jueves, 29 de mayo de 2025

 

Génesis y Desarrollo

Del

Capitalismo en México

"La Formación del Capitalismo en México"

 

El proletariado es la primera clase en la historia

de la humanidad que no puede triunfar sin el

entendimiento científico de las condiciones de su

lucha, es decir, de la totalidad de la sociedad en

 que vive, de su origen, sus contradicciones y su

tendencia histórica.

 

PAUL KIRCHHOFF

 

LA ACUMULACIÓN ORIGINARIA Y EL ORDEN POLÍTICO LIBERAL

         Las dos décadas que van de 1855 a 1875 son de vital importancia como antecedente para la implantación del capitalismo industrial en México. En este período tuvo lugar un torbellino social de luchas en medio de las que se consolidaron transformaciones políticas que venían efectuándose desde décadas atrás. Se iniciaron grandes cambios agrarios correspondientes al proceso de expoliación característica de la acumulación originaría que habría de consolidarse en el porfirismo, después de más de cuarenta años de violencias, despojos y repartos de tierras públicas. Las profundas transformaciones también fortalecieron estructuras coloniales de sólido raigambre como fue la hacienda. Como parte central de la notable revolución se encuentran las grandes movilizaciones de la población por causas bélicas y económicas y la extensa destrucción del aparato productivo. Se redujo radicalmente el poder económico de la Iglesia y se destruyeron extensivamente comunidades para repartirse los despojos. Se iniciaron obras de infraestructura esenciales y se introdujeron cambios tecnológicos al calor de la guerra y de la invasión.

         Es importante resaltar que la base del apoyo de toda esta transformación capitalista fue la hacienda en el campo, lo que introducía una importante contradicción que tendría más tarde grandes consecuencias. Sin embargo, la hacienda también se transformó tecnificándose, sobre todo la dedicada a la exportación. Además se multiplicó y es probable que haya crecido en su tamaño medio. En el manejo público resalta el saneamiento de las finanzas y la adecuación de la administración que se lograron como antecedente de los avances porfiristas. En el frente político militar resalta la victoria sobre el invasor francés y también la posterior desmovilización del ejército y el hábil dominio político sobre los militares. El resultado fue una concentración del poder militar y político y el incremento de éste.

         En el mosaico de cambios que sucedieron desde 1855 se encuentran por igual factores y elementos favorables al capitalismo y aspectos opuestos que años más tarde habrían de ser determinantes de la forma del desarrollo mexicano. Resalta por su importancia en este lapso el acontecer político puesto que la transformación social se inició, por necesidad, en ese nivel. La formulación de las Leyes de Reforma y las reacciones clericales a que dieron lugar son los acontecimientos principales. En un segundo plano quedan las condiciones económicas y sociales de la época y su transformación, ya que en esa etapa lo económico quedó altamente determinado por el acontecer político.

         Un antecedente central es el conjunto de consecuencias de la violenta sacudida que sufrió la nación con motivo de la invasión y derrota militar del país a manos de los Estados Unidos en 1848 y del desmembramiento del territorio del país. Este fue un episodio central del proceso de acumulación originaria que colaboró a la alteración de las relaciones de producción. De allí provino una grave crisis interna y un proceso general de reacomodo de las clases sociales y  de las fuerzas políticas.

         La vitalidad económica estaba desgastada a principios de la década de los años cincuenta y la nación exigía pan y la apertura de nuevas posibilidades económicas y políticas. Las fuerzas productivas debían desarrollarse en otro nivel, dirección e intensidad de participación de los factores productivos, y en contraste el sistema existente no lo facilitaba. La transformación era incontenible y la única corriente que aportaba una solución era integral y un proyecto  social era la liberal que proclamaba el propósito de implantar  el capitalismo.

         El apoyo que se daba al liberalismo y al proyecto  capitalista crecía con los estímulos externos excitados por la ambición comercial y  colonial de España, Francia, Inglaterra y los Estados Unidos, lo que correspondía al grado de maduración del capitalismo industrial de cada uno de estos países. Internamente trabajaba a su favor la incipiente burguesía, partes del ejército y núcleos de la administración pública, así como una gran parte de la pequeña y gran burguesía incluyendo hacendados (que era uno de sus semilleros) y la mayoría de los rancheros. La clase explotada urbana compartía, en sus núcleos más inmersos en el intercambio comercial, el proyecto capitalista.

         Tenía lugar una especie de alianza informal entre la incipiente burguesía minera, agrícola y  comercial y una fracción de los hacendados, debido a que sus intereses  económicos y a veces políticos los inclinaban a favor de las radicales soluciones liberales. En efecto, los hacendados  se encontraban limitados en su expansión, ya por la presencia de numerosas comunidades indígenas y de propiedades clericales que bloqueaban su crecimiento, ya por la congelación del mercado de tierras que habían creado el sistema de financiamiento eclesiástico. Los intereses de un grupo considerable de hacendados y rancheros dedicados a la producción comercial, coincidían plenamente con el esquema librecambista, aunque ésta no era una tendencia generalizada y variaba de región a región. Para ellos, productores de bienes para la exportación o para los mercados internos, la influencia de importaciones baratas era de mayor ventaja económica que la oferta de manufacturas nacionales, que era escasa y de menor calidad, a más de que los productos tenían un precio más elevado. Por otra parte, la promesa liberal de reducir gabelas (Impuesto) y alcabalas (tributo sobre las ventas) al comercio interno y de estimular la formación de una infraestructura de creciente eficiencia eran atractiva para los comerciantes y también para los hacendados interesados en aumentar la producción.

         No menos importante para establecer esta especie de alianza de clases era el hecho  de que los esquemas liberales no mencionaron ni aplicaron proyectos de fraccionamiento  de haciendas, ni en general, de afectación de la propiedad privada. Por lo  contrario, proponían la posibilidad de la formación de una amplia clase media  rural de pequeños propietarios, más no a base de la destrucción de otras propiedades privadas, sino de la adjudicación individual de propiedades de corporaciones, en el primer periodo de reformas liberales, y específicamente de las clericales en el segundo. La tercera etapa correspondió a  la adjudicación de baldíos en la época porfirista. El objetivo era incorporar al mercado de factores las propiedades congeladas por la “mano muerta”. En contraste, se esperaba implícitamente la formación de la pequeña propiedad a través de la libre competencia que sería estimulada por las profundas transformaciones estructurales que era necesario implantar.

         De modo  que había un núcleo de hacendados y rancheros que coincidían con parte de la creciente masa urbana formada por la pequeña burguesía, obreros, empleados, desocupados e intelectuales, en la búsqueda de nuevos derroteros sociales. Esto se tradujo en la participación de la revolución  liberal que derrotó a Santas Ana, y lo echó de la presidencia en 1855.

         En cuanto el liberalismo tomó el poder se dedicó con energía a producir y aplicar  una cascada de reformas dirigidas principalmente en contra del poder temporal, político y económico de la Iglesia, pero también en contra de las corporaciones indígenas. Su propósito era promover el desarrollo capitalista estimulando la acumulación originaria con toda su violencia para  lo cual empezó por disponer la destrucción de la propiedad no privada de bienes raíces mediante su apropiación a usufructuarios.

         El ataque a las comunidades indígenas respondía en parte a necesidades políticas coyunturales y en parte a la profunda convicción liberal de que las comunidades eran un obstáculo importante para construir la nación próspera y  liberal, o seda capitalista, que soñaban. Creían y postulaban que el indio era un ser inferior y débil a quien era necesario proteger, conducir y  educar en las exigencias de la vida burguesa hasta capacitarlo para competir y triunfar en la lucha económica. Decían que esto, sólo era posible mediante la práctica de la responsabilidad que impone la propiedad individual, cuya  ausencia  había sido la causa del estado infantil en que se encontraba el indio; por ello se debía destruir la comunidad y fraccionar sus propiedades.

         En un plano menos notorio estaba el propósito de limitar el poder del ejército y convertirlo en el brazo armado del poder civil. El objetivo era asegurar la preeminencia de la dirección civil de los asuntos públicos y una mínima continuidad en la gestión administrativa. Así, al mes y medio de la toma del poder, con Juárez encabezando la Suprema Corte de Justicia, el gobierno liberal implantó la ley  Juárez que disponía la derogación del derecho de los tribunales militares y eclesiásticos a conocer asuntos  civiles y declaraba renunciable el fuero eclesiástico.

         A tres meses de iniciada la gestión liberal, o sea en enero de 1856, se aprobó el nuevo  arancel que dio  fin al primer período proteccionista de la vida nacional que se había extendido por tres décadas. Con este arancel se amenazaba la existencia de talleres e industrias, lo que garantizó la oposición de sus propietarios y aún de operarios la iniciativa de liberalización del comercio y al proyecto liberal como conjunto. Simultáneamente surgió un levantamiento conservador en Puebla con apoyo  entusiasta del clero, bajo el lema de “Religión y Fueros”, como reacción ante la violencia embestida liberal. Como respuesta, el gobierno intervino en marzo los bienes eclesiásticos en Puebla. La furia legislativa de la transformación liberal seguía avanzando.

         Cuando el régimen liberal tenía sólo nueve meses de existencia se aprobó la  radical Ley Lerdo (junio de 1856), cuyo antecedente era el pensamiento de Mora de los años treinta así como las dos décadas siguientes de luchas incruentas del liberalismo encabezado por Gómez Farías. Establecida la Ley de Desamortización de los bienes inmuebles de corporaciones civiles y  eclesiásticas y prohibía la adquisición de nuevas propiedades. Es posible, que por la convicción liberal de formar un Estado nacional único sin competencias corporativas, pero también por táctica política, se haya decidido destruir a todas las corporaciones para evitar la acusación de ser un gobierno antirreligioso. Por la reacción generada es evidente que no se evitó esta acusación y, en cambio, por la rebelión de comunidades campesinas (sobre todo en el centro del país), la posición de los liberales se debilitó. (1)

         El criterio liberal era sencillo: mano fuerte ante la resistencia al Estado. Un ejemplo de ello fue que tres meses después de emitida la Ley Lerdo, o sea en septiembre, y con motivo de una conjura que se organizaba en el convento de San Francisco en la capital, éste fue clausurado y la valiosa propiedad fue decomisada sin pago por el Estado, todo lo cual provocó un escándalo mayúsculo en el clero y una creciente reacción de los conservadores.

         La desamortización de los bienes de corporaciones que disponía la Ley Lerdo era una forma relativamente moderada y acorde con el orden burgués de poner en circulación capitales y propiedades estancados durante  siglos, al transformar en propietarios individuales a los usuarios de esos bienes inmuebles. No se señalaron si establecieron giros o actividades en los que el clero habría de aplicar los capitales que obtuviera de la liquidación, lo que provocó fricciones adicionales al no dar soluciones a la liquidez del clero, lo que indujo la  salida de capitales.

         El mecanismo ideado consistía en convertir a las corporaciones (y en particular al clero) de rentistas vitalicios en acreedores hipotecarios de sus inquilinos; los arrendatarios que explotaban o utilizaban esas propiedades se habrían de transformar en propietarios al adquirir los inmuebles. Para ello se establecía la obligación de las corporaciones de vender sus propiedades y la facultad de los inquilinos de adquirir los bienes arrendados. Los adquirientes debían de efectuar el pago del impuesto del traslado de dominio del 5% del valor de la propiedad (para alivio de las deterioradas finanzas públicas), y liquidar a la correspondiente corporación el valor predial del bien raíz respectivo. Este valor se fijaba a partir del monto de la renta y se consideraría equivalente a su capitalización al 6% anual. De tal manera la renta, multiplicada por 16.7, determinaría el capital por amortizar. Este a su vez se habría de cubrir mediante aportaciones anuales de igual monto al de la renta original y así se liquidaría en cerca de 17 años el adeudo hipotecario con la corporación. Se establecían también previsiones en el caso de que el inquilino renunciase a su derecho, quedando en ese caso la propiedad en posibilidad de ser denunciada por cualquier postor, o de rematarse. En cambio, la corporación se encontraba incapacitada para recobrar el inmueble en caso de incumplimiento hipotecario por parte del ex inquilino y ahora flamante propietario, ya que se le prohibía adquirir propiedades, por lo que el clero temió, con razón que su  riqueza se iría diluyendo en hipotecas impagas. (2)

         Algunos de los propósitos de la Ley se alcanzaron en gran medida, por ejemplo, la descongelación de bienes inmuebles y capitales. Sin embargo, el objetivo de formar una base social de clase media se vio parcialmente frustrado debido a que se produjo una tendencia hacia la concentración de la propiedad en mano de los núcleos de mayor poder económico y con más liquidez monetaria, que eran los comerciantes. A ello colaboró la propia Iglesia al prohibir a sus inquilinos que optaran por la adquisición de los inmuebles, por lo  que estos quedaron con frecuencia en condiciones de ser denunciados por inversionistas mayores y, además a precios decrecientes. (3) También influyó la penuria del Estado  que le llevo a facilitar la desamortización que aprovecharon los más ricos.

            Se estipulaban diversas formas de liquidación de las hipotecas, incluyendo facilidades diversas, como era la facultad de cubrir parte con bonos de la deuda pública a su valor nominal, en tanto que el precio comercial o de rescate de estos fluctuaba entre 5 y 10% del de su denominación. En tal virtud los adquirientes podían reducir considerablemente la cantidad a liquidar.

 

         El efecto de la Ley Lerdo fue de largas consecuencias. Tan sólo en el segundo semestre de 1856, que es el único período sobre el que existe información, se desamortizaron propiedades por valor de 23 millones de pesos. (4) Con este motivo estimaba Lerdo que se habían formado, al menos al principio, nueve mil propietarios, buena parte de ellos inquilinos urbanos que pertenecían a los estratos de ingresos medios.

         Durante 187 se continuaron con similar energía las acciones de desamortización. Es de suponer que la mayor parte de las propiedades del clero susceptibles de ser desamortizadas fueron afectadas, y que la mayoría de sus bienes raíces eran desamortizables en vista de que la Iglesia casi no explotaba directamente sus propiedades sino que las daba en alquiler.

         En cambio, en el caso  de las comunidades indígenas la explotación de la tierra  era usualmente efectuada por los comuneros, aunque también había el caso de rentas de tierras, sobre todo en las ubicadas en la vecindad de grandes centros urbanos. Además la resistencia de los campesinos a la ley fue desesperada, por lo que el efecto de la medida fue menos intenso. A ello se añadía la lejanía de muchas de las comunidades como protección al proceso de desamortización y adjudicación de sus tierras. En cambio, las tierras fértiles y bien localizadas fueron arrebatadas rápidamente por inquilinos y postores o auto-denunciadas por el campesino para poder conservarlas, ahora en propiedad privada.

         Al final  del agitado año de 1856, a sólo seis meses de ser emitidas las leyes de desamortización, hubo una multitud de levantamientos de conservadores y clericales en Puebla, Querétaro y Veracruz. Debe notarse que la reacción más intensa tuvo lugar en el centro del país, donde se encontraban las estructuras de ´poder más tradicionales. En diciembre de ese año, Pío X coléricamente declaró nulos todos los decretos y leyes de gobierno mexicano que afectasen los intereses del clero.

LAS VÍAS DE ACUMULACIÓN ORIGINARIA,

EXPROPIACIONES Y GUERRAS

EN LA DÉCADA 1855-1865

 

         Durante 1857 siguió creciendo la resistencia conservadora y  popular y también la avalancha de leyes, entre ellas las que determinaba la vigencia legal del Registro Civil, así como la que dictaba que serían de exclusivo dominio civil la administración de cementerios y que prohibía de allí en adelante dar sepultura a cadáveres en los atrios de las iglesias. En febrero se promulgó la Constitución que reflejaba las aspiraciones y composición de la burguesía liberal. Naturalmente contenía una fuerte influencia de las de Francia y los Estados Unidos. Como consecuencia de la implantación de la Constitución, la rebeldía clerical y de comuneros creció y se extendió a pesar de ser violentamente reprimida por el gobierno. Este a su vez encontraba apoyo en sectores campesinos, en hacendados y sobre todo en la población urbana explorada y en núcleos de pequeños comerciantes y de intelectuales.

 

         En 1858, gracias al apoyo del indeciso presidente Ignacio Comonfort que se asustó del radicalismo juarista, el partido conservador recobró el poder mediante un violento levantamiento. Juárez intentó resistir el golpe de Estado y la traición de Comonfort, pero se vio obligado a huir de la capital. Se proclamó presidente, organizó un nuevo gobierno liberal y un ejército esencialmente popular y se inició la guerra que habría de prolongarse durante tres años.

         Las frecuentes derrotas militares que sufrió el liberalismo no alteraron su ánimo de transformación social. Tampoco  limitaron su entusiasmo la penuria financiera ni la movilidad constante del asiento del gobierno que imponían las vicisitudes de la guerra. En el curso de 1859 se dictaron cinco leyes de Reforma de grandes consecuencias que fueron violenta respuesta a la rebeldía del clero y del partido conservador y a su resistencia a la transformación social. Esta son, la primera, la que se refiere a la nacionalización de los bienes de la Iglesia sin pago alguno, que incluye la supresión de los conventos de hombres y la prohibición de formar otros nuevos. La segunda establece la validez legal única del matrimonio civil y la tercera la responsabilidad del estado de formar el Registro Civil y la obligatoriedad de los ciudadanos de observar sus reglamentos. La cuarta se refiere a la secularización de los conventos de mujeres y la quinta a la no obligatoriedad de la observación de las fiestas religiosas.

 

         Como se ve, la consecuencia de la revuelta conservadora y de la violenta resistencia del clero junto con la de las comunidades indígenas a la aplicación de las leyes de desamortización fue el endurecimiento de la política liberal. Empero se apreció el error político que suponía el ataque a comunidades por lo que se estableció como objetivo único de la Reforma la eliminación de la propiedad clerical. El paso de la liberalización de la propiedad raíz de corporaciones mediante su pago de hipoteca, a la nacionalización directa y sin retribución, incluyendo los fondos de capellanías, supone una radicalización profunda. A pesar de tratarse de corporaciones enemigas del Estado burgués, la expropiación sin pago de sus propiedades es una violación del derecho burgués de la propiedad. Para el liberalismo esta contradicción era aceptable por las necesidades de la acumulación originaria del capital. Indica el propósito abierto de destruir el poder temporal de la Iglesia, sin pruritos sobre la violación de nada, empezando por su potencialidad económica, y aprovechar sus riquezas para emprender procesos de producción capitalistas. Con este acto el liberalismo imprimió una orientación plena de rescate de la riqueza de “manos muertas” para poner en operación relaciones de producción capitalistas.

         Sin embargo, esto se produjo, como se esperaba, un gran crecimiento inmediato de la clase media, es decir, de una amplia pequeña burguesía, sino más bien la concentración de la propiedad. En atención a esta posibilidad de acumulación y quitarse de encima el gran peso del clero, hubo un grupo de hacendados que apoyaron al liberalismo y otro que, al menos, no colaboró con los conservadores. En lo que se refiere al estímulo para la formación de capital y el surgimiento de empresarios, no puede ser más clara la intención del liberalismo de favorecer la acumulación originaria de capital, lo que logró en cuanto a la redistribución de la riqueza pero no totalmente en cuanto a crear un capitalismo industrial clásico. Una parte de los procesos de despojo reforzaron en realidad a la hacienda.

         En el cuerpo de las Leyes de Reforma no se incorporaron previsiones explícitas en cuanto se refiere a la necesidad de disponer de mano de obra libre para asalariarse a fin de someterla a la explotación capitalista. Tal se esperaba que naturalmente tendría lugar la formación del proletariado al romper los reductos más notables que impedían, según el liberalismo, el desarrollo capitalista. En todo caso los liberales de la época de la Reforma no tuvieron ocasión de encargarse de esta cuestión, considerando la prioridad que tenía la lucha anticlerical. Por esta causa las Leyes de Reforma están  dedicadas casi exclusivamente a derrumbar los obstáculos que presentaban las corporaciones a la hegemonía burguesa. Con la destrucción del poder económico del clero y la apropiación de sus riquezas por los individuos emprendedores se esperaba el surgimiento de una extensa burguesía rural que practicase la competencia capitalista. El progreso y  el bienestar de la nación se lograrían, según esta corriente, con la formación de la propiedad privada en el campo que apoyase la expansión de la burguesía urbana.

         En cuanto al partido liberal venció a los conservadores y tomó plenamente el poder en 1861 se inició para ventaja del Tesoro Público, una febril actividad para rematar y adjudicar a inquilinos e interesados las propiedades clericales, incluyendo todo lo que no se había desamortizado de acuerdo con la Ley Lerdo de 1856. Se dio todo tipo de facilidades con el fin de acelerar la adjudicación, incluyendo descuentos, aceptación y obligaciones de los compradores y liquidación de partes crecientes del valor de los bienes raíces en bonos de la deuda, tomados según su valor nominal lo que suponía un generoso margen de descuento. En el año de 1861, único para el que se disponen datos, fueron vendidas propiedades por 16 millones de pesos, de los que apenas el 40% se recibieron en dinero o documentos descontables. Es claro que los ricos comerciantes que disponían de liquidez eran los que aprovechaban más estas facilidades para hacerse de propiedades baratas.

         Se desconoce el efecto preciso que produjo este enorme traslado de dominio, que pudo a llegar de ser del orden de 60 millones de pesos entre 1861 y 1863, o sea el correspondiente al 60% de la propiedad eclesiástica y tal vez entre el 12 y el 15% de la riqueza nacional. (5) Pero tomando en cuenta que se trataba de precios establecidos en forma apresurada y que en general estaban a la baja, debido tanto a la inseguridad prevaleciente como a la alteración repentina del mercado de tierras, es de suponer que se afectó en proporción mayor de la riqueza. Para apreciar el efecto político de esta transformación también debe tomarse en cuenta la desamortización que se efectuó en años anteriores. La medida era temeraria por la extensa afectación de intereses y por la circunstancia de que el país a penas salía de una sangrienta guerra civil que había durado tres años y que se encontraba en la evidente inminencia de la guerra exterior estimulada por los derrotados conservadores.

         Las febriles ventas de tierras a precios bajos y las facilidades que otorgaba el Estado a los adquirientes con tal de disponer de liquidez, se acentuaron con el inicio de la invasión francesa en vista de las enormes necesidades de financiamiento para sostener la guerra. Casi en vísperas de la toma de Puebla por el invasor se estaban rematando propiedades tanto por el interés público del financiamiento que se obtendría, como por considerar que ante hechos consumados los franceses no habrían de dar marcha atrás a las nacionalizaciones de propiedades clericales. Pero es necesario regresar un poco para comprender la causa y el efecto de la invasión y guerra con Francia.

         El país contaba con una larga y accidentada historia financiera. La deuda externa era motivo de constante negociación para diferir su pago y para conseguir nuevos empréstitos.  En esta historia se encuentran todo tipo de incidentes de los que resaltan las condiciones leoninas de los préstamos y la amenaza constante de guerra con los países acreedores. Esta amenaza se concretó con la guerra de los “pasteles” con Francia en 1836, con motivo de la deuda con un rico panadero francés. En el curso de la guerra de Reforma tanto liberales como  conservadores se veían en crecientes apuros económicos por la paralización de la actividad económica y la fragmentación de la nación en partes dominadas por cada partido. Los gastos bélicos demandaban fondos financieros que no existían, por lo que ambos contrincantes procuraron obtener créditos externos. Los clericales contrataron préstamos con España aceptando reclamaciones exageradas, así como con la Casa Jecquer de Suiza de la que recibieron un millón de pesos y asumieron obligaciones por 15. Juárez a su vez estableció negociaciones con los Estados Unidos para obtener créditos mediante el convenio llamado de MacLane Ocampo. En este se establecían derechos de tráfico por el Istmo de Tehuantepec, más no fue ratificado por el Senado de Norteamérica. (6)

         Al triunfo de los liberales sobre los rebeldes conservadores en 1861 y de establecerse el pleno dominio liberal se dictó una disposición de emergencia que implantó la suspensión del pago de la deuda para estabilizar las averiadas finanzas nacionales, con protestas amenazantes de las naciones acreedoras. Pocos meses más tarde se emitió un decreto mediante el cual se debía reanudar la liquidación de la deuda, pero  ya era tarde. Las naciones acreedoras más agresivas, Inglaterra, España y Francia, decidieron intervenir militarmente con el fin de asegurar sus intereses y ver por su incremento. Los Estados Unidos ofrecieron sus oficios para hacerse cargo de la deuda externa de México. Proponían la administración de la liquidación el adeudo que asumirían con un interés modesto, obteniendo en hipoteca territorios del norte y concesiones de explotación de yacimientos minerales. La proposición fue rechazada de plano por el gobierno de Juárez.

         En diciembre de 1861 desembarcaron tropas invasoras de Francia, cuyas reclamaciones eran por 190 mil pesos, Inglaterra con la que se tenía deuda por 69 millones de pesos y España a la que se debían 9.5 millones, se retiraron y  decidieron esperar tiempos mejores para  cobrar. En 1863, después de un largo año de guerra, los ejércitos franceses y clericales lograron ocupar casi todo el territorio nacional. En un grotesco intento por legitimar la presencia francesa y el establecimiento de la ansiada monarquía de Maximiliano que había solicitado la Iglesia y el partido conservador a la Casa de Austria, se hizo un plebiscito. Los resultados oficiales fueron que de la población total de 8.6 millones que tenía el país, 6.4 aprobaron la monarquía. Ello supondría, de ser cierto el resultado, que la totalidad de la población mexicana mayor de ocho años estaba con Maximiliano.

         Mientras tanto, con amplio apoyo popular seguía la desesperada lucha militar y al mismo tiempo emitía las leyes que era la esencia de la transformación social de la Reforma. En 1863 decidió clausurar los conventos de mujeres así como confiscar y las propiedades de los traidores a la patria. También se dispuso la primera ley reformista encaminada a formar la pequeña burguesía rural, consistente en que todo ciudadano tenía derecho a adquirir y ocupar tierras nacionales hasta por 2.500 hectáreas para que se colonizaran, lo que tuvo un gran efecto político. No menos importante fue la disposición que modificaba el criterio de la Ley de desamortización el sentido de que restablecía el derecho de las comunidades de tener tierras. Con ello se definió finalmente que el objetivo central de las leyes de Reforma era la destrucción del poder económico del clero y con esta base, la formación de una sociedad capitalista.

         La iglesia y los conservadores esperaban con ansia el establecimiento de la monarquía europea y la restitución de sus fueros, derecho y propiedades afectados por la Reforma. El primer signo de que algo no andaba bien fue la irremediable inclinación francesa hacia el liberalismo, con o sin monarquía. La confirmación del error del clero y de los conservadores tuvo lugar con la formación de un gabinete con liberales connotados. Ya fuera por convicción, ya fuera por sensibilidad política al observar el apoyo del pueblo al liberalismo, se inclinó por mantener las leyes de Reforma a pesar de las presiones del partido clerical.

         En cambio contrastan las actitudes de Juárez y Maximiliano en materia financiera. De un lado la austeridad, del otro el boato y la aceptación de deudas absurdas. Mientras tenía un sueldo de 30 mil pesos anuales, Maximiliano y carlota se asignaron emolumentos por 1.7 millones. (7) Para 1886 la deuda reconocida por Juárez era de 82 millones de pesos y por Maximiliano de 272. Una muestra del criterio financiero es que los ingresos de las aduanas marítimas del Golfo estaban asignados por Maximiliano en un 50% al pago de la deuda con Francia (que incluía el gasto de sostenimiento de las tropas de ocupación), 49% para el pago de la deuda con Inglaterra y España y 1% ingresaba a las arcas de México.

         Con la derrota final de Maximiliano, de la Iglesia y de los conservadores en 1867, se implantó el poder liberal que habría de campear de entonces  en adelante, sin interrupción, durante las siguientes seis décadas. De inmediato se renovó el proceso de nacionalización de bienes de la iglesia, que para entonces ya eran de escasa dimensión, mediante la asignación de estas propiedades al inquilino o al postor. En general, en la labor reformista destaca la disposición que se tomó el mismo año del triunfo del liberalismo sobre la secularización de la enseñanza pública. Mientras tanto se manipulaba la deuda externa para evitar su pago y se efectuaba una enérgica modificación fiscal al uniformar el sistema tributario y reducir el número de impuestos.

         En medio de revueltas de opositores que eran conservadores antirreformistas y liberales antireelecionistas, incluyendo a Porfirio Díaz, Juárez prolongó su presencia como presidente y su enérgica acción liberal. Antes de morir en 1872, recién reelecto, alcanzó todavía a implantar un nuevo arancel que era aún menos proteccionista que el de 1856. Lo sucedió en carácter de presidente interino Lerdo, quien promulgó como ordenamiento constitucional las Leyes de Reforma en 1875.

         Con el pretexto de la reelección de Lerdo, Díaz se levantó de nuevo en 1876, al igual que lo había hecho cuatro años antes contra Juárez, pero ahora con éxito. Tomó el poder y con ello se inició la era porfirista de paz y de estabilidad relativas, de crecimiento económico y de implantación de las principales ideas del liberalismo juarista. También entró de lleno la nación al capitalismo industrial.

         Es interesante observar cómo desde la Reforma los liberales trastocaron la práctica con la teoría en algunos aspectos. En efecto, uno de los puntos de conflicto entre conservadores y liberales era la cuestión del centralismo del poder político, proclamado por los primeros, y del federalismo, bandera de los liberales. A tal grado era importante esta cuestión que el argumento de la violación del pacto federalista fue esencial en los movimientos separatistas de Texas y Yucatán en los años treinta del siglo XIX. En  contraste con su bandera federalista, los liberales instituyeron un Estado poderoso y centralizado, proclamaron el federalismo y practicaron el centralismo, proceso que han observado todos los gobiernos del país desde entonces hasta la actualidad.

 

ARTICULACIÓN DE RELACIONES DE PRODUCCIÓN EN LA ETAPA DE

ACUMULACIÓN ORIGINARIA, LA HACIENDA

 

         La violenta lucha entre el clero y el  Estado, parte del conflicto liberal-conservador, es sólo una de las batallas (pero la principal en esa época) que tiene relación con el surgimiento del capitalismo industrial en México. En este  sentido no es diferente al propósito de transformación y de preparación que se dio en muchas otras áreas del mundo en esa misma época, lo cual se explica porque se trataba del proceso de consolidación mundial del modo de producción capitalista, del cual México formaba parte. Pero por su condición  de ser un área de expansión del capitalismo más que su lugar de origen. México formaba parte de este modo más bien externamente; o sea que no se había incorporado por efecto de la transformación interna de las relaciones de producción al grado de que prevalecieran las del modo capitalista, sino que  antes se establecieron vínculos externos de este orden.

         A principio de los años setentas había actividades, sectores y regiones que operaban ya dentro de normas capitalistas pero éstas no eran aún dominantes, de manera que no se daban plenamente las interdependencias de la reproducción preferente del nuevo modo de producción.Se encontraban estructuras arcaicas que prestaban un carácter y orientación no capitalista a la formación económico social existente, por lo que la transformación de las relaciones de producción se efectuaba en condiciones tales que se iba adentrando el país en el capitalismo bajo la influencia poderosa de múltiples elementos no capitalistas. Estos elementos y los efectos que causaron en el proceso de implantación del capitalismo serían algunos de los ingredientes determinantes del futuro desarrollo del país.

         Entre los factores peculiares mencionados destaca la relación que se establecía entre el grado de desarrollo rural y urbano, y en términos de evolución sectorial, entre el avance industrial y el agropecuario. El grado de evolución industrial no era lo suficientemente avanzado para imponer por sí mismo las pautas capitalistas en las actividades agropecuarias, entre otras causas porque en las propias manufacturas había multitud de unidades productivas al margen de las formas capitalistas de organización de la producción. En la agricultura la organización capitalista se iba extendiendo en algunas regiones, pero en general sin una vinculación extrecha con las exigencias urbanas y mucho menos bajo su estímulo. En cierta  medida era al revés en la mayoría de las regiones ya que las actividades agropecuarias de exportación y desde leugo la minería, determinaban en gran parte la evolución de la economía urbana. En tal razón el empuje capitalista no se realizaba en todas las regiones en el sentido clásico-rural, ni incluía todas las interdependencias dialécticas del caso.

Es de suponer el avance capitalista mayor en sectores que usualmente van a la zaga en el tránsito hacia el capitalismo, se debió en parte a la importancia que había cobrado la hacienda como forma característica y dominante de organización de la producción agropecuaria. El peso de la hacienda se vio grandemente acrecentado con la destrucción de la propiedad clerical, quedando esa como el poder dominante en el campo. Su presencia impedía la ruptura social necesaria para implantar el capitalismo en el campo en forma de la creación de una amplia base de pequeñas propiedades,  particularmente en lo que se refiere al bloqueo de la libre explotación del trabajo (por la vigencia del peonaje) yal libremercado de tierras (por la exagerada concentración del poder económico). En cambio tenía lugar un desarrollo capitalista que combonaba la expansión de la hacienda (la clásica vía “junker”) con el surgimiento de ranchos y otras formas empresariales de explotación, así como pequeñas propiedades. Tal vez el poderoso movimiento de Reforma y la guerra hubiesen sido suficientes para romper la hegemonía de la hacienda, más no era esta la intención del liberalismo. La orientación de sus disposiciones se dirigió a atender preferentemente el problema clerical por razones de táctica y luego a salvar la autonomía política del país.

         Durante las dos décadas que hemos considerado (1855-75), fue la atención y  arreglo de los problemas de orden político y en general las transformaciones superestructurales, incluyendo la formación de un Estado, las tareas fundamentales previas para implantar el proyecto liberal. El desajuste qufraestructura y superestructura y los extensos cambios que requerían ambas estructuras para convertirse en una formación capitalista imponían como tarea insoslayable e inicial  la transformación política a partir del dominio del poder.

         En estas condiciones el resultado último de la Reforma fue la adaptación del país en algunos aspectos estratégicos con el fin de emprender el camino de la construcción capitalista. Tales podrían considerarse los ajustes políticos, la derrota de los vestigios heredados de relaciones de producción tributario-despóticas y los avances en materia de reforzamiento y modernización de la infraestructura económica (por ejemplo en ferrocarriles, comunicaciones, etc.) De este complejo cambio también resultó la necesidad de reforzar algunas estructuras que diferían en su organización interna y a veces en su orientación productiva de las relaciones de producción capitalistas, como fue la hacienda y el peonaje. También tuvo lugar un viraje políyico a finales del periodo de la Reforma que moderó el ataque predilecto contra el clero y las comunidades indígenas. Este cambio táctico para reducir el conflicto social y preparar el camino al periodo de estabilidad permitió al clero retener y después recuperar algunos poderes temporales, y a las comunidades sobrevivir al  liberalismo, pero ya  eran ambas estructuras poco importantes para entonces.

         En realidad la destrucción del clero fue extraordinaria. Aunque durante el porfirismo habría de recuperar algún poder, sobre todo ideológico, ya no significó más un poder económico o político determinante. Además, la Reforma creó los instrumentos para contener al clero, pero su aplicación se ajustó desde entonces, con marcado pragmatismo, a las condiciones coyunturales y estructurales del país.

         Por su parte las comunidades fueron reducidas por la Reforma, proceso que prosiguió por los ataques liberales posteriores que se producirían sobre tofo en el periodo porfirista hasta prácticamente eliminarlas. Se podría pensar que resurgieron con la reforma agraria a partir de 1915 a través de la forma de propiedad comunal que era el ejido y de la restitución de propiedades comunales de pueblos. Sin embargo, por su constitución y operación, el ejido planteó una competencia con las comunidades por los recursos existentes, siendo por tanto no un resurgimiento de ese sistema sino otro factor para su destrucción.

         Con la Reforma, la burguesía resultó favorecida directamente por cuanto se refiere a obtener parte de los bienes del clero y sobre todo por abrirse vías para su  acción empresarial. Sin embargo, este cambio fue acompañado por el fortalecimiento de la hacienda y de la oligarquía que cobraba un sentido señorial “semifeudal”, como denomina a los hacendados Chávez Orozco (8).

         La implantación de las leyes de Reforma en 1856, la guerra consiguiente de tres años y la culminación del conflicto interno con la intervención de Francia, representan etapas dolorosas y efectivas del cambio de las estructuras no capitalistas. Además de ayudar a concentrar el capital y a impulsar la formación de relaciones de producción capitalistas también significaron esos cambios una mayor correspondencia entre la concepción política de la independencia y las estructuras económicas y sociales. Sin embargo, esto no podía suceder dentro de los cánones del desarrollo capitalista clásico simplemente porque se tratabade una sociedad profundamente deformada por su paado colonial. De aquí que las ideas liberales que se implantaban resultasen en una etapa incongruentes, y más adelante violadas por la necesidad de resolverproblemas inmediatos.

         En efecto, un punto esencial en el proyecto liberal era la presencia de una sólida clase media rural para alcanzar la industrialización, el progreso, la ciencia, y el profreso. De aquí que fuese vital la destrucción previa de las estructuras agrarias opuestas a este proceso, liberando a las que se consideraban saludables fuerzas del mercado que conducirían a esa formación de la clase pequeñoburguesa a través de la competencia.

         Sin embargo, los beneficiarios de la desamortización y nacionalización de los bienes del clero –que en su mayoría eran propiedades urbanas- y de la fragmentación de propiedades comunales de pueblos fueron los antiguos hacendados, los nuevos revolucionarios y los comerciantes y agiotistas. Esto sucedió porque se trataba de una sociedad caracterizada por su acentuada regionalización, por la diferenciación étnica y cultural, y la consecuente discriminación étnico económica, por la diversidad de lenguas de la población rural (se hablaban en la época 108 idiomas y 26 dialectos), por el analfabetismo, por la existencia  de una rígida estratificación de las castas, por la poca participación de la población rural en el intercambio mercantil y por la reducida acumulación.

         Para explotar las propiedades rurales se recurría a los sistemas de sujeción de la mano de obra a las haciendas. De  otra forma escapaban los peones, ya fuese para retomar a sus comunidades, y para convertirse en campesinos libres, lo que era posible al ampliarse la disponibilidad de ntierras. Para retener la mano de obra se extendió  el sistema de endeudamiento de los trabajadores que les asegurase a los hacendados su trabajo de por vida. Esto significa que el avance en las fuerzas productivas en otros sectores vitalizó en el agropecuario las relaciones de producción características de la hacienda. Así  se reforzaron formas de explotación no  capitalistas en otros sectores. Se formó un patente caso de desarrollo desigual dentro de una relación funcional  y complementaria, no antagónica, pese a  que dio origen a una aparente dualidad o polarización de la sociedad, en una parte moderna, progresista, capitalista, y otra que conservaba en su interior relaciones de producción no capitalistas.. En realidad ambas partes crean ya integrantes del capitalismo.

         Lo anterior puede conducir a especular sobre la aparente frustración de tránsito pleno de un modo de producción a otro y sobre lo que parecería una articulación permanente de dos modos de producción, sobre todo en el área rural mexicana. Sin embargo el tránsito se efectuó plenamente pero de normas diferentes a las clásicas. Esto fue el resultado de la presencia de ese cúmulo de estructuras y relaciones internas arcaicas, en oparte determoinadas por influencias externas, que se formaron en la etapa colonial y que se reforzaron en la etapa independiente y reformista. Estyos elementos eran en unois casos de gran vitalidad y resistieron la presión capitalista, y en otro  eran conveniuentes a la explotación, y se preservaron, pero en ambos, bloquearon la implantación de un capitalismo industrial más avanzado.

         El resultado fue el surgimiento de una formación socioeconómica capitalista con rasgos peculiares que operaba precisamente sobre la base de relaciones de producción combinadas entre las que había algunas aparentemente aberrantes. De aquí la independencia y coexistencia entre formas de organización para la explotación del trabajo que son antagónicas en el capitalismo desarrollado. De esa manera no se trata entonces de la articulación permanente de modos de producción diferentes sino de la coexistencia y complementariedad de relaciones de producción capitalistas en transición con relaciones no  capitalistas subordinadas a aquellas. La articulación persiste o cambia en razón de la alteración de las necesidades y formas de la reproducción del modo de producción y del avance en los procesos de explotación del trabajo para obtener mayor plusvalía.

         En todo caso puede afirmarse que con la Reforma la hacienda salió reforzada a costa de propiedades comunales y de las del clero. Pero también se extendió el número de rancheros y pequeños propietarios que debían formar los cimientos de la ansiada clase media rural. Sin embargo, lo que no logró formarse en esa época fue un proletariado rural suficientemente extenso, tal vez debido a qaue la relación trabajo/tierra estaba muy por debajo del umbral que entonces se requería pára el tránsito en la explotación de la mano de obra a favor del sistema de trabajo asalariado. La explotación de la manoi de obra se efectuaba dentro de relaciones semiserviles y en algunas regiones inclusive esclavas. Así, la relación entre hacienda y pequeña propiedad, o sea entre señores de la tierra (que incluía a hacendados, comerciantes, mineros, etc.), y el germen de una burguesía, no fue siempre de competencias ni conflicto,, a diferencia de la expansión clásica del capitalismo en el campo. Hacia falta la presión del trabajo asalariado y el espíritu empresarial para que se plantease plenamente la competencia  por recursos y hombres. Por lo mismo, en vez de un enfrentamiento, la nueva burguesía rural adoptaba las normas señoriales de explotación de la mano de obra. Era frecuente que la burguesía no luchara para eliminar al núcleo señorial sino que asumiese precisamente esas posiciones, abandonando su papel revolucionario a medida que alcanzaba logros económicos mayores. Empero esta orientación señorial se debía a la alianza  natural que se establecía entre la burguesía y señores de la tierra para para enfrentar a sus mutuos enemigos que eran el clero y los campesinos, no a dichos logros económicos. Esta tendencia habría de acentuarse en la etapa final del liberalismo, o sea con el porfirismo, a medida que la nueva clase proletaria y el campesinado planteaban mayores peligros.

         Al triunfo de la República sobre la intervención francesa en 1867 eran numerosos los factores que dificultaban el desarrollo capitalista. Algunos de ellos eran la inexistencia de un sistema nacional integrado de mercados y de transportes, la rígida estructura social, la reducida acumulación de capital, la desarticulada estrucura del aparato productivo, la debilidad de los mercados de factores de la producción y la inexistencia de un núcleo burgués de suficiente importancia, estabilidad y energía.

 INFLUENCIA DE LA EXPANSIÓN MUNDIAL DEL CAPITALISMO

 

         La relación entre los elementos internos y  externos causantes de la evolución nacional venía cambiando sustancialmente desde la consumación de la Independencia. Había una creciente influencia comercial y financiera de Inglaterra que a principios de siglo había alcanzado la posición mundial más aventajada y para mediados del mismo había efectuado una revolución industrial. Su expansión acelerada con base en losmercados mundiales creó como necesidad financiera y de funcionamiento la exportación de capitales principalmente dedicados a financiar sus propias exportaciones. Colocaba en el exterior excedente de ahorro y de mercancías mediante un sistema de inversiones, de intermediación financiera y de comercialización. La venta de sus exportaciones no sólo significaba una operación comercial sino que ésta era frecuentemente acompañada, precedida y sustentada por el otorgamiento de créditos para la adquisición de manufacturas inglesas, o para financiar la ejecución de inversiones directas con el propósito de explotar minas y empresas de servicios públicos o de establecer industrias. (9) Se fundaban casas comeriales inglesas para el intercambio de sus exportaciones e importaciones y se procuraba que intermediarios financieros ingleses manedjasen los créditos y efectuasen las operaciones bancarias. Precisamente para cumplir  este compromiso se fundó el Banco  de Londres y México en 1864, que fue el primer banco comercial del país. Su finción señala el inicio de la expansi´pn moderna de Inglaterra en México. También indica que en el país  se había efectuado los preparativos esenciales para la trsnsformación capitalista. La necesidad de formar un sistema bancario moderno se acentuó con el deterioro de la importancia financiera del clero y la incapacidad de agiotistas y comerciantes para  responder plenamente a las nuevas y crecientes demandas de crédito interno e internacional.

         Los intereses franceses se concentraban principalmente en la rapiña territorial para formar su imperio colonial, en el intercambio mercantil directo y en el establecimiento de firmas comerciales. Así,  1n 1860 existían 44 casas comerciales francesas en todo el país, 19 de las cuales se localizaban en la capital. (10) Por otra parte, el interés de Francia y su invasión a México había estado  dictada por las aspiraciones imperiales de Napoleón III que quería contener la expansión norteamericana y fundar una gran colonia en America. Para  esta pretensión sirvieron el pretexto de la deuda, impaga, la traición del clero mexicano y la estupidez de Maximiliano.

         A su vez, los intereses norteameriacanos expresaban con fidelidad la condición de su desarrollo interno. Se hicieron muchas inversiones directas en México encaminadas a completar sus funciones productivas mediante la extracción y exportación de materias primas nacionales o para facilitar las operaciones para su acceso. Tal es el caso de la construcción de los ferrocarriles en lo que compitieron con éxito con las compañías inglesas.

         También es de primera importancia el complejo juego diplomático que mprebndió el liberalismo  con los Estados Unidos. Había desde luego una identificación ideológica entre los liberales mexicanos y los Estados  Unidos, pero la guerra de Secesión absorbió  toda la atención y energía de se país, circunstancia que fue favorable a Francia para ocupar casi todo el territorio nacional. Sin embargo, al terminarse la guerra  civil en Norteamérica en 1865, se estableció una corriente de venta de armas a los liberales, se otorgaron créditos y el gobierno de los Estados Unidos aplicó  fuertes presiones sobre Francia para que retirase su ejército de ocupación. Es difícil determinar la influencia de estas presiones sobre Francia, pero es innegable que pesaron en el  ánimo de Napoleón III para ordenar el retorno de las maltrechas tropas a la patria. Correlativamente creció la presencia de los Estados Unidos en la nación mexicana.

         La magna tarea del desarrollo de los Estados Unidos se sustentó desde mediados del siglo principalmente en un crecimiento con base en su  demanda  interna. Ello se expresaba en el aspecto financiero en ser una economía  demandante de capital externo para completar  su capacidad de expansión (situación que se prolongó hasta mediados del siglo XX) y en la fuerte protección  arancelaria a sus actividades internas, sobre todo después de la guerra de Secesión. En efecto, a partir de 1864 fueron los intereses manufactureros del norte los que dieron la orientación a la economía y detrminaron la política externa. Estos interses se orientaban principalmente al aprovechamiento preferente del mercado interno y a la expansión de éste: a la liberación de la mano de obra para su mejor explotación industrial; a la formación de capital para lo cual se recurría al financiamiento externo para acelerar  el crecimiento manufacturero; a la integración de sus procesos industriales, por lo que requería materias primas importadas procuraba su explotación con un control absoluto de la respectiva producción. En contraste, los derrotados inetrese de los núcleos sureños se orientaban a la expansión territorial, a la sujeción de la mano de obra mediante  la esclavitud, a la exportación de bienes primarios y de capitales, adilapidar la riqueza en consumo suntuario y a la liberalidad de la importación. La guerra de Secesión fue la expresión bélica del choque de las fuerzas favorables al capitalismo industrial, en vigorosa expansión, con los hacendados sureños dedivados a la exportación.

         El aumento de la importancia relativa de la influencia norteamericana a costa de la europea en general y de la inglesa en particular, se aprecia mediante el examen de la evolución que tuvo la composición de las importaciones de México, según origen, entre 1821 y 1910:

México: Importación según país de origen, 1821-1910 (porcentajes)

 

1821 (c)

1850 (c)

1872/73

1900

1910

Total

100

100

100

100

100

Inglaterra

50

47

35

17

11

Estados Unidos

Nd.

17

25

51

56

Francia

Nd.

17

16

10

9

Alemania

Nd.

7

13

12

13

España y Cuba

Nd.

5

5

10

11

Otros

Nd.

7

6

 

 

FUENTES: 1821: Tischendorf, A. G., Britain and Mexico of Porfirio Díaz, Duke University Press, 1961.

            1850: Lerdo de Tejada, M., Comercio Exterior de México, Banco Nacional de Comercio Exterior, México, 1967, p. 57.

            1872/73: Herrera Canales, I., “Comercio Exterior”, en La economía mexicana de la época de Juárez, SIC, México, 1973, pp. 148-50.

            La comparación que se establece en el cuadro anterior indica como la importancia del comercio con los Estados Unidos, de por sí creciente desde antes de la Independencia, se aceleró en el lapso correspondiente al de la segunda  mitad del siglo pasado. Además ya para 1872 se había establecido  la peculiar relación favorable de México con los estados Unidos y deficitaria con los países europeos, que habrían de acentuarse hacia fines del periodo  porfirista.

         Desde finales de los años setentas se inció la nueva  relación externa de México caracterizada por la recuperación de las exportaciones de materias primas, por la renovación de las corrientes de financiamiento externo y por la gradual modernización del país. En ésta tenían un lugar privilegiado para los liberales, los ferrocarriles (de los que en 1857, había sólo 80 km construídos  de la línea México-Veracruz), los  telegráfos cuyo  tendido e incio en 1853, y los servicios públicos. El gobierno liberal inició negociaciones y estableció convenios, concesiones, y contratos diversos, en los que la presencia norteamericana fue creciendo, sobre todo después de la derrota de Francia. Esto era consecuencia del poderío de la economía norteamericana y también de la creciente identificación del liberalismo reformista con los Estados Unidos, tanto por ideología como por equilibrar la violenta presión europea. Se dice que “según uno de sus ideólogos, el vecino país norteño no sólo en sus instituciones, sino en  sus prácticas civiles debía ser el guía de los destinos de México”. (11)

            La evolución de las exportaciones, en su mayoría formadas por oro y  plata pero en las que se incorporaron nuevos productos como el henequén y  el café, refleja la interesante vinculación de éstas con el conjunto del sistema socioeconómico capitalista mundial.

México: Valor de las exportaciones de bienes en varios períodos de 1823 a 1887ª

Total de cada  período y  promedio anual (millones de pesos

Periodo

Total Período

Promedio Anual

1823/28

54.1

9.0

1857

44.0

44.0

1861/67

1.2

0.2

1872-1881

236.5

29.6

1882-1887

276.9

46.2

 

FUENTE: Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicanos, Secretaría de la Economía Nacional, México, 1941, p. 556, cuadro 288.

NOTA: a No existe la información para los períodos 1829-56, 1858-60 y 1868-71.

 

         En el cuadro anterior se observa, en primer lugar, que existen indicios de una recuperación de la exportación después de la Independencia (pasa 9 millones de pesos anuales en la década de los años veintes a 44 en 1857. Estos índices coinciden con los datos sobre la recuperación de la producción de oro y plata a partir de la década de los años veintes, que con excepción de los estancamientos de 1852-58 y 1872-74, prosigue vigorosamente hasta la revolución de 1911. Esto indica la interesante autonomía que aparentemente gozó la minería y la exportación de oro y plata de los violentos acontecimientos políticos y bélicos de la nación. (11) En segundo lugar está la catastrófica contracción de la exportación en la época de la intervención francesa cuando se limitan las ventas al exterior a escasos 200 mil pesos porel bloqueo de Veracruz. Por último, se advierte una recuperación fluctuante y enérgica a partir de la década de los años setentas. Las variaciones se prolongan hasta 1882, cuando empiezan a elevarse las ventas al exterior en forma espectaculary sostenida. Sin embargo, en los mercados mundiales parece que las materias primas y la plata en particular, tuvieron por los años sesentas una evoluciónmás favorable que los precios de manufacturas, que estaban a la baja, lo que no puede sugerir una relación de intercambio positiva para México en es aépoca. (12)

            Es interesante observa que la década de los años setenta es de preparación de la infraestructura para la gran expansión del comercio exterior y que la estabilidad de las exportaciones fue un factor particularmente positivo para la reconstrucción interna después de la guerra con Francia. De hecho, la condición mundial era favorable a la expansión interna desde los años sesentas y en cambio la situación nacional no lo era todavía, incluyendo la inestabilidad interna y la deficiencia de la infraestructura, por lo que el  auge exportador se retrasó en México en contraste con lo  que aconteció en otros países latinoamericanos. Así, por ejemplo, en 1866 durante la Intervención, se inicia la expansión cafetalera latinoamericana gracias a la fuerte elevación de los precios mundiales causados por desatres en Brasil y por el incremento de la demanda mundial. En cambio, en el caso de México se inició el cultivo en esos años pero el auge sólo empezó a partir de 1890.

 

 

 

LA MULTIPLICACIÓN DE LAS RELACIONES DE PRODUCCIÓN

CAPITALISTAS

 

         Al pacificarse el país con la derrota de Maximiliano se inició la ampliación lenta del sistema ferroviario, lo que ayudó a lograr una mayor exportación de los recursos naturales, y empezó a renovarse la actividad económica. Se reconstruyeron algunas obras esenciales destruidas en la guerra, se extendieron líneas telegráficas y se aplicó una política liberal que incluyó el propósito de eliminar los últimos reductos del poder del clero y de adaptar estructuras políticas y administrativas, magnas labores que absorvieron toda la energía de los regímenes de Juárez y Lerdo. Todo ello supuso uan recuperación económica importante despuésdel desatre producido por más de diez años de guerras.

         En cuanto a la producción económica destaca la tendencia general hacia la contracción en la mayoría de los sectores y en el mejor de los casos hacia el estancamiento durante la época de la Reforma. La excepción en este panorama de receso la representa la minería. En cambio la industria y sobre todo la agricultura y la ganadería, fueron profundamente afectadas por las depredaciones de los ejércitos, por las frecuentes expropiaciones de sus productos, por la imposición de gravámenes extraordinariospara sostener la guerra, por el deterioro del precario sistema de transporte y por la inseguridad del comercio.

         Los resultados eran que en todo el período bélico la producción se generalizaba cada vez más, huían propietarios y trabajadores y se abandonaban unidades productivas.

         La época era, en cambio, propicia para la especulación, para el agio y  para formar grandes fortunas. Floreció un grupo de prestamistas que exigía intereses tan altos que podían ser del 100%. Nos dice Solís que “que el 24% se consideraba como un interés moderado”. (13) Grandes fortunas se hacían y desaparecían en poco tiempo al calorfr las transacciones especulativas, de la manipulación  de los bonos de la deuda y de los fraudes de prestanombres que adquirían, para el clero, propiedades desamortizadoras del mismo y que más adelante, con frecuencia, se olvidaban de reintegrar a la Iglesia. Por la naturaleza especulativa de la acumulación de capitales, inclyendo la práctica comercial, sólo una fracción se aplicaba a financiar actividades productivas. En su mayoría los capitales continuaban circulando en operaciones del agio, otra parte se atesoraba y otra más era enviada a Europa y a los Estados Unidos, donde los mercados de valores y las posibilidades de inversión eran más seguras.

         El desorden financiero del Estado favoreció a los agiostistas privados que llegaron una minoría poderosa asentada en la capital y que tenía ramificaciones en el comercio y vinculaciones estrechascon el clero. Los empréstitos contra la hipoteca de las rentas del Estado que se daban en prenda para garantizar la liquidación de sus deudas, otorgaban un gran poder a este núcleo y “dio una importancia extraordinaria al apoyo que la burguesía de la ciudad de México podía prestar o denegar al Presidente de la República” (13)

            La prepotencia de los usureros llegó al extremo de estimular la avidez del agiotista Manuel Escandón, quien propuso en 1853 la creación de un banco nacional con 5 millones de pesos de capital para administrar las finanzas del Estado. Rl banco habría de recabar los impuestos al consumo, ingreso de aduanas marítimas, y por el papel sellado, tabaco, etc., y abriría una línea de crédito al Estado por 9 millones de pesos anuales para el ejercicio del presupuesto. Este se habría de distribuir según partidas fijas que serían: para administración general (6 millones), para  réditos de la deuda  interna y externa (2 millones), amortización de deudas anteriores (medio millón), y otras partidas menores (medio millón). (14) Es interesante observar que casi una tercera parte del presupuesto se dedicaría al servicio de la deuda.

         El comercio, aliado natural del liberalismo, fue una de las actividades que se mantuvieron boyantes a pesar de los efectos de las guerras. Su fe liberal se puso en evidencia en 1852 cuando se reveló, sin éxito, contra las restricciones comerciales del régimen conservador. El gran comercio se encontraba en manos de extranjeros, particularmente francés, ingleses y alemanes que operaban casi  toda la intermediaciónexterior y también biena parte del gran comercio interno. Los comercios medianos, principalmente dedicados al  intercambio interno, eran en gran proporción propiedad de españoles solo el pequeño comercio local y el ambulantaje se encontraban plenamente en manos de nacionales. Los capitales comerciales se aplicaban  con frecuencia al financiamiento de la producción, siguiendo la pauta colonial, pero su nivel  de operación en este aspecto eran inhibidos por la elevada inseguridad de las aventuras productivas. En cambio estimulaban el medio las especulaciones financieras, sobre todo con bienes raíces. Pese a todo, el capital comercial financió en la época nuevas insdustrias algodoneras y mineras. Por supuesto,  intervino ampliamente en la compra de latifundios e inmuebles urbanos del clero. La potencialidad financiera del comercio era considerable. Se estima que el valor de las transacciones en 1862 fue de 400 millones de pesos. (15) En contraste, la industria puede haber tenido en los mejores años de esa época no más de 100 millones de pesos  de valor bruto de la producción.

         Las actividades agropecuarias se vieron profundamente perturbadas por las guerras y  en menor grado por la  afectación de las propiedades del  clero y de comunidades indígenas. La destrucción de presas y cultivos y  la escasez de la inversión productiva que se hacía imponían la reducción de la producción y la orientaban a limitarse a satisfacer demandas locales. Las depreciaciones de los ejércitos y el violento cambio estructural que supuso el traslado de dominio de grandes extensiones de tierras de cultivo, que pudieron ser las mejores en muchos  casos, acentuó la tendencia  hacia la regionalización de la producción en el mejor de los  casos y hacia la autarquía y la contracción de cultivos en el peor. Las exceociones se reducen casi a la producción algodonera, al auge cafetalero que impullsó el cultuvo desde 1866 y la expansión de la caña de azúcar desde 1870.

         En cambio la movilización que profujo la formación de ejércitos y el tránsito y destrucción de los mismos a su paso por las regiones más pobladas, fue sin duda uno de los efectos de brutal trastorno que fue positivo para la consolidación del capitalismo. Sin embargo, esta sacudida social bélica no representó un factor de peso suficiente para alterar la estructura rural de la explotación de hombres y tierras en lo inmediato. En realidad estimuló, como reacción, la sujeción más estricta de la mano de obra  rural con el fin de retenerla en las haciendas. Así, la movilización de la población puede haber sido un impulso al cambio de las relaciones de la producciónen las actividades urbanas, y en cambio en el sector agropecuario ayudaron a reforzar estructuras de organización tradicionales.

         Para la época de la Reforma las propiedades comunales estaban reducidas sólo a fragmentos de lo que habían sido las asignaciones coloniales. Además del extenso despojos a comunidades influyó en este sentido la venta de tierras, frecuentemente efectuada para financiar  fiestas y obras materiales y comunales. (16) En el altiplano, sobre todo  en las áreas más pobladas y de mejores recursos, era usual que alquilasen las tierras para la explotación privada, frecuentemente a comerciantes y hacendados de la vecindad. En tal virtud, la desamortización permitió a los arrendatarios hacerse de las propiedades y así acelerar  la destrucción de los remanentes de comunidades. En rigor este episodio importantísimo de la apropiación capitalista de las mejores tierras vino a trasladar brutalmente el dominio de esos recursos a favor de empresarios y  latifundistas. Es decir, fue una de las etapas del proceso de acumulación primitiva, etapa en la que ya operaban numerosas explotaciones con normas plenamente capitalistas..

         La colonización era el tema referido del liberalismo. Los ensayos de colonización por parte de europeos y norteamericanos fueron estimulados por la falta de mano de obra, por el deseo de formar una clase media rural y por la influencia de ideas racistas sobre la superioridad del campesino  europeo. En 1863, en medio de la guerra de intervención, se emitió la ley que dispuso la capacidad de particulares a adquirir hasta dos mil hectáreas de tierras baldías públicas. Esta  preocupación liberal encontró nueva  expresión en 1875, en el régimen de Lerdo, cuando  se promulgaron leyes de colonización que ampliaban hasta 2 500 hectáreas de terrenos nacionales la concesión para  fines de colonización. Para asignarlos se formaron las comisiones de deslinde de tierras baldías, antecedente de que las que después fueron las ominosas compañías deslindadoras de la época porfirista. En todo caso, los efectos de los ensayos de colonización no alteraron  el panorama productivo de la agricultura en la época juarista. Más importante que la colonización para  iniciar una recuperación de la producción en los  años setentas que fue la relativa disminución de los choques bélicos.

         En lo  que se refiere a la minería se observa que pocos años después de la consumación de la Independencia se inició un largo período de crecimiento de la producción de oro y  plata que, con variaciones diversas, se mantuvo durante más de un siglo o sea hasta la segunda guerra mundial. En los primeros años de vida independiente se alteró la tendencia hacia el decaimineto gracias al estímulo del Estado, al concurso de las inversiones extranjeras y a la incorporación de nuevas tecnologías. Con las reservas del caso, la información existente sugiere que durante los treinta años iniciales de vida independiente hubo una recuperación sostenida de la producción minera a pesar de las constantes perturbaciones civiles. El crecimiento de la producción, medido  a precios constantes fue en ese lapso alrededor del 2% anual. Es interesante  señalar que en medio de numerosas luchas armadas internas y externas  (con Francia y con los Estados Unidos) se da la transferencia de la mayoría de las minas a extranjeros. La producción desde mediados de siglo y por veinte  años presenta una tendencia hacia el estancamiento (crece menos del 1% anual) por la guerra civil e internacional. En estos veinte  años la inversión en  la minería se reduce y la producción es aleatoria. Con la relativa paz de los años setentas y el auge del comercio mundial se inició un período de intenso crecimiento que duró cuarenta  años, es decir, de 1871  a 1910. En  ese lapso tiene lugar una notable expansión de la producción de oro y plata, que alcanza la elevada tasa de crecimiento  anual de 4.4% (véase el siguiente cuadro). Particularmente intenso fue el crecimiento durante  la última década del siglo,  cuando alcanzó una tasa anual de 6.5%.

         La evolución de la producción minera en la época de la Reforma es particularmente significativa al tomar en cuenta las circunstancias nacionales de esos años. No sólo incidían negativamente en las condiciones de guerra y en la alteración del transporte, sino también pesaban considerablemente en el monopolio  de las casas de moneda para la acuñación y  exportación y las elevadas cargas fiscales que debía sobrellevar la actividad. Existía la  rigurosa prohibición de exportar metales preciosos no amonedados, lo que obligaba  a  elegir entre  ajustarse a  las condiciones de las once casas de moneda autorizadas para maquilar metales, o a practicar el contrabando. A los cargos por amonedación se añadían una diversidad de derechos como eran los del ensaye, fundición y marca, y los de exportación, entre otros. En conjunto, la carga fiscal, inclyendo costos de amonedación era en promedio del 21 % del valor del metal acuñado. Los gobiernos liberales se aplicaron a reducir cargas a la minería, con diberso grado de éxito.

México: Valor de la producción de oro y plata 1801-1910

(Millones de pesos a precios de 1700-1800)

Período

Total período

Promedio anual

Tasa crecimiento anual %

1801-10

224.6

22.5

 

1811-20

127.0

12.7

-5.5

1821-30

108.2

10.8

-1.6

1831-40

133.1

13.3

2.1

1841-50

174.3

17.4

2.7

1851-60

186.7

18.7

0.7

1861-70

202.6

20.3

0.9

1871-80

248.6

24.9

2.1

1881-90

344.7

34.5

3.3

1891-1900

644.4

64-5

6.5

1901-10

891.2

89.1

3.3

FUENTE: Estimaciones del autor basadas en el volumen de la producción contenido en Del Cueto H., cuando el peso valía más que el dólar, México, 1959, pp. 343-344, y precios en Humboldt, A., Ensayo político sobre el reino de la Nueva España, México, Ed. Robredo, 1941, t. III, passim.

         Por lo que hace a las manufacturas, a mediados de la década de los años cincuentas del siglo XVIII la industria mexicana se encontraba mucho menos afectada de lo que hubiera de esperarse después de los azarosos años de la época independiente. Su vitalidad se demostraba al haber resistido violentos cambios políticos, grandes cargas fiscales, invasiones militares, bruscas modificaciones en el sistema de protección, la persistencia de sistemas de transporte y mercadeo ineficientes y onerosos que elevaban el precio de las manufacturas y de los insyumos, entre otras cosas. Para entonces ya se encontraba altamente concentrada  la industria en la capital, y en menor grado en las ciudades de Puebla y Querétaro.

         La inestabilidad política y la fragmentación de los mercados, tanto por el deficiente sistema de transporte como por los frecuentes allanamientos, asaltos y destrucción de talleres por los incontables ejércitos en pugna, era sólo uno de los problemas de la industria. A ello se añaden las gabelas, los impuestos extraordinarios, el desquiciamiento del aparato comercial yla escasez de crédito, usualmente de comerciantes y con un elevado interés.

         De particular importancia negativa para la industria fueron dos iniciativas del gobierno liberal. La primera fue la implantación de los aranceles librecambistas que acabaron con la protección que se ejercía sobre las manufacturas (1856 y 1872).Con este combate desaparecieron algunas fábricas, bajó la producción en otras y cerraron numerosos talleres artesanales que habían resistido la crisis de la invasión norteamericana. Como efecto positivo debe señalarse que estas iniciativas liberales obligaron a la ruptura de los vestigios de lazos gremiales tradicionales que todavía eran poderosos: la segunda acción liberal de grave consecuencia para la industria fue el desquiciamiento del aparato financiero clerical por efecto de las leyes de Reforma. Aunque la producción se apoyaba principalmente en los canales financieros de los comerciantes, éstos contrajeron violentamente el otorgamiento de préstamos y adelantos por el derrumbedel poder clerical, ya que hicieron grandes inversiones para adquirir bienes raíces de la Iglesia. A su vez, es de suponer que el clero no aplicó el dinero que rescató en la primera etapa de desamortización al financiamiento de la producción, sino más bien lo sacó del país, en la segunda etapa sólo salvó lo que pudo vender apresuradamente de sus bienes restantes.

         Existe escasa información sobre la producción manufacturera del período  independiente y juarista. Hay apenas datos globales que son resultado de estimaciones del valor bruto de la producción. A pesar de los defectos del  cálculo y de las dificultades de comparación por tratarse de estimaciones a precios corrientes, esta información sirve para indicar que tuvo lugar un modesto crecimiento de la producción en la época  independiente y tal vez un estancamiento en la  de la Reforma. Debe subrayarse que lo notable es que haya habido crecimiento alguno, tomando en consideración las vicisitudes de los tiempos que corrían. (Ver siguiente cuadro).

         A pesar de tratarse de un período en el que el estancamiento y la contracción económica era lo común, se lograron avances en el sector industrial. De ello también da cuenta, con las reservas del caso, la información fragmentaria sobre la industria textil, en la que el número de husos se elevó en 28% entre 1844 y 1870. Obvio es que el incremento de la capacidad instalada no supone por necesidad el uso correlativo de la misma, pero también es indudable que el aumento permanente de dicha capacidad respondió a condiciones de crecimiento de la producción, tal vez paralela, a lo largo de los 25 años de referencia.

 

México: Valor de la producción industrial 1817-1868

(millones de pesos)

Año

Valor bruto de la producción

Tasa de crecimiento anual (%)

1817

60

 

1855

100

1.4

1868

110

0.7

FUENTE: Flores Caballero, R., “Etapas del desarrollo industrial, en La economía en la época de Juárez, México, SIC, 1973, p. 119. Flores caballero recoge datos de Sebastián Quiroz para  1817, de Lerdo de Tejada para 1855 y de R. García para 1868.

 

México: Capacidad instalada en la industria textil 1844-1870

Año

Miles de husos

1844

124

1850

136

1863

133

1870

155

 

FUENTE: 1844 Y 1863, Chávez Orozco, op. cit., 158. 1850 y 1870, citado en Deremitis, D., La industria mexicana en el siglo XIX, México, Sep-Setentas, 1973, p. 157.

 

 

         Debe observarse la notable expansión de la capacidad instalada en la industria textil en los años cuarentas, pese a la guerra con los Estados Unidos y la invasión del país, y en los setentas, no obstante la guerra con Francia y la ocupación  militar.En parte por este crecimiento pero también por las condiciones críticas del conflicto interno y externo, fueron surgiendo acciones obreras e intentos de organización que indican los gérmenes de la lucha de clases de carácter capitalista. La primera huelga obrera en México de la que se tiene noticias tuvo lugar en 1865. (17) Esta forma de lucha se fue extendiendo a medida que se avanzaba en la organización laboral. A su vez, ésta se sustentó en el movimiento mutualista que se inició en 1853 con la organización de la Sociedad Particular de Socorros Mutuos, dedicada a dar protección a los artesanos. En 1864 se extendió el mutualismo, bajo la influencia de los franceses invasores, en el cual encuentra Chávez Orozco una alianza de clases entre la pequeña burguesía artesana y el naciente proletariado con el fin de enfrentarse a la explotación capitalista. (18) La idea inicial de las mutualidades era la formación de cajas de ayuda común entre obreros y empleados. Los socios contribuían al fondo (50 centavos por mes) y adquirían derecho a atención médica, a una pensión reducida por enfermedad y a gastos de entierro en el caso de defunción. Pronto  cobraron un carácter diferente las mutualidades al envolverse en las luchas laborales yrebsar su función asistencial y de producción.

         A la lucha obrera se debe la implantación de reglamentos que aliviaban un poco las duras conciciones laborales de la época. Resalta el reglamento para la industria textil emitido en 1868 que determinó las siguientes condiciones de trabajo:

*      Seis días de trabajo por semana.

*      Jornadas máximas de 12 horas con media hora de descanso para el almuerzo y una hora para comer.

*      Educación obligatoriaa los menores de 20 años de edad, a cargo de la empresa.

*      Protección sociala accidentados por parte de la empresa consistente en el pago de medio salrio durante la recuperación.

*      Prohibición de pago de salario en especie.

*      Prohibición del trabajo a menores de 10 años de edad.

El movimiento laboral mutualista culminó en 1872 con la organización del Gran Círculo de Obreros Mexicanos, qie dos años más tasrde contaría ya con ocho mil afiliados y 28 sucursales en todo el país. (19) En su mayoría se trataba de obreros de la industria textil, que eran los más combativos sin duda por estar encuadrados en la industria de punta de esa época. La lucha de clases se acentuaba por el avance del capitalismo, con sus intentos permanentes de aumentar la explotación y por la dura represión del estado a los obreros que luchaban por mejorar su suerte.La noción de clase era para entonces de gran claridad, resultado de la creciente explotación capitalista y de las luchas emprendidas. En los documentos del Congreso de Obreros de 1875 organizado por el Círculo de Obreros se pone en manifiesto el avance político que para entonces se había logrado. De especial interés resulta el punto correspondiente a la retribución del trabajo, con respecto al cual reclama el Congreso el derecho a la fijación del salario, “… o seala valorización del trabajo por los mismos trabajadores, con el propio derecho con que los capitalistas ponen precio a los objetos que forman su capital”. (20)

            El gobierno de Juárez tomó trascendentales decisiones en materia de estímulo industrial y en particular, en la reducción de la protección arancelaria. Por una parte, se redujeron los aranceles en 1857 y 1872, a pesar de violentas protestas y reclamos de los empresarios. En contraste, se fijó una relación constante entre el oro y la plata, al imponer el régimen bimetalista en 1867, en virtud del cual se cambiarían a razón de 16 por uno.

La fijación del talón plata operó como poderosa y creciente protección en la medida en que el precio empezó a decaer en los mercados mundiales apartir de 1873. De hecho, esto equivalía a una devaluación automática del dinero que elevaba los precios de las importaciones y de los productos internos, generando así un mercado exclusivo y grandes utilidades a los productores nativos. Tal mecanismo, que habría de funcionar con mayor intensidad en la épocaporfirista, beneficiaba no sólo a la industria sino a todas las actividades orientadas a satisfacer el mercado interno. En cambio, para la producción para exportación significó una elevación de la explotación, lo que se tradujo en mayor eficiencia y productividad y en la contracción de salarios reales. En rigor operó normalmente un sistema de cambio bimetálico pero circulaba casi exclusivamente la plata, así como papel moneda que se emitió de nuevo en 1862, en plena guerra, cuarenta  años después del primer ensayo de esta  naturaleza en la vida independiente. Es notable la aceptación que tuvo el papel moneda de esta época a diferencia de las emisiones de los albores de la Independencia que terminaron por ser retirados al caer su valor de rescate a niveles ínfimos.

         Desde principios de la década de los años setentas tuvo lugar una expansión industrial en diferentes frentes, que se habría de consolidar en la época porfirista, como fue la producción de cerveza, vidrio, pulque, etc. De importancia fue el inicio de la producción azucarera moderna sustentada en la demanda interna, cuya  renovación después de décadas de recesión fue posible por la doble circunstancia de la construcción de los ferrocarriles y la introducción de innovaciones tecnológicas en el proceso industrial. Sin embargo, la explotación de la caña de azúcar habría de florecer sólo a fines de siglo en gran medida por efecto de estímulos externos.

         La preocupación por estimular el desarrollo industrial tuvo una diversidad de expresiones, no siempre exitosas por la oposiciónen el Congreso, sobre todo en el campo de la política fiscal. Así, en 1873 se opuso el Congreso a implantar un sistema de exenciones temporales de impuestos diversos para las nuevas industrias. Este fue el antecedente de la ley de protección a industrias nuevas y necesarias, que sólo se habría de implantar en 1854. En cambio, en esa época es notable la ausencia de iniciativas institucionales para suplir el vital apoyo financiero a la industria, sobre todo después de la experiencia favorable del Banco de Avío y de la Dirección de Industrias, tal vez por el hecho de que fueron ensayos de los conservadores. El sustituto de éste último, la Secretaría de Fomento, practicó una fe liberal exagerada que limitó la intervención del Estado en el estímulo industrial de ese período.

         Es indudable que el proyecto global del liberalismo, incluyendo los preparativos para crear una moderna infraestructura (caminosd, telégrafos, ferrocarriles, formación de pequeñas propiedades), y la educación de la superestructura (formación de ideología burguesa, adecuación educativa y administrativa, et.), así como la política monetaria, crediticia, cambiaría y fiscal, no se podía completar en sólo diez años de estabilidad relativa después de la derrota de Francia. Eran muchas las tareas bélicas, sociales, políticas, económicas que debían cumplirse antes. Además, estas transformaciones tenían lugar en una sociedad con poderosas hererncias coloniales que deformaban los resultados. Sin embargo, los preparativos que realizó el liberalismo de Juárez y Lerdo, incluyendo la búsqueda de vinculaciones con el exterior, fueron esenciales para el éxito capitalista del porfirismo.

 

 

 

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Génesis y Desarrollo del  Capitalismo en México, Querétaro, Universidad Autónoma de Querétaro, Taller de Investigación de la Facultad de Psicología, Tomo I, pp. 10-61.

 

Peña, Sergio de la, “La Formación del Capitalismo en México”, México, Ed. Siglo XXI, 1977, en Génesis y Desarrollo del  Capitalismo en México, Querétaro, Universidad Autónoma de Querétaro, Taller de Investigación de la Facultad de Psicología, Tomo I, pp. 10-61.

 

1.- Leal, J.F., La burguesía y el estado mexicano. Ediciones El caballito, México, 1972, pp. 62-63.

2.- Bazant, J., “Desamortización y nacionalización de los bienes de la iglesia”, en La economía mexicana en la época de Juárez, México, SIC, 1972.

3.- López Gallo, M., Economía y política en la historia de México. México, Ediciones Solidaridad, 1965, p. 141.

4.- “Memoria de Hacienda de 1856”, citado en Bazant, J. op. cit., 195.

5.- Con base en estimación de Bazant, J. op. cit., p. 192.

6.- La posición del gobierno de los Estados Unidos hacia el liberalismo era ambivalente. Por una parte su presidente expresó el propósito de enviar tropas a proteger vidas y haciendas de norteamericanos ante la extensión de la guerra civil, lo que era una amenaza a Juárez. En cambio, en 1860 mandó que la armada de ese país rompiese el bloqueo naval que mantenían los conservadores sobre Veracruz.

7.-Correspondencia de la legación mexicana en Washington, vol. X, 1892. P. 835, citado por Berensky, A., La intervención extranjera en México 1861/1867, México, ediciones de Cultura Popular, 1966, p. 160.

8.- Chávez Orozco, L., Historia económica y social de México, México, Ed. Botas, 1938, pp. 157-158.

9.- Para 1890 el 94% de la inversión inglesa en América latina se concentraba en  estos sectores. El financiamiento externo de América Latina. ONU, Nueva York, 1964.

10.- Micard F., La France au Mexique, París 197211.- González, L., “La era de Juárez”, en La economía mexicana en la época de Juárez, SIC, México, 1972, p. 24.

11.- Es de notar que existen incongruencias importantes en la información ya que la exportación corresponde a ventas registradas y la producción de oro y plata, que es un dato incompleto, era objeto de contrabando. La diferencia de información es particularmente marcada en 1861-67.

12.- Lewis A., Economic Survey 1919-1939, Londres, Umwin University Books, 1963, p. 149.

13.- Leal, J.L., op. cit., p. 147.

14.- Ibid., pp. 154-155.

15.- López Cámara F., La estructura  económica y social de México en la época de la Reforma, México, Siglo XXI, 1967, p. 87.

16.-Covarrubias, J. La trascendencia política de la Reforma Agraria, México, Problemas Agrícolas e Industriales, Vol. 5,, 1953, p. 161.

17.- Los movimientos laborales anteriores, sobre todo de mineros, tuvieron más un carácter de lucha gremial que obrera, donde el objetivo era la preservación de derechos feudales como el caso del “partido”.

18.- Chávez Orozco, op. cit., p. 72.

19.- Basurto, J., Una maonografía sobre el proletariado industrial, M´xico, UNAM, p. 36.

20.- Citado en  Chávez Orozco, op. cot., p. 87.

 

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