sábado, 4 de octubre de 2025

 

LAS PINTURAS CON INCRUSTACIONES DE NÁCAR

 

INTRODUCCIÓN

En este trabajo abordo una pequeñísima parte de la producción artística del México colonial: las pinturas con incrustaciones, que abundaron en la Nueva España durante la segunda mitad del siglo XII y la primera mitad del siglo XVIII. Los trozos de madreperla se aplicaban, en general, sobre las vestiduras de los personajes representados, y se cubrían con una tenue capa de pintura. Los irisados reflejos del nácar realzaban el efecto decorativo de las obras.

            Muchos aspectos de su producción todavía son desconocidos.

            La mayor parte de las pinturas enconchadas que se conservan son anónimas. Algunas están firmadas por Nicolás Correa, Miguel Gonzales y Juan Gonzales, pero sobre todo estos dos últimos pintores no hay ninguna documentación.

            En general los enconchados se organizan en series de varias obras ligadas por su desarrollo temático, histórico o histórico-religioso. Se conocen seis series históricas: cinco sobre la conquista de México y una sobre las guerras de Alejandro Farnesio, y un biombo realizado con la misma técnica que en uno de sus recorridos relata la defensa de Viena contra los turcos. Las series religiosas que se conservan son tres: una sobre la vida de la Virgen, otra sobre la vida de Cristo, y la tercera, una ilustración del Credo. Abundan también los enconchados religiosos aislados.

            El estudio de estas obras puede encararse desde diferentes puntos de vista: su técnica, el tratamiento de los temas, los problemas iconográficos que plantean, la identificación de sus autores, la identificación de grabados que pudieron servir de modelos, el público al que, estaba dirigidas.

            La conquista española significó una ruptura en la historia de América. Los presupuestos de la sociedad indígena fueron destruidos. Los conquistadores trajeron consigo otra lengua, otra religión, otras costumbres, otros valores. Pero las pautas europeas así impuestas sufrieron transformaciones inevitables al incidir en una realidad distinta.

            La sociedad colonial era compleja y colorida. Gobernada por una minoría blanca con tempranas contradicciones internas entre los españoles y los “españoles de América”, con una gran masa indígena, un amplio sector de mestizos que al no pertenecer a un grupo definido fueron un factor permanente de inestabilidad social, y un número relativamente escaso de negros, pero que hicieron sentir su influencia de esclavos domésticos en las ciudades.

            Una nueva puerta de influencias extrañas se abrió con el comercio con Oriente.

            El descubrimiento de América no hizo abandonar a España su competencia con Portugal por las islas de las especias. La expedición de Magallanes había demostrado que alcanzarlas atravesando el Atlántico y el Pacífico era posible, pero sumamente costoso. Se prefiere entonces tomar a México como punto de partida. Miguel López de Legazpi (1502-1572) fue un conquistador y gobernador español que colonizó las islas Filipinas y fundó la ciudad de Manila en 1564. Descubiertas ya por Magallanes. Un año más tarde en 1565, el galeón San Pablo, guiado por el fraile Andrés de Urdaneta, retornaba a la Nueva España, encontrando por primera vez una ruta practicable de regreso y dando comienzo así a un tráfico que fue permanente hasta el siglo XIX.

            Bajo el dominio español las Filipinas se convirtieron en un enclave comercial, punto de intercambio adonde llegaban cargados de mercancías los juncos chinos y embarcaciones japonesas, y de donde durante tres siglos partió el Galeón de Manila, o Nao de China, llevando a México, al puerto de Acapulco, todo tipo de objetos orientales: sedas, marfiles, jades, muebles, biombos, etc. Parte de los cargamentos eran transportados a lomo de mula hasta el puerto de Veracruz, donde se embarcaban hacia España. Pero gran parte de los objetos tomaban la ruta del virreinato del Perú o quedaban en la Nueva España. Los grandes señores mexicanos de las minas usaban vajilla de cerámica china y decoraban las paredes de sus mansiones con damascos o papeles pintados de China. Tan intenso fue el intercambio comercial entre la Nueva España y Oriente que resultó perfectamente natural, a principios del siglo XVIII, mandar a hacer en China, sobre dibujos realizados en México, la reja de bronce del coro de la Catedral. El influjo de las artes orientales se sintió incluso en algunas artesanías populares, como las lacas de Michoacán.

            La influencia oriental es notable en la técnica de las pinturas con incrustaciones de nácar, y también en algunos elementos de la imagen: arbolitos apenas abocetados de los últimos planos, guardas de fondo negro o rojo decoradas con pájaros y flores.

 

LA TÉCNICA

         Además de divulgar el uso de los biombos y los objetos laqueados, el comercio con Filipinas introdujo en México los muebles con incrustaciones de nácar.

            El trabajo de incrustación se ha utilizado en Occidente desde la antigüedad; y en las máscaras y representaciones de animales precortesianos era normal la incrustación de piedras o conchas para figurar ojos y dientes. Pero los procedimientos más cercanos a los de las pinturas que nos ocupan son los de los muebles orientales. En China hay lacas con incrustaciones de madreperla desde fines del período T´ang (siglos X al XII) y pintores japoneses utilizaron la taracea en biombos laqueados.

            En la mayoría de los enconchados el nácar está aplicado en los trajes de los personajes, las flores de las guardas que rodean algunas pinturas, o que adornan los marcos, y en algunos objetos.

            En la serie de obras sobre la conquista de México que se conserva en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, gracias a la caída de algunos recortes de nácar y a la merma de la pintura sobre la madreperla, se pueden observar con bastante detalle el procedimiento empleado. Sobre el recubrimiento de fondo se ha dibujado a pincel y luego se ha aplicado la concha que, como es translúcida, permite ver el trazo. Una nueva aplicación de preparación ha permitido emparejar la superficie. * El nácar no se ciñe estrictamente al dibujo, en general abarca un espacio mayor que la forma representada. Ya aplicado el nácar se ha rehecho el dibujo por encima y se ha pintado con una capa de pintura muy transparente, que limita con exactitud las formas y el color de los objetos y elimina el blanco demasiado estridente del nácar, pero no sus reflejos. El nácar está aplicado en trozos irregulares de aproximadamente centímetro y medio de lado.

            Estas características son comunes a casi todos los enconchados, pero en algunas ocasiones la técnica varía. En un San José y el niño Jesús que se conserva en el Museo de América de Madrid, el nácar está aplicado en rectángulos regulares y no queda intersticio alguno entre uno y otro. En otras ocasiones se combina la técnica descrita con la aplicación de nácar fragmentado en trozos muy pequeños.

            En general los enconchados están pintados sobre tableros en los que se ha pegado una tela.

            En la serie del Museo de Buenos Aires que he mencionado, los tableros constan de varios paneles horizontales que se encastran en dos verticales; están construidos con madera de ciprés y la tela es de ligamento plana. La preparación, probablemente a la cola, es blanca. El recubrimiento de pintura es graso y muy delgado –salvo algunos empastes en las caras y los torsos desnudos- y se extiende también sobre las aplicaciones de nácar. Está protegido por una capa de barniz.

            Dos elementos caracterizan técnicamente a los enconchados: las aplicaciones de nácar y el aspecto similar a las lacas. Algunos de los autores que la estudiaron hablan de la técnica del maque, Toussaint, la describe así:

            La pintura que se usaba en estos cuadros embutidos de concha se llamaba “maque” es decir, algo que imitaba a la laca (…) el maque (…) consistía en bruñir o “charolar” la pintura por diversos procedimientos, algunos de los cuales eran de procedencia indígena, para dar el aspecto suave y esmaltado de las lacas. 1

                Charolar es pasar un barniz similar al charol. Ya Sahagún señalaba las jícaras pintadas y bruñidas por los aztecas, y hasta el día de hoy los mexicanos decoran con “laca” jícaras y calabazas. Según las informaciones que me proporcionó Teresa Castello Yturbe,2 y que detalla en su libro sobre los biombos mexicanos, lo hace utilizando un compuesto de aje (nombre popular de la grasa extraída del insecto Coccus Axin), aceite secante obtenido de la semilla de la chía, y una tierra blanca; este compuesto se mezcla con los distintos pigmentos. Después de aplicar capas sucesivas se bruñe con la mano. Sólo un análisis microquímico permitiría establecer si efectivamente la técnica de los enconchados se emparienta de alguna manera con estos procedimientos. Pero con un simple análisis visual podemos comprobar la terminación brillante y pareja, y el empleo de una pintura grasa trabajada, como ya dije, no sólo en los fondos sino también sobre el nácar, de una manera muy transparente.

            La doctora Gloria Vera realizó, en el Instituto Paul Coremans, análisis microquímicos de las pinturas de la Conquista que se conservan en el Museo Nacional de Historia de México. Según la transcripción de ellos que hace el profesor José Santiago Silva, 3 pudo establecer que la base de preparación consta de dos capas, una a base de yeso y muy porosa, y la otra, más delgada y compacta, a base de carbonato de plomo. Sobre esta segunda capa hay aplicado un amarillo uniforme. No hay pigmentos verdes, los verdes se logran por superposición de azul entre dos capas de resina amarilla. La técnica pictórica alterna óleo y productos desleídos en barniz. El aglutinante de las capas de preparación es cola animal, lo mismo que el adhesivo de los fragmentos de nácar.

Este tema, lo mismo que la mayoría de los referentes a la vida de la Virgen, se basa en los Evangelios Apócrifos. Los padres de la Virgen, Ana y Joaquín, se encuentran en la Puerta Dorada de Jerusalem y se abrazan, y así es concebida la Virgen. A la derecha, en segundo plano, está representada una escena anterior: un ángel anuncia a Joaquín por la falta de hijos, la próxima gravidez de su mujer.

Según la tradición de los Evangelios Apócrifos, cuando la Virgen cumplió tres años sus padres la llevaron al templo para consagrarla a Dios. María subió sola los quince escalones (desde fines de la Edad Media los artistas se permitieron variar esa cifra, como en el caso de esta pintura), sin volver la cabeza. En lo alto de la escalera la espera el Gran Sacerdote.

Pintura con incrustaciones de nácar e 32.5 x 41 cm. Pertenece a la Gellaty Collection, Smithsonian Institute de Washington. Firmada y fechada en el ángulo inferior izquierdo Juan Gonzales a 1662.

Es interesante observar esta fecha en relación a las distintas teorías sobre los Gonzales, pues las obras firmadas por Miguel están fechadas en la década del 90.

La moza con el cántaro a la cabeza, probablemente tomada de algún grabado (¿quizás de Rubens? Rubens popularizó en la pintura del siglo XVII la figura de la pastora presente en las Adoraciones), se repite con algunas modificaciones en todos los enconchados que conocemos que representan una Natividad o una Adoración de los Pastores (las dos de la Colección Behrens, la escena de segundo plano que aparece en la Alegoría del Credo dedicada a Santiago el Mayor).

Cristo en la boda. Nicolás Correa en 1693 y su paradero actual es desconocido.

En la historiografía de la pintura novohispana se advierte cierto vacío respecto a las pinturas incrustadas de concha (ca. 1650-1750), hoy conocidas como enconchados. Estas obras menudearon en los inventarios de pintura capitalinos de finales del siglo XVII y principios del XVIII y se conservan numerosos ejemplares de factura esmerada (figs. 24-8 y 10). Tomás, Juan y Miguel González, que al parecer se dedicaron sólo a esta modalidad pictórica, llegaron a trabajar para personajes encumbrados y pertenecieron al gremio de pintores, en el cual tuvieron competidores notables, como Nicolás Correa. Sin embargo, hasta fechas recientes estas obras han ocupado un lugar marginal en los estudios sobre la pintura novohispana. No se ha negado directamente que se trata de pinturas, pero por sus particularidades no ha sido fácil situarlas, de modo que a menudo se han soslayado o se han considerado "artes decorativas".








Los orígenes

No sabemos exactamente cómo surgieron los enconchados. En su estudio "Art, Value, and Market Practices in the Netherlands in the Seventeenth Century", Neil de Marchi y Hans van Migroet han advertido que, en el siglo XVII, la pintura neerlandesa experimentó un perpetuo giro innovador, afectado por el acceso de los artistas a nuevas mercancías, tecnologías, fuentes de suministro y formas de organización. A la vez, los mercados fueron los foros y los resultados tentativos del comportamiento interactivo experimental entre muchos individuos y grupos; de ahí que tanto los productos como las estrategias se modificaran constantemente. Los enconchados requirieron de la circulación de las lacas japonesas de exportación namban (muy gustadas en Europa) y de cierto impulso innovador entre los pintores; desde luego, su éxito habría sido imposible si no hubieran captado el interés de los consumidores. El gusto por distintas obras asiáticas, así como por el brillo de ciertos materiales y por la ornamentación se advierte en diversas producciones artísticas, y dio lugar a soluciones particulares en este caso.

Las incrustaciones de nácar no supusieron una ruptura con la manera de concebir la pintura, sino que agregaron nuevas particularidades a la diversidad de la época. Los enconchados tomaron de las lacas japonesas namban la ornamentación, consistente en fondos negros y figuras doradas e incrustadas de concha, con diseños basados en flores y hojas (fig. 1). El desarrollo de la nueva modalidad artística fue producto de las experimentaciones novohispanas, pues la incorporación de la concha al trabajo pictórico en las escenas representadas fue una aportación local. Pese al efecto similar, la técnica de ambas producciones es completamente distinta.

Los enconchados se insertaron con naturalidad en el contexto pictórico novohispano, pese a que no fueron un mero producto de la tradición espa­ñola. Al contrario, resultaron de un impulso innovador que tomó el gusto por las lacas japonesas como punto de partida para hacer nuevas búsquedas pictóricas. Dicho impulso fue avalado por el gremio de pintores en la práctica, aunque no se contempló en las ordenanzas. Para advertir mejor qué características de los enconchados los acercan a otras pinturas novohispanas y cuáles los aproximan a las lacas namban, se describirán a continuación algunos ejemplares notables.



La cartela está ubicada en el ángulo inferior derecho, y cerca de ella la firma Miguel Gonzáles fat. Texto de la cartela: “San Andrés/Creo en Jpto/Su único hijo/que es solo Señor/nuestro” Se trata de una representación tradicional de la Transfiguración. Jesús planea, rodeado por una aureola, entre Moisés y el profeta Elías. Sobre su cabeza se ve la inscripción hic est filius meus dilectus. Los apóstoles Pedro, Santiago y Juan, que lo acompañaron a la cima del monte Tabor para orar y quedaron dormidos, despiertan y ven a Jesús en su gloria.


Cartela abajo a la izquierda: firma abajo a la derecha: Miguel Gonzáles fat. Texto de la cartela: “Santiago el mallor/ que fue Conseuido/ por hobra y Gracia/ del espíritu Santo/ Nacio de Santa Maria/ Virgen.” La escena principal representa a una anunciación que sugiere un interior: la Virgen escucha al ángel arrodillada sobre un tapete y frente a ella hay una mesa y una silla: sobre la mesa un jarrón con una rama y un atril con un libro. Un marco decorado limita una abertura sobre el margen derecho que permite ver el segundo plano una Adoración de los Pastores. Pero en el centro arriba no hay límites para la habitación y bendice a María un Santo Padre Emperador sostenido por ángeles.

Firma en el margen inferior, al centro: Miguel Gonzáles fat. Cartela en el ángulo inferior derecho. Texto de la cartela: “San Phelipe/ Desendio a los infier/ nos, al tercero dia resu/ sito de entre los/ muertos.

                En el primer plano se representa la escena del descenso al limbo. Como es usual en estas representaciones, Cristo porta una cruz. Se puede reconocer a Adán y Eva (que lleva en su mano una manzana), Abel, y los justos de la Antigua Ley, entre ellos David con su corona y su arpa. San José besa la mano de Cristo y junto a éste está San Dimas.

                A la derecha, en segundo plano, se representa la resurrección de Cristo.

 

 

 

Guadalupanas

Entre los enconchados religiosos se conservan, el tema más frecuente es el de la Virgen de Guadalupe. Rápidamente podemos reseñar dos de la Colección Mayer (México), una en la iglesia de san José en Tlaxcala (México, cuatro en el Museo de América (Madrid), una en el convento capuchino de klausen (Tirol), una de la Colección Pérez Valiente de Moctezuma (Buenos Aires).

            El culto mariano tuvo un extraordinario desarrollo en toda América Hispana, y abundan en ella las leyendas aparicioncitas.

            Las leyendas aparicionistas americanas se parecen extrañamente. En substancia están tomadas de la Edad Media europea; sin embargo, son profundamente americanas. En efecto, el pastor elegido de las tradiciones españolas es aquí reemplazado por un indio. Es evidente la ventaja de esta versión indigenista. Los indios reencontraban en la nueva religión la diosa madre que habían tenido en la antigüedad. (…) Por otra parte estas imágenes de la Virgen tienen la piel oscura de los indígenas y han sido calificadas de “inditas”. El éxito inmediato de estas imágenes, más o menos prodigiosas, entre los indios, se explica ampliamente por los aspectos que acabamos de explicar. Mucho más complejas son en revancha las causas del relativo abandono por los criollos de imágenes primitivas de María en América, como la de los Remedios en México. Es seguro que el antagonismo entre los criollos y los españoles nacidos en la Península y enviados a las Indias occidentales debió jugar un gran papel. (Jacques Lafaye. Quetzalcóatl et Guadalupe, París, Gallimard, 1974, p. 302)

            La devoción de la Virgen de Guadalupe, aparecida milagrosamente al indio Juan Diego en lo alto del Monte Tepeyac, fue en continuo aumento desde mediados del siglo XVI. Aunque lleva el mismo nombre que Nuestra Señora de Guadalupe de Extremadura, España, la imagen es totalmente diferente. La Virgen mexicana está sin el Niño. Es una mujer del Apocalipsis, identificable también con la Inmaculada Concepción: envuelta en su manto azul, parada sobre una media luna sostenida por un ángel y rodeada por un resplandor casi solar. A menudo la imagen está rodeada por medallones donde se representan las apariciones del indio Juan Diego y al arzobispo Zumárraga; en otras ocasiones simplemente por flores.

            (…) la imagen de Guadalupe aparece retrospectivamente cómo la más apropiada para inflamar el ardor de os devotos, puesto que era de origen sobrenatural, y la elección de un humilde aldeano indígena por la Virgen María para ser su mediador ante el arzobispo y el iniciador del nuevo culto, eran hechos de naturaleza tal que lavaban la “tierra de pecados” que suponía había sido el México indígena. (…) En ese movimiento de conversión, santificado por prodigios, la Virgen María tomó una parte decisiva, con su personalidad ambigua de Mujer del Apocalipsis (…) y de Madre de Cristo, intercesor privilegiado de los hombres. En ese doble sentido Guadalupe prolonga indiscutiblemente la tradición mariana europea; es lo que sintieron los españoles quienes, habiéndola rechazado en un principio como dudosa y apócrifa, enseguida ensayaron apropiársela, incluso hasta nuestros días, cuando Guadalupe se ve calificada de “reina de la hispanidad” (J. Lafaye, op. Cit., p. 305).

Virgen de Guadalupe y Santos, 1697, enconchado, autor: GONZÁLEZ, MIGUEL; GONZÁLEZ, JUAN. Museo de América, Madrid

https://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/2546/2532  

La Inmaculada Concepción de la Virgen María

1600-1700

Desde la segunda mitad del siglo XVI, numerosas naves cruzaban el océano Pacífico varias veces al año, realizando un trayecto desde el puerto de Manila hasta el virreinato de Nueva España. Ésta fue una de las rutas comerciales más importantes de la historia y supuso un intercambio artístico y cultural entre Asia y América, que influyó notablemente en los gustos estéticos. Aquellos galeones iban cargados de mercancías orientales, entre ellas las famosas lacas japonesas de estilo «namban». Esta técnica, en la que se empleaban conchas de diferentes moluscos, fascinó a los artistas novohispanos que, inspirados en ella, crearon obras con un estilo propio, los llamados enconchados o pinturas enconchadas.

Esta técnica mixta, desarrollada principalmente en los talleres de la ciudad de México, consistía en preparar una tabla entelada, sobre la que se aplicaba una preparación de yeso en la que se embutían fragmentos de conchas, fijados con cola animal. Su distribución buscaba embellecer y aportar luminosidad a algunas partes de la escena, especialmente las figuras principales. La iridiscencia de este material, y sus suaves tonalidades, confería riqueza y originalidad.

Este enconchado muestra a la Inmaculada Concepción representada de acuerdo con la iconografía tradicional: una mujer de aspecto joven, en actitud de orar, y de pie sobre la media luna; sobre su cabeza, la paloma del Espíritu Santo y a su alrededor diversos símbolos procedentes de la Letanía Lauretana, como Puerta del Cielo, espejo de Justicia o Estrella de la mañana.

Fue realizado en el siglo XVII y corresponde al momento de mayor esplendor de este arte. En su factura se combinan las planchas nacaradas, realzando la indumentaria de María, con la técnica pictórica, en la que destacan las cuidadas veladuras. En este tipo de obras, el marco era un elemento esencial y recibía un especial tratamiento, siendo trabajado con los mismos materiales; en este caso, toda la superficie está cubierta con piezas de nácar talladas en forma de flores, hojas y mariposas.

Su llegada a Europa se realizó seguramente a través de otra de las grandes rutas comerciales, la que realizaban las Flotas de Indias, cruzando el Atlántico desde Veracruz o Cartagena hasta los puertos de Sevilla o Cádiz. Estas obras tuvieron como destino las residencias nobiliarias y las fundaciones religiosas, pero también fueron regalos diplomáticos, como es el caso de los veinticuatro enconchados sobre la conquista de México enviados por el virrey de México, el conde de Moctezuma, a Carlos II en 1698, conservados en el Museo de América y en el Museo del Prado.

Se trata de obras anónimas, que se pueden situar en el entorno de los principales talleres mexicanos como el de los González, Juan Correa, Nicolás del Pino o Pedro López Calderón.

La Inmaculada Concepción de la Virgen María. Virreinato de Nueva España
1600-1700
Galería de las Colecciones Reales

Barniz y suciedad de la superficie durante la limpieza

La obra una vez restaurada. El marco también estaba realizado con la misma técnica por lo que el conjunto era espectacular más aún, si cabe, después de que el proceso de restauración recuperase los brillos y veladuras características de la pintura sobre concha

https://www.illanromerorestauracion.com/project/enconchado-de-la-virgen-de-guadalupe/   

Enconchado de la Virgen de Guadalupe. Anónimo. Nueva España, finales del siglo 17 (anterior a 1695). Exposición “La hija del Virrey” en el Museo de América, Madrid. 41 x 30 cm. Colección La imagen está rodeada por dos largos tallos cubiertos de rosas, hojas y frutitos del rosal. En la parte inferior una ciudad con si iglesia, casas y pequeñas figuras humanas. Según el catálogo del Museo de América se trata de una obra del siglo XVIII.



https://x.com/VRetratos/status/1061230031199002625

Virgen de Valvanera

Pintura con incrustaciones de nácar de 63 x 43 cm. Se conserva en el Museo de América, de Madrid.

Virgen de la Valvanera
González, Juan
Fecha: 1665-1703

www.mecd.gob.es/museodeamerica/colección/

https://arcav1.uniandes.edu.co/artworks/4911

La Virgen de aspecto mestizo y el niño son adorados de rodillas por un caballero. Atrás de la imagen un gran árbol con un hueco en su tronco. Toda la escena está encerrada en un óvalo, y entre éste y los márgenes de la pintura hay una decoración de ramas y flores. Sobre el borde inferior hay un escudo y una cartela que dice: “Verdadero retrato de la milagrosa imagen de Na. Sa. De Valvanera aparesida en el coraçon de un roble a un facineroso salteador. Juan Gonzales fesit”.

            La Virgen de Valvanera es la patrona de La Rioja, España. Según la tradición, la imagen habría sido realizada por San Lucas, y llevada a España por dos discípulos de San Pedro, que la dedicaron al culto en un pequeño vale poblado por ermitaños. Al acercarse los moros muchos cristianos huyeron, y un ermitaño llevó la santa imagen a lo alto de una montaña y la escondió en la oquedad de un roble. Cuando se disponía a disimular el agujero vio con sorpresa que la corteza comenzaba a crecer y lo cerraba por sí misma. Años más tarde la comarca era asolada por bandidos. Quizá el más temible de ellos era Munio. Un día en que se preparaba para asaltar a un labrador lo vio arrodillarse para pedir a la Virgen que bendijera su cosecha y, arrepintiéndose de sus pecados, se hizo penitente. Desde entonces llevó una vida santa dirigido por un sacerdote que compartió su soledad de ermitaño. Un día, mientras su compañero dormía, Munio tuvo una visión de la Virgen que le indicó dónde estaba escondida su imagen. Los dos compañeros la buscaron; cuando estuvieron frente al roble éste se iluminó con una luz sobrenatural y se abrió solo, dejando descubierta la imagen.

            La Virgen de Valvanera gozó de gran popularidad en España y fue adoptada como protectora por los reyes de Castilla y Aragón (datos tomados de José Augusto Sánchez Pérez, El culto mariano en España, Madrid, 1943).

https://www.galeriadelascoleccionesreales.es/obra-de-arte/san-jose-con-el-nio-jesus/286e4d0e-a70f-43e4-8e97-bfe3ea3dc779

San José con el Niño Jesús

1600-1700

Desde la segunda mitad del siglo XVI, numerosas naves cruzaban el océano Pacífico varias veces al año, realizando un trayecto desde el puerto de Manila hasta el virreinato de Nueva España. Ésta fue una de las rutas comerciales más importantes de la historia y supuso un intercambio artístico y cultural entre Asia y América, que influyó notablemente en los gustos estéticos. Aquellos galeones iban cargados de mercancías orientales, entre ellas las famosas lacas japonesas de estilo «namban». Esta técnica, en la que se empleaban conchas de diferentes moluscos, fascinó a los artistas novohispanos que, inspirados en ella, crearon obras con un estilo propio, los llamados enconchados o pinturas enconchadas.

Esta técnica mixta, desarrollada principalmente en los talleres de la ciudad de México, consistía en preparar una tabla entelada, sobre la que se aplicaba una preparación de yeso en la que se embutían fragmentos de conchas, fijados con cola animal. Su distribución buscaba embellecer y aportar luminosidad a algunas partes de la escena, especialmente las figuras principales. La iridiscencia de este material, y sus suaves tonalidades, confería riqueza y originalidad.

Este enconchado muestra a san José con el Niño en brazos, en un paraje natural, junto a un río en cuya orilla opuesta se alza una ciudad con suntuosos edificios. En el ángulo superior, aparece Dios Padre bendiciendo al santo. El empleo de planchas nacaradas se concentra en la figura de san José, pero también en parte de los edificios, en la imagen de Dios Padre, e incluso en el tronco del árbol que aparece a la derecha de la escena.

En este tipo de obras, el marco era un elemento esencial y recibía un especial tratamiento, siendo trabajado con los mismos materiales; en este caso, su superficie está cubierta por completo con piezas de nácar talladas en forma de flores, hojas y mariposas.

Su llegada a Europa se realizó seguramente a través de otra de las grandes rutas comerciales, la que realizaban las Flotas de Indias, cruzando el Atlántico desde Veracruz o Cartagena hasta los puertos de Sevilla o Cádiz. Estas obras tuvieron como destino las residencias nobiliarias y las fundaciones religiosas, pero también fueron regalos diplomáticos, como es el caso de los veinticuatro enconchados enviados por el virrey de México, el conde de Moctezuma, a Carlos II en 1698, conservados en el Museo de América y en el Museo del Prado.

Se trata de obras anónimas, que se pueden situar en el entorno de los principales talleres mexicanos como el de los González, Juan Correa, Nicolás del Pino o Pedro López Calderón.

 Restauración de dos cuadros enconchados del siglo XVII de origen mexicano y autoría anónima, cuya temática religiosa representa a “San José con el Niño Jesús” y “La Inmaculada Concepción de la Virgen María”, ambos procedentes del Monasterio de las Descalzas Reales. 

La técnica pictórica con la que están realizados consiste en incrustar fragmentos de nácar de diferentes tamaños y espesor menor de 1 mm en el soporte de madera sobre el que se va a pintar, utilizando para la composición y el resultado decorativo final el brillo iridiscente del nácar matizado con veladuras más o menos transparentes de pintura. El efecto final es una composición en la que, con el efecto nacarado de las conchas matizado con trasparencias, de ahí el origen de la denominación de la técnica enconchados, se realzan los diferentes motivos y se añade profundidad y riqueza decorativa a la obra.

Ambas pinturas están enmarcadas por sendos marcos con molduras ebonizadas decorados con pequeñas piezas de nácar talladas, grabadas y algunas de ellas decoradas con finos trazos negros y veladuras de colores.

Ambos cuadros presentaban un aspecto oscurecido por la oxidación de los barnices, tanto en la pintura como en el marco, que velaba el brillo y los reflejos iridiscentes del nácar e impedía apreciar la paleta de colores original y la riqueza de detalles de su composición en la pintura y las veladuras de color en el marco. 

En los marcos, los grabados incisos en las pequeñas piezas de nácar pasaban inadvertidos por la acumulación de una gruesa capa de barniz amarillento aplicada burdamente que los embotaba.

Se eliminó esa gruesa capa de barniz lo que permitió al nácar lucir de forma natural y dejó ver el colorido de las veladuras aplicadas a algunas piezas.

Se reintegró el volumen y el color del fragmento de moldura perdido en la esquina superior izquierda del marco, de manera que no continuara su deterioro y no distorsionara la lectura del conjunto del marco. 

EL TEMA EN LAS SERIES DE LA CONQUISTA DE MÉXICO

La serie de seis tablas sobre la Conquista de México, de las que se exponen la primera y la última, representan una de las producciones más extraordinarias del virreinato de Nueva España. Pintadas en el último cuarto del siglo XVII, describen el avance de Hernán Cortés desde su desembarco en Veracruz y las alianzas con indígenas totonacas y tlaxcaltecas, hasta la conquista en 1521 de Tenochtitlan, capital del imperio mexica. En cada tabla se incluyen varias escenas ocurridas en tiempos o espacios distintos, que siguen la narración de los acontecimientos descritos por los cronistas españoles.

La escena destacada, en primer plano y más grande que el resto, recrea en la primera tabla el encuentro de Hernán Cortés con el llamado “Cacique gordo” totonaca, en Cempoala (Veracruz). La intérprete fue Dª Marina o Malinalli/Malinche, que hablaba maya y náhuatl, junto al padre Aguilar que conocía la lengua maya además del castellano (Letra E). Con esa doble traducción Cortés pudo comunicarse con Moctezuma. En la segunda tabla, la escena principal muestra a los soldados de Hernán Cortés derribando los ídolos aztecas: Quetzalcóatl y Huitzilopochtli, representados como dragones y demonios medievales.  

Con el establecimiento de la ruta del galeón de Manila que comunicaba Filipinas con México, la capital del virreinato se había convertido en uno de los ejes de la mundialización. Allí se fusionaron tradiciones y personas procedentes de los cuatro continentes (América, Europa, Asia y África) dando lugar a obras tan singulares como estos enconchados. Su nombre se debe a la técnica de embutido de láminas de nácar sobre tablas estucadas y pintadas al óleo que recuerdan el estilo de los muebles de arte nambán japonés. Además del contenido iconográfico, el uso de fondos dorados y reflejos de luz matizados con suaves veladuras de color transmiten un mensaje simbólico, simulando la ostentación de las obras asiáticas con apliques de oro, plata y concha. El principal taller estuvo a cargo de los hermanos Juan y Miguel González, quienes firmaron un tercio de los aproximadamente doscientos cincuenta enconchados que se conocen. Se trata de una producción limitada, ya que se realizaron durante poco más de cien años, desde mediados del siglo XVII a mediados del XVIII, coincidiendo con el pleno gusto Barroco. 

Los marcos son por sí mismos auténticas obras de arte en la que las aves y las flores se entremezclan sobre fondos negros que emulan los muebles de laca de origen asiático. Otra serie de 24 tablas con el mismo tema fue encargada en 1698 por el virrey José de Sarmiento y Valladares (1696-1701), conde de Moctezuma para regalar a Carlos II, con el fin de ensalzar la dinastía de los Austrias y la defensa de la Fe. El virrey ordenó otra copia para su colección que en sus traseras muestra aves acuáticas y árboles pintados al estilo de las de la escuela Kanō del Japón. La relación de los enconchados con el arte nambán o el estilo japonés es evidente y refuerza esa idea de la temprana mundialización.



Conquista de México, Anónimo, Museo de América, Madrid, Inv. MAM 00125. © Fotografía: Patrimonio Nacional

Biombo con incrustaciones de nácar, de dos recorridos. Sin firma. Incompleto, tiene seis hojas. Lleva el escudo de José Sarmiento y Valladares, conde de Moctezuma y Tula, que fue virrey de la Nueva España entre 1696 y 1701. Perteneció a la Colección de don Fernando Beickemeyer, San Francisco, California; y actualmente se conserva en el Museo Nacional del Virreinato, de Tepotzotlán.

Biombo de Tepotzotlán. González, Miguel y Juan (activos en la segunda mitad del siglo XVII). Pintores activos en la Nueva España, especializados en la pintura de «enconchado» -cuadros «embutidos de madre perla, y ayudado de colores». 

https://arcav1.uniandes.edu.co/artworks/20318

                En uno de sus recorridos representa el sitio de Viena por el gran visir Kará Mustafá en 1683. La ciudad fue defendida por un ejército europeo, fundamentalmente germano y polaco, al mando de Juan Sobieski, rey de Polonia, y de Carlos V de Lorena. En 1684 se consolidó una alianza anti turca en la que participó Manuel de Baviera. En el biombo aparecen inscripciones que señalan la presencia del Duque de Baviera, el señor de Lorena, el Gran Visir, etc.

            (…) En el segundo recorrido vemos una escena de caza o montería. ¿En el centro hay un rey, Carlos II? Que recibe el homenaje de un señor o caballero…  En el fondo vemos los  monteros cazando ciervos y jabalíes y la carroza de una dama o reina, elegantemente vestida, el paisaje en que se desarrolla la escena es muy convencional, típico de los tapices y cuadros franceses de la época de Luis XIV de Francia.

Biombo de la Conquista de México del Museo Franz Mayer.

https://franzmayer.org.mx/descarga/el-biombo-de-la-conquista-y-vista-de-la-ciudad-de-mexico-del-museo-franz-mayer/

Colección Franz Mayer, México, Biombo de 10 hojas y dos recorridos.

Museo Nacional de Historia, Castillo de Chapultepec, México, 12 hojas de 110 60 cm, cada una de dos recorridos. Este biombo perteneció a los Duques de Moctezuma y fue adquirido en Madrid por don Artemio del Valle Arizpe. Según Francisco de la maza fue pintado en 1695 por Diego Correa. (5)

https://madridsecreto.co/exposicion-la-luz-del-nacar/


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En los rótulos de las paredes se explica que el primer paso de esta técnica, propia de México y extinta en el siglo XIX, consistía en preparar un panel de madera con yeso, tal como se prepara un panel para pintar al óleo. Después se colocaba sobre él un boceto de la escena y se decidía qué zonas se pintarían al óleo y cuáles se incrustarían con fragmentos de nácar. Se utilizaba pintura al óleo para los elementos de piel y naturaleza muerta, mientras que se aplicaba concha para las zonas decorativas, como prendas y armaduras.

Podemos estar razonablemente seguros de que los temas representados en la mayoría de los enconchados eran religiosos, sobre la base de unos 300 ejemplos supervivientes. Muy pocos de ellos están firmados y sólo conocemos los nombres de una docena de artistas, pero está claro que se organizaron en talleres en los que participaban varios miembros de la misma familia. La serie de 24 paneles (ver más abajo) de la exposición está fechada en 1698 y firmada por Miguel y Juan González. Estos hermanos pertenecían al gremio de pintores y eran los más hábiles de los " concheros ". No se sabe dónde nacieron, pero otro conchero experto fue Nicolás Correa, cuya madre se cree que era de ascendencia africana y cuyo padre se cree que era un morisco nacido en Cádiz. La fabulosa Bodas de Caná (1696) de Correa se exhibe ahora en la exposición Tesoros de la Sociedad Hispánica en Londres. Estos artistas a menudo usaban grabados de artistas italianos y holandeses como modelos.

Miguel y Juan González, Conquista de México (paneles 1 y 2), 1698, óleo y nácar sobre tabla de madera, Museo de América, Madrid (cedido por el Museo del Prado)

Los 24 paneles de la Colección Real representan cronológicamente la historia de los acontecimientos trascendentales posteriores a la llegada de Hernán Cortés en 1519, según lo relatado por cronistas españoles como Bernal Díaz del Castillo . Los paneles, ahora expuestos en el Museo de América, ilustran uno o más episodios numerados (se proporcionan leyendas en un pequeño cartellino en la parte superior del panel). El primer panel muestra el hundimiento de los barcos españoles ordenado por Cortés para evitar un motín y el tributo pagado por los enviados del emperador azteca Moctezuma según las descripciones de los cronistas. El segundo muestra un despliegue de Cortés de sus jinetes, así como de Doña María o La Malinche , una mujer nahua que actuó como intérprete, consejera e intermediaria entre los españoles y las comunidades indígenas.

En el quinto panel, las tropas de Cortés parecen exhaustas y vemos imágenes de sacrificios humanos realizados por los pueblos indígenas. En los paneles siguientes, vemos la masacre de Cholula y la posterior sumisión de sus gobernantes, el bautismo de las mujeres locales, los castigos infligidos a los espías y otros episodios en el camino hacia la capital azteca. Los paneles 11, 12 y 13 son de los más espectaculares, con Cortés entrando en la maravillosa ciudad flotante de Tenochtitlán, Moctezuma cargado en un palanquín para saludarlo y luego recibiéndolo en un palacio de estilo renacentista con retratos de sus antepasados ​​colgados en las paredes. Los paneles siguientes muestran la entrega de regalos, la predicación y a Moctezuma tomado prisionero mientras algunos de sus hombres intentan derribar un crucifijo. Los aztecas, sin embargo, obtienen la ventaja en el panel que representa la llamada Noche Triste , cuando los españoles se ven obligados a retirarse y Cuauhtémoc es coronado rey. El modelo para esta obra fue un grabado del artista italiano Antonio Tempesta de Abraham liberando a su sobrino Lot .

Unos paneles más adelante, el propio Cortés es tomado prisionero, pero liberado por el español Cristóbal de Olea. Aquí vemos un combate con algunos de los soldados indígenas que portan armas capturadas y otros con macuahuitl o espadas hechas de obsidiana. Los paneles finales muestran la captura de Cuauhtémoc por parte de los españoles y la destrucción de Tenochtitlán.

Panel 5: detalle de la Conquista de México (1698)

Panel 19: detalle de Moctezuma llevado al encuentro de Cortés (1698)

Se trata de una muestra importante para los historiadores y los historiadores del arte de la Edad Moderna. No sólo revela la perspectiva de un grupo que más tarde desempeñaría un papel clave en la independencia de México, sino que nos hace volver a mirar una forma de arte que algunos descartan como puramente decorativa. Ayuda a ilustrar cómo se desarrolló la conquista de México. Sobre todo, destaca la importancia de la Nueva España en el siglo XVII como centro de innovación artística. Según la publicidad, la exposición forma parte de un proyecto de investigación más amplio. ¡Esperemos que también haya una publicación, y que esté disponible tanto en español como en inglés!

 

 

En los últimos años, la versión de los hechos relatados en estos paneles ha sido revisada para tener en cuenta las voces indígenas; por ejemplo, en Visión de los vencidos: Relaciones indígenas de la conquista . Sin embargo, estos paneles presentan un punto de vista interesante. En el momento en que se produjeron, unos 180 años después de la llegada de los españoles, una nueva clase de " criollos " ricos (descendientes de los conquistadores) se enfrentó a los peninsulares o gobernantes nacidos en España. Bien puede haber sido miembros de esta nueva clase la que encargó la serie Conquista para recordar a los españoles el papel que habían desempeñado sus antepasados ​​​​en el establecimiento de la Nueva España, justificando así sus propias reivindicaciones de poder (de hecho, los paneles de la Colección Real fueron enviados como regalo a Carlos II en Madrid). Junto a los 24 paneles de la Colección Real que se exhiben en La Luz del Nacár, se encuentran paneles de otras dos series: seis paneles de gran tamaño adquiridos por el Museo de América a una colección privada de Madrid a principios del siglo XX, y 24 paneles de la colección de los Duques de Moctezuma (título hereditario de la nobleza española que ostentaba una línea de descendientes del emperador Moctezuma II). Estos últimos fueron encargados por el último virrey de la Nueva España, que era descendiente de Moctezuma.

 

 

Se trata de una muestra importante para los historiadores y los historiadores del arte de la Edad Moderna. No sólo revela la perspectiva de un grupo que más tarde desempeñaría un papel clave en la independencia de México, sino que nos hace volver a mirar una forma de arte que algunos descartan como puramente decorativa. Ayuda a ilustrar cómo se desarrolló la conquista de México. Sobre todo, destaca la importancia de la Nueva España en el siglo XVII como centro de innovación artística. Según la publicidad, la exposición forma parte de un proyecto de investigación más amplio. ¡Esperemos que también haya una publicación, y que esté disponible tanto en español como en inglés!4








DIFERENTES OPINIONES

El tema de las pinturas enconchadas fue abordado por distintos autores. En 1923 Manuel Romero de Terreros publicaba Las Artes industriales en la Nueva España, en donde mencionaba la serie de veinticuatro tablas del Museo de América fechándolas en 1608.

            En 1933 Genaro Estrada publicó en Madrid un libro que reproducía las series enconchadas de la Conquista existentes en esa ciudad (las dos del Museo de América y la que en ese entonces pertenecía a los duques de Moctezuma) y afirmaba que Miguel Gonzales había sido un pintor presumiblemente español, de fines del siglo XVII o principios del XVIII.

            En 1934 apareció en el Boletín del Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires una nota de Alfonso Reyes en el que comunicaba el estado de la investigación hasta ese momento, reseñando brevemente la información de José María González de Mendoza desde España y de Agustín Yáñez y Manuel Toussaint desde México.

            En 1937 Genaro Estrada volvió sobre el tema incluyendo la serie de la vida de la Virgen y la Virgen de Valvanera.

            Recién en 1852 Manuel Toussaint concretó, en un valioso artículo, sus teorías sobre las pinturas con incrustaciones de nácar en la Nueva España. A las obras documentadas añadió una lista de enconchados tomados de juicios testamentarios tramitados en México a fines del siglo XVII y principios del XVIII.

            Soria (6) hace la primera síntesis del material disperso hasta ese momento. Considera fuera de toda duda el origen mexicano de estas obras, hace una breve reseña de las distintas series e indica, además de los Gonzales, a Antonio de Santander y Nicolás de Correa, como autores de pinturas enconchadas. Considera que la serie de la Marquesa de Casa Peñalver fue pintada por Juan Gonzales, y que Miguel la copió en la serie de Buenos Aires.

 

CONSIDERACIONES FINALES

En definitiva, nos encontramos con gran cantidad de pinturas emparentadas por la técnica de la incrustación de nácar. Según Toussaint lo enconchados están documentados en la Nueva España entre 1692 y 1752, según Soria entre 1662 (fecha de la Natividad de Juan Gonzales) y aproximadamente 1725. En determinado momento se generalizaron a partir de una técnica importada, que no sufrió más alteraciones.

            Por el tema se vinculan especialmente las series de la Conquista. Con excepción del conjunto que se conserva en México, estas series se organizan en dos grupos. Esas diferencias se trasladan al estilo del relato, y varían los términos de las leyendas. Las de las series de Buenos Aires y de la marquesa de Casa Peñalver configuran una narración. Los epígrafes de las dos series del Museo de América son como una señalación de los hechos.

            En esta época el intercambio entre México y la Península era permanente. No es un lugar de nacimiento cuando lo que discutimos con Soria en su afirmación de que la pintura de los Gonzales es mexicana. Si que se trata de pinturas realizadas en la Nueva España y para un público de la Nueva España.

            No nos sorprende el tema – en obras pintadas seguramente para familias españolas-, ni los errores iconográficos, en una época en que el interés etnográfico era patrimonio de muy pocos y en que la reconstrucción histórica fiel no era de ningún modo una exigencia para el artista. Importaba más bien una convención histórica, que sirviera para alejar en espacio o tiempo el tema representado: pensemos en los trajes con que se representaba a personajes del Antiguo y Nuevo testamento.

            Es para una nobleza escasa, rica y dispendiosa, y con seguridad en más de una ocasión para los virreyes, que trabajó el taller que produjo los conjuntos enconchados de tema histórico.

            Una de las posibles vías para que estos enconchados pasaran a España fueron justamente los virreyes, que una vez terminado su mandato retornaban a la metrópoli. Sabemos que uno de ellos, el Conde de Moctezuma y Tula (7), fue propietario del biombo enconchado que hoy se encuentra en Tepotzotlán. Y es interesante esta conexión con la familia Moctezuma. Los descendientes del emperador azteca fueron asimilados a la nobleza española, se casaron con españoles y en más de una ocasión se trasladaron a vivir a la península. Y tuvieron bastante que ver con las pinturas referentes a la Conquista: según el catálogo del Museo Nacional de Historia de México les perteneció el biombo con ese tema que allí se conserva.

            En cuanto al estilo, Soria, uno de los mayores conocedores de la pintura mexicana y española de la época, al comentar la Natividad de Juan Gonzales, afirma que “El estilo de la firma es mexicano, no español, y el estilo de las figuras todavía más mexicano, de José Juárez y Antonio Rodríguez.” (8)

                Si añadimos el resultado del análisis ortográfico creemos que a pesar de la falta de una prueba documental podemos afirmar el mexicanismo de estas pinturas.

            Las pinturas enconchadas se produjeron a fines del siglo XVII y principios del XVIII, momento culminante de la cultura colonial mexicana.

            La producción intelectual de la época evidencia sus rasgos originales como comunidad y como personalidades individuales, y al mismo tiempo la dependencia de los moldes culturales de la metrópoli.

            La pintura de caballete, demasiado atada a las pautas europeas, no alcanzó en el México virreinal la envergadura que tuvieron la arquitectura y la imaginería. La pintura al óleo, en auge en la época, es siempre devocional, ya se trate de cuadros de altar que se organizan en grandes retablos o de imágenes religiosas propiedad de particulares. Es de escasa importancia el papel de la pintura de caballete no religiosa en la decoración, que prefería utilizar otros medios. La sociedad española y criolla que vivía en México y Puebla, refinada y gastadora y cuyo gusto por el lujo se había reforzado con la importación de objetos suntuarios de Oriente, prefería para decorar mansiones los tapices, damascos, paneles decorativos y biombos. Es casi imposible encontrar entre los biombos, de reconocida finalidad mundana, alguno de tema religioso. Abundan los temas mitológicos, costumbristas o históricos. En cambio, los enconchados tratan tanto temas profanos como religiosos.

            Las tablas de la Conquista son pintura decorativa -para muchos eso significa pintura menor- realizada por pintores con oficio y sensibilidad, aunque no por grandes creadores.

            Sin embargo, en relación a la “gran pintura” mexicana de la época, tienen la originalidad de escapar un tanto al modelo europeo, el atractivo que le dan la presencia simultánea del indio en el tema, la cultura europea en la imagen y la oriental en la técnica.

            Quizás sea ante todo esto, y en esa característica de ser un relato hecho imagen, en lo que reside el mayor encanto de estas obras.

 

 

 

 

 

 

Dujovne, Marta, Las pinturas con incrustaciones de nácar, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Estéticas, Monografías de Arte /8, 1984, p. 271 pág.

 

 

*.El profesor José de Santiago Silva supone que se seguía un procedimiento similar al estarcido de los frescos. El primer boceto se calcaría, y ese calco serviría para restablecer el dibujo una vez colocada la concha con una nueva capa de imprimación.

1.- Toussaint, Manuel, “Las pinturas con incrustaciones de concha nácar en la Nueva España”, en Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, nüm. 20, México, 1952. Pintura colonial de México, México, UNAM, 1965.

2.-Castelló Yturbide, Teresa y Martínez del Río Redo, María Josefa, “La conquista en los biombos”, en Boletín del Intituto Nacional de Antropología e Historia, núm. 31, México, marzo 1968. Biombos mexicanos, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1970.

3.- https://www.patrimonionacional.es/coleccion/restauracion/cuadros-enconchados-del-siglo-xvii

*https://www.illanromerorestauracion.com/project/serie-de-enconchados-sobre-la-conquista-de-mexico-por-hernan-cortes/    

4.- https://www.athenaartfoundation.org/read/pearl-encrusted-the-conquest-of-mexico   

5.-Francisco de la Maza, La ciudad de México en el siglo XVII, México, FCE, 1968.

6. Soria, Martín, “Painting”, en Kibler, George y Soria, Martín, Art and Architecture in Spain and Portugal and their American dominions, The Pelikan History of Art, 1959.

7. José Sarmiento y Valladares, casado con una descendiente de Moctezuma, fue virrey entre 1696 y 1701: después de esta fecha volvió a España. Le tocó decorar el Palacio Virreinal, después de las pérdidas sufridas en los motines de 1692. Muy adicto a la casa de Austria, es posible que fuera él quien remitió a la esposa de Carlos II los enconchados que ella regaló al convento de Kllausen.

8. Soria, p. 313.

 

 

























































































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