Génesis y Desarrollo
Del
Capitalismo en México
"La Formación del Capitalismo en México"
El proletariado es la primera clase en la
historia de la humanidad que no puede triunfar sin
el entendimiento científico de las condiciones
de su lucha, es decir, de la totalidad de la sociedad en que vive, de su origen, sus contradicciones y su tendencia histórica. PAUL KIRCHHOFF |
LA ACUMULACIÓN ORIGINARIA Y EL ORDEN POLÍTICO LIBERAL
Las
dos décadas que van de 1855 a 1875 son de vital importancia como antecedente
para la implantación del capitalismo industrial en México. En este período tuvo
lugar un torbellino social de luchas en medio de las que se consolidaron
transformaciones políticas que venían efectuándose desde décadas atrás. Se
iniciaron grandes cambios agrarios correspondientes al proceso de expoliación
característica de la acumulación originaría que habría de consolidarse en el
porfirismo, después de más de cuarenta años de violencias, despojos y repartos
de tierras públicas. Las profundas transformaciones también fortalecieron
estructuras coloniales de sólido raigambre como fue la hacienda. Como parte
central de la notable revolución se encuentran las grandes movilizaciones de la
población por causas bélicas y económicas y la extensa destrucción del aparato
productivo. Se redujo radicalmente el poder económico de la Iglesia y se
destruyeron extensivamente comunidades para repartirse los despojos. Se
iniciaron obras de infraestructura esenciales y se introdujeron cambios
tecnológicos al calor de la guerra y de la invasión.
Es importante resaltar que la base del
apoyo de toda esta transformación capitalista fue la hacienda en el campo, lo
que introducía una importante contradicción que tendría más tarde grandes
consecuencias. Sin embargo, la hacienda también se transformó tecnificándose,
sobre todo la dedicada a la exportación. Además se multiplicó y es probable que
haya crecido en su tamaño medio. En el manejo público resalta el saneamiento de
las finanzas y la adecuación de la administración que se lograron como
antecedente de los avances porfiristas. En el frente político militar resalta
la victoria sobre el invasor francés y también la posterior desmovilización del
ejército y el hábil dominio político sobre los militares. El resultado fue una
concentración del poder militar y político y el incremento de éste.
En el mosaico de cambios que sucedieron
desde 1855 se encuentran por igual factores y elementos favorables al capitalismo
y aspectos opuestos que años más tarde habrían de ser determinantes de la forma
del desarrollo mexicano. Resalta por su importancia en este lapso el acontecer
político puesto que la transformación social se inició, por necesidad, en ese
nivel. La formulación de las Leyes de Reforma y las reacciones clericales a que
dieron lugar son los acontecimientos principales. En un segundo plano quedan
las condiciones económicas y sociales de la época y su transformación, ya que
en esa etapa lo económico quedó altamente determinado por el acontecer
político.
Un antecedente central es el conjunto
de consecuencias de la violenta sacudida que sufrió la nación con motivo de la
invasión y derrota militar del país a manos de los Estados Unidos en 1848 y del
desmembramiento del territorio del país. Este fue un episodio central del
proceso de acumulación originaria que colaboró a la alteración de las
relaciones de producción. De allí provino una grave crisis interna y un proceso
general de reacomodo de las clases sociales y
de las fuerzas políticas.
La vitalidad económica estaba
desgastada a principios de la década de los años cincuenta y la nación exigía
pan y la apertura de nuevas posibilidades económicas y políticas. Las fuerzas
productivas debían desarrollarse en otro nivel, dirección e intensidad de
participación de los factores productivos, y en contraste el sistema existente
no lo facilitaba. La transformación era incontenible y la única corriente que
aportaba una solución era integral y un proyecto social era la liberal que proclamaba el
propósito de implantar el capitalismo.
El apoyo que se daba al liberalismo y
al proyecto capitalista crecía con los
estímulos externos excitados por la ambición comercial y colonial de España, Francia, Inglaterra y los
Estados Unidos, lo que correspondía al grado de maduración del capitalismo
industrial de cada uno de estos países. Internamente trabajaba a su favor la
incipiente burguesía, partes del ejército y núcleos de la administración
pública, así como una gran parte de la pequeña y gran burguesía incluyendo
hacendados (que era uno de sus semilleros) y la mayoría de los rancheros. La
clase explotada urbana compartía, en sus núcleos más inmersos en el intercambio
comercial, el proyecto capitalista.
Tenía lugar una especie de alianza
informal entre la incipiente burguesía minera, agrícola y comercial y una fracción de los hacendados,
debido a que sus intereses económicos y
a veces políticos los inclinaban a favor de las radicales soluciones liberales.
En efecto, los hacendados se encontraban
limitados en su expansión, ya por la presencia de numerosas comunidades
indígenas y de propiedades clericales que bloqueaban su crecimiento, ya por la
congelación del mercado de tierras que habían creado el sistema de financiamiento
eclesiástico. Los intereses de un grupo considerable de hacendados y rancheros
dedicados a la producción comercial, coincidían plenamente con el esquema
librecambista, aunque ésta no era una tendencia generalizada y variaba de
región a región. Para ellos, productores de bienes para la exportación o para
los mercados internos, la influencia de importaciones baratas era de mayor
ventaja económica que la oferta de manufacturas nacionales, que era escasa y de
menor calidad, a más de que los productos tenían un precio más elevado. Por
otra parte, la promesa liberal de reducir gabelas
(Impuesto) y alcabalas (tributo
sobre las ventas) al comercio interno y de estimular la formación de una
infraestructura de creciente eficiencia eran atractiva para los comerciantes y
también para los hacendados interesados en aumentar la producción.
No menos importante para establecer
esta especie de alianza de clases era el hecho
de que los esquemas liberales no mencionaron ni aplicaron proyectos de
fraccionamiento de haciendas, ni en
general, de afectación de la propiedad privada. Por lo contrario, proponían la posibilidad de la
formación de una amplia clase media
rural de pequeños propietarios, más no a base de la destrucción de otras
propiedades privadas, sino de la adjudicación individual de propiedades de
corporaciones, en el primer periodo de reformas liberales, y específicamente de
las clericales en el segundo. La tercera etapa correspondió a la adjudicación de baldíos en la época
porfirista. El objetivo era incorporar al mercado de factores las propiedades
congeladas por la “mano muerta”. En
contraste, se esperaba implícitamente la formación de la pequeña propiedad a
través de la libre competencia que sería estimulada por las profundas
transformaciones estructurales que era necesario implantar.
De modo
que había un núcleo de hacendados y rancheros que coincidían con parte
de la creciente masa urbana formada por la pequeña burguesía, obreros,
empleados, desocupados e intelectuales, en la búsqueda de nuevos derroteros sociales.
Esto se tradujo en la participación de la revolución liberal que derrotó a Santas Ana, y lo echó
de la presidencia en 1855.
En cuanto el liberalismo tomó el poder
se dedicó con energía a producir y aplicar
una cascada de reformas dirigidas principalmente en contra del poder
temporal, político y económico de la Iglesia, pero también en contra de las
corporaciones indígenas. Su propósito era promover el desarrollo capitalista
estimulando la acumulación originaria con toda su violencia para lo cual empezó por disponer la destrucción de
la propiedad no privada de bienes raíces mediante su apropiación a
usufructuarios.
El ataque a las comunidades indígenas
respondía en parte a necesidades políticas coyunturales y en parte a la
profunda convicción liberal de que las comunidades eran un obstáculo importante
para construir la nación próspera y
liberal, o seda capitalista, que soñaban. Creían y postulaban que el
indio era un ser inferior y débil a quien era necesario proteger, conducir
y educar en las exigencias de la vida
burguesa hasta capacitarlo para competir y triunfar en la lucha económica.
Decían que esto, sólo era posible mediante la práctica de la responsabilidad
que impone la propiedad individual, cuya
ausencia había sido la causa del
estado infantil en que se encontraba el indio; por ello se debía destruir la
comunidad y fraccionar sus propiedades.
En un plano menos notorio estaba el
propósito de limitar el poder del ejército y convertirlo en el brazo armado del
poder civil. El objetivo era asegurar la preeminencia de la dirección civil de
los asuntos públicos y una mínima continuidad en la gestión administrativa.
Así, al mes y medio de la toma del poder, con Juárez encabezando la Suprema
Corte de Justicia, el gobierno liberal implantó la ley Juárez que disponía la
derogación del derecho de los tribunales militares y eclesiásticos a conocer
asuntos civiles y declaraba renunciable
el fuero eclesiástico.
A
tres meses de iniciada la gestión liberal, o sea en enero de 1856, se aprobó el
nuevo arancel que dio fin al primer período proteccionista de la
vida nacional que se había extendido por tres décadas. Con este arancel se
amenazaba la existencia de talleres e industrias, lo que garantizó la oposición
de sus propietarios y aún de operarios la iniciativa de liberalización del
comercio y al proyecto liberal como conjunto. Simultáneamente surgió un
levantamiento conservador en Puebla con apoyo
entusiasta del clero, bajo el lema de “Religión y Fueros”, como reacción ante la violencia embestida
liberal. Como respuesta, el gobierno intervino en marzo los bienes
eclesiásticos en Puebla. La furia legislativa de la transformación liberal
seguía avanzando.
Cuando el régimen liberal tenía sólo
nueve meses de existencia se aprobó la
radical Ley Lerdo (junio de 1856), cuyo antecedente era el pensamiento
de Mora de los años treinta así como las dos décadas siguientes de luchas
incruentas del liberalismo encabezado por Gómez Farías. Establecida la Ley de
Desamortización de los bienes inmuebles de corporaciones civiles y eclesiásticas y prohibía la adquisición de
nuevas propiedades. Es posible, que por la convicción liberal de formar un
Estado nacional único sin competencias corporativas, pero también por táctica
política, se haya decidido destruir a todas las corporaciones para evitar la
acusación de ser un gobierno antirreligioso. Por la reacción generada es
evidente que no se evitó esta acusación y, en cambio, por la rebelión de
comunidades campesinas (sobre todo en el centro del país), la posición de los
liberales se debilitó. (1)
El criterio liberal era sencillo: mano
fuerte ante la resistencia al Estado. Un ejemplo de ello fue que tres meses
después de emitida la Ley Lerdo, o sea en septiembre, y con motivo de una conjura
que se organizaba en el convento de San Francisco en la capital, éste fue
clausurado y la valiosa propiedad fue decomisada sin pago por el Estado, todo
lo cual provocó un escándalo mayúsculo en el clero y una creciente reacción de
los conservadores.
La desamortización de los bienes de
corporaciones que disponía la Ley Lerdo era una forma relativamente moderada y
acorde con el orden burgués de poner en circulación capitales y propiedades
estancados durante siglos, al
transformar en propietarios individuales a los usuarios de esos bienes
inmuebles. No se señalaron si establecieron giros o actividades en los que el
clero habría de aplicar los capitales que obtuviera de la liquidación, lo que
provocó fricciones adicionales al no dar soluciones a la liquidez del clero, lo
que indujo la salida de capitales.
El mecanismo ideado consistía en
convertir a las corporaciones (y en particular al clero) de rentistas
vitalicios en acreedores hipotecarios de sus inquilinos; los arrendatarios que
explotaban o utilizaban esas propiedades se habrían de transformar en
propietarios al adquirir los inmuebles. Para ello se establecía la obligación
de las corporaciones de vender sus propiedades y la facultad de los inquilinos
de adquirir los bienes arrendados. Los adquirientes debían de efectuar el pago
del impuesto del traslado de dominio del 5% del valor de la propiedad (para
alivio de las deterioradas finanzas públicas), y liquidar a la correspondiente
corporación el valor predial del bien raíz respectivo. Este valor se fijaba a
partir del monto de la renta y se consideraría equivalente a su capitalización
al 6% anual. De tal manera la renta, multiplicada por 16.7, determinaría el
capital por amortizar. Este a su vez se habría de cubrir mediante aportaciones
anuales de igual monto al de la renta original y así se liquidaría en cerca de
17 años el adeudo hipotecario con la corporación. Se establecían también
previsiones en el caso de que el inquilino renunciase a su derecho, quedando en
ese caso la propiedad en posibilidad de ser denunciada por cualquier postor, o
de rematarse. En cambio, la corporación se encontraba incapacitada para
recobrar el inmueble en caso de incumplimiento hipotecario por parte del ex
inquilino y ahora flamante propietario, ya que se le prohibía adquirir
propiedades, por lo que el clero temió, con razón que su riqueza se iría diluyendo en hipotecas
impagas. (2)
Algunos de los propósitos de la Ley se
alcanzaron en gran medida, por ejemplo, la descongelación de bienes inmuebles y
capitales. Sin embargo, el objetivo de formar una base social de clase media se
vio parcialmente frustrado debido a que se produjo una tendencia hacia la
concentración de la propiedad en mano de los núcleos de mayor poder económico y
con más liquidez monetaria, que eran los comerciantes. A ello colaboró la
propia Iglesia al prohibir a sus inquilinos que optaran por la adquisición de
los inmuebles, por lo que estos quedaron
con frecuencia en condiciones de ser denunciados por inversionistas mayores y,
además a precios decrecientes. (3) También
influyó la penuria del Estado que le
llevo a facilitar la desamortización que aprovecharon los más ricos.
Se
estipulaban diversas formas de liquidación de las hipotecas, incluyendo
facilidades diversas, como era la facultad de cubrir parte con bonos de la
deuda pública a su valor nominal, en tanto que el precio comercial o de rescate
de estos fluctuaba entre 5 y 10% del de su denominación. En tal virtud los
adquirientes podían reducir considerablemente la cantidad a liquidar.
El
efecto de la Ley Lerdo fue de largas consecuencias. Tan sólo en el segundo
semestre de 1856, que es el único período sobre el que existe información, se
desamortizaron propiedades por valor de 23 millones de pesos. (4) Con este motivo estimaba Lerdo que se habían
formado, al menos al principio, nueve mil propietarios, buena parte de ellos
inquilinos urbanos que pertenecían a los estratos de ingresos medios.
Durante 187 se continuaron con similar
energía las acciones de desamortización. Es de suponer que la mayor parte de
las propiedades del clero susceptibles de ser desamortizadas fueron afectadas,
y que la mayoría de sus bienes raíces eran desamortizables en vista de que la
Iglesia casi no explotaba directamente sus propiedades sino que las daba en
alquiler.
En cambio, en el caso de las comunidades indígenas la explotación
de la tierra era usualmente efectuada
por los comuneros, aunque también había el caso de rentas de tierras, sobre
todo en las ubicadas en la vecindad de grandes centros urbanos. Además la
resistencia de los campesinos a la ley fue desesperada, por lo que el efecto de
la medida fue menos intenso. A ello se añadía la lejanía de muchas de las
comunidades como protección al proceso de desamortización y adjudicación de sus
tierras. En cambio, las tierras fértiles y bien localizadas fueron arrebatadas
rápidamente por inquilinos y postores o auto-denunciadas por el campesino para
poder conservarlas, ahora en propiedad privada.
Al final del agitado año de 1856, a sólo seis meses de
ser emitidas las leyes de desamortización, hubo una multitud de levantamientos
de conservadores y clericales en Puebla, Querétaro y Veracruz. Debe notarse que
la reacción más intensa tuvo lugar en el centro del país, donde se encontraban
las estructuras de ´poder más tradicionales. En diciembre de ese año, Pío X
coléricamente declaró nulos todos los decretos y leyes de gobierno mexicano que
afectasen los intereses del clero.
LAS VÍAS DE ACUMULACIÓN ORIGINARIA,
EXPROPIACIONES Y GUERRAS
EN LA DÉCADA 1855-1865
Durante 1857 siguió creciendo la
resistencia conservadora y popular y
también la avalancha de leyes, entre ellas las que determinaba la vigencia
legal del Registro Civil, así como la que dictaba que serían de exclusivo
dominio civil la administración de cementerios y que prohibía de allí en
adelante dar sepultura a cadáveres en los atrios de las iglesias. En febrero se
promulgó la Constitución que reflejaba las aspiraciones y composición de la
burguesía liberal. Naturalmente contenía una fuerte influencia de las de
Francia y los Estados Unidos. Como consecuencia de la implantación de la
Constitución, la rebeldía clerical y de comuneros creció y se extendió a pesar
de ser violentamente reprimida por el gobierno. Este a su vez encontraba apoyo
en sectores campesinos, en hacendados y sobre todo en la población urbana
explorada y en núcleos de pequeños comerciantes y de intelectuales.
En 1858, gracias al apoyo del indeciso
presidente Ignacio Comonfort que se asustó del radicalismo juarista, el partido
conservador recobró el poder mediante un violento levantamiento. Juárez intentó
resistir el golpe de Estado y la traición de Comonfort, pero se vio obligado a
huir de la capital. Se proclamó presidente, organizó un nuevo gobierno liberal
y un ejército esencialmente popular y se inició la guerra que habría de
prolongarse durante tres años.
Las frecuentes derrotas militares que
sufrió el liberalismo no alteraron su ánimo de transformación social.
Tampoco limitaron su entusiasmo la
penuria financiera ni la movilidad constante del asiento del gobierno que
imponían las vicisitudes de la guerra. En el curso de 1859 se dictaron cinco
leyes de Reforma de grandes consecuencias que fueron violenta respuesta a la
rebeldía del clero y del partido conservador y a su resistencia a la
transformación social. Esta son, la
primera, la que se refiere a la nacionalización de los bienes de la Iglesia sin
pago alguno, que incluye la supresión de los conventos de hombres y la
prohibición de formar otros nuevos. La segunda establece la validez legal única
del matrimonio civil y la tercera la responsabilidad del estado de formar el
Registro Civil y la obligatoriedad de los ciudadanos de observar sus
reglamentos. La cuarta se refiere a la secularización de los conventos de
mujeres y la quinta a la no obligatoriedad de la observación de las fiestas
religiosas.
Como
se ve, la consecuencia de la revuelta conservadora y de la violenta resistencia
del clero junto con la de las comunidades indígenas a la aplicación de las
leyes de desamortización fue el endurecimiento de la política liberal. Empero
se apreció el error político que suponía el ataque a comunidades por lo que se
estableció como objetivo único de la Reforma la eliminación de la propiedad
clerical. El paso de la liberalización de la propiedad raíz de corporaciones
mediante su pago de hipoteca, a la nacionalización directa y sin retribución,
incluyendo los fondos de capellanías, supone una radicalización profunda. A
pesar de tratarse de corporaciones enemigas del Estado burgués, la expropiación
sin pago de sus propiedades es una violación del derecho burgués de la
propiedad. Para el liberalismo esta contradicción era aceptable por las
necesidades de la acumulación originaria del capital. Indica el propósito
abierto de destruir el poder temporal de la Iglesia, sin pruritos sobre la
violación de nada, empezando por su potencialidad económica, y aprovechar sus
riquezas para emprender procesos de producción capitalistas. Con este acto el
liberalismo imprimió una orientación plena de rescate de la riqueza de “manos muertas” para poner en operación
relaciones de producción capitalistas.
Sin embargo, esto se produjo, como se
esperaba, un gran crecimiento inmediato de la clase media, es decir, de una
amplia pequeña burguesía, sino más bien la concentración de la propiedad. En
atención a esta posibilidad de acumulación y quitarse de encima el gran peso
del clero, hubo un grupo de hacendados que apoyaron al liberalismo y otro que,
al menos, no colaboró con los conservadores. En lo que se refiere al estímulo
para la formación de capital y el surgimiento de empresarios, no puede ser más
clara la intención del liberalismo de favorecer la acumulación originaria de
capital, lo que logró en cuanto a la redistribución de la riqueza pero no
totalmente en cuanto a crear un capitalismo industrial clásico. Una parte de
los procesos de despojo reforzaron en realidad a la hacienda.
En el cuerpo de las Leyes de Reforma no
se incorporaron previsiones explícitas en cuanto se refiere a la necesidad de
disponer de mano de obra libre para asalariarse a fin de someterla a la
explotación capitalista. Tal se esperaba que naturalmente tendría lugar la
formación del proletariado al romper los reductos más notables que impedían,
según el liberalismo, el desarrollo capitalista. En todo caso los liberales de
la época de la Reforma no tuvieron ocasión de encargarse de esta cuestión,
considerando la prioridad que tenía la lucha anticlerical. Por esta causa las
Leyes de Reforma están dedicadas casi
exclusivamente a derrumbar los obstáculos que presentaban las corporaciones a
la hegemonía burguesa. Con la destrucción del poder económico del clero y la
apropiación de sus riquezas por los individuos emprendedores se esperaba el
surgimiento de una extensa burguesía rural que practicase la competencia
capitalista. El progreso y el bienestar
de la nación se lograrían, según esta corriente, con la formación de la propiedad
privada en el campo que apoyase la expansión de la burguesía urbana.
En cuanto al partido liberal venció a
los conservadores y tomó plenamente el poder en 1861 se inició para ventaja del
Tesoro Público, una febril actividad para rematar y adjudicar a inquilinos e
interesados las propiedades clericales, incluyendo todo lo que no se había
desamortizado de acuerdo con la Ley Lerdo de 1856. Se dio todo tipo de
facilidades con el fin de acelerar la adjudicación, incluyendo descuentos,
aceptación y obligaciones de los compradores y liquidación de partes crecientes
del valor de los bienes raíces en bonos de la deuda, tomados según su valor
nominal lo que suponía un generoso margen de descuento. En el año de 1861,
único para el que se disponen datos, fueron vendidas propiedades por 16
millones de pesos, de los que apenas el 40% se recibieron en dinero o
documentos descontables. Es claro que los ricos comerciantes que disponían de
liquidez eran los que aprovechaban más estas facilidades para hacerse de propiedades
baratas.
Se desconoce el efecto preciso que
produjo este enorme traslado de dominio, que pudo a llegar de ser del orden de
60 millones de pesos entre 1861 y 1863, o sea el correspondiente al 60% de la
propiedad eclesiástica y tal vez entre el 12 y el 15% de la riqueza nacional. (5) Pero tomando en cuenta que se trataba de
precios establecidos en forma apresurada y que en general estaban a la baja,
debido tanto a la inseguridad prevaleciente como a la alteración repentina del
mercado de tierras, es de suponer que se afectó en proporción mayor de la
riqueza. Para apreciar el efecto político de esta transformación también debe
tomarse en cuenta la desamortización que se efectuó en años anteriores. La
medida era temeraria por la extensa afectación de intereses y por la
circunstancia de que el país a penas salía de una sangrienta guerra civil que
había durado tres años y que se encontraba en la evidente inminencia de la
guerra exterior estimulada por los derrotados conservadores.
Las febriles ventas de tierras a
precios bajos y las facilidades que otorgaba el Estado a los adquirientes con
tal de disponer de liquidez, se acentuaron con el inicio de la invasión
francesa en vista de las enormes necesidades de financiamiento para sostener la
guerra. Casi en vísperas de la toma de Puebla por el invasor se estaban
rematando propiedades tanto por el interés público del financiamiento que se
obtendría, como por considerar que ante hechos consumados los franceses no
habrían de dar marcha atrás a las nacionalizaciones de propiedades clericales.
Pero es necesario regresar un poco para comprender la causa y el efecto de la
invasión y guerra con Francia.
El
país contaba con una larga y accidentada historia financiera. La deuda externa
era motivo de constante negociación para diferir su pago y para conseguir
nuevos empréstitos. En esta historia se
encuentran todo tipo de incidentes de los que resaltan las condiciones leoninas
de los préstamos y la amenaza constante de guerra con los países acreedores.
Esta amenaza se concretó con la guerra de los “pasteles” con Francia en 1836,
con motivo de la deuda con un rico panadero francés. En el curso de la guerra
de Reforma tanto liberales como
conservadores se veían en crecientes apuros económicos por la
paralización de la actividad económica y la fragmentación de la nación en
partes dominadas por cada partido. Los gastos bélicos demandaban fondos financieros
que no existían, por lo que ambos contrincantes procuraron obtener créditos
externos. Los clericales contrataron préstamos con España aceptando
reclamaciones exageradas, así como con la Casa Jecquer de Suiza de la que
recibieron un millón de pesos y asumieron obligaciones por 15. Juárez a su vez
estableció negociaciones con los Estados Unidos para obtener créditos mediante
el convenio llamado de MacLane Ocampo. En este se establecían derechos de
tráfico por el Istmo de Tehuantepec, más no fue ratificado por el Senado de
Norteamérica. (6)
Al triunfo de los liberales sobre los
rebeldes conservadores en 1861 y de establecerse el pleno dominio liberal se
dictó una disposición de emergencia que implantó la suspensión del pago de la
deuda para estabilizar las averiadas finanzas nacionales, con protestas
amenazantes de las naciones acreedoras. Pocos meses más tarde se emitió un
decreto mediante el cual se debía reanudar la liquidación de la deuda,
pero ya era tarde. Las naciones
acreedoras más agresivas, Inglaterra, España y Francia, decidieron intervenir
militarmente con el fin de asegurar sus intereses y ver por su incremento. Los
Estados Unidos ofrecieron sus oficios para hacerse cargo de la deuda externa de
México. Proponían la administración de la liquidación el adeudo que asumirían
con un interés modesto, obteniendo en hipoteca territorios del norte y
concesiones de explotación de yacimientos minerales. La proposición fue
rechazada de plano por el gobierno de Juárez.
En diciembre de 1861 desembarcaron
tropas invasoras de Francia, cuyas reclamaciones eran por 190 mil pesos,
Inglaterra con la que se tenía deuda por 69 millones de pesos y España a la que
se debían 9.5 millones, se retiraron y
decidieron esperar tiempos mejores para
cobrar. En 1863, después de un largo año de guerra, los ejércitos
franceses y clericales lograron ocupar casi todo el territorio nacional. En un
grotesco intento por legitimar la presencia francesa y el establecimiento de la
ansiada monarquía de Maximiliano que había solicitado la Iglesia y el partido
conservador a la Casa de Austria, se hizo un plebiscito. Los resultados
oficiales fueron que de la población total de 8.6 millones que tenía el país,
6.4 aprobaron la monarquía. Ello supondría, de ser cierto el resultado, que la
totalidad de la población mexicana mayor de ocho años estaba con Maximiliano.
Mientras tanto, con amplio apoyo
popular seguía la desesperada lucha militar y al mismo tiempo emitía las leyes
que era la esencia de la transformación social de la Reforma. En 1863 decidió
clausurar los conventos de mujeres así como confiscar y las propiedades de los
traidores a la patria. También se dispuso la primera ley reformista encaminada
a formar la pequeña burguesía rural, consistente en que todo ciudadano tenía
derecho a adquirir y ocupar tierras nacionales hasta por 2.500 hectáreas para
que se colonizaran, lo que tuvo un gran efecto político. No menos importante
fue la disposición que modificaba el criterio de la Ley de desamortización el
sentido de que restablecía el derecho de las comunidades de tener tierras. Con
ello se definió finalmente que el objetivo central de las leyes de Reforma era
la destrucción del poder económico del clero y con esta base, la formación de
una sociedad capitalista.
La iglesia y los conservadores
esperaban con ansia el establecimiento de la monarquía europea y la restitución
de sus fueros, derecho y propiedades afectados por la Reforma. El primer signo
de que algo no andaba bien fue la irremediable inclinación francesa hacia el
liberalismo, con o sin monarquía. La confirmación del error del clero y de los
conservadores tuvo lugar con la formación de un gabinete con liberales
connotados. Ya fuera por convicción, ya fuera por sensibilidad política al
observar el apoyo del pueblo al liberalismo, se inclinó por mantener las leyes
de Reforma a pesar de las presiones del partido clerical.
En cambio contrastan las actitudes de
Juárez y Maximiliano en materia financiera. De un lado la austeridad, del otro
el boato y la aceptación de deudas absurdas. Mientras tenía un sueldo de 30 mil
pesos anuales, Maximiliano y carlota se asignaron emolumentos por 1.7 millones.
(7) Para 1886 la deuda reconocida por Juárez era
de 82 millones de pesos y por Maximiliano de 272. Una muestra del criterio
financiero es que los ingresos de las aduanas marítimas del Golfo estaban
asignados por Maximiliano en un 50% al pago de la deuda con Francia (que
incluía el gasto de sostenimiento de las tropas de ocupación), 49% para el pago
de la deuda con Inglaterra y España y 1% ingresaba a las arcas de México.
Con la derrota final de Maximiliano, de
la Iglesia y de los conservadores en 1867, se implantó el poder liberal que
habría de campear de entonces en
adelante, sin interrupción, durante las siguientes seis décadas. De inmediato
se renovó el proceso de nacionalización de bienes de la iglesia, que para
entonces ya eran de escasa dimensión, mediante la asignación de estas
propiedades al inquilino o al postor. En general, en la labor reformista
destaca la disposición que se tomó el mismo año del triunfo del liberalismo sobre
la secularización de la enseñanza pública. Mientras tanto se manipulaba la
deuda externa para evitar su pago y se efectuaba una enérgica modificación
fiscal al uniformar el sistema tributario y reducir el número de impuestos.
En medio de revueltas de opositores que
eran conservadores antirreformistas y liberales antireelecionistas, incluyendo
a Porfirio Díaz, Juárez prolongó su presencia como presidente y su enérgica
acción liberal. Antes de morir en 1872, recién reelecto, alcanzó todavía a
implantar un nuevo arancel que era aún menos proteccionista que el de 1856. Lo
sucedió en carácter de presidente interino Lerdo, quien promulgó como
ordenamiento constitucional las Leyes de Reforma en 1875.
Con el pretexto de la reelección de
Lerdo, Díaz se levantó de nuevo en 1876, al igual que lo había hecho cuatro
años antes contra Juárez, pero ahora con éxito. Tomó el poder y con ello se
inició la era porfirista de paz y de estabilidad relativas, de crecimiento
económico y de implantación de las principales ideas del liberalismo juarista.
También entró de lleno la nación al capitalismo industrial.
Es interesante observar cómo desde la
Reforma los liberales trastocaron la práctica con la teoría en algunos
aspectos. En efecto, uno de los puntos de conflicto entre conservadores y
liberales era la cuestión del centralismo del poder político, proclamado por
los primeros, y del federalismo, bandera de los liberales. A tal grado era
importante esta cuestión que el argumento de la violación del pacto federalista
fue esencial en los movimientos separatistas de Texas y Yucatán en los años
treinta del siglo XIX. En contraste con
su bandera federalista, los liberales instituyeron un Estado poderoso y
centralizado, proclamaron el federalismo y practicaron el centralismo, proceso que
han observado todos los gobiernos del país desde entonces hasta la actualidad.
ARTICULACIÓN DE RELACIONES DE PRODUCCIÓN EN LA ETAPA DE
ACUMULACIÓN ORIGINARIA, LA HACIENDA
La
violenta lucha entre el clero y el
Estado, parte del conflicto liberal-conservador, es sólo una de las
batallas (pero la principal en esa época) que tiene relación con el surgimiento
del capitalismo industrial en México. En este
sentido no es diferente al propósito de transformación y de preparación
que se dio en muchas otras áreas del mundo en esa misma época, lo cual se
explica porque se trataba del proceso de consolidación mundial del modo de
producción capitalista, del cual México formaba parte. Pero por su
condición de ser un área de expansión
del capitalismo más que su lugar de origen. México formaba parte de este modo
más bien externamente; o sea que no se había incorporado por efecto de la
transformación interna de las relaciones de producción al grado de que
prevalecieran las del modo capitalista, sino que antes se establecieron vínculos externos de
este orden.
A principio de los años setentas había
actividades, sectores y regiones que operaban ya dentro de normas capitalistas
pero éstas no eran aún dominantes, de manera que no se daban plenamente las
interdependencias de la reproducción preferente del nuevo modo de producción.Se
encontraban estructuras arcaicas que prestaban un carácter y orientación no
capitalista a la formación económico social existente, por lo que la
transformación de las relaciones de producción se efectuaba en condiciones
tales que se iba adentrando el país en el capitalismo bajo la influencia
poderosa de múltiples elementos no capitalistas. Estos elementos y los efectos
que causaron en el proceso de implantación del capitalismo serían algunos de
los ingredientes determinantes del futuro desarrollo del país.
Entre los factores peculiares
mencionados destaca la relación que se establecía entre el grado de desarrollo
rural y urbano, y en términos de evolución sectorial, entre el avance industrial
y el agropecuario. El grado de evolución industrial no era lo suficientemente
avanzado para imponer por sí mismo las pautas capitalistas en las actividades
agropecuarias, entre otras causas porque en las propias manufacturas había
multitud de unidades productivas al margen de las formas capitalistas de
organización de la producción. En la agricultura la organización capitalista se
iba extendiendo en algunas regiones, pero en general sin una vinculación
extrecha con las exigencias urbanas y mucho menos bajo su estímulo. En
cierta medida era al revés en la mayoría
de las regiones ya que las actividades agropecuarias de exportación y desde
leugo la minería, determinaban en gran parte la evolución de la economía urbana.
En tal razón el empuje capitalista no se realizaba en todas las regiones en el
sentido clásico-rural, ni incluía todas las interdependencias dialécticas del
caso.
Es
de suponer el avance capitalista mayor en sectores que usualmente van a la zaga
en el tránsito hacia el capitalismo, se debió en parte a la importancia que
había cobrado la hacienda como forma característica y dominante de organización
de la producción agropecuaria. El peso de la hacienda se vio grandemente
acrecentado con la destrucción de la propiedad clerical, quedando esa como el
poder dominante en el campo. Su presencia impedía la ruptura social necesaria
para implantar el capitalismo en el campo en forma de la creación de una amplia
base de pequeñas propiedades,
particularmente en lo que se refiere al bloqueo de la libre explotación
del trabajo (por la vigencia del peonaje) yal libremercado de tierras (por la
exagerada concentración del poder económico). En cambio tenía lugar un
desarrollo capitalista que combonaba la expansión de la hacienda (la clásica
vía “junker”) con el surgimiento de ranchos y otras formas empresariales de
explotación, así como pequeñas propiedades. Tal vez el poderoso movimiento de
Reforma y la guerra hubiesen sido suficientes para romper la hegemonía de la
hacienda, más no era esta la intención del liberalismo. La orientación de sus
disposiciones se dirigió a atender preferentemente el problema clerical por
razones de táctica y luego a salvar la autonomía política del país.
Durante las dos décadas que hemos
considerado (1855-75), fue la atención y
arreglo de los problemas de orden político y en general las
transformaciones superestructurales, incluyendo la formación de un Estado, las
tareas fundamentales previas para implantar el proyecto liberal. El desajuste
qufraestructura y superestructura y los extensos cambios que requerían ambas
estructuras para convertirse en una formación capitalista imponían como tarea
insoslayable e inicial la transformación
política a partir del dominio del poder.
En estas condiciones el resultado
último de la Reforma fue la adaptación del país en algunos aspectos
estratégicos con el fin de emprender el camino de la construcción capitalista.
Tales podrían considerarse los ajustes políticos, la derrota de los vestigios
heredados de relaciones de producción tributario-despóticas y los avances en
materia de reforzamiento y modernización de la infraestructura económica (por
ejemplo en ferrocarriles, comunicaciones, etc.) De este complejo cambio también
resultó la necesidad de reforzar algunas estructuras que diferían en su
organización interna y a veces en su orientación productiva de las relaciones
de producción capitalistas, como fue la hacienda y el peonaje. También tuvo
lugar un viraje políyico a finales del periodo de la Reforma que moderó el
ataque predilecto contra el clero y las comunidades indígenas. Este cambio
táctico para reducir el conflicto social y preparar el camino al periodo de
estabilidad permitió al clero retener y después recuperar algunos poderes
temporales, y a las comunidades sobrevivir al
liberalismo, pero ya eran ambas
estructuras poco importantes para entonces.
En realidad la destrucción del clero
fue extraordinaria. Aunque durante el porfirismo habría de recuperar algún poder,
sobre todo ideológico, ya no significó más un poder económico o político
determinante. Además, la Reforma creó los instrumentos para contener al clero,
pero su aplicación se ajustó desde entonces, con marcado pragmatismo, a las
condiciones coyunturales y estructurales del país.
Por su parte las comunidades fueron
reducidas por la Reforma, proceso que prosiguió por los ataques liberales
posteriores que se producirían sobre tofo en el periodo porfirista hasta
prácticamente eliminarlas. Se podría pensar que resurgieron con la reforma
agraria a partir de 1915 a través de la forma de propiedad comunal que era el
ejido y de la restitución de propiedades comunales de pueblos. Sin embargo, por
su constitución y operación, el ejido planteó una competencia con las
comunidades por los recursos existentes, siendo por tanto no un resurgimiento
de ese sistema sino otro factor para su destrucción.
Con la Reforma, la burguesía resultó
favorecida directamente por cuanto se refiere a obtener parte de los bienes del
clero y sobre todo por abrirse vías para su
acción empresarial. Sin embargo, este cambio fue acompañado por el
fortalecimiento de la hacienda y de la oligarquía que cobraba un sentido
señorial “semifeudal”, como denomina a los hacendados Chávez Orozco (8).
La implantación de las leyes de Reforma
en 1856, la guerra consiguiente de tres años y la culminación del conflicto
interno con la intervención de Francia, representan etapas dolorosas y
efectivas del cambio de las estructuras no capitalistas. Además de ayudar a
concentrar el capital y a impulsar la formación de relaciones de producción
capitalistas también significaron esos cambios una mayor correspondencia entre
la concepción política de la independencia y las estructuras económicas y
sociales. Sin embargo, esto no podía suceder dentro de los cánones del
desarrollo capitalista clásico simplemente porque se tratabade una sociedad
profundamente deformada por su paado colonial. De aquí que las ideas liberales
que se implantaban resultasen en una etapa incongruentes, y más adelante
violadas por la necesidad de resolverproblemas inmediatos.
En efecto, un punto esencial en el
proyecto liberal era la presencia de una sólida clase media rural para alcanzar
la industrialización, el progreso, la ciencia, y el profreso. De aquí que fuese
vital la destrucción previa de las estructuras agrarias opuestas a este
proceso, liberando a las que se consideraban saludables fuerzas del mercado que
conducirían a esa formación de la clase pequeñoburguesa a través de la
competencia.
Sin embargo, los beneficiarios de la
desamortización y nacionalización de los bienes del clero –que en su mayoría
eran propiedades urbanas- y de la fragmentación de propiedades comunales de
pueblos fueron los antiguos hacendados, los nuevos revolucionarios y los
comerciantes y agiotistas. Esto sucedió porque se trataba de una sociedad
caracterizada por su acentuada regionalización, por la diferenciación étnica y
cultural, y la consecuente discriminación étnico económica, por la diversidad
de lenguas de la población rural (se hablaban en la época 108 idiomas y 26
dialectos), por el analfabetismo, por la existencia de una rígida estratificación de las castas,
por la poca participación de la población rural en el intercambio mercantil y
por la reducida acumulación.
Para explotar las propiedades rurales
se recurría a los sistemas de sujeción de la mano de obra a las haciendas.
De otra forma escapaban los peones, ya
fuese para retomar a sus comunidades, y para convertirse en campesinos libres,
lo que era posible al ampliarse la disponibilidad de ntierras. Para retener la
mano de obra se extendió el sistema de
endeudamiento de los trabajadores que les asegurase a los hacendados su trabajo
de por vida. Esto significa que el avance en las fuerzas productivas en otros
sectores vitalizó en el agropecuario las relaciones de producción
características de la hacienda. Así se
reforzaron formas de explotación no
capitalistas en otros sectores. Se formó un patente caso de desarrollo
desigual dentro de una relación funcional
y complementaria, no antagónica, pese a
que dio origen a una aparente dualidad o polarización de la sociedad, en
una parte moderna, progresista, capitalista, y otra que conservaba en su
interior relaciones de producción no capitalistas.. En realidad ambas partes
crean ya integrantes del capitalismo.
Lo anterior puede conducir a especular
sobre la aparente frustración de tránsito pleno de un modo de producción a otro
y sobre lo que parecería una articulación permanente de dos modos de
producción, sobre todo en el área rural mexicana. Sin embargo el tránsito se
efectuó plenamente pero de normas diferentes a las clásicas. Esto fue el
resultado de la presencia de ese cúmulo de estructuras y relaciones internas
arcaicas, en oparte determoinadas por influencias externas, que se formaron en
la etapa colonial y que se reforzaron en la etapa independiente y reformista.
Estyos elementos eran en unois casos de gran vitalidad y resistieron la presión
capitalista, y en otro eran
conveniuentes a la explotación, y se preservaron, pero en ambos, bloquearon la
implantación de un capitalismo industrial más avanzado.
El resultado fue el surgimiento de una
formación socioeconómica capitalista con rasgos peculiares que operaba
precisamente sobre la base de relaciones de producción combinadas entre las que
había algunas aparentemente aberrantes. De aquí la independencia y coexistencia
entre formas de organización para la explotación del trabajo que son
antagónicas en el capitalismo desarrollado. De esa manera no se trata entonces
de la articulación permanente de modos de producción diferentes sino de la
coexistencia y complementariedad de relaciones de producción capitalistas en
transición con relaciones no
capitalistas subordinadas a aquellas. La articulación persiste o cambia
en razón de la alteración de las necesidades y formas de la reproducción del
modo de producción y del avance en los procesos de explotación del trabajo para
obtener mayor plusvalía.
En todo caso puede afirmarse que con la
Reforma la hacienda salió reforzada a costa de propiedades comunales y de las
del clero. Pero también se extendió el número de rancheros y pequeños
propietarios que debían formar los cimientos de la ansiada clase media rural.
Sin embargo, lo que no logró formarse en esa época fue un proletariado rural
suficientemente extenso, tal vez debido a qaue la relación trabajo/tierra
estaba muy por debajo del umbral que entonces se requería pára el tránsito en
la explotación de la mano de obra a favor del sistema de trabajo asalariado. La
explotación de la manoi de obra se efectuaba dentro de relaciones semiserviles
y en algunas regiones inclusive esclavas. Así, la relación entre hacienda y
pequeña propiedad, o sea entre señores de la tierra (que incluía a hacendados,
comerciantes, mineros, etc.), y el germen de una burguesía, no fue siempre de
competencias ni conflicto,, a diferencia de la expansión clásica del
capitalismo en el campo. Hacia falta la presión del trabajo asalariado y el
espíritu empresarial para que se plantease plenamente la competencia por recursos y hombres. Por lo mismo, en vez
de un enfrentamiento, la nueva burguesía rural adoptaba las normas señoriales
de explotación de la mano de obra. Era frecuente que la burguesía no luchara
para eliminar al núcleo señorial sino que asumiese precisamente esas
posiciones, abandonando su papel revolucionario a medida que alcanzaba logros
económicos mayores. Empero esta orientación señorial se debía a la alianza natural que se establecía entre la burguesía
y señores de la tierra para para enfrentar a sus mutuos enemigos que eran el
clero y los campesinos, no a dichos logros económicos. Esta tendencia habría de
acentuarse en la etapa final del liberalismo, o sea con el porfirismo, a medida
que la nueva clase proletaria y el campesinado planteaban mayores peligros.
Al triunfo de la República sobre la
intervención francesa en 1867 eran numerosos los factores que dificultaban el
desarrollo capitalista. Algunos de ellos eran la inexistencia de un sistema
nacional integrado de mercados y de transportes, la rígida estructura social,
la reducida acumulación de capital, la desarticulada estrucura del aparato
productivo, la debilidad de los mercados de factores de la producción y la
inexistencia de un núcleo burgués de suficiente importancia, estabilidad y
energía.
La relación entre los elementos
internos y externos causantes de la
evolución nacional venía cambiando sustancialmente desde la consumación de la
Independencia. Había una creciente influencia comercial y financiera de
Inglaterra que a principios de siglo había alcanzado la posición mundial más
aventajada y para mediados del mismo había efectuado una revolución industrial.
Su expansión acelerada con base en losmercados mundiales creó como necesidad
financiera y de funcionamiento la exportación de capitales principalmente
dedicados a financiar sus propias exportaciones. Colocaba en el exterior
excedente de ahorro y de mercancías mediante un sistema de inversiones, de
intermediación financiera y de comercialización. La venta de sus exportaciones
no sólo significaba una operación comercial sino que ésta era frecuentemente
acompañada, precedida y sustentada por el otorgamiento de créditos para la
adquisición de manufacturas inglesas, o para financiar la ejecución de
inversiones directas con el propósito de explotar minas y empresas de servicios
públicos o de establecer industrias. (9) Se
fundaban casas comeriales inglesas para el intercambio de sus exportaciones e
importaciones y se procuraba que intermediarios financieros ingleses manedjasen
los créditos y efectuasen las operaciones bancarias. Precisamente para
cumplir este compromiso se fundó el
Banco de Londres y México en 1864, que
fue el primer banco comercial del país. Su finción señala el inicio de la
expansi´pn moderna de Inglaterra en México. También indica que en el país se había efectuado los preparativos esenciales
para la trsnsformación capitalista. La necesidad de formar un sistema bancario
moderno se acentuó con el deterioro de la importancia financiera del clero y la
incapacidad de agiotistas y comerciantes para
responder plenamente a las nuevas y crecientes demandas de crédito
interno e internacional.
Los intereses franceses se concentraban
principalmente en la rapiña territorial para formar su imperio colonial, en el
intercambio mercantil directo y en el establecimiento de firmas comerciales.
Así, 1n 1860 existían 44 casas
comerciales francesas en todo el país, 19 de las cuales se localizaban en la
capital. (10) Por otra parte, el interés de Francia y su
invasión a México había estado dictada
por las aspiraciones imperiales de Napoleón III que quería contener la
expansión norteamericana y fundar una gran colonia en America. Para esta pretensión sirvieron el pretexto de la
deuda, impaga, la traición del clero mexicano y la estupidez de Maximiliano.
A su vez, los intereses
norteameriacanos expresaban con fidelidad la condición de su desarrollo interno.
Se hicieron muchas inversiones directas en México encaminadas a completar sus
funciones productivas mediante la extracción y exportación de materias primas
nacionales o para facilitar las operaciones para su acceso. Tal es el caso de
la construcción de los ferrocarriles en lo que compitieron con éxito con las
compañías inglesas.
También es de primera importancia el
complejo juego diplomático que mprebndió el liberalismo con los Estados Unidos. Había desde luego una
identificación ideológica entre los liberales mexicanos y los Estados Unidos, pero la guerra de Secesión absorbió toda la atención y energía de se país,
circunstancia que fue favorable a Francia para ocupar casi todo el territorio
nacional. Sin embargo, al terminarse la guerra
civil en Norteamérica en 1865, se estableció una corriente de venta de
armas a los liberales, se otorgaron créditos y el gobierno de los Estados
Unidos aplicó fuertes presiones sobre
Francia para que retirase su ejército de ocupación. Es difícil determinar la influencia
de estas presiones sobre Francia, pero es innegable que pesaron en el ánimo de Napoleón III para ordenar el retorno
de las maltrechas tropas a la patria. Correlativamente creció la presencia de
los Estados Unidos en la nación mexicana.
La magna tarea del desarrollo de los
Estados Unidos se sustentó desde mediados del siglo principalmente en un
crecimiento con base en su demanda interna. Ello se expresaba en el aspecto
financiero en ser una economía
demandante de capital externo para completar su capacidad de expansión (situación que se
prolongó hasta mediados del siglo XX) y en la fuerte protección arancelaria a sus actividades internas, sobre
todo después de la guerra de Secesión. En efecto, a partir de 1864 fueron los
intereses manufactureros del norte los que dieron la orientación a la economía
y detrminaron la política externa. Estos interses se orientaban principalmente
al aprovechamiento preferente del mercado interno y a la expansión de éste: a
la liberación de la mano de obra para su mejor explotación industrial; a la
formación de capital para lo cual se recurría al financiamiento externo para
acelerar el crecimiento manufacturero; a
la integración de sus procesos industriales, por lo que requería materias
primas importadas procuraba su explotación con un control absoluto de la
respectiva producción. En contraste, los derrotados inetrese de los núcleos
sureños se orientaban a la expansión territorial, a la sujeción de la mano de
obra mediante la esclavitud, a la
exportación de bienes primarios y de capitales, adilapidar la riqueza en
consumo suntuario y a la liberalidad de la importación. La guerra de Secesión
fue la expresión bélica del choque de las fuerzas favorables al capitalismo
industrial, en vigorosa expansión, con los hacendados sureños dedivados a la
exportación.
El aumento de la importancia relativa
de la influencia norteamericana a costa de la europea en general y de la
inglesa en particular, se aprecia mediante el examen de la evolución que tuvo
la composición de las importaciones de México, según origen, entre 1821 y 1910:
México: Importación según país de origen, 1821-1910
(porcentajes)
|
1821 (c) |
1850 (c) |
1872/73 |
1900 |
1910 |
Total |
100 |
100 |
100 |
100 |
100 |
Inglaterra |
50 |
47 |
35 |
17 |
11 |
Estados Unidos |
Nd. |
17 |
25 |
51 |
56 |
Francia |
Nd. |
17 |
16 |
10 |
9 |
Alemania |
Nd. |
7 |
13 |
12 |
13 |
España y Cuba |
Nd. |
5 |
5 |
10 |
11 |
Otros |
Nd. |
7 |
6 |
|
|
FUENTES: 1821: Tischendorf, A. G., Britain and
Mexico of Porfirio Díaz, Duke University Press, 1961.
1850:
Lerdo de Tejada, M., Comercio Exterior de México, Banco Nacional de Comercio
Exterior, México, 1967, p. 57.
1872/73:
Herrera Canales, I., “Comercio Exterior”, en La economía mexicana de la época
de Juárez, SIC, México, 1973, pp. 148-50.
La
comparación que se establece en el cuadro anterior indica como la importancia del
comercio con los Estados Unidos, de por sí creciente desde antes de la
Independencia, se aceleró en el lapso correspondiente al de la segunda mitad del siglo pasado. Además ya para 1872
se había establecido la peculiar
relación favorable de México con los estados Unidos y deficitaria con los
países europeos, que habrían de acentuarse hacia fines del periodo porfirista.
Desde finales de los años setentas se
inció la nueva relación externa de
México caracterizada por la recuperación de las exportaciones de materias
primas, por la renovación de las corrientes de financiamiento externo y por la
gradual modernización del país. En ésta tenían un lugar privilegiado para los
liberales, los ferrocarriles (de los que en 1857, había sólo 80 km construídos de la línea México-Veracruz), los telegráfos cuyo tendido e incio en 1853, y los servicios
públicos. El gobierno liberal inició negociaciones y estableció convenios,
concesiones, y contratos diversos, en los que la presencia norteamericana fue
creciendo, sobre todo después de la derrota de Francia. Esto era consecuencia
del poderío de la economía norteamericana y también de la creciente
identificación del liberalismo reformista con los Estados Unidos, tanto por
ideología como por equilibrar la violenta presión europea. Se dice que “según
uno de sus ideólogos, el vecino país norteño no sólo en sus instituciones, sino
en sus prácticas civiles debía ser el
guía de los destinos de México”. (11)
La
evolución de las exportaciones, en su mayoría formadas por oro y plata pero en las que se incorporaron nuevos
productos como el henequén y el café,
refleja la interesante vinculación de éstas con el conjunto del sistema
socioeconómico capitalista mundial.
México: Valor de las exportaciones de bienes en varios
períodos de 1823 a 1887ª
Total de cada
período y promedio anual
(millones de pesos
Periodo |
Total Período |
Promedio Anual |
1823/28 |
54.1 |
9.0 |
1857 |
44.0 |
44.0 |
1861/67 |
1.2 |
0.2 |
1872-1881 |
236.5 |
29.6 |
1882-1887 |
276.9 |
46.2 |
FUENTE: Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicanos,
Secretaría de la Economía Nacional, México, 1941, p. 556, cuadro 288.
NOTA: a No existe la información para los períodos 1829-56,
1858-60 y 1868-71.
En el cuadro anterior se observa, en
primer lugar, que existen indicios de una recuperación de la exportación
después de la Independencia (pasa 9 millones de pesos anuales en la década de
los años veintes a 44 en 1857. Estos índices coinciden con los datos sobre la
recuperación de la producción de oro y plata a partir de la década de los años
veintes, que con excepción de los estancamientos de 1852-58 y 1872-74, prosigue
vigorosamente hasta la revolución de 1911. Esto indica la interesante autonomía
que aparentemente gozó la minería y la exportación de oro y plata de los
violentos acontecimientos políticos y bélicos de la nación. (11) En segundo lugar está la catastrófica
contracción de la exportación en la época de la intervención francesa cuando se
limitan las ventas al exterior a escasos 200 mil pesos porel bloqueo de
Veracruz. Por último, se advierte una recuperación fluctuante y enérgica a
partir de la década de los años setentas. Las variaciones se prolongan hasta
1882, cuando empiezan a elevarse las ventas al exterior en forma espectaculary
sostenida. Sin embargo, en los mercados mundiales parece que las materias
primas y la plata en particular, tuvieron por los años sesentas una
evoluciónmás favorable que los precios de manufacturas, que estaban a la baja,
lo que no puede sugerir una relación de intercambio positiva para México en es
aépoca. (12)
Es
interesante observa que la década de los años setenta es de preparación de la
infraestructura para la gran expansión del comercio exterior y que la estabilidad
de las exportaciones fue un factor particularmente positivo para la
reconstrucción interna después de la guerra con Francia. De hecho, la condición
mundial era favorable a la expansión interna desde los años sesentas y en
cambio la situación nacional no lo era todavía, incluyendo la inestabilidad
interna y la deficiencia de la infraestructura, por lo que el auge exportador se retrasó en México en
contraste con lo que aconteció en otros
países latinoamericanos. Así, por ejemplo, en 1866 durante la Intervención, se
inicia la expansión cafetalera latinoamericana gracias a la fuerte elevación de
los precios mundiales causados por desatres en Brasil y por el incremento de la
demanda mundial. En cambio, en el caso de México se inició el cultivo en esos
años pero el auge sólo empezó a partir de 1890.
LA MULTIPLICACIÓN DE LAS RELACIONES DE
PRODUCCIÓN
CAPITALISTAS
Al
pacificarse el país con la derrota de Maximiliano se inició la ampliación lenta
del sistema ferroviario, lo que ayudó a lograr una mayor exportación de los
recursos naturales, y empezó a renovarse la actividad económica. Se
reconstruyeron algunas obras esenciales destruidas en la guerra, se extendieron
líneas telegráficas y se aplicó una política liberal que incluyó el propósito
de eliminar los últimos reductos del poder del clero y de adaptar estructuras
políticas y administrativas, magnas labores que absorvieron toda la energía de
los regímenes de Juárez y Lerdo. Todo ello supuso uan recuperación económica
importante despuésdel desatre producido por más de diez años de guerras.
En
cuanto a la producción económica destaca la tendencia general hacia la
contracción en la mayoría de los sectores y en el mejor de los casos hacia el
estancamiento durante la época de la Reforma. La excepción en este panorama de
receso la representa la minería. En cambio la industria y sobre todo la
agricultura y la ganadería, fueron profundamente afectadas por las
depredaciones de los ejércitos, por las frecuentes expropiaciones de sus
productos, por la imposición de gravámenes extraordinariospara sostener la
guerra, por el deterioro del precario sistema de transporte y por la
inseguridad del comercio.
Los
resultados eran que en todo el período bélico la producción se generalizaba
cada vez más, huían propietarios y trabajadores y se abandonaban unidades
productivas.
La
época era, en cambio, propicia para la especulación, para el agio y para formar grandes fortunas. Floreció un
grupo de prestamistas que exigía intereses tan altos que podían ser del 100%.
Nos dice Solís que “que el 24% se consideraba como un interés moderado”. (13) Grandes fortunas se hacían y desaparecían en
poco tiempo al calorfr las transacciones especulativas, de la manipulación de los bonos de la deuda y de los fraudes de
prestanombres que adquirían, para el clero, propiedades desamortizadoras del
mismo y que más adelante, con frecuencia, se olvidaban de reintegrar a la
Iglesia. Por la naturaleza especulativa de la acumulación de capitales,
inclyendo la práctica comercial, sólo una fracción se aplicaba a financiar
actividades productivas. En su mayoría los capitales continuaban circulando en
operaciones del agio, otra parte se atesoraba y otra más era enviada a Europa y
a los Estados Unidos, donde los mercados de valores y las posibilidades de inversión
eran más seguras.
El
desorden financiero del Estado favoreció a los agiostistas privados que
llegaron una minoría poderosa asentada en la capital y que tenía ramificaciones
en el comercio y vinculaciones estrechascon el clero. Los empréstitos contra la
hipoteca de las rentas del Estado que se daban en prenda para garantizar la
liquidación de sus deudas, otorgaban un gran poder a este núcleo y “dio una
importancia extraordinaria al apoyo que la burguesía de la ciudad de México
podía prestar o denegar al Presidente de la República” (13)
La
prepotencia de los usureros llegó al extremo de estimular la avidez del
agiotista Manuel Escandón, quien propuso en 1853 la creación de un banco
nacional con 5 millones de pesos de capital para administrar las finanzas del
Estado. Rl banco habría de recabar los impuestos al consumo, ingreso de aduanas
marítimas, y por el papel sellado, tabaco, etc., y abriría una línea de crédito
al Estado por 9 millones de pesos anuales para el ejercicio del presupuesto.
Este se habría de distribuir según partidas fijas que serían: para
administración general (6 millones), para
réditos de la deuda interna y
externa (2 millones), amortización de deudas anteriores (medio millón), y otras
partidas menores (medio millón). (14) Es interesante observar que casi una tercera parte del
presupuesto se dedicaría al servicio de la deuda.
El
comercio, aliado natural del liberalismo, fue una de las actividades que se
mantuvieron boyantes a pesar de los efectos de las guerras. Su fe liberal se puso
en evidencia en 1852 cuando se reveló, sin éxito, contra las restricciones
comerciales del régimen conservador. El gran comercio se encontraba en manos de
extranjeros, particularmente francés, ingleses y alemanes que operaban casi toda la intermediaciónexterior y también
biena parte del gran comercio interno. Los comercios medianos, principalmente
dedicados al intercambio interno, eran
en gran proporción propiedad de españoles solo el pequeño comercio local y el
ambulantaje se encontraban plenamente en manos de nacionales. Los capitales
comerciales se aplicaban con frecuencia
al financiamiento de la producción, siguiendo la pauta colonial, pero su
nivel de operación en este aspecto eran inhibidos
por la elevada inseguridad de las aventuras productivas. En cambio estimulaban
el medio las especulaciones financieras, sobre todo con bienes raíces. Pese a
todo, el capital comercial financió en la época nuevas insdustrias algodoneras
y mineras. Por supuesto, intervino
ampliamente en la compra de latifundios e inmuebles urbanos del clero. La
potencialidad financiera del comercio era considerable. Se estima que el valor
de las transacciones en 1862 fue de 400 millones de pesos. (15) En contraste, la industria puede haber tenido
en los mejores años de esa época no más de 100 millones de pesos de valor bruto de la producción.
Las
actividades agropecuarias se vieron profundamente perturbadas por las guerras
y en menor grado por la afectación de las propiedades del clero y de comunidades indígenas. La destrucción
de presas y cultivos y la escasez de la
inversión productiva que se hacía imponían la reducción de la producción y la
orientaban a limitarse a satisfacer demandas locales. Las depreciaciones de los
ejércitos y el violento cambio estructural que supuso el traslado de dominio de
grandes extensiones de tierras de cultivo, que pudieron ser las mejores en
muchos casos, acentuó la tendencia hacia la regionalización de la producción en
el mejor de los casos y hacia la
autarquía y la contracción de cultivos en el peor. Las exceociones se reducen
casi a la producción algodonera, al auge cafetalero que impullsó el cultuvo
desde 1866 y la expansión de la caña de azúcar desde 1870.
En
cambio la movilización que profujo la formación de ejércitos y el tránsito y
destrucción de los mismos a su paso por las regiones más pobladas, fue sin duda
uno de los efectos de brutal trastorno que fue positivo para la consolidación
del capitalismo. Sin embargo, esta sacudida social bélica no representó un
factor de peso suficiente para alterar la estructura rural de la explotación de
hombres y tierras en lo inmediato. En realidad estimuló, como reacción, la
sujeción más estricta de la mano de obra
rural con el fin de retenerla en las haciendas. Así, la movilización de
la población puede haber sido un impulso al cambio de las relaciones de la
producciónen las actividades urbanas, y en cambio en el sector agropecuario
ayudaron a reforzar estructuras de organización tradicionales.
Para
la época de la Reforma las propiedades comunales estaban reducidas sólo a
fragmentos de lo que habían sido las asignaciones coloniales. Además del
extenso despojos a comunidades influyó en este sentido la venta de tierras,
frecuentemente efectuada para financiar
fiestas y obras materiales y comunales. (16) En el altiplano, sobre todo en las áreas más pobladas y de mejores
recursos, era usual que alquilasen las tierras para la explotación privada,
frecuentemente a comerciantes y hacendados de la vecindad. En tal virtud, la
desamortización permitió a los arrendatarios hacerse de las propiedades y así
acelerar la destrucción de los
remanentes de comunidades. En rigor este episodio importantísimo de la
apropiación capitalista de las mejores tierras vino a trasladar brutalmente el
dominio de esos recursos a favor de empresarios y latifundistas. Es decir, fue una de las
etapas del proceso de acumulación primitiva, etapa en la que ya operaban
numerosas explotaciones con normas plenamente capitalistas..
La
colonización era el tema referido del liberalismo. Los ensayos de colonización
por parte de europeos y norteamericanos fueron estimulados por la falta de mano
de obra, por el deseo de formar una clase media rural y por la influencia de
ideas racistas sobre la superioridad del campesino europeo. En 1863, en medio de la guerra de
intervención, se emitió la ley que dispuso la capacidad de particulares a
adquirir hasta dos mil hectáreas de tierras baldías públicas. Esta preocupación liberal encontró nueva expresión en 1875, en el régimen de Lerdo,
cuando se promulgaron leyes de
colonización que ampliaban hasta 2 500 hectáreas de terrenos nacionales la
concesión para fines de colonización.
Para asignarlos se formaron las comisiones de deslinde de tierras baldías,
antecedente de que las que después fueron las ominosas compañías deslindadoras
de la época porfirista. En todo caso, los efectos de los ensayos de
colonización no alteraron el panorama
productivo de la agricultura en la época juarista. Más importante que la
colonización para iniciar una recuperación
de la producción en los años setentas
que fue la relativa disminución de los choques bélicos.
En
lo que se refiere a la minería se
observa que pocos años después de la consumación de la Independencia se inició
un largo período de crecimiento de la producción de oro y plata que, con variaciones diversas, se
mantuvo durante más de un siglo o sea hasta la segunda guerra mundial. En los
primeros años de vida independiente se alteró la tendencia hacia el decaimineto
gracias al estímulo del Estado, al concurso de las inversiones extranjeras y a
la incorporación de nuevas tecnologías. Con las reservas del caso, la
información existente sugiere que durante los treinta años iniciales de vida
independiente hubo una recuperación sostenida de la producción minera a pesar
de las constantes perturbaciones civiles. El crecimiento de la producción,
medido a precios constantes fue en ese
lapso alrededor del 2% anual. Es interesante
señalar que en medio de numerosas luchas armadas internas y
externas (con Francia y con los Estados
Unidos) se da la transferencia de la mayoría de las minas a extranjeros. La
producción desde mediados de siglo y por veinte
años presenta una tendencia hacia el estancamiento (crece menos del 1% anual)
por la guerra civil e internacional. En estos veinte años la inversión en la minería se reduce y la producción es
aleatoria. Con la relativa paz de los años setentas y el auge del comercio
mundial se inició un período de intenso crecimiento que duró cuarenta años, es decir, de 1871 a 1910. En
ese lapso tiene lugar una notable expansión de la producción de oro y
plata, que alcanza la elevada tasa de crecimiento anual de 4.4% (véase el siguiente cuadro).
Particularmente intenso fue el crecimiento durante la última década del siglo, cuando alcanzó una tasa anual de 6.5%.
La
evolución de la producción minera en la época de la Reforma es particularmente
significativa al tomar en cuenta las circunstancias nacionales de esos años. No
sólo incidían negativamente en las condiciones de guerra y en la alteración del
transporte, sino también pesaban considerablemente en el monopolio de las casas de moneda para la acuñación
y exportación y las elevadas cargas
fiscales que debía sobrellevar la actividad. Existía la rigurosa prohibición de exportar metales
preciosos no amonedados, lo que obligaba
a elegir entre ajustarse a
las condiciones de las once casas de moneda autorizadas para maquilar
metales, o a practicar el contrabando. A los cargos por amonedación se añadían
una diversidad de derechos como eran los del ensaye, fundición y marca, y los
de exportación, entre otros. En conjunto, la carga fiscal, inclyendo costos de
amonedación era en promedio del 21 % del valor del metal acuñado. Los gobiernos
liberales se aplicaron a reducir cargas a la minería, con diberso grado de
éxito.
México: Valor de la producción de oro y plata
1801-1910
(Millones de pesos a precios de 1700-1800)
Período |
Total
período |
Promedio
anual |
Tasa
crecimiento anual % |
1801-10 |
224.6 |
22.5 |
|
1811-20 |
127.0 |
12.7 |
-5.5 |
1821-30 |
108.2 |
10.8 |
-1.6 |
1831-40 |
133.1 |
13.3 |
2.1 |
1841-50 |
174.3 |
17.4 |
2.7 |
1851-60 |
186.7 |
18.7 |
0.7 |
1861-70 |
202.6 |
20.3 |
0.9 |
1871-80 |
248.6 |
24.9 |
2.1 |
1881-90 |
344.7 |
34.5 |
3.3 |
1891-1900 |
644.4 |
64-5 |
6.5 |
1901-10 |
891.2 |
89.1 |
3.3 |
FUENTE: Estimaciones del autor basadas en el volumen de la producción contenido
en Del Cueto H., cuando el peso valía más que el dólar, México, 1959, pp.
343-344, y precios en Humboldt, A., Ensayo
político sobre el reino de la Nueva España, México, Ed. Robredo, 1941, t.
III, passim.
Por
lo que hace a las manufacturas, a mediados de la década de los años cincuentas
del siglo XVIII la industria mexicana se encontraba mucho menos afectada de lo
que hubiera de esperarse después de los azarosos años de la época independiente.
Su vitalidad se demostraba al haber resistido violentos cambios políticos,
grandes cargas fiscales, invasiones militares, bruscas modificaciones en el
sistema de protección, la persistencia de sistemas de transporte y mercadeo
ineficientes y onerosos que elevaban el precio de las manufacturas y de los
insyumos, entre otras cosas. Para entonces ya se encontraba altamente
concentrada la industria en la capital,
y en menor grado en las ciudades de Puebla y Querétaro.
La
inestabilidad política y la fragmentación de los mercados, tanto por el
deficiente sistema de transporte como por los frecuentes allanamientos, asaltos
y destrucción de talleres por los incontables ejércitos en pugna, era sólo uno
de los problemas de la industria. A ello se añaden las gabelas, los impuestos
extraordinarios, el desquiciamiento del aparato comercial yla escasez de
crédito, usualmente de comerciantes y con un elevado interés.
De
particular importancia negativa para la industria fueron dos iniciativas del
gobierno liberal. La primera fue la implantación de los aranceles
librecambistas que acabaron con la protección que se ejercía sobre las
manufacturas (1856 y 1872).Con este combate desaparecieron algunas fábricas,
bajó la producción en otras y cerraron numerosos talleres artesanales que
habían resistido la crisis de la invasión norteamericana. Como efecto positivo
debe señalarse que estas iniciativas liberales obligaron a la ruptura de los
vestigios de lazos gremiales tradicionales que todavía eran poderosos: la
segunda acción liberal de grave consecuencia para la industria fue el
desquiciamiento del aparato financiero clerical por efecto de las leyes de
Reforma. Aunque la producción se apoyaba principalmente en los canales financieros
de los comerciantes, éstos contrajeron violentamente el otorgamiento de
préstamos y adelantos por el derrumbedel poder clerical, ya que hicieron
grandes inversiones para adquirir bienes raíces de la Iglesia. A su vez, es de
suponer que el clero no aplicó el dinero que rescató en la primera etapa de
desamortización al financiamiento de la producción, sino más bien lo sacó del
país, en la segunda etapa sólo salvó lo que pudo vender apresuradamente de sus
bienes restantes.
Existe
escasa información sobre la producción manufacturera del período independiente y juarista. Hay apenas datos
globales que son resultado de estimaciones del valor bruto de la producción. A
pesar de los defectos del cálculo y de
las dificultades de comparación por tratarse de estimaciones a precios
corrientes, esta información sirve para indicar que tuvo lugar un modesto
crecimiento de la producción en la época
independiente y tal vez un estancamiento en la de la Reforma. Debe subrayarse que lo notable
es que haya habido crecimiento alguno, tomando en consideración las vicisitudes
de los tiempos que corrían. (Ver siguiente cuadro).
A
pesar de tratarse de un período en el que el estancamiento y la contracción
económica era lo común, se lograron avances en el sector industrial. De ello
también da cuenta, con las reservas del caso, la información fragmentaria sobre
la industria textil, en la que el número de husos se elevó en 28% entre 1844 y
1870. Obvio es que el incremento de la capacidad instalada no supone por
necesidad el uso correlativo de la misma, pero también es indudable que el
aumento permanente de dicha capacidad respondió a condiciones de crecimiento de
la producción, tal vez paralela, a lo largo de los 25 años de referencia.
México: Valor de la producción industrial
1817-1868
(millones de pesos)
Año |
Valor
bruto de la producción |
Tasa de
crecimiento anual (%) |
1817 |
60 |
|
1855 |
100 |
1.4 |
1868 |
110 |
0.7 |
FUENTE: Flores Caballero, R., “Etapas del desarrollo
industrial, en La economía en la época de
Juárez, México, SIC, 1973, p. 119. Flores caballero recoge datos de
Sebastián Quiroz para 1817, de Lerdo de
Tejada para 1855 y de R. García para 1868.
México: Capacidad instalada en la industria
textil 1844-1870
Año |
Miles
de husos |
1844 |
124 |
1850 |
136 |
1863 |
133 |
1870 |
155 |
FUENTE: 1844 Y 1863, Chávez
Orozco, op. cit., 158. 1850 y 1870,
citado en Deremitis, D., La industria
mexicana en el siglo XIX, México, Sep-Setentas, 1973, p. 157.
|
Debe
observarse la notable expansión de la capacidad instalada en la industria
textil en los años cuarentas, pese a la guerra con los Estados Unidos y la
invasión del país, y en los setentas, no obstante la guerra con Francia y la
ocupación militar.En parte por este
crecimiento pero también por las condiciones críticas del conflicto interno y
externo, fueron surgiendo acciones obreras e intentos de organización que
indican los gérmenes de la lucha de clases de carácter capitalista. La primera
huelga obrera en México de la que se tiene noticias tuvo lugar en 1865. (17) Esta forma de lucha se fue extendiendo a medida
que se avanzaba en la organización laboral. A su vez, ésta se sustentó en el
movimiento mutualista que se inició en 1853 con la organización de la Sociedad
Particular de Socorros Mutuos, dedicada a dar protección a los artesanos. En
1864 se extendió el mutualismo, bajo la influencia de los franceses invasores,
en el cual encuentra Chávez Orozco una alianza de clases entre la pequeña
burguesía artesana y el naciente proletariado con el fin de enfrentarse a la
explotación capitalista. (18) La
idea inicial de las mutualidades era la formación de cajas de ayuda común entre
obreros y empleados. Los socios contribuían al fondo (50 centavos por mes) y
adquirían derecho a atención médica, a una pensión reducida por enfermedad y a
gastos de entierro en el caso de defunción. Pronto cobraron un carácter diferente las
mutualidades al envolverse en las luchas laborales yrebsar su función
asistencial y de producción.
A
la lucha obrera se debe la implantación de reglamentos que aliviaban un poco
las duras conciciones laborales de la época. Resalta el reglamento para la
industria textil emitido en 1868 que determinó las siguientes condiciones de
trabajo:
Seis días de trabajo por semana.
Jornadas máximas de 12 horas con media hora
de descanso para el almuerzo y una hora para comer.
Educación obligatoriaa los menores de 20 años
de edad, a cargo de la empresa.
Protección sociala accidentados por parte de
la empresa consistente en el pago de medio salrio durante la recuperación.
Prohibición de pago de salario en especie.
Prohibición del trabajo a menores de 10 años
de edad.
El movimiento laboral mutualista culminó en
1872 con la organización del Gran Círculo de Obreros Mexicanos, qie dos años
más tasrde contaría ya con ocho mil afiliados y 28 sucursales en todo el país. (19) En su mayoría se trataba de obreros de la
industria textil, que eran los más combativos sin duda por estar encuadrados en
la industria de punta de esa época. La lucha de clases se acentuaba por el
avance del capitalismo, con sus intentos permanentes de aumentar la explotación
y por la dura represión del estado a los obreros que luchaban por mejorar su
suerte.La noción de clase era para entonces de gran claridad, resultado de la
creciente explotación capitalista y de las luchas emprendidas. En los
documentos del Congreso de Obreros de 1875 organizado por el Círculo de Obreros
se pone en manifiesto el avance político que para entonces se había logrado. De
especial interés resulta el punto correspondiente a la retribución del trabajo,
con respecto al cual reclama el Congreso el derecho a la fijación del salario,
“… o seala valorización del trabajo por los mismos trabajadores, con el propio
derecho con que los capitalistas ponen precio a los objetos que forman su
capital”. (20)
El
gobierno de Juárez tomó trascendentales decisiones en materia de estímulo
industrial y en particular, en la reducción de la protección arancelaria. Por
una parte, se redujeron los aranceles en 1857 y 1872, a pesar de violentas
protestas y reclamos de los empresarios. En contraste, se fijó una relación
constante entre el oro y la plata, al imponer el régimen bimetalista en 1867,
en virtud del cual se cambiarían a razón de 16 por uno.
La fijación del talón plata operó como
poderosa y creciente protección en la medida en que el precio empezó a decaer
en los mercados mundiales apartir de 1873. De hecho, esto equivalía a una
devaluación automática del dinero que elevaba los precios de las importaciones
y de los productos internos, generando así un mercado exclusivo y grandes
utilidades a los productores nativos. Tal mecanismo, que habría de funcionar
con mayor intensidad en la épocaporfirista, beneficiaba no sólo a la industria
sino a todas las actividades orientadas a satisfacer el mercado interno. En
cambio, para la producción para exportación significó una elevación de la
explotación, lo que se tradujo en mayor eficiencia y productividad y en la
contracción de salarios reales. En rigor operó normalmente un sistema de cambio
bimetálico pero circulaba casi exclusivamente la plata, así como papel moneda
que se emitió de nuevo en 1862, en plena guerra, cuarenta años después del primer ensayo de esta naturaleza en la vida independiente. Es
notable la aceptación que tuvo el papel moneda de esta época a diferencia de
las emisiones de los albores de la Independencia que terminaron por ser
retirados al caer su valor de rescate a niveles ínfimos.
Desde
principios de la década de los años setentas tuvo lugar una expansión
industrial en diferentes frentes, que se habría de consolidar en la época
porfirista, como fue la producción de cerveza, vidrio, pulque, etc. De
importancia fue el inicio de la producción azucarera moderna sustentada en la
demanda interna, cuya renovación después
de décadas de recesión fue posible por la doble circunstancia de la
construcción de los ferrocarriles y la introducción de innovaciones
tecnológicas en el proceso industrial. Sin embargo, la explotación de la caña
de azúcar habría de florecer sólo a fines de siglo en gran medida por efecto de
estímulos externos.
La
preocupación por estimular el desarrollo industrial tuvo una diversidad de
expresiones, no siempre exitosas por la oposiciónen el Congreso, sobre todo en
el campo de la política fiscal. Así, en 1873 se opuso el Congreso a implantar
un sistema de exenciones temporales de impuestos diversos para las nuevas
industrias. Este fue el antecedente de la ley de protección a industrias nuevas
y necesarias, que sólo se habría de implantar en 1854. En cambio, en esa época
es notable la ausencia de iniciativas institucionales para suplir el vital
apoyo financiero a la industria, sobre todo después de la experiencia favorable
del Banco de Avío y de la Dirección de Industrias, tal vez por el hecho de que
fueron ensayos de los conservadores. El sustituto de éste último, la Secretaría
de Fomento, practicó una fe liberal exagerada que limitó la intervención del
Estado en el estímulo industrial de ese período.
Es
indudable que el proyecto global del liberalismo, incluyendo los preparativos
para crear una moderna infraestructura (caminosd, telégrafos, ferrocarriles,
formación de pequeñas propiedades), y la educación de la superestructura
(formación de ideología burguesa, adecuación educativa y administrativa, et.),
así como la política monetaria, crediticia, cambiaría y fiscal, no se podía
completar en sólo diez años de estabilidad relativa después de la derrota de
Francia. Eran muchas las tareas bélicas, sociales, políticas, económicas que
debían cumplirse antes. Además, estas transformaciones tenían lugar en una
sociedad con poderosas hererncias coloniales que deformaban los resultados. Sin
embargo, los preparativos que realizó el liberalismo de Juárez y Lerdo,
incluyendo la búsqueda de vinculaciones con el exterior, fueron esenciales para
el éxito capitalista del porfirismo.
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Génesis y Desarrollo del
Capitalismo en México, Querétaro, Universidad Autónoma de Querétaro,
Taller de Investigación de la Facultad de Psicología, Tomo I, pp. 10-61. Peña, Sergio de la, “La Formación del Capitalismo en México”, México,
Ed. Siglo XXI, 1977, en Génesis y
Desarrollo del Capitalismo en México,
Querétaro, Universidad Autónoma de Querétaro, Taller de Investigación de la
Facultad de Psicología, Tomo I, pp. 10-61. 1.- Leal, J.F., La burguesía y
el estado mexicano. Ediciones El caballito, México, 1972, pp. 62-63. 2.- Bazant, J., “Desamortización y nacionalización de los bienes de la
iglesia”, en La economía mexicana en la época de Juárez, México, SIC, 1972. 3.- López Gallo, M., Economía y
política en la historia de México. México, Ediciones Solidaridad, 1965,
p. 141. 4.- “Memoria de Hacienda de 1856”, citado en Bazant, J. op. cit., 195. 5.- Con base en estimación de Bazant, J. op. cit., p. 192. 6.- La posición del gobierno de los Estados Unidos hacia el
liberalismo era ambivalente. Por una parte su presidente expresó el propósito
de enviar tropas a proteger vidas y haciendas de norteamericanos ante la
extensión de la guerra civil, lo que era una amenaza a Juárez. En cambio, en
1860 mandó que la armada de ese país rompiese el bloqueo naval que mantenían
los conservadores sobre Veracruz. 7.-Correspondencia de la
legación mexicana en Washington, vol. X, 1892. P. 835, citado por
Berensky, A., La intervención
extranjera en México 1861/1867, México, ediciones de Cultura Popular,
1966, p. 160. 8.- Chávez Orozco, L., Historia
económica y social de México, México, Ed. Botas, 1938, pp. 157-158. 9.- Para 1890 el 94% de la inversión inglesa en América latina se
concentraba en estos sectores. El financiamiento externo de América
Latina. ONU, Nueva York, 1964. 10.- Micard F., La France au
Mexique, París 197211.- González, L., “La era de Juárez”, en La economía mexicana en la época de Juárez,
SIC, México, 1972, p. 24. 11.- Es de notar que existen incongruencias importantes en la
información ya que la exportación corresponde a ventas registradas y la
producción de oro y plata, que es un dato incompleto, era objeto de
contrabando. La diferencia de información es particularmente marcada en
1861-67. 12.- Lewis A., Economic Survey
1919-1939, Londres, Umwin University Books, 1963, p. 149. 13.- Leal, J.L., op. cit., p. 147. 14.- Ibid., pp. 154-155. 15.- López Cámara F., La
estructura económica y social de
México en la época de la Reforma, México, Siglo XXI, 1967, p. 87. 16.-Covarrubias, J. La
trascendencia política de la Reforma Agraria, México, Problemas Agrícolas
e Industriales, Vol. 5,, 1953, p. 161. 17.- Los movimientos laborales anteriores, sobre todo de mineros,
tuvieron más un carácter de lucha gremial que obrera, donde el objetivo era
la preservación de derechos feudales como el caso del “partido”. 18.- Chávez Orozco, op. cit., p.
72. 19.- Basurto, J., Una maonografía
sobre el proletariado industrial, M´xico, UNAM, p. 36. 20.- Citado en Chávez Orozco, op. cot., p. 87. |
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