1921. La
Primera Bandera del Tercio de Extranjeros, que manda el Comandante Francisco
Franco, acude al socorro de Melilla tras el desastre de Annual. Memoria y Pedagogía.
1921. El
Comandante Francisco Franco al frente de la I bandera del Tercio de Extranjeros
El 17 de julio de 1921, mientras que en La Coruña se celebraba una
novillada a beneficio del Patronato de la Caridad, con un cartel compuesto por
Mariano Montes, Joselito Martin y José Ramírez “Gaonita”, que lidiaron novillos
Carreros, a cientos de kilómetros de la plaza de toros coruñesa, el antiguo
funcionario de la Administración de España en la oficina de Asuntos Indígenas,
el cabecilla Abd El Krim atacaba, al frente de las belicosas kábilas de
Beniurraguel y Tensaman, todas las líneas españolas del Protectorado del norte
de África, en lo que se conocería como el desastre de Annual. El primer trágico
episodio fue Igueriben, una posición guarnecida por 350 hombres bajo el mando
del heroico Comandante Julio Benítez. La posición caería en manos marroquíes
cinco días después, el 22, a pesar del esfuerzo titánico de las tropas de
refuerzo españolas que son incapaces de auxiliar a Benítez y a sus bravísimos
soldados.
Ese día en Annual, donde se halla el campamento español, se concentran
alrededor de cinco mil hombres con una moral hecha añicos por el episodio de
Igueriben. Sobre ellos van a caer más de dieciséis mil rifeños ávidos de
sangre. El general Fernández Silvestre que mandaba las tropas españolas
decide evacuar Annual y replegarse hacia Dar Drius, una posición que reunía
condiciones suficientes para albergar gran cantidad de tropas y que poseía un
magnífico abastecimiento de agua. La retirada se inició a las 11:00
horas, partiendo dos convoyes, uno para retirar los mulos con la impedimenta y
otro para el grueso de la tropa, los heridos y el armamento pesado. Pero para
entonces las alturas del norte, que dominaban los caminos de huida ya habían
sido tomadas por los moros. La gran mayoría de los policías indígenas que las
defendían se pasaron a los rifeños, matando a sus oficiales españoles. De modo
que cuando las tropas españolas abandonaron el campamento, comenzaron a recibir
disparos desde todos los lugares, sin que nadie cubriera su retirada. Los
hombres trataron de ponerse a cubierto de las balas corriendo hacia delante.
Los carros, el material y los heridos fueron abandonados, escapando muchos
oficiales ajenos a su deber y la retirada ordenada no tardó en convertirse en
una desbandada general bajo el nutrido fuego de los rifeños.
Algunos oficiales y unidades mantuvieron la calma y lograron ponerse a
salvo con un número de bajas relativamente pequeño, pero, en su inmensa
mayoría, los soldados salieron a la carrera y en completo desorden. El desastre
pudo haber sido mayor si los Regulares al mando del comandante Llamas no
hubiesen resistido en las alturas del sur. Ello dio tiempo a los huidos para
pasar por el angosto paso de Izumar, evitando así una muerte segura a manos de
los kabileños. Los Regulares se replegaron por escalones, retrocediendo monte a
través en paralelo a la carretera, sin mezclarse con la riada de soldados en
fuga. Silvestre, que aún estaba en el campamento cuando comenzó el desastre,
murió en circunstancias no esclarecidas, y sus restos nunca fueron encontrados.
En el desastre cayeron más de 4000 españoles e indígenas ocupantes de las
posiciones cercanas a Anual. Casi 500 soldados fueron hechos prisioneros
de los que casi 200 fueron asesinados.
1921.
Desastre de Annual. Cadáveres de soldados españoles.
Las pocas fuerzas que pudieron salir vivas, bajo el mando del general
Navarro, segundo jefe de la Comandancia de Melilla, retrocedieron hacia Dar Drius.
Desmoralizados y exhaustos, se replegaron como pudieron. Al llegar al río
Igan, se produjo una nueva huida de oficiales, seguida de la estampida de sus
tropas. En medio de aquella desbandada, el Regimiento de Caballería «Cazadores
de Alcántara», número 14, mandado por el teniente coronel Fernando Primo de
Rivera y Orbaneja, hermano del general Miguel Primo de Rivera, que se
convertiría en 1923 en presidente del Gobierno de la Nación, trató de proteger
la retirada, enfrentándose a las oleadas de indígenas, primero con sus
ametralladoras y después con sucesivas cargas de caballería, la última heroica
al paso de sus caballos. Su sacrificio fue enorme, pues de los 691 jinetes que
lo componían, 471 murieron, lo que supuso un 80 por ciento de bajas.
Gracias a su brillante acción muchos soldados que huían pudieron ponerse a
salvo. El teniente coronel Primo de Rivera recibió a título individual la Cruz
Laureada de San Fernando, la máxima condecoración militar española, y en 2012,
de forma inexplicablemente tardía, el Consejo de Ministros concedió la
Laureada Colectiva al Regimiento, siendo entregada por el Rey Juan Carlos I de
España el 1 de octubre de ese mismo maño.
Los harkeños de Abd-el-Krim, rebasaron Monte Arruit y se dirigieron
hacia Melilla que quedaría desamparada y a merced del enemigo, con tan solo
1800 hombres para su defensa.
Inmediatamente se organizó una columna de socorro para auxilio de
Melilla. Una de las unidades elegidas para tal fin es el Tercio de Extranjeros,
que es movilizado con urgencia. La primera bandera del Comandante Franco,
reforzada por la 4ª compañía de la II Bandera, la III bandera legionaria al
mando del Comandante Candeira Sestelo y el Grupo de Fuerzas
Regulares de Ceuta nº 3 del Teniente Coronel González Tablas, se encontraban en
ese momento en el campamento de Rokba El Gozal. Al recibir la noticia de que
Melilla se encontraba en un incierto y gran peligro, el General Álvarez del
Manzano, ordena al Teniente Coronel Millán Astray, que de inmediato ordene la
salida de una Bandera que se dirija hacia el Fondak de Ain Yedida-Tetuán, vía
Ceuta.
El fundador de la Legión comunica a su lugarteniente el Comandante
Franco la orden recibida sin poderle dar más explicaciones, pues desconoce lo
que está sucediendo. En su obra “La Legión” dejó
escrito: “Como no sabemos para qué es ni adónde va, sortead entre
vosotros qué bandera acude. Lo mismo podéis ir a una empresa guerrera que a
guarnecer preventivamente cualquier puesto de retaguardia”.
Así se hará. El sorteo favorecerá al Comandante Franco con su I Bandera,
reforzada por la 4ª compañía de la II Bandera, que marcharan a esa misión
desconocida. Precisamente esa II Bandera del comandante, Carlos Rodríguez
Fontanes, llegará también a Ceuta desde El Zoco de Beni Aros, donde se hallaba
operando.
Teniente
Coronel José Millán Astray junto al Comandante Francisco Franco Bahamonde
El Comandante Franco, en su magnífica obra “Diario de una
Bandera” escrita de forma admirable y excelente estilo literario,
escribiría: “Un misterio inexplicable rodea nuestra salida. Nadie sabe
adónde nos encaminamos. Unos creen que se trata de efectuar una operación en
Benider, otros que vamos nuevamente a las costas de Gomara; yo, sin saber por
qué, pienso en Melilla. Hace días que se dijo en el campamento que las cosas no
iban allí muy bien; pero lo cierto es que nadie sabía nada.
La marcha fue dividida en dos jornadas; a mitad del camino descansaremos
en unos bosques próximos a Al-Yhudi en que el río nos facilitará la aguada y
podrá bañarse la tropa. La marcha se lleva descansada con altos frecuentes que
nos permiten llegar, ya avanzada la mañana, al lugar señalado para el reposo;
bajo los árboles se condimentan los ranchos en caliente; los legionarios se
bañan y después de una pequeña siesta sale la Bandera, a las tres, camino del
Fondak. La falta de guías hace que nuestra vanguardia tome por la pista y es ya
anochecido y el Fondak no se ve. Un auto ligero pasa y nos explica que llevamos
el camino largo de la pista y que aún tenemos varias horas de marcha. Nos
tenemos que resignar a seguir el largo camino. Acortamos el aire de marcha; los
descansos son más frecuentes y por fin vemos a lo lejos la luz del Fondak.
Hacia ella caminamos sin llegar. Parece la lucecita de los cuentos infantiles
que siempre se aleja. La cuesta se hace interminable. El viento sopla de cara
en forma huracanada y son las once de la noche cuando llegamos a los muros del
Fondak”.
Han realizado la primera etapa de aquella misteriosa operación en 17
horas. El Comandante Franco continúa su relato: “La tropa, rendida,
permanece sentada a los costados de la carretera; la jornada ha sido terrible y
necesita largo reposo; después de mil vueltas aparece el oficial que se
adelantó con las cocinas y el convoy; los ranchos todavía tienen que condimentarse
y, en la posición, las tiendas nos esperan sin armar; no las utilizamos; la
tropa vivaquea y a los pocos momentos duerme tendida en las cunetas.
Durante la noche, el teléfono suena persistentemente: es preciso seguir
a Tetuán, llegar al amanecer, (No es posible! La gente no puede más y necesita
descanso, se quedaría media Bandera reventada en el camino. Llegaré lo antes
posible; a las diez de la mañana estaré en Tetuán.
A las tres y media se toca diana, hay que despertar uno por uno a los
soldados que, rendidos, permanecen sordos a la corneta y antes de amanecer
descendemos por el desfiladero. Nos han comunicado que vamos a Melilla, pero
ignoramos lo sucedido. Pensamos sólo en una intensificación de las operaciones
en aquella zona y que nos lleven como refuerzo. Oficiales y tropa marchan
contentos olvidando los kilómetros que llevan de recorrido y a las diez menos
cuarto desfilan los legionarios por las calles de Tetuán. Al formar la tropa en
la entrada de la ciudad, un paisano nos da la terrible noticia: En Melilla
ocurrió un desastre y el General Silvestre se ha suicidado. Nuestra indignación
es grande al oír estas palabras y obligamos a callar al caballero, que dando
explicaciones se aleja, asegurando que se lo han dicho la noche anterior en el
Casino Militar de Ceuta”.
1921.
Legionarios de la I Bandera del Comandante Franco en su histórica marcha en
socorro de Melilla, en un momento de descanso
Refiere el Teniente Coronel Millán Astray en su mencionado libro “La
Legión”, la llegada a Ceuta: “Apenas habíamos andado unos pasos,
encontramos al heroico General Sanjurjo que nos dice: «Salimos con una columna
de socorro a Melilla; venís: Santiago y los Legionarios con dos Banderas, una
batería, ingenieros y transportes de Intendencia… Silvestre se ha suicidado».
“¡En socorro de Melilla! ¡En socorro! Era el fundamento de nuestro credo
legionario. ¡El espíritu de compañerismo, el espíritu de amistad, el espíritu
de unión y socorro, el espíritu de acudir al fuego, el espíritu de combate!
¡Había sonado la hora de la prueba!”
“Franco llegó a Ceuta con su Bandera, después de dos jornadas
inenarrables por su resistencia. Nada les detuvo. En Tetuán, a su paso,
supieron la verdad de la catástrofe. Aquella noticia fue el estimulante para
llegar; nadie miró los kilómetros, ni pensó en el descanso. Había que llegar a
Ceuta para embarcar… ¡Llamaban a la Legión! Fontanés acudió igualmente con su 2ª
bandera desde el Zoko de Beni-Arós, sin dar respiro a los legionarios”.
En Ceuta, el propio Millán Astray se dirigirá a ellos con una vibrante
arenga: “¡Legionarios! Melilla nos llama a su socorro. Ha llegado la
hora de los legionarios. La situación allá es grave; quizá en esta empresa
tengamos todos que morir. ¡Legionarios! Si alguno no quiere venir con nosotros,
que salga de la fila, que se marche, queda licenciado ahora mismo.
¡Legionarios! Ahora jurad: ¿Juráis todos morir si es preciso en socorro de Melilla? La
respuesta fue unánime. “Si”. Con el gorro en la mano izquierda y en
alto se dieron las tres voces reglamentarias de la Legión Española: ¡Viva
España! ¡Viva el Rey! ¡Viva La Legión!
1921.
Tropas Legionarias en su llegada Melilla
Sin perder tiempo, pues el socorro a Melilla es fundamental y
prioritario, los Legionarios embarcan en el vapor “Ciudad de Cádiz”, entonando
“La Madelón”, saliendo de Ceuta a las ocho de la tarde, a toda máquina, tras
formar en el puerto y escuchar la Marcha Real.
El Comandante Franco dejara en su “Diario de una Bandera” el
siguiente testimonio del embarque de la Legión hacia Melilla: “Por
Ceuta pasamos rápidos; sólo nos detenemos el tiempo necesario para reparar las
pequeñas faltas, consecuencia del período activo de operaciones y para dar
tiempo al embarque el material y ganado; y al atardecer, con unos aires
españoles, desfilamos por la población camino del puerto, donde nos espera el
Ciudad de Cádiz”.
“Las noticias que recibimos antes de la salida son muy pocas. Se sabe
que ha habido un gran desastre, que del General Silvestre no se tienen noticias
y que el General Navarro organiza la retirada; (Ya no se supo más! La música
toca la Marcha de Infantes, el Comandante General llega y con emoción
escuchamos las palabras y cariñosos consejos del veterano soldado, y
estrechando nuestras manos se despide el ilustre General, a quien tanta
gratitud debe nuestra Legión.
El General Sanjurjo viene con nosotros como Jefe de la expedición, pues
aquella noche han de embarcar también para Melilla dos tabores de Regulares de
Ceuta y tres baterías de montaña con abundantes pertrechos.
La sirena del barco anuncia la salida, las músicas lanzan al aire las
notas de sus himnos, los soldados, entusiasmados, cantan y los vivas a España
se pierden al alejarse el barco había Melilla. Por fin
llega para nuestros soldados el descanso tan necesario. Llevaban dos noches sin
dormir apenas y en día y medio habían recorrido más de cien kilómetros”.
Su llegada a Melilla será inenarrable. Al mando del General Sanjurjo,
Millán-Astray y Franco, 32 jefes y oficiales y 841 legionarios, bajan del barco
cantando y desfilando.
EL Comandante Franco así lo relata en su “Diario”: La
muralla del puerto aparece llena de gente; la ciudad alta se ve también
coronada de pequeños puntos blancos. Ya se distinguen las figuras; una nube de
pañuelos se agita al aire como aleteo de palomas blancas, y conforme el barco
se acerca vemos claramente la aglomeración de la muchedumbre.
Una sección de carabineros y una música se encuentran en el
desembarcadero. Un oficial joven, con una banderita española, parece dirigir
una agrupación de paisanos, y la música bate marcha. Los legionarios, que desde
que se ve la ciudad están sobre cubierta, audaces han trepado a los palos del
buque y otros en los cabos y escalas aparecen encaramados como grandes racimos.
Las banderas y banderines se agitan en lo alto; nuestra música entona la
“Madelón” y los legionarios cantan poniendo toda el alma en la canción.
Una gasolinera se acerca al barco; sube un ayudante del Alto Comisario y
nos da la terrible noticia: De la Comandancia General de Melilla no
queda nada; el Ejército, derrotado; la plaza abierta y la ciudad loca, presa
del pánico; de la columna de Navarro no se tienen noticias, hace falta levantar
la moral del pueblo, traerle confianza que le falta y todas las fantasías serán
pocas
El dolor nubla nuestros ojos, pero hay que reír, que cantar las
canciones brotan y entre vivas a España el pueblo aplaude loco, frenético,
nuestra entrada. Jamás impresión más intensa embargó nuestros corazones; a la
emoción dolorosa del desastre se une la impresión de la emoción del pueblo
traducida en vítores y aplausos. El corazón sangra, pero los legionarios cantan
y en el pueblo renace la esperanza muerta.
El Teniente Coronel, subido en la borda del barco, saluda al pueblo de
Melilla y le dice con palabras vibrantes y entusiastas que les llevamos la
tranquilidad perdida, que allí está el heroico Sanjurjo que es la mejor
garantía de éxito de la empresa, y sus palabras se acogen con clamorosas
ovaciones, los vivas se suceden y el pueblo se desborda en entusiasmo.
Una vez desembarcados, las Banderas forman en la explanada del puerto.
Millán Astray se dirige a la población: “Melillenses os saludamos. Es
la Legión que viene a salvaros; nada temáis, nuestras vidas os lo garantizan.
Manda la expedición el más bravo y heroico general del Ejecito español: el
general Sanjurjo. Vienen detrás de nosotros los Regulares de Ceuta con el
laureado teniente coronel González Tablas y artillería de montaña, ingenieros y
fuerzas de intendencia. ¡Melillenses!; los legionarios y todos, venimos
dispuestos a morir por vosotros. Ya no hay peligro ¡Viva España! ¡Viva el Rey!
¡Viva Melilla!
1921.
Tropas del Tercio desfilan por las calles de Melilla
Aquel grandioso recibimiento, por parte de la población- era la primera
vez en que el Tercio llegaba a Melilla- Franco lo recuerda así en su ya
referido “Diario de una Bandera”: “En el mayor silencio
desembarcan los legionarios, y con la música y Banderas en cabeza, desfilan los
peludos de Beni Aros y en columna concentrada recorren el pueblo entre los
vítores de la muchedumbre. Los balcones se llenan, los aplausos se repiten y
las mujeres lloran abrazando a los legionarios.
Al paso de las Banderas se escuchan mil comentarios: Ahí va Millán
Astray, miradlo qué joven. Estos son soldados; qué negros y qué peludos vienen.
Mirad a los oficiales, qué descuidados, con sus trajes descoloridos; huelen a
guerra. (Estos nos vengarán!
Una madre, llorando, pide que le busquen a un hijo que tiene en el
campo, y al paso por los barrios se desborda el entusiasmo popular, cigarros,
frutas, refrescos, todo es para los legionarios”
Tan terrible derrota costó a España más de 13.363 muertos (10.973
españoles y 2.390 indígenas), por sólo 1.000 rifeños. A las pérdidas humanas se
añadieron las de material militar (20.000 fusiles, 400 ametralladoras, 129
cañones, aparte de municiones y pertrechos) y la destrucción de las
infraestructuras (líneas férreas y telegráficas, hospitales, escuelas,
cultivos,) construidas con el dinero y el esfuerzo español a lo largo de 12
años.
Sin embargo aquella hazaña sin precedentes de la I Bandera del Tercio,
al mando de su Comandante Francisco Franco, logró que Melilla no cayera en
manos del enemigo rifeño. El nombre de Francisco Franco Bahamonde
comenzaba a esculpirse con letras de oro, sangre y excelso valor en la historia
de España.
Los legionarios entrarán en combate y poco a poco, recuperarán las
posiciones perdidas. Melilla se ha salvado. Cuando entraron en Monte
Arruit el panorama fue dantesco. Cientos de cadáveres sin enterrar,
torturados, muchos sin cabeza, sin brazos, sin piernas, atados con las propias
tripas. Habría que enterrar con rabia y dolor contenido, pero con aires de venganza,
a más de tres mil compatriotas.
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