ANTIGUA CHINA
La Gran Muralla China. Steve Webel (CC BY-NC SA)
En la antigua China se desarrolló la cultura
más antigua de las que aún existen hoy en día. La palabra “China” viene
del sánscrito Cina (que deriva del nombre de la
dinastía china Qin, cuya pronunciación es similar a “Chin”), que fue traducido
como “Cin” por los persas y que parece haberse popularizado gracias al comercio
en la Ruta de la Seda.
Los romanos y los griegos llamaban al país
“Seres”, “el país de donde viene la seda”. El nombre “China” no aparece en
forma impresa en Occidente hasta 1516 en los escritos de Barbosa que narran sus
viajes en Oriente (a pesar de que los europeos ya sabían de la existencia de
China gracias al comercio en la Ruta de la Seda). Marco Polo, el famoso explorador que popularizó
China en Europa durante el siglo XIII, se refería al
país como “Catay”. En chino mandarín, el país es conocido como “Zhongguo”, que
significa “país central” o “imperio del medio”.
Prehistoria
Mucho tiempo antes del advenimiento de
una civilización reconocible en la región, estas
tierras ya estaban ocupadas por homínidos. El hombre de Pekín, del cual en 1927
se descubrió un cráneo fosilizado cerca de Beijing, vivió en el área hace entre
700 000 y 300 000 años, y el hombre de Yuanmou, cuyos restos fueron encontrados
en Yuanmou en 1965, vivió en estas tierras hace 1 700 000 años. La evidencia
que se obtuvo con estos hallazgos demuestra que estos habitantes primitivos
sabían fabricar herramientas de piedra y usar el fuego.
A pesar de que la teoría generalmente
aceptada es que la humanidad se originó en África y luego se expandió de allí
hacia los demás puntos del planeta, los paleoantropólogos chinos “sostienen la
teoría de la ‘evolución regional’ del origen del hombre” (China.org), que
postula la existencia de una base independiente del origen de los seres
humanos. “El simio de Shu, un primate que pesaba entre 100 y 150 gramos y era
aproximadamente del tamaño de un ratón, vivió [en China] en el eoceno medio
hace entre 4,5 y 4 millones de años. Su descubrimiento supuso un gran desafío
para la teoría del origen africano de la raza humana” (China.org). Este desafío
es considerado plausible debido a los vínculos genéticos entre el fosil del
simio de Shu y otros primates, tanto avanzados como menores, por lo que podría
tratarse de un “eslabón perdido” del proceso evolutivo.
De cualquier manera que uno interprete esta
información (las conclusiones de estos trabajos conducidos en China han sido
disputadas por la comunidad internacional), la evidencia sólida proporcionada
por otros hallazgos atestigua la presencia de un linaje muy antiguo de
homínidos y homo sapiens en China, y de un gran nivel de
sofisticación en las culturas arcaicas. Un ejemplo de esto es la aldea de
Banpo, cerca de Xi’an, descubierta en 1953. Banpo es una aldea del neolítico
que estuvo poblada desde el 4500 al 3750 a.C. y se compone de 45 casas con
pisos hundidos en el suelo que le aportan mayor estabilidad. La aldea estaba
rodeada por una zanja que la protegía de los ataques a la vez que servía de
desagüe (y de cerca para los animales), mientras que se utilizaban cuevas
subterráneas artificiales para almacenar alimento. El diseño de la aldea, así
como los artefactos hallados en ella (como cerámica y herramientas), sugieren
la presencia de una cultura muy avanzada al momento de su construcción.
La aldea Banpo, Xi’an, China
Ian Armstrong (CC BY-SA)
En general se acepta que la “cuna de la
civilización” china se halla en el valle del río Amarillo, donde aparecieron
las primeras aldeas alrededor del 5000 a.C. A pesar de que esta hipótesis es
discutida y se sugiere también que pudo haber habido un desarrollo más
extendido de las comunidades, no hay dudas de que muchas aldeas y asentamientos
agrícolas se ubicaron en la provincia de Henan, en el valle del río Amarillo.
En 2001, los arqueólogos descubrieron dos
esqueletos “enterrados en una casa destruida, bajo una capa gruesa de
sedimentos de limo del río Amarillo. En esta capa de sedimentos, los arqueólogos
encontraron más de veinte esqueletos, un altar, una plaza, cerámica y
utensilios de piedra y jade” (Chinapage.org). Se trata de tan solo una de las
muchas aldeas prehistóricas de la zona.
Las primeras dinastías
De estas pequeñas aldeas y comunidades
agrícolas nació el gobierno centralizado, cuya primera dinastía fue la dinastía
Xia (aprox. 2070-1600 a.C.). La dinastía Xia fue considerada mayormente
mitológica durante muchos años, hasta que las excavaciones realizadas en las
décadas de 1960 y 1970 hallaron sitios que sugieren fuertemente su existencia.
Los artefactos de bronce y las tumbas indican claramente la existencia de un
período de desarrollo gradual que llevó de la presencia de aldeas dispersas en
la edad de piedra a
la formación de una civilización cohesionada.
Esta dinastía fue fundada por Yu el Grande,
quien trabajó arduamente durante trece años para controlar las inundaciones
causadas por el río Amarillo, las cuales a menudo destruían los cultivos de los
granjeros. Se dice que estaba tan ensimismado con su trabajo que no regresó a
su casa ni una vez en todos esos años (aunque se dice que lo hizo en al menos
en tres ocasiones), y su dedicación inspiró a que otros lo siguieran.
Luego de controlar la inundación, Yu
conquistó las tribus Sanmiao y fue nombrado sucesor por Shun, quien era el
gobernante por ese entonces, tras lo cual reinó hasta su muerte. Yu estableció
el sistema de sucesión hereditaria y, por lo tanto, el concepto de dinastía,
conocido hasta el presente. La clase gobernante y la élite vivían en
conglomerados urbanos, mientras que la población campesina, que sostenía el
estilo de vida de la élite, era mayormente agraria y vivía en áreas rurales. El
hijo de Yu, Qi, lo sucedió en el gobierno, y el poder permaneció en las manos
de la familia, hasta que Jie, el último gobernante de la dinastía Xia, fue
derrocado por Tang, quien estableció la dinastía Shang (1600-1046 a.C.).
Tang pertenecía al reino de Shang. Las fechas
en las que se cree que vivó (1675-1646 a.C.) no se corresponden con ningún
evento conocido en el que haya participado, por lo que deben ser consideradas
erróneas. Lo que sí se sabe es que fue el gobernante del reino de Shang, o al
menos un personaje de renombre en este, y alrededor del año 1600 a.C. dirigió
una revuelta contra Jie y derrotó a su ejército en la batalla de Mingtiao.
Se cree que la excesiva opulencia de la corte
de los Xia y la carga que suponía para su pueblo fueron las causas de este levantamiento.
Entonces, Tang tomó el liderazgo del país, bajó los impuestos, detuvo los
extravagantes proyectos de construcción iniciados por Jie (los cuales estaban
agotando los recursos del reino) y gobernó con tal sabiduría y eficiencia que
las artes y la cultura floreció. Con la dinastía Shang se desarrolló la
escritura, así como la metalurgia en bronce, la arquitectura y la religión.
Rey Tang de la dinastía Shang
Ma Lin (Public Domain)
Antes de la dinastía Shang, el pueblo adoraba
a muchos dioses, de los cuales uno, Shangti, era el dios supremo
y se encontraba a la cabeza del panteón (un
patrón presente en otras culturas). Shangti era considerado ‘el gran ancestro’,
quien presidía sobre la victoria en la guerra, la
agricultura, el clima y el buen gobierno. Sin embargo, parece ser que, debido
al carácter remoto y ocupado de este, el pueblo sintió la necesidad de contar
con intercesores más inmediatos que atendieran a sus necesidades, por lo que
comenzó así la práctica del culto a los antepasados.
Según la creencia, cuando alguien moría,
adquiría poderes divinos y podía ser invocado para que prestara su ayuda en
tiempos de necesidad (similar a la creencia romana en los parentes).
Esta práctica resultó en la aparición de rituales sofisticados dedicados a
apaciguar los espíritus de los antepasados, lo cual a su vez produjo entierros
floridos en magníficos sepulcros repletos de todas las cosas que una persona
pudiera necesitar para gozar de una apacible vida después de la muerte.
El rey, además de poseer deberes seculares,
hacía las veces de intermediario principal entre los vivos y los muertos, y se
creía que su gobierno era ordenado por la ley divina. A pesar de que el
conocido Mandato del Cielo se
desarrolló más tarde, durante la dinastía
Zhou, la idea del vínculo entre un gobernante
justo y la voluntad divina tiene sus raíces en las creencias promovidas por la
dinastía Shang.
La dinastía Zhou
Alrededor del año 1046 a.C., el rey Wu
(reinado: 1046-1043 a.C.), de la provincia de Zhou, se rebeló contra el rey
Zhou de la dinastía Shang y derrotó a su ejército en la batalla de Muye, tras
lo cual estableció la dinastía Zhou (1046-256 a.C.). El período de la dinastía
Zhou occidental va del 1046 al 771 AEC, mientras que el período de la dinastía
Zhou oriental va del 771 al 256 a.C. Wu se rebeló contra los gobernantes Shang
luego de que el rey de los Shang asesinara a su hermano mayor de manera
injusta. Wu y su familia invocaron el Mandato del Cielo para legitimar su
revuelta, argumentando que los reyes de la dinastía Shang ya no actuaban en el
interés del pueblo y, por lo tanto, habían perdido el mandato del dios de la
ley, el orden y la justicia, Shangti.
El Mandato del Cielo fue definido así como la
bendición de los dioses a los gobernantes justos y el gobierno de estos por
mandato divino. Cuando un gobierno ya no cumpliera con la voluntad de los
dioses, sería derrocado. Además, dictaba que solo podía existir un gobernante
legítimo de China y que su gobierno debía estar legitimado por su recta
conducta en función de garante de las tierras que le hubieren sido confiadas
por los cielos. El gobierno podía pasar de padre a hijo, pero solo si el hijo
poseía la virtud necesaria para gobernar. Este mandato terminaría siendo
tergiversado por varios gobernantes, que otorgarían la sucesión a descendientes
indignos.
Recipiente de bronce de cocina de la dinastía Zhou
Editor at Large (CC BY-SA)
Durante el gobierno de la dinastía Zhou, la
cultura floreció y se produjo una expansión de la civilización. Se codificó la
escritura y la metalurgia del hierro se volvió cada vez más sofisticada. Los
más célebres y admirables filósofos y poetas chinos, tales como Confucio, Mencio,
Mo Di (Mo Zu), Lao Tze y Tao Chien, y el estratega militar Sun Tzu (si
es que existió de la manera en que es representado), todos vivieron en China
durante el período de la dinastía Zhou y durante el período de las Cien
escuelas del pensamiento.
El carro de guerra,
que había sido introducido en el país durante el gobierno de la dinastía Shang,
se volvió más sofisticado durante el gobierno de los Zhou. Es necesario
mencionar que las fechas de inicio y finalización de estas dinastías y períodos
no son tan exactas como aparecen en los libros de historia; la dinastía Zhou en
realidad tuvo muchas características en común con la dinastía Shang (incluidos
el idioma y la religión). A pesar de que los historiadores opinan que es
necesario dividir el período de su reinado para mayor claridad, la dinastía
Zhou siguió existiendo a lo largo de los períodos siguientes, conocidos como el
período de las Primaveras y Otoños y el período de los Reinos combatientes.
Períodos de las Primaveras y Otoños y de los Reinos
Combatientes
Durante el período de las Primaveras y Otoños
(aprox. 772-476 a.C., llamado así por los Anales
de Primavera y Otoño, la crónica oficial del Estado en ese
momento y una fuente antigua en la que se menciona al general Sun Tzu), el
gobierno de la dinastía Zhou se descentralizó al mudar la capital a Luoyang,
con lo que finalizó el período de la dinastía Zhou occidental y comenzó el de
la dinastía Zhou oriental. Este es un período célebre por los avances en
la filosofía,
la poesía y las artes, durante el cual se produjo el auge de las corrientes
filosóficas confuciana, taoísta y moísta.
Sin embargo, al mismo tiempo, los diversos
estados se estaban liberando del poder central de Luoyang y afirmando su
soberanía. Esto condujo al período de los Reinos Combatientes (aprox. 481-221
a.C.), en el que siete estados lucharon entre sí. Los siete estados fueron Chu,
Han, Qi, Qin, Wei, Yan y Zhao, los cuales afirmaban su soberanía pero no se
atrevían a exigir el Mandato del Cielo que aún poseía la dinastía Zhou de
Luoyang. Los siete estados utilizaban las mismas tácticas y seguían las mismas
reglas de conducta en la guerra, por lo que ninguno era capaz de sacar ventaja
sobre los demás.
Reinos Combatientes de China, siglo III a.C.
Philg88 (CC BY-SA)
Esta situación fue aprovechada por el
filósofo pacifista Mo Ti, un habilidoso ingeniero que se propuso brindarles los
mismos conocimientos sobre fortificaciones y escaleras de asedio a todos los
estados con la esperanza de neutralizar las ventajas que cada uno pudiera
obtener sobre los demás y así terminar con la guerra. Sin embargo sus esfuerzos
fueron infructuosos, y entre el 262 y el 260 a.C. el estado de Qin obtuvo la
supremacía sobre la dinastía Zhao y finalmente la derrotó en la batalla de
Changping.
Un estadista del estado de Qin, de nombre
Shang Yang (muerte: 338 a.C.), convencido promotor de la ley y la eficiencia,
cambió el modo en que la dinastía Qin veía la guerra, haciendo énfasis en
obtener la victoria a toda costa. La reforma del protocolo y la estrategia de
la guerra en China puede atribuírsele a Sun Tzu o a Shang Yang, dependiendo de
la veracidad de Sun Tzu como personaje histórico. Independientemente de que Sun
Tzu haya existido de la manera en que se cree, es muy probable que Shang Yang
estuviera familiarizado con la famosa obra que lleva su nombre, El arte
de la guerra.
Antes de estas reformas, la guerra en China
era considerada un juego de habilidades entre miembros de la nobleza, con
reglas rígidas dictadas por la cortesía y la supuesta voluntad del cielo. No se
atacaba a los rivales débiles o faltos de preparación y se debía esperar hasta
que el enemigo hubiera movilizado su ejército y formado sus filas antes de
atacarlo. Shang impulsó la guerra total y aconsejó derrotar los ejércitos
enemigos por cualesquier medios disponibles. Sus principios fueron conocidos en
Qin y puestos en práctica en Changping (donde más de 450 000 soldados Zhao
fueron capturados y ejecutados luego de la batalla), lo que le dio al estado de
Qin la ventaja que necesitaba.
Aun así, no volvieron a utilizar estas
tácticas hasta el ascenso de Ying Zheng, rey de Qin. Utilizando las
instrucciones de Shang, y con un ejército de proporciones considerables dotado
de armas de hierro y carros de guerra, Ying Zheng emergió victorioso del
conflicto entre los Reinos Combatientes en el 221 a.C. y unió los otros seis
reinos bajo su gobierno, tras lo cual se proclamó ‘Shi Huangdi’, ‘Primer
emperador’ de China.
La dinastía Qin
Así, Shi Huangdi estableció la dinastía Qin
(221-206 a.C.), dando inicio a la era imperial de China (221 a.C.-1912 d.C.),
durante el cual el país estuvo gobernado por dinastías. Ordenó la destrucción de
las fortificaciones amuralladas que habían separado a los diversos estados
entre sí y mandó construir una gran muralla a lo largo de la frontera norte de
su reino. A pesar de que solo permanece en pie una pequeña parte de la muralla
original de Shi Huangdi, fue durante su gobierno que se inició la construcción
de la Gran Muralla China.
Tenía una longitud de más de 5000 kilómetros
y se extendía por llanuras y colinas desde las fronteras de Corea en el este
hasta el problemático desierto de Ordos en el oeste. Se trató de un
emprendimiento logístico impresionante, aunque incorporó partes de murallas que
habían sido construidas anteriormente en distintos reinos chinos con el propósito
de proteger sus fronteras septentrionales en los siglos IV y III. (Scarre y
Fagan, 382)
Shi Huangdi también fortaleció la
infraestructura construyendo carreteras que impulsaron el comercio gracias a la
facilidad del desplazamiento.
Cinco
carreteras troncales partían de la capital imperial en Xianyang, cada una de
ellas con fuerzas policiales y estaciones de posta. La mayoría de estas
carreteras eran construcciones de tapia y tenían 15 metros de ancho. La más
larga de ellas se extendía en sentido sudoeste con una longitud de más de 7500
kilómetros hasta la región fronteriza de Yunnan. El terreno era tan accidentado
que algunas secciones de la carretera tuvieron que ser construidas en galerías
de madera sobre las caras verticales de los acantilados. (Scarre y Fagan, 382)
Shi Huangdi también expandió las fronteras de
su imperio, construyó el Gran Canal en el sur, redistribuyó la tierra y fue, al
inicio, un gobernante justo.
Shi Huangdi
Dennis Jarvis (CC BY-SA)
A pesar de que sus proyectos de construcción
y campañas militares lograron grandes avances, su gobierno se fue volviendo
cada vez más autoritario en las cuestiones domésticas. Alegando poseer el
Mandato del Cielo, reprimió todas las corrientes filosóficas excepto el legalismo, que
había sido desarrollado por Shang Yang, y, siguiendo el consejo de su principal
asesor, Li Siu, ordenó la destrucción de todos los libros de historia y
filosofía que no pertenecieran al legalismo o trataran acerca de su linaje
familiar, del estado de Qin o de él mismo.
Ya que los libros en ese entonces eran
escritos en tiras de bambú unidas con alfileres giratorios y cada tomo podría
tener un peso considerable, los eruditos que intentaban evadir el decreto se
encontraban con grandes dificultades. Algunos de ellos fueron descubiertos;
según la historia tradicional, muchos de ellos fueron enviados a realizar
trabajos forzados en la Gran Muralla, mientras que 460 fueron ejecutados. Sin
embargo, algunos literatos memorizaron las obras completas de Confucio y las
fueron pasando de boca en boca para que se conservaran en la memoria. (Durant,
697)
Este hecho, junto con la represión de las
libertades generales, incluida la libertad de expresión, hizo que su
popularidad fuera cayendo. El antiguo culto a los antepasados y la vida después
de la muerte comenzaron a interesarle más que el reino de los vivos que
gobernaba, y así Shi Huangdi se fue interesando cada vez más en el mundo de los
muertos, en cómo era y de qué manera evitarlo. Parece que desarrolló una
obsesión con la muerte, se volvió más y más paranoico con respecto a su
seguridad personal y buscó fervorosamente la inmortalidad.
Panorámica del Ejército de terracota
Bernd Thaller (CC BY-NC-SA)
Su deseo de asegurarse una vida después de la
muerte que se asemejara a su vida terrenal lo llevó a ordenar la construcción
de un palacio como mausoleo y un ejército de más de 8000 soldados de terracota
para que lo sirvieran en la eternidad. Este ejército de terracota, enterrado
consigo, también incluía carros de guerra, caballería, un comandante en jefe,
diversas aves y animales. Se dice que murió en el 210 a.C., mientras se
encontraba en una misión buscando el elixir de la inmortalidad, y que Li Siu,
para obtener el control del gobierno, mantuvo su muerte en secreto hasta poder
alterar su testamento y así nombrar heredero a su hijo Hu Hai, que era
fácilmente manipulable.
Sin embargo, este plan resultó infructuoso,
ya que el joven príncipe demostró ser inestable, ejecutando a muchos y
provocando una rebelión generalizada en el país. Poco tiempo después de la
muerte de Shi Huangdi, la dinastía Qin cayó rápidamente debido a la intriga
política y la ineptitud de personas como Hu Hai, Li Siu y Zhao Gao, otro
consejero. Luego, con la asunción de Liu Bang, comenzó la dinastía Han (202
a.C.-220 d.C.).
La disputa Chu-Han
Tras la caída de la dinastía Qin, China entró
en caos durante el período conocido como ‘la disputa Chu-Han’ (206-202 a.C.).
Dos generales se destacaron entre los ejércitos que se rebelaron contra la
dinastía Qin: Liu Bang de Han (aprox. 256-195 a.C.) y el general Xiang Yu de
Chu (232-202 a.C.), quienes combatieron por el control del gobierno. Xiang Yu,
que había demostrado ser el más formidable de los oponentes de Qin, concedió el
título de Rey de los Han a Liu Bang en reconocimiento de su victoria decisiva
sobre el ejército de Qin en la capital de Xianyang.
Mapa de la contienda Chu-Han
SY (CC BY-SA)
Los dos aliados pronto se convirtieron en
enemigos durante el conflicto de poder conocido como ‘la disputa Chu-Han’ hasta
que Xiang Yu negoció el Tratado del Canal de Hong y logró una paz temporal.
Xiang Yu propuso dividir China: el este quedaría bajo el gobierno de Chu,
mientras que los Han gobernarían la parte oeste. Sin embargo, Liu Bang quería
que China quedara unificada bajo el poder de los Han, por lo que, tras romper
el tratado, reanudó las hostilidades. En la batalla de Gaixia en el 202 a.C.,
el gran general de Liu Bang, Han Xin, atrapó y derrotó al ejército de Chu
comandado por Xiang Yu, tras lo cual Liu Bang fue proclamado emperador
(conocido en la posteridad como el Emperador Gaozu de Han). Xiang Yu se
suicidó, pero se permitió que su familia viviera e incluso se les concedieron
puestos en el gobierno a algunos de sus miembros.
El nuevo emperador, Gaozu, trató a sus
antiguos adversarios con respeto y unificó el país bajo su reinado. Repelió a
la tribu nómada de los Xiongnu, que habían estado haciendo incursiones en
China, y obtuvo la paz con los demás estados que se habían alzado en rebelión
contra la deteriorada dinastía Qin. La dinastía Han (cuyo nombre deriva del
lugar de origen de Liu Bang, la provincia de Hanzhong) gobernaría China, con un
breve interregno, durante los siguientes 400 años, desde el 202 a.C. hasta el
220 d.C. La dinastía Han se divide en dos períodos: dinastía Han occidental
(202 a.C.- 9 d.C.) y dinastía Han oriental (25-220 d.C.).
La dinastía Han
La paz que logró Gaozu produjo la estabilidad
necesaria para que la cultura resplandeciera una vez más. Se reanudó el
comercio con Occidente y las artes y la tecnología se volvieron más
sofisticadas. Se reconoce a la dinastía Han como la primera en escribir su
propia historia, pero, debido a que Shi Huangdi destruyó tantos documentos
escritos de sus predecesores, no se puede estar seguro de esta afirmación. Sin
embargo, sí es seguro que durante el reinado de la dinastía Han se lograron
grandes avances en todas las áreas de la cultura.
El Canon de medicina del Emperador Amarillo,
el documento chino más antiguo sobre medicina, fue codificado durante la
dinastía Han. En este período también se inventó el papel, y la escritura se
volvió más sofisticada. Gaozu además aceptó el confucianismo y lo convirtió en
la única filosofía del Estado, sentando así un precedente que continúa hasta el
presente.
Aun así, a diferencia de Shi Huangdi,
practicó la tolerancia hacia las demás corrientes filosóficas, por lo cual
la literatura y
la educación florecieron durante su reinado. Bajó los impuestos y disolvió su
ejército, el cual de todos modos siguió reagrupándose sin demoras cada vez que
se lo convocó.
Tras su muerte en el año 195 a.C., su esposa,
la emperatriz Lu Zhi (241-180 a.C.), instauró una serie de monarcas títere, de
los cuales el primero fue el príncipe heredero Liu Ying (emperador Hui, que
reinó del 195 al 188 a.C.). Estos monarcas cumplieron los propósitos de la
emperatriz pero continuaron con las políticas del emperador Gaozu. Estas
políticas mantuvieron los niveles de estabilidad y desarrollo cultural, lo cual
hizo posible que Wu Ti, el más grande de los emperadores de la dinastía Han
(conocido como Wu el Grande, que reinó del 141 al 87 a.C.), se embarcara en su
misión de expansión, de realización de obras públicas y de iniciativas
culturales. Envió a su emisario Zhang Qian a Occidente en el 138 a.C., lo que
resultó en la apertura oficial de la Ruta de la Seda en el 130 a.C..
Además, el confucianismo se convirtió en la
doctrina oficial del Estado y Wu Ti construyó escuelas a lo largo del imperio
para fomentar la alfabetización y enseñar las ideas confucianas. También
reformó el transporte, las carreteras y el comercio, y ordenó otros varios
proyectos, con lo cual empleó a millones de trabajadores. Luego de Wu Ti, sus
sucesores mantuvieron aproximadamente la misma visión de China y gozaron del
mismo éxito.
Modelo de granja de la dinastía Han
Mark Cartwright (CC BY-NC-SA)
El crecimiento de la riqueza produjo un
aumento de los grandes patrimonios y prosperidad general, pero la vida se fue
convirtiendo cada vez más difícil para los campesinos pobres que labraban la
tierra. En el año 9 d.C., el regente Wang Mang (45 a.C.-23 d.C.) tomó el poder
del gobierno por la fuerza reclamando para sí el Mandato del Cielo y puso fin
así a la dinastía Han. Wang Mang fundó la dinastía Xin (9-23 d.C.) sobre la
base de profundas reformas agrarias y la redistribución de la riqueza.
Al principio, recibió un inmenso apoyo del
campesinado y la oposición de los terratenientes. Sin embargo, sus proyectos
fueron planificados y ejecutados de manera incorrecta, lo cual derivó en altos
niveles de desempleo y frustración. Los levantamientos y las inundaciones
generalizadas del río Amarillo desestabilizaron aún más el gobierno de Wang
Mang, y este finalmente fue asesinado por una turba de campesinos, aquellos por
los cuales había tomado el gobierno y había iniciado sus reformas.
La caída de la dinastía Han y el ascenso de la dinastía Xin
El ascenso de la dinastía Xin terminó con el
período de la dinastía Han occidental y su caída condujo al establecimiento de
la dinastía Han oriental. El emperador Guangwu (que reinó del 25 al 57 d.C.)
les devolvió la tierra a los terratenientes ricos y restauró el orden en el
imperio, manteniendo las políticas de los gobernantes de la dinastía Han
occidental. Para recuperar las tierras perdidas durante la dinastía Xin,
Guangwu se vio obligado a pasar gran parte de su tiempo sofocando rebeliones y
reestableciendo el control chino sobre las regiones de lo que hoy en día son
Corea y Vietnam.
La rebelión de las hermanas Trưng del 39
d.C., liderada por dos hermanas, requirió alrededor de diez mil hombres y tardó
cuatro años en ser aplacada, según el registro oficial del Estado de la
dinastía Han. Aun así, el emperador consolidó su poder e incluso expandió las
fronteras, lo cual aportó la estabilidad necesaria para que crecieran el
comercio y la prosperidad. Al tiempo del emperador Zhang (reinado: 75-88 d.C.),
China era tan próspera que comerciaba con todas las naciones importantes de su
momento, lo cual continuó de esta manera tras su muerte. Durante el reinado
de Marco Aurelio, en
el 166 d.C., los romanos consideraban la seda china más valiosa que el oro y
pagaban a China cualquier precio que se les pidiera por ella.
Sin embargo, los conflictos entre la
aristocracia terrateniente y el campesinado continuaron causando problemas para
el gobierno, como lo demuestran la Rebelión de las Cinco Medidas de Arroz (142
d.C.) y la Rebelión de los Turbantes Amarillos (184 d.C.). A pesar de que la
Rebelión de las Cinco Medidas del Arroz comenzó como un movimiento religioso,
reunió a gran parte del campesinado que se oponía a los ideales confucianos del
Estado y de la élite. Ambas revueltas ocurrieron en respuesta al desinterés del
gobierno por el pueblo, agravado por la creciente corrupción e ineficacia de la
dinastía Han tardía. Los líderes de ambas rebeliones afirmaban que la dinastía
Han había perdido el Mandato del Cielo y debía abdicar.
El poder del gobierno para controlar a la
población comenzó a aminorar, y una revuelta generalizada a lo largo y ancho
del país, conocida como la Rebelión de los Turbantes Amarillos, comenzó a ganar
ímpetu. Varios generales Han se encargaron de sofocar las revueltas, pero no
bien se reprimía un foco de la rebelión, surgía otro en otra parte. Finalmente,
la rebelión fue sofocada por el general Cao Cao (155-220 d.C.). Luego, Cao Cao
y su antiguo aliado Yuan Shao (muerto en el 202 d.C.) pelearon entre sí para
obtener el control del país, y Cao Cao resultó victorioso en el norte.
Cao entonces intentó unificar toda China
invadiendo el sur, pero fue derrotado en la batalla de los Acantilados Rojos en
el 208 d.C., con lo cual China quedó dividida en tres reinos separados: el
reino de Wei, el reino de Wu y el reino de Han, cada uno de los cuales
reclamaba para sí el Mandato del Cielo. Esta era es conocida como el período de
los Tres Reinos (220-280 d.C.), una era de violencia, inestabilidad e
incertidumbre que más tarde serviría de inspiración para algunas de las más
grandes obras de la literatura china.
Cao Cao, batalla de los Acantilados Rojos
Shizhao (CC BY-SA)
La dinastía Han ya había quedado en el
pasado, y otras dinastías se fueron sucediendo fugazmente en el gobierno (como
la Wei y la Jin, la Wu Hu y la Sui) e impulsaron sus propios proyectos
aproximadamente entre los años 208 y 618 d.C.. Finalmente, la dinastía Sui
(589-618 d.C.) logró reunificar China en el 589 d.C.. La importancia de la
dinastía Sui está dada por la implementación de una burocracia altamente eficaz
que rediseñó de manera eficiente las tareas administrativas y logró una mayor
facilidad en la gestión del imperio. Durante el reinado del emperador Wen y de
su hijo Yang, se completó la construcción del Gran Canal, se extendió la Gran
Muralla y se reconstruyeron algunas secciones de esta, se expandió el ejército
hasta que se convirtió en el más grande del mundo en su momento del que se
tenga registro, y se estandarizó la moneda a lo largo y ancho del reino.
La literatura floreció, y es posible que en
este período se haya desarrollado la leyenda de Hua Mulan, que trata de una
muchacha que ocupó el lugar de su padre en el ejército y salvó a su país (a
pesar de que se cree que el poema original fue redactado durante el período de
la dinastía Wei del norte, 386-535 d.C.). Infortunadamente, Wen y Yang no
estaban satisfechos con la estabilidad interna y organizaron expediciones a
gran escala en la península de Corea. Wen ya había agotado los recursos del
tesoro con sus proyectos de construcción y campañas militares, y Yang siguió
los pasos de su padre y, al igual que él, fracasó en sus campañas de conquista
militar. Yang fue asesinado en el 618 d.C., lo cual desencadenó el
levantamiento de Li Yuan, quien tomó el control del gobierno y se proclamó
emperador Gaozu de Tang (reinado: 618-626 d.C.).
La dinastía Tang
La dinastía Tang (618-907) es considerada la
‘edad de oro’ de la civilización china. Gao Tzu tuvo la sensatez de conservar y
mejorar la burocracia establecida por la dinastía Sui al mismo tiempo que se
abstuvo de realizar extravagantes operaciones militares y proyectos de
construcción. Con pequeñas modificaciones, el modelo burocrático de la dinastía
Tang sigue en uso en el Estado chino de hoy en día.
A pesar de haber sido un gobernante
eficiente, Gao Tzu fue depuesto por su hijo, Li Shimin, en el 626. Luego de
asesinar a su padre, Li Shimin mató a sus hermanos y otros miembros de la casa
real y adoptó el título de emperador Taizong (reinado: 626-649). Sin embargo,
tras el sangriento golpe de Estado, Taizong ordenó la construcción de templos
budistas en los sitios donde habían tenido lugar las batallas y dispuso que se
honrara a los caídos.
Inspirándose en los preceptos del culto a los
antepasados y del Mandato del Cielo, Taizong invocó la voluntad divina en sus
acciones y argumentó que aquellos a los que había asesinado eran ahora sus
asesores en el más allá. Debido a que demostró ser un gobernante muy eficiente
y un habilidoso guerrero y estratega militar, no encontró oposición al golpe de
Estado y pudo gobernar su vasto imperio.
Taizong continuó la política de su padre de
conservar lo bueno de la dinastía Sui y construir sobre ello; evidencia de esto
es el código legal de Taizong, que se basó en gran medida en ideas sentadas por
la dinastía Sui, pero que aportó mayor especificidad en cuanto a los delitos y
sus penas. En cambio, se apartó del modelo de política internacional de su
padre y se embarcó en una serie de campañas militares exitosas, con las cuales
logró extender y proteger el imperio al mismo tiempo que pudo difundir su
código legal y la cultura china.
Taizong fue sucedido por su hijo Gaozong
(reinado: 649-683), cuya esposa, Wu Zetian,
se convertiría en la primera (y única) monarca de China. La emperatriz Wu
Zetian (reinado: 690-704) inició una serie de medidas que mejoraron las
condiciones de vida en China y fortalecieron la posición del emperador. También
hizo uso de una fuerza policial secreta y canales de comunicación de gran
eficiencia para estar siempre un paso por delante de sus enemigos, tanto
externos como internos.
Estatuilla de cerámica esmaltada de un camello, dinastía Tang
James Blake Wiener (CC BY-NC-SA)
Floreció el comercio dentro del imperio y
también con Occidente, gracias a la Ruta de la Seda. Habiéndose ya fragmentado
del Imperio Romano de Occidente, el Imperio Bizantino pasó
a ser un comprador importante de la seda china. Durante el reinado del
emperador Xuanzong (reinado: 712-756), China era el país más extenso, más
poblado y más próspero del mundo. Debido a su gran población, era posible
reclutar ejércitos de muchos miles de soldados, lo que permitía llevar a cabo
campañas militares veloces y exitosas contra los pueblos túrquicos nómadas o
contra rebeldes internos. Durante el reinado de la dinastía Tang florecieron
las artes, la tecnología y la ciencia (aunque
se considera que el punto máximo del desarrollo de las ciencias en China se
alcanzó durante la dinastía Song, posterior a la Tang, entre los años 960 y
1234), y en este período se realizaron algunas de las más impresionantes obras
de la escultura y orfebrería chinas.
La caída de la dinastía Tang y el ascenso de la dinastía
Song
Aun así, no todos estaban conformes con el
gobierno central y las rebeliones regionales eran una preocupación constante.
La más importante de estas fue la rebelión de An Shi (también conocida como la
rebelión de An Lushan) del 755. El general An Lushan, favorito en la corte
imperial, se opuso a lo que consideraba un despilfarro excesivo en el gobierno.
Con un ejército de más de 100 000 tropas, se rebeló y se autoproclamó emperador
de acuerdo con los preceptos del Mandato del Cielo.
A pesar de que su revuelta fue sofocada en el
763, las causas subyacentes de la insurrección persistieron, y posteriores
acciones militares continuaron azotando al gobierno hasta el 779. La
consecuencia más sensible de la rebelión de An Lushan fue el drástico descenso
de la población de China. Se estima que cerca de 36 millones de personas
murieron como resultado directo de la rebelión, ya sea en batalla, en acciones
de represalia, por enfermedades o por falta de recursos.
El comercio fue perjudicado, cayó la
recaudación de impuestos, y el gobierno, que había huido de Chang’an al inicio
de la revuelta, no logró mantener una presencia significativa. La dinastía Tang
siguió sufriendo de diversas revueltas domésticas y, tras la rebelión de Huang
Chao (874-884), nunca logró recuperarse. El país quedó fragmentado, con lo cual
inició el período de las Cinco Dinastías y Diez Reinos (907-960), en el que
cada estado reclamaba para sí la legitimidad, hasta que se produjo el ascenso
de la dinastía Song (también llamada Sung).
Estudiantes chinos rindiendo el examen civil
Yu Ren, Wu Yue (Public Domain)
Con la dinastía Song, China volvió a ser
estable, y las instituciones, las leyes y las costumbres siguieron siendo
codificadas e integradas en la cultura. El neoconfucianismo se convirtió en la
corriente filosófica más popular del país y ejerció gran influencia sobre el
derecho y la costumbre, lo cual le dio a la cultura china la forma distintiva
que posee hoy en día. No obstante, a pesar de los avances en todas las áreas de
la civilización y la cultura, la lucha milenaria entre los acaudalados
terratenientes y los campesinos que labraban la tierra prosiguió durante los
siglos siguientes.
Las ocasionales revueltas campesinas que
surgieron con el tiempo fueron reprimidas con la mayor rapidez posible, pero no
se ofreció solución alguna ante los reclamos del pueblo, y las campañas
militares siguieron actuando sobre los síntomas de los conflictos en lugar de
atender a la raíz de estos. En el año 1949, Mao Zedong (también llamado Mao Tse
Tung) dirigió la revolución popular en China, derrocó al gobierno e instituyó
la República Popular China sobre la base de que todos, finalmente, pudieran
gozar de la misma riqueza.
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SUN TZU
El Arte de la Guerra, Sun
Tzu. Coelacan (CC BY-SA)
Sun Tzu, general y estratega militar chino
que vivió alrededor de los años 500 a.C., alcanzó gran renombre como autor del
tratado sobre estrategia militar titulado El arte
de la guerra, también conocido como Los
trece capítulos. Estuvo asociado de manera formal o
como fuente de inspiración a la Escuela Militar, uno de los sistemas
filosóficos que integraban las Cien escuelas de pensamiento existentes durante
el período de las Primaveras y Otoños de alrededor de los años 772 al 476
a.C., que promovía la preparación militar con el fin de mantener la paz y
el orden social.
Los historiadores y académicos debaten si en
efecto existió un individuo nombrado Sun Tzu, como también lo hacen sobre la
vida del filósofo taoísta Lao-Tse, supuesto contemporáneo del estratega en
los años 500 a.C. Sin embargo, el hecho de que la obra El arte
de la guerra exista, además de la profunda influencia que
ejerció a partir de su publicación, constituyen pruebas inobjetables de
que alguien produjo el escrito, cuya autoría se atribuye por tradición a un
personaje llamado Sun Tzu.
La historicidad de Sun Tzu debería haber
quedado confirmada por el descubrimiento de su obra en 1972 d.C., en una tumba ubicada en Linyi, provincia de
Shandong, así como por la existencia de otro Arte de
la guerra escrito por Sun Bin, al parecer
descendiente suyo fallecido en 316 a.C. Sin embargo, los especialistas que
cuestionan su autenticidad histórica consideran que estos hallazgos no
constituyen prueba definitiva de que viviera, pues afirman que el autor
de El arte de la guerra original
hubiera podido ser otro, en lugar de Sun Tzu.
Se afirma que Sun Tzu vivió, luchó, y compuso
su escrito durante el período de las Primaveras y Otoños que precedió al
período de los Reinos Combatientes que duró desde alrededor del 481 al 221 a.C.
En esa etapa la dinastía Zhou, regidora entre 1046 y 256 a.C.,
atravesaba una época de decadencia marcada por pugnas entre los estados que con
anterioridad habían sido sus aliados, que batallaban por la supremacía sobre
los demás y por el control de China.
A principios de la primera mitad del período
de las Primaveras y Otoños los métodos de guerra chinos se adherían a las
normas caballerescas, antes, durante y después de una confrontación. Sin
embargo, a medida que la era avanzaba y continuaban los combates entre los
estados, ninguno lograba aventajar a los demás debido a que cada uno adoptaba
idénticos protocolos y tácticas en sus enfrentamientos, razón por la cual
el apego a la tradición se hacía cada vez más frustrante.
La obra de Sun Tzu se proponía romper el
estancamiento en las acciones mediante la definición de una clara estrategia
capaz de emplear cualquier medio necesario para lograr victorias
decisivas. Es posible que sus conceptos derivaran de filosofías más
antiguas, o que se basaran en experiencias personales de combate. Cualquiera
fuera el caso, sus teorías se pusieron en práctica por el rey del estado Qin,
Ying Sheng (vivió 259-210 a.C.), quien concretó la filosofía de Sun Tzu en
acciones de guerra total que lo condujeron a conquistar a los demás
contrincantes y a fundar la dinastía Qin, que rigió China desde el 221
a.C. hasta el 206 a.C. Sheng se adjudicó el trono como primer emperador bajo el
nombre de Shi Huangdi y reinó durante 11 años, desde el 221 hasta el 210
a.C. Desde entonces la obra de Sun Tzu ha sido objeto de consulta por
personalidades militares, estrategas de negocios y personas de todas las
clases sociales y ocupaciones, las cuales le han atribuido un alto valor a las
enseñanzas que proporciona sobre la manera de lograr metas personales.
Acerca de la historicidad de Sun Tzu
Las dificultades que se confrontan para
determinar si Sun Tzu existió se deben a la época en que se supone que vivió y
escribió su obra. Durante el período de las Primaveras y Otoños y la etapa
que le sucedió, el período de los Reinos Combatientes, imperaba el caos como
consecuencia del deterioro de la autoridad de la dinastía Zhou, y de los
incesantes conflictos entre los estados que la habían apoyado y defendido.
La incesante confusión de la era, así como la
posterior destrucción de diversas obras por voluntad de la dinastía Qin,
resultó en la pérdida de numerosos archivos de importancia. No obstante,
es válido suponer que algún general que entonces contara con una reputación al
menos parecida a la de Sun Tzu pueda haber vivido, prestado servicio, y
abogado a favor de la política de guerra total, inspirado en el objetivo de dar
fin al conflicto de los reinos combatientes y establecer la paz.
Guerrero de terracota chino
glancs (CC BY)
Para Sun Tzu la guerra era una extensión de
la política que debía proseguirse en interés de lograr el bien común para
todos, incluidos el conquistador y el conquistado. No obstante, para que
la guerra pueda definirse como un evento distinto a un insensato desperdicio de
vidas y recursos, se necesita ganar. El académico Samuel B.
Griffith, expresa:
La guerra, una parte integral del ejercicio
de la política de fuerza de la época, se había convertido «en cuestión de vital
importancia para el estado; en asunto de vida o muerte, en camino a la
supervivencia o a la ruina». Para conducirla con éxito se requería una
teoría que tratara de manera coherente la táctica y la estrategia, y una
doctrina práctica que rigiera la inteligencia militar, el planeamiento, la
dirección, la operación y los procedimientos administrativos. El
autor de Los trece
capítulos fue el
primer hombre capaz de proporcionar una teoría y una doctrina
así. (Griffith, 44)
La polémica acerca de la identidad de Sun Tzu
no ha concluido. Su historicidad se sustenta en dos trabajos
medulares: Anales de primavera y otoño,
los archivos estatales de la dinastía Zhou de entre los años 722 al 481 a.C.,
y Recuerdos del gran historiador, de
alrededor del 94 a.C., escritos por el cronista de la dinastía Han nombrado
Sima Qian, quien vivió desde el 145 o 135 hasta el 86 a.C. Ambas obras han
sido objeto de críticas por parte de los historiadores, por presentar
inexactitudes y posibles fusiones de eventos diferentes. El argumento que
impugna la historicidad de Sun Tzu plantea que de haber existido una mente militar
de tanto ingenio, se habría escrito un número mucho mayor de artículos sobre el
tema, en lugar de las pocas referencias que se han identificado. Sin
embargo, la afirmación resulta contradictoria debido a que numerosas menciones
contenidas en ambos textos se aceptan, a pesar de que son tratadas con igual
brevedad. El académico Robert Eno comenta:
Anales de primavera y otoño… es una obra breve, poco informativa e
inconsistente respecto a los eventos que elige describir. La lectura de un
párrafo típico arrojaría: «Otoño; octavo mes; langostas». (1)
Sobre la base de la observación de Eno
pudiera considerarse válida la afirmación de los opositores de la autenticidad
histórica de Sun Tzu, pero debe concederse que Anales, que
según su opinión debería incluir relatos más extensos de su vida, no incluye
narraciones amplias de figuras o sucesos que sí tuvieron importancia. En
el caso de Recuerdos, Sima Qian
dedica mayor tiempo a las biografías de personalidades que a juicio suyo habían
sido tratados de manera inicua por la historia, razón por la cual no
dedica mucho espacio a Sun Tzu, de quien puede suponerse que hubiera sido bien
conocido del público de sus días, y cuya reputación estaba garantizada.
Sima Qian
ZazaPress (CC BY-NC-SA)
En adición a la breve mención que se hace de
Sun Tzu en los Recuerdos del gran historiador,
los académicos afirman que la descripción que la obra hace de las dinastías Xia
y Shang es en general fantasiosa, por lo que la califican de poco
confiable a los efectos de establecer la historicidad de Sun Tzu. Aunque
en algún momento tal aseveración pudiera haberse considerado válida, las
excavaciones arqueológicas llevadas a cabo durante el siglo XX d.C. han descubierto
pruebas concretas que apoyan las aseveraciones de Sima Qian respecto a los
Shang, y puede también que respecto a los Xia. De hecho, en su mayor
parte los Recuerdos resultan
exactos, lo cual incluiría la sección relacionada con Sun Tzu.
Otro obstáculo a considerar es que el nombre
por el cual se conoce al estratega no constituye un apelativo personal, sino un
título que se traduce como El Maestro. A causa de
que El arte de la guerra hace
repetido uso de la frase, «Sun Tzu dijo…» al introducir sus preceptos, se ha
propuesto que un gran genio militar de nombre desconocido inspiró la
obra, que se recogió por escrito para dejar constancia de sus
estrategias. También se ha sugerido que el texto pudiera haber sido
compuesto por un estudiante de la Escuela Militar con el objetivo de dejar
registrada la visión fundamental del pensamiento de ese colegio, relativo a que
la victoria en la guerra asegura la paz.
Historicidad e influencia
Los académicos que sostienen la naturaleza
histórica de Sun Tzu resaltan su rol en la victoria de la batalla de Boju de
506 a.C. como prueba de su afirmación. Las fuentes que mencionan a Sun Tzu
aseveran que prestó servicio al rey Ho Lu, o Helu, de los Wu, cuyo reinado se
extendió desde el 515 hasta el 496 a.C., y que participó en las guerras
entre Wu y Chu acaecidas entre el 512 y el 506 a.C. La historia asevera que Ho
Lu, antes de designar a Sun Tzu como líder, para comprobar su capacidad y
comprometimiento, le ordenó que impartiera entrenamiento militar a sus 180
concubinas. Sun Tzu dividió el harén en dos compañías, escogió dos de las
favoritas del rey y puso a cada una a cargo de una compañía. Su primera
acción fue ordenarles que dirigieran sus vistas a la derecha, lo que motivó la
risa de las mujeres, que no asumían la seriedad del ejercicio. Sun Tzu
repitió la voz de mando, pero de nuevo escuchó nerviosas risas. Acto
seguido ejecutó a sus dos «comandantas» y las reemplazó. A partir de ese
instante las mujeres obedecieron sus órdenes sin vacilar, y en consecuencia, Ho
Lu contrató a Sun Tzu como general.
El relato se ha considerado ficción al menos
desde el siglo XI d.C., a partir del momento en que el estudioso de la dinastía
Sung, Yeh Cheng Tse, cuestionó por primera vez la existencia de Sun
Tzu, lo cual no ha impedido que se repita como un hecho real hasta la
actualidad. Aunque nunca hubiera ocurrido, el relato ilustra el compromiso
de Sun Tzu con su premisa de vencer a cualquier precio, cuestión que comenzaba
con la disciplina de las tropas.
Ejército chino en marcha
The Creative Assembly (Copyright)
Según Sima Qian la historia tendría que
aceptarse en su forma original por concordar con el concepto de disciplina
defendido por Sun Tzu, como demuestra la victoria de los Wu en Boju. La
victoria de Boju se debió tanto a la disciplina de las tropas como a la
estrategia empleada. Se dice que Sun Tzu dirigió las fuerzas de Wu junto
al rey Ho Lu y a Fugai, hermano de Ho Lu, y que derrotó las fuerzas de Chu
mediante el empleo de sus tácticas. El arte
de la guerra describe la estrategia óptima:
Aunque según mi cálculo, los soldados de Chu
exceden a los nuestros en número, esto no les proporcionará ventaja alguna para
obtener la victoria. Yo digo, pues, que la victoria puede
alcanzarse. Aunque el enemigo sea más fuerte en número, podemos impedirle
que luche. Planear para descubrir sus planes y posibilidades de
éxito. Provocarlo de modo de poder conocer los principios de su actividad
o inactividad. Forzarlo a revelarse, para averiguar sus puntos
vulnerables. Comparar de manera minuciosa el ejército opuesto con el
propio, para conocer dónde sus fuerzas son superabundantes y dónde son
deficientes. Al tomar decisiones tácticas, la mayor ventaja a lograr es
que queden ocultas; oculta tus disposiciones, y estarás a salvo de las
averiguaciones de los más sutiles espías, de las maquinaciones de los más
sabios cerebros. La manera en que puede producirse la victoria sobre ellos
proviene de las propias tácticas del enemigo, esto es lo que la multitud no
puede comprender. (6.21-26)
En Boju las fuerzas de Chu eran superiores en
número a las de Wu. El rey Ho Lu dudó si debía atacar, aunque ambos
ejércitos estaban formados en el campo. Fugai pidió que se diera la orden
de atacar, pero Ho Lu rehusó hacerlo. Fugai decidió entonces actuar por su
cuenta, y de conformidad con los consejos estratégicos de Sun Tzu, mandó a
avanzar. Las tropas hubieran vacilado y esperado las órdenes del rey de no
haber estado bien disciplinadas, pero aconteció que obedecieron a su
comandante. El acatamiento del mandato permitió a Fugai expulsar al
enemigo del campo de batalla, perseguirlo, y derrotarlo repetidas veces en
cinco enfrentamientos posteriores, hasta lograr la captura de la capital Chu de
los Ying.
El coraje y la fe de Fugai en los preceptos
de Sun Tzu fueron los factores determinantes de su éxito en las guerras entre
Wu y Chu. Las informaciones recogidas por los espías de Fugai le
permitieron conocer que las tropas del general enemigo, Nang Wa, lo detestaban,
y que no tenían voluntad de pelear. Al poner en práctica el consejo de Sun
Tzu y «forzarlos a que se revelen… y hallar sus puntos vulnerables», pudo
comparar su ejército con el de Nang Wa y hallarlo suficiente para lograr los
fines que perseguía. Obtuvo la victoria por haber comprendido las tácticas
del enemigo y por rechazar adherirse a las normas de guerra vigentes en la
época, como había instruido Sun Tzu. Impidió la retirada del enemigo a un
lugar seguro, dividió las fuerzas contrarias mientras intentaban vencer la
corriente del río Qingfa para cruzarlo, paralizó su movilización y el
reagrupamiento de sus líneas, y más tarde los atacó mientras comían.
Guerra total e influencia taoísta
La victoria de Fugai en Boju hubiera
resultado imposible antes de Sun Tzu. Como se ha dicho arriba, los métodos
de guerra chinos prevalecientes durante los primeros años del período de las
Primaveras y Otoños se conceptuaban como una especie de deporte de los nobles
aristócratas, en que primaba la caballerosidad y el total cumplimiento de
las reglas, esquema que Sun Tzu cambió por completo. Griffith comenta:
En la antigua China la guerra se consideraba una
competencia caballeresca, regida por un código al que por lo general ambas
partes se adherían. Existen numerosas ilustraciones sobre el particular…
Por ejemplo, en el 632 a.C. el comandante Chin, tras derrotar a los Ch'u en
Ch'eng P'u, entregó alimentos suficientes para tres días al enemigo
derrotado. La cortesía fue más adelante reciprocada por un ejército Ch'u
que resultó victorioso en Pi. Alrededor de la época en que se
escribió El arte de la
guerra tales normas
habían quedado abandonadas desde hacía largo tiempo. (Griffith, 23)
Sun Tzu cambió los protocolos al aplicar
principios taoístas a la metodología de guerra y rechazar considerarla un
deporte. El arte de la guerra declara:
En la guerra, pues, permita que su objetivo
mayor sea la victoria, no las campañas prolongadas. De esta forma debe
entenderse que el líder de los ejércitos es un árbitro de los destinos de las
gentes, el hombre de quien depende que en la nación haya paz o se encuentre en
peligro. (2.19-20)
Sun Tzu no desplegaba paciencia alguna respecto
a los prolongados juegos con los que los generales se recreaban. Una vez
que las hostilidades hacían erupción la prioridad radicaba en derrotar al
enemigo, no en deleitarse en la práctica de una caballerosidad que no hacía más
que prolongar el conflicto y costar más vidas. El académico John M. Koller
comenta acerca de la manera en que el taoísmo influyó en los conceptos de El arte
de la guerra.
El taoísmo proporciona una forma de vivir con
propiedad mediante la realización de lo natural, no por la adopción de las
convenciones de la sociedad. En consecuencia, el taoísmo no pone énfasis
en el cultivo de la virtud y el desarrollo de las relaciones humanas, como hace
el confucianismo, sino que refuerza el vivir en
espontánea desenvoltura por medio de una actuación que esté de acuerdo con la
naturaleza de las cosas. (243)
Los escritos de Sun Tzu explican que «vivir
en espontánea desenvoltura» implica hacer constante énfasis en alcanzar la
victoria de manera natural, al mismo tiempo que se rechaza cumplir con la
sabiduría convencional de la época respecto a los enfrentamientos
militares. Koller amplía al escribir que la gran obra taoísta Tao Te
Ching «refleja el horror a la guerra y un
profundo deseo de paz» (244), cuestión que también expresa la obra de Sun
Tzu, al proponer que la mejor forma de lograr la paz es mediante una
rápida victoria, o mejor aún, mediante la derrota del enemigo antes de que la
guerra empiece siquiera.
Puerta de las torres, Chang 'an
Unknown Artist (Public Domain)
Sun Tzu manifiesta que «la suprema excelencia
no radica en pelear y vencer en todas las batallas que libramos; la suprema
excelencia consiste en romper la resistencia del enemigo sin pelear»
(2.2). Su estrategia fundacional, presente en todos sus escritos, puede
hallarse en las siguientes sentencias del Tao Te
Ching:
Cede y vence
Sé flexible para ser recto
Vacíate y te llenarás. (Verso 22)
Al adaptarnos a la situación que
confrontamos, en lugar de aferrarnos a como creemos que
deben ser las cosas, podemos reconocer la fluidez de las condiciones y actuar
sobre ellas de manera decisiva.
Sun Tzu y el surgimiento de las dinastías
Aunque al parecer la obra de Sun Tzu era
conocida durante el período de los Reinos Combatientes, sus preceptos no se
emplearon hasta que se instituyeron una serie de reformas con Shang
Yang, estadista de la dinastía Qin fallecido en 338 a.C. que debió haber
conocido la obra. En consonancia con la visión de Sun Tzu, Shang abogaba a
favor de la guerra total en vez de adherirse a los antiguos códigos de caballería. Todas
las reformas de Shang fueron puestas en práctica por Ying Zheng, rey Qin que
entre los años 230 y 221 a.C. conquistó los demás estados, unificó a China
bajo su mandato con el nombre de Shi Huangdi, y fundó la dinastía Qin, primera
casa imperial de China.
Tras el colapso de la dinastía Qin entre 206
y 202 a.C. los principales contendientes enfrascados en la lucha por gobernar
China, Liu Ban, de la dinastía Han, de alrededor del período 256-195 a.C. y
Xian Yu, de la Chu (v. 232-202 a.C.), continuaron empleando los principios
de Sun Tzu en los combates que sostuvieron. Las estrategias que condujeron
a la victoria decisiva de los Han en la batalla de Gaixia en el 202 a.C.,
siguieron en muchos aspectos la ideología de El arte
de la guerra. Su influencia se hizo más notable en los
constantes ataques que el general Han, de nombre Xin (231-196 a.C.), lanzaba
contra Xiang Yu. Las tropas de Han Xin hacían caso omiso de las antiguas
normas guerreras, lo cual se ejemplifica en el hecho de que, durante su avance
contra los Chu, entonaban canciones tradicionales del enemigo con el objetivo
de desmoralizar sus fuerzas.
La batalla de Gaixia condujo al surgimiento
de la dinastía Han, que mantuvo el poder desde el 202 a.C. hasta el 220 d.C.
Durante su dominio revivió la anterior cultura de la dinastía Zhou, e
impulsó el desarrollo, que abarcó, entre otras cuestiones, la invención del
papel, el refinamiento de la pólvora, y el registro de hechos históricos;
abrió la Ruta de la Seda en 130
a.C., y comenzó el comercio a escala mundial. La dinastía Han estableció
el patrón a seguir por todas las que le sucederían, por lo que podría
argumentarse que El arte de la guerra constituyó
el texto fundacional sobre el que se erigieron las dinastías imperiales que
gobernarían China hasta 1912 d.C.
Conclusión
Se conoce que Cao Cao (155-220 d.C.), uno de
los líderes guerreros que intentó apoderarse del trono durante los tiempos en
que la dinastía Han se encontraba en decadencia, consultó El arte
de la guerra. Cao Cao redactó comentarios sobre la obra,
con lo cual dejó constancia de su importancia para la época, La derrota de
Cao Cao en la batalla de los acantilados rojos en 208 d.C. originó la división
y establecimiento de tres regencias separadas que existieron entre 220 y 280
a.C. en el denominado período de los Tres Reinos, todos dirigidos por
generales que con anterioridad habían utilizado las obras de Sun Tzu. No
existe duda en cuanto a que desde el 291 hasta el 306 a.C., durante el Período
de la guerra de los ocho príncipes, los nobles involucrados en la pugna
conocían el tratado de Sun Tzu y que en las mutuas batallas que libraban
actuaban conforme a sus preceptos.
El arte de la guerra continuó
consultándose a lo largo de la historia china y a la postre llegó a
considerarse uno de los clásicos de obligada lectura. Desde China la obra
se difundió por todo el mundo, y en la actualidad se encuentra entre las más
vendidas de todos los tiempos. La máxima de Sun Tzu, que afirma que «Toda
guerra se basa en la decepción» (1.18), se cita como elemento esencial de
cualquier campaña militar, aplicable por igual a transacciones de negocio,
procedimientos legales, y campañas políticas.
El texto, traducido a casi todas las lenguas
del mundo, ha crecido en popularidad y se emplea tanto por los cuerpos
militares, como por estrategas de negocio, consejeros
políticos, consultores personales y otros especialistas que apoyan a
incontables personas en sus asuntos financieros o privados. La existencia
de Sun Tzu como individuo, real o imaginaria, ha cesado de tener verdadera
importancia, puesto que la obra que lleva su nombre lo hecho inmortal.
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