una actuación que esté de acuerdo con la naturaleza de las cosas. (243)

Los escritos de Sun Tzu explican que «vivir en espontánea desenvoltura» implica hacer constante énfasis en alcanzar la victoria de manera natural, al mismo tiempo que se rechaza cumplir con la sabiduría convencional de la época respecto a los enfrentamientos militares. Koller amplía al escribir que la gran obra taoísta Tao Te Ching «refleja el horror a la guerra y un profundo deseo de paz» (244), cuestión que también expresa la obra de Sun Tzu, al proponer que la mejor forma de lograr la paz es mediante una rápida victoria, o mejor aún, mediante la derrota del enemigo antes de que la guerra empiece siquiera.

Puerta de las torres, Chang 'an

Unknown Artist (Public Domain)

Sun Tzu manifiesta que «la suprema excelencia no radica en pelear y vencer en todas las batallas que libramos; la suprema excelencia consiste en romper la resistencia del enemigo sin pelear» (2.2). Su estrategia fundacional, presente en todos sus escritos, puede hallarse en las siguientes sentencias del Tao Te Ching:

Cede y vence

Sé flexible para ser recto

Vacíate y te llenarás. (Verso 22)

Al adaptarnos a la situación que confrontamos, en lugar de aferrarnos a como creemos que deben ser las cosas, podemos reconocer la fluidez de las condiciones y actuar sobre ellas de manera decisiva.

Sun Tzu y el surgimiento de las dinastías

Aunque al parecer la obra de Sun Tzu era conocida durante el período de los Reinos Combatientes, sus preceptos no se emplearon hasta que se instituyeron una serie de reformas con Shang Yang, estadista de la dinastía Qin fallecido en 338 a.C. que debió haber conocido la obra. En consonancia con la visión de Sun Tzu, Shang abogaba a favor de la guerra total en vez de adherirse a los antiguos códigos de caballería. Todas las reformas de Shang fueron puestas en práctica por Ying Zheng, rey Qin que entre los años 230 y 221 a.C. conquistó los demás estados, unificó a China bajo su mandato con el nombre de Shi Huangdi, y fundó la dinastía Qin, primera casa imperial de China.

Tras el colapso de la dinastía Qin entre 206 y 202 a.C. los principales contendientes enfrascados en la lucha por gobernar China, Liu Ban, de la dinastía Han, de alrededor del período 256-195 a.C. y Xian Yu, de la Chu (v. 232-202 a.C.), continuaron empleando los principios de Sun Tzu en los combates que sostuvieron. Las estrategias que condujeron a la victoria decisiva de los Han en la batalla de Gaixia en el 202 a.C., siguieron en muchos aspectos la ideología de El arte de la guerra. Su influencia se hizo más notable en los constantes ataques que el general Han, de nombre Xin (231-196 a.C.), lanzaba contra Xiang Yu. Las tropas de Han Xin hacían caso omiso de las antiguas normas guerreras, lo cual se ejemplifica en el hecho de que, durante su avance contra los Chu, entonaban canciones tradicionales del enemigo con el objetivo de desmoralizar sus fuerzas.

La batalla de Gaixia condujo al surgimiento de la dinastía Han, que mantuvo el poder desde el 202 a.C. hasta el 220 d.C. Durante su dominio revivió la anterior cultura de la dinastía Zhou, e impulsó el desarrollo, que abarcó, entre otras cuestiones, la invención del papel, el refinamiento de la pólvora, y el registro de hechos históricos; abrió la Ruta de la Seda en 130 a.C., y comenzó el comercio a escala mundial. La dinastía Han estableció el patrón a seguir por todas las que le sucederían, por lo que podría argumentarse que El arte de la guerra constituyó el texto fundacional sobre el que se erigieron las dinastías imperiales que gobernarían China hasta 1912 d.C.

Conclusión

Se conoce que Cao Cao (155-220 d.C.), uno de los líderes guerreros que intentó apoderarse del trono durante los tiempos en que la dinastía Han se encontraba en decadencia, consultó El arte de la guerra. Cao Cao redactó comentarios sobre la obra, con lo cual dejó constancia de su importancia para la época, La derrota de Cao Cao en la batalla de los acantilados rojos en 208 d.C. originó la división y establecimiento de tres regencias separadas que existieron entre 220 y 280 a.C. en el denominado período de los Tres Reinos, todos dirigidos por generales que con anterioridad habían utilizado las obras de Sun Tzu. No existe duda en cuanto a que desde el 291 hasta el 306 a.C., durante el Período de la guerra de los ocho príncipes, los nobles involucrados en la pugna conocían el tratado de Sun Tzu y que en las mutuas batallas que libraban actuaban conforme a sus preceptos.

El arte de la guerra continuó consultándose a lo largo de la historia china y a la postre llegó a considerarse uno de los clásicos de obligada lectura. Desde China la obra se difundió por todo el mundo, y en la actualidad se encuentra entre las más vendidas de todos los tiempos. La máxima de Sun Tzu, que afirma que «Toda guerra se basa en la decepción» (1.18), se cita como elemento esencial de cualquier campaña militar, aplicable por igual a transacciones de negocio, procedimientos legales, y campañas políticas.

El texto, traducido a casi todas las lenguas del mundo, ha crecido en popularidad y se emplea tanto por los cuerpos militares, como por estrategas de negocio, consejeros políticos, consultores personales y otros especialistas que apoyan a incontables personas en sus asuntos financieros o privados. La existencia de Sun Tzu como individuo, real o imaginaria, ha cesado de tener verdadera importancia, puesto que la obra que lleva su nombre lo hecho inmortal.

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