PINTURA Y EROTISMO: DESDE LA antigüedad AL SIGLO xxi
Debo decir que ha resultado maravillosamente interesante
encontrarse con que, al indagar sobre pintura y erotismo, la definición de
"arte erótico" es más bien un asunto bastante subjetivo, dependiente
de cierto contexto. Lo que lo hace tan interesante en sí es el hecho de que
ambas percepciones, tanto la percepción de lo que es erótico como la percepción
de lo que es arte, varían.
Pero el alimento para la mente con el que este hecho nutre de
igual manera a artistas y espectadores está lejos de tratarse de un mero
aperitivo: puede resultar en una reflexión memorable y transformadora.
Partiendo
desde esta premisa y dado que es innegable que el arte y la sexualidad han
sostenido una larga relación desde tiempos inmemoriales, en esta publicación
existe la pretensión de desentrañar algunos secretos y pormenores de esta
unión, o al menos en lo que se refiere a las artes pictóricas concretamente,
que por sí mismas nos proveen de toda una narrativa visual rica y variada.
Ojalá sea de tu agrado.
Pablo Picasso -
Reclining Nude, 1932.
Pintura y erotismo: los hechos
No es fácil escribir sobre este tema. En absoluto. Ya no por las
nociones de lo tabú o de la
moralidad, sino porque puede ser un tema bastante amplio. Antiguo también. De
hecho, tan es así que entre los primeros ejemplos que aún sobreviven de
representaciones de tipo erótico, están aquellas pinturas y tallados del
periodo paleolítico que se han encontrado en cuevas. No todo eran jabalíes,
lanzas y bueyes, ciertamente.
También, se han descubierto artefactos procedentes de la antigua
Mesopotamia en los que se representan escenas explícitas de parejas
heterosexuales teniendo relaciones, y lo mismo podemos decir en el caso de la
zona de Asiria.
En ambos casos, hay historiadores y académicos que han
catalogado dichas representaciones como propias de prácticas sexuales rituales,
aunque se ha descubierto que solían estar más bien relacionadas con el culto a
la diosa Innana (también conocida como Isthar o Ashtoret)
quien era asociada con el planeta Venus -lo cual no sorprende a nadie- y
que eventualmente acabó influenciando el desarrollo de una bella y famosa diosa
griega: Afrodita.
Innana
Apuesto que estos nombres empiezan a hacernos cada vez más
sentido para con el tema ¿cierto? Y por si mismos nos van dando también una
mejor idea en cuanto al simbolismo y asociaciones que tenían estas
representaciones de tipo sexual.
Pero no solo fue en Mesopotamia, Asiria o Grecia en donde
aparecieron este tipo de imágenes con un interés en lo sexual. También son
ancestralmente tradicionales en las culturas orientales (como el arte shunga en japón), y hay por igual culturas
antiguas en América en las que están presentes (como la cultura Moche de Perú).
Probablemente estés pensando que su aparición en estas y otras
civilizaciones y pueblos de la antigüedad fue de lo más natural, sin importar
si eran culturas tribales o con grandes avances tecnológicos.
Encounter"
attributed to Keisai Eisen
Después
de todo, siendo tan parte de la naturaleza como los animales, las plantas, las
estaciones y los astros que componían el entorno inmediato, resulta obvio y
necesario representar la sexualidad a la vez que asociarla con ciertos
fenómenos, otorgándole así un significado profundo muchas veces codificado en
lo simbólico.
Precisamente,
entonces, la sexualidad y el erotismo no son ni algo moderno ni mucho menos
meramente “morboso”. Así pues, era algo que los artistas iban teniendo bastante
claro en sus diferentes expresiones (pintura, danza, etc.) a medida que
los tiempos iban cambiando junto con la propia mente humana.
Pintura
y erotismo empezaron a encontrarse cada vez con más frecuencia y en una gran
variedad de concepciones, por lo que a continuación veremos cómo se fueron
compaginando y rompiendo conservadurismos en los diferentes periodos de la
historia del arte.
Erotismo
en el Renacimiento
Giulio Romano: Arte e Desiderio
En
el renacimiento, aparte de los grandes avances en las ciencias y en las artes había
una tradición de producir contenido erótico para diversión de la aristocracia.
En
los inicios del siglo XVI, la publicación “I Modi” fue un álbum creado con
grabados por el diseñador Giulio Romano, el grabador Marcantonio Raimondi y por
el poeta Pietro Aretino. El Arte Erótico en Italia tomó muchas formas, pero quizás
su representación más famosa fue esta, capturada por Giulio Romano en su famoso
“Bocetos Modi”.
Romano,
sin embargo, ya era bastante conocido por su habilidad más allá de esto. El
Papa Julio II, que comisionó a Rafael la decoración de las habitaciones del
Vaticano (que por supuesto, sólo albergaba a la élite religiosa), encargó a
Romano terminar el trabajo empezado por Rafael tras la muerte de este último.
Concretamente, el terminar la instalación final en el alojamiento del Vaticano
en “La Sala”.
“La
Sala” era un lugar de reunión para la élite religiosa, tal cual.
En
las pinturas de esta habitación podemos encontrar representaciones del
Emperador Constantino, que ilustraban escenas de victoriosas conquistas
espirituales del cristianismo sobre el paganismo.
Giulio
Romano: Arte e Desiderio
De hecho, durante el tiempo en que
estuvo terminando estos trabajos, Romano ya estaba también haciendo sus bocetos
de escenas sexualmente explícitas sobre famosas parejas mitológicas (me ahorro comentarios
sobre la ironía del asunto pues seguro ya tienes varios en mente).
Pero ¿Cuál era la motivación de
Romano? ¿Qué buscaba al maridar pintura y erotismo? Es importante agregar aquí
que estos bocetos fueron hechos con la intención de felicitar a la naturaleza
simplista del sexo entre individuos. Lo cual nos devuelve de manera muy
interesante a premisas más antiguas, pero no por esto menos civilizadas, como a
veces se presume.
Con “I Modi”, Romano le dio también
al público el poder de observar material que era prohibido por el clero del
Vaticano (aunque algunos dicen que estos grabados originalmente habían sido una
comisión privada para Federico II Gonzaga, pero una cosa llevó a la otra).
Hoy en día se sabe bien que las cruzadas de las religiones
judeo-cristianas no solo fueron por dominio territorial o por imposición de una
creencia monoteísta sobre las creencias de otros, sino que se convirtieron,
básicamente, en cruzadas contra todo lo que pudiera escapar de su control, una
forma de blandir el poder. Así, el misterio de lo femenino y de la sexualidad
debían ser, si no posesión de ellos, algo a lo que temer y algo que se debía
rechazar.
Por supuesto que ni el clero podía escapar a los encantos de la
pintura y erotismo por igual.
Lo manifestaron a su manera, y aunque se hicieran pinturas
representando a Eros como un cupido de rosadas mejillas, dormido apaciblemente
para simbolizar el triunfo del amor sobre las pasiones carnales, el Vaticano y
sus agremiados aún siguen teniendo que responder ante muchos comportamientos
que nada tenían que ver con el amor o con este erotismo en búsqueda de explorar
la unión de los cuerpos y la alquimia en la que podía resultar.
Francia y la
pintura erótica
François Boucher -
L'Odalisque (1745)
En Francia, pintura y erotismo no se quedaron atrás. Durante el
periodo Rococó que se desarrolló entre 1730 y 1760, la “pintura galante” o de
“estilo galante” (era la forma en la que se llamaba a las pinturas del periodo.
“Pintura Rococó” es un término que más bien engloba el contexto estético en que
se encontraban, no el estilo de pintura como tal) tuvo también exponentes de la
talla de François Boucher, para empezar.
Incluso hay muchos que lo consideraron el maestro del estilo
galante -si bien es a Antoine Watteau a quien se le
atribuye la creación del género- y, con sus cuadros pastoriles, sus desnudos y
sus temas mitológicos, mostraba a la vez el esplendor por el que pasaba Francia
y su decadencia, pues por aquel entonces había una gran tendencia hacia el arte
libertino y hedonista -esto es, sin mucha amplitud de miras y simplemente hecho
para darle gusto a los sentidos.
Pero no creas que Boucher era un pintor cualquiera. Admirador de
Watteau y de Rubens, llegó a ser pintor del Rey y a tener como mecenas a la
Marquesa de Pompadour, que debió quedar igualmente encantada con su estilo, el
cual llegó a rebosar no solo de una inocencia encantadora, sino de una adecuada
dosis de fino erotismo para el momento.
El erotismo y Fragonard
Jean-Honoré
Fragonard, Happy Lovers, c.1770
La
Francia del siglo XVIII no tomó del todo a bien el surgimiento de estas obras
que algunos puristas y conservadores calificaban de “pinturas indecentes”,
etiqueta en la que incluían tanto las pinturas de Jean-Antoine Watteau como las
de una de las grandes eminencias del erotismo en el arte: Jean-Honoré
Fragonard.
También,
y por cierto, en esos tiempos ya proliferaban los grabados eróticos -que para
algunos serían el equivalente de las fotos pornográficas de hoy día, aunque
quizás haya quien no esté de acuerdo-, los cuales podían ser llevados consigo,
ocultos bajo el abrigo de uno.
Fragonard
se volvió un exponente ineludible de la relación entre pintura y erotismo y,
aún hoy día, sus obras siguen siendo ampliamente aclamadas.
A
diferencia de lo hecho antes por Antoine Watteau y Jean-François de Troy, sus
pinturas no son acerca de rituales sociales de seducción, sino que hace énfasis
en un involucramiento físico íntimo, en las dinámicas del sexo como una fuerza
motriz física, la fricción entre las superficies materiales.
Podemos
notar, también, que en las obras de Fragonard la desnudez juega un papel más
importante que en las pinturas de sus predecesores, lo que también le ayuda a
definir la noción del contacto físico directo entre cuerpos como un aspecto
clave en el encuentro erótico.
Para
él (y para muchos) pintura y erotismo formaban una gran pareja que por más que
el clero y la sociedad con sus imposiciones tambaleantes acerca de la moral
intentaran dominar, no iba a ceder terreno.
Pintura
y erotismo: la marcha imparable
Édouard
Manet - Déjeuner sur l'Herbe" (1862)
Ya
en 1862, Édouard Manet logró que a varios se les cayera el monóculo cuando se vieron
escandalizados al develar su cuadro "Déjeuner sur l'Herbe" (1862),
una pintura de un picnic donde una mujer desnuda se encuentra sentada entre dos
hombres vestidos.
Y
eso no fue nada… más sorprendidos quedaron aun cuando llegó la “Olympia” que
Manet pintó en 1863. Obviamente fue rechazada para su exhibición en primera
instancia, y así se mantuvo hasta 1865.
El
asunto fue que, en primera, se le consideraba una parodia a la “Venus” de
Urbino de Tiziano, y en segunda, se tomó como una descripción pura y dura de
los hábitos sexuales modernos (o lo que es lo mismo: sustituyó a una diosa
veneciana del amor por una refinada prostituta parisina).
Manet,
sin embargo, tampoco buscaba escandalizar a nadie, él tenía su propia búsqueda
en su obra. La doble moral de la sociedad seguía chocando contra sí misma. Pese
a que algunos lo señalaron como un artista rebelde, otros han podido ver
reflejado en su obra, y cito: “un caballero que se ajusta en todo al concepto
decimonónico de dandi: un observador distante, refinado, que contempla desde
una elegante distancia el espectáculo que le rodea.”
Édouard Manet -
Olympia (1863).
Hizo buenas migas con Monet y adoptó algunas cosas de los
Impresionistas, pero mantenía su curso de manera independiente.
En tiempos del impresionismo
Para cuando los impresionistas entraron de lleno en escena, el
panorama social había cambiado mucho y con este, también todo lo referente a lo
sexual. Pintura y erotismo se apreciaban fuertes, diferentes y esto fue en
buena parte porque entre 1870 y 1880 la sexualidad femenina se convirtió en un
tema común en el arte avant-garde.
Los artistas buscaban representar la sexualidad, pero también
buscaban definirla. La sexualidad había roto los viejos moldes y empezaba a
desbordarse; en ese momento ya era percibida hasta como una fuerza económica en
la París urbanizada del periodo tardío del siglo XIX.
Los impresionistas, estando en ese epicentro, muchas veces y sin
mayor empacho dejaron entrever que estaban pintando prostitutas. En otras
ocasiones, el factor sexual, el objeto de ambigüedad, lo intrigante, era traído
a la vida del cuadro por bailarinas, cantantes, meseras, sombrereras,
lavanderas y demás.
Esta Paris moderna mostraba una
sexualidad y moralidad femenina menos estable y menos gobernable que en antaño,
y los impresionistas se nutrieron en buena medida de estas temáticas y
ansiedades.
Toulouse Lautrec In bed: the kiss (1892-1893)
Menos de 30 años después, Gustave Rodin creaba la escultura “Le
Baiser”, una escultura de dos amantes desnudos besándose: una comisión especial
del gobierno francés.
Al parecer de Georges Batailles (autor del texto seminal
“Erotismo”) “La parte maldita del arte’ -el arte que celebra la sexualidad
sobre la fertilidad, que se burla de los ideales de belleza y moralidad- había
tomado su venganza.”
Después de siglos de tratar de ocultar una parte fundamental de
la naturaleza humana -muy asociada a la fertilidad y a la concepción, pero
definitivamente diferente de estas- de maneras innecesarias, deshonestas y
humillantes, resulta obvio que la implosión derrumbase desde dentro aquellos
cimientos conceptuales por los que lo erótico -y todo lo que tuviera que ver
con el sexo en general- se habrían concebido como algo sucio, prohibido o
profano.
Quizás no sucedió de la manera más idónea, pero algo era claro:
pintura y erotismo, con su constante búsqueda de la expresión y la exploración
sin tapujos, sin estigmas, hicieron una mancuerna que sigue muy presente en
nuestros tiempos.
Pintura y Erotismo en el siglo XX
Gustav Klimt -
Wasserschlangen II (Freundinnen), 1904.
Con sus inconfundibles estilos y concepciones, los artistas se
siguieron involucrando con la pintura y el erotismo. Paul Gauguin empezó sus
series de desnudos Tahitianos en los 1890’s. Al poco tiempo, llegarían también
Gustav Klimt (aquí con sus "Serpientes de Agua II") y aquel no menos
famoso protegido suyo, Egon Schiele, que llevaron la batuta en estos temas de
pintura y erotismo a principios de los 1900’s en Vienna.
Después vinieron Matisse y los fauvistas y Picasso con su
cubismo a tirar por calle prácticamente todo lo que se conocía hasta el momento
y con una visión muy propia y maravillosamente abierta sobre pintura y
erotismo. Concretamente, el año 1932 mostró a un Picasso en la cima de su fama
y con pinturas de las más sexualmente explícitas entre su repertorio, lo cual
tuvo mucho que ver con el tórrido romance que sostenía con su joven modelo,
Marie-Thérèse Walter.
Woman in
a Red Armchair 1932 Pablo Picasso 1881-1973 Purchased 1953 http://www.tate.org.uk/art/work/N06205
Quizás
Matisse sea menos famoso que Picasso al hablar de estos temas, pero eso es solo
una percepción general; cosa de primeras impresiones. Entre las obras de
Matisse podemos encontrar no solo un erotismo implícito, sino también obras
decidida y directamente sensuales y eróticas.
Henri
Matisse - ‘… emportés jusqu’aux constellations…’, (1944).
Después,
el líder surrealista André Breton animaba a los artistas a liberar su
subconsciente y con esto, llegó Dalí confesando deseos que, según algunos,
horrorizaban al mismo Breton. “El Gran Masturbador” reconoce las sórdidas
fantasías y el onanismo en la mente de su creador. El acto sexual que requiere
un participante es la imagen del arte de Dalí, un sueño narcisista que se
alimenta de la memoria para crear algo autónomo.
Salvador
Dalí - Visage du Grand Masturbateur (Rostro del Gran Masturbador),
1929.
Igualmente,
sonado es el controvertido caso de Balthus, de quien se dice es un maestro para
mezclarlos extremos: superficies de tranquilidad con deseos predatorios,
inocencia con erotismo subconsciente. Considerado como uno de los grandes maestros
del siglo XX, es uno de esos artistas que es amado u odiado, sin medias tintas.
Sus imágenes contienen una infinidad de contradicciones y misterio.
https://www.ttamayo.com/2021/02/9-pintoras-del-renacimiento-barroco/
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